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Teorizando una Nueva Agenda para la Arquitectura:
Una Antología de la Teoría Arquitectónica entre 1965 y 1995
Kate Nesbitt (1996). Nueva York: Princeton Architectural Press.
Fragmento traducido por R.Paredes para la clase de Teoría de Superior
Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
2 ¿QUÉ ES EL POSTMODERNISMO? .................................................................................................... 1
2.1 PARTE IIA. EL POSTMODERNISMO COMO UN PERÍODO HISTÓRICO ............................................... 2
EL CONTEXTO HISTÓRICO ..................................................................................................... 2
CUESTIONAMIENTOS AL MOVIMIENTO MODERNO EN ARQUITECTURA ............................ 2
INSTITUCIONES TEÓRICAS: NUEVA YORK, VENECIA, LONDRES ........................................... 4
PUBLICACIONES: REVISTAS, REVISTAS ACADÉMICAS, POLÉMICAS ..................................... 5
EXHIBICIONES ..................................................................................................................... 10
2.2 LOS PARADIGMAS TEORICOS QUE DEFINEN AL POSTMODERNISMO ........................................... 11
PARADIGMA 1: FENOMENOLOGIA ..................................................................................... 12
PARADIGMA 2: LA ESTÉTICA DE LO SUBLIME .................................................................... 14
PARADIGMA 3: TEORÍA LINGÜÍSTICA ................................................................................. 17
PARADIGMA 4: MARXISMO ................................................................................................ 23
PARADIGMA 5: FEMINISMO ............................................................................................... 25
2 ¿QUÉ ES EL POSTMODERNISMO?
Muchos libros y ensayos han intentado responder a la pregunta ¿Qué es postmodernismo? Claramente,
es un término con varios significados en diferentes contextos. Está, por tanto, fuera del alcance de este
ensayo proporcionar una crítica o ampliación de tales definiciones. En su lugar, la segunda parte de esta
introducción se aproxima al postmodernismo en la arquitectura desde tres puntos de vista: como
período histórico con una relación específica con el modernismo, como un surtido de paradigmas
significativos (marcos teóricos) para la consideración de los problemas y objetos culturales y, como un
grupo de temas. Las siguientes secciones de la introducción se traslapan entre sí, pero ayudan a delinear
el postmodernismo como período y como un modo de investigación sobre ciertos temas recurrentes.
Los ensayos reunidos en los diferentes capítulos están organizados alrededor de los mismos paradigmas
y temas.
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2.1 PARTE IIA. EL POSTMODERNISMO COMO UN PERÍODO HISTÓRICO
EL CONTEXTO HISTÓRICO
¿Cuál es el contexto histórico en el que ocurre la crisis del modernismo? El teórico cultural Frederic
Jameson nos lo explica:
La década de 1960 es, de muchas maneras, un período de transición clave, un período en el que
el nuevo orden internacional (neocolonialismo, la Revolución Verde, computarización e
información electrónica) es al mismo tiempo desplegado y estremecido por sus propias
contradicciones internas y por la resistencia externa.
Este nuevo orden es conocido bajo los nombres de capitalismo tardío, capitalismo multinacional, post
industrialización y sociedad de consumo.
Es más sencillo definir el inicio del período postmoderno que su final, aunque probablemente todavía
no hemos llegado allí. El activismo estudiantil a favor de los derechos civiles, la libertad y la protección
del medio ambiente fue acompañado por el surgimiento de la cultura contra la guerra, la música rock y
las drogas. La exploración espacial comenzó gloriosamente en la década de 1960, pero sucumbió en la
de 1980. Las esperanzas de una energía nuclear segura que fueron aniquiladas por los desastrosos
accidentes de Three Mile Island (1979) y Chernobyl (1986). El individualismo radical entró en choque
con el fundamentalismo religioso represivo.
Tras la Segunda Guerra Mundial ocurrieron conflictos militares locales (motivados por disputas por
petróleo, etnicidad y religión), aunque, en general, la paz perduró en Occidente por cincuenta años. El
crecimiento demográfico fue explosivo y el comunismo colapsó, ilustrado dramáticamente con la
demolición del Muro de Berlín en 1989, como una fuerza significativa en Europa Oriental,.
CUESTIONAMIENTOS AL MOVIMIENTO MODERNO EN ARQUITECTURA
Para mediados de la década de 1960 se aceleraron y proliferaron los cuestionamientos a la ideología del
Movimiento Moderno y la arquitectura moderna sin base y trivializada, llegándose a conocer en su
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conjunto como crítica postmoderna. Como nos dice Frampton, “sin duda, para mediados de los sesentas,
estábamos desprovistos de una base teórica realista con la que pudiéramos trabajar”.
En La Forma del Lugar y la Identidad Cultural, Frampton expresa la creciente preocupación por
redireccionar el modernismo:
“hemos visto nuestra tarea como una restauración calificada del vigor creativo de un movimiento
que ha quedado en circunstancias cada vez más comprometidas, formal y programáticamente…
Somos, en todo caso, la última generación de estudiantes que contemplaron la proyección de
esquemas urbanos utópicos en el sentido formal y programático”.
La demolición del complejo Pruitt‐Igoe en San Luis, Missouri, en 1972, es reconocida como la
manifestación del fracaso de la visión de la arquitectura moderna sobre la vivienda social. Una anti utopía
“que inspira y merece su destrucción”, la “versión burocrática” de los sueños de Le Corbusier,
Hilbersheimer y otros, construida por Minoru Yamasaki, fue rechazada por sus habitantes de escasos
recursos, que la destruyeron mediante el vandalismo y el descuido. La demolición dramática e
intencional de este trabajo de arquitectura moderna (que fue aclamada en su inauguración) fue un
llamado de atención para la profesión.
La fe de la generación de Frampton de poder continuar el proyecto moderno fue estremecida por la
apropiación de la estética de la arquitectura moderna por las sedes corporativas, como signo de
progreso. Despojada de su programa social, la arquitectura moderna se redujo en la década de 1950 a
un estilo reiterativo para el sector comercial. Este asunto fue quizás de poca preocupación para los
arquitectos de norteamericanos. Como señala Colin Rowe, al referirse a los “New York Five”, la
arquitectura moderna europea fue importada a Norteamérica sin su componente ideológico. Para la
década de 1960, era evidente que los europeos habían tenido un limitado éxito al implementar su
agenda social. La desilusión con la reforma social se apoderó de la profesión. Entre los eventos que
transpiran la respuesta a esta crisis profesional destacan las muestras, publicaciones y el surgimiento de
instituciones teóricas. La referencia a instancias significativas de cada una, servirá para definir el período
de estudio, 1965‐1995.
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INSTITUCIONES TEÓRICAS: NUEVA YORK, VENECIA, LONDRES
La institucionalización de la teoría de la arquitectura se hace evidente después de la fundación de dos
grupos de expertos independientes en Nueva York (1967‐85) y Venecia (1968‐), con sus abundantes
publicaciones. Con similar misión que la Architectural Association de Londres (AA, fundada en 1847), el
Instituto de Estudios Urbanos y Arquitectura (IAUS, siglas en inglés) de Manhattan ofrecía un programa
de clases, conferencias, simposios, paneles y exhibiciones. Al igual que la AA, y el Instituto Venecia, la
IAUS fue fundada por una junta de arquitectos (liderada por Peter Eisenman), en oposición al sistema de
educación arquitectónica existente, que en Inglaterra e Italia corre por cuenta del gobierno. La IAUS
publicó un boletín, Skyline; dos revistas, Oppositions y October, y varios libros bajo el sello Oppositions.
La serie de libros, de corta duración, incluyó la influyente traducción al inglés de La Arquitectura de la
Ciudad, de Aldo Rossi (1982; italiano, 1966). El fuerte énfasis del instituto en el discurso y la diseminación
de la teoría fue característica del período postmoderno (el Instituto de Arquitectura y Urbanismo de
Chicago, el CIAU, revivió el modelo del IAUS de 1987 hasta 1994, cuando se redujeron los fondos). Una
de las mayores contribuciones del IAUS fue la introducción a la audiencia norteamericana de teóricos y
arquitectos europeos, muchos de ellos influenciados por los paradigmas lingüísticos. A pesar de no existir
una conexión oficial entre el IAUS y el Instituto Venecia, vale decir que ambas instituciones tuvieron
muchas cosas en común.
Entre los teóricos más importantes de este período sobresalen los arquitectos italianos, reunidos
alrededor de las escuelas de arquitectura de Roma, Milán y Venecia. El Istituto Universitario di
Architettura di Venezia (IUAV), bajo la dirección de Giuseppe Samona desde 1945 hasta 1970, sería una
importante sede para la investigación y la educación. En 1968, Manfredo Tafuri (m. 1994) fundó el
Instituto de Historia de la Arquitectura en el IUAV, atrayendo la participación de otros interesados en la
teoría crítica y el marxismo. Los escritos de Tafuri, que reconsideran el método historiográfico alemán y
la relación de la arquitectura con el marxismo, continúan siendo ampliamente leídos.
Aunque Milán es asociada a menudo con sus nativos Rossi y Gregotti, ellos serán parte de los arquitectos
neorracionalistas de la “Escuela de Venecia”. Ambos demostraron con sus carreras la importancia del
involucramiento simultáneo con los diferentes aspectos de la profesión arquitectónica, incluyendo la
docencia en el IUAV. Poco después de obtener su título, Rossi editaría e investigaría la ciudad en el
Instituto de Venecia. Gregotti, editor de Casabella desde 1982, habla de sus contemporáneos cuando
dice:
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Para un arquitecto, la edición de una revista, la docencia o la participación en debates públicos,
son maneras de cultivar la reflexión teórica, no como una actividad separada, sino como una
parte indispensable del oficio. De hecho, la teoría y la historia han sido y continúan siendo dos
constituyentes importantes del diseño, al menos para mi generación.
A través de todas estas actividades, la Escuela de Venecia continúa ejerciendo su influencia.
PUBLICACIONES: REVISTAS, REVISTAS ACADÉMICAS, POLÉMICAS
Otra respuesta a la crisis profesional en la arquitectura moderna fue la eclosión de literatura teórica a
medida que se establecieron nuevas revistas independientes y revistas académicas. Sin las ataduras a
las organizaciones profesionales como el American Institute of Architects o el Royal Institute of British
Architects, estas revistas a menudo tomaron una posición crítica en relación a las publicaciones oficiales.
Además de la producción de Instituto de Venecia, Italia produjo tres revistas de arquitectura, que aún
se publican: Lotus, Casabella y Domus. Mientras que las dos últimas iniciaron en 1928, Lotus se
estableció en 1963. Su sofisticado cuerpo editorial ha publicado teorías influyentes tanto en italiano
como en inglés. Gregotti nos ofrece, de nuevo, una perspectiva sobre la arquitectura a inicios de la era
postmoderna:
No es casualidad que la década de 1960 reveló una nueva producción teórica marcada por una
parcialidad suficiente para traer a la luz nuevas preguntas y aspectos de la disciplina, tanto en
Italia como en el extranjero.
Durante diez años (1985‐1995) los arquitectos daneses bajo el patronazgo de la firma Henning Larsen
de Copenhague, publicaron Skala: Revista Nórdica de Arquitectura y Arte. Sus treinta números
mostraron la mayoría de las principales figuras postmodernas. Los artículos y entrevistas en danés e
inglés se complementaban con un formato de gran tamaño que empleaba un atrevido diseño gráfico y
generosas ilustraciones. Las exhibiciones en la Galería Skala y las lecturas brindadas por arquitectos
visitantes hicieron de esta una versión a pequeña escala de la IAUS en Escandinavia.
Desde su fundación en 1971, la revista japonesa Architecture and Urbanism (A+U) ha publicado obras
seminales, tanto de diseño como textos, hechos accesibles a Occidente por sus traducciones,
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estupendas fotografías y diseño. La dirección editorial de A+U está configurada por un equipo
internacional de asesores y corresponsales.
Los periódicos y perfiles temáticos de Architectural Design (AD) continúan presentando los debates
actuales de manera oportuna y provocativa. Muchos arquitectos que sirven simultáneamente en las
juntas editoriales de Lotus, A+U y AD. Con algunas excepciones, las mujeres no han sido adecuadamente
representadas en las posiciones editoriales o como escritoras. Esta exclusión puede explicar en parte la
escasez de publicaciones de obras realizadas por arquitectas. Se espera que esto cambie ahora que la
mitad de los alumnos en las facultades son mujeres y que las mujeres asumen posiciones dentro de las
facultades.
Además de estas publicaciones comerciales, durante el período postmoderno proliferaron los jornales
universitarios de arquitectura. Muchos de ellos siguieron del modelo de Perspecta: The Yale Architectural
Journal, que data desde 1952. VIA de la Univesidad de Pennsylvania y Architectural Association Quaterly
iniciaron su publicación en 1968, el año del manifiesto del Comité de Huelga de los Estudiantes de la
Escuela de Bellas Artes de París. AAQ dejó de publicarse en 1982, pero resurgió como AA Files. Modulus
(Universidad de Virginia) y Precis (Universidad de Columbia) aparecieron e 1979; la última cesó su
publicación en 1987. Los temas de estas revista ayudan a enmarcar las preocupaciones de este período.
Por ejemplo, la Harvard Architecture Review hizo su debut en 1980 con Mas Allá del Movimiento
Moderno. El Princeton Journal of Architecture, publicó su primer número en 1983 con Ritual, y el
volumen 1 de Pratt Journal of Architecture, con Arquitectura y Abstracción (1985), opuso la abstracción
modernista al surgimiento de la representación historicista postmoderna. Algunos jornales tienen un
enfoque tópico, como Center (Universidad de Texas en Austin) que desde 1985 se ha enfocado en temas
ligados al estudio de la arquitectura de los Estados Unidos.
La seriedad con que se abordan los temas (historia, la ciudad, monumentalidad, el paisaje, tectónica,
ética, etc.) por los editores estudiantiles y sus maestros asesores indica la percepción de profundidad de
la crisis. Los arquitectos postmodernos se volcaron a la palabra para resolver problemas complejos, tan
a menudo como se volcaron a los proyectos teóricos. La extensa publicación académica en este período
indica el impacto y accesibilidad de la autoedición en mercados no comerciales, como fenómeno más
bien reciente. Pero también refleja la falta de trabajo en proyectos reales, especialmente durante la
desaceleración de la actividad de construcción precipitada por el embargo petrolero de 1973 y la “crisis
energética”, más las subsecuentes recesiones en la industria de la construcción a inicios y finales de la
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década de 1980 y en la década de 1990. Durante los períodos lentos, la formulación de teorías y el diseño
de proyectos teóricos a menudo mantienen el interés de los arquitectos.
Una muestra de los libros y artículos emblemáticos será presentada a continuación con mayor detalle.
El lector se le aconseja examinar la discusión de los paradigmas y temas teóricos en las próximas
secciones, y la introducción de los ensayos para obtener mayor información.
Los cuestionamientos a la ortodoxia del Movimiento Moderno que surgieron en la década de 1950
alcanzan su punto más alto a mediados de la década de 1960, con la publicación de varios tratados
substanciales, además de La Arquitectura de la Ciudad y Complejidad y Contradicción en Arquitectura
(1966), mencionados anterioremente. Entre ellos se incluye Intenciones en Arquitectura de Christian
Norberg Schulz (1965), Notas sobre la Síntesis de la Forma de Christopher Alexander (1964), y Territorio
de la Arquitectura de Gregotti (1966). El último no ha sido traducido al inglés en su totalidad, pero sirve
de referencia para muchos autores de origen no italiano. Para Norberg‐Schulz y Rossi véase la discusión
sobre lugar y teoría urbana en la próxima sección.
Complejidad y Contradicción de Robert Venturi (publicada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York,
y traducida a más de dieciséis idiomas) prescribe la importancia de observar y usar la historia de la
arquitectura en el diseño contemporáneo. En esencia, este manifiesto a favor del eclecticismo histórico,
promueve el componente antimoderno de pares de oposiciones binarias como híbrido/puro,
distorsionado/claro, ambiguo/articulado. A Venturi le preocupa la comunicación y el significado en varios
niveles y se permite la asociación creada por la familiaridad con la historia de la arquitectura. De igual
manera, Aprendiendo de Las Vegas (1972) ubica el valor de la cultura de la calle. Su teoría de inclusión,
“both.and”, planteada en Complejidad y Contradicción, reconoce las funciones explícitas e implícitas,
literales y simbólicas, permitiendo múltiples interpretaciones. Al afirmar su preferencia por la “difícil
unidad de la inclusión” (y la tensión resultante), Venturi se deja influenciar por varios paradigmas:
semiología, psicología Gestalt y la teoría literaria de William Epson expuesta en Siete Tipos de
Ambigüedad. Las últimas páginas del texto de Venturi ofrecen pistas de la dirección que su investigación
tomará, cuando descubre en la “casi correcta” calle principal norteamericana, que es quizás del paisaje
diario, vulgar y desdeñado, de donde podremos obtener el orden complejo y contradictorio que es válido
y vital para nuestra arquitectura y urbanismo. Que un arquitecto celebre lo “feo y ordinario” es
verdaderamente revolucionario, pero ¿será el cambio para mejor? ¿Es esta celebración, de hecho, la
posición populista que declara representar?
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Philip Johnson (quien fue mentor de Venturi) resume la relevancia de Complejidad y Contradicción para
el postmodernismo arquitectónico:
Todo surgió con el libro de Venturi. Todos sentimos –Venturi, Stern, Graves y yo, que deberíamos
conectarnos mejor con la ciudad y con la gente. Y de forma más contextual, que deberíamos
relacionarnos con edificios antiguos.
Once años después de la publicación, el impacto de la teoría de Venturi era extenso. Robert Stern, que
publicó en 1965 un fragmento de Complejidad y Contradicción como editor de Perspect, escribió en 1977
una interpretación de la tendencia historicista postmoderna. (Para diferenciarlo del postmodernismo en
general, nos referiremos a la obra de Stern como historicismo postmoderno). Nuevas Direcciones de la
Arquitectura Moderna Americana: Epílogo al Límite del Modernismo identifica tres áreas de enfoque: la
ciudad, la fachada y la idea de memoria cultural. Stern también formula principios: el edificio es un
fragmento de un todo mayor (contextualismo); la arquitectura es un acto de respuesta histórica y
cultural; los edificios adquieren significado con el tiempo. Aunque el Epílogo de Stern pretendía marcar
el fin del modernismo y adelantar la era postmoderna, no es un manifiesto proclamado como
Complejidad y Contradicción. Este ensayo muestra el postmodernismo como una crítica, que Stern
identifica como un intento por resolver la división moderna entre “racionalismo” (que abarca función y
tecnología) y realismo (historia y cultura). Curiosamente, la función y la tecnología, son los dos elementos
que Peter Eisenman identifica como la representación realista de Movimiento Moderno, en su obra “Fin
de lo Clásico”. Stern afirma que las formas postmodernas son reales, en lugar de abstractas, conocedoras
de su propósito, materialidad, de su historia, del contexto físico en que se les construyó, y del entorno
social, cultural y político que les dio el ser.
La posición de Stern, de cara al papel social del edificio, es planteada “ya que los edificios son diseñados
para significar algo… no son objetos sellados herméticamente”. En contradicción a sus afirmaciones de
comunicación y accesibilidad, el historicismo postmoderno ha sido duramente criticado, por los
partidarios de la responsabilidad social de la arquitectura, como una moda elitista.
Charles Jencks publicó, también en 1977, El Lenguaje de la Arquitectura Postmoderna, codificando el
movimiento emergente como un estilo con características predecibles. Jencks popularizó el término
“postmodernismo” en arquitectura (que data de finales de la década de 1940), que luego se extendió a
las demás artes. En su trabajo teórico, Jameson y el filósofo Jürgen Habermas utilizan el tipo de
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postmodernismo arquitectónico de Jencks (el postmodernismo historicista) para apuntar sobre
problemas culturales y sociales mayores.
En 1960, un grupo de arquitectos, que se autodenominaban CASE (Conferencia de Arquitectos para el
Estudio del Ambiente, siglas en inglés) efectuaron una reunión en el Museo de Arte Moderno de Nueva
York (MoMA). Un resultado indirecto de este encuentro fue la publicación en 1972 de Five Architects,
que mostraba la obra abstracta, de inspiración modernista, de Peter Eisenman, Michael Graves, Charles
Gwathmey, John Hejduk y Richard Meier, que serían conocidos como “The New York Five”. Con la
presentación por Arthur Drexler (curador y Director de Arquitectura y Diseno del MoMA), Rowe y
Frampton, y el epílogo por Johnson, la obra de los cinco se agenció la credibilidad de los patrones de la
arquitectura. Como una tendencia hacia la abstracción, opuesta a los llamados por el significado hechos
por Venturi, Stern y Jencks, la obra de los Five fue muy influyente entre los arquitectos. Drexler marca el
tono del libro en su prefacio, al describir las obras presentadas como “solamente arquitectura, no la
salvación del hombre ni la redención de la Tierra”:
Todos estamos preocupados… con la reforma social… que la arquitectura sea el instrumentos
menos apropiado para efectuar una revolución no ha sido notado por los jóvenes europeos, pero
en América es un hecho.
Lo común entre ellos era el formalismo: su interés en la primera arquitectura de Le Corbusier y las aún
no probadas posibilidades de aplicar las ideas de los pintores cubistas a la arquitectura. Las carreras de
estos arquitectos se han separado desde entonces, pero los cinco continúan siendo considerados como
figuras importantes en el mundo académico y profesional.
En 1976, Rowe publicó una colección de sus escritos desde 1940, titulada Matemáticas de la Villa Ideal
y Otros Ensayos. Muchas de las piezas habían tenido amplia circulación antes de su publicación y el libro
se convirtió en un clásico, incluyendo “Transparencia: Literal y Fenomenal”, escrito junto a Robert
Slutzky. Collage City (1978), escrito junto con Fred Koetter, se presenta en relación a la ciudad, más
adelante, dentro de esta introducción. Una versión publicada como artículo en 1975 se ofrece en el
capítulo seis.
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EXHIBICIONES
Una serie de muestras influyentes sostuvieron la diseminación de la teoría postmoderna sobre
arquitectura. Esta coincidencia de medios fue también característica del período alto moderno, entre
1920 y 1930, en Europa, con sus revistas radicales y sus exhibiciones frecuentes de prototipos de
vivienda. En Nueva York, el Museo de Arte Moderno lanzó la primera tendencia modernista en Estados
Unidos con la exhibición International Style de 1932. Esta muestra seminal tiene contrapartes durante
el período postmoderno, cuando MoMa albergó tres exposiciones prominentes que delinearon el
cambio de curso de la arquitectura. La Exhibición de Bellas Artes de 1975 y su pesado catálogo influyeron
en el dibujo arquitectónico postmoderno, con sus presentaciones en acuarela de los proyectos
neoclásicos de la Academia Francesa. Los planos también proporcionaron modelos para el uso de
procesiones clásicas, ejes, jerarquías y proporción. Cuatro años después, la exposición Transformations,
mostró un rango pluralista de obras desde 1969 hasta la fecha, similar a lo hecho por Jencks en “El
Lenguaje de la Arquitectura Postmoderna”.
Una tercera exhibición, también en el MoMA, fue “Arquitectura Deconstructivista” de 1988, curada por
Johnson y Mark Wigley. Los curadores intentaron lograr el mismo tipo de reorientación de la profesión,
la misma codificación de un movimiento, como en las anteriores muestras. Aunque logró alguna
atención, la exhibición no lanzó una tendencia mayor. La apariencia disparatada de algunas de las obras
y las intenciones de los arquitectos hicieron que la elección pareciera forzada. Mary McLeod, en su libro
“Arquitectura y Política en la Era Reagan: desde Postmodernismo al Deconstructivismo”, insinúa que
algunos de los arquitectos rechazaron la etiqueta de deconstructivistas, aunque admitieron ser incluidos
en la muestra. Parece que el término “deconstructivista” sirvió como etiqueta estilística para mostrar
algunas obras provocadoras que no tenían intelectualmente mucho en común. El ambiguo término
“deconstructivista” (empleado sólo en arquitectura, hasta donde yo sé) es buscado para reflejar las dos
fuentes de influencia para el tipo de trabajo postmoderno exhibido: la deconstrucción filosófica de
Jacques Derrida (véase la discusión sobre teoría lingüística) y el constructivismo ruso. Rem Koolhaas y
Zaha Hadid, que trabajaron juntos, son quizás los más comprometidos con las exploraciones formales
basadas en el Constructivismo. Pero Frank Gehry, Steven Holl y Coop Himmelblau no son, en realidad,
similares a los mencionados anteriormente; ellos tienen en común el proceso de trabajar a partir de la
intuición y las propiedades sensuales de los materiales. Gehry y Holl representan una fuerte tendencia
opuesta al historicismo postmoderno: una aproximación casi metafísica por lo concreto. En sus obras y
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las de otros autores de ese mismo período, hay un pensamiento fenomenológico no siempre articulado
de forma consciente, pero presente a manera de subtexto.
En 1980, la galería Leo Castelli de Nueva York solicitó diseños de viviendas privadas de reconocidos
arquitectos internacionales, mostrando la creciente popularidad de la arquitectura entre el público
general. Los ocho proyectos visionarios que conformaron la exhibición “Casas en Venta” fueron
presentados como obras de arte y vendidos rápidamente. La galería Max Protech de Nueva York
presentó exhibiciones de arquitectura, con regularidad, durante la década de 1980.
La sección de arquitectura de la Bienal de Venecia de 1980, fue organizada por Paolo Portoghesi
alrededor del tema “Presencia del Pasado”. En su libro Postmoderno: La Arquitectura de la Sociedad
Postindustrial, Portoghesi describe el fenómeno representado en la Bienal:
El lenguaje del postmodernismo… ha traído al dominio de la ciudad contemporánea un componente
imaginario y humanístico, y ha puesto en circulación fragmentos y métodos de gran tradición histórica
en el mundo occidental… una nueva fuerza y nuevo nivel de libertad han entrado en el mudo del
arquitecto, en el que el estancamiento creativo y la extraordinaria indolencia durante varias décadas,
mostró la inoperatividad del Movimiento Moderno.
La exhibición fue muy controversial, siendo considerada por algunos como nostálgica y escenográfica, y
por otros, como su curador, como una bocanada de aire fresco para la arquitectura. Jürgen Habermas
fue tan afectado durante la visita a la muestra, que se escribió una protesta contra esta “vanguardia de
frente invertido”. Publicado como “Modernidad, un Proyecto Incompleto”, su apasionado ensayo ha
sido el punto de partida para los arquitectos preocupados por salvar los aspectos valiosos del programa
de la arquitectura moderna.
2.2 LOS PARADIGMAS TEORICOS QUE DEFINEN AL POSTMODERNISMO
Además del creciente número de publicaciones teóricas, grupos de expertos y exhibiciones, el
postmodernismo en general es marcado por la proliferación de paradigmas teóricos, o marcos
referenciales ideológicos, que estructuran los debates temáticos. Los principales paradigmas que
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conforman la teoría son la fenomenología, la estética, la teoría lingüística (semiótica, estructuralismo,
postestructuralismo y deconstrucción), marxismo y feminismo.
PARADIGMA 1: FENOMENOLOGIA
Un ejemplo del carácter interdisciplinario de la teoría de la arquitectura es su dependencia en el método
de investigación filosófica conocido como fenomenología. A menudo se pasa por alto o no se cuestiona
que esta rama filosófica subyace en las actitudes postmodernas hacia el sitio, el lugar, el paisaje, la
creación (en particular tectónica). La teoría reciente se ha desplazado hacia la especulación filosófica, al
evaluar la interacción del cuerpo con el ambiente. Las sensaciones visuales, táctiles, olfatorias y
auditivas, son la parte visceral de la recepción de la arquitectura, un medio distinguido por su presencia
tridimensional. En el período postmoderno, la conexión inconsciente y corporal con la arquitectura se
ha convertido en objeto de estudio para algunos teóricos, gracias a la fenomenología. La fenomenología
de Husserl, que consiste en la “investigación sistemática de la consciencia y sus objetos” es la base del
trabajo de otros filósofos.
Estimulada por la disponibilidad de las traducciones de las obras de Martin Heidegger y Gaston Bachelard
escritas durante la década de 1950, la consideración fenomenológica en la arquitectura inició
desplazando el formalismo y sentó las bases para la estética contemporánea de lo sublime. La teoría de
la arquitectura típicamente corre detrás de la teoría cultural, y el caso de la absorción de la
fenomenología no será una excepción. La crítica de la fenomenología a la lógica científica, que a través
del pensamiento positivista (“optimismo sobre los beneficios que la extensión del método científico
brindaría a la humanidad”) ha elevado y devaluado el Ser, apeló a los postmodernistas a ver las
contribuciones de la tecnología a la modernidad bajo una óptica menos entusiasta.
Heidegger (1889‐1976) estudió filosofía bajo la tutela de Edmund Husserl. Sus cuestionables alianzas
políticas durante la Segunda Guerra Mundial originaron la fría recepción de su obra por sus colegas, sin
embargo, su influencia es evidente en la obra deconstructivista de Derrida y de otros teóricos
postmodernos.
Las obras de Heidegger están motivadas por su preocupación por la inhabilidad del hombre moderno de
reflexionar en el Ser (o existencia), esto es crucial, según él, porque tal reflexión refleja la condición
humana. Una de las obras fenomenológicas más influyentes en la arquitectura es “Construir, Habitar,
Pensar”, en la que Heidegger articula la relación entre edificar y habitar, Ser, construir, cultivar y
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disponer. Al rastrear la etimología de la palabra alemana Bauen (construir), Heidegger redescubre sus
connotaciones antiguas y sus significados más amplios que manifiesta la riqueza potencial de la
existencia. Habitar es definido como “estar con las cosas”. Cuando las cosas son nombradas por primera
vez, son reconocidas. A lo largo de este ensayo mantiene que el lenguaje le da forma al pensamiento, y
el pensamiento y la poesía son requeridos para habitar.
Christian Norberg‐Schulz interpreta el concepto de habitar de Heidegger como “estar en paz en un lugar
protegido”. El discute el potencial de la arquitectura de brindar habitación: “el primer propósito de la
arquitectura es hacer al mundo visible. Lo hace como cosa, y el mundo que presenta consistirá en lo que
reúna”. El crítico noruego ha promulgado la conexión entre arquitectura y habitar en una serie de
publicaciones que datan desde Existencia, Espacio y Arquitectura (1971). Su interés en la experiencia de
cosas concretas es manifestado e Intenciones en la Arquitectura (1965), libro que revela su futura
dirección.
Norberg‐Schulz es ampliamente citado en la actualidad y se le considera como el principal proponente
de la fenomenología de la arquitectura, es decir, la preocupación por la “concretización del espacio
existencial” a través de la construcción de lugares. El aspecto tectónico de la arquitectura juega un papel,
especialmente en los detalles concretos que, para Norberg‐Schulz, “explican el ambiente y hacen
manifiesto su carácter”.
La fenomenología en la arquitectura requiere la atención deliberada en cómo se elaboran las cosas.
Como se supone que dijo Mies, “Dios está en los detalles”. Esta influyente escuela de pensamiento no
sólo reconoce y celebra los elementos básicos de la arquitectura (pared, piso, cielo, etc. como horizonte
o frontera), sino que también ha traído consigo un renovado interés por las cualidades sensuales de los
materiales, la luz, el color y por el significado simbólico y táctil de la junta.
Pérez‐Gómez propone extender el concepto de habitar de Heidegger para permitir la “orientación
existencial”, la identificación cultural y la conexión con la historial. Al tener un punto de apoyo en la
arquitectura auténtica, el hombre podrá enfrentarse con su mortalidad a través de la trascendencia del
habitar.
Influenciado por el fenomenólogo Hans‐Georg Gadamer, Pérez‐Gómez afirma que la aprehensión de la
arquitectura como significativa requiere de una dimensión metafísica. Esta dimensión “revela la
presencia del Ser, la presencia de lo invisible en el mundo cotidiano”. Lo Invisible debe ser significado
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con una arquitectura simbólica. El énfasis en el habitar es similar al de Norberg‐Schulz, pero Pérez‐
Gómez es más prescriptivo en su requerimiento de representación: “una arquitectura simbólica es la
que representa, la que puede ser reconocida como parte de nuestro sueños colectivos, como lugar de
un habitar pleno”. Se puede reconocer la potencia del concepto de habitar, aunque se cuestione la
afirmación de Pérez‐Gómez que necesita medios representativos o simbólicos para lograrlo. Porque, al
contrario, la abstracción es reconocida por algunos teórico como más abierta a interpretaciones y, por
lo tanto, más significativa universalmente.
Un fenomenólogo finlandés, Juhani Pallasmaa, trata la aprehensión psíquica de la arquitectura. El habla
de “abrir la vista a una segunda realidad de percepción, sueños, memorias olvidadas e imaginación”. En
su obra esto se obtiene mediante una “arquitectura del silencio” abstracta. Mientras que su
investigación inconsciente remite al concepto freudiano de “lo siniestro”, su arquitectura del silencio
resuena con el concepto contemporáneo de sublime.
PARADIGMA 2: LA ESTÉTICA DE LO SUBLIME
Al igual que la fenomenología, la estética es un paradigma filosófico que trata de la producción y
recepción de la obra de arte. Esta sección presenta articulaciones de la categoría estética más
importante del período postmoderno. Por su función como la expresión característica de la modernidad,
lo sublime constituye la principal categoría estética en el período postmoderno. El repentino
resurgimiento del interés en lo sublime se puede explicar en parte por el énfasis reciente en el
conocimiento de la arquitectura a través de la fenomenología. El paradigma fenomenológico plantea un
problema fundamental para la estética: el efecto de una obra de arquitectura sobre el observador. En el
caso de lo sublime, esta experiencia será visceral.
Las definiciones de los sublime (como lo siniestro y lo grotesco) le dan forma al discurso estético
contemporáneo y coinciden con el pensamiento postmoderno. Los teóricos que investigan lo sublime
están reinterpretando una tradición que data del siglo primero d. C. y que es ampliada durante la
Ilustración. Edmund Burke e Immanuel Kant son dos fuentes importantes durante el siglo dieciocho. La
reconsideración de lo sublime puede usarse para resituar el discurso arquitectónico más allá del mero
formalismo.
En la arquitectura en el siglo XX, cualquier mención de lo sublime o de lo bello parece haber sido
reprimida deliberadamente por los teóricos y diseñadores ansiosos por distanciarse del pasado reciente.
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Para lograr la “ruptura radical” con la historia de la disciplina, como deseaba el modernismo, debían
cambiarse los términos de la teoría estética. El llamado para una tabula rasa estética y por la aplicación
de principios científicos al diseño, suplantaron la retórica precedente. El énfasis positivista en la
racionalidad y la función marginalizó la belleza y lo sublime como problemas arquitectónicos subjetivos.
La recuperación postmoderna de lo sublime (y, por lo tanto, de su recíproco, lo bello) como se comenta
acá, permitirá una expansión significativa de la teoría.
Varios teóricos proponen como ruta para la revitalización de la arquitectura el descubrimiento de sus
aspectos reprimidos, siguiendo los modelos deconstructivistas y psicoanalíticos. Dentro del material se
encuentran los supuestos sobre el origen de la disciplina. Para Anthony Vidler y Peter Eisenman, lo
inquietante y lo grotesco, aspectos de lo sublime, han sido reprimidos. Como dice Vidler, “lo inquietante
en este contexto será… el retorno del cuerpo a una arquitectura que ha reprimido su presencia
consciente”. Claramente relacionado está el concepto de grotesco de Eisenman: “la condición de lo
siempre presente que lo bello en la arquitectura intenta reprimir”. Sus ideas comienzan a definir lo
sublime en la arquitectura contemporánea.
Lo inquietante, como lo describe Sigmund Freud, consiste en el redescubrimiento de algo familiar que
ha sido previamente reprimido; es la sensación incómoda provocada por la presencia de una ausencia.
La mezcla de lo conocido y familiar con lo extraño se destaca en la palabra alemana para lo inquietante,
umheimliche, que traducida literalmente significaría siniestro. En su estudio, The Architectural Uncanny,
Vidler destaca que un tema común es la idea del cuerpo humano en fragmentos. Lo inquietante, será
entonces, el lado terrorífico de lo sublime, el miedo a la privación del cuerpo íntegro. Vidler nota un
“intento deliberado de confrontar el estado del cuerpo en la teoría postmoderna”, que se necesita por
el hecho que “la desintegración del cuerpo es, en un sentido muy real, la imagen de la noción humanista
de progreso desordenado”. La fragmentación es un tema importante en la arquitectura postmoderna
historicista y la deconstructivista, cuya fuente yace en el rechazo a la personificación antropomórfica.
Al enfocar su estudio fenomenológico en lo inquietante, Vidler espera descubrir el “poder para
interpretar las relaciones entre la psiquis y el habitar, el cuerpo y la casa, el individuo y la metrópolis”. El
destaca que muchos arquitectos han seleccionado lo inquietante como una poderosa “metáfora para la
fundamentalmente invivible condición moderna: la falta de techo”. El rol de lo inquietante en la agenda
estética de la arquitectura es identificar y criticar asuntos contemporáneos como la imitación, repetición,
simbolismo y los sublime a través de su vínculo con la fenomenología.
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Vidler reconoce que el uso de la desfamiliarización, “invierte las normas estéticas y las sustituciones de
lo grotesco por lo sublime”, como estrategias formales de la vanguardia para enfrentar la alienación.
Quizás esto explique la exploración de Eisenman de lo grotesco, como “manifestación de la
incertidumbre de lo físico”. El declara que lo grotesco plantea un desafío a la dominación continua de lo
bello, su represor desde el Renacimiento. Eisenman considera al Movimiento Moderno como parte de
un período ininterrumpido de quinientos años de duración, al que se refiere como “clásico”.
En el trabajo de Eisenman como en otras teorías recientes, la belleza resurge en el contexto de su
oposición a lo sublime (grotesco). Propone una “contención desde lo interno” en lugar de invertir la
jerarquía actual, de forma que un término (lo grotesco), siempre reprimiría el otro (lo bello). Su
alternativa a la exclusión de categorías en oposición reconoce que lo grotesco está presente dentro de
lo bello: “la idea de lo feo, lo deformado y lo supuestamente no natural”. La utilidad de esta categoría
estética ampliada está en que sirve para avanzar la agenda de Eisenman: desplazar la arquitectura y su
dependencia en los ideales humanistas como belleza, mediante la complejidad.
Quizás el modelo para la relación de la teoría y la práctica de la arquitectura Diana Agrest pueda
emplearse para reconfigurar la relación entre estas categorías estéticas: si lo bello es el discurso
normativo de la estética, lo sublime puede considerarse como un discurso “analítico y explorativo”, en
oposición a la belleza. Lo sublime se ha descrito como un discurso que ha influido en la construcción del
sujeto moderno. Su carácter, orientado hacia el proceso, puede servir para explicar su atractivo para los
postmodernistas.
La importancia de lo sublime en el siglo veinte, está siendo reconocida finalmente en los escritos
teóricos, que versan principalmente sobre arte y literatura. Ya sea que se presente como un fenómeno
para generar crítica social o como un aspecto del encuentro psicológico, el perfil contemporáneo de lo
sublime está resurgiendo. Incluye el apoyo de Eisenman y Lyotard a la deconstrucción de la profesión y
la indeterminación de la abstracción. Bajo la rúbrica de lo inquietante en arquitectura se incluye su
articulación fenomenológica. Estas posiciones teóricas ofrecen formas de desenmascarar la represión
de la vanguardia que ha limitado nuestra habilidad para ver a la arquitectura como un diálogo continuo
entre lo sublime y lo bello. El énfasis que Vidler y Eisenman ponen en la experiencia espacial del sujeto
desafía la recepción no empírica y formalista de la arquitectura.
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PARADIGMA 3: TEORÍA LINGÜÍSTICA
La restructuración del pensamiento bajo paradigmas lingüísticos ha provocado un cambio en las
preocupaciones de la crítica cultural postmoderna. La semiótica, el estructuralismo y, en particular, el
postestructuralismo (incluyendo la deconstrucción) han reconfigurado muchas disciplinas, incluyendo la
literatura, la antropología, la sociología y la actividad crítica en general. La introducción significativa de
la teoría europea a la audiencia norteamericana tuvo lugar en 1966 en la Universidad Johns Hopkins.
Entre los expositores presentados en el “Coloquio Internacional sobre Lenguajes Críticos y Ciencias
Humanas”, estuvieron Jacques Derrida, Roland Barthes y Jacques Lacan.
Estos paradigmas, que ejercieron una influencia mayor en el pensamiento durante la década de 1960,
trajeron consigo el revivido interés por la significación y el simbolismo en la arquitectura. Los arquitectos
estudiaron cómo se daba el significado en el lenguaje y aplicaron ese conocimiento, mediante la
“analogía lingüística” a la arquitectura. Muchos se cuestionaban hasta qué punto la arquitectura es
convencional, como el lenguaje, y su la gente fuera de la arquitectura entendería cómo dichas
convenciones construyen significados. Diana Agrest y Mario Gandelsonas con “Semiótica y
Arquitectura”, y Geoffrey Broadbent en su “Guía de la Teoría de los Signos en Arquitectura”, entre otros,
se preguntaron si existe un contrato social en la arquitectura. Como un reto al funcionalismo moderno
como determinador de la forma, se discutía que, desde un punto de vista lingüístico, los objetos
arquitectónicos no poseen un significado inherente, pero pueden desarrollarlo mediante la convención
cultural.
SEMIÓTICA
La teoría lingüística es un paradigma muy importante cuando se analiza la preocupación general
postmoderna: la creación y recepción de significados. La semiótica y el estructuralismo, en particular,
con la forma en que el lenguaje comunica, concibiéndolo como un sistema cerrado.
La semiótica (término elegido por Charles Sanders Peirce), o semiología (término de Ferdinand de
Saussure) se aproximan al lenguaje de forma científica, como un sistema de signos con una dimensión
estructural (sintáctica) y otra de significado (semántica). Las relaciones estructurales conectan a los
signos y sus componentes (significante y significado), las relaciones sintácticas se dan entre los signos.
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Las relaciones semánticas tienen que ver con el significado, es decir, la relación entre el signo y el objeto
denotado por dicho signo.
Las clases del lingüista suizo de Saussure, sobre semiología, presentadas originalmente entre 1906 y
1911, fueron traducidas al inglés y al francés en 1959, generando un renovado interés en su obra. Su
contribución principal fue el estudio del lenguaje sincrónicamente (su uso actual), examinar las partes
del lenguaje y las relaciones entre ellas. De Saussure fue el inventor de las nociones de significante y
significado, cuya relación estructural constituye el signo lingüístico. Igual de importante que el signo es
la idea que “el lenguaje es un sistema de términos interdependientes, en el que el valor de cada término
es dado únicamente por la presencia de los otros”.
La aplicación de la teoría semiótica a otras disciplinas proliferó durante la década de 1960, con mucha
actividad académica en Norte y Suramérica, Francia e Italia. Umberto Eco, novelista, crítico y semiólogo,
escribió sobre la arquitectura como un sistema semiótico de significación. En “Función y Signo: la
Semiótica de la Arquitectura” Eco alega que los signos arquitectónicos (morfemas) comunican las
funciones posibles mediante un sistema de convenciones o códigos. El uso literal o función programática
es el significado primario de la arquitectura. Los signos, por tanto, denotan las funciones primarias y
connotan las funciones secundarias. Su ensayo “Análisis Componencial del Signo Arquitectónico,
Columna”, demuestra que un solo objeto arquitectónico (en este caso una columna) puede tener
significado y por lo tanto será una unidad semántica pertinente.
En “Leyendo Arquitectura” (1972), importante investigación publicada en una revista profesional
(Progressive Architecture), Mario Gandelsonas compara la carga sintáctica de la obra de Eisenman, con
la carga semántica de la obra de Graves. En general, la teoría y la práctica de Agrest y Gandelsonas está
influencia por la lingüística. Ellos encuentran en la semiótica una forma de leer la arquitectura como un
campo de producción de conocimientos. “El Texto Urbano”, de Gandelsonas, es un ejemplo de este tipo
de análisis.
ESTRUCTURALISMO
El estructuralismo es un método de estudio que declara que “la naturaleza de las cosas no está en las
cosas en sí, sino en las relaciones que construimos y percibimos entre ellas”. El mundo está constituido
por el lenguaje, que es una estructura de relaciones significativas entre signos arbitrarios. Por lo tanto,
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los estructuralistas afirman que en los sistemas lingüísticos sólo existen diferencias, sin términos
positivos.
El estructuralismo se enfoca en los códigos, las convenciones y los procesos responsables de la
inteligibilidad de una obra, es decir, cómo esta produce un significado disponible socialmente. Como
método no se preocupa del contenido temático sino de las “condiciones de significación”. Aunque tiene
raíces en la lingüística y la antropología, es una
Investigación transdisciplinaria de la relación de un texto con las estructuras y procesos
particulares, sean estos lingüísticos, psicoanalíticos, metafísicos, lógicos, sociológicos o retóricos.
Los lenguajes y las estructuras, en lugar del ser del autor o su consciencia, serán la principal
fuente de exploración.
El atractivo del estructuralismo para la arquitectura parece claro si sustituimos el trabajo literario por
obra arquitectónica en la siguiente explicación del método.
Los estructuralistas toman la lingüística como modelo e intentan desarrollar gramáticas –inventarios
sistemáticos de elementos y sus posibilidades de combinación‐ que dan cuenta de la forma y significado
de las obras literarias.
POSTESTRUCTURALISMO
El crítico cultural Hal Foster marca la transición del modernismo al postmodernismo a través de dos ideas
tomadas directamente del crítico literario y cultural Roland Barthes (m. 1980), cuyas ideas de la obra y
el texto reflejan el cambio de enfoque en la producción artística y literaria, de la creación moderna del
todo (unidad) a la creación postmoderna del “espacio multidimensional” o el “campo metodológico”.
Mientras algunos pueden discutir que es difícil separar el estructuralismo del postestructuralismo, Foster
también emplea la obra y el texto para hacerlo. En su ensayo “Polémicas (Post)Modernas”, asocia la obra
estructuralista con la estabilidad de los componentes del signo, mientras que el texto postestructuralista
“refleja la disolución contemporánea del signo y la liberación del juego de significantes”. Barthes
propondrá posteriormente que el significante tiene el potencial de jugar libremente y diferir
interminablemente el significado, lo que resulta en una cadena infinita de metáforas.
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El postestructuralismo, por tanto, inicia la “crítica del signo” preguntándose: ¿Está el signo compuesto
solo por dos partes (significante y significado), o no depende también de la presencia de otros
significantes, con los que no se relaciona y de los que difiere? El teórico literario marxista, Terry Eagleton,
apunta que mientras el estructuralismo divide el signo del referente (objeto referido), el
postestructuralismo va un paso más allá y separa el significante del significado. La conclusión, siguiendo
esta línea de pensamiento, es que “el significado no está inmediatamente presente en el signo”.
Otra manera de marcar la transición del estructuralismo hacia el postestructuralismo, que ocurrió
alrededor de 1970, es el cambio de la visión objetiva sobre el lenguaje (como un objeto independiente
del sujeto humano), a la visión del discurso del sujeto o individuo. “Discurso” es el lenguaje como
práctica, según Eagleton, lo que implica el reconocimiento postestructuralista de los papeles vinculados
del autor y la audiencia, y del papel importante del diálogo en la comunicación lingüística.
Antes del estructuralismo, el acto de interpretación buscaba encontrar el significado que coincidiera con
la intención del autor o del orador. Tal significado se consideraba definitivo. El estructuralismo no
pretende asignar un significado verdadero a la obra (más allá de su estructura) o evaluar la obra en
relación con el canon. En el posestructuralismo, se asegura que el significado es indeterminado, elusivo,
sin fondo.
Dada la falta de relevancia del proyecto crítico tradicional, Barthes formula en “De la obra al texto” las
siguientes ideas sobre lo que debería ser la crítica posestructuralista: Primero, la búsqueda por parte del
crítico de las fuentes y las influencias en las que pueda basar su interpretación, causa que la obra sufra
del “mito de la filiación”. Al buscar el lugar de las obras contemporáneas de arte y arquitectura en un
contexto histórico, los críticos están desafiando la noción modernista que todo debe ser original, surgido
de una tabula rasa. Según Barthes, una mejor aproximación crítica será aquella en la que el “crítico
ejecuta la obra”, en ambos sentidos de la palabra. Este doble sentido se refiere a efectuar la función
interpretativa usual del crítico y sugiere sus sentimientos edípicos respecto a la literatura del pasado.
Barthes desea que el crítico, o el lector en general, tome un papel activo como productor del significado.
El paradigma posestructuralista plantea dos preguntas respecto a la arquitectura postmoderna, según
Foster en “Polémicas (Post)Modernas”: el estatus del sujeto y el lenguaje, y el estatus de la historia y su
representación. Ambos son construcciones amoldadas por sus representaciones sociales. De hecho, el
objetivo de la crítica posestructuralista es demostrar que toda la realidad es constituida (producida y
sostenida) por sus representaciones en lugar de ser reflejada por ellas. La Historia, por ejemplo, es
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narración con implicaciones subjetivas, de lo ficticio. Por lo tanto, el posestructuralismo fomenta la
proliferación de historias, contadas desde puntos de vista diferentes a los de la élite en el poder. Estas
historias sustituyen la versión “recibida”, de la “historia de los vencedores”.
De igual manera, el pensamiento posestructuralista problematiza el sujeto como autor, desafiando su
estatus y poder, como en “La Muerte del Autor” (1968) de Barthes y en “¿Qué es un autor?” de Michel
Foucault (1969). Ambos sugieren que la particularidad y la creatividad del autor son sólo ficciones
culturales convenientes, comparadas con el papel selectivo y reducido jugado por ellos cuando
presentan un número limitado de problemas. En su noción posestructuralista, ampliamente aceptada,
este “individuo” es, de hecho, colocado dentro de un sistema de convenciones que “le hablan”.
El “artista romántico” como “genio” productor es atacado como un constructo ideológico, al igual que
el autor, debido a que la representación de la sociedad entra en conflicto con la función del artista. Como
el autor, el artista es una celebración exagerada del individualismo. Foucault (1984) prefería entender al
autor como una “función” … característica del modo de existencia, circulación y funcionamiento de
ciertos discursos al seno de la sociedad. Esta perspectiva lo lleva a formular preguntas más relevantes
que las formuladas por la crítica tradicional como ¿Cuáles son los modos de existencia de este discurso?
¿Dónde se ha usado, cómo puede circular y quién puede apropiarse de él?
Muchos educadores y practicantes han asumido posturas posestructuralistas. La teoría arquitectónica
postmoderna ha emprendido, entonces, un reexamen de los orígenes disciplinarios de la arquitectura
moderna (incluyendo la noción de tabula rasa), y su relación con la historia (que puede ser caracterizada
por “Ansiedad por la Influencia”, de Harold Bloom, 1973), el énfasis en la innovación y la noción del
arquitecto individualista y heroico.
La reorientación postmoderna de las prioridades críticas, que reenfoca el objeto de estudio de una
disciplina, sucede con la aplicación de los principios posestructuralistas a otras disciplinas. Por ejemplo,
la consideración de Foucault del impacto de los diferentes discursos conlleva al interés sociológico sobre
el papel de las instituciones en la sociedad. La crítica psicoanalítica de Jacques Lacan y Julia Kristeva está
filtrada por un lente posestructuralista, sobre el que se coloca una capa feminista, en el caso de Kristeva.
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DECONSTRUCCION
Una de las manifestaciones posestructuralistas más significativas es la deconstrucción. Como práctica
lingüística y filosófica, la deconstrucción acusa al “logocentrismo” como cimiento del pensamiento, y de
la arquitectura. Jacques Derrida, filósofo francés cuya obra es más a menudo la más asociada con la
deconstrucción, explora el uso de operaciones retóricas (como la metáfora) para dar el supuesto soporte
o fundamento al argumento, y nota que cada concepto ha sido construido. Para el caso, especula sobre
qué constituye la “arquitectura de la arquitectura”: Si la arquitectura, la tectónica y el diseño urbano
sirven como metáforas fundamentales para otros sistemas de pensamiento, como la filosofía, ¿qué
sostiene a la arquitectura?
Derrida describe su trabajo con los siguientes términos:
La deconstrucción analiza y cuestiona los pares conceptuales que actualmente son aceptados
como evidentes y naturales, como si no hubiesen sido institucionalizados en el momento preciso…
porque se toman por sentado, limitan el pensamiento.
La deconstrucción trabaja desde los márgenes para exponer y desmantelar las oposiciones y
suposiciones vulnerables que estructuran un texto. Luego se moviliza para intentar un desplazamiento
más general del sistema, estableciendo qué es lo que la historia de una disciplina ha ocultado o excluido,
mediante la represión, para constituir su identidad. Esta estrategia es crucial en las críticas feministas.
(Véase la discusión sobre el feminismo en esta introducción).
El propósito de la deconstrucción es desplazar las categorías filosóficas y los intentos de dominio, como
el privilegio de un término sobre otro en las oposiciones binarias, como presencia/ausencia. Las
jerarquías binarias no son vistas como problemas aislados o periféricos, sino como sistémicas y
represivas. Derrida ve que la arquitectura apunta hacia el control de los sectores de transporte y
comunicación de la sociedad, así como la economía. La deconstrucción es parte de la crítica
postmoderna; su meta es terminar con el plan de dominación de la arquitectura moderna.
El propósito de la arquitectura, de Tschumi, es cercano al manifestado por Derrida:
(lograr la construcción de) condiciones que disloquen los aspectos más tradicionales y regresivos
de nuestra sociedad y, simultáneamente, reorganizar estos elementos en la forma más
liberadora.
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Tschumi es la contraparte de Barthes y Derrida, en el ámbito de la arquitectura, ya que prueba los límites
de la disciplina, descubre sus márgenes, la confronta con otras disciplinas, y somete sus premisas a una
crítica radical. Se interesa en el texto arquitectónico, como potencialmente ilimitado, no subsumido
dentro de otras disciplinas y géneros tradicionales, sino traspasando estos límites disciplinarios.
Eisenman también ha propuesto (de manera teórica y en el diseño) la noción de la arquitectura como
texto, y su intercambio con Derrida ha servido como instrumento para introducir a los arquitectos a la
deconstrucción.
En el período postmoderno se da una evolución, desde el interés estructuralista por la formación del
significado mediante relaciones entre signos y componentes de los signos, hasta la conclusión que el
significado definitivo es imposible, en el pensamiento posestructuralista y deconstructivista. Muchas
preguntas interesantes son formuladas por la teoría lingüística, afectando la elaboración de la
arquitectura, la teoría y su recepción crítica. ¿Es la búsqueda de significación infructuosa o nostálgica?
Si la interpretación de los artefactos es una práctica crítica que no merece la pena ¿Cuál es el propósito
de la crítica? ¿Descubrir nuestras ideologías? ¿Escribir de forma creativa? ¿Construir una narración
paralela que no reclame una autoría particular en respecto al artefacto?
Las preocupaciones arquitectónicas con el significado y el lugar son tratadas por los postestructuralistas
como arbitrariedades del signo comunicativo. Si los signos son interpretados de manera poco fiable, son
fácilmente construidos en variadas formas simultáneas, ¿cómo puede la arquitectura expresar un
sentido compartido de comunidad? Y si no se puede confiar en el lenguaje, ¿podría existir algún acuerdo
sobre el significado del lenguaje arquitectónico? Aún más, la caída de las grandes narrativas históricas,
propuesta por los posestructuralistas, apunta hacia el consenso inalcanzable de una arquitectura
representada significativamente.
PARADIGMA 4: MARXISMO
El paradigma marxista influye en el estudio de la arquitectura en el período postmoderno especialmente
al examinar la ciudad y sus instituciones. La crítica urbana postmoderna se soporta en la reconsideración
de los asuntos políticos por intelectuales y teóricos marxistas.
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Los enfoques marxistas de la historia de la arquitectura y la teoría (especialmente entre los escritores
italianos de la “Escuela de Venecia”), plantean el problema de la relación entre la lucha de clases y la
arquitectura. El historiador Manfredo Tafuri explica sus intenciones en la conclusión de Arquitectura y
Utopía (1973):
Una crítica marxista coherente a la ideología de la arquitectura y el urbanismo no puede menos
que desmitificar las realidades históricas y contingentes… ocultas detrás de los términos de arte,
arquitectura y ciudad.
El define “la crisis de la arquitectura moderna… como una crisis de la función ideológica de la
arquitectura”. O sea, que el Movimiento Moderno falló en su intento por lograr el cambio del orden
social porque sólo es posible una crítica de clase de la arquitectura. Una crítica de clase de la arquitectura
no puede producir una revolución porque depende y sigue esta revolución general. Tafuri dice que la
arquitectura moderna no puede proporcionar la imagen arquitectónica de una sociedad liberada sin que
se revisen sus elementos: lenguaje, método y estructura.
Aunque Tafuri parece descartar el cambio a través de la arquitectura, Jameson es más optimista sobre
el potencial de la “teoría de enclave” del marxismo para dar raíces a la resistencia del status quo. Este
modelo propone que los grupos marginados, que trabajan en los márgenes de la sociedad, pueden
forjarse una posición como enclave crítico y pueden iniciar el cambio. Un ejemplo lo constituyen las
revoluciones estudiantiles de mayo de 1968, “los eventos” en los que los estudiantes y trabajadores
europeos (especialmente los franceses) intentaron derrocar el sistema capitalista e instaurar el
marxismo. Los estudiantes, como las mujeres y los negros, adoptaron la idea de necesidad de un
radicalismo grupal constituyente. (Eagleton conjetura que la incapacidad de los revolucionaros de
cambiar el gobierno atrincherado pudo haber jugado su papel en la crítica postestructuralista del
lenguaje. La teoría de enclave ha engendrado una amplia variedad de manifestaciones arquitectónicas,
incluyendo el Regionalismo Crítico, que se discutirá posteriormente.
Estas inquietudes sobre la estructura del poder político son reforzadas por los intelectuales franceses,
como el posestructuralista Michel Foucault, y por la influyente Escuela de Frankfurt, cuyos miembros
asumen una posición marxista modificada. La influencia de Foucault ha sido extensa, debido a sus
amplios estudios analíticos sobre la estructura de las disciplinas y la profesión bajo los métodos de la
arqueología y genealogía del conocimiento. Su enfoque interdisciplinario fusiona la filosofía, la historia,
la psicología y la política en lo que él denomina “taxonomía de los discursos”. Los libros de Foucault
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(Historia de la Locura en la Época Clásica, El Orden del Discurso, y Vigilar y Castigar) dejan claro que las
instituciones (y las formas arquitectónicas que las albergan) cumplen una función de control en la
sociedad. La utopía arquitectónica fue brevemente cubierta en su ensayo “De otros espacios: Utopías y
Heterotopías” (1967). Además de estudiar el papel de las instituciones, Foucault identifica el rol que
cumple la jerga profesional para crear un discurso autónomo, legitimador y excluyente. La crítica
postmoderna hacia las estructuras de poder durante la década de 1960 y 1970 se inspiró y fue facilitada
por este análisis.
La Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, es obra de un grupo que trabajó en el Instituto de
Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt. Está asociada inicialmente con Max Horkheimer
(m. 1973), Theodore Adorno (m. 1969), que fungieron como directores del Instituto, y con Herbert
Marcuse (m. 1979), que se permaneció en los Estados Unido, aún después de que el Instituto se
restableciera en Alemania durante la década de 1950. Como Foucault, su abordaje interdisciplinario
fusiona la filosofía, la historia y la psicología, en un esfuerzo por describir exactamente el fenómeno de
la cultura en el contexto de la economía política y la sociedad. Se intentaba que su estudio sobre
problemas como el surgimiento del autoritarismo y la burocracia, la cambiante naturaleza de las
relaciones sociales y la relación de la cultura contemporánea con la vida cotidiana, contribuyera a la
lucha en contra de la dominación. Walter Benjamin (m. 1940) es uno de los miembros más conocidos
del Instituto a pesar de su relación periférica. Sus escritos sobre cultura, con un enfoque similar al de
Barthes, han sido citados con frecuencia en la teoría de la arquitectura desde finales de la década de
1970.
PARADIGMA 5: FEMINISMO
El activismo de la década de 1960, llamó la atención sobre la exclusión, dentro de las sociedades
democráticas, de grupos definidos por el género, la raza y la orientación sexual. Más recientemente, se
ha subrayado el mismo problema por los jóvenes estudiantes, a menudo mujeres y homosexuales. Las
aproximaciones críticas que apelan a la equidad, inclusión y al fin del prejuicio (la crítica del otro) están
ampliando la discusión de la arquitectura y otras artes más allá de los aspectos formales (que dominaron
la teoría y crítica de finales del modernismo) a los aspectos culturales, históricos y éticos. Un tipo
importante de esta crítica del otro es el feminismo.
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El feminismo surge como una agenda política para resistir la dominación masculina en el período
postmoderno. Este movimiento político hizo grandes esfuerzos para lograr la equidad social, en el
empleo y la educación como en independencia financiera y legal. En los Estados Unidos, el control del
destino propio, encuentra su emblema en la batalla en pro del aborto.
Las operaciones de exclusión de las profesiones y otras instituciones fueron desafiadas exitosamente,
durante la década de 1970, por mujeres que no habían gozado de la participación plena como fuerza de
trabajo, en la política y la academia. El rechazo a la discriminación por género requirió presentar la
noción de género como no natural, arbitraria e irrelevante. Para mostrar al género como una
construcción de control social que privilegia a algunos de los miembros de la sociedad a expensas de
otros, las feministas emplearon paradigmas críticos (incluyendo el posestructuralismo, el marxismo y el
psicoanálisis. El género ha sido empleado históricamente para aislar y marcar al otro. El teórico Chris
Weedon señala el origen y las implicaciones del género:
El psicoanálisis proporciona una teoría universal de la construcción psíquica de la identidad de género,
sobre la base de la represión (de una parte de la bisexualidad infantil…) ofrece un marco de referencia
desde el cual se pueda comprender la femineidad y la masculinidad, una teoría de la consciencia, el
lenguaje y el significado.
La teórica Ann Bergren dice que “el género es una máquina para pensar el significado de la diferencia
sexual”. Ella nota que algunos idiomas, como el inglés, operan sin necesidad de diferenciar los términos
de género. Este tipo de observaciones llevaron a Bergren a concluir que el género es “subjetivo en ambos
sentidos de la palabra y, por lo tanto, retórico y político”. Como resultado, las feministas examinarán la
noción logocéntrica de diferencia, que se origina en el género y que tiene un impacto no reconocido en
el ambiente construido.
La formulación del sujeto “como pura exterioridad, el producto de la inscripción de las relaciones de
poder” es fundamental para reconsiderar las construcciones culturales como el género. En otras
palabras, el individuo es manipulado hacia la conformidad conductual con las estructuras políticas
explícitas y sus códigos sociales implícitos. Estas estructuras y códigos serán, precisamente, el objetivo
de los ataques feminismo.
La crítica feminista de la arquitectura pretende vincular la teoría y la práctica con la realidad sociopolítica.
Bajo la influencia de Freud y Derrida, Agrest cree que el “sistema” de la arquitectura” se define por lo
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que incluye y por lo que excluye o reprime. En su ensayo “Arquitectura sin: Cuerpo, Lógica, Sexo) ella
encuentra que la mujer y su cuerpo han sido excluidos por el sistema falocéntrico. El término
psicoanalítico de “represión” (la negación del impulso sexual que conlleva a la neurosis) toma un
significado espacial cuando describe un “interior de represión” definido por una mujer, su cuerpo y el
sistema que su represión mantiene. Ella convierte la desventaja de la exclusión en ventaja:
Este afuera es un lugar desde el que se puede tomar distancia del sistema cerrado de la arquitectura, y
entonces, estás en una posición que permite examinar los mecanismos de cerramiento de la
arquitectura, sus mecanismos ideológicos de filtración, para hacer borrosos los límites que separan la
arquitectura de otras profesiones.
Pero Agrest también entiende el riesgo que toman las mujeres al asumir una posición externa, no
conforme con el orden social: ser catalogada por la histórica como extática, bruja, histérica, etc. Ella
propone que se puede encontrar en el cine una posición extradisciplinaria productiva, ya que comparte
con la arquitectura los elementos de línea y espacio. El punto de vista crítico que establece Agrest
pretende, en teoría, resituar al cuerpo femenino en la arquitectura posmoderna. También es un
recordatorio importante de la tradición antropomórfica, que fue rechazada por la arquitectura moderna.
Para más información, véase la discusión del tema “Cuerpo”.
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