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Jean Piaget: Seis estudios de Psicología: 1. El desarrollo mental del niño. –1964- .
Barral: Barcelona, 1986.
“.... en la medida en que la cooperación entre individuos coordina sus pun- tos de
vista en una reciprocidad que asegura a la vez su autonomía y su cohesión, y en la
medida en que, paralelamente, el agrupamiento de las operaciones intelectuales
sitúa los diversos puntos de vista intuitivos en un conjunto reversible carente de
contradicciones, la afectividad de los siete a los doce años se caracteriza por la
aparición de nuevos sentimientos morales y, principalmente, por una organización
de la voluntad, que desembocan en una mejor integración del yo y en un ajuste más
eficaz de la vida afectiva....
El nuevo sentimiento, que interviene en función de la cooperación entre niños y de
las formas de la vida social que se desprenden de ella consiste, esencialmente, en
un respeto mutuo. Hay respeto mutuo cuando los individuos se atribuyen
recíprocamente un valor personal equivalente y no se limitan a valorizar tal o cual
de sus acciones particulares.
Pero el respeto mutuo conduce a nuevas formas de sentimientos morales, distintas
de la obediencia exterior inicial. Se pueden mencionar, en primer lugar, las
transformaciones relativas al sentimiento de la regla, relacio- nando ésta a los niños
entre sí al igual que también une al niño con el adulto.
.... mientras que los pequeños juegan de cualquier forma, imitando cada uno a su
modo las distintas reglas aprendidas de los mayores, los niños de más de siete años
se someten de modo mucho más preciso y coordinado a un conjunto de reglas
comunes.
[crear nuevas reglas]]( )
Los pequeños, que están dominados por el respeto unilateral que sienten hacia sus
mayores, aun cuando en la práctica juegan sin preocuparse excesivamente de
obedecer a las reglas reconocidas, se niegan, generalmente, a admitir que la
nueva regla pueda constituir en absoluto una “auténtica regla”. Según ellos, en
efecto, las únicas reglas son las que han utilizado siempre, las que utilizaban ya los
hijos de Guillermo Tell o los hijos de Adán y Eva, y ninguna regla inventada
ahora por un niño, incluso si esta regla es aceptada por las futuras generaciones, no
sería realmente “auténtica”. Es más, las “auténticas reglas, que son, por lo tanto,
eternas, no emanan de los niños: son los “papás” o los “señores del municipio”,
los”primeros hombres” o Dios, quienes han impuesto las reglas (en ello se percibe
claramente hasta dónde puede llegar el respeto hacia las reglas transmitidas por los
antepasados).
La reacción de los mayores es totalmente distinta : la nueva regla puede pasar a ser
“auténtica” si cada uno de ellos la adopta, puesto que una nueva regla no es más
que la expresión de una decisión común o de un acuerdo. Así es, afirma el niño,
cómo se han constituido todas las reglas del juego, mediante una especie de
contrato entre todos los jugadores.
En este caso vemos cómo actúa el respeto mutuo: la regla es respetada no porque
sea el producto de una voluntad exterior, sino como el resultado de
Lawrence KohLberg
Essays ON Moral development; vol. 1, The philosophy of moral development: moral stages and
the idea of justice. New York: Harper and Row, 1981.
- Cada estadio del razonamiento moral supone un avance con respecto a los
anteriores: el razonamiento moral de cada etapa es a la vez más adecuado
desde el punto de vista moral y complejo desde el punto de vista cognitivo, y
supone formas nuevas de razonamiento y no una mera extensión de las
formas de razonamiento existentes a circunstancias nuevas (Kohlberg, 1981,
págs. 137, 147).
- Esto no quiere decir que todo el mundo tenga que llegar hasta el nivel
superior -la sexta etapa. De hecho, una persona puede estabilizarse en la
cuarta o quinta etapa. Pero para alcanzar la sexta etapa una persona debe
atravesar cada una de las etapas previas, y hacerlo de manera secuencial.
Kohlberg afirma que la etapa moral de las personas puede determinarse por su
respuesta a diversos escenarios morales presentados a ellas, como el dilema de
Heinz.
El razonamiento moral de las etapas una a tres en realidad no puede hacer justicia
siquiera a la idea de que hay que respetar la vida.
Los individuos en la tercera etapa definen el bien y el mal en términos de las
expectativas de los demás; los de la segunda etapa creen que hacer el bien es
secundario a fomentar los propios intereses, y los que se encuentran en la primera
etapa sólo se interesan por evitar el castigo. En estas tres etapas ni siquiera se da
una adhesión nominal a la importancia de la vida misma.