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Área de aplicación de los estudios sobre emoción

Emoción y salud

Las emociones positivas tienden a potenciar la salud tanto física como mental mientras
que las emociones negativas tienden a disminuirla. A su vez, las personas que gozan de
un buen estado de salud tienden a experimentar más emociones positivas y menos
negativas que quienes han perdido su bienestar.

En un primer momento, las emociones negativas se consideran adaptativas, es decir, nos


ayudan a protegernos de determinados problemas. Sin embargo, no es adecuado
permanecer indefinidamente enfadados, tristes o aterrados ya que estas situaciones
suponen un sobre esfuerzo y un sobre coste que no es posible mantener a lo largo del
tiempo y que puede acarrear un trastorno de la salud física y mental.

Hay varias explicaciones por las que un elevado estado de emocionalidad negativa
puede tener consecuencias para la salud:

Cuando experimentamos ira, tristeza o depresión de manera intensa, tienden a


producirse cambios de conducta que hace que abandonemos hábitos saludables como el
ejercicio físico o la vida social y los sustituyamos por otros como el sedentarismo o la
adicción al tabaco o al alcohol que ponen en peligro nuestra salud.
Las reacciones emocionales que se prolongan en el tiempo también hacen que se activen
mecanismos fisiológicos como la tensión, la elevación de la presión sanguínea etc. que
pueden desembocar en problemas musculares o cardiovasculares altamente
perjudiciales.
También un malestar psicológico propio de las emociones negativas puede
desencadenar mecanismos de autorregulación poco adecuados que se utilizan para
contrarrestar o eliminar estas experiencias emocionales. Un ejemplo es el uso de
sustancias para reducir el malestar o tratar de evitar las situaciones que provocan
nuestras reacciones desencadenando trastornos de tipo fóbico.
Una alta emocionalidad negativa produce también sesgo cognitivo, es decir, una manera
de interpretar las situaciones alejada de la realidad. Cuanto más nerviosos estamos más
nos fijamos en las amenazas y más importancia le damos a la probabilidad de que haya
consecuencias negativas con lo que aumenta la ansiedad y de nuevo cambia nuestra
percepción de la realidad. Si nuestra atención se focaliza en sensaciones físicas puede
desarrollarse trastorno del pánico, si lo hace en la propia conducta ante situaciones
sociales, fobia social, si se fija en pensamientos intrusos, trastorno obsesivo compulsivo,
si lo hace en la pérdida, trastorno depresivo etc.
Las emociones positivas también a veces pueden alterar nuestra salud. Por ejemplo, una
elevada euforia en personas muy impulsivas puede conducir a un atracón de comida o
de consumo de sustancias psicoactivas, que puede aumentar el riesgo de sufrir un
accidente o alguna otra consecuencia negativa para la salud.

En definitiva, existe una relación estrecha entre emociones y salud. Por un lado, cuando
estamos sanos disfrutamos de mayores niveles de bienestar y emocionalidad positiva,
mientras que cuando enfermamos, tendemos a preocuparnos, activarnos y a
deprimirnos. Por otro lado, las emociones positivas tienden a potenciar la salud,
mientras que las reacciones emocionales negativas tienden a producir algunos trastornos
de la salud que podríamos denominar "desórdenes emocionales".

Cada persona tiende a ser más o menos reactiva en un determinado sistema o en una
respuesta concreta del sistema. Parece que esta especialización o tendencia de las
personas a activar más un tipo de respuesta es en buena medida genética y tendemos a
exhibirla a edades tempranas. Sin embargo, también se puede aprender y "perfeccionar",
prestando más atención, dando más importancia e incluso pretendiendo controlar
voluntariamente tal respuesta fisiológica (sobre la que no tenemos control voluntario,
pues está regulada por el sistema nervioso autónomo). Por ejemplo, algunas personas
tienen más facilidad para sudar que otras, por lo que, cuando se encuentran en
situaciones que producen ansiedad, tienden a sudar más. Si a alguna de estas personas le
molesta su sudor, presta más atención al mismo y termina magnificando esta
circunstancia, estará tendiendo a desarrollar mayor "habilidad" para sudar cada vez más
en tales situaciones, aunque lo que pretendía era justo lo contrario.

En principio los síntomas físicos como la aceleración cardiaca, las palpitaciones, o la


tensión muscular, son las primeras manifestaciones que experimentan muchas personas
tras estar sometidas a altos niveles de ansiedad y activación fisiológica. Si las
situaciones que provocan la ansiedad se mantienen a lo largo del tiempo (por ejemplo,
en la actividad laboral se tiene una importante responsabilidad o se está siendo evaluado
de forma casi permanente), esos síntomas físicos, característicos de cada persona,
pueden llegar a constituirse en somatizaciones, como el dolor de cabeza, dolor de
hombros o espalda, fatiga crónica, molestias digestivas, etc.

A veces, las situaciones que provocan la ansiedad no se han prolongado en el tiempo y


sin embargo surgen somatizaciones, bien porque la persona dedica mucho tiempo a
pensar en ellas (sesgos cognitivos), bien porque fueron muy fuertes y provocaron
síntomas muy intensos que se vienen repitiendo desde entonces, como si se hubieran
condicionado y hubiesen adquirido una cierta autonomía (en contra de la propia
voluntad).

Existe una relación dosis-efecto entre los niveles de emocionalidad negativa y los
síntomas de la enfermedad física, de manera que cuando aumenta la ansiedad, la ira o la
depresión, empeoran los síntomas físicos.

Como hemos comentado anteriormente, la reacción ante determinadas situaciones y las


emociones son diferentes en cada individuo. Hay personas que ante un exceso de carga
emocional tienen problemas físicos como los dolores de cabeza o los trastornos
digestivos, otras, problemas cognitivos como la excesiva preocupación y la obsesión y
otras, problemas conductuales como el consumo de determinadas sustancias. Por tanto,
hay una situación de alarma diferente para cada persona.

Cuando experimentemos un malestar clínicamente significativo cada vez más difícil de


soportar, cuando no se recupera el estado de reposo o cuando el estado emocional
interfiere en nuestra vida normal, está sonando la alarma.

En este caso, lo primero que tenemos que hacer es buscar información cualificada, que
provenga de una fuente fiable. Esta información es esencial para iniciar un proceso de
cambio que nos lleve a un aprendizaje emocional y revertir así el proceso que se ha
iniciado. Es esencial siempre tomar un papel activo para que se inicie un proceso de
recuperación.

La emoción en el proceso de aprendizaje

Las emociones en el aprendizaje juegan un papel fundamental. Ellas facilitan la


consolidación de los recuerdos. Aquellas experiencias que están asociadas a una elevada
emocionalidad perduran con mayor facilidad en nuestra memoria.

Aprender va de la mano de sentir. Por este motivo, aquellas clases en las que el alumno
experimenta e interrelaciona el aprendizaje con un amplio abanico de aspectos vitales,
generan un mayor impacto y, con ello, una mayor consolidación de los contenidos.

Cuando existe un fin (un objetivo) que da sentido a la adquisición del contenido, el
aprendizaje es más rápido. Aquí las emociones tienen un peso esencial.

Motivar y ofrecer al alumno las máximas herramientas para su crecimiento en la vida


personal y profesional es el objetivo que todo profesor persigue. Ahora bien, existen
muchos modos de hacerlo, no prevalece una única estrategia. Sea como sea, si el
profesor desea captar la atención del alumnado, debe buscar el camino más eficiente en
función de las necesidades del momento.

Una manera de mantener la motivación del alumno en una explicación es ofreciendo


una puesta en práctica de la materia estudiada. Por ejemplo, en el caso de las
matemáticas, es posible hacerlo a través de una clase de economía doméstica, en el caso
de la física a partir de reproducir en vivo la colisión de dos objetos o, en el caso de la
química, a partir de explicar reacciones bioquímicas como el enamoramiento.

Dicho esto, aprender por medio de ejemplos que despierten un interés y una necesidad
es el mejor modo de promover la memoria a largo plazo.

¿Qué tipos de memoria existen? ¿Qué relación guardan con las emociones?

Podemos diferenciar tres tipos de memoria: la memoria a corto plazo, la memoria


operativa o de trabajo y la memoria a largo plazo.

La memoria a corto plazo responde a la capacidad de mantener en nuestra mente una


pequeña cantidad de información (un dato). Este tipo de memoria no va acompañada de
un repaso y de una elaboración de los contenidos. Por este motivo, una distracción
puede fácilmente borrarla de nuestra mente.

La memoria de trabajo es aquella memoria en la que el conocimiento ha traspasado la


memoria a corto plazo y, dependiendo del nivel de elaboración y del compromiso
emocional asociado, pasará a tratarse o no de memoria a largo plazo. Así pues, puede
ser información que nos sirva en el momento pero, al cabo del tiempo, quede en el
olvido.

Finalmente, la memoria a largo plazo está íntimamente relacionada con la


emocionalidad. Una situación que despierte nuestras emociones de un modo revelador
(en distintos grados) fortalece el recuerdo. Por ello, aún pasar el tiempo, es posible
recuperar dicha información y conseguir que vuelva a estar a nuestro alcance.

Antes hablábamos de la motivación del alumno, pero, por lo que refiere al docente,

¿qué relación existe entre su motivación y las emociones en el aprendizaje?

El profesor es un promotor de emociones. Si él sonríe, posiblemente sus alumnos


también lo hagan. Si él se apasiona con un discurso, probablemente sus alumnos se
apasionen al escucharlo. Así mismo, si el profesor se aburre con sus contenidos,
aquellos que le escuchen difícilmente mantendrán la atención y encontrarán una utilidad
a los mismos.

La transmisión emocional del profesor es esencial dado que la emoción que contagia es
el motor o el freno del aprendizaje. Cuanto más conecten sus alumnos con una emoción
movilizadora, más garantías existen de convertir aquella información en información
útil y, a largo plazo, en un recuerdo accesible y facilitador de nuevas construcciones de
conocimiento.

¿Por qué debemos trabajarlas?

Trabajar las emociones significa ser consciente del impacto que generan en nosotros y
comprender su función. Ello nos ayuda a entender la repercusión que tienen en nuestro
modo de pensar, sentir y actuar, y nos permite tenerlas presentes cuando deseemos
comunicar. Por este motivo, la eficiencia de nuestra comunicación irá acompañada de la
capacidad que tengamos de despertar la emoción en el otro.

Emoción y grupo social

Hoy es reconocida la importancia de las emociones en el aprendizaje y la conducta del


individuo (perro o persona), sabemos que ayudan a reaccionar con rapidez y eficacia en
momentos comprometidos, que facilitan la toma de decisiones correctas y que se
sinergizan con los procesos cognitivos.

Pero además de esta utilidad individual las emociones son muy relevantes para la
organización y eficacia de los mamíferos sociales como el perro (¡o nosotros!),
haciendo posible la coordinación y colaboración del individuo con su grupo. Esto es
debido a una capacidad emocional muy relevante y demostrada en los perros: la
empatía.

Coloquialmente se habla mucho de la empatía, para explicar su importancia en etología


debemos saber cómo se define exactamente para esta ciencia: la empatía es la capacidad
de percibir y reconocer los estados emocionales de otros individuos y modificar la
propia conducta en consecuencia. Pero hay que tener ojo, la empatía es una capacidad
neutra, esto es, no implica, como coloquialmente se supone, que se quiera ayudar al
otro: la empatía es lo que usamos cuando tenemos que negociar un aumento y
esperamos al día en que percibimos que el jefe “esté de buenas”, evitando aquellos días
que su estado emocional es negativo por la mala disposición que tendrá ante nuestra
propuesta. O cuando guardábamos las malas notas hasta que nuestros padres estaban
contentos con nosotros (a mí eso me podía suponer meses). Incluso es lo que usan los
matones en el colegio para elegir a víctimas que se dejarán intimidar. Y desde luego es
lo que hemos usado todos para ligar al notar cuándo “le gustabas” a alguien y cuándo
eran los momentos adecuados para ir “avanzando”, de hecho en la adolescencia le
pedimos, le rogamos, a la empatía que nos ayude a hacer bien cosas que no hemos
hecho nunca antes. Por su parte la empatía quiere revisar el convenio.

En los perros no sólo se ha demostrado la empatía hacia otros perros, sino también hacia
personas (e incluso hacia otras especies de animales): por eso los perros se activan
cuando nos ven contentos y nos rehúyen en momentos de enfado, aunque nunca les
hayamos castigado. Cuando Iniesta marcó EL GOL todos mis perros notaron el
ambiente festivo y se pusieron a dar saltos e invitarnos a jugar ¡qué mejor momento,
viéndonos con un estado emocional tan alegre! Por eso también es importante cuál es
nuestro estado emocional al convivir, entrenar y competir. Muchos perros “fallan” en
competición porque nuestro estado emocional es extraño y están más pendientes de qué
nos pasa y por qué estamos tan alterados que del adiestramiento. Esto no debe
extrañarnos, en realidad nos sucede los mismo cuando llegamos a nuestro puesto de
trabajo y un compañero tiene un estado emocional extraño: hasta que no sabemos qué le
sucede nuestro rendimiento está bajo mínimos, no pudiendo desviar la atención de él
(“sabéis si a Paco le pasa algo, es que está rarísimo”).

Por ello debemos incluir en nuestro entrenamiento la evaluación y gestión de nuestras


emociones y no sólo las del perro, pues por bueno que sea un adiestramiento, si el perro
ha formado equipo con nosotros, no podemos pedirle que desconecte su capacidad de
empatizar cuando competimos porque somos incapaces de controlar nuestros nervios.
En primer lugar porque es injusto y en segundo porque es imposible.

Este segundo artículo es el más corto y sencillo de la serie, así que no creo que haya
problema en que no espere las dos semanas preceptivas según mi Webmaster y lo
cuelgue ya 😉

La sincronía es la segunda de las capacidades emocionales relevantes en los mamíferos


sociales, la sincronía es una capacidad derivada de la empatía y es necesaria esta (la
empatía) para que pueda aparecer la sincronía.

La sincronía es la capacidad de los miembros de un grupo social para activar


simultáneamente estados emocionales concretos así como las conductas consecuentes a
dichos estados emocionales.

Formar grupos sociales tiene una finalidad utilitaria: mejorar la capacidad de conseguir
recursos -por ejemplo cazando en grupo- ser más eficaces para defenderse o defender
los recursos, como puede suceder en la defensa del territorio ante intrusiones o
predadores. Pero para poder llevar esto a cabo, antes que la coordinación compleja que
implican estas acciones, es necesario que exista sincronía entre los individuos, por eso
los bostezos son contagiosos y ver a alguien bostezar nos induce al sueño: conviene que
todo el grupo sincronice sus actividades, entre ellas el descanso, para conseguir un
máximo rendimiento cuando sea necesario. También durante los desplazamientos los
grupos sociales se sincronizan para moverse a la vez, lo que permite que el grupo se
mueva de forma homogénea y no que cada individuo adopte una velocidad distinta.
En la doma natural de caballos es habitual evaluar, entrenar y aprovechar esta sincronía
(por ejemplo), lo mismo podría hacerse en adiestramiento de perros, hace poco un
colega de Cataluña me contaba que conocía a un anciano que adiestraba los perros de
sus vecinos para no tirar de la correa: sencillamente se los ataba a la cintura y se
dedicaba a cuidar su jardín y su huerto durante horas, tranquilamente. En pocas semanas
el perro se sincronizaba con el anciano y dejaba de tirar, sin más. Encontrar técnicas que
nos permitan sincronizar al perro con nosotros y no sólo realizar la conducta para
conseguir un refuerzo es de gran utillidad para los muchos adiestramientos que
demandan una fuerte coordinación en el binomio guía-perro.

Yo tengo la costumbre de dormir la siesta (¡eh, no me deis caña! que me levanto muy
temprano) y mis perros están sincronizados, a la hora de la siesta empiezan a mostrar
sueño y, si me retraso en ir a dormir, me los encuentro a los tres totalmente traspuestos
en la habitación. Y dos son malinois. Esta sincronía facilita la armonía en el grupo
social ¡os lo garantizo!

¿En alguna ocasión habéis observado que uno de vuestros perros persigue una liebre y
otro, sin ver a la liebre, sale corriendo a cazarla también? Eso es posible gracias a la
sincronía: la empatía ha permitido al segundo perro reconocer el estado emocional
asociado a la caza en el primero y se ha sincronizado con él, si el primer perro hubiera
corrido a exactamente la misma velocidad y realizando el mismo trayecto pero como
consecuencia de un susto, el segundo perro hubiera reaccionado de manera muy distinta,
pese a ser la conducta muy similar en su forma: el poder reconocer el estado emocional
es lo que permite actuar de manera sincronizada. Los comportamientos contagiosos
(como la huida de los antílopes) son ejemplos de sincronía, donde el correcto
reconocimiento del estado emocional permite la coordinación adecuada para actuar.

Cuando hablamos de comportamientos imitativos de alegría o miedo estamos


reconociendo implícitamente la capacidad de reconocer este estado emocional en otro
individuo (empatía) y de adoptarlo (sincronía) por parte del animal que imita, de hecho
la imitación es un proceso bastante complejo que, cuando se refiere a conductas
concretas y no a estados emocionales, constituye el primer paso del aprendizaje cultural
(algo probado en póngidos, tilonorrincos, algunos monos y en elefantes).

La sincronía es una capacidad relevante para la eficacia del grupo social, por ello toda
falta de sincronía genera malestar en el grupo, lo que explica por qué incluso perros
trabajados en positivo se muestran aburridos frente a las sesiones de entreno: cuando
una y otra vez el guía intenta no interactuar con su perro, ser neutro y la única
información que recibe el perro es un click, se está potenciando que el perro se
sincronice con su apatía e inmovilidad o peor que no se sincronice con su guía, esta
manera de entrenar puede convenirnos en ocasiones puntuales, pero sistematizarlo y
utilizarlo en todos los entrenos tiende a volver al perro pasivo (como el guía durante el
entreno) y poco interactivo (también como el guía). Seguro que preferiría que el
adiestramiento fuera algo que su guía hiciese alegre e interactuando, así al valor de los
refuerzos le sumamos el valor social de interactuar con la persona a la que quiere ¡A
todos nos sabe mejor la comida cuando la disfrutamos en un contexto social!

Ahora ya sabes que cuando tenías veinte años y tu madre te reñía porque no comías con
la familia, te levantabas y te acostabas a horas extrañas y en general “parece que esto es
una pensión y no tu casa”, lo que sucedía es que notaba tu falta de sincronía con el
grupo social y esto le hacía sentir mal. Eso y que –seamos sinceros- con veinte años te
pasabas un taco 🙂

Este es el tercer y último artículo de esta serie, porque, como bien me ha indicado mi
compañero Javier Moral, la entropía es un fenómeno del grupo que influye en la
conducta de los individuos (empatía, sincronía y simpatía son, por el contrario,
fenómenos del individuo que influyen en el grupo) y merece un tratamiento
diferenciado.

La simpatía es la base de las estrategias altruistas de conducta y está demostrada en


varios mamíferos sociales: los póngidos, los elefantes, los cetáceos y las personas. No
está demostrada en cánidos, pero ¡Ojo! No es que se haya evaluado y el resultado haya
sido negativo: es que no se han llevado a cabo trabajos publicables para evaluar la
existencia de esta capacidad (o al menos yo no he encontrado ninguna documentación al
respecto, si algún lector tiene conocimiento de dicha documentación le rogaría que me
diese la/s referencia/s). Por ello podemos argumentar a favor o en contra y defender
cualquiera de las dos hipótesis.

La simpatía implica no solo reconocer el estado emocional de otro individuo y alterar


nuestra conducta de acuerdo a esto, sino el contagio emocional del estado observado:
cuando ese estado emocional es positivo nos permite compartirlo, pero lo más
interesante es que cuando es negativo se genera conducta para mejorarlo. Es la base de
la solidaridad.

La evaluación de la capacidad de simpatía de una especie sólo puede determinarse de


manera consistente en base a la aparición de este contagio emocional con una emoción
concreta: la tristeza. ¿Por qué?, la alegría suele llevar asociados o bien la aparición de
estímulos positivos que sólo ha captado el animal que se pone contento, o bien
comportamientos expansivos que fácilmente pueden inducir a los otros miembros del
grupo a “aprender” cuándo es el momento adecuado para jugar, los estados emocionales
agresivos también deben ser rápidamente captados por los otros individuos del grupo
para adecuar su conducta por interés propio ¡nadie quiere tocarle las narices a un tipo
enfadado!, incluso el miedo puede estar asociado a factores de interés individual: si otro
individuo del grupo tiene miedo puede pasar algo peligroso para todos, que harán muy
bien en “contagiarse” de ese estado emocional y poner pies (patas) en polvorosa. Por
ello el contagio de estas emociones tiene una fácil explicación por asociaciones con
elementos de interés para el individuo que se contagia, ¡ojo! No digo que el contagio
suceda únicamente por este motivo, pero siguiendo el principio de Morgan no debemos
explicar un comportamiento como consecuencia de un proceso psicológico complejo si
podemos explicarlo a través de otro proceso más básico. Al lorito con esto que algunos
conductistas han citado hasta la saciedad este “canon” de Morgan, sin recordar que el
mismo Morgan, algo escandalizado por el sesgo que se le daba a sus palabras, añadió
después: “para que el alcance de este principio no sea malentendido hay que añadir que
el canon no excluye en absoluto la interpretación de un comportamiento en particular en
términos de procesos superiores si ya hemos conseguido pruebas independientes de la
existencia de estos procesos superiores en el animal que estamos observando”. O sea
que si todos los procesos de contagio emocional que observamos pueden ser explicados
en base a asociaciones con las consecuencias de esos estados emocionales no podemos
hablar de simpatía, pero si existe al menos un caso de contagio emocional que no es
explicable únicamente por asociaciones de este tipo podremos argumentar que en los
demás casos el contagio podría darse por el mismo mecanismo que explique ese único
caso. Si, a mí también me parece lioso.

Y aquí entra en juego la tristeza, porque no hay ninguna ventaja directa por contagiarse
de la tristeza de otro individuo: la tristeza no es una señal de alarma que nos ayude a
evitar un peligro, tampoco es el predictor de ningún evento positivo, hay una reducción
de conducta en el individuo triste y no un aumento que pueda llamar la atención de los
otros individuos. En fin que realmente lo “lógico” sería ignorar al individuo triste. Sin
embargo en las especies con capacidad de simpatía aparece este contagio emocional,
que además es directamente proporcional al nivel de relación entre los individuos
implicados.

Creo que muchos hemos presenciado casos en los que aparece el contagio emocional de
la tristeza en los perros: cuando estamos desanimados y se nos acercan para darnos
suavemente la pata o un lametón por ejemplo. Recuerdo que cuando mi perro Ibo era
muy mayor y ya estaba bastante disminuido tenía ocasionales empeoramientos de
ánimo. Siempre que esto sucedía nuestras otras perras, jóvenes y activas, se acercaban a
él: la pastora alemana se tumbaba a su lado muy pegada al suelo y la malinois (incapaz
de estarse tan tranquila) cogía juguetes y los dejaba caer delante suyo. Conductas
difíciles de explicar sin tomar en cuenta la simpatía, pues la mayor recompensa que
obtenían era que, en el caso de aceptar alguno de los juguetes, Ibo las echaba de allí
para disfrutarlo tranquilo (sí, a veces era muy borde). Hubieran obtenido más beneficio
si sencillamente ignorasen al yayo e hicieran su vida, pero parecía que les era
completamente imposible pasar por alto estos momentos de desánimo del que había sido
su compañero de juegos durante muchos años. También hace poco unas border collies
estuvieron en nuestra residencia, una de ellas sufrió unos ataques epilépticos, tras los
cuales quedó desorientada y aparentemente no reconocía a su compañera de toda la
vida, este estado emocional alterado tuvo como consecuencia que la perra que no había
sufrido los ataques intentara “animar” a su amiga de todas las maneras posibles:
invitaciones al juego, acercamientos tranquilos, contactos que la primera rechazaba: esto
causó que la otra multiplicara sus esfuerzos por “conectar” con ella, hasta el punto en el
que decidimos separarlas temporalmente para evitarle a la preocupada compañera un
aumento indeseable de los niveles de estrés. También es cierto que la perra que
mostraba estos niveles de preocupación activa por su amiga es, en mi opinión, una de
las perras más especiales y con una personalidad más encantadora y atrayente que he
tenido el gusto de conocer.

No quiero terminar este artículo sin indicar que, aunque estemos tocando temas que nos
den una visión “positiva” del perro, acorde con la imagen de ellos que queremos tener,
estos son sólo algunos de los procesos que aparecen en el perro doméstico. También
existen y están bien demostrados otros bastante menos amables, lamentablemente no
podemos “ordenar” la naturaleza de acuerdo con nuestros deseos, esto es algo de lo que,
EMMO, se está abusando demasiado en el mundo del adiestramiento para captar a
quienes se inician y desean escuchar que la realidad técnica coincide con su ideal de
cómo es/debería ser el perro, pero los estudios también nos muestran procesos como el
infanticidio en leones, o algunas formas de agresión en los perros que no nos gustaría
reconocer en nuestro mejores amigos.
Por tanto debemos tomar muy en cuenta que, si bien los actuales trabajos confirman que
los perros no son únicamente unos individualistas feroces y dispuestos a la agresión por
cualquier quítame allá esas pajas (¿de dónde vendrá esta expresión?), también
confirman la existencia de otros procesos en los que sí que aparece competencia,
individualismo o actitudes fuertemente agresivas (sin patologías de la conducta) hacia
compañeros sociales o seres humanos. No podemos tomar únicamente la parte de
conocimientos que nos reconfortan, es necesario aceptarlo todo para tener una visión
real de la etología de nuestros compañeros: tan capaces son de ser unos amigos
solidarios como de ser unos cabrones con pintas (¿se puede hablar así de mal en un
blog? :o, espero que mi madre no lea esto o me lavará la boca con jabón).

Hemos hablado en los posts anteriores de la empatía, sincronía y simpatía, y cómo su


fin es hacer viable el grupo social facilitando el acceso y distribución de recursos, así
como su seguridad. Estos procesos emocionales mueven mucha energía, porque es
necesario gran cantidad de comportamiento social para organizar, coordinar y conseguir
que un grupo social sea eficaz en su entorno.

Pero ¿qué pasa cuando el grupo social no tiene que coordinarse para cazar porque los
recursos se proveen desde fuera del grupo y no es necesario defenderse porque se vive
en un entorno controlado? Todos esos procesos emocionales y la energía que mueven
¿dónde van a parar?

Hace tiempo (en 1824, para ser exactos) un físico, Carnot, comprobó que las máquinas
de vapor durante un tiempo de trabajo siempre generaban la misma energía, pero parte
de esa energía no se convertía en trabajo sino que la “absorbía” la misma máquina
(calentándose, moviéndose…) y denominó a la parte de la energía que no podía usarse
para producir trabajo entropía (ya sé que a los que sois de ciencia os horrorizo por esta
explicación de la segunda ley de la termodinámica, tened paciencia conmigo). Carnot
también comprobó que según aumentaba esta entropía el trabajo aprovechable era
menor, sin embargo ningún sistema puede funcionar sin un mínimo nivel de entropía.

Por tanto la entropía es la cantidad de energía que genera un sistema (en nuestro caso el
grupo social del perro) y no es aprovechable en trabajo útil.

En psicología y, sobre todo, en sociología no tardaron en importar el término para


utilizarlo en el estudio del funcionamiento de los grupos sociales, en estas ciencias
humanísticas se utiliza con el sentido de “desorden”, y es lógico pues cuanta más de la
energía generada para la interacción eficaz se reabsorbe en el grupo más aumenta el
desorden y con ello los problemas.

En este momento hay una importante polémica sobre la dominancia y cómo funciona
realmente en los grupos de cánidos, parte de este debate se genera porque buena parte
de los datos que manejábamos estaban referidos a lobos en cautividad y su conducta
social está alterada con respecto a una situación de libertad.

Precisamente ahora sabemos que lo que altera la conducta social de los mamíferos
sociales que permanecen en zoos es el aumento de la entropía: toda la energía que
produce el grupo social para su funcionamiento no se convierte en trabajo eficaz: no es
necesario cazar, ni defender el grupo de agresiones, ¡ni siquiera desplazarse de manera
coordinada!, por lo que esa energía se vuelca íntegramente en las interacciones sociales.
¿Cómo afecta el aumento de entropía a un grupo social? Es muy sencillo verlo
fijándonos en un programa que basa su éxito en el aumento de la entropía y sus
consecuencias: “Gran Hermano” (“Big Brother”). El aumento de entropía en un grupo
social se caracteriza por tres factores principales:

Aumento de la relevancia de la distribución y posesión de recursos y de las situaciones


violentas referidas a este tema.
Aumento de la importancia de las jerarquías y con ello un aumento extremo de las
agresiones relacionadas con la posición social.
Aumento de las relaciones afectivas positivas o negativas, tanto en frecuencia como en
intensidad (edredoning y juramentos de amistad/odio eternos).
Esto tiene su lógica, si el grupo social se encuentra en un entorno «natural»: La
repartición de los recursos obtenidos utiliza una parte mínima de la energía gastada en
conseguirlos cazando de manera coordinada. Las jerarquías tienen un fin
principalemente organizativo: sirven para coordinar de modo eficaz las acciones del
grupo y darle orden y armonía. Y las relaciones afectivas tienen por objeto mantener la
cohesión social, evitando la dispersión del grupo cuando no hay un “trabajo” concreto
que hacer en común. Por supuesto sí que surgen agresiones jerárquicas y conflictos por
la posesión de recursos, así como relaciones afectivas consistentes, pero el grueso del
tiempo y de la atención de los animales no está centrado en estos menesteres.

Cuando se limita el espacio del grupo, se controla el ambiente para que sea seguro y se
“regalan” los recursos, la importancia de su posesión, la posición social y las relaciones
afectivas son las ÚNICAS conductas sociales que resulta posible llevar a cabo y,
razonablemente, recogen una cantidad de energía diseñada para objetivos sociales
mucho más ambiciosos. Imaginemos que cogemos la energía destinada a mover un
tráiler y la aplicamos a un Vespino, es más que fácil que reviente o se salga en la
primera curva, y es por esto que todos los que salen de “Gran Hermano” dicen, y tienen
la razón científica en la mano, que en “La Casa” todo se vive más intensamente.

Pero esto nos lleva a un pequeño problema: quienes plantean que el estudio de las
interacciones de los lobos en zoos no son válidas para hacer homologías con el perro
doméstico porque dichos lobos se encuentran en una situación que es generadora de
estos problemas, olvidan que la mayoría de los perros domésticos no tienen que trabajar
coordinadamente con su grupo social para conseguir ningún recurso, ni tienen que
contribuir a ninguna defensa del grupo, en realidad no necesitan coordinarse con su
grupo para nada. Así que la mayoría de los perros «de casa» sí que se encuentran en
situaciones de entropía y esto causa un alto número de problemas con respecto a los
puntos antes descritos.

Por ello la realidad no está con los que tienen una visión del perro como un continuo
retador cuyos instintos le llevan a buscar una posición dominante en su familia, ni
tampoco con los que opinan que no existen estos problemas en absoluto. Como sucede
en tantas ocasiones, existe una explicación menos militante pero más consistente a nivel
científico: el aumento de la entropía, lo que explica que muchos de estos problemas se
den en perros de razas sin un fuerte carácter, pero que por su labor única de perros de
compañía casi no salen de casa ni interactúan con congéneres ¡no hablemos ya de
trabajar!
Así pues, en lugar de tener que pelearnos con nuestros perros para conseguir vencer en
una supuesta lucha por la supremacía o limitarnos a intentar eliminar el estrés que
genera la situación, tenemos una alternativa mejor: darle a nuestros perros un trabajo
coordinado con nosotros y que tenga que realizar regularmente, para que utilice la
energía social que genera de la manera más adecuada según su etología.

Además debemos tener en cuenta que todos los efectos de la entropía no son malos: el
nivel afectivo que los perros pueden mostrar por las personas es superior al que suelen
mostrar entre ellos porque nosotros respondemos a sus interacciones afectivas
exageradas más (y mejor, pero eso lo dejo para otro artículo, no se me vaya a
escandalizar alguien) que sus congéneres ¿O vuestros perros no os piden más mimos y
están más cariñosos con vosotros que con otros perros con los que conviven? La
explicación está en la entropía: esos espectaculares videos donde leones, cuervos (¡hola
Vera!), osos u otros animales criados por personas muestran un afecto superlativo hacia
estas, mayor que el que la misma especie manifiesta entre sí, sólo está ejemplificando
cómo el aprovechamiento del extra de afectividad que genera la entropía ha sido
utilizado inconscientemente por las personas que cuidaban a estos animales para
vincularles afectivamente con ellos de manera mucho más fuerte de lo que se unirían a
sus coespecíficos en situaciones naturales.

Ahora, imitando al Magic Andreu, me voy a colgar una medalla: Creo que este es el
primer artículo o texto en el que se menciona la importancia de la entropía en el
comportamiento del perro doméstico, y como creo que en algunos años va a escucharse
muuuucho, me permito hacéroslo notar, para que, cuando llegue ese momento, recordéis
dónde lo leísteis por primera vez 😉

Después de este tocho (¡y los tres anteriores! Glups :() prometo que los próximos posts
serán menos técnicos y más cortos.

El clima emocional

El clima emocional es tanto un constructo subjetivo (las emociones que los sujetos
perciben que predominan en un clima social) como objetivo (emociones individuales, en
particular en su dimensión interpersonal, que los sujetos de un colectivo vivencian y que
se refleja en la percepción social).

El clima emocional es un estado de ánimo colectivo, que se caracteriza por:

a) El predominio de ciertas emociones (alegría, y enojo por ejemplo, versus,tristeza y


miedo) en la vivencia de los miembros de un grupo o colectivo

b) Que se reflejan en la percepción del ambiente social,

c) por el predominio de una representación social o conjunto de creenciascompartidas


en un grupo o colectivo, sobre el mundo social, tanto referente alas instituciones
(confianza versus desconfianza), al mundo social (visi!npositiva solidaria versus
negativa, insolidaria) y el futuro (optimista, esperanzaversus pesimista, desesperanza)

d)por el predominio de ciertas tendencias de acci!n asociadas a las funciones sociales


de las emociones predominantes que impregnan las interaccionessociales.
El clima emocional hace referencia a las emociones que son percibidas en unasociedad
en relación con su situación sociopolítica, pueden estar caracterizados por dimensiones
como el miedo o la tranquilidad para hablar, la seguridad o la inseguridad, la confianza
o el odio hacia otras personas, la confianza o el enfado es influido por la situacion
social, economica y política.

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