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Índice
I. Introducción
II. La representación judicial – Tipos de representación
A. Representación y poder
III. Acreditación del carácter de representante en el proceso
I. Introducción
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Esta norma establece cuáles son las personas que pueden ejercer la
representación en juicio de los ciudadanos; esto es, la representación de los
justiciables en el ejercicio de su derecho a la jurisdicción, el cual se instrumenta
mediante pedidos o reclamos frente a los tribunales de justicia.
En su art. 1 señala que sólo podrán ejercer dicha representación dentro de los
fueros de la Capital Federal y territorios nacionales, los abogados con título
expedido por universidad nacional, los procuradores inscriptos en la matrícula
correspondiente, escribanos nacionales que no ejerzan su función de tales y
quienes ejerzan representación legal, aunque la norma prevé, por encontrarse
exceptuados de la aplicación de la ley, que también podrán hacerlo las
personas de familia dentro del segundo grado de consanguinidad y primero de
afinidad (art. 15 primera parte), los mandatarios generales con facultades de
administrar, respecto de los actos de administración (art. 15, segunda parte) y
los que han de representar a las oficinas públicas de la Nación, de las
provincias y de las municipalidades, cuando obren exclusivamente en el
ejercicio de esa representación (art. 17).-
Por su parte, el art. 3 dispone que “Podrán ejercer la procuración quienes estén
inscriptos en la matrícula de abogados o en la de procuradores”.
De estas disposiciones surge que la ley permite el ejercicio de la
representación judicial a una serie de sujetos pero reserva la posibilidad de ser
“mandatarios judiciales” a ciertos profesionales del derecho: los abogados, los
procuradores y los escribanos que no ejerzan su función de tales, los cuales
podrán hacerlo siempre que cumplan con el requisito de la matriculación[2].
Es decir, “la elección del mandatario judicial no puede recaer en cualquier
persona capaz, sino en determinados profesionales especializados”[3], por lo
que sólo tales profesionales de derecho pueden tener como profesión la tarea
de representar judicialmente a los ciudadanos, siendo dicha representación
conferida contractualmente.
En tal sentido, se ha decidido que “Tratándose de poder especial, quien se
presenta a estar en juicio invocando un derecho que no es propio, al no ser
letrado matriculado, no se encuentra habilitado para ello, en virtud de lo
dispuesto por el art. 15 de la ley 10.996, que sólo exceptúa de la obligación
establecida en su art. 1º inc. l) a los mandatarios generales con facultad de
administrar”[4]; ello sin perjuicio que el mandatario pueda suplir su inhabilidad
sustituyendo el mandato en un profesional del derecho habilitado para ejercer
profesionalmente la representación, dado que esta posibilidad se encuentra
expresamente autorizada por el art. 1924 del Código Civil, y no se opone a las
previsiones legales derivadas de los arts. 1 y 3 de la ley 10.996[5]. Incluso, se
ha entendido que la sustitución sería procedente aun cuando no se hubiere
conferido facultad expresa para hacerlo[6].
Tal como veremos más adelante, para la sustitución de un poder especial
otorgado a una persona que no es profesional del derecho, deberemos
concurrir a un escribano para que redacte un nuevo poder –la sustitución debe
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ser efectuada por escritura pública-, mediante el cual esta persona otorgará al
profesional las facultades que le han sido conferidas, debiéndose presentar en
el litigio ambos poderes para acreditar correctamente la personería.
Teniendo en cuenta la terminología utilizada, el vocablo procuración es
reservado a la representación de los justiciables cuando la misma es ejercida
por los profesionales de derecho antes mencionados, existiendo entre
“representación” y “procuración” una relación género – especie.
Asimismo, debe señalarse que “procurador” no es todo aquel que ejerce la
representación de ciudadanos –como podría mal interpretarse del nombre que
suele asignársele a la ley[7]-, sino uno de los posibles sujetos que pueden
hacerlo. Ello así, dado que existe en las universidades nacionales el título de
procurador, un título intermedio de la carrera de abogacía que habilita a ejercer
la procuración, con la salvedad de que requiere ir acompañado de patrocinio
letrado para efectuar todos aquellos actos procesales que sustenten o
controviertan derechos, conforme arts. 56 del CPCCN y art. 11 inc. 3 de la ley
10.996, puesto que el procurador no es abogado.
Para definir a la procuración, entendida como la actividad de representación
judicial profesional, utilizaré en lo sucesivo la expresión “procuración
profesional”.
Pero en la práctica, se utiliza el vocablo “procuración” para definir la tarea
consistente en concurrir a los tribunales de justicia –más precisamente a sus
mesas de entradas- con el objeto de efectuar el seguimiento del expediente
judicial, actividad que incluye diligencias trascendentes tales como tomar vista
del expediente a efectos de obtener conocimiento real de los actos procesales
cumplidos, la presentación de escritos, cédulas y demás documentos de
notificación, la notificación de las resoluciones judiciales, la confección de la
constancia pertinente para evitar la notificación automática, entre muchas otras.
Asimismo, suele llamarse “procurador” al empleado de los estudios jurídicos –
generalmente estudiante de derecho o joven abogado-, cuya tarea consiste
justamente en efectuar la gestión antes mencionada.
La intención de este trabajo es abordar los aspectos prácticos más salientes de
la actividad del procurador profesional, aportando además de las cuestiones
teóricas fundamentales de la materia, cuestiones relacionadas con la “práctica
de la procuración judicial”, sin perjuicio de adelantar que en un próximo serán
tratadas exhaustivamente las cuestiones relacionadas con la tarea de la
procuración descripta en el párrafo anterior.
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Esta capacidad permite a quien la posee iniciar o intervenir en un proceso en
forma personal, o por medio de un representante convencional en quien delega
dicha facultad, quien debe también ser capaz. Asimismo, la carencia de ella
obliga al interesado a hacerlo por medio de su representante legal, quien sí
debe tener capacidad procesal, e incluso puede delegarla en un representante
convencional.
Observamos entonces que la representación judicial de terceros puede derivar
de dos situaciones jurídicas distintas: de la existencia de un contrato
(representación voluntaria) o de una disposición legal que así lo establezca
(representación forzosa o legal). En el primero de los casos, la misma se
efectiviza por medio de un contrato que otorga la representación (mandato y/o
locación de servicios) entre el representado y representante, y en el segundo
existe una disposición legal que establece la obligatoriedad de dicha
representación.
La representación convencional (o voluntaria), entonces, se produce cuando
una persona con capacidad procesal, mediante la celebración de un contrato,
confiere a otra la facultad de representarlo, por lo cual ostentará la
personalidad jurídica del primero dentro del proceso indicado o a iniciarse.
Cuando el representante sea uno de los profesionales de derecho
mencionados en la ley 10.996, este ejercerá la procuración profesional.
Si quisiéramos colocar en un cuadro sinóptico los distintos tipos de
representación judicial, el mismo tendría el siguiente contenido:
Legal
Representación judicial
Procuración profesional
Convencional
Representación no profesional
A. Representación y poder
Debe distinguirse entre los vocablos “representación” y “poder”, previendo que
el primero de los conceptos “es la capacidad general de las personas cuando
ésta es suplida por la patria potestad, la tutela o la delegación de las facultades
propias en un mandatario o apoderado”[9], siendo el “poder” la facultad en
particular que es concedida al mandatario.
Por su parte, Mosset Iturraspe señala que “El poder es el título a la
representación, a la gestión en nombre ajeno, sea voluntario o legal; sin poder
no hay representación”[10].
Debido a que del contrato mediante el cual se instrumenta la representación
surge “el poder”, concebido como la facultad particular de obrar en nombre y
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representación del mandante, al instrumento en el cual consta el mismo suele
llamárselo de la misma forma: poder.
Este poder-documento es el instrumento en el cual consta el poder que surge
del contrato que confiere la representación. Según nuestro Código Civil, para
posibilitar la representación en juicio, este documento debe otorgarse en
escritura pública (conf. art. 1184, inc. 7 CC) y presentarse en el
correspondiente proceso a fin de acreditar la personería invocada por el
representante.
A tales fines, es de utilidad contar con un “escribano de confianza” al cual
poder solicitarle, cuando sea necesario, que confeccione el poder que le
permitirá al profesional actuar en juicio como apoderado. Actualmente, el precio
del mismo oscila entre los $ 150 y $ 200.-
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poderes generales o especiales, acompañando la pertinente escritura en la
cual conste el poder (art. 47 CPCCN). Sin embargo, el segundo párrafo de la
norma prevé la posibilidad, en caso que se trate de poderes generales o
especiales para varios actos, que puedan ser presentadas copias simples de
los mismos suscriptas por letrado patrocinante o apoderado –para posibilitar
que los mismos queden en poder de los representantes, dado que pueden
llegar a ser necesarios para los demás actos encomendados-, operando dicha
forma como una suerte de certificación de la fidelidad de la copia acompañada;
aunque el juez, de oficio o a pedido de parte, puede ordenar la exhibición de
los originales.
Tanto cuando se acredita la personería mediante poder general o especial para
varios actos, partidas, estatutos o testimonios, es recomendable presentar, a la
par de estos documentos originales, fotocopias simples solicitando la
certificación del secretario de las mismas por el cotejo con los originales –
función prevista en el art. 38 inc. 3 CPCCN)-, y el desglose de estos últimos,
para ser retirados del expediente.
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todo, acompañe el presentante, dentro del plazo de cinco (5) días, el poder al
cual hace referencia en el apartado III del escrito en despacho, bajo
apercibimiento de tenerlo como no presentado. Notifíquese...”.
a. El caso de la demanda
Si la presentación defectuosa es la demanda, y el juzgado no detecta la
falencia al ordenar el traslado de la misma, la demandada podrá oponer
excepción de falta de personería dentro del plazo para contestar demanda –
siempre y cuando se trate de un proceso ordinario-, y siendo que la oposición
de dicha excepción suspende el plazo para contestar demanda (conf. art. 354
bis CPCCN), podría plantearla incluso sin necesidad de contestar la demanda o
reconvenir. De la excepción se dará traslado por cédula, oportunidad en la cual,
por tratarse de una falencia subsanable[13], se podrán acompañar los
documentos omitidos, lo cual importará un rechazo de la excepción, aunque
probablemente con imposición de costas por su orden. La admisión de la
excepción, además de la condena en costas derivada del incidente[14],
importará la fijación en la sentencia interlocutoria de un plazo para que el
presentante acompañe los documentos omitidos, bajo apercibimiento de
tenerlo por desistido del proceso (conf. art. 354 inc. 4 in fine CPCCN).
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b. Criterios jurisprudenciales aplicables
B. El gestor procesal
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deberá satisfacer el importe de las costas, sin perjuicio de su responsabilidad
por el daño que hubiere producido. En su presentación, el gestor, además de
indicar la parte en cuyo beneficio pretende actuar, deberá expresar las razones
que justifiquen la seriedad del pedido. La nulidad, en su caso, se producirá por
el solo vencimiento del plazo sin que se requiera intimación previa. La facultad
acordada por este artículo sólo podrá ejercerse una (1) vez en el curso del
proceso.”
Si bien excede el marco de este trabajo abocarnos a su estudio, diremos que
se trata de la actuación de un tercero que se presenta en un proceso “en virtud
de un interés ajeno que específicamente debe alegar en el caso concreto y,
naturalmente, por tratarse de una excepción a la regla, dentro de ciertos límites
que le impone el Código: situaciones de urgencia, responsabilidad de acreditar
personería y obtener ratificación de lo actuado por la propia parte”[18].
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proceso que llevaba adelante como letrado patrocinante –frente a la ausencia
del cliente para firmar el respectivo escrito-, quedando la misma firme en
consecuencia.
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En segundo lugar, porque de los términos del artículo surge claramente que se
trata de una carga procesal y no de una obligación, por lo cual el interesado
podrá asumir la responsabilidad de pago de costas y perjuicios que pudieren
ocasionarse mediante la presentación de un simple escrito manifestándose en
tal sentido, y proseguir con el proceso sin necesidad de acreditar la personería
para ello.
El cuerpo o núcleo de dicho escrito podría versar de la siguiente forma: “En
relación a lo ordenado a fs. ..., en cuanto a la previa exhibición de las partidas
originales antes de ordenarse el traslado de la demanda, toda vez que ello, de
acuerdo a lo previsto en el art. 46 tercer párrafo del CPCCN constituye una
carga procesal y no una obligación cuyo incumplimiento implique la
imposibilidad de avanzar en el proceso, manifiesto que asumo toda
responsabilidad por los daños que pudiere ocasionar la no presentación de las
mismas. Por tal razón, solicito se ordene el traslado de la demanda”.
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abogados, procuradores, escribanos nacionales que no ejerzan su función de
tales, los cuales ejercerán la procuración profesional.
Por tales motivos considero que el profesional debe informar al cliente respecto
de la posibilidad llevar adelante la labor judicial encomendada bajo ambas
formas: el patrocinio letrado o la representación convencional profesional,
indicándole las ventajas o desventajas que en caso concreto tendría adoptar
una u otra forma (costo del poder, régimen de la firma de los escritos, amplitud
del poder, incidencia de ambas situaciones en la regulación de honorarios,
etc.).
El inciso 6 del art. 1870 del Código Civil, establece que serán aplicables las
reglas del mandato “A las procuraciones judiciales en todo lo que no se
opongan a las disposiciones del Código de Procedimientos”.
De esta norma pareciera desprenderse que el contrato que une al procurador
con su cliente no es técnicamente un mandato –más allá que se apliquen
subsidiariamente sus normas-, sino otro tipo de contratación al cual,
subsidiariamente a las normas procesales, se le aplica la normativa del
contrato de mandato, por ejemplo, una locación de servicios profesionales que,
a diferencia del mero patrocinio letrado, incluya dentro de los servicios
comprometidos el ejercicio de la representación del cliente, aunque suele
entenderse que se trata de una especie particular de mandato.
Sin perjuicio de esta opinión personal, debe tenerse en cuenta que la relación
del profesional abogado con su cliente resulta compleja en su naturaleza y por
ello entraña un contrato atípico no subsumible en los moldes tradicionales; de
modo que deben apartarse los esquemas del contrato de trabajo, la locación de
obra o servicios y el mandato, aunque por su similitud, podrán considerarse
unas u otras reglas por analogía[20].
B. El poder-documento
Tal como se sostuvo, esta contratación debe ser volcada en un poder-
instrumento que debe presentarse en el proceso a fin de acreditar la
representación que se invoque.-
1. Clases de poder
Este documento, que debe constar en escritura pública, puede ser un poder
especial o general. Dispone el art. 1879 del Código Civil, que “El mandato es
general o especial. El general comprende todos los negocios del mandante, y
el especial uno o ciertos negocios determinados”. Así, el poder puede ser
otorgado para el ejercicio de la procuración profesional respecto de uno o
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varios asuntos determinados, consistentes en la iniciación o prosecución de
uno o varios procesos judiciales –poder especial para uno o varios actos-, o
para el ejercicio de la procuración de todos los procesos del representado –
poder general-.
a. Limitaciones convencionales
b. Limitaciones legales
La doctrina ha entendido que la alusión del art. 51 del CPCCN en cuanto a que
el procurador posee la facultad de ejercitar todos aquellos actos que ocurran
durante el proceso “excepto aquellos para los cuales le ley requiera facultad
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especial” implica una remisión al art. 1881 del Código Civil, razón por la cual
“ha de estimarse que el poder conferido para actuar judicialmente no incluye,
salvo facultades expresas, los actos comprendidos en dicho artículo aún
cuando tengan relación con el pleito determinado”[21].
Por esta razón, es que debe tenerse facultad o poder especial para transigir,
comprometer en árbitros, prorrogar jurisdicciones, renunciar al derecho de
apelar, o a prescripciones adquiridas (art. 1881, inc. 3 del CC); y para cualquier
renuncia gratuita, o remisión, o quita de deudas, a no ser en caso de falencia
del deudor (art. 1881, inc. 4 del CC).
Vale aclarar, que la mencionada remisión no implica que para tales actos se
requiera la existencia de poder especial por instrumento separado, sino que
esté incluida la facultad “especial” como cláusula o previsión dentro del poder
general.
Asimismo, conforme surge de la aplicación del art. 1884 del CC, debe tenerse
en cuenta que “El mandato especial debe ser interpretado restrictivamente y
limitarse a los actos para los cuales ha sido dado, sin que pueda extenderse a
otros análogos, aunque éstos pudieren considerarse como consecuencia
natural de los que el mandante ha encargado realizar”[22].
A modo de ejemplo, se ha sostenido que el poder para asuntos administrativos
no comprende actuaciones judiciales; que el poder general de administración
es insuficiente para asumir el ejercicio de una verdadera representación
procesal; o que quien tiene facultades para representación y administración de
bienes, y asuntos judiciales relacionados con dichas atribuciones, no está
facultado para entablar demanda de daños y perjuicios emergentes de un
hecho ilícito[23].
Por lo general, el poder lo redacta el escribano, quién tiene un “modelo” de
poder general judicial, poder especial judicial, etc.. El letrado debe poner
particular atención en la confección de las cláusulas de apoderamiento,
debiendo controlar el alcance de las que se encuentran insertas en tal modelo,
asegurarse de incluir las que considere que necesitará en el curso del proceso
y que requieran facultamiento especial –para lo cual debe prever la mayor
cantidad de alternativas procesales posibles-, teniendo en cuenta el carácter
restrictivo que surge de lo establecido en el art. 1884 del CC, y adicionar las
que impliquen eximirlo de obligaciones legales. Es recomendable en estos
casos, como primera medida, comunicarle al escribano la necesidad de
inclusión de facultades especiales y/o de limitaciones contractuales; y luego,
tener posibilidad de controlar, modificar o agregar cláusulas, pidiéndole a éste
que le envíe al profesional por e-mail el texto del poder unos días antes de la
firma del mismo.
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Reza el art. 49 del CPCCN: “Presentado el poder y admitida su personería, el
apoderado asume todas las responsabilidades que las leyes le imponen y sus
actos obligan al poderdante como si él personalmente los practicare”.
A diferencia del ordenamiento civil, en donde el mandato puede ser aceptado
tanto en forma expresa como tácita -por ejecución del mandato por el
mandatario-, o incluso del silencio (conf. arts. 1875 y 1876 del CC), y de otros
ordenamientos procesales, el código de rito nacional establece que la
personería será aceptada cuando se cumplan dos actos procesales: la
presentación del poder, y la admisión formal de la personería, lo cual se realiza
mediante resolución judicial que así lo prevea[24]. Por lo tanto, recién a partir
de este momento, el letrado asume las responsabilidades correspondientes, y
sus actos obligan al poderdante.
A nivel práctico esto es sumamente importante, dado que hasta que el tribunal
admita mediante resolución la personería, todas las actuaciones deberán
entenderse con el litigante personalmente, independientemente que exista
poder válido y otorgado, dado que el mismo tiene efectos en el expediente sólo
a partir de la resolución judicial que admita la personería. Por tal razón, se ha
entendido que no es eficaz la notificación de la demanda al procurador que aún
no se ha presentado en autos[25].
D. Deberes del procurador
Toda vez que el apoderado representa en el proceso al poderdante, asume las
obligaciones que hubiere asumido éste de haber obrado por derecho propio,
además de los deberes y obligaciones profesionales que surgen tanto del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, como de las leyes
profesionales y especiales.
En particular, en el ámbito de la Capital Federal, deben tenerse presentes las
normas de la ley 23.187 de ejercicio profesional, el Código de Ética para
abogados, y la ley 10.996 de ejercicio de la procuración, además de las normas
del Código Civil relativas al mandato, en virtud de la remisión efectuada por el
art. 1870 inc. 6 del CC.
Hemos de resaltar que los deberes del procurador se mantienen vigentes
mientras dure en su cargo, situación que sucede al producirse alguna de las
hipótesis reguladas en el art. 53 CPCCN. Asimismo, conforme surge del
principio de libertad de actuación profesional[26], el abogado es libre de
aceptar o rechazar los asuntos que le sean encomendados, e incluso renunciar
a ellos una vez aceptados; pero en caso de renuncia, deberá tener cuenta que,
además de continuar las gestiones hasta tanto haya vencido el plazo fijado por
el juez para que el poderdante comparezca por sí o por apoderado (conf. art.
53 inc. 2), debe cuidar que ello no sea perjudicial a los intereses de su cliente,
en cuanto al modo y tiempo en que la renuncia se efectúa (conf. art. 21 del
Código de Ética de abogados de la Capital Federal).
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1. Deber genérico
Prevé el inc. 1 del mencionado art. 11 que es deber del procurador “Interponer
los recursos legales contra toda sentencia definitiva adversa a su parte y contra
toda regulación de honorarios que corresponda abonar a la misma, salvo el
caso de tener instrucciones por escrito en contrario de su respectivo
comitente.”
El procurador debe impugnar las resoluciones judiciales que adolezcan de error
y que causen gravamen a su representado, tanto sentencias definitivas como
interlocutorias y providencias simples, debiendo agotar las herramientas
recursivas dentro del marco de lo razonable[28]. Asimismo, debe apelar por
altos los honorarios regulados en cualquier resolución judicial que deban ser
abonados por su representado, apelación que efectúa en representación éste,
sin perjuicio de poder –conjuntamente- apelarlos por bajos “por su propio
derecho”. Usualmente esto se efectúa en un mismo escrito (aunque bien podría
hacerse en escritos separados), apelando en el cuerpo del mismo los
honorarios por altos en representación de su cliente, y “por bajos” obrando por
propio derecho, utilizando el recurso del “otro sí digo”.-
Señala Díaz que el otro sí digo “Es un adverbio que significa “además”. Es un
párrafo adicional que se usa cuando, cerrado el escrito, queremos agregarle
algo. .. el otrosí generalmente queda para temas olvidados, sin perjuicio de su
uso a propósito, por ejemplo si se quiere resaltar un tema, efecto que se logra
con su colocación fuera de del cuerpo principal de la escritura” [29]. También
es utilizado cuando dos personas ejercen pretensiones distintas en el mismo
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escrito –una de ellas lo hace en el cuerpo del mismo, y la otra en el otro sí digo-
, o cuando, tratándose de la misma persona, lo hace en diferente carácter,
como ocurre en este caso.
Así, el escrito el en cual el procurador apele los honorarios regulados tanto por
altos como por bajos, podría estar redactado en los siguientes términos:
“Ignacio Anzoátegui, apoderado de la parte actora, Sra. ......, manteniendo el
domicilio constituido en la calle .... (zona ...), en la causa caratulada “C., S. A. c/
B., P. U. s/ Ordinario”, a V.S. digo: Apelo los honorarios regulados a fs. ... por
causarme gravamen irreparable por altos”. OTRO SÍ DIGO: Ignacio
Anzoátegui, por derecho propio, a V.S. también digo: Apelo los honorarios
regulados en mi favor a fs. .... por causarme gravamen irreparable por bajos”.
Estimo que deberá también apelar los honorarios regulados en su favor y que
en principio no deba abonar su cliente por haber sido condenada en costas la
contraparte: en primer lugar, porque la alzada podría modificar la condena en
costas e imponerla por su orden – esta expresión, al igual que la que reza
“costas en el orden causado”, implica que cada parte deberá afrontar el pago
de los gastos propios y de la mitad de los gastos comunes”- o al representado,
momento en el cual el cliente pasaría a ser responsable por el pago de
honorarios sobre los cuales no se ha agotado la doble instancia; y en segundo
lugar, porque conforme el art. 49 de la ley 21.839 de arancel para abogados y
procuradores[30], el cliente es garante de los honorarios regulados en materia
de costas, dado que si la contraparte no los abona, el profesional puede
reclamárselos a éste, razón por la cual es un obligado subsidiario al pago de
los mismos, salvo que el representado haya quedado eximido de dicha
obligación –como es muy común-, en virtud del convenio de honorarios.
Para efectivizar dicha eximición, suelen utilizarse cláusulas como la siguiente:
“El abogado no podrá cobrar al cliente en ninguna circunstancia los honorarios
que le sean regulados en el proceso, pero sí podrá percibirlos en caso de
resultar condenada en costas la parte contraria, y, en su caso, serán de su
exclusivo beneficio”.
Por último, debe destacarse que la suscripción de pacto de cuota litis implica,
entre otras cuestiones, la renuncia a reclamar honorarios regulados al propio
cliente, en el caso de imposibilidad de cobro de los mismos a la parte
condenada en costas (conf. CNCom, Sala A, 7/10/1996, “Productos El Orden
S.A. s/ Quiebra s/ Incidente de revisión por la fallida del crédito promovido por
Otarola de Carbullade, Beatriz”, citado por Kielmanovich, J. L. -2005-, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, Ed. Lexis
Nexis, T. II, p. 1249).
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Señala el inc. 2 otro deber, consistente en “Asistir por lo menos en los días
designados para las notificaciones en la oficina, a los juzgados o tribunales
donde tengan pleitos y con la frecuencia necesaria en los casos urgentes.”
El procurador, o las personas designadas por éste a los efectos –“autorizados”-
, debe asistir al tribunal cuando la situación procesal del expediente lo exija,
para tomar vista del expediente o dejar constancia en el libro de asistencia del
hecho de no encontrarse disponible el expediente a efectos de evitar la
notificación automática de las resoluciones judiciales (conf. art. 133 CPCCN).
El procurador debe tener especial cuidado en caso de delegar esta tarea,
teniendo en cuenta que responde por todo acto realizado por sus dependientes
(conf. art. 1113, primera parte del CC). Específicamente, en cuanto a la
constancia en el libro de asistencia, debe poner especial atención en autorizar
a todas las personas en las cuales delega dicha tarea, puesto que, en principio,
sólo podrán impedir la notificación automática las constancias generadas por
personas expresamente autorizadas en el expediente.
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obligación de esperar treinta minutos, transcurridos los cuales podrán retirarse
dejando constancia en el libro de asistencia.”
Pese a la claridad de ambas normas, existe una práctica por parte de gran
cantidad de tribunales, consistente en considerar que cuentan con media hora
de tolerancia para tomar las audiencias. Es muy común escuchar que tal o cual
tribunal “toma las audiencias con la media hora”. Es más, tan institucionalizada
se encuentra esta práctica que por lo general, los juzgados que toman
puntualmente las audiencias suelen advertirlo en letreros colocados en sus
mesas de entradas.
A mi entender se trata de un error de interpretación. La norma antes transcripta
es clara en cuanto a que las audiencias deben comenzar puntualmente. Los
treinta minutos de espera son obligatorios para que la parte o el procurador
pueda retirarse, dejando debida constancia, y no una prerrogativa del tribunal,
por demás injustificada.-
Es recomendable, si el profesional tiene una audiencia, consultar en forma
previa si el tribunal actuante toma sus las audiencias “con la media hora”. Sin
embargo, y pese a que así sea, también constituye a mi entender un buen
consejo concurrir puntualmente a las mismas. Eso le permitirá llegar tranquilo
al tribunal, tomarse unos momentos para reflexionar lo que hará en la misma,
repasar estrategias (por ejemplo, respecto de las repreguntas que hará a los
testigos), tomar vista del expediente para saber si ha ocurrido algún acto
procesal desde la última vez que lo ha hecho, repasar cuestiones con el cliente
si resulta necesario, etc.-
En audiencias tales como la audiencia preliminar, puede tener un valor
agregado la puntualidad. Si así lo entiende el letrado de la contraparte y
también concurre puntualmente, se abre una excelente posibilidad de
intercambiar ideas –siempre es interesante saber la posición de la contraparte
más allá de lo volcado en el proceso- y generar una relación cordial con la
contraparte, lo cual puede llegar a ser un recurso muy provechoso en la
defensa de los intereses del cliente.
Incluso, esto puede derivar en la celebración de acuerdos de diversa índole, no
sólo conclusivos del pleito (a instrumentarse por transacción, conciliación o
desistimiento), sino otros que podrían ser de utilidad (conclusión de la causa
como de puro derecho, suspensión de términos, desistimientos probatorios,
etc.).
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encomendado y las normas relativas a la forma de actuación y las obligaciones
contractuales asumidas con el cliente, coexiste el carácter de profesional del
derecho del abogado.-
“El mandatario está subordinado jurídicamente al mandante; empero, siendo un
profesional del Derecho, no puede hablarse de subordinación “técnica” o
relativa al “modo” o “manera” de cumplir con el encargo judicial. El abogado no
debe admitir que su cliente le dé directivas sobre el ejercicio de la actividad, en
aquellos aspectos que, por técnicos o científicos, le son específicos o
exclusivos”[31].
El procurador, además de representante convencional, es abogado, y quien
detenta los conocimientos técnico jurídicos. Esa es la razón por la cual el
cliente le encomienda su asunto y también la que justifica que el estado le haya
otorgado el monopolio de la representación profesional. Por tal motivo, pese a
la representación que ostenta, el procurador no pierde su carácter de “director
del proceso[32]”, y debe ser quien indique el camino a seguir en el litigio y tome
las decisiones jurídico legales.
Por ello, es aconsejable cuando el profesional reciba expresas instrucciones
del cliente consistentes en efectuar actos contrarios a la opinión de aquel y que
por lo tanto afectan al deber de dirección del proceso (por ejemplo, apelar una
sentencia que el letrado considera no conveniente apelar, desistir de
determinado incidente, etc.), sobre todo cuando esos actos impliquen apartarse
del cumplimiento de otros deberes legales o contractuales, dejar constancia
que dicho acto u omisión procesal, previo cumplimiento del deber de
información respecto de las posibles consecuencias negativas de tal acto u
omisión (en el mismo ejemplo, bajísimas posibilidades de éxito, posible
condena en costas, etc.), ha sido decidido por el cliente, deslindando de
responsabilidades al procurador en caso de producirse tales consecuencias
negativas, mediante la firma de un documento a doble ejemplar, suscripto por
el cliente y el profesional. Esto es lo que se conoce como consentimiento
informado. También es de utilidad simplemente para documentar el
cumplimiento del deber de información en situaciones que el profesional lo
considere necesario (por ejemplo, cursar una notificación bajo responsabilidad
de la parte actora).
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Sin embargo, a la par de dicha obligación genérica asume obligaciones de
resultado, entre las que podemos destacar: el análisis profundo del caso
encomendado por el cliente, informándole acabadamente de las posibilidades
de éxito y/o fracaso y de cuestiones particulares de éste, la presentación de
escritos pertinentes y el correcto impulso de la causa, concurrencia a las
audiencias señaladas y, cuando sea necesario, al tribunal, tanto en casos
urgentes como a los efectos de evitar la notificación automática, el deber de
información al cliente, etc.
En tal sentido, se ha decidido que “Cuando el profesional asume el papel de
apoderado se encuentra obligado a una prestación de resultado con relación de
los actos procesales de su específica incumbencia, tales como: suscribir y
presentar los escritos correspondientes, concurrir a secretaría por lo menos los
días de nota, asistir a las audiencias que se celebren, interponer los recursos
contra toda resolución adversa a su parte y, en general, activar el
procedimiento en la forma prescripta por la ley”[34].
a. Responsabilidad civil
La responsabilidad civil del procurador (arts. 520 a 522, 902, 1197, 1870 inc. 6
del CC) se produce por el incumplimiento o mal cumplimiento de sus
obligaciones, tanto legales como contractuales, para lo cual será trascendente
evaluar la naturaleza jurídica de la obligación incumplida. Además de las
propias responsabilidades como letrado, el procurador responde por
violaciones derivadas de los límites de actuación establecidos en el mandato.
En principio, respecto de las obligaciones de resultado, se tratará de una
responsabilidad objetiva no siendo necesaria la prueba de la culpa. Así, se ha
entendido que “Cuando el trabajo del abogado está referido a las tareas de
procuración, el profesional está obligado a una prestación de resultado, en
21
cuanto a la realización de los actos procesales de su específica incumbencia,
tales como realizar todas las diligencias necesarias para lograr el
reconocimiento del derecho de su cliente. En todos estos casos, no será
necesario probar la culpa del profesional, toda vez que tanto el incumplimiento
material, como dicha imputabilidad, quedarán acreditados con la objetiva
prueba de la frustración del resultado esperado; es decir hay una presunción en
su contra”[36]. Por el contrario, cuando se trate de obligaciones de medios, el
procurador será responsable en tanto pueda acreditarse su culpa o dolo y en la
medida del daño causado, el cual será, en principio, la pérdida de la chance.
b. Responsabilidad procesal
22
lo gastado por él a los efectos del juicio y, en su caso, lo que haya tenido que
abonar a la contraparte por haber sido condenada en costas.
Si la parte actuare por mandatario que no sea procurador (abogado o escribano
que no ejerza su función de tal), y por lo tanto deba encontrarse patrocinada
(conf. art. 56 CPCCN), el juez puede establecer la responsabilidad solidaria de
estos por las costas respecto del representado.
c. Otras responsabilidades
23
Tal como sostuvimos antes, el legislador se ha apartado de la regulación de
fondo a efectos de establecer el régimen de cesación de la representación.
La revocación debe ser expresa, inequívoca, y formulada en tal sentido en el
expediente, por lo cual no son de aplicación los supuestos de revocación tácita
contenidos en los arts. 1971 a 1976 del CC. De allí que el otorgamiento, por
parte del mandante, de poder a un nuevo profesional para continuar con la
causa no produce la revocación del mandato anteriormente conferido[40],
incluso si el nuevo poder es presentado en el expediente, salvo que en este
nuevo poder conste la revocación del anterior. Asimismo, la sola presentación
de la parte ejerciendo su derecho no es suficiente para revocar implícitamente
el poder[41], contrariamente a lo que surge en materia de mandatos comunes
del art. 1972 del CC.
Una importante cuestión es la forma de efectuar la revocación del mandato. El
art. 53 inc. 1 establece claramente que la misma debe ser efectuada en el
expediente, pudiendo hacerse mediante la presentación de un escrito en tal
sentido, o presentando en el expediente el poder conferido al nuevo profesional
en el cual conste la revocación del anterior.
El escrito mediante el cual se efectúe la revocación del mandato podría estar
confeccionado de la siguiente forma: “I. Revoco expresa y totalmente el
mandato conferido oportunamente al Dr. ...... , conforme surge del poder
obrante a fs. ... . II. En consecuencia, comparezco por mi propio derecho,
constituyendo domicilio en ..... ”.
A su vez, la revocación del mandato debe ser notificada al apoderado (conf. art.
1964 del CC). El Código Procesal no prevé la notificación por cédula de la
resolución dictada a consecuencia de la revocación del mandato en el
expediente por parte del mandante, pese a que considero que así debería ser
ordenado. Por tal motivo es aconsejable enviar carta documento informando de
tal circunstancia al apoderado para hacer cesar la representación (conf. art.
1964 CC).
El contenido de tal misiva podría ser el siguiente: “Informo por la presente, en
los términos del art. 1964 del CC, que revoco el mandato conferido mediante
poder especial judicial de fecha ..... respecto de la causa “M., L. A. c/ G., S. A.”,
Expediente Nº ......., en trámite por ante el Juzgado ..... cito en ..... , debiendo
abstenerse de continuar ejerciendo mi representación en dichas actuaciones”.
Si el mandante ha designado nuevo apoderado, este último podrá encargarse
de enviar esta misiva.
Se ha dicho, a mi entender con acierto, que “El art. 53 del Código Procesal Civil
y Comercial, regula la cesación de la representación (que reitero no es igual al
mandato, ni necesariamente lo supone) con relación a los terceros. Y es así
que su inc. 1º exige que la revocación del mandato sea expresa en el
expediente. Mientras ello así no ocurra, para los terceros la representación
continúa en cabeza del ex mandatario, pero entre las partes ya no existe
vínculo alguno contractual.”[42].
24
Por tal razón, podemos deducir que la revocación del mandato puede ser
efectuada de cualquier forma fehaciente respecto del mandatario, por ejemplo
a través del envío de una carta documento, cesando sus facultades desde el
momento en que se efectúe la notificación; pero respecto de terceros, la misma
debe ser efectuada en el expediente, como una forma de garantizar su
publicidad respecto de éstos, por lo cual, si el ex-mandatario realiza actos
procesales en el expediente sin que el mandante haya efectuado la revocación
en el mismo, estos serán plenamente válidos respecto de terceros.
En tal sentido, se ha resuelto que “No cumple con las exigencias legales la
presentación del apoderado acompañando una carta documento en la cual la
demandada le hace saber que le revoca el mandato, dado que la revocación
extrajudicial del mandato carece de relevancia a los efectos del art. 53, inc. 1°,
Código Procesal.”[43].
No debe olvidarse que, conforme el art. 15 del Código de Ética[44], todo
profesional que vaya a participar de un proceso, tanto por haber sido designado
como patrocinante o apoderado debe notificar al profesional actuante su
designación en forma previa a su presentación en el expediente, salvo que el
ex letrado hubiera renunciado expresamente o se le hubiera notificado
extrajudicialmente la revocación del patrocinio o mandato, de allí la doble
importancia de la notificación por carta documento al ex apoderado.
El inc. 2 del art. 53 CPCCN, prevé la cesación del mandato por renuncia del
apoderado, “en cuyo caso el apoderado deberá, bajo pena de daños y
perjuicios, continuar las gestiones hasta que haya vencido el plazo que el juez
fije al poderdante para reemplazarlo o comparecer por sí. La fijación del plazo
se hará bajo apercibimiento de continuarse el juicio en rebeldía. La resolución
que así lo disponga deberá notificarse por cédula en el domicilio real del
mandante.”
A diferencia de la revocación por el poderdante, la renuncia del apoderado
puede ser efectuada en el expediente o extrajudicialmente (presentación de un
escrito, en forma extrajudicial), no siendo necesario que la misma contenga
justificación alguna. Sin embargo, la misma debe llegar a conocimiento del juez
para que éste le otorgue al poderdante un plazo para comparecer, por sí o por
apoderado, bajo apercibimiento de continuar el juicio en rebeldía, exhortación
que constará en la resolución judicial que dé cuenta de la renuncia y que se
notificará por cédula al domicilio real, de allí que la renuncia no opere
automáticamente, a diferencia de lo que sucede con el letrado patrocinante[45].
La previsión legal tiene dos fines. El primero es evitar la renuncia intempestiva
del abogado, que podría dejar al representado en estado de indefensión
además de poder ocasionarle daños y perjuicios. El segundo, en caso de no
tratarse de una renuncia de tales características, es otorgarle un plazo
25
razonable de comparecencia y, en su caso, de designación de un nuevo
procurador.
Por tal motivo la norma obliga al letrado a continuar con las gestiones hasta
vencido el plazo fijado por el juez para la comparecencia del representado –de
allí que esta situación no produce la paralización del proceso-, y teniendo en
cuenta lo previsto en el art. 137 segundo párrafo del CPCCN, tendrá la carga
de efectuar la notificación ordenada.
Esta disposición es claramente protectora de los intereses del mandante, por lo
cual el apoderado debe seguirla expresamente a efectos de evitar incurrir en
responsabilidad profesional. En tal sentido, debe continuar con todas las
gestiones del proceso tal como lo haría si no hubiese renunciado (efectuando
impugnaciones, recurriendo resoluciones, contestando traslados, etc.), no
pudiendo exonerarse de ello, por ejemplo, manifestando que ha sido
expresamente liberado por su mandante de tal obligación[46].
Incluso, “no obstante la renuncia del apoderado, éste debe continuar sus
gestiones si no se fijó plazo al poderdante para reemplazarlo”[47], en cuyo caso
debería solicitar, en presentación posterior, que el juez fije el plazo de
comparecencia, y notificar ambas resoluciones conjuntamente.
El inc. 4 del art. 53 dicha causal, la que resulta operativa en los casos de
procesos en los cuales el representante actúa con poder especial, culminando
éste por el dictado de sentencia definitiva o por un modo anormal de
culminación del proceso que no permita su nueva promoción, razón por la cual
quedan exceptuados la caducidad de instancia -cuando la misma opera en
primera instancia, conforme art. 318 CPCCN- y el desistimiento del proceso.
26
Se produce un agotamiento del contrato (por eso sólo es aplicable en los casos
de otorgamiento de poder especial únicamente para el proceso culminado), lo
cual hace cesar la representación.
En caso de incumplimiento de la sentencia, el proceso de ejecución de la
misma (art. 499 y ss.) debe ser considerado como una nueva etapa de la causa
a los efectos de este artículo, por lo cual el dictado de la sentencia no hará
cesar la representación, la cual subsistirá a efectos de la ejecución salvo
previsión en contrario en el poder.
Reza el inc. 5 del art. 53: “Por muerte o incapacidad del poderdante. En tales
casos el apoderado continuará ejerciendo su personería hasta que los
herederos o representante legal tomen la intervención que les corresponda en
el proceso, o venza el plazo fijado en este mismo inciso. Mientras tanto,
comprobado el deceso o la incapacidad, el juez señalará un plazo para que los
interesados concurran a estar a derecho, citándolos directamente si se
conocieran sus domicilios, o por edictos durante DOS (2) días consecutivos, si
no fuesen conocidos, bajo apercibimiento de continuar el juicio en rebeldía en
el primer caso y de nombrarles defensor en el segundo.
Cuando el deceso o la incapacidad hubieren llegado a conocimiento del
mandatario, éste deberá hacerlo presente al juez o tribunal dentro del plazo de
DIEZ (10) días, bajo pena de perder el derecho a cobrar los honorarios que se
devengaren con posterioridad. En la misma sanción incurrirá el mandatario que
omita denunciar el nombre y domicilio de los herederos, o del representante
legal, si los conociere.”
El fallecimiento del poderdante implica la correspondiente incertidumbre de
establecer quiénes son sus sucesores y, por ende, quiénes podrían ser los
continuadores del proceso, en caso de poder intervenir en éste sus sucesores
o legatarios; razón por la cual el letrado continuará ejerciendo su función –y
manteniendo su personería- hasta que los sucesores o representante legal (en
el caso de incapacidad del poderdante, siendo en este caso el curador
designado en el proceso judicial pertinente), tomen la intervención que les
competa en el proceso o se encuentre vencido el plazo de comparecencia
fijado por el juez mediante resolución judicial, la cual se notificará por cédula o
por edictos en caso de personas desconocidas o con domicilio desconocidos,
momento a partir del cual cesan recién para el procurador las
responsabilidades del mandato otorgado por el fallecido o incapaz.
Es decir, el mandato no cesa automáticamente por el deceso o incapacidad del
poderdante acreditados en el proceso. A diferencia del Código Civil (arts. 1980
a 1984), en donde existen diversas normas reguladoras de la subsistencia del
mandato frente a la muerte del mandante, el Código Procesal es claro en
acordar la extensión de la personalidad hasta que los sucesores o
representantes legales se presenten en el proceso o que se encuentre vencido
27
el plazo para hacerlo, lo cual es coherente con lo previsto en el art. 1969 del
CC[48].
Por lo tanto, son válidos los actos efectuados por el mandatario luego del
deceso o incapacidad, urgentes y no urgentes, incluso luego de conocer éste el
deceso y no haberlo informado al juzgado, puesto que si bien el mandato cesa
con el conocimiento del mandante (conf. art. 1964 CC), la ley especial
establece la ultraactividad de su personería. En tal sentido, se ha establecido
que “si bien existe para el mandatario el deber de poner en conocimiento del
juez el deceso de su mandante -y en su caso denunciar nombres y domicilios
de sus herederos- su incumplimiento voluntario no determina la nulidad de las
actuaciones realizadas por gestor con posterioridad al fallecimiento de aquél,
sino que esa omisión da lugar a otro tipo de consecuencias jurídicas”[49].
Para activar el mecanismo previsto en este artículo, el fallecimiento o la
incapacidad del poderdante deben encontrarse acreditados en autos, ya sea
por actuación de terceras personas o del propio mandatario, mediante la
adjunción de la partida de defunción o del testimonio de la resolución judicial
que determina la interdicción en forma definitiva o provisoria.
Si llegare a conocimiento del mandatario el deceso, éste deberá denunciarlo
y/o acreditarlo -en la medida que esté en su poder-, al igual que denunciar los
nombres y domicilios de lo sucesores o representante legal, en caso de
conocerlos. Igual responsabilidad y deberes pesan sobre el representante
respecto de la incapacidad sobreviviente del poderdante.
Por último, debe señalarse, conforme ha sostenido la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, que el art. 53 inc. 5 prevé la hipótesis del fallecimiento o
incapacidad sobreviviente del poderdante, mas no contempla el fallecimiento o
incapacidad producido entre el otorgamiento del poder y la iniciación del
proceso, razón la cual dicha circunstancia queda regida por las disposiciones
del Código Civil (arg. art. 1970, inc, 6), que prevé que el mandato cesa, en
principio, con la muerte del mandante (art. 1963 inc. 3)[50]; aunque el
precedente deja abierta la posibilidad de mantener el mandato en virtud de lo
previsto en los arts. 1969 y 1980 CC[51].
6. Muerte o incapacidad del apoderado
28
Los actos celebrados por el mandatario inhabilitado podrán ser declarados
nulos, siempre y cuando el mandante no haya tenido conocimiento de ellos;
pero sí podrá prosperar la pretensión nulificante si la inhabilidad del mandatario
era de su conocimiento y no hubiera actuado en consecuencia presentándose
por sí o por apoderado.
Los plazos son suspendidos en virtud de resolución judicial, con efecto
retroactivo al momento del deceso o inhabilidad, hasta que se presente el
poderdante o vencido el plazo para hacerlo, o hasta que surja del expediente
que el mandante ha tenido conocimiento de tales circunstancias.
29
Universidad de Buenos Aires (UBA). Jefe de Trabajos Prácticos en las materias
Derecho Procesal Civil y Comercial y Derecho Constitucional, Cátedra del Dr.
Eduardo A. Díaz, Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Autor de los
artículos “El fallo Aquino y la declaración de inconstitucionalidad del art. 39 de
la ley 24.557. Un fallo justo en lo particular con consecuencias disvaliosas para
la sociedad”, en Revista Jurídica Lecciones y Ensayos, 2006, Número 82. Ed.
Lexis Nexis y “Algunas consideraciones respecto de las funciones del derecho
de daños”, en Revista Jurídica Lecciones y Ensayos, Número 84 (en
publicación) Ed. Lexis Nexis.
Notas
31
[18] Fenochietto, C. E. op. cit., T. I, p. 220.
[19] CSJN, 27/6/2002, D. 81. XXXVII Recurso de hecho, “Di Benedetto, Diego
F. c/ Cordua, Francisco”, 27/06/2002, disponible en www.eldial.com, clave
búsqueda AA11B8.
[20] CNCiv., Sala D, 13-12-2004, LL, 11-3-05, 4, citado por Díaz, E. A.,
“Principales aspectos de la prestación del servicio profesional del abogado
litigante (Segunda parte) Comunicación, labor técnico-jurídica, honorarios,
responsabilidad”, artículo disponible en www.eldial.com, clave búsqueda
DCCB8.
[21] Mosset Iturraspe, J. op. cit., p. 246.
[22] CNCiv, Sala E, “Picciafuoco de Fabro, María Luisa c/ Labounia, Herminia
Delia y otro s/ Desalojo”, Sumario de Sentencia Interlocutoria, Nº de Recurso:
E228229, Fecha: 31-12-1997, disponible en www.eldial.com, clave búsqueda
AE308.
[23] Ver reseña jurisprudencial en Mosset Iturraspe, J. op. cit., p. 246/8.
[24] CNCiv, Sala A, 11/9/90, LL 1991-B-142. Por lo general, esta resolución
será del siguiente tenor: “Buenos Aires, ... de .... de 200.. . Por presentado, por
parte en el carecer invocado... “
[25] CNCiv, Sala B, 26/4/77, ED, 76-133.
[26] Art. 21 del Código de Ética de Abogados de la Capital Federal.
[27] Art. 19 inc. f del Código de Ética de abogados de la Capital Federal.
[28] “Obligar a deducir cuanto recurso se encuentre a su disposición en el
ordenamiento procesal, sin sopesar las posibilidades de éxito, además de
importar un menoscabo a su libertad de decisión, termina significando un
entorpecimiento a la labor judicial, acumulando expedientes en los tribunales
de alzada con presentaciones cuyo destino se encuentra prefijado en la
instancia anterior” (Tribunal de Disciplina del CPACF, Sala I, Causa 11528 del
18/4/2002 – “S., A VV., H. M. s/ Conducta”, confirmado por CNACAF, Sala IV,
Causa 168.250/02 del 17/02/02 – “S., A c/ CPACF”)
[29] Díaz, E. A. (2002), Confección de escritos procesales: qué decir y cómo
decirlo, 1º Edición., Ed. Hammurabi, p. 106/7.
[30] El art. 49 de la ley 21.839 establece que “Todo honorario regulado
judicialmente deber pagarse por la parte condenada en costas, dentro de los
treinta días de notificado el auto regulatorio firme, si no se fijare un plazo
menor. En el supuesto que dicho pago no se efectuare, el profesional podrá
reclamar el pago al cliente.”
[31] Mosset Iturraspe, J. op. cit., p. 249.
[32] “La función del abogado patrocinante salvo pacto en contrario no se limita
al asesoramiento del cliente y a la preparación de los escritos que por
32
imposición legal deben necesariamente llevar su firma, correspondiéndole el
cabal cumplimiento de las obligaciones, cargas y deberes que la conducción
técnica o dirección del proceso judicial le impone” (Fenochietto - Arazi, (1993).
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Editorial Astrea, 2da edición
act., T1 p. 245 y sus citas, citado en Tribunal de Disciplina del CPACF, Sala I,
causa 9503 del 13/7/99, “L. L., M. D. s/ Conducta”, confirmado por CNACAF,
Sala II, Causa 20249/00 del 12/10/00 – “LL., M. D. c/ CPACF” )
[33] Art. 19 del Código de Ética para Abogados de la Capital Federal: “Deber de
Fidelidad: El abogado observará los siguientes deberes: a) Decir la verdad a su
cliente, no crearle falsas expectativas, ni magnificar las dificultades, o
garantizarle el buen resultado de su gestión profesional y atender los intereses
confiados con celo, saber y dedicación.” La negrita me pertenece.
[34] CNCiv, Sala E, 27/9/99 - Sumario, “M., W. H c/ G., C. A.”, extraído de
www.scba.gov.ar.
[35] Causa 7041/7178, 2/XI/98, Trib. Plen. Cámara Contencioso Administrativo,
confirmada el 9/IV/02. Reg. Nº 10, Fº 23, Tº 6.
[36] CNCiv, Sala A, “Díaz, Roberto Ignacio c/ Masvernat, Ramón s/ Cobro de
sumas de dinero”, Sumario de Sentencia del 7/11/1995- Nro. de Recurso:
A177695, disponible en www.eldial.com, clave búsqueda AE9B6.
[37] Art. 35, inc. 3 CPCCN.
[38] CNCiv., Sala F, 27-12-59, JA, 1960-II-29. Asimismo, “El abogado no debe
limitarse a consignar en los escritos judiciales los hechos que le indican sus
clientes, sino que es su obligación examinar su verosimilitud, como asimismo
apreciar la viabilidad de un incidente antes de articularlo, pues su obligaci ón es
impulsar el procedimiento con un doble carácter, ético y profesional; el primero
incide sobre la dignidad del letrado y el segundo sobre su responsabilidad.”.
(CNCiv, Sala H, “Conforti, Santiago c/ Ramírez, Raúl Hugo Silvano y otro s/
Desalojo por falta de pago y/o vencimiento de contrato, Sentencia del 7/3/1996,
citada en “Di Pace de Bertoni, Alcira María c/ Sánchez, Eleodoro Néstor y otro
s/ Desalojo por vencimiento de contrato", CNCiv, Sala H, Sentencia del
14/06/2001, disponible en www.eldial.com, clave búsqueda AAA05).
[39] Fenochietto, C. E. op. cit., T. I, p. 234.
[40] CCyCFed, Sala 3, “Bariloche S.A. c/ Tandanor SACIN s/ Cobro de pesos”,
Sumario de Resolución del 07/07/95, Causa N° 7356/95, disponible en
www.eldial.com, clave búsqueda AF1C7.
[41] Fenochietto, C. E. op. cit., T. I, p. 234.
[42] SCBA, “García de Guardia, Gloria O. contra Bejarano, Juan Antonio y
otros. Daños y perjuicios”, Ac. 49043, Sentencia del 7/3/1995, fallo completo
disponible en www.scba.gov.ar .
[43] Palacio, L. E., (1979), Derecho procesal civil, T. III, p. 90, Ed. Abeledo-
Perrot.
33
[44] Art. 15 del Código de Ética para Abogados de la Capital Federal: “Todo
abogado debe dar aviso fehaciente al colega que haya intervenido previamente
en el caso de reemplazarlo o participar en la representación, patrocinio o
defensa. Esto no será necesario cuando el letrado anterior hubiera renunciado
expresamente o se le hubiera notificado la revocación de tal mandato o
patrocinio. El abogado no debe tratar, directa o indirectamente, ni arribar a
ningún tipo de convenio o acuerdo con personas patrocinadas y/o asesoradas
por otro colega, sin la intervención o conocimiento de éste.”
[45] “A diferencia de la representación procesal, el apartamiento de la causa de
quien ejerce el patrocinio jurídico no revela a la parte de la carga de controlar el
procedimiento en forma directa. Si la gestora formuló su declinatoria antes de
consentir la providencia sin perjuicio de la validez de su apelación, no
corresponde obligarla a mantenerse vinculada al proceso en el carácter de
representante y, por tanto, compelerla a notificar su renuncia en los términos
del art. 53 inc. 2° del Cód. Procesal.” (CNCiv, Sala A, “Castellano, Héctor A. c/
Petrocelli, Daniel M.”, 26-8-1997, 53 Inc. 2, LL 1998 A, 393-96681, sumario
disponible en www.scba.gov.ar ).
[46] CNCiv, Sala F, 20/8/64, LL, 188-873, citado en Fenochietto, C. E. op. cit.,
Tomo I, p. 236.
[47] CNCiv, Sala C, ED 8-501, citado en Mosset Iturraspe, J. op. cit., p. 257.
[48] Art. 1.969 del Código Civil: “No obstante la cesación del mandato, es
obligación del mandatario, de sus herederos, o representantes de sus
herederos incapaces, continuar por sí o por otros los negocios comenzados
que no admiten demora, hasta que el mandante, sus herederos o
representantes dispongan sobre ellos, bajo pena de responder por perjuicio
que de su omisión resultare.”
[49] “Reche, Carlos A. y otros c/ Herbon, Juan José s/ Incidente violación
medida de no innovar" - CC0201 - LP 95807 RSD-271-1 S - 25-10-2001, Juez
MARROCO (SD) MAG. VOTANTES: Marroco-Sosa, disponible en
www.eldial.com, clave búsqueda WE3EF.
[50] CSJN, "Lanari, Luís c/ Provincia del Chubut s/ diligencia preliminar",
Sentencia del 02/06/2003, disponible en www.eldial.com, clave búsqueda
AA1837.
[51] Art. 1.980 del Código Civil: “La muerte del mandante no pone fin al
mandato, cuando el negocio que forma el objeto del mandato debe ser
cumplido o continuado después de su muerte. El negocio debe ser continuado,
cuando comenzado hubiese peligro en demorarlo.”
[52] La ley regulatoria de los honorarios profesionales en la Provincia de
Buenos Aires es la ley 8904.
[53] CNCiv., en pleno, "Zambrano, Luís M. c/ Cabral, Oscar y otro", 5/3/1993,
ED, T 152, p. 237; LL, T 1993-B, p. 395; J. A., T 1993-II, p. 477.
34
[54] CNCom, Sala D, “Mahserdejian, Ángel s/ Pedido de quiebra por Salvat,
Héctor”, Resolución del 9/11/1990, Sumario N0004339 disponible en
www.saij.jus.gov.ar.
35