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B I B L I O T E C A DE G R A N D E S P E N S A D O R E S

M arx

Estudio introductorio de
JACO B O MUÑOZ

I
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c ;r e : d o s
ALIE N A CIÓ N

L A D IS O L U C I Ó N D E T O D O S L O S PR O D U C T O S
Y A C T IV I D A D ES E N V A L O R ES D E C A M B I O *

Valor de cambio y producción privada

L a disolución de todos los productos y actividades en valores de cambio


presupone tanto la disolución de todas las relaciones de dependencia
personales, rígidas (históricas) en la producción, como la dependen
cia universal de los productores entre sí. L a producción de cada
individuo es dependiente de la producción de todos los demás, de
la misma form a que la transformación de su producto en medio
de subsistencia para sí mismo deviene dependiente del consumo
de los demás. Los precios son antiguos; el cambio también; pero
tanto la determinación de los unos cada vez más por los costes de
producción, como la extensión del otro sobre todas las relaciones
de producción, sólo se desarrollan por completo y de form a cada
vez más completa en la sociedad burguesa, en la sociedad de la li
bre competencia. L o que A d am Smith, en la form a propia al siglo
xv m , coloca en el período prehistórico, es decir, lo hace preceder a
la historia, es por el contrario su resultado.
Esta dependencia m utua es expresada en la constante necesi
dad del cambio, y en el valor de cambio como m ediador u n iver
sal. Los economistas lo expresan así: cada individuo persigue su
propio interés y únicamente su propio interés; y de esta form a,
sin quererlo ni saberlo, sirve a los intereses privados de todos los
demás, al interés general. L a clave de esta afirmación no consiste

T ra d u c c ió n : Ja v ie r P é r e z Royo. F u e n te: O M E 2 1, págs. 83-93.


68 Textos selectos

en que, en la medida en que cada uno persigue sus intereses par


ticulares, persigue también la totalidad de los intereses privados,
y, por lo tanto, de esta form a se realiza el interés general. Más
bien se podría deducir de esta frase abstracta, que cada uno obs
taculiza respectivamen te la realización del interés de los demás,
y en lugar de resultar esta guerra de todos contra todos3 en una
afirmación general, resultaría en una negación general. L a clave
reside más bien en que el mismo interés privado es ya un interés
socialmente determinado, y sólo puede ser alcan zado den tro de
las condiciones impuestas por la sociedad y con los medios por
ella provistos, es decir, que está vinculado a la reproducción de
estas condiciones e instrumentos. Es el interés de personas priva
das, pero un interés cuyo contenido, así como también su form a
y medio de realización, vienen dados por las condiciones sociales
independientes de todos.

E l dinero como relación social

L a dependencia m utua universal de los individuos indiferen tes


los unos para los otros constituye su conexión social. Esta co
nexión social es expresada en el valor de cambio , en el que su pro
pia actividad o su propio producto deviene por prim era vez para
cada individuo una actividad o un producto per se; él tiene que
producir un producto general — el valor de cambio— o, lo que es
lo mismo, dicho valor considerado aisladam en te, individualizado
en sí mismo, dinero. Por otra parte, el poder que cada individuo
ejerce sobre la actividad de los demás o sobre las riquezas sociales
reside en él en cuanto propietario de valores de cambio , de dinero.
É l lleva tanto su poder social como su conexión con la sociedad
en su bolsillo. L a actividad, cualquiera que sea su form a de m a
nifestación individual y el producto de esta actividad, cualquiera
que sea su índole, es valor de cambio, es decir, algo general, en el que
es negada y cancelada toda individualidad y toda particularidad.
Esta es, en realidad, una situación completamen te diferente de
aquella en la que el individuo, o el individuo que se am plía n a

3 Cf. T h o m as H obb es, Elemen t a Philosophica, D e Cive. C a p . i en Opera


philosophica , A m st e l o d a m i, 1668, pág. 7, y Levia t han, sive D e Materia, Forma,
et Potestate C ivilis Civi t a tis Eclesiasticae et Civilis. C a p . x v ii (ibid ., p ág. 83).
E l funda men to de la crítica 69

tural o históricamente en la fam ilia y en la tribu (más tarde en la


comunidad), se reproduce directamen te a partir de la naturaleza,
o en la que su actividad productiva y su participación en la pro
ducción está d irigida a una form a determ inada de trabajo o de
producto, y en la que su relación con los demás está igualmente
determinada.
E l carácter social de la actividad, así como la form a social del
producto y la participación del individuo en la producción, apa
rece así como algo extraño a los individuos, como algo objetivo;
no como el comportam iento de ellos entre sí, sino como subor
dinación a relaciones que existen independientemente de ellos,
y que proceden del encuentro entre individuos indiferentes los
unos para los otros. E l cambio general de actividades y produc
tos se convierte en condición de vida para cada individuo; su co
nexión mutua se les presenta como algo extraño, independiente
de ellos, como una cosa. E n el valor de cambio la relación social
entre personas se transform a en una relación social entre cosas;
la capacidad personal se transform a en la capacidad de las cosas.
Cuan to menor sea la fuerza social del medio de cambio, cuanto
más unido esté dicho medio de cambio con la naturaleza del pro
ducto in mediato del trabajo y con las necesidades inmediatas de
los individuos que cambian, tanto m ayor tiene que ser la fuerza
del ente com unitario que une a los individuos: relación patriar
cal, com unidad an tigua, feudalismo, corporación grem ial. (Ver
mi cuaderno x i i , 34, b.) C ada individuo posee el poder social en la
forma de una cosa. Si se le roba a la cosa este poder social hay que
dárselo a las personas sobre las personas. Relaciones de depen
dencia personales (en un principio completamente espontáneas)
son las prim eras form as de sociedad en las cuales la prod uctivi
dad hu mana sólo se desarrolla en pequeña m edida y en puntos
aislados. L a independencia personal basada en la dependencia
material es la segunda gran form a, en la que se constituye por
prim era vez un sistema de cambio social general, de relaciones
universales, de necesidades universales, y de capacidad u n iver
sal. L a libre individualidad, basada en el desarrollo universal de
los individuos, y en la subordinación a los mismos de su produc
tividad com unitaria, social, de su patrimonio social, constituye
el tercer estadio. E l segundo crea las condiciones de realización
del tercero. Las relaciones tanto patriarcales como an tiguas (así
como las feudales) desaparecen, por lo tanto, con el desarrollo del
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comercio, del lujo, del dinero, del valor de cambio, en la misma


m edida que la sociedad moderna crece con ellos.
Intercam bio y división del trabajo se condicionan m utuam en
te. Puesto que cada uno trabaja para sí y su producto no es para
él, él tiene naturalmente que cambiarlo, no sólo para participar en
la capacidad productiva general, sino para transformar su propio
producto en medio de vida para él. (Ver mis « O bservaciones sobre
Econom ía», pág. v. — 13, 14— .) E l cambio realizado por medio
del valor de cambio y del dinero presupone la dependencia u n i
versal de los productores entre sí, pero presupone al mismo tiempo
el total aislamiento de sus intereses privados y una división del
trabajo social, cuya unidad y mutuo complemento existe al mismo
tiempo como una relación natural al margen de los individuos e
independiente de ellos. L a presión de la oferta y de la demanda
general sirve de intermediaria a la conexión de los individuos in
diferentes los unos para los otros.
L a m ism a necesidad de transform ar ante todo el producto o
la actividad de los individuos en la form a de valor de cambio , en
dinero , y el hecho de que sólo en esta form a material él adquiera
y dem uestre su poder social, pone de manifiesto dos cosas: 1) que
los individuos producen solamente para la sociedad y en socie
dad; 2) que su producción no es inmediatamente social, no es el
resultado de la sociedad que divide el trabajo en tre sí misma.
Los individuos están subordinados a la producción social, que
existe como algo fatal fuera de ellos; pero la producción social no
está subordinada a individuos que la m anejen como si fuera su
patrimonio com ún. N a d a puede, por lo tanto, ser más falso y ab
surdo que dar por supuesto sobre la base del valor de cambio , del
dinero, el control de los individuos asociados sobre su producción
global, como ocurría con el banco de los billetes-horas de trabajo.
E l cambio privado de todos los productos del trabajo, de todas
las capacidades y actividades, está en oposición tanto a la distri
bución basada en la supra o subordinación (natural o política)
de los individuos en tre sí (en cuyo caso el cambio auténtico sólo
ocurre m arginalm en te e interviene, en general, menos en la vida
de la com unidad globalm ente considerada que en tre com u n ida
des distintas, y en modo algu no somete bajo su dom inio a todas
las relaciones de producción y de cambio) (cualquiera que sea la
form a de esta supra o subordinación: patriarcal, an tigua, feudal),
como al intercam bio libre entre individuos, que están asociados
E l funda men to de la crítica 71
sobre la base de la producción y control común de los medios de
producción. (Esta última asociación no es arbitraria: ella presupo
ne el desarrollo de condiciones materiales y espirituales, que en
este momento no hay por qué desarrollarlas.) D e la misma form a
que la división del trabajo engendra aglomeración, combinación,
cooperación, oposición de intereses privados, intereses de clase,
competencia, concentración de capital, monopolios, sociedad por
acciones — claras formas antitéticas de la unidad, que produce la
oposición misma— , así también el cambio privado engendra el
comercio m undial, la independencia privada engendra la depen
dencia total del llamado mercado m u ndial, y los actos escindidos
del cambio engendran un ente bancario y crediticio cuya conta
bilidad, al menos, constata las compensaciones del cambio p ri
vado. E n el curso cam biario — de tal form a dividen los intereses
privados a cada nación en tantas naciones como individuos hay
en ellas, y se contraponen los intereses de los exportadores e im
portadores de la m isma nación— el comercio nacional conser
va una apariencia de existencia, etc. N a d ie creerá por ello poder
elim inar mediante una reforma de la bolsa los fundamentos del
comercio privado interior o exterior. Pero den tro de la sociedad
burguesa, que descansa sobre el valor de cambio , aparecen rela
ciones de producción y de tráfico que son otras tantas minas para
hacerla saltar en pedazos. (U na cantidad de form as antitéticas
de la unidad social cuyo carácter antitético, sin em bargo, nunca
podrá ser hecho saltar en pedazos mediante una metamorfosis
pacífica. Por otra parte, si no encontramos de form a encubier
ta en esta sociedad, tal como es, las condiciones de producción
materiales y las correspondien tes relaciones de tráfico de una so
ciedad sin clases, todos los intentos de hacerla saltar en pedazos
serían donquijoterías.)
H emos visto que, aunque el valor de cambio es igual al tiempo
de trabajo relativo que está m aterializado en los productos, el d i
nero por su parte es igual al valor de cambio de las mercancías se
parado de su sustancia; en este valor de cambio o relaciones dine
radas están contenidas las contradicciones entre las mercancías y
su valor de cambio, entre las mercancías como valores de cambio
v el dinero. H emos visto que un banco que engendra in m ediata
mente la contrapartida de la mercancía en dinero-trabajo es una
utopía. A u n que el dinero sólo debe su origen al valor de cambio
separado de la sustancia de las mercancías, y a la tendencia de este
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valor de cambio a afirmarse en form a pura, la mercancía no puede


ser transformada inmediatamente en dinero; es decir, la prueba
auténtica de la cantidad de tiempo de trabajo en ella realizado no
puede servir como su precio en el m undo de los valores de cambio.
¿Cómo es esto?
(Sólo cuando el dinero aparece como medio de cambio — y
no como m edida de valor— , o, lo que es igual, sólo cuando el
dinero aparece como una prenda que tiene que ser dejada en las
manos de otro, para obtener de él una mercancía, sólo entonces
está claro para los economistas que la existencia del dinero presu
pone la objetivación de la relación social. A q u í dicen los mismos
economistas que los hombres depositan en la cosa [en el dinero] la
confianza que no depositan en ellos mismos como personas. Pero
¿por qué depositan su confianza en la cosa? C laram en te la depo
sitan sólo en cuanto relación objetivada de las personas entre sí,
en cuanto valor de cambio objetivado; y el valor de cambio no es
más que una relación de la actividad productiva de las personas
entre sí. T oda prenda ajena, en cuanto tal, puede ser directam en
te útil al poseedor de la misma; el dinero sólo le es útil en cuanto
«garan tía social», pero esta garan tía lo es sólo por su calidad so
cial [simbólica]; ahora bien, el dinero puede poseer una cualidad
social solamente porque los individuos han alienado su propia
relación social como si fuera un objeto.)
E n las listas de precios corrientes, en las que todos los valores
son medidos en dinero, la independencia del carácter social de
las cosas respecto de las personas, así como también la actividad
del comercio sobre la base de esta ajenidad, en las que las relacio
nes de producción y tráfico globales se presentan enfrentadas al
in dividuo, a todos los individuos, en dichas listas parece que son
sometidos de nuevo a los individuos. Puesto que la independiza-
ción del mercado m u ndial, i f you please (en el que está incluida
la actividad de cada individuo), aumen ta con el desarrollo de las
relaciones dinerarias (valor de cambio) y viceversa, la conexión
general y la dependencia universal en la producción y en el con
sumo au menta al m ismo tiempo con la independencia y la indi
ferencia recíproca de los individuos que consumen y producen;
puesto que esta contradicción conduce a crisis, etc., se intenta
al mismo tiempo superarla desarrollando esta alienación sobre
su m isma base; listas de precios corrientes, cursos cambiarios, co
nexiones epistolares entre los comerciantes, telegram as, etc. (los
E l funda men to de la crítica 73

medios de comunicación se desarrollan al mismo tiempo), con los


cuales cada individuo se procura información sobre la actividad
de todos los demás, y según esta información intenta equilibrar la
suya. (Esto quiere decir, que, aunque la oferta y la demanda glo
bal proceden independientemen te, cada uno intenta inform arse
del estado de la oferta y de la demanda general; y este conoci
miento influye en la práctica sobre ellas. A u n que todo esto en la
situación que tenemos ante nosotros no supera la ajenidad, sí pro
duce las relaciones y conexiones que incluyen en sí la posibilidad
de superar la an tigua situación.) (La posibilidad de estadística
general, etc.) (Esto tiene que ser desarrollado bajo las categorías
de «precios, demanda y oferta». Por lo demás, aquí sólo hay que
observar que una ojeada sobre el comercio global y la producción
global, tal como se encuentran fácticamente en las listas de pre
cios corrientes, provee en realidad la m ejor prueba de cómo su
propio cambio y su propia producción se oponen a los individuos
como una relación material independiente de ellos. E n el mercado
mundial se ha desarrollado la conexión del individuo con todos los
individuos, pero también y al mismo tiempo se ha desarrollado la
independencia de esta conexión respecto de los individuos , hasta tal
punto que su constitución contiene al mismo tiempo la condición
de su propia superación.) L a comparación ocupa el lugar de la
com unidad y generalidad real.
(Se ha dicho y se puede decir, que lo más hermoso de todo
esto descansa precisamente en este espon táneo intercam bio m a
terial y espiritual natural, independiente del saber y del querer
de los individuos, y en la conexión que presupone su m utua in
dependencia y la indiferencia de los unos para los otros. Y cierta
mente es preferible esta conexión m aterial a la falta de conexión,
o a una conexión exclusivam en te local, basada en lazos naturales
de consanguineidad y en relaciones de señorío y servid u m bre. Es
igualmen te claro que los individuos no pueden someter bajo su
control sus propias conexiones sociales antes de haberlas creado.
Pero es absurdo concebir aquella conexión m aterial como la co
nexión natural, inseparable de la n aturaleza de la in dividualidad
— por oposición al querer y al saber reflexivos— e inmanente a
la misma. D ic h a conexión es un producto histórico. Pertenece
a una determ inada fase de su desarrollo. L a ajenidad e indepen
dencia en la que existe dicha conexión frente a la n aturaleza de
la in dividualidad, dem uestra solamente que ésta se encuentra
71 Textos selectos

todavía en la fase de creación de las condiciones de su vida so


cial, en lugar de haberla comen zado a partir de estas condicio
nes. L a conexión natural es la conexión entre individuos dentro
de relaciones de producción determ inadas, lim itadas. Los in d i
viduos un iversalm en te desarrollados (cuyas relaciones sociales,
en la m edida en que son relaciones propias, com unitarias, están
también sometidas a su control común), no son un producto de
la n aturaleza, sino de la historia. E l grado y la u niversalidad del
desarrollo de la capacidad con la que esta in d ivid u alidad deviene
posible, presupone la producción sobre la base de los valores de
cambio, que por prim era vez produce sim ultáneamen te la gen e
ralidad de la alienación de los individuos de sí mismos y de los
demás, pero que produce también la generalidad y u n iversali
dad de sus relaciones y capacidades. E n los estadios anteriores
del desarrollo el in dividuo aparece como un ser más completo,
precisamen te porque él no ha elaborado todavía la totalidad de
sus relaciones, y porque éstas no se le han opuesto todavía como
poderes y relaciones sociales independientes de él. T an risible,
por lo tanto, es sentir el deseo vehemente de volver a aquella
plenitud origin aria,4 como lo es la creencia en la necesidad de
perm anecer en este completo vacío. E l modo burgués de ver las
cosas no ha llegado más allá de la oposición contra este punto
de vista romántico y por eso éste lo acom pañará como oposición
justificada hasta su final feliz.)
(Como ejemplo, puede ser citada aquí la relación del individuo
con la ciencia.)
(Comparar el dinero con la sangre — la palabra circulación
da un pretexto para ello— , es más o menos tan correcto como la
comparación de Menenio A grip a entre los patricios y el estóma
go.) (Com parar el dinero con el lenguaje no es menos falso. Las
ideas no son transformadas en el lenguaje de form a tal que en él se
disuelve su peculiaridad; y el carácter social de las ideas no existe
junto a ellas en el lenguaje, como ocurre con los precios junto a
las mercancías. Las ideas no existen separadas del lenguaje. O fre
cen más analogías las ideas, que tienen que ser traducidas de su
lengua materna a otra extranjera para poder circular y ser inter

4 Cf. A d a m M ü l l e r, D i e Elemen t e der S t a a tsfymst, etc., Be r l í n , 1809,


Z w e i t e r T e i l , págs. 72-207; T h o m as C ar ly l e, Chartism, Lo n d res, 1840, págs.
49-88.
E l funda men to de la crítica 75

cambiables; pero la analogía no descansa en el lenguaje, sino en la


ajenidad.)5
(La intercambiabilidad de todos los productos, actividades,
funciones, con un tercero material , que a su vez puede ser inter
cambiado por todos indistintamente; el desarrollo, por lo tanto, de
los valores de cambio [y de las relaciones dinerarias] se identifi
ca con la venalidad y corrupción general. L a prostitución general
aparece como una fase necesaria del desarrollo del carácter social
de las aptitudes, capacidades, habilidades y actividades persona
les. Expresado de form a más cortés se diría: la relación general
de utilidad. Shakespeare ya concibió el dinero como el elemento
que convierte en igual lo que no lo es. E l ansia de enriquecimiento
no sería posible sin dinero. T odo otro tipo de acum ulación y el
ansia de acumulación aparecen condicionados naturalmente por
las necesidades, por una parte, y por la naturaleza lim itada de los
productos, por otra [sacra auri fames].)6
(El sistema monetario, en su desarrollo, presupone ya clara
mente otros desarrollos generales.)
Si se observan las relaciones sociales, que engen dran un sis
tema no desarrollado del cambio, de los valores de cambio y del
dinero, o que corresponden a un grado de escaso desarrollo de
los mismos, está claro desde el com ienzo que los individuos, a
pesar de que sus relaciones parecen relaciones personales, se re
lacionan m utuam ente como individuos en una determinación
dada, como señor feudal y vasallo, como propietario de la tierra
y siervo, etc., o como m iem bro de una casta o como m iem bro
perteneciente a un oficio, etc. E n las relaciones de dinero, en un
sistema de intercam bio desarrollado (esta apariencia engaña a
la democracia), los lazos de depen dencia personal, las d iferen
cias de sangre y de instrucción son, en realidad, hechas saltar
en pedazos, son destrozadas (los lazos de unión personales se
presentan al menos como relaciones personales); y los individuos
parecen independientes (esta independencia es ante todo una
mera ilusión, y quiere expresar más exactamen te indiferencia),
libres para enfren tarse los unos con los otros y para intercam biar

5 Cf. J. F. B ra y, L a b o u r’s Wong a nd L a b o u r’s Remedy, etc., L e e ds, 1839,


pág. 141.
6 C f P. V i rg i l i M ar o n is A e n e is, Lí be r tertius, v. 57, en P. Vi rgilii M aroms
Opera, etc., editit, etc., A l b e r t us F o r b i rge r, Li psi ae, 1836-1839 , Pars 11, Li psi ae,
1837, pág. 276.
76 Textos selectos

en esta libertad; pero ellos se presentan así sólo para aquel que
abstrae de las condiciones de existencia (y éstas son a su vez in de
pendientes de los individuos, y aunque creadas por la sociedad,
parecen condiciones naturales, es decir, incontrolables por los
individuos), bajo las cuales estos individuos en tran en contacto.
L a determinación, que en el prim er caso aparece como una li m i
tación personal de un in dividuo por otro, aparece en este último
constituida como una lim itación m aterial del in dividuo, por una
relación independiente de él y que descansa en sí m isma. (Puesto
que el in dividuo no puede abandonar su propia personalidad,
pero sí puede dom inar relaciones exteriores y someterlas a sí, su
libertad en el segundo supuesto parece mayor. U n a investigación
más detenida de estas relaciones exteriores, de estas condiciones,
m uestra, sin em bargo, la im posibilidad para los individuos de
una clase, etc., de dom inar colectivam en te esas relaciones, sin su
perarlas. U n in dividuo aislado puede ocasionalmen te acabar con
ellas; las masas de los dom inados por dichas relaciones no pue
den, pues su propia existencia expresa la sumisión y la sumisión
necesaria de los individuos a ella.) Estas relaciones exteriores no
constituyen una elim inación de las «relaciones de dependencia»,
pues ellas no son más que la disolución de las mismas en una
form a gen eral; son más bien la elaboración del fundamento gene
ral de las relaciones de dependencia personales.7 T am bién aquí
entran los individuos en relación en tre sí únicam en te en cuanto
individuos determinados. Estas relaciones de dependencia mate
riales por oposición a las relaciones de dependencia personales, se
presentan de form a tal (la relación de dependencia m aterial no
es más que las relaciones sociales, que se oponen autónom am en
te a los individuos aparentemente independientes, es decir, sus
m utuas relaciones de producción se independizan frente a ellos
mismos) que los individuos aparecen ahora dominados por abs
tracciones, m ien tras que antes dependían los unos de los otros. L a
abstracción, o la idea, no es, sin em bargo, más que la expresión
teórica de estas relaciones materiales que los dominan. L as rela
ciones, naturalm en te, sólo pueden ser expresadas en ideas, y de
ahí que los filósofos hayan concebido como lo característico del
tiempo n uevo el hecho de que éste esté dom inado por las ideas, y
hayan identificado con la liquidación de este im perio de las ideas

7 C f. H ege l, B a n d iv, págs. 74-77 y 550-596.


E l funda men to de la crítica t l

la creación de la individualidad libre. E ra tanto más fácil cometer


este error desde un punto de vista ideológico, cuanto que el im pe
rio de las relaciones (esta dependencia material que, por lo demás,
se transforma a su vez en determinadas relaciones de dependencia
personales, sólo que despojadas de toda ilusión), en la consciencia
de los individuos mismos se presenta como un imperio de ideas, y
porque además la creencia en la eternidad de estas ideas, es decir,
de estas relaciones de dependencia materiales, es afirmada, ali
mentada e inculcada, ofcourse, por las clases dominantes.
(N o hay, naturalmente, que olvidar ni un momento frente a la
ilusión de las «puras relaciones personales» de los tiempos feuda
les, etc. i) que estas relaciones mismas dentro de su ámbito adopta
ron un carácter material en una determinada fase, como muestra,
por ejemplo, el desarrollo de las relaciones de propiedad territo
rial a partir de las puras relaciones de subordinación m ilitar; pero
2) la relación material, en la que se pierden las relaciones perso
nales, tiene un carácter limitado, naturalmente determinado, y se
presenta , por lo tanto, como relación personal, mientras que en el
mundo moderno las relaciones personales se producen como re
sultado de las relaciones de producción y de cambio.)8

L A P A R A D Ó JI C A E X I G E N C I A D E L A S O C I E D A D A C T U A L*

E l cambio del trabajador con el capitalista es un cambio simple;


cada uno obtiene un equivalente; uno dinero, el otro, una m ercan
cía, cuyo precio es exactamente igual al dinero pagado por ella; lo
que el capitalista obtiene en este cambio simple es un valor de uso:
disposición sobre trabajo ajeno. Por parte del trabajador — y éste
es el cambio en el que él se presenta como vendedor— es evidente
que el uso que el com prador hace de la mercancía que le ha sido
cedida, la determinación form al de la relación, le importa tan poco
como al vendedor de cualquier otra mercancía o valor de uso. L o
que él vende es la disposición sobre su trabajo, que es un trabajo
determinado, una determinada destreza, etc.
Es completamente indiferente lo que el capitalista hace con
su trabajo, aunque naturalm en te dicho capitalista sólo puede

8 Cf. H ege l, B a n d x i i , págs. 205-212, 218-268.


T ra d u c c ió n : Ja v ie r P é r e z Royo. F u e n te: O M E 2 1 , págs. 224 -231.
z8 Textos selectos

utiliz arlo según su determ inación, y au nque su disposición m is


ma se li m ita a un trabajo determinado y a una disposición tempo
ralmente determinada sobre el m ismo (tanto tiempo de trabajo).
E l sistema de pago del trabajo por piezas engen dra la ilusión de
que el trabajador recibe una determ inada parte del producto.
Pero ésta es solamente otra form a de m edir el tiempo (en lugar
de decir: tú trabajas duran te doce horas, se dice, tú recibes tanto
por pieza; es decir, nosotros medimos el tiem po que tú has tra
bajado por el número de los productos); de momento esto no nos
interesa en absoluto para la consideración de la relación general.
Si el capitalista se conform ara con la simple capacidad de dispo
sición, sin hacer trabajar realm en te al trabajador, para tener, por
ejem plo, su trabajo como reserva, etc., o para sustraer a sus com
petidores dicha capacidad de disposición (como, por ejem plo,
hacen los directores de teatro, que com pran una cantante para
una tem porada, no para hacerla cantar, sino para que ella no
cante en un teatro que le hace la competencia) el cam bio es tam
bién perfecto. E l trabajador obtiene en el dinero el valor de cam
bio, la form a general de la riqueza en una determ inada can ti
dad, y la m ayor o m enor cantidad que él obtiene le procura una
m ayor o m enor participación en la riqueza general. L a fau na en
que es determ inado este más o este menos, la form a en que es
m edida la cantidad de dinero que él recibe, interesa tan poco a la
relación gen eral, que no puede ser desarrollada a partir de ésta
en cuanto tal. C onsiderado en gen eral, el valor de cam bio de su
m ercancía sólo puede ser determ inado, no m edian te la fau na en
que el com prador hace uso de su m ercancía, sino solamente m e
diante la cantidad de trabajo objetivado que está presente en la
m ercancía m ism a; es decir, en este caso mediante la cantidad de
trabajo que cuesta producir al trabajador mismo. Pues el valor
de uso que él ofrece existe sólo como capacidad, como facultad de
su cuerpo; no existe fuera de éste. E l trabajo objetivado que es ne
cesario para conservar corporalmen te tanto la sustancia gen eral,
en la que existe su capacidad de trabajo, como a él m ismo, así
como tam bién para m odificar esta sustancia general para el de
sarrollo de una capacidad particular, es el trabajo objetivado
en la m ercancía. Este trabajo mide en general la cantidad de va
lor, la suma de dinero que el trabajador obtiene en el cambio. E l
desarrollo posterior de cómo se m ide el salario, al igual que to
das las demás mercancías, mediante el tiempo de trabajo que es
E l funda men to de la crítica 79

necesario para prod ucir al trabajador en cuanto tal, no en tra to


davía en este análisis. E n la circulación, cuando cam bio una
m ercancía por dinero y con éste com pro mercancías para satisfa
cer mi necesidad, el acto concluye. A sí ocurre tam bién para el
trabajador. Pero él tiene la posibilidad de em pezar el acto de
n uevo, porque su vitalidad es la fuente en la que su propio valor
de uso, hasta un cierto tiem po, hasta que ha sido gastada, se en
ciende con tinuamente de nuevo y permanece constantemen te
opuesta al capital, para com en zar de nuevo el m ismo cambio.
C om o todo in d ividuo que está en la circulación como sujeto, el
trabajador es poseedor de un valor de uso; él lo cam bia por d in e
ro, la form a general de la riquez a, pero sólo para cam biar éste a
su vez por mercancías como objeto de su consumo in m ediato y
medios para la satisfacción de sus necesidades. Puesto que cam
bia su valor de uso por la form a general de la riquez a, el traba
jador se convierte en copartícipe en el goce de la riqueza general
hasta el lím ite de su equivalen te — un lím ite cuan titativo que se
transform a en un lím ite cualitativo, como ocurre en todo cam
bio. Pero él no está vinculado a objetos particulares o a una for
ma particular de satisfacción. E l círculo de sus goces no está l i
m itado cualitativam en te, sino cuan titativamen te. Esto es lo que
lo distingue de los esclavos, siervos de la gleba, etc. E l consumo
repercute ciertamente sobre la producción m ism a; pero esta re
percusión le im porta tan poco al trabajador en su cam bio como
a cualqu ier otro vendedor de otra m ercancía; desde el punto de
vista de la circulación — y no tenemos n ingu na otra relación de
sarrollada ante nosotros— ella cae más bien fuera de la relación
económica. Sin em bargo, ya puede ser observado de pasada, que
la lim itación relativa — lim itación sólo cuan titativa y no cualita
tiva, y cualitativa sólo en la m edida en que es puesta por la can
tidad— del círculo de los goces de los trabajadores les otorga en
cuanto consumidores (en el desarrollo posterior del capital tiene
que ser considerada más de cerca la relación del consumo y de la
producción en general) una importancia como agentes de la pro
ducción completamente diferente de la que, por ejemplo, tenían
en la E d ad A n tigua o en la E d ad M edia, o de la que tienen hoy en
Asia. Pero esto, como ya hemos dicho, no en tra aquí todavía.
Igualm en te, en la m edida en que el trabajador obtiene el eq u i
valente en la form a de dinero, en la form a de la riqueza general,
él se enfren ta en este cam bio al capitalista como un igual, como
8o Textos selectos

cualqu ier otro in dividuo que cambia; al menos en apariencia. E n


realidad, esta igualdad está ya alterada por el hecho de que su
relación con el capitalista en cuanto trabajador, es decir, en cuan
to valor de uso en form a específicamente diferen te del valor de
cambio, en oposición al valor puesto como valor, es ya un presu
puesto para este cambio aparentemente simple; él está ya, por lo
tanto, en una relación económica determ inada de form a d iferen
te, es decir, fuera del cam bio, en el cual la n aturaleza del valor de
uso, el valor de uso particular de la mercancía en cuanto tal, es
indiferente. Esta apariencia existe, sin em bargo, como ilusión
por su parte, y en cierta m edida tam bién por la otra parte, y m o
difica, por lo tanto, esencialmen te su relación, a diferencia de
aquella en que el trabajador se encuentra en otros modos de pro
ducción social. Pero lo que es esencial es que la finalidad del
cambio para él es la satisfacción de su necesidad. E l objeto de
su cam bio es in m ed iatam en te objeto de su necesidad, y no v a
lor de cam bio en cuan to tal. E l obtiene d in ero, pero sólo en su
d eterm in ación como m on eda; es decir, sólo como m ediación
evanescen te y que se n iega a sí m ism a. L o que él cam bia no es,
por lo tan to, valor de cam bio, no es la riq u e z a, sino m edios de
subsistencia, objetos para el m an ten im ien to de su vitalid ad ,
para la satisfacción de sus n ecesidades en gen eral, físicas, so
ciales, etc. Es un d eterm in ado eq u ivalen te en m edios de sub
sistencia, de trabajo objetivado, m edido por los costes de p ro
d ucción de su trabajo. L o que él da es la disposición sobre este
trabajo. Por otra parte, es ahora verdad que incluso den tro de
la circu lación sim ple la m oneda pasa a ser d in ero, y que, por lo
tanto, en la m edida en que el trab ajad or obtiene m on edas en el
cam bio, puede tra nsfor m arlas en d inero, en la m edida en que
las acu m u la, etc., las sustrae a la circu lación; son fija d as como
form a gen eral de la riq u e z a, en lugar de como m edio de ca m
bio evanescen te. D esde este pun to de vista pod ría decirse, en
consecuencia, que, en el cam bio del trab ajad or con el capital,
su objeto — y consecuen tem en te tam bién el prod ucto del ca m
bio para él— no son los m edios de subsistencia, sino la riq u e
za, no un valor de uso particu lar, sino el valor de cam bio en
cuan to tal. Segú n ello, el trab ajad or solam en te podría conver
tir el valor de cam bio en su propio producto, de la m ism a form a
en que únicamen te la riquez a en general puede aparecer como
producto de la circulación simple, en la que se cam bian equivalen-
E l funda men to de la crítica 81

tes, a saber: sacrificando la satisfacción sustancial de sus necesi


dades a la form a de la riquez a; es decir, sustrayendo a la circ u la
ción menos bienes de los que é l le da, m edian te la abstinencia , el
ahorro, y la restricción de su consumo. Ésta es la única form a
posible de enriquecerse, puesta por la circulación m ism a. L a
abstinencia podría presentarse tam bién de form a más activa de
lo que está colocada en la circulación sim ple, y que consiste en
que el trabajador renu ncia en m ayor m edida al descanso, y a su
existencia en general en cuanto separada de su existencia como
trabajador y sólo existe dentro de lo posible en cuanto tal traba
jador; es decir, el trabajador renueva con su asiduidad el acto de
cambio con más frecuencia o lo prolonga cuan titativam en te.9
D e ahí que incluso en la sociedad actual la exigencia de la asi
d uidad, del ahorro , de la abstinencia , sea form u lada no sólo a los
capitalistas, sino a los trabajadores, y precisamen te por parte de
los capitalistas. L a sociedad actual presen ta la exigencia paradó
jica de que precisamente debe abstenerse aquel para el que el
objeto de cam bio son los medios de subsistencia, y no aquel para
el cual el objeto de cambio es el enriquecim ien to. L a ilusión de
que los capitalistas realm en te practicaron la abstinencia — y por
ello se convirtieron en capitalistas, un postulado y una idea, que
en general sólo tenía sentido en la época an terior, en la que el
capital se constituyó a partir de relaciones feudales, etc.— , es
abandonada por todos los economistas modernos serios.10 E l tra
bajador debe ahorrar, y m ucho bombo se ha dado a las cajas de
ahorro, etc. (A propósito de éstas, sin em bargo, ha sido concedi
do incluso por los economistas, que su finalidad real no es la r i
queza, sino una distribución más oportu na de los gastos, de fo r
ma tal que los trabajadores en la vejez, o cuando están enfermos,
o en épocas de crisis, etc., no recurran a las casas de pobres, al
Estado o a m en digar (en una palabra, que la clase obrera y no los
capitalistas soporten la carga, y que vegeten a costa de sus pro
pios bolsillos), es decir, que los trabajadores ahorren para los ca
pitalistas, para reducir sus costes de producción para éstos.) Sola
mente que n ingú n economista negará que, si los trabajadores en
general , es decir, en cuanto trabajadores (lo que haga o pueda h a

9 C f A . Sm i t h , A n I nqu i ry, etc., vo l. i, p ágs. 10 4-10 5 [Investigación...,


pág. 31].
10 C f Sén ior, Pri ncipes fonda men t a ux, etc., págs. 307-308.
82 Textos selectos

cer el trabajador aislado a diferencia de su género, sólo puede


existir precisamente como excepción y no como regla, porque no
está incluido en la determ inación de la relación misma) accedie
ran por regla general a estas exigencias (independientem en te de
los daños que ocasionarían al consumo — la pérdida sería enor
me— , y por lo tanto, a la producción, y consiguien temen te al
n ú m ero y masa de cambios que se podrían hacer con el capital, y
por lo tanto, el daño que se harían a sí m ismos como trabajado
res), entonces el trabajador aplicaría medios que niegan de for
ma absoluta su propia finalidad, y que lo degradarían n ecesaria
mente al nivel de los irlandeses, al n ivel del trabajador asalaria
do en el que el m ín im o animal de necesidades, el m ínim o de
medios de subsistencia se presenta para él como el único objeto
y finalidad de su cam bio con el capital. C on la finalidad de obte
ner riqueza en lugar de valor de uso, no sólo no obtendría n in
gu na riqueza, sino que perdería además el valor de uso. Pues,
por lo gen eral, el m áxim o de asiduidad, el m áxim o de trabajo y
el m ínim o de consumo — y este últim o es el m áxim o de su absti
nencia y de su obtención de dinero— no con duciría más que a
obtener por un m áxim o de trabajo un m ín imo de salario. E l sólo
habría reducido mediante su esfuerzo el nivel general de los cos
tes de producción de su propio trabajo y, por lo tanto, su precio
general. Sólo como excepción puede el trabajador a base de fu er
za de volu n tad, fuerza física, resistencia, avaricia, etc., transfor
m ar sus monedas en dinero; sólo como excepción de su clase y de
las condiciones generales de su existencia. Si todos, o la mayor
parte de los trabajadores, fueran más diligen tes de lo norm al (en
la m edida en que la diligencia en la industria moderna en gen e
ral es dejada a su arbitrio, lo cual no ocurre en las ram as de la
producción más importantes y más desarrolladas), ellos no au
men tarían de esta form a el valor de su mercancía, sino solam en
te su cantidad; au m en tarían, por lo tanto, las exigencias que se
les hace en cuanto valores de uso. Si todos ahorraran, una reduc
ción general del salario los pondría de nuevo al nivel correspon
diente, ya que el ahorro en general m ostraría a los capitalistas
que su salario en general es demasiado elevado, que ellos obtienen
más del equivalen te por su mercancía, la capacidad de disposición
sobre su trabajo; ya que es precisamente la esencia del cambio sim
ple — y en esta relación están los obreros respecto del capital—
el que nadie introduzca más en la circulación de lo que sustrae a
E l funda men to de la crítica ^3

ella; pero a ella sólo se le puede sustraer lo que se ha introducido.


U n trabajador aislado puede ser diligente por encima del nivel
norm al, más de lo que tiene que serlo para vivir como trabaja
dor, solamente porque otro trabajador está bajo este n ivel, es
más vago; él puede ahorrar solamente porque y si otro dilapida.
L o m áxim o a lo que él puede llegar por término medio con su
capacidad de ahorro es a poder soportar m ejor las com pensacio
nes de precios — precios más altos y más bajos y su ciclo— , es
decir, sólo puede llegar a distribuir de form a más adecuada sus
goces, pero no a ad q u irir riqueza. Y ésta es la verdadera exigen
cia de los capitalistas. Los trabajadores deben ahorrar, en el
tiempo bueno de negocio, lo suficiente para poder vivir m ejor o
peor en el tiem po malo, y soportar la reducción de horario, la
dism inución de salario, etc. (que ahora descendería todavía más).
L a exigencia consiste, por lo tanto, en que los trabajadores se
deben m antener siempre a un nivel m ín imo de vida, y facilitarle
así al capitalista las crisis, etc. Ellos deben comportarse como sim
ples máquinas de trabajo y deben incluso pagar, si es posible, su
tearand wear (uso y consumo).11 Prescindien do del puro em bru te
cimiento a que esto conduciría — y tal em brutecim ien to haría
imposible incluso el pretender alcan zar la riqueza en form a ge
neral, como dinero, como dinero acu m ulado— (y prescindiendo
de que la participación de los trabajadores en goces superiores,
incluso goces espirituales, como la agitación en favor de sus pro
pios intereses, mantenimiento de periódicos, oír conferencias,
educar a los hijos, desarrollar el gusto, etc., su única participación
en la civilización que lo distingue de un esclavo, sólo es posible
económicamente por el hecho de que am plía el círculo de sus
goces en las épocas buenas, es decir, en las épocas en que es posi
ble ahorrar en cierta medida), prescindiendo de ello, el trabaja
dor que ahorrara en form a ascética y acu m ulara de esta m anera
premios para el subproletariado y para los bribones, etc., los cua
les aum en tarían en proporción a la demanda, podría conservar
y hacer fructíferos sus ahorros — cuando éstos pasaran por enci
ma de las luchas de las cajas de ahorro, que le pagan un m ín imo
de interés, para que los capitalistas obtengan grandes intereses
de sus ahorros o para que el Estado los consuma, con lo cual él

11 C f Jo h n W a d e, H istory o f the M iddle a nd Worfyng Classes, etc., págs.


294-297.
8i Textos selectos

sólo aumen ta el poder de su enemigo y su propia dependencia— ,


en la m edida en que los depositara en bancos, etc., de form a tal
que en los tiempos de crisis perdería sus depósitos, m ien tras que
en los tiempos de prosperidad ha renu nciado a todo disfrute de
la vida, para aum en tar el poder del capital; en cualqu ier caso, ha
ahorrado para el capital y no para sí mismo.
Por lo demás — en la m edida en que todo esto no es m era fra
seología hipócrita de la «filan tropía» burguesa, que en general
consiste en alim en tar al trabajador con «honrados deseos»— ,
cada capitalista exige que sus trabajadores ahorren, pero sólo sus
trabajadores, porque ellos están frente a él como trabajadores;
pero no qu iera D ios que ahorre también el restante mundo de
los trabajadores, pues éstos están frente a él como consum idores.
A pesar de toda la «honrada» fraseología, él intenta por todos
los medios estim ular a los trabajadores para que consu man,
dándole nuevos atractivos a sus m ercancías, creando nuevas ne
cesidades en los trabajadores, etc. Es precisamente este lado de
la relación entre capital y trabajo el que constituye un m om en
to esencial de la civilización, en el que descansa la justificación
histórica, así como también el poder actual del capital. (Esta
relación entre producción y consumo habrá que desarrollarla
bajo la rúbrica capital y beneficio, etc., o también en el apartado
acum ulación y com petencia de los capitales.) T odo esto, sin em
bargo, no son más que consideraciones exotéricas, que hacen al
caso en la m edida en que se dem uestra que las exigencias de la
filan tropía hipócrita burguesa se disuelven en sí mismas, y que
precisamente confirm an lo que deben refutar, a saber: que en el
cambio del trabajador con el capital el trabajador se encuentra
en la relación de circulación simple, y por lo tanto, no obtie
ne riqueza, sino solamente medios de subsistencia, valores de
uso para el consumo in mediato. Q ue dicha exigencia contradice
la relación m ism a, procede de la simple reflexión de que, si el
ahorro del trabajador no debe con tinuar siendo un mero pro
ducto de la circulación — dinero ahorrado que sólo puede ser
realizado en la m edida en que más pronto o más tarde es cam
biado por el con tenido sustancial de la riquez a, es decir, por go
ces— , entonces el dinero acu m ulado tiene que convertirse en
capital, es decir, tiene que com prar trabajo, tiene que relacionar
se con el trabajo en cuanto valor de uso. (E n el apartado sobre
el salario habrá que hablar de la exigencia form ulada recien te
E l funda men to de la crítica 85

mente con autosatisfacción de dar a los trabajadores una cierta


participación en los beneficios; aparte de tratarse de un premio
especial, que sólo puede alcan zar su finalidad como excepción a
la regla, y en realidad se lim ita en la práctica norm al a la com pra
de overloo\ers [capataces] aislados, etc., en interés del em presario
y contra los intereses de su clase; o se lim ita a los dependientes
de comercio, etc., es decir, no se aplica al trabajador simple, y
por lo tanto, no se aplica a la relación general; o es una form a
particular de estafar a los trabajadores y una form a de retenerles
una parte de su salario bajo la precaria form a de un beneficio de
pendiente del estado del negocio.) E l ahorro presupone, por lo
tanto, trabajo, que no es capital, y presupone que el trabajo se ha
convertido en su con trario — en no-trabajo.

E L T R A B A J O B AJO E L C O N T R O L C A P I T A L IST A *

E l uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo. E l comprador


de la fuerza de trabajo la consume haciendo trabajar al que se la
ha vendido. Con eso éste se convierte actu 12 en fuerza de trabajo
en acción, en trabajador, cosa que antes era sólo potentia. Para pre
sentar su trabajo en mercancías tiene que presentarlo ante todo en
valores de uso, en cosas que sirvan para satisfacer necesidades de
algún tipo. Así, pues, lo que el capitalista hace ejecutar al obrero es
un determ inado valor de uso, un artículo determinado. N o se al
tera la naturaleza general de la producción de uso, de bienes, por
el hecho de que ocurra para el capitalista o bajo su control. Por
eso el proceso de trabajo se tiene que contemplar, por de pronto,
con independencia de cualquier form a social determinada.
E l trabajo es, por de pronto, un proceso entre ser hum ano y
naturaleza, un proceso en el cual el ser hu m ano media, regula
y controla mediante su propia actividad su metabolismo con la
naturaleza. E l ser hu m ano se enfren ta con la m ateria natural
como fuerz a natural él m ismo. Pone en m ovim ien to las fuerzas
naturales pertenecientes a su corporeidad — brazos y piernas,
cabeza y manos— , con objeto de apropiarse la m ateria natural

T r a d u cc i ó n: M a n u e l Sacr istá n. F u e n t e: O M E 40, págs. 193-201.


12 act u : en acto, en real i da d y ejercicio;po ten t i a: en pot enci a, co m o posi bi
lidad. (TV. de Jacobo M uñ oz.)
86 Textos selectos

en una form a utilizable para su propia vida. M ediante ese m ovi


miento obra en la naturaleza externa a él y la altera, y así altera al
m ismo tiem po su propia naturaleza. D esarrolla las potencias que
dorm ían en ella y somete a su propio dom inio el funcionam ien to
de fuerzas. N o nos interesan aqu í las prim eras form as de trabajo,
animalescamente instintivas. E l estadio en el cual el trabajo h u
mano no ha depuesto todavía su prim era form a instin tiva queda
en la lejan ía de un fondo prim igen io respecto del estadio en el
cual el trabajador aparece en el m ercado de mercancías como
vendedor de su propia fuerz a de trabajo. D am os por supuesto el
trabajo en una form a en la cual es propio exclusivam ente del ser
humano. U n a araña ejecuta operaciones semejantes a las del teje
dor, y una abeja avergüen za, por la construcción de sus celdillas
de cera, a más de un arquitecto humano. Pero lo que ya por an
ticipado distingue al peor arquitecto de la abeja menor es que el
arquitecto construye la celdilla en su cabeza antes de construirla
con cera. A l final del proceso de trabajo sale un resultado que ya
estaba presente al principio del mismo en la represen tación del
trabajador, o sea, idealmente. N o es sólo que el trabajador obre
una alteración de form a de la n aturaleza; es que al m ismo tiem
po realiza en lo natural su finalidad, la cual es conocida por él,
determ ina como ley el modo de su hacer y tiene subordinada su
volun tad. Y esta subordinación no es un acto suelto. A dem ás de
esfuerzo de los órganos que trabajan, la volun tad finalista que se
manifiesta en form a de atención es necesaria duran te toda la d u
ración del trabajo, y tanto más cuanto menos el trabajo arrastre
al trabajador por obra de su propio contenido y del modo de su
ejecución, cuanto menos, por lo tanto, el trabajador lo goce como
juego de sus propias fuerzas físicas y espirituales.
Los momentos simples del proceso de trabajo son la actividad
finalista, o trabajo mismo, su objeto y su medio.
L a tierra (incluyendo en ella, desde el punto de vista de la
economía, tam bién el agua), tal como dota prim igeniam en te al
hombre de víveres, de medios de vida ya listos,'3 se encuen tra, sin
actividad del hombre, como objeto general del trabajo humano.

13 «L os p ro ductos espontáneos de la t ierra que se presen tan en ca n ti dades


re d uci das y con entera i n dep en dencia del ser h u m a n o parece n dados p or la
na t u ral e z a del m ism o m o d o q ue se da a u n jove n u n a su m a escasa p ara co n d u
cir le p or el ca m i n o de la la bori osidad y la r i q u e z a» (Ja mes St eu art, Pri ncipies
ofPo li t . Eco n., edit. D u b l í n , 1770 , vol. 1, p ág. 116).
Elfu nd a me n t o de la crítica 87

Todas las cosas que el trabajo se lim ita a separar de su conexión


inmediata con el todo de la tierra son por naturaleza objetos de
trabajo hallados. A sí ocurre con el pez, separado de su elemento
vital, el agua, pescado; con la m adera talada en el bosque p rim i
genio; con el m ineral arrancado al filón. E n cambio, llamamos
materia prim a al objeto de trabajo que, por así decirlo, está ya fil
trado por un trabajo previo. Por ejemplo: el m in eral ya separado
del filón, cuando se procede a lavarlo. T oda m ateria prima es ob
jeto de trabajo, pero no todo objeto de trabajo es m ateria prima.
E l objeto de trabajo no es materia prim a más que cuando ya ha
experimentado una alteración mediada por el trabajo.
E l medio de trabajo es una cosa o un complejo de cosas que el
trabajador intercala entre él mismo y el objeto de trabajo y que le
sirven de guía de su actividad en ese objeto. E l trabajador utiliza las
propiedades mecánicas, físicas, químicas de las cosas para hacerlas
actuar sobre otras cosas como medios de poder y de acuerdo con
sus fines.14 Si se prescinde del asir medios de vida ya listos — fru
tos, por ejemplo— , operación en la cual el hombre no utiliza como
medios de trabajo más que sus propios órganos, el objeto del que el
trabajador se apodera directamente no es el objeto de trabajo, sino
el medio de trabajo. D e este modo lo natural mismo se convierte
en órgano de su actividad, órgano que el trabajador añade a sus
propios órganos corporales, prolongando, pese a la Biblia, su figura
natural. L a tierra no es sólo su primera despensa, sino también su
arsenal originario de medios de trabajo. L a tierra le suministra, por
ejemplo, la piedra que arroja, con la que raspa, machaca, corta, etc.
L a tierra misma es un medio de trabajo, pero para servir como tal
en la agricultura presupone a su vez toda una serie de otros medios
de trabajo y un desarrollo ya relativamente elevado de la fuerza de
trabajo.15 E l proceso de trabajo requiere medios de trabajo ya tra
bajados en cuanto que está algo desarrollado. E n las más antiguas

14 «L a ra z ó n es tan ast ut a cuan to pod erosa. L a astuci a consiste co m o tal


en la activid ad m e d i a d ora, la cual, h acie n do q u e los objetos obren u nos sobre
otros de acu erd o con su p ro pi a n a t u ral ez a y se desgasten recí pr oca me n t e en
ese laboreo, sin i n t erven i r ella di rect a m e n t e en ese proceso, si n e m b argo, ll eva
a ejecución si m pl e m en t e su fi n al i d a d» ( H ege l, Enzyfylopadie, Erster Teil, D i e
L o g i \ , Ber l í n, 1840, p ág. 382).
15 E n su o bra — por lo d e m ás la me ntabl e— Théorie de l ’Econ. Poli t., París,
1815, G a n i l h e n u m era acer ta da m e n t e, en discusi ón con los fisi ócratas, la larga
serie de procesos de t rabajo q u e consti tuyen el p resup uesto de la agr icu l t u ra
p ropi amen t e dicha.
88 Textos selectos

cavernas habitadas por seres humanos hallamos utensilios y armas


de piedra. Ju nto a la piedra, la madera, los huesos y las conchas
trabajados, el animal domesticado — esto es, ya alterado por el tra
bajo, criado— desempeña al comienzo de la historia humana el
papel capital entre los medios de trabajo.16 E l uso y la producción
de medios de trabajo, aunque germinalmen te se encuentran ya en
ciertas especies de animales, caracterizan el proceso de trabajo es
pecíficamente humano, por lo que F ran k lin define al hombre como
«a toolmaking animal», un animal que hace instrumentos. Los res
tos de medios de trabajo tienen para la estimación de desaparecidas
formaciones económicas de la sociedad la misma importancia que
la estructura de los restos óseos tiene para el conocimiento de la or
ganización de linajes animales desaparecidos. L o que distingue a
las épocas económicas no es qué se produce, sino cómo, con qué
medios de trabajo se produce.17 Los medios de trabajo no son sólo la
escala con que medir el desarrollo de la fuerza de trabajo humana,
sino también indicadores de las relaciones y condiciones sociales en
las cuales se trabaja. E n tre los medios de trabajo mismos, los mecá
nicos — a cuya totalidad puede llamarse sistema óseo y muscular de
la producción— ofrecen rasgos característicos de una época social
de la producción mucho más decisivos que los ofrecidos por los me
dios de trabajo que sirven sólo de recipientes del objeto del trabajo,
y cuya totalidad se puede llamar, de un modo m uy general, sistema
vascular de la producción, por ejemplo: tubos, toneles, cestos, jarras,
etc. Estos medios de trabajo no desempeñan un papel importante
sino con la fabricación quím ica.'8
E n un sentido más am plio hay que contar entre los medios del
proceso de trabajo, además de las cosas que median el efecto del tra
bajo sobre su objeto y, por lo tanto, sirven de un modo u otro de

16 T u r c o t desar ro lla bien en las Réflexions sur la Formation et la D istribu-


tion des Richesses (1766) la i m p ort a nci a del a n i m al do mest ica do p ara los co
m i e n z os de la cul t ura.
17 L as m erca ncías de l u jo p r opi a m en te dichas son, de entre todas las m e r
cancías, las menos i m porta nt es p ara la co m paraci ó n tecnol ógica de diferen t es
épocas de la p r od ucció n.
18 N o t a a la 2.a ed. A u n q u e la h ist or i ografí a q ue ha h a bi d o hasta ah ora
conoce m uy poco el d esar ro l l o de la p r o d ucci ó n m a t er i al, esto es, el f u n d a
m e n t o de toda vi d a social y, p or lo tanto, de to da h istori a real, p or lo menos
se h an d i vi d i d o los ti e m pos p reh ist ór icos — sobre la base de i nvestigacio nes
ci e n t ífico-n a t u rales, no de su puest as i n vestigacio n es h ist ór icas— en e d ad de
la p i ed ra, e da d del bro nce y e dad del h i erro, segú n el m a t er i al de los u t e nsi
lios y las ar m as.
E l funda men to de la crítica 89

conductores de la actividad, también todas las condiciones objeti


vas exigidas para que ocurra el proceso. Estas cosas no se insertan
directamente en el proceso de trabajo, pero sin ellas éste no puede
desarrollarse, o sólo puede hacerlo imperfectamente. E l medio de
trabajo general de este tipo es también la tierra misma, pues ella
da al trabajador su locus standi , y a su proceso el ámbito de acción
(field o f employment). Medios de trabajo de este tipo, ya mediados
por el trabajo, son, por ejemplo, los edificios en que se trabaja, los
canales, las carreteras, etc.
Así, pues, en el proceso de trabajo la actividad del ser humano
efectúa a través del medio de trabajo una alteración previamente
intencionada del objeto del trabajo. E l proceso se agota en el pro
ducto. Su producto es un valor de uso, una materia natural ade
cuada a necesidades humanas mediante una alteración de forma.
E l trabajo se ha unido a su objeto. L o que por el lado del trabaja
dor se presentaba en la form a de la agitación aparece ahora, por el
lado del producto, como propiedad quieta, en la form a del ser. E l
trabajador hiló, y el producto es un hilado.
Si se considera el proceso entero desde el punto de vista de su
resultado, el producto, entonces, el medio de trabajo y el objeto del
trabajo aparecen ambos como medios de producción,19 y el trabajo
mismo como trabajo productivo.20
D el proceso de trabajo sale como producto un valor de uso,
pero en él se funden como medios de producción otros valores de
uso, productos de anteriores procesos de trabajo. E l mismo valor
de uso que es producto de tal trabajo constituye el medio de pro
ducción de tal otro. Por eso los productos no son sólo resultado,
sino también condiciones del proceso de trabajo.
C on la excepción de la industria extractiva, que encuentra su
objeto de trabajo ya por naturaleza — como la minería, la caza, la
pesca, etc. (la agricultura sólo en la medida en que labra por vez
primera tierra virgen)— , todas las ramas industriales manejan un
objeto que es materia prima, esto es, objeto de trabajo ya filtrado
por el trabajo, producto él mismo del trabajo. A sí, por ejemplo,

19 Parece u na p ara doja, p or eje m p lo, el l la m ar m e di o de p r od ucci ó n p ara


la pesca al p e z t odaví a no ca pt ura do. Per o a ú n no se ha i nve n t ado el art e de
cap tu rar peces en agu as en las q ue no se e ncue ntra n.
20 Est a d e t e r m i n aci ó n del t ra bajo p ro d uct i vo tal co m o resul ta desde el
p u nto de vista d el p roceso si m pl e de t ra b ajo no basta de n i n gú n m o d o p ara
el proceso de p r o d ucci ó n cap it al ista.
9o Textos selectos

la simiente en la agricultura. A n im ales y plantas que se suelen


considerar productos naturales son no sólo productos, acaso, del
trabajo del año anterior, sino también, en sus form as presentes,
productos de una transformación continuada a lo largo de m u
chas generaciones, bajo control humano y por medio de trabajo
humano. Mas por lo que respecta a los medios de trabajo en par
ticular, la m ayoría aplastante de ellos muestra ya a la m irada más
superficial la huella del trabajo pasado.
L a m ateria prima puede constituir la principal sustancia de
un producto o bien en trar en su form ación sólo como material
auxiliar. E l medio de trabajo consume la materia auxiliar, como
la m áquina de vapor consume carbón, la rueca aceite, el caballo
de tiro heno; o bien lo añade a la m ateria prima para obrar en ella
una alteración material, como el cloro a la tela por blanquear, o
el carbón al hierro, o el tinte a la lana; o bien el material auxiliar
ayuda a la ejecución del trabajo mismo, como, por ejemplo, los
materiales utilizados para ilu m inar y calen tar el local de trabajo.
L a diferencia entre materia principal y materia auxiliar se desdi
buja en la fabricación propiamente quím ica, porque ningu no de
los materiales prim arios utilizados vuelve a aparecer como sus
tancia del producto.21
C om o toda cosa posee m uy variadas propiedades y, por lo tan
to, es capaz de diferen tes aplicaciones útiles, un mismo producto
puede ser la materia prim a de procesos de trabajo m uy d iferen
tes. E l cereal, por ejem plo, es m ateria prim a para el molinero, el
fabrican te de almidón, el destilador, el ganadero, etc. Es materia
prim a de su propia producción en form a de semilla. Y así el car
bón sale de la industria m inera como producto y vuelve a ella
como medio de producción.
U n mismo producto puede servir en un mismo proceso de
trabajo como medio de trabajo y como m ateria prima. A sí ocurre
al cebar ganado, por ejem plo, caso en el cual el ganado, m ateria
prim a trabajada, es al m ismo tiem po m edio para la obtención de
abonos.
U n producto que existe en una form a ya terminada para el
consumo puede convertirse de nuevo en m ateria prim a de otro

21 St orch dist i ngue entre la ma t er i a p r i m a p r opi a m en t e d ich a, «m at i ére»,


y las ma teri as auxi l iares, «m a t ér i a u x»; C h er b u l i e z l la m a a los materi ales a u xi
liares «m at iéres i nst r u m e n t al es».
E l funda men to de la crítica 9£

producto, como la uva en materia prim a del vino. O bien el tra


bajo deja su producto en form as en las que sólo es utilizable como
m ateria prima. L a materia prim a en ese estado se llama sem ifa-
bricado, aunque sería m ejor llam arla fabricado gradual, como,
por ejem plo, el algodón, el hilo, el estambre, etc. A u n que ya es
un producto ella m isma, la materia prim a inicial puede tener que
atravesar toda una escala de diferentes procesos en la cual siga
funcionando como m ateria prim a en form as constantemente al
teradas, hasta el último proceso de trabajo que la despida como
medio de vida o medio de trabajo terminado.
Com o se ve, el que un valor de uso aparezca como materia
prima, medio de trabajo o producto depende integralm ente de
su función determ inada en el proceso de trabajo, del lugar que
ocupe en él; y con el cambio de ese lugar cambian aquellas deter
minaciones.
Los productos pierden, por lo tanto, el carácter de producto
al entrar como medios de producción en nuevos procesos de tra
bajo. Ya no funcionan entonces más que como factores m ateria
les del trabajo vivo. E l hilador trata el huso simplemente como
medio con el que hila, y la hebra sólo como objeto que hila. Por
eso al em pezar a hilar está presupuesta la presencia de esos pro
ductos. Pero en este proceso mismo es indiferente que la hebra y
el huso sean productos de trabajo anterior, como lo es en el acto
de la nutrición ?! que el pan sea producto de los pasados trabajos
del campesino, el molinero, el panadero, etc. A la inversa. Si en el
proceso de trabajo los medios de producción imponen su carácter
de productos de trabajo pasado, será por sus defectos. E l cuchillo
que no corta, el hilo que se rompe constantemente, etc., hacen re
cordar vivaz m en te al cuchillero A y al hilador E . E n el producto
bien logrado está borrada la mediación de sus propiedades de uso
por un trabajo anterior.
L a m áquina que no funciona en el proceso de trabajo es inútil.
A dem ás, sucum be a la violencia destructora del in tercam bio
natural de la m ateria. E l h ierro se oxida, la m adera se pudre.
E l hilado que no se teje en telar o con agujas es algodón es
tropeado. E l trabajo vivo tiene que asir esas cosas, despertarlas
de en tre los m uertos, pasarlas de valores de uso sólo posibles a
valores de uso reales y activos. L a m id as por el fuego del trabajo,
asim iladas como cuerpos a él, an im adas para sus fu nciones con
ceptuales y vocacionales, son, sin duda, tam bién consum idas,
92 Textos selectos

pero con sen tido final, como elem en tos de form ación de nuevos
valores de uso, de nuevos productos capaces de en trar en el con
sumo in d ivid u al o, como medios de producción, en un nuevo
proceso de trabajo.
Así, pues, si los productos presentes no son sólo resultado del
proceso de trabajo, sino también condiciones de existencia de él,
por otra parte, la única manera de mantener y realizar como valo
res de uso esos productos de trabajo anterior es lanzarlos al proce
so de trabajo, tenerlos en contacto con trabajo vivo.
E l trabajo desgasta sus elementos materiales, su objeto y sus
medios, los devora y es, por lo tanto, también proceso de consumo.
Este consumo productivo se distingue del consumo individual por
el hecho de que el último consume los productos en cuanto medios
de vida del individuo vivo, mientras que el primero los consume
como medios de vida del trabajo, de su fuerza de trabajo en obra.
Por eso el producto del consumo individual es el consumidor m is
mo, mientras que el resultado del consumo productivo es un pro
ducto distinto del consumidor.
E n la medida en que su medio y su objeto son ellos mismos ya
productos, el trabajo consume productos para producir productos,
o bien usa hasta agotarlos productos como medios de producción
de productos. O riginariamente el proceso de trabajo procede sólo
entre el ser humano y la tierra que existe sin intervención suya; y
hoy siguen sirviendo en ese proceso medios de producción presen
tes de modo natural, que no representan ninguna combinación de
material natural y trabajo humano.
E l proceso de trabajo, tal como lo hemos expuesto en sus m o
mentos simples y abstractos, es actividad finalística para la pro
ducción de valores de uso, apropiación de lo natural para necesi
dades humanas, condición general del intercambio material entre
el ser humano y la naturaleza, eterna condición natural de la vida
hum ana y, por lo tanto, independiente de toda form a de esa vida,
com ún por igual a todas sus form as de sociedad. Por eso no nos
ha sido necesario presentar al trabajador en su relación con otros
trabajadores. Bastaba con el ser hum ano y su trabajo por un lado,
y la n aturaleza y sus m aterias por el otro. D el mismo modo que
por el sabor del trigo no se puede saber quién lo ha cultivado, así
tam poco se puede percibir en ese proceso las condiciones en las
cuales discurre, si bajo el látigo brutal del capataz de esclavos o
bajo los ojos temerosos del capitalista, si lo ha ejecutado C inci-
E l funda men to de la crítica 93

nato al trabajar su par de iúgera o el salvaje que con un gu ijarro


derriba una bestia.22
Volvamos a nuestro capitalista in spe. L o dejamos cuando ya
había com prado en el mercado de mercancías todos los factores
necesarios para un proceso de trabajo, los factores materiales, o
medios de producción, y el factor personal, o fuerz a de trabajo.
C on aguda m irada de entendido ha seleccionado los medios de
producción y las fuerzas de trabajo oportunas para su particu
lar negocio, la hilatura, o la fabricación de calzado, etc. N uestro
capitalista se pone, pues, ahora a consumir la mercancía que ha
com prado, la fuerza de trabajo: esto es, hace que el portador de la
fuerza de trabajo, el trabajador, consuma con su trabajo los m e
dios de producción. C om o es natural, la naturaleza general del
proceso de trabajo no se altera por el hecho de que el trabajador
lo ejecute para el capitalista, en vez de para sí mismo. Pero tam
poco el modo determinado de hacer botas o de hilar fibra puede
alterarse, por de pronto, por la intromisión del capitalista. Este
tiene que tomar, para empezar, la fuerz a de trabajo tal como la
encuentra en el mercado y, por lo tanto, también su trabajo tal
como éste nació en un período en el cual no había aún capitalistas.
L a transform ación del modo de producción mismo por la subor
dinación del trabajo al capital no puede ocurrir sino más tarde, y,
por lo tanto, también hay que considerarla más tarde.
A hora bien: el proceso de trabajo tal como discurre como pro
ceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista muestra
dos fenómenos peculiares.
E l trabajador trabaja bajo el control del capitalista al que perte
nece su trabajo. E l capitalista vigila que el trabajo proceda como es
debido y que los medios de producción se utilicen de acuerdo con
su fin, o sea, que no se desperdicie materia prima y que el instru
mento de trabajo sea cuidado, esto es, destruido sólo en la medida
en que lo impone su utilización en el trabajo.

22 Seg u r a m e n t e sobre esa base su pre m a m e n t e l ógica d escu bre el coro n e l


T o r r e n s en el g u i ja r r o del salvaje... el or ige n del capi tal. « E n el p r i m e r g u i-
í ar ro q ue el salvaje ar roja a la best ia a la q u e p ersigu e, en el p r i m e r pal o q ue
afer ra p ara a t raerse a bajo el fr u t o q ue no p u ed e alca n z a r con las m a n os, v e
mos la a pro p iaci ó n de u n art ícu l o con el fi n de a d q u i r i r o tro y d escub r i m os
así el or igen del ca p i t al» (R. T o r r e n s, A n Essay on the Production o f W e a l t h ,
etc., págs. 70, 71). Y a lo m ejor se p uede ex p l icar t a mb ié n p or aq u e l p r i m e r
bastón (stock) p or q u é en i nglés st oc \ es si n ó n i m o de «ca p i t a l».
91 Textos selectos

Pero, en segundo lugar, el producto es propiedad del capitalis


ta, no del productor directo, el trabajador. E l capitalista paga, por
ejem plo, el valor diario de la fuerza de trabajo. Su uso, como el de
cualquier otra mercancía que haya alquilado por un día — un ca
ballo, por ejem plo— , le pertenece, pues, por todo el día. E l uso de
la mercancía pertenece al com prador de la mercancía, y de hecho
el poseedor de la fuerza de trabajo, al dar su trabajo, no da más
que el valor de uso que ha vendido. D esde el momento en que
entró en el taller del capitalista, perteneció al capitalista el valor
de uso de su fuerza de trabajo, o sea, su uso, el trabajo. M ediante
la com pra de la fuerza de trabajo el capitalista ha incorporado el
trabajo m ismo, levadura viva, o los inertes elementos form adores
del producto, que también le pertenecen a él. D esde su punto de
vista, el proceso de trabajo no es sino el consumo de la mercancía
fuerz a de trabajo que él ha comprado, pero que no puede consu
m ir más que añadiéndole medios de producción. E l proceso de
trabajo es un proceso que el capitalista ha com prado, entre cosas
que le pertenecen. Por eso el producto de ese proceso le pertenece
exactamente igual que el producto del proceso de fermen tación
que discurre en su bodega.23

23 «L os p rod uct os son a pro pi ad os antes de q ue se t r a nsfo r m e n en ca p i


tal; esta t ra nsfor m aci ó n no los sustrae a aq ue lla a p r o p i aci ó n» (C h e r b u l i e z,
Richesse ou Pauvreté, edit. Pa r ís, 1841, p ág. 54). « A l ve n d er su t rab ajo p or u n a
ca n ti d a d d e t e r m i n a d a de m e di os de vi d a (approvisionnement) , el p rol e tar io
re n u nci a tot al men te a to da p ar t ici p aci ó n en el p r o d ucto. L a a p rop i aci ó n del
p ro d ucto sigue sien do la m ism a q ue antes; no q u e d a al terad a de n i ngú n
m o d o p or el ci t ad o acuer do. E l p r o d uct o p ert enece excl usiva m e n t e al ca p i t a
lista, q u e ha su m i n ist ra d o las m a t er i as p r i m as y el approvisionnement. Ést a es
la r igu rosa consecu enci a de la ley de la a p ro p iaci ó n, cuy o p r i nci p i o f u n d a
m e n tal era, a la i n versa, el d erech o excl usivo de p r o p i e d a d de cada t ra b aja d or
sobre su p ro d uct o.» (Ibid., p ág. 58.) Ja m es M i t t, Elements o f Pol. Econ., etc.,
p ágs. 70, 71: «C u a n d o los t ra b ajad ores t ra baja n p or salari o, el cap it al ist a es
p rop i et ar i o no sólo del ca p it al» (aq u í q u i ere d eci r los m e di os de p r o d ucci ó n),
«si n o t a mb ié n del t ra bajo (o f the labour also). Si, co m o es usual, se i ncl uye en
el concept o de cap it al lo q u e se p aga p or salario, es i nsulso h a blar del t ra bajo
sep ara do del cap it al. L a p ala b ra cap it al en este sent ido i n tuye a m bas cosas, el
ca pi tal y el t r a b ajo».
EXPL O T A CI Ó N

C O M PRA Y VE N TA
D E LA F U E R Z A D E T R AB AJO *

L a alteración de valor del dinero que se ha de convertir en capi


tal no puede ocurrir en ese dinero m ismo, pues éste, como medio
de compra y como medio de pago, se limita a realizar el precio de
la mercancía que com pra o paga, y si se man tiene aferrado a su
form a propia cristaliza en un petrificado de m agnitud de valor
inm utable.24 L a alteración no puede proceder tampoco del segu n
do acto de la circulación, la reventa de la mercancía, pues este
acto no hace más que retransform ar la mercancía de la form a
natural a la form a de dinero. Por lo tanto, la alteración tiene que
ocurrir con la mercancía com prada en el prim er acto D — M,
pero no con su valor, pues lo que se intercam bia son equivalentes,
y la mercancía se paga a su precio. L a alteración, pues, no puede
proceder más que de su valor de uso como tal, o sea, de su uso.
Para extraer valor del uso de una mercancía, nuestro poseedor de
dinero habría de tener la suerte de encontrar dentro de la esfera
de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo mismo va
lor de uso poseyera la peculiar naturaleza de ser fuente de valor,
una mercancía cuyo uso real, pues, fuera él mismo objetivación
de trabajo y, por lo tanto, creación de valor. Y el poseedor de
dinero encuentra en el mercado una tal mercancía específica: la
capacidad de trabajo, o fuerza de trabajo.

T r a d u cc i ó n : M a n u e l Sacr istá n. F u e n t e: O M E 40, págs. 181-19 2.


24 «E n la for m a de di nero... el capit al no e nge n d ra n i ngú n be nefici o» (R i
cardo, Princ. o f Pol. Eco n ., p ág. 267).

95
96 Textos selectos

Entendemos por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo el


contenido de las capacidades físicas e intelectuales que existen en
la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano, y que
éste pone en movimiento siempre que produce valores de uso de
cualquier especie.
Pero para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado,
como mercancía, la fuerza de trabajo tienen que satisfacerse varias
condiciones. E l intercambio de mercancías no implica en sí mismo
y por sí mismo más relaciones de dependencia que las que brotan
de su propia naturaleza. Supuesto esto, la fuerza de trabajo no se
puede presentar como mercancía en el mercado sino porque y en
la m edida en que la ofrece o vende como mercancía su mismo pro
pietario, la persona cuya fuerza de trabajo es. Para venderla como
mercancía, su poseedor tiene que poder disponer de ella, o sea, ser
libre propietario de su capacidad de trabajo, de su persona.25 É l y
el poseedor de dinero se encuentran uno a otro en el mercado
y entran en relación en condición de condignos poseedores de m er
cancías, distinguidos sólo por el hecho de que el uno es com pra
dor y el otro vendedor; jurídicamente son, pues, ambos personas
iguales. L a persistencia de esta relación exige que el propietario
de la fuerza de trabajo no la venda nunca más que por un tiempo
determinado, pues si la vende toda ella en bloque, de una vez para
siempre, se vende en realidad a sí mismo, se transforma de libre
en esclavo, de poseedor de mercancía en mercancía. E n tanto que
persona se tiene que comportar siempre respecto de su fuerza de
trabajo como respecto de propiedad suya y, por lo tanto, como res
pecto de mercancía propia; y sólo puede hacerlo así si no pone su
fuerza de trabajo a disposición del comprador, si no se la cede para
su uso, más que transitoriamente, por un plazo determinado, de
modo que no renuncie a su propiedad por su enajenación.26

25 E n las encicl ope di as de la A n t ig ü e d a d clásica es posi ble leer el a bsurdo


de q u e en el m u n d o a n t igu o el capit al estaba co m p le ta m e n t e desar ro llad o,
«salvo por el hecho de que fal ta ban el t ra b ajad or libre y el siste ma de créd it o».
H ast a el señor M o m m se n i ncur re en su Rómische Geschichte en u n q u i d pro
q u o tras otro.
26 Por eso h ay vari as l egislaci ones q u e i mp on en u n m áx i m o al con t rat o de
trabajo. T o d os los cód igos de los pueblos en q ue el trabajo es libre regu lan
con dici ones de rescisión del contrato. E n vari os países, p or eje m pl o en M éx ico
(antes de la g u er ra civi l nor tea m er ica na, ta m b ié n en los terri tori os ar ranca dos
a M é x ico y, p or lo q ue hace a la sustanci a de las cosas, ta m b ié n en las p rovi ncias
dan u b ia nas hasta la t ra nsfor m aci ó n de K usa), la esclavit ud se m a nti e ne d isi
E l funda men to de la crítica 97

L a segunda condición esencial de que el poseedor de dinero


encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como mercancía
es que el poseedor de ésta, en vez de poder vender mercancías
en las que se haya objetivado su trabajo, tenga que ofrecer como
mercancía su m isma fuerz a de trabajo, que sólo existe en su cor
poreidad viva.
C omo es natural, para vender mercancías distintas de su fuerza
de trabajo, uno tiene que poseer medios de producción, por ejem
plo, materias primas, instrumentos de trabajo, etc. U no no puede
hacer botas sin cuero. A dem ás de eso necesita alimentos. A bsolu
tamente nadie, por futurista que sea, puede alimentarse de pro
ductos futuros ni, por lo tanto, de valores de uso cuya producción
no haya terminado; y el ser humano, que en eso sigue siendo como
el primer día que apareció en la terrenal escena, tiene que consu
m ir cada día, antes de producir y mientras produce. Si los produc
tos se producen como mercancías, tienen que venderse una vez
producidos y no pueden satisfacer las necesidades de su productor
sino después de la venta. Se añade así al tiempo de producción el
tiempo necesario para la venta.
Así, pues, el poseedor de dinero, para convertir dinero en ca
pital, tiene que hallar en el mercado de mercancías al trabajador
libre, libre en el doble sentido de que, en cuanto persona libre,
dispone de su fuerza de trabajo como de mercancía suya, y de que,
por otra parte, no tiene otras mercancías que vender, está expedito
y exento, libre de todas las cosas necesarias para la realización de
su fuerza de trabajo.
L a cuestión de por qué ese trabajador libre le sale al encuentro
en la esfera de la circulación no interesa al poseedor de dinero que

m u lad a bajo la for m a del peonaje. M e di a n te ant ici pos q u e se han de rest it ui r
en trabajo y q u e pasan de ge n eració n a ge n eraci ó n, no sólo el t ra bajad or i n d i
vi d u al, si no i ncl uso su fa m i l i a se co n vi er te n de hecho en p ro pi e da d de otras
personas y de las fa m i li as de éstas. Ju ár e z abol ió el peonaje. E l l la m a d o e m p e
rad or M ax i m i l i a n o lo rei nstauró por u n decret o q ue fue acer ta da m e n t e d e
n u nciado en la C á m a r a de Represen tan tes de W as h i n gt o n l la m á n do lo decret o
de re i nsta uración de la esclavit ud en M éxico. « D e mis p art iculares habi li dades
corporales e i ntelect ual es y de mis posi bi li dades de act ivi d ad p uedo [...] e n aje
nar a otro u n uso l i m it a do en el ti e m po, p or q ue graci as a esa l i m i tació n cobra n
una relaci ón ext er na con m i t ot ali dad y ge neral i d a d. C o n la e najen ació n de
todo m i ti e m po concreto p or el trabajo y la t ot ali dad de m i p ro d ucci ó n co n ve r
tiría en p ro pi e da d de otro lo sustanci al de ella, m i activid ad y real i da d ge n eral,
mi p erson ali da d» ( H ege l, Philosophie des Rechts [F il osofí a del D erech o], B e r
lí n, 1840, pág. 104, § 67).
98 Textos selectos

se encuentra con el mercado de trabajo como sección especial del


mercado de mercancías. Y por el momento tampoco nos interesa
más a nosotros. Nosotros nos atenemos teoréticamente al hecho,
igual que se atiene a él prácticamente el poseedor de dinero. Pero
una cosa está clara: la naturaleza no produce poseedores de dinero
o de mercancías por un lado y, por otro, meros poseedores de su
propia fuerza de trabajo. Esta situación no pertenece a la historia
natural, ni tampoco es una situación social común a todos los pe
ríodos históricos. Es ella misma, manifiestamente, resultado de un
desarrollo histórico previo, producto de muchas subversiones eco
nómicas, del hundimiento de toda una serie de formaciones más
antiguas de la producción social.
También las categorías económicas que hemos considerado
antes tienen sus huellas históricas. D eterminadas condiciones his
tóricas están encubiertas en la existencia del producto como m er
cancía. Para llegar a ser mercancía es necesario al producto no ser
producido como medio de subsistencia inmediato del productor
mismo. Si hubiéramos seguido investigando en qué circunstan
cias toman todos los productos, o toma aunque sólo sea la mayoría
de los productos, la form a de mercancía, habría resultado que eso
sólo ocurre sobre la base de un modo de producción perfectamente
específico, el modo de producción capitalista. Pero un análisis así
quedaba lejos del análisis de la mercancía. Puede haber produc
ción de mercancías y circulación de mercancías aunque la masa
de productos con mucho predominante se oriente directamente a
la satisfacción de las necesidades de sus mismos productores, no se
transforme en mercancía y, por lo tanto, el proceso social de pro
ducción no esté, ni mucho menos, dominado en toda su anch ura y
profundidad por el valor de cambio. L a presentación del producto
como mercancía supone una división del trabajo tan desarrollada
en la sociedad que se haya consumado ya la separación entre valor
de uso y valor de cambio sólo iniciada en el trueque directo. Mas
un estadio de desarrollo de esa naturaleza es común a formaciones
económicas de la sociedad m uy diversas históricamente.
O bien: si consideramos el dinero, éste presupone una cierta
altura del intercambio de mercancías. Las formas especiales del
dinero — mero equivalente de las mercancías, o medio de circu
lación, o medio de pago, o tesoro y dinero m undial— aluden a
estadios m uy varios del proceso social de producción, según el d i
ferente alcance y el predominio relativo de una u otra función.
E l funda men to de la crítica 99

Pero, como lo enseña la experiencia, basta una circulación de m er


cancías de desarrollo relativamente débil para constituir todas esas
formas. L a situación es diferente por lo que se refiere al capital.
Sus condiciones históricas de existencia no quedan dadas, ni m u
cho menos, con la circulación de mercancías y dinero. E l capital
surge sólo cuando el poseedor de medios de producción y de vida
encuentra en el mercado al trabajador libre como vendedor de su
fuerza de trabajo, y ya esta sola condición histórica encierra toda
una historia mundial. Por eso el capital anuncia desde el primer
momento una época del proceso social de producción.27
Mas hay que contemplar más de cerca esa curiosa mercancía,
la fuerza de trabajo. L a fuerza de trabajo posee un valor,28 al igual
que todas las demás mercancías. ¿Cómo se determina ese valor?
E l valor de la fuerza de trabajo se determina, igual que el de
cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo necesario para
la producción — o sea, también reproducción— de este específico
artículo. E n la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma
no representa más que una determinada cantidad de trabajo so
cial medio objetivado en ella. L a fuerza de trabajo no existe más
que como disposición del individuo vivo. Su producción presupo
ne, pues, la existencia del individuo. D ada la existencia del in di
viduo, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la repro
ducción del individuo mismo, su conservación. E l individuo vivo
necesita para conservarse una cierta suma de alimentos. E l tiempo
de trabajo necesario para la producción de la fuerz a de trabajo
se resuelve, pues, en el tiempo de trabajo necesario para la pro
ducción de esos alimen tos, o sea, el valor de la fuerz a de trabajo
es el valor de los medios de vida necesarios para la conservación
del poseedor de aquella fuerza. Pero la fuerz a de trabajo no se
realiza sino por su exterioriz ación, no se actúa más que en el
trabajo. Pero a través de su actuación, del trabajo, se gasta una
determinada cantidad de músculo, nervio, cerebro, etc., humanos,

27 Así, pues, lo que caract er i z a a la época capit al ista es q ue la f u er z a de


trabajo to m a p ara el t rab aja dor m ism o la for m a de u n a m ercancía q ue le p er
tenece, y su trabajo, por lo tanto, la for m a de t rabajo asalari ado. Por otra parte,
sólo a p art ir de este m o m e n t o se ge n eral i z a la for m a m erca ncía de los p r o d uc
tos del trabajo.
28 «E l valor de u n h o m bre es, com o el de todas las d e m ás cosas, igual a su
precio, lo q ue q ui ere deci r: tanto cuan to se p aga p or el uso de su f u er z a»
t T h . H o bb es, Levi a t h a n , en Works [ed. M o l eswor t h], Lo n d res, 1839-1844, vol.
n i, pág. 76).
IO O Textos selectos

que tiene que ser repuesta. Ese gasto aum en tado ocasiona una ab
sorción aumentada.29 Si el propietario de la fuerza de trabajo ha
trabajado hoy, tiene que poder repetir mañana el mismo proceso
en las mismas condiciones de fuerza y salud. Por lo tanto, la suma
de los medios de vida tiene que bastar para mantener al individuo
trabajador, como individuo trabajador, en su estado vital normal.
L as necesidades naturales mismas — como la alimentación, el
vestido, la calefacción, la vivienda, etc.— son diferentes según las
peculiaridades climáticas y otras características naturales de un
país. Por otra parte, la extensión de las necesidades llamadas im
prescindibles y el modo de su satisfacción son a su vez producto
social y dependen, por lo tanto, en gran parte del estadio cultu
ral de un país, entre otras cosas y esencialmen te también de las
condiciones bajo las cuales y, consiguientemente, las costumbres
y aspiraciones vitales con las cuales se ha constituido la clase de
los trabajadores libres.30 A l con trario de lo que ocurre con las
demás mercancías, la determ inación del valor de la fuerza de
trabajo contiene, pues, un elemento histórico y moral. Pero, de
todos modos, la am plitud media de los medios de vida necesarios
está dada por un país determinado en un período determinado.
E l propietario de la fuerza de trabajo es mortal. Por lo tanto,
si su aparición en el mercado ha de ser continua, como lo pre
supone la continua conversión de dinero en capital, entonces el
vendedor de la fuerza de trabajo se tiene que eternizar «como se
eterniza todo individuo vivo, por procreación».31 Las fuerzas de
trabajo sustraídas al mercado por el desgaste y la muerte tienen
que ser constantemente sustituidas por un número al menos igual
de nuevas fuerzas de trabajo. L a suma de los medios de vida ne
cesarios para la producción de la fuerza de trabajo incluye, pues,
los medios de vida de los hombres sustitutos, esto es, de los hijos
de los trabajadores, de tal modo que se eternice en el mercado de
mercancías esta raza de peculiares poseedores de mercancías.32

29 E l villicus de la a n t igu a Ro m a, q ue en su con dici ón de a d m i n istra dor


estaba a la cab ez a de los esclavos agrari os, reci bí a, consigu i en te me n t e, «p or
tener u n trabajo más l igero q u e el de los si ervos, m e n or p orci ón q ue éstos»
( T h . M o m m se n ,fó'ff l. Geschichte, 1856, pág. 810).
30 Cf. Over-Population a nd its Remedy, Lo n d res, 1846, por W . T h . T h or n t o n.
31 Pelty.
32 «Su [del trabajo] preci o nat ural [...] consiste en el conj unto de medi os de
subsistencia y cosas de co m o di da d que son necesarios, según el cli ma y las cos
t u mbres de un país, para m an tener al t rabajador y posibilitarle el al i ment ar una
E l funda men to de la crítica IOI

Para modificar la naturaleza genéricamente hu mana de tal


modo que consiga habilidad y capacidad en una rama determi
nada del trabajo, para que se convierta en fuerza de trabajo de
sarrollada y específica, hace falta una determinada formación o
educación, lo cual, por su parte, cuesta una suma m ayor o menor
de equivalen tes mercan tiles. Los costes de form ación de la fu er
za de trabajo son diferentes según el carácter más o menos m edia
do de la fuerza de trabajo. Estos costes de aprendizaje, diminutos
para la fuerza de trabajo corriente, entran, pues, en el ámbito de
los valores gastados para la producción de la fuerza de trabajo.
E l valor de la fuerza de trabajo se resuelve en el de una suma
determinada de medios de vida. Por eso cambia también con el
valor de estos medios de vida, esto es, de la magnitud del tiempo
de trabajo necesario para su producción.
U na parte de los medios de vida — por ejemplo, alimentos,
combustibles, etc.— se consume diariamente, y diariamen te tiene
que ser repuesta. O tros medios de vida, como la ropa, los m ue
bles, etc., se consumen en tiempos más largos y, por lo tanto, sólo
se tienen que sustituir en estos plazos más alejados. H ay tipos de
mercancías que se tienen que comprar o pagar diariamente, otras
semanalmente, trimestralmente, etc. Pero cualquiera que sea el
modo como se distribuya durante un año, por ejemplo, la suma de
esos gastos, el hecho es que se tiene que cubrir, un día por otro, con
los ingresos medios. Si la masa de las mercancías requeridas dia
riamente para la producción de la fuerza de trabajo es = A , la de
las requeridas semanalmente = B, la de las requeridas trimestral
mente = C , etc., entonces el promedio diario de esas mercancías
sería = 3 65 A + 5 2 + 4 C >etc-
365
Suponiendo que esa masa de mercancías necesaria para el día m e
dio contenga 6 horas de trabajo social, entonces es que diariamente
se objetiva en la fuerza de trabajo medio día de trabajo social m e
dio, o sea, que se requiere media jornada de trabajo para la pro
ducción cotidiana de la fuerza de trabajo. Esta cantidad de trabajo
requerida para su producción cotidiana constituye el valor diario
de la fuerza de trabajo, o sea, el valor de la fuerza de trabajo dia-

fami li a que p ueda asegurar en el mercado una oferta no decreciente de trabajo»


(R. T orre ns, A n Essay on the external Corn Trade, Lo n d res, 1815, pág. 62). L a p a
labra «t rab ajo» se usa aq u í errónea mente, por «f u er z a de trabajo».
102 Textos selectos

riamente reproducida. Si media jornada de trabajo social medio


se representa también por una masa de oro de 3 sh. o un tálero,
entonces un tálero es el precio correspondiente al valor diario de la
fuerza de trabajo. Si el poseedor de la fuerza de trabajo la ofrece
por un tálero al día, su precio de venta es igual a su valor y, de
acuerdo con nuestro supuesto, el poseedor de dinero, empeñado
en convertir sus táleros en capital, para ese valor.
E l límite último o mínimo del valor de la fuerza de trabajo se
constituye por el valor de una masa de mercancías sin cuya recep
ción diaria el portador de la fuerza de trabajo, el ser humano, no
puede renovar su proceso vital; o sea, se determina por el valor
de los medios de vida físicamente imprescindibles. Si el precio de
la fuerza de trabajo baja hasta ese mínimo, es que baja hasta por
debajo de su valor, pues la fuerza de trabajo no se puede entonces
conservar y desarrollar más que en form a atrofiada. Pero el precio
de toda mercancía se determina por el tiempo de trabajo exigido
para sum inistrarla con calidad normal.
Es un sentimentalismo extraordinariam en te barato pensar
que esa determ inación del valor de la fuerz a de trabajo, d im a
nante de la n aturaleza de la cosa, es grosera, y gem ir, por ejem
plo, con Rossi:

E n t e n d e r la p o t e n ci a d e t r a b a j o (puissa nce de t r ava il) h ac i e n d o a bs


t r acci ó n d e los m e d i os d e su bsist e nci a d e l t r a b a jo d u r a n t e e l p r oceso
d e p r o d u cc i ó n es e n t e n d e r u n e n t e d e r a z ó n (etre de r aison). E l q u e
d ice t r a b a jo , el q u e d ice p o t e n ci a d e t r a b a jo , d ice al m is m o t i e m p o
t r a b a j a d o r y m e d i os d e su bsist e n ci a, t r a b a j a d o r y sa la r i o d e l t r a b a jo .33

E l que dice capacidad de trabajo no dice trabajo, del mismo modo


que el que dice capacidad digestiva no dice digestión. Pues para
este último proceso hace falta, como es sabido, algo más que un
buen estómago. E l que dice capacidad de trabajo no hace abstrac
ción de los medios de vida necesarios para la subsistencia de aqué
lla. E l valor de estos bienes se expresa, por el contrario, en el de
la capacidad de trabajo. Si ésta no se vende, no le sirve para nada
al trabajador, el cual siente, más bien, como una cruel necesidad
natural el que su capacidad de trabajo haya exigido una deter
minada cantidad de medios de subsistencia para su producción, y

33 Rossi, Cours d ’Écon. Polit., B ruselas, 1843, págs. 370, 37 1.


E l funda men to de la crítica 103

constantemente la vuelva a exigir de nuevo para su reproducción.


Entonces descubre con Sismondi: «La capacidad de trabajo... no es
nada si no se vende».34
L a peculiar naturaleza de esta mercancía específica que es la
fuerza de trabajo acarrea el que al concluirse el contrato entre
el com prador y el vendedor el valor de uso de ella no pase aún
realmen te a manos del com prador. Su valor, como el de toda otra
mercancía, estaba determinado antes de que entrara en la circula
ción, pues para la producción de la fuerza de trabajo se había gas
tado una determ inada cantidad de trabajo social; pero su valor
de uso consiste en la posterior exteriorización de fuerza. Por lo
tanto, la enajenación de la fuerza y su verdadera exteriorización,
esto es, su existencia como valor de uso, no coinciden en el tiem
po. A hora bien: en el caso de las mercancías35 respecto de las cua
les la enajenación form al del valor de uso por la venta y su verda
dera entrega al com prador no coinciden en el tiempo, el dinero
del com prador suele funcionar como medio de pago. E n todos los
países de modo de producción capitalista la fuerz a de trabajo se
paga cuando ya ha funcionado duran te el plazo fijado en el con
trato de compra, por ejem plo, al final de cada semana. Por eso el
trabajador adelanta en todas partes al capitalista el valor de uso
de la fuerza de trabajo; la deja consum ir al com prador antes de
recibir en pago su precio, de modo que en todas partes el traba
jador da crédito al capitalista. Y no se trata de ningu na vaciedad,
como lo muestran no sólo la ocasional pérdida del salario ade
lantado en crédito por causa de una bancarrota del capitalista,36
sino también toda una serie de efectos más persistentes.37 E n todo

34 Sism o n d i, Nouv. Princ., etc., 1 . 1, p ág. 113 .


35 «T o d o t ra b a jo se p aga desp ués de t er m i n a d o» (An Inquiry into those
Principies, respecting the N ature o f D emand, etc., p ág. 104). « E l cré d i t o co
m erci al t uvo q u e e m p e z ar en el m o m e n t o en q u e el t ra b aja d or, p r i m e r cre a
dor de la p ro d ucci ó n, se e nco n tró, sobre la base de sus a h or ros, en co n d ici o
nes de esp erar el salari o de su t ra bajo hast a el fi nal de u n a o dos se m a nas, u n
mes, u n t r i m est re, e tc.» (C h . G a n i l h , Des Systémes d’Écon. Polit., 2.a e d., P a
rís, 1821, t. 11, p ág. 150).
36 «E l t ra b ajad or presta su a p l icaci ó n», pero, aña de ast ut ament e St orch,
«n o arr iesga n a d a», salvo el «p erd er su salario... el t ra b ajad or no t ransfi ere
n ada m a t eri al» (St orch, Cours d’Écon. Pol., Sa n Pe t ersbu rgo, 1815, t. 11, págs.
36, 37)-
37 U n eje m p lo: en Lo n d r es existen dos clases de p an aderos, losfu llp n c e d ,
que ven de n el pan por todo su val or, y los undersellers, q u e lo ven d en p or d e b a
jo de ese valor. L a ú lt i ma clase consti tuye más de los 314 de la t ot ali dad de los
Textos selectos

caso, no afecta en nada a la naturaleza del intercam bio m ismo de


mercancías el que el dinero funcione como medio de com pra o
como medio de pago. E l precio de la fuerza de trabajo está fijado
contractualmen te pese a que sólo se realiza más tarde, como el
alquiler de una casa. L a fuerz a de trabajo está vendida, aunque
sólo se pague después. Pero a pesar de ello es útil, para captar la

panaderos (pág. x x x n del Report del co m isar i o del gob ier n o H . S. T re m e n h ee-
re sobre las Grievances complained o f by the journeymen bakers, etc., Lo n d res,
1862). Est os undersellers ve n d e n, casi sin exce pci ó n, pan falsificado p or a d j u n
ción de al u m b re, jabó n, potasa p u ra, cal, p ie d ra m o l id a del D er b ysh i re y otros
se mejantes i ngredi en tes agrad abl es, n u tr i tivos y sanos. ( Véase el li bro a z u l a n
tes cit ado, así co m o el i n for m e del Committee o f 1 885 on the Adulteration o f
Bread y el li bro del D r. H assa l l ,Adulterations Detected, 2.a ed., Lo n d res, 1861.)
Si r Jo h n G o r d o n declaró ante el co m i té de 1885 q ue «a consecue nci a de esas
falsificaciones, el pobre q ue vive de dos li bras de pan al dí a no reci be a hora ni
la cuart a parte de la sustanci a n u t r it iva, d eja n d o de lado los efectos dañ i nos en
su sal u d». T re m e n h eere (loe. cit., pág. x l v i i i ) ad uce, co m o ra z ó n de q ue «u na
gr a n d ísi m a parte de la clase o brera», pese a estar bien i n for m a d a de las falsifi
caciones, carga con el al u m b re, la p ie dra m o l id a, etc., el hecho de q ue p ara
ellos es «u na necesi dad t o m ar del p an ad ero o del chandler’s shop el pan q ue
éstos q u i era n d arl es». C o m o los obreros no cobra n hasta el fi nal de la se mana
de trabajo, ta m p oco p ued en «p aga r hasta el fi n de la se mana el pan consu m i d o
p or sus fa m i l i as»; y añade T re m e n h eere, a d uci en do declaracio nes de testigos:
«E s notori o q ue el pan p rep ara do con esas m e zclas se hace a propósit o p ara ese
tipo de cli ent es» («I t is notori ous t hat bread co m p osed o f those m ix t ures, is
m a de expressly for sale in this m a n n er»). « E n m uch os dist ri tos agrar ios i ngl e
ses» (y au n más en los escoceses) «el salario de los t rabajadores se p aga q u i nce
n al me nte y hasta m e nsual m en t e. C o n esos al ejados plaz os de p ago, el t r a b aja
d or agrícola tiene q ue co m p r ar sus m erca ncías de fi ado... T i e n e q ue p agar
preci os más altos y está de hecho at ado a la ti en da q ue le fí a. Y así, p or eje m p lo,
en H o r n i n gsh a m , en W i l ts, d on d e el p ago del salario es me nsu al, la m ism a
h ari n a q ue en otros l ugares los t rabajadores p aga n a 1 sh. 10 d. el stone les
cuesta 2 sh. 4 d. el stone » (Sixth Report on Public H ealth by The Medical Officer
o f the Privy Council, etc., 1864, pág. 264). «L os est a m p adores de algo dó n a
m a n o de Paisl ey y K i l m a r n oc k » (Escocia occi den t al) «i m p usi ero n en 1853
me di an te u n stri\ e la re ducció n del p laz o de p ago de u n mes a dos se m anas»
(Reports o f the lnspectors o f Faetones fo r j is t Oct. 1 853, pág. 34). O t ro a m abl e
d esar rol lo del créd it o o t orgad o por el o brero al capit al ista p uede considerarse
el mé to do q ue p ractican m uch os propi etar ios i ngleses de m i nas, q u e consiste
en p agar al o brero al fi nal del mes, facil itá n dol e entre p ago y p ago ant ici pos, a
m e n u d o en m erca ncí as q u e el o b rero ti ene q u e p agar p or e nci m a de su p re
cio de m erca d o (Trucksystem) . «L os d u e ñ os de las m i n as de car bó n p ract ica n
cor r i e n te m e n t e el p agar u n a v e z al mes y d a r a sus o breros, al fi nal de cada
se m a na i n ter me d ia, u n adelanto. Est e ade la nto se abona en ti en das» (en el
tommy-shop, o sea, el te n d ucho al p or m e n or p ropi ed ad del d u eño m ism o de la
mi na). «L os h o m bres percibe n el ad elan to en u n lado de la ti e n da y lo gastan
en el o tro» (Childrens Employment Commission, III. Report, Lo n d res, 1864,
pág. 38, n. 192).
E l funda men to de la crítica 10 5

relación en su pureza, em pezar por suponer que el poseedor de


la fuerza de trabajo recibe cada vez en seguida, con su venta, el
precio estipulado contractualmente.
Conocemos ya el modo como se determina el valor que el po
seedor de esta peculiar mercancía que es la fuerza de trabajo recibe
en pago del poseedor del dinero. E l valor de uso que este último
recibe, por su parte, en el intercambio no se manifiesta sino en el uso
real, en el proceso de consumo de la fuerza de trabajo. E l poseedor
de dinero compra en el mercado de mercancías todas las cosas ne
cesarias para ese proceso, como materia prima, etc., y las paga por
todo su precio. E l proceso de consumo de la fuerza de trabajo es al
mismo tiempo proceso de producción de mercancía y de plusvalía.
E l consumo de la fuerza de trabajo, como el consumo de cualquier
otra mercancía, se realiza fuera del mercado, de la esfera de la
circulación. Consiguientemente, vamos a abandonar, junto con el
poseedor de dinero y el poseedor de la fuerza de trabajo, esa esfera
ruidosa, instalada en la superficie y accesible a todas las miradas,
para seguir a ambos hasta el oculto lugar de la producción en cuyo
umbral se puede leer: N o admittance except on business. A q u í se
verá no sólo cómo produce el capital, sino también cómo se pro
duce el capital mismo. E l misterio de la plusmanipulación se tiene
que desvelar de una vez.
L a esfera de la circulación o del intercam bio de mercancías,
dentro de cuyos límites se m ueve la com praven ta de la fuerza
de trabajo, era en realidad un verdadero E dén de los derechos
innatos del hombre. L o único que im pera allí es libertad, igu al
dad, propiedad y Ben tham. ¡Libertad! Pues el com prador y el
vendedor de una mercancía, por ejem plo, la fuerz a de trabajo,
no están determinados más que por su libre voluntad. C on tra
tan como personas libres, jurídicamen te iguales. E l contrato es
el resultado final en el que sus voluntades se dan una expresión
jurídica común. ¡Igualdad! Pues sólo se relacionan entre ellos
como propietarios de mercancías, e intercam bian equivalente por
equivalente. ¡Propiedad! Pues cada cual dispone estrictamente
de lo suyo. ¡Ben tham! Pues cada uno de los dos se interesa exclu
sivamente por sí mismo. L a única fuerza que los une y los pone
en relación es la de su egoísmo, su ventaja particular, sus intereses
privados. Y precisamente porque cada cual barre exclusivamente
para sí, y ningu no para el otro, todos ellos realizan, a consecuencia
de una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de
io 6 Textos selectos

una providencia astutísima, la obra pura de su ventaja recíproca,


de la utilidad común, del interés común.
A l alejarse de esta esfera de la circulación simple o intercambio
de mercancías de la que el librecambista vulgaris toma concepcio
nes, conceptos y modelo para su juicio sobre la sociedad del capital y
del trabajo asalariado, se transforma ya algo, según parece, la fisio
nomía de nuestras dramatis personae. E l antiguo poseedor de dinero
avan za ahora en cabeza como capitalista, el poseedor de fuerza de
trabajo le sigue como trabajador suyo; el uno sonriendo significati
vamente y lleno de diligencia; el otro atemorizado, de mala gana,
como uno que ha llevado al mercado su propio pellejo y ahora ya no
puede esperar sino... que le curtan.

E L H A M B R E V O RAZ D E PL U ST R A B AJO *

E l capital no ha inven tado el plustrabajo. E n todo lugar en el que


una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de pro
ducción, el trabajador tiene que añadir, en condición libre o no
libre, tiempo de trabajo excedente al tiempo de trabajo necesario
para su conservación, con objeto de producir los medios de vida
del propietario de los medios de producción,38 ya sea este propie
tario un xcdóg xáyofróg ateniense, ya un teócrata etrusco, ya un
civis romanus, un barón normando, un esclavista norteam ericano,
un boyardo válaco, un landlord o un capitalista moderno.39 D e
todos modos, está claro que cuando lo que predom ina en una for
mación económica de la sociedad no es el valor de cambio, sino
el valor de uso del producto, el plustrabajo queda delim itado por
un círculo de necesidades más estrecho o más ancho, pero sin que
nazca, en todo caso, del carácter m ismo de la producción ningu na
necesidad ilim itada de plustrabajo. Por eso resulta espantoso en
la A n tigüedad el sobretrabajo, cuando se trata de conseguir el

T ra d u cc i ó n: M a n u e l Sacrist án. F u e n t e: O M E 40, págs. 256-264.


38 «L os q u e t rabajan [...] al i m en t an en real i da d tanto a los pensionistas,
l lama dos los ricos, com o a sí m ism os» (E d m u n d B u r k e, loe. ci t., págs. 2, 3).
39 N i e b u h r observa m u y i nge n ua m e n t e en su Rómische Geschichte\ « N o
h ay que ocul tarse q ue obras co m o las etruscas, cuyas m ismas rui nas aso m bran,
p resupone n, en estados peque ños (!), prestaci ones gra t ui tas de los si ervos a los
señores». Sism o n d i di jo, m uch o más p r of u n d a m e n t e, q ue «los encajes de B r u
selas» presup on e n u n señor y u n si ervo del salario.
E l funda men to de la crítica

valor de cambio en su autónoma figura de dinero, en la produc


ción de oro y plata. Basta con leer a D iodoro Sículo.4° Pero en el
m undo an tiguo esas cosas son excepciones. E n cambio, en cuanto
pueblos cuya producción se mueve todavía en las inferiores for
mas del trabajo esclavo, el trabajo servil, etc., se ven arrastrados
a un mercado m undial dom inado por el modo de producción ca
pitalista, mercado por el cual la venta de los productos de esos
pueblos en el extranjero se convierte en interés predominante, el
horror civilizado del sobretrabajo se inserta en el horror bárbaro
de la esclavitud, la servidum bre, etc. Por eso el trabajo de los ne
gros en los estados del Sur de la U nión norteamericana conservó
un carácter moderadamente patriarcal mientras la producción se
orientó principalm ente al autoabastecimiento inmediato. Pero en
la medida en que la exportación de algodón se constituyó en in
terés vital de aquellos Estados, la consunción de los negros por
sobretrabajo — a veces incluso la consunción de la vida del negro
en siete años de trabajo— se convirtió en factor de un sistema
calculado y calculador. N o se trató ya de obtener del negro cierta
masa de productos útiles. Ya sólo importó la producción de la
plusvalía misma. Cosa parecida con el trabajo servil, por ejemplo,
en los principados danubianos.
L a comparación del ham bre rabiosa de plusvalía en los prin
cipados del D anubio con la m isma codicia en las fábricas ingle
sas ofrece interés particular, porque en las prestaciones serviles
la plusvalía presenta una form a independiente, sensiblemente
perceptible.
Supongamos que la jornada de trabajo comprende 6 horas de
trabajo necesario y 6 horas de plustrabajo. E l trabajador libre su
ministra así al capitalista 6 x 6, 36 horas de plustrabajo semanales.
Es lo mismo que si trabajara 3 días a la semana para sí mismo y
otros 3 días a la semana lo hiciera gratis para el capitalista. Pero
eso no se ve. E l plustrabajo y el trabajo necesario se funden uno en
otro. Por eso puedo expresar también esa misma relación dicien

40 « N o es posible m i rar a esos i nfel ices» (trabajadores de las mi nas de oro


si tuadas entre Egi p t o , E t i o p í a y A r a b i a), «q u e ni si qui era p ued en l i m pi arse el
cuerp o ni cu b ri r sus desn u deces, sin la m e n t ar su m iserable destino. Pues al lí
no hay co n te m p laci ón algu n a, ni al ivi o para los e nfer m os, los débiles, los a n
cianos, la d e bi li dad fe me ni na. F o r z a d os a la tigaz os tienen q u e segu i r todos
t rabajan d o hasta q ue la m uert e pone fi n a sus tor men t os y su d esa m p aro»
( D i od. Sic., Historische B i b l i o t h e li bro 3, cap. 13, pág. 260).
io8 Textos selectos

do, por ejemplo, que el trabajador trabajó cada minuto 30 segun


dos para sí mismo y 30 segundos para el capitalista, etc. Es distinto
en el caso de la prestación servil. E l trabajo necesario que ejecuta
para su mantenimiento el campesino válaco, por ejemplo, está es
pacialmente separado del plustrabajo que suministra al boyardo.
Realiz a el primero en su propio campo, y el otro en la propiedad
señorial. Por eso las dos partes del tiempo de trabajo existen au
tónomamente una al lado de otra. E n la form a de trabajo servil
el plustrabajo está claramente separado del trabajo necesario. Es
evidente que esta diferencia de la form a de manifestarse no influye
en la relación cuantitativa entre el plustrabajo y el trabajo necesa
rio. Tres días de plustrabajo a la semana siguen siendo tres días de
trabajo que no constituyen ningún equivalente para el trabajador,
igual si se llama trabajo servil que si se llama trabajo asalariado.
E n el capitalista la ansiedad de plustrabajo se manifiesta en el ansia
de prolongar desmedidamente la jornada de trabajo; en el boyar
do se revela, más simplemente, en la caza directa de días de pres
tación personal.41
E n los principados danubianos la prestación personal iba acom
pañada de rentas naturales y demás accesorios de la servidum bre,
pero en realidad era el tributo decisivo a la clase dominante. C u an
do ésta es la situación, es raro que el trabajo servil nazca de servi
dum bre; lo frecuente es más bien que la servidum bre nazca de la
prestación personal.42 A sí ocurrió en las provincias rumanas. Su
prim itivo modo de producción se basaba en la propiedad común,
pero no en la forma eslava, ni menos en la india. Los miembros
de la comunidad aldeana cultivaban una parte de las tierras como

41 L o q ue sigue se refi ere a la si tuación de las p rovi ncias r u m an as ant eri or


a la t ra nsfor m ació n ocu r r i d a desde la g u er ra de C r i m e a.
42 N o t a a la 3. a ed. Est o m ism o se aplica a A l e m a n i a, y especi al men te a la
Pr usi a del este del E l b a. E n el siglo x v el ca m p esi n o al e m án era en casi todas
las co m arcas u n h om bre som et ido a ciertas prestaci ones personales de p r o d uc
to y trabajo, pero libre en lo de más, al menos de hecho. L os colonos al emanes
asentados en B ra n d e n b u rgo, Po m era n i a, Si lesi a y la Pr usi a O r ie n tal estaban
reco nocidos co m o libres i ncl uso j ur í dica m e n t e. L a vict or i a de la n o bl ez a en la
gu er ra de los Ca m p esi n os ter m i nó con todo eso. N o sólo los campesi nos ve n
cidos del sur de A l e m a n i a vo lviero n a la con dici ón de si ervos de la gl eba. Ya
desde m e di ados del siglo x v i los cam pesi nos libres de la Pr usi a O r ie n tal, B r a n
d e n b urgo, Po m era n i a y Si lesi a, y poco después ta m b ié n los del Sc h l esw ig-
H o lste i n, q u e d a n rebajados a la co n d ici ón de siervos de la gleba. ( Mau rer,
Fronhófe, iv, Ba n d. M e i t z e n, D er Boden des Pr. Staats, H a nse n, Leibeigenschaft
in Schleswig-H olstein. ) F. E .
E l funda men to de la crítica

propiedad privada libre, y labraban juntos otra parte, el ager pu-


blicus. Los productos del trabajo común servían en parte de fondo
de reserva para casos de mala cosecha y otros azares, y en parte
como tesoro estatal para cubrir los costes de la gu erra, la religión
y otros gastos de la aldea. E n el curso del tiempo dignatarios gu e
rreros y eclesiásticos usurparon, ju nto con la propiedad com ún,
también las prestaciones que se hacían en ella. E l trabajo de los
campesinos libres en su cam po com unal se convirtió en trabajo
servil para los ladrones del campo com unal. C on eso se desarro
llaron simultáneamente relaciones propias de la servidumbre de
la gleba, pero sólo de hecho, no de derecho, hasta que Rusia, libe
radora del m undo, las convirtió en ley con el pretexto de abolir
la servidum bre. E l código de la prestación personal proclam ado
por el general ruso K isselew en 1831 estaba dictado, n aturalm en
te, por los boyardos mismos. A sí conquistó Rusia de un solo gol
pe a los magnates de los principados danubianos y el aplauso de
los cretinos liberales de toda E uropa.
Segú n el Réglement organique — que así se llama ese código del
trabajo servil— , cada campesino válaco debe al llamado propie
tario de la tierra, además de una masa de entregas en naturaleza
que se detallan, i .° doce jornadas de trabajo en general, 2 ° un día
de labran za y 3.0 un día de acarreo de leña. Summa summarum ,
14 días al año. Pero, con profunda comprensión de la economía
política, no se toma la jornada de trabajo en sentido ordinario,
sino la jornada de trabajo necesaria para producir cierto produc
to medio diario; y el producto medio diario está tan astutamente
fijado que ni un cíclope terminaría con él en 24 horas. Por eso el
Réglement mismo declara, con las secas palabras de la auténtica
ironía rusa, que hay que entender por doce jornadas de trabajo el
producto de 36 días de trabajo manual, y por un día de labran za
tres días, y por un día de acarreo de leña también el triple. S umma :
42 días de prestación personal. Y a eso se añade además X&jobagie,
prestaciones extraordinarias de la producción. C ada aldea tiene
que prestar anualmente un contingente determinado de 1ajobagie,
según la magnitud de su población. Este trabajo servil suplemen
tario se estima en 14 días para cada campesino válaco. D e modo
que la prestación personal prescrita es de 56 jornadas de trabajo
anuales. A hora bien: por causa del mal clima, en V alaquia el año
agrícola cuenta sólo 210 días, de los que hay que sustraer 40 que
son domingos o festivos, y 30, por término medio, a causa del mal
no Textos selectos

tiempo. Q uedan 140 días de trabajo. L a razón del trabajo servil


al trabajo necesario 56/84, o sea, 62 2/3%, expresa una cuota de
plusvalía mucho menor que la que regula el trabajo del trabajador
inglés de la agricultura o la fábrica. Pero eso es sólo el trabajo servil
legalmente prescrito. E l Réglement organique, con espíritu todavía
más liberal que el de la legislación fabril inglesa, ha sabido facilitar
su propia elusión. L uego de convertir 12 días en 54, la tarea de
cada uno de los 54 días se fija de tal modo que por fuerza tiene
que acarrear una carga para los días siguientes. Así, por ejemplo,
se trata de escardar en un día un terreno que, sobre todo en los
maizales, requiere el doble de tiempo. Y la faena diaria legalm en
te fijada para ciertas labores agrícolas se puede interpretar de tal
modo que el día empiece en el mes de mayo y termine en el mes de
octubre. Las disposiciones para la región del M oldava son todavía
más severas.

L os doce días de prestació n del Réglem en t organique — excla m ó un


b oyar d o ebrio de vic toria— , co m p re n d e n 365 días a ñ o.43

M ientras que el Réglement organique de los principados danubia


nos era expresión positiva del ansia codiciosa de plustrabajo, le
galizada en cada artículo, los factory-acts ingleses son expresiones
negativas de la misma hambre canina. Estas leyes refrenan el ansia
que tiene el capital de chupar desmedidamente la fuerza de traba
jo hasta agotarla; lo hacen mediante una limitación de la jornada
de trabajo por la fuerza del Estado, de un Estado, por cierto, do
minado por el capitalista y el landlord. L a limitación del trabajo fa
bril fue dictada — dejando aparte un movimiento obrero que cada
vez se hincha más am enazadoram en te— por la misma necesidad
que desparramaba el guano por los campos ingleses. L a misma co
dicia ciega que en un caso agota las tierras había afectado en el otro
las raíces de la fuerza vital de la nación. Las epidemias periódicas
hablaban en Inglaterra tan claramente como la disminución de la
estatura de los soldados en A lem ania y en F ran cia.44

43 Se e ncue n t ra n más detal les en L . Regn a u l t, H istoire politique et sociale


des Pnncipautés D anubiennes, Par ís, 1855, p ág. 304 y sigs.
44 «E l rebasar la m e d i d a m ed i a de su especie d en t ro de ciertos lí mites
h abla en gen eral en favor del fl oreci mi en t o de los seres orgán icos. Por lo que
hace al h o m bre, su est at ura d ism i n uye cua n d o se com pro m et e su fl oreci m ie n
to p or circu nstancias físicas o sociales. E n todos los países europeos que tienen
E l funda men to de la crítica n i

E l Factory-act de 1850, hoy (1867) vigente, permite para el día


laborable medio 10 horas, del modo siguiente: 12 horas para cada
uno de los cinco primeros días de la semana, de las 6 de la mañana
a las 6 de la tarde, de las cuales, empero, se deduce legalmente
1/2 hora para el desayuno y una hora para el almuerzo, con lo que
quedan 10 1/2 horas; y 8 horas para el sábado, desde las 6 de la
mañana hasta las 2 de la tarde, de las que se deduce 1/2 hora para
el desayuno. Q uedan 60 horas de trabajo, 10 1/2 para cada uno de
los cinco primeros días de la semana y 7 1/2 para el último día de la
semana.45 H ay nombrados inspectores especiales del cum plim ien
to de esta ley, los inspectores fabriles directamente subordinados
al M inisterio del Interior, cuyos informes se publican semestral
mente bajo la autoridad del Parlamento. Estos informes ofrecen
una estadística continuada y oficial del ansia de plustrabajo de los
capitalistas.
O igamos por un momento a los inspectores de fábricas.46

servici o m i l it ar obl igat or io ha d ism i n u i d o desde la i m p la n t aci ó n de éste la es


tatura m e di a de los varo nes ad ul tos y, en gen eral, su apti tu d p ara el servici o de
gu er ra. A n t es de la Revo l uci ó n (1789), la est at ura m í n i m a del sol dado de i n
fan t er ía era en F r a n c i a de 165 c m; en 1818 (ley del 10 de m ar z o), 157; tras la ley
del 21 de m ar z o de 1832, 156; por tér mi no medi o se da en F ra nci a co mo i nútiles
para el servicio mi lit ar más de la m i tad del ree m plazo, por falta de estatura y por
defectos. L a est at ura m i l it ar era en Sajo n i a en 1789 de 178 cen t í met ros, y h oy
es de 155. E n Prusia es de 157. Seg ú n datos de la Bayerische Zeitung del 9 de
m ayo de 1862, a porta dos por el D r. Meyer, resulta del p r o m e d i o de 9 años que
en Pr usi a son i núti les p ara el servici o m i l i t ar 716 de cada 1.000 m o zos;
3 17 p or fal ta de est at ura y 399 p or defect os de sal ud [...] E n 1858 Ber l í n no
p udo p resen tar su con t i ngen te de tropas de reservas: le fal t aban 156 h om bres.»
(J. V. Li e b ig, D ie Chemie in ihrer A nwendung a u f Agnkultur and Physiologie,
1862, 7.a ed., vol. 1, págs. 117 , 118.)
45 M ás adelan te se da en este capí tul o la histori a de la ley fab ri l de 1850.
46 Só lo de ve z en cu an do me refi ero al p er í odo q ue va desde el co m ie n z o
de la gr a n i n d ust ri a en I ngla t er ra hasta 1845, y re mi to al lector a D ie Lage der
arbeitenden Klasse in England (L a si tuación de la clase t ra bajad ora en I n gl a
terra) de F r i e d r ich E n ge ls, L e i p z ig, 1845. E n ge ls en ten dió m uy p r o f u n d a
mente el espí rit u del m o d o de p rod ucci ó n capit al ista, co m o lo m uestran los
Factory Reports, los Reports on Mines, etc., ap arecid os desde 1845; y descri bi ó
a d m i rabl e m en te la si tuación con todo su detal le, co m o lo p ru eb a la co m p ara
ción más superfici al de su escri to con los Reports de la Children’s Employment
Commission (1863-1867). Éstos tratan, en efecto, de ra m as i n d ust ri ales en las
que la l egislaci ón fab ri l no se i m p lan tó hasta 1862, o t odaví a no se ha i m p la n
tado tot al ment e. E n ellas no se i m p uso desde f uera u n a al teración más o m e
nos gra n d e de la si tuación descri ta por E n ge ls. T o m o mis eje m p los p r i nci p al
mente del p erí odo li brecam bist a posteri or a 1848, aq ue lla época p arad isí aca de
la que tan fab ul osa me n t e vocean a los al emanes u nos barat ijeros a m bulan tes
112 Textos selectos

«E l fabrican te tram poso em pieza el trabajo un cuarto de hora


antes de las 6 de la mañana, a veces antes, a veces después, y lo ter
mina un cuarto de hora después de las 6 de la tarde, a veces más,
a veces menos. A rrebata 5 minutos del comienzo y el final de la
media hora nominalmen te reservada para el desayuno, y recorta
10 minutos del comienzo y del final de la hora reservada para el
alm uerzo. E l sábado trabaja un cuarto de hora después de las 2 de
la tarde, a veces más, a veces menos. Su ganancia asciende a esto:

»A ntes de las 6 de la mañana . . . 15 minutos


»D espués de las 6 de la tarde .. . 15 » Total en 5 días:
»A1 d esayu n o............................ 10 » 300 minutos
»A1 a l m u er z o ............................20 »

60 minutos

»Los sábados

»A ntes de las 6 de la mañana . . . 15 minutos Ganancia total


»A1 d esayu n o.............................. 10 » a la semana:
»Después de las 2 de la tarde . . . 15 » 340 minutos

» 0 sea, 5 horas y 40 minutos a la semana que, multiplicadas por


50 semanas de trabajo y deducidas 2 semanas por fiestas o inte
rrupciones ocasionales, arrojan 27 jornadas de trabajo.»47
«Si la jornada de trabajo se prolonga diariamen te 5 minutos
más allá de su duración normal, se tiene 2 1/2 días de producción
an uales.»48 «U na hora suplementaria al día, conseguida asiendo
aquí un trocito de tiempo y otro allí, hace en los 12 meses del año
13 días de producción.»49
Las crisis en las que se interrumpe la producción y sólo se trabaja
«poco tiempo», unos días a la semana, no cambian, como es natural,

del l ibrecam bi o, tan voceras com o ci en tífica me nte míseros. Por lo de más, si
I ngla t er ra aparece aq u í en p r i m er t ér m i no es sólo p or q ue representa clásica
men te la p rod ucci ó n capit al ista y es el ú n ico país q ue posee u n a estadística
ofici al me nte segu i da de los te mas tratados.
47 «Suggest i o ns etc. by M r. L . H o m e r, I nsp ector o f F a e t o n es», en el F a e
tones Regulation Act. Ordered by the House o f Commons to be printed 9. Aug.
45
i 8 59 > Págs- “ -
48 Reports o f the Insp. o f F a c .fo r the halfyear, Oct. 1856, pág. 35.
49 Reports, etc., joth A pril 1858, pág. 9.
E l funda men to de la crítica

en nada, el instinto de prolongación de la jornada de trabajo. C uan


tos menos negocios se hace, tanto mayor tiene que ser la ganancia so
bre el negocio realizado. Cuanto menos tiempo se trabaja, tanto más
plustiempo de trabajo hay que trabajar. Así informan los inspectores
fabriles acerca del período de la crisis de 1857 a 1858:

«Se tendría por inconsecuencia el que haya sobretrabajo alguno en


un tiempo en que el comercio va tan mal, pero su mala situación
espolea a gentes desconsideradas a cometer transgresiones: así se
aseguran un beneficio extraordinario...» «E n el mismo momen
to», dice Leon ard H orner, «en que 122 fábricas de mi distrito es
tán completamente abandonadas, 143 paradas y todas las demás
trabajando poco tiempo, se sigue sobretrabajando por encima de
las horas legalmente fijadas».50 «A u nque en la mayoría de las fá
bricas», dice el señor H owell, «se trabaja sólo media jornada, por
causa de la mala situación de los negocios, sigo recibiendo el m is
mo número de quejas que antes por las 1/2 horas o por los 3/4 de
hora que se arrebata diariamen te a los obreros (snatched) recortan
do los tiempos que les asegura la ley para comer y descansar».51

E l mismo fenómeno se repite a escala menor durante la terrible


crisis algodonera de 1861 a 1865.52

«Cuando sorprendemos a obreros trabajando durante las horas de


comida o en algún otro momento ilegal, se pretexta a veces que no
quieren salir de la fábrica, y que hace falta constreñirles a que in
terrumpan su trabajo» (limpieza de las máquinas, etc.), «principal
mente el sábado por la tarde. Pero el que las “ manos” permanezcan
en la fábrica luego de parar las máquinas se debe exclusivamente a
que entre las 6 de la mañana y las 6 de la tarde no se les deja tiempo
ninguno para ejecutar esas operaciones».53

50 Reports, etc., loe. cit., p ág. 10.


51 Reports, etc., loe. cit., p ág. 25.
52 Reports, et c.,fo r the h a lf year ending joth A pril 1 86 1 . V e r el A p p e n d i x
n.° 2; Reports etc. $ist Octob. 1862, págs. 7, 52, 53. L as t ransgresi ones v u e lve n a
hacerse más n u m erosas en el últ i mo se mestre de 1863. Cf. Reports etc. ending
j is t Oct. 1863, pág. 7.
53 Reports, etc. jis t . Oct. 1860, p ág. 23. L a siguiente curi osa anécdota puede
mostrar el fanatismo con el cual las «m an os» fabriles se opo nen — segú n el
testi monio j udicial de los fabricantes— a toda i n terrupci ón del trabajo en la
fábrica: a pri nci pios de ju ni o de 1836 el tr ib u nal de D e wsb u r y (Yor ksh i re) reci-
ii4 Textos selectos

«E l beneficio extraordinario que se puede conseguir mediante


el sobretrabajo rebasando el tiempo legal parece ser para muchos
fabricantes una tentación demasiado grande para poder resistir
la. Calculan la probabilidad de que no se les descubra y echan la
cuenta de que, incluso en el caso de que se les descubra, la nim ie
dad de las multas y los costes procesales les asegura, de todos mo
dos, un saldo positivo.»54
«C uando el tiempo extraordinario se consigue mediante una
multiplicación de pequeños hurtos (a multiplication o f small thefts)
a lo largo del día, los inspectores tropiezan con dificultades casi
insuperables para probarlos.»55

Esos «pequeños hurtos» del capital con el tiempo de la com i


da y el descanso de los obreros son también, en la pluma de los
inspectores fabriles, «petty pilferings o f minutes», mezquinas ra
terías de minutos,56 «snatching a few minutes», birlar unos pocos
minutos;57 los obreros los llaman técnicamente «nibbling and crib-
bling at meal times».58 Com o se ve, en ese ambiente la formación
de la plusvalía no es ningún secreto.

bió den u nci as segú n las cuales los propi etarios de 8 gran des fábricas cercanas a
Ba d ey habí an violado la ley fabri l. U n a parte de esos caballeros fue acusada de
haber agotado en el trabajo a 5 m uchachos de entre 12 y 15 años de edad, sin
per mi ti rles más descanso q ue el de las com i das y u n a h ora de sueño a medi a
noche, desde las 6 de la m a ñan a del vier nes hasta las 4 de la tarde del sábado
siguiente. Y esos ni ños tenían que ejecut ar sus 30 horas de trabajo en la shoddyho-
le, co mo se l lam a la covacha en qu e se rasgan los retales de lana, en medi o de u na
at mósfera de polvo, basuras, etc., que obliga i ncl uso a los adultos a atarse pañ ue
los a la boca para defensa de los pul mones. L os señores acusados aseguraro n en
l ugar de j u rar — pues siendo cuáqueros eran ho m bres de religiosidad d e m asia
do escrupulosa para j u rar— que, en su gra n m isericordia, habí an per m i ti do a
los ni ños d or m i r 4 horas, pero que los cabezotas de los ni ños no q uer ía n de
n i ngu n a m a nera irse a d or m i r. L os señores cuáqueros f uero n con denados a
21 libr. est. de m ul ta. D r yd e n t uvo la p re mo n ició n de esos cuáqueros:
U n z or ro sa n t urró n
m i ente co m o el de mo ni o, pero t eme jurar,
parece u n peni tente, pero la n z a
de reojo m i rad as de codici a,
a u n q u e n u nca se at reve a pecar
sin h aber dich o antes sus oraciones.
54 Rep. etc. 3 rst. Oct. 1856, pág. 34.
55 Loe. ci t., pág. 35.
56 Loe. ci t., pág. 48.
57 Loe. cit.
58 Loe. cit.
E l funda men to de la crítica

«Si me permite usted hacer que trabajen sólo 10 minutos de más


cada día», me dijo un fabricante m uy respetable, «me meterá us
ted en el bolsillo 1.000 libr. est. al año».59 «Los átomos de tiempo
son los elementos de la ganancia.»00

N ada tan característico a este respecto como la designación de


«full times» para designar a los trabajadores que hacen jornada
completa, y la de «half times»01 para los niños de menos de 13 años,
que sólo pueden trabajar 6 horas.
E n esas expresiones el trabajador no es ya más que tiempo de
trabajo personificado. Todas las diferencias individuales se disuel
ven para dejar sólo una: la diferencia entre «tiempoenteros» y
«mediotiempos».

L A L U C H A P O R L A JO R N A D A D E T R A B AJO N O R M A L*

«¿ Q ué es una jornada de trabajo?» ¿C u án to tiempo puede con


su m ir el capital la fu er z a de trabajo cuyo valor d iario paga?
¿C uán to se puede alargar la jorn ada de trabajo más allá del
tiem po de trabajo necesario para la reproducción de la fu er
za de trabajo m ism a? E l capital, como se ha visto, contesta a
esas pregun tas: la jornada de trabajo cuen ta diariam en te con
24 horas com pletas, una vez deducidas las pocas horas de des
canso sin las cuales la fu er z a de trabajo se niega absolutamente
a realiz ar su renovado servicio. Se en tiende, por de pronto, sin
más, que el trabajador no es por todo su día vivo más que fu erz a
de trabajo; que, por lo tanto, todo su tiempo disponible es, por
n aturalez a y derecho, fu er z a de trabajo, o sea, que pertenece
a la au tovaloriz ación del capital. T ie m po para una form ación
hum ana, para desarrollarse espiritualm en te, para cu m plir fu n
ciones sociales, para el trato y la com pañía, para el libre m ovi
m iento de las fuerz as vitales y espirituales, incluso el tiempo

59 Loe. ci t., pág. 48.


60 «M o m e n ts are the ele ments o f profit» (Rep. o f the Insp. etc. 3 oth A p r i l
1860, pág. 56).
61 Esa expresió n es de uso ofici al, tanto en la fáb r ica co m o en los i nfor m es
fabriles.
T r a d u cc i ó n : M a n u e l Sacr ist á n. F u e n t e: O M E 40, p ágs. 286-299 y
321-326 .
II Ó Textos selectos

festivo dom inical — y au n que sea en el país de los san tificadores


del sábado— ,Ó2 todo eso es pura fruslería. Pero en su im pulso
desm edidam en te ciego, en su ham bre de plustrabajo, ham bre
feroz, ham bre propia de fiera corrupia, el capital derriba no
sólo los lím ites m áxim os m orales de la jorn ada de trabajo, sino
tam bién los m eram en te físicos. U su rp a el tiempo necesario para
el crecim ien to, el desarrollo y la conservación sana del cuerpo.
Se apodera del tiempo requerido para consu m ir aire libre y lu z
del sol. A ra ñ a roñosamente el tiempo de com er y, si puede, lo
incorpora al proceso de producción m ismo, de modo que las co
m idas se le ad m in istren al trabajador como mero m edio de pro
ducción, como el carbón a la caldera de vapor y sebo o aceite a
la m aqu in aria. Red uce el sueño salu dable, destinado a recoger,
renovar y refrescar la fu er z a vital, a tantas horas de m om ifica
ción cuantas sean im prescin dibles para resucitar un organ ism o
absolu tam en te agotado. E n vez de determ in ar el lím ite de la
jorn ada de trabajo por la conservación norm al de la fu erz a de
trabajo, es, a la inversa, el gasto m áxim o diario posible de fu er
za de trabajo, por violen to y penoso que sea, el que determ ina
el lím ite del tiempo de descanso del trabajador. E l capital no
pregu n ta por la duración de la vida de la fu erz a de trabajo. L o
único que le interesa es exclusivam en te el m áxim o de fuerz a
de trabajo que se puede hacer flu ir en una jorn ada de traba
jo. A lca n z a esa fin alidad acortando la d uración de la fu er z a de
trabajo, como el agricultor codicioso consigue un rendim ien to
acrecen tado del suelo depredan do su fertilidad.

62 T o d a v í a h oy ocu r re, por eje m pl o, aq u í o allá en I ngla t er ra, en el cam p o


q ue se co n de na a penas de prisi ón a u n t ra baja dor p or p rofa n ar el descanso
sabático t ra bajan do en el h uert eci ll o de delan t e de su casa. Ese m ism o t ra b aja
d or será castiga do por i ncu m pl i m i e n t o de con t rat o si el d o m i ngo no se acerca
a la fáb r ica de me tal, o de papel, o de vi dr i o, a u n q ue sea p or p u n t il l o beato.
Est e or to doxo Par la m e n t o no atiende a profan acio nes del sábado si ocu r re n en
el «p r oceso de v a l o r i z a c i ó n » de l ca p i t a l. E n u n m e m o r i al (agost o de 1863)
en el q u e u nos jor nal eros l on di nenses q ue t rabajan en pescaderías y pol lerí as
recla m a n la supresi ón del t rabajo d o m i n ical se dice q u e su trabajo d u ra por
t ér m i no m e di o 15 h oras d i ari as d u ra n t e los 6 pr i meros días de la se mana, y de
8 a 10 h oras los do m i ngos. E l m e m or i al per m i te, al m ism o ti e m po, enterarse
de que lo q ue más a n i m a a ese «t ra b ajo d o m i n ical» es la del ica da gu la de los
aristocráticos san t urro nes de E xe t e r H al l. Est os «san tos», tan celosos «i n cute
c u ra n d a» ponen a p rueb a su crist ia nd ad con la resignació n con q ue soportan
el exceso de t rabajo, las p rivaci o n es y el h a m b re de terceras personas. « O bse-
q u i u m ven t ris istis (los t rabajadores) p er nici osi us est.»
E l funda men to de la crítica
111
L a producción capitalista, que es esencialmente producción de
plusvalía, absorción de plustrabajo, produce, pues, con el alarga
miento de la jornada de trabajo no sólo la atrofia de la fuerza de
trabajo hu mana — a la que se arrebatan sus condiciones normales,
morales y físicas, de desarrollo y de actuación— , sino también el
agotamiento y la muerte de la misma fuerza de trabajo.63 Prolon
ga el tiempo de producción del trabajador durante un plazo dado
mediante el acortamiento de su tiempo de vida.
Pero el valor de la fuerza de trabajo incluye el valor de las m er
cancías requeridas para la reproducción del trabajador, para la re
producción de la clase obrera. Por tanto, si la prolongación contra
naturaleza de la jornada de trabajo, a la que necesariamente aspira
el capital en su desmedido impulso de autovalorización, acorta el
período de vida del trabajador individual y, con ello, la duración
de su fuerza de trabajo, se hace necesaria una sustitución más rápi
da de lo desgastado, o sea, la entrada de costes por desgaste m ayo
res en la reproducción de la fuerza de trabajo, exactamente igual
que la parte del valor de una máquina que hay que reproducir
diariamente es tanto mayor cuanto más rápidamente se desgasta la
máquina. Por eso el capital parece remitido por su propio interés a
una jornada de trabajo normal.
E l esclavista compra sus esclavos igual que se compra un ca
ballo. C uando pierde un esclavo pierde un capital que tiene que
reponer mediante un nuevo gasto en el mercado de esclavos. Pero
«aunque los arrozales de G eorgia y los pantanos del Mississippi
tengan efectos fatales en la constitución humana, esa destrucción
de vida hu mana no es tan grande que no la puedan compensar
los rebosantes rediles de esclavos de V irgin ia y Ken tucky. Las
consideraciones económicas que pudieran ofrecer una especie de
garantía de un trato humano del esclavo en la m edida en que iden
tificaran los intereses del amo con la conservación del esclavo, se
convierten, por el contrario, una vez implantado el comercio de
esclavos, en motivos de una destrucción radical del esclavo; pues
una vez asegurado, por suministro de otros rebaños de negros, que
su lugar será cubierto, la duración de la vida del esclavo resulta

63 «E n n uest ros anteri ores i nfor m es he mos re p rod uci d o las afi r m acio nes
de vari os fabrica ntes exp er i me n ta d os segú n las cuales las h oras adicio nales [...]
tienen sin d u d a el p el igr o de ago tar p re m at u ra m e n t e la f u er z a de t rabajo del
h o m bre» (loe. cit., 63, pág. x m ).
n8 Textos selectos

menos importante que su productividad mientras dure. Por eso


en las tierras que importan esclavos es una m áxima de esta econo
m ía esclavista que la economía más eficaz consiste en arrancar de
ese ganado humano (human chattle) la mayor cantidad de rendi
miento posible en el tiempo más breve posible. Precisamente en los
cultivos tropicales, en los que los beneficios anuales son frecuen
temente iguales al capital total de las plantaciones, se sacrifica del
modo más implacable la vida de los negros. L a agricultura de las
Indias O ccidentales es desde hace siglos cuna de una riqueza fa
bulosa que se ha tragado millones de hombres de la raza africana.
H oy es en C uba, cuyas rentas suben millones y cuyos plantadores
son príncipes, donde, además de la alimentación más grosera de la
clase esclava y las vejaciones más agotadoras y constantes, vemos
destruir directamente cada año una gran parte mediante la tortura
lenta del exceso de trabajo y la falta de sueño y de descanso».64

Mutato nomine de tefabula narratur.:65 Léase en vez de tráfico de es


clavos mercado de trabajo, en vez de K en tuc ky y V irgin ia Irlanda
y los distritos agrícolas de Inglaterra, Escocia y Gales; en vez de
A frica, A lem ania. Ya hemos visto que el exceso de trabajo clarea
las filas de los panaderos de Londres, y, sin embargo, el mercado
de trabajo londinense está siempre lleno hasta rebosar de candi
datos a la muerte, alemanes y otros, por medio de la panificación.
L a alfarería es, como hemos visto, una de las ramas industriales
con perspectivas de vida más cortas. ¿Faltarán, consiguientemen
te, alfareros? Josiah W edgwood, inventor de la alfarería moderna y
trabajador corriente de origen, declaró en 1785 ante la cámara de los
comunes que toda esa manufactura ocupaba de 15.000 a 20.000 per
sonas.66 E n el año 1861 la población de las sedes urbanas sólo de esa
industria en la G ran Bretaña era de 101.302.

L a i n d u st r ia a lgo d o n er a tien e 90 a ñ os... E n tres ge n e ra c io n es de la


ra z a i n glesa h a d ev o r a d o n u eve ge n e ra c io n es de ob reros a lgo d o n e
ros.67

64 Ca i r n es, loe. cit., págs. 110 , 111 .


65 «C a m b i a d o el n o m b re, de ti se cuen t a la fáb u la» (de la sátira p r i m era de
H oraci o). (TV. de J acobo Muñoz.)
66 Jo h n W a r d , History o f the Borough o f S toke-upon-Trent, etc., Lo n d res,
1843, pág. 42.
67 D iscu rso de F e r r a n d en la H o use o f C o m m o ns el 27 de abri l de 1863.
E l funda men to de la critica 119

C ierto que en algunas épocas de florecim iento fabril el m erca


do de trabajadores presentó vacíos notables. A sí, por ejem plo,
en 1834. Pero los señores fabrican tes propusieron entonces a los
Poor L a w C om m issioners que m an daran al norte el «exceso de
población» de los distritos agrícolas, explicando que «los fab ri
cantes los absorberían y consu m irían».68 Esas fueron exactam en
te sus palabras.

Se m a n d ó a M a n c h est e r age n t es, d e ac u e r d o co n los P o o r L a w C o m


m issi o n ers. Se co m p u so l ist as d e t r a b a ja d o r es ag r í c o l as q u e se e n t r e
ga r o n a esos age n t es. L o s f a b r i ca n t es a c u d i e r o n a las o fi ci n as y, c u a n
d o h u b i e r o n e l e gi d o l o q u e les c o n v e n í a , se les m a n d ó las f a m i l i as d e l
su r d e I n g l a t e r r a . Est os p aq u e t es d e seres h u m a n os se e n t r ega b a n co n
e t i q u e t as, ig u a l q u e m e r c a n c í as e m b a la d as, e n b a r c a z as y e n ca r r e t as;
a l g u n os f u e r o n v ag a b u n d e a n d o a p i e, y m u c h os a n d a b a n p e r d i d os y
m e d i o m u e r t os d e h a m b r e p o r los d ist r i t os m a n u f a c t u r e r os. E l asu n
t o se d esa r r o l l ó h ast a co n v e r t i rse e n u n a v e r d a d e r a r a m a c o m e r ci a l .
L a c á m a r a d e l os co m u n es a p e n as l o cre e rá. E s t e co m e r c i o re g u la r,
est e t r áf ico d e ca r n e h u m a n a se co n t i n u ó, y est as ge n t es f u e r o n c o m
p r a d as y v e n d i d as p o r los age n t es d e M a n c h est e r a l os f a b r ica n t es d e
M a n c h est e r, t a n n o r m a l m e n t e c o m o se v e n d e n n egr os a l os p l a n t a d o
res d e a lgo d ó n d e l os E st a d os U n i d os d e l su r... E l a ñ o 186 0 es el cé n i t
d e la i n d ust r i a a l go d o n e r a... V o l v i e r o n a fa l t a r m a n os. L o s f a b r i c a n
t es se d i r ig i e r o n d e n u e v o a los age n t es d e ca r n e h u m a n a ... y ést os
r eg ist r a r o n las d u n as d e D o rse t , las co l i n as d e D e v o n y las l l a n u r as d e
W i l t s, p er o y a se h a b í a n c o m i d o a n t es el exceso d e p o b laci ó n .

E l Bury Guardian gem ía que tras la conclusión del tratado comer


cial anglofrancés se podía absorber 10.000 manos más, y que pron
to harían falta otras 30.000 o 40.000 más. L uego que los agentes y
subagentes del comercio de la carne humana hubieran barrido con
bastante poco resultado los distritos agrícolas el año 1860, «una
delegación de fabricantes se dirigió al señor V illiers, presidente del
Poor L a w Board, solicitándole que volviera a perm itir que se to
mara huérfanos y niños de los W ork houses».69

68 « T h a t t he m a n u fact u rers wo u l d absorb in an d use it up. T h ose were


the very wor ds used by the cotton m a n u fact u rers» (loe. ci t.).C
69 Loe. cit. Pese a toda su buena vo l u n ta d, V il l i ers se vio puesto «por l ey»
en la si tuación de tener q ue rech a z ar la p ropuest a de los fabricantes. Est os ca
balleros consigu i ero n, de todos mo dos, sus o bjetivos graci as a la buena d isp o
120 Textos selectos

L o que la experiencia suele mostrar al capitalista es una sobrepo-


blación constante, esto es, sobrepoblación respecto de la necesi
dad de valorización del capital dada en cada momen to, aunque
la corriente de esa sobrepoblación se form e de generaciones h u
manas atrofiadas, de breve vida, que se em puja n rápidam ente

sición de las ad m i nist raci o n es locales de pobres. E l señor A . Re dgr ave, i nspec
tor fab ri l, asegura q ue esta ve z el siste ma por el cual los h uérfan os y los hijos
de los pobres se considera n «por l ey» apprentices (apren dices) «n o fue aco m p a
ñ ad o por los viejos ab usos» (sobre esos «a busos», cf. E nge ls, loe. cit.), a u n q ue
en u n caso, de todos m odos, «se ha ab usado del siste ma respecto de m uch achas
y m ujeres jóvenes ll evadas a La ncash i re y C h esh i re desde los distri tos agr íco
las de Escoc i a».
Segú n ese «sist ema el fab rica n t e concluye u n con t rat o con las a ut ori da des
de las Casas de pobres por d e ter m i nados perí odos. A l i m e n t a, viste y al oja a los
ni ños y les d a u nas p eque ñas sobras en di nero. L a o bservació n sigui ente del
señor Re d gra ve resul ta curi osa, sobre todo si se tiene en cuent a que el año 1860
es ú n ico i ncl uso entre los años prósperos de la i n d ust ri a algo do nera i ngl esa y
q ue, ad e m ás, los salarios estaban altos p or q u e la ex t raor d i n ar i a d e m a n d a de
t rabajo tr o pe z ab a con despo bla m i en t o en I r la n d a, e m igraci ó n sin precedent es
a A ust r al i a y N o r t ea m ér ica en los distritos agrícolas i ngleses y escoceses, d is
m i n ució n neta de la poblaci ón en algu n os distri tos agrícolas i ngleses, en parte
p or q ue ya antes se habí a consegu id o fe li z me n te q u e b rar la f u er z a vit al, en
part e p or qu e los com erci an t es en car ne h u m a n a habí an agot a do ya toda la
poblaci ón dispo nible. Pues bi en, pese a ello, el señor Re d gra ve dice: «Est e tipo
de t rabajo» (el que real iza n los ni ños de los hospicios) «n o se busca más que
cu an do no se p uede enco nt rar otro, pues es t rabajo caro (highpriced-labour). E l
salario cor rien te p ara u n joven de 13 años es a pr oxi m a d a m e n t e de 4 sh. se m a
nales; pero no se p ued e al ojar, vestir, al i m en t ar, pr oveer de ayu d a m éd ica y de
vigi la nci a a d ecu ad a a 50 o 100 chicos así, y e nci m a d arl es u na p eq ue ña co m
pensaci ón de d i nero, por 4 sh. se manal es por cab e za» {Rep. o f the Insp. o f F a e
tones fo r ^oth A pril 1860, pág. 27). E l señor Re d gra ve se o lvi d a de deci r có mo
consigue darl es todo eso el t ra baja dor m ism o a sus hijos p or 4 sh. D e salario, si
no p uede hacerl o el fab rica nte p ara 50 o 100 chicos que vive n, se al i m en ta n y
son vigi la d os ju ntos. Para evi t ar falsas i nferencias del texto he de a dver ti r que
la i n d ust ri a algo do nera i ngl esa se tiene q ue considerar co m o la i n d ust ri a eje m
plar de I ngla t er ra desde su so m et i m i en t o al factory act de 1850, con su regu la
ción del t ie m po de trabajo, etc. E l t rab aja dor i ngl és del algo dó n se e ncue ntra
desde todos los p u n tos de vista m ejor que su co m p a ñ er o de desti no co n t i ne n
tal. «E l t rab aja dor fabri l p rusian o t rabaja por lo menos 10 h oras más a la se
m a n a que su rival i ngl és, y si t rabaja con telar propi o en casa, desaparece i n
cl uso ese l í m it e de sus h oras de trabajo a ñ a di das» {Rep. o f Insp. o f Fact. j is t
Oct. 1 855, pág. 103). E l cit ado i nspector fab ri l Re d gra ve viajó p or el con t i nen
te después de la exposició n i n d ust ri al de 1851 sobre todo por F r a n ci a y Prusia,
p ara est udiar las con dici ones del trabajo fab ri l en esos países. D ice del obrero
de fáb rica pr usi ano: «Recib e u n salario sufici ente p ara p rocurarse u n a al i m e n
taci ón sencil la y el escaso con fo r t al que está acost u m b rad o y con el q ue se
contenta... V i v e peor que su rival i ngl és y t rab aja más d u ra m e n te que é l» {Rep.
oflnsp. ofF act. j / s t Oct. 1 853, pág. 85).
E l funda men to de la crítica 121

una a otra, cogidas del árbol aún in m aduras, por así decirlo.70 Es
verdad que, por otro lado, la experiencia m uestra al observador
inteligente lo rápida y profundam ente que la producción capita
lista — la cual, dicho históricamente, data de ayer— ha aferrado la
energía del pueblo por su raíz vital, que la degeneración de la po
blación industrial se hace más lenta sólo por la constante absorción
de elementos vitales espontáneos del campo, y que incluso los
trabajadores rurales, a pesar del aire más lim pio y del principie o f
natural selection , que tan om nipotentemente im pera entre ellos
y sólo deja sobrevivir a los individuos más robustos, em piezan a
agon izar.71 E l capital, que tan «buenas razones» tiene para negar
los sufrim ien tos de la generación de obreros que le rodea, no se
encuen tra, en su m ovim ien to práctico, ni más ni menos deter
m inado por la perspectiva de una fu tura descomposición de la
hu m an idad y una despoblación finalmen te irrefrenable que por
la posible caída de la T ierra sobre el Sol. T am bién en cualquier
especulación con acciones sabe todo el m undo que los vientos
tendrán que cam biar un día u otro, pero cada cual confía en que
se lleve la casa del prójim o después de que él mismo haya re
cogido la lluvia de oro y la haya puesto a buen recaudo. Aprés
moi le déluge es la exclamación favorita de todo capitalista y de
toda nación de capitalistas. Por eso el capital no tiene en cuenta
la salud y la duración de la vida del obrero si la sociedad no le
obliga a tenerla en cuenta.72 E l capital contesta a las quejas sobre

70 «Est as personas agota das por el trabajo m u ere n con ra p i d e z aso mbrosa;
pero los puestos de los q ue sucu m be n se cubre n de n u evo en segu i da, y el fre
cuente ca m b io de personas no p r od uce n i ngu n a al teración del escenari o» (E n -
55
gland and America , Lo n d res, 1 8 3 3 , 1 . 1, pág. ; aut or: E . G . W a k ef i e l d).
71 V . Public H ealth Sixth Repon o f the M edical O jficer o f the Privy Coun-
cil, 1863. P u b l ica d o en L o n d res en 1864. Est e repon tra ta p r i nci p a l m e n t e de
los t ra b aja d ores agr íco las. «Se ha p rese n t ad o el co n d a d o de Su t h e r la n d
co m o m uy m ej ora d o, p ero u n a i n vest igaci ó n reci e n t e ha d escub i ert o q u e en
dist ri tos a n t ig u a m e n t e m u y cél eb res p or sus h er m osos h o m b res y val ie n tes
sol dados los h ab it a n t es h an d ege n e ra d o en u n a ra z a d é bi l y a t rofi a d a. E n
l ugares de lo m ás sano, la d eras de col i nas fre n t e al m a r, los rost ros de sus
ni ños son d e lga d os y p ál i dos co m o p u e d a n serl o en la vici a d a a t m ósfera de
un cal l ejó n l o n d i n e nse» (T h o r n t o n , loe. cit., p ágs. 74, 75). Se p arece n, en
efecto, a los 30.000 «gal la n t h ig h la n d e rs» q u e G l asg o w e m b u t e, j u n t o con
p rost it utas y ra t er os, en sus wynds y closes.
72 «A u n q u e la salud de la población es u n ele mento tan i mportant e del ca
pital nacional, t eme mos que haya que confesar q ue los capitalistas no están d is
puestos a conservar ese tesoro y consi derarlo en su valor... H a habi do que i m p o
ner a los fabricantes el respeto a la salud de los obreros» {Times, 5 nov. 1861).
122 Textos selectos

la atrofia física y espiritual, la m uerte prem atura, el tormento del


exceso de trabajo: ¿Por qué nos va a m artiriz ar ese m artirio, si
nos au menta el gusto (el beneficio)? Pero en líneas generales eso
no depende tampoco de la buena o m ala volun tad del capitalista
in dividual. L a libre com petición impone como ley coercitiva ex
terna, frente al capitalista in dividu al, las leyes inmanentes de la
producción capitalista.73
L a fijación de una jornada de trabajo norm al es resultado de
una lucha m ultisecular entre el capitalista y el trabajador. Pero
la historia de esa lucha muestra dos tendencias contrapuestas.
C om párese, por ejem plo, la legislación fabril inglesa de núes-
tra época con los estatutos ingleses del trabajo desde el siglo xiv
hasta bien m ediado el siglo x v i i i . 74 M ientras que la m oderna le-
gislación fabril abrevia autoritariam en te la jornada de trabajo,
aquellos estatutos inten tan alargarla por la fuerza. Es verdad
que las pretensiones del capital en estado em brionario, el capi

«L os hom bres del West Riding se convirti ero n en pañeros de la h u ma n i d ad [...]


se sacrificó la salud del pueblo t rabajador, y la raz a habrí a dege nerado en unas
pocas generaci ones; pero se p ro du jo u n a reacción. Se li mit ó las horas de trabajo
infan til, etc.» ( Twenty-second annual Report o f the Registrar-General, 1861).
73 Po r eso h alla m os, por eje m p l o, que a p ri nci pi os de 1863, 26 fi r m as q ue
poseen a m p l ios tall eres de cerá m ica en St aff or dsh i r e, e ntre ellas ta m b ié n
J. W e d gw o o d e hijos, solicitan en u n m e m or ial «i n t ervenci ó n for zosa del E s-
ta d o». L a «co mp et ició n con otros cap it al istas», dicen, no les p er m i te l i m i tar
«vo l u n t ar i a m e n t e» el t ie m po de trabajo de los ni ños, etc. «P o r m uch o, pues,
que la m e n t e m os los males antes i ndicados, nos sería i mposi bl e i m p ed i rl os por
algú n tipo de acu erd o entre los fabrican tes... A la vista de todos esos p u ntos,
he m os ll ega do al co n ve nci m i e n t o de q ue es necesari a u na ley o bl igat or ia»
{Children’s Emp. Comm.,Rep. / , 1863, pág. 322).
A ñ a d i d o a esta nota. E n el p asado más reci ente hay u n eje m p lo m uch o
más l lam a tivo. L a al t ura de los preci os del algo dó n en u na época de n egó-
ció fabri l habí a m ov i d o a los poseedores de fábricas de t eji dos de algod ó n de
B lac k b u r n a a b revi ar me di an te acu er do de todos ellos el t ie m po de trabajo en
sus fáb ricas d u ra nt e u n d e t er m i n ad o perí odo. Ese perí odo ter m i na ba a fi nales
de n ovi e m b re (1871) a p r oxi ma d a m e n te. M i e n tras tanto, los fabrican tes más
ricos q ue co m bi na n la h i lat u ra con el teji do a provech aro n la d ism i n uci ó n de la
p rod ucci ó n acar rea d a por el acuer do p ara a m pl i ar su p ropi o negocio, h acie n
do gra n d es benefici os a costa de los pequeños patronos. Est os últ i mos ape lar on
en sus angusti as [...] a los obreros fabri les, les ex hort aro n a l l evar adelan te en
serio la agit aci ó n p or la jor n ad a de n ueve horas, y hasta les p r o m e ti eron a por
taci ones de d i n er o p ara ayu d ar les a ello.
74 Esos estatutos del trabajo, q ue se e ncue n t ra n en la m ism a época t a m
bién en F r a n ci a , en los Países Bajos, etc., f u ero n for m al m en t e abol idos en I n
gla t er ra en 1813 , cu an do ya h acía ti e m po q ue los habí an e l i m i n ad o las relaci o
nes y con dici ones de pro ducció n.
E l funda men to de la crítica I23

tal en nacim iento, cuando no asegura su derecho a sorber una


cantidad suficiente de plustrabajo por la m era violencia de las
relaciones y circunstancias económicas, sino también mediante
la ayuda del poder del Estado, resultan modestísimas si se las
com para con las concesiones que tiene que hacer, gru ñen do y
resistiéndose a ellas, en su edad m adura. C uesta siglos que el
trabajador «libre» se declare volun tariam en te dispuesto — esto
es, obligado socialmen te— , por causa del desarrollo del modo de
producción capitalista, a vender por el precio de sus acostu m bra
dos medios de vida todo su tiempo vital activo, hasta su m isma
capacidad de trabajo, su prim ogen itura por un plato de lentejas.
Por eso es natural que la prolongación de la jorn ada de trabajo
que el capital intenta imponer con la violencia del Estado a los
trabajadores adultos desde mediados del siglo x iv hasta finales
del xv n coincida más o menos con el lím ite del tiempo de traba
jo que el Estado traza aquí y allá en la segunda mitad del siglo
x ix a la conversión de sangre de niño en capital. L o que hoy
se proclama, por ejem plo, como lím ite estatal del trabajo de los
niños de menos de 12 años en el Estado hasta ahora más libre de
la República norteam ericana, el estado de M assachusetts, era en
Inglaterra, todavía a mediados del siglo xv n , la jornada de tra
bajo norm al de artesanos en la flor de la edad, robustos mozos de
labran za y gigan tescos herreros.75
E l prim er S tatute o f Labourers (23 E d u ard o I I I 1349) tenía
como pretexto in mediato (no como causa, pues la legislación de
este tipo sigue duran te siglos, ya sin ese pretexto) la gran peste
que diez m ó la población, de tal modo que, como lo dice un es-

75 « N i n g ú n n i ño de m e n os de 12 años p ue de t rab ajar en u n a fá b r ica más


de 10 h oras d i ar i as» (General Statutes o f Massachusetts, ch. 60, § 3. L as o r d e
n an zas se p r o m u lga r o n en tre 1836 y 1858). «Se e n t e n d erá co m o t ra bajo d i a
r io en el se n t i do de la l ey el t ra b a jo e jec u t a d o d i a r i a m e n t e en u n p la z o de
10 h oras en todas las fá b r icas de algod ó n, lan a, seda, papel, vi d r i o y li n o, o en
talleres de t ra bajo del h i er ro y otros me tales. Q u e d a rá t a m b ié n l egal m e n t e
est abl eci do q u e en el f u t u r o no se p od rá f o r z a r ni p e di r a n i ngú n m e n o r de
e dad e m p l ea d o en cu al q u i er fá b r ica m ás de 10 h oras d i ari as de tra bajo o 60
semanal es; a de m ás, q u e en el f u t u ro no se p o d rá e m p l ear co m o t ra b aja d or en
n i ngu n a fá b r ica d e n t ro del t er ri tor io de este Est a d o a n i n gú n mgn or de e dad
que no te nga 10 añ os» (State o f N ew Jersey. A n act to limit the hokrs o f labour,
etc., §§ 1 y 2. L e y de 18 de m a r z o de 1851). « N i n g ú n m e n o r de e dad de entre
12 y 15 años se p ue de e m p l ear en n i n gu n a fá b r ica más de 11 h oras d iar i as, ni
antes de las 5 de la m a ñ a n a, ni desp ués de las 7 1/2 de la t ar d e» (Revised S ta
tutes o f the State ofRhode Island etc., ch. 139, § 23, ist Ju ly 1857).
124 Textos selectos

critor tory, «la dificultad para poner a trabajar obreros a precios


razonables» (es decir, a precios que dejaran a los que los em
pleaban una cantidad razonable de plustrabajo) «llegó a ser real
mente insoportable».76 Por lo tanto, se impuso con fuerz a de ley
salarios razonables, así como el lím ite de la jornada de trabajo.
Este último punto, que es el único que nos interesa aquí, se repite
en el estatuto de 1496 (bajo E n riq u e V II). L a jornada de trabajo
para todos los artesanos (artificers) y trabajadores agrícolas tenía
que durar, de m arzo a septiembre, desde las cinco de la mañana
hasta entre las 7 y las 8 de la noche — cosa que no se consiguió
imponer nunca— , pero las horas para las comidas eran 1 para
el desayuno, 1 1/2 para el alm uerzo y 1/2 para la com ida de las
cuatro, o sea, exactamen te el doble que según la ley fabril hoy en
vigor.77 E n invierno habría que trabajar desde las 5 de la mañana
hasta el oscurecer, con las mismas interrupciones. U n estatuto de
la reina Isabel de 1562, para todos los trabajadores «alquilados
por salario diario o sem anal», deja intacta la duración de la jor
nada de trabajo, pero intenta li m itar las interrupciones a 2 1/2
horas en verano y 2 en invierno. E l alm uerzo d urará sólo una
hora, y «la siesta de media hora» no se permitirá más que desde la
mitad de m ayo hasta la mitad de agosto. Por cada hora de ausencia
se deducirá del salario 1 d. (unos 8 céntimos). Pero la situación era
mucho más favorable para los trabajadores en la práctica que en el
libro de los estatutos. E l padre de la economía política e inventor,
en cierta manera, de la estadística, W illiam Petty, dice en la obra
que publicó en el último tercio del siglo x v i i :

76 [J. B. Byles], Sophims o fF re e Trade, 7.a ed., Lo n d res, 1850, pág. 205. Por
lo d e m ás, este m ism o tory reconoce que «p or u n largo perí od o de 464 años
est u vi er o n vige n t es d isp osicio nes del Pa r la m e n t o q u e regu la b a n los salarios
co n t ra los o breros, a favo r de los q u e e m p l ea b a n el t ra bajo. L a p ob laci ó n
a u m en t ó. Esas leyes se h ici ero n e nto nces su p erfl uas y m o lestas» {loe. cit.,
pág. 206).
77 J. W a d e observa con ra z ó n sobre este estatuto: «Se despre nde del esta
tuto de 1496 q ue la al i m en t ación se considera ba equ ival en te de 1/3 de los i n
gresos de u n art esano y 1/2 del i ngreso de u n t rab aja dor agrícola, y eso i n dica
m ayor i n dep en d encia de los t rabajadores que la que p red o m i n a ah ora q ue la
al i m en tació n de los t rabajadores de la agr icu l t u ra y la m a n u fact u ra consti tuye
u na p roporci ón m uch o m ayor de sus salarios» (J. W a d e, loe. cit., págs. 24, 25 y
577). U n vist a zo de lo más su perfici al al Chronicon Preciosum, etc., del obispo
F l ee t w o o d , i . a ed., Lo n d res, 1707; 2.a ed., Lo n d res, 1745, basta para refu tar la
opi ni ó n de que la d ifere nci a se debe, acaso, a la d ifere nci a en la relaci ón de
preci os entre al i men t os y ropa de ah ora y de entonces.
E l funda men to de la crítica I25

L o s t r a b a ja d o r es (l a b ou r i ng m en , q u e p r o p i a m e n t e q u e r í a d eci r
e n t o n ces t r a b a ja d o r es agr íco l as) t r a b a j a n 10 h o ras d i a r i as y t o m a n
20 c o m i d as se m a n al es, a sa ber, tres d i a r i as los d í as d e t r a b a jo y d os
los d o m i n g os; p o r l o q u e se ve c l a r a m e n t e q u e si q u isi e r a n a y u n a r el
v i e r n es p o r la n och e y t o m a r la c o m i d a d e m e d i o d í a e n h o r a y m e d i a,
p a r a la c u a l n ecesi t a n a h o r a d os h or as, d e las 11 a la i d e la m a ñ a n a , si,
p u es, t r a b a j a r a n 1/20 m ás y co m i e r a n 1/20 m e n os, se p o d r í a a p o r t a r la
d é c i m a p ar t e d e l i m p u est o a r r i b a c i t a d o .78

¿N o tenía razón el doctor A n d rew U re al denigrar la ley de la


jornada de doce horas de 1833 como un regreso a los tiempos te
nebrosos? Es verdad que las disposiciones de los estatutos, citadas
por Petty, rigen también para los apprentices (aprendices). Pero la
siguiente queja permite ver qué ocurría con el trabajo de los niños
todavía a finales del siglo x v i i :

A q u í e n I n g l a t e r r a n u est r os jó v e n es n o h ace n n a d a d e n a d a h ast a el


m o m e n t o e n q u e se h ace n a p r e n d ic es, y e n t o n ces n e cesi t a n , n a t u r a l
m e n t e , m u c h o t i e m p o — siete a ñ os— p a r a f o r m a rse co m o ar t esa n os
co m p l e t os.

E n cambio se celebra el caso de A lem ania, porque allí, por lo


menos, ya desde la cuna, los niños «se educan para un poco de
trabajo».79

78 W . Petty, Poli t ical An a tomy o fl re l a n d i 6 j 2 , edit. 1691, p ág. 10.


79 A D iscourse on the Necessi ty o f E ncou r a gi ng M ec h a n ic \ Indust ry, L o n
dres, 1690, p ág. 13. M aca u lay, q u e ha falsea do la h istor ia de I n gl a t er ra de
acu er do con los i ntereses de wh igs y bourgeois, d ecl a m a lo q u e sigue: «L a
práctica de p o n er a t r a b a jar p re m a t u ra m e n t e a los n i ños i m p era b a en el si
glo x v i i en u n g ra d o casi i ncre í bl e p ara el est ad o de la i n d ust r i a en la é poca.
E n N o r w i c h , ca pi tal de la i n d ust r i a la nera, se co nsi d era ba ap to p ara el t r a
bajo a u n n i ño de 6 años. V a r i os escri tores de aq u e l la é poca — y e ntre ellos
vari os co nsi d era d os ex t ra or d i n ar i a m e n t e b e n évo l os— , m e nci o n a n con ex u l-
tation (j úbi l o) el h ech o de q u e en esa ci u d a d los m uch ac h os y las m uch ach as
crea n p or sí solos u n a r i q u e z a q u e i m p or t a b a al año 12.000 libr. est. p or e n
ci m a de su p ro p i o sustento. C u a n t o más a t en t a m en t e est u d i a m os la h istori a
del p asad o, t an to m ayor m o t ivo h alla m os de rech a z ar la o p i n i ó n de aq u el l os
q ue co nsi d era n a n u est ra é p oca fecu n d a en n u evos males soci ales. L o n u evo
es la i n te l ige nci a q u e d escu b re el m al, y la vi r t u d de h u m a n i d a d q ue lo sa na»
\ H istory o f E n g l a n d , vo l. 1, p ág. 417). M aca u la y h a br í a p od i d o co n t ar t a m
bién q u e amis du commerce «ex t ra o r d i n ar i a m e n t e b e n évo l os» n ar r a b a n con
cxult ation en el siglo x v i i q u e en u n h ospici o de H o la n d a p o n í a n a t ra b a ja r a
un n i ño de 4 años, y q u e este ej e m p l o de vertu mise en pr a t ique se recoge en
12 6 Textos selectos

D urante la m ayor parte del siglo xv m , hasta la época de la gran


industria, el capital no había conseguido aún en Inglaterra apode
rarse de toda la semana del trabajador mediante el pago del valor
semanal de la fuerza de trabajo; son excepción los trabajadores
agrícolas. L a circunstancia de que pudieran vivir una semana en
tera con el salario de 4 días no les parecía a los trabajadores motivo
suficiente para trabajar para los capitalistas también los otros dos
días. U na parte de los economistas ingleses denunció airadísima-
mente, al servicio del capital, esa caprichosa tozudez; otra parte
defendió a los trabajadores. O igamos, por ejemplo, la polémica
entre Postlethwayt, cuyo diccionario del comercio gozaba enton
ces de la misma fama que tienen hoy día obras análogas de Mac-
Culloch y M acGregor, y el ya citado autor del Essay on Trade and
Commerce .80
Postlethwayt dice entre otras cosas:

N o p u ed o ter m i n ar estas pocas consideracio n es sin f ija r m e en el t r i


v ial m o d o de h ab lar de d em asia dos, segú n el cual si el t ra b aja d or
(industrious poor) p u ed e co nsegu ir en 5 días lo suficien te p ara vivir,
no q u iere tra b ajar 6 d ías com pletos. D e eso in fiere n la n ecesid ad de
e n carecer in cluso los alim en tos im p resc in d ib les m ed ia n te im pu estos

t odos los escri tos de h u m a n i t ar i os a la M aca u la y hast a la é poca de A . Sm i t h .


E s cier to q u e con la a p ar ici ó n de la m a n u fact u ra , en cu a n t o d ifer e n ci a d a de
la art esa n í a, se m a n ifi est an h ue l las de la ex p l o t aci ó n de los n i ños q u e existe
desde a n t igu o, h ast a ciert o gra d o , e ntre los ca m pesi n os, y t an to m ás cua n t o
m ás d u ro es el y u g o q ue pesa sobre el la bra dor. L a t e n d e nci a del ca pi t al es
evi d e n t e, p ero los h echos m ism os son a ú n tan escasos co m o los n aci m i e n t os
de n iños de dos ca be z as. Po r eso amis du commerce ll enos de p re m o n ici o nes
los regist ra b a n con exultation, por p ar t icu la r m e n t e no ta bl es y a d m i ra b l es,
p ara co n oci m i e n t o de sus co n t e m p orá n eos y sucesores, y reco m e n d a b a n su
i m i t aci ó n. E l m is m o sicofan te y a d u la d o r re tór ico escocés M aca u la y dice:
« H o y no se oye h a blar m ás q u e de re troceso, y no se ve m ás q u e p rogr eso».
¡V a y a ojos y, sobre todo, v ay a oí dos!
80 E l más f uri oso acusad or de los t rabajad ores es el aut or an ó n i m o i n d ica
d o de An Essay on Trade and Commerce: containing Observations on Taxation,
etc., Lo n d res, 1770 . Po lo ni us A r t h u r Y o u n g, el i ncreí bl e charlat án estadístico,
sigue esa m ism a lí nea. E n t re los defensores de los t rabajadores destacan: Jacob
Va n d er l i n t en Money answers a ll things, Lo n d r es, 1734; el Rey. N a t h a n i e l F o rs-
ter, D . D ., en An Enquiry into the Causes o f the Present [.H igh ] Price ofProvisions,
Lo n d res, 1767; el D r. Pr ice y en especial ta m b ié n Post l e t h wayt, tanto en un
su pl e m en t o a su U n ive rsal Dictionary o f Trade and Commerce cuan to en Great-
Brit ain’s Commercial Interest explainedand improved, 2.a ed., Lo n d res, 1759. Los
hechos m ismos se e ncue n t ra n registra dos en las obras de m uch os otros escri to
res co n t e m p orá neos, com o Josi ah T uc k er.
E l funda men to de la crítica I27

u o t r os m e d i os c u a l esq u i e r a, p a r a o b l ig a r a los ar t esa n os y t r a b a j a


d o res m a n u f a c t u r e r os a t r a b a j a r i n i n t e r r u m p i d a m e n t e seis d í as p o r
se m a n a. P i d o p e r m iso p a r a d isc r e p a r d e est os g r a n d es p o l í t i cos q u e
r o m p e n u n a l a n z a p o r la p e r p e t u a esc la v i t u d d e l p u e b l o t r a b a j a d o r
(t he per pe t u a l sl avery o f t he w o r k j n g peop le) d e est e re i n o; o l v i d a n el
r e f r á n d e q u e «a l l w o r \ a n d no p l a y» (só lo t r a b a j a r y n u n c a j u g a r )
a t o n t a. ¿ N o se e n o rg u l l e ce n los i n gl eses d e la g e n i a l i d a d y la h a b i l i
d a d d e sus a r t esa n os y o b re ros d e las m a n u f a c t u r as, q u e h a n p r o c u r a
d o h ast a a h o r a u n i v e rsa l cr é d i t o y f a m a a las m e r c a n c í as b r i t á n icas?
¿ A q u é se d e b i ó eso? A n i n g u n a o t r a ca usa, p r o b a b l e m e n t e , si n o el
m o d o co m o n u est r o p u e b l o t r a b a ja d o r, d u e ñ o d e sus h u m o r es, sa be
d ist ra e rse . S i est u v i e r a n o b l i ga d os a t r a b a j a r d u r a n t e t o d o el a ñ o los
seis d í as d e la se m a n a, r e p i t i e n d o co n st a n t e m e n t e la m is m a t a re a, ¿n o
m e l l a r í a eso su 0 n i o y los h a r í a t o n t os y r u t i n a r i os, e n v e z d e l istos
y h á b i l es? ¿ Y n o p e r d e r í a n n u est ros t r a b a ja d o r es su f a m a a co n se
c u e n c i a d e tal esc la v i t u d e t e r n a, e n v e z d e c o n se r v a r l a?... ¿ Q u é t i p o
d e h a b i l i d a d ar t íst ica p o d e m os esp e r a r d e a n i m a l es t a n d u r a m e n t e
a z u z a d o s (h a n d dr iven a n i m a ls) ?... M u c h os d e e l l os r e a l i z a n e n c u a t r o
d í as t a n t o t r a b a jo co m o u n f r a n cés e n 5 o 6. P e r o si l os i n gl eses h a n
d e ser e t e r n os t r a b a ja d o r es f o r z a d os, se p u e d e t e m e r q u e d ege n e r e n
(degenera te) i n cl uso p o r d e b a j o d e los fra nceses. S i n u est ro p u e b l o es
ce l e b ra d o p o r su v a l e n t í a e n la g u e r r a , ¿n o d eci m os q u e eso se d e b e ,
p o r u n a p ar t e, al b u e n ro ast beef y al b u e n p u d d i n g i n gl eses q u e est á n
e n su c u e r p o , y p o r o t r a p ar t e, y n o m e n o r, a n u est r o c o n st i t u t i v o es
p í r i t u d e l i b e r t a d? ¿ Y p o r q u é n o v a a d e b erse el m a y o r ge n i o , e n e rg í a
y h a b i l i d a d d e n u est ros art esa n os y t r a b a ja d o res d e las m a n u fa c t u r as a
la l i b er t a d co n la q u e se d ist ra e n a su m o d o y m a n e r a? E s p e r o q u e n o
v u e l v a n a p e r d e r n u n c a esos p r i v i l eg i os, n i la b u e n a v i d a d e la q u e
n ace n p o r ig u a l su c a p a c i d a d p a r a el t r a b a jo y su v a l e n t í a .81

A eso contesta el autor del Essay on Trade and Commerce-.

S i se c o n si d e r a i n st i t u ci ó n d i v i n a sa n t i f i ca r el sé p t i m o d í a d e la se
m a n a , eso i m p l i c a q u e l os d e m ás d í as d e la se m a n a p e r t e n e ce n al
t r a b a j o [q u i e r e d e c i r al c a p i t a l , c o m o se v e r á e n se g u i d a], y n o se
p u e d e a c u sa r d e c r u e l d a d e l q u e se i m p o n g a ese m a n d a m i e n t o d i v i
n o ... L a h u m a n i d a d e n g e n e r a l se i n c l i n a p o r n a t u r a l e z a a la c o m o
d i d a d y la p e r e z a , d e l o q u e t e n e m os fa t a l e x p e r i e n c i a e n la c o n d u c t a

81 Post l et h wayt, loe. ci t., «F i rst Pre l i m i n a ry D isco u rse», p ág. 14.
128 Textos selectos

d e n u est r o p o p u l a c h o m a n u f a c t u r e r o , q u e p o r t é r m i n o m e d i o n o
t r a b a j a m ás d e 4 d í as a la se m a n a, sa lv o e n caso d e e n c a r e c i m i e n t o
d e los v í v e r es... S u p o n g a m o s q u e u n bushel d e t r ig o r e p r ese n t e t o d os
l os a l i m e n t os d e l t r a b a j a d o r , q u e c u est e 5 sh. y q u e el t r a b a j a d o r
g a n e 1 sh. al d í a co n su t r a b a jo . E n t o n c e s n o n ecesi t a t r a b a j a r m ás
q u e 5 d í as p o r se m a n a; y só l o 4 si e l bushel cu est a 4 sh... P e r o c o m o el
sa la r i o d e l t r a b a j o es e n est e r e i n o m u c h o m ás e l e v a d o q u e eso si se
c o m p a r a co n e l p r ec i o d e l os a l i m e n t os, el t r a b a j a d o r m a n u f a c t u r e r o
q u e t r a b a j a 4 d í as p ose e u n e xceso d e d i n e r o c o n el q u e v i v e oci oso
d u r a n t e e l rest o d e la se m a n a... C r e o q u e h e d i c h o l o su fi c i e n t e p a r a
d e j a r e n c l a r o q u e u n t r a b a j o m o d e r a d o d u r a n t e 6 d í as a la se m a n a
n o es n i n g u n a esc l a v i t u d . N u e s t r o s t r a b a j a d o r es a g r í c o l as l o h ac e n ,
y seg ú n t o d a a p a r i e n c i a so n l os t r a b a j a d o r es ( labou ring poor ) m ás
fe l i ces,82 p e r o l os h o l a n d eses l o h ac e n e n las m a n u f a c t u r a s y p a r e ce n
u n p u e b l o m u y f e l i z . L o s fr a n ceses l o h ace n e n la m e d i d a e n q u e
n o se i n t e r p o n e n sus m u c h os d í as d e fi est a [...]83 P e r o n u est r o p o
p u l a c h o se h a m e t i d o e n la c a b e z a la i d e a fi j a d e q u e si e n d o i n gl eses
t i e n e n p o r n a c i m i e n t o el p r i v i l e g i o d e ser m ás l i b r es y m ás i n d e
p e n d i e n t es q u e [l os t r a b a j a d o r es] e n c u a l q u i e r o t r o p a ís d e E u r o p a .
A h o r a b i e n , esa i d e a p u e d e ser d e a l g u n a u t i l i d a d c u a n d o i n f l u y e e n
la v a l e n t í a d e n u est r os so l d a d os; p e r o c u a n t o m e n os la t e n g a n los
t r a b a j a d o r es d e las m a n u f a c t u r a s, t a n t o m e j o r p a r a e l l os m is m os y
p a r a el E s t a d o . L o s t r a b a j a d o r es n o d e b e r í a n n u n c a co n si d e r a rse i n
d e p e n d i e n t es d e sus su p e r i o r es (independent o f their superiors) [...] E s
su m a m e n t e p e l ig r oso a n i m a r al p o p u l a c h o e n u n E s t a d o c o m e r c i a l
c o m o e l n u est r o , e n el q u e 7 d e c a d a 8 p a r t es d e la p o b l a c i ó n t o t al
t i e n e n p o c a p r o p i e d a d o n i n g u n a ...84 L a c u r a n o se rá c o m p l e t a h ast a
q u e n u est r os p o b r es i n d ust r i osos se d i g n e n t r a b a j a r 6 d í as p o r la
m is m a su m a q u e a h o r a g a n a n e n 4 d í as.85

82 An Essay, etc. É l m ism o dice en la p ág. 96 en q ué consistía, ya en 1770 ,


la «fe l ici d a d» de los t rabajad ores agrícolas i ngleses. «Sus t rabajado res (their
workingpowers) están sie m pre en el l í m it e (on thestretch)\ no p uede n v iv i r peor
de lo q ue vive n (they cannot live cheaper than they do), ni t rab ajar más d u ra
\
me nte (ñor w o j harder ) .»
83 Y a por su conversi ón de casi todas las fiestas de gu ar d a r en días labora
bles dese mpeñó el protestantismo u n papel i mportant e en la génesis del capital.
84 An Essay, etc., págs. 41, 15, 96, 97, 55, 56, 57.
85 Loe. cit., pág. 69. Jaco b Va n d er l i n t expl icó, ya en 1734, q ue el secreto de
las q uejas de los capital istas por la oci osi dad de la gent e t ra bajad ora consistía,
sencil la men te, en q ue los capital istas q u er í a n, p or el m ism o salario, 6 jor n ad as
de trabajo en ve z de 4.
E l funda men to de la crítica I29

Para esos fines, así como para «extirpar la vagancia, el libertinaje


y la romántica em briaguez de libertad», no menos que «para dis
m in uir el impuesto de pobreza, promover el espíritu industrial y
rebajar el precio del trabajo en las m anufacturas», nuestro fiel pa
ladín del capital propone el eficaz medio de encerrar en un «taller
ideal» (an ideal workhouse) a los trabajadores de que haya de en
cargarse la beneficencia pública, o sea, los pobres de solem nidad.
«Esa casa se tiene que convertir en una C asa de T error (House o f
Terror).»*6 Y en esta C asa del T error, o taller ideal, se trabajará
«14 horas diarias, au nque incluyendo las comidas oportunas, de
modo que quedan 12 horas de trabajo neto».87
¡D oce horas diarias de trabajo en el ideal workhouse , en la Casa
del T error de 1770! Sesenta y tres años más tarde, en 1833, cuando
el Parlam ento inglés rebajó la jornada de trabajo de los niños de
13 a 18 años en cuatro ramas fabriles a 12 horas de trabajo enteras,
pareció estallar para la industria inglesa el día del Ju icio F in al. E n
1852, cuando L . Bonaparte intentó hacer pie a la burguesía sacu
diendo la jornada legal de trabajo, el pueblo trabajador francés
gritó con una sola voz: «L a ley que reduce la jornada de trabajo
a 12 horas es el único bien que nos ha quedado de la legislación
de la República».88 E n Z uric h el trabajo de los niños de más de
10 años estaba limitado a 12 horas; en el A argau se redujo en 1862
el trabajo de los niños de 13 a 16 años de 12 1/2 a 12 horas; en
A ustria, en 1860, el de los niños entre 14 y 16 años a 12 horas.89

86 An Essay, etc., págs. 242, 243: «Such ideal workhouse must be made a
“House o f Terror” y no u n asilo en el que los pobres reci ben co m i d a ab u n dan t e,
son vesti dos decente y a b r iga d a m e n te y t rab aja n p oco».
87 «I n this ideal wor k h o use the poor shall w o r k 14 h ours i n a d ay, a l l o w i n g
p roper ti eme for meáis, in such m a n n er t hat t here shall re m a i n 12 h ours o f
neat la b our» (loe. cit., pág. 260). «L os franceses — dice— se ríen de n uestras
entusiastas ideas de l i bert ad» (loe. cit., pág. 78).
88 «Se resisten a un t rabajo de más de 12 horas d iar i as p ar t icular me n t e
p or que la ley q ue i m p la nt ó ese n ú m er o de horas es el ú n ico bien q ue les q ue da
de la legislaci ón de la Re p ú b l ica (Rep. oflnsp. ofF act. j ist Octob. 1 855, pág. 80).
L a ley fra ncesa de las doce horas, del 5 de septi embre de 1850, es u n a edici ón
a b u rgu esa da del decret o del gob ier n o p rovisio nal del 2 de m ar z o de 1848; se
aplica a todos los talleres sin dist inci ón. A n t es de esa ley la jor n a d a de trabajo
era en F r a n ci a i li mi ta da. E n las fábricas d u ra b a 14, 15 y más horas. V e r Des
classes ouvriéres en Franee,pendant l ’année 1848, p or M . B la n q u i. E l señor B l a n-
q ui — el eco no m ist a, no el revo l ucio nari o— tenía co nfi ad a p or el go bi er n o la
i nvest igació n sobre la si tuación de los obreros.»
89 Bé lgica m u est ra ser el país mo de lo b u rgu és ta m b ié n respecto de la re
gulaci ó n de la jor n a d a de t rabajo. L o r d H o w a r d de W a l d e n , pl en i pote nciari o
r3 ° Textos selectos

¡Q ué «progreso desde 1770», exclam aría M acaulay jubiloso y


«con exultation »!
L a «Casa del T error» para los pobres, en la que aún soñaba el
alma capitalista en 1770, se irguió pocos años después como gigan
tesca «casa de trabajo» para los trabajadores mismos de las m a
nufacturas. Se llamó fábrica. Y esta vez el ideal se quedó pálido al
lado de la realidad.

E l lector recordará que la producción de plusvalía o extracción de


plustrabajo es el contenido y la finalidad específicos de la produc
ción capitalista, prescindiendo de cualquier transformación del
modo de producción mismo que brote acaso de la subordinación
del trabajo al capital. También recordará que, desde el punto de
vista hasta ahora desarrollado, sólo contrata con el capitalista, des
de la posición de vendedor de mercancía, el obrero independiente
y, por lo tanto, legalmente capaz de contratar. Así, pues, si en nues
tro esbozo histórico son protagonistas, por una parte, la industria
moderna y, por otra, el trabajo de personas física y jurídicamen te
menores, es que la una nos ha sido útil sólo como esfera particular,
y el otro sólo como ejemplo particularmente concluyente de la ab
sorción del trabajo. Pero aun sin anticipar el posterior desarrollo,
ya de la mera cohesión de los hechos históricos se desprende esto:
E n primer lugar: E n las industrias primero revolucionadas por
el agua, el vapor y la maquinaria, en esas primeras creaciones del
modo de producción moderno — las hilaturas y los tejidos de al
godón, lana, lino y seda— , se empieza por satisfacer el impulso
del capital a una prolongación desmedida y desconsiderada de la
jornada de trabajo. E l alterado modo de producción material y las
relaciones sociales de los productores,90 alteradas de modo corres
pondiente a aquél, crean primero el abuso desmedido y suscitan
luego, al contrario, el control social que limita, regula y homogeni-

i ngl és en Br uselas, i n fo r m a al F o re i n g O ffice con fecha 12 de m ayo de 1862:


«E l m i n ist r o Rogi er m e d ijo q ue ni leyes general es ni or d e n an zas locales l i m i
tan de n i ngú n m o d o el trabajo de los ni ños; q ue d ura nt e los últ i mos 3 años el
go bi er n o consideró en todas sus sesiones la i dea de presentar a las cá m aras u na
ley sobre ese t ema, pero q ue sie mpre t r op ezó con u n obstáculo i nsuperabl e, el
celoso te mor a cu al q u i er l egislaci ón que co n t rad iga el p ri nci pi o de la plena l i
bert ad del t rab ajo».
90 «E l com port a m i e n t o de cad a u na de estas clases» (capitalistas y t ra b aja
dores) «era resul tado de la si tuación en q ue en cada caso se habí an visto p ues
t as» {Reports etc. f o r 3 ist Oct. 1848, pág. 113).
E l funda men to de la crítica

za legalmente la jornada de trabajo con sus pausas. Por eso durante


la primera mitad del siglo x ix ese control se presenta sólo como le
gislación excepcional.91 E n cuanto que conquistó el territorio inicial
del nuevo modo de producción, resultó que hacía mucho tiempo
que no sólo muchas otras ramas de la producción habían entrado
en el régimen fabril propiamente dicho, sino que, además, manu
facturas con tipos de explotación más o menos antiguos — como la
alfarería, el vidrio, etc.— , o artesanías antiguas — como la panifica
ción— y al final incluso el disperso trabajo llamado casero — como
la producción de clavos, etc.— 92 estaban desde hacía tiempo tan
sometidos a la explotación capitalista como la fábrica. C onsiguien
temente, la legislación se vio obligada a desprenderse poco a poco
de su carácter de excepción, o bien, si tenía que proceder con ca-
suismo romano, como ocurre en Inglaterra, a declarar a voluntad
fábrica (factory) cualquier casa en la que se trabajara.93
E n segundo lugar: L a historia de la regulación de la jornada
de trabajo, en algunos modos de producción, y, en otros, la lucha,
que aún continúa, por esa regulación prueban tangiblemente que
en determinados estadios de madurez de la producción capitalista
el trabajador aislado, el trabajador en cuanto vendedor «libre» de
su fuerza de trabajo, sucumbe sin resistencia. Por eso la creación
de una jornada de trabajo normal es producto de una larga guerra
civil, más o menos disim ulada, entre la clase de los capitalistas y la
clase de los trabajadores. Como la lucha se inaugura en el ámbito
de la industria moderna, se desarrolla primero también en la tierra
natal de ésta, Inglaterra.94 Los obreros fabriles ingleses fueron los

91 «L as operaci ones q ue cayero n bajo la li m i tació n estaban relacio nadas


con la p r od ucci ó n de art ícul os textiles con ayu d a de la f u er z a del va p or o del
agua. U n a act ivi d ad de trabajo habí a de cu m p l i r dos con dici ones p ara caer
bajo la protecció n de la i nspecci ón fab ri l, a saber, la apl icació n de la f u er z a del
va p or o del agu a y la e laboració n de de ter m i na das fi bras q ue se especifica n»
(Reports e tc.for j is t October 1864, pág. 8).
92 So bre el estado de esta i n d ust ri a l la m a da casera hay u n m a teri al r i q u í
si mo en los úl ti mos i nfor mes de la Childrens Employment Commission.
93 «L as leyes de la ú l t i m a l egisla tu ra» (1864) «[...] a barcan ra m as de ocu
p ación de var i a especi e en las q u e d o m i n a n costu m bres m u y d iversas, y la
u ti l iz ació n de la f u er z a m ecá n ica para m over la m a q u i n ar i a no se cuen t a ya,
co m o se h ací a an t es, e n t re las co n d ici o n es n ecesari as p a ra q u e u n t al l er sea
fá b r ica en el sentido de la l ey» (Reports e tc fo r 3 1 st Oct. 1864, pág. 8).
94 B é lg ica , p ara íso de l l i b er al ism o co n t i n e n t al, no p rese n t a ni rastro de
ese m ovi m i en t o, com o es nat ural. I ncl uso en sus mi nas de car bó n y de metales
co nsu m e n co n t o d a «l i b e r t a d » t r a b a ja d o res de a m b os sexos y c u a l q u i e r
Textos selectos

primeros campeones no sólo de la clase obrera inglesa, sino de toda


la clase obrera moderna, del mismo modo que sus teóricos fue
ron los primeros en arrojar el guante a la teoría del capital.95 Por
eso denuncia el filósofo fabril U re vergüen za indeleble de la clase
obrera inglesa el que inscribiera en sus banderas «la esclavitud de
las leyes fabriles», frente al capital, que luchaba virilmente por «la
libertad absoluta del trabajo».90
F ran cia sigue a Inglaterra, cojeando lentamente. H ace falta la
revolución de febrero para que nazca la ley de las doce horas,97
mucho más defectuosa que su original inglés. A pesar de ello, el
método revolucionario francés manifiesta también sus peculiares

e dad d ura nt e el ti empo q ue sea y las h oras q ue sea. D e cada 1.000 personas
ocu p a d as en e llas 733 son var o n es, 88 m u j e res, 135 m u c h ac h os y 44 m u
c h ach as de m e n os de 16 a ñ os; en los al tos h or n os, e tc., de ca d a 1.000 son
varo n es 668, 149 m u j eres, 98 m u ch ac h os y 85 m uc h ach as de m e n os de
16 años. A eso se aña de un salario bajo p or u n a expl otació n e nor m e de fu erz as
de trabajo m a d u r as y j u v e n i l es, p or t é r m i n o m e d i o 2 sh. 8 d. al d í a p a ra
los h o m b res, 1 sh. 8 d. p ara las m ujeres, 1 sh. 2 1/2 d. p ara los m uch achos.
A ca m b io de eso, n a t u r al m e n t e , en 1863 B é lg ica ha d u p l i ca d o a p r o x i m a d a
m e n t e, en co m p araci ó n con 1850, la ca n t i da d y el val or de su expo rt ació n de
carbó n, h ierro, etc.
95 C u a n d o , p oco después de la p r i m er a d éca da de este siglo, Ro ber t
O w e n no sólo d efe n d i ó t eór ica me n t e la necesi dad de u na re d ucci ó n de la
jor n a d a de t rab ajo, si no q u e, a d e m ás, i m p la n t ó real m e nt e en su fá b r ica de
N e w -L a n a r k la jor n a d a de d i e z h oras, se b u r laro n de su p r oyecto cal ificá n
dolo de ut op ía co m u n ist a, exacta m e n t e igu al q u e de su «co m b i n aci ó n del
t rab ajo p r o d uct ivo con la e d ucaci ó n de los n i ñ os», exacta m e n t e igu al q u e de
las ti en das coo p era tivas de los o breros, a las q ue él di o vi d a. H o y d ía, la p r i
m era ut op ía es l ey fab r i l, la segu n da fig u ra co m o p ala b rer ía ofici al en todos
los «F ac t o r y A c ts», y la t ercera sirve ya i ncl uso de t a p a d era de est afas reac
cio nar ias.
96 U r e , Ph ilosoph ie des M a n uf act ures (t ra d. fr a n c.), P a r ís, 1836 , t. 11,
págs. 39, 40, 67, 77, etc.
97 E n el Co mp t e Ren du d el C o n g r eso Est a d íst i co I n t e r n ac i o n a l de P a
rís de 1855 se lee e n tre o t ras cosas: « L a l ey fra n cesa q u e l i m i t a a 12 h oras
la d u raci ó n del t rabajo d iari o en fábricas y talleres no li m i ta ese trabajo dentro
de de ter m i na das h oras fi jas» (perí odos), «p ues sólo p ara el trabajo de los ni ños
p rescr i b e el p er í o d o q u e va de las 5 de la m a ñ a n a a las 9 de la n och e. Po r eso
u n a p art e de los fa b r ica n t es a p ro vech a el d erech o q u e les d a ese si l encio
ca rga d o de co nsecu e n ci as p a ra h acer t r a b a ja r si n i n t e r r u p ci ó n u n d í a tras
o t r o, tal ve z con la exce pci ó n de los d o m i ngos. U t i l i z a n p ara ello dos equi pos
d ifere n t es de t r a b a ja d o res, n i n g u n o de los cu al es p asa en el t al l er m ás de
12 h or as, y así el est a b l eci m i e n t o f u n c i o n a d í a y n och e. L a l ey q u e d a sa
t isfec h a, pero ¿lo está ta mbi én la vi r t u d de h u m a n i d a d?». A d e m ás de la «des
t r uctora i n fl ue nci a del t ra bajo n oct u r n o en el o rga n ism o h u m a n o» se su b ra
ya t a m b ié n «la fat al i nfl ue nci a de la asoci aci ón n oct u rn a de am bos sexos en
unos m ismos talleres p ál i da me nt e al u m bra dos».
E l funda men to de la crítica 133

excelencias. D e un solo golpe impone a todos los talleres y fábri


cas sin distinción una misma limitación de la jornada de trabajo,
mientras que la legislación inglesa se indina de mala gana, ante la
presión de las circunstancias, ahora en este punto, luego en aquél,
y se encuentra así en el camino más corto para llegar a un nuevo lío
jurídico.98 Por otra parte, la ley francesa proclama cuestión de prin
cipio lo que en Inglaterra no se conquista sino en nombre de niños,
menores y mujeres y sólo en los últimos tiempos se reivindica como
derecho general.99
E n los Estados U nidos todo movimiento obrero estuvo parali
zado mientras la esclavitud corrompió una parte de la República.
E l trabajo no se puede emancipar dentro de la piel blanca donde se
estigmatiza en piel negra. Pero de la muerte de la esclavitud brotó
en seguida una vida rejuvenecida. E l primer fruto de la guerra
civil fue la agitación por la jornada de ocho horas que, con las bo
tas de siete leguas de la locomotora, avan zó del océano A tlán tico
al Pacífico, de N ueva Inglaterra a C aliforn ia. E l congreso obrero
general de Baltimore (agosto de 1866) declara:

L a p r i m e r a y g r a n d e e x ig e n c i a d e l p rese n t e p a r a l i b e r a r el t r a b a jo d e
est e p aís d e la esc la v i t u d ca p i t al ist a es la p r o m u lg a c i ó n d e u n a l e y p o r
la c u a l 8 h o ras co n st i t u ya n la jo r n a d a d e t r a b a jo n o r m a l e n t o d os los
Est a d os d e la U n i ó n n o r t e a m e r ic a n a. E st a m o s d e c i d i d os a co n t r i b u i r
co n t o d a n u est ra f u e r z a a la co nsec u c i ó n d e ese resu l t a d o g l o r i oso .100

98 «Po r eje m p lo, en m i distri to, u n m ism o fabrica nte es, en los m ismos
e d ifici os fa b r i l es, b l a n q u e a d o r y t i n t ore r o so m e t i d o a la L e y sobre b l a n
q u eo y t i n t orer í a, est a m p a d or so m e ti do al Printworks’ Act y finisher de
acu er d o con la “ ley fa b r i l” [...]» (Report ofM r. Baker en Reports etc.for 3 ist Oct.
1 8 6 1 , pág. 20). E l señor B a k e r d ice, tras e n u m e rar las d ifere n t es d isp osici o
nes de esas leyes y la consigui e n te co m p licaci ó n: «Se ve lo d ifícil que tiene que
ser asegu rar la ej ec uc i ó n de esas tres l eyes de l P a r la m e n t o si al p ro p i e t ar i o
de la fá b r i ca le apetece e l u d ir la l ey» (loe. cit., pág. 211) . L o q ue sí está seguro
con eso para los señores juristas son pleitos.
99 Así, fi nal m e nt e, los i nspectores fabri les se at reve n a deci r: «Est as o b je
ci ones» (del ca pi tal co n t ra la l i m i t aci ó n l egal del t i e m p o de tra bajo) «t ie ne n
que i ncl inarse ante el gra n p ri ncip io de los derech os del t rabajo [...] h ay u n
mo men t o en el cual cesa el d erecho del e m p resari o al trabajo de su o brero y
este m is m o p u e d e d isp o n e r d e su t i e m p o , a u n q u e n o se h a y a ago t a d o
t o d a v í a» (Reports etc. fo r 3 1 st Oct. 1862, pág. 54).
100 «N osot ros, obreros de D u n k i r k , declara mos que la d uraci ón del tiempo
de trabajo exigi da bajo el actual sistema es de masiado larga y no deja tie mpo al
t r a b a ja d o r p a ra recu p e ra rse y d esa r ro l la rse, si no q u e lo re b a ja m ás b ie n a
un estado de servi d u m b re que es poco m ejor q ue la esclavit ud (a condition o f
134 Textos selectos

A l mismo tiempo (comienzos de septiembre de 1866) el Congreso


O brero Internacional de G inebra resolvía, a propuesta del Conse
jo G eneral de Londres: «D eclaramos que la limitación de la jor
nada de trabajo es una condición previa sin la cual han de fracasar
todos los demás esfuerzos de emancipación [...] Proponemos las
8 horas como límite legal de la jornada de trabajo».
D e este modo el movimiento obrero constituido instintiva
mente, a partir de las relaciones de producción mismas, a ambos
lados del A tlántico sella la sentencia del inspector fabril inglés R.
J. Saunders:

Ja m ás se p o d r á n r e a l i z a r co n p e rsp ec t i v a d e é xi t o m ás p asos e n la
r e f o r m a d e la so ci e d a d si n o se l i m i t a a n t es la j o r n a d a d e t r a b a jo y se
i m p o n e est r i c t a m e n t e el l í m i t e p r esc r i t o .101

H ay que reconocer que nuestro trabajador sale del proceso de pro


ducción distinto de como entró en él. E n el mercado se enfrentó,
como poseedor de la mercancía «fuerza de trabajo», con otros po
seedores de mercancías, poseedor de mercancías frente a poseedor
de mercancías. E l contrato por el que vendió su fuerza de trabajo
al capitalista probaba, por así decirlo, en negro sobre blanco, que
dispone libremente de sí mismo. U na vez cerrado el trato se des
cubre que no era ningún «agente libre», que el tiempo por el que
puede libremente vender su fuerza de trabajo es el tiempo por el
cual está forzado a venderla,102 que, de hecho, el que le chupa no

servitude but little better than slavery). Por eso resolve mos q u e 8 h oras bastan
p ara u na jor n ad a de t rabajo y tienen q ue ser legal me nte reco nocidas p or sufi
cientes; q u e l la m a m os en n uest ro ap oyo a la prensa, pod erosa palanca [...] y
consi dera mos e ne m igos de la refor m a del t rabajo y de los derech os de los t ra
b aja d or es a t od os los q u e n i eg u e n ese a p oyo» (Reso l uci o n es de los t r a b a ja
dores de D u n k i r k , Est a d o de N u e v a Y o r k , 1866).
101 Reports e tc.for j is t Oct. 1 848 , pág. 112.
102 «Est as i ntrigas» (las man iobras del capital, en 1848-1850 , por ejemplo,
«h an aportado ade más la prueba i rrefutable de lo falsa que es la afi r mació n, tan
a m e n u do presentada, de q ue los t rabajadores no necesitan n i ngu n a protección,
si no que se tienen que est i mar com o poseedores con libre disposición de la ú nica
propi edad que tienen, el trabajo de sus ma nos y el su dor de su frente» (Reports
etc.for ^oth A pril 1850, pág. 45). «E l trabajo libre, si es q ue se le puede l lamar así,
necesita para su protecci ón, i ncl uso en u n país libre, el fuerte brazo de la l ey»
(Reports etc.for j is t Oct. 1864, pág. 34). «Per m i t i r — u obligarl es, que es en rea
li dad lo m ism o— [...] trabajar 14 horas di ari as con co m i da o sin ella, etc.» (Re
ports etc.for *¡oth A pril 1863, pág. 40).
E l funda men to de la crítica 135

le suelta «mientras aún haya por explotar un músculo, un tendón,


una gota de sangre».103 Para «defensa» contra la serpiente de sus
torturas los trabajadores tienen que juntar las cabezas e imponer
como clase una ley del Estado, un obstáculo social superpotente
que les impida venderse ellos mismos y su linaje hasta la muerte y
la esclavitud en el contrato volun tario con el capital.104 E n el lugar
del majestuoso catálogo de los «derechos inalienables del hombre»
aparece la modesta C arta M agna de una jornada de trabajo legal
mente limitada, la cual «pone finalmente en claro cuándo termina
el tiempo que vende el trabajador y cuándo empieza el tiempo
suyo propio»:105 Quantum mutatus ab illo!106

103 F r i e d r ich E nge ls, «D i e englische Zeh n tst u n d en bi ll», loe. cit., pág. 5
( O M E 12).
104 E n las ra m as i n d ust r i al es q u e le est án so m et i d as, la l ey de las d i e z
h oras «ha salvad o a los obreros de u na dege neraci ón co m p le ta y ha p ro tegi do
su estado físico» (.Reports etc. fo r ¿ist Oct. 1859, pág. 47). «E l capi tal» (en las
fábricas) «no p uede n u nca m a n t e n er en m ovi m i e n t o la m a q u i n ar i a más allá
de u n p e r í o d o l i m i t a d o si n d a ñ a r a los t r a b a ja d o r es ocu p a d os en su sa l u d
v en su moral; y no se encue n t ra n éstos en posici ón de defen derse ellos m is
mos» (loe. cit., pág. 8).
105 «Sig n if ica u na ven taja t od avía m ayor el que se d ist i nga por fi n clara
m e n t e e n tre el t i e m p o q u e p er t e n ece al t r a b a ja d o r m is m o y el q u e p e r t e
nece a su e m p resar i o . E l t r a b a ja d o r sabe a h o ra cu á n d o t e r m i n a el t i e m p o
q ue ve n d e y e m p i e z a el suyo p r o p i o, y, co m o lo sabe co n ex ac t i t u d an t es,
p u ed e d isp o n er p or a n t ici p a d o de sus pro pi os m i n u t os p ara sus p ro pi os f i
nes» (loe. cit., p ág. 52). « A l co n v e r t i r l os» (las leyes fab r i l es) «e n d u e ñ os de
su p ro pi o t i e m p o, les h a n d a d o u n a e n e rgí a m o ra l q u e les l l ev a p osi b l e
m e n t e a a p o d er arse d el p od er p o l í t ico» (loe. cit., p ág. 47). L os i nspect ores
fab r i l es a p u n t a n con co n t e n i d a i r o n í a y usa n d o ex p r esi o n es m u y p r e c a v i
das q u e la act u al l ey de las d i e z horas li bera ta mbién algo al capit al ista de su
espontánea b ru t al i d a d de m era e n car n ac i ó n del ca pi t al y le h a d a d o t i e m p o
para algo de «f o r m ac i ó n ». A n t es «e l e m p resar i o no t e n í a t i e m p o m ás q u e
p ara el d i n er o, n i el o b rero m ás q u e p ara el t rabajo» (loe. cit., pág. 48).
106 «¡C u á n t o cambiado por e ll o!» (Vi rgil io, Eneida, libro 11, v. 274). (N. de
J acobo Muñoz.)
EL VÍNCULO DE TO D OS LOS VÍNCULOS

E L T IE M P O D E L A V E N A LI D A D U N IV E RSA L*

L legó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido


considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de trá
fico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que
hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban; se
donaban, pero nunca se vendían; se adquirían, pero nunca se com
praban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en
suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción
general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en térm i
nos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o físi
ca, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser
apreciada en su más justo valor...

T ra d u c c ió n : Jacobo M u ñ o z . F u e n te: M E W iv, pág. 69.

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