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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA

GRAN MARISCAL DE AYACUCHO


FACULTAD DE DERECHO
ESCUELA DE DERECHO
NÚCLEO MATURÍN, ESTADO – MONAGAS

LOS DERECHOS HUMANOS Y LA JUSTICIA SOCIAL

Bachiller:
Diana Suárez. CI:
Miliannys Palacios. CI: 31.650.025

Profesora:
Doenys Ylarraza.
Sección: 1D1.
MATURÍN, JUNIO DEL 2022.

Resumen:

Cuando hablamos de los derechos humanos primero debemos conocer su inicio o su


orígen, los derechos humanos han existido desde hace muchísimos años, sin embargo,
se considera que nacieron el 10 de diciembre del año 1948 ya que ese día fueron
proclamados por la asamblea general de las naciones unidas y consagrados por la
declaración universal de los derechos humanos, esto cómo consecuencia de la segunda
guerra mundial ya que en dicha guerra ocurrieron atrocidades cómo; incontables
ciudades en ruinas, violencia, millones de personas que murieron, otras se habían
quedado sin hogar y otras estaban por morir a causa de pasar hambre, entonces
recogieron las firmas de los países internacionales pertenecientes a la ONU y con la
aprobación de estás fue que obtuvieron la proclamación que tenía como finalidad
brindar libertad y bienestar a los ciudadanos, los derechos humanos son básicamente
aquellos bienes primarios o básicos que tiene toda persona física por el simple hecho de
serlo, es decir, lo obtenemos desde que nacemos y debe ser respetado en el lugar o país
que nos encontremos, estos derechos corresponden a todas las personas sin distinción
alguna; ya que no debe importar el sexo, la raza, la religión, la nacionalidad, la lengua,
las creencias, las culturas, entre otras cosas; su finalidad o principio es que todos los
seres humanos podamos nacer libres e iguales en dignidad y derechos. Algunos
ejemplos de los derechos humanos son: derecho a la vida, derecho al libre tránsito,
derecho a la libertad, entre otros. Por otro lado, la justicia social es la justa y equitativa
distribución de los bienes entre los miembros de una sociedad, de modo que todas las
personas puedan acceder a una vida digna, gozar a plenitud los derechos humanos y
tener igualdad de oportunidades para su desarrollo y bienestar, es decir, que todos
tengamos derecho a las mismas oportunidades, la asamblea general de la ONU decidió
declarar el 20 de febrero de cada año para celebrar el día mundial de la justicia social.

Palabras claves:
Introducción

En el siguiente trabajo hemos desarrollado el tema de “ los derechos humanos y la


justicia social” el cual es producto de una minuciosa búsqueda e investigación para
lograr un trabajo en el que quede bien explicado el tema y hacer tomar conciencia de
dichos términos y colaborar a que sean respetados, reconocidos y promocionados. A lo
largo del trabajo se hará referencia de la evolución histórica, su definición,
características, su importancia y finalidad
Índice
Los derechos humanos

Tienen inicio en su declaración de 1948 de las naciones unidas donde fueron


inscritos los derechos humanos surgió en un espacio occidental como propuesta a las
naciones. De ese origen ha sido derivada una infundada acusación que todavía sigue
escuchándose como crítica monótona y usual a los derechos humanos: el de ser
universalistas e individualistas y por lo mismo no tomar en cuenta, en su debida
magnitud, los derechos de pueblos, «sociedades» y culturas.

Los derechos humanos; son normas que reconocen y protegen la dignidad de todos
los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en
sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las
obligaciones del Estado hacia ellos. Son derechos fundamentales que se adquieren al
nacer por el simple hecho de ser humano, y que son inalienables, irrenunciables,
indivisibles y universales.

Los derechos humanos son normas que reconocen y protegen la dignidad de todos
los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en
sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las
obligaciones del Estado hacia ellos. Las leyes relativas a los derechos humanos exigen
que los gobiernos hagan determinadas cosas y les impide hacer otras. Las personas
también tienen responsabilidades; así como hacen valer sus derechos, deben respetar los
derechos de los demás. Ningún gobierno, grupo o persona individual tiene derecho a
llevar a cabo ningún acto que vulnere los derechos de los demás.

Son aquellos derechos que son inseparables a todos los seres humanos, sin distinción
alguna de raza, de nacionalidad, sexo, religión o cualquier otra condición. Estos
derechos son reconocidos a las personas solo por el simple hecho de serlo y no
requieren ningún título específico para adquirirlos. Los derechos humanos son la suma
de los derechos individuales y colectivos establecidos en constituciones nacionales y en
el Derecho internacional, inherentes a todo ser de la especie humana, que marcan un
límite entre el Estado y los ciudadanos que moran bajo su protección.

Los derechos humanos son inherentes a nuestro propio ser, no se pueden dividir,
cumplir en partes o cambiar por otros, son universales, o sea, se extienden a todo el
género humano y en todo tiempo y lugar, son iguales o sea los mismos para todas las
personas, son imprescriptibles ya que no caducan ni se pierden por el transcurso de su
uso, son inalienable ya que están fuera de comercio humano o sea no se pueden
transferir o transmitir a ninguna otra persona, son naturales e individuales.

Características de los derechos humanos

Los derechos humanos son derechos intrínsecos, es decir, todas las personas los
tienen por el hecho de nacer. Son derechos irrenunciables. Nadie puede renunciar a
ellos, ni siquiera por propia voluntad, y por eso mismo son también intransferibles. Son
derechos inalienables, por lo que nadie los puede suprimir bajo ninguna circunstancia ni
se puede despojar de ellos a ninguna persona. Los derechos humanos son derechos
universales. Esta característica es fundamental, y significa que todas las personas tienen
los mismos derechos sin discriminación alguna y que se aplican a cualquier persona de
cualquier parte del mundo.

Son derechos interdependientes. La estrecha relación entre derechos o grupo de


derechos también es clave, ya que el avance de uno favorece el progreso de los demás,
mientras que la privación de uno perjudica al ejercicio del resto. El desarrollo integral
de las personas es un todo, y, por ejemplo, su derecho a la educación no será efectivo si
no tiene a la vez otros derechos -a la salud, al trabajo, a la vivienda, a la libertad de
expresión, de tránsito, etcétera- para poderlo disfrutar plenamente. Otro caso de
interdependencia es el de los derechos políticos, cuyo ejercicio pasa por la existencia de
los derechos a la libertad de asociación, a la libertad de expresión y a la igualdad y no
discriminación.

Son derechos progresivos. Una vez conseguido un avance en el ejercicio y la tutela


de un derecho humano, ya no se podrá eliminar, limitar ni restringir posteriormente. Al
contrario, se debe seguir progresando en su cumplimiento, porque la propia filosofía de
los derechos humanos obliga a su constante mejoría. Son derechos imprescriptibles. Los
derechos humanos no prescriben, no tienen fecha de caducidad por ningún motivo.
Son derechos inderogables, aunque esta característica admite matices. Algunas
normas internacionales, regionales o nacionales de derechos humanos contemplan la
posibilidad de que esa inderogabilidad no afecte por igual a todos los derechos y
legitiman a los Estados para que, de forma excepcional, puedan derogar algunos. En
todo caso, hay un grupo de derechos que deben ser respetados siempre, sin excepción,
como el derecho a la vida; a no ser esclavizado o a no ser torturado; a no recibir tratos o
penas crueles, inhumanas o degradantes; y a la no discriminación por motivos de raza,
religión, origen social o de cualquier otra índole.

Son derechos en constante evolución: la ‘tercera generación’. La Declaración


Universal de 1948 fue la conclusión de un proceso evolutivo y el resultado de un
momento histórico concreto, por lo que su contenido se sigue viendo como mejorable,
tanto en la descripción de los principios recogidos como con la posible inclusión de
nuevos derechos.

Son derechos indivisibles. Todos los derechos humanos merecen la misma atención
y tienen la misma vigencia. Ni se puede prescindir de uno, ni se puede disfrutar de uno a
costa de otro, porque todos ellos se encuentran unidos y forman parte de un todo, de una
misma construcción. No hay, pues, separación ni jerarquía entre ellos, y los derechos
civiles y políticos tienen el mismo peso que los derechos económicos, sociales y
culturales. De hecho, resulta extremadamente difícil mejorar estos últimos sin libertades
políticas. Y viceversa: estas libertades difícilmente conseguirán beneficiar a las
personas más necesitadas si no van acompañadas de un desarrollo económico y social.

Los derechos humanos se clasifican de la siguiente manera: Primera generación; son


conocidos como derechos civiles y políticos, implican obligaciones de omisión por parte
del estado y son de satisfacción inmediata, se refieren al respeto a la vida y la integridad
personal, la libertad de pensamiento, expresión y al trato digno e igualitario. La segunda
generación; también conocidos como derechos sociales, económicos y culturales,
implican obligaciones de acción por parte del estado y son de satisfacción progresiva, se
busca que las personas gocen de manera efectiva por medio de estrategias lo siguiente:
derecho a la alimentación, a la educación, a la salud física y mental, al trabajo, a la
vivienda y a la seguridad social. Tercera generación; también conocidos como derechos
de los pueblos o de soberanía y solidaridad, surgen ante la necesidad de cooperación
entre las naciones y sus grupos sociales, en ellos están: el derecho a la paz, al desarrollo
y al medio ambiente.
Los derechos civiles

El derecho a la vida. La integridad personal. La libertad y la seguridad personal. El


derecho de petición y respuesta El libre desarrollo de la personalidad. La protección del
honor y la vida privada. La inviolabilidad del hogar. El secreto de las comunicaciones.
La libertad de tránsito. El derecho al nombre y a conocer la identidad de los padres. La
libertad de expresión y la libertad de información. El derecho de reunión. El derecho de
asociación. Libertad de religión y culto. Libertad de conciencia El derecho de acceso a
la Justicia. Acceso Formal y Acceso material. La Tutela Judicial Efectiva. El debido
Proceso.

Los derechos políticos

El derecho de participación. El derecho al sufragio. El derecho de asociación


política. El derecho a exigir rendición de cuentas a los representantes. El derecho de
asilo y refugio. El referéndum popular: consultivo, aprobatorio, abrogatorio y
revocatorio.

Los derechos sociales

La protección a la familia como garantía institucional. Los derechos del niño, del
adolescente y de los ancianos. El derecho a la vivienda. El derecho a la salud. El
Derecho a la seguridad social. Los derechos laborales. El derecho a la educación. El
derecho a la cultura. El derecho al deporte y a la recreación.

Los derechos económicos

El derecho de propiedad y la función social de la propiedad. La expropiación por


causa de utilidad pública o interés social. Los derechos de los consumidores.

Los derechos humanos no podían haber sido planteados en un sentido colectivista,


sino individual. Pues toda colectividad tiene límites, y el límite más preciso de cada una
de ellas es otra colectividad. Suponer que los derechos humanos deberían haber
establecido la primacía de lo colectivo sobre lo individual, significaría ni más ni menos
que aceptar la idea de que existe una suerte de principio colectivo que regula las
relaciones de todas las comunidades, esto es, que existe una suerte de colectividad de
colectividades. Ahora bien, lo único colectivo que tienen éstas entre sí son los
individuos, pues no existen sin ellos, de modo que si se quiere defender los derechos de
las colectividades, hay que partir de lo que tienen en común, los individuos, por mucho
que haya comunidades que nieguen la existencia del individuo como tal.

Es interesante constatar el hecho de que los redactores de la Declaración de los


Derechos Humanos inscribieron en un solo artículo la libertad de pensamiento y la
libertad de opinión como derechos inalienables a cada individuo. Porque, si bien la
libertad de pensamiento no es en sí un derecho ciudadano, pues cada uno puede albergar
pensamientos ocultos, es decir no públicos, la libertad de emitir esos pensamientos sí es
un derecho ciudadano. Pensar no es en sí político. En cambio, emitir pensamientos en la
forma de opiniones es un acto potencialmente político.

Más interesante aún es constatar que la libertad de pensamiento precede en el citado


artículo a la libertad de opinión. Y desde el punto de vista de una lógica formal, los
redactores de la Declaración tenían plena razón. El pensamiento precede a la opinión,
pues nadie puede opinar sobre lo que no ha pensado. Mediante el acto de pensar
establecemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo necesario y
lo superfluo. No obstante, lo que desde una perspectiva antropológica es formalmente
lógico, no lo es siempre desde una perspectiva política. Y esto es así porque el
pensamiento ciudadano no siempre antecede a la libertad de opinión, sino que es
también su resultado. En la filosofía política moderna quien más ha destacado esa
vinculación inseparable entre pensar y opinar ha sido sin dudas Hannah Arendt, a quien
cito a continuación:

Libertad de expresión implica el derecho a hablar públicamente y ser escuchada, y en


tanto la razón humana no sea infalible, será esa libertad el fundamento de la libertad de
pensamiento. Libertad de pensamiento sin libertad de palabra es una ilusión. Libertad de
asociación sin libertad de expresión es además el fundamento para la libertad de acción,
que ningún ser humano, por sí solo, puede realizar (Arendt, 2000:248).

Los derechos humanos transcriben en un lenguaje universal múltiples derechos


particulares, del mismo modo que su lectura debe ser traducida –no solo idiomática,
sino también culturalmente– a muchas realidades particulares. Pues al fin y al cabo, la
palabra particularismo no existiría si no hubiese universalismo (y viceversa). Es que
esos derechos que son humanos, no los necesitamos porque los tenemos. Más bien
ocurre lo contrario: los tenemos porque los necesitamos. Ningún derecho puede ser
usado como coartada para suprimir otro. Ése no es el espíritu ni el sentido de los
derechos humanos, ellos no son excluyentes, son sumativos; y eso es muy diferente.

Existe una propuesta que plantean una supuesta antinomia entre los derechos sociales
y los políticos. A estos últimos los califican de liberales, individualistas, universalistas,
a diferencia de los derechos sociales, que serían igualitarios, particularistas,
colectivistas. Es decir, habría derechos que seguir y otros que perseguir. Hay que
destacar, que si los derechos sociales pueden ser inscritos en la lista de los derechos
humanos, es porque éstos ya contenían una fundamentación moral que estaba dada en
esos derechos individuales y políticos que garantizan las libertades básicas. Al revés
nunca habría podido suceder, pues de los derechos sociales no pueden deducirse
derechos políticos individuales.

Desde una perspectiva formal, sería fácil concluir que los derechos humanos, en
tanto no están enclavados en ninguna «Constitución planetaria» que asegure su
ejecutividad, son más simbólicos que reales, y por lo tanto, pertenecen más al campo de
la legitimidad que al de la legalidad. Pero, por otra parte, hay que tomar en cuenta que
casi cada Estado, sobre todo si se trata de uno democrático, es portador legal de la
legitimación derecho-humanista, y que proceder en favor de un movimiento no legal
pero legítimo significaría actuar en contra del propio medio transmisor y ejecutor de los
derechos humanos, que no puede ser sino el Estado. Este dilema, con el que se ha
enfrentado alguna vez cada persona que se ocupe de los derechos humanos, no puede
resolverse en abstracto, sino a partir de las propias experiencias que aparecen en un
lugar determinado.

Con lo que se refuerza la posición de que los derechos humanos son en primer lugar
políticos, y esto trae como consecuencia que, a través del juego político, deben ser
ubicados en un lugar que antes de ese juego político aparece como algo absolutamente
indeterminado. Y aceptar esto lleva definitivamente a borrar la imagen de un conjunto
de derechos que son aplicables de modo automático a todas las circunstancias de
acuerdo con medidas matemáticas más o menos exactas. Eso quiere decir, por una parte,
que los movimientos de minorías no siempre pueden contar con el apoyo de los
derechos humanos sólo porque son legítimos, y por otra parte que tampoco los Estados
pueden contar permanentemente con el apoyo de esos derechos, sólo porque son legales.
Los derechos humanos no están en condiciones de entregar soluciones puras a las
partes en conflicto. Lo más que pueden ofrecer, en algunas ocasiones, son líneas de
acción para que los conflictos sean regulados sin que se llegue al momento de
destrucción de alguna o de ambas político. Hoy en día es común hablar de los derechos
humanos y dar por sentada la promesa de que, sin importar dónde y cuándo, los
violadores de derechos fundamentales serán eventualmente perseguidos y castigados.
Sin embargo, no siempre existió un concepto como el de los derechos humanos, o no al
menos en los mismos términos en que existe hoy, y por eso a menudo se considera que
los derechos humanos son el resultado de una dolorosa comprensión de la historia de
sufrimientos y tragedias que es propia de la civilización humana.

La dura realidad es que sabemos que los derechos humanos no son universalmente
respetados y que en numerosos lugares del planeta, en el primer o el tercer mundo, es
posible hallar casos de violaciones eventuales de estos derechos. Sin embargo, desde
mediados del siglo XX es cada vez más difícil llevar a cabo violaciones sistemáticas de
los derechos humanos con impunidad. Así, aunque el mundo dista aún de ser un lugar
justo en materia de derechos humanos, la existencia misma de estos derechos ya es algo
mundialmente conocido, y eso es motivo de júbilo. La impunidad de las violaciones de
los derechos humanos es el mayor oponente a vencer en estos asuntos, y para ello es
vital que los casos de violaciones sean juzgados severamente, sin importar el tiempo
transcurrido de los hechos: eso es lo que significa que los crímenes de lesa humanidad
nunca prescriben.
La justicia social

Venezuela se constituye como un Estado democrático y social de derecho y de justicia


según lo consagra la Constitución de la República bolivariana de Venezuela. La justicia
social comienza realmente en Venezuela es dando a cada quien lo que requiere o lo que
necesita para su subsistencia y para un mejor vivir.

La justicia social implica valores de equidad , igualdad , respeto a la diversidad y que


los derechos humanos se apliquen en todos los ámbitos de la vida , busca la radicación
de la pobreza , la igualdad de género , promover la solidaridad internacional, la igualdad
de oportunidades para aquellas personas que por mucho tiempo fueron desplazadas todo
con la finalidad de que esa justicia social abarcara toda la población.

Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, que se traducen en derechos
humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia, a la
educación a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto, por
ejemplo. Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen nos encontramos
frente a inequidades, que pueden darse tanto en los países industrializados como en
países en desarrollo. Lo que convierte estas situaciones en injusticias es que pueden ser
evitadas: no se trata de problemas irresolubles a los que no podamos hacer frente, sino
que a menudo han sido provocados por personas y persisten porque mucha gente se
desentiende de ellos. La decisión de promover o de negar la justicia social está en
manos de las personas, ya sea a escala individual, local, nacional o mundial.

Término Justicia social surge a mediados del siglo XIX, y se refiere a las situaciones de
desigualdad social acontecidas en el mundo, que concibe la búsqueda de equilibrio entre
desiguales. La justicia social se refiere al disfrute de los derechos humanos de los
trabajadores y de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

Así la justicia social pretende compensar las desigualdades que se producen en la


sociedad. En este sentido, la justicia social se orienta hacia la creación de las
condiciones necesarias para que se desarrolle una sociedad más igualitaria en términos
políticos económicos, culturales y sociales.

Ahora bien, adentrándonos en el plano del derecho laboral, la justicia social comprende
el conjunto de normas y principios tendientes a proteger y garantizar las condiciones
tanto de trabajo como de vida para toda la población. Asimismo, implica la concepción
de un Estado activo dirigido a remover los obstáculos que le impiden a un sector de la
población, el desarrollo de relaciones en igualdad de condiciones.

Los temas que interesan a la justicia social son entre otros: la igualdad social, igualdad
de oportunidades, el estado del bienestar, la solución a la pobreza, la distribución de la
riqueza, los derechos de los trabajadores, entre otros.

En este sentido, cabe señalar que Venezuela como país democrático declara en su carta
magna (1999) ser un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, sustentado
en valores como son: educación, salud, equidad, igualdad, trabajo decente, acceso a la
protección social, respeto de la diversidad, y aplicación de los derechos humanos en
todas las esferas de la vida social.

A fin de lograr la mejoría social de la población venezolana, es necesario convertir este


educar en el valor de la justicia social a las futuras generaciones, de manera que ésta no
quede como un enunciado constitucional, sino que se materialice a corto plazo.

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