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3/6/22, 10:50 Desde el umbral: Perros del Titicaca.

Breves notas etnográficas

Nuevo Mundo Mundos


Nuevos
Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New
worlds

Débats
2021
Etnografías de perros

Desde el umbral: Perros del


Titicaca. Breves notas
etnográficas
From the threshold: Dogs of Titicaca. Brief ethnographic notes

Gerardo Fernández Juárez
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.85278

Résumés
Español English
El artículo muestra diferentes situaciones etnográficas procedentes de la región aymara del Lago
Titicaca en Bolivia en que los perros, particularmente los de color negro, actúan como
protagonistas del umbral. Los escenarios de tránsito entre lo doméstico y lo montaraz; la salud y
la enfermedad; la vida y la muerte, así como el presente y el pasado adquieren particular
relevancia por la presencia de perros. Estos perros protegen los portales, los espacios límites y los
umbrales de separación que los humanos, las almas o las entidades ceremoniales recorren en el
Altiplano.

This paper shows different ethnographic situations from the Aymara region of Lake Titicaca in
Bolivia in which dogs, particularly black, act as protagonists of the threshold. The transit
scenarios between the domestic and the wild; Health and illness; life and death, as well as the
present and the past, acquire particular relevance for dogs. These dogs protect the cosmological
doors, boundary spaces, and thresholds that the humans, souls, or ceremonial entities traverse in
the Altiplano.

Entrées d’index
Keywords: Perros negros, Bolivia, Aymara, umbral, tránsito

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Texte intégral
“A Layqa y Simón”.

Figura 1 – Comunidad Tuqi Ajllata Alta, Provincia Omasuyo del Departamento de La Paz,
Bolivia.

Fotografía Gerardo Fernández Juárez

1 Sólo le faltaba hablar. Aquel chucho1 del Titicaca de escaso pedigrí me acompañaba a
veces a su albedrio en mis correrías por los cerros que rodean la comunidad de Tuqi
Ajllata Alta2. No sé cómo paré aquella anochecida en el lugar denominado kjarkas… sí,
como el célebre grupo musical cochabambino, un sitio desde donde se divisa una
inenarrable puesta de sol que orienta el camino a las almas, a los muertos. En este sitio,
los jóvenes de la comunidad acostumbran reunirse para contar sus cuitas; aquel día, sin
embargo, estaba sólo y no es un lugar donde uno debe aventurarse sólo al anochecer
puesto que el sitio “tiene encanto” y a su hora, comunica de forma subterránea, según
los lugareños, con otros cerros al otro lado del lago, algo habitual en muchos dominios
del folclore popular no sólo andino y aymara3. He dicho estaba sólo… en realidad no,
aquel chucho que aparecía y desaparecía a su gusto (o al hambre) de la casa familiar
donde me alojaba en la comunidad me acompañaba de una forma especial. No había
sido un buen día etnográficamente hablando; probablemente se suspendió alguna de
las sesiones rituales en las que esperaba participar con los yatiris locales. La nostalgia
me pudo, contemplando la puesta de sol. El perro olió mi tristeza… se abalanzó sobre
mí mordiéndome los tobillos, empujándome, tirándose sobre mí para que le hiciera
cosquillas… consiguió mi sonrisa declarada y mi afecto desde entonces, aunque nunca
le había prestado demasiada atención. Ni siquiera tenía nombre, que yo recuerde.
Entraba y salía de la casa, se acercaba siempre en busca de comida y era parte de la
familia extensa, porque no solo a nosotros hacía los honores, sino que también entraba
en las casas próximas emparentadas con la nuestra. No recuerdo su nombre
lamentablemente, pero sí su color negro con una corbata blanca sobre el pecho.
Precisamente el ser negro parecía otorgarle cierta relevancia en la comunidad. Le
libraba de los malos tratos que otros perros recibían, como luego supe.
2 ¡Utani. Anumaraki! Es una de las expresiones que recuerdo con mayor nitidez de las
visitas que de noche realizaba como ayudante de los yatiris4 aymaras de la Provincia
Omasuyos en el Departamento de La Paz. ¡Utani anumaraki! Siempre la misma
expresión al llegar a la casa del enfermo o de la persona a quien se visita. El aviso
resultaba especialmente recomendable de noche, aunque es común escucharlo a
cualquier hora del día en visitas inesperadas. Casi constituye un rasgo de urbanidad y
educación. ¡Cuidado con el perro! Es el aviso que se hace al dueño de la casa, al vecino
al que se visita. Esta expresión se emplea incluso en el caso de aquellas familias que no
disponen de perro lo que todavía me resultó más sorprendente. Las unidades
domésticas aymaras están simbólicamente cerradas, aunque no se les eche la llave a la
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puerta de acceso, de ahí que resulte fundamental hacer constar nuestra presencia en el
umbral de la casa, precisamente dando titularidad y presencia a aquel que ejerce su
dominio, como es el perro casero5. El perro es el dueño del umbral; el que guarda el
territorio doméstico enseñando los dientes, amenazador, ante los extraños, aquellos
que no conoce, los de fuera. Ocupa esa posición privilegiada entre los dos ámbitos, el
doméstico en el interior de la casa y el externo donde habitan todo elenco de seres,
personas y espacios que amenazan la seguridad de sus dueños. Esta posición de perro
guardián que facilita o dificulta entradas, pasos y tránsitos entre ámbitos, espacios,
lugares y tiempos en contraste, es un dominio especializado en el plano simbólico y
cognitivo que los perros expresan y simbolizan, entre otras cosas, no sólo en contextos
amerindios.
3 Uno de los campos mejor conocidos en los que los perros realizan su papel como
facilitadores de tránsitos, guardianes de “portal” o “umbrales”, es en el paso entre la
vida y la muerte, acompañando a su parentela en este cometido. En el caso de las
culturas andinas resulta familiar este papel atribuido a los perros, especialmente a los
perros negros6. El perro negro actúa de significado psicopompo para llevar en su lomo
el alma del difunto que debe arribar el lugar donde las almas se reúnen tras cruzar una
masa acuosa, lago, río, río Jordán7… etc8. El lugar de los muertos recibe diferentes
denominaciones, en el caso de las poblaciones aymaras del Cantón de Ajllata Grande,
los especialistas rituales lo denominan puliyanu, un viento hacia el poniente, en el lago
Titicaca9, con expresiones visuales muy descriptivas por parte de quienes han tenido la
ocasión de verlo, generalmente en sueños, o bien a través de sus competencias
ceremoniales, caso de uno de los ch´amakani10 más prestigioso de la provincia
Omasuyos quien me señalaba su experiencia onírica al visitar dicho lugar. Puliyanu es
una extensa pampa que está separada en dos sectores por un río hediondo que es
atravesado por un puente minúsculo que se balancea al paso de los caminantes. En el
lado izquierdo de la pampa, se encuentran los pecadores cargados con sus pecados en
los q´ipis11 y botados en un cenizal para que se quemen por toda la eternidad. A la
derecha están los justos, viven en celdas y trabajan todo el día amontonando tierra para
hacer adobe. Los justos viven encarcelados y sometidos a trabajos forzados acumulando
esta tierra, “un cerro de tierra”. Los pecadores son interrogados al llegar portando sus
pecados y culpas en los q´ipis que llevan. Se ponen de rodillas; son interrogados con
rudeza y rigor; finalmente se les empuja a cenizales humeantes donde permanecerán
toda la eternidad sufriendo. Las almas son liberadas y visitan a los vivos el día de Todos
Santos y disponen de tan sólo veinticuatro horas de libertad para ver a los suyos y estar
con sus familiares. Inmediatamente, la noche del 2 de noviembre tienen que regresar a
Puliyanu; al día siguiente son despachados, incluso con dinamita, para que regresen a
Puliyanu sin demora. Las referencias a los desplazamientos que realizan las almas, una
vez producido el deceso e incluso en vísperas de producirse, son muy abundantes. Las
almas recorren todos los lugares por donde anduvieron en vida recogiendo sus restos
corporales a la vez que se despiden de sus familiares y seres queridos. Tras producirse
la muerte, las almas cruzan una extensa superficie de agua que recibe diferentes
denominaciones para alcanzar el lugar donde se encuentran hacinadas. Finalmente,
cada primero de noviembre, emprenden de nuevo el viaje para visitar a sus familiares
aprovechando el “permiso” de que gozan en su lugar habitual de concentración. Las
almas son consumados caminantes. Por ello, los pobladores de Carangas dicen que las
cañas y el amarro de cebollas que configuran las apxatas de difuntos12 en Todos Santos,
en su parte inferior, semejan una enorme cebolla, lo que puede estar aludiendo al
entorno acuoso o húmedo que las almas deben cruzar en su caminata hasta Puliyanu13.
4 Los perros y las almas de los difuntos presentan singulares relaciones en el Altiplano
aymara donde se dice que los perros ven a los difuntos y perciben con nitidez a la
persona que va a morir momentos antes de que suceda. Protagonizan numerosos
sucedidos que relatan acontecimientos domésticos en los que los perros ladran, juegan
y se arremolinan ante entidades que sólo ellos perciben. Una creencia extendida en la
Provincia Omasuyos hace relación al valor de las legañas de los perros que dice
capacitan a quien se las ponen para ver a las almas. Eso sí, resulta tremendamente
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peligroso y puede producir “susto”14 en grado extremo e incluso la pérdida de la


cordura. Vivos y muertos, intermediados por los perros, suele ser una constante en
diferentes compendios míticos de diferentes lugares del mundo; en el caso del Altiplano
aymara con especial relevancia de los perros negros. No es el único soporte, portal,
umbral o tránsito que los perros posibilitan.
5 Los lugares con “encanto” que resultan frecuentes en los relatos populares aymaras y
en su narrativa, coinciden en mostrar otras posibilidades de relación entre espacios y
tiempos con la intermediación de los perros. Es el caso del relato de Anuampa15 del que
me he ocupado en otro momento16 y que recoge en la pampas de la comunidad de
Qorpa (Provincia Ingavi del Departamento de La Paz), la narración de un antiguo líder
comunario aymara que prospera de forma notable como propietario de llamas y alpacas
en tanto en cuanto cumple con el pago ceremonial a la tierra y a los achachilas en la
víspera del primero de agosto, cuando la Pachamama “hambrea”17, pero que igualmente
sufre la ira de los achachilas cuando olvida este compromiso ceremonial. En ese
momento sus llamas y alpacas perecen y él es arrebatado de su ámbito familiar por
parte de los achachilas, quienes bajo forma de danzantes de morenada18, lo ocultan en
el interior del cerro Orqorani a través de la hornacina que forma la puerta del llamado
“Templo de Anuampa”. Allí se encuentra, en el interior del cerro, custodiado por los
seres del “tiempo antiguo”, los chullpas, como acredita el “oro vivo”19 que guardan en
su interior y las lenguas antiguas y los vestuarios añejos que visten quienes han
retornado de sus entrañas terrenales20. Los adentros del mundo esconden, como
sabemos, lo más valioso del tiempo antiguo21. Cuentan los ancianos que a las puertas
del “templo”22, en la hora del encanto, en el amanecer, se escuchan ladridos
amenazadores de perros que guardan la entrada, cuyas sombras se recortan contra los
promontorios rocosos del cerro. Triste suceso de aquel que lleva en su nombre el
oprobio de ser un miserable traidor23. Cuentan los lugareños que en esta hora saxra,
maligna, los curiosos que merodean por la puerta del templo de Anuampa, pueden ser,
como el infortunado protagonista, atrapados en el interior del cerro para siempre24.
6 Los perros guardan por tanto los accesos al manqha pacha, al inframundo, al mundo
de “abajo y de adentro”, al dominio del pasado, no convenientemente domesticado por
los santos, vírgenes y seres del “mundo de arriba”, el alax pacha. Este dominio saxra,
contempla y se expresa igualmente a través de los perros y su encarnación con el lado
“negro”, los dominios del “diablo” si bien contemplado éste desde una perspectiva
epistemológica amplia y de marcado contraste, enriquecedor y diverso, con respecto al
código simbólico que expresa en el catolicismo.

Después, último, con perritos, como digamos tigrecillos, búhos que vienen, los
animales silvestres, ese me ha revelado como perros que vienen, por sí vienen25;
los animales me han revelado también para ch´iyara misa26. Ellos me han dicho
pues, “plato regálame, estamos de hambre”, me ha dicho27, “estamos de hambre”,
me ha dicho, “estamos de hambre, regálame”. “No tengo plato” le he dicho. “Ahí
tienes también plato”, me ha dicho. “¿En dónde?”, le he dicho. Entonces ese rato
me lo colocan, ratito no más, un platito “Ahí está pues tu plato”. Ya me quiere
pues engañar. “¡No, no hay plato!”. “Aquí está la plato”, me ha mostrado pues. “Yo
quiero este platito”. “¿No te atreves?”, me ha dicho. “No sé, este plato no lo
conozco”. “¿Cómo no vas a conocer este plato? Tienes que conocer. Este plato
tienes que manejarme. Este plato tienes que servirme a mí”. Querían morderme a
mí, morderme no más. ¡Nooo!, tenía como un cuchillito ya estaba colocado.
“Entonces ...usted quieres a mi morderme”. Espadita me he sacado ¡a ver! Ese rato
ya se ha apartado, se ha recorrido atrás no más28. Por eso hay que manejar
siempre cuchillito, llavecita, ¡cualquier cosa! Ya se ha apartado. El plato ahí no
más me lo han dejado pues. No han comido nada. Entonces ese plato... último
finalmente ya he manejado a último entonces y a ellos cuando que tienen las
enfermedades que tienen algunos que están engañados con los demonios... ¡ya
pues! De ahí lo coloca entonces, lo coloca a su cuerpo entonces... ¡defiendo!,
entrego la plato, entonces totalmente me lo ha desamparado29.

7 El texto responde a la viva descripción de un especialista ritual de la Provincia


Omasuyo del Departamento de La Paz, al relatar su experiencia onírica con el lado de

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las maldiciones, donde los animales y los perros adquieren un perfil depredador en su
acercamiento al maestro ceremonial ocasionando disrupciones y enfermedades.
8 Los perros amenazantes, hambrientos y ruidosos dificultan el orden comunitario, el
equilibrio doméstico y la estructura corporal en el tratamiento de la enfermedad. Los
perros del diablo amenazan al yatiri con comérselo si este no elabora su plato
preferido, la mesa negra, ch´iyara misa, dominio que expresa la presencia de la
maldición y las formas de generación del daño y la enfermedad en el Altiplano aymara.
Un ámbito no maniqueo, donde el maleficio se devuelve a quien lo creó y, por tanto,
está exento de ese tufillo moral que las prácticas de brujería impregnan en el dominio
occidental.
9 Una de las enfermedades prevalentes más significativas de las que se producen en la
cuenca boliviana del Lago Titicaca, es la del “susto”. En este contexto cultural aymara,
el susto adquiere diferentes tipos y denominaciones, destacando la consecuencia
complementaria que el susto implica en el padecimiento de múltiples enfermedades
especialmente las ocasionadas por el kharisiri, el temible “operador”30.
10 Aquella noche cerrada, la última noche de julio, había quedado con dos yatiris de la
comunidad de Tuqi Ajllata Alta, para subir al cerro Pachjiri31. Mientras esperábamos a
otro miembro del equipo que se estaba retrasando en la madrugada, combatiendo el
frío de la espera con un cigarrillo y akullico de coca32, vimos una figura extraña. El claro
de luna permitió identificar sin ningún género de dudas a un perro en posición sedente
que nos observaba aparentemente curioso. Aquella figura canina enseguida despertó el
recelo de mis acompañantes por su inmovilidad y por su silencio. A pesar de las piedras
que le tiraban mis compañeros, el perro seguía empecinado en su inmovilismo
silencioso hasta que, sin saber cómo, desapareció de nuestro espacio visual. El yatiri
más avezado diagnosticó sin titubeo: ¡Kharisiri!, al tiempo que suspendía el periplo al
cerro Pachjiri en cuyos altares esperábamos recibir los rayos del primero de agosto,
convencido de que alguna víctima había fallecido por el ataque de aquel ser infame. Los
hechos dieron la razón a nuestro yatiri, puesto que enseguida corrió por toda la
comunidad la noticia de la muerte de una mujer. Los atacados por el kharisiri, reciben
la denominación de kharsutas; entre sus dolencias apreciables, el “susto” constituye
uno de los efectos complementarios de su patología que es preciso tratar. El
transformismo animal del kharisiri no sólo posibilita su imagen como perro, sino
también como burro o asno, en otros relatos. En este caso el kharisiri también anhela
las profundidades y los interiores, no del mundo o del cerro como en el caso anterior,
sino las interioridades corporales: sangre, grasa, vísceras y la grasa de mayor calidad
que recubren vísceras y redaños.
11 El tratamiento terapéutico del “susto” implica de forma diversa a los perros, por un
lado, su presencia sonora a través de los ladridos, especialmente por la noche,
constituye un mal augurio en la recuperación del enfermo. La transición entre la
enfermedad y la salud en la patología del susto invierte los términos de la mediación; la
presencia del perro a través de sus ladridos invierte la resolución del caso que amerita
especialmente silencio para su adecuada realización. No es el único modelo de inversión
en el habitual comportamiento del perro como portal y tránsito de tiempos, espacios y
situaciones. La transición entre la enfermedad y la salud, en los casos más desesperados
en los que el ajayu, entidad anímica de importancia primordial en el sostén de la vida
humana, de una persona ha sido atrapado y devorado por las entidades causantes
provocando una situación de peligro mortal extremo, constituye la estrategia
terapéutica conocida como “muerte cambio”, por la cual la persona enferma soporta
sobre su cuerpo el de un animal abierto en canal. En los casos más graves se trata de un
perro negro quien después del tratamiento ceremonial es enterrado en el cementerio
“con el nombre del enfermo”, para justificar la sustitución simbólica que se ha
producido, enterrando el cuerpo del perro con el nombre del difunto y en su sustitución
con la esperanza de que la enfermedad, satisfecha con la muerte del sosias (el perro) y
confundida con la identidad del enfermo al adquirir su nombre, abandone el cuerpo del
doliente original33, tras su muerte y enterramiento simbólicos, encarnados en el propio
perro. Por tanto, en este procedimiento terapéutico es el enfermo quien lleva al perro
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sobre si para curarse y evitar la situación inversa, es decir, que sea el perro quien
transporte al enfermo, convertido en alma, al lugar de los muertos.
12 Los perros del Titicaca son los amos del umbral, de ese espacio que separa, pero a la
vez facilita el tránsito, según las ocasiones y necesidades, entre lo interno y lo externo,
en los planos espacial, temporal y corporal. Las interioridades del mundo, de su espacio
tiempo, del cuerpo y de la vida humana ameritan de perros que salvaguarden los límites
o faciliten los tránsitos cognitivos y simbólicos existentes entre ellos.

***

13 Cuando aquel perro sin pedigrí reclamaba mi atención alejándome de la ensoñación


de la nostalgia, en realidad me estaba reteniendo junto a los jaqi34 de la comunidad,
alejándome de los dominios de los anchanchus que producen locura, de los kharisiris
que anhelan los interiores corporales y los fluidos de la vida, de los ñanqhas y saxras35
del mundo interior y de los chullpas que constituyen los dominios herméticos del
pasado y el tiempo antiguo; echándose desaprensivamente encima de mí me convirtió
en su divertido psicopompo retornando a la comunidad de los vivos, justo en la orilla
opuesta del lago donde esperan los muertos toda una eternidad.

Notes
1 Término coloquial que identifica al perro callejero sin ninguna característica resaltable.
2 Tuqi Ajllata Alta. Comunidad aymara perteneciente al Cantón de Ajllata Grande, Provincia
Omasuyo, Departamento de La Paz, en las inmediaciones del Lago Titicaca.
3 Morote Best, Efraín, “El Nakaq”, en Morote Best, Efraín, Aldeas sumergidas. Cultura
popular y sociedad en los Andes, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de
las Casas”, 1988 [1952], p. 153-177.
4 Yatiri: Sabio. Especialista ritual aymara avezado en la consulta a las hojas de coca y la
elaboración de ofrendas rituales. Burman, Anders, Descolonización aymara. Ritualidad y
política. La Paz, Plural, 2011;
Fernández Juárez, Gerardo, Yatiris y ch´amkanis del Altiplano aymara. Sueños, testimonios y
prácticas ceremoniales. Quito, Abya-Yala, 2004.
5 Otras acciones especializadas de los perros en las comunidades aymaras tienen que ver con el
pastoreo y la caza.
6 Esta era una de las razones de los cuidados aparentes al perro protagonista de mi relato en el
Titicaca. Su color le protegía de los desmanes que otros perros sufrían por parte de los
comunarios locales (violencia física y amenazas), a pesar de no tener un dueño identificado y ser
posesión de todo un grupo de parientes. Su color negro constituía la razón principal que los
comunarios me indicaban sobre los cuidados que recibía con la esperanza de que cuando fuera
necesario, por tanto, en el momento de la muerte de aquellos, el animal estuviera a la altura en
justo reconocimiento, cuando debiera ayudar a las almas de sus dueños a cruzar en su lomo a la
“otra parte del río” y alcanzar el espacio donde los muertos se reúnen.
7 Son diversas las referencias y denominaciones o categorías que se pueden encontrar en las
manifestaciones orales sobre esta “masa acuosa”. En relación con este campo semántico de los
perros andinos como psicopompos es preciso ver el artículo de Muñoz y Raas que forma parte de
este mismo dossier.
8 Weimberg, Marina, “Especies compañeras después de la vida: pensando relaciones humano-
perro desde la región surandina”, Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, 2019, no 36,
p. 139-161.
9 De Lucca, Manuel, Diccionario práctico aymara-castellano; castellano-aymara. La Paz, Los
amigos del libro, 1987.
10 Especialista ritual del máximo prestigio en la Cuenca del Lago Titicaca. Su habilidad más
destacada y reconocida consiste en comunicarse con los achachilas, los santos, la Pachamama,
los rayos y todo el elenco de entidades tutelares del Altiplano, mediante el uso de la conversación,
siempre aprovechando el amparo de la oscuridad.
11 Q´ipi. El término hace referencia al saco que, colocado a la espalda, sirve para portar
mercancías en los mercados locales. Los que transportan dichas mercancías en el q´ipi, reciben el
nombre de q´ipiris. De igual forma es el recurso más frecuente para llevar los útiles personales o
cualquier tipo de producto en los desplazamientos que realizan los comunarios aymaras de la

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zona. Como ellos, los pecadores trasladan sus pecados en el relato, con idéntico recurso. Hay
quien identifica el q´ipi, con cierta “sorna”, como “maleta campesina”.
12 Apxata, apxataña, “poner encima”. Así se denomina a los altares ceremoniales que se
ejecutan en la fiesta de Todos Santos por parte de las comunidades ribereñas del Lago Titicaca.
Está constituida por un conjunto de figuras realizadas en pan, t´ant´a achachis y t´ant´a
wawas, así como bienes de abundancia de naturaleza alimenticia. Todo se come de la apxata tras
la fiesta; constituye el espacio de reunión de las almas de los difuntos convocadas por la familia
de dolientes para su agasajo. Las viandas de los muertos se disponen en la apxata, como en una
comida comunitaria, japt´api, para la celebración de los festejos de Todos Santos.Ver Fernández
Juárez, Gerardo, Hechiceros y ministros del diablo. Rituales, prácticas médicas y patrimonio
inmaterial en los Andes (siglos XVI-XXI). Quito, Abya-Yala, 2012, p.  221. La cortesía aymara
recomienda el convite y agasajo no sólo a las almas de los difuntos familiares y muy
especialmente de aquellos difuntos que la familia hubiera tenido en el año, conocidos como junt
´uni, “caliente”, sino también de aquellas otras que ya nadie recuerda. Los junt´uni deben recibir
el agasajo familiar de la apxata durante tres años consecutivos. El complejo ceremonial de Todos
Santos constituye una mezcla segmentada de rituales no sólo de orden alimenticio, sino también
oracionales y musicales con capacidad de inversión del espacio tiempo habitual, como recurso
adecuado al agasajo de los difuntos. Berg, Hans Van, “La celebración de los difuntos entre los
campesinos aymaras del altiplano”, Anthropos. Revista Internacional de Etnología y
Lingüística, 1989, no 84, p. 155-175.
13 Gilles Rivière, comunicación personal.
14 El “susto” constituye una de las dolencias prevalentes más significativas en todo el
Altiplano, pero con presencia sistemática y etnográficamente diferenciada en toda América
Latina. Rubel, Arthur J., “El susto en Hispanoamérica”, Arinsana, 1986, no  1, p.  29-42; Rubel,
Arthur J. et al, Susto. Una enfermedad popular. Mexico, Fondo de Cultura Económica,
1995[1984].
15 Anuampa, del aymara anu ampara, “mano de perro”.
16 Fernández Juárez, Gerardo, “Orqorani. El cerro de Anuwampar. Espacio, tiempo y memoria
en el Altiplano aymara de Jesús de Machaqa”, en Muñoz Morán, Óscar y Francisco M. Gil García
(coords.), Tiempo, espacio y entidades tutelares. Etnografías del pasado en América, Quito,
Abya-Yala, 2014, p. 171-198.
17 La víspera del primero de agosto se dice que la Pachamama hambrea. Agosto recibe la
denominación de lakrani phaxi el mes con hambre, debido al adormecimiento del mundo tras el
invierno, que debe resurgir y ser alimentado con las ofrendas características de agosto para dotar
de fuerza a la tierra en el inicio del nuevo ciclo productivo que se aproxima.
18 La morenada constituye uno de los bailes folklóricos más representativos de los grupos
criollos o “cholos” de la ciudad de La Paz. El abundante número de bailarines y la brillantez de su
interpretación por parte de la banda configuran uno de los recursos de mayor prestigio en las
fiestas campesinas, especialmente en las capitales cantonales. La morenada ha adquirido especial
sofisticación en contextos de renombre internacional como es el caso del Carnaval de Oruro.
19 “Oro vivo”. Figuras diminutas de oro que se desplazan por el cerro provocando fulgores
azulados la noche de la víspera del 3 de mayo y así mismo la víspera del primero de agosto. Quien
consigue atrapar el “oro vivo” gozará de riquezas inconmensurables toda su vida, pero no es
sencillo. Es preciso averiguar la localización de esos brillos azulados sobre el cerro y en ese mismo
sitio marcar con un cuchillo el lugar al tiempo que se orina en forma de cruz sobre el sitio. De no
hacerlo así, al excavar el lugar, encontraremos vasijas antiguas repletas de sapos, pero ni rastro
del “oro vivo”. Por otro lado, el “oro vivo” pertenece a un personaje de resabios malignos antiguos
como es el anchanchu, de quien se dice que hace extraviar a los pasajeros solitarios induciéndoles
la locura, como testimonia esas lenguas antiguas que balbucean sus víctimas cuando son
encontradas. Fernández Juárez, Gerardo, “Terrores de agosto. La fascinación del Anchanchu en
el Altiplano aymara de Bolivia”, en Fernández Juárez, Gerardo y José Manuel Pedrosa (eds.),
Antropologías del miedo. Vampiros, sacamantecas, enterrados vivos y otras pesadillas de la
razón, Madrid, Calambur, 2008, p. 119-144.
20 Gil García, Francisco M., “Tres cárceles para los chullpas, persona, tiempo y espacio de “los
antiguos” en el pensamiento andino”, en Etnogénesis y mestizaje en las fronteras de las
Américas, Casa de Velázquez, Madrid, 2003; Polia, Mario, “Despierta, remedio, cuenta...”:
Adivinos y médicos del Ande. (dos tomos), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1996.
21 Gutiérrez Estévez, Manuel, “Interioridades”, en Gutiérrez Estévez, Manuel et al, Según
Cuerpos. Ensayo de Diccionario de uso etnográfico, Badajoz, Cicón Ediciones, 2002, p. 83-141.
22 Hablan de la “puerta del templo”, porque la oquedad presenta esa forma de apertura similar
a las hornacinas de los retablos catedralicios.
23 Soñarse con perros, o con un perro que escupe o lame la mano de su amo es signo
ineludible de robo. Como sucede con Anuampa, “mano de perro” quien ha robado a los
achachilas, dueños del ganado de la montaña, a quienes olvidó el pago ceremonial
comprometido.
24 Fernández Juárez, Gerardo, “Orqorani. El cerro de Anuwampar…”, cit., p. 180-182.

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25 Los animales silvestres que se pegan demasiado a las casas de los humanos con hábitos
nocturnos y colores oscuros son considerados saxras.
26 Ch´iyara misa. “Mesa negra”, también conocida como “mesa de maldición”. Está presente
en las elaboraciones rituales que tienen por objeto contentar y satisfacer a los seres del manqha
pacha, el “mundo de abajo” y de “adentro”. Está igualmente presente en las formas aymaras
tanto de devolución del mal como de generación de maleficios (Fernández Juárez, 2019, p. 283).
27 La imagen refleja una situación de peligro para el especialista ritual. Los seres tutelares
hambrientos amenazan con “comer gente”, ocasionando enfermedades. En este sentido, los
malignos saxras resultan particularmente curiosos, voraces y amenazadores.
28 La “espada” del yatiri, unas simples llaves o una pequeña navaja. El “maestro” aprende a
defenderse en el sueño y a manipular los recursos “a escala” pertinentes para desenvolverse en
diferentes planos, el ceremonial y el profano, el onírico y el consciente.
29 Fernández Juárez, Gerardo, “Las tentaciones del diablo. Mesa negra y maleficio en la
Cuenca del Titicaca”, en Fernández Juárez, Gerardo y Francisco M. Gil García (coords.),
Sinestesias. Brujería y hechicería en el Mundo Hispánico, Quito, Abya-Yala, 2019, p.  294. Los
diablos y demonios capturan las entidades anímicas de la gente, ajayu, animu, kuraji, para
devorarlas y así provocar enfermedades que pueden ser curadas con la elaboración de ch´iyara
misas.
30 Kharisiri, khariri, lik´ichiri, kharikhari son los términos aymaras más frecuentes en la
cuenca del Lago Titicaca en alusión al “degollador” o sacamantecas (pishtaco o ñaqaq en
quechua); figura temible presente en los Andes del Sur, con una marcada significación política y
ética, en términos de violencia simbólica. Fernández Juárez, Gerardo, “Terrores de agosto…”, cit.;
Morote Best, Efraín, “El Nakaq...”, cit.; Rivière, Gilles, “Lik´ichiri y kharisiri. A propósito de las
representaciones del “otro” en la sociedad aymara”, Bulletin de l´Institut Française d’ Etudes
Andines, 1991, vol.  20(1), p.  23-40; Spedding, Alison, Sueños, kharisiris y curanderos. La Paz,
Editorial Mama Huaco, 2005.
31 Cerro de especial significación sagrada presente en la mayor parte de las letanías
ceremoniales de los yatiris de la Cuenca del Lago Titicaca. Se trata de un cerro iniciador de
yatiris, con una peculiar distribución de altares ceremoniales a lo largo de su geografía, que
responden a diferenciadas casuísticas rituales. Burman, Anders, Descolonización aymara…, cit.;
Fernández Juárez, Gerardo y Xavier Albó Corrons, “Pachjiri. Cerro sagrado del Titicaca”, Revista
Española de Antropología Americana, 2008, vol. 38 (1), p. 239-255.
32 Akulliko. Acto social muy extendido en las culturas andinas que popularmente se identifica
como “mascar coca”. Realmente no se “masca” como tal. Se incorporan unas tres o cuatro hojas
en el carrillo derecho de la boca (es preciso quitar previamente el rabillo de la hoja), se acompaña
con una base alcalina, llujta (lejía) elaborada con los tallos de quinoa y periódicamente se hace un
movimiento con el carrillo sobre el grupo de hojas colocadas en el interior para que extraiga el
zumo verdoso de la hoja que se va consumiendo plácidamente. El bolo de hojas de coca que se
han “mascado” se renueva periódicamente el hilo de la conversación, “la coca habla primero” o
bien de la práctica ceremonial que se trate. El bolo se ha de depositar con respeto sobre el suelo.
33 Este recurso trata sobre el sentido dinámico de la enfermedad cuya vitalidad puede
impregnar y contagiar unos cuerpos sobre otros. La conocida estrategia de la “limpia” con el cuy,
procura una finalidad similar al trasladar la expresión fenoménica de la enfermedad desde el
cuerpo del doliente al cuerpo del cuy tras su frote.
34 Jaqi. Ser humano, “persona” en plenitud de su sentido.
35 Seres malignos del mundo de “abajo” y de “adentro”

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Titre Figura 1 – Comunidad Tuqi Ajllata Alta, Provincia Omasuyo del


Departamento de La Paz, Bolivia.
Crédits Fotografía Gerardo Fernández Juárez
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Pour citer cet article


Référence électronique
Gerardo Fernández Juárez, « Desde el umbral: Perros del Titicaca. Breves notas
etnográficas », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Débats, mis en ligne le 05 octobre

https://journals.openedition.org/nuevomundo/85278?lang=fr 8/9
3/6/22, 10:50 Desde el umbral: Perros del Titicaca. Breves notas etnográficas
2021, consulté le 03 juin 2022. URL : http://journals.openedition.org/nuevomundo/85278 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.85278

Auteur
Gerardo Fernández Juárez
Universidad de Castilla-La Mancha

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Claroscuros de la salud intercultural en América Latina [Texte intégral]
Paru dans Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Débats

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