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TEMA 7.

ALFONSO XIII Y LA
CRISIS DE LA
RESTAURACIÓN
I. ALFONSO XIII (1902-1923).

* CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA POLÍTICA: LA PERMANENTE INESTABILIDAD.


* LOS CONSTANTES PROBLEMAS DEL PAÍS.

1. PROYECTOS DE REGENERACIONISMO POLÍTICO (1902-1914).


1.1. Inestabilidad política (1902 a 1907).
1.2. Los dos grandes intentos de regeneracionismo político.
1.1.1. El regeneracionismo conservador: Antonio Maura (1907-1909).
1.1.2. El regeneracionismo liberal: Gobierno Canalejas (1910-1912).
1.3. La guerra de Marruecos y la Semana Trágica.
1.4. Fortalecimiento de la oposición y crecimiento del movimiento obrero.
1.4.1. Republicanismo: entre la división y coalición republicano-socialista.
1.4.2. Los movimientos nacionalistas.
1.4.3. Sindicalismo y conflictividad obrera. UGT y CNT.

2. LA CRISIS DEL PARLAMENTARISMO (1914-1923).


2. 1. El impacto de la Primera Guerra Mundial.
2.2. La crisis de 1917.
2.2.1. Antecedentes: evolución política 1913-17.
2.2.2. Las crisis de 1917.
2.2.2.1. Crisis militar: las Juntas de Defensa.
2.2.2.2. Crisis política: la Asamblea de Parlamentarios.
2.2.2.3. Crisis social: La huelga general.

3. LA DESCOMPOSICIÓN DEL SISTEMA 1917-1923.


3.1. La descomposición política.
3.2. Conflictividad obrera, pistolerismo y el “trienio bolchevique”.
3.3. El desastre de Annual y sus consecuencias.

II. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923-1931).

3. CAUSAS DEL GOLPE Y DIRECTORIO MILITAR (1923-1925).


3.1. Objetivos y motivaciones del Golpe.
3.2. El directorio militar (1923-1925).
3.3. Bases políticas: La Unión Patriótica.
3.4. La solución del problema marroquí: el desembarco de Alhucemas de 1925.

4. EL DIRECTORIO CIVIL (1925-1930) Y LA EVOLUCIÓN POLÍTICA HASTA LA CAÍDA DE LA DICTADURA.


4.1. El Directorio Civil.
4.2. Política económica: la modernización autoritaria.
4.3. Política social corporativa.
4.5. La oposición a la dictadura
4.6. La caída del dictador y la esperanza
republicana.
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INTRODUCCIÓN.
1898 se pone a prueba el edificio político levantado por Cánovas del Castillo. En la angustia de la derrota se vive
una conciencia de liquidación y en muchos sectores del país se hace responsable de la catástrofe a los políticos
profesionales. ¿Va a desmontarse el entramado de la Restauración? No deberían de ser endebles sus cimientos cuando el
sistema consiguió sostenerse en varias coyunturas críticas. Recordemos que Cánovas apoya su arquitectura política en
cuatro pilares: rey, Cortes, Constitución de 1876, turno de dos partidos en el poder. El reinado de Alfonso XIII, cuya
mayoría de edad se declara en 1902, se resume en la caída sucesiva de estos cuatro pilares: en 1912, asesinato de
Canalejas, dejan de funcionar los partidos; en 1917 con la convocatoria de la Asamblea de parlamentarios son las Cortes
las que de manera evidente se han convertido en un órgano inoperante; en 1923 el golpe de Estado de Primo de Rivera
va acompañado de la suspensión de la Constitución; sólo queda el rey, que abandona el país tras el resultado de las
elecciones municipales de abril de 1931.

I. ALFONSO XIII (1902-1923).

* CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA POLÍTICA: LA PERMANENTE INESTABILIDAD.


El periodo que va de 1902 a 1923 transcurre en una permanente crisis política que afecta a los fundamentos
mismos del sistema de la Restauración. Las causas de esa inestabilidad y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos
para superarla fueron muy diversas:
La personalidad del rey. Alfonso XIII jugó desde el principio un papel activo: se implicó en los cambios de gobierno,
participó en la acción política, y se rodeó del sector más conservador del generalato, por cuyas opiniones se dejó influir
de forma continua. Su actitud de apoyo a la Dictadura sería finalmente decisiva para el descrédito final en que cayó la
Monarquía.
La división de los partidos de «turno», provocada por la desaparición de los dirigentes históricos y las luchas entre los
nuevos políticos emergentes por el control de sus grupos. Además, ni liberales ni conservadores tuvieron líderes claros,
capaces de poner al día sus partidos.
El progresivo debilitamiento del caciquismo restó eficacia al falseamiento electoral. Las denuncias de los
regeneracionistas obligaron a limitar las manipulaciones en las zonas agrarias. Además, el mayor peso del voto de las
ciudades, donde apenas era posible el fraude, fue poco a poco restando influencia a la corrupción política.
Como resultado, las mayorías en las Cortes fueron precarias. Al fraccionamiento parlamentario contribuyó la
aparición y el crecimiento de otros partidos políticos. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas incrementaron
cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a
recurrir a los gobiernos de concentración donde participan varios partidos.
* LOS CONSTANTES PROBLEMAS DEL PAÍS.
A lo largo del reinado hubo una serie de grandes problemas que marcaron la vida política. El primero de ellos
fue el aumento de las luchas sociales. En su origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos y el
aumento de su capacidad de movilización. Ante las demandas obreras, la acción de los gobiernos fue escasa, y las
posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores hicieron más agudos los conflictos.
El segundo gran problema fue la reaparición de la cuestión religiosa, al agudizarse las denuncias de sectores
progresistas sobre el dominio que la Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de
religiosos. Socialistas, republicanos y un sector significativo del Partido Liberal reclamaron que se recortara su poder,
que se limitara el número de congregaciones y que se regulara el matrimonio civil. El anticlericalismo se fue
extendiendo en buena parte de la opinión pública urbana, y sobre todo entre las clases populares.
En tercer lugar resurgió el llamado problema militar. La guerra de 1898 había demostrado la degradación de
las Fuerzas Armadas, en las que sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. A un estamento militar herido,
que atribuía toda la responsabilidad de la derrota a los políticos y que reivindicaba la vuelta al papel protagonista que el
Ejército había desempeñado en el siglo XIX, se enfrentaban sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que
acusaba a los militares de la derrota. El ejército era un “cenicienta monstruosa”, cuerpo de cabeza grande, con excesivo
número de jefes, y miembros esmirriados, con escaso número de soldados. En el reparto del presupuesto los sueldos se
llevaban se llevaban seis veces más cantidad que la partida de material. El problema de la forma de reclutamiento no se
soluciona hasta 1912, aunque se alquilan sustitutos y existen compañías de seguros que abonan las 1500 pesetas de
exención, en caso de que por sorteo le tocase a un asegurado realizar el servicio militar, el socialismo habla del
“impuesto de sangre”, del “todos o ninguno”.
La cristalización de los movimientos nacionalistas vasco y catalán fue percibida desde los partidos de turno
como otro gran problema. El Desastre produjo en el País Vasco un incremento del nacionalismo. Pero fue sobre todo en
Cataluña donde la pérdida de las colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional
(Recordar la Oda a España de Joan Maragall). Para los políticos conservadores de Madrid y para los militares, sin
embargo, nacionalismo equivalía a separatismo y a riesgo de disgregación de la Patria.
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Por último, hay que mencionar el problema de Marruecos. Desde finales del siglo XIX el interés por el reino
norteafricano había ido aumentando. Tras el Desastre, la posibilidad de reconstruir allí el imperio suscitó las esperanzas
de los colonialistas españoles. España se embarcó en una aventura que le consumiría ingentes cantidades de tropas y
recursos, y que, además de la pérdida de vidas y recursos materiales, contribuiría a envenenar el clima político y a
Prof. Félix González Chicote

agudizar la separación entre el Ejército y la sociedad civil.

1. PROYECTOS DE REGENERACIONISMO POLÍTICO (1902-1914).


1.1. Inestabilidad política desde 1902 a 1907.
Hasta 1912 la tendencia principal de los gobiernos españoles estuvo marcada por los intentos de aplicar las
reformas regeneracionistas, es decir, de reformar y modernizar España atacando todos sus males. Casi todos estos
intentos fracasaron por las disputas internas entre los partidos y la corta duración de los gobiernos. Fue, por otro lado,
un periodo muy inestable, en el que hubo continuos cambios de gabinete, con una media de cinco meses de duración.
El desastre de 1898 no tuvo importantes repercusiones políticas. Conservadores y liberales siguieron
turnándose en el gobierno a pesar de la desaparición durante estos años de los autores del llamado “turno”: Cánovas
murió en 1897 y Sagasta en 1903. Entre 1902 y 1905 gobernaron los conservadores, y entre 1905 y 1907 los liberales; no
obstante, en estos años hubo cinco gobiernos conservadores y cinco liberales. Este hecho traduce las divisiones internas
de ambos partidos, motivadas básicamente por la lucha por el liderazgo: Fernández Villaverde y Maura entre los
conservadores y Montero Ríos y Moret, y después Canalejas, entre los liberales. Debido a esta inestabilidad se vieron
frustradas todas las tentativas de regeneración de la vida política.
* El problema nacionalista y militar.
A raíz del desastre del 98 y ante la pérdida de mercados, el nacionalismo catalán cobró una mayor fuerza,
incorporando a su movimiento a nuevos grupos sociales. En 1901, se había fundado la Lliga Regionalista, partido
nacionalista liderado por Prat de la Riba y Francesc Cambó. Apoyada por las clases medias y altas de Cataluña, su
crecimiento fue rápido, y en 1905 ganó las elecciones municipales de forma aplastante. Este incremento era mal visto
por el estamento militar que consideraba al catalanismo como meramente separatista.
El año 1905 se producirá el choque entre los militares y los nacionalistas catalanes. En ese año el semanario
satírico catalán Cu-cut! publicó un chiste antimilitarista. Unos trescientos oficiales de la guarnición de Barcelona
decidieron vengar lo que consideraban un ataque directo y asaltaron las sedes de Cu-cut! y de la Veu de Catalunya,
diario cercano a la Lliga Regionalista. Los autores de estos ataques, en lugar de ser castigados por indisciplina, recibieron
el apoyo de las guarniciones del resto de España. La protesta fue más allá: el estamento militar exigió al Gobierno una
ley de jurisdicciones, según la cual los delitos contra el Ejército y la patria quedarían bajo control de los tribunales
militares. El gobierno liberal, presidido por Segismundo Moret, accedió a ello en 1906 en medio de disturbios y
protestas en la calle. Esta nueva ley identificaba los delitos contra el Ejército, incluidas las injurias, como delitos contra la
Patria, y los ponía bajo la jurisdicción militar. Su derogación se convirtió en la reivindicación clave de los partidos
nacionalistas y republicanos y del movimiento obrero. Ayudó, además, a unir a las principales fuerzas nacionalistas
catalanas, desde carlistas a republicanos, en Solidaritat Catalana, una plataforma que en 1907 obtuvo una contundente
victoria electoral que hizo desaparecer casi por completo a los partidos liberal y Conservador en Cataluña. Con esta ley
sufrió un retroceso importante una de las características de la Restauración de Cánovas: la primacía del poder civil sobre
el militar.
1.2. Los dos grandes intentos de regeneracionismo político.
Durante estos años se produjo el último intento por parte de los partidos dinásticos de renovarse y de afrontar
los problemas reales de la sociedad española. Dos políticos de indudable talla, el conservador Antonio Maura (1907-
1909) y el liberal José Canalejas (1910-1912) fueron los protagonistas de este impulso renovador, cuyo fracaso arrastró
al propio sistema de la Restauración.
1.2.1. El regeneracionismo conservador: Antonio Maura (1907-1909).
En enero de 1907 el rey nombró jefe de Gobierno a Antonio Maura, líder del Partido Conservador. Sus
intentos regeneracionistas quedarían expresados en la frase Hagamos la revolución desde arriba o nos la harán
desde abajo, con ello dejaba claro que era necesaria una reforma en profundidad de la vida pública y la mejora
de las condiciones de vida de las clases populares para evitar cualquier levantamiento popular que hiciera
peligrar el sistema.
Maura emprendió un ambicioso programa de gobierno que incluyó una serie de medidas de inversión
pública, a través de la Ley de Protección de la Industria Nacional, el plan de reconstrucción naval -en la línea
del rearme que las potencias europeas emprendían en plena carrera de armamentos-, y actuaciones dirigidas a
mejorar la situación de la agricultura.
Para atender las demandas sociales, en 1908 se estableció el Instituto Nacional de Previsión, antecedente de la
Seguridad Social. También se reguló el descanso dominical y la jornada laboral de mujeres y niños. La Ley de huelgas
suponía un guiño al movimiento obrero, pero era irreal: notificación con ocho días de antelación, prohibición de
cualquier coacción o desorden.
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En el terreno político, Maura apostaba por una reforma que atrajera a la “masa neutra” del país hacia la
política, rompiendo la indiferencia que denunciaron los regeneracionistas y acabando con el caciquismo. Estableció una
nueva Ley electoral de 1907 (sufragio obligatorio) que hizo más difícil el fraude electoral, aunque no acabo con la
corrupción, pues según su artículo 29 cabía la posibilidad de no celebrar elecciones en los distritos con un único
candidato.
Pero la más ambiciosa reforma de Maura era la nueva Ley de Administración Local, un primer paso para un
autogobierno regional. La ley contó con el respaldo de la Lliga, pero la resistencia de los representantes de la oligarquía
impidió su aprobación. En el fondo, ni conservadores ni liberales estaban dispuestos a renunciar a los privilegios que les
otorgaba el sistema caciquil y centralista. En cuanto al ejército las reformas no llegaron a cristalizar, le faltó tiempo, y la
situación anómala del ejército perduró todavía bastantes años.
La labor de Maura, reformista, a la vez que apoyada en presupuestos conservadores, tuvo la virtualidad de
afrontar los problemas del país: caciquismo, problema social, regional, situación incómoda del ejército y la larga guerra
marroquí. Una confluencia de todos los problemas en la crisis del verano de 1909, la “Semana Trágica”, gasta su capital
político y termina provocando su ostracismo. Los problemas eran más fuertes que su programa reformista.
1.2.2. El regeneracionismo liberal: Gobierno Canalejas (1910-1912).
Entre 1910 y 1912 dirigió el Gobierno José Canalejas, líder del Partido liberal. Durante su
mandato se llevo a cabo un programa reformistas y de modernización de la vida política para atraer a
los sectores populares. En política social se suprimieron los consumos por un impuesto progresivo
sobre las rentas urbanas que generó las protestas de las clases acomodadas; se estableció el servicio
militar obligatorio (Ley de Reclutamiento) en tiempo de guerra y se restringieron las exenciones de
quintas; y se reguló el trabajo nocturno femenino e infantil. El problema más arduo que le toca
resolver, tras la crisis de la Semana Trágica, era el religioso, en abril de 1910 una Real Orden planteó el
problema del aumento de congregaciones y órdenes religiosas (recordar que en Francia desde 1905 se
encuentran eliminadas), es la llamada “ley del candado”, por la que se prohibía durante dos años la
instalación de nuevas comunidades religiosas. Se pretendía negociar en ese plazo un acuerdo con el
Vaticano, pero nunca llegaría a ultimarse a pesar de intentar aumentar la separación Iglesia-Estado.
En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley de Mancomunidades, que permitía
un inicio de autogobierno y satisfacía las peticiones catalanistas mediante la posibilidad de la unión de las Diputaciones.
Pero el jefe de Gobierno no llegó a ver aprobada la ley en el Senado: el 12 de noviembre caía asesinado en Madrid por
los disparos de un anarquista, fue aprobada en 1914 con el gobierno conservador de Dato. Tras el intento de Canalejas
de regeneración se iniciará una etapa de crisis permanente en los dos partidos dinásticos.
1.3. La guerra de Marruecos y la Semana Trágica.
Tras el desastre del 98, la actuación exterior española se orientó hacia el norte de África, donde el reparto colonial
europeo estaba concluyendo, en los tratados de 1902 y 1904 se concedía una zona marroquí a España y otra a Francia,
pero Silvela no había querido suscribir el primero, el más ventajoso, y finalmente la Conferencia de Algeciras (1906),
que había reducido considerablemente la zona española, y el posterior Tratado Hispano-francés (1912) suponen la
entrada de España en el reparto colonial. Bajo el influjo de Gran Bretaña, se estableció un protectorado franco-español
en Marruecos, donde el Rif (franja al norte) le correspondió a España.
La comparecencia tardía en el continente africano suponía para España una especie de compensación del 98. Pero no se trataba de un ideal
nacional. Para entender la cuestión marroquí es necesario, por un lado, repasar las crisis marroquíes de 1905 y 1911 previas a la Primera Guerra
Mundial que la contextualizan, es decir, adoptar una perspectiva geopolítica y, en segundo lugar, una perspectiva interior con varios planos. En el
plano militar Marruecos se presenta como “la tierra prometida para la redención del honor militar mancillado” derivando hacia la consolidación de
una fracción africanista en el ejército que determinará la vida política del país, siendo esta fracción la protagonista de la rebelión militar de 1936.
En segundo término, en el plano político, la opinión pública de izquierdas antiimperialista (PSOE) era contraria a este tipo de empresas, se alegaba
que en Marruecos se defendía el interés de algunas compañías como la Sociedad española de Minas, la Compañía Norteafricana y la transatlántica
del marqués de Comillas, se habla de la “guerra de los banqueros”. Por otro lado, existieron grupos de presión vinculados a los partidos del turno
(diputados del Partido Liberal) que defendieron la colonización mediante la intervención del Estado (presupuesto), el fomento de Congresos
Africanistas, la creación de órganos de prensa pro-imperialistas “España en África” y, todo ello, vinculado con una burguesía conservadora que veía
en Marruecos tanto una misión “civilizadora” como un “dorado” para sus negocios, sin embargo, no fue ni lo uno ni lo otro, simplemente se trato de
un imperialismo trasnochado que obviaba el principio de ocupación efectiva establecido tras la Conferencia de Berlín de 1885, esa incapacidad
militar fue un lastre para la vida política española hasta 1936. La variable marroquí o colonial en la vida política española es fundamental en tanto
que conllevo el excesivo protagonismo del ejército y movilizó a la izquierda con un objetivo común antiimperialista y antimilitarista, constantes que
sumadas al anticlericalismo constituyen vectores clave para desgranar los elementos de la ideología de izquierdas en la España de principios de
siglo.
Los intereses eran estimulados por los beneficios económicos (minas, ferrocarriles, obras públicas) y por el deseo
de restaurar el prestigio del ejército (defendido por los militares “africanistas”). La presencia española contestada por
ataques tribus bereberes (cabilas) obligaron a mantener un fuerte contingente militar.
La marcha de las operaciones militares de ocupación no eran precisamente triunfales, tras la derrota del Barranco
del Lobo (julio de 1909), que causó más de 1.200 bajas el general Linares, ministro de la Guerra, decide llamar a la
primera reserva, medida extraña porque podía recurrir a excedentes de cupo o a fuerzas estacionadas en algunas
provincias. Mítines, un congreso en Barcelona, acusaciones contra el “impuesto de sangre”, amenazas de huelga,
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manifestaciones en la calle, son las reacciones inmediatas. La chispa del conflicto se produce en el puerto de Barcelona
el 18 de julio con el embarque de las tropas hacia Marruecos. La protesta contó con un componente antimilitarista y de
rechazo a la hegemonía de la Iglesia.
El día 24 se constituyó un comité de huelga (republicanos, socialistas y anarquistas), que hicieron un llamamiento a
la huelga general para el día 26. La huelga de tranvias paraliza la ciudad. La iniciativa popular acabó siendo un estallido
espontáneo de todas las tensiones sociales acumuladas. A las barricadas, le siguieron enfrentamientos con el orden
público y el sentimiento anticlerical desembocó en el ataque e incendio de iglesias. Las autoridades respondieron
declarando el estado de guerra, enviando refuerzos y causando heridos y muertos, por lo que las protestas se
radicalizaron hasta el día 2 de agosto, cuando la normalidad se impuso. La reacción es desmedida, no perdáis de vista la
utilización de artillería en los barrios obreros.
La represión posterior resultó muy dura, centenares de personas fueron detenidas,
procesadas en consejos de guerra, dictándose 17 condenas a muerte y ejecutándose 5 de ellas, el
procesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y
Guardia, fundador de la Escuela Moderna como supuesto inspirador ideológico del
levantamiento provocó el conocido affaire Ferrer que produjo una fuerte oleada de protestas en
toda Europa hacia la respuesta del gobierno conservador de Maura. Fabras Ribas, años después,
aseguraba que Ferrer no estaba en Barcelona no había participado en los sucesos.
Los liberales y republicanos se unieron para exigir su dimisión bajo la fórmula: “¡Maura no!”,
con o que se produjo un traspaso de gobierno a los liberales. En Cataluña la izquierda acusó a la
burguesía y a la
Regionalista deLliga
haber apoyado la represión gubernamental reactivando un nacionalismo
republicano y de izquierdas: Unión Federal Nacionalista Republicana. A nivel nacional se
consolidad el fructífero acercamiento de fuerzas de izquierdas y la creación de la Conjunción republicano-socialista, así
como el nacimiento del Partido Reformista de Melquíades Álvarez (1912). Por su parte, el ambiguo papel de los
republicanos lerrouxistas acentuó el desengaño obrero y su viraje hacia las filas del anarcosindicalismo.
Tras el 98, 1909 es la segunda gran crisis, por la confluencia de varios problemas que ponen a prueba el sistema
político de la Restauración.
1.4. Fortalecimiento de la oposición y crecimiento del movimiento obrero.
Durante este periodo las fuerzas de oposición tienen necesidad de renovar sus idearios, formas organizativas y
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dirigentes produciéndose un cambio en la estructura de los partidos que responden ya a las características de una
sociedad de masas.
1.4.1. Republicanismo: entre la división y coalición republicano-socialista.
El Republicanismo representaba las aspiraciones de intelectuales y sectores de clases medias a la democratización
de la vida política y ya desde el inicio de la Restauración se encuentra fragmentado, aún así es la principal fuerza de
oposición, constituyendo la minoría opositora parlamentaria más numerosa. El Intento unificador en la coalición Unión
Republicana (1903) en torno a Salmerón no termino cuajando por las disidencias internas del Partido Radical (1908) de
Alejandro Lerroux que adoptó una vía populista basada en un discurso anticatalanista, demagógico, anticlerical y
supuestamente revolucionario, intentando influir en sectores populares. En esa línea, Vicente Blasco Ibáñez impulsa el
Blasquismo en Valencia con un discurso semejante a Lerroux.
Por tanto, nos encontramos un Republicanismo moderado y reformista con Salmerón y Melquiades Álvarez (Unión
Republicana transformada en el Partido Reformista) y la vía populista del Partido Radical de Lerroux creado en 1908.
Lo más relevante tras los acontecimientos de la Semana Trágica es la coalición republicano-socialista. En 1910, el
PSOE colaboró y pactó una alianza electoral con las distintas tendencias republicanas (salvo el Partido Radical),
expresada en una coalición republicano-socialista, consiguiendo el PSOE su primer diputado en el Congreso (Pablo
Iglesias). Esta coalición, aún con sus momentos de alzas y bajas, será un elemento fundamental para entender el
surgimiento de la II República.
1.4.2. Los movimientos nacionalistas.
El Catalanismo estaba dominado por la LLiga Regionalista de Catalunya (1901) dirigida por Enric Prat de la Riba
y Francesc Cambó, su línea política se concretaba en la defensa de las clases burguesas y conservadoras en un sentido
moderado y reformista, modernización económica, regeneración política y la reivindicación de la vía autonomista para
Cataluña (frente a la constante acusación de separatismo el horizonte regionalista predomina). En segundo término, la
izquierda nacionalista catalana representada por el Centre Nacionalista República
Con todo, Cataluña es el centro político del momento, 1905 el choque entre nacionalistas y militares por el
incidente del Cu-Cut provoca la ley de jurisdicciones de 1906 y la unión de las fuerzas políticas catalanas en la
Solidaritat Catalana de 1907 que obtuvo una contundente victoria electoral que hizo desaparecer casi por completo a
los partidos liberal y Conservador en Cataluña y representó un éxito de la protesta de la sociedad catalana contra el
intervencionismo militar, situación que se repitió en 1909 con la Semana Trágica. El gobierno Canalejas concede la
Mancomunidad de Cataluña (1914) que representó el reconocimiento de la personalidad de Cataluña.
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El nacionalismo vasco con un PNV más moderado (parlamentario y autonomista) se aproxima a la burguesía
industrial e intenta ampliar sus bases. El resto de los movimientos regionalistas no tuvieron un papel tan destacado.
1.4.3. Sindicalismo y conflictividad obrera. UGT y CNT.
Paralelamente a la crisis política, se produce una evolución lenta pero profunda de la economía y de la
estructura social, que transforma el modo de vida de las gentes y que hace de la España de 1930 un país muy distinto
del que vio iniciarse el siglo. El crecimiento económico, sin embargo, no alteró la desigualdad en el reparto de la
riqueza, ni atenuó la pobreza en la que vivía inmersa la mayor parte de la población. Eso explica las enormes tensiones
sociales y el crecimiento y protagonismo del movimiento obrero, así como de los partidos y organizaciones políticas de
la izquierda.
El nuevo siglo comenzó con un intenso ciclo de agitaciones obreras, que tuvieron una fase de ascenso hasta
1911 y, a continuación, un moderado descenso hasta 1917. La mayor incidencia del movimiento huelguístico tuvo lugar
en Cataluña (donde se registró una cuarta parte de todas las huelgas del territorio español), seguida de Valencia,
Andalucía, Asturias, Castilla, el País Vasco y Madrid. En 1902 tuvo lugar una huelga general en Barcelona, que se
extendió a las comarcas industriales de Cataluña. En 1903 hubo huelgas en las zonas mineras de Vizcaya y Riotinto, que
se repitieron en 1906 en Asturias y Bilbao.
En 1911 tuvo lugar un intento de huelga general revolucionaria en muchos puntos de España. La mayoría de
estos conflictos tenían en común la voluntad de oponerse a la pérdida de capacidad adquisitiva de los obreros y al
deterioro de las condiciones de trabajo. También se reclamaban la jornada laboral de ocho horas y el reconocimiento
de los sindicatos y de su capacidad de negociación colectiva.
A nivel de partidos el PSOE fortalece sus bases e inicia su acercamiento al republicanismo. Junto a Pablo Iglesias
aparecen otros líderes políticos como Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro, antiguo alumno de la ILE y catedrático
de lógica. Por su parte, el sindicalismo español se estructura en dos corrientes:
a) El sindicalismo socialista (UGT) que tuvo un crecimiento estable con mayor incidencia en Madrid y norte de España
evolucionando hacia una vía reformista, trabajando su dirigente Largo Caballero en la Comisión de Reformas Sociales y
apoyando la coalición republicano-socialista. La UGT pasó de 77.000 afiliados en 1911 a 211.000 en 1920, al tiempo que
ponía en marcha las Casas del Pueblo desde 1915.
b) El sindicalismo anarquista: fundación del CNT. El impulso del anarquismo resultó muy importante en Cataluña, y
sobre todo en Barcelona, donde sociedades obreras y sindicatos autónomos de inspiración anarquista crearon, en 1907,
Solidaridad Obrera, una federación de asociaciones obreras de carácter apolítico, reivindicativo y favorable a la lucha
revolucionaria. Solidaridad Obrera contó con prensa propia, Tierra y Libertad y Solidaridad Obrera, y, en 1910, impulsó
la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). El nuevo sindicato nació con el objetivo de extenderse por
toda España y consiguió consolidarse como hegemónico en Cataluña, logrando también una fuerte implantación en
Andalucía y Valencia.
La CNT se definía como revolucionaria y presentaba una ideología basada en tres presupuestos básicos: la
independencia del proletariado respecto a la burguesía y a sus instituciones (el Estado), por lo que se declaraba
totalmente apolítico; la necesidad de la unidad sindical de los trabajadores, y la voluntad de derribar al capitalismo, a
través de la expropiación de los capitalistas. La acción revolucionaria debería llevarse a cabo mediante huelgas y boicots
hasta proceder a la huelga general revolucionaria. Sus líderes más representativos fueron Salvador Seguí, Ángel
Pestaña y Joan Peiró. La evolución de la CNT sufrió notables altibajos; a un período expansivo le seguía otro de
represión y clandestinidad, como sucedió en 1911, cuando, después de la huelga general de septiembre, el sindicato
estuvo prohibido hasta 1914.

Lerroux V. Blasco Ibáñez Melquiades F. Cambó J. Besteiro A. Pestaña


Álvarez
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2. LA CRISIS DEL PARLAMENTARISMO (1914-1923).


En el ámbito internacional, el reinado de Alfonso XIII coincide con la etapa de la carrera de armamentos que
desembocó en el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tuvo repercusiones profundas en la economía
y en la vida política de España. La profunda crisis que va de 1917 a 1923 está, a su vez, conectada con la depresión
económica de posguerra y con las consecuencias del triunfo de la revolución comunista en Rusia en 1917.
2. 1. El impacto de la Primera Guerra Mundial.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, fue seguido de una declaración de neutralidad del
Gobierno español, que obtuvo un respaldo prácticamente generalizado, a excepción de Lerroux. Al aislacionismo
(retraimiento) que había caracterizado la política española desde hacía más de un siglo, se unía la conciencia de la
propia debilidad diplomática, económica y militar. La neutralidad, sin embargo, no impidió que la opinión pública se
dividiera entre “aliadófilos” y “germanófilos”, ni que el tema se debatiera apasionadamente en las Cortes, la prensa y la
calle. En general, la opinión progresista, los intelectuales y los sectores financieros e industriales apoyaban a los aliados,
a quienes se identificaba con el liberalismo parlamentario, mientras los “germanófilos” eran mayoría entre los oficiales,
el clero, la aristocracia y los terratenientes, que se identificaban con el orden, la disciplina y el conservadurismo
asociados a la imagen de Alemania. Las fuerzas obreras y sindicales defendieron la neutralidad al considerar el conflicto
como una pugna entre potencias imperialistas.
Mucho más importantes fueron las consecuencias económicas. Tras unos meses de recesión provocada por el
desconcierto económico de la guerra, el desabastecimiento de materias primas, la salida de capitales y el hundimiento
de los negocios, a partir de 1915-1916 se produjo un auténtico boom económico estimulado por la lluvia de pedidos de
los beligerantes, los márgenes elevados de beneficios, los pagos anticipados, que equivalen a una verdadera prestación
de servicios de banquero a las fábricas.
La coyuntura favorable se refleja en el comercio exterior. Mientras las importaciones descienden, lo que obliga
a procesos de sustitución, aumentan las exportaciones. Desde principios de siglo el comercio exterior español era
deficitario; en los años de la conflagración se salda con un balance positivo, a pesar de lo cual no se aprovecha la
situación. España había iniciado tarde su industrialización y se encontraba en una situación de inferioridad relativa, en
esta fase pudo dar el “salto”, acelerar su desarrollo industrial y poner su economía a la misma altura que las potencias
europeas. Pero predominó la obsesión por el beneficio inmediato y no para todos los sectores resultaba favorable la
guerra.
Industria (minería, textil, metalúrgico, químico, naviero, etc..) y comercio se aprovecharon de la coyuntura, no
así la agricultura de exportación, por tratarse de productos de lujo, los beligerantes no compran naranjas ni vino. La
Prof. Félix González Chicote

crisis de la naranja en Valencia y Castellón de 1814 arrastra a la industria asociada: cajas, papel de seda, estampillado. La
reducción de precios, única solución, fue ruinosa para los pequeños propietarios. La guerra provoca en este sector
pérdidas y agrava los desequilibrios, acentuados con una crisis de subsistencias por desabastecimiento de trigo (Rusia
no abastece y se recurre a Argentina, pero tenía demasiados compradores). En definitiva, el campo vuelve a ser el
sector más desasistido y la emigración (éxodo rural) se reactiva.
El año 1917, de tensiones sociales, es expansivo para la industria. ¿Cómo se explica que sea a un tiempo año
de huelgas y de escasez, y de beneficios y expansión? Si analizamos la relación precios-salarios podemos entender la
situación. Los precios suben a partir de 1917 mientras que los salarios se elevan a menor ritmo y sobre todo de manera
desigual. Estableciendo un índice 100 para 1913 los salarios se colocan en 125 y los precios en 161, en el año 1918.
Detrás de estos índices se encuentra un acusado deterioro de la capacidad adquisitiva de las clases populares. Pero son
más importantes las disparidades sectoriales. Los trabajadores de las industrias en expansión fueron atendidos en sus
demandas, era importante continuar la producción; por el contrario las zonas agrícolas, con mayores subidas de precios
y menores salarios, vieron agravarse las condiciones de vida de la población campesina; la emigración masiva rural se
hizo forzosa.
2.2. La crisis de 1917.
2.2.1. Antecedentes: evolución política 1913-17.
El conde de Romanones (P. Liberal) sustituyó a Canalejas e intentó continuar su programa de gobierno, pero
pronto tropezó con la oposición de conservadores y de parte de su partido, dimitió en 1913. Alfonso XIII encargó
gobierno al conservador Eduardo Dato, siguiendo la lógica de la alternancia canovista. El gobierno Dato declara
la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial. Entre 1914-1917 los gobiernos desarrollaron una política
tímida, alejada de los proyectos regeneracionistas y obsesionada por estabilizar la situación. Los Conservadores,
con Dato al frente, y luego los liberales, primero con Romanones y luego con García Prieto, siguieron una línea
E. Dato
moderada y condicionada por la división de las clientelas políticas (división en los partidos), que producirá
tensión parlamentaria (Dato llega a suspender las Cortes para evitar conflictos), la protesta social con huelgas y
manifestaciones y el creciente descontento. El único proyecto serio fue el programa del ministro de Hacienda
Santiago Alba presentado en 1916 en economía.
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 7
2.2.2. Las crisis de 1917.
Ortega y Gasset, habla en estos momento de vieja y nueva política y de derribar el viejo cascaron caciquil de la
España oficial, completamente alejado de lo que se llamaban la España real, así llegamos a la crisis de 1917. Tres
momentos y tres problemas pueden distinguirse entre los acontecimientos del año 1917: las Juntas de Defensa
(problema militar), la Asamblea de Parlamentarios (problema político) y la Huelga general revolucionaria (problema
social).
2.2.2.1. La crisis militar: las Juntas de Defensa.
Hemos indicado ya las vertientes del problema militar: exceso de oficialidad, ingresos bajos, presupuesto para
armamentos escaso. Habría que añadir la politización del ejército, rasgo genuino de la edad contemporánea española,
la insatisfacción que provoca la interminable guerra de Marruecos y las diferencias internas entre los distintos cuerpos
(artillería/infantería). En 1917 los detonantes de la crisis son tres: el bajo sueldo de los militares (sueldo real menor por
la inflación), el establecimientos de unas pruebas de aptitud que tendrían que realizar los oficiales de infantería y la
reintroducción en 1910 de los ascensos por méritos de guerra, que habían sido suprimidos a raíz de la guerra de Cuba y
Filipinas por los grandes abusos a que habían dado lugar.
Ahora, las posibilidades de ascenso estaban en Marruecos; una campaña al Rif por unos meses daba pie al Rey
para favorecer a sus amigos y, por otra parte, beneficiaba sobre todo los oficiales jóvenes y solteros -sin problemas de
familia, por tanto- que además de cobrar allí sueldos más altos, a la vuelta se veían rápidamente ascendidos en el
escalafón sin necesidad de una preparación “académica” como exigían los tiempos tal y como ejemplificaba la guerra
europea.
Aunque el movimiento se inicia en Barcelona en enero de 1917 ya se habían formado Juntas de oficiales de
Infantería y de Caballería en la mayor parte de las guarniciones del país. Sus objetivos eran: oponerse al ascenso por
méritos de guerra; solicitar una subida de los sueldos -máxime cuando eran evidentes las diferencias con los de
Marruecos-, enfrentándose a los políticos parlamentarios, quienes aparecían como responsables de las medidas; exigir
que los gobiernos y el pueblo tuvieran más respeto al Ejército, cuya misión era ser la columna vertebral del país.
A la vista de tantos frentes, la solución desde el poder fue legalizar las Juntas e intentar atraerse al Ejército como
fórmula para sostener la monarquía. El resultado fue la Ley del Ejército de junio de 1918, que trajo la subida de los
sueldos y la regulación de los ascensos por una Junta de Clasificación (Comisiones Informativas de las Armas del
Ejército) que, evidentemente, frenaba los ascensos espectaculares. Lograda la pretensión, el Ejército volvió a convertirse
en pilar de la Monarquía y del Gobierno frente al problema social; pero con una matización, ahora dominaba al
Gobierno porque éste lo necesitaba.
2.2.2.2. Crisis política: la Asamblea de Parlamentarios.
El segundo acto de la crisis de 1917 fue la Asamblea de Parlamentarios. Desde febrero de 1917 las Cortes
estaban cerradas, no por incompetencia, sino por miedo a que se planteara el debate de los graves problemas por los
que atravesaba el país. Desde febrero los partidos de oposición venían reclamando la reapertura de las Cortes pero el
Gobierno no atendió a la petición de que se abrieran. Cambó, jefe de la Lliga y de la burguesía política catalana, decidió
intervenir ya que la insurrección de las Juntas de Defensa daba suficientes motivos para abrir las Cortes. El día 1 de julio
la Lliga optó por convocar a una reunión a los parlamentarios catalanes, invitando al resto de fuerzas políticas.
Prof. Félix González Chicote

El 5 de julio se reúne la Asamblea en el Ayuntamiento de Barcelona integrada por catalanistas, republicanos,


reformistas. De aquella reunión salió un primer acuerdo: convocar una Asamblea nacional de Parlamentarios el día 19
para promover la reforma a fondo de la vida política.
Pese a todas las dificultades, la Asamblea de Parlamentarios, en acción abierta contra el Gobierno, se celebró en
Barcelona el 19 de julio, asistieron 71 diputados y senadores (de un total de 760) saliendo un acuerdo para exigir un
cambio de gobierno y la convocatoria de Cortes Constituyentes, así como de empezar a trabajar mediante tres
comisiones que estudiaran la reforma constitucional.
Para entonces los contactos con los partidos de izquierda habían fracasado, porque, mientras la Lliga
Regionalista quería acabar con el sistema de turno de los partidos para iniciar una regeneración por cauces
monárquicos, las izquierdas pretendían hacer una revolución contra el Estado oligárquico. Y, de nuevo, el contraataque
del Gobierno, que disolvió la Asamblea tachándola de separatista. En los meses siguientes la fuerza de la Asamblea se
fue diluyendo. Sin duda, influyó mucho el miedo a la revolución social intentada con la huelga general de agosto.
2.2.2.3. Crisis social: La huelga general.
En 1916 ya se habían producido un importante movimiento huelguístico y, en marzo de 1917, las centrales
sindicales CNT y UGT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para
contener los precios bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló en agosto de 1917, a raíz de un
conflicto ferroviario en Valencia, y la UGT, con el apoyo del PSOE, decidió llamar a la huelga general.
De hecho, la huelga se generalizó desde el 13 de agosto, y tuvo un seguimiento bastante importante en
numerosas ciudades y zonas agrarias del país. Madrid, Bilbao, Oviedo, Gijón y otras capitales quedaron paralizadas; la
minería, la metalurgia y las grandes zonas fabriles secundaron el paro masivamente, mientras el seguimiento fue más
tibio en otros sectores, como el campesinado o el ferroviario. La respuesta del Gobierno fue durísima (se aplicó la Ley
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 8
Marcial) sacando las tropas a la calle y provocó un enfrentamiento con los piquetes. Día a día fue aumentando el
número de muertos, heridos y detenidos, pese a que el Manifiesto del Comité de Huelga había intentado encauzar por
vías pacíficas la protesta. El día 20 los sindicatos comenzaron a desconvocar a los trabajadores, y poco a poco fue
restableciéndose la normalidad por todo el país.
El balance fue trágico: unos 80 muertos según datos oficiales (entre 100 y 200, según otras fuentes) y más de
2000 detenidos. El 29 de septiembre los miembros del Comité de huelga (Largo Caballero, Besteiro, Saborit y Anguiano)
fueron condenados a muerte, pena conmutada por cadena perpetua ante las manifestaciones y protestas generalizadas.
De hecho, pocos meses más tarde el Gobierno hubo de decretar una amnistía y ponerlos en libertad, después de que los
dirigentes encarcelados fueran elegidos diputados. Pese a la derrota, agostó de 1917 demostró a los sindicatos la
capacidad de movilización que tenían.
3. LA DESCOMPOSICIÓN DEL SISTEMA 1917-1923.
Entre 1917 y 1923, la incapacidad de los gobiernos para reformar en profundidad el sistema político, la fuerte
conflictividad social y las tensiones políticas derivadas de la guerra de Marruecos hicieron imposible la supervivencia del
régimen de Restauración.
3.1. La descomposición política.
El régimen de la Restauración entró en una progresiva descomposición a causa de los nulos deseos de
renovación política de los partidos dinásticos, sin líderes claros, con lo cual era imposible reunir mayorías
parlamentarias suficientes para constituir gobiernos estables. Desde 1917 se recurrió con frecuencia a la solución de los
gobiernos de concentración. El más relevante fue el llamado Gobierno Nacional, impulsado por Maura en 1918, que
configuró un gabinete con la participación de los líderes dinásticos y de los regionalistas catalanes (LLiga Regionalista).
Las diferencias entre los coaligados imposibilitó al gobierno llevar a cabo reformas, contener la inflación y restablecer el
orden social.
Fracasados los gobiernos de concentración se vuelve al turno, entre 1918-1923 un total de diez cambios de
gobierno, y ninguno alcanzó un año de vida, encima a pesar del fraude electoral ningún partido consigue la mayoría y se
recurre constantemente a medidas de excepción, a la suspensión de las garantías constitucionales y a la clausura del
Parlamento.
Los republicanos y socialistas no consiguieron afianzar una alternativa de poder. El Partido Radical de Lerroux
fue perdiendo apoyo obrero y tornándose más conservador, el Partido Reformista de Melquíades Álvarez se acercó
hacia los liberales dinásticos y el Partido Socialista incrementó su filiación y fuerza electoral. Sus nuevos dirigentes
(Julián Besteiro, Largo Caballero e Indalecio Prieto) se mostraron partidarios del parlamentarismo y una política
reformista y moderada. En el contexto de la III Internacional, un sector decidió en 1921 abandonar el PSOE y fundar el
Partido Comunista de España (PCE) con influencia en Vizcaya y Asturias.

4. Conflictividad obrera, pistolerismo y el “trienio bolchevique”.


Los años siguientes a la Primera Guerra Mundial fueron de gran conflictividad en toda Europa. El triunfo de la
revolución bolchevique y el establecimiento del Estado soviético en Rusia dieron alas y esperanzas a todos los grupos
revolucionarios. En España, el final del conflicto europeo provocó un cambio brusco de las condiciones económicas, la
producción descendió, aumento el paro y subieron los precios, lo cual provocó de nuevo la movilización obrera y un
espectacular crecimiento del sindicalismo.
El movimiento huelguístico afectó a un buen número de regiones industriales, pero fue en Barcelona donde
alcanzó mayores dimensiones. En 1919 se inició una huelga en La Canadiense (empresa que suministraba electricidad a
la mayor parte de Barcelona) que consiguió la paralización del 70% de la industria local. La huelga duró un mes y medio
y finalizó con un acuerdo por el cual la patronal aceptaba la readmisión de los despedidos, aumentos salariales y la
jornada de 8 horas. Pero el cumplimiento de la promesa de liberar a los detenidos hizo reanudar la huelga y la patronal
respondió con el cierre de empresas y una durísima represión contra los sindicatos.
En Andalucía, la situación de miseria del campesinado, reforzada por el aumento de los precios, dio paso al
trienio bolchevique (1918-1921). Los anarquistas, y en menor medida los socialistas, impulsaron revueltas campesinas
motivadas tanto por el “hambre de tierras” como por el deterioro de los salarios y de las condiciones de vida. Se
quemaron cosechas, se ocuparon tierras, y muchos municipios llegaron a estar controlados por los comités de huelga.
Córdoba, con 23 huelgas agrarias y más de 30000 trabajadores involucrados en ellas, se convirtió en la punta de lanza
de un movimiento campesino que se extendió a otras provincias, manchegas y extremeñas. La declaración del Estado de
guerra, la ilegalización de las organizaciones obreras y la detención de sus líderes pusieron fin a la rebelión.
La conflictividad laboral degeneró en una radicalización de las posiciones de los sindicatos y de la patronal,
sobre todo en Cataluña. Para detener la fuerza sindical, los patronos instituyeron la Federación Patronal, contrataron a
pistoleros a sueldo para asesinar a los dirigentes obreros y recurrieron, frecuentemente al lockout (cierre de empresas).
Además, fundaron el Sindicato Libre, que emplearon en su favor fomentando las acciones violentas contra el
sindicalismo anarquista. Algunos grupos vinculados al anarquismo respondieron a esta situación practicando también un
activismo violento y atentaron contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del orden. Entre estos grupos cabe citar
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 9

a Los Solidarios, que actuaron en Barcelona y entre los cuales se hallaban Buenaventura Durruti, Juan García Oliver y
Francisco Ascaso. Los sindicatos incrementaron su filiación, la CNT en el Congreso de Sants (1918) acordó la creación de
Sindicatos Únicos de Industria bajo la necesidad de negociación directa entre obreros y patronos.
La Federación Patronal barcelonesa exigía medidas de fuerza, y el general Martínez Anido, gobernador civil de
Barcelona, protagonizó una política de protección de los pistoleros de la patronal; ejerció una dura represión contra los
sindicalistas y puso en práctica la Ley de Fugas, según la cual la policía podía disparar contra los detenidos en caso de
intento de fuga. Todo ello originó la época conocida como pistolerismo (1916-1923) con 226 muertos en 800 atentados,
tanto dirigente como el presidente del gobierno Dato como dirigentes sindicales como Sarvador Seguí y el abogado
laboralista Francesc Layret (1920), ambos asesinados por pistoleros a sueldo.
3.3. El desastre de Annual y sus consecuencias.
El Protectorado español en Marruecos era una zona con escaso valor económico y de difícil orografía. Los grupos
empresariales perdieron su interés ante el escaso rendimiento económico y las clases populares estaban en contra de
una nueva guerra colonial que suponía el “impuesto de sangre". Además el ejército se encontraba dividido
(peninsulares y africanistas) ante el problema de los ascensos por méritos de guerra. Por tanto, los defensores de la
política colonial eran, casi exclusivamente, los llamados africanistas, un sector del ejército muy vinculado con el círculo
de la Corona y con el propio Alfonso XIII.
Desde 1909, la guerra de Marruecos no había dado tregua, excepto el período de la Primera Guerra Mundial (1914-
1918). Al terminar está, Francia y España reemprendieron las acciones militares para controlar el territorio.
Aparecieron entonces los grandes cabecillas rifeños como Al-Rasuni y, sobre todo, Abd el-Krim, quienes se enfrentaron
con éxito a los ejércitos coloniales.
El Alto Comisario español en Marruecos (máxima autoridad militar del Protectorado) es el general Berenguer, éste
se encargará de ocupar con éxito la zona occidental (Ceuta y Tetuán); la zona oriental estaría al mando del general
Fernández Silvestre que iniciará la ocupación desde Melilla. Silvestre, sin embargo, en una pésima actuación diseñada
en la comandancia de Melilla, inició una penetración rápida, sin tomar la precaución de no quedar aislado de la
retaguardia ante el ataque de Abd-el-Krim en Annual el ejército español huyó en desbandada, perdiendo todo el
territorio y 13.000 hombres.
La derrota de las tropas españolas en Annual (1921) tuvo una serie de consecuencias: produjo una enorme
indignación pública y originó un intenso debate sobre las la deficiente organización y preparación del ejército. Crispó a
la opinión pública y la prensa y los contrarios culparon de la derrota al gobierno y al ejército lo que produjo un
distanciamiento entre los militares y la clase política. El gobierno dimitió y se formó un gobierno de concentración con
Antonio Maura. Se inició un proceso parlamentario para indagar las responsabilidades militares y políticas, para lo que
se nombró una comisión en el Congreso encargada de elaborar un informe (Expediente Picasso), que contó con la
oposición del ejército, pues podían depurarse responsabilidades de los mandos (Alto Comisario en Marruecos, general
Dámaso Berenguer) y llegar a implicar a la propia monarquía. La cuestión de Marruecos se convirtió en un factor de
crisis política, que llevó a los militares a optar por un golpe de Estado, dirigido por Miguel Primo de Rivera.

II. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923-1931).

3. CAUSAS DEL GOLPE Y DIRECTORIO MILITAR (1923-1925).

3.1. Objetivos y motivaciones del Golpe.


Primo de Rivera dio un golpe de Estado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923. De la noche a la mañana,
casi sin ningún rumor previo en la prensa de los días anteriores y sin derramamiento de sangre, dominó la situación de
la capital catalana, punto clave en la política española en esos años. El Gobierno vaciló, mejor podría decirse que no fue
capaz de reaccionar, y acudió al monarca para que tomara cartas en el asunto; pero Alfonso XIII dejó pasar lentamente
las horas y, transcurridos los primeros momentos, apoyó abiertamente al general sublevado, a quien confió la tarea de
formar gobierno. En tres días España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario.
Primo de Rivera no pretendió establecer un régimen definitivo; su cometido era establecer un “paréntesis de
curación” transitorio. Y precisamente esta sería la contradicción evidente que vivió el dictador durante su gobierno y
que se volvería contra él: pasó de la provisionalidad a un intento de perpetuación que no sería aceptado por aquellos
que le habían apoyado en un primer momento.
El golpe se justificó como un remedio indispensable ante la crisis política con un régimen constitucional
bloqueado, un sistema parlamentario desprestigiado por el fraude electoral, la necesidad de desofocar el peligro de
revolución social (miedo de las clases acomodadas), reducir la influencia creciente del republicanismo y de los
nacionalismos periféricos. En la decisión de Primo de Rivera, así como en el apoyo del ejército y el rápido placet del rey,
también influyó el deseo de evitar que las Cortes exigieran responsabilidades por el desastre de Annual (Expediente
Picasso)
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 10
El dictador justificó el golpe militar a través de un discurso con pretensiones regeneracionistas e incluso
moralistas, que se centraba en la crítica de la “vieja política” y presentaba un claro componente populista, con el fin de
ganarse la adhesión popular. Así, en su manifiesto inaugural, Primo de Rivera anunció su firme voluntad de limpiar el
país de caciques y de acabar con el bandidaje político, la indisciplina social y las amenazas a la unidad nacional.
Algunos historiadores apuntan que Primo de Rivera no pretendía poner fin a un régimen caduco y anquilosado,
sino más bien evitar que el régimen político acabara por democratizarse y no únicamente por la presión de los
movimientos sociales sino por el intento democratizador del último gobierno de concentración que planteó la libertad
de cultos, la reforma de la ley electoral (representación proporcional), reforma del Senado y participación obrera en los
beneficios industriales.
Prof. Félix González Chicote

En cualquier caso, la dictadura fue una solución inconstitucional para frenar la posible reforma del sistema, que
podía resultar amenazadora para ciertos sectores e intereses sociales.

3.2. El directorio militar (1923-1925).


Una vez derrocado el gobierno, Primo de Rivera accedió al poder al frente de un Directorio Militar. En el
“Manifiesto inaugural” declaraba la intención de constituir un “Directorio inspector militar con carácter provisional”.
Durante esta etapa se siguió una política de pretendida voluntad regeneracionista. El Real Decreto de 15 de septiembre
fijaba la organización de un Directorio, presidido por Primo de Rivera, que reunía en su persona todas las facultades,
iniciativas y responsabilidades de gobierno. En la práctica, el ministro único, Primo de Rivera, asesorado por un
Directorio, compuesto por generales de brigada y un contraalmirante, sometía al Rey -o, mejor, a su firma- todas las
resoluciones adoptadas. Es de observar que, consecuentemente, el funcionamiento de toda la Administración quedó,
de hecho, en manos del Ejército. A la vez, tomó otras medidas urgentes: suspendió las garantías constitucionales,
destituyó a los gobernadores civiles de las provincias, disolvió las Cortes y, sin suprimirla, suspendió la Constitución de
1876 como medio previo para arrasar a los partidos políticos, base hasta entonces del sistema parlamentario.
Las redes caciquiles de clientelas políticas perdieron parte de su razón de ser ante la suspensión del régimen
parlamentario y la reforma de la administración. Los gobernadores civiles fueron sustituidos por personal militar con
competencias en orden público e inspección de irregularidades, las Diputaciones y ayuntamientos fueron disueltos y se
crearon Juntas municipales, que incorporaron vocales por sorteo entre los mayores contribuyentes. Calvo Sotelo
elaboró el Estatuto municipal (1924) y el Estatuto provincial (1925) para dotar de mayor autonomía a los entes locales.
Al mismo tiempo, tal y como ha puesto de manifiesto el libro de Alejandro Quiroga, Haciendo españoles. La
nacionalización de las masas durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30) se fomentó a un nacionalismo
españolistas de Estado que de carácter unitario frente a los nacionalismos periféricos. Se disuelve las Diputaciones
provinciales y la Mancomunidad de Cataluña, se restringió las lenguas propias y el uso de símbolos de identidad.
Ante los problemas de orden público, especialmente en Cataluña, se mantuvo el estado de guerra, se adoptaron
medidas represivas contra organizaciones obreras como la CNT y se extendió el somatén catalán.

3.3. Bases políticas: La Unión Patriótica.


Para redondear el control gubernamental sobre los municipios nació la Unión Patriótica (UP). No era un partido
político ni quería serlo, y eso lo recalcó muchas veces la dictadura, pero no cabe duda de que esta organización tenía
mucho de partido único gubernamental. En ella Primo de Rivera pretendió aglutinar a todos los patriotas enemigos del
desorden, aunque carentes de ideario y sin vinculación política definida, en la empresa de sostener el nuevo régimen.
La UP recogía las ansias populistas del dictador y también su autoritarismo. En cierto modo, sustituía al voto
democrático. Sin embargo, en su sistema organizativo los gobernadores civiles y los delegados gubernamentales serían
los encargados de crear los comités de la nueva organización, lo cual se asemejaba mucho a los procedimientos de la
vieja política desterrada y contrastaba con el proclamado "regeneracionismo" de Primo de Rivera.
La Unión Patriótica, el Estado y el Gobierno se confundían. Teóricamente, los miembros del Directorio y los
gobernadores civiles no tenían por qué pertenecer a ella, pero sí los miembros de los ayuntamientos y las diputaciones
provinciales. En su formación reunió una amalgama de gentes procedentes del carlismo, del conservador maurismo, de
propietarios de la tierra o burgueses industriales -ávidos de gozar del apoyo del Gobierno- y del incipiente catolicismo
político. Por eso, quizá, nació muerta y su intento de reunir hombres "nuevos y apolíticos" fue vano.

3.4. La solución del problema marroquí: el desembarco de Alhucemas de 1925.


Todavía le quedaba a Primo de Rivera una cuestión importante que solucionar antes de dar paso a una
modificación interna del régimen: Marruecos. Su resolución fue uno de los éxitos que vendió la dictadura. Tras haber
pasado por una postura inicial “abandonista” y luego “semi-abandonista”, Primo de Rivera asumió en 1924 el Alto
Comisariado de Marruecos. Desde entonces fue preparando un Ejército que coordinado al potente ejército francés,
desembarcó en la bahía de Alhucemas en septiembre de 1925. Tras varias semanas de duras batallas, Abd-el-Krim se
entregó a las autoridades francesas para no ser prisionero del ejército español. El gran éxito conseguido por Primo de
Rivera fue, ante todo, político y popular; le reconcilió con los ciudadanos cansados de guerras, con todo el ejército,
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 11

porque había salvado su honor, con los empresarios inversores en Marruecos y con su propia Hacienda, que pudo
empezar a pensar en la reducción del déficit presupuestario.
4. EL DIRECTORIO CIVIL (1925-1930) Y LA EVOLUCIÓN POLÍTICA HASTA LA CAÍDA DE LA DICTADURA.
4.1. El Directorio Civil.
En diciembre de 1925, cuando ya eran claros los resultados positivos del desembarco de Alhucemas, Primo de
Rivera propuso al rey la sustitución del Directorio Militar por un Gobierno civil (aunque al militar Martínez Anido en
Gobernación). El proceso de institucionalización de la Dictadura se realizó mediante la formación de una Asamblea
Nacional Consultiva, convocada en 1927, pese a las reticencias del propio Rey. Constituida por 400 miembros elegidos
mediante sufragio restringido por los municipios, provincias, Iglesia, Ejército, sectores de la cultura, intereses
económicos, etc.. se le encargó la elaboración de una nueva Constitución. Tras un año largo de trabajos, el proyecto
que se presentó en 1929 no satisfizo a nadie. Organizaba un Estado sin soberanía nacional ni división de poderes, una
Cámara única, la mitad de los miembros de designación real, y en el que se otorgaba al Rey una enorme capacidad
legislativa y ejecutiva, hasta el punto de que el propio Primo de Rivera se opuso al texto. Al final, tanto la Asamblea
como la Unión Patriótica demostraron ser un fracaso: ni obtuvieron respaldo popular ni eran una alternativa viable a la
Dictadura.
4.2. Política económica: la modernización autoritaria.
La dictadura se benefició de una buena coyuntura económica internacional, iniciada en los felices años veinte,
tras la Primera Guerra Mundial. En ese contexto, el régimen puso en marcha un programa de fomento de la economía
española en el terreno industrial y en las infraestructuras, aunque apenas se ocupo del problema agrario. La idea
rectora fue la nacionalización de importantes sectores de la economía y el aumento de la intervención estatal
(fortalecer el mercado nacional con medidas proteccionistas e importantes subvenciones estatales). El Estado tuvo un
protagonismo notable gracias al fomento de las obras públicas: red de ferrocarriles mediante concesiones a las
compañías que explotaban el tráfico ferroviario, extensión de la red de carreteras con un circuito Nacional de Firmes
Especiales (1926) que mejoró y amplió las carreteras
El gobierno aprobó el Decreto de Protección de la Industria Nacional, que preveía la concesión de ayudas
estatales a las empresas que no podían competir con el exterior. También se concedieron grandes monopolios, como el
de telefónica (1924), a la Compañía Telefónica Nacional de España, y la exclusividad en la importación, refinado,
distribución y venta de petróleo a la compañía arrendataria de CAMPSA (Compañía Arrendataria del Monopolio de
Petróleos, 1927). Todo ello fue financiado mediante los llamados Presupuestos Extraordinarios, de forma que el
Presupuesto Ordinario del Estado cada año aparecía equilibrado, pero se iba acumulando una gran deuda
extraordinaria.
El mundo agrario siguió en manos de los grandes propietarios sin que se emprendiera reforma alguna, aunque sí
se promovió el regadío a través de la creación de las llamadas Confederaciones Hidrográficas, que pretendían el
máximo aprovechamiento agrícola e hidroeléctrico de los recursos en las cuencas de los grandes ríos españoles.
4.3. Política social corporativa.
En el terreno social social, la dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo que pretendía
eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado, la integración de los sectores moderados del
movimiento obrero y la represión de las organizaciones más radicales. Con este fin se creó la Organizativa Corporativa
Nacional, que agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones (sindicalismo vertical) y regulaba los conflictos
laborales a través de Comités Paritarios, formados en igual número por patronos y obreros. Su misión era la
reglamentación de los salarios y de las condiciones de trabajo, así como la mediación y arbitraje en caso de conflicto.
Paralelamente se promovió la legislación laboral recogida en el Código de Trabajo (1926). El sistema fue bien visto,
aunque no en todos sus aspectos, por una parte del movimiento obrero representada por la UGT, que pudo
desenvolverse con cierta libertad bajo el régimen; mientras, los anarcosindicalistas y comunistas eran perseguidos y
obligados a permanecer en la clandestinidad.
4.5. La oposición a la dictadura
La oposición a la dictadura estuvo integrada por algunos líderes de los partidos dinásticos, los republicanos, los
nacionalistas, los comunistas, los anarquistas, determinados sectores del ejército y la casi totalidad de los intelectuales.
Los antiguos partidos del turno criticaron la excesiva duración del régimen y varios dirigentes republicanos
participaron en conspiraciones militares como el complot de la sanjuanada (enfrentamiento del Arma de Artillería con
el régimen), en junio de 1926. Otra intentona similar fue la dirigida por el político conservador José Sánchez Guerra
(1929), que también contaba con un cierto apoyo militar.
Con respecto a los intelectuales y el mundo universitario, la dictadura pretendió controlarlos férreamente
mediante la censura y limitando su libertad, llegando incluso a cerrar las universidades. El conflicto derivó en algaradas y
protestas estudiantiles y fue el origen de un gran sindicato, la Federación Universitaria Española (FUE), de carácter
republicano. El enfrentamiento de los intelectuales, Ortega y Gasset, Blasco Ibañez y Menéndez Pidal. En 1924,
suscribieron un manifiesto con más de cien firmas en contra de la política cultural. La represión no se hizo esperar,
IES FRAY LUIS DE LEÓN Tema 7. Alfonso XIII: La crisis de la Restauración 12

Unamuno fue desterrado a Fuenteventura y Blasco Ibañez se traslado al extranjero desde donde promovió una gran
campaña contra el rey y el dictador.
El conflicto político más persistente se produjo, sin embargo, con el republicanismo y los nacionalismos,
especialmente el catalán. La oposición de los republicanos fue permanente y organizaron la llamada Alianza
Republicana, que logró unir a las diversas facciones del movimiento y desarrollar una amplia campaña propagandística
en el exterior. En Cataluña, las medidas tomadas por Primo de Rivera, como la liquidación de la Mancomunidad (1925),
así como la prohibición del uso público de la lengua catalana y del baile de la sardana fueron recibidas como
profundamente anticatalanas y provocaron un notable distanciamiento incluso entre los sectores que, como LLiga
Regionalista de Cambó, habían acogido la dictadura con cierta simpatía. La oposición del catalanismo de izquierdas y
republicano fue aún más decidida. En ella se distinguió el grupo Estat Catalá con su intento de invasión armada dirigida
por Frances Maciá desde Prats de Molló (Francia), en 1926.
Por último, la CNT se mostró contraria al régimen y fue intensamente perseguida, lo que agravó el
enfrentamiento en su interior entre los partidarios de posturas radicales y violentas y los que defendían posiciones más
posibilistas (Ángel Pestaña). En julio de 1927, los primeros crearon la Federación Anarquista Ibérica (FAI). También el
PSOE cambió su posición hacia 1929, cuando rechazó abiertamente los intentos continuistas del régimen y se pronunció
a favor de la República.
Prof. Félix González Chicote

4.6. La caída del dictador y la esperanza republicana.


La creciente oposición al dictador se intensificó cuando el rey y su camarilla se convencieron de que la dictadura
era un peligro para la permanencia de la monarquía. En esta tesitura, el rey optó por retirar la confianza a un Primo de
Rivera, quien acabo dimitiendo el 30 de enero de 1930.
El general Berenguer fue el encargado de sustituirle, con la misión de celebrar unas elecciones que permitieran
retornar a la normalidad constitucional (dictablanda). La opinión pública critica el nombramiento y Ortega publica su
célebre artículo "El error Berenguer", publicado en El Sol el 15 de noviembre de 1930, concluyendo que frente a la crisis
del régimen de la Restauración y de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera: "¡Españoles, vuestro Estado no
existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia".
La oposición comenzó a organizarse dando lugar al Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. Reunió a tres
fuerzas principales para tratar un futuro cambio hacia la república: los constitucionalistas, que reunían a algunos
políticos monárquicos reticentes con el monarca y dispuestos a deslizarse hacia un aún indefinido republicanismo; los
republicanos, el catalanismo de izquierdas y el Partido Socialista. Pero es importante indicar que de este pacto se
derivaron dos líneas de acción complementarias: una revolucionaria con el pronunciamiento de los capitanes Galán y
García Hernández para proclamar la República desde Jaca y, otra política que, con una gran campaña de prensa y
mítines, lograría arruinar el prestigio de la monarquía.
El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la creación de un comité revolucionario compuesto por:
Alcalá Zamora, Miguel Maura (no confundir con su hermano), Marcelino Domingo, Prieto, Azaña, Albornoz y De los Ríos.
De esta alianza estuvieron ausentes la CNT y otras fuerzas obreras, que solamente estuvieron representadas por el
PSOE. En diciembre de 1930 se difundió masivamente un manifiesto firmado por los principales dirigentes en el que
explícitamente se llamaba a la población a derribar la monarquía.
Berenguer fue incapaz de preparar las elecciones y, en febrero de 1931, fue sustituido por el almirante Aznar,
que puso en marcha unos comicios en los tres niveles establecidos: municipales, provinciales (diputaciones) y
legislativos. El gobierno decidió convocar primero las municipales al considerarlas menos peligrosas para la monarquía,
y las fijó para el 12 de abril, sin embargo, acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieron
elegidos más concejales monárquicos que republicanos, estos ganaron en las principales ciudades y capitales de
provincia donde el voto era más libre. La suerte estaba echada para Alfonso XIII. El día 13, tras conocerse los resultados
electorales, miles de personas salieron a la calle para manifestarse a favor de la República, se ha dicho hasta la saciedad
el tópico de que España se acostó monárquica y se levantó republicana, aunque viendo la proclama del manifiesto
revolucionario no parece que el republicanismo del pueblo fuera fruto de una conversión espontánea.
¡Españoles! Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y un impulso que
nos promueve a procurarla (…) Cuando pedíamos justicia, se nos arrebató la libertad; cuando hemos pedido libertad, se
nos ha ofrecido una Cortes amañadas (…) convocadas por una dictadura instrumento del rey que ha violado la
Constitución con la colaboración de un caciquismo omnipotentes…!Viva la República!

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