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1. El ámbito de la excepción
El artículo 347 inciso 2º del Código Procesal establece como excepción dilatoria la falta de personería
en el demandante y en el demandado o sus representantes.
La causa que la propicia es la ausencia de capacidad civil para estar en juicio; o que se carezca de
representación suficiente.
En consecuencia, son varias las cuestiones que merecen ser analizadas:
a) El punto de partida es el significado de la voz "personería";
b) Luego, determinar el alcance de la capacidad civil para estar en juicio, porque
c) la capacidad procesal es distinta de la civil, y pareciera que es a ésta la que debe referirse el
código.
d) Finalmente, lo que se interpreta por representación suficiente.
1
para las actuaciones tendientes a conservar los derechos individuales que el síndico no actúe; 4) los
condenados a pena privativa de la libertad por más de tres años.
Una calidad similar que impide la actuación directa en juicio, aun teniendo capacidad (limitada o
restringida), ocurre con los inhabilitados, cuyos derechos se representan a través de tutores o curadores.
La capacidad debe subsistir durante todo el proceso, de manera que si se pierde en el curso del trámite
operan otras figuras, tales como la sucesión procesal y la representación adecuada, entre otras.
En síntesis, la personería tiene dos facetas que no se vinculan entre sí. Por un lado se refiere a la
capacidad para constituirse en parte; y por otro, a la representación que asignan quienes son incapaces, o los
que teniendo capacidad, invisten a otro en su mandatario.
3. Capacidad
Una de las cuestiones más difíciles de conciliar es la relación entre quien plantea una pretensión ante la
justicia estatal, y ésta le reclama que acredite la titularidad del derecho (legitimatio ad causam) para darle
entrada al proceso judicial.
Una vez definido el interés que moviliza la presentación ante la jurisdicción, nos encontramos ante un
nuevo avatar. No basta ser "dueño" del derecho subjetivo, ni alcanza con fundar adecuadamente el "interés"
que se reclama. Para postular es preciso, además, tener capacidad para hacerlo, de manera que por esa
aptitud tendrá posibilidades de actuar como lo pretende.
La idoneidad para ser sujeto de derechos es diversa de la condición para disfrutarlos, porque bien
puede una persona ser capaz de derecho, pero no de hecho, lo que significa ser titular de un atributo jurídico,
pero no poder reclamarlo si no intervienen sus representantes capaces.
Este tipo de capacidad -dice Palacio- "supone, por lo tanto, la aptitud legal de ejercer los derechos y de
cumplir los deberes inherentes a la calidad de parte o peticionario. De allí que, así como la capacidad para
asumir tales calidades constituye un reflejo de la capacidad jurídica genéricamente considerada, la capacidad
procesal viene a reeditar, en el ámbito del proceso, los principios que el derecho privado contiene en materia
de capacidad de obrar o de hecho" (1).
Sin embargo, tal afirmación no se plasma en la realidad, porque no existe tal fusión entre la capacidad
requerida para estar en juicio y la que surge del derecho civil (2).
El derecho sustancial comúnmente establece la capacidad como regla y la incapacidad como
excepción. La capacidad define la personalidad jurídica, lo que puede llevar a decir que "toda capacidad
implica un reconocimiento legal (y en este sentido es una legitimación) y que toda legitimación implica una
aptitud, una habilidad (una capacidad, en suma)" (3).
El término se clarifica cuando se aprecia que a partir del concepto deben distinguirse dos grandes
ámbitos en los cuales se desenvuelve la idea de capacidad: por un lado, lo que se denomina tradicionalmente
capacidad de derecho, que significa la idoneidad para adquirir derechos y contraer obligaciones, o bien,
capacidad de goce o capacidad para ser titular de derechos, según las preferencias de cada uno de los autores
que han tratado el tema; por otro lado, se infiere el concepto de capacidad de ejercicio o capacidad de obrar,
que supone la facultad de poder ejercitar el propio sujeto esos derechos y deberes de los cuales es titular.
De esta manera podríamos hablar de una capacidad civil, dada por la posibilidad de ser titular de
derechos y obligaciones, y de una capacidad procesal que se determina por la cualidad de exigir el
cumplimiento de esas atribuciones que ostenta.
Por este punto de vista, la legitimación haría a la primera de las configuraciones, en tanto que la
calidad de parte, a la restante.
Sin embargo ello sería propio, por ejemplo, para el derecho italiano, donde se indica que "tienen
capacidad para estar en juicio las personas que tienen el libre ejercicio de los derechos que en él se hacen
valer" (art. 75, Código Procesal Civil), de modo tal que coincide la capacidad de derecho material con la
capacidad asignada por el derecho procesal.
Pero en nuestro sistema tal similitud no es posible, toda vez que la legitimación es un concepto
procesal diferente de la legitimación civil.
1
Palacio Lino E., Derecho Procesal Civil, tomo III, editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979, pág. 32
2
Aunque es preciso anotar que, en el pensamiento de Palacio, la capacidad procesal debe ser claramente diferenciada de la
legitimación procesal. Mientras la primera habilita para actuar en un número indeterminado de procesos, con prescindencia
de las concretas relaciones o estados jurídicos que en ellos se controvierten; la segunda se refiere a la idoneidad
especialmente atribuida para pretender o para contradecir con respecto a la específica materia sobre la que versa el proceso
(ob. cit., pág. 32).
3
Barrios de Angelis, Dante, Introducción al estudio del proceso, editorial Depalma, Buenos Aires, 1983, pág. 119. Asimismo,
Gozaíni, Osvaldo Alfredo, La legitimación en el proceso civil, editorial Ediar, Buenos Aires, 1996, pág. 116.
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Ello se observa nítidamente en el carácter complementario que tiene la legitimación respecto a la
capacidad. Es más, hasta resulta errado pensar en una legitimación civil, pues lo propio es hablar de una
capacidad de disfrute.
Ahora bien, si la capacidad procesal no se identifica con la capacidad civil, ¿qué referentes le
encontramos en tanto las normas procesales son instrumentales de las que constituyen el derecho de fondo? y
de este modo ¿deben articularse con la capacidad civil?.
La explicación puede partir de un encuentro en el derecho sustantivo que no se da en el derecho
procesal. La capacidad de obrar y la capacidad jurídica son, en el derecho de fondo, aspectos de una misma
realidad. Por eso cuando se necesitan ejercitar a través de la pretensión (o la resistencia u oposición) la ley
adjetiva pide que se tengan ciertas cualidades con relación a momentos diversos que sufre el proceso.
Ellas asientan, básicamente, en la legitimación ad processum que, son los presupuestos necesarios
para la efectiva constitución de la litis.
De estas cualidades surge el verdadero contexto de la legitimación procesal y se comprende porque
tiene solamente carácter instrumental, sin posibilidad alguna de remitirlo a categorías del derecho de fondo.
De todos modos es preciso afirmar que el cumplimiento eficaz del acto procesal exige la capacidad
prevista por las normas materiales para cada situación en particular. Con este razonamiento podemos concluir
que la capacidad procesal no tiene categoría ni jerarquías propias sino en relación con lo que obtiene del
derecho sustancial.
Las reglas han de perfilarse a partir de las disposiciones materiales, y la legitimación dependerá de los
demás presupuestos instrumentales, sin perjuicio que sean reservadas ciertas capacidades especiales para el
trámite procesal.
En definitiva, si bien la persona puede tener legitimación para obrar en una causa, ella misma quizás no
tengan la capacidad requerida para estar en juicio. Mientras en la legitimación el tema vincula relaciones entre
sujetos, y entre el sujeto con el interés que quiere tutelar; en la capacidad referimos a una aptitud legal
señalada a través de disposiciones materiales.
Por eso mismo, también, la legitimación para obrar se plantea como una excepción distinta,
comúnmente llamada "falta de acción", que aun teniendo proximidades, es diferente a la que analizamos en
este trabajo.
4. La capacidad procesal
La excepción dilatoria de falta de capacidad civil para estar en juicio es un aspecto de la falta de
personería.
Sin embargo, toda la excepción se denomina "falta de personería", pero ella es viable: a) cuando se la
funda en la carencia de capacidad civil de los litigantes para estar en juicio, o b) en la insuficiencia de la
representación invocada. Empero, por esta vía no se podrá denunciar la ausencia de legitimación procesal, es
decir, la circunstancia de que el actor o el demandado no son las personas especialmente habilitadas por la ley
para sumir tales calidades con referencia a la concreta materia sobre la que versa el proceso. Ello está
previsto en el art. 347 inciso 3º.
Así se argumenta que, dos son las causales susceptibles de condicionar la admisibilidad de la excepción
de falta de personería: la ausencia de capacidad procesal en el actor o en el demandado, y la falta, defecto o
insuficiencia de la representación -necesaria o voluntaria- de quienes comparecen al proceso en nombre de
aquéllos (CNCiv.,Sala D, 1993/10/27, "Rodríguez, Horacio R. c. Cátedra, Guillermo M.", La Ley, 1994-B, 419 -
DJ, 1994-2-474) (4).
La falta de capacidad es un vicio subsanable, y por lo tanto, puede corregirse el defecto a través de los
conferimientos de representación (legal, no voluntaria) o mandato pertinentes.
En consecuencia, son impedimentos absolutamente conexos con el derecho material, porque de estas
normas se toma la capacidad civil que el código procesal contempla.
También el juez, de oficio, puede rechazar la demanda por falta de capacidad civil -absoluta o relativa-
(art. 34 inciso 5º ap. b), tolerando de la parte el recurso de reposición o la apelación directa o en subsidio. A su
vez, el actor puede impugnar por las mismas vías una capacidad mal atribuida a una persona que se la tiene
por parte, siendo inhábil para ello.
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También se ha dicho que, las causales de admisibilidad de la excepción de falta de personería son la ausencia de
capacidad procesal en el actor o el demandado y la falta, defecto o insuficiencia de la representación, necesaria o voluntaria,
de quienes comparecen al proceso en nombre de aquéllos. Tales extremos no concurren si el ejecutante expresamente
aclaró al promover la demanda que, ante la falta de ratificación de la gestión de negocios invocada respecto de los cónyuges
que firmaron la escritura, actuaba por derecho propio (CNCiv., Sala A, 1997/04/21, "Serra, Aurelio y otros c. Bauleo, Natalio",
La Ley, 1997-D, 176.
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En todos los supuestos, la decisión no hace cosa juzgada sobre el fondo del problema, sino que
posterga la investidura como parte, hasta que se acredite debidamente tal presupuesto de admisión.
d) Concursados y quebrados
La indisponibilidad patrimonial que padecen los sujetos que se encuentran en concurso civil o
comercial, y el desapoderamiento consecuente de bienes que en ellos sucede, tanto como en los procesos que
se declara la quiebra, derivan en la incapacidad de las personas físicas que tendrían que intervenir.
En su lugar actúa el síndico y la administración de los bienes se convierte en una masa patrimonial que
pertenece a un núcleo común que es el concurso o la quiebra.
5. La representación necesaria
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Cuando la persona que actúa en el proceso no presenta un interés que le sea propio sino ajeno, y lo
ejerza por representación (art. 46 párrafo primero), tendrá que acreditar documentalmente la personería
<<carácter>> que invoca.
Está en claro que la justificación requerida es para la representación y no respecto al derecho de fondo,
de manera que a tenor de corresponder el citado artículo 46 con el artículo 333 ("Con la demanda,
reconvención y contestación de ambas en toda clase de juicios, deber acompañarse la prueba
documental ..."), podemos clasificar los documentos a presentar liminarmente en: a) aquéllos destinados a
verificar la concurrencia de los presupuestos procesales de admisión de la demanda, y b) los instrumentos
-materiales- acompañados como prueba del derecho de fondo que se quiere defender .
Por ejemplo, se sostiene que el art. 24 del decreto-ley 8204/63, reconoce a las libretas de familia el
carácter de instrumentos públicos por lo que crean la presunción legal de la verdad de su contenido en los
términos prescritos por el Código Civil. De ahí que con la agregación de la misma en autos, hubiera bastado
para considerar adecuadamente justificada la personería invocada por la esposa en el escrito inicial, y por
tanto, innecesario emitir pronunciamiento sobre la excepción de falta de personería opuesta por el marido,
salvo en lo referente a las costas, sobre las que decidió el juez, quien las impuso por su orden (CNCiv., Sala C,
1979/11/06, "R.T. de I., D. N. c. I., E. L.", La Ley, 1980-A, 319).
7
Palacio, ob. cit., pág. 22.
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carece de sentido(CNCom., Sala A, 1986/05/27, "Aprovisionamientos, S. R. L. en: Avícola Moro, S. A. c.
Dobarro, Manuel y otro", La Ley, 1986-D, 595 - DJ 986-2-1001).
Las situaciones que se pueden considerar, a los fines de la procedencia de la excepción de falta de
personería podríamos resumirla en circunstancias puntuales como las siguientes:
a) Deficiencia de los poderes. Se ha dicho que, si el decidir la excepción planteada radica en determinar
la validez del poder esgrimido en nombre de una sociedad, no cabe sino calificar aquélla como de falta de
personería (art. 347, inc. 2°), aun cuando su planteo haya consistido en negar facultades al interventor en una
sociedad para conferir en nombre de filiales con personería jurídica propia (CNFed. Contenciosoadministrativo,
Sala III, 1981/03/04, "Cap Yunquery, S. A.", BCNFed., marzo 981-19, núm. 37).
b) Fusión o absorción: El cambio de nombre de una sociedad que ha otorgado mandato no autoriza a
oponer la excepción de falta de personería, puesto que se trata del mismo ente societario que ha modificado
sólo su denominación (CNCom., Sala A, 1993/12/26, "Citibank N. A. c. Carluccio, Carlos A.", JA, 1994-III-423).
Además, se argumenta que es improcedente la excepción de falta de personería opuesta contra el
apoderado del banco accionado, pues la circunstancia de haber mediado fusión del banco otorgante del
primigenio mandato a favor de quien luego lo sustituyó, no importa causal de cesación del mandato otorgado
(CNCom., Sala A, 2000/08/30, "Glujowsky, León c. Banco Mercantil Argentino", La Ley, 2000-F, 984 [43.227-S] -
DJ, 2001-1-451).
Se agrega que la desestimación de la defensa opuesta contra el apoderado del banco accionado con
fundamento en que la citada entidad no habría sido conferente del poder acompañado, sino que lo fue un
letrado que a su vez poseía apoderamiento del banco, pues dado que no fue controvertido la facultad de éste
para sustituir el mandato que le fuera otorgado, no existe necesidad de ratificación en los términos del art.
1942 del Código Civil (fallo antes citado).
c) Administración de la sociedad: Como principio general el administrador no puede incoar o contestar
demandas a nombre de la sucesión, salvo autorización unánime de los herederos, la que no puede salvarse
con la mera autorización judicial y corresponde, por consiguiente, acoger la defensa de falta de acción basada
en la carencia de personería de la sucesión actora (CS, 1982/04/29, "Bengolea, Santiago c. Provincia de
Buenos Aires", La Ley, 1982-D, 461).
La falta de autorización de los propietarios, exteriorizada en la pertinente asamblea y con las mayorías
respectivas, para que el administrador inicie acción judicial representando al consorcio, no puede ser suplido
por la autorización otorgada al administrador en el reglamento de copropiedad, puesto que la misma se refiere
exclusivamente a la representación del consorcio ante las "autoridades judiciales y administrativas", aspecto
vinculado con su "personería", pero no obviamente a su legitimación sustancial (CNCiv., Sala B, 1981/03/05,
"Consorcio de Propietarios Pueyrredón 2366/68 c. Kodner, Isaac", JA, 981-IV-344).
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Gozaíni, ob. cit., pág. 130.
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SC Buenos Aires, 1980/10/21, ED, 92-820.
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En ambos casos, el Código Civil les asigna calidad de personas jurídicas de carácter público (art. 33
inciso 1º), prescindiendo de la relación jurídica que al proceso los lleve; situación que se proyecta a las demás
administraciones estatales con autarquía y autonomía funcional.
Los planteos de legitimación que suelen ocurrir asientan más en equivocaciones de las partes al elegir
el ente demandado que por cuestiones de capacidad, propiamente dichas. Si fuera una universidad pública la
accionada y se nominara en la demanda (art. 330 inciso 2º) como sujeto pasivo a una Facultad que la integra,
se manifiesta la confusión. No existe incapacidad del órgano, sino imposibilidad de asumir calidad de parte por
no ser el "justo contradictor", a pesar de estar emplazado en el derecho e interés que produce el conflicto.
Una vez mas, queda demostrada la distancia entre legitimación y capacidad.
6. La representación voluntaria
La persona capaz de hecho y de derecho puede resolver su presentación en juicio a través de otros que
lo representen. La autonomía de la voluntad le permite decidir la intervención directa o la delegación a un
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tercero que, a tales fines, estará regido jurídicamente por las disposiciones del contrato de mandato (arts.
1869 y ss. del Código Civil).
Otra cosa es la asistencia jurídica por la cual quien pueda ser o constituirse en parte procesal debe
concurrir bajo el patrocinio de abogado, o confiriendo a éste la representación en el proceso.
Cuando al litigio se accede por la vía del mandato, el representante debe acreditar las facultades que
se le confieren en el instrumento que lo acuerda. El análisis que se concreta es sobre la personería, y no sobre
la capacidad para hacerlo (tanto del que lo otorga como del mandatario), de modo tal que al juez le
corresponde controlar la regularidad del documento, sus límites y extensiones; y a la contraparte alegar, en su
caso, la excepción de falta de personería.
Cualquier defecto intrínseco del contrato de mandato debe denunciarse por otra vía que permita
pronunciarse sobre la nulidad del acto jurídico.
En cambio, la intervención de abogados agrega a la justificación del carácter con que se actúa, la
demostración de estar matriculado en la jurisdicción donde deba prestar asistencia.
El artículo 47 del Código Procesal indica: "Los procuradores o apoderados acreditar n su personalidad
desde la primera gestión que hagan en nombre de sus poderdantes, con la pertinente escritura de poder.
"Sin embargo, cuando se invoque un poder general o especial para varios actos, se lo acreditará con la
agregación de una copia íntegra firmada por el letrado patrocinante o por el apoderado. De oficio o a petición
de parte, podrá intimarse la presentación del testimonio original".
8. Resolución desestimatoria
La falta de personería es un vicio de la representación y de la capacidad procesal para estar en juicio,
situaciones ambas que son posibles de saneamiento y que impiden atraparlas en un concierto demasiado
formalista.
Por eso, para resolver la excepción de falta de personería se debe estar a los términos del poder
otorgado, pero dándole la amplitud suficiente para que el apoderado pueda cumplir en el pleito su cometido
con los menores inconvenientes (CNCiv., Sala A, 1996/10/15, "Versace S.P.A., Gianni c. Virtus S. A.", La Ley,
1997-C, 604 - DJ, 1997-2-356).
En este sentido, la regularidad de la escritura de poder otorgada por un apoderado del mandante no
requiere la transcripción del documento habilitante si ese mandato consta, a su vez, en el registro del mismo
escribano, bastando al respecto la mención del folio y del año del correspondiente protocolo. Ello por cuanto
ninguna disposición legal obliga al escribano a detallar con indicación precisa y concreta todos los pormenores
de la documentación exhibida, pues el art. 1003 del Código Civil sólo le exige que exprese que se le han
presentado los poderes y documentos habilitantes y los anexe a su protocolo, requisitos cuyo cumplimiento
determina la improcedencia de la excepción de falta de personería opuesta (CNFed. Civ. y Com., Sala II,
1995/06/23, "Edesur S. A. c. Unilan S. A.", La Ley, 1997-C, 736).
Ahora bien, la idoneidad de los títulos exhibidos ante el escribano se presume, pero ello no obsta a la
procedencia de la excepción de falta de personería si del poder cuya copia obra en autos no surge que los
comparecientes estuvieran investidos de la autoridad suficiente para otorgarlo.
El estudio del poder es el límite para desestimar la excepción, teniendo en cuenta que como todo
instrumento público, debe diferenciarse el aspecto formal del contenido intrínseco.
En este sentido, no es admisible la excepción de falta de personería deducida en razón de que los
poderes traídos "carecen de la firma puesta en cada una de las fojas", ya que, de acuerdo con lo dispuesto en
el art. 1001 del Código Civil, la escritura pública debe ser "autorizada al final por el escribano", en cuya
consecuencia la firma del notario corresponde que lo sea únicamente al cierre del acto, y no en todos y cada
uno de los folios en que éste se instrumenta, a los fines de su efectiva legalización (CNCiv., Sala B,
1978/08/15, "La Salvia, Carlos A. y otro c. Cantalupi, Jorge G. y otro", La Ley, 1979-A, 571 (35.006-S).
De igual manera, el simple error material de la omisión de una consonante al consignar el apellido del
apoderado en el testimonio del poder, cuando además es de difícil escritura, resulta excusable y por tanto no
es suficiente para fundar la excepción de falta de personería (CNCiv., Sala B, 1983/02/10, "Gómez, Rodolfo S.
c. Rossi, Juan C. y otro", ED, 106-654).
También se ha dicho que, el hecho de que juntamente con la escritura de otorgamiento de poder por
parte del consorcio actor no se haya acompañado copia del acta que confiere carácter de administradora a
quien invoca su representación, no constituye fundamento para el acogimiento de la excepción de falta de
personería, pues de acuerdo al art. 1003 del Código Civil se cumplen las formalidades legales mediante las
declaraciones efectuadas por el notario en tal sentido (CNCiv., Sala C, 1994/11/08, "Consorcio Vidal 2046/48 c.
Ekudale S. A.", La Ley, 1995-B, 122. - DJ, 1995-1-934).
Además, si de acuerdo con lo dispuesto por el art. 353, inc. 4°, la falta de personería es un vicio
subsanable, va de suyo que también debe serlo la omisión de cumplir un nuevo recaudo formal como lo es la
falta de legalización del poder (CNCiv., Sala E, 1981/08/26, "Suárez, Rubén A. c. Marsatelli, Rubén D.", ED, 982-
282).
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También tiene igual resultado cuando, las meras diferencias en el nombre de los apoderados, o el error
en el número de documento de identidad del mandatario de la actora, carecen de entidad para fundamentar la
excepción de falta de personería (CNCiv., Sala F, 1994/05/26, "Krean S. A. c. Yosco, Francisco H.", DJ, 1995-1-
316).
Finalmente, tratándose de un instrumento público otorgado en el extranjero, sus formas y
solemnidades son regidas por las leyes del lugar de origen (arts. 12 y 950, Código Civil), por lo que desde esta
perspectiva resulta inadmisible la excepción de la falta de personería invocada si el excepcionante ni siquiera
ha invocado que la forma en que el instrumento se expidió hubiera violado las leyes del lugar de celebración
(CNFed. Civ. y Com., Sala I, 1985/10/25, "Información y Publicaciones, S. A. c. Dercoem, S. A.", La Ley, 1986-B,
359 - DJ, 986-II-54).
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