Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Emoción y salud
Las emociones positivas tienden a potenciar la salud tanto física como mental mientras
que las emociones negativas tienden a disminuirla. A su vez, las personas que gozan de
un buen estado de salud tienden a experimentar más emociones positivas y menos
negativas que quienes han perdido su bienestar.
Hay varias explicaciones por las que un elevado estado de emocionalidad negativa
puede tener consecuencias para la salud:
En definitiva, existe una relación estrecha entre emociones y salud. Por un lado, cuando
estamos sanos disfrutamos de mayores niveles de bienestar y emocionalidad positiva,
mientras que cuando enfermamos, tendemos a preocuparnos, activarnos y a
deprimirnos. Por otro lado, las emociones positivas tienden a potenciar la salud,
mientras que las reacciones emocionales negativas tienden a producir algunos trastornos
de la salud que podríamos denominar "desórdenes emocionales".
Cada persona tiende a ser más o menos reactiva en un determinado sistema o en una
respuesta concreta del sistema. Parece que esta especialización o tendencia de las
personas a activar más un tipo de respuesta es en buena medida genética y tendemos a
exhibirla a edades tempranas. Sin embargo, también se puede aprender y "perfeccionar",
prestando más atención, dando más importancia e incluso pretendiendo controlar
voluntariamente tal respuesta fisiológica (sobre la que no tenemos control voluntario,
pues está regulada por el sistema nervioso autónomo). Por ejemplo, algunas personas
tienen más facilidad para sudar que otras, por lo que, cuando se encuentran en
situaciones que producen ansiedad, tienden a sudar más. Si a alguna de estas personas le
molesta su sudor, presta más atención al mismo y termina magnificando esta
circunstancia, estará tendiendo a desarrollar mayor "habilidad" para sudar cada vez más
en tales situaciones, aunque lo que pretendía era justo lo contrario.
Existe una relación dosis-efecto entre los niveles de emocionalidad negativa y los
síntomas de la enfermedad física, de manera que cuando aumenta la ansiedad, la ira o la
depresión, empeoran los síntomas físicos.
En este caso, lo primero que tenemos que hacer es buscar información cualificada, que
provenga de una fuente fiable. Esta información es esencial para iniciar un proceso de
cambio que nos lleve a un aprendizaje emocional y revertir así el proceso que se ha
iniciado. Es esencial siempre tomar un papel activo para que se inicie un proceso de
recuperación.
Aprender va de la mano de sentir. Por este motivo, aquellas clases en las que el alumno
experimenta e interrelaciona el aprendizaje con un amplio abanico de aspectos vitales,
generan un mayor impacto y, con ello, una mayor consolidación de los contenidos.
Cuando existe un fin (un objetivo) que da sentido a la adquisición del contenido, el
aprendizaje es más rápido. Aquí las emociones tienen un peso esencial.
Dicho esto, aprender por medio de ejemplos que despierten un interés y una necesidad
es el mejor modo de promover la memoria a largo plazo.
¿Qué tipos de memoria existen? ¿Qué relación guardan con las emociones?
Antes hablábamos de la motivación del alumno, pero, por lo que refiere al docente,
La transmisión emocional del profesor es esencial dado que la emoción que contagia es
el motor o el freno del aprendizaje. Cuanto más conecten sus alumnos con una emoción
movilizadora, más garantías existen de convertir aquella información en información
útil y, a largo plazo, en un recuerdo accesible y facilitador de nuevas construcciones de
conocimiento.
Trabajar las emociones significa ser consciente del impacto que generan en nosotros y
comprender su función. Ello nos ayuda a entender la repercusión que tienen en nuestro
modo de pensar, sentir y actuar, y nos permite tenerlas presentes cuando deseemos
comunicar. Por este motivo, la eficiencia de nuestra comunicación irá acompañada de la
capacidad que tengamos de despertar la emoción en el otro.
Pero además de esta utilidad individual las emociones son muy relevantes para la
organización y eficacia de los mamíferos sociales como el perro (¡o nosotros!),
haciendo posible la coordinación y colaboración del individuo con su grupo. Esto es
debido a una capacidad emocional muy relevante y demostrada en los perros: la
empatía.
En los perros no sólo se ha demostrado la empatía hacia otros perros, sino también hacia
personas (e incluso hacia otras especies de animales): por eso los perros se activan
cuando nos ven contentos y nos rehúyen en momentos de enfado, aunque nunca les
hayamos castigado. Cuando Iniesta marcó EL GOL todos mis perros notaron el
ambiente festivo y se pusieron a dar saltos e invitarnos a jugar ¡qué mejor momento,
viéndonos con un estado emocional tan alegre! Por eso también es importante cuál es
nuestro estado emocional al convivir, entrenar y competir. Muchos perros “fallan” en
competición porque nuestro estado emocional es extraño y están más pendientes de qué
nos pasa y por qué estamos tan alterados que del adiestramiento. Esto no debe
extrañarnos, en realidad nos sucede los mismo cuando llegamos a nuestro puesto de
trabajo y un compañero tiene un estado emocional extraño: hasta que no sabemos qué le
sucede nuestro rendimiento está bajo mínimos, no pudiendo desviar la atención de él
(“sabéis si a Paco le pasa algo, es que está rarísimo”).
Este segundo artículo es el más corto y sencillo de la serie, así que no creo que haya
problema en que no espere las dos semanas preceptivas según mi Webmaster y lo
cuelgue ya 😉
Formar grupos sociales tiene una finalidad utilitaria: mejorar la capacidad de conseguir
recursos -por ejemplo cazando en grupo- ser más eficaces para defenderse o defender
los recursos, como puede suceder en la defensa del territorio ante intrusiones o
predadores. Pero para poder llevar esto a cabo, antes que la coordinación compleja que
implican estas acciones, es necesario que exista sincronía entre los individuos, por eso
los bostezos son contagiosos y ver a alguien bostezar nos induce al sueño: conviene que
todo el grupo sincronice sus actividades, entre ellas el descanso, para conseguir un
máximo rendimiento cuando sea necesario. También durante los desplazamientos los
grupos sociales se sincronizan para moverse a la vez, lo que permite que el grupo se
mueva de forma homogénea y no que cada individuo adopte una velocidad distinta.
En la doma natural de caballos es habitual evaluar, entrenar y aprovechar esta sincronía
(por ejemplo), lo mismo podría hacerse en adiestramiento de perros, hace poco un
colega de Cataluña me contaba que conocía a un anciano que adiestraba los perros de
sus vecinos para no tirar de la correa: sencillamente se los ataba a la cintura y se
dedicaba a cuidar su jardín y su huerto durante horas, tranquilamente. En pocas semanas
el perro se sincronizaba con el anciano y dejaba de tirar, sin más. Encontrar técnicas que
nos permitan sincronizar al perro con nosotros y no sólo realizar la conducta para
conseguir un refuerzo es de gran utillidad para los muchos adiestramientos que
demandan una fuerte coordinación en el binomio guía-perro.
Yo tengo la costumbre de dormir la siesta (¡eh, no me deis caña! que me levanto muy
temprano) y mis perros están sincronizados, a la hora de la siesta empiezan a mostrar
sueño y, si me retraso en ir a dormir, me los encuentro a los tres totalmente traspuestos
en la habitación. Y dos son malinois. Esta sincronía facilita la armonía en el grupo
social ¡os lo garantizo!
¿En alguna ocasión habéis observado que uno de vuestros perros persigue una liebre y
otro, sin ver a la liebre, sale corriendo a cazarla también? Eso es posible gracias a la
sincronía: la empatía ha permitido al segundo perro reconocer el estado emocional
asociado a la caza en el primero y se ha sincronizado con él, si el primer perro hubiera
corrido a exactamente la misma velocidad y realizando el mismo trayecto pero como
consecuencia de un susto, el segundo perro hubiera reaccionado de manera muy distinta,
pese a ser la conducta muy similar en su forma: el poder reconocer el estado emocional
es lo que permite actuar de manera sincronizada. Los comportamientos contagiosos
(como la huida de los antílopes) son ejemplos de sincronía, donde el correcto
reconocimiento del estado emocional permite la coordinación adecuada para actuar.
La sincronía es una capacidad relevante para la eficacia del grupo social, por ello toda
falta de sincronía genera malestar en el grupo, lo que explica por qué incluso perros
trabajados en positivo se muestran aburridos frente a las sesiones de entreno: cuando
una y otra vez el guía intenta no interactuar con su perro, ser neutro y la única
información que recibe el perro es un click, se está potenciando que el perro se
sincronice con su apatía e inmovilidad o peor que no se sincronice con su guía, esta
manera de entrenar puede convenirnos en ocasiones puntuales, pero sistematizarlo y
utilizarlo en todos los entrenos tiende a volver al perro pasivo (como el guía durante el
entreno) y poco interactivo (también como el guía). Seguro que preferiría que el
adiestramiento fuera algo que su guía hiciese alegre e interactuando, así al valor de los
refuerzos le sumamos el valor social de interactuar con la persona a la que quiere ¡A
todos nos sabe mejor la comida cuando la disfrutamos en un contexto social!
Ahora ya sabes que cuando tenías veinte años y tu madre te reñía porque no comías con
la familia, te levantabas y te acostabas a horas extrañas y en general “parece que esto es
una pensión y no tu casa”, lo que sucedía es que notaba tu falta de sincronía con el
grupo social y esto le hacía sentir mal. Eso y que –seamos sinceros- con veinte años te
pasabas un taco 🙂
Este es el tercer y último artículo de esta serie, porque, como bien me ha indicado mi
compañero Javier Moral, la entropía es un fenómeno del grupo que influye en la
conducta de los individuos (empatía, sincronía y simpatía son, por el contrario,
fenómenos del individuo que influyen en el grupo) y merece un tratamiento
diferenciado.
Y aquí entra en juego la tristeza, porque no hay ninguna ventaja directa por contagiarse
de la tristeza de otro individuo: la tristeza no es una señal de alarma que nos ayude a
evitar un peligro, tampoco es el predictor de ningún evento positivo, hay una reducción
de conducta en el individuo triste y no un aumento que pueda llamar la atención de los
otros individuos. En fin que realmente lo “lógico” sería ignorar al individuo triste. Sin
embargo en las especies con capacidad de simpatía aparece este contagio emocional,
que además es directamente proporcional al nivel de relación entre los individuos
implicados.
Creo que muchos hemos presenciado casos en los que aparece el contagio emocional de
la tristeza en los perros: cuando estamos desanimados y se nos acercan para darnos
suavemente la pata o un lametón por ejemplo. Recuerdo que cuando mi perro Ibo era
muy mayor y ya estaba bastante disminuido tenía ocasionales empeoramientos de
ánimo. Siempre que esto sucedía nuestras otras perras, jóvenes y activas, se acercaban a
él: la pastora alemana se tumbaba a su lado muy pegada al suelo y la malinois (incapaz
de estarse tan tranquila) cogía juguetes y los dejaba caer delante suyo. Conductas
difíciles de explicar sin tomar en cuenta la simpatía, pues la mayor recompensa que
obtenían era que, en el caso de aceptar alguno de los juguetes, Ibo las echaba de allí
para disfrutarlo tranquilo (sí, a veces era muy borde). Hubieran obtenido más beneficio
si sencillamente ignorasen al yayo e hicieran su vida, pero parecía que les era
completamente imposible pasar por alto estos momentos de desánimo del que había sido
su compañero de juegos durante muchos años. También hace poco unas border collies
estuvieron en nuestra residencia, una de ellas sufrió unos ataques epilépticos, tras los
cuales quedó desorientada y aparentemente no reconocía a su compañera de toda la
vida, este estado emocional alterado tuvo como consecuencia que la perra que no había
sufrido los ataques intentara “animar” a su amiga de todas las maneras posibles:
invitaciones al juego, acercamientos tranquilos, contactos que la primera rechazaba: esto
causó que la otra multiplicara sus esfuerzos por “conectar” con ella, hasta el punto en el
que decidimos separarlas temporalmente para evitarle a la preocupada compañera un
aumento indeseable de los niveles de estrés. También es cierto que la perra que
mostraba estos niveles de preocupación activa por su amiga es, en mi opinión, una de
las perras más especiales y con una personalidad más encantadora y atrayente que he
tenido el gusto de conocer.
No quiero terminar este artículo sin indicar que, aunque estemos tocando temas que nos
den una visión “positiva” del perro, acorde con la imagen de ellos que queremos tener,
estos son sólo algunos de los procesos que aparecen en el perro doméstico. También
existen y están bien demostrados otros bastante menos amables, lamentablemente no
podemos “ordenar” la naturaleza de acuerdo con nuestros deseos, esto es algo de lo que,
EMMO, se está abusando demasiado en el mundo del adiestramiento para captar a
quienes se inician y desean escuchar que la realidad técnica coincide con su ideal de
cómo es/debería ser el perro, pero los estudios también nos muestran procesos como el
infanticidio en leones, o algunas formas de agresión en los perros que no nos gustaría
reconocer en nuestro mejores amigos.
Por tanto debemos tomar muy en cuenta que, si bien los actuales trabajos confirman que
los perros no son únicamente unos individualistas feroces y dispuestos a la agresión por
cualquier quítame allá esas pajas (¿de dónde vendrá esta expresión?), también
confirman la existencia de otros procesos en los que sí que aparece competencia,
individualismo o actitudes fuertemente agresivas (sin patologías de la conducta) hacia
compañeros sociales o seres humanos. No podemos tomar únicamente la parte de
conocimientos que nos reconfortan, es necesario aceptarlo todo para tener una visión
real de la etología de nuestros compañeros: tan capaces son de ser unos amigos
solidarios como de ser unos cabrones con pintas (¿se puede hablar así de mal en un
blog? :o, espero que mi madre no lea esto o me lavará la boca con jabón).
Pero ¿qué pasa cuando el grupo social no tiene que coordinarse para cazar porque los
recursos se proveen desde fuera del grupo y no es necesario defenderse porque se vive
en un entorno controlado? Todos esos procesos emocionales y la energía que mueven
¿dónde van a parar?
Hace tiempo (en 1824, para ser exactos) un físico, Carnot, comprobó que las máquinas
de vapor durante un tiempo de trabajo siempre generaban la misma energía, pero parte
de esa energía no se convertía en trabajo sino que la “absorbía” la misma máquina
(calentándose, moviéndose…) y denominó a la parte de la energía que no podía usarse
para producir trabajo entropía (ya sé que a los que sois de ciencia os horrorizo por esta
explicación de la segunda ley de la termodinámica, tened paciencia conmigo). Carnot
también comprobó que según aumentaba esta entropía el trabajo aprovechable era
menor, sin embargo ningún sistema puede funcionar sin un mínimo nivel de entropía.
Por tanto la entropía es la cantidad de energía que genera un sistema (en nuestro caso el
grupo social del perro) y no es aprovechable en trabajo útil.
En este momento hay una importante polémica sobre la dominancia y cómo funciona
realmente en los grupos de cánidos, parte de este debate se genera porque buena parte
de los datos que manejábamos estaban referidos a lobos en cautividad y su conducta
social está alterada con respecto a una situación de libertad.
Precisamente ahora sabemos que lo que altera la conducta social de los mamíferos
sociales que permanecen en zoos es el aumento de la entropía: toda la energía que
produce el grupo social para su funcionamiento no se convierte en trabajo eficaz: no es
necesario cazar, ni defender el grupo de agresiones, ¡ni siquiera desplazarse de manera
coordinada!, por lo que esa energía se vuelca íntegramente en las interacciones sociales.
¿Cómo afecta el aumento de entropía a un grupo social? Es muy sencillo verlo
fijándonos en un programa que basa su éxito en el aumento de la entropía y sus
consecuencias: “Gran Hermano” (“Big Brother”). El aumento de entropía en un grupo
social se caracteriza por tres factores principales:
Cuando se limita el espacio del grupo, se controla el ambiente para que sea seguro y se
“regalan” los recursos, la importancia de su posesión, la posición social y las relaciones
afectivas son las ÚNICAS conductas sociales que resulta posible llevar a cabo y,
razonablemente, recogen una cantidad de energía diseñada para objetivos sociales
mucho más ambiciosos. Imaginemos que cogemos la energía destinada a mover un
tráiler y la aplicamos a un Vespino, es más que fácil que reviente o se salga en la
primera curva, y es por esto que todos los que salen de “Gran Hermano” dicen, y tienen
la razón científica en la mano, que en “La Casa” todo se vive más intensamente.
Pero esto nos lleva a un pequeño problema: quienes plantean que el estudio de las
interacciones de los lobos en zoos no son válidas para hacer homologías con el perro
doméstico porque dichos lobos se encuentran en una situación que es generadora de
estos problemas, olvidan que la mayoría de los perros domésticos no tienen que trabajar
coordinadamente con su grupo social para conseguir ningún recurso, ni tienen que
contribuir a ninguna defensa del grupo, en realidad no necesitan coordinarse con su
grupo para nada. Así que la mayoría de los perros «de casa» sí que se encuentran en
situaciones de entropía y esto causa un alto número de problemas con respecto a los
puntos antes descritos.
Por ello la realidad no está con los que tienen una visión del perro como un continuo
retador cuyos instintos le llevan a buscar una posición dominante en su familia, ni
tampoco con los que opinan que no existen estos problemas en absoluto. Como sucede
en tantas ocasiones, existe una explicación menos militante pero más consistente a nivel
científico: el aumento de la entropía, lo que explica que muchos de estos problemas se
den en perros de razas sin un fuerte carácter, pero que por su labor única de perros de
compañía casi no salen de casa ni interactúan con congéneres ¡no hablemos ya de
trabajar!
Así pues, en lugar de tener que pelearnos con nuestros perros para conseguir vencer en
una supuesta lucha por la supremacía o limitarnos a intentar eliminar el estrés que
genera la situación, tenemos una alternativa mejor: darle a nuestros perros un trabajo
coordinado con nosotros y que tenga que realizar regularmente, para que utilice la
energía social que genera de la manera más adecuada según su etología.
Además debemos tener en cuenta que todos los efectos de la entropía no son malos: el
nivel afectivo que los perros pueden mostrar por las personas es superior al que suelen
mostrar entre ellos porque nosotros respondemos a sus interacciones afectivas
exageradas más (y mejor, pero eso lo dejo para otro artículo, no se me vaya a
escandalizar alguien) que sus congéneres ¿O vuestros perros no os piden más mimos y
están más cariñosos con vosotros que con otros perros con los que conviven? La
explicación está en la entropía: esos espectaculares videos donde leones, cuervos (¡hola
Vera!), osos u otros animales criados por personas muestran un afecto superlativo hacia
estas, mayor que el que la misma especie manifiesta entre sí, sólo está ejemplificando
cómo el aprovechamiento del extra de afectividad que genera la entropía ha sido
utilizado inconscientemente por las personas que cuidaban a estos animales para
vincularles afectivamente con ellos de manera mucho más fuerte de lo que se unirían a
sus coespecíficos en situaciones naturales.
Ahora, imitando al Magic Andreu, me voy a colgar una medalla: Creo que este es el
primer artículo o texto en el que se menciona la importancia de la entropía en el
comportamiento del perro doméstico, y como creo que en algunos años va a escucharse
muuuucho, me permito hacéroslo notar, para que, cuando llegue ese momento, recordéis
dónde lo leísteis por primera vez 😉
Después de este tocho (¡y los tres anteriores! Glups :() prometo que los próximos posts
serán menos técnicos y más cortos.
El clima emocional
El clima emocional es tanto un constructo subjetivo (las emociones que los sujetos
perciben que predominan en un clima social) como objetivo (emociones individuales, en
particular en su dimensión interpersonal, que los sujetos de un colectivo vivencian y que
se refleja en la percepción social).