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Aim (trayecto)
Goal (haber marcado un punto; alcanzar la meta).
Es notable que Freud, para ilustrar la circularidad, elija la dicha de ver y el sado-masoquismo.
Cuando habla luego de estas dos pulsiones, y en especial del masoquismo, se toma el cuidado
de señalar muy bien que hay tres tiempos, no dos, en estas pulsiones. Hay que hacer la
distinción entre el regreso en circuito de la pulsión y lo que aparece, aunque sea por no
aparecer, en un tercer tiempo. O sea, la aparición de un sujeto. Este sujeto, que es propiamente
el Otro, aparece si la pulsión llega a cerrar su trayecto circular. Solo con su aparición en el otro
puede ser realizada la función de la pulsión.
Entonces, la pulsión, su meta consiste en alcanzar la satisfacción sin alcanzar su meta, en la
medida en que esta meta se define por la realización del apareamiento reproductivo. Porque
no es esa la meta de la pulsión parcial! ¿Cuál es entonces? No es otra que ese regreso en forma
de circuito.
Hay algo que nos obliga a distinguir esta satisfacción del puro y simple autoerotismo de la zona
erógena, y es el objeto que con frecuencia confundimos con aquello sobre lo cual se cierra la
pulsión; ese objeto que, de hecho, no es otra cosa que la presencia de un HUECO, de un vacío,
que según Freud, cualquier objeto puede ocupar y, cuya instancia solo conocemos en la forma
del objeto perdido “a”. Este no es el origen de la pulsión oral porque no hay alimento alguno
que satisfaga nunca la pulsión oral, a no ser contorneando el objeto eternamente faltante.
No hay ninguna relación de engendramiento entre una pulsión parcial y la siguiente (oral y anal
por ej). Este paso no es producto de un proceso de maduración, sino el producto de una
intervención de la demanda del Otro.
El Incc se situa en las hiancias que la distribución de las investiciones significantes instaura en
el sujeto, figuradas como el rombo (♦) que coloco en el centro de toda relación del Incc entre la
realidad y el sujeto. La pulsión desempeña su papel en el funcionamiento del Incc debido a que
algo en el aparejo del cuerpo está estructurado de la misma manera.
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Perversión la pulsión no es la perversión, sino la manera en la que se coloca en el sujeto.
Voyerismo el objeto es mirada, mirada que es el sujeto, que lo alcanza. El otro sorprende al
sujeto, todo él, como mirada escondida. Pulsión escópica: la mirada es ese objeto perdido y, de
pronto, reencontrado, en la conflagración de la vergüenza, gracias a la intromisión del otro.
Hasta ese momento, ¿Qué busca ver el sujeto? Busca al objeto como ausencia. Lo que el voyeur
busca y encuentra no es más que una sombra detrás de la cortina. Busca, no el falo, sino
justamente su ausencia. Se mira lo que no se puede ver.
Gracias a la intromisión del otro, aparece la estructura de la pulsión, esta solo se completa de
veras en su forma invertida, en su forma de retorno, que es la verdadera pulsión activa. En el
exhibicionismo, el blanco del sujeto es lo que se realiza en el otro. La verdadera mirada del
deseo es el otro, el otro al que se fuerza. No solo involucra a la víctima, sino a la víctima en
tanto que está referida a algún otro que la mira.
Freud el dolor nada tiene que ver con el punto de partida de la pulsión sado-masoquista. La
violencia que ejerce el sujeto sobre sí mismo, en aras del ejercicio de un dominio.
El camino de la pulsión es la única forma de trasgresión permitida al sujeto con respecto al
principio del placer. El sujeto se dará cuenta de que su deseo no es más que un vano rodeo para
pescar el goce el otro, en la medida en que al intervenir el otro, el sujeto se dará cuenta de que
hay un goce más allá del principio del placer.
El forzamiento del principio del placer por la incidencia de la pulsión parcial es lo que nos
permite concebir que las pulsiones parciales, ambiguas, estén instaladas en el límite de un
mantenimiento de una homeostasis, de su captura por la figura velada que es la figura de la
sexualidad.
El objeto de la pulsión debe ubicarse en el plano de una subjetivizacion acéfala, sin sujeto, un
hueso, una estructura, que representa una faz de la topología. La otra faz es la que hace al
sujeto, debido a sus relaciones con el significante, un sujeto agujereado.
El sujeto se sitúa él mismo como determinado por el fantasma. Este es el soporte del deseo, no
el objeto a.
En la estructura perversa hay una inversión del fantasma. El sujeto se determina a sí mismo
como objeto, en su encuentro con la división de la subjetividad. El sádico ocupa él mismo el
lugar de objeto, pero sin saberlo, en provecho de otro, y ejerce su acción de perverso sádico en
aras del goce de ese otro. En ese sentido, el sadismo no es más que la negación del
masoquismo.
El objeto del deseo, en el sentido corriente, es o un fantasma que es en realidad sostén del
deseo o un señuelo.