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Psicología Política 2021

Primera clase: 31 de marzo.


CURZA-UNCo

Hola a todos/as! Hoy iniciamos la cursada de Psicología Política y con ella,

nos adentramos en la Unidad Nº 1 que se denomina: La Psicología Política, sus

debates contemporáneos y perspectivas de abordaje. En primer lugar, trabajaremos

respecto a los debates contemporáneos y las distintas perspectivas de abordaje en

torno a la asignatura; el diálogo que se produce entre la política y el psicoanálisis;

los fundamentos por los cuales este equipo opta por la transmisión desde el

psicoanálisis (también) en la política y las distancias entre las psicologías y el

psicoanálisis en torno a sus objetos de estudio y concepción de sujeto, entre otros.

De alguna manera, los tres primeros textos que vamos a trabajar hoy intentan

una aproximación a una de las perspectivas de abordaje que podemos visualizar en

el marco de la materia y al menos, la que este equipo de cátedra propone. Mientras

que dentro de la Psicología podemos encontrar diversas escuelas como el

conductismo o la psicología cognitiva entre otras, la cátedra propone una mirada

desde el marco teórico psicoanalítico. En el programa se van a encontrar con que

cada unidad programática aborda distintos temas de interés y actuales, como por

ejemplo las políticas públicas con infancia/s y adolescencias o las políticas públicas

con perspectiva de género. Cada una de estas unidades van a ser abordadas

valiéndonos de aportes psicoanalíticos (tanto contemporáneos como aquellos

denominados clásicos).

El plan de estudios de la carrera Lic. en Ciencia Política establece los

contenidos mínimos que deben brindarse en esta asignatura. Allí aparecen una

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serie de conceptos a ser trabajados que se van a desplegar a lo largo de las cuatro

unidades que se proponen. Entro otros las demandas sociales, el deseo humano

como el deseo del otro, la psicología de las masas, la subjetividad política, aquello

ligado a la dimensión política en nuestras instituciones, la identificación y otros

aspectos de relevancia.

Vamos a partir de una serie de preguntas inaugurales: ¿A qué nos referimos

cuando hablamos de humano? ¿Es lo mismo hablar de individuo y de sujeto? ¿El

sólo hecho de nacer nos hace sujetos humanos? ¿Por qué es necesario que en la

formación de politólogos y politólogas se aborden estos interrogantes?

En principio y de manera muy general, quizá la primera respuesta que surja

es que ustedes van a trabajar con sujetos (en el mejor de los casos) y que, por lo

tanto, su profesión implicará necesariamente el lazo con otros/as, con lo cual es

importante contar con un sostén teórico-práctico que les permita como mínimo

interpelar certezas, esquemas predeterminados, respuestas inmediatas a aquello

que trae el otro. El padecimiento subjetivo, el sufrimiento humano, excede cualquier

tipo de molde. Y con esto quiero decir que no podemos nunca saber de ante mano

aquello con lo que vamos a encontrarnos en nuestra práctica. Y posiblemente,

tampoco nunca se encuentren con respuestas que “encajen” a la perfección ¿Por

qué no vamos a encontrar respuestas estándar? Porque se trata de alojar la

singularidad y he aquí la trascendencia y vigencia del psicoanálisis. No habrá

respuestas generales en función justamente de que se trata de pensar caso por

caso, situación por situación, aún si nos referimos a políticas públicas. Es decir, la

tarea que tiene por ejemplo el Poder Legislativo, es diseñar políticas públicas que

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protejan o garanticen los derechos de todos y todas o de algún sector poblacional

en particular, pero luego habrá que ver como esas políticas impactan en cada sujeto

en particular, considerando que lo que para algunos/as es conveniente, para

otros/as no lo es.

En este sentido, lo que vamos a intentar hacer durante el cuatrimestre, es en

todo caso discutir, pensar, proponer, interrogar distintas estrategias de intervención

con miras a lo singular.

Aquí entonces ya tenemos algunas distancias sustanciales entre el

psicoanálisis y las escuelas de la psicología. El conductismo por ejemplo, tiene

como objeto de estudio la conducta observable: aquello que podemos mirar. Un

referente aquí es Watson y el modelo de estímulo respuesta: a determinado

estímulo, se obtiene determinada respuesta. Si nosotros/as nos basamos en este

modelo, por ejemplo, si tendríamos parámetros generales. Hay autores que señalan

(Corsi por ejemplo) que todo niño que haya visto a su padre golpear a su madre,

será un golpeador. Este análisis se encuadra en el modelo de estímulo-respuesta

en tanto aquí el estímulo es la conducta observable (en este caso el padre

golpeando a la madre) y la respuesta será el niño que repita esta misma conducta.

Aquí no hay lugar a la subjetividad.

Aclaramos antes de continuar, que la mirada que ofrecemos desde el

psicoanálisis es UNA mirada. Es necesario plantearlo antes de seguir, con la

intención de que sepan que es un aporte o alternativa de abordaje y teorización

más. Esto no quiere decir que sea mejor ni peor, sino que es aquella que elegimos

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como transversal al dictado de la asignatura. Tampoco podemos pensarlo en clave

de utilidad, pues no es útil. Cada uno/a de ustedes verá luego en la propia práctica

de que aspectos pueden valerse en sus intervenciones o abordajes.

Dijimos recién que el conductismo se valdrá de un modelo de estímulo

respuesta y su base es la conducta observable. En otro plano, el psicoanálisis no

se basa en la conducta observable, o al menos, no en lo observable planteado como

en el conductismo. Quizá aquello que se puede observar (o más bien escuchar)

desde el psicoanálisis son los fallidos, chistes, lapsus… todos ellos manifestaciones

del inconsciente. El psicoanálisis no es una escuela de la psicología y esto es

importante aclararlo porque la mayoría de las veces es planteado así erróneamente.

Para poder empezar a preguntarnos sobre los aportes del psicoanálisis a la

política y las distancias con algunas escuelas de la psicología, les proponemos tres

textos:

- El difícil diálogo entre la política y el psicoanálisis, de Jorge Aleman. Es una

conferencia dirigida a estudiantes de la UBA.

- Psicoanálisis: polémica por su uso en la política. Se trata de una entrevista

realizada a Sergio Zabalza (psicoanalista).

- Capítulo 1: El historial clínico y la insuficiencia de la trama y Capítulo 2: La

convicción freudiana. En: Clínica de la transmisión. Escrituras y lecturas en

psicoanálisis. Escars, C. (2003)

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En estos tres textos entonces, van a poder ubicar miradas y perspectivas de

respecto a la política, al malestar de la época, a los aportes que el psicoanálisis

ofrece a la política y ubicar aspectos relativos a la transmisión en psicoanálisis para

pensar acerca de las distancias en torno a las escuelas de la psicología.

En el texto de Aleman van a encontrarse con (como señala el título) un

diálogo entre la política y el psicoanálisis, situándonos en distintos contextos. Entre

otros aspectos, el autor se pregunta qué puede decirle el psicoanálisis a la política

y se responde entre otras cosas, que no podemos ahogar la especificidad del sujeto,

su constitución singular. De hecho, dice también, que no podemos subsumir esto

en un proyecto homogéneo y quizá aquí entonces sea pertinente recordar lo que

dije unos minutos atrás respecto a las políticas públicas o, porque no, a los

proyectos políticos partidarios independientemente de la fracción política de la que

se trate.

Explícitamente dirá (cito) que “el desafío más apasionante, más difícil, que

no encuentra fórmulas fáciles, que exige una invención, ya que no hay nada

previamente definido ni articulado, es mantener la especificidad del sujeto;

preservar lo que las enseñanzas de Freud y Lacan han postulado con respecto al

sujeto y vincular esto con los proyectos emancipatorios”.

Aleman no solo se pregunta que puede decirle el psicoanálisis a la política,

sino también que puede decirle (o más bien le dijo), la política al psicoanálisis. Para

ello realiza una aproximación a distintos sucesos históricos y contextuales, iniciando

con la década del ‘70 donde la psicología social tenía una fuerte impronta en el

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análisis de problemáticas sociales avanzando por sobre el psicoanálisis. Dirá que

“Había una determinación social de la experiencia subjetiva” (p. 1). Pichón Riviere

era en ese momento un gran referente teórico y había una fuerte intencionalidad de

vincular, dice el autor, a Freud con Marx. El autor plantea que, en este momento,

tales vinculaciones y conceptualizaciones fueron beneficiosas y que en todo caso la

falla (él habla de pérdida) fue “(…) desdibujar cierta especificidad que estudia la

teoría psicoanalítica, la manera en que el psicoanálisis de Freud y Lacan intenta

aislar teóricamente, para una experiencia clínica, lo que es el sujeto en su

singularidad más radical”. Como consecuencia de este desdibujamiento, la locura

por ejemplo, era tomada como un fenómeno de la exclusión social omitiendo o

quitando valor, al factor subjetivo. Esto lleva, dice el autor, a una “sociologización

de la subjetividad”.

El denominado “Antiedipo” es otro de los ejemplos que trae Aleman, donde

se evidenciaba un gran esfuerzo por “inscribir el psicoanálisis en el orden de las

prácticas sociales”. El Antiedipo:

(…) presentaba una determinación de la emergencia de la subjetividad

atribuida a las infraestructuras económicas u otros dispositivos de poder,

más que a la propia constitución del sujeto. Así que, en aquella época,

fue la política la que le dijo muchas cosas al psicoanálisis. (p. 2)

En ese momento histórico, la política dijo del psicoanálisis que era burgués e

individualista y que carecía de una teoría respecto a la infraestructura económica o

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ideología. Se dijo al psicoanálisis, que estaba “sofocado” por terapias individuales o

familiares que no aportaban a un proyecto emancipatorio.

En este sentido, Aleman va a decirnos que la política interpeló al psicoanálisis,

lo intervino… lo “puso en condiciones”. El autor habla de estas interpelaciones como

un legado. Y es a partir de este legado que entonces, ubica la pregunta acerca de

que puede decirle el psicoanálisis a la política, dejando atrás la idea de la política

como un “subsistema” y visualizándola como una “experiencia transformadora”.

Entonces, en este marco “Se trata de la política en tanto abre un interrogante: de

qué es capaz un colectivo humano y de qué es capaz cada uno de nosotros en

relación con un colectivo humano”. Es a partir de este interrogante que vuelve a

tomar relevancia la subjetividad y dirá que “Ya no se puede como en aquellos años,

ahogar la especificidad del sujeto, su diferencia radical, su constitución singular, su

propia historia incomparable. No se puede subsumir esto en un proyecto

homogéneo” (p. 3)

Dirá que hoy no podemos pensar en los sujetos como resultado de las

determinaciones sociales como se hacía décadas anteriores con el auge del

marxismo y la psicología social. Hay elementos más “finos” a considerar respecto a

un sujeto, como por ejemplo la dimensión del lenguaje.

En el texto de Helman (la entrevista a Zabalza), también se aborda la

pregunta acerca de qué puede decirle el psicoanálisis a la política. Entre otros

elementos que señala Zabalza también enfatiza, al igual que Aleman, en la

subjetividad, en lo singular. Pero es interesante en esta entrevista, como Zabalza

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hace un análisis minucioso de cómo el neoliberalismo arrasa con el sujeto,

podríamos decir, que genera o tiene efectos de(s)ubjetivantes. Habla allí del

sufrimiento humano y menciona entre otros, los ataques de pánico, el aislamiento,

las adicciones, la depresión y la medicalización o más bien hiper medicalización.

Pero además, Zabalza también menciona algo que está presente en el inicio

de esta introducción a la materia y que es la intervención de profesionales de la

psicología en la política. Allí él justamente señala la diversidad de intervenciones y

posicionamientos que la psicología tiene. Manifiesta que, como ya dijimos, la

“psicología” contiene múltiples escuelas con perspectivas distintas entre sí respecto

al abordaje de la psique. Y que en todo caso si se (cito textualmente) “trata de

facilitar la interpretación de las necesidades de los ciudadanos en los asuntos de la

polis, todo dependerá de la ética con que un psicólogo sugiere determinados

rumbos a un político”. En psicoanálisis decimos que la ética es vez por vez. Un

sujeto no es ético de una vez y para siempre no tiene un posicionamiento ético

eternamente, es vez por vez, situación por situación.

Años anteriores trabajamos también con otro autor, que este año no

incluimos y va en la misma línea de análisis que Zabalza y Aleman. Este autor es

Dessal y plantea algo muy interesante en torno al psicoanálisis y la política. Expresa

que no se puede obviar el factor subjetivo en la acción política, en la vida social y

que, si así se hiciera, la praxis política quedaría reducida a mera burocracia

ineficiente. De hecho, plantea que el psicoanálisis aporta el reconocimiento del

factor subjetivo en un intento por salvar a la política del desprestigio y degradación

absoluta.

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Estos autores nos dejan, como idea central, que el psicoanálisis aporta a la

política el factor subjetivo, como aquel trascendental para analizar las demandas

sociales y el contexto, al mismo tiempo que la “salvan” de la degradación.

Para continuar pensando acerca de las distancias existentes entre el

psicoanálisis con escuelas de la psicología: lo observable, lo concreto, el estímulo-

respuesta y los alcances y limitaciones que podemos encontrar en algunas de ellas,

continuaremos con aportes que posibiliten pensar acerca de aquello que el

psicoanálisis ofrece y que viene de la mano de la singularidad.

Nos adentramos en Escars y agrego que es un texto de vital importancia para

trabajar en torno a los contenidos mínimos de la primera unidad en tanto allí

mencionamos las diferencias epistemológicas entre las psicologías y el

psicoanálisis; qué lugar tiene el sujeto para las psicologías y para el psicoanálisis;

la ética del psicoanálisis y sus efectos en la consideración del sujeto, entre otros.

En “Clínica de la transmisión” Escars enfatiza en que los textos

psicoanalíticos son “una respuesta a la pregunta por cómo se transmite el

psicoanálisis” (p. 11) y, de hecho, ubica a la transmisión de la experiencia en “(...)

singular, en el caso por caso, sin someterse a priori a la exigencia de la

generalización o de universalización que la transmisión de un determinado saber

requiere” (p. 11).

Notarán que el texto se Escars se centra en principio, en la transmisión desde

el psicoanálisis y cómo Freud habitó una particular forma de transmisión con sus

“Historiales clínicos” mediante la cual no sólo relataba aquello que pasaba en un

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análisis, sino que también creó “(…) el lugar en que esta transmisión puede alojarse”

(p. 11)

Una primera respuesta a ¿Qué es un historial clínico? Puede ser que:

(…) es un texto en el que se describe lo más detalladamente posible lo

que sucede en un análisis, de modo de suministrarle a un “lector

imparcial” elementos suficientes como para formarse una idea de en qué

consistió ese análisis. (Escars, p. 12)

Según esta concepción, un historial clínico se reduce a un “registro de hechos”,

a una descripción detallada de lo que acontece en un análisis. Se suscitaba además

un problema ¿Cómo obtener registros detallados de lo que ocurriera en el análisis

sin acceder a grabaciones, notas u otros soportes?

Entonces hasta aquí, tenemos la noción de que los Historiales clínicos son

descripciones lo más detalladas posible de un análisis. Luego, frente a esta

concepción, hay un psicoanalista norteamericano que plantea que los historiales

clínicos no son una mera descripción, sino que “(…) implica necesariamente una

interpretación, una lectura” (p. 12). No obstante, este psicoanalista también plantea

que esta “verdad narrativa” (es decir, la lectura o interpretación que alguien hace de

un historial clínico), debe suprimirse a lo mínimo. Expresa que la verdad narrativa

es algo a evitar y que una manera de obviarla es realizando una transcripción

completa y autosuficiente, de forma tal que quien lee no tenga interpretaciones que

hacer.

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Esta perspectiva se vincula a las primeras respecto a los historiales clínicos,

en tanto justamente, lo que se pretende es lograr producciones tan detalladas y

descriptivas, que no den lugar a interpretaciones ni lecturas, al punto de tornarse de

carácter universal, de “acumulación de datos evidentes de por sí”. Es decir, aquello

observable, tangible, que tenemos a simple vista. Aquí un ejemplo respecto a la

acumulación de “datos evidentes de por sí”: Irene Intevi (psicóloga), toma patrones

comunes para definir la violencia y para detectar situaciones de maltrato

infantojuvenil (niños/as y adolescentes). Realiza un listado de “datos y señales” que

advertirían sobre posibles situaciones de maltrato. No obstante, estos datos son

siempre observables en el aspecto físico de los niños y adolescentes, dejando por

fuera aquellos aspectos “no visibles” que puedan existir. Esta autora toma como

referencia un marco teórico cognitivo-conductual (Escars de hecho refiere al

cognitivismo más detenimiento) y se vale de un punteo de indicadores que

condicionan la ubicación del niño en la trama familiar. Si nos detenemos en este

marco teórico, podemos afirmar la idea de que las situaciones de maltrato serán

únicamente aquellas que se observen concretamente en ese listado de patrones

comunes o datos y señales descriptos por la autora. Es decir, estamos frente a un

“conjunto universal”, desestimando el factor subjetivo.

Retomando entonces la noción de Historial Clínico y alejándonos de las

posiciones que ubican al mismo como un mero “soporte de hechos” descriptivos y

acumulativos de datos observables y evidentes… tenemos otra perspectiva que

aloja la estructura del historial clínico, estructura narrativa, relato.

James Hillman (1975) sostiene que:

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(…) el historial clínico tiene una estructura de novela, que es un género

de ficción (…) afirma que el historial clínico es un relato –ya que historiza

una determinada experiencia- que conlleva una determinada trama: las

teorías en las que se basa aquel que lo escribe. Es decir que lo que

respondería a la pregunta de por qué sucede lo que sucede en el relato

del historial clínico, será la propia teoría del analista. (Escars, 2003, p.

16)

Según la concepción de historial clínico de Hillman, el paciente llega con un

síntoma, una trama que “No puede digerir e incluir en la historia” y es el analista

quien allí ofrece una trama “mejor”. Según esta percepción, el analista “(…) aporta

–mediante la creación, mediante la propia imaginación- un argumento, una trama

más inteligente, más imaginativa que la que el sujeto tiene, y es esta trama la que

cura por sí misma” (Escars, 2003, p. 17)

Aquí nos encontramos entonces con una nueva versión del historial clínico que

se acerca a las perspectivas citadas anteriormente (descriptivas y observables). La

concepción de Hillman nos ofrece una producción “(…) de relato coherente, un

sentido pleno, que suture lo que no encaja” (Escars, 2003, p. 17).

Freud se distancia de la teoría del todo y de hecho no sutura lo que no encaja:

“Un caso no puede dar cuenta de todo, no puede ser ejemplar, en el sentido de dar

cuenta de un universal” (Escars, 2003, p. 18). Un caso, desde la perspectiva en que

aquí se intenta transmitir, da cuenta de fragmentos. “En el psicoanálisis los detalles

no encajan, las piezas no arman un rompecabezas” (Escars, 2003, p. 19).

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El autor se pregunta, en este sentido, qué es aquello que diferencia a los textos

psicoanalíticos de los textos científicos y literarios ¿En qué se distinguen? ¿Cuál es

el modo de argumentación que el psicoanálisis pone en marcha en esta

transmisión?

Freud utiliza un término que no ha merecido mucha atención entre los

analistas, pero que parece esencial para abordar el problema de la

argumentación en psicoanálisis: se trata de Überzeugung, que fue

traducido al español como “convicción” o “convencimiento”. (Escars,

2003, p. 24)

Este concepto freudiano se divide en dos partes: Zeug (“testigo” o también

“tejido, material, cosas”) y zeugen (“dar testimonio”, “dar fé”, “evidenciar”). Sería,

dice Escars, similar a “ser testigo de una evidencia” (p. 24).

Aquí el término convencimiento tiene un sentido particular. Se trata de la “(…)

convicción que se produce en alguien, mediante lo cual uno llega a admitir algo

como convincente y puede dar testimonio de que es así” (p. 24). Continuará

planteando Escars, que en este sentido no se trata de “convencer a alguien”, sino

de llegar a un convencimiento.

Freud habla de producir un convencimiento que, curiosamente, no

depende de presentar evidencias objetivas (…) depende en verdad de

una experiencia, de un trabajo continuado. Es una convicción subjetiva,

como la llama en otro lado (…) que no supone una “demostración” al

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estilo de la de un teorema, sino un trabajo subjetivo, singular, en el caso

por caso (Escars, 2003, pp. 25, 26)

Cuando Freud habla de convicción, refiere a tres: la convicción del analista, la

convicción del paciente y la convicción del lector. En el primer caso (el analista), se

muestra convencido de la eficacia del psicoanálisis; además no se trata, dirá Freud,

de un simple observador ni da testimonio de hechos, sino que da testimonio de la

obtención de su propia convicción. En segundo lugar (el paciente), Freud plantea

que para que un análisis sea considerado eficaz, el analizante debe lograr cierta

convicción. Por último, la tercera convicción refiere al lector “imparcial”. Se trata de

quien se acerca al historial clínico con la intención de “probar la solidez” del

psicoanálisis.

Escars (2003) dirá que el camino del psicoanálisis no es definitivamente el del

“lenguaje unívoco, objetivo, sin sujeto”. Argumenta que la misma esencia del

psicoanálisis impide que sea así.

Entonces, la convicción no se sostiene en la evidencia objetiva. La evidencia

así percibida, dirá el autor, corresponde a la ciencia y a lo jurídico. Menciona allí a

“nuevas corrientes psicológicas” que buscan esa evidencia, el cognitivismo por

ejemplo, ya anteriormente mencionado. Respecto de estos últimos, dirá Escars que

por ejemplo “(…) para los psicólogos cognitivistas la respuesta a un cuestionario

sobre depresión es la “evidencia” de que su tratamiento funciona, es lo que autoriza

su práctica” (p. 31).

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Desde el psicoanálisis podemos cuestionar la evidencia de esas pruebas

del cognitivismo en tanto podemos diferenciar al enunciado de un

cuestionario del acto de enunciación que supone. En ese sentido los

cognitivistas parecen dejar fuera de consideración ese acto. Por ejemplo,

no consideran necesario tomar en cuenta el hecho de que la respuesta

al cuestionario se produce en el marco de una situación transferencial

por lo que sus variaciones a lo largo de la terapia pueden responder más

a las modulaciones transferenciales que al “estado objetivo” del paciente.

(Escars, 2003, p. 31)

Ahora bien ¿Cuáles son las “pruebas” del psicoanálisis? Se pregunta el autor

¿Cómo valida el psicoanálisis su praxis? Será en este marco, donde aparece la

convicción freudiana, como una prueba que no deja por fuera al sujeto y que “(…)

es indisociable de un sujeto, de un testigo” (Escars, 2003, p. 32).

En psicoanálisis el trabajo sólo se produce en contra de lo dado, de lo

establecido, de lo admitido, es decir que siempre se trata de un trabajo

que puede ser considerado como irreverente. Partimos de la convicción

de que lo que define a un psicoanalista no es tanto su adhesión a

doctrinas, escuelas o “líneas” establecidas, como el hecho de sostener

un modo de trabajo, una posición singular de escucha. (Escars, 2003, p.

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