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Universidad Autónoma de Zacatecas

Unidad Académica de Psicología


Maestría en Clínica Psicoanalítica
Anteproyecto de investigación
Lic. en Psic. Rogelio Reyna Castañeda
14 de mayo de 2021, San Luis Potosí, S.L.P.

El suicidio y la decepción sexual

El vínculo constitutivo de la pulsión de muerte con el

riesgo de suicidio en el escenario de la melancolía

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Índice

1. Antecedentes……………………………………………………………………………3

2. Planteamiento del
problema…………………………………………………………...7

3. Justificación………………………………………………………………………...….10

4. Objetivos……………………………………………………………………………….14

5. Supuesto y preguntas
secundarias………………………………………………….15

6. Bosquejo de
fundamentos…………………………………………………...............16

6.1. Marco referencial……………………………………………………………18

6.1.1.
Suicidio……………………………………………………………..18

6.2. Marco
teórico………………………………………………………………...18

6.2.1. Melancolía…………………………………………………………18

6.2.2. Narcisismo…………………………………………………………20

6.2.3. Pulsión……………………………………………………………..24

6.2.4. Masoquismo reflexivo…………………………………………….30

6.2.5. Pulsión de muerte…………………………………………………


59

6.2.6. El
goce……………………………………………………………...78

1
7. Bosquejo del
método………………………………………………………………….83

8. Cronograma……………………………………………………………………………84

9. Presupuesto……………………………………………………………………………
88

10. Difusión……………………………………………………………………………….90

Consultas iniciales……………………………………………………………………….91

2
Índice de esquemas

Esquema 1……………………………………………………..…………………………33

Esquema 2.…………………………………………………………….…………………34

Esquema 3………………………………………………………………………………..37

Esquema 4………………………………………………………………………………..38

Esquema 5………………………………………………………………………………..39

Esquema 6………………………………………………………………………………..40

Esquema 7………………………………………………………………………………..46

Esquema 8………………………………………………………………………………..46

Esquema 9………………………………………………………………………………..58

Esquema 10………………………………………………………………………………69

Esquema 11………………………………………………………………………………70

Esquema 12………………………………………………………………………………77

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1. Antecedentes

La urgencia de la investigación sobre el suicidio es inminente, cada vez


aumentan los factores de riesgo para que el fenómeno se dé en la población. Los
factores de riesgo sociales indican qué modificaciones son necesarias hacer para
proteger a la población. Pero el psicoanálisis es el único que puede abordar el
problema en cuanto a lo que sucede en el aparato psíquico del individuo que
decide retirarse de la vida por su propia mano. Son numerosos los esfuerzos que
se han cometido a favor de prevenir tan trágicos eventos, pero los suicidios
continúan en aumento sin detenerse. Este trabajo de investigación se suma a los
esfuerzos para prevenir el suicidio y poder reconocer el insoportable dolor que
estos sujetos están sufriendo.

La necesidad de atender el suicidio es de vital importancia por los estragos,


tanto psíquicos y biológicos como sociales, que desencadena en una población.
Aquellos factores que son de corte social están fuera del alcance de la
intervención directa de los profesionales de la salud y los profesionales de la psi,
pero en las manos de aquellos que administran y dirigen los cuerpos que
gobiernan se encuentran las posibilidades de trabajar sobre los factores de riesgo
ya bien establecidos desde la sociología. Compete al psicoanálisis y a su directa
intervención la atención a sujetos que atraviesan el peligro de acabar con su vida
a partir de un malestar psíquico, como son las neurosis, las psicosis y las
perversiones. La atención a los factores sociales de riesgo del suicidio no es
suficiente, es necesario un abordaje psicoanalítico.

Surge el interés de esta investigación en la práctica clínica como aprendiz


de psicoterapeuta psicoanalítico en un servicio por medio de consultoría privada
que ha durado desde el 2017. Entre los pacientes que se han atendido hasta
ahora, muchos han llegado con intensas necesidades de aliviar sus sentimientos a
causa de un duelo, de entre los cuales, algunos cuantos han declarado sin
vacilaciones que quisieran acabar con su vida.

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El riesgo de estos pacientes fue atendido según sus particularidades y su
adaptación al tratamiento. En efecto, en estos casos el trabajo consistió en develar
al auténtico objeto con el que se había confundido los pacientes, el objeto al cuál
buscaban matar. La duración de estos pacientes en sus procesos
psicoterapéuticos fue muy variada, algunos duraron de un par de semanas a un
mes, y uno en particular duró un año. A pesar de que se les sugirió, ninguno
elaboró un cierre de estos procesos, sencillamente dejaron de asistir a su
tratamiento o de contestar el teléfono.

Hasta ahora no se ha obtenido noticia de aquellos casos, salvo de uno, que


después de un año en su proceso de psicoterapia comenzó a tomar voluntad
sobre los proyectos que tenía y que él mismo se saboteaba. No se sabe si han
continuado sus episodios de melancolía en los que alguna vez se declaró sin
ánimos de vivir, pero no se ha vuelto a contactar ni se sabe si ha buscado ayuda
con otro psicoterapeuta o psicoanalista. Él provenía de un proceso de psicoterapia
en el cual duró muy poco, es posible que haya encontrado otro.

El mismo autor de la presente investigación también ha atravesado


eventualidades similares que transitaron por un escenario de riesgo de suicidio.
Bajo la cercana y minuciosa atención mediante el tratamiento psicoanalítico y
medicamentoso, fue posible sobrellevar ese riesgo. Los descubrimientos que el
autor de esta investigación hizo sobre sí mismo le llevó a cuestionarse más
cautelosamente sobre las motivaciones de los pacientes que han mostrado claros
indicios del riesgo del suicidio.

Es cierto, los factores que enuncia Durkheim (1987 en Juárez Dávalos,


2010) son de corte social, pero hay algo que sucede con el aparato psíquico
durante el suicidio que hace la diferencia entre aquellos que logran soportar vivir y
aquellos que no. La pregunta por ese algo está destinada a resolverse por medio
de la investigación psicoanalítica; es, pues, la que aporta fundamentos más
certeros en comparación con otras aplicaciones de lo psi que se enfocan en la
conducta, la modificación y la clasificación.

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Aunque aquí se atiende sólo la explicación de lo psíquico del suicidio, es
necesario entender que el fenómeno representa fuertes dificultades sociales. Las
muertes por suicidio representan una importante porción de la población que ha
privado al mundo de su presencia y colaboración. Es evidente, no sólo hay que
atender al suicidio por el conflicto interno del paciente, también para prevenir los
trastornos que pudiera ocasionar en las personas y cuerpos que solían rodear al
suicida.

Hay que mencionarlo para entender el sentido del apoyo que se le brinda al
suicida: Es bien sabido que la religión ha tenido argumentos en contra del suicidio;
Tomás de Aquino, planteaba que la autodestrucción va en contra de la naturaleza
del hombre, que no tenía derecho a privar a la sociedad de su presencia y
actividad, y que el hombre es propiedad de Dios, y sólo él puede decidir sobre la
vida y la muerte. Después, en el renacimiento, John Donne muestra que no hay
pasajes de la biblia que condenen al suicidio, ni siquiera el mandamiento ‘No
matarás’. Y cuestionaba fuertemente: “(…) si se hacen excepciones en casos de
guerra (…), ¿Por qué no hacer una excepción con el suicidio?” (Juárez Dávalos,
2010).

Este pasaje por la religiosidad medieval en la que Tomás de Aquino estuvo


presente, aparentemente olvidó lo que Platón (1991, en Juárez Dávalos, 2010)
decía acerca del suicidio. Que puede ser excusable cuando la mente de una
persona está moralmente corrupta y no puede salvarse, cuando se realiza bajo
mandato judicial, cuando es debido a un inevitable caso de mala suerte y cuando
es resultado de la vergüenza producida por haber participado en acciones injustas.

Durante el renacimiento también, Michel de Montaigne (en Juárez Dávalos,


2010), plantea que la naturaleza ha dado a los humanos una entrada a la vida,
pero les ha dado cientos de salidas, que si se vive con dolor, se debe a la
cobardía, pero para morir se necesita voluntad, que la muerte voluntaria es la más
justa y que para las enfermedades más violentas se requieren los remedios más
violentos.

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Estas tres posiciones históricas del suicidio han engendrado una variedad
de posturas con respecto a darse muerte uno mismo. Tanto es así en el campo de
la psicología, el psicoanálisis, la sociología, la criminología, los procesos jurídicos
y la biopolítica. Sin embargo, es el psicoanálisis el que puede dar una explicación
basta y satisfactoria sobre lo sucedido con el sujeto durante el suicidio
melancólico.

Se citan en este trabajo estudios descriptivos, teóricos y exploratorios con el


fin de abordar el tema del suicidio y vincularlo la vida sexual entendida desde el
psicoanálisis, pero hay dos preguntas que Freud (1930a) hace seguidas una de la
otra en ‘El malestar de la cultura’ que anima a pensar seriamente en lo que hay
entre estos dos pilares que son Eros, representado por la sexualidad y Tánatos,
representado por el yo que busca darse muerte:

“¿Y de qué nos sirve haber limitado la mortalidad infantil, si justamente eso
nos obliga a la máxima reserva en la concepción de hijos, de suerte que en
el conjunto no criamos más niños que en las épocas anteriores al reinado
de la higiene y, por añadidura, nos impone penosas condiciones en nuestra
vida sexual dentro del matrimonio y probablemente contrarresta la
beneficiosa selección natural? Y en definitiva, ¿de qué nos vale una larga
vida, si ella es fatigosa, huera de alegrías y tan afligente que no podemos
sino saludar a la muerte como redentora?”.

Vale la pena indicarlo; en la traducción de Ramón Rey Ardid en el libro


individual de Alianza editorial de ‘Malestar en la cultura’ (Freud, 1930b) en lugar de
la palabra ‘redentora’ utiliza la pareja de palabras ‘feliz liberación’.

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2. Planteamiento del problema

Para alcanzar el objetivo del presente trabajo, su ejercicio descansa en tres


preguntas. La primera en un nivel muy básico: ¿Cuándo se gesta el suicidio en un sujeto?
Es una pregunta que busca apuntar hacia los acontecimientos que anteceden a los
pensamientos y conductas suicidas en el sistema preconsciente-consciente. Algo de esto
se ha encontrado en algunos textos freudianos.

En Más allá del principio de placer se lleva a cabo un intenso debate sobre el
imperio total del principio de placer; es en este texto donde surgen por primera vez
algunos términos cruciales para esta investigación como la pulsión de muerte, el principio
de Nirvana y el principio de constancia. En el apartado II, Freud (1920) hace referencia al
juego del Fort Da para ejemplificar como un evento displacentero, como es la partida de la
madre del niño que juega, puede ser repetido por compulsión, en este caso por medio del
juego.

Más adelante en el mismo texto, escribe el siguiente supuesto sobre el sentimiento


de inferioridad de los neuróticos: “La investigación sexual, que chocó con la barrera del
desarrollo corporal del niño, no obtuvo una conclusión satisfactoria; de ahí la queja
posterior: “No puedo lograr nada, nada me sale bien”” (Freud, 1920).

Sobre estos dos puntos del texto se planta la siguiente pregunta: ¿El riesgo de
suicidio en la melancolía está ligado a un descubrimiento doloroso en la investigación
sexual infantil del neurótico? Le sigue la consecuente pregunta: ¿Es posible trazar una
continuidad supuesta desde el niño que, sin saber, juega a que su madre se marcha, y el
adulto que se ha hecho de un pobre concepto de sí mismo? Se coloca esta
problematización sobre uno de los principales descubrimientos del psicoanálisis: La
compulsión a la repetición; que, a su vez, fue el hecho que encaró todo lo establecido
sobre el imperio del principio del placer sobre la vida anímica. Sobre todo en un escenario
tan complejo como el suicidio o su mismo riesgo.

Con la pulsión sobre la mesa, queda pensar en una pregunta definitiva relacionada
con la Trieb freudiana: ¿Cuál es el vínculo constitutivo del aparato psíquico con la pulsión
de muerte en el suicidio melancólico? En palabras que se podrían considerar más
sencillas: ¿Qué es lo que repite el suicida?

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Son relativamente escasas las referencias al suicidio en las obras de Freud
(Trucco et al., 2017), pero una de las aportaciones más importantes se encuentra en
Duelo y melancolía (Freud, 1915a) en donde destaca que en la melancolía la pérdida del
objeto es inconsciente, hay un empobrecimiento del yo, en contraste al duelo en el que se
empobrece el mundo, el objeto. Hay ambivalencia con relación al objeto y la libido se
encuentra en una regresión hacia el yo. Eventualmente en Más allá del principio de placer
(Freud, 1920) es cuando considera que esta regresión de la libido al yo dependerá del
grado de excitación interna.

El siguiente es un pasaje en Duelo y melancolía en el que Freud (1915a) se


formula sobre la libido que vuelve al yo en el melancólico:

“(…) el yo solo puede darse muerte a sí en virtud del retroceso de la investidura de


objeto, puede tratarse a sí mismo como un objeto, si le es permitido dirigir contra sí
mismo esa hostilidad que recae sobre un objeto y subroga la reacción originaria
del o hacia los objetos del mundo exterior.”

En este texto, el autor habla de la hostilidad que se origina en la relación con el


objeto, pero toca un punto importante para el presente problema; el pasaje entre la
actividad y la pasividad.

Lo problematizado aquí se debatirá con lo planteado por Laplanche, en su obra


Vida y muerte en psicoanálisis; específicamente en su gráfica de como la pulsión pasa de
ser agresión no sexual a el sadismo y el masoquismo como tal; es decir, sexuales.

Laplanche (2011) expone que la pulsión es en un principio heteroagresiva, la


pulsión destructiva se dirige a los objetos externos. Después, pasa por un segundo
tiempo, el tiempo reflexivo; en el que la pulsión, precisamente, re-flexiona hacia el sujeto
dando como resultado una autoagresión, este masoquismo reflexivo es el que se
encuentra en el limbo entre lo sexual y lo no sexual. La pulsión, puede llamarse pulsión
propiamente hasta que está en el plano del sadismo, cuando se toma en cuenta de nuevo
al objeto externo, pero esta vez con una satisfacción interna; o en el plano del
masoquismo, previo al sadismo. En este punto recuerda Laplanche (2011) lo dicho por
Freud en Pulsión y destinos de pulsión (Freud, 1915b); que todo sadismo corresponde a
una identificación con el objeto, una identificación masoquista.

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Es en este punto del planteamiento donde surgen distintos y diversos caminos por
los cuales pudieran surgir resultados satisfactorios. Y con ellos surgen también preguntas
que animan a pensar en posibles supuestos:

Como representaciones, aquello que busca repetir el sujeto suicida podría ligarse
con cualquier escenario o cualquier imagen que el paciente saque a relucir mediante
asociaciones, marcar caminos generales por esta vía resulta turbulento y difícil por la
diversidad del caso por caso, pero aquellas representaciones asociadas con lo repetido
en el suicidio pueden ubicarse mediante un ejercicio en el esquema propuesto por
Laplanche.

Se espera mediante la ejecución de esta investigación rescatar un fundamento


para las siguientes cuestiones: ¿El suicidio es de naturaleza sexual? ¿Hay placer en el
suicidio? ¿El deseo del suicida se cumple?

Ciertamente, para contestar estas preguntas se necesitan investigaciones


posteriores que las puedan cubrir, pero en el acto de contestar la pregunta sobre la
gestación del suicidio en relación con la pulsión de muerte puede arrojar algo de luz al
campo del placer, el deseo y el goce en el suicidio.

“¿Cómo se gesta el suicidio?” Es una pregunta que implica una búsqueda


interminable por las representaciones de todos los sujetos que han buscado terminar con
su vida, pero preguntar por el tiempo de la gestación del suicidio, en relación con la
pulsión de muerte puede abrir nuevas perspectivas para su abordaje en la práctica clínica
y en la teoría psicoanalítica.

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3. Justificación

El suicidio, en general, es uno de los principales problemas de salud pública


en el mundo, pues corresponde a cerca de la mitad de las muertes violentas entre
hombres y más del 70% en mujeres. Dávila y Pardo (2016) estiman que “el
suicidio es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial en el grupo de 15
a 29 años, mientras que entre los adultos de 30 a 49 es la quinta”.

Los autores de un estudio sobre la mortalidad por suicidio en México y


Colombia (Dávila y Pardo, 2016), indican que la mayoría de los suicidios ocurre en
países de ingresos bajos y medios, esto por los escasos recursos para la
detección temprana de los factores de riesgo que pueden desencadenar el
suicidio. En cuanto a la diferencia entre hombres y mujeres, en Latinoamérica al
igual que en algunas partes del mundo, la tasa de suicidios masculinos tiende a
ser mayor que la tasa de suicidios femeninos. En el mismo artículo indican los
autores que las mujeres tienden a cometer más intentos de suicidio pero los
hombres suelen tener más éxito en ello en comparación con las mujeres.

Estas características pueden rastrearse hasta Durkheim (1987 en Juárez


Dávalos, 2010) que piensa que la diferencia del género en el suicidio se debe, en
general, a que la mujer recibe menos instrucción que los hombres, se apega más
a las creencias establecidas y tiene menos necesidades intelectuales. Esto
también lo vincula Durkheim con la religión, debido, pues, a la diferencia de
instrucción entre hombres y mujeres, a los hombres se les permite ser más críticos
en cuanto a los lineamientos religiosos sobre el suicidio en comparación a la
mujer. Aún así, las aportaciones de Durkheim no cubren lo que sucede con el
sujeto, ha marcado diferencias entre el suicidio de hombres y mujeres con sus
posibles causas, pero aún no determina qué hace que, por ejemplo, por qué no
todos los hombres instruidos y hartos de la religión optan por el suicidio como una
posibilidad real.

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En Colombia y México no fueron la excepción: “se comprobó una mayor
mortalidad en los hombres que en las mujeres en ambos países, con tasas cuatro
veces más elevadas en los hombres” (Dávila y Pardo, 2016). Los autores de este
estudio adjudican esta diferencia a los modelos de identidad de género, que
incentivan la exposición intencional a situaciones de riesgo en hombres, y valoran
la independencia y la determinación, concibiendo como debilidad y fragilidad el
reconocer que se necesita ayuda. Esto, ciertamente, representa un obstáculo en la
clínica del suicidio.

El preámbulo para el estudio de Dávila y Pardo (2016) muestra una


alarmante realidad para la población mexicana con relación al suicidio:

“(…) en México se ha producido un incremento sostenido e ininterrumpido


de los casos de suicidio desde los años cincuenta, periodo en el cual las
tasas de mortalidad se triplicaron, especialmente en la población joven. Por
grupos de edad, se observó un incremento en las tasas en los hombres de
15 a 34 años de edad y en el grupo de 65 años y más, mientras que en las
mujeres se registró solo en el grupo de 15 a 34 años”.

La población joven, entre la adolescencia y la juventud, están, según estos


estudios, expuestos al riesgo de suicidio, con relación a los grupos de adultos
maduros. La población de adultos mayores, al menos en los hombres, muestra
también cierta fragilidad.

Dávila y Pardo (2016) indican que “si se eliminaran las defunciones por
suicidios en el 2013 [en Colombia], por ejemplo, la esperanza de vida temporaria
entre los 0 y los 100 años aumentaría en 0.32 años para los hombres y 0.15 años
para las mujeres”. Esto logran calcularlo apoyados en el concepto de ‘años
perdidos’ que Arriaga (1996 en Dávila y Pardo, 2016) implementa para una óptima
medición del nivel y cambio de la mortalidad.

En México, el suicidio es la decimocuarta causa de muerte a nivel nacional,


“en los últimos 40 años [desde 1973], la tasa de mortalidad por suicidios en

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México se ha incrementado de manera constante, tendencia que continúo hasta el
periodo aquí analizado [del año 2000 al 2013]” (Dávila y Pardo, 2016).

Las circunstancias económicas exigentes, los escasos recursos, y las


tendencias sociales con respecto al género en estos países son fuertes factores
que aumentan el riesgo de suicidio en la población. Sin embargo, los autores
(Dávila y Pardo, 2016) no dejan de señalar que:

“Otro factor relacionado con la incidencia de suicidios es la presencia de


alteraciones psiquiátricas en las personas. En este contexto, se ha
establecido que la depresión clínica es uno de los factores de riesgo más
importantes en los suicidios, así como las alteraciones afectivas y de
personalidad, las asociadas con el consumo de sustancias psicoactivas, y a
las psicóticas como la esquizofrenia”.

En su estudio, Dávila y Pardo (2016) y en la revisión de las aportaciones de


Durkheim por Juárez Dávalos (2010) se aportan evidencias para sustentar que
existen importantes factores de riesgo de naturaleza social y cultural. Empero, es
menester para un campo como es el psicoanálisis que se estudie el suicidio como
un fenómeno narcisista, impulsado, posiblemente, por una excitación insoportable
que no deja de repetirse.

Este trabajo de investigación podrá esclarecer aquellos aspectos de la


constitución de la sexualidad del neurótico que están vinculados con el suicidio
melancólico. Los resultados que se extraigan del presente trabajo podrán aportar
conocimiento valioso a la clínica psicoanalítica para la prevención del suicidio.
Desde el abordaje en la emergencia del deseo de aniquilarse hasta medidas
preventivas desde la infancia.

Según lo resultante de esta investigación, se puede usar el contenido para


fortalecer el peldaño de la prevención del suicidio que pudiera ser más útil; el de la
infancia. Se pretende con este trabajo que sus resultados sean útiles para los
clínicos e investigadores del problema del suicidio en psicoanálisis, para ambas
aplicaciones.

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Los aspectos que impulsan al suicidio son cada vez más frecuentes e
intensos, de modo que esta investigación podrá aportar a la reducción de los
suicidios adultos si se obtiene conocimiento vital para la constitución sexual
infantil.

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4. Objetivos

Objetivo principal:

Describir la relación que tiene el riesgo de suicidio melancólico con el


descubrimiento displacentero en la investigación sexual infantil del neurótico.

Objetivos secundarios:

Argumentar si el riesgo de suicidio melancólico es regido por el principio de


constancia o la tendencia al cero en relación con la excitación y satisfacción
sexual.

Explorar el tiempo al que regresa el melancólico durante el riesgo de


suicidio; el tiempo reflexivo.

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5. Supuesto y preguntas secundarias

Un descubrimiento insatisfactorio en la investigación sexual infantil se


inscribe en la constitución del yo y de la sexualidad del sujeto. Esto produce un
riesgo en el neurótico que caiga en la melancolía y, posteriormente, en el riesgo
de suicidio.

1. ¿Qué pasa cuando se trata a sí mismo como un objeto que se puede


idealizar?
2. ¿Qué se satisface en el suicidio melancólico?
3. ¿Cuál es el rol del masoquismo reflexivo en el suicidio melancólico?
4. ¿Qué sucede con los principios de placer y de realidad durante el riesgo
de suicidio en la melancolía?
5. ¿Qué se repite en el suicidio melancólico?
6. ¿Cómo es la sexualidad del suicida?
7. ¿Qué se satisface en las fantasías e ideaciones suicidas?
8. ¿Hay una reversibilidad en el suicidio, del tipo “Yo me mato → Matan a
otro”?
9. ¿De qué goza el suicida en la melancolía?
10. ¿Qué sucede con Eros, durante el riesgo de suicidio en la melancolía?
11. ¿Cómo es la dinámica entre goce y satisfacción en el suicidio del
neurótico?

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6. Índice de fundamentos:

En el suicidio se podría fácilmente aparentar que no hay una relación con el


objeto, pues se busca destruir al propio sujeto. Pero en psicoanálisis se habla del
objeto también como un elemento inconsciente, en este caso, al que se pretende
destruir. El odio se vincula con la pulsión de muerte, que a su vez puede
evolucionar en pulsión destructiva. El suicidio se vincula directamente por el
narcisismo, que se atenderá desde el abordaje de la neurosis y la melancolía.

La decepción sexual, por su parte, implica las nociones de displacer,


sexualidad e infancia. La noción de la sexualidad se vincula con la pulsión de vida
Eros, mientras que lo displacentero se explicará por medio del principio del placer
y los principios con los que se articula, el principio de realidad, la autoconservación
y la tendencia de la excitación a cero. La parte infantil abarca la constitución del yo
a partir de la génesis de la sexualidad, pues se sospecha que es en este tiempo
cuando se presenta aquello que en el suicidio se repite y se pretende matar.

El lugar al que retorna el suicida es uno muy antiguo en el desarrollo de la


sexualidad del sujeto, por lo que, se podría suponer, en los niños implicaría
también una regresión. Aun así, el campo más próspero en el presente trabajo es
el suicidio en niños, tanto como adultos y adolescentes neuróticos. Una
investigación sobre el suicidio infantil, ya se había mencionado, amerita una
investigación con atención exclusiva a la infancia.

Trabajar con el suicidio es trabajar con la urgencia y la emergencia. Podría


decirse que siempre se trabaja con el tema en un nivel de prevención. En esto
también están de acuerdo Trucco y sus colaboradores (2017) argumento con el
que abren su tema “el enigma entre eros y tánatos. Consideraciones freudianas
acerca del suicidio”. Lamentablemente, hay un nivel más que aunque es reducible
es bastante posible, cuando el suicidio ya ha sido consumado. Para definir el nivel
de intervención se ha integrado el término ‘en riesgo’; indica un estado en que el
peligro de suicidio ya es bastante fuerte y la intervención clínica ya es imperativa.

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Se podría reunir estas características bajo el núcleo: ‘El riesgo de suicidio
melancólico’. El adjetivo ‘melancólico’ ya coloca a la investigación en el campo de
la neurosis.

Un término que se ha utilizado desde el principio es ‘el odio de aniquilación’


como una manera de aludir a la pulsión de muerte. Pero no a una pulsión de
muerte cualquiera sino una radicalizada hasta el punto de la destrucción.
Regresiva, letal. Con la frase ‘volcado hacia el yo’ se pretende referir a otro
término inseparable para este trabajo: el narcisismo.

El recorrido conceptual de este trabajo se puede resumir en la siguiente


expresión: ‘El odio de aniquilación volcado hacia el yo’, y, se le puede sumar ‘en el
riesgo de suicidio melancólico’. De modo que se obtiene el sujeto de una oración
bien complementado ‘El odio de aniquilación volcado hacia el yo en el riesgo de
suicidio melancólico’. A este sujeto le falta su predicado.

Este predicado sería, si hablamos en términos comunes de investigación, lo


que se pretende ‘medir’. Para el caso, más psicoanalítico, sería mejor ‘lo que se
pretende explorar’. Para este ‘predicado’, se han explorado varias aristas a lo largo
de estas lecturas, pero hasta ahora las más trascendentes son dos: La primera es
la pregunta por la satisfacción de la pulsión de muerte durante el riesgo del
suicidio en la melancolía; la segunda, el lugar, es la pregunta por el punto
originario al que vuelve el suicida. Estos planteamientos han sido trabajados aquí
con Laplanche (2011) con los esquemas de la agresividad y el sadomasoquismo y
la discusión con respecto a la reducción de la excitación sexual por la pulsión de
muerte.

La característica del neurótico, que pretende el presente trabajo ligar con el


fenómeno del suicidio, es el descubrimiento, que se ha calificado hasta ahora
como insatisfactorio, desagradable y doloroso, de la investigación sexual infantil
que evoluciona en un autoconcepto pobre del sujeto. ¿Qué papel toma este
descubrimiento en la gestación del suicidio?

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6.1. Marco referencial

6.1.1. Suicidio:

En 1969 la Organización Mundial de la Salud definió el acto suicida como:


“Todo hecho por el cual el individuo se causa a sí mismo una lesión, cualquiera
que sea el grado, con intensión letal” (Clemente y González, 1997, en Juárez
Dávalos, 2010).

En la presente investigación el suicidio se entiende como una descarga


pulsional. Es decir, una vía por la cual la excitación, que produce tensión, se
reduce. En el caso de la neurosis, el suicidio está fuertemente ligado a la
melancolía, en donde se vive una deficiencia por el amor a sí mismo,
característica del narcisismo (Freud, 1915a).

El vínculo del suicidio con el narcisismo que pretende encontrar esta


investigación se supone que se encuentra en esa tensión en su forma originaria;
en la forma en que el cuerpo se excita por primera vez y como respuesta pretende
reducir estos niveles al mínimo.

6.2. Marco teórico:

6.2.1. Melancolía:

La neurosis se caracteriza principalmente por un sentimiento de culpa


pronunciado y del cual, quien lo padece, no encuentra razones lógicas para tal.
Esta condición produce en la persona angustia, inhibiciones y síntomas que
perturban el andar diario del paciente neurótico (Freud, 1926). Es común encontrar
en los pacientes con este cuadro sentimientos, pensamientos y conductas nuevos
y perturbadores que aparecen junto con el sentimiento de culpa; o bien, aquellos

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ya bien establecidos que desaparecen ante su presencia. Esto aunado a la
incapacidad de soportar sentimientos inevitables de la vida.

Laplanche y Pontalis (1996) lo definen de la siguiente manera: “Afección


psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que
tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el
deseo y la defensa”.

En esta investigación se atiende al suicidio desde el abordaje de la


neurosis, es decir, como consecuencia del cuadro melancólico.

Freud (1915a) distingue en ‘Duelo y Melancolía’ tres premisas de la


melancolía:

1. La pérdida del objeto.


2. La ambivalencia hacia el objeto.
3. Regresión de la libido al yo.

Las primeras dos se encuentran presentes también en el duelo, la que es


característica de la melancolía es la tercera. Para que el duelo se transforme en
melancolía, sólo hace falta la regresión de la libido al yo.

Esta tercera característica, que es también la única que difiere con las
características del duelo, es uno de los componentes principales del riesgo del
suicidio. Entendido que en el suicidio a lo que se busca aniquilar es un objeto, en
términos de psicoanálisis, el sujeto se ha confundido con el objeto mismo, y busca
aniquilarlo al aniquilarse a sí.

En la melancolía, la pérdida del objeto es inconsciente. Esta aseveración


afirma dos cosas: La primera es que en el duelo, a diferencia de la melancolía, la
prueba de realidad registra una pérdida. El doliente puede señalar con facilidad
qué fue lo que se perdió, pero no lo que perdió de sí junto con él. En el caso de la
melancolía, la pérdida del objeto no es registrada por la prueba de realidad. Lo
que se perdió formaba parte del mismo sujeto.

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Esta es la característica que destaca de la melancolía: No hay una pérdida
que se pueda señalar en la realidad objetiva, lo que implica una situación social en
el melancólico: Para los demás no hay lugar en la percepción de su pérdida, ni
siquiera para él mismo. Pero no es el efecto social lo que interesa para esta
investigación sino su relación con el objeto y su sí-mismo, que es lo que lleva a la
conducta suicida.

¿Qué es ese objeto? Se trata de aquel que ha podido cumplir con las
expectativas hacia sus primeros objetos y fuentes de amor. Realmente son
innumerables los objetos que sustituyen a los primeros; pero es la huella con éstos
la que define la economía libidinal con aquellos. Pero esto no conduce a los
primeros objetos de amor, sino a lo que ellos dejaron incrustado en el sujeto
mediante la economía del placer que se hace efectiva en el complejo de Edipo en
articulación con el complejo de castración: El narcisismo. La melancolía se trata de
una afrenta al narcisismo, le cuestiona, le pone en duda, le hace temblar.

6.2.2. Narcisismo:

Freud (1915a) dibuja el “momento” en que el odio por el objeto se vuelca


hacia el yo: “El objeto ya no existe más; y el yo, preguntado, por así decir, si quiere
compartir ese destino, se deja llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que
le da el estar con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado”. Así, supone
entonces, es como el sujeto pretende aniquilarse, habiéndose confundido,
mezclado, con el objeto.

Hay una bifurcación de caminos conforme a la investigación del suicidio y


se puede tomar en cuanto a los dos tipos de elección de objeto que enuncia Freud
(1914) en la introducción al narcisismo: La elección de objeto de tipo anaclítico y la
elección de objeto del tipo narcisista. Sobre el primero escribe:

“Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vivenciadas a


remolque de las funciones vitales que sirven a la autoconservación. Las
pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de las

21
pulsiones yoicas, y sólo más tarde, se independizan de ellas; ahora bien,
ese apuntalamiento sigue mostrándose en el hecho de que las personas
encargadas de la nutrición, el cuidado y la protección del niño devienen de
los primeros objetos sexuales: son, sobre todo, la madre o su sustituto.
Junto a este tipo y a esta fuente de elección de objeto, que puede llamarse
tipo de apuntalamiento”.

En contraste, la elección de objeto del tipo narcisista no sería una elección


en base a los primeros cuidadores, sino a sí mismo, a este tipo de apuntalamiento
adjudica Freud (1914) en la ‘introducción al narcisismo’ ciertas características que
llama narcisistas:

“Hemos descubierto que ciertas personas, señaladamente aquellas cuyo


desarrollo libidinal experimente una perturbación (como es el caso de los
perversos y homosexuales), no eligen su posterior objeto de amor según el
modelo de la madre, sino según el de su propia persona. Manifiestamente
se buscan a sí mismos como un objeto de amor, exhiben el tipo de elección
de objeto que ha de llamarse narcisista”.

La revisión de estos dos tipos de elección de objeto es necesaria para


abordar el problema del suicidio, en el que el objeto, ahora no de amor sino de
agresión, no es el objeto en sí sino el mismo sujeto.

Siguiendo el texto, Freud (1914) realiza una síntesis de la elección de


objeto en un breve listado:

“Un sucinto panorama de los caminos para la elección de objeto nos


sugeriría estas observaciones indicativas: se ama

1. Según el tipo narcisista:


a. A lo que uno mismo es (a sí mismo).
b. A lo que uno mismo fue.
c. A lo que uno querría ser.
d. A la persona que fue parte del sí mismo propio.
2. Según el tipo de apuntalamiento

22
a. A la mujer nutricia, y
b. Al hombre protector

y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno


de esos caminos”.

¿Es posible ensayar un listado con el verbo contrario, que empiece con ‘Se
odia’? En todo caso, este listado, más una revisión sobre el tipo de apuntalamiento
podrían ser de ayuda al momento de investigar sobre el suicidio en el nivel clínico.

En la introducción al narcisismo lo siguiente refiere Freud (1914) sobre el


narcisismo primario. Durante la infancia, el niño es receptor de la energía libidinal
que le brindan los adultos que le rodean, sobre todo aquellos que le cuidan, nutren
y protegen. Esto le brinda seguridad y soporte al yo. De aquí la necesidad de los
niños de que sus logros sean reconocidos, por pequeños que éstos parezcan
según su edad. Más adelante, es el niño mismo el que demanda ese
reconocimiento por parte de los adultos, por esto buscan ser protagonistas en la
atención de ellos. El destino libidinal dependerá de este primer comercio.

El adulto tiene que ceder la parte del amor a sí mismo para brindar los
soportes necesarios al yo de un infante. Por ejemplo, aquellos adultos capaces de
reconocer los logros de un niño en comparación a aquellos que consideran que
éstos no merecen reconocimientos por no alcanzar sus criterios adultos. Esto que
hace el adulto con el niño, los padres con sus hijos, es el narcisismo secundario
en Freud (1914) y se empieza a desarrollar en la interacción con los objetos.

En la tercera sección de la introducción al narcisismo, Freud (1914) aborda


los conceptos del yo ideal y del ideal del yo en el complejo de castración. Cabe
recordar que la libido dirigida hacia el yo, si la expresión es lícita, la libido
narcisista, es de intensa fuerza homosexual. Se funda, pues, en tenerse a uno
mismo como objeto de satisfacción sexual, por tanto, también al mismo sexo y al
mismo género.

Escribe Freud (1914) sobre el yo ideal: “El narcisismo aparece desplazado


a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en la posesión de todas

23
las perfecciones valiosas”. Explica que en el amor que recibe el yo durante su
infancia, consolida, mediante la represión, ese yo ideal que alza la expectativa del
amor que el yo se supone debe recibir. En palabras de Freud (1914) “(…) sobre
este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo
real”. En el mismo párrafo introduce al ideal del yo:

“No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo


mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su
desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la
nueva forma del ideal del yo”:

El ideal del yo suele confundirse con la sublimación de la pulsión, pero


Freud establece la siguiente diferencia: “(…) puesto que la sublimación describe
algo que sucede con la pulsión y la idealización algo que sucede con el objeto, es
preciso distinguirlos en el plano conceptual”.

Si bien la idealización de los objetos precede una enorme desazón por la


ruptura de ésta, ¿qué pasa cuando se trata a sí mismo como un objeto? ¿Se
puede idealizar a uno mismo de esta manera? ¿Qué sucede cuando esta
idealización se quiebra? Estas preguntas animan a pensar sobre la posibilidad de
que el suicidio en la melancolía tiene que ver con una idealización, tanto positiva
como negativa.

Hay dos pasajes a considerar en el problema del suicidio con relación a la


idealización que expone Freud (1914) en este texto. El primero: “El yo se
empobrece en favor de estas investiduras, así como del ideal del yo, y vuelve a
enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal”. El
segundo: “(…) se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el
ideal”.

La primera resulta ser una útil brújula en función de saber qué es lo que
empobrece al yo, y si lo puede empobrecer al grado de desearse muerte. La
segunda introduce, desde Freud, el tema de la falta.

24
Freud (1914) comienza a fijarse en el tema del narcisismo al tratar y leer
casos en que los pacientes podían situar al yo como un objeto más de erotización,
como si de un objeto externo se tratara. Esto le llevó a apreciar esta cualidad
como constituyente de todos los seres humanos. También, con el texto de la
‘Introducción al narcisismo’, responde a las propuestas de Jung y Adler; la libido
no sexual y la protesta masculina, respectivamente. Fueron calificadas por Freud
como insuficientes y pobremente argumentadas.

Laplanche y Pontalis (1996) al respecto indican:

“Si deseamos conservar la distinción entre un estado en el que las


pulsiones sexuales se satisfacen en forma anárquica, independientemente
unas de otras, y el narcisismo, en el cual es el yo en su totalidad lo que se
toma como objeto de amor, nos vemos inducidos a hacer coincidir el
predominio del narcisismo infantil con los momentos formadores del yo”

Esta noción del narcisismo es importante para esta investigación, indica,


pues, el punto en que coinciden las satisfacciones sexuales con la constitución del
yo. Tiempo mismo, en el que se supone en el presente trabajo, se refiere
Laplanche (2011), cuando habla del masoquismo reflexivo.

6.2.3. Pulsión:

Freud (1915b) advierte en el texto “Pulsiones y destinos de pulsión”: “Será


mejor que llamemos “necesidad” al estímulo pulsional; lo que cancela esta
necesidad es la “satisfacción””. Esto lo afirma desde que sostiene que la pulsión
viene desde el interior biológico del organismo, y que el estímulo pulsional, como
lo llama, corresponde a una función de autoconservación. Como es bien sabido,
Freud se refiere a la nutrición, cuidado y protección del bebé brindado por sus
padres, los adultos que cuidan de él o sus sustitutos.

Naturalmente, se formula la pregunta: ¿Qué se satisface en el suicidio


melancólico? ¿Qué logra la pulsión de muerte en la aniquilación del yo? ¿Cuál es
su demanda inicial? Estas preguntas se contestarán en relación con la excitación
25
del organismo y la tendencia de reducirla; este tema se expone por primera vez en
“Más allá del principio del placer” (Freud 1920) y lo retoma Laplanche (2011) en
“Vida y muerte en psicoanálisis”.

Siguiendo con el texto; Freud (1915b) separa de una vez por todas el
concepto de pulsión de lo biológico con la propuesta de que la pulsión es un
concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático: “un representante psíquico de
los estímulos que provienen del interior del cuerpo”. James Strachey (1957, en
Freud, 1915b) menciona en una nota al respecto: “(…) el principio del placer es
una modificación del principio de Nirvana. Este último debe atribuirse a la ‘pulsión
de muerte’, y su modificación en principio de placer se debe a la influencia de ‘la
pulsión de vida [o libido]’”. Laplanche (2011) revisa posteriormente esta dinámica
de la libido en cuanto a la pulsión de vida y de muerte.

En ‘Pulsión y destinos de pulsión’, Freud (1915b) enuncia cuatro términos


en conexión con el concepto de pulsión: Esfuerzo, meta, objeto y fuente de
pulsión.

Esfuerzo: Factor motor, la suma de la fuerza o la medida de la exigencia del


trabajo que ella representa.

Meta: la satisfacción, que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de


estimulación en la fuente de la pulsión.

Objeto: de la pulsión, es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta.

Fuente de la pulsión: aquel proceso somático, interior a un órgano o a una


parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.

Con esta aportación se puede suponer, de manera muy burda que, en el


suicidio melancólico, el cometido del suicidio es la meta y el sujeto se ha tomado a
sí mismo como objeto al cual matar. Pero faltaría preguntar por el esfuerzo y la
fuente de la pulsión. Es posible que en base a estos términos se pudiera estudiar
la agresividad y la manera en que una persona decide suicidarse. Por ejemplo la
fuente de la pulsión pudiera hacer la diferencia entre cortarse las venas o cortarse
la yugular, o entre dispararse en la boca y dispararse en la sien. Mientras que el
26
esfuerzo de la pulsión tenga que ver con la diferencia entre dispararse un arma de
fuego, desangrarse o envenenarse. Si esta suposición es correcta, este campo es
fértil para toda una clasificación etiológica del suicidio. Pero en todos permanece
una constante: el esfuerzo, que en el presente trabajo se pretende ligar con ese
descubrimiento doloroso en la investigación sexual infantil.

Los posibles destinos de la pulsión serían, según Freud (1915b), el


trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión y la
sublimación. En cuanto a la vuelta hacia la persona propia, señala lo siguiente:
“(…) se nos hace más comprensible si pensamos que el masoquismo es sin duda
un sadismo vuelto hacia el yo propio, y la exhibición lleva incluido mirarse el
cuerpo propio”.

Aquí surge la pregunta de que si el suicidio tiene que ver, originalmente,


con un impulso sádico volcado hacia el yo. Quizás lo tiene, pero esa afirmación no
es tan sencilla de sostener, por más tentadora que parezca. A continuación se
enuncian algunas fases del proceso del masoquismo que orientan mejor esta
pregunta:

Primero, el sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de


poder dirigida a otra persona como objeto. Después, este objeto es resignado y
sustituido por la persona propia. Con la vuelta hacia la persona propia se ha
consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en pasiva. Por último,
se busca de nuevo como objeto a una persona ajena que, a consecuencia de la
mudanza sobrevenida en la meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto.

Antes de comenzar a relacionar este proceso con el suicidio, es


conveniente subrayar lo que escribe Freud (1915b) al respecto: “De la manía de
martirio se engendran automartirio, autocastigo, no masoquismo”. Más adelante
agrega: “El gozar del dolor sería, por tanto, una meta originalmente masoquista
pero que se lo puede devenir de la meta pulsional en quien es originalmente
sádico”.

27
¿El suicidio melancólico proviene de un origen sadomasoquista? Con las
aportaciones de “Pulsión y destinos de pulsión” se podría decir que está más
relacionado con las dimensiones amor-odio y vida-muerte, no el impulso de
lastimar, sino de matar. Queda determinar a este trabajo si esto implica un goce
sexual. Aunque de este tema se ocupa Laplanche (2011) en el capítulo 5 de “Vida
y muerte en psicoanálisis” titulado “Agresividad y sadomasoquismo”.

En el texto de ‘Pulsión y destinos de pulsión’ continúa Freud (1915b): “(…)


las sensaciones de dolor, como otras sensaciones de displacer, desbordan sobre
la excitación sexual y producen un estado displacentero en aras del cual pueda
consentirse aún el displacer del dolor”. Tras esta afirmación queda por averiguar:
¿Qué relación tiene la excitación sexual con el suicidio melancólico? ¿Está
relacionado con una sobre excitación o con una excitación pobre? El tema de la
excitación es algo que se trabaja hasta 1920 con “Más allá del principio del
placer”, de donde surgen distintas tendencias en cuanto a la excitación sexual, las
pulsiones de vida y de muerte, el principio de placer y el principio de realidad.

Siguiendo el texto, Freud (1915b) se adentra en el terreno de amor-odio de


la pulsión. Freud encuentra tres polaridades que, en general gobierna a la vida
anímica:

Sujeto (yo) – Objeto (mundo exterior).

Placer – Displacer.

Activo – Pasivo.

Por esto sostiene Freud (1915b) que el amor es susceptible a tres


posiciones; amar-odiar, amar – ser amado y amar/odiar – la indiferencia. En este
caso amar/odiar – la indiferencia corresponde a sujeto – objeto, amar – odiar
corresponde a placer – displacer, y amar – ser amado, corresponde a activo –
pasivo.

En las dimensiones amar – ser amado y activo – pasivo se encuentra esta


característica del narcisismo: ‘amarse a sí mismo’. Pero, entonces, ¿qué sucede
con el que se odia a sí mismo? ¿Se reconoce como algo displacentero según las
28
dimensiones amor – odio/placer – displacer? Esta última pregunta es bastante
tentadora de responderla afirmativamente, pero las siguientes alineaciones que
hace Freud (1915b) animan a pensar más ampliamente en ello:

Yo – Sujeto → Placer.

Mundo exterior – Objeto → Displacer (desde una indiferencia anterior)

El odio no proviene del amor, sino que el odio es la primera relación con el
objeto. Sobre esto, Freud (1915b) escribe:

“La indiferencia se subordina al odio, a la aversión, como un caso especial


después de haber emergido, al comienzo, como su precursora. Lo exterior,
el objeto, lo odiado, habrían sido idénticos al principio. Y si más tarde el
objeto se revela como fuente de placer, entonces es amado, pero también
incorporado al yo – placer purificado, el objeto coincide nuevamente con lo
ajeno y lo odiado”.

En la cita anterior se explica cómo es el proceso de un objeto de surgir de la


indiferencia, ser amado y caer en riesgo de ser odiado otra vez. Más adelante
sugiere que ese impulso de amor – odio mantiene o acorta la distancia entre el yo
y el objeto, dependiendo del caso. Quizás esto por un sentido de
autoconservación; así, todo aquello displacentero y posiblemente peligroso se
mantiene lejos de la persona.

Siguiendo con la lectura, escribe Freud (1915b) sobre el deseo de aniquilar


a partir del odio:

“A la inversa, cuando el objeto es fuente de sensaciones de displacer, una


tendencia se afana en aumentar la distancia entre él y el yo, en repetir la
relación a él el intento originario de huida frente al mundo exterior emisor de
estímulos; este odio puede después acrecentarse convirtiéndose en la
inclinación a agredir al objeto, con el propósito de aniquilarlo”.

Más adelante afirma “(…) que los genuinos modelos de la relación de odio
no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y

29
afirmarse” (Freud, 1915b). Entonces, el odio sí se puede rastrear hasta el
momento de la integración del yo en el que la dimensión placer – displacer
corresponde al sentido de la autoconservación.

Pero Freud (1915b) encuentra una etapa muy temprana en que amor y odio
son casi irreconocibles. Escribe:

“En la etapa que sigue, la de la organización sádico – anal, el intento de


alcanzar el objeto se presenta bajo la forma del esfuerzo de apoderamiento,
al que le es indiferente el daño o la aniquilación del objeto. Por su conducta
hacia el objeto, esta forma y etapa previa del amor es apenas
indiferenciable del odio. Sólo con el establecimiento de la organización
genital el amor deviene el opuesto del odio”.

A estas alturas, Freud (1915b) afirma que “El odio es, como relación con el
objeto, más antiguo que el amor”. Debido a esta antigüedad, se supone, es que en
ese momento de la organización sádico – anal se vuelve tan difusa la línea entre
amor y odio. Y también puede tratarse de una posibilidad más del suicidio
melancólico. ¿Es posible? Aunque el deseo de aniquilarse, siendo un objeto de
amor violento como el que describe Freud, parece más posible para un objeto
externo que para el sujeto, para él, el asesinato le resultaba más esperable que el
suicidio (Trucco et al., 2017). Esta descripción no corresponde con el melancólico
por no asimilarse en la característica deficiencia del amor a sí mismo, que se
intercambia por odio.

Freud (1915b) concluye el texto con la definición de las tres polaridades que
gobiernan la vida anímica.

1. Actividad – Pasividad. Biológica.


2. Yo – Mundo exterior. Real
3. Placer – Displacer. Económica.

Con lo aprendido en “Duelo y melancolía” (1915a). Es posible ensayar


algunas suposiciones sobre el melancólico con respecto a estas tres dimensiones.
Tanto en la forma activa como en la forma pasiva, el melancólico no ama ni se

30
siente amado. Odia. Odia a los demás objetos a través de sí mismo. Cuando se
pierde un objeto en el mundo exterior, éste se empobrece e inicia un duelo por el
objeto perdido. Mientras tanto, cuando el yo se empobrece se genera un odio que
se vuelca hacia él. Este odio tiene su base en la dimensión placer – displacer- El
melancólico odia debido al revivir una experiencia displacentera que inicio la
relación de odio con el objeto.

¿La excitación sexual puede tener una dinámica en el suicidio melancólico,


ya sea por déficit o por superávit? ¿Cómo se satisface el odio de aniquilación
volcado hacia el yo en el suicidio melancólico? Pistas de las respuestas de estas
preguntas aparecen en la lectura de “Más allá del principio del placer”, en el que,
para ofrecer una explicación lo más minuciosa posible, Freud (1920) elabora
términos nuevos que se usan hasta la actualidad en el psicoanálisis.

6.2.4. Masoquismo reflexivo:

Laplanche (2011) arranca el capítulo “Agresividad y sadomasoquismo” de


su obra “Vida y muerte en psicoanálisis” con una breve extracción de las
intenciones de Freud en su texto “Más allá del principio del placer”. Una de ellas
es la reafirmación del principio económico fundamental del psicoanálisis – la
tendencia al cero – y conceder una posición metapsicológica, en la teoría de las
pulsiones a los descubrimientos de la investigación psicoanalítica sobre la
agresividad y la destructividad. Al respecto, sintetiza lo postulado en el tema hasta
1920:

“La esencia está en la idea de que la agresividad se vuelve primeramente


contra el sujeto y permanece por así decirlo estancada en él, antes de ser
deflexionado al exterior; aquí se atiende al ‘sujeto’ en todos los niveles,
tanto el ser biológico más elemental, el protozoo o la célula, como el
individuo biológico multicelular y lógicamente, el individuo humano tomado
no sólo como individualidad biológica sino también como ‘vida psíquica’”.

31
Si esta agresividad que Laplanche (2011) refiere se vuelve hacia el propio
sujeto y después se desdobla al mundo exterior, cabe suponer, entonces, que la
melancolía es un estado regresivo. ¿Pero es el suicidio melancólico una descarga
sexual? Laplanche aporta bases para contestar esta pregunta. Pero para ello, es
necesario cubrir su revisión sobre el ‘sadomasoquismo sexual’; que es en realidad
un pleonasmo, mismo que decir, agresividad no sexual. Según el desarrollo de
este autor, para que una agresión sea sádica o masoquista, tiene que ser primero
sexual. El sadomasoquismo sería, entonces, el verdadero sentido de la “Trieb
(Pulsión)” freudiana.

Con esta dimensión de sexual – no sexual parece acomodar aquellas


manifestaciones de la agresión y la destructividad en un sentido del desarrollo de
excitación sexual. Pero falta otra dimensión por introducir; la dimensión actividad –
pasividad. En el desarrollo de esta dimensión, Laplanche ofrece valiosos
enunciados en los que se puede visualizar el ‘tiempo’ al que se regresa durante el
riesgo del suicidio melancólico.

Dice Laplanche (2011) sobre el apuntalamiento: “El apuntalamiento es por


lo tanto ese apoyo de la sexualidad naciente sobre actividades no sexuales, pero
el surgimiento efectivo de la sexualidad no está ahí todavía”. Este enunciado
marca dos tiempos de la agresión; el primero en que la agresión se apuntala a
actividades no sexuales y el segundo en que estas actividades no sexuales, ya
apuntaladas, producen placer sexual. Esto acerca a este trabajo al tiempo que
revisita el melancólico en riesgo de suicidio.

Pero no es ninguno de estos dos tiempos que se insinúan en el texto, sino


justamente en medio, en el momento reflexivo. Laplanche (2011) continúa: “El
momento constitutivo de la sexualidad es el momento reflexivo (selbst o auto – ),
el momento del retorno sobre sí mismo, ‘autoerotismo’, en el cual el objeto ha sido
reemplazado por una fantasía, por un objeto reflexionado en el sujeto”.

Esta puede ser la clave para entender cómo el odio de aniquilación del
suicida melancólico es originalmente dirigido a un objeto, y como es re –
flexionada (doblada hacia su origen) hacia el sujeto. Parece que en el fenómeno

32
del suicidio melancólico están en juego ‘la transformación en lo contrario’ y ‘el
retorno a la persona propia’, al igual que en el sadismo y el masoquismo, sobre
todo el ‘retorno’.

Hasta después de 1920 se comenzó a considerar que el primer tiempo es el


masoquista reflexivo, infligirse sufrimiento y destruirse. Esto según los
historiadores del pensamiento freudiano y el propio Freud (Laplanche, 1920).
Aunque más tarde se desarrollarían otros esquemas sobre el origen de la agresión
y la sexualidad naciente.

Hay un deslizamiento en el retorno sobre sí mismo que hay que tomar en


cuenta para entender el pasaje de lo no sexual a lo sexual, y es que “la actividad
que se repliega sobre el sujeto no sea la misma que aquella que estaba dirigida
hacia el exterior sino a una ‘derivada’ de esta” (Laplanche 2011). Esto también
incumbe a la investigación del suicidio melancólico y en general por aquello que es
regresado del objeto al suicida. Es con este fundamento que ese retorno da origen
a la actividad sexual. Si es así ¿podrá engendrar el deseo suicida?

En seguida continúa Laplanche (2011):

“Si pretendemos demostrar que la teoría freudiana del sadomasoquismo


concuerda con este esquema del apuntalamiento, tendremos que poner de
relieve que: 1) El primer tiempo activo, dirigido hacia el objeto exterior, es
designado por Freud como sádico sólo de manera impropia o por extensión,
puesto que se trata de un tiempo no sexual, o sea, hablando propiamente,
agresivo, destructivo. 2) La sexualidad no aparece sino en el momento del
retorno sobre sí mismo, es decir, con el masoquismo, de manera que en el
campo de la sexualidad el masoquismo ya es considerado como primario”:

¿Entonces, qué sucede en el fenómeno del suicidio melancólico? ¿Se trata


de una agresión o de un masoquismo? Más adelante en la lectura se encuentran
unos esquemas en que se pudieran despejar estas dudas. Primero Laplanche
(2011) aclara:

33
“Así, tanto cuando se habla de fantasía como cuando se habla de
sexualidad, el que está primero es el tiempo masoquista. La fantasía
masoquista es fundamental, mientras que la fantasía sádica implica la
identificación con el objeto que sufre; el goce sexual reside por lo tanto en la
posición sufriente”.

En el siguiente esquema que plantea Laplanche (2011), la heteroagresión


retorna al sujeto y se convierte en autoagresión, masoquismo en primeros
términos. Esa agresión, ahora masoquismo, se transforma en sadismo y retorna al
objeto:

Esquema 1.

Este esquema se realiza a partir de lo que Laplanche (2011) concluye del


texto de Freud ‘Metapsicología’, que “la pulsión sexual sadomasoquista, gozar del
dolor, tiene su origen en el tiempo masoquista, pero sobre la base del retorno de
una heteroagresividad originaria”. Dentro de este esquema habría de suponer el
escenario donde ocurre el suicidio del melancólico es en el tiempo B; la
autoagresión – masoquismo.

34
En el siguiente esquema (Laplanche 2011), parte de la heteroagresión, que
retorna hacia el sujeto, pero después es invertido en el masoquismo propiamente
dicho, es decir, sexual:

Esquema 2

Laplanche organiza este esquema con base en lo que encuentra en la obra


de Freud ‘Pulsión y destinos de pulsión’. Introduce un tipo intermedio que
denomina ‘masoquismo reflexivo’. Se distinguen ahora tres etapas sobre las
cuales amplía:

A:

35
““Una actividad de violencia, una manifestación de la potencia ejercida
contra la persona a la que se toma como objeto” (Freud 1915b en
Laplanche 2011) actividad que Freud denomina sadismo, pero no en la
cual, se nos aclara, la sexualidad entra el juego”.

B:

“El retorno sobre la propia persona: “De la voz activa, el verbo pasa, no a la
voz pasiva sino a la voz media reflexiva” (Freud, 1915b, en Laplanche, 2011). Se
trata del autotormento, que no constituye al verdadero masoquismo”.

C:

“EL masoquismo, pasivo, en el cual el fin activo se transforma en pasivo, lo


que implica la búsqueda de otra persona como ‘objeto’ [objeto de la pulsión,
pero sujeto de la acción]. La aparición del componente sexual se liga
precisamente, por apuntalamiento, con la reflexión o el retorno de la
agresividad como autoagresión, de manera que el surgimiento de la
sexualidad corresponde siempre al tiempo ‘auto’. Notemos, además, que en
este tiempo ‘auto’ se pierde el objeto, y no sólo se lo vuelve a encontrar en
el desdoblamiento fantaseado (en la etapa b) y después en la búsqueda de
la etapa c, en la cual interviene el trueque de los papeles activo y pasivo”.

Antes de elaborar sobre este esquema, es conveniente incluir un fragmento


de la nota que incluye al término de las tres etapas que expone. Escribe de la
diferencia entre lo medio y lo reflexivo desde la gramática (Laplanche, 2011):

“De este modo, la expresión ‘golpearse’ corresponde a la vez a la forma


media (cuando caminando en la oscuridad me golpeé contra la mesa) y a la
forma reflexiva (me golpeo la cabeza contra las paredes). La forma reflexiva
diferencia más nítidamente el sujeto y el objeto de la acción permitiendo
que se operen los cambios de posición en la fantasía. En la forma ‘media’,
los términos de la fantasía permanecen en una especie de estado de
coalescencia”:

36
De este esquema el tiempo que más ayuda en develar la satisfacción
pulsional (o el fracaso de ésta) en el suicidio melancólico es el tiempo B, el del
masoquismo reflexivo. En común con el riesgo suicida del melancólico tienen el
retorno de la agresión originaria (cabe recordar que no es una ‘agresión sexual’)
hacia el sujeto y la ausencia de un objeto que tome el rol activo.

También es prudente señalar la dirección: Una diagonal descendiente de


izquierda a derecha. Esta dirección supone dos dimensiones: arriba – abajo/activo
– pasivo; e izquierda – derecha/no sexual – sexual. Más adelante se profundiza en
esto, pero ahora se puede señalar que el masoquismo reflexivo (el tiempo B) está
justo en medio; entre lo activo y pasivo, entre lo no sexual y lo sexual. Tal parece
ser el mismo terreno del suicidio y la autoagresión en general.

Vale la pena detenerse en la nota sobre la distinción de medio y reflexivo


que hace Laplanche (2011) al terminar de explicar este esquema. Al parecer la
forma reflexiva aclara mejor que el sujeto termina siendo su propio objeto, lo que
en la forma media parece estar más difuso. Curiosamente, usa el verbo ‘golpear’
para ejemplificar la diferencia. Se puede ensayar un ejemplo con el verbo ‘matar’
para poder percibir el problema del suicidio con este enfoque:

Forma media: Me maté en la autopista.

Forma reflexiva: Me mato en mi cuarto.

Ambas indican la muerte del sujeto in la presencia necesaria de otra


persona o cosa que sea partícipe en la acción, pero la ausencia de un objeto y el
uso del sujeto como el objeto mismo son mucho más claros en la forma reflexiva.
En la forma media, se puede leer el suceso, e incluso, como un accidente, aun
cuando se intercambien los predicados de los enunciados de ejemplo. ¿Es posible
acomodar el suicidio neurótico en cualquiera de estas dos posiciones? En todo
caso, en apariencia, el tiempo que más se asimila al suicidio melancólico es el
tiempo reflexivo.

37
En el siguiente esquema ilustra el pasaje de activo a pasivo, pero esta vez
ubicándolo en el fenómeno del voyerismo, el placer de mirar y ser mirado
(Laplanche, 2011):

Esquema 3.

Sobre este esquema escribe Laplanche (2011): “En este caso no hay
inversión, sino que se trata de algo así como una posición originaria constituida
por el tiempo ‘autoerótico’”.

38
Aunque este esquema se dedique casi exclusivamente a la pulsión
correspondiente a la visión, puede ser muy útil para explorar una de las fantasías
más recurrentes en el melancólico: Las visiones sobre su propia muerte; generar
toda una película sobre lo que circunda este tipo de puesta en imagen. El apoyo
de este esquema en esta revisión implicaría que el protagonista en tales fantasías
no es el sujeto como suele mostrar el relato, sino un objeto externo que cambió de
lugares con el sujeto. Entonces, según este esquema, el suicidio implica desear
ver muerto a otro objeto, a otra ‘persona’. Al menos en la fantasía que involucre
una puesta en imagen, que se pueda mirar por el sujeto.

En el siguiente esquema, ahora parte de la forma reflexiva para de ahí


expandirse a la forma pasiva del masoquismo y a la forma activa del sadismo
(Laplanche, 2011):

Esquema 4.

Apunta Laplanche (2011): “Debe tenerse en cuenta que Freud contempla la


posibilidad de aplicar un esquema de esta naturaleza al caso del
sadomasoquismo, es decir, hacer derivar las formas activa y pasiva de una

39
posición reflexiva originaria”. Este nuevo planteamiento en el estudio del
sadomasoquismo parece contradecir a la importancia que le habían dado antes a
la heteroagresividad como su tiempo originario. Laplanche (2011) pregunta: “¿Qué
es lo primero, un estado anobjetal, cerrado en sí mismo, reflexivo, como parece
querer indicarlo este tipo de esquema, o por el contrario lo primero sería la
relación de objeto?”. Con el siguiente esquema interpreta que esta aparente
contradicción es una falsa controversia.

En este esquema Laplanche (2011) adjunta lo cubierto por los anteriores


esquemas sobre la agresividad y el sadomasoquismo:

Esquema 5.

Escribe sobre este esquema (Laplanche, 2011):

40
“Los esquemas 3 y 4, que hacen que todo se derive del estado reflexivo
originario, se sitúan totalmente en el plano de la sexualidad; en el problema
de la pulsión de ver, desde el tiempo ‘α’, reflexivo, se trata de ‘contemplar
órgano sexual’ o de ‘órgano sexual contemplado’… En cambio, las
secuencias que conducían de la forma activa a la forma reflexiva, y de esta,
ya sea una vez más a la actividad (esquema 1), ya a la pasividad (esquema
2), partiríamos de un tiempo primero que era, hablando estrictamente, no
sexual, ya que la sexualidad sólo aparecía en el segundo tiempo. También
es posible expresarse diciendo que el pasaje de A a B se sitúa en la
génesis de la sexualidad mientras que las transformaciones ulteriores, que
parten de B, representan destinos de la sexualidad”.

Con esta interpretación de Laplanche (2011) sobre la lectura de Freud es


posible inclinarse sobre la siguiente afirmación: El suicidio melancólico implica una
regresión a la génesis de la sexualidad. Lo que motiva a tal afirmación es el eterno
conflicto entre el neurótico y su sexualidad.

¿Es en el nacimiento de la sexualidad donde sucede ese evento


displacentero de la infancia al que se refiere Freud en ‘Más allá del principio del
placer’? ¿Será así también que comienza la perturbación del amor propio del
melancólico? ¿Tiene el suicidio como origen un descubrimiento desagradable en
la investigación sexual infantil? Hasta ahora, con el desarrollo aquí llevado, es
posible suponer que un descubrimiento sexual de desagrado tal para el niño se
repita después en la forma del suicidio, pues tuvo su lugar al momento de la
génesis de la sexualidad.

El siguiente esquema toma como base el esquema 5 pero integrando el


plano de la autoconservación y el plano de la sexualidad. (Laplanche, 2011):

Esquema 6

41
En este esquema suma lo recorrido en todos los esquemas anteriores. Esta
vez, utiliza un modelo tridimensional que pone de relieve dos diferentes planos; el
de la autoconservación y el de la sexualidad. También traza una línea de
intersección del proceso de apuntalamiento (Laplanche, 2011).

¿En general, corresponde el plano de la sexualidad a la neurosis y el plano


de la autoconservación a la psicosis? Para responder esta pregunta se requiere
una amplia inmersión en el estudio de la psicosis, así como una diferenciación
correspondiente a las estructuras perversas, lo cual rebasa los límites de esta
investigación, que pretende enfocarse en el suicidio neurótico.

Siguiendo con la lectura, Laplanche (2011) revisa el texto de Freud de 1924


‘El problema económico del masoquismo’. Después del recorrido en los esquemas

42
de agresividad, la actividad – pasividad y el sadomasoquismo, se toma a ese
masoquismo como originario y lo piensa como un masoquismo erógeno. Para
cubrir ese desarrollo Laplanche cita un pasaje de la obra (Freud 1924 en
Laplanche 2011) y lo cierra con un comentario suyo entre corchetes:

““En ‘Una teoría sexual’ y en el capítulo dedicado a las fuentes de la


sexualidad infantil afirmé que la excitación sexual parece como acción
marginal en toda una serie de procesos internos en cuanto a la intensidad
de los mismos sobrepasa determinados límites cuantitativos. Puede incluso
decir que todo proceso en el organismo, que sea algo importante, aporta
algún componente a la excitación de la pulsión sexual. Si ello es así,
también el dolor y el displacer ha de tener tal consecuencia…” [Es esta
‘coexcitación libidinosa’ la que habrá de proporcionar el fundamento
fisiológico del masoquismo erógeno.]”.

Si se pretende continuar con la afirmación de que el suicidio melancólico


implica una regresión a la génesis de la sexualidad, es deber prestar singular
atención al desarrollo Laplanche con Freud sobre el masoquismo erógeno y el
fenómeno de la coexcitación.

Laplanche (2011) recuerda lo que Freud indica, que no se pueden encontrar


en lo práctico las pulsiones de muerte y de vida en un estado puro, sino que son
mezclas las que se pueden presenciar en la clínica. Una de estas mezclas es el
‘masoquismo erógeno originario’, el cual tiene su propio origen en el fenómeno de
la ‘coexcitación’.

En función de explorar con más comodidad el nuevo concepto del


masoquismo erógeno se citan a continuación dos pasajes. El primero de Freud
(1924 en Laplanche 2011) de su texto ‘El problema económico del masoquismo’:

“Otra parte [de la pulsión de muerte o destrucción] no es derivada al


exterior; permanece en el organismo, donde está fijada libidinosamente por la
coexcitación sexual; en ella hemos de ver el masoquismo erógeno originario”.

43
El segundo del propio Laplanche (2011) que escribe justo después de la
cita freudiana:

“Es indudable que la fecunda noción de apuntalamiento es poco a poco


reemplazada por la oposición más abstracta y más mecánica entre la unión
y la desunión (Mischung – Entmischung) o por el lugar común, demasiado
cómodo, de la ‘erotización’. Lo fundamental es, sin embargo, el hecho de
que su lugar permanece marcado en el mismo punto de destino pulsional:
en el tiempo en el cual la autoagresión se transforma, in situ, en
masoquismo reflexivo”.

Entre más se aproximan Freud y Laplanche a un punto cada vez más


originario e intermedio, el lugar al que regresa el melancólico en el riesgo de
suicidio se vuelve más misterioso. Tal parece que ese lugar (más propiamente
dicho, ese tiempo) es, a la misma vez, activo y pasivo; no sexual y sexual,
originario y conclusivo. Podrían corresponder estas tres dimensiones cada una a
un concepto que une cada par de adjetivos y colocarlos en cada polo del
respectivo continuo:

Activo – pasivo: Reflexivo.

No sexual – sexual: Erógeno.

Originario – conclusivo: Regresivo.

Este acomodo de tales dimensiones con tales conceptos será útil a todo lo
largo de este trabajo para ubicar en el suicidio melancólico el movimiento de la
libido; la pulsión sexual, de vida, y la pulsión del yo, de muerte, destructiva.

En cuanto a la satisfacción de la pulsión de muerte del melancólico


mediante el suicidio, se vuelve, tras estas concepciones, más difusa. Pero esto
abre un camino de apariencia próspera para este trabajo. Al menos en el
neurótico, parece surgir una depreciación por la propia persona a partir de un
descubrimiento desagradable en la investigación sexual infantil. Tal
descubrimiento es también, si se sigue lo planteado hasta ahora, el momento de la
génesis de la sexualidad misma y la fundación de la relación con el objeto. Este
44
objeto, aquel antiguo que participó en las primeras experiencias eróticas del niño
es aquel que el melancólico ha confundido por él mismo hasta reemplazarlo, y al
que pretende aniquilar originariamente.

Más adelante continúa Laplanche (2011) con la admisión de que la fantasía,


introyección de objetos, es conmoción y generadora de excitación autoerótica, sin
importar si el contenido de las fantasías sea agradable o desagradable. Añade
también que estas fantasías constituyen el primer dolor psíquico, y está muy
ligada al nacimiento de la pulsión sexual masoquista. Aunada a estas afirmaciones
esta nota:

“‘El sueño es realización de deseo’, ‘la alucinación es satisfacción’: Estas


tesis, fundamentales para el freudismo, desafían al parecer toda
comprobación experimental. Por todo lo demás, Freud se defiende no sin
dificultad contra la objeción que admite, por cierto, que el sueño expresa
una intención, un sentido, pero niega que ese sentido sea uniformemente el
de un deseo… Por qué no, en realidad, también la esperanza, el temor, la
resignación, el pesar, etc. Para justificar el a priori freudiano – más allá de
una verificación siempre sospechosa – es preciso admitir que la fantasía es
conmoción sexual”:

Es una crítica cabal la que se hace sobre el postulado de Freud sobre que
los sueños (y las fantasías) son la realización de un deseo no comprende los
sueños y fantasías que no son conscientemente agradables. Este es uno de los
motivos por los que Freud trabaja estas dudas en ‘Más allá del principio de placer’.
Las preguntas del presente trabajo, aunque no son con el objetivo de regresar a
esta discusión del psicoanálisis, pasan necesariamente por la revisión de este
tema y hasta se parecen un poco a aquellas: ¿Qué sucede, entonces, con las
fantasías e ideaciones suicidas? ¿Qué se satisface en ellas?

Laplanche (2011) resuelve en ello con la admisión de que la fantasía, en


general, es conmoción sexual. Es una oportuna palabra pues no denota una
definición polarizada como placer o displacer, sino como una ‘alteración violenta’

45
de las pulsiones sexuales. Desde este sentido se podría afirmar que el suicidio
neurótico es, en efecto, por una alteración de naturaleza sexual.

Siguiendo con la lectura, Laplanche (2011) recorre el artículo ‘Pegan a un


niño’ (Freud, 1919 en Laplanche, 2011) en función de trabajar el pasaje de lo
activo a lo pasivo con terminación en el objeto ajeno; el niño de la fantasía. Para
ello recuerda tres tiempos de la evolución de la fantasía de flagelación, tal como
Freud los describe en mujeres neuróticas, en su mayor parte obsesivas:

1. Mi padre pega al niño que yo odio.


2. Mi padre me pega.
3. Pegan a un niño.

Seguido, Laplanche (2011) observa un detalle entre la traducción francesa y


la obra en su original alemán. En francés se traduce como ‘On bat un infant
(pegan a un niño)’ mientras que en alemán es ‘Ein Kind wird geschlagen (Un niño
es pegado o golpeado). Laplanche hace esta distinción por su similaridad con el
pasaje de activo a pasivo de la fantasía.

“Hay una reversibilidad entre la forma activa y la forma pasiva” escribe


Laplanche (2011) y anota la siguiente fórmula:

“Alguien pegar niño = Niño pegado por alguien”.

Esto impulsa la pregunta: ¿Hay una reversibilidad similar en el suicidio? Se


puede ensayar este escrito con otro verbo más ilustrativo para este tema:

Alguien mata = Alguien es ‘matado’/asesinado.

Faltaría aquí un tercer tiempo, evidentemente, que sería ‘yo me mato’. Pero
lo que es más seguro es la transición del ‘alguien mata’ (heteroagresividad) al
‘alguien es ‘matado’/asesinado’ (forma reflexiva).

Seguido indica Laplanche (2011):

“Los dos primeros tiempos, a diferencia del tercero, deben ser descubiertos
en el curso del trabajo analítico. Pero aquí aparece una diferencia nueva y

46
fundamental entre los tiempos 1 y 2: el tiempo 1 puede ser rememorado en
el curso del análisis; el tiempo 2, en cambio, debe ser reconstruido”.

Laplanche encuentra en Freud, sobre esto, que la fase dos, a pesar de ser
la más importante y decisiva, no es jamás recordada ni tiene acceso nunca a la
consciencia. Aun así, no por ello deja de constituir una necesidad.

Si se traspone lo dicho por Freud y por Laplanche con lo elaborado párrafos


atrás, habría también un tiempo en la ideación y fantasía suicidas que no tienen,
realmente, lugar en la consciencia y, aun así, constituye una necesidad
importante. Si se vuelven a ensayar los tres tiempos anunciados en ‘Pegan a un
niño’ en el contexto de este trabajo quedarían de la siguiente manera:

1. Mi padre mata a quien yo odio.


2. Mi padre me mata
3. Matan a alguien (yo)

En este burdo ensayo se tendría supuesto que el tiempo que no tiene


acceso a la consciencia sigue siendo el segundo: ‘Mi padre me mata’. ¿Es posible
que en estas voces haya también una reversibilidad del tipo ‘Yo mato a mi padre’?
Sería, entonces, un enunciado bastante afín a los tiempos del complejo de Edipo.

Laplanche (2011) recuerda su esquema de la génesis de la pulsión


sadomasoquista:

47
En seguida inscribe en él los enunciados freudianos y queda de la siguiente
forma:

Según estos planteamientos de Laplanche (2011) y usando los ensayos


elaborados aquí; el suicidio se encuentra en el segundo tiempo ‘Mi padre me mata’

48
o ‘Mi padre me pega’, que es un tiempo medio, que pasaría a ser el reflexivo ‘Me
mato’ o ‘Me pego’.

¿Es el suicidio originado por una ‘mala’ primera excitación sexual? ¿Una
excitación dolorosa, aversiva, pobre? ¿Una excitación de estas características
marca el camino del resto de las excitaciones sexuales en el devenir que le orilla
al sujeto a la neurosis y posteriormente a la melancolía (y eventualmente al
suicidio)?

Sobre estos planteamientos y suposiciones es necesario no perder lo que


dice Laplanche (2011) al respecto de lo reprimido: “Lo reprimido no es el recuerdo
sino la fantasía que de él deriva o que está en su base: En este caso, la fantasía
de ser pegado por el padre y no la escena real en que habría pegado a otro niño”.

Que, para el caso de este tema, sería algo por demás obvio, pues aunque
nunca es seguro que un paciente haya sido golpeado por su padre en la infancia,
lo es que no lo haya matado, pues está sentado frente al clínico. Pero no es tan
obvio preguntar: ¿Qué murió en la fantasía?

Laplanche (2011) aclara:

“Lo que ocurre es que, ya lo hemos subrayado, el proceso de retorno no


debe considerarse solamente al nivel del contenido de la fantasía sino en el
movimiento mismo de la producción de la fantasía (…). Fantasear la
agresión es volverla hacia uno mismo, agredirse: tiempo del autoerotismo
en el que se confirma el lazo indisoluble entre la fantasía como tal, la
sexualidad, y el inconsciente”.

Este pasaje apoya la idea de que el problema en el suicidio melancólico es,


realmente, la ‘dirección’ de la pulsión de muerte hacia el propio sujeto y no tanto si
concluirá en su satisfacción o no. También se le da más importancia al tiempo
reflexivo como tiempo fundamental de la génesis de la sexualidad y un
descubrimiento, para este tema, desagradable de la investigación sexual infantil,
siendo este el posible origen de la neurosis, en general la neurosis obsesiva.

49
Cabe mencionar: El suicidio supone el tiempo reflexivo que está entre la
forma activa y la forma pasiva. Por lo que implica necesariamente una regresión a
la sexualidad.

En el capítulo seis de “Vida y muerte en psicoanálisis” (Laplanche, 2011) se


tratan cuestiones que rondan, en el contexto de esta investigación, alrededor de si
el suicidio, como descarga pulsional, produce satisfacción o no. Este capítulo trata,
de hecho, de cuánto se reduce la excitación por la pulsión de muerte. Para ellos,
Laplanche (2011) revisa los postulados de Freud en torno a la pulsión de muerte,
el principio del placer y el llamado principio de Nirvana.

Laplanche (2011) abre este segmento y elabora sobre el texto de Freud ‘El
problema económico del masoquismo’:

“Lo fundamental del texto está consagrado a desarrollos y puntualizaciones


apasionantes: la descripción y análisis de las diferentes formas clínicas en
que el masoquismo se presenta en la experiencia analítica. Pero sólo las
primeras páginas del texto están dedicadas a las dificultades y
contradicciones inherentes a la noción misma del masoquismo. Además, la
‘solución’ que se propone apela exclusivamente a un esclarecimiento
conceptual, que tiene como punto de apoyo. La diferencia entre la pulsión
de vida y la pulsión de muerte y les atribuye distintos principios de
funcionamiento: principio del placer y principio del Nirvana. De esta manera
el ‘problema económico’ o sea la paradoja esencial del masoquismo, es
evacuado rápidamente, remitido al nivel de la oposición principal de ‘amor’ y
‘discordia’”.

No sin antes recordar que “la coexistencia, de un mismo individuo, de un


placer y un displacer vinculados entre sí pero atribuibles a dos ‘lugares’ diferentes,
es uno de los descubrimientos más grandes del psicoanálisis”, Laplanche (2011)
indica las principales paradojas del masoquismo:

La primera:

50
“El masoquista no gozará sino en virtud de su identificación fantaseada con
el polo activo de la escena”.

La segunda:

“El sujeto no es masoquista sino en cuanto goza en el mismo lugar en que


sufre, y no si sufre aquí para gozar allá, en función de una aritmética o
álgebra de los placeres. Lo cual puede asimismo formularse como sigue: El
sujeto sufre para gozar y no sólo para poder gozar (para pagar el tributo del
goce)”.

Con respecto al hilo de esta investigación, el suicidio sería ubicado en este


segundo postulado. ¿Se podría decir que el melancólico también goza donde
sufre? SI tal es así, habría que señalar que el goce se encuentra en el esfuerzo de
la pulsión y no en la meta, como visto en ‘Pulsión y destinos de pulsión’ (Freud,
1915b). Del mismo modo, alcanza a suponer, el masoquista goza más del hecho
de que alguien le lastime que el mero hecho de ser lastimado.

Prosigue Laplanche (2011) con una afirmación que puede llegar a ser
confusa en un principio: la idea de que, por una cómoda asignación, ‘+’ = ‘-‘ . Pero
esta aseveración sólo sería posible, continúa, si ese ‘+’ no es un ‘+’ absoluto ni
ese ‘-‘ un ‘-‘ absoluto, pues siempre nos encontramos en la práctica con mezclas,
con puntos medios. Por lo que es posible que ese ‘-‘ ni siquiera se el absoluto de
‘+’ que tiene frente a sí.

Escribe Laplanche (2011) sobre los destinos de estos dos polos:

“En el polo ‘-‘, primeramente, la noción de sufrimiento, lo que es más


interesante todavía, el fenómeno del dolor – como violentamiento del límite
y como afluencia de energía no ligada – viene a reemplazar a la noción de
displacer. (…) en el polo ‘+’ el placer parece dividirse en dos direcciones:
por un lado el goce, en el sentido a la vez de un placer desenfrenado, y por
el otro la satisfacción que se sitúa en el orden del alivio de las tensiones
vitales”.

51
Es esperable que, en el suicidio, como cualquier movimiento pulsional, se
encuentran presentes `placer y displacer en tanto la excitación suba (displacer) y
vuelva a reducirse (placer) mediante una descarga de energía, una descarga
pulsional.

Así como Laplanche (2011) concretó que el masoquista goza en donde


sufre, queda a este trabajo determinar de qué goza el melancólico en el suicidio,
con el supuesto de que aquello sea la repetición de esa decepción en la
investigación sexual infantil. Por lo pronto se puede afirmar que, si bien la pulsión
de muerte busca reducir la excitación, Eros, la pulsión de vida, procura tanto por la
concupiscencia como para reducirla después de haberse elevado.

Continúa Laplanche (2011) ejemplificando una diferencia entre los destinos


‘+’ y ‘-‘. La satisfacción pulsional tiene que ver, por ejemplo, con lo que Freud
llamaba placer de órgano, en cambio el goce, se situaría en el lado de la
constancia y de la homeostasis. Ilustra esta oposición con la siguiente fórmula:

Satisfacción/placer ~ placer/goce.

No sin recordar a los lectores que se trata del indicio de un proceso de


metaforización y no de una reducción en virtud de una convención terminológica.

Ahora que se ha integrado también la dinámica del placer en lo


displacentero mismo es necesario que sea junto con el concepto de pulsión de
vida. ¿Será que el auténtico riesgo del suicidio melancólico reside en la pulsión de
vida y no en la pulsión de muerte? En el sentido que, como se ha planteado, la
pulsión de vida corresponde tanto a la concupiscencia como al aumento de
excitación… ¿Es posible que la excitación que tanto atormenta al melancólico sea
por su causa y en consecuencia brota tan terrible deseo de morir?

Teniendo en cuenta una de las bases de la neurosis y de la mayoría de su


sufrimiento; un resultado insatisfactorio (¿o sería mejor decir displacentero o
doloroso?) en la investigación sexual infantil, es posible comenzar a contemplar la
idea de que tal resultado sería el punto de partida de un melancólico en potencia,

52
pero aún no es posible asegurar si lo sería de un riesgo de considerar el suicidio.
Aunque es muy probable por lo que integra el yo de dicho evento.

A continuación, Laplanche (2011) interpreta y replantea las tesis freudianas


que se han revisado hasta ahora y enlista sus resultados.

Primera: la diferencia entre dos niveles: la serie o escala cuantitativa placer


(funcional) – displacer (funcional) y en el nivel de la concupiscencia o goce. Y
segunda, en el segundo nivel se sitúa la tesis del masoquismo primario. Presenta
la siguiente fórmula:

“Concupiscencia y/o goce del dolor”

Continúa Laplanche (2011)

“Ella (la concupiscencia) es estrechamente correlativa con la noción de


fantasía como cuerpo extraño interno, y de la pulsión como ataque interno,
de manera que la paradoja del masoquismo, no sólo debería quedar
circunscripta a una ‘perversión’ particular, sino que, ligada como está a la
naturaleza esencialmente traumática de la sexualidad humana, merecería
ser generalizada”.

La tercera: Freud escribió en ‘El problema económico del masoquismo’: “El


sujeto goza con la excitación” (Freud 1924 en Laplanche 2011). Desde la fórmula
‘concupiscencia y/o goce’ los términos están dados a la vez de conjunción y
disyunción.

A propósito de esto, Laplanche (2011) interpreta:

““Gozar con la excitación”; esta expresión sitúa a Freud dentro de la línea


que lo sobrepasa, aquella que afirma “el hombre prefiere la caza a la
presa”. ¿Habría acaso que decir, sencillamente, que la casa lleva también
en sí misma a la fantasía de la presa? Empero, esta proposición sería trivial
e insuficiente si no se concibiera que la fantasía ya no es la misma, no es
simple reflejo o imagen de la presa sino que es derivada de ella en virtud de

53
una compleja serie de desplazamientos. Tal sería en términos más
generales, la relación entre la concupiscencia y la ‘satisfacción’”.

Hasta aquí es posible formular algunas preguntas en relación con estos


resultados. ¿Es el suicidio análogo a la presa y la melancolía análoga a la
cacería? ¿El suicidio, o al menos su fin imaginado, se deriva de aquel objeto que
se pretende matar? Una de las resoluciones más contundentes para esta
investigación es la siguiente: El melancólico no se satisface de su suicidio, sino
que goza de su trayecto hacia él. Esto es si se sostiene la fórmula ‘concupiscencia
y/o goce del dolor’ que propone el autor (Laplanche, 2011).

Laplanche (2011) introduce una conclusión sobre ‘Más allá del principio de
placer’ acerca de lo resultante del debate de biología que conlleva:

“Todo ser viviente aspira a la muerte en razón de su tendencia interna más


fundamental, y la diversidad de la vida, tal como nosotros la observamos en
sus formas múltiples, jamás hace otra cosa que reproducir una serie de
avatares fijados en el curso de la evolución, desvíos adventicios provocados
por tal o cual traumatismo, por tal o cual obstáculo suplementario: El
organismo no solo quiere morir, sino ‘morir a su manera’”.

Aquí es donde Laplanche empieza a introducir la noción de la muerte como


una pulsión interna dentro del trabajo de Freud, como un ‘instinto’. Esta noción no
abarca sólo a los neuróticos sino a la humanidad en general, incluso a otros
organismos pluricelulares y unicelulares. Pero introducir este concepto implica
también trabajar con la pulsión tal vez más aceptada como motor de la vida: Eros.

Sobre tal escribe lo siguiente (Laplanche, 2011):

“Eros amalgama, tiende a formar unidades cada vez más ricas y más
complejas, en un principio en el plano biológico, más tarde en el plano
psicológico y social; a la inversa, en suma, del principio de entropía
energética – que ha podido compararse no sin verosimilitud a la pulsión de
muerte –. Eros tiende a mantener y a elevar el nivel energético de aquellas
configuraciones de las que forma la íntima ligazón”.

54
El concepto de entropía energética se usa para referirse a la magnitud
termodinámica que permite calcular la parte de la energía calorífica que no puede
utilizarse para un trabajo si el proceso es reversible. Por eso la comparación con la
pulsión de muerte, en el sentido que trabaja con un superávit de excitación sexual.
Bajo esta lógica hay un elemento más a suponer y estudiar en función del suicidio;
el superávit de excitación sexual.

Se supone, entonces, que el motivo de suicidarse radica en una


sobreexcitación calcada del relieve de un primer descubrimiento sexual de la
infancia que ahora es posible suponer como doloroso en lugar de displacentero –
por la condición de acumular excitación, no de reducirla –. ¿Es posible que esta
excitación tenga que ver más con la pulsión de vida que con la de muerte en el
escenario del suicidio melancólico?

La dialéctica, o como dice Laplanche (2011) “la lucha encarnizada de estas


dos fuerzas primordiales”, da como resultado que una parte de la destructividad
originaria se vuelta hacia el mundo exterior, dando nacimiento a la manifestación
que se le observan en los fenómenos: la agresividad. Si se sigue la línea que
había trazado el autor, se entiende esta agresividad como no sexual, pues no ha
pasado aún por el tiempo reflexivo del masoquismo donde nace propiamente la
sexualidad y evoluciona en el sadismo y el masoquismo, propiamente dichos.

Continúa Laplanche (2011) en cuanto a la supremacía de la autoagresión:

“De este modo, volviendo a la cuestión ya discutida en ‘las pulsiones y sus


destinos’, se afirma aquí la supremacía de la autoagresión con respecto de
la heteroagresión, autoagresión que a su vez no es sino la consecuencia de
la primacía absoluta en el individuo, de la tendencia al cero considerado
como la forma más radical del principio del placer”.

¿Estas palabras implican que el suicidio (y quizás toda autoagresión) es


fundado en el nacimiento de la sexualidad del sujeto? Para responder esa
pregunta habría que considerar si en tal nacimiento la tendencia al cero tuvo su

55
supremacía absoluta en aquel entonces, es decir, si el principio de placer se
encuentra en su forma más radical.

El problema de la pulsión de muerte es complejo porque lo que se sitúa


como primario en el interior del individuo reúne tendencias difícilmente
conciliables: El principio de Nirvana, tendencia a la muerte, autoagresión,
búsqueda del sufrimiento o placer. Al respecto Laplanche (2011) dice lo siguiente:

“Desde un punto de vista económico, la principal contradicción consiste en


atribuir a una misma y única ‘pulsión’ la tendencia a la supresión radical de
toda tensión, forma suprema del principio de placer, y la búsqueda
masoquista del displacer que, con toda lógica, sólo puede interpretarse
como aumento de tensión”.

Si se resuelve este problema económico del sistema de placer y excitación


impulsados por la misma fuerza, se ilustra también un camino en el cual echar a
andar las cuestiones del presente trabajo. Ahora, pues, se habla de satisfacción
en función de la dinámica de reducción y aumento de la excitación

Cabría preguntar, entonces: ¿Alcanza el suicida a extinguir la tensión


insoportable? Y antes de esto: ¿Cómo se sabe que el melancólico pretende
extinguirla y no, sencillamente, reducirla? Sobre esta contradicción entre las
tendencias de la excitación se va a ocupar Laplanche (2011). Comienza en este
punto, con unas explicaciones de Lagache provenientes de su obra ‘Situación de
la agresividad (Situation de l’agressivité).

Primera: La tendencia al pasaje de lo orgánico a lo inorgánico: es en esta


tendencia donde Lagache encuentra una aplicación posible en la clínica
psicoanalítica: designar una especie de reificación del sujeto “en el que la rutina y
la esclerosis han sustituido de forma perdurable o hasta definitiva al cambio y a la
creación”.

Segunda: La tendencia a la ‘reducción de las tensiones’: frente a la


tendencia ‘realización de posibilidades’ se alteran entre sí con armonía u oposición
según el conflicto y periodo de la vida.

56
Tercera: El masoquismo primario: estado inicial del niño, que depende
totalmente del otro para su satisfacción. Se insertaría en la ‘pulsión narcisista
masoquista’, la posición en la cual la noción de masoquismo está asimilada a priori
por Lagache a las de pasividad y dependencia.

En seguida de estas examinaciones son posibles algunas formulaciones.


En cuanto a la primera explicación, habría que esperar esa reificación del sujeto,
hecha por el sujeto mismo, para considerar el riesgo del suicidio. Sobre la
segunda explicación, se tendría que suponer, entonces, que la excitación que está
en juego en el suicidio del melancólico es, por demás, estrepitosamente alta, al
menos lo suficiente para considerar el suicidio como una reducción de la
excitación a un nivel habitual o soportable.

Acerca de la tercera explicación, parece haber retornado a un punto de la


sexualidad infantil en donde el niño depende totalmente del otro para satisfacerse,
tiempo que parece inmediato al tiempo reflexivo. Este tercer punto refuerza la
teoría de que el suicidio implica un retorno a esta fase.

Hay un término que Laplanche usa mucho en el capítulo sobre la excitación


y la pulsión de muerte: el Zwang freudiano, al respecto escribe:

“Analizar, interpretar; hemos procurado sugerir algunos lineamientos de lo


que podría ser una empresa de esta índole, empresa que no es la de una
‘patografía’ – interpretación del deseo individual de alguien (Freud para el
caso) con referencia a las huellas biográficas que de él han quedado – sino
una interpretación de lo que en una obra, podemos vislumbrar a través de lo
inconsciente, si bien ya en el nivel del pensamiento discursivo: una
exigencia teórica, derivado refractado del deseo. ¿Exigencia? Nosotros
preferiríamos emplear otro término freudiano, el de Zwang: compulsión,
apremio, fuerza demoníaca, uno de cuyos ejemplos más impresionantes es
el Zwang de la palabra oracular que fija irrevocablemente el destino de
Edipo…”.

57
La palabra Zwang tiene como una de sus traducciones posibles la de
‘coerción’, que significa limitar o reprimir, generalmente mediante la fuerza a algo o
a alguien. Como verbo conjugado en pasado simple se encuentra la traducción
‘forzado’. Ambas, coercer y forzar, tienen cierta similitud con la palabra ‘Exigencia’
que decidieron rechazar para conservar la palabra Zwang. A partir de su ejemplo
en el mito de Edipo, se puede decir que es una fuerza represora del inconsciente
que, de hecho, puede dar impresión oracular.

En un esfuerzo por integrar el término Zwang a este trabajo sobre el


suicidio, se toma aquí el riesgo de tratar, por lo pronto, el término como una fuerza
represora que provoca seguir la textura de las huellas mnémicas. Para averiguar si
es como aquí se plantea, habría que dictaminar si el Zwang constituye o se deriva
del, alguna vez llamado, ‘principio de realidad’ y su dinámica con la
autoconservación.

Siguiendo con el texto, Laplanche revisa el debate de la inmortalidad de la


célula viva a la luz de la experiencia con los protozoos que establece Weisman,
debate llevado a cabo en el texto ‘Más allá del principio de placer’. En seguida el
autor hace una cita de dicho texto (Freud 1920 en Laplanche 2011) que “rompe el
contacto mediante un recurso ad hoc a la metafísica de las entidades”:

“Nos resulta absolutamente indiferente el saber si se puede probar o no que


la muerte en los protozoarios es una muerte natural (…). Las fuerzas de la
pulsión que tienden a conducir la vida a la muerte bien podrían actuar
también en ellas desde un principio; empero, sería muy difícil tener una
prueba directa de su presencia, ya que sus efectos están enmascarados
por las fuerzas que conservan la vida… Aún el caso de que los protozoarios
fuesen inmortales como lo quiere Weisman, su tesis, que convierte a la
muerte en una adquisición tardía, no es válida para los fenómenos
manifiestos de la muerte y no inhabilita ninguna hipótesis relativa a los
procesos que tienden a la muerte”.

Antes de comenzar a elaborar es importante citar la nota que escribe


Laplanche (2011) sobre este pasaje en Freud:

58
“La discusión de las experiencias de la biología sobre la supervivencia de
los organismos unicelulares en un medio nutricio apropiado llegaba a la
conclusión de que estos organismos sólo perecían si el medio no era
periódicamente depurado de los venenos producidos por el metabolismo
celular. Freud ve en ello la prueba de que “… el infusorio, abandonado a
sus propios medios, muere de muerte natural a causa de una imperfecta
eliminación de los productos de su propio metabolismo” (Freud, 1920 en
Laplanche, 2011). De manera, pues, que la célula muere por una causa
‘interna’ (…) con la condición de que se la deje en medio de sus
deyecciones, es decir, que su organismo se expanda gasta las dimensiones
de su entorno. Nosotros vemos, en este tipo de razonamiento, la pareja
metafórica de la idea de la interiorización – en el trauma – de la pulsión
‘inconciliable’ y el elemento de discordia que vehiculiza”.

Siguiendo estas palabras, se puede esclarecer los acontecimientos


pulsionales en relación con la pulsión de muerte. Llega en función de que las
tareas de la pulsión (reducir la excitación) sobrepasen las funciones de Eros.
¿Será que Tánatos se fortalece conforme Eros se debilita o pueden contar con la
misma fuerza al mismo tiempo?

Continuando con la lectura, Laplanche (2011) elabora un esquema más


sobre los tiempos desde la autodestrucción hasta las formas propias (sexuales)
del sadomasoquismo. Pero en este esquema en particular añade en el fondo los
planos de la autoconservación y la sexualidad, pero esta vez toma el término
‘masoquismo primario’ como central:

59
Sobre este esquema escribe (Laplanche 2011):

“Aquí la prioridad del tiempo reflexivo, hasta entonces, sólidamente


afirmado en lo que atañe al masoquismo en el sentido sexual, va
duplicándose o desmultiplicándose en las cercanías de su lugar de origen;
ya en el nivel de la autoconservación del individuo vivo la agresión se
encontraba instalada, estancada en el interior, y es allí; en ese mismo lugar,
donde se fijará libidinosamente a la ‘coexcitación sexual’ bajo la forma del
masoquismo primario”.

Según esta explicación, al masoquismo reflexivo le antecede una agresión


comprometida a la autodestrucción en el que se fija libidinosamente a la
coexcitación sexual. Si esto es así, otorgaría también una pista sobre a donde se
dirige la regresión en el riesgo del suicidio.

Si lo que explica Laplanche es cierto, el suicidio, de la naturaleza que sea,


sigue guardando una relación histórica con la autodestrucción, por así llamarle,
‘pre-masoquista’ del individuo que decide quitarse la vida. A propósito de la frase
‘quitarse la vida’, es bastante contradictorio en el sentido de activo – pasivo, pero
cabe mejor en la forma reflexiva. Cuando uno ‘quita’ algo de un elemento, sistema

60
o conjunto, ese uno decide qué hacer con ese ‘algo’ que arrebató si desecharlo o
conservarlo. Pero el suicidio no puede conservar aquello que se quitó, pues
volvería a estar en su dolorosa posesión. ¿El suicida busca deshacerse de su vida
o recuperarla de sí mismo?

6.2.5. Pulsión de muerte:

“Más allá del principio del placer” surge a partir de las investigaciones
psicoanalíticas sobre las llamadas “neurosis traumáticas” y los sueños de
contenidos desagradables que probablemente se les conozcan ahora como
pesadillas. Después de un breve recorrido por otras investigaciones con respecto
al tema, Freud (1920) hace la siguiente aclaración: “(…) en el alma existe una
fuerte tendencia al principio del placer, pero ciertas otras fuerzas o constelaciones
la contrarían, de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder a la
tendencia al placer”.

Para ampliar más apropiadamente este desarrollo se integra aquí la


siguiente cita del mismo texto (Freud, 1920):

“Sabemos que el principio de placer es propio de un modo de trabajo


primario del aparato anímico, desde el comienzo mismo inutilizable, y aun
peligroso en alto grado, para la autoconservación del organismo en medio
de las dificultades del mundo exterior. Bajo el influjo de las pulsiones de
autoconservación del yo es relevado por el principio de realidad, que, sin
resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue
posponer la satisfacción de renunciar a diversas posibilidades de lograrla y
tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer”.

Ahora, ¿Qué sucede en el suicidio melancólico en función de los principios


de placer y de realidad? Desde aquí, Freud (1920) introduce a la discusión la no
totalidad del principio de placer y declara que es relevado por el principio de
realidad en función de que la autoconservación continúe. En esta aseveración se
pueden distinguir tres elementos que, al alterarse, pueden conducir al escenario

61
de los fenómenos del suicidio: el principio de placer, el principio de realidad, y la
autoconservación misma.

Primero; del principio del placer articulado a la satisfacción de la pulsión, se


puede suponer, con las aportaciones que se han extraído aquí de los textos
“Duelo y melancolía”, “Introducción al narcisismo” y “Pulsión y destinos de pulsión”
(Freud, 1914, 1915a y 1915b), que el principio del placer impera con el odio de
aniquilación como motivo. Este odio, proveniente del displacer, movido por la
pulsión de muerte, se voltea hacia el yo, entonces, el placer se consuma en la
aniquilación de sí mismo. Aquí se puede formular la pregunta ¿El principio del
placer impera en la satisfacción pulsional del odio de aniquilamiento volcado hacia
el yo?

Si es así, la razón parece ser la siguiente: El principio de realidad surge,


toma su imperio, en función de la autoconservación cuando el principio del placer
ya no se dirige hacia ese fin. En un comienzo el placer está ligado a las
actividades que logran la autoconservación; la nutrición, la demanda de protección
y cariño, el control de esfínteres. El principio de realidad asegura la
autoconservación, pero también de un modo social, o quizás, es la forma en que
este principio se congrega. Porque implicaría también el entendimiento, por
ejemplo, del incesto como prohibido y la concepción del homicidio como penado e
inmoral.

En el suicidio melancólico, entonces, se podría entender como alterado al


principio de realidad, ya que, evidentemente, no hay un fin para la
autoconservación. A estas alturas se puede ensayar la siguiente pregunta: ¿El
principio de realidad se pierde o se debilita en la satisfacción del odio de
aniquilación volcado hacia el yo durante el riesgo del suicidio melancólico? Es muy
tentador contestar afirmativamente por la evidente y fuerte relación del principio de
realidad con el objetivo de la autoconservación.

También es muy tentador afirmar que el principio del placer impera en la


satisfacción pulsional del odio de aniquilamiento volcado hacia el yo, pero para

62
este desarrollo está reservada la revisión en Laplanche (2011) sobre la relación
entre satisfacción y excitación en cuanto a la pulsión de muerte.

Con las aportaciones de este texto (Freud, 1920), se puede formular la


siguiente suposición: Mientras que en el desarrollo más adecuado para la
autoconservación es el relevo del principio del placer por el principio de la realidad
en el imperio sobre la vida anímica; en el riesgo de suicidio melancólico es el
principio de placer el que recupera su imperio sobre ésta, persiguiendo el placer
de aniquilarse a sí mismo.

Ayudado por esta elaboración es posible ensayar preguntas más certeras:


¿El suicidio melancólico, ya que satisface una pulsión, es placentero? Y si así
fuese, valdría la pena preguntar: ¿Qué sucede con el suicidio infantil, que es
cuando el principio del placer aún conserva su imperio? Esta última pregunta
requeriría su propio trabajo de investigación dedicado al fenómeno del suicidio
infantil, y aunque el presente trabajo se aplicara con adultos solamente, podrá
otorgar conocimiento valioso sobre el desarrollo libidinal infantil y poder prevenir
eventualidades que le perjudiquen.

Después de todo esto, se puede afirmar que existe una dinámica entre
ambos principios; de placer y de realidad, con el fin de procurar la
autoconservación. También se puede afirmar que en función de la
autoconservación se releva el principio del placer por el de realidad (Freud, 1920).
En el escenario de la melancolía, esta dinámica se encuentra alterada y el
principio del placer vuelve a reinar.

Una muy buena pregunta es la que busca la descripción de este fenómeno:


¿Cómo vuelve a imperar el principio de placer en el riesgo de suicidio
melancólico? ¿Es la búsqueda de placer totalmente inhibida durante la melancolía,
o queda espacio para los placeres auto – destructivos? ¿Qué anima al suicidio, el
placer de morir o el displacer de vivir? Esta pregunta parece no tener una
respuesta definitiva, sino que alumbra a dos motivos, uno latente y otro manifiesto,
uno placentero y otro displacentero; morir y dejar de vivir.

63
Sobre el juego del Fort Da, más arriba mencionado, escribe Freud (1920):
“Así nos convencemos de que aún bajo el imperio del principio del placer existen
suficientes medios y vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración
anímica lo que en sí es displacentero”. Los niños tienen el recurso de representar
en el juego sus pulsiones, mientras que el adulto tiene estas opciones; reprimirla,
sublimarla, convertirla en lo contrario o que se vuelque en contra suya. Es
evidente que en el suicidio melancólico no hay sublimación, pero sí hay fuerzas
cuyo contenido ha sido reprimido.

Continúa Freud (1920) con el texto, escribe que el contenido reprimido no


ofrece resistencia a los esfuerzos de cura (esta viene después), sino que no se
detiene hasta irrumpir en la consciencia o hasta la descarga. Esto concierne a la
conceptualización del suicidio como una descarga pulsional, y como tal, dirigido a
una meta de satisfacción.

El siguiente pasaje brinda información interesante (Freud, 1920):

“(La compulsión a la repetición) no contradice al principio del placer, es


displacer para un sistema y, al mismo tiempo, satisfacción para el otro. Pero
el hecho nuevo y asombroso que ahora debemos describir es que la
compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no
contienen la posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento
pudieran ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales
reprimidas desde entonces”:

En seguida surge aquí la pregunta: ¿Se repite algo en el suicidio


melancólico? Si es así, ¿qué se repite? Lo más probable, quizás, es que se repita
en el cuadro melancólico esa pérdida del objeto, por lo visto en “Duelo y
melancolía” (Freud, 1915a). Aquel evento que comienza por empobrecer al yo y
resulta en una serie de ventos más que reviven al primero.

Siguiendo el tema del placer y el displacer (Freud, 1920). Freud afirma que
si un evento o actividad resulta placentero en la consciencia puede resultar
displacentero en la inconsciencia. Incluso es posible pensarlo en el sentido

64
contrario: Aquello displacentero en la consciencia podría resultar placentero en la
inconsciencia; que sería un escenario más esperado en el suicidio.

Hay algo inconsciente que está actuando en secreto y causa el malestar en


la persona. El suicidio melancólico sería uno de los terribles finales posibles de
este malestar si no se atiende. Siguiendo con el texto, Freud (1920) escribe lo
siguiente acerca del descubrimiento de la investigación sexual infantil, del que se
supone aquí tiene una relación directa con el suicidio melancólico:

“Se trata, desde luego, de la acción de las pulsiones que estaban


destinadas a concluir a la satisfacción, pero ya en aquel momento no la
produjeron, sino que llevan únicamente al displacer. Esa experiencia se
hizo en vano. Se le repite a pesar de todo; una compulsión esfuerza a ello”.

La gran decepción de la investigación sexual durante la infancia se repite a


pesar de sólo encontrar en ella displacer. Esto le lleva a la neurosis, al menos en
el concepto freudiano. Con el desarrollo que va hasta aquí, se puede plantear que
ese displacer en los descubrimientos sexuales y su repetición compulsiva están
relacionados con el escenario del suicidio melancólico.

Siguiendo con el texto, Freud (1920) escribe lo siguiente de un término que


usa para una discusión en “Más allá del principio del placer” sobre si las fuerzas
del aparato psíquico son internas o externas:

“(…) esta constelación determina netamente dos cosas: la primera, la


prevalencia de las sensaciones de placer y displacer (indicio de proceso
que viven en el interior del aparato), sobre todo los estímulos externos; la
segunda, cierta orientación de la conducta respecto de las excitaciones
internas que produzcan una multiplicación de displacer demasiado grande.
En efecto, se tenderá a tratarlas como si no obrasen desde adentro, sino
desde afuera, a fin de poder aplicarles el medio defensivo de la protección
antiestímulo. Este es el origen de la proyección, a la que le está reservado
un papel tan importante en la causación de procesos patológicos”.

65
En seguida la pregunta: ¿El suicidio melancólico es también causado por un
mecanismo de proyección nacido en la exteriorización e interiorización del placer y
el displacer? Hasta ahora, con lo aprendido en “Duelo y melancolía” (1915a),
parece tratarse más de una introyección que de una proyección; la introyección de
algo horrible de lo que se desea su aniquilación. De esto se tendría que investigar
más adelante teniendo en cuenta que hay, en medio de todo, una herida
narcisista.

Con una discusión sobre la vida y a muerte en los organismos unicelulares


y pluricelulares, Freud (1920) abre el tema de la muerte como objetivo de la vida
biológica. Al respecto escribe lo siguiente:

“Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo vivo
muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra
cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y retrospectivamente: la
unanimidad estuvo ahí antes que lo vivo”.

Más adelante Freud (1920) se plantea si ese también es el destino de la


vida anímica:

“En el camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en general es


obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las represiones se
mantienen en pie; y entonces no queda más que avanzar por la otra
dirección el desarrollo, todavía expedito, en verdad sin perspectivas de
clausurar la marcha ni de alcanzar la meta”.

En cuanto al suicidio melancólico y la dinámica con el placer; se puede


plantear con cierta obviedad que para el suicida era imposible experimentar
satisfacción, por la redundante cualidad de estar muerto. Pero esto no interesa al
suicida, el continúa su camino hacia su propia muerte. En este caso, no es el
placer lo que motiva al suicidio, si no hallar un modo de frenar el displacer de vivir.

A lo largo del texto, Freud (1920) llega a algunas aseveraciones. Las


pulsiones se distinguen por su meta de satisfacción. Aquellas destinadas a la
copulación de los organismos y a la reproducción serán pertenecientes a las

66
pulsiones sexuales o pulsiones de vida. Lo originado en la animación de lo
inorgánico y es destinado a concluir la vida en muerte, serán pertenecientes a las
pulsiones yoicas, o pulsiones de muerte.

Freud (1920) llega a tres conclusiones en “Más allá del principio del placer”.
La primera:

“El principio de placer es entonces una tendencia que está al servicio de


una función: la de hacer que el aparato anímico quede exento de excitación, o la
de mantener en él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto de excitación”.

La segunda:

“Llegamos así a un resultado nada simple en el fondo: el afán de placer se


exterioriza al comienzo de la vida anímica con mayor intensidad que más
tarde, pero no tan irrestrictamente; se ve forzado a admitir frecuentes
rupturas. En épocas de mayor madurez, el imperio del principio del placer
está mucho más asegurado, pero él mismo no ha podido sustraerse del
domeñamiento más que las otras pulsiones. Comoquiera que fuese, aquello
que en el proceso excitatorio hace nacer las sensaciones de placer y
displacer tiene que estar presente en el proceso secundario lo mismo que
en el primario”.

La tercera:

“El principio del placer parece estar directamente al servicio de las


pulsiones de muerte; es verdad que también monta guardia con la relación
a los estímulos de afuera, apreciados como peligros por las dos clases de
pulsiones, pero muy en particular con relación a los incrementos de
estímulo procedentes de adentro que apuntan a dificultar la tarea de vivir”.

Se puede extraer un complemento interesante de la tercera conclusión para


el planteamiento de lo placentero del suicidio y lo displacentero de la melancolía. Y
eso es la aseveración de que el principio del placer parece estar al servicio de las
pulsiones de muerte. Entonces, esta pulsión de muerte, si se embarca hacia un
camino al aniquilamiento de sí mismo, aunque le sea imposible obtener
67
satisfacción alguna de su propio fallecimiento. El tema de la satisfacción (o
ausencia de ésta) en el suicidio melancólico parece ser más amplio, no debido a
su generalidad, sino debido a que parece que se sabe poco del tema.

Con lo desarrollado hasta ahora es posible practicar algunos


planteamientos que serán de utilidad en el desarrollo del presente trabajo.

La diferencia entre duelo y melancolía es la regresión hacia un estado


narcisista. De aquí que haya una deficiencia en el amor a sí mismo. El yo se
empobrece, a diferencia del duelo en el que se empobrece el mundo (Freud
1915a).

El suicidio melancólico es, principalmente, de un narcisismo primario. Todo


aquello odiado durante la melancolía es volcado hacia el yo, que se convierte en el
principal objeto odiado durante esta alteración anímica (Freud, 1914).

Toda pulsión tiene como meta la satisfacción, sólo así se cancelará esa
urgencia entendida como necesidad. Esto lo hace mediante un objeto, mediante
este objeto, la pulsión tiene los posibles destinos de saciarse por la palabra, por la
descarga (la acción), la represión, el trastorno en lo contrario, la vuelta a sí mismo
o la sublimación (Freud, 1915b). El suicidio durante la melancolía, según este
planteamiento, satisface el odio de aniquilación en una relación en la que el sujeto
se ha mezclado con el objeto hasta confundirse con él.

En “Más allá del principio del placer” (Freud, 1920), se cuestiona el imperio
totalitario del principio del placer. Más adelante se releva por el principio de
realidad para preservar la autoconservación. Se tiene, hasta ahora, el supuesto de
que, durante el riesgo del suicidio melancólico, retorna el principio del placer al
imperio sobre la vida anímica.

Escriben Laplanche y Pontalis (1996) con respecto a las pulsiones de


muerte:

“Dentro de la última teoría freudiana de las pulsiones, designan una


categoría fundamental de pulsiones que se contraponen a las pulsiones de
vida y que tienden a la reducción completa de las tensiones, es decir, a
68
devolver al ser vivo al estado inorgánico. (…) Las pulsiones de muerte se
dirigen primeramente hacia el interior y tienden a la autodestrucción;
secundariamente se dirigen hacia el exterior, manifestándose entonces en
forma de pulsión agresiva o destructiva”.

La pulsión de muerte se menciona por primera vez en ‘Más allá del principio
de placer’ (Freud, 1920), en donde se propone como una explicación al placer
vivido en eventos que no son conscientemente displacenteros. Un mismo
estímulo, puede ser placentero para un sistema y displacentero para otro, este es
uno de los descubrimientos más esenciales del freudismo (Laplanche, 2011).

Originalmente el término pulsión destructiva es usado por Freud para


referirse a las pulsiones de muerte desde una perspectiva más cercana a la
experiencia biológica y psicológica. Son pocas las menciones que se hacen sobre
este término, en comparación con la pulsión de muerte (Laplanche y Pontalis,
1996).

Dicta en el diccionario de psicoanálisis (Laplanche y Pontalis, 1996): “La


pulsión de muerte se desvía de la propia persona en virtud de la catexis de ésta
por la libido narcisista y se dirige hacia el mundo exterior por intermedio de la
musculatura”.

Se aborda este concepto como secundario a la pulsión de muerte. Es la


lucha por reducir la tensión producida por la excitación del organismo la que se
traduce en estas manifestaciones agresivas. El suicidio, sería de las más
peligrosas de estas expresiones.

Laplanche (2011) argumenta que la agresividad, en un origen, no es sexual.


La agresión se erotiza en el tiempo del masoquismo reflexivo, tiempo también de
la génesis de la sexualidad, y se presenta ya sea de manera activa como sadismo
o de manera pasiva como masoquismo. En el mismo texto, Laplanche señala las
consideraciones de Freud de un masoquismo reflexivo originario.

Mediante el término de pulsión de autoconservación término Freud designa


el conjunto de necesidades ligadas a las funciones corporales que se precisan

69
para la conservación de la vida del individuo; su prototipo viene representado por
el hambre (Laplanche y Pontalis, 1996). En un principio, la satisfacción sexual se
centra en las necesidades primarias del niño; alimento, protección y cuidado, esto
es en función de la autoconservación, el placer en este periodo está a su servicio
(Freud, 1920).

Desde Freud (1920) el principio de placer es relevado por el principio de


realidad para permitir a la pulsión de autoconservación continuar hacia su meta.
Pero es en el riesgo del suicidio melancólico donde esta noción está ausente, la
autodestrucción se vuelve una tendencia.

El principio de Nirvana es un “término propuesto por Barbara Low y


recogido por Freud para designar la tendencia al aparato psíquico a reducir a cero,
o por lo menos, a disminuir lo más posible en sí mismo toda cantidad de excitación
de origen externo o interno” (Laplanche y Pontalis, 1996).

Laplanche (2011) realiza un recorrido de todas las propuestas con


referencia a la pulsión de muerte, y sobre el principio de Nirvana concluye que es
sólo válido en el nivel de las representaciones. El debate llevado a cabo en ‘Más
allá del principio de placer’ sobre la inmortalidad de los protozoarios y la
reproducción de los organismos unicelulares da cuenta del principio de placer, el
principio de realidad, la dirección de los seres vivos a su propia muerte (Freud,
1920), pero al momento de hablar de reducir toda la excitación a cero, se trata de
un concepto que sólo funciona en ese nivel.

Lo siguiente a considerar es la prioridad del cero sobre la constancia, un


enunciado en ‘Más allá del principio de placer’ sobre la pulsión de muerte. Parte
de dos definiciones que da Freud sobre el principio de constancia, cita: (Freud,
1920 en Laplanche, 2011): “1. La tendencia a “la reducción, la constancia, la
supresión de la excitación interna…”. 2, La tendencia del aparato psíquico “a
mantener en el nivel más bajo posible la cantidad de excitación presente en él o
por lo menos mantenerlo constante”.

70
A propósito de estas dos definiciones, Laplanche establece algunas
relaciones posibles entre dos términos:

Primera: ¿Puede el cero ser asimilado a la constancia? Si el nivel


energético que se pretende mantener constante es N, ya sea por exceso o por
déficit, se necesitaría una descarga o un aporte de energía para mantener la
constancia y que su principio impere. De este modo, en algún punto, la reducción
a cero podría ser favorable para regresar la excitación a N. Así en el siguiente
esquema, se ilustra un curso habitual de la excitación, su dirección hacia la
homeostasis y su dirección opuesta a ella:

Al respecto señala la siguiente contradicción (Laplanche 2011):

“Si se traslada esta observación al nivel de la homeostasis de un


organismo, se obtiene la prueba experimental de que un ser vivo no busca
únicamente, como pretendería Freud, evocar excitaciones que le llegarían
sin cesar del exterior en forma de eventuales afluentes: ese organismo,
según las circunstancias y de acuerdo con su nivel energético interno,
puede tanto buscar la ‘excitación’ como evitarla o descargarla”.

71
Segunda: ¿Se puede considerar un principio de cero como secundario
respecto de un principio de constancia? Para exponer esta relación entre
principios se introduce una segunda variable al sistema homeostático: la cantidad
de alejamiento de N. Al respecto dice lo siguiente:

“(…) la ley de constancia, sentada como rectora de las variaciones del


tiempo de las cantidades absolutas de energía interna, se traduce en una
ley del cero cuando lo que se toma como variable es precisamente la
cantidad de variación o de desvío respecto de la norma (véase esquema)”:

Tercera: La primacía del cero sobre la constancia; En comparación con el


trabajo de Fechner, el trabajo de Freud no contempla dos cantidades (quantum de
distancia respecto de la estabilidad; sensación en Fechner, quantum de energía;
excitación en Fechner) sino la ausencia o presencia de una sola cantidad de
excitación. Acerca de esto, Laplanche (2011) dice lo siguiente:

72
“Desde el ‘Proyecto de psicología científica’ (Freud, 1895 en Laplanche,
2011); la diferencia entre los dos principios, que volvemos a encontrar más
tarde como principio del Nirvana y principio de constancia, es perfectamente
clara. Al primero de estos dos principios lo hemos conocido ya con su
denominación de ‘principio de inercia neuronal’: ‘Las neuronas tienden a
desembarazarse de la cantidad’. Lo encontramos también enunciado
explícitamente como tendencia al cero de excitación: “…tendencia originaria
del sistema neuronal a la inercia, es decir al nivel = 0””.

Freud rechaza la solución fechneriana del placer en busca de un quantum


de energía psíquica materialmente separable. El principio del cero es siempre
identificable en las nociones de la energía libre (que tiende a las descargas por las
vías más cortas), el proceso primario y el principio de placer (Laplanche, 2011).

De estas relaciones se puede considerar un principio del cero que coexiste,


se asimila, se articula, con el principio de constancia. Parece que el principio del
cero antecede, y, con la regresión, también le sigue, al principio de constancia,
que parece a simple vista más maduro. Se identifica más el principio del cero en
aquello que se suele denominar como primario (Laplanche, 2011).

Son hasta ahora varias perspectivas por las cuales atender el problema del
suicidio. Y la dirección a lo regresivo continúa apareciendo. De esta frecuencia en
que ha aparecido la regresión como partícipe en el suicidio es como pasa este
trabajo de la melancolía al narcisismo y del narcisismo a la pulsión. Por esto,
ahora se puede inferir que el suicidio melancólico, entre otras características, es
regresivo, narcisista, motivado por la pulsión de muerte y su reducir de la
excitación. Ahora a esto se aúna el hecho de que esta reducción pretende
descender hasta el cero.

Sobre la evolución conceptual que lleva Freud sobre el principio de placer y


la tendencia al cero, Laplanche (2011) apunta lo siguiente:

“El desplazamiento de la expresión ‘principio del placer’ no tiene que


desorientarnos: El principio de placer, por el hecho de que a lo largo de todo

73
el texto se lo enuncia siempre juntamente con su ‘modificación’ en principio
de realidad, se sitúa en lo sucesivo del lado de la constancia. En ‘su forma
más radical’ su ‘más allá’, la que, como principio de Nirvana, vuelve a
afirmar la prioridad de la tendencia al cero absoluto o ‘pulsión de muerte’”.

Entonces, la pulsión de muerte es la propia tendencia al cero, la eliminación


de toda excitación sexual. La nada.

En los escritos de Breuer (en Laplanche 2011) ya se iba anunciando la


conceptualización de un sistema de energías. En este caso, Breuer señala una
constancia de ‘excitación tónica cerebral’ y una energía cinética que circula a
través del sistema. Esta concepción de una tendencia a la constancia de
excitación tónica cerebral sigue aún ligada a el ya conocido biologicismo con el
que se escribieron los ‘Estudios de la histeria’, es hasta en ‘Más allá del principio
del placer’ que se cobra un contexto metapsicológico.

La postura de Breuer implica una tesis diametralmente opuesta a la de


Freud en cuanto a los sueños. En Breuer el sueño es una energía ‘no libre debido
a la caída del potencial tónico básico que es la “condición esencial del poder de
transmisión” (Laplanche 2011).

Aquí señala Laplanche (2011) lo que podría ser el origen del dualismo en
Freud que daría lugar a Eros y Tánatos:

“Ahora bien: Freud, desde sus primeros trabajos y a lo largo de toda su


obra, utilizó como hito conceptual fundamental la oposición entre dos tipos
de energía: la energía libre y la energía ligada. Atribuye a Breuer la
introducción de esta diferenciación en psicología y asimila explícitamente su
energía libre a la energía cinética de Breuer, su energía ligada a la energía
en reposo”.

Estos términos son utilizados primeramente por Helmholtz en el campo de


la termodinámica para designar a la energía disponible para un segundo trabajo
como ‘libre’ y aquella degradada en forma de calor como energía ‘ligada’. Se
traduce tal sistema mediante la siguiente ecuación (Laplanche 2011):

74
La energía libre tiende a disminuir mientras que la energía ligada aumenta.
Lo más cercano a lo que se puede traducir esta fórmula sería en términos
Breuerianos. Quedaría la siguiente ecuación (Laplanche, 2011):

Aquí, la energía cinética aumenta mientras la energía tónica disminuye.


Tomando las asimilaciones de Freud (energía libre = energía cinética y energía
ligada = energía tónica), esta fórmula quedaría en orden inverso a la de Helmholtz.

Esta traducción de Helmholtz a Freud por medio de Breuer (en Laplanche


2011) sugiere que un aumento en la energía libre que, en el campo del
psicoanálisis, circulan en un sistema de excitación y satisfacción mediado por Eros
y Tánatos. Se puede trazar una línea difuminada pero constante desde los
conceptos de energía libre y ligada hasta Eros y Tánatos, usando la tendencia al
cero como tinta que se vuelve más borrosa en un punto intermedio. En cuanto al
suicidio, esta revisión apoya la postura de tomar como objetivo, o al menos como
punto de pivote, el exceso de excitación y qué tan riesgosos son los medios para
reducirlo al máximo.

Siguiendo la lectura, Laplanche cita un pasaje de Freud del ‘proyecto de


una psicología para neurólogos’ (Freud, 1895 en Laplanche 2011) en donde indica
como un sistema regido inicialmente por la pulsión de muerte pasa a ser una

75
organización sometida al principio de constancia, de modo que “es la idea misma
la de la vida la que servirá de mediador o catalizador” (Laplanche 2011):

“El aparato neuronal debe acumular una provisión de cantidad que le


permita satisfacer las exigencias de la acción específica. En la forma en que
lo hace se revela, sin embargo, la persistencia de la misma tendencia [al
nivel = 0], modificada en el sentido de mantener la cantidad lo más baja
posible y de defenderse contra el aumento, es decir, de mantenerlo
constante. Todas las acciones del sistema nervioso deben ser consideradas
desde el punto de vista de la función primaria o de la secundaria, impuesta
por el apremio de la vida”.

Existe, entonces, un tiempo determinado en aquello imperado bajo la


tendencia al cero es después regido por el principio de constancia. Si se mantiene
la afirmación de que el suicidio implica un retorno a la tendencia al cero, se
mantiene el supuesto de que, no sólo se renuncia a cualquier satisfacción, sino
también a cualquier excitación posterior por más que se goce de ésta.

¿Es el suicidio una renuncia, no sólo a la vida, sino al hecho mismo de estar
vivo? Si se puede rastrear esta renuncia, se pueden obtener indicadores del
neurótico conforme su riesgo ante una melancolía. Hasta ahora, la tendencia de
las dinámicas del placer más relacionada con el suicidio es la tendencia al cero,
aunque siguen siendo imaginables los intentos suicidas que no tengan que ver con
esta tendencia de por medio, como aquellos escenarios en que es posible la
participación de otro actor como salvador.

Laplanche (2011) interpreta el triple Zwang que se afirma en la pulsión de


muerte. En tal interpretación alcanza en tres momentos un llamado al orden
emitido por el propio inconsciente:

Primero:

“(…) no hay ahí otra cosa que la posición del carácter originario del
momento reflexivo para la constitución de la sexualidad humana”.

Segundo:
76
“Por otro lado, está también la invocación a la autonomía del campo sexual
humano como campo del psicoanálisis, a saber, la regla según la cual en la
escucha y en la interpretación analítica no hay que buscar nada ‘más allá’,
pues toda referencia no mediatizada a la vida, a la conservación de sí
mismo o a la realidad están fuera de nuestro alcance”.

Tercero:

“(…) la pulsión de muerte (…) se presenta (…) como el conflicto


sustancializado, principio interno de la discordia y la desunión”.

En el tiempo reflexivo es cuando la autoagresión, antes heteroagresión, es


sexualizada y de ahí obtiene satisfacción. Es en este pasaje donde se arma el
escenario al que retorna el melancólico en el riesgo del suicidio. La pulsión de
muerte resulta en un conflicto interno de discordia y desunión por la forma
radicalizada del principio del placer; la tendencia al cero o principio de Nirvana.

Al respecto Laplanche (2011) escribe lo siguiente:

“El principio del placer, radicalizado como principio de Nirvana, sólo ha sido
descubierto y sólo es válido en el nivel de las representaciones, y no podría
ser pura y simplemente considerado como un calco de los principios
aparentemente similares observados en el ‘orden vital’ sin que suscitara en
el campo del psicoanálisis una total confusión”.

Esta cita podría tomarse como fundamento para afirmar que el suicidio es
exclusivamente un problema humano, debido a que el principio de Nirvana sólo es
válido en este nivel. Es posible, después de todo el debate, afirmar que hay un fin
que conlleva a la muerte en todo lo vivo. Pero la decisión de quitarse la vida se
originó en ese nivel, en el de las representaciones.

Siguiendo la lectura, hay unas palabras de Laplanche (2011), acerca de la


pulsión de vida Eros, que pueden servir para una orientación del suicidio con
respecto de la vida:

77
“Eros es la fuerza que procura mantener, preservar, e incluso aumentar la
cohesión y la tendencia sintética del ser vivo y de la vida psíquica. Mientras
que desde los orígenes del psicoanálisis la sexualidad era por su esencia
hostil a la ligazón, era principio de ‘des-ligazón’ o de desencadenamiento
(Entbindung) que sólo podía llegar a ligarse mediante la intervención del yo,
lo que aparece con Eros es la forma ligada y a la vez ligadora de la
sexualidad, puesta en evidencia por el descubrimiento del narcisismo. Esta
sexualidad catectizada en su objeto, consagrada a una forma, es la que en
lo sucesivo sustentará al yo y a la vida misma, así como tal o cual
modalidad de sublimación”.

En esta cita es posible apoyarse para afirmar que para atender el problema
del suicidio no sólo es necesario estudiar la pulsión de muerte, sino también a
Eros, la pulsión de vida. Hay en Eros una deficiencia durante la melancolía, esa
sexualidad catectizada no está regresando al yo, en cambio, deja
desenmascarado el retorno del odio de aniquilación que surge del propio sujeto en
un inicio. No hay una fuerza durante el riesgo del suicidio que vuelva a la
excitación algo soportable.

Se había pensado en el término ‘destrudo’ como opuesto a la libido, pero no


logró sobrevivir, ni un solo día, a la siguiente conclusión: “La pulsión de muerte no
tiene energía propia. Su energía es la libido. O, mejor dicho, la pulsión de muerte
es el alma misma, el principio constitutivo de la circulación libidinal” (Laplanche
2011). Es la pulsión de muerte la que hace correr a la libido, mientras que la
pulsión de vida la acumula para catectizar a los objetos que rodean al sujeto,
procurando su conservación.

Laplanche (2011) traza en su libro la genealogía del último dualismo


pulsional. Una serie de pares antagónicos constantes en el pensamiento
psicoanalítico que se perfilan en un extraño quiasma:

78
¿Será este el quiasma en el que se viven aquellos conceptos que pasaron a
ser cruciales para el presente trabajo; el narcisismo, el tiempo reflexivo, la
erogénesis y la agresividad? Parece ser no sólo un punto de cruce entre los
conceptos sino también el paso que toman las pulsiones para llevar una vida
emocional como se considera sana, con un sufrimiento soportable.

Entonces, ¿Qué vuelve a esta vida tan insoportable como para matarse? Al
menos en la neurosis, es decir, en la melancolía, se puede inferir que hay un
acontecimiento de la investigación sexual infantil que se repite por compulsión en
la historia del sujeto y que demanda la reducción máxima de la excitación que tal
repetición provoca. Esta demanda evoca la agresión y al odio previos al
masoquismo y ésta se ve volcada hacia el yo; en consecuencia, el sujeto desea
aniquilarse. El contenido de aquello repetido debe ser, se supone en este trabajo,
lo que el sujeto deseaba aniquilar inicialmente en el otro, al no reconocerlo, queda
reprimido y se condensa con más facilidad en el yo.

79
Laplanche (2011) llega a cuatro conclusiones: Primera: “En la sexualidad
humana, el instinto, fuerza vital, se descualifica y se pierde en la pulsión, su retoño
o ‘derivado’ metáforo-metonímico”. Segunda: “En el yo, no es ya la tensión de la
vida sino la forma estable de lo viviente lo que se traspone”. Tercera: “En el nivel
del inconsciente, en la fantasía (…), necesitamos hallar otra polaridad: pulsión de
vida y pulsión de muerte, lo prohibido y el deseo”. Cuarta:

“Ausente de todo inconsciente, como de todo bouquet la rosa, la muerte se


reencuentra en él acaso como su lógica más radical aunque a la vez más
estéril. Pero es la vida la que cristaliza los primeros objetos a que se
adhiere el deseo antes de que emerge en ellos el pensamiento”.

Hay que pensar también en el suicidio melancólico como un fenómeno


metáforo-metonímico. Esta conclusión apoya la idea de que el principio del cero,
de Nirvana, es únicamente válido en el nivel de las representaciones. Con la
misma intención, la de profundizar sobre los fenómenos del suicidio, habría que
valorar en él las representaciones y el deseo.

Un aspecto para tomar en cuenta en una investigación del suicidio sería el


concepto de la vida misma y su pulsión, Eros. No sólo por la necesidad de
referirse a la vida cuando se trabaja con la muerte, sino también por su
perturbación en un estado melancólico con riesgo de suicidio. No sólo se
necesitan ánimos de morir para suicidarse, también es preciso el repudio por vivir,
tanto en lo que tiene acceso a la consciencia como lo que permanece
inconsciente. En términos de excitación y satisfacción, no sólo reducir la tensión
presente, sino asegurar que las tensiones futuras no ocurran.

6.2.6. El goce:

Cuando se exploran los términos de excitación y satisfacción, lo siguiente


es estudiar el deseo y el goce neuróticos; posibles nuevos integrantes que
protagonicen un segmento de este trabajo en cuanto a la vida y la muerte.

80
En el seminario 20, titulado Aún, Lacan (1974) pone en la mesa, o mejor
dicho, en la cama, el concepto de goce:

“¿Para qué sirve lo útil? Es que nunca ha sido bien definido en razón del
prodigioso respeto que, debido al lenguaje, tiene el ser que habla de por
medio. El usufructo quiere decir que se puede gozar de sus medios, pero
que no hay que despilfarrarlos. Cuando se tiene el usufructo de una
herencia se puede gozar de ella a condición de no usarla demasiado. Allí
reside la esencia del derecho: repartir, distribuir, retribuir, lo que toca al
goce”.

En seguida define: “¿Qué es el goce? Se reduce aquí a no ser más que una
instancia negativa. El goce es lo que no sirve para nada (…). El superyó es el
imperativo del goce: ¡Goza!”.

Esto anima a elaborar unas preguntas bastante interesantes: ¿Para qué


sirve el suicidio? ¿El suicidio es inútil? Si gozar es hacer lo inútil ¿se goza el
suicidio? ¿Darle utilidad al suicidio es como vivir después de la muerte? Algunas
de estas cuestiones se pueden abordar desde Laplanche (2011) con sus
aportaciones sobre la pulsión de muerte, cuando indica que, si bien, es incierta la
obtención de placer o displacer del suicida, es más seguro confirmar que goza en
el camino, no en el fin. ¿Será que morir es placentero, pero morirse, el mero
pasaje a lo inorgánico es de lo que en realidad goza el sujeto?

Más adelante en el seminario, en el capítulo del goce (Lacan, 1974), escribe


la siguiente frase: “El goce del Otro, del Otro con mayúscula, del cuerpo del otro
que lo simboliza, no es un signo de amor”. Frase que involucra al Otro en la
organización, en seguida elabora lo siguiente:

“El goce – el goce del cuerpo del otro – sigue siendo pregunta, porque la
respuesta que pudiera constituir no es necesaria, y todavía más. No es
tampoco una respuesta suficiente porque el amor pide amor. Lo pide sin
cesar. Lo pide… aún. Aún es el nombre propio de esa falla de donde en el
Otro parte la demanda de amor”

81
Para elaborar en estas citas es conveniente recordar la célebre frase del
lacanismo “amar es dar lo que no se tiene a quien no es”, de la que Pereña (2011)
elabora su enunciado: “el amor se da porque se demanda, porque no se posee, en
la medida en que se da es porque se quiere, es decir, doy porque no tengo”. Con
estos apoyos es posible ligar el acto de amar con la falta. Y esto puede rastrearse
hasta Freud (1914) en la introducción al narcisismo cuando escribe que se ama a
aquello que le hace falta al yo para alcanzar su ideal.

¿Cómo se relaciona esto con el suicidio? Para orientarse mejor habría que
hablar en los términos del presente trabajo; lo más cercano es la relación con el
objeto. Al objeto se le odia cuando regresa a su lugar originario de la indiferencia,
por lo que nada se odia por primera vez como alguna vez se odió a aquello que no
es parte del sujeto. El amor, desde esta lógica, nace por el placer que produce el
objeto en el sujeto. Se retorna al amor lacaniano cuando se tiene en cuenta que el
objeto, el otro, posee la cualidad de darle placer como él mismo no puede darse.
Ese otro es Otro con mayúscula. Surge a estas alturas una pregunta harto
interesante: ¿El suicida busca matar al Otro? ¿Es el Otro el objeto con el que ha
cambiado de lugares el suicida?

Continúa Lacan cuestionándose sobre el amor y Eros:

“¿De qué se trata entonces el amor? El amor ¿es - como lo propone el


psicoanálisis con audacia increíble a que toda su experiencia se opone a ello, y
demuestra lo contrario – hacerse uno? ¿Es el Eros tensión hacia el Uno?” Esto se
podría relacionar con lo que escribe Laplanche (2011) sobre Eros, que procura la
cohesión y la concupiscencia, algo que Freud ya no taba desde el debate sobra la
inmortalidad celular en Más allá del principio del placer.

Llama la atención la homofonía que usa Lacan (1974) en francés de encore


(aún) y en-corps (en-cuerpo), regando pistas de que el goce, quizás, sucede en
gran parte en el cuerpo. Después escribe un párrafo que pudiera orientar a este
trabajo en la concepción lacaniana del suicidio:

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“Lo que hace que la imagen se mantenga es un resto. El análisis demuestra
que el amor en su esencia es narcisista, y denuncia que la sustancia
pretendidamente objetal – puro camelo – es de hecho lo que en el deseo es
resto, es decir, su causa, y el sostén de su insatisfacción y hasta de su
imposibilidad”

Es la imposibilidad lo que había rodeado de muchas dudas a este trabajo.


¿Será que el goce no es sólo lo inútil sino también lo imposible? Desde una lógica
bastante burda, se podría decir que lo imposible es inútil, y que lo inútil se goza. Si
lo imposible es inútil, en el suicidio lo inútil es la aniquilación del objeto al que se
pretende destruir, de esto, imposible, inútil, se goza.

En cuanto al goce del Otro, del superyó y de la castración, Lacan (1974)


escribe lo siguiente: “Por eso el superyó tal como lo señalé antes con el ¡Goza! Es
correlato de la castración, que es el signo con que se adereza la confesión de que
el goce del Otro, del cuerpo del Otro, sólo lo promueve la infinitud”. ¿La castración
limita al goce? Lo más tentador es contestar que sí, pero si existe esta relación
también se inscribe en ella al Otro, cuyo goce es promovido por la infinitud, es
decir, por la ausencia de límites. Falta más evidencia para seguir desarrollando
sobre esto, pero podemos conformarnos con una pregunta ¿EL goce del suicida
es el goce del Otro?

Con respecto del suicidio neurótico, se podría ensayar la suposición de que


el goce del suicida melancólico se encuentra en la aniquilación del objeto que, en
la melancolía, cambió de lugares con el sujeto. Goza desde que la aniquilación de
aquel, a través de sí, es inútil, imposible, pero para el inconsciente es una marcha
de la que se desconoce su fin pero está dispuesta a continuar avanzando.

Siguiendo los objetivos de la investigación, lo que queda por definir con


respecto al goce en el suicidio será la pregunta por la gestación de tal goce. Sobre
esto, lo único que se puede afirmar hasta ahora es que ese goce se funda en la
relación con el Otro, es decir, en un tiempo constitutivo de la estructura psíquica.

83
Cabe recapitular las características que atañen al presente trabajo. Desde
un principio el objetivo es trabajar con el suicidio melancólico, dado más en los
neuróticos. En la exploración en búsqueda de un punto originario del suicidio se
encuentra material para poder partir hacia el tipo de suicidio, que se tenía pensado
tanto para explorar el fenómeno en la neurosis, en la psicosis y en la perversión.

84
7. Bosquejo del método

Sesiones de clínica psicoanalítica, haciendo uso de la asociación libre y la


interpretación de los sueños en pacientes melancólicos en riesgo de suicidio, tanto
niños, adolescentes como adultos, en los confines de un consultorio particular.
Durante un periodo de, aproximadamente, dos años, tentativamente, de 2021 a
2022. De ser necesario, es muy probable que lo sea, se dará continuación al
proceso de los pacientes participantes.

Para la protección de los pacientes es necesario que estos cuenten con


tratamiento medicamentoso por parte de un psiquiatra calificado para este tipo de
casos. El tratamiento medicamentoso mantiene al paciente fuera del riesgo de
suicidio lo más posible por medio de la administración de fármacos que estimulan
la recaptación de serotonina y dopamina, dependiendo del caso particular del
paciente. Esta intervención es necesaria para asegurar el paciente cuanto se
pueda.

Por lo regular, los pacientes en crisis asisten a psicoanálisis de dos a tres


veces por semana. Cuando los síntomas ponen en riesgo la vida del paciente, se
considera que el paciente asista de cinco a seis veces por semana a sesiones de
psicoanálisis.

Se planea contactar con instituciones, colegas y asociaciones para que


pacientes con esta problemática sean derivados a un servicio de psicoanálisis de
costo reducido con el fin de aprovechar, mediante el ofrecimiento de sesiones
clínicas, un campo para poder explorar lo que se pregunta en esta investigación.

85
8. Cronograma

2 de marzo al 23 de junio de 2020

Meta Día Horas Actividad


Instrucción 3 de marzo de 2020 4 Lectura del manual de tesis
4 de marzo de 2020 8
5 de marzo de 2020 8
Planeación y 6 de marzo del 2020 8 Gestión de libros y manuales
recursos 9 de marzo de 2020 Incapacidad
10 de marzo de 2020 8 Gestión de materiales
11 de marzo de 2020 8 Redacción de CV extendido
12 de marzo de 2020 8 Redacción de carta de
exposición de motivos
Formato 13 de marzo de 2020 4 Consolidar formato
Reorganizació 16 de marzo de 2020 8 Reorganización
n 17 de marzo de 2020 8
18 de marzo de 2020 8
19 de marzo de 2020 8
20 de marzo de 2020 8
Lectura 23 de marzo de 2020 8 Duelo y melancolía
analítica y 24 de marzo de 2020 8
apuntes 25 de marzo de 2020 8
26 de marzo de 2020 8 Introducción al narcisismo.
27 de marzo de 2020 8
30 de marzo de 2020 8
31 de marzo de 2020 8
2 de abril de 2020 8 Pulsiones y destinos de
3 de abril de 2020 8 pulsión
4 de abril de 2020 8

86
5 de abril de 2020 8
6 de abril de 2020 8
7 de abril del 2020 8 Más allá del principio de
8 de abril de 2020 8 placer
9 de abril de 2020 8
10 de abril de 2020 8
13 de abril de 2020 8
14 de abril de 2020 8
15 de abril de 2020 8 Notas
16 de abril de 2020 8 Vida y muerte en
17 de abril de 2020 8 psicoanálisis
20 de abril de 2020 8
21 de abril de 2020 8
22 de abril de 2020 8
23 de abril de 2020 8
24 de abril de 2020 8
27 de abril de 2020 8 Agresividad y
28 de abril de 2020 8 sadomasoquismo, en Vida y
29 de abril de 2020 8 muerte en psicoanálisis
30 de abril de 2020 8
1 de mayo de 2020 8
4 de mayo de 2020 8
5 de mayo de 2020 8 ¿Por qué la pulsión de
6 de mayo de 2020 8 muerte? En Vida y muerte
7 de mayo de 2020 8 en psicoanálisis
8 de mayo de 2020 8
11 de mayo de 2020 8
12 de mayo de 2020 8
13 de mayo de 2020 8
14 de mayo de 2020 8
15 de mayo de 2020 8
87
18 de mayo de 2020 8
Redacción del 19 de mayo de 2020 8 Primera edición
protocolo 20 de mayo de 2020 8 Segunda edición
21 de mayo de 2020 8 Tercera edición
22 de mayo de 2020 8 Cuarta edición
25 de mayo de 2020 8 Quinta edición
26 de mayo de 2020 8 Sexta edición
27 de mayo de 2020 8 Séptima edición
28 de mayo de 2020 8 Octava edición
Descanso y 29 de mayo de 2020
organización 1 de junio de 2020
del trabajo 2 de junio de 2020
privado 3 de junio de 2020
4 de junio de 2020
5 de junio de 2020
8 de junio de 2020
9 de junio de 2020
10 de junio de 2020
11 de junio de 2020
12 de junio de 2020
Revisión 15 de junio de 2020 1 Sesión de asesoría
general del 16 de junio de 2020 1 Sesión de asesoría
protocolo de 17 de junio de 2020 1 Sesión de asesoría
investigación 18 de junio de 2020 1 Sesión de asesoría
19 de junio de 2020 1 Sesión de asesoría
Edición del 22 de junio de 2020 8 Apuntes en limpio de las
protocolo sesiones de asesoría
23 de junio de 2020 8 9na edición del protocolo

88
Total de horas invertidas:

517

Horario habitual:

De 10:00 – 14:00 horas y de 16:00 a 20:00 horas.

89
9. Gastos y presupuesto

Consultas
Consulta Cantidad de Precio por sesión Costo total (en
sesiones pesos)
Asesoría 7 200 1400
Equipo
Integrante Cantidad de meses Depreciación por Total
año
Laptop 3 3600 900
Impresora 2 800 66.66
Útiles
Artículo Cantidad Precio por unidad Total
Plumas 5 10 50
Carpetas de 2 76 152
argollas de 1 ½
pulgadas
Grapas (paquetes) 1 50 50
Gomas de borrar 2 9 18
Hojas de máquina 3 100 300
(paquetes)
Cartuchos de tinta 2 320 640
Hojas protectoras 1 180 180
(paquetes)
Lápices 2 5 10
Lápices bicolores 2 10 20
Libros y documentos
Ejemplar Calidad Precio Total
Vida y muerte en Nuevo 867 867
psicoanálisis de

90
Jean Laplanche
Viáticos y transporte
Gasto Cantidad de meses Precio por mes Total
Gasolina 3 150 450
Comunicaciones
Gasto Cantidad de meses Precio por mes Total
Internet 3 600 900
Total (en pesos)
6003.66

91
10. Difusión

Se proponen los siguientes medios de difusión para la presente


investigación.

1. Tesis de maestría en clínica psicoanalítica: La presente investigación


se elabora para cursar y obtener el título de maestría en clínica
psicoanalítica. Documento global del que se derivarán otras
modalidades de difusión.
2. Comunicación de los resultados a instituciones, asociaciones y
colegas que se dediquen al tema del suicidio: Tener contacto
cercano con estos cuerpos e individuos con dedicación al tema para
aportar a la red de investigación y trabajo en el suicidio.
3. Informe ejecutivo para las instituciones, asociaciones y colegas que
colaboren con la derivación de pacientes: Se les mantendrá al tanto
a los cuerpos que colaboren sobre los pacientes participantes de los
cuales han facilitado su derivación.
4. Documento para presentación de congresos: Presentaciones de
contenido específico de la investigación destinado a conferencias y
simposios con el fin de comunicar resultados detallados a los
asistentes de la comunidad científica que atienden el suicidio.
5. Artículo científico: Para aportar información y conocimiento útil a
futuras investigaciones sobre el tema.

92
Consultas iniciales

Dávila, C. A. y Pardo, A. M. (2016). “Mortalidad por suicidios en Colombia y


México: tendencias e impacto entre 2000 y 2013”. Biomédica. Vol. 36, no. 6.
415 – 422. https://dx.doi.org/10.7705/biomedica.v36j3.3224.

Freud, S. (1914). “Introducción al narcisismo”. Tomo XIV. Obras completas de


Sigmund Freud. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1915a). “Duelo y melancolía”. Tomo XIV. Obras completas de Sigmund


Freud. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1915b). “Pulsión y destinos de pulsión”. Tomo XIV. Obras completas de


Sigmund Freud. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1920). “Más allá del principio de placer”. Tomo XVIII. Obras completas
de Sigmund Freud. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1926). “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? Diálogos con un


juez imparcial”. Tomo XX. Obras completas de Sigmund Freud. Amorrortu.
Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1930a). “El malestar en la cultura”. Tomo XXI. Obras completas de


Sigmund Freud. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Freud, S. (1930b). “El malestar en la cultura y otros ensayos”. Alianza Editorial.


Madrid, España.

Lacan, J. (1975). “Seminario 20, Aún”. Paidós. Buenos Aires, Argentina.

Laplanche, J. (2011). “Vida y muerte en psicoanálisis”. Amorrortu. Buenos Aires,


Argentina.

Laplanche, J. y Pontalis, J-B. (1996). “Diccionario de psicoanálisis”. Bajo la


dirección de Daniel Lagache. Paidós. Buenos Aires, Argentina.

Juárez Dávalos, S.J. (2010). “Definiciones y teorías explicativas del suicidio”. En


Eguiluz, L.L.; Córdova, M.H. y Rosales, J.C. Compiladores. Ante el suicidio:
su comprensión y tratamiento. PAX México. CDMX, México.

93
Pereña, F. (2011). “Apuntes para una psicopatología infantil”. Revista de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. 31 no. 110, páginas 255 –
269. Asociación Española de Neuropsiquiatría. Madrid, España.

Trucco et al. (2017). “El enigma entre eros y tánatos. Consideraciones freudianas
acerca del suicidio”. IX Congreso internacional de investigación y práctica
profesional en psicología XXIV Jornadas de investigación XIII Encuentro de
investigadores en psicología del MERCOSUR. Facultad de psicología.
Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, Argentina.

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