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UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE PSICOLOGIA.
MEDICIÓN Y PRUEBAS EN PSICOLOGÍA
SEPTIEMBRE DE 2021

LAS ACTITUDES Y SU MEDICIÓN.

INTRODUCCIÓN Y DEFINICIONES:

La actitud se define, a menudo, como una predisposición aprendida a reaccionar consistentemente,


de manera favorable o desfavorablemente hacia una clase de estímulos, tales como símbolos, grupos
sociales, costumbres, hechos, etc. Así los seres humanos tenemos actitudes hacia la política, la familia, un
profesor, etc. En la práctica el término actitud se ha asociado frecuentemente con estímulos sociales y
respuestas matizadas emocionalmente.

Cook y Selltiz, 1964, en Summers (1984) consideran las actitudes como una disposición fundamental
que interviene, junto con otras influencias, en la determinación de una diversidad de conductas hacia un
objeto o clase de objetos, las cuales incluyen declaraciones de creencias y sentimientos acerca del objeto
y acciones de aproximación – evitación con respecto a él.

No es posible observar directamente las actitudes, sino que debemos inferirlas de la conducta, bien
sea al observar las respuestas de un individuo a los objetos, personas, otros acontecimientos o por sus
apreciaciones u otras expresiones verbales. (Lindgren, 1981).

Medir resulta un proceso difícil en ciencias como la Psicología. Y medir actitudes resulta aún más
complejo porque, al igual que la mayoría de las variables psicológicas, las actitudes no pueden observarse
directamente, sino que se infieren a partir de la conducta.

Al igual que en otras pruebas psicológicas, en la medición de actitudes está presente el error de
medida; es decir, la discrepancia entre la puntuación de actitud observada y la “verdadera” actitud. Y este
error de medida afecta negativamente la confiabilidad y la validez de los instrumentos.

Como se mencionó anteriormente, las actitudes no se pueden observar directamente, sino que
deben inferirse de la conducta, tanto verbal como no verbal. Están relacionadas con el comportamiento
en torno a los objetos a que hacen referencia. Lo más probable es que si la actitud de una persona
determinada hacia un partido político es favorable, esta persona votará por ese partido en las elecciones.
Sin embargo, las actitudes son solo indicadores de la conducta y por ellos las mediciones de actitudes
deben interpretarse como “síntomas” y no como hechos.

Según Lindgren (1981) las actitudes presentan dos dimensiones importantes que forman parte de
la medición: la dirección y la intensidad. La dirección se refiere a si la actitud está a favor o en contra del
objeto, persona o acontecimiento que se evalúa. La dirección puede ser positiva o negativa. Se relaciona
con el agrado o desagrado que se produce. La intensidad se refiere a la fuerza de la actitud. La intensidad
puede ser alta, media o baja. Hace referencia a si ésta agrado o desagrado es intenso, ligero o ambiguo.
Esta dimensión se puede apreciar a través de escalas graduadas de actitudes. Las escalas que miden
actitudes intentan dar una puntuación total que supuestamente indica la dirección e intensidad de un
sujeto hacia una categoría especial de estímulos. Estas escalas se han utilizados para diversos fines:
sondeos de opinión pública, en política, en mercadeo, en temas sociales, en educación, etc.
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Hay otros aspectos importantes que se deben considerar al evaluar actitudes. Uno de estos es la
prominencia que se refiere al grado en la que un individuo destaca o sobresale en una actitud determinada
o la notoriedad de la misma. Otro aspecto importante es la coherencia, es decir, el grado en que varias
actitudes o sistemas de actitudes se compaginen y se relacionen. Aunque suele haber coherencia entre las
actitudes de las personas, las incoherencias son comunes. Por ello, en ocasiones, es importante abordarlas
desde varias perspectivas.

Según Summers (1984), algunos autores están de acuerdo en afirmar que las actitudes tienen cuatro
características fundamentales:
1. Una actitud es una predisposición a responder a un objeto y no la conducta efectiva hacia él.
2. La actitud es persistente, lo cual no significa que no pueda cambiar. Sin embargo, estas tienden
a mantenerse y se requiere una fuerte presión para cambiarlas.
3. La actitud produce consistencia en las manifestaciones conductuales; se mantienen las
verbalizaciones y las expresiones de los sentimientos y aproximaciones o evitaciones hacia el
objeto.
4. La actitud tiene una cualidad direccional y el afecto es una variable importante que
probablemente la determina.

Hay algunos autores que consideran que el término actitud puede utilizarse como sinónimo de
opinión; hay otros que consideran que son diferentes y atribuyen a las opiniones un carácter más
específico. Para otros la opinión es una actitud expresada en palabras y la actitud es la forma de responder
a algo o a alguien.

Las actitudes se componen de tres elementos:


1. Componente cognoscitivo: se refiere a lo que la persona piensa. Aquí se incluyen las creencias
que se tienen acerca del objeto o cuestión a evaluar. Abarcan las creencias deseables o indeseables,
aceptables o inaceptables, buenas o malas.
2. Componente afectivo o emocional: se refiere a lo que la persona siente. Se denomina también
sentimental puesto que está ligado a las emociones o sentimientos ligados con el objeto de la actitud.
3. Componente conductual o comportamental: se refiere básicamente a lo que la persona hace.
Este componente, de tendencia a la acción, incorpora la disposición conductual de la persona a responder
al objeto.

Estos componentes están estrechamente relacionados entre sí. Hay varias investigaciones dedicadas a
estudiar las interrelaciones entre los diferentes elementos de la actitud; conocer los tres niveles supone
encontrar formas de medir actitudes, utilizando escalas diferentes para los pensamientos, los sentimientos
y las acciones.

Frecuentemente se ha discutido si las opiniones expresadas verbalmente pueden considerarse


como indicadoras de actitudes reales. Hay estudios que demuestran discrepancias entre las actitudes
expresadas verbalmente y la conducta manifiesta. Algunos autores diferencian entre las actitudes públicas
y privadas.

Una de las críticas más comunes a todas las escalas de actitudes es que no nos permiten predecir la
conducta efectiva en situaciones de la vida real. Sin embargo, las puntuaciones de actitud indican
solamente una disposición hacia ciertas clases de conductas y que la conducta manifiesta suceda en la vida
real dependerá del contexto propio de cada situación (Summers, 1984). A pesar de estas limitaciones, las
escalas de actitud han permitido hacer mediciones relativamente válidas en grupos y comunidades sobre
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algunos temas y problemáticas específicas.

La relación entre lo que la persona dice y lo que hace, así como la relación entre las actitudes
expresadas en público y en privado, será precisamente lo que le dé o no validez a una escala de actitudes.
Algunos autores plantean la necesidad de contrastar las respuestas a una escala de actitudes y
declaraciones de familiares que conozcan más de cerca al sujeto evaluado con el fin de poder tener alguna
estimación de la validez.

Sobre la confiabilidad también se presentan algunos problemas metodológicos que se centran


alrededor de la formulación adecuada de las preguntas para evitar la ambigüedad, la sugestión, el
muestreo y el control de las condiciones en que se lleva a cabo la encuesta. Por eso es recomendable
que el estudio de las actitudes se complemente con técnicas basadas en respuesta libre, por lo general
verbales, aunque en ocasiones se pueden solicitar por escrito. Sin embargo, ésta no debe ser tampoco la
única metodología puesto que en su apreciación y calificación está presente la subjetividad y resulta muy
difícil calificar los aspectos de direccionalidad, pero en especial, la intensidad de las actitudes.

ESCALAS DE ACTITUDES:

Hay diversas formas de medir las actitudes, entre ellas están la escala de Thurstone (1929), la escala
Tipo Likert (1932), la escala técnica o acumulativa de Guttman (1941) y el diferencial semántico de Osgood,
Suci y Tennembaum (1957). En la actualidad algunas de ellas son muy utilizadas puesto que han resultado
ser de mucha utilidad en diversos campos y cada una de ellas se adapta a problemas diferentes.

ESCALA DE THURSTONE O ESCALA DE INTERVALOS APARENTEMENTE IGUALES:

Louis Leon Thurstone (1929) creó sus escalas para medir actitudes, bajo el supuesto de que si era
posible averiguar qué valor asignaban los expertos a un conjunto de afirmaciones, éstas podrían ajustarse
a una escala. Las respuestas de las personas a dichas afirmaciones indicarían su actitud hacia el reactivo
en cuestión. Para desarrollar una escala de este tipo se debe escribir el mayor número posible de
afirmaciones como reactivos en potencia, las cuales deben ser escritas en tarjetas individuales. Se elige
luego en grupo de expertos en el área de interés que deben colocar las tarjetas con las afirmaciones en 11
grupos (físicamente diferentes) que van desde la afirmación menos favorable hasta la más favorable. La
pila 6 (que está justamente en la mitad) representa las afirmaciones neutrales. Las afirmaciones calificadas
de manera más consistente por los jueces reciben una calificación promedio según su colocación.
Finalmente se selecciona un grupo de afirmaciones que cubra toda la gama, desde totalmente
desfavorable hasta totalmente favorable, de las cuales el sujeto debe marcar aquellas con las que está de
acuerdo.

Una de las principales ventajas de las escalas tipo Thurstone es que se acercan lo más posible a una
escala de medición de intervalo ya que los jueces que calificaron los reactivos los colocan en pilas que
están supuestamente a distancias iguales entre puntos que reflejan las diferencias psicológicas. Por ello
reciben también el nombre de escala de intervalos aparentemente iguales.

LA ESCALA TÉCNICA O ACUMULATIVA DE GUTTMAN:

Fue creada por Louis Guttman en 1950. Se llama acumulativa puesto que supone que si una persona
ratifica o concuerda con un reactivo que ocupa una posición escalar determinada, ratificará todos los
reactivos que están por debajo de éste, en la escala. Ordena los grupos de criterios de modo que una
respuesta afirmativa en cualquiera de ellas supone contestaciones igualmente afirmativas en todos los
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criterios que ocupan un lugar inferior en la escala. (Lindgren, 1981).

De esta manera es posible ordenar a las personas en categorías o posiciones relativas definidas por
las posiciones de los reactivos ratificados. En este tipo de escala debe definirse previamente el orden
jerárquico de los reactivos. Al menos favorable se le asigna el rango 1; al siguiente el rango 2 y así
sucesivamente. Se trata, por lo tanto, de una escala que está en un nivel ordinal de medición. Por lo
general no se asignan puntajes cuantitativos, aun cuando algunos autores han hecho adaptaciones y
modificaciones en donde se califican respuestas.

DIFERENCIAL SEMÁNTICO DE OSGOOD, SUCI Y TANNEMBAUN:

El diferencial semántico fue desarrollado originalmente por Osgood, Suci y Tannembaun (1957). Se
fundamenta en el hecho de que las actitudes se aprenden y permanecen implícitas y que son, al mismo
tiempo, predisposiciones a responder. En este enfoque las actitudes se describen como tendencias al
acercamiento o a la evitación, o como favorables o desfavorables, por lo que pueden adscribirse a un
continuo básico bipolar. Requiere que el individuo que responde califique al objeto, persona o
acontecimiento, según cierto número de escalas bipolares.

Se denomina diferencial semántico puesto que evalúa los aspectos afectivos del sentido de las
palabras; plantea que un concepto adquiere significado cuando un signo (palabra) puede provocar la
respuesta que está asociada al objeto que representa; es decir, se reacciona ante el objeto simbolizado.
Por ello se utiliza especialmente para explorar las dimensiones del significado; se centra en el significado
que una palabra o concepto tiene para la persona, pidiéndole que valore el concepto en términos de un
conjunto de dimensiones, tales como justo - injusto fuerte - débil; caliente - frío (conceptos bipolares). De
esta manera es posible evaluar el ítem que se está juzgando, la percepción de su fuerza y la percepción de
su nivel de actividad.

Ejemplo: El juez es:

JUSTO _____ _____ _____ _____ _____ _____ _____ INJUSTO

Es importante observar que los adjetivos deben ser extremos y que entre ellos hay siete opciones
de respuesta. Se colocará un valor de 7 al adjetivo “favorable” al objeto y 1 al adjetivo “desfavorable”. Las
siete opciones de respuesta es lo más común, pero cuando se trabaja con personas con menor capacidad
de discriminación puede utilizarse 5 opciones o aún 3; siempre será un número impar con el objeto de que
el valor central indique “neutralidad”. La elección de los adjetivos depende de la actitud que se quiere
calificar puesto que deben ser directamente aplicables al objeto de estudio.

El diferencial semántico es estrictamente una escala de medición ordinal, pero es común que se le
trabaje como si fuera de intervalo. La escala final se califica sumando las puntuaciones obtenidas respecto
a cada ítem o par de adjetivos. Su interpretación depende del número de ítems y en ocasiones es
importante calcular el promedio, dividiendo la puntuación total por el número de ítems.

La aplicación del diferencial semántico puede ser auto administrada o mediante entrevista; en esta
segunda opción es conveniente mostrar al sujeto una tarjeta que incluya los adjetivos bipolares y las
posibles opciones de respuesta. Tiene gran valor en estudios transculturales.

Se ha hecho modificaciones al diferencial semántico, reemplazando la línea discontinua que está


entre los adjetivos bipolares por una línea continua y calificando la respuesta de la persona, a través de la
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distancia real que hay entre el adjetivo de tendencia negativa y la marca que hace la persona sobre la
línea.

ESCALA TIPO LIKERT:

Rensis Likert nació en Estados Unidos en 1903. Murió en ese mismo país en 1981. Estudió Economía
y Sociología en la Universidad de Michigan y Psicología en la Universidad de Columbia. Fue profesor de
Psicología en la Universidad de Nueva York. Al comienzo de su carrera propuso medios más efectivos y
sistemáticos para la evaluación de las actitudes y los factores que influyen en éstas, desarrollando la escala
que lleva su nombre.

También hizo aportes importantes a la administración de empresas, introduciendo el concepto de


gestión participativa, teoría que muestra que, si los gerentes recompensan las iniciativas propias de los
empleados y fomentan la participación de los trabajadores en las decisiones comerciales, las empresas se
beneficiarán de mayores niveles de productividad.

El método desarrollado por Likert para medir actitudes fue desarrollado en el año 1932, buscando
métodos más sencillos que los que había trabajado con Thurstone. Es un enfoque vigente y bastante
popularizado. Consiste en una lista de afirmaciones evaluativas o juicios; es importante que las
afirmaciones se refieran a deseos, anhelos, disposiciones voluntarias de las personas que responden y no
a situaciones de hecho. Ante estas afirmaciones se le pide al individuo que responda en un continuo que
va desde “Completamente de acuerdo hasta “Completamente en desacuerdo”, dando un valor numérico
de 1 a 5 a cada categoría. Por lo general se utiliza un número impar de alternativas, para dar a los sujetos
la oportunidad de responder de manera neutra, aun cuando es conveniente recomendarles que traten de
evitar, en lo posible, esta alternativa. El puntaje total se obtiene sumando los valores obtenidas en relación
con todas las afirmaciones (escala aditiva), aun cuando también es posible obtener puntaje para cada
afirmación o subgrupo de ellas. Una puntuación se considera alta o baja dependiendo del número de
afirmaciones que se tengan y el puntaje máximo posible que se pueda obtener en la escala.

Este tipo de prueba tiene una gran coherencia y muestra diferencias estadísticamente significativas
entre aquellos que se orientan de una manera positiva en una cuestión dada y los que lo hacen de manera
negativa (Lindgren, 1981).

La escala Likert es, en estricto sentido, una medición ordinal, pero es común trabajarlas como si
fuera de intervalo.

Algunos autores sugieren utilizar un número par de categorías para eliminar el valor intermedio (de
indiferencia o neutralidad). Sin embargo, otros consideran que esta categoría se hace necesaria al estudiar
algunos problemas e indican que es importante conocer también la posición de las personas que presentan
un alto porcentaje de respuestas en esta opción de respuesta, puesto que esto es también indicador de la
actitud.

Entre ellos, Johns, 2005, citado por Mata (2018), quien establece cuatro tipos de electores de las
alternativas intermedias:

 Los ambivalentes. Es el grupo de encuestados que eligen la opción intermedia porque realmente se
posicionan entre los dos extremos.
 Los indiferentes. Son aquellos que no tienen interés por el tema o no se implican en contestar de
forma competente.
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 Los aquiescentes. Es el grupo de encuestados que tratan de responder lo que piensan que los demás
esperan que contesten.
 Los que evitan u ocultan opiniones socialmente no deseables. Es el grupo que evita elegir opciones
que están mal vistas entre su grupo de iguales o de referencia.

Otros autores discuten también sobre el número de categorías de respuesta y algunos opinan que
depende de la capacidad de discriminación de los sujetos: si los encuestados tienen poca capacidad de
discriminación o tienen muy bajo nivel de escolaridad, es posible utilizar sólo 3 categorías; por el contrario,
si son personas de un nivel educativo elevado, con buena capacidad de discriminación, pueden incluirse
hasta 7 categorías, pero siempre el número de categorías por ítem deberá ser el mismo dentro de una
prueba.

Comúnmente se utiliza una escala ordinal de 5 categorías:


 Totalmente de acuerdo (TA)
 De acuerdo (A)
 Indiferente (I)
 En desacuerdo (D)
 Totalmente en desacuerdo (TD)

Algunos autores han modificado la escala para aplicarla a otro tipo de evaluaciones en donde las
alternativas se utilizan de la siguiente manera:
 Siempre
 Casi siempre
 Casi nunca
 Nunca

La persona indica la respuesta que desee para la afirmación correspondiente y a cada respuesta se
le da un valor en puntos de 1 a 5, o de 1 a 4, o de 1 a 3 dependiendo del número de opciones de respuesta
de la escala, asignando la mayor calificación a la respuesta que indique una “mejor” o “mayor” aceptación
hacia el evento que se está evaluado, y la menor calificación (1) a la respuesta que denote una actitud más
negativa. Como se mencionó anteriormente, la calificación de la actitud de una persona es la suma de
todas las valoraciones. Entre mayor sea el puntaje total mejor es la actitud hacia el evento.

Ejemplo: Fumar me hace sentir importante.

Total Acuerdo Indiferente Desacuerdo Total


acuerdo desacuerdo

La persona deberá marcar aquella opción que considere refleje más “fielmente» su actitud.

En este ejemplo una respuesta de Total desacuerdo obtendrá una calificación de 1, mientras que
una respuesta de Total acuerdo se calificará con 5 puesto que está indicando la máxima aceptación de la
conducta de fumar.

En las instrucciones de la escala es importante indicar que no hay respuestas buenas ni malas, o
correctas o incorrectas, sino que lo importante es la sinceridad al responder. Para lograr una mayor
confiabilidad de las respuestas se les debe garantizar a los sujetos el anonimato y la confidencialidad de
sus respuestas.
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Cuando se construyen escalas para medir actitudes los enunciados deben ser claros y deben
transmitir las ideas sin ambigüedades. Es necesario que la comunicación esté desprovista de complejidad
sintáctica o se mantenga confusa. Los reactivos de una prueba de actitudes, en especial si se va a utilizar
la escala tipo Likert, deben ser redactados por un grupo de personas que conozcan suficientemente el
tema que se pretende evaluar para poder incluir todas las dimensiones posibles de la actitud respectiva.

Las siguientes recomendaciones pueden ser útiles en la formulación de afirmaciones; estas deben
revisarse cuidadosamente, para verificar que cumplan con estas condiciones:

1. Escribir las afirmaciones bien redactadas, claras y directas, sin ambigüedades.


2. Escribir las afirmaciones en primera persona.
3. Limitar cada afirmación a una sola idea; evitar las oraciones complejas.
4. Las afirmaciones deben ser cortas (máximo 20 palabras).
5. Usar el vocabulario más simple para expresar con exactitud la idea del enunciado.
6. Evitar las dobles negativas.
7. Evitar el uso de adverbios ambiguos que represente grado o cantidad, tales como “con frecuencia”,
“más o menos”, “ocasionalmente”, etc. Utilizar indicadores más precisos como: “una vez por semana”
“mensualmente”, “todos los días”, etc.
8. Evitar palabras que implican universalidad tales como: todos, siempre, ninguno, nunca…
9. Cerciorarse de que cada oración representa una afirmación de sentimientos, actitudes, o creencias y
no la aseveración de un hecho.
10. Evitar afirmaciones que se refieran al pasado, en vez de al presente.
11. Evitar afirmaciones que puedan ser interpretadas en más de un sentido.
12. Evitar afirmaciones que no estén relacionadas con el tema de estudio.
13. Evitar afirmaciones en las cuales la mayoría o casi nadie estaría de acuerdo (deseabilidad o
indeseabilidad social).

Las escalas de actitudes deben estar compuestas por afirmaciones de tipo positivo, es decir que
estén a favor del concepto y de tipo negativo, en contra del concepto. La proporción entre unas y otras
debe ser aproximadamente igual, para evitar el sesgo de los resultados. Estas deben estar distribuidas de
manera irregular a lo largo de la prueba. De igual forma las afirmaciones que evalúan diversos factores
deben aparecer de forma indiscriminada y no por factores. Esto busca evitar la automatización en las
respuestas.

Para establecer el grado de confiabilidad en las respuestas de los sujetos es importante construir lo
que se ha denominado “afirmación de control”; es una afirmación, de contenido semejante que aparece
dos veces en la escala; puede ser una vez planteada como positiva y otra como negativa, dos negativas o
dos positivas. Consiste en hacer un enunciado sobre un aspecto específico del tema y luego hacer la
afirmación contraria o semejante para verificar si las respuestas del sujeto se mantienen en la misma
dirección. Se recomienda hacer un número impar de preguntas de control; lo más usual es hacer 3
preguntas de control (compuestas por 6 afirmaciones), que pueden ser de temas diferentes.

Para la construcción de una escala de actitudes es frecuente tener que hacer entre 100 y 120
enunciados, para que finalmente, después de realizar procesos encaminados a establecer la confiabilidad
y validez de los ítems, queden aproximadamente unas 25 afirmaciones en la prueba definitiva.
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