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Bachiller:
Diana Suárez. CI:
Miliannys Palacios. CI: 31.650.025
Profesora:
Doenys Ylarraza.
Sección: 1D1.
MATURÍN, JUNIO DEL 2022.
Resumen:
Palabras claves:
Introducción
Los derechos humanos; son normas que reconocen y protegen la dignidad de todos
los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en
sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las
obligaciones del Estado hacia ellos. Son derechos fundamentales que se adquieren al
nacer por el simple hecho de ser humano, y que son inalienables, irrenunciables,
indivisibles y universales.
Los derechos humanos son normas que reconocen y protegen la dignidad de todos
los seres humanos. Estos derechos rigen la manera en que los individuos viven en
sociedad y se relacionan entre sí, al igual que sus relaciones con el Estado y las
obligaciones del Estado hacia ellos. Las leyes relativas a los derechos humanos exigen
que los gobiernos hagan determinadas cosas y les impide hacer otras. Las personas
también tienen responsabilidades; así como hacen valer sus derechos, deben respetar los
derechos de los demás. Ningún gobierno, grupo o persona individual tiene derecho a
llevar a cabo ningún acto que vulnere los derechos de los demás.
Son aquellos derechos que son inseparables a todos los seres humanos, sin distinción
alguna de raza, de nacionalidad, sexo, religión o cualquier otra condición. Estos
derechos son reconocidos a las personas solo por el simple hecho de serlo y no
requieren ningún título específico para adquirirlos. Los derechos humanos son la suma
de los derechos individuales y colectivos establecidos en constituciones nacionales y en
el Derecho internacional, inherentes a todo ser de la especie humana, que marcan un
límite entre el Estado y los ciudadanos que moran bajo su protección.
Los derechos humanos son inherentes a nuestro propio ser, no se pueden dividir,
cumplir en partes o cambiar por otros, son universales, o sea, se extienden a todo el
género humano y en todo tiempo y lugar, son iguales o sea los mismos para todas las
personas, son imprescriptibles ya que no caducan ni se pierden por el transcurso de su
uso, son inalienable ya que están fuera de comercio humano o sea no se pueden
transferir o transmitir a ninguna otra persona, son naturales e individuales.
Los derechos humanos son derechos intrínsecos, es decir, todas las personas los
tienen por el hecho de nacer. Son derechos irrenunciables. Nadie puede renunciar a
ellos, ni siquiera por propia voluntad, y por eso mismo son también intransferibles. Son
derechos inalienables, por lo que nadie los puede suprimir bajo ninguna circunstancia ni
se puede despojar de ellos a ninguna persona. Los derechos humanos son derechos
universales. Esta característica es fundamental, y significa que todas las personas tienen
los mismos derechos sin discriminación alguna y que se aplican a cualquier persona de
cualquier parte del mundo.
Son derechos indivisibles. Todos los derechos humanos merecen la misma atención
y tienen la misma vigencia. Ni se puede prescindir de uno, ni se puede disfrutar de uno a
costa de otro, porque todos ellos se encuentran unidos y forman parte de un todo, de una
misma construcción. No hay, pues, separación ni jerarquía entre ellos, y los derechos
civiles y políticos tienen el mismo peso que los derechos económicos, sociales y
culturales. De hecho, resulta extremadamente difícil mejorar estos últimos sin libertades
políticas. Y viceversa: estas libertades difícilmente conseguirán beneficiar a las
personas más necesitadas si no van acompañadas de un desarrollo económico y social.
La protección a la familia como garantía institucional. Los derechos del niño, del
adolescente y de los ancianos. El derecho a la vivienda. El derecho a la salud. El
Derecho a la seguridad social. Los derechos laborales. El derecho a la educación. El
derecho a la cultura. El derecho al deporte y a la recreación.
Existe una propuesta que plantean una supuesta antinomia entre los derechos sociales
y los políticos. A estos últimos los califican de liberales, individualistas, universalistas,
a diferencia de los derechos sociales, que serían igualitarios, particularistas,
colectivistas. Es decir, habría derechos que seguir y otros que perseguir. Hay que
destacar, que si los derechos sociales pueden ser inscritos en la lista de los derechos
humanos, es porque éstos ya contenían una fundamentación moral que estaba dada en
esos derechos individuales y políticos que garantizan las libertades básicas. Al revés
nunca habría podido suceder, pues de los derechos sociales no pueden deducirse
derechos políticos individuales.
Desde una perspectiva formal, sería fácil concluir que los derechos humanos, en
tanto no están enclavados en ninguna «Constitución planetaria» que asegure su
ejecutividad, son más simbólicos que reales, y por lo tanto, pertenecen más al campo de
la legitimidad que al de la legalidad. Pero, por otra parte, hay que tomar en cuenta que
casi cada Estado, sobre todo si se trata de uno democrático, es portador legal de la
legitimación derecho-humanista, y que proceder en favor de un movimiento no legal
pero legítimo significaría actuar en contra del propio medio transmisor y ejecutor de los
derechos humanos, que no puede ser sino el Estado. Este dilema, con el que se ha
enfrentado alguna vez cada persona que se ocupe de los derechos humanos, no puede
resolverse en abstracto, sino a partir de las propias experiencias que aparecen en un
lugar determinado.
Con lo que se refuerza la posición de que los derechos humanos son en primer lugar
políticos, y esto trae como consecuencia que, a través del juego político, deben ser
ubicados en un lugar que antes de ese juego político aparece como algo absolutamente
indeterminado. Y aceptar esto lleva definitivamente a borrar la imagen de un conjunto
de derechos que son aplicables de modo automático a todas las circunstancias de
acuerdo con medidas matemáticas más o menos exactas. Eso quiere decir, por una parte,
que los movimientos de minorías no siempre pueden contar con el apoyo de los
derechos humanos sólo porque son legítimos, y por otra parte que tampoco los Estados
pueden contar permanentemente con el apoyo de esos derechos, sólo porque son legales.
Los derechos humanos no están en condiciones de entregar soluciones puras a las
partes en conflicto. Lo más que pueden ofrecer, en algunas ocasiones, son líneas de
acción para que los conflictos sean regulados sin que se llegue al momento de
destrucción de alguna o de ambas político. Hoy en día es común hablar de los derechos
humanos y dar por sentada la promesa de que, sin importar dónde y cuándo, los
violadores de derechos fundamentales serán eventualmente perseguidos y castigados.
Sin embargo, no siempre existió un concepto como el de los derechos humanos, o no al
menos en los mismos términos en que existe hoy, y por eso a menudo se considera que
los derechos humanos son el resultado de una dolorosa comprensión de la historia de
sufrimientos y tragedias que es propia de la civilización humana.
La dura realidad es que sabemos que los derechos humanos no son universalmente
respetados y que en numerosos lugares del planeta, en el primer o el tercer mundo, es
posible hallar casos de violaciones eventuales de estos derechos. Sin embargo, desde
mediados del siglo XX es cada vez más difícil llevar a cabo violaciones sistemáticas de
los derechos humanos con impunidad. Así, aunque el mundo dista aún de ser un lugar
justo en materia de derechos humanos, la existencia misma de estos derechos ya es algo
mundialmente conocido, y eso es motivo de júbilo. La impunidad de las violaciones de
los derechos humanos es el mayor oponente a vencer en estos asuntos, y para ello es
vital que los casos de violaciones sean juzgados severamente, sin importar el tiempo
transcurrido de los hechos: eso es lo que significa que los crímenes de lesa humanidad
nunca prescriben.
La justicia social
Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, que se traducen en derechos
humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia, a la
educación a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto, por
ejemplo. Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen nos encontramos
frente a inequidades, que pueden darse tanto en los países industrializados como en
países en desarrollo. Lo que convierte estas situaciones en injusticias es que pueden ser
evitadas: no se trata de problemas irresolubles a los que no podamos hacer frente, sino
que a menudo han sido provocados por personas y persisten porque mucha gente se
desentiende de ellos. La decisión de promover o de negar la justicia social está en
manos de las personas, ya sea a escala individual, local, nacional o mundial.
Término Justicia social surge a mediados del siglo XIX, y se refiere a las situaciones de
desigualdad social acontecidas en el mundo, que concibe la búsqueda de equilibrio entre
desiguales. La justicia social se refiere al disfrute de los derechos humanos de los
trabajadores y de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
Ahora bien, adentrándonos en el plano del derecho laboral, la justicia social comprende
el conjunto de normas y principios tendientes a proteger y garantizar las condiciones
tanto de trabajo como de vida para toda la población. Asimismo, implica la concepción
de un Estado activo dirigido a remover los obstáculos que le impiden a un sector de la
población, el desarrollo de relaciones en igualdad de condiciones.
Los temas que interesan a la justicia social son entre otros: la igualdad social, igualdad
de oportunidades, el estado del bienestar, la solución a la pobreza, la distribución de la
riqueza, los derechos de los trabajadores, entre otros.
En este sentido, cabe señalar que Venezuela como país democrático declara en su carta
magna (1999) ser un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, sustentado
en valores como son: educación, salud, equidad, igualdad, trabajo decente, acceso a la
protección social, respeto de la diversidad, y aplicación de los derechos humanos en
todas las esferas de la vida social.