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TEMA 10

Historia del Arte


2º de Bachillerato
TEORÍA
Art Nouveau:
Se conoce con este nombre al movimiento artístico desarrollado a caballo entre
los siglos XIX y XX.

Dependiendo del país se conoció como Art Nouveau (Bélgica y Francia), Jugenstil
(Alemania y países nórdicos), Sezession (Austria), Modern Style (Reino Unido), Nieuwe
Kunst (Países Bajos), Liberty o Floreale (Italia) y Modernismo (España).

La intención de este movimiento era la de crear un arte nuevo, joven, libre y


moderno. Una vez más, y como todos los movimientos, una ruptura con lo anterior.

El movimiento valoraba lo artesanal aunque sin renunciar a los avances


industriales, aspirando a democratizar la belleza o socializar el arte. Para ello se
potenció la idea de que hasta los objetos más cotidianos deben tener un valor
estético, además de ser accesibles a toda la población. Por eso empiezan a hacerse
visibles todo tipo de objetos útiles en la vida cotidiana, incluido el mobiliario urbano,
que pasó a tener gran importancia (kioscos, estaciones de metro, farolas, papeleras,
urinarios…).

Desaparece así la jerarquía de artes mayores y menores. Para es e movimiento


tiene el mismo valor un edificio que una joya, un cartel que un cuadro. De hecho, los
propios artistas realizan los marcos para sus cuadros, los arquitectos diseñan también
los muebles.

Estéticamente hay una evidente inspiración en la naturaleza: vegetales y las


formas orgánicas se entrelazan con el motivo central; la línea recta no interesa, se
prefieren las curvas y la asimetría; todo es más sensual, buscando complacer a los
sentidos.

Es así que flores, hojas, tallos retorcidos, insectos, cabellos femeninos, rellenan
todo el espacio (horror vacui).

En arquitectura se hace uso de materiales como el hierro y el cristal.

Entre los artistas más conocido de este movimiento encontramos nombres como
Víctor Horta autor de la Casa Tassel en Bruselas; Héctor Guimard que realizó las
entradas del metro de París; Otto Wagner en Austria a quien le debemos la Casa de las
Mayólicas; o, Joseph Maria Olbrich a quien debemos la autoría del Pabellón de la
Sezession en Viena. En Inglaterra este estilo tiene como representante a Charles R.
Mackinstosh creador de la Escuela de Artes Plásticas de Glasgow, donde la decoración
se ha reducido a mínimos en la fachada. Por último en España se hace necesario
mencionar a la figura más destacada de este movimiento, Antoni Gaudí, autor de obras
tan destacadas como la Sagrada Familia, la Casa Batlló o l Casa Milá.
Impresionismo:
El nombre de este movimiento surge a raíz de la crítica peyorativa de un crítico
de arte al ver el cuadro de Monet titulado “Impresión, sol naciente”.

La pintura impresionista se gesta a partir de la segunda mitad del siglo XIX y


quiere, a grandes rasgos, plasmar la luz y el instante, sin importar demasiado la
identidad de aquello que la proyectaba. Las cosas no se definen, sino que se pinta
la impresión visual de estas cosas, y eso implica que las partes inconexas dan lugar a
un todo unitario (algo que años después demostraría científica y psicológicamente la
Gestalt).

Resumiendo, este movimiento se caracteriza por el uso de colores puros sin


mezclar («todo color es relativo a los colores que le rodean»), el hecho de no ocultar la
pincelada, y por supuesto darle protagonismo ante todo a la luz y el color. De esta
manera las formas se diluyen imprecisas dependiendo de la luz a la que están
sometidas, y una misma forma cambia dependiendo de la luz arrojada sobre ellas,
dando lugar a una pintura totalmente distinta.

Por ello, y a partir de los paisajistas de la escuela de


Barbizon, los impresionistas se centraron en la pintura al aire libre, buscando plasmar
el cambio de la luminosidad, el instante.

Los principales representantes de este grupo fueron Monet conocido por sus
series de cuadros sobre la catedral de Rouen en los distintos momentos del día, sus
vistas del Támesis o sus tan recurridos cuadros de ninfeas o nenúfares; Camille Pisarro
autor de La mañana de invierno en el boulevard de Montmartre; Alfred Sisley, el
menos conocido del grupo; Renoir que destacó por la calidad decorativa de sus obras;
o Degas famoso por sus cuadros de bailarinas. El movimiento también contó con
mujeres entre sus filas como Berthe Morisot o la estadounidense Mary Cassat.
Gaugin:
Paul Gauguin fue un pintor post-impresionista que sentó las bases del arte
moderno. En vida nunca fue apreciado y una vez muerto fue considerado un clásico
intocable.

Al igual que sus colegas Van Gogh y Cezanne, Gauguin creó un nuevo lenguaje
que después adoptarían los jóvenes (y mejores vendedores) vanguardistas:
un novedoso y expresivo uso del color, el gusto por la simplicidad
del primitivismo, la audaz experimentación en todos los ámbitos y técnicas,
la bohemia y la intención de alejarse de lo establecido, lo que se podría calificar de
pura subversión.

La vida de Gauguin fue fiel a su leyenda. De París a Lima en su niñez, ahí empieza
el primero de sus muchos viajes. Una vez retornado a Francia, ingresa en la marina con
17 años donde da la vuelta al mundo. Después, otra vez en París, se hace agente de
bolsa obteniendo buenos ingresos que le permiten iniciar una colección de pinturas y
posteriormente empezar a pintar él mismo.

Ahí es cuando decide dedicarse exclusivamente al arte, sacrificando su


estabilidad económica e incluso familiar. Se traslada a la Bretaña francesa, donde su
pintura cambia radicalmente, del impresionismo a ese arte propio característico de
camino entre el simbolismo y lo desconocido. Es en este momento cuando empieza a
separar la imagen pictórica en zonas de color fuertemente contrastadas y a
menudo delineadas con negro, llegando a recordar a las vidrieras (cloisonismo) y que
se vuelca en el sintetismo.

Se va después a Panamá, trabajando en el Canal y después a Martinica, lugar en


el que redescubre la belleza de lo primitivo.

De regreso a Francia, pasa una breve (y tormentosa) temporada con Van


Gogh en Arles, y finalmente se va a Tahití, donde vive ya como un nativo.
Regresa ocasionalmente a París, pero el reconocimiento a su talento no llega, salvo en
los círculos más vanguardistas, así que decide volver a su verdadero hogar,
la Polinesia, donde fallece enfermo de sífilis.

Poco después de su muerte, su figura sería reivindicada por los dos grandes
artistas modernos como Matisse y Picasso.

Además de en lo formal, Gauguin buscó siempre una pureza emocional en sus


temas, predicando la armonía entre hombre y naturaleza. También le fascinó la
intrusión de lo sobrenatural a la vida diaria, el folklore y el arte popular (tanto Bretón
como polinesio), la religión desde un punto de vista místico y la búsqueda del
paraíso, que quizás nunca encontró.

Obras destacadas de él son El Cristo Amarillo o Mujeres en la playa.


Renoir:
Pierre-Auguste Renoir fue uno de los pintores del grupo impresionista, centrado
a diferencia de la mayoría de sus colegas paisajistas, en la figura humana. En concreto,
la figura humana femenina. Y más en concreto aún, en la figura humana femenina
desnuda. Aunque cierto es que ubicaba estos desnudos en paisajes, y eso da como
resultado un impresionismo ornamental, sensual, hedonista.

Siguió siempre la tradición, adaptándola a los nuevos tiempos de pinceladas


sueltas y nunca dejó de pintar la alegría de vivir, algo que se transmite claramente en
sus obras.

Renoir gustaba del estilo Rococó, de la pintura romántica de Delacroix y de los


paisajistas de la Escuela de Barbizón y de la pintura realista.

Procedente de una familia humilde, ya de niño dibujaba sobre las paredes con
trozos de carbón. Su carrera artística comenzó como pintor de flores sobre porcelana y
quizá eso influyera en la calidad decorativa que su obra tuvo siempre.

Con el tiempo accedió a la escuela de artes donde conoció a los que serían
compañeros de profesión y movimiento: Claude Monet, Frédéric Bazille y Alfred
Sisley… con quienes a menudo iba a pintar al aire libre.

En el Salón de los Rechazados expuso su obra y a raíz de este acontecimiento fue


ganando popularidad. Con el tiempo acabó abandonando su estilo típico (pincelada
temblorosa para las vibraciones de la luz y de la sombra) y se volvió más sereno y
estable.

Entre sus obras destaca El baile en el Moulin de la Galette, en la que logra una
total unidad entre la atmósfera y el movimiento, pero con la novedad de conseguirlo a
base de toques sueltos superpuestos, dando a todo el conjunto una vivacidad
extraordinaria. Así alcanza Renoir una vasta composición de complejidades en la que
una multitud se reúne en una unidad convincente e ingeniosa.

A partir de los años ochenta su pintura gira hacia una representación alegre de la
naturaleza saturada de fertilidad, a lo que contribuye su viaje a Argelia y a Italia, y su
pasión por Rubens. Desde entonces presta mayor atención a la línea y a la figura, y su
pintura recupera el aire decorativo, como muestra en Las bañistas.
PRÁCTICA
Impresión, sol naciente

1. Identificación de la obra: Impresión, sol naciente.

2. Autor: Monet.

3. Localización: Museo Marmottan (París, Francia).

4. Cronología: 1872 (Segunda mitad del siglo XIX).

5. Identificación del lenguaje estilístico: Impresionismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico

Es una pintura de caballete, realizada en óleo sobre lienzo. En ella podemos


observar tres botes de remos que navegan por el puerto de Le Havre, mientras al
fondo, entre la espesura de la niebla matinal y el humo de las fábricas, sale el sol.

Las pinceladas sueltas y vigorosas persiguen un objetivo: conseguir sutiles efectos


de luz. El pintor prescinde del dibujo centrándose en los efectos que la luz del
amanecer ejerce sobre los objetos.

El disco rojo del amanecer proyecta sobre el agua unas intensas pinceladas de
color naranja. La marina aparece iluminada por una luz naranja que se filtra a través de
las nubes difuminando los perfiles de las cosas, y se refleja en las aguas de la bahía.
Barcos y grúas apenas se distinguen ya que lo importante no son los objetos sino la luz
y la armonía cromática de naranjas, rosas, grises y azules.

Apenas se intuye el lugar del horizonte: el cielo y el agua se han fundido en una
tonalidad única, violácea, interrumpida por las pinceladas con las que se trazan las
siluetas más oscuras de las barcas y las grúas portuarias.
La técnica utilizada es fruto de la espontaneidad e inmediatez que exige la
pintura al aire libre para captar una impresión fugaz de la naturaleza. Por ello, las
figuras están esbozadas de forma muy esquemática.

Lo que quería reflejar Monet es la impresión causada por la salida del sol; no
quiso captar una escena, sino una atmósfera. Se diría que la imagen pintada es apenas
el recuerdo de un parpadeo visual: es justo hablar aquí de una “impresión”.

Respecto a la composición del cuadro podemos decir que los pesos están bien
repartidos y los triángulos que forman las zonas frías y calientes en la zona del cielo, y
los delimitados por las barcas, en la zona inferior, producen una sensación dinámica
dentro de la quietud. Se combinan las líneas rectas verticales del velamen y
chimeneas, con las horizontales de los movimientos y reflejos del agua y, las curvas de
humos y el sol que dan variedad lineal a la obra. Los ritmos se producen por repetición
de formas muy semejantes como las barcas, los mástiles y las chimeneas. La repetición
de trazos naranjas en los reflejos del sol en el agua y los trazos violeta oscuros del
movimiento del agua.
Los jugadores de cartas

1. Identificación de la obra: Los jugadores de cartas.

2. Autor: Cézanne.

3. Localización: Museo de Orsay (París, Francia).

4. Cronología: Segunda mitad del siglo XIX.

5. Identificación del lenguaje estilístico: Postimpresionismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico:

Esta obra, realizada con la técnica del óleo entre 1894-1895, representa a dos
figuras que se sientan a ambos lados de una pequeña mesa sobre la que apoyan los
codos. Los dos hombres están concentrados en el juego, interesándose el maestro en
captar sus expresiones, y se presentan tocados con sendos sombreros típicos de las
clases sociales humildes de la Provenza y con ropas elegantes y sencillas. El personaje
de la izquierda aparece fumando en pipa y se ha identificado como Alexandre, el
jardinero del padre de Cézanne.

Una alta botella nos da paso hacia la cristalera del fondo, por la que se intuye un
abocetado paisaje. Esta botella de vino es el eje compositivo que separa la escena en
dos zonas de cierta simetría “asimétrica”. En ella se refleja la luz.

La escena en la que se desenvuelven los jugadores de cartas de Cézanne es en un


interior, el marco arquitectónico es una taberna, pero apenas aparecen esbozadas
referencias espaciales. El fondo de la escena es muy oscuro. Se ha interpretado como
un posible espejo o una pintura de paisaje casi abstracta.

Los personajes son mostrados de perfil, en actitud seria y ensimismada, quizá


más pensativos en sí mismos que propiamente en el juego. Los representa de una
forma monumental, sobria, con una dignidad casi clásica. La TEMÁTICA de la obra que
nos ocupa podríamos definirla como costumbrista o escena de género. Es una partida
de naipes entre provenzales.

El espectador se convierte en uno de los frecuentes observadores que


contemplan estas partidas en las tabernas, al situarnos el maestro en un plano cercano
a la escena y no hacer apenas referencias espaciales.

La composición es rigurosa, a base del juego entre verticales – los personajes, la


botella de vino – y horizontales –la mesa, la línea de la pared del fondo-. No hay
búsqueda de dinamismo, muestra un desdén por el movimiento, es un arte no
cinético. Parece una imagen congelada en el tiempo. Tampoco busca captar la
atmósfera. La iluminación artificial se manifiesta en las sombras, especialmente en el
reflejo blanco de la botella.

El protagonista del lienzo es EL COLOR que inunda todos los rincones de la tela.
Predomina un cromatismo armonioso que modela las formas. Encontramos
tonalidades ocres, beige, naranjas. La pincelada es muy suelta y abocetada, con ese
aspecto inacabado que ya encontrábamos en los impresionistas
La noche estrellada

1. Identificación de la obra: La noche estrellada.

2. Autor: Van Gogh.

3. Localización: MOMA (New York, EE.UU.).

4. Cronología: Segunda mitad del siglo XIX.

5. Identificación del lenguaje estilístico: Postimpresionismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico:

Esta obra nos muestra una vista nocturna de Saint-Rémy. Concretamente es una
vista desde la ventana de su habitación en el sanatorio mental de esta localidad donde
se encontraba recluido desde el mes de mayo.

La obra se divide en dos planos diferenciados, separados por la línea de las


montañas. Más de la mitad del cuadro lo ocupa el cielo estrellado siendo el auténtico
protagonista del cuadro.

En la mitad inferior del cuadro se observa el pueblo cuyas casas aparecen


representadas con trazos rectos y del que sobresale el campanario puntiagudo,
elemento vertical que rompe la horizontalidad de la composición. En un primer plano
aparecen unos cipreses, tema presente en los cuadros realizados en este periodo, que
adquieren formas ondulantes que les asemejan a llamas, elevándose y uniendo ambos
planos. Las líneas de las montañas del horizonte se ondulan a semejanza del cielo en
una dirección ascendente de izquierda a derecha.

En el cielo observamos como dos espirales se envuelven mientras once estrellas


parecen iluminar la noche como si de lámparas de gas se tratasen. A nuestra derecha,
un astro de mayor tamaño de color naranja, quizás la luna, parece confundirse con el
sol.

La técnica usada por el pintor es el óleo, aplicado en abundancia, es la técnica del


empaste, con pinceladas vigorosas y cortas que contribuyen a la fuerza expresiva de la
obra. La gama cromática usada por Van Gogh es fría con predominio de azules,
celestes, verdes y grises, aunque también como contrapunto cromático usa el naranja
y amarillo de las estrellas, colores complementarios al azul dominante en la obra.

Se observa como el color, la mancha aplicada con el pincel en pequeñas


pinceladas, alargadas y rectas unas veces, cortas y onduladas otras, sustituye al dibujo
de manera que tan sólo algunas líneas oscuras sirven para dar forma precisamente a
los elementos más físicos y materiales del cuadro, como las casas del pueblo, las
montañas o los cipreses.

El pintor nos muestra una imagen de contraste entre la ciudad, oscura y


dormida, tan sólo iluminada por las tenues luces de algunas casas, representadas por
pequeñas manchas horizontales amarillas, que contrastan con el espectáculo del cielo,
donde el movimiento arremolinado parece adquirir un sentido místico iluminado por
las estrellas y la luna.
La Sagrada familia

1. Identificación de la obra: La Sagrada Familia.

2. Autor: Gaudí.

3. Localización: Barcelona (España).

4. Cronología: Finales del siglo XIX hasta nuestros días.

5. Identificación del lenguaje estilístico: Modernismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico:

En la última parte de su vida, Gaudí estuvo vinculado únicamente al templo de la


Sagrada Familia. La construcción se había empezado mucho tiempo atrás como
alternativa cristiana a la creciente ideología anarquizante que invadía, según la Iglesia,
toda Cataluña. El proyecto inicial de Francisco del Villar se abandonó, y fue entonces
cuando se le encargó a Gaudí en 1884.

La finalidad del edificio debía ser eminentemente religiosa, así como con la
intención de atracción de fieles y de exposición de la fuerza de la iglesia.

Siete años después estaban trazadas las líneas maestras de un proyecto grandioso
muy distinto del proyecto inicial: una iglesia con planta de cruz latina de cinco naves
con tres fachadas y una multitud de torres de diferentes alturas y contenidos
simbólicos, cuyo exterior Gaudí imaginó que se recubriría con azulejos y se pintaría con
policromía brillante. Se trata de una utopía arquitectónica colosal llena de
imaginación.

La iglesia consta de siete capillas en la cabecera y un claustro que permite rodear


todo el perímetro del templo.

La estructura de la iglesia está difuminada por la decoración escultórica de los


propios muros. Las formas sinuosas recorren cada parte del edificio y se puede
observar cierta influencia goticista en dicha decoración.

Las técnicas constructivas son básicamente tradicionales, utilizándose materiales


como el hormigón, la mampostería, etc.

En su construcción Gaudí pretendía utilizar las diferentes torres para combinar el


sonido de las campanas, estudiando las posibilidades musicales de la iglesia, y
combinando ese sonido con el de un órgano enorme cuyos tubos estarían en la
fachada de poniente. El sonido sería tal que toda la ciudad lo escucharía; en definitiva,
la idea wagneriana del arte total donde arquitectura, decoración y música se
combinan.

Cuando Gaudí murió en 1926, fue enterrado en la Cripta de la Sagrada Familia, su


último proyecto que quedó por sin terminar por lo que actualmente la obra consta de
partes de distinta apariencia, construidas tras la muerte accidental del arquitecto.

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