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TEMA 9.

LA CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN Y LA CAÍDA DE LA


MONARQUÍA (1902-1931)

INTRODUCCIÓN
El régimen político del turnismo funciona gracias a la habilidad de Cánovas; pero la
desaparición de sus líderes (Cánovas, en 1897, y Sagasta en 1903), y el incremento de las crisis
ministeriales provocadas por las disensiones internas que los partidos dinásticos van a experimentar,
como consecuencia de la incapacidad de adaptarse a sus momentos, a la vez que la creciente
intervención del rey Alfonso XIII en asuntos de gobierno debilitaron el propio sistema. A ello, se
sumó la dificultad para manipular el voto urbano y el incremento del fraccionamiento
parlamentario, que exigía coaliciones para poder gobernar. También influirán el creciente desarrollo
de las organizaciones obreras provocando numerosas huelgas y el problema colonial marroquí, así
como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la crisis de subsistencia de esos años. Todo ello
desembocará en el golpe de Primo de Rivera y la instauración de la Dictadura y más tarde el
crecimiento de las fuerzas de oposición que desembocará en la II República. En conjunto, el primer
tercio del siglo XX en España se caracterizó por los siguientes aspectos:
a) Crisis del bipartidismo y del turno de poder. A partir de la muerte de Cánovas (asesinado
en 1897) y de Sagasta (1903), el partido Conservador y Liberal carecen de líderes con la
talla política suficiente para mantener unidas las diferentes facciones internas. En el partido
Conservador destacarán personalidades como Francisco Silvela, Fernández Villaverde,
Antonio Maura y Eduardo Dato. Mientras que en el partido Liberal hay que citar a Montero
Ríos, Segismundo Moret, José de Canalejas y el Conde Romanones. Las pugnas y
divisiones internas entre los partidos del turno provocaron una creciente inestabilidad
política y constantes cambios de gobierno.
b) El protagonismo político de Alfonso XIII, que de manera imprudente intervino cada vez
más en asuntos de gobierno reservados hasta entonces a otras instituciones. Este
protagonismo motivó que la oposición al sistema derivase a un rechazo a su persona.
c) El aumento de la conflictividad social, alimentada por las profundas desigualdades
sociales, agravadas por los desequilibrios regionales, con una agricultura atrasada y una
insuficiente y desigual desindustrialización.
d) Reaparición del intervencionismo del ejército en la vida política, que se intensificó con la
Guerra de Marruecos (1909-1925).
e) Incremento y aumento del activismo de la oposición política y social al sistema
(republicanismo, nacionalismo y movimiento obrero), que comienza a organizarse de
manera más efectiva frente al régimen de la Restauración.

1. PRIMERA ETAPA: LOS GOBIERNOS REGENERACIONISTAS


Así, el 17 de mayo de 1902, a los 16 años de edad, Alfonso XIII asumía el trono y ponía fin
a la regencia de su madre María Cristina de Habsburgo. El joven monarca accedía al trono en un
momento de enorme crisis existencial nacional, donde la pérdida de las últimas colonias de
ultramar había posicionado a buena parte de la élite político-social y militar hacia unas posturas,
irónicamente, pro militaristas, en la búsqueda de recuperar el perdido prestigio internacional. Frente
a ella, una masa social se situaba en posiciones abiertamente antimilitaristas, si bien la apatía
política, por un régimen de la Restauración conocidamente corrupto, y unas necesidades de
subsistencia mayores, mantenía inmóvil las estructuras del sistema. Sin embargo, para caracterizar
este reinado de Alfonso XIII, hay que aludir a varios rasgos identificativos: el notable
protagonismo político del monarca, siguiendo lo establecido en la Constitución vigente de 1876,
otorgando o retirando la confianza de los gobiernos, cuyo papel fue crucial ante la
descomposición de los partidos dinásticos tradicionales; la inestabilidad política, presente a lo
largo de todo el reinado; y el resurgimiento del protagonismo militar en la vida política y civil,
favorecido por el propio espíritu castrense que caracterizaba al nuevo monarca, siempre partidario
de favorecer los intereses del ejército y el prestigio internacional militar de la nación. Un ejemplo
ocurrió en 1906, cuando unos militares asaltaron las sedes de algunos partidos nacionalistas, como
consecuencia de una crítica llevada a cabo contra el ejército. Al año siguiente, la "ley de
jurisdicciones", establecía una persecución contra toda ofensa a la bandera, la patria o al ejército,
incluyendo críticas en artículos de opinión, sería juzgado por tribunales militares, con la que se
reinicia el intervencionismo militar en la política, y se restringía, nuevamente, el derecho a libre
expresión en España.
Así, es en este contexto, en medio de la creciente inestabilidad, que los diferentes gobiernos
que se sucederían procurarán establecer medidas de influencia regeneracionista, revisando
aquellos elementos más restrictivos y defectuosos del régimen de la Restauración, con el objetivo
de contener el malestar social, otorgando alunas concesiones sociales a la población española
para evitar cualquier tipo de revolución, pero sin cambiar los elementos más estructurales del
régimen. Los resultados, como veremos, acabaron en rotundo fracaso.

1.1. El revisionismo conservador: Antonio Maura, la ‘revolución desde arriba’, el


‘gobierno largo’, y la ‘Semana Trágica de Barcelona’ (1907-1909).
El primer programa amplio de reformas, lo llevó a cabo Antonio Maura1, líder del Partido
Conservador, que fue presidente del gobierno en varias ocasiones entre 1903 y 1922, durante su
"gobierno largo" (1907-1909)2. La intención de Maura de hacer la llamada "revolución desde
arriba", era evitar la “revolución desde abajo”, es decir, la revolución social. Para ello, buscó
reformar lo estrictamente necesario, sin alterar las bases fundamentales del sistema. La presión
cada vez más fuerte de las organizaciones obreras, que seguían viviendo en unas condiciones de
explotación, miseria, e injusticia social, y donde la Comisión de Reformas Sociales (1883),
aprobada por los progresistas de Sagasta resultaba completamente insuficiente, hizo que Maura
apostase por continuar aprobando la serie de medidas sociolaborales iniciadas años antes, como
fueron la Ley de Accidentes de Trabajo o la Ley sobre Condiciones de Trabajo de Mujeres y
Niños (1900). A estas, añadió la Ley de Descanso Dominical (1904), todas las cuales, sin embargo,
seguían siendo meras reformas lentas, tímidas y prolongadas en el tiempo, insuficientes para dar
solución a los problemas de la masa trabajadora.
Más tarde, en 1907, la medida que quizá mejor ilustra el espíritu regeneracionista
conservador, fue la aprobación de la Ley de Reforma Electoral, cuya intención declarada era
eliminar el fraude y garantizar la trasparencia de las elecciones, pero la realidad fue muy
distinta y tuvo pocos efectos para hacer creíble los procesos electorales. Se introdujo el voto

1
Natural de Palma de Mallorca, fue una de las figuras del panorama político más importantes de principios del siglo
XX en España. Estudió Derecho e inició su actividad en la política vinculado al Partido Progresista, con el que ocupó
cargos de importancia. Sin embargo, su incorporación al Partido Conservador en 1902 hará que acabe sucediendo al
precedente líder de dicho partido, Francisco Silvela, sucesor directo de Cánovas del Castillo en dicho partido. Presidió
los gobiernos de 1903 a 1905, y el llamado “gobierno largo”, de 1907 a 1909.
2
Solo puede considerarse como tal si se tiene en cuenta que entre 1902 y 1907, fue el gobierno más largo que se dio del
total de trece gobiernos que se habían sucedido durante un año.
obligatorio, cuyo verdadero objetivo era el de movilizar el voto de la masa apolítica e
indiferente, cuyas posiciones ideológicas, debido a su propia falta de preocupación e ignorancia
política, siempre fue potencialmente conservadora, de manera que, así, se aseguraba poder
contrarrestar el voto de republicanos y socialistas. La novedad de mayor trascendencia ligada a
esta ley electoral fue la introducida en el artículo 29, según la cual, aquellas circunscripciones
donde el número de candidatos fuese igual al número de escaños en disputa, estos se adjudicarían
directamente sin proceso electoral, dejando patente, una vez más, la corrupción política del sistema.
Al año siguiente, en 1908 creó el Instituto Nacional de Previsión, embrión del futuro
sistema de Seguridad Social (salvando las distancias), para promover y facilitar los seguros sociales
colectivos. Sin embargo, su verdadero objetivo era el de resolver la lamentable situación de los
trabajadores más veteranos y ancianos que, obligados por la edad a dejar de trabajar, carecían
de medios y recursos económicos para poder subsistir. La jubilación, por entonces, aún no existía
oficialmente3. Para 1909, nuevamente en materia social, Antonio Maura aprobó una Ley de
Huelga, con el objetivo de regular el ejercicio de este derecho, al cual recurrían los obreros como
medio de paralización de la producción económica y presión pacífica para que fueran atendidas
sus demandas y derechos reclamados. Esta ley fijaba la antelación con la que se debían anunciar
las huelgas a la autoridad competente, garantizaba la libertad de los obreros a secundarlas o
no y establecía sanciones para quienes no respetaran los procedimientos establecidos legales.
Así, esta ley buscaba más controlar la huelga que asegurar el derecho de poder ejercerla.
En este mismo año, en pleno contexto del imperialismo colonial occidental, la pérdida de las
últimas colonias de ultramar aún quedaba en el dolor patriótico de las élites políticas y militares de
la nación. España, cada vez más aislada de Europa, y sin ningún tipo de peso internacional, buscó
participar en el reciente reparto de África, establecido en la Conferencia de Berlín (1884-1885),
orquestada por el ya desaparecido ‘canciller de hierro’ prusiano-alemán, Otto von Bismark. En
dicha fecha, España obtuvo de reparto tan solo Guinea Ecuatorial, un minúsculo territorio situado
en la costa occidental del continente africano, en plena línea del Ecuador, en el que se aventuraron
una serie de comerciantes españoles en busca de fama y riquezas. Ante esta situación, y en un
momento en el que las colonias imperiales estaban reportando pingües beneficios a todas las
naciones occidentales importantes (Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos, Bélgica, etc.),
España vio en Marruecos un objetivo colonial sobre el cual expandirse. Así, y en pleno contexto
de la Paz Armada (1890-1914), durante cuyos años se sucedieron toda una serie de ‘crisis
internacionales', una declaración franco-británica reconoció los intereses españoles en la costa
mediterránea de Marruecos, y un posterior Convenio franco-español lo ratificó. Tras el
aumento en la escala de tensiones que esto generó a nivel internacional entre Francia y Alemania4,
la disputa se resolvió en la Conferencia Internacional de Algeciras (1906), en la que España
obtuvo el reconocimiento definitivo de sus derechos sobre el norte del territorio marroquí.

3
La verdadera eficacia de esta medida sociolaboral no se alcanzó hasta 1919, cuando este seguro se hizo obligatorio
para todo trabajador y a las cuotas de los obreros, se añadieron las de sus patronos y un suplemento estatal.
4
El reparto de Marruecos entre Francia y España suponía una expansión del país galo en el Mediterráneo, y el control
de una zona geoestratégica y comercial muy importante. Esto, hizo que el rey Guillermo II de Alemania protestase e
interviniese en favor de los intereses de Marruecos, presentándose como defensor de la soberanía e independencia
nacional marroquí. Así, esta escalada de tensiones entre Francia y Alemania llevó a la celebración de la Conferencia
Internacional de Algeciras, que estableció el reparto de Marruecos entre zonas de influencias española y marroquí, con
arbitraje de Gran Bretaña y Alemania. Así, el protectorado español marroquí quedó definido en la zona norte de
Marruecos (de escasa riqueza económica y orografía dificultosa), mientras que Francia ocupó la zona sur de Marruecos
(de mucho mayor valor económico). Un supervisor suizo, por iniciativa de Alemania, debía vigilar el cumplimiento y la
protección de los derechos de los marroquíes en ambos protectorados. Sin embargo, esta medida fue insuficiente y no
satisfizo a los alemanes, ya que, en la práctica, no tuvo trascendencia alguna.
De este modo, la ocupación militar de la zona norte asignada a España comenzó en
febrero de 1909, apoyado por el gobierno de Maura, firme partidario de la presencia española en
Marruecos. Sin embargo, esta intervención provocó el descontento popular a causa de los
reclutamientos forzosos de las tropas, para una guerra que solo interesaba a una minoría
burguesa con intereses económicos en la explotación de las minas de hierro del Rif. Mientras, la
élite militar también vivía con entusiasmo esta ocupación, en tanto que podía brindarles la
oportunidad de recuperar el prestigio profesional perdido tras el ‘desastre del 98’. Pero en julio,
los rifeños atacaron una línea de ferrocarril próxima a Melilla, por lo que el presidente Maura,
decidió reforzar militarmente la zona, enviando tropas en las que se incluían reservistas del
ejército.
Esta movilización de los reservistas agudizó la tensión social, ya que, como siempre, eran
los hijos de las familias trabajadoras, campesinas y más humildes, las que acababan yendo al
frente y muriendo en la guerra, como consecuencia del privilegio al que podían aspirar las clases
más ricas, con el pago de una cuota que libraba de esta obligación a sus hijos5. Ante tal situación, el
movimiento obrero español, tanto socialistas como anarquistas, convocaron la huelga general
como protesta. En Barcelona, puerto donde debían embarcar las tropas comenzaron la huelga, que
se extendió por todas las localidades catalanas. El gobierno respondió mediante la detención de
los cabecillas y censurando la prensa socialista. Las protestas no cesaron, y la represión obrera,
no hizo más que polarizar a la población. La autoridad proclamó el Estado de guerra, y la
huelga general, que comenzó siendo pacífica, acabó protagonizando movilizaciones organizadas
combativas, mediante el levantamiento de barricadas y una oleada de violencia callejera, e
incendiando iglesias y conventos, símbolos asociados al régimen y gobierno conservador. La
rebelión fue sofocada por la Guardia Civil y el Ejército, a lo que le siguió una dura represión,
con fusilados como el intelectual y librepensador español Francisco Ferrer de Guardia6, cuyo
ajusticiamiento suscitó un gran escándalo internacional. Estos hechos, duraron del 26 al 31 de julio
de 1909, y son conocidos como la ‘Semana Trágica de Barcelona’. Los hechos de esta ‘Semana
Trágica’ se debieron a una acumulación de problemas, entre los que se incluían las duras
condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población obrera, así como la manipulación
obligada de sus familias, para ponerlos al servicio de los intereses político-militares de una
minoría. Esta experiencia de la ‘Semana Trágica’ hizo ver a los sectores obreros anarquistas la
necesidad de crear una organización sindical propia, desde la que se pudiese combatir con mayor
eficacia al poder del Estado y la patronal. Así, en 1910 se fundó la Confederación Nacional del
Trabajo (CNT), el sindicato de mayor peso de la Historia de España, durante estas primeras
décadas del siglo XX, que llegó a agrupar a 750 mil trabajadores7.
Finalmente, y ante la oleada de protesta y oposición que se generó contra el gobierno
conservador de Maura, iniciándose una campaña de desprestigio protagonizada por la oposición
republicana y socialista del país, y al que se sumó el Partido Progresista, Antonio Maura decidió

5
Esta dinámica siguió siendo así hasta 1912, cuando se estableció el servicio militar obligatorio. No obstante, incluso
así, las familias burguesas siguieron optando a privilegios para evitar esta obligación militar, previo pago de una cuota,
como pudiera ser que el tiempo de servicio en el ejército o el destino militar al que eran destinados, fuese más corto o
seguro que al que mandaban a los hijos de las familias trabajadoras, cuyo tiempo de servicio no podían conmutar de
ninguna forma, al no disponer de los recursos económicos necesarios para optar a dicha cuota.
6
Pedagogo e intelectual anarquista, fue fundador de la Escuela Moderna en España, un modelo de educación destinado
a formar a la juventud y población, especialmente, la obrera (por su falta de recursos y medios) en la crítica, el
conocimiento científico y en valores basados en la cooperación, el altruismo y el ejercicio pleno de la libertad del
individuo, todos, principios recogidos en la ideología libertaria.
7
El mayor registro de CNT, se contabilizó durante la guerra civil española, llegando al millón y medio de afiliados.
presentar su dimisión, con la esperanza de que el monarca Alfonso XIII la rechazara. Sin embargo,
no fue así, y el monarca, consciente de difícil situación política, optó por retirar el apoyo a los
conservadores y llamar al gobierno a los progresistas. Se consumaba así la ruptura del pacto
turnista pacífico entre conservadores y progresistas, consumado en el Pacto del Pardo (1885), que
había constituido la base del sistema político de la Restauración. Por primera vez, el Partido
Progresista, se había unido a los partidos ‘no dinásticos’ de la oposición, iniciándose con ello, una
nueva etapa en la Historia política de España, en tanto que, desde entonces, los enfrentamientos
políticos no eran un juego premeditado y organizado, sino una disputa política real entre
partidos, para conseguir el mayor número de votos y apoyos posibles.

1.2. Canalejas y el regeneracionismo liberal progresista (1910-1912)


Tras la caída de Antonio Maura, comenzó una nueva etapa de gobiernos del Partido Liberal
Progresista, entre 1910 y 1912. El primero de ellos, estuvo presidido por el gaditano Segismundo
Moret8, pero será José Canalejas9 el que presida el gobierno de mayor relevancia progresista de
este período hasta su asesinato en 1912. Canalejas acometió el más serio intento de regeneración
democrática del sistema de la restauración: Intenta avanzar en la separación Iglesia-Estado, con
medidas encaminadas a acabar con el monopolio religioso en la educación, o la aprobación de la
‘Ley del candado’, que limitaba la creación de nuevas órdenes religiosas. Así mismo, promovió
algunas reformas sociales, en un momento en el que el movimiento obrero desarrolló una gran
actividad, recrudeciéndose la agitación social. En este sentido, destacarán algunas medidas como la
reducción jornada de trabajo a 9h, la regulación del trabajo de las mujeres, o la supresión del
impuesto de consumos, que afectaba a bienes de primera necesidad y cargaba el peso fiscal en
las clases más humildes, que será sustituida por un impuesto progresivo sobre las rentas
urbanas, lo cual provocó las protestas de las clases acomodadas. Sin embargo, no todo fueron
concesiones a las demandas de la clase obrera, pues a estas pequeñas reformas, le siguió una actitud
ambivalente, contraria a otras muchas demandas exigidas por la clase obrera española, cuya
respuesta fue la represión contundente sin vacilaciones de otras huelgas y manifestaciones pacíficas,
por parte del gobierno. De gran importancia fue también la aprobación de la ‘Ley de
Reclutamiento’ (1912), que establecía el servicio militar obligatorio y la supresión de la cuota
económica, para librarse del servicio militar. No obstante, esta práctica corruptiva no
desapareció del todo, pues, si bien hasta los hijos de los burgueses debían hacer el servicio militar
cuando se les requería, la cuota siguió pagándose para reducir el tiempo de servicio a escasos
meses. Sin embargo, en caso de guerra, sí serían llamados todos a fila. Junto a ello, también se
fomentó un sistema fiscal más progresivo o la aprobación, póstuma, de la ‘Ley de
Mancomunidades’ (1913), que otorgaba concesiones de autogobierno político a Cataluña, y

8
Segismundo Moret y Pendergast (1883-1913), fue una figura de relevancia en el panorama político de la Historia de
España de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Como ministro de ultramar, aprobó en 1870 la llamada ‘Ley
Moret’, por la que se establecía la abolición gradual de la esclavitud en las, aún, colonias de ultramar de Puerto Rico y
Cuba, la cual última, como ya vimos, se prorrogará hasta 1883. Más tarde, en 1897, decretó la autonomía de Cuba, en
un vano intento de salvaguardar el control colonial en la isla. Tras la muerte de Sagasta, participó en las pugnas internas
por ser la cabeza del Partido Liberal Progresista, que fracasó frente a Montero Ríos. Solo en el breve período y entre
octubre de 1909 y febrero de 1910, desempeñó dicho de presidente del gobierno.
9
José Canalejas Méndez (1854-1912), fue una de las figuras más importantes de la primera etapa del reinado de
Alfonso XIII. Formado en filosofía y derecho, se integró en el Partido Liberal y ocupó diversos ministerios entre 1888 y
1902 (Ministerio de Fomento, Ministerio de Gracia y Justicia, Ministerio de Hacienda, Agricultura y Obras Públicas).
Tras la muerte de Sagasta, acabó liderando el ala izquierda del Partido Progresista Liberal. Una vez llamado por Alfonso
XIII para formar gobierno, será la cabeza presidencial gubernativa de la nación hasta su asesinato en 1912, a manos de
un anarquista, cuyo hecho acentuó la crisis y fragmentación interna del partido.
oficializaba cierta descentralización política, con el objetivo de conciliar y aplacar las exigencias
de los nacionalistas. En lo referente a la política exterior, se firmará definitivamente un tratado
con Francia, por el que se puso fin a la segunda crisis marroquí internacional (1912), y que
consolidará el protectorado hispanofrancés de manera definitiva sobre Marruecos, con sus
respectivas divisiones territoriales.
El asesinato de Canalejas en 1912 hizo que la realidad política en España se tambalease
enormemente. Los dos partidos dinásticos estaban sumidos en una fuerte crisis por la falta de
liderazgo, al tiempo que las fuerzas políticas de la oposición – PSOE, republicanos y nacionalistas
– crecían y aumentaban su fortaleza. Así, comenzó una descomposición interna de los partidos
dinásticos, cuyos líderes carecían del carisma y la talla política de las grandes figuras de ambos
partidos, como fueron Cánovas y Sagasta, respectivamente. Esto propició que el rey Alfonso XIII
asumiera mayor protagonismo político, limitando aún más la precaria democracia parlamentaria
existente en España. La ruptura de la práctica turnista del régimen de la Restauración entre
ambos partidos dinásticos comenzaba un enfrentamiento político real y directo.
Así, en la sucesión del gobierno llevó al poder al Conde de Romanones10. Su gobierno, no
obstante, destacó no por su figura, sino por la de su ministro de Hacienda, Santiago de Alba11,
ministro de Hacienda, quien fue el ejecutor de las medidas fiscales más importantes de estos años,
como la ejecución de una profunda reforma fiscal, o la imposición de un gravamen impositivo
para la exportación de materia prima y manufacturas nacionales hacia el extranjero, en el
contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esto permitió recaudar importantes
ganancias económicas para el país, muchas de las cuales serán invertidas en la construcción de
infraestructuras y en educación, pero sembrará gran hostilidad tanto en el Partido Conservador
como en los miembros de su propio partido, propiciando así su caída en el gobierno.

2. HACIA LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO

2.1. La oposición a principios del siglo XX


En este panorama y contexto de inestabilidad, los republicanos se presentaban como
principal fuerza de la oposición política del régimen. Su ideario, algo difuso y heterogéneo por las
diferentes tendencias políticas internas, tenía dos pilares comunes claves: el progreso de España y
la justicia social. Así mismo, sus posiciones más proclives al parlamentarismo liberal hicieron que
su abanico de apoyos políticos y electorales se ampliase significativamente, con sectores sociales
que abarcaban desde la pequeña burguesía, hasta trabajadores obreros, pasando por importantes
figuras de la intelectualidad española del momento, como Benito Pérez Galdós, José Ortega y

10
Álvaro Figueroa y Torres, más conocido por su título nobiliario de ‘Conde de Romanones’ (1863-1950), fue un
destacado político, capitalista y terrateniente aristocrático español, miembro del Partido Liberal Progresista, que ha
pasado a los anales de la Historia de España como epítome y ejemplo personificado de las lacras del régimen de la
Restauración en España (clientelismo, corrupción, autoritarismo, egocentrismo, etc.). Con todo, su gobierno fue un
intento de perpetuar las estructuras del régimen durante el reinado de Alfonso XIII, y que destacó más por las reformas
llevadas a cabo por su ministro de Hacienda, Santiago de Alba que, por su figura personal, que ha pasado a un segundo
plano.
11
Santiago de Alba Bonifaz (1872-1949) fue abogado, periodista y destacado político español que desempeñó diversos
cargos durante el reinado de Alfonso XIII (ministro de Marina, de Instrucción Pública y Bellas Artes, ministro de
Gobernación y ministro de Hacienda y Estado). Exiliado durante la dictadura de Primo de Rivera, destacó por su
posterior militancia en el Partido Radical durante los años de la Segunda República, llegando a ejercer como presidente
de las Cortes en esta época. Su reforma haciendística estuvo inspirada por los valores regeneracionistas de la época.
Gasset o Ramón y Cajal12. En este sentido, el viejo republicanismo se extinguió y surgieron dos
nuevos partidos:
a) Partido Republicano Radical: Encabezada por la figura de Alejandro Lerroux13, en
1908, se caracterizó sobre todo por su abierto anticlericalismo y discurso populista, lo
que le permitió granjearse amplios apoyos sociales.
b) Partido Republicano Reformista: Fundado por Melquíades Álvarez14 y Gumersindo
Azcárate15, en 1912, representaba un republicanismo moderado, dispuesto incluso a
admitir la monarquía, siempre y cuando dicho modelo de estado fuese verdaderamente
democrático y asegurase medidas políticas de carácter social.
Por su parte, aunque participando de un modelo de Estado republicano, se encontraba el
Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cada vez más dispuesto a participar en el
parlamentarismo burgués, siguiendo su línea táctica de procurar asegurar mejoras en las
condiciones de vida y laborales de la clase obrera a corto plazo, mediante la vía democrática-
parlamentaria, pero, aparentemente, sin por ello renunciar a la revolución social como medio de
alcanzar el poder político16. De hecho, en las elecciones de 1910, se presentó dentro de la llamada
‘Conjunción republicano-socialista’, consiguiendo, por primera vez, el acceso a las Cortes de un
diputado socialista: el propio fundador, Pablo Iglesias.
En cuanto a los nacionalismos, destaca en este momento, por su mayor importancia e
influencia, el catalanismo. La Lliga Regionalista de Francesc Cambó17 había conseguido obtener

12
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) fue, probablemente, una de las figuras más importantes de la ‘generación de
sabios’ española, que se gestó entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX. Investigador, humanista,
científico y médico de formación, Ramón y Cajal es considerado el padre de la neurociencia, gracias a sus
trascendentales e importantísimos estudios sobre histología y anatomía patológica. Sin embargo, su mayor y más
revolucionaria aportación al conocimiento médico y científico fue el relativo a la morfología y conexión de las células
nerviosas (‘doctrina de la neurona’). Estas y otras investigaciones fueron las que le otorgaron el Premio Nobel de
1906, compartido con el médico y citólogo italiano, Camilo Golgi. En palabras de José Ortega y Gasset, no fue motivo
de orgullo, sino ‘de vergüenza’, que en España Ramón y Cajal fuera una excepción general dentro del panorama
científico internacional, y no la tónica general que debía ser fomentada y cuidada sin negocios, para el bien y el
progreso de la nación, siguiendo el espíritu regeneracionista de la época. [N.A.: Parece que, por desgracia, tras un siglo
de diferencia, aún no hemos aprendido la lección. Para un mayor conocimiento de la Historia de la Ciencia en España, y
su contribución al conocimiento científico, léase: LÓPEZ-OCON CABRERA, Leoncio, Breve Historia de la Ciencia
española, Alianza Editorial, 2003].
13
Alejandro Lerroux García (1864-1949), fue una de las figuras políticas más importante dentro de la Historia de
España. Si bien para esta época no contaba aún con la relevancia y el papel que ejercerá posteriormente, su aparición es
ya significativa. Será presidente del gobierno bajo el llamado ‘Bienio Conservador’ durante la II República. Fundador
del Partido Radical que, en origen, participaba de posiciones liberal-progresistas, poco a poco, con el paso del tiempo y
el fortalecimiento de los nacionalismos, especialmente catalán, virará hacia posiciones abiertamente conservadoras.
Alejandro Lerroux constituirá el referente republicano para los conservadores no monárquicos y laicos.
14
Melquíades Álvarez González-Posada (1864.1936), fue una de las figuras del republicanismo español más relevantes.
Si bien su partido se fundó en posiciones progresistas-liberales, para la Segunda República, se presentará como
miembro y representante de un partido conservador. En pleno contexto de la Guerra Civil española y durante la
represión franquista, fue asesinado sin previo juicio en 1936.
15
Gumersindo de Azcárate y Menéndez (1840-1917), fue un jurista, intelectual, historiador y político krausista español,
fundador de instituciones tan importantes como el Instituto de Libre Enseñanza (1876), junto con Francisco Giner de
Los Ríos. Presidente del Instituto de Reformas Sociales – desde su fundación en 1903, hasta su muerte, en 1917 – y
miembro de la Real Academia de la Historia, aprobó la ‘Ley Azcárate’ en 1908, una importante iniciativa legal, cuyo
objetivo era perseguir las malas prácticas y abusos contractuales, posibles entre una entidad privada o financiera y un
usuario, a la hora de establecer acuerdos de préstamos o pagos.
16
Este cambio en el medio transformador de la sociedad debía mucho a la influencia que, tras la muerte de los padres
del marxismo, tendrán los llamados ‘revisionistas’ de las tesis de Marx y Engels, tales como Eduard Bernstein (1850-
1932), uno de los padres de la socialdemocracia, miembro del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).
17
Francesc Cambó y Batlle (1876-1947), fue un destacado político y abogado catalán, cofundador de la Lliga
Catalanista, en 1901, natural de Verges (Gerona). Desde joven participó en organizaciones catalanistas, aunque pronto
se decantó hacia posiciones conservadoras. Fue, igualmente, uno de los organizadores de ‘Solidaritat Catalana’. Durante
el reconocimiento de la mancomunidad catalana, por parte del difunto Canalejas, que le había
permitido conseguir cierta autonomía política para el territorio español. En cambio, por su parte, el
incipiente catalanismo progresista tardó más tiempo en organizarse y no tuvo un papel destacado
hasta la creación, en 1922 del Estat Català, fundado por Francesc Marcià18. No obstante, por su
parte, el nacionalismo vasco, apoyado en los sectores ultraconservadores y tradicionalistas
católicos, representados en la pequeña burguesía bilbaína y rural, ensanchó su base social hacia
sectores cada vez más pro industriales. Mientras, el nacionalismo gallego experimentó un notable
desarrollo cultural y político, patente en la fundación de Solidaridad Gallega, en 1907, una
agrupación fundamentalmente de campesinos. En el sur, el andalucismo se localizaba sobre todo en
Sevilla, donde Blas Infante luchaba por conseguir una mayor autonomía de gobierno para
Andalucía, algo que no llegará nunca a consolidarse, hasta la llegada de la democracia moderna a
nuestro país.

2.2. España ante la Primera Guerra Mundial (1914-1918)


Al estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, le siguió la declaración
diplomática de neutralidad por parte del gobierno español de Eduardo Dato. Esta neutralidad
respondió tanto al tradicional aislacionismo de la política española de hacía un siglo
aproximadamente, como a la consciencia por parte de la nación de su papel como potencia de
segundo nivel en el marco internacional, debido a su debilidad política y económica. No obstante,
esto no impidió que, dentro de la sociedad, especialmente en la opinión pública, las diferentes
tendencias políticas se posicionaran a favor de uno y otro bando. Así, encontraríamos a los
germanófilos (aquellos que comulgaban con ideas más conservadoras y tradicionales, como
miembros del clero, militares y aristócratas, partidarios de valores como el ‘orden’ y la autoridad); y
aliadófilos (apoyados por intelectuales, liberales progresistas y el obrerismo español, partidarios de
valores más asociados a la justicia social y la democracia).
No obstante, más allá de los posicionamientos sociopolíticos, las consecuencias más
importantes fueron las económicas, ya que dicha situación internacional ayudó al despliegue y
desarrollo del capitalismo moderno en España. Y es que, si a principios del siglo XX España
sufría un grave reajuste a consecuencia del desastre del 98, y acumulaba todo un déficit de la
Hacienda que entorpecía su crecimiento, durante los años que duró la “Gran Guerra”, la nación
gozaría de un breve período de boom y despliegue económico, disfrutado no obstante solo por la
burguesía capitalista y la aristocracia nacional. La industria española, en términos generales de
extracción y producción de recursos, experimenta un crecimiento en todos los sectores
(producción de acero, exportación de materia prima, productos manufacturados y medios de
producción, etc.), ya que se convierte en abastecedora de los países inmersos en el conflicto, a
los que suministró materias primas y productos industriales. A ello, ha de unírsele la tradicional

la crisis de 1917, fue uno de los promotores de la ‘Asamblea de Parlamentarios de Barcelona’, pero su miedo
revolucionario y hacia la creciente agitación social del momento, hará que se reintegre en las estructuras y carteras
gubernativas del régimen de Alfonso XIII. Incluso, llegará a justificar la posterior dictadura de Miguel Primo de Rivera,
so pretexto de salvaguardar el orden y seguridad en España. Tras su abierto apoyo al bando franquista, tras el golpe de
estado de 1936, Cambó se distanció del franquismo y se exiliará, por su comprometida situación, en Argentina, donde
residirá hasta su muerte.
18
Francesc Macià i Lluisà (1859-1933), fue un destacado político republicano catalán, militar de oficio, fundador de
Estat Català y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Gran activista político por la constitución de una
República Catalana independiente será uno de los iniciadores de la primera de las brechas que se gestará durante la
Segunda República Española cuando, en el mismo día de proclamación de la Segunda República (14 de abril de 1931),
declara la ‘República Catalana Independiente’ en la Generalitat de Cataluña. Su sucesor en ERC será otra figura muy
destacada del panorama político español: Lluís Companys.
política económica proteccionista, que hicieron de la economía española la más cerrada y
protegida de Europa, pero benefició enormemente a la burguesía catalana algodonera,
siderúrgica vasca y cerealística castellana, que veía no solo cómo aumentaba exponencialmente
su acumulación de capital gracias al aumento de la demanda de exportación, sino también de la
protección interna nacional de su producción. Esto supuso un enorme empuje positivo para la
balanza comercial española.
Sin embargo, respecto a las clases más humildes y, sobre todo, las masas obreras y
campesinas, no verán mejorada su situación. Por paradójico que pueda parecer, los beneficios de
las empresas no repercutieron en un mayor reparto de la riqueza generada, ni produjo aumento
proporcional alguno en el salario de los obreros. Por el contrario, experimentaron un aumento de
los precios de bienes tanto básicos como manufacturados, al ser más rentable para el mercado
español venderlos fuera de sus fronteras que en el interior. Este proceso de inflación, para una
masa trabajadora cuyo salario no aumentaba, se tradujo en un nuevo período de carestía y
empobrecimiento, que propiciará un aumento de las movilizaciones obreras, con oleadas de
protestas y huelgas, para exigir una mejora de sus condiciones salariales, laborales y de vida en
general. De este modo, encontramos una agudización de la lucha de clases, al aumentar las
diferencias sociales entre ricos y pobres.

2.3. La crisis de 1917


Durante el verano de 1917, el gobierno de la monarquía alfonsina pasa por uno de los
momentos más críticos, marcado por la confluencia de una serie de problemáticas de tipo
político y socioeconómico, siendo para la historiografía el inicio de su descomposición absoluta,
reflejando el descontento generalizado de la sociedad hacia un régimen de la Restauración, que se
presentaba ya agotado. Así, las problemáticas que van a confluir en este período fueron una crisis
militar, una crisis política nacionalista en Cataluña, y, por supuesto, una crisis socioeconómica
protagonizada por el movimiento obrero, en un momento de gran carestía y presión fiscal para la
clase trabajadora.

2.3.1. Crisis militar: Las Juntas de Defensa Militar


El malestar presente a nivel interno en el ejército entre peninsulares y africanistas, tenía su
origen en la política de ascensos, que favorecía el ascenso a partir de los méritos de guerra. Esta
política era la responsable de que España tuviese un ejército mucho menor en número al de otros
países europeos (Francia, Gran Bretaña), con más del doble de oficiales en comparación con los
mismos. Esta política de ascensos mantenía una división interna en el ejército, debido a la lentitud
de ascensos y movilidad existente en las guarniciones peninsulares y por antigüedad, por parte
de los miembros del ejército veteranos. Esta realidad, junto con el descenso de su poder
adquisitivo, como consecuencia del proceso inflacionario ocurrido durante estos años, hará que los
jefes y oficiales del cuerpo de infantería se organicen en las Juntas de Defensa Militar (1916),
con el objetivo de presionar al gobierno para que cambiase este tipo de ascensos y mejore sus
condiciones salariales. Ni el gobierno del Conde de Romanones y el de García Prieto conseguirá
disolver dichas juntas militares, que se mantendrían durante cierto tiempo como poderes políticos
autónomos, al margen del gobierno, gracias al apoyo abierto brindado por el propio Alfonso
XIII, cuya preferencia castrense era ya ampliamente conocida. Solo por orden precisamente del
monarca, se conseguirán disolver las juntas en 1922, durante el gobierno de Eduardo Dato19.

2.3.2. Crisis política: Cataluña y la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona


Ante el fortalecimiento de los nacionalismos, con Cataluña como referente, la Lilga
Regionalista de Cambó convocó a los parlamentarios catalanes a una asamblea en Barcelona el 5
de julio de 1917. En ella, se acordó solicitar al gobierno una nueva organización del Estado más
representativa, que reconociera una mayor autonomía de Cataluña. El gobierno declaró
inconstitucional la asamblea y, en vista de ello, los parlamentarios invitaron a participar en otra a
‘todos los parlamentarios españoles’, consiguiendo reunir a un total de 68 diputados, contando
con el apoyo de republicanos radicales y socialistas. Todo esto se desarrollaba en un clima de
agitación social y pistolerismo, por lo que el gobierno decidió suspender las garantías
constitucionales en Cataluña. Las divergencias internas que surgirán entre los propios
asambleístas, en la que los nacionalistas conservadores aspiraban a un autonomismo compatible
con la monarquía de Alfonso XIII, y los socialistas y radicales, unían el autonomismo a una mejora
social de la clase trabajadora, unida a la fuerte represión que llevaría a cabo el gobierno, acabará
con esta breve experiencia de regeneracionismo político catalán, y a la extinción de la Asamblea. El
propio Cambó, junto a otros miembros catalanistas, pasaron a desempeñar cargos ministeriales en el
propio gobierno conservador.

2.3.3. Crisis socioeconómica: La Huelga General de 1917


Las ya mencionadas consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), dará
lugar a la ya mencionada situación de carestía e inflación, que gestarán un clima de resentimiento
y tensión en las masas obreras españolas. Así, ante la ausencia de soluciones dadas por el
gobierno conservador de Eduardo Dato, se reactiva la conflictividad social, protagonizándose
una oleada huelguística muy importante, en un contexto en donde los principales sindicatos,
CNT y UGT, habían ampliado sus filas sindicales. Ambos sindicatos se coordinarán y unificarán
su acción combativa, mediante la convocatoria conjunta de una Huelga General Indefinida en
agosto de 1917, con un manifiesto firmado en el que se rechazaba el sistema político y exigía la
formación de un nuevo gobierno provisional, además de toda una serie de demandas y derechos
sociales. El seguimiento de la huelga fue total en las principales capitales y ciudades
industriales y financieras (Madrid, Barcelona, Asturias o Vizcaya), mientras que, en
Andalucía, el seguimiento estuvo protagonizado por el modesto proletariado urbano, sin el apoyo
del amplio campesinado. El gobierno respondió con la represión violenta, en donde fueron
habituales los enfrentamientos entre las masas populares y las fuerzas de la autoridad, que
acabarán con 60 muertos, 2.000 detenidos, entre ellos, líderes obreristas destacados (Largo
Caballero, Julián Besteiro).

19
Eduardo Dato e Iradier (1856-1921), fue un destacado abogado y político español, que ostentó en tres ocasiones la
presidencia del gobierno, durante los llamados ‘gobiernos de concentración’ o ‘coalición’ de principios del siglo XX,
como últimos intentos de mantener el régimen pseudodemocrático de la Restauración en España. Cuando estalló la
Primera Guerra Mundial, Dato se encontraba en la presidencia, y se encargó de declarar oficialmente la neutralidad
española en el conflicto, además de ser quien dirigiese la represión política de las revueltas obreras de 1917. Fue
asesinado por cuatro anarquistas en 1921.
2.4. El último intento de salvación: Los gobiernos de concentración (1917-1918)
El gobierno conservador de Eduardo Dato había conseguido desmantelar los diferentes
movimientos contestatarios del verano de 1917. Pero, aunque el régimen había sobrevivido, no
había salido ileso de tan tumultuosa coyuntura. En este contexto, Alfonso XIII va a impulsar un
último experimento para intentar perpetuar el régimen, con la formación de dos gobiernos de
concentración, es decir, gobiernos presididos por un miembro de uno de los dos partidos dinásticos
– Partido Progresista en el primer gobierno y, consecutivamente, Partido Conservador –, pero con
ministros de otras tendencias políticas (en la que no entraban miembros de la oposición, como
republicanos o socialistas). Sin embargo, esta solución no funcionó y al cabo de un año se retornó a
la vieja práctica del turnismo. Con el fin de la Primera Guerra Mundial, surgió una nueva Europa,
pero España permanecía inmutable y anclada en el pasado, en contraste con las cada vez más
numerosas voces que exigían y demandaban un cambio estructural del sistema político nacional.
Esta realidad, provocará inmediatos problemas sociopolíticos, que llevarán al sistema de la
Restauración a colapsar definitivamente.

3. CRISIS DE LA RESTAURACIÓN: CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y QUIEBRA DEL


SISTEMA
Varios fueron los factores que explicarán el colapso del sistema de la Restauración, como
pudieran ser la incapacidad del sistema para integrar a las nuevas fuerzas políticas; la
descomposición interna de los viejos partidos dinásticos, que se atomizarán en grupos más
pequeños y diversos; la propia resistencia del rey a la apertura democrática del régimen; el
aumento de la agitación social, como consecuencia de las duras condiciones de vida y trabajo al
que estaba sometida la clase obrera española, y a cuyas demandas no sabían dar ni respuesta ni
solución; la creciente reivindicación de los nacionalismos periféricos; o la revitalización del
protagonismo militar en la escena política, reforzada por la presencia española en Marruecos.

3.1. El ‘Trienio bolchevique’ (1918-1920)


La finalización de la “Gran Guerra” (1914-1918) trajo consigo una grave crisis económica
pero, a la vez, a una rápida readaptación de las naciones europeas, que experimentarán un rápido
crecimiento e inaugurarán el conocido período de los llamados ‘felices años veinte’. Esto repercutió
a la economía española, debido a la reestructuración de la industria, que pasó de un ritmo
productivo y exportación de bienes muy importante para suplir la demanda de los países que
protagonizaban el conflicto, a la reducción del mismo a consecuencia de dicha finalización de la
guerra, provocando una crisis de sobreproducción y deflación, ya que la sociedad española no
podía asumir el consumo masivo de todo el excedente que no iba a ser exportado. De este
modo, al vertiginoso crecimiento económico del que gozó España durante los años de la guerra, le
siguió un período depresivo por dicha caída de la demanda exterior. Esto, trajo consigo el
aumento del paro, la pérdida de beneficios y capitales y el agravamiento de las tensiones
sociales, ya mencionadas y acumuladas durante estas primeras décadas del siglo XX español 20.

20
En este sentido, la historiografía ha apuntado certeramente a la incompetencia e incapacidad de adaptación del
empresariado capitalista español, más pendiente y preocupado de buscar un enriquecimiento vertiginoso cortoplacista,
que de estimular, potenciar e invertir en la creación de nuevas industrias o modernización de aquellas ya existentes, para
hacerlas más eficientes y competitivas frente al exterior, y sentar así las bases de un enriquecimiento a largo plazo más
estable y duradero. De esta manera, es posible que esto hubiese permitido convertir y transformar a España en una
nación industrial, si no de primer orden, al menos, semejante a sus países vecinos.
A todo esto, ha de añadirse el contexto internacional europeo, fundamental para entender
esta nueva oleada de conflictividad social, cuyo faro de referencia no solo fue el fin del conflicto
mundial, sino, sobre todo, el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia, en octubre de 1917.
Por primera vez en la Historia triunfaba una revolución que llevaba al poder a la clase obrera,
inspirada por las tesis marxistas. Los ecos de esta revolución no pasarán desapercibidos en España.
Así pues, los principales conflictos van a tener lugar en Andalucía, Cataluña y
Extremadura. En las zonas de mayor tradición agrícola, como Andalucía, encontramos una fuerte
movilización campesina y la fundación de diferentes sindicatos agrícolas. La más importante de
las movilizaciones sucedidas en el sur español, tuvo lugar en Andalucía, territorio que se mantuvo
apaciguado durante la mencionada huelga de 1917, por su escaso apoyo. Sin embargo, en esta
ocasión las masas campesinas protagonizarán un aumento en su agitación social y la difusión de
un notable entusiasmo en las organizaciones obreras. Este período es conocido en Andalucía
como el “Trienio Bolchevique” (1918-1920), denominado así por la atmósfera de entusiasmo
revolucionario que invadía España en aquellos años inmediatos al triunfo de la revolución de
octubre. Así, los campesinos andaluces protagonizaron la ocupación y reparto de numerosas
tierras, así como la toma de ayuntamientos. El gobierno declaró el Estado de guerra en
Andalucía y respondió con la directa represión, cuyas movilizaciones sindicales no consiguió
apaciguar hasta 1920. En este contexto de presión de un movimiento obrero cada vez más fuerte, el
gobierno se vio obligado a adoptar algunas medidas de carácter social, como la tradicional
reivindicación de la jornada de 8h laborales (1919), aprobada en España tras una larga,
dificultosa pero exitosa huelga general, siendo una de las naciones europeas que antes asumieron
esta jornada laboral que a día de hoy disfrutamos; así como la creación de un Ministerio del
Trabajo (1920).
Por su parte, en Cataluña, tuvo lugar una de las huelgas más importantes del movimiento
obrero español de todo el siglo XX. Allí tendrá lugar la “huelga de la Canadiense”, una empresa
eléctrica de Barcelona que decidió reducir los salarios de los obreros, amenazando con el despido
masivo a aquellos que se negaran a aceptar las nuevas condiciones. Ante la movilización sindical y
huelguística, que será apoyada por otros muchos sectores obreros, la patronal y las clases
conservadoras en general, ante el miedo y la temeridad revolucionaria, decidió optar por la
represión mediante la creación de un cuerpo armado, formado por milicias de voluntarios de la
clase media, inspirados por ideas ultranacionalistas y conservadoras, con el que enfrentarían
violentamente a las masas obreras: el “Somatén”. Estos, serían protagonistas del fenómeno que
se difundiría en la Cataluña de aquellos años: el pistolerismo callejero. Todo este clima, contó
con el apoyo y la connivencia del gobierno, aplicando el conocido como ‘terrorismo de Estado’,
patente en la aprobación de la ‘Ley de Fugas’, por la que se permitía a las fuerzas del Estado
disparar contra un obrero o sindical que, habiendo sido detenido, intentase huir. Muchos
asesinatos de sindicales y trabajadores serán alegados bajo este argumento, independientemente de
que esta razón fuese veraz o no. Sin embargo, esta confrontación directa no hizo más que
polarizar la lucha social. El movimiento obrero continuó fortaleciéndose, y los principales
sindicatos nacionales se fortalecieron: UGT aumentó el número de sus afiliados de 160.000 en
1916 a 240.000 en 1921, si bien no superó a la vertiente anarcosindicalista de CNT, que pasó de
80.000 afiliados en 1916 a 600.000 en 1920, de los cuales, más de la mitad procedían de Cataluña.
CNT mantenía así su preeminencia como sindicato más importante de España.
Por último, destacamos la influencia que el triunfo de la Revolución Rusa tendrá a lo
largo de Europa, pues no solo supuso un estímulo inspirador para el movimiento obrero
mundial, sino también como un factor que provocará una nueva división ideológica dentro de las
filas de tradición marxista. Y es que, la creación de la Tercera Internacional o Internacional
Comunista (1919), pretenderá agrupar a todas las organizaciones obreras internacionales, para
conseguir un proceso revolucionario mundial, bajo las directrices del único partido que había
conseguido llevar a cabo la experiencia revolucionaria de manera exitosa: el partido bolchevique de
la recién formada Unión Soviética (posteriormente, el ‘PCUS’). Así, esta nueva internacional
rompía con la disuelta Segunda Internacional (1914), con el objetivo de acabar con la vertiente
revisionista del socialismo, que consideraba traidora de los objetivos y, por tanto, un lastre para el
triunfo de la revolución proletaria. Así, en diferentes congresos celebrados en Rusia, con Moscú
como sede de la nueva internacional, se pondrá el foco en acabar con las tendencias reformistas y
revisionistas de los partidos obreros socialistas, provocando con ello escisiones en todos los
partidos obreros europeos de corte socialista, a lo largo de la década de 192021. Así, tras una
escisión interna de las juventudes del PSOE y la sección española enviada a la Internacional, se
funda, en 1921, el Partido Comunista de España (PCE), cuyo peso político no será perceptible en
la nación, hasta la Guerra Civil.

3.2. El ‘Desastre de Annual’ (1921)


El Convenio firmado entre España y Francia en 1912, en connivencia con el califa
marroquí, había consolidado de forma definitiva los respectivos protectorados creados en
Marruecos. El protectorado español, situado al norte de Marruecos, era mucho más pequeño en
tamaño y de escasa riqueza económica, salvo por las minas de hierro situado en el territorio
montañoso del Riff. Sin embargo, la dificultosa orografía, que hacían que las comunicaciones
fueran escasas y precarias, así como la propia oposición de una población local belicosa,
organizadas en ‘cabilas’22, comandadas por la figura de Abd al-Krim23. El territorio fue dividido
en dos comandancias militares: la de Ceuta y la de Melilla. Ambas, estaban separadas entre sí por la
bahía de Alhucemas, por lo que el objetivo, para hacer efectiva la dominación política de España
sobre dicho protectorado, era mediante la unión de ambas zonas. Sin embargo, el escaso interés del
territorio explica la política vacilante de los sucesivos gobiernos de concentración, que alternaban
21
En Alemania, del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), surgirá el Partido Comunista Alemán (KPD), protagonista
de la fracasada ‘revolución espartaquista’ de 1919, en cuya represión fue asesinada una de las intelectuales y
revolucionarias más importantes del socialismo marxista, como fue Rosa Luxemburgo. En Gran Bretaña, tras la fusión
de varios partidos marxistas minoritarios, como Partido Socialista Británico (BPS), el Partido Socialista Laborista, o la
Sociedad Socialista de Gales del Sur (entre otros muchos), surgirá el Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB). En
Francia, una facción de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), tras el fracaso de la Segunda
Internacional, se adhirió a la Tercera Internacional y acabaría organizándose y creando el Partido Comunista Francés
(PCF). En Italia, tiene lugar la creación del Partido Comunista Italiano (PCI), como consecuencia de una escisión
surgida dentro del Partido Socialista Italiano (PSI), en su XVII Congreso, en el que destacarán sus fundadores: Amadeo
Bordiga y, sobre todo, Antonio Gramsci, uno de los intelectuales marxistas más importantes del siglo XX. En Grecia, el
Partido Socialista de los Trabajadores de Grecia (SEKE), tras sus éxitos políticos, decide adherirse a la Internacional
Comunista. En su III Congreso, en 1924, pasa a denominarse Partido Comunista de Grecia (KKE). Y de igual modo, en
el caso de España, una sección española de las juventudes del PSOE, las Juventudes Socialistas Españolas (JSE), más
reivindicativa y revolucionaria, decide adherirse a la Internacional Comunista, en contra de la línea triunfante dentro del
partido, que decidió no hacerlo. Así, se funda el Partido Comunista Español, que, siguiendo las directrices de la
Internacional Comunista, partidaria de la unificación de los partidos obreros y el centralismo democrático, será
fusionada con otra escisión surgida de la vertiente bolchevizada dentro del PSOE, partidaria de la adhesión del partido a
dicha Internacional: El Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Así, dicha fusión será la que acabe consolidando la
creación del histórico Partido Comunista de España (PCE).
22
Término procedente del árabe con el que se denomina a las tribus tradicionales de bereberes, situadas en el norte de
África.
23
Muhammad Ibn ‘Abd al-Krim al-Jattabi (1882-1963), fue el líder político y militar, de origen bereber, que encabezó
la resistencia marroquí frente a la ocupación colonial de España y Francia. Caudillo de enorme carisma y habilidad
militar, supo resistir a españoles y franceses con escasos recursos económicos y militares, y una táctica basada en la
guerra de guerrillas, que sirvió de inspiración para muchas otras resistencias guerrilleras a lo largo del mundo.
expediciones puntuales, con la paralización de los movimientos. Esto, unido con la impopularidad
de la guerra y la división existente dentro del propio ejército – entre africanistas y ‘juntistas’ –, hará
que el dominio nunca se lograse de forma efectiva.
Finalmente, en julio de 1921, el comandante de Melilla, el general Fernández Silvestre,
emprendió una campaña para alcanzar Alhucemas y someter a las cabilas rifeñas, en un intento
de distraer a la mayoría de la población que no veía resuelto sus problemas de carestías,
desabastecimiento y subida de precios, con una maniobra que recurría al nacionalismo patriótico,
como medio de aplacar la agitación social. La ofensiva llevada a cabo contó con el apoyo del
propio monarca quien, una vez más, hizo gala de su espíritu castrense. Pero serán la imprudencia,
precipitación y exceso de confianza del general Silvestre, lo que desencadenará el desastre
militar: Silvestre deja la retaguardia desprotegida para enfrentar una ofensiva de Abd al-Krim.
Las cabilas aparecen y envuelven en ataque sorpresa a las desamparadas tropas españolas,
propiciando la práctica destrucción de todas las fuerzas, con más de 13.000 bajas, incluyendo la
del general Silvestre, poniendo, además, en grave peligro la plaza de Melilla. La opinión pública
española no se hace esperar: el ‘desastre de Annual’ colmó todos los titulares de la prensa. Las
madres y mujeres de los soldados, maridos, hijos y nietos perecidos recrudecen la agitación social
y el antibelicismo de la mayoría de la sociedad española, precipitando con ello la caída del
gobierno conservador. Socialistas y republicanos, culpaban directamente a la figura de Alfonso
XIII como uno de los responsables del desastre, por su conocimiento y aprobación de la ofensiva.
Para esclarecer lo ocurrido, se abrió una comisión de investigación, que concluyó con el informe
conocido como ‘Expediente Picasso’24 (1922), por el apellido del general que lo instruyó. Los
militares, los partidos dinásticos y el rey se vieron envueltos en los debates sobre las
responsabilidades en esa tragedia, acrecentando el desprestigio del régimen.
Pero antes de que las Cortes se reunieran en pleno para tomar la decisión sobre el asunto, el
general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, protagonizará un golpe de estado
como receta que solucionara una situación de gran inestabilidad y decadencia general del país,
siguiendo la tradición decimonónica de España. El golpe de estado, nuevamente, contó con el
apoyo y consentimiento del rey.

4. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA


El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera 25mandó
ocupar los servicios telefónicos de Barcelona y leyó un comunicado ante los periodistas, en el que
oficializaba el golpe de estado. El rey, que estaba veraneando en San Sebastián, después de algunas
dudas, manda formar Gobierno a Primo de Rivera el 14 de septiembre, se convierte en
corresponsable de la instauración en España de la dictadura.
24
Este expediente, de enorme dificultad en su elaboración por las trabas de las diferentes instituciones y personas que
desempeñaban altos cargos militares, políticos y administrativos, demostró, efectivamente, que Alfonso XIII contribuyó
a arengar al general Silvestre en llevar a cabo la ofensiva de Annual, y que costó tantas miles de vidas de españoles. La
frase del telegrama que le envió antes de partir pasó a la Historia: “¡Vivan los hombres valientes!”.
25
Miguel Primo de Rivera (1870-1930): Natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), pertenecía a una familia de larga
tradición militar. Ingresó en el ejército a los 14 años de edad, y realizó gran parte de su carrera en Cuba, Filipinas y
Marruecos, lo que le permitió alcanzar el grado de general en 1912, a los 42 años de edad. Desde 1919 fue
sucesivamente capitán general de Valencia, Madrid y Barcelona. En este último puesto, que desempeñó desde 1922,
tuvo ocasión de vivir directamente el clima de agitación social en Cataluña y el auge del nacionalismo. De abierta
admiración a Mussolini y al modelo de Estado fascista que había implantado, carecía, no obstante, de una ideología
definida propia, pudiendo hablar de una tendencia nacionalista, tradicional y conservadora, que se ayudaba de un vago
discurso regeneracionista para justificar su dictadura, que alegaba como necesaria para acabar con los ‘males de
España’, gestados como consecuencia de la mala práctica política de la Restauración. Su hijo, José Antonio Primo de
Rivera, será el padre fundador de Falange Española, partido fascista español.
Influenciado aparentemente por ideas del regeneracionismo, Primo de Rivera se presentaba
como la figura del “cirujano de hierro” de Joaquín Costa, que salvara España y, controlando el
poder, fomentara una profunda reforma política y moral en toda la sociedad española, siempre
entendida desde una óptica militarista. Dicho pronunciamiento fue visto con buenos ojos por el
propio Alfonso XIII, que lo reconocería ante la indiferencia de la mayor parte de la población, y
el apoyo de la opinión pública y las fuerzas conservadoras.
En este sentido, las causas que motivarían dicho pronunciamiento, fueron la inestabilidad
social que se vivía en todo el país, ante los conflictos sociales por la difícil situación económica,
que difundía entre las clases dominantes el miedo a la revolución social; el aumento de la presión
y la inestabilidad territorial, a consecuencia del fortalecimiento de los nacionalismos
periféricos, especialmente en Cataluña¸ aunque también en País Vasco; y el desprestigio nacional
y del sistema político, que lastraba la idea de España desde el “desastre del 98”. Pero,
definitivamente, el detonante que motivó la acción directa del golpe de estado fue el llamado
“Desastre de Annual”, en donde el ejército español sufrió una contundente derrota humillante ante
las tropas rebeldes marroquíes, encabezadas por Abd al-Krim. La sociedad, en general, recibió con
gran pasividad la instauración del nuevo régimen, incluyendo la mayoría de asociaciones
obreras socialistas y anarquistas, con la excepción de los comunistas en Bilbao, que se opusieron
abiertamente.

4.1. El Directorio Militar (1923-1925)


Con la consolidación y reconocimiento del golpe de estado, Miguel Primo de Rivera
estableció y presidió un Directorio Militar, compuesto por nueve militares, de entre cuyas
medidas podemos destacar:
1. Supresión del Congreso, Senado y de los partidos políticos.
2. Suspensión de la Constitución de 1876 y la declaración del Estado de Guerra hasta
1925.
3. Sustitución de los gobernadores civiles por gobernadores militares.
4. Sustitución de los ayuntamientos por Juntas de Vocales encabezadas por la élite local
(los más ricos).
5. Paralización de la investigación del ‘Expediente Picasso’, para evitar el desprestigio de la
Corona.
6. Supresión de la Mancomunidad catalana, las lenguas regionalistas y las banderas
nacionalistas (1925).
7. Persecución y represión de las organizaciones obreras, especialmente de anarquistas y
comunistas.
La supuesta regeneración de la dictadura fue una farsa. A nivel político, no se acabó con el
caciquismo. Por el contrario, apenas sustituyeron a unos caciques por otros nuevos fieles al
régimen. Por otro lado, Miguel Primo de Rivera optó por la formación de un partido político,
caracterizado por su ausencia de ideología definida, que buscaba aglutinar a todos los sectores
sociales sin distinción, si bien este intento quedó en fracaso: la Unión Patriótica, encontrando el
apoyo únicamente entre la clase media baja, católica, funcionariado y los caciques. Con ello, se
pretendía emular la organización corporativista del fascismo italiano, que le sirvió de
inspiración para establecer las estructuras del nuevo régimen dictatorial improvisado.
Por su parte, el acontecimiento de mayor importancia protagonizado durante este Directorio
Militar fue la pacificación de la guerra de Marruecos (1925-1927). Tras el desastre de Annual, la
mayor parte de la sociedad se posicionaba en contra de la presencia española en Marruecos e,
incluso, una parte del propio ejército también (sector de los ‘abandonistas’). De hecho, el propio
Primo de Rivera quiso retirarse del protectorado marroquí, pero acabó cediendo a las presiones de
militares africanistas como Millán-Astray, Franco o Sanjurjo, partidarios resistir y mantener el
prestigio colonial de España en el norte de África, a la vez que, por su parte, Abd al-Krim atacó a
los franceses en su protectorado, generando una rápida respuesta contundente de la nación europea.
De este modo, se llevó a cabo una operación organizada y coordinada con Francia, iniciando
una ofensiva con un potente ejército por tierra, mar y aire, que se inició con el desembarco en
Alhucemas (1925). Tras duras batallas contra las tropas marroquíes, Abd al-Krim se rindió y se
entregó, de forma que, finalmente, España consiguió pacificar de forma definitiva su
protectorado para 1927. Este éxito militar proporcionó un gran prestigio político y social al
dictador, pues satisfizo la demanda generalizada de acabar con la guerra y, al mismo tiempo, elevó
el prestigio internacional y recibió el apoyo de los militares africanistas.

4.2. El Directorio Civil (1925-1930)


A finales de 1925, en un intento de volver a la normalidad democrática, Miguel Primo de
Rivera decidió establecer un nuevo directorio, esta vez formado por tecnócratas en su mayoría,
en la que destacaban figuras como Martínez Anido o José Calvo Sotelo, aunque tampoco faltaron
algunos militares. Esta era la prueba que hacía patente la intención del dictador de perpetuarse en
el poder. De entre los propósitos que este nuevo directorio quiso llevar a cabo, podemos destacar
los siguientes:
1. Convocar una nueva Asamblea Consultiva, cuya misión era la de restablecer un régimen
constitucional a partir de la aprobación de una nueva Constitución. Sin embargo, el
proyecto de la asamblea quedó paralizado y no se llevó a cabo.
2. Creación de ‘Comités paritarios’, una especie de organización vertical y unificadora de
patronos y obreros, con el objetivo de mediar en las disputas laborales. Estas fueron un
eficaz instrumento en la regulación y arbitraje de los conflictos laborales. Y desde esta
perspectiva, contó con el apoyo del PSOE y su sindicato, UGT, único tolerado por el
régimen en vistas de conseguir una conciliación, cuyo líder, Largo Caballero, incluso fue
nombrado más tarde consejero de Estado26. De estos contactos se obtuvieron ciertos
beneficios para los trabajadores como la concesión de casas baratas y el derecho a un
servicio médico, aunque generó diferencias internas dentro del propio PSOE-UGT.
3. Hacer de Unión Patriótica (UP) el partido único del régimen, que englobara todos los
sectores de la sociedad, renovando la manera de hacer política, y con el fin de evitar los
conflictos sociales derivados de problemas económicos y laborales, utilizando como
apoyo, así mismo, a la milicia de voluntarios organizada del Somatén.
4. Aprobación del nuevo proyecto ‘constitucional’, caracterizado por poseer una naturaleza
más autoritaria, donde el poder legislativo recaería en el Parlamento con el rey,
teniendo este la capacidad de elegir personalmente a la mitad de los diputados. Más que
de un texto constitucional, los historiadores hablan de un modelo de carta otorgada.
No obstante, ninguno de estos objetivos pudo llevarse a cabo, debido al creciente
aumento de la oposición al régimen, que abarcaron desde sectores del ejército, conservadores

26
Esta contradicción de la realidad y coherencia política tanto del régimen como de los propios organismos políticos
socialistas, respondían a la idea de conseguir, a toda costa, cualquier mínimo beneficio que mejorase las condiciones de
vida y laborales de la clase obrera española. Así, los socialistas lo argumentaron, por tanto, como una táctica política
pragmática, preferible a la realidad que experimentaban el resto de sectores obreristas, como anarquistas o comunistas,
que eran censurados, reprimidos y perseguidos sin mediación, obligándolos a la clandestinidad.
monárquicos, intelectuales y, por supuesto, la oposición histórica al régimen de la Restauración
(nacionalistas, republicanos y el movimiento obrero). La situación económica no hizo sino
agravar dicha descomposición del régimen, protagonizada por la devaluación constante de la
peseta en un contexto internacional del ‘crack del 29’. Aislado y sin apoyos, esta situación trajo
una creciente oleada de protestas y huelgas, a las que se sumó la propia oposición de parte del
ejército y sectores conservadores, lo que obligó a dimitir al dictador en enero de 1930.

4.3. La oposición a la Dictadura


La oposición más importante al régimen estuvo integrada por republicanos, nacionalistas,
el movimiento obrero y casi toda la intelectualidad española de la época. Tampoco faltaron
algunos líderes de los partidos dinásticos y sectores del ejército.
El republicanismo, que va a superar sus disensiones internas, experimentaría un
importante aumento en sus filas, con la aparición de diferentes partidos republicanos y figuras
que tendrán una gran relevancia años siguientes, destacando a figuras como Alejandro Lerroux,
líder del Partido Republicano Radical, o Manuel Azaña, líder de Alianza Republicana.
Por otro parte, el nacionalismo continuó su resistencia al centralismo, especialmente en
Cataluña, donde tuvo lugar uno de los conflictos más importantes del período, con la liquidación
de la Mancomunidad en 1925, que además impuso la prohibición de su lengua y cultura (se
prohíbe bailar sardana), que provocarán, además de una fuerte movilización social, un gran
distanciamiento del régimen.
Así mismo, el movimiento obrero, aunque disminuyó su intensidad de lucha, no
desapareció y, espacialmente, durante los últimos años del régimen protagonizaría importantes
huelgas y manifestaciones combativas. En este sentido, el PSOE, que había considerado
pragmático colaborar con las autoridades del régimen para intentar tener mayor capacidad
de acción, comenzó a desvincularse del régimen y potenciar la movilización de sus militantes,
en donde UGT tuvo gran importancia. Así mismo, el joven Partido Comunista de España
(PCE), de escasa importancia social, continuará sufriendo la persecución y la clandestinidad,
junto con los anarquistas de la CNT, a pesar de lo cual no abandonaron la lucha.
Por último, entre las figuras intelectuales opuestas al régimen, muchas asociadas a
tendencias políticas ya mencionadas, pero cuya mención es fundamental, destacan aquellos que
firmaron el llamado Manifiesto contra la Dictadura en 1924: Unamuno, Blasco Ibáñez o el
filósofo José Ortega y Gasset, fueron algunos de los intelectuales más representativos opuestos a
la dictadura primorriverista. Todos estos sufrieron la censura del régimen, siendo desterrados,
marginados o perjudicados por sus críticas y escritos contra el régimen, lo cual, sin embargo,
potenció las movilizaciones universitarias contra el mismo.

4.4. La ‘Dictablanda’ del general Berenguer


Con la dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930, Alfonso XIII convocó a formar
nuevo gobierno al general Dámaso Berenguer27 para sustituirle en el cargo, con el objetivo de
celebrar unas elecciones que permitieran retornar a la normalidad constitucional. Sin

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Dámaso Berenguer Fusté (1873-1953): natural de Cuba, fue una de las figuras militares más relevantes de principios
del siglo XX en España, desempeñando importantes funciones durante la Guerra de Marruecos (1921-1927). Tras la
caída de Miguel Primo de Rivera, intentó restaurar el modelo turnista de la Restauración, pero tanto su carencia de
carisma e iniciativa, como la enorme oposición ya existente contra la monarquía de Alfonso XIII, propiciarán su caída.
Ortega y Gasset le dedicó un artículo, que pasó a la Historia, en el que rechazaba abiertamente a la monarquía como
modelo de Estado, así como a todo el régimen de la Restauración: ‘El error de Berenguer’, publicado en El Sol.
embargo, dicho retorno pretendía ser literal, pues Berenguer, además de reestablecer la
participación electoral, quiso reinstaurar el caciquismo para asegurar la estabilidad del
régimen, algo que no fue visto con buenos ojos desde el primer momento, pues la sociedad
española estaba más concienciada políticamente.
En este contexto, republicanos, nacionalistas y socialistas se reúnen para firmar el Pacto de
San Sebastián (1930), un escrito que buscaba instaurar la república. A este respecto, incluso, se
trató instaurarla mediante un golpe de estado el 15 de diciembre en Jaca, pero que acabaría en
fracaso. La movilización obrera aumentó, y con ello, la inestabilidad del régimen, lo que llevó a
Berenguer a dimitir en febrero de 1931, siendo sustituido por el almirante Aznar28. Este,
convoca elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, en un momento en donde la opinión
pública lo presenta como el apoyo o rechazo a la monarquía de Alfonso XIII, a cuya figura, en
muchos casos, se tachaba de responsable de la decadente situación social y política, tal y como lo
dejase por escrito el propio José Ortega y Gasset en un artículo de periódico en El sol.
Finalmente, la convocatoria de elecciones se llevó a cabo sin que interviniese ningún poder
público en las mismas. Los monárquicos, apáticos y decepcionados por el desprestigio justificado
que había sufrido la monarquía, apenas hicieron campaña electoral. El resultado de estas elecciones
cambió la realidad de España de la noche a la mañana: si bien los monárquicos habían obtenido
mayor número de concejales en total en toda España, no lo habían conseguido en las
principales provincias urbanas nacionales, en donde los republicanos habían obtenido la
victoria. La sociedad española se encontraba dividida, y el único modo de mantener a Alfonso
XIII en el trono era a través de un nuevo pronunciamiento militar que, ante la realidad de los
resultados, no parecía disfrutar de muchos apoyos y podría provocar una guerra civil. Ante tal
situación, el rey renuncia a la corona y decide exiliarse, formándose así un nuevo gobierno
provisional se hace cargo del poder soberano el 14 de abril de 1931. La Segunda República
española se había proclamado.

4.5. Política económica y social durante la dictadura primorriverista


En términos generales, la Dictadura de Primo de Rivera gozó de una buena coyuntura
económica que trajo una gran estabilidad social hasta finales de su régimen. Esta realidad debe
mucho al propio contexto económico internacional favorable de la época, en la que se vivieron
los conocidos como “felices años veinte” que sucedieron a la Primera Guerra Mundial, durante
cuyos años se experimentaba una situación de reconstrucción y crecimiento y que, aunque más
tarde, afectaron positivamente a España.
De esta forma se potenció la economía industrial a través del Consejo de Economía
Nacional, y la emisión de Deuda Pública como método de expansión. En este sentido, aumentaron
las nacionalizaciones empresariales, que implicaba una mayor intervención estatal,
concediéndose grandes monopolios como el de la Compañía Telefónica Nacional de España
(CTNE) o CAMPSA (Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleo, S.A.), que ejerció dicho
monopolio de la importación, refinado, distribución y venta en el sector petrolífero. El
proteccionismo fue el fenómeno económico más desarrollado, tal y como lo reflejaría la

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Juan Bautista Aznar (1860-1933), fue un destacado militar y político español, que sustituyó a Berenguer en el cargo
de ‘presidente’, del que sería el último gobierno del reinado de Alfonso XIII. Intentó restaurar el sistema de la
Restauración con un modelo democrático más transparente y abierto, pero la convocatoria de las elecciones, el 12 de
abril de 1931, dinamitaron las intenciones del almirante: Ya era demasiado tarde para dar una salida pacífica a la crisis
tan agónica y prolongada que llevaba padeciendo la monarquía de Alfonso XIII.
aprobación del Decreto de Protección de la Industria Nacional, para la concesión de ayudas
estatales a empresas, con el fin de ayudarlas a competir en el exterior.
De igual modo, se fomentaron la construcción de infraestructuras, con ferrocarriles,
carreteras y obras hidráulicas, que continuaron el proceso de modernización industrial de
España. A su vez, este fomento de obras hidráulicas tenía como objetivo el aumento y mejora del
regadío en el mundo agrario, a través de la creación de las Confederaciones Hidrográficas. No
obstante, la tierra siguió en manos de los grandes propietarios, quienes disfrutaron de las grandes
rentas obtenidas por el aumento productivo agrario, gracias a dicha mejora del regadío y la puesta
en cultivo de nuevas tierras.
Con respecto al terreno social, la dictadura quiso llevar a cabo un consenso para evitar la
revuelta social y la inestabilidad, una preocupación muy difundida por el miedo revolucionario
irradiado desde la Rusia soviética. Así, se puso en marcha un modelo de regulación del trabajo
que pretendía eliminar los conflictos laborales a través de la mediación del Estado mediante un
sistema corporativo, es decir, un sistema que englobaba a todos los sectores sociales para
regular dichas disputas. Esta corporación fue la Organización Corporativa Nacional. Prueba de
ello fue la aprobación de Código de Trabajo o la creación de escuelas sociales o vivienda
popular a través del Instituto de Reformas Sociales. Todas estas medidas sociales y la coyuntura
económica, permitió a la dictadura permanecer estable durante varios años, si bien la protesta
social nunca desapareció del todo.
Por último, en lo relativo a la demografía, España experimentará una transición hacia un
régimen demográfico moderno durante este primer tercio del siglo XX, a excepción de
Cataluña, donde ya se había iniciado a principios de siglo. Este proceso se dio gracias al
descenso simultáneo de la mortalidad y la natalidad descontrolada. Y es que, la mejora de la
alimentación, en los modos de vida (vestimenta, vivienda) y las mejoras higiénicas y sanitarias,
permitieron conseguir un descenso significativo de las causas tradicionales de mortalidad –
como las epidemias o crisis de subsistencias –, que ayudaron a disminuir los índices de
mortalidad en España. Tan solo una epidemia de gran importancia tuvo lugar – y última registrada
en la Historia, hasta la llegada de la pandemia actual que aún vivimos del Covid-19 –: la conocida
como ‘gripe española’ de 1918-191929, que provocó la muerte de unas 200.000 personas en
España. Pero a la vez, en el campo de enfermedades endémicas, se consiguieron éxitos tan
importantes como la erradicación de la viruela, una enfermedad letal el siglo anterior. Con ello, la
esperanza de vida pasó de 35 a 50 años durante el primer tercio de siglo en España. Así mismo, otra
novedad fue el incremento de la emigración exterior, sobre todo entre 1905 y 1914, con destinos
prioritarios hacia América Latina (Argentina, Cuba, Brasil). Así mismo, durante estos años y
posteriores, hasta 1930 aproximadamente, predominaron de forma abrumadora las migraciones
internas y el trasvase de población del campo a la ciudad, iniciado por la euforia productiva por
el contexto de exportación de la Primera Guerra Mundial. Así, la mano de obra industrial
aumentó, propiciando el aumento del peso porcentual de la población activa en el sector secundario
del 14% (1900) al 26% (1930), con el consiguiente descenso del sector primario (de un 70% a un
47% en el mismo intervalo temporal).
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La pandemia de gripe española fue considerada la más virulenta de la Historia. Se originó en Estados Unidos y llegó
a Europa a través del puerto francés de Brest, en pleno contexto de la Primera Guerra Mundial. Para evitar la
desmoralización en los países beligerantes, se ejerció una rígida censura informativa en las naciones europeas sobre sus
efectos. No ocurrió lo mismo en España, país neutral en el conflicto, cuya prensa informó ampliamente de la existencia
de la enfermedad y su difusión. Por este motivo se consideró que España era el único país afectado, y de ahí su
denominación. No obstante, algunos estudios consideran que la mutación letal del virus de la gripe se pudo producir,
efectivamente, aquí en España.

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