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César Santos Gaona

Ensayo para la clase de pensamiento político moderno


17/09/2020

El perspectivismo de Nietzsche en las ideas de Max Weber y Hannah Arendt

La filosofía de Nietzsche ofrece una crítica al pensamiento filosófico tradicional que abarca
desde Sócrates y Platón hasta el idealismo alemán. Al ser un filósofo intempestivo, su prosa
no se adaptó a los cánones de su época y tuvo más bien influencia en pensadores ulteriores
como lo serían, por ejemplo, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Hannah Arendt. Sin
embargo, es posible reconocer su presencia en algunos de sus contemporáneos y a la vez
teóricos fundacionales de paradigmas que siguen siendo objeto de estudio en la actualidad.
Así, tanto en la sociología de Max Weber como en el psicoanálisis de Freud, Nietzsche
funge como una inspiración y una referencia. Por cuestiones que atienden al presente
ensayo, nos concentraremos en Max Weber y se dejará al psicoanálisis de lado.

De acuerdo con Hennis (1987), “el propio Weber entró en contacto con los escritos
de Nietzsche durante el primer lustro de 1890, y esa lectura le llevó a modificar
profundamente su estilo; mientras que en 1892 Weber practicaba una escritura de jurista y
economista, en 1894 escribía como crítico de la cultura”. En este ensayo se explicarán
algunos de los postulados fundamentales de la crítica nietzscheana a los valores y al
conocimiento, para después ubicar su influencia en las obras tanto de Max Weber como de
Hannah Arendt, esta última seleccionada con la posibilidad de ilustrar rasgos actuales de la
política.

Nihilismo

Etiquetar a Nietzsche como un filósofo netamente nihilista es caer en una lectura


incompleta de sus postulados. No obstante, el nihilismo tiene una fuerte presencia en su
filosofía e incluso él mismo contribuye a la ampliación del concepto. El nihilismo, “como
dice Blanchot, es un acontecimiento que se cumple en la historia, designado por la
supresión del ser en sí de los valores” (Grave). Desde que el platonismo justificó la
existencia de verdades existentes por sí mismas, inmutables y de difícil acceso, los filósofos
concentraron sus esfuerzos en la búsqueda de conceptos que atendieran a las mismas
características. De esta manera, valores con los que se establecen juicios sobre las cosas o
fenómenos, aparecen como ajenos al humano, quien es el que los ha establecido y
jerarquizado, así como también llenado de contenido. Pero no sólo esto, también,
gradualmente, dichos valores se fueron solidificando hasta adquirir una existencia que
podría denominarse como divina y sagrada, y de la cual se olvidan o no se quieren
reconocer los orígenes.

Al hablar de verdades me refiero a creaciones del conocimiento que, más que


encontrarse en el debate académico, ejercen una fuerza importante sobre la vida cotidiana
de los seres humanos, quienes las toman como postulados universales y regidores. Un
ejemplo son los conceptos morales con los cuáles el humano conduce, aunque
limitadamente, su existencia. Conceptos como bien-mal, verdad-error, bello-feo, más que
tener un origen subjetivo, siguiendo a Nietzsche, son construcciones históricas que se han
modificado, o en cierto caso mantenido, hasta su forma actual. Y si esto es aceptado en la
actualidad como una obviedad, mucho se le debe, sin duda, a la filosofía nietzscheana.

La tarea que se propuso Nietzsche fue la de demoler aquellos ideales que el humano
había forjado “erigiendo una antítesis entre el fantasma creado en su cerebro y los afectos
experimentados en todo su dimensión psicofisiológica” (Grave). Para el autor de la
Genealogía de la moral, la realidad se encuentra carente de valor y de sentido en sí misma,
y es el humano quien levanta un mundo ideal, metafísico y moral, frente a ella, un mundo
que, aunque ficticio, tiene consecuencias devastadoras. Asimismo, según Nietzsche, la
moral ha proscrito numerosos objetos de conocimiento que no entran o alcanzan un lugar
muy bajo dentro de sus jerarquías. Siguiendo a Crescenciano Grave, la tarea del filósofo
intempestivo es estudiar lo proscrito porque: “lo proscrito accede al lenguaje poniendo al
descubierto lo problemático de la verdad que los impulsos creadores de la vida recogidos y
alterados en ese mismo pensamiento y lenguaje expresan y que, en tanto devenir
insondable, permanece ausente”.

Entonces, en la filosofía nietzscheana, la verdad pasa a ser inaccesible y además


cambiante, en ella confluyen distintos recorridos que parten de lo irracional y de lo pasional
y las “torres conceptuales” que la filosofía dogmática ha levantado no pueden alcanzarla.
En palabras de Crescenciano Grave: “Aislar y sustancializar o subjetivar al alma como yo
universal desde el cual se determina la realidad para nosotros, así como confiar en el poder
especulativo del lenguaje de la razón…son las primeras piedras de las construcciones
conceptuales de la filosofía”, por lo que cualquier intento de establecer una verdad absoluta
queda impotente.

Nietzsche identifica el origen de ese mundo ideal en sí y para sí en la antítesis entre


mundo verdadero y mundo aparente establecida por Platón. Para Nietzsche, la existencia en
sí de ese mundo representa un error fundamental que consiste en la concepción de una
verdad, “en la inanidad eterna de la identidad abstraída del tiempo” (Grave), que niega el
perspectivismo.

Perspectivismo

El perspectivismo desarrollado por Nietzsche se encuentra en directa relación con su


concepción nihilista de los valores. Al negar su existencia en sí, Nietzsche explica que la
realidad puede ser conocida desde distintas pluralidades. Además, es importante aclarar que
para Nietzsche la realidad se encuentra en constante devenir, lo cual quiere decir que no
existen objetos fijos de conocimiento, sino que constantemente la realidad se mafiesta
como apariencia cambiante. Así, con el perspectivismo la realidad adquiere una diversidad
en la que aumentan las posibilidades creadoras y justificadoras de la misma. “El
perspectivismo desvela la imposibilidad de fijar la identidad de la verdad y, al mismo
tiempo, patentiza que ésta puede ser sugerida, evocada, interpretada bajo estrategias de
escritura en las que ella misma expresa sus posibilidades creadoras” (Grave).

En la filosofía de Nietzsche, lo que se busca no es la develación de una verdad


oculta, sino, por el contrario, la interpretación que se hace más potente por la variedad de
significados. “Todo saber es interpretación, y Nietzsche, como señala Jaspers, introduce el
elemento diferencial de la autoconciencia del acto de interpretar”. Pero la interpretación no
se asume aquí con un carácter superficial. Nietzsche sabe que de la interpretación de la
realidad depende a) que la vida sea soportable y b) su propia estructura. La pregunta que se
hace Dostoievski, “¿si dios a muerto (dios entendido como la moral cristiana que poseía
valor sagrado e inmutable), todo está permitido?”, adquiere, en este contexto, importante
significación y contenido. Es el humano el encargado de colocarle una multiplicidad de
sentidos a la realidad, así como también de establecer los valores con los que se encargará
de juzgarla y normarla.

Max Weber

En la obra de Weber se identifica una importante diferenciación entre la “explicación de los


fenómenos sociales y los juicios de valor sobre los mismos” (Abellán, 2011). En este
sentido, la ciencia, al establecer hipótesis o postulados, debe distanciarse significativamente
de los juicios de valor. En la teoría weberiana la ciencia posee límites claros: “Y lo que la
ciencia básicamente no puede hacer es extraer de sus investigaciones normas morales o
ideales políticos, lo que es lo mismo que decir que los ideales políticos o morales no se
pueden fundamentar científicamente”.

En lo anterior encontramos una clara conexión con la crítica de Nietzsche hacia los
valores inmutables fundamentados por la razón, y también una relación con su filosofía
perspectivista, en especial cuando Weber identifica “la existencia de múltiples valores, de
múltiples ideales últimos, cuya validez no se puede establecer desde principios racionales”
(Abellán, 2011). Al respecto, Weber explica:

“El destino de una civilización que ha probado del árbol del conocimiento es tener
que saber que no podemos deducir el sentido del mundo a partir de los resultados de la
investigación del mundo, por muy completa que ésta fuera, sino que debemos ser capaces
de crearlo por nosotros mismos; y que las concepciones del mundo nunca pueden ser el
resultado de un conocimiento empírico progresivo; y, por tanto, que los ideales supremos
que más nos conmueven siempre actúan en lucha con otros ideales, que son tan sagrados
como los nuestros” (Weber, 2009).

Para Weber, al igual que Nietzsche, los valores se encuentran en constante lucha y
representan una multiplicidad de poderes que, paulatinamente, han sido racionalizados
hasta presentarse sin ropajes metafísicos. Al mostrar que los fundamentos de dichos valores
son una interpretación del mundo, para Weber, al igual que Nietzsche, la tarea del
individuo consistirá en elegir entre los que más le convengan, aunque, en ocasiones, en este
proceso de conformación de una estructura de valores, influyan estructuras externas al
individuo. De igual forma y en concordancia con Nietzsche, Weber afirma que la
compresión científica del mundo no es suficiente para el hombre, “pues éste no sólo es un
ser que conoce sino también un ser que actúa, que toma posiciones respecto al mundo”
(Abellán, 2011). La transvaloración de los valores se vuelve fundamental para el individuo.

Dicho esto, la política en Weber aparece como el terreno en el que diversos valores
se encuentran en disputa, es decir, que la política es una lucha por el poder y también un
medio que es utilizado para distintos fines. De acuerdo con Abellán, “el poder -y por tanto
la política- no deriva su justificación de ninguno de los objetivos posibles para los que se
puede utilizar ni de ningún principio racional evidente previo”. De esta manera, la política
se vuelve un territorio en el que impera la libre elección de fines y objetivos.

Hannah Arendt

Arendt centra uno de sus debates en la relación existente entre verdad y política. “Para
Arendt ya no existe en la actualidad el viejo conflicto entre la verdad y la política tal como
se había planteado desde la perspectiva de la verdad de las religiones reveladas o desde la
perspectiva de la verdad del filósofo” (Abellán, 2011). Si Arendt ya no considera posible, a
la manera de Platón, la unión entre verdad y política, es debido a que para su época el
pensamiento nietzscheano ya ha alcanzado alto reconocimiento. No obstante, para Arendt
es importante recalcar que el establecimiento de una política basada en el bien y la justicia
(valores) elimina la esencia de la política. Siguiendo a Abellán, para Arendt el espacio
político es el de “las opiniones cambiables y las mentiras estratégicas”.

Retomando a Nietzsche y Weber, el espacio político de Arendt está conformado por


diversas perspectivas, es decir, diversas formas de interpretar la realidad que se encuentran
en disputa. Sin embargo, Arendt señala un aspecto derivado de una especia de
perspectivismo radical que tiene graves consecuencias para las sociedades. Arendt pone el
énfasis en un problema actual, existente entre la política y las verdades de hecho, esto
último quiere decir, aunque Arendt no lo plantee de esta manera, las verdades históricas.
“El fenómeno sobre el que llama la atención es precisamente el comportamiento
contemporáneo del poder político en relación con las verdades de hecho” (Abellán, 2011).

En el ámbito político de Arendt la moral se encuentra relegada a segundo plano y se


establece una relación objetiva entre la mentira, la política y la libertad. Para Arendt, “el
mentiroso está siempre dentro de la política, pues cuando el mentiroso dice lo que no es, es
porque desea cambiar que es” (Abellán, 2011).

Arendt, en contraposición a la visión de la historia de Nietzsche, sí establece


verdades fácticas que de hecho deben limitar a la política. “Las verdades fácticas -a
diferencia de las opiniones y de los juicios- pretenden una validez que excluye por su parte
el debate o la discusión, la lucha entre opiniones (en similitud con Weber), que, por otra
parte, constituye la esencia de la política (Arendt, 2006). Arendt aplica el perspectivismo al
terreno de la política cuando acepta que los hechos son objeto de opinión, y las opiniones
pueden proceder de intereses y de pasiones muy distintos (ibíd.).

La solución que Arendt propone encuentra también un trasfondo en el


perspectivismo nietzscheano. Al hablar del pensamiento representativo, Arendt aboga por
“un pensamiento que persigue los hechos desde cada una de las perspectivas subjetivas: yo
me formo una opinión poniendo también las opiniones de los otros sobre la misma
cuestión, es decir, cuando me hago presentas las perspectivas de los otros” (ibíd.).

Palabras finales

La influencia de Nietzsche en el pensamiento filosófico-científico de pensadores como Max


Weber y Hannah Arendt es notoria. Resaltan el postulado de que no existe una verdad
inmutable que sea cognoscible y, en este sentido, el perspectivismo cobra una importancia
fundamental para la interpretación de la realidad. En el aspecto político, la filosofía de
Nietzsche es útil para eliminar dogmatismos ideológico-mesiánicos, así como también para
ampliar el conocimiento de un fenómeno por medio de visiones diversas, es decir, desde la
experiencia de realidades distintas.
Bibliografía:

 Crescenciano Grave, Drama y Filosofía. (Texto sobre Nietzsche).


 Franzé, Javier y Abellán, Joaquín (eds.). (2011). Política y Verdad. España: Plaza y
Valdés.
 Weber. (2009). La objetividad del conocimiento en la ciencia social y en la política
social. Madrid: Alianza.
 Arendt, Hannah. (2006). Wahreit und Politik. Berlín: Verlag Klaus.
 Hennis, W. (1987). Die Spuren Nietzsches im Werk Max Webers. Nietzsche Studien.

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