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ÉTAPAS DEL DESARROLLO DEL JUICIO

“La conciencia moral no la posee el hombre desde su nacimiento ni es,


como pensaba Kant, una ley que mora en nosotros, ni es una voz, la voz
de Dios en nuestro interior”.
Sánchez Vázquéz: Ética.

Jean Piaget, psicólogo y pedagogo suizo: 1896-1980


EL DESARROLLO DE LA MORALIDAD SEGUN PIAGET

Moralidad heterónoma Moralidad autónoma


Coerción: moral de la Cooperación: relaciones
autoridad, del deber u recíprocas entre personas de
obediencia a reglas fijas y status iguales, basadas en el
determinadas externamente. respeto mutuo y la justicia.
Caracteres Sumisión a reglas externas, a La regla es el resultado de
las que se da un valor una decisión libre y digna
absoluto. de respeto en cuanto es el
fruto del consentimiento
mutuo.
Realismo moral: las acciones Juicio moral basado,
son evaluadas en función de además de las con
los resultados materiales u secuencias, en la intención
objetivos, o motivo (responsabilidad
Juicio independientemente de las del sujeto). La autoridad u
intenciones, motivos o obediencia no es criterio de
moral circunstancias del sujeto. moralidad.
Es bueno lo que se atiene a Se considera bueno lo que
la letra de la ley o mandato. es aceptado por consenso y
cooperación, de modo
racional.
Egocentrismo: conduce a no Perspectivismo: diferencia
Nivel de diferenciar lo subjetivo de lo de lo subjetivo y de lo
objetivo. No adopta la objetivo, adopta la
desarrollo
perspectiva de los otros, ni perspectiva del otro,
cognitivo distingue el dominio físico de distingue lo físico de lo
lo social. social.
Tipos de Coerción: debido a la Cooperación: relaciones
relaciones relativa inmadurez cognitiva con los iguales (grupo de
y al modo de relacionarse con amigos), ausencia de
sociales los adultos, las relaciones de coerción.

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éstos con el niño son de
coerción/presión.

Jean Piaget: Seis estudios de Psicología: 1. El desarrollo mental del niño. –1964- .
Barral: Barcelona, 1986.

“En efecto, basta


pp.52-54: II. La con queinfancia:
primera los seres
de losrespetados
2 a los 7 años.den
- d. órdenes o,
La vida afectiva.
primordialmente, consignas a los que les respetan para que qué estas
sean interpretadas como obligatorias, engendrando esta forma el sentido
del deber. La primera moral del niño es la de la obediencia y el primer
criterio del bien es durante mucho tiempo, para los pequeños, la
voluntad los padres. Los valores morales así engendrados son, por
tanto, valores normativos, en el sentido de que ya no son determinados
mediante simples regulaciones espontáneas, como ocurre con las
simpatías o las antipatías, sino que lo son, merced al respeto, mediante
reglas propiamente dichas. Pero, ¿debemos concluir que, a partir de la
primera infancia, los sentimientos interindividuales son, susceptibles de
alcanzar el nivel de lo que denominaremos a continuación operaciones
afectivas, en contraste con operaciones lógicas, o sea, con los sistemas de
valores morales que se implican racionalmente entre sí, tal como ocurre
en el caso de una conciencia moral autónoma? No parece que deba ser
así puesto que los primeros sentimientos morales del niño siguen siendo
intuitivos, al igual que ocurre con el pensamiento propio a este período
del desarrollo.
La moral de la primera infancia sigue siendo, en efecto, esencialmente
heterónoma, o sea, supeditada a una voluntad exterior, que es la de los
seres respetados o de los padres.
[ejemplo de la mentira].... el niño acepta la regla de veracidad y reconoce
legítimamente que se le censure o se le castigue por sus propias
mentiras. Pero, ¿cómo valora a estas últimas? En primer lugar los niños
afirman que mentir no es nada “malo” cuando se está hablando a
compañeros y que la mentira sólo es censurable expresada ante las
personas mayores, puesto que son ellas quienes prohíben mentir. Pero,
seguidamente, y de forma preminente, los niños creen que una mentira es
tanto peor cuanto más se aleja de la realidad, independientemente de las
intenciones que estén en juego. (...) estas reacciones demuestran
plenamente que los primeros valores morales están calcados de la regla
concebida, mediante el respeto unilateral, y de esta regla tomada al pie
de la letra y no en su espíritu. Para que los mismos valores se organicen
en un sistema que sea simultáneamente coherente y general será preciso
que los sentimientos morales lleguen a tener una cierta autonomía y,
para que esto ocurra, que

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el respeto deje de ser unilateral y sea mutuo: es precisamente el
desarrollo de este sentimiento entre compañeros o iguales lo que
provocará que la mentira dicha a un amigo sea calificada como tan
“mala”, o aún más, que la dicha por el niño al adulto”.
pp. 75-82: III. La infancia de los 7 a los 12 años. – d. La afectividad, la voluntad y los
sentimientos morales.

“.... en la medida en que la cooperación entre individuos coordina sus pun- tos de
vista en una reciprocidad que asegura a la vez su autonomía y su cohesión, y en la
medida en que, paralelamente, el agrupamiento de las operaciones intelectuales
sitúa los diversos puntos de vista intuitivos en un conjunto reversible carente de
contradicciones, la afectividad de los siete a los doce años se caracteriza por la
aparición de nuevos sentimientos morales y, principalmente, por una organización
de la voluntad, que desembocan en una mejor integración del yo y en un ajuste más
eficaz de la vida afectiva....
El nuevo sentimiento, que interviene en función de la cooperación entre niños y de
las formas de la vida social que se desprenden de ella consiste, esencialmente, en
un respeto mutuo. Hay respeto mutuo cuando los individuos se atribuyen
recíprocamente un valor personal equivalente y no se limitan a valorizar tal o cual
de sus acciones particulares.
Pero el respeto mutuo conduce a nuevas formas de sentimientos morales, distintas
de la obediencia exterior inicial. Se pueden mencionar, en primer lugar, las
transformaciones relativas al sentimiento de la regla, relacio- nando ésta a los niños
entre sí al igual que también une al niño con el adulto.
.... mientras que los pequeños juegan de cualquier forma, imitando cada uno a su
modo las distintas reglas aprendidas de los mayores, los niños de más de siete años
se someten de modo mucho más preciso y coordinado a un conjunto de reglas
comunes.
[crear nuevas reglas]]( )
Los pequeños, que están dominados por el respeto unilateral que sienten hacia sus
mayores, aun cuando en la práctica juegan sin preocuparse excesivamente de
obedecer a las reglas reconocidas, se niegan, generalmente, a admitir que la
nueva regla pueda constituir en absoluto una “auténtica regla”. Según ellos, en
efecto, las únicas reglas son las que han utilizado siempre, las que utilizaban ya los
hijos de Guillermo Tell o los hijos de Adán y Eva, y ninguna regla inventada
ahora por un niño, incluso si esta regla es aceptada por las futuras generaciones, no
sería realmente “auténtica”. Es más, las “auténticas reglas, que son, por lo tanto,
eternas, no emanan de los niños: son los “papás” o los “señores del municipio”,
los”primeros hombres” o Dios, quienes han impuesto las reglas (en ello se percibe
claramente hasta dónde puede llegar el respeto hacia las reglas transmitidas por los
antepasados).
La reacción de los mayores es totalmente distinta : la nueva regla puede pasar a ser
“auténtica” si cada uno de ellos la adopta, puesto que una nueva regla no es más
que la expresión de una decisión común o de un acuerdo. Así es, afirma el niño,
cómo se han constituido todas las reglas del juego, mediante una especie de
contrato entre todos los jugadores.
En este caso vemos cómo actúa el respeto mutuo: la regla es respetada no porque
sea el producto de una voluntad exterior, sino como el resultado de

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un acuerdo, explícito o tácito: la regla obliga en la medida en que el propio yo lo
consiente, de forma autónoma, con respecto al acuerdo establecido. Esta es la razón
por la que este respeto mutuo provoca toda una serie de sentimientos morales
desconocidos hasta entonces: la honestidad entre los jugadores, que excluye la
trampa, no ya porque esté “prohibida” sino porque viola el acuerdo establecido
entre individuos que se aprecian : la camaradería, el fair play, etc. Entonces se
entiende por qué empieza a ser comprendida la mentira y por qué es únicamente a
esta edad cuando el engaño entre amigos es considerado más grave que la mentira
con respecto a los mayores.
Un producto afectivo particularmente interesante del respeto mutuo es el
sentimiento de justicia, sentimiento que es muy fuerte entre compañeros y que
actúa sobre las relaciones entre niños y adultos hasta modificar a menudo las
relaciones con respecto a los padres. En los pequeños, la obediencia prevalece por
encima de la justicia o, para expresarlo de otra forma, la noción de lo que es justo
empieza por confundirse con lo que es ordenado o impuesto desde arriba. ( ...)
Podemos afirmar, por tanto, que el respeto mutuo, que se
diferencia gradualmente del respeto unilateral, conduce a una nueva organización
de los valores morales. Su principal carácter consiste en implicar una relativa
autonomía de la conciencia moral de los individuos y, desde este punto de vista se
puede, considerar esta moral de cooperación como una forma de equilibrio superior
a la de la moral de simple sumisión.
Ya hemos hablado, al referirnos a esta última, de sentimientos mo- rales
“intuitivos”. La organización de los valores morales que caracteriza la segunda
infancia es, por el contrario, comparable con la lógica propiamente dicha: se trata
de una lógica de los valores o de las acciones entre individuos, al igual que la
lógica es una especie de moral del pensamiento. La honestidad, el sentimiento de la
justicia y la reciprocidad en general constituyen, en efecto, un sistema racional de
los valores personales A
medida que se organizan estos últimos vemos, al contrario, cómo se constituyen
regulaciones, cuya forma de equilibrio final no es más que la voluntad: la voluntad
es, por tanto, el auténtico equivalente afectivo de las operaciones de la razón. Pero
la voluntad es una función de aparición tardía y su ejercicio real está relacionado
precisamente con el funciona- miento de los sentimientos morales autónomos.
Se confunde frecuentemente la voluntad con mecanismos totalmente
distintos y es por esta razón que muchos autores sitúan su formación en las fases
elementales del desarrollo. Muchas veces se la reduce a la simple manifestación de
energía de que dispone el sujeto. Así se afirmará de un niño que persevera siempre
hasta alcanzar sus objetivos, que tiene mucha voluntad. Y esto se dirá
particularmente cuando este niño dedica su energía a hacer lo contrario de lo que se
espera que haga ... Pero la voluntad no es, de ningún modo, la energía misma, al
servicio de tal o cual circunstancia: se trata, al contrario, de una graduación de la
energía, y de una graduación que favorece algunas tendencias a expensas de otras.
Pero, ¿en qué consiste, entonces, la voluntad? En este tipo de conflicto, al igual que
en cualquier otro, está siempre presente una tendencia inferior, pero fuerte por sí
misma (el placer deseado, en este ejemplo) y una tendencia superior pero
momentáneamente más débil (el deber). El acto de voluntad consiste, entonces, no
en seguir a la tendencia inferior o fuerte (se hablará al contrario, en este caso, de
un fracaso de la voluntad de una

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“voluntad débil”) sino en reforzar la tendencia superior y débil haciéndola
triunfar.
Jean Piaget: Seis estudios de Psicología: 1. El desarrollo mental del niño. –1964- .
Barral: Barcelona, 1986.

Lawrence KohLberg
Essays ON Moral development; vol. 1, The philosophy of moral development: moral stages and
the idea of justice. New York: Harper and Row, 1981.

¿Existen etapas de desarrollo psicológico universales?

¿Existen etapas de desarrollo moral universales?

¿Están ligadas de manera fundamental estas dos formas


de desarrollo universales?

- Existen etapas de desarrollo moral definitivas y, además, que existe una


medida de congruencia entre éste y el desarrollo psicológico: una vez
consumado el desarrollo psicológico, en relación con las aptitudes
cognitivas, tiene lugar el desarrollo moral. Existe un paralelismo universal
entre el desarrollo psicológico y el moral.

“Así, he defendido un paralelismo entre una teoría del desarrollo


psicológico y una teoría moral formalista sobre la base de que los
criterios de desarrollo psicológicos formales de diferenciación e
integración de equilibrio estructural se proyectan en los criterios morales
formales de obligatoriedad y universalidad” (Kohlberg, p. 80)
- Existen tres niveles de desarrollo moral, cada uno de los cuales tiene dos
etapas. Así pues, en conjunto tenemos seis etapas del razonamiento moral.
- Estas etapas se siguen invariablemente, lo que significa que cada persona
pasa de una etapa a la siguiente sin saltarse nunca la anterior.

- Cada estadio del razonamiento moral supone un avance con respecto a los
anteriores: el razonamiento moral de cada etapa es a la vez más adecuado
desde el punto de vista moral y complejo desde el punto de vista cognitivo, y
supone formas nuevas de razonamiento y no una mera extensión de las
formas de razonamiento existentes a circunstancias nuevas (Kohlberg, 1981,
págs. 137, 147).

- Esto no quiere decir que todo el mundo tenga que llegar hasta el nivel
superior -la sexta etapa. De hecho, una persona puede estabilizarse en la
cuarta o quinta etapa. Pero para alcanzar la sexta etapa una persona debe
atravesar cada una de las etapas previas, y hacerlo de manera secuencial.

En el núcleo de la concepción de Kohlberg se encuentra la siguiente tesis: al


comienzo de nuestra vida partimos de una perspectiva egocéntrica y,

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mediante el desarrollo cognitivo resultante de nuestro empeño en resolver
conflictos cada vez mas complejos y de nuestra capacidad de simpatía, llegamos
a adoptar una perspectiva moral cada vez más genuinamente altruista o de
consideración a los demás, cuya plena expresión se alcanza en la sexta etapa.

Nivel A. Nivel preconvencional o hedonista, en el que se


considera justo aquello que satisface a las necesidades del yo.
Etapa 1. La etapa de castigo y obediencia.
Se obedece para evitar ser castigado; por consiguiente, la razón para hacer lo
correcto es evitar el castigo. Los intereses de los demás son irrelevantes para
uno excepto en su relación con nuestro bienestar.
Predominio de una moral heterónoma en la que la conducta
adecuada es la que se ajusta a las normas externas.

Etapa 2. La etapa de la orientación e intercambio individual


instrumental. El individuo tiene por objetivo hacer lo que puede fomentar
sus intereses, aun reconociendo que los demás tienen intereses. Considera
correcto que todos los individuos persigan sus propios intereses. La única
razón para hacer lo correcto es fomentar los propios intereses. Los conflictos
han de resolverse mediante el intercambio instrumental de servicios.
Característica de los ocho a los catorce años, domina una ética
instrumental e individualista en la que se distinguen los intereses propios y
los ajenos, y se tiende a conseguir los primeros.

Nivel B. Nivel convencional o legalista: el individuo considera


justo aquello que se orienta hacia el cumplimiento del deber respeto a
la ley y el orden.

Etapa 3. La etapa de las expectativas interpersonales, de las


relaciones y de la conformidad.
Las expectativas de los demás cobran importancia para uno. Los intereses
del propio grupo pueden tener preferencia sobre los propios intereses. El
individuo es capaz de ponerse en el lugar de otro. El hacer lo correcto
significa cumplir las expectativas de las personas próximas a uno. Se hace lo
correcto para obtener su aprobación.
Propio de la adolescencia, se distingue por una moral normativa
interpersonal, de conformidad con el rol social, en la que se busca la
aprobación de los otros y por tanto, complacerlos.

Etapa 4. La etapa del sistema social y el mantenimiento de la


conciencia.
El individuo es leal a las instituciones sociales vigentes. El hacer lo
correcto significa cumplir los deberes y obligaciones institucionales. Se
hace lo correcto para mantener las propias instituciones.
Predomina una moral de conformidad con un sistema dado, suele

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comenzar en la adolescencia tardía, cuando ya se ha desarrollado el pensamiento formal,
se tiende a comprender al otro y dialogar con él.

Nivel C. Nivel posconvencional y de principios: la conducta


se orienta hacia los principios éticos universales: Libertad e igualdad
son los pilares de la acción.
Etapa 5. La etapa de los derechos prioritarios y el contrato
social.
Se reconoce que existe una perspectiva racional según la cual existen valores
y derechos como la vida y la libertad- que no deben su importancia a las
instituciones sociales, y que deben mantenerse en cualquier sociedad. En
caso contrario, el individuo se preocupa porque las leyes y deberes para con
la sociedad se basen en el ideal del mayor bien para el mayor número.
Mientras estén protegidas la vida y la libertad, el hacer lo correcto significa
respetar los valores de la propia sociedad porque tienen una aceptación
generalizada y son suscritos de manera imparcial. Se hace lo correcto porque
un ser racional está obligado a cumplir los preceptos, que protegen la vida y
la lealtad, a los que habría dado su consentimiento en cualquier caso. A
partir de los veinte años, Kolhberg habla de un estadio en el que se da una
"moral del contrato y de los derechos humanos" la norma son los principios
éticos universales y en el que se toma como norma la decisión de la propia
conciencia moral.

Etapa 6. La etapa de los principios éticos universales.


Existen principios éticos universales que todos deben seguir, y que tienen
prioridad sobre todas las obligaciones legales e institucionales. El hacer lo
correcto consiste en obrar de acuerdo con estos principios. Uno hace lo correcto
porque un ser racional capta la validez de estos principios y se compromete a
seguirlos.

Se afirma que el rasgo más destacado de los individuos en la sexta


etapa es su capacidad cognitiva de lo que Kohlberg denomina
reversibilidad:
“un juicio moral debe ser reversible ... Hemos de ser capaces de aceptar
nuestros juicios o decisiones cuando intercambiamos nuestra posición
con la de otros en la situación que se juzga” (Kohlberg, p. 197).
“Todos los individuos en la sexta etapa pueden llegar a un acuerdo porque sus
juicios son totalmente reversibles: han asumido el punto de vista de cualquier otro
al elegir, en tanto en cuanto es posible hacerlo, cuando las perspectivas entran en
conflicto” (Kohlberg, p. 214, cursiva nuestra). «cualquiera que entienda los valores de
la vida y la propiedad reconoce que la vida es moralmente más valiosa que la
propiedad» (Kohlberg, 1981, pág. 123). Una persona en la sexta etapa comprende
esto como una persona comprende que la noche sigue al día.

Kohlberg afirma que la etapa moral de las personas puede determinarse por su
respuesta a diversos escenarios morales presentados a ellas, como el dilema de
Heinz.

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Este dilema surge del caso imaginario de una mujer que está muriéndose de cáncer.
Hay un fármaco que puede salvarla, pero el farmacéutico pide doscientas cincuenta
mil pesetas por una pequeña dosis, un precio diez veces superior al precio de coste
del fármaco. Al haber podido conseguir sólo cien mil pesetas y tras fracasar todos
sus ruegos al farmacéutico, en un ataque de desesperación, Heinz asalta la farmacia
y roba el fármaco para su mujer (Kohlberg, 1981, pág. 12). Según Kohlberg, Heinz
hace lo correcto, porque la vida es más valiosa que la propiedad. Más aún,
Kohlberg afirma que sólo un razonamiento moral de la sexta etapa puede afrontar
adecuadamente este dilema. A continuación se expone brevemente por qué, en
opinión de Kohlberg, cada una de las etapas anteriores no puede afrontar
adecuadamente el dilema de Heinz, entendiendo que esto lleva a la conclusión de
que el marido debe poner la vida de su esposa por encima de la seguridad de la
propiedad del farmacéutico.

El razonamiento moral de la quinta etapa no puede hacerlo adecuadamente, porque


cree que la moralidad está esencialmente basada en el consenso racional en el
empeño por procurar el mayor bien para el mayor número, siendo tanto la vida
como la libertad bienes no negociables. Así, esta etapa no tiene los recursos para
resolver los conflictos que plantean las exigencias encontradas de la vida y la
libertad.

El razonamiento moral de la cuarta etapa tampoco puede hacerlo porque según


él “bien y mal” son simplemente cuestión de lo que dice la ley; y la ley puede o
no reconocer la importancia de toda vida.

El razonamiento moral de las etapas una a tres en realidad no puede hacer justicia
siquiera a la idea de que hay que respetar la vida.
Los individuos en la tercera etapa definen el bien y el mal en términos de las
expectativas de los demás; los de la segunda etapa creen que hacer el bien es
secundario a fomentar los propios intereses, y los que se encuentran en la primera
etapa sólo se interesan por evitar el castigo. En estas tres etapas ni siquiera se da
una adhesión nominal a la importancia de la vida misma.

 Kohlberg no afirma que todas las personas alcancen la sexta etapa. En


realidad parece pensar que la mayoría de las personas se encuentran en la
cuarta etapa.
 Kohlberg parece sugerir que el desarrollo moral viene después del desarrollo
psicológico, afirma que el paralelismo entre las etapas cognitivas y morales
no es perfecto: «ello se debe a que una persona situada en una determinada
etapa cognitiva puede encontrarse en una o más etapas inferiores del
desarrollo moral» (138). Con respecto a la sexta etapa dice: «pero quizás
quienes son capaces de razonar de ese modo [en la etapa seis] no deseen
ser mártires como Sócrates, Lincoln o King y prefieran razonar a un nivel
inferior» (pág. 139, cursiva en el original). Kohlberg invoca a estos tres personajes
históricos como muestras de pensamiento de la sexta etapa.

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HABERMAS: El desarrollo del Materialismo Histórico. Taurus: Buenos Aires,
1981. pp. 68-69.

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