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(UTESA)
ASIGNATURA:
Fundamentos Medición SIC-780-004
NOMBRE Y MATRICULA:
Franny Mabel Hernández 1-20-4034
PROFESOR (A) :
Eladio Hernández De La Rosa
CAP.14
El término personalidad tiene muchos significados. Para algunos se refiere a un carisma
misterioso poseído por las estrellas de Hollywood y por otras personas populares e influyentes,
pero no por cualquiera. Para otros, personalidad es lo mismo que temperamento —una
predisposición natural, basada en lo genético, para pensar, sentir y actuar de cierta manera—.
Todavía para otros, la personalidad consiste en la mezcla única que una persona tiene de rasgos
emocionales, intelectuales y de carácter (honestidad, valor, etc.). Para los psicólogos de
orientación más conductual, la personalidad no es algo interno, sino más bien un patrón
observable de conducta organizada que es típico de una persona.
Quizá una convención aceptable sea definir la personalidad humana como un compuesto de
habilidades cognoscitivas, intereses, actitudes, temperamento y otras diferencias individuales en
los pensamientos, sentimientos y la conducta. Esta definición enfatiza el hecho de que la
personalidad es una combinación única de características cognoscitivas y afectivas que puede
describirse en términos de un patrón típico y bastante consistente de conducta individual.
A partir de la última definición se desprende que los métodos para evaluar la personalidad
deberían incluir una gama amplia de variables cognoscitivas y afectivas. Entre esas variables se
encuentran las medidas de aprovechamiento, inteligencia, habilidades especiales, intereses,
actitudes y valores analizadas en los capítulos 6 a 13. Otras características emocionales, de
temperamento y de estilo, a las que por tradición se ha denominado variables de personalidad,
también son importantes en la comprensión y predicción de la conducta humana.
Pseudociencias y otros antecedentes históricos
Como sucedió con las pruebas de inteligencia, la evaluación de la personalidad se desarrolló en
parte desde la investigación sobre las diferencias individuales y de grupo. Muchos antecedentes
de la evaluación contemporánea de la personalidad pueden encontrarse en la historia de la
psicología anormal y la psiquiatría. La historia de la ciencia está repleta de ejemplos de creencias
o doctrinas que en una época tuvieron muchos seguidores, pero que luego se demostró eran
parcial o totalmente incorrectas. Entre esas doctrinas pseudocientíficas se encuentran la
frenología, la fisionomía y la grafología.
La frenología, en la cual muy poca gente cree en la actualidad, era vista con seriedad por muchos
hombres y académicos famosos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Según los
defensores de la frenología, el desarrollo de áreas específicas en el cerebro humano está asociado
con ciertas características de personalidad y trastornos mentales. Entre los rasgos de personalidad
que se suponía estaban relacionados con protuberancias localizadas en ciertas regiones del
cerebro están la afabilidad, la combatividad y la codicia.
La fisionomía, otra pseudociencia, se interesa en determinar el temperamento y el carácter a
partir de rasgos externos del cuerpo y en especial del rostro. Es posible advertir vestigios de la
fisionomía en la selección del personal y los procedimientos de evaluación contemporáneos, por
ejemplo, en el requisito de que una fotografía del solicitante acompañe a la solicitud de empleo.
Otro instrumento de evaluación de la personalidad asociado con la fisionomía es la Prueba
Szondi. Esta prueba consta de seis grupos de fotografías, cada grupo con ocho fotografías, de
pacientes mentales con diferentes diagnósticos (por ejemplo, histeria, catatonia, paranoia,
depresión o manía). En cada grupo los examinados seleccionan las fotografías que más les
gustan y las que más les disgustan.
Teorías de la personalidad
Casi todos tenemos alguna teoría de por qué la gente se comporta como lo hace. Esas teorías de
la naturaleza y la conducta humanas consisten, por lo común, en generalizaciones excesivas o
estereotipos, pero sirven como guías aproximadas a las expectativas y la acción. En ocasiones la
misma supervivencia de una persona depende de su capacidad para entender y predecir la
conducta de otra gente.
Al percatarse de que todos somos diferentes de los demás y que la conducta humana puede ser
muy compleja, los teóricos de la personalidad han aprendido a mostrarse suspicaces ante las
explicaciones de sentido común. Ciertos psicólogos, impresionados por la individualidad y lo
intrincado de las acciones humanas, han abandonado la esperanza de encontrar principios o leyes
generales para explicar la personalidad. Rechazan el enfoque nomotético, la búsqueda de leyes
generales de la conducta y la personalidad, como irreal e inadecuado para la tarea de comprender
al individuo.
Existen muchas otras diferencias entre las teorías de la personalidad, siendo una el énfasis
relativo que se pone en la herencia y el ambiente como moldeadores de la conducta. Los teóricos
también difieren en el grado en que enfatizan las características internas individuales, o rasgos,
más que las variables situacionales, como determinantes de la conducta. Como sugieren esos y
otros puntos de debate entre los psicólogos, no existe una teoría de la personalidad que goce de
aceptación general. Por el contrario, continuamente emergen y se modifican teorías y hallazgos
de la investigación concernientes a los orígenes, la estructura y la dinámica de la personalidad.
Teorías de los tipos
Uno de los enfoques más antiguos para la comprensión de la personalidad es la noción de
categorías o tipos fijos de gente. Galeno, un médico que vivió en la antigua Roma y estaba de
acuerdo con la doctrina de Hipócrates de cuatro humores corporales (sangre, bilis amarilla, bilis
negra y flema), sostenía que existen cuatro tipos de temperamento correspondientes. Se decía
que el tipo sanguíneo, con un exceso de sangre, era vigoroso y atlético; el tipo colérico, con un
exceso de bilis amarilla, se enfurecía con facilidad; el tipo melancólico, con un exceso de bilis
negra, era por lo general depresivo o triste, y el tipo flemático, con un exceso de flema, se sentía
crónicamente cansado o perezoso. Al igual que la frenología y otras nociones pseudocientíficas,
la teoría humoral en la actualidad es sólo de interés histórico (pero vea la figura 14.3). Las
teorías de los tipos corporales de Ernest Kretschmer, Cesare Lombroso y William Seldon, se
basan con algo más de seguridad en datos observacionales, pero siguen siendo muy tentativas y
generalizadas en exceso.
Freud fue uno de los primeros teóricos de la personalidad en reconocer que “el niño es el padre
del hombre”, que la privación y el conflicto en la niñez pueden tener efectos persistentes en la
personalidad. Su teoría de las etapas psicosexuales sostiene que la frustración y el conflicto en
una etapa particular afectan la estructura del carácter adulto ocasionando fijación (fracaso para
progresar psicosexualmente más allá de una etapa particular) o regresión (regreso parcial o
completo a un patrón de conducta típico de una etapa anterior del desarrollo). Por ejemplo, se
dice que una persona que queda fijada en la etapa oral se caracteriza por la dependencia
excesiva, la gula y la pasividad; una persona que está fijada en la etapa anal es excesivamente
ordenada, obstinada y avara.
Teorías fenomenológicas
Producto de una tradición filosófica que enfatiza el análisis de la experiencia inmediata, personal
y subjetiva, los teóricos fenomenológicos (humanistas o “del yo”) sostienen que los teóricos de
los rasgos y otros que intentan dividir la personalidad en un conjunto de componentes cometen
una injusticia con su organización integrada y dinámica. En consecuencia, los teóricos
fenomenológicos han sido críticos de los enfoques psicoanalítico, de rasgos y factores, y
conductual para la comprensión de la personalidad. En contraste con el psicoanálisis tradicional,
que enfatiza la importancia fundamental de los impulsos sexual y agresivo, el inconsciente y las
etapas psicosexuales del desarrollo, los teóricos fenomenológicos subrayan las percepciones, los
significados, los sentimientos y el yo. Ellos consideran que la gente responde al mundo en
términos de sus percepciones únicas y privadas del mismo. Esas percepciones están
determinadas por experiencias y los significados atribuidos a esas experiencias en un esfuerzo
por realizar de manera plena el propio potencial.
Teoría del aprendizaje social
La teoría de Rotter. La primera teoría del aprendizaje social expuesta como tal fue la de Julian
Rotter (1954), quien intentó integrar la posición conductista tradicional sobre el papel del
reforzamiento en el aprendizaje con las conceptualizaciones cognoscitivas de Kurt Lewin y otros
teóricos del campo. Rotter no fue el primero en advertir que la mayor parte de la conducta
humana se aprende en un contexto social, pero hizo un esfuerzo más consciente que sus
predecesores por desarrollar una teoría sistemática sobre la forma en que se lleva a cabo este
proceso. Rotter distinguió entre reforzamientos y cogniciones: los reforzamientos producen
movimiento hacia o lejos de una meta, mientras que las cogniciones son estados internos como
las expectativas y el valor del reforzamiento.
Teoría del aprendizaje por observación de Bandura.
La teoría del aprendizaje social de Albert Bandura (1977) es más importante para el desarrollo de
las técnicas destinadas a la modificación de la conducta inadaptada que para influir en el diseño
de instrumentos de evaluación de la personalidad. Al conceptualizar el funcionamiento
psicológico como interacciones recíprocas de variables conductuales, variables de la persona
(cogniciones y otros estados internos) y variables ambientales, Bandura enfatiza que un ser
humano no es un autómata pasivo (“push button”) que sólo actúa cuando se actúa sobre él. Las
personas influyen y son influidas por el ambiente social, en el cual tiene lugar el aprendizaje por
medio de la observación, la imitación y el modelado. A diferencia de conductistas más
tradicionales, como Clark Hull y B. F. Skinner, Bandura sostuvo que buena parte del aprendizaje
tiene lugar sin reforzamiento, en ausencia de recompensas y castigos, pero que el reforzamiento
es importante para determinar cuándo ocurre la conducta aprendida.
Problemas éticos
Entre los métodos usados en la evaluación de la personalidad se encuentran las observaciones,
las entrevistas, las escalas de calificación, las listas de verificación, los inventarios y las técnicas
proyectivas. En ocasiones esos métodos han sido mal aplicados por personas no capacitadas o sin
ética, lo que resulta en una marca negra para las pruebas psicológicas como un todo. No es difícil
que una persona, habiendo leído un poco sobre psicología, obtenga unos cuantos instrumentos de
lápiz y papel y pretenda ser un analista de la personalidad. Al igual que los adivinos y otros
charlatanes, estos supuestos diagnosticadores de la personalidad manejan generalidades,
trivialidades y otras afirmaciones que parecen específicas para un individuo, pero que en realidad
se aplican a la mayoría de la gente.