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La creación de una mente psicoanalítica: el saber

psicoanalítico como proceso


Autor: Busch, Fred

Palabras clave

psicoanálisis, Proceso psicoanalitico.

Traducción: Marta González Baz


Revisión: Hugo Bleichmar

Se introduce el término proceso del saber para resaltar un modo concreto de analizar que
se centra en cómo nuestros pacientes obtienen conocimiento. Se sugiere que analizar con
una mayor atención al proceso del saber es crucial para la capacidad de autoanálisis de los
pacientes, y difiere de ayudar a los pacientes principalmente a obtener conocimiento de sus
fantasías y conflictos inconscientes como factor curativo primordial en psicoanálisis.

¿Qué esperamos que nuestro paciente haya desarrollado al final de un psicoanálisis


"suficientemente bueno"? El modo en que a la mayoría de nosotros se nos ha
enseñado a practicar en la comunidad internacional es que el conocimiento de lo
inconsciente es lo que los pacientes necesitan lograr con más urgencia. Nuestra
teoría básica sugiere que cuantos más elementos inconscientes logremos traer a la
conciencia, menos probable es que tenga lugar una presión para que sus
manifestaciones aparezcan. Existe, por supuesto, mucho mérito en esta
perspectiva. Sin embargo, hay otra perspectiva a tener en cuenta, que consiste en
que el proceso del saber es tan importante como lo que se sabe. Lo que se logra
en un psicoanálisis relativamente exitoso es un modo de saber, y no
simplemente saber. Mi experiencia al hacer segundos análisis es que los pacientes
a menudo vienen sabiendo mucho, pero no saben cómo saber. Están estancados
en saber lo que aprendieron de su analista en un tratamiento anterior y no pueden
continuar creciendo y desarrollándose cuando las experiencias de la vida provocan
variaciones de angustias previas. Esto puede llevar a creer en una especie de
conocimiento que podríamos llamar intuición formulable. Su expresión puede
observarse en pacientes que, cuando escuchan una asociación sorprendente, dicen
algo del tipo: "Ah, eso debe ser que está emergiendo mi padre crítico (o madre,
hermana, hermano, etc.)" o "Eso debe ser mi self fracturado", o "mi lado
homosexual". Estos son insights que detienen el pensamiento en lugar de
estimularlo. Pueden convertirse en parte de una narrativa personal autoengañosa
para protegerse de temores inconscientes y/o de poner en acto ciertos deseos.

La premisa de este artículo es que el saber psicoanalítico proviene, en parte, de


analizar el proceso del saber. Requiere una forma de atención diferente que se
centra en analizar el modo de analizar del paciente, las resistencias a analizar y el
modo que tiene el analista de ofrecer lo que sabe[1]. Ello lleva al paciente a un
estado psicológico diferente que yo llamaría una mente psicoanalítica. En él es
donde el analizando tiene una relación distinta a la que tenía previamente con sus
pensamientos y sentimientos, viéndolos como acontecimientos psicológicos que
pueden ser observados, en los que se puede pensar y con los que se puede jugar.

Mi impresión, a la que sólo aludo en este artículo, es que se presta poca atención
al fenómeno de que a lo largo del espectro teórico parece haber una amplia
aceptación de la necesidad de centrarse en el proceso del saber. Examinando
detenidamente las sugerencias técnicas de Joseph, Green, Bion y los freudianos
americanos contemporáneos (entre los cuales me incluyo) parece existir, en
realidad, un terreno común en esta área que merece todo un artículo.

Hablando en general, entonces, hay dos tipos de saber que el paciente puede
obtener del psicoanálisis. Cada uno de ellos funciona de modo diferente, se usa de
modo diferente y ambos son cruciales para el éxito analítico. El primero, con el que
estamos más familiarizados, es el saber como un estado, como en un estado de
saber. Dicho saber conduce a un aumento de la estructura (Freud, 1895). Con este
saber, se ralentiza todo el proceso de reacción a estresores internos y externos. El
dictum general de hacer consciente lo inconsciente está orientado hacia este tipo
de conocimiento. Lo que no se sabía, ahora se sabe. Ayudando poco a poco a
trasladar lo que era inconsciente al pensamiento preconsciente, cambiamos las
estructuras psíquicas de algo simple a algo más complejo (Busch, 2007, Schmidt-
Hellerau, 2000). Consideremos lo siguiente. Cuando Max comenzó su análisis, cada
vez que el analista se movía en su silla, Max se sobresaltaba. Todo su cuerpo se
tensaba, su corazón se aceleraba y apretaba los puños. Cuatro años después, Max
ya no escucha de forma consciente los sonidos que se producen a su espalda. ¿Qué
ha sucedido? Pensando en imágenes, yo sugeriría que al empezar el análisis, los
conflictos clave y fantasías inconscientes son similares a entrar en una habitación
con dos puertas, una para entrar y otra para salir. Sin obstáculos, el camino de una
puerta a la otra es rápido y directo. Ahora imaginemos que se han puesto
numerosos obstáculos en la habitación, de modo que es como entrar en un
laberinto. Ir de una puerta a otra lleva ahora más tiempo, y puede que ni siquiera se
llegue a la otra puerta. Mientras estás en este laberinto puedes tener tiempo de
preguntarte por qué estás en esta habitación, o si merece la pena intentar encontrar
la otra puerta. Como ha afirmado LeCours (2007), lo que se representa puede crear
estructura y fomentar la capacidad de contener.

El proceso del saber es diferente, dando lugar a una diferencia en cómo uno piensa
más que en lo que se piensa. El pensamiento del paciente al comienzo de un
análisis es concreto (Busch, 1989, 1995, 2004). Piensan, pero no pueden pensar en
su pensamiento. En medio del conflicto, los pacientes a menudo consideran sus
pensamientos principalmente como realidades. En estos momentos, un hombre que
describe una discusión con su mujer no se pregunta por qué puede tener esos
pensamientos. No puede observar sus pensamientos como tales, no digamos ya
reflexionar sobre ellos o jugar con ellos. Con el tiempo, algunos métodos de
trabajo[2] (p. ej. Adler y Bachant, 1996, 1998; Bachant y col., 1995; Busch, 1995,
1999, 2004, 2006, 2007; Gray, 1982, 1994; Green, 1974, 1975, 2005; Ikonen, 2003,
2004; Joseph, 1985; Paniagua, 1995, 2001, 2008; Sugarman, 2003, 2006, 2008),
junto con un foco en el proceso, han dado lugar a cambio en la capacidad del
analizando para convertirse en el tipo de pensador con capacidad autoanalítica.
Este método es, principalmente, el que da lugar al autoanálisis, no a la identificación
con la función del analista, que ha sido planteada por muchos como el factor
principal en el desarrollo de la capacidad autoanalítica. En resumen, el proceso del
saber funciona de forma diferente al estado de saber. El proceso del saber da lugar
a la apreciación de los métodos necesarios para obtener un estado de saber. El
proceso del saber no es silencioso. Es el resultado de una actividad mental activa
pero no dirigida. A menudo tiene la calidad de ensoñamiento, pero al contrario que
en éste, en que el soñador se deleita con sus pensamientos, el proceso de
pensar incluye la capacidad de un yo observador y la aptitud para jugar con los
pensamientos de modo de lograr el autoconocimiento.

En resumen, en el núcleo del proceso del saber se encuentra la capacidad para


pensar en los pensamientos propios como acontecimientos mentales. Esta
capacidad aparentemente simple es un logro difícil de alcanzar para la mayoría de
los pacientes en análisis. Sin embargo, los beneficios son enormes, puesto que
permite potencialmente al paciente retroceder y reflexionar en lugar de actuar.
Permítaseme exponer un ejemplo típico.

Eric, un paciente casi en el final de su análisis, comenzó una sesión de un modo


complicado. No había referencias a personas ni lugares, las asociaciones parecían
derivar en muchas direcciones, no había preposiciones y las frases no se
terminaban. Tras un rato, Eric pudo observar que su modo de hablar tenía
reminiscencias del que usaba al principio del tratamiento. En aquel momento,
entendimos el modo de hablar de Eric como un deseo de que yo arreglase sus líos,
con el significado de que este síntoma tenía que ver con la gratificación narcisista y
la hostilidad. Tras esta observación, las asociaciones de Eric se dirigieron al día
anterior en el trabajo. Cuando volvía de ponerse una taza de café, Eric vio que se
le había derramado el resto de café que había quedado en la taza anterior que había
tirado, dejando un reguero que iba desde su mesa a la máquina de café. Se
preguntó por un momento si dejar que lo limpiara la mujer de la limpieza, pero, como
todas las señales apuntaban a que él había sido el causante, decidió limpiarlo él
mismo. Se sintió irritado de tener que limpiar, pero mientras lo hacía le hizo gracia
"ese largo reguero de suciedad marrón marcando todos mis movimientos". Eric
pensó en el humor que tenía antes de ir a la máquina del café, y se dio cuenta de
que había estado irritado. Se preguntó por qué y se rió cuando le vino la idea "he
pasado la última hora arreglando los líos de otras personas". Tras esto se sintió de
un humor brillante. Sus pensamientos se dirigieron entonces a una interpretación
que yo había hecho el día anterior. Pensó mucho en ello, pero no le venía a la
cabeza lo que yo había dicho. Le dije "parece que limpió mi liosa interpretación".
Eric continuó diciendo que no se había dado cuenta hasta ahora de cuánto le había
irritado mi comentario, que le había parecido "enrevesado".
Si bien se podría explorar mucho en esta rica interacción analítica, lo que me
gustaría resaltar es la capacidad de Eric de ver su modo de hablar como un
acontecimiento mental. Una vez que lo consigue, tiene acceso a abundantes
recuerdos, sentimientos y pensamientos, al tiempo que cambia todo su estado de
ánimo. Sus asociaciones nos hacen ver cómo la transferencia inicial en la sesión
("Quiero que arregle mis líos") estaba estimulada por su reacción a mi interpretación
del día anterior, que le pareció un tremendo lío que él tenía que reparar. Otro
paciente, sin esta capacidad, podía haber pasado la sesión irritado por todo lo que
tenía que hacer por los demás. Éste me parece el típico ejemplo de un paciente que
ya ha desarrollado su capacidad de autoobservación. No es que cambien las
fantasías inconscientes nucleares del paciente. Éstas permanecen intactas, listas
para ser estimuladas (aunque no tan catectizadas). Lo que cambia es la capacidad
del paciente para considerar sus pensamientos y sentimientos como
acontecimientos mentales. En este sentido, puede obtener acceso a sus
pensamientos como algo inconscientemente motivado. Sin embargo, quiero dejar
claro que la capacidad de observarse a uno mismo es resultado de un considerable
trabajo analítico.

Otros han captado la idea del proceso del saber de diversos modos. La vemos en
la afirmación de Green (2005): "el objetivo de una interpretación no es producir
directamente el insight, sino facilitar el funcionamiento psíquico que puede favorecer
el insight" (p. 5). Sugarman (2003), escribiendo desde la perspectiva del análisis de
niños, y considerando más adelante el análisis de adultos (2006), resalta lo que
denomina "insightfulness"*. Este concepto se centra en cómo ayudamos a nuestros
analizandos a desarrollar una teoría de la mente. El trabajo de Fonagy y Target
(1996a, 1996b, 2000) sobre la mentalización y la "mindfulness"* toca cuestiones
similares, aunque la definición de estos términos y los métodos utilizados en estas
afirmaciones sean distintos. El trabajo de Gray (1972, 1982, 1990, 1992, 1994,
1996) sobre liberar a la mente para que haga el trabajo del análisis estimuló muchos
artículos sobre la atención al proceso, aunque él se centró más concretamente en
el papel de las resistencias inconscientes. Paniagua (2001, 2008) se ha centrado
en cómo nuestra técnica ha enfatizado mayormente el estado de saber basado en
el modelo topográfico.

Las técnicas para analizar el proceso[3]

Esta técnica focaliza en la importancia de usar ciertos métodos para analizar. Usar
estos métodos da lugar a un foco en la mente del analizando como fuente de insight,
en lugar de en la del analista. Si bien la comprensión y la empatía del analista son
cruciales para el uso efectivo de este método, lo que es vital para este modo de
analizar es el foco persistente en la información psicoanalítica ofrecida por el
paciente, o la resistencia a dicha información.

Trabajar en el presente

A menudo comienzo una interpretación diciendo "¿Se ha dado cuenta…?" y luego


narrando una serie de asociaciones, o un cambio en el afecto; o "Tal como podemos
ver en lo que Vd. dice…", y sintetizando el tema en las asociaciones. En resumen,
lo que estoy resaltando continuamente es la perspectiva de que si escuchamos
atentamente lo que está sucediendo en la mente del analizando, podemos ver qué
es lo que está provocando sus dificultades. Aunque esto suena a lo que siempre
hacemos como analistas, existen numerosas diferencias. En primer lugar lo más
típico de nuestro modo de trabajar es escuchar las asociaciones del paciente, y
decir algo del tipo, "Se siente perdido cuando no hablo"[4]. Aquí es el paciente quien
se supone que tiene que establecer las conexiones entre lo que él ha dicho y la
interpretación del analista. En el método que describo, es el analista quien establece
las conexiones entre las asociaciones del paciente y la interpretación del analista[5].
Una segunda diferencia es que hemos sido formados para escuchar, en su mayor
parte, de modo simbólico, mientras que lo que describo consiste en escuchar más
de la narrativa de la mente del paciente (Busch, Joseph, 2004). A menudo
escuchamos primero lo que falta en las asociaciones del paciente en lugar de lo que
hay en ellas. La base para trabajar del modo que sugiero es lo específico de la
mente del analizando en medio del conflicto (Busch, 1995, 2004, 2006, 2007). Otros
han apuntado a esta necesidad con la misma base (p. ej. Bass, 1997, Frosch, 1995,
LeCour, 2007)[6].

Nótese que muchos otros autores, trabajando desde diversas perspectivas teóricas
han señalado la importancia de trabajar en el presente. Sandler (1969) introdujo el
término transferencia "aquí y ahora", y reitera esta perspectiva a lo largo de su obra
(p. ej. 1983). Por ello es por lo que tomo de Bion (1967), citado en Feldman (2007)
como queriendo significar cuando dijo "La 'observación' psicoanalítica no se ocupa
ni de lo que ha sucedido ni de lo que va a suceder, sino de lo que está sucediendo"
(p. 18). Parece claro en las exploraciones recientes de Feldman (2007) sobre la
importancia de la historia en psicoanálisis, que considera que hemos cambiado a
cómo la historia es puesta en acto en el momento psicoanalítico focalizando en el
proceso. Por supuesto, Freud (1914) sentía que el paciente no podía evitar recrear
sus neurosis en el presente. En un artículo poco conocido, Searl (1936) presentó el
inspirado término "contenido ausente" para describir un modo prevalente de
interpretar alejado de lo presente, y esbozó los problemas que éste planteaba
(Busch, 1995). He aquí el tipo de interpretación a la que Searl se refería: [7]

En su primera sesión de análisis, un paciente comenzó quejándose de que tenía


dificultades en ver cómo podía hacer malabarismos con las demandas del trabajo y
de casa con un análisis de cinco sesiones por semana. Continuó describiendo unas
vacaciones de las que acababa de volver en las que, incidente tras incidente, su
mujer se quejaba de su conducta. Cuando él intentaba ser sensible a las
necesidades de ella, ella se enfurecía por que no tuviera nunca ideas propias.
Cuando intentaba tomar iniciativas, ella sentía que no se tenían en cuenta sus
necesidades. Su actitud parecía ser que no importa lo que él hiciera, era incapaz de
agradarla. Entonces el analista le dijo al paciente "Estos sentimientos deben tener
que ver con cómo se siente respecto a comenzar el análisis".

En general, yo apoyo el intento del analista de traer a la superficie algo importante.


El paciente tiene estas dos asociaciones. La primera es el sentimiento de que venir
al análisis va a ser difícil, una resistencia inicial que puede hacer fracasar el
tratamiento, inmediatamente seguida de una segunda asociación de no ser capaz
de hacer nada que satisfaga a su mujer. La naturaleza preconsciente de las
asociaciones (Busch, 2006) hace posible que el paciente esté lo suficientemente
cerca de comprender esto como para, con ayuda, hacer consciente la conexión. Sin
embargo, el modo en el que fue interpretado dificulta que esta conexión se haga
consciente. "¿Qué dije –podía preguntarse con razón el analizando- que llevó al
analista a suponer que estaba hablando del comienzo del análisis?" Conectando
con lo que está presente, en lugar de con lo que está ausente, damos al paciente
una mejor oportunidad de ver la conexión[8], al tiempo que también ayudamos a
establecer el proceso. En lugar transmitir el analista la idea de "le ofreceré
interpretaciones que sólo yo sé de dónde vienen", puede transmitir la idea "si
escuchamos atentamente lo que está en su mente…" He aquí una interpretación
que yo podría hacer: "Estoy intentando entender qué ha cambiado desde que
acordamos vernos cinco veces por semana. Después de esto sus pensamientos
van a alguien a quien no puede complacer. Me pregunto si se trata de una
preocupación de que eso suceda aquí." Al hacer esto, confiamos en que el paciente
tenga una mayor ocasión de entender el contenido específico y las conexiones de
sus asociaciones. Para períodos largos de análisis éste es el dato de análisis. En
segundo lugar, empezamos a hacer la conexión entre lo que está presente en la
mente del paciente y el método de análisis, en lugar de recurrir principalmente a
insights provenientes de la mente del analista. Esto no significa que esté ausente la
comprensión creativa por parte del analista, a partir de múltiples fuentes, de lo que
está sucediendo. Más bien, esta comprensión es la que permite al analista observar
las conexiones en las asociaciones del paciente, llevándolo a conectar los puntos
para el paciente, o no. A aquellos a quienes preocupe que esto sea más parecido a
educar al paciente, puedo asegurarles que esté método es utilizado por los
pacientes sólo gradualmente, y luego esporádicamente, en la fase intermedia del
análisis, después de que se hayan despejado las muchas resistencias al mismo.

Atención a las superficies

Este método fue captado metafóricamente por Green (1974) cuando afirma: "no
tiene sentido que el analista corra como una liebre si el paciente se mueve como
una tortuga" (p. 420). Según Green, se ha producido un problema al utilizar esta
técnica, porque:

"El análisis de lo preconsciente y en concreto el uso del material analítico del paciente (en
sus propias palabras) ha sido negado desde Freud. La razón para esto parece estar
sencillamente en que, puesto que el preconsciente puede ser alcanzado por el consciente,
la importancia de lo preconsciente es insignificante y el lenguaje es superficial. Para mí, sin
embargo, este punto de vista es superficial en sí mismo" (p. 420, las cursivas son mías).

Ferro (2003), trabajando desde una orientación teórica muy distinta, y utilizando un
lenguaje diferente, toca el tema de las superficies del siguiente modo:
Más arriba mencionaba mi contribución a una atmósfera serena, pero ¿qué significa eso
exactamente? ¿El analista finge que está de acuerdo con todo o finge que no ha pasado
nada? Yo respondería tajantemente que no a ambas preguntas, el analista no puede verse
simplemente testando la temperatura y la distancia de las interpretaciones (Meltzer,
1976). Creo, sin embargo, que es esencial respetar el umbral de tolerancia del paciente a
las interpretaciones, y reconocer que un sentimiento de persecución en las sesiones es un
signo manifiesto de excesiva insistencia (p. 189-190, cursivas mías).

Conceptualmente, la noción de Paniagua de las tres superficies me parece la


formulación más útil para apreciar un modo de trabajar que se centra en el uso
preconsciente que el paciente hace del proceso. Paniagua acentúa que en todo
momento hay tres superficies operando en el momento clínico. Primero está el
paciente y lo que piensa y sobre lo que habla, luego está el analista y lo que piensa
sobre el material del paciente, y luego está la superficie trabajable, ese espacio
entre los pensamientos del paciente y los del analista que puede dar lugar a una
intervención significativa que, tal como dice Fenichel (194) "no sea demasiado
superficial ni demasiado profunda" (p.). Para decirlo de otro modo, intentamos decir
algo significativo que favorezca el proceso analítico sin despertar demasiada
ansiedad.

Al trabajar de este modo introducimos una sinergia entre los pensamientos y


sentimientos internos del paciente y las intervenciones del analista. De nuevo
enfatizamos la importancia de la escucha del analista a las asociaciones
preconscientes del paciente. En lugar de transmitir el mensaje de que el insight se
basa en una capacidad mágica, transmitimos que éste proviene de considerar lo
que hay en la mente, emergiendo como un proceso mental, traducido y registrado
por un oyente empático. El analista que es brillante leyendo el inconsciente puede
estar en desventaja en lo que se refiere a esta técnica, puesto que puede no ser tan
fácil traducir sus insights a lo que puede ser sintetizado por el preconsciente del
paciente.

Veamos, por ejemplo, un paciente que habla, inmediatamente antes de una larga
pausa por vacaciones, de sentirse emocionalmente abandonado por un amigo. La
superficie del paciente es que está disgustado porque su amigo lo ha abandonado.
El analista puede estar pensando que se debe a la inminente interrupción. Esta es
la superficie del analista. La superficie trabajable es si parte de las dos superficies
en interacción puede serle útil al paciente. Lo que da lugar a un juicio relativo a que
la superficie trabajable en cualquier momento es la integración de un complejo grupo
de variables. En el ejemplo arriba mencionado puedo incluir las siguientes
consideraciones: 1) el paciente puede ser narcisísticamente vulnerable, y ésta es
una vulnerabilidad dentro de la serie de vulnerabilidades que se han expresado en
el análisis; 2) esta es una incursión inusual en los sentimientos por parte del
paciente; 3) la historia se cuenta de un modo aburrido, despegado, o con un odio
gélido; 4) el analista puede estar conmovido, furioso o distante mientras el paciente
está hablando. Al evaluar la superficie del paciente, uno puede notar que el paciente
usa la historia como comienzo de un proceso asociativo que incluye una cierta
autorreflexión – p. ej. "Me pregunto por qué se me viene esto hoy a la mente". Esto
puede decirse de un modo inquisitivo, o como parte de un patrón de
autorrecriminación reflexivamente masoquista. Aunque la historia del paciente
puede no parecer una expresión directa de disposición psicológica, puede ser traída
durante un período de apertura a la comprensión psicológica en general, o de
creciente apreciación de la ubicuidad de la transferencia. Como alternativa, el
paciente puede describir el abandono como un acontecimiento puramente externo,
sin interés aparente en por qué ha surgido el tema. Este desinterés puede ser
fingido, sádico o masoquista. En resumen, las variables que desempeñan un papel
en determinar la superficie trabajable son parte de una compleja cuadrícula. Todas
ellas entran en el juicio del analista acerca de la superficie trabajable y forman parte
de una evaluación continua de los componentes estructurales que operan dentro de
un marco de trabajo dinámico en un momento dado.

Interpretar en la superficie requiere una evaluación de múltiples factores y,


finalmente, un juicio de la capacidad del yo para integrar significativamente una
intervención. Frente a un analizando que habla de abandono antes de una pausa
en el tratamiento, nos vemos impulsados desde la cómoda posición de entender
como transferencia lo que está ocurriendo a preguntarnos por la relevancia de esta
comprensión (aun siendo correcta) para el paciente cuando se consideran las
estructuras mentales del paciente.

Uso de los métodos de análisis por parte del paciente

Del uso que el paciente hace de los métodos de análisis generalmente se derivan
sorpresas y reflexión creativa, entre los cuales yo consideraría centrales los
siguientes: asociación libre; autoobservación; autorreflexión; y autoindagación
(Busch, 2007). Para la mayoría, la capacidad de usar estos métodos se desarrolla
gradual y secuencialmente. Así, no esperaríamos que al principio de un análisis se
diera la capacidad de autorreflexión analítica, debido a los temores inconscientes a
la exploración. Más aún, no esperemos autoexploración a la mitad del análisis
cuando el paciente comienza a explorar una nueva área. También, la asociación
libre puede verse dificultada en cualquier momento.

Cada método se desarrolla gradualmente cuando trabajamos con las resistencias


que inevitablemente tienen lugar. El análisis de la resistencia, bien hecho (Busch,
1992, Gray, 1982), debería llevar al paciente a un concepto de "mente" y a
una libertad de mente cada vez mayor. El escrutinio de nuestra literatura indica que
a menudo debemos recordar que en la base de las resistencias están los mayores
temores de nuestros pacientes. Por tanto, analizar cuidadosamente las resistencias
para conocerlas (Joseph, 2004) es crucial para una mayor libertad de mente.

Lyle es un hombre de negocios de 45 años en su tercer año de análisis. Con el


tiempo, ha logrado la capacidad de ver sus asociaciones como significativas y
reflexionar sobre ellas. Estaba a punto de irse de viaje de negocios durante dos
semanas. Su historia temprana está llena de angustia de separación y las
manifestaciones de la misma eran evidentes durante su etapa adulta. Ha necesitado
tratar las separaciones del analista como no-acontecimientos. Durante la mayor
parte de esta sesión, Lyle habló de todo lo que había conseguido en las últimas 24
horas… es decir, tareas que necesitaban ser terminadas antes de que se marchara
de viaje. El tenor general de lo que comunicaba es que era fácil hacerse cargo de
todas estas cosas, y que controlaba lo que estaba sucediendo. Había un problema
con un empleado que tenía que solucionar y que le requería algún tiempo, y aunque
manifestaba manejarlo sin problemas, el hecho de que interfería con su sentimiento
de tenerlo todo bajo control lo molestaba.

Las interpretaciones que me venían a la mente eran "está hablando de nuestra


pausa, pero dejando a un lado toda referencia a la separación de mí, como si le
asustara demasiado pensar en ello", o "Su pulsión de dominio es muy fuerte justo
ahora, posiblemente para manejar los sentimientos en torno a nuestra separación",
o "parece dejarme poco lugar para que yo diga algo, como si quisiera protegerse de
cualquier sentimiento que pudiera tener si yo hablase". Lo que elegí decir fue "Hoy
parece Vd. diferente. Es como si no hubiese un pensador escuchándolo
hablar" ¿Cómo encaja esto con mi visión del saber psicoanalítico como
proceso? En primer lugar, yo veo que Lyle se está defendiendo del significado, de
modo que las interpretaciones de significado no serán particularmente útiles. Por
eso las primeras interpretaciones en las que pensé podían no haber sido útiles en
tanto que intentaban ayudarlo a entender el significado de lo que estaba diciendo,
mientras que él se estaba defendiendo del significado. Lo más importante es que
mi técnica está basada en la premisa de que sólo con un pensador, pensando,
parafraseando a Bion, es posible la comprensión psicoanalítica. Por ello, en último
caso tenemos que tener a alguien capaz de escuchar el significado de sus
pensamientos, antes de que los pensamientos de paciente y analista puedan ser
significativos. Alguien que escucha es un prerrequisito para la autoexploración,
clave para el autoanálisis (Busch, 2007). De modo que es importante cómo el
analizando logra comprensión y, en ocasiones, más que la comprensión como tal.
En cierto momento, el paciente necesita ser tanto el que habla como el que escucha.
Sólo así el paciente puede encontrar su propio camino hacia nuevos pensamientos
e ideas.

Puestas en acto, identificación proyectiva y contratransferencia

Las puestas en acto de los pacientes y los usos que hacen de las identificaciones
proyectivas provocan la contratransferencia del analista. Esto hace más complicado
enfatizar el uso que el paciente hace del proceso, puesto que la comprensión
proviene primero de la mente del analista, que sintetiza sentimientos, fragmentos
de ideas, sensaciones corporales, etc. Sin embargo, una vez que el analista
reconoce estas reacciones contratransferenciales y reflexiona sobre ellas, éstas han
comenzado a ser procesadas, es decir, representadas dentro de la mente del
analista. A partir de aquí el analista intenta formular en palabras la naturaleza
específica de cómo el paciente intenta despertar la reacción contratransferencial del
analista. Por esto, intentamos entender lo que un paciente está haciendo con
nosotros[9] en sus palabras, tono, formulación de las frases e ideas expresadas.
"Buenos días", dicho alegremente al analista, puede ser animoso, depresivo, crear
distancia, desanimar y multitud de significados, dependiendo de las sutilezas en el
tono, la formulación, la entonación y su contexto dentro de la transferencia,
ocurriendo todo ello fuera de la conciencia. Es la colaboración con el paciente
acerca de cómo tiene lugar esto lo que pone en marcha el análisis del proceso.
Nuestro foco primario en estas ocasiones es el proceso mediante el cual tienen lugar
las identificaciones proyectivas y las puestas en acto, más allá del significado de las
palabras individuales. Si nos centramos en el proceso, el contenido de un sueño se
vuelve, momentáneamente, secundario ante aspectos como la forma en que se
cuenta el sueño, si existen asociaciones con el sueño o no, cómo se usan los sueños
en el análisis, etc. Escuchamos a un paciente contar un sueño al comienzo de cada
sesión, y vemos que es señal de una recién adquirida capacidad para la regresión
como resultado del trabajo analítico. Escuchamos a otro paciente hacer lo mismo y
refunfuñamos internamente en tanto anticipamos que el paciente va a contar
sumisamente un sueño que durará varias sesiones con un narrador ausente. Con
el primer paciente es más probable que prestemos atención al contenido, y con el
segundo al proceso. Con el primero, el proceso enfatiza el contenido, mientras que
en el segundo, el proceso contradice al contenido; el proceso cuenta, entonces, una
historia diferente a la del contenido.

Un aparente acertijo

Hace muchos años, estaba con un grupo de analistas discutiendo material clínico.
Cuando estaba a punto de terminar la reunión, alguien planteó la cuestión: "¿Qué
recordamos de nuestro análisis?" Mientras nos movíamos por la habitación, lo que
inmediatamente vino a la mente de todos fueron las veces en que el analista era
especialmente humano o no empático. Un momento de amabilidad o un período
obtuso dominaban nuestro recuerdo del análisis. A la mayoría nos sorprendió la
consistencia de este fenómeno y dio lugar a una discusión sobre el papel de la
interpretación en psicoanálisis. De hecho, ninguna interpretación ni línea de
interpretación era tan inmediatamente memorable como el tono afectivo del análisis,
siempre captado microscópicamente en un acontecimiento concreto, aun cuando la
mayoría sentía que el entenderse más a sí mismos era importante en su vida
profesional y personal. Lo que parecía una conclusión ineludible en aquel momento,
con la que generalmente estuvieron de acuerdo los miembros del grupo, era la
importancia de la atmósfera en el marco analítico en comparación con el insight.

De vez en cuando, durante los años siguientes, me he planteado esta discusión. Al


pensar en mis análisis, mi trabajo como analista y el de aquellos a quienes
superviso, creo que he visto el profundo efecto del trabajo interpretativo continuado
aunque en una atmósfera general de seguridad y humanidad. Muchos autores han
escrito por qué funciona la interpretación, y la interpretación ha sido la base del
tratamiento psicoanalítico desde sus inicios, a diferencia de lo que sucede cuando
se habla con un buen amigo[10], [11]. Entonces, ¿cómo explicamos la ausencia de
recuerdos de interpretaciones en un grupo de analistas experimentados? Desde mi
punto de vista, en la mayoría de los análisis "suficientemente buenos" no
esperaríamos que el analizando recordara una interpretación concreta, ni siquiera
un tema, a no ser en términos generales. En primer lugar, el estado de saber da
lugar a una mayor estructura, la cual funciona silenciosamente. En segundo lugar,
no sólo ayudamos a nuestro paciente a simplemente saber, sino que también lo
ayudamos a cómo saber. No es de esperar que estos dos tipos de conocimiento
den lugar a recuerdos de momentos significativos en el análisis. Los resultados del
análisis se basan en el trabajo cotidiano y continuado, no en el flash de insight
idealizado que a veces podemos hallar en las primeras publicaciones. Mi impresión
es que lo que se recordaba en nuestro grupo era la atmósfera que permitía que el
análisis tuviera o no lugar, y la transferencia que la seguía, a veces de forma
defensiva.

Notas finales

Durante muchos años, los analistas se han visto sorprendidos por cómo los
pacientes obtienen la capacidad de autoanalizarse. La conclusión, a menudo, ha
sido que este logro no está basado en ningún método particular que el analista use,
sino más bien en una identificación con la función analizante de éste. En resumen,
a menudo se ha pensado que el que el analista analice conducirá a la capacidad de
autoanálisis del paciente. La experiencia clínica parece no haber confirmado esto.
Como he intentado demostrar, la capacidad de autoanálisis depende de nuestro
método de analizar, incluyendo el método del paciente de enfocar el análisis. Más
aún, cuanta más atención prestamos a cómo ayudamos al saber del paciente, más
fácil será para éste saber cómo saber como parte de un análisis exitoso.

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