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tratado de filosofía muy interesante

Poner el foco en el ser humano desde una perspectiva en el que todo aquello que tiene que ver con el ser
humano, su vida, su educación, su cultura, su bienestar, su seguridad, estén todos bajo una filosofía muy
interesante.

Estado y Sociedad
Introducción “La dialéctica Estado-sociedad”
La relación entre el Estado y la sociedad es un complejo tejido de interacciones que refleja la dialéctica del amo y
el esclavo, como planteaba Friedrich Hegel en el siglo XIX. Hegel argumentaba que la formación de la
autoconciencia de un individuo se origina a través de su interacción con otros individuos. La relación entre el amo
y el esclavo, según él, es un ejemplo paradigmático de dominación y sumisión. El amo ejerce su control sobre el
esclavo mediante la fuerza y la coerción, viendo al esclavo como un objeto. Mientras tanto, el esclavo busca la
aprobación y el reconocimiento del amo.
No obstante, lo que resulta particularmente intrigante en esta dialéctica es que, con el tiempo, esta dinámica
evoluciona hacia un proceso de inversión. A medida que el esclavo trabaja para satisfacer las necesidades y deseos
del amo, adquiere habilidades y conocimientos que el amo carece. Esto le otorga al esclavo una forma de poder y
autoconciencia que el amo no posee. Con el tiempo, el esclavo llega a comprender su propia valía y capacidad,
mientras que el amo se vuelve dependiente del esclavo para satisfacer sus necesidades.
Esta inversión conlleva un cambio en la dinámica de poder, donde el esclavo empieza a exigir reconocimiento y,
finalmente, se convierte en un individuo consciente de sí mismo. En contraposición, el amo se da cuenta de que su
autoestima y su sentido de sí mismo dependen del reconocimiento del esclavo.
En el contexto de la sociedad y el Estado, podemos considerar al Estado como el amo que ejerce el poder y la
autoridad, mientras que la sociedad representa al esclavo que está sujeto a las directrices y regulaciones estatales.
No obstante, esta relación es profundamente recíproca y bidireccional. Tanto el Estado como la sociedad pueden
actuar como amos y esclavos en diferentes aspectos, y su relación se caracteriza por un constante intercambio de
poder y reconocimiento mutuo.
Es decir, esta influencia no fluye en una sola dirección. No solo el Estado afecta a la sociedad, sino que también la
sociedad influye en la estructura y funciones del Estado. Los cambios en la sociedad pueden dar lugar a la
aparición de nuevos tipos de Estado. Del mismo modo, las políticas y decisiones del Estado pueden moldear y
transformar la sociedad en su conjunto.
Esta causalidad circular plantea un desafío en la búsqueda de un punto de inicio claro, ya que el Estado, como
entidad pura, ha existido desde siempre. La naturaleza actúa como Estado Supremo al cual la sociedad ha estado y
continúa estando subordinada. No obstante, este Estado Natural Supremo carece del concepto político
convencional de Estado como contrato social y de elementos democráticos.
El individuo nace inmerso en el influjo de la naturaleza, lo que provoca una reflexión sobre la noción que tenemos
de libertad y autonomía. En un sentido absoluto, estas nociones resultan prácticamente inexistentes. La condición
humana se encuentra indisolublemente ligada a la influencia de la naturaleza.
La complejidad de la red globalizada en la que vivimos en esta época contemporánea hace que entender con
precisión y claridad la sociedad y, por ende, el Estado, sea un desafío considerable pero no imposible.

Análisis Filosófico y Sociopolítico


Según Aristóteles, una sociedad basada en la amistad y la justicia podría lograr una mayor estabilidad y
prosperidad, independientemente del tipo de Estado que la gobierne. En contraste, Platón insistía por una
monarquía dirigida por filósofos reyes. Aristóteles sostenía que, a pesar de las desventajas de estar bajo la
autoridad del Estado, la sociedad misma forma parte de ese Estado y, por lo tanto, la sociedad otorga su
legitimidad al Estado y viceversa.
Por otro lado, Carl Marx argumentaba que la sociedad obtiene el tipo de Estado que se merece. Su análisis resalta
la interacción compleja entre la estructura económica, la lucha de clases y la formación del Estado. Según Marx, el
Estado refleja los intereses y la dominación de la clase dominante, lo que significa que la sociedad contribuye a la
formación y sostenimiento del Estado de acuerdo con su estructura económica y relaciones de poder.
El punto es que, aún no hemos logrado alcanzar una sana estabilidad en la relación entre sociedad y Estado, entre
estructura y superestructura.

No lo hemos logrado porque la discusión reside en el plano de las ideas de ideas, en conceptos. Porque en última
instancia, el ser humano es tanto la sociedad, osea la estructura como también es el Estado, osea la
superestructura. Es el individuo quien, paradójicamente, se limita en cuanto a su propia libertad y debe luchar
consigo mismo para recuperarla.
En palabras de Marx el problema es la explotación del hombre por el hombre. La historia de toda sociedad
humana hasta nuestros días es una historia de lucha de clases.
No es el Estado el que gobierna o dirige a la sociedad, no es un Estado autoritario el que reprime o agobia a los
ciudadanos con impuestos. El Estado no es una entidad maligna ni mucho menos una que menoscabe las
libertades y derechos de la sociedad. La sociedad no es víctima ni está moldeada para ser ignorante frente al
Estado, es el hombre detrás de estos conceptos, es el hombre quien gobierna, dirige, reprime, agobia, menoscaba
y moldea al propio hombre.
Estado y sociedad convergen en un solo concepto fundamental que el ser humano. Es el individuo quién ejerce
como juez y defensor de sí mismo, quien se manifiesta en las calles en una lucha consigo mismo. Más allá de las
políticas estatales o discursos políticos antagónicos, la tan ansiada paz mundial no descansa en las manos de un
Estado globalizado ni en políticas diplomáticas.
El consumismo y la influencia del dólar en nuestras vidas cotidianas, el partido o ideología que gane o no en las
próximas elecciones para comandante en jefe, no determinará nuestro futuro como sociedad ni como individuos.
Lo que verdaderamente nos define y determina, tanto sociedad y como Estado, son nuestras naturalezas
universales e individuales, nuestros comportamientos egoístas.
Para discutir sobre el Estado y la sociedad, es esencial comenzar por considerar quiénes son los constituyentes de
ambos. Debemos retroceder a nuestros orígenes y reconocer que no se trata de una casualidad, sino de una
causalidad arraigada en nuestra naturaleza y en nuestra condición intrínseca de estar subyugados a un Estado
supremo, del cual no hay forma alguna de disociarse. Tanto Estado como sociedad y tanto ser humano, nada
puede pensarse aisladamente ni concebirse separable uno de otros.

La Evolución de la sociedad y el Estado “Desde la simplicidad a la complejidad”


El mundo no siempre ha sido tan complejo; sin embargo, a lo largo de la historia, el ser humano ha tendido a
complicar lo que antes era sencillo. Todo está interconectado; la afirmación “todo tiene que ver con todo” refleja
la intrincada red de relaciones que sostiene nuestro mundo, ya sea de manera implícita o explícita. Un ejemplo
contemporáneo de esto se evidencia lo sucedido en diciembre de 2019, cuando la acción simple y aparentemente
insignificante de una persona común y corriente se propagó por todo el planeta. Este fenómeno ilustra la
creciente complejidad de nuestras interacciones y relaciones, muchas de las cuales pueden pasar desapercibidas o
ser inconscientes. Estamos unidos a nivel global de maneras que a menudo no percibimos
No solo el mundo no siempre fue tan complejo, sino que, la sociedad en la que vivimos actualmente dista mucho
de la simplicidad de las primeras sociedades. En sus inicios, eran más individualistas y menos interdependientes.

Sociedades Tribales "Simplicidad y armonía con la naturaleza"


Las sociedades tribales nos transportan a un tiempo donde la preocupación por el valor del dólar y los debates
políticos eran ajenos a sus vidas. Estos grupos humanos vivían inmersos en una armonía única con la naturaleza,
construyendo su existencia en la esencia misma de la tierra que habitaban. Su supervivencia no estaba vinculada a
las complejidades de planes sociales o subsidios, sino a la habilidad de cazar. La simplicidad de sus medios de vida
no solo reflejaba una ausencia de la sofisticación moderna, sino también una conexión intrínseca con los ciclos
naturales y los recursos que la tierra les ofrecía generosamente.
Sociedades Antiguas "El sedentarismo y la propiedad privada"
Sin embargo, la adopción de la agricultura no solo marcó el fin de una vida simple, sino que también inauguró una
nueva era de complejidades sociales. En este cambio fundamental, las sociedades pasaron de depender
exclusivamente de la generosidad de la naturaleza, como el pueblo de Israel con el maná de Dios en el desierto, a
convertirse en dueñas y trabajadoras de la tierra para su subsistencia.
Esta transición, que pudo haber sido motivada por la necesidad imperante o la búsqueda de autonomía, no solo
empoderó al ser humano al hacerlo responsable de su destino, sino que también introdujo tensiones y rivalidades
entre individuos. La posesión y el trabajo de la tierra se convirtieron en factores determinantes que delinearon las
diferencias y las aspiraciones individuales.
En esta etapa pre política, las sociedades vivían en un estado de constante conflicto, inseguridad y competencia.
Cada individuo perseguía sus intereses egoístas sin considerar los derechos o la seguridad de los demás. Este
caótico estado de naturaleza, descrito por Thomas Hobbes, planteaba la necesidad urgente de un contrato social
para establecer el orden y la paz.
Hobbes propuso la creación de un gobierno soberano, personificado como el Leviatán, un Estado fuerte y
autoritario. En este pacto social, los individuos acordarían renunciar parcialmente a su libertad y autoridad
personal en favor del Estado. El Leviatán, símbolo de autoridad, garantizaría la seguridad y el cumplimiento de los
contratos, poniendo fin al constante estado de guerra y caos.
Durante la Revolución Inglesa en el siglo XVII, un período marcado por tensiones entre el poder monárquico y la
creciente demanda de la sociedad de limitar ese poder, surgió la perspectiva de John Locke. Contraponiéndose a
Hobbes, argumentando que, a pesar de los desafíos inherentes al estado de la naturaleza, las personas poseían
derechos fundamentales como el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada. Desde su perspectiva, el
contrato social no implicaba una renuncia total a la libertad individual, sino un acuerdo destinado a establecer un
gobierno cuya función principal sería proteger estos derechos.
La transición de la vida nómade a la agricultura no solo fue un cambio en las prácticas de subsistencia, sino un hito
que dio forma a la organización social y política. Esta evolución marcó el surgimiento de la civilización y la
búsqueda constante de un equilibrio entre la libertad individual y la necesidad de orden y seguridad en la
sociedad.

Sociedades Modernas "Industrialización, lucha de clases y competencia capitalista"


Durante la Edad Moderna, surgió en Europa el Estado mercantilista, marcado por su concentración en el comercio
y la acumulación de riqueza a través de la exportación de bienes. Esta era marcó el surgimiento de sociedades de
consumo, ya que la riqueza generada por el comercio permitía un mayor acceso a bienes y servicios.
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el Estado liberal comenzó a ganar terreno, promoviendo la
propiedad privada y la libre competencia como pilares del capitalismo moderno. Esto condujo al desarrollo de
sociedades capitalistas, donde la propiedad privada y la búsqueda de beneficios individuales se convirtieron en
norma.
La agitación y transformación social del siglo XIX en Europa, incluyendo la consolidación de Estados nacionales y
las consecuencias de la Revolución Francesa, crearon un ambiente en el que se buscaba un orden social que
pudiera reunir a la comunidad en torno a valores compartidos y una ética colectiva.
El Estado en este contexto por ejemplo para Hegel, era una manifestación de la voluntad ética de la comunidad y
no solo debía encarnar la razón y la libertad, sino también debía ser el medio a través del cual los individuos
buscaran su autorrealización y participación en la vida política. A diferencia de Locke, Hegel coloca la comunidad,
la ética colectiva y la participación cívica como elementos centrales en el Estado.
No obstante, la Revolución Industrial del siglo XIX intensificó las tensiones entre las clases sociales. La
consolidación de la propiedad capitalista y la explotación de los trabajadores generaron una creciente desigualdad
y conflictos laborales.

En este punto, Marx observó al capitalismo en acción y expuso que el Estado se había convertido en una
herramienta de la clase burguesa para mantener su control sobre los medios de producción y perpetuar las
desigualdades económicas. En la sociedad capitalista, el Estado protegía la propiedad privada y servía a los
intereses de la clase dominante, la burguesía.
Marx planteó la necesidad de una revolución proletaria, en la cual la clase trabajadora (estructura) tomara el
control de los medios de producción y derrocara a la burguesía (superestructura). Una vez eliminada la propiedad
privada de los medios de producción, el Estado se volvería obsoleto y desaparecería. Esto marcaría el inicio de una
sociedad sin clases, en la cual los recursos se distribuirían de manera equitativa.
A medida que avanzaba el siglo XIX, las teorías socialistas ganaban prominencia, lo que llevó al surgimiento de los
Estados socialistas y comunistas en el siglo XX. Estos Estados buscaban la propiedad estatal o colectiva de los
medios de producción para acortar las desigualdades, generando sociedades igualitarias donde la riqueza se
compartía más equitativamente.

Neoliberalismo “descentralización del poder y libre mercado"


Sin embargo, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, el Estado experimentó una transformación marcada por
una creciente burocratización y una mayor complejidad en la administración pública. Estos cambios estuvieron en
sí mismo ligados a transformaciones económicas fundamentales de la época. Max Weber, conceptualizó al Estado
como una entidad que detentaba el monopolio del uso legítimo de la fuerza en un territorio.
Weber, reconoció que la autoridad del Estado y la racionalidad burocrática desempeñaban roles cruciales en la
administración estatal moderna. El concepto de monopolio del uso legítimo de la fuerza, subraya la idea de que el
Estado es la única entidad autorizada para ejercer la coerción dentro de su jurisdicción. Esta noción refleja la
consolidación del poder estatal y su capacidad para mantener el orden a través de medios coercitivos.
La burocratización implicó la creación de sistemas jerárquicos, reglas y procedimientos estandarizados para
gestionar eficientemente las funciones gubernamentales. Si bien buscaba aumentar la eficiencia, la
burocratización también llevó a una mayor complejidad y, en algunos casos, a una desconexión entre el Estado y la
sociedad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se produjo un cambio importante con la aparición de Estados
intervencionistas y capitalistas de bienestar. Estos Estados combinaban elementos de mercado con una red de
seguridad social amplia, promoviendo la igualdad y el bienestar social, lo que llevó a sociedades de bienestar más
equitativas.
A finales del siglo XX, surgió el nacimiento del neoliberalismo, un nuevo enfoque económico liberal que defendía
la minimización de la intervención gubernamental en la economía y promovía la libre competencia como vía hacia
el crecimiento económico. Esto condujo al surgimiento de sociedades basadas en el libre mercado, donde se
fomentaron los valores del individualismo y el espíritu emprendedor.
Desde el momento en que el poder del Estado comenzó a dispersarse a través de múltiples instituciones y
tecnologías de poder, un nuevo capítulo se abrió en la historia de la evolución del Estado y la sociedad.
La disolución de la autoridad estatal centralizada, tal como la concebía Weber, trajo consigo la descentralización
del poder y la multiplicación de instituciones y tecnologías que influyeron en la dinámica de gobierno y control
social. Los medios de comunicación, en particular internet, desempeñaron un papel fundamental en la capacidad
de influir en la opinión pública y dar forma a la percepción colectiva, lo que a su vez condujo a una distribución
más diversa del poder, alejándose del monopolio del Estado central.
Sociedades Posmodernas “La globalización y la Interconexión”
La transición hacia la posmodernidad ha marcado un hito en la evolución de las sociedades, dando lugar a un
fenómeno sin precedentes, la consolidación de una red global de Estados interconectados, dando forma a lo que
conocemos como el Estado globalizado. Este proceso, impulsado por diversas fuerzas, ha redefinido por completo
la dinámica de las relaciones internacionales y la soberanía nacional.
En sus inicios, la globalización surgió como respuesta a la necesidad imperante de las naciones de proteger su
seguridad soberana en un contexto donde las fronteras se volvían cada vez más permeables. Este desafío condujo
a una paradoja, para preservar la soberanía, las naciones tuvieron que sumergirse en una red interconectada,
abandonando en cierta medida la tradicional autonomía nacional.
El proceso de desnacionalización, marcado por la apertura de fronteras y la creciente interconexión global, ha
transformado principalmente la forma en que los Estados interactúan entre sí y con sus propias sociedades. Este
fenómeno ha dado lugar a una realidad donde la influencia de un Estado ya no se basa exclusivamente en su
autoridad territorial, sino en su capacidad para tejer una compleja red de relaciones a nivel mundial.
La globalización, aunque es un fenómeno complejo, ha impulsado a los Estados a adaptarse a una nueva realidad
geopolítica. La diplomacia, los tratados internacionales y las organizaciones supranacionales se han convertido en
herramientas indispensables para abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades presentadas por este
orden mundial social emergente.
En este contexto, la dependencia y cooperación entre naciones no se limitan únicamente a cuestiones políticas,
sino que se extienden a ámbitos económicos y sociales. La globalización ha tejido una red intrincada donde las
acciones de un Estado resuenan a nivel mundial, creando una interdependencia que desafía las nociones
tradicionales de autonomía y soberanía.

Conclusión “Revolución interna”


En la tejedura dialéctica entre Estado y sociedad, emerge una verdad, la auténtica revolución no se origina en las
esferas externas de cambios políticos o económicos, sino en el núcleo mismo del individuo. Desde las sociedades
tribales, atrapadas en una armonía única con la naturaleza, hasta la complejidad posmoderna de la globalización,
la esencia de la transformación reside en la metamorfosis interna del ser humano.
Nos encontramos con la paradoja de que la libertad, tan ansiada y buscada, no está atada a las cadenas del Estado
o las estructuras sociales, sino a la capacidad del individuo para explorar y emancipar su propio ser. Aristóteles y
Platón, en sus reflexiones sobre la justicia y la filosofía, anticipaban que la estabilidad y prosperidad surgirían de
una transformación interna, una evolución de la conciencia individual.
La mirada penetrante de Marx hacia la lucha de clases y la formación del Estado revela que la sociedad, en su
búsqueda del cambio, encuentra su reflejo en la transformación de cada individuo. La revolución, entonces, se
convierte en una interacción íntima entre el alma individual y la colectiva, donde la verdadera emancipación no es
la conquista de estructuras externas, sino la liberación de las cadenas internas.
En la era posmoderna, marcada por la globalización y la interconexión, la dependencia entre naciones no solo se
manifiesta en cuestiones políticas y económicas, sino también en la interdependencia de las almas individuales. La
revolución no se materializa en ideologías o sistemas, sino en la capacidad del individuo para trascender las
limitaciones autoimpuestas y descubrir su verdadera naturaleza.
Así, y en última instancia, la transformación del individuo no sólo redefine su relación con el Estado y la sociedad,
sino que también es la fuerza propulsora que puede desencadenar una revolución verdaderamente significativa
en el tejido de la existencia humana.
Sarchione Pablo

Bibliografía obligatoria de la materia


* Juan Manuel Abal Medina capítulo 2. El Estado, Manual de ciencia política.
* Anthony Guiddens. El Capitalismo y la moderna teoría social.
* Tomás Várnagy. El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo
* Joaquín Abellán. Max Weber, Escritos políticos.
* Gerardo Tripolone. La doctrina de Carl Schmitt sobre el derecho internacional.
* Julián Ruiz Casanova. Liberalismo, fascismo y clase obrera.
* Martín Retamozo. La teoría del populismo de Ernesto Laclau.
* Anderson Perry. Neoliberalismo, un balance provisorio.
* Manuel Castells. La Era de la Información, ¿El Estado impotente?
* Guillermo O'Donnell. La irrenunciabilidad del Estado de Derecho.
* Francis Fukuyama. El fin de la historia y el último hombre.
* José Fernández Vega. Crisis del estado e intervención nacional.
* Maristella Svampa. Ciudadanía, estado y globalización, una mirada desde la Argentina contemporánea.

Bibliografía adicional relevante

* Platón. Diálogos IV, República


* La filosofía política clásica capítulo 2. Filosofía política Aristotélica. Rubén Dri
* Introducción a la filosofía capítulo 5. Friedrich Hegel, El idealismo absoluto. Andrés Hebrard
* Introducción a la filosofía capítulo 6. Carl Marx, Fuera de sus límites. Maximiliano Garbarino
* Carl Marx, Friedrich Engels. Manifiesto comunista

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