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Para la evaluación de los trastornos de conducta de la persona con demencia se utilizará el NPI-
Q, con lo cual se identificará aquellos elementos que puedan originar dudas y comorbilidad con otros
problemas de salud. Para las dudas diagnósticas, se priorizará la atención en la Unidad de Memoria,
mientras que para la Comorbilidad, se podrá abordar conjuntamente entre el Centros de Apoyo
Comunitario para Personas con Demencia y la Unidad de Memoria.
A partir de ello, se elaboró desde la Unidad de Memoria del Hospital del Salvador y el Centro
Kintún una tabla resumen, que entrega elementos para la toma de decisiones respecto a la definición del
lugar más pertinente de derivación al nivel de especialidad de acuerdo a los resultados del NPI-Q.
(Orientaciones Técnicas, Minsal 2019)
Esquema de derivación:
• Trastornos de la conducta que causan dificultades diagnósticas. Derivar primero a Unidad de Memoria.
• Trastornos de la conducta refractarias a manejo APS y que requieren atención en nivel secundario.
Deberán ser vistos en primera instancia en los Centros de Apoyo Comunitario para Personas con
Demencia. (En Copiapó no existe este dispositivo)
• Centros de Apoyo Comunitario para Personas con Demencia coordinaran con la Unidad de Memoria el
uso de fármacos antidemenciantes u otros, según protocolos definidos localmente. (En Copiapó no
existe este dispositivo)
De manera referencial, se orienta que la resolución temporal de los procesos de atención de las
personas derivadas a la Unidad de Memoria, sea de acuerdo a los criterios de derivación definidos con
anterioridad, considerando los siguientes espacios temporales:
En la actualidad la demencia no tiene cura, pero sí tratamiento. Tal como se plantea en este
documento, su tratamiento contempla acciones no farmacológicas, y farmacológicas. Las primeras nunca
deben ser descuidadas y constituyen la base de todo tratamiento integral de las demencias, en conjunto
con las estrategias farmacológicas que puedan estar indicadas, de acuerdo al momento evolutivo, la
sintomatología y la comorbilidad que pueda existir.
Dentro de las estrategias farmacológicas, se plantea la existencia de tres grupos de medicamentos que
se deben considerar (SONEPSYN, 2017):
Sumado a los medicamentos específicos, se deben agregar los fármacos para asegurar el control
de enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, alteraciones metabólicas y los factores
cardiovasculares que inciden en la calidad de vida y progresión del Alzheimer.
El primer grupo de medicamentos, se utiliza sobre todo para el tratamiento de los síntomas
cognitivos en determinadas demencias, las cuales son la enfermedad de Alzheimer, la demencia por
Cuerpos de Lewy y la demencia secundaria a la enfermedad de Parkinson, que es donde han
demostrado cierta eficacia de acuerdo a lo sostenido por la Comisión de Demencias de Lancet. No
obstante, existe una controversia sobre la significancia clínica del efecto beneficio reportado en los
estudios clínicos. Su objetivo principal es actuar sobre las anomalías bioquímicas como consecuencia
de la pérdida neuronal, pero no modifica la neuropatología subyacente o su progresión.
Los inhibidores de la colinesterasa restauran parcialmente los déficits de acetilcolina que surgen
de la pérdida de neuronas en el núcleo basal de Meynert y en el área septal central, proyectándose a
regiones corticales. Los NMDA, vale decir, la memantina, atenúa los efectos tóxicos del glutamato
liberado por las neuronas afectadas por las patologías antes nombradas. Actúa impidiendo la
excitotoxicidad neuronal que provoca el exceso de glutamato y el incremento de calcio intracelular
propio de la neurodegeneración.
Es relevante sostener que este primer grupo de medicamentos debería solo ser prescrito a nivel
de especialidad, considerando que solo tendrían un cierto beneficio en ciertos tipos determinados de
demencia. El diagnóstico de este tipo de demencia requiere una evaluación médica con exámenes
complementarios como scanner solo disponible en Atención secundaria.
Estos medicamentos no deben ser utilizados en personas con deterioro cognitivo menor o
queja subjetiva de memoria, dado que no han demostrado ser potenciales neuroprotectores para estas
etapas de la enfermedad.
Una de las principales limitantes de estos medicamentos son los efectos adversos, los cuales son:
• Inhibidores de la colinesterasa:
• Memantina:
El segundo grupo de medicamentos, busca mejorar los síntomas conductuales y psicológicos en las
personas con demencia así como las comorbilidades psiquiátricas que puedan presentar. Ello mejora la
calidad de vida del usuario y tiene el beneficio adicional de disminuir la sobrecarga del cuidador. Su
prescripción se realiza en función del estado general de salud, antecedentes mórbidos, el nivel de
severidad de la enfermedad, la tolerancia previa a medicamentos y su entorno de apoyo.
Parte de este grupo son los antidepresivos. En estos casos se deben preferir aquellos fármacos
con mejor perfil de seguridad en personas mayores (sertralina, escitalopram, mirtazapina, citalopram,
duloxetina y venlafaxina) evitando los riesgos de caídas y la interacción con otros fármacos. La
fluoxetina, la paroxetina y los antidepresivos tricíclicos son fármacos que se consideran inapropiados
para personas mayores y toda persona con trastorno cognitivo se debe evitar su uso (Budinich et al.,
2017). Los antidepresivos sedantes como la trazodona y la mirtazapina pueden tener un rol en
personas con insomnio. En el caso de trazodona se debe poner atención a la aparición de ortostatismo
secundario a su utilización.
Es importante considerar que estos fármacos no se deben utilizar para tratar conductas de
vagabundeo, aislamiento social, inquietud motora, queja de memoria, fallas atencionales o
indiferencia al entorno, agresividad motora o verbal que no representa un riesgo, nerviosismo, falta
de cooperación y ansiedad leve. Una vez iniciado el tratamiento con ellos, se debe controlar y evaluar
pertinencia al menos en 4 a 8 semanas y en casos prolongados evaluar mínimo dos veces al año. Es
fundamental comprender que la gran mayoría de las alteraciones que motivan la indicación de un
antipsicótico son transitorias y por ello se debe evaluar proactivamente ajustar las dosis o discontinuarlo
(Budinich et al., 2017).
El uso de hipnóticos como la zopiclona (3,25 a 7,5 mg) o el zolpidem (5mg) pueden ser
utilizados en contexto de insomnio de conciliación o dificultad para lograr un sueño mantenido
durante la noche, teniendo precaución con el riesgo de caídas y la excesiva sedación. Se debe tener en
cuenta, que al igual que con las benzodiacepinas, estos fármacos tienen un elevado potencial de causar
dependencia y tolerancia. Por ello se deben implementar primero otras medidas no farmacológicas
para tratar el insomnio, o usar otros fármacos con menor riesgo adictivo. En lo posible su uso debe ser
por tiempos limitados, no más allá de un mes.
Se recomienda usar vitamina B12 o vitamina D en personas que presentan déficit en algunas de
éstas. En la actualidad no existe evidencia para recomendar el uso de gingko biloba en deterioro
cognitivo leve o en demencia.
1) Incluir en la anamnesis la historia fármaco terapéutica y realizar revisión de la medicación como parte
de la valoración integral.
3) Prescribir el menor número de fármacos posibles y siempre con un claro objetivo terapéutico.
4) Considerar siempre que el síntoma evaluado pudiese ser consecuencia de una reacción adversa a
algún medicamento.
5) Comenzar con dosis inferiores a las habituales para adultos e incrementarla de forma progresiva y
lenta.
b. Identificar cuáles alteraciones conductuales son las más relevantes a tratar debido a la
repercusión que tiene en el paciente y en los cuidadores o los riesgos que pueden asociarse.
c. Evaluar posibles causas y factores relacionados para poder planificar una intervención.
Prevención
1. Conocer las características del paciente y adaptar las condiciones de cuidado a sus
requerimientos individuales.
2. Mantener bajo control las patologías asociadas, especialmente las que puedan causar
malestar como dolor o dificultad respiratoria.
4. Dar recomendaciones para el cuidado con énfasis en mantener un entorno agradable para
que el paciente se sienta cómodo y tranquilo.
Manejo no farmacológico
Las tratamiento no farmacológico se puede dividir en: estrategias que van dirigidas
específicamente a modificar conductas, las que actúan sobre el entorno y las intervenciones sobre el
cuidador.
b) Modificacion del entorno: Se debe adaptar el ambiente en que se desenvuelve el paciente para
que éste sea agradable y seguro. Se debe establecer las condiciones para que se facilite la realización
de las actividades de la vida diaria evitando el riesgo de complicaciones. El lugar donde se
desenvuelve el paciente no debe sufrir cambios significativos, deben existir elementos que faciliten
la orientación (calendarios, relojes), carteles para identificar lugares (baño, cocina), deben evitarse
las alfombras y los desniveles para evitar caídas, no deben existir muchos muebles para facilitar la
movilidad, se puede considerar incorporar pasamanos en pasillos y agarraderas en los baños.
Manejo farmacológico
La evidencia científica respecto a la eficacia de los diferentes fármacos que se han estudiado
para el manejo de las alteraciones conductuales en demencia ha mostrado un beneficio más bien
modesto y en muchos casos con un riesgo importante de efectos adversos.
Los fármacos que se han utilizado son antipsicóticos, anticonvulsivantes, antidepresivos,
ansiolíticos, inhibidores de colinesterasa y moduladores de receptores N-metil-D-aspartato (NMDA).
a) Antipsicóticos: Durante mucho tiempo se observó un uso excesivo de los antipsicóticos en pacientes
con demencia sin un claro beneficio y con efectos negativos en cuanto a reacciones adversas
y empeoramiento de cognición y funcionalidad. Con la evidencia actual, se ha establecido cautela
en la indicación de antipsicóticos debido a que no existe una eficacia clara en lograr un adecuado
control sintomático en forma significativa y existe un alto riesgo de efectos secundarios. Si bien los
antipsicóticos atípicos como quetiapina, risperidona y olanzapina tienen menos riesgo de efectos
secundarios que los antipsicóticos típicos como el haloperidol, se debe tener en cuenta que el riesgo
de estas complicaciones está presente en todos los fármacos de este grupo terapéutico.
Algunos de los efectos adversos más relevantes que se asocian a los antipsicóticos son los
siguientes:
c) Antidepresivos: Cerca del 40% de los pacientes con demencia presenta síntomas depresivos en
el curso de su enfermedad. Además, se ha sugerido que la disregulación serotoninérgica puede jugar
un rol en el origen de la agresividad, de las alteraciones del sueño y de los síntomas psicóticos. Por
otro lado, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden ejercer un efecto
modulador sobre la dopamina.
d) Inhibidores de Colinesterasa: Son fármacos que están indicados para el tratamiento de la demencia
y que han logrado un efecto transitorio de mejoría en cognición y en funcionalidad. Se dispone
de donepecilo, rivastigmina y galantamina. Se ha evidenciado efecto favorable sobre la ansiedad,
la sintomatología depresiva, la apatía y la agresividad.
g) Benzodiazepinas: son útiles para el manejo de la ansiedad, pero debido a sus efectos negativos
sobre la función cognitiva y el incremento del riesgo de caídas deben evitarse en pacientes con
demencia.
Al momento de enfrentar un paciente con alteraciones conductuales debe seguirse los siguientes
pasos:
1. Identificar el o los síntomas son más importantes de resolver. Debe tomarse en cuenta la repercusión
que éstos tienen en el paciente y su entorno, así como, los que conllevan un mayor riesgo de
complicaciones.
2. Intentar identificar un factor causal (infección, dolor, constipación, uso de fármacos, elementos
ambientales).
5. Reevaluar periódicamente la evolución del paciente para definir cambios en el manejo según
la respuesta observada. Algunas demencias tienen un proceso evolutivo que es más rápido y
generalmente, en las etapas más avanzadas de la enfermedad los SCPD disminuyen en severidad
y frecuencia por lo que se puede ir reduciendo el uso de fármacos.
a) Depresion y ansiedad
La dosis inicial del citalopram es de 10 mg/día, pudiéndose aumentar hasta 20 mg/día. Debe
tenerse en cuenta que el citalopram puede producir prolongación del intervalo QT. Cuando la
sintomatología depresiva se asocia a agitación, agresividad, conductas inapropiadas, o con trastornos
del sueño puede considerarse el uso de trazodona a dosis de 50 a 150 mg/día.
b) Apatia
Es la alteración conductual más frecuente en la demencia. Se manifiesta como falta de iniciativa,
indiferencia y pérdida de interés. Se distingue de la depresión porque no existe tristeza, irritabilidad
ni ansiedad.
c) Trastornos de sueño
Se afecta la conciliación de sueño y además el sueño es más superficial y fragmentado, con
incremento de los despertares nocturnos. A su vez, el ciclo de sueño-vigilia está alterado, siendo
frecuente el insomnio nocturno y la somnolencia excesiva diurna. Para el manejo farmacológico puede
ser útil la trazodona (50 a150 mg al acostarse), la zopiclona (7.5 mg al acostarse) o el zolpidem (5 a 10
mg al acostarse). En los casos en que exista agitación psicomotora, alucinaciones o agresividad se
puede considerar el uso de un antipsicótico con efecto sedante como la quetiapina en dosis de 25 a
50mg al acostarse.
d) Agitacion y agresividad
Las conductas agresivas físicas y verbales contra objetos o personas y la irritabilidad con
frecuencia se desencadenan en relación con discusiones o conflictos con cuidadores poco entrenados en
el manejo de este tipo de pacientes. También pueden ser consecuencia de la presencia de ideas
delirantes de tipo paranoide o pueden darse en el contexto de cuadros de depresión y ansiedad. Los
antipsicóticos atípicos son los fármacos que más se han utilizado para el control de la agitación y la
agresividad en pacientes con demencia. Uno de los antipsicóticos que resulta eficaz para el manejo
de estos síntomas es la risperidona en dosis de 0.25 hasta 1 mg al día. Otros antipsicóticos que han
mostrado utilidad son la olanzapina (dosis de 5 a 10 mg al día), Aripiprazol (5 a 15 mg al día) y Quetiapina
(25 a 200mg al día). La trazodona (50 a 150 mg/día) y el citalopram (20 mg/día) pueden ser
útiles en pacientes con agitación o agresividad leve. Los inhibidores de colinesterasa como donepecilo
y rivastigmina, así como, la memantina que es un fármaco modulador de receptores NMDA han
mostrado algún beneficio en la disminución de estas alteraciones conductuales por lo que también
puede considerarse su indicación en estos casos.
e) Vagabundeo
El vagabundeo es frecuente en las fases más avanzadas de las demencias y consiste en la
deambulación permanente de un lado a otro sin un objetivo claro. El tratamiento farmacológico no logra
controlar adecuadamente el vagabundeo, y puede aumentar el riesgo de caídas, por lo que para su
manejo están indicadas las medidas no farmacológicas (facilitar un lugar adecuado para que pueda
caminar, disminuir el riesgo de extravío colocando cerraduras de difícil apertura en las puertas, distraerlo
proponiendo otra actividad que sea de su agrado).
Sólo debe utilizarse fármacos para el tratamiento de las ideas delirantes y alucinaciones que
generen ansiedad y que no respondan a las medidas no farmacológicas. Los fármacos de elección son
los antipsicóticos atípicos y las consideraciones terapéuticas son similares a las del manejo de la
agresividad con este grupo de fármacos.