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Palabras clave
Se introduce el término proceso del saber para resaltar un modo concreto de analizar que
se centra en cómo nuestros pacientes obtienen conocimiento. Se sugiere que analizar con
una mayor atención al proceso del saber es crucial para la capacidad de autoanálisis de los
pacientes, y difiere de ayudar a los pacientes principalmente a obtener conocimiento de sus
fantasías y conflictos inconscientes como factor curativo primordial en psicoanálisis.
Mi impresión, a la que sólo aludo en este artículo, es que se presta poca atención
al fenómeno de que a lo largo del espectro teórico parece haber una amplia
aceptación de la necesidad de centrarse en el proceso del saber. Examinando
detenidamente las sugerencias técnicas de Joseph, Green, Bion y los freudianos
americanos contemporáneos (entre los cuales me incluyo) parece existir, en
realidad, un terreno común en esta área que merece todo un artículo.
Hablando en general, entonces, hay dos tipos de saber que el paciente puede
obtener del psicoanálisis. Cada uno de ellos funciona de modo diferente, se usa de
modo diferente y ambos son cruciales para el éxito analítico. El primero, con el que
estamos más familiarizados, es el saber como un estado, como en un estado de
saber. Dicho saber conduce a un aumento de la estructura (Freud, 1895). Con este
saber, se ralentiza todo el proceso de reacción a estresores internos y externos. El
dictum general de hacer consciente lo inconsciente está orientado hacia este tipo
de conocimiento. Lo que no se sabía, ahora se sabe. Ayudando poco a poco a
trasladar lo que era inconsciente al pensamiento preconsciente, cambiamos las
estructuras psíquicas de algo simple a algo más complejo (Busch, 2007, Schmidt-
Hellerau, 2000). Consideremos lo siguiente. Cuando Max comenzó su análisis, cada
vez que el analista se movía en su silla, Max se sobresaltaba. Todo su cuerpo se
tensaba, su corazón se aceleraba y apretaba los puños. Cuatro años después, Max
ya no escucha de forma consciente los sonidos que se producen a su espalda. ¿Qué
ha sucedido? Pensando en imágenes, yo sugeriría que al empezar el análisis, los
conflictos clave y fantasías inconscientes son similares a entrar en una habitación
con dos puertas, una para entrar y otra para salir. Sin obstáculos, el camino de una
puerta a la otra es rápido y directo. Ahora imaginemos que se han puesto
numerosos obstáculos en la habitación, de modo que es como entrar en un
laberinto. Ir de una puerta a otra lleva ahora más tiempo, y puede que ni siquiera se
llegue a la otra puerta. Mientras estás en este laberinto puedes tener tiempo de
preguntarte por qué estás en esta habitación, o si merece la pena intentar encontrar
la otra puerta. Como ha afirmado LeCours (2007), lo que se representa puede crear
estructura y fomentar la capacidad de contener.
El proceso del saber es diferente, dando lugar a una diferencia en cómo uno piensa
más que en lo que se piensa. El pensamiento del paciente al comienzo de un
análisis es concreto (Busch, 1989, 1995, 2004). Piensan, pero no pueden pensar en
su pensamiento. En medio del conflicto, los pacientes a menudo consideran sus
pensamientos principalmente como realidades. En estos momentos, un hombre que
describe una discusión con su mujer no se pregunta por qué puede tener esos
pensamientos. No puede observar sus pensamientos como tales, no digamos ya
reflexionar sobre ellos o jugar con ellos. Con el tiempo, algunos métodos de
trabajo[2] (p. ej. Adler y Bachant, 1996, 1998; Bachant y col., 1995; Busch, 1995,
1999, 2004, 2006, 2007; Gray, 1982, 1994; Green, 1974, 1975, 2005; Ikonen, 2003,
2004; Joseph, 1985; Paniagua, 1995, 2001, 2008; Sugarman, 2003, 2006, 2008),
junto con un foco en el proceso, han dado lugar a cambio en la capacidad del
analizando para convertirse en el tipo de pensador con capacidad autoanalítica.
Este método es, principalmente, el que da lugar al autoanálisis, no a la identificación
con la función del analista, que ha sido planteada por muchos como el factor
principal en el desarrollo de la capacidad autoanalítica. En resumen, el proceso del
saber funciona de forma diferente al estado de saber. El proceso del saber da lugar
a la apreciación de los métodos necesarios para obtener un estado de saber. El
proceso del saber no es silencioso. Es el resultado de una actividad mental activa
pero no dirigida. A menudo tiene la calidad de ensoñamiento, pero al contrario que
en éste, en que el soñador se deleita con sus pensamientos, el proceso de
pensar incluye la capacidad de un yo observador y la aptitud para jugar con los
pensamientos de modo de lograr el autoconocimiento.
Otros han captado la idea del proceso del saber de diversos modos. La vemos en
la afirmación de Green (2005): "el objetivo de una interpretación no es producir
directamente el insight, sino facilitar el funcionamiento psíquico que puede favorecer
el insight" (p. 5). Sugarman (2003), escribiendo desde la perspectiva del análisis de
niños, y considerando más adelante el análisis de adultos (2006), resalta lo que
denomina "insightfulness"*. Este concepto se centra en cómo ayudamos a nuestros
analizandos a desarrollar una teoría de la mente. El trabajo de Fonagy y Target
(1996a, 1996b, 2000) sobre la mentalización y la "mindfulness"* toca cuestiones
similares, aunque la definición de estos términos y los métodos utilizados en estas
afirmaciones sean distintos. El trabajo de Gray (1972, 1982, 1990, 1992, 1994,
1996) sobre liberar a la mente para que haga el trabajo del análisis estimuló muchos
artículos sobre la atención al proceso, aunque él se centró más concretamente en
el papel de las resistencias inconscientes. Paniagua (2001, 2008) se ha centrado
en cómo nuestra técnica ha enfatizado mayormente el estado de saber basado en
el modelo topográfico.
Esta técnica focaliza en la importancia de usar ciertos métodos para analizar. Usar
estos métodos da lugar a un foco en la mente del analizando como fuente de insight,
en lugar de en la del analista. Si bien la comprensión y la empatía del analista son
cruciales para el uso efectivo de este método, lo que es vital para este modo de
analizar es el foco persistente en la información psicoanalítica ofrecida por el
paciente, o la resistencia a dicha información.
Trabajar en el presente
Nótese que muchos otros autores, trabajando desde diversas perspectivas teóricas
han señalado la importancia de trabajar en el presente. Sandler (1969) introdujo el
término transferencia "aquí y ahora", y reitera esta perspectiva a lo largo de su obra
(p. ej. 1983). Por ello es por lo que tomo de Bion (1967), citado en Feldman (2007)
como queriendo significar cuando dijo "La 'observación' psicoanalítica no se ocupa
ni de lo que ha sucedido ni de lo que va a suceder, sino de lo que está sucediendo"
(p. 18). Parece claro en las exploraciones recientes de Feldman (2007) sobre la
importancia de la historia en psicoanálisis, que considera que hemos cambiado a
cómo la historia es puesta en acto en el momento psicoanalítico focalizando en el
proceso. Por supuesto, Freud (1914) sentía que el paciente no podía evitar recrear
sus neurosis en el presente. En un artículo poco conocido, Searl (1936) presentó el
inspirado término "contenido ausente" para describir un modo prevalente de
interpretar alejado de lo presente, y esbozó los problemas que éste planteaba
(Busch, 1995). He aquí el tipo de interpretación a la que Searl se refería: [7]
Este método fue captado metafóricamente por Green (1974) cuando afirma: "no
tiene sentido que el analista corra como una liebre si el paciente se mueve como
una tortuga" (p. 420). Según Green, se ha producido un problema al utilizar esta
técnica, porque:
"El análisis de lo preconsciente y en concreto el uso del material analítico del paciente (en
sus propias palabras) ha sido negado desde Freud. La razón para esto parece estar
sencillamente en que, puesto que el preconsciente puede ser alcanzado por el consciente,
la importancia de lo preconsciente es insignificante y el lenguaje es superficial. Para mí, sin
embargo, este punto de vista es superficial en sí mismo" (p. 420, las cursivas son mías).
Ferro (2003), trabajando desde una orientación teórica muy distinta, y utilizando un
lenguaje diferente, toca el tema de las superficies del siguiente modo:
Más arriba mencionaba mi contribución a una atmósfera serena, pero ¿qué significa eso
exactamente? ¿El analista finge que está de acuerdo con todo o finge que no ha pasado
nada? Yo respondería tajantemente que no a ambas preguntas, el analista no puede verse
simplemente testando la temperatura y la distancia de las interpretaciones (Meltzer,
1976). Creo, sin embargo, que es esencial respetar el umbral de tolerancia del paciente a
las interpretaciones, y reconocer que un sentimiento de persecución en las sesiones es un
signo manifiesto de excesiva insistencia (p. 189-190, cursivas mías).
Veamos, por ejemplo, un paciente que habla, inmediatamente antes de una larga
pausa por vacaciones, de sentirse emocionalmente abandonado por un amigo. La
superficie del paciente es que está disgustado porque su amigo lo ha abandonado.
El analista puede estar pensando que se debe a la inminente interrupción. Esta es
la superficie del analista. La superficie trabajable es si parte de las dos superficies
en interacción puede serle útil al paciente. Lo que da lugar a un juicio relativo a que
la superficie trabajable en cualquier momento es la integración de un complejo grupo
de variables. En el ejemplo arriba mencionado puedo incluir las siguientes
consideraciones: 1) el paciente puede ser narcisísticamente vulnerable, y ésta es
una vulnerabilidad dentro de la serie de vulnerabilidades que se han expresado en
el análisis; 2) esta es una incursión inusual en los sentimientos por parte del
paciente; 3) la historia se cuenta de un modo aburrido, despegado, o con un odio
gélido; 4) el analista puede estar conmovido, furioso o distante mientras el paciente
está hablando. Al evaluar la superficie del paciente, uno puede notar que el paciente
usa la historia como comienzo de un proceso asociativo que incluye una cierta
autorreflexión – p. ej. "Me pregunto por qué se me viene esto hoy a la mente". Esto
puede decirse de un modo inquisitivo, o como parte de un patrón de
autorrecriminación reflexivamente masoquista. Aunque la historia del paciente
puede no parecer una expresión directa de disposición psicológica, puede ser traída
durante un período de apertura a la comprensión psicológica en general, o de
creciente apreciación de la ubicuidad de la transferencia. Como alternativa, el
paciente puede describir el abandono como un acontecimiento puramente externo,
sin interés aparente en por qué ha surgido el tema. Este desinterés puede ser
fingido, sádico o masoquista. En resumen, las variables que desempeñan un papel
en determinar la superficie trabajable son parte de una compleja cuadrícula. Todas
ellas entran en el juicio del analista acerca de la superficie trabajable y forman parte
de una evaluación continua de los componentes estructurales que operan dentro de
un marco de trabajo dinámico en un momento dado.
Del uso que el paciente hace de los métodos de análisis generalmente se derivan
sorpresas y reflexión creativa, entre los cuales yo consideraría centrales los
siguientes: asociación libre; autoobservación; autorreflexión; y autoindagación
(Busch, 2007). Para la mayoría, la capacidad de usar estos métodos se desarrolla
gradual y secuencialmente. Así, no esperaríamos que al principio de un análisis se
diera la capacidad de autorreflexión analítica, debido a los temores inconscientes a
la exploración. Más aún, no esperemos autoexploración a la mitad del análisis
cuando el paciente comienza a explorar una nueva área. También, la asociación
libre puede verse dificultada en cualquier momento.
Las puestas en acto de los pacientes y los usos que hacen de las identificaciones
proyectivas provocan la contratransferencia del analista. Esto hace más complicado
enfatizar el uso que el paciente hace del proceso, puesto que la comprensión
proviene primero de la mente del analista, que sintetiza sentimientos, fragmentos
de ideas, sensaciones corporales, etc. Sin embargo, una vez que el analista
reconoce estas reacciones contratransferenciales y reflexiona sobre ellas, éstas han
comenzado a ser procesadas, es decir, representadas dentro de la mente del
analista. A partir de aquí el analista intenta formular en palabras la naturaleza
específica de cómo el paciente intenta despertar la reacción contratransferencial del
analista. Por esto, intentamos entender lo que un paciente está haciendo con
nosotros[9] en sus palabras, tono, formulación de las frases e ideas expresadas.
"Buenos días", dicho alegremente al analista, puede ser animoso, depresivo, crear
distancia, desanimar y multitud de significados, dependiendo de las sutilezas en el
tono, la formulación, la entonación y su contexto dentro de la transferencia,
ocurriendo todo ello fuera de la conciencia. Es la colaboración con el paciente
acerca de cómo tiene lugar esto lo que pone en marcha el análisis del proceso.
Nuestro foco primario en estas ocasiones es el proceso mediante el cual tienen lugar
las identificaciones proyectivas y las puestas en acto, más allá del significado de las
palabras individuales. Si nos centramos en el proceso, el contenido de un sueño se
vuelve, momentáneamente, secundario ante aspectos como la forma en que se
cuenta el sueño, si existen asociaciones con el sueño o no, cómo se usan los sueños
en el análisis, etc. Escuchamos a un paciente contar un sueño al comienzo de cada
sesión, y vemos que es señal de una recién adquirida capacidad para la regresión
como resultado del trabajo analítico. Escuchamos a otro paciente hacer lo mismo y
refunfuñamos internamente en tanto anticipamos que el paciente va a contar
sumisamente un sueño que durará varias sesiones con un narrador ausente. Con
el primer paciente es más probable que prestemos atención al contenido, y con el
segundo al proceso. Con el primero, el proceso enfatiza el contenido, mientras que
en el segundo, el proceso contradice al contenido; el proceso cuenta, entonces, una
historia diferente a la del contenido.
Un aparente acertijo
Hace muchos años, estaba con un grupo de analistas discutiendo material clínico.
Cuando estaba a punto de terminar la reunión, alguien planteó la cuestión: "¿Qué
recordamos de nuestro análisis?" Mientras nos movíamos por la habitación, lo que
inmediatamente vino a la mente de todos fueron las veces en que el analista era
especialmente humano o no empático. Un momento de amabilidad o un período
obtuso dominaban nuestro recuerdo del análisis. A la mayoría nos sorprendió la
consistencia de este fenómeno y dio lugar a una discusión sobre el papel de la
interpretación en psicoanálisis. De hecho, ninguna interpretación ni línea de
interpretación era tan inmediatamente memorable como el tono afectivo del análisis,
siempre captado microscópicamente en un acontecimiento concreto, aun cuando la
mayoría sentía que el entenderse más a sí mismos era importante en su vida
profesional y personal. Lo que parecía una conclusión ineludible en aquel momento,
con la que generalmente estuvieron de acuerdo los miembros del grupo, era la
importancia de la atmósfera en el marco analítico en comparación con el insight.
Notas finales
Durante muchos años, los analistas se han visto sorprendidos por cómo los
pacientes obtienen la capacidad de autoanalizarse. La conclusión, a menudo, ha
sido que este logro no está basado en ningún método particular que el analista use,
sino más bien en una identificación con la función analizante de éste. En resumen,
a menudo se ha pensado que el que el analista analice conducirá a la capacidad de
autoanálisis del paciente. La experiencia clínica parece no haber confirmado esto.
Como he intentado demostrar, la capacidad de autoanálisis depende de nuestro
método de analizar, incluyendo el método del paciente de enfocar el análisis. Más
aún, cuanta más atención prestamos a cómo ayudamos al saber del paciente, más
fácil será para éste saber cómo saber como parte de un análisis exitoso.