Está en la página 1de 13

CAPÍTULO DÉCIMO

OBLIGACIONES DIVISIBLES
§ 1. JUSTIFICACIÓN SOBRE SU IMPORTANCIA
Tratándose de las obligaciones divisibles (y lo mismo se puede decir de las
indivisibles), la importancia y la dificultad de las mismas, parece tener como causa la
pluralidad de sujetos que intervienen como partícipes en los extremos de la
vinculación. De este modo, aun cuando la calidad de divisible o indivisible
corresponda al objeto, debido a que hay una determinación objetiva de la relación
obligatoria, su mayor relevancia está supeditada a la intervención múltiple de
agentes en el interior de ella. Es debido a este motivo que estas obligaciones
encaraman un enorme nivel de importancia, para lo cual se pone de relieve las
varias dificultades que genera la pluralidad de sujetos que integran la relación
obligatoria, ya sea de su lado activo, ya del flanco pasivo o ya de ambos ámbitos a la
vez. Es incuestionable, consiguientemente, que la divisibilidad de las obligaciones
nos brinda el interés que se reclama cuando la relación obligatoria se halla integrada
de varios acreedores y/o deudores. Esto no significa, sin embargo, que cuando la
obligación no se halle conformada con pluralidad de sujetos, la obligación divisible
no tenga importancia, la tiene pero en medida significativamente menor a una
obligación divisible con pluralidad de sujetos ubicados en cualquiera de los extremos
de ella. El carácter complejo de la obligación divisible adviene como efecto de la
pluralidad de sujetos que la integran y, en atención a ello, el sistema le ha dedicado
un desarrollo especial, prescindiendo de las obligaciones divisibles simples, las que
se resuelven en el cumplimiento general del deber de prestación a cargo del deudor
en beneficio del acreedor, según el tipo de obligación divisible (dar, hacer o no
hacer).
Si bien es fundamental la participación de varios sujetos en la obligación
divisible, sin embargo, la calidad de divisible en una relación jurídica patrimonial
obedece a la posibilidad de que pueda partirse el objeto de la misma (y también la
prestación en las obligaciones que importen esencialmente un comportamiento, una
conducta un praestare), debido a este motivo, con independencia de la intervención
múltiple de sujetos, es el objeto (y también la prestación en algunos casos) el que
permite la calificación de la obligación como divisible y es este hecho el que
permitirá establecer una acentuada diferencia con las obligaciones mancomunadas,
distinción que pareciera diluirse cuando la norma (art. 1182) establece reglas iguales
para ambos supuestos de vinculación y, no debido a ello, deberá admitirse un
notoria disparidad subjetiva entre uno y otro tipo de obligación. En consideración al
objeto se puede afirmar que las obligaciones divisibles y las mancomunadas son
idénticas, pero en relación a los sujetos la diferencia es innegable.
Cuando se afirma que la obligación es divisible se está atendiendo a la
atomización del objeto. Como en todo lo demás, el término “obligación” utilizado
en el código no se refiere al deber de prestación a cargo del sujeto pasivo de la
obligación, sino a la relación jurídica con incidencia patrimonial, de este modo, es
correcto afirmarse que la calidad de divisible corresponde, en rigor, a su objeto.
Sobre este particular la remisión al capítulo cuarto del presente estudio es
obligatoria, en la medida que, al estructurarse a la obligación se ha considerado al
objeto de la misma como elemento independiente de la prestación, luciendo una
naturaleza absolutamente distinta a ésta, de allí que en una clasificación derivada del
objeto, las obligaciones pueden ser catalogadas apreciándose la divisibilidad e
indivisibilidad de su punto de referencia objetivo, traducido este último en un bien
o en una utilidad que se proyectan como el resultado de la obligación. Jamás se
tomará como marco clasificatorio al comportamiento debido aunque en algunos
casos, como en las obligaciones de hacer o de no hacer, se ponga de relieve a la
prestación; sin embargo, este comportamiento se traduce o se proyecta hacia el
objeto y es éste el que finalmente determinará la divisibilidad o indivisibilidad de la
obligación, sin negar la posibilidad de que la prestación también puede ser partida
sin que se altere la naturaleza de la misma.
§ 2. CONCEPTO DE LA OBLIGACIÓN DIVISIBLE
La obligación divisible también es denominada parcial o en cuotas. Es indudable
que cuando la obligación es divisible se autoriza la ordenación de prestaciones
autónomas, esto podría permitir que, habiendo un solo deudor frente a varios
acreedores, uno de éstos puede exigir el cumplimiento o la entrega de la cuota que
con derecho le corresponde, no pudiendo el deudor negarse a dicho cumplimiento;
la misma regla se aplica en sentido inverso, es decir, si la participación plural es de
los deudores, pagando su cuota uno de ellos se libera del poder de los demás
acreedores, abandonando la relación obligatoria; deberá aceptarse, de consiguiente,
que la obligación no se extingue en tanto no hayan visto satisfecho sus créditos todos
los acreedores divisiblemente vinculados. El pago que realiza un deudor en una
obligación divisible pasiva no la extingue, la extinción adviene como efecto del
cumplimiento total de lo que se debe.
Una obligación es divisible cuando el objeto debido puede ser entregado en
partes y, si fuera el caso, la prestación a cargo del deudor o los deudores también
puede ser realizada de manera fraccionada, sin que con ello se altere la esencia
misma del objeto y de la prestación como presupuestos de la relación obligatoria; es
decir, siempre que no se altere su esencia o disminuya su valor.
Desde la perspectiva del débito, en las obligaciones divisibles opera la división
material de la deuda contraída e impuesta a varios deudores (e incluso así la
vinculación se dé con un solo deudor). Se entiende, de todo ello, que la calidad de
divisible de una obligación es independiente del número de deudores o de
acreedores que participan en la relación obligatoria, a tal punto que una obligación
divisible podría tener un solo deudor y un acreedor, sólo que, como se tiene dicho,
la complejidad de esta vinculación es significativa menor. No obstante lo dicho, en
la doctrina argentina se afirma, en sentido contrario, que “El Código legisla sobre
obligaciones divisibles e indivisibles en un título correspondiente a los dedicados a la
clasificación de las obligaciones de acuerdo con el objeto (Título XII), cuando en
realidad el fenómeno de la divisibilidad e indivisibilidad se resuelve en uno con
relación a las personas”; a pesar de los términos de la cita transcrita, insistimos,
sobre este detalle, que si bien estas obligaciones cobran una enorme importancia
cuando se da la pluralidad de sujetos (activos o pasivos), la divisibilidad del objeto
desempeña un rol también relevante entre el acreedor y el deudor en una obligación
simple.
Habiéndose asumido el criterio según el cual las obligaciones se clasifican en
divisibles e indivisibles en razón a su objeto, ha de entenderse que éste es el
elemento susceptible de ser partido sin que se altere su esencia; es en consideración
a ello que no se incluye a la prestación como aquello que es materia de división
(aunque deba fraccionarse debido a la segmentación del objeto); Sin embargo, nada
impide que la prestación pueda ser realizada de modo parcial, situación que resulta
poco trascendente, cuando para la presente clasificación estamos poniendo de
relieve al aspecto material de la obligación (bienes o utilidades). Es entendible,
verbigracia, se afirme que la entrega de cien fanegas de maíz sea absolutamente
partible; sin embargo, resulta inadecuado referirse a la posibilidad de que la
prestación, como conducta pueda ser dividida, lo que no significa que, en verdad, se
realicen comportamientos parciales, pero estos dependen, en lo absoluto, del
objeto, teniendo la calidad de medios destinados a la producción de determinado
resultado (objeto); en mérito a este motivo, al realizar una exposición sistemática
de las obligaciones divisibles, el objeto constituye el elemento determinante en la
edificación de la teoría de la divisibilidad. No obstante lo dicho, la doctrina suele
utilizar a la prestación como presupuesto básico para conceptuar a la obligación
divisible, pues ella identifica al objeto con la prestación.
En las obligaciones divisibles, con pluralidad de deudores y acreedores, cada uno
de ellos sólo puede ser obligado al pago de la fracción de la deuda que le fue
impuesta en el título de la obligación, y cada uno de los acreedores sólo puede
reclamar la cuota del crédito que le corresponda. Desde la óptica del crédito, en las
obligaciones divisibles tiene lugar la división material del crédito atribuido a todos
los acreedores, en la misma medida que la deuda impuesta a todos los deudores es
dividida, o utilizando otros términos, es repartida entre todos ellos.
§ 3. NATURALEZA JURÍDICA DE LA DIVISIBILIDAD
La esencia de este tipo de relación jurídica patrimonial es hallada en la
posibilidad de poder fraccionarse el pago, considerándose para ello ambos extremos
de la relación jurídica patrimonial (deuda y crédito), de este modo, se entrega parte
del bien debido y se realiza parte de la prestación prometida. Al ser fraccionado el
bien debido y, de consiguiente, realizada la prestación parcialmente (en una parte),
debe cuidarse en no alterarse la naturaleza del bien debido y consiguientemente la
prestación prometida. Si el bien debido, al ser fraccionado, es alterado en cuanto a
su naturaleza, significaría que el mismo es indivisible, y como tal impartible, si ello
acontece, este efecto trasciende a toda la obligación, la misma que, habiendo nacido
como divisible (probablemente en la creencia que podía ser fraccionada), contra la
voluntad de los sujetos de la misma, deviene en indivisible, frente a esta
eventualidad, deberán aplicarse las reglas de la indivisibilidad.
Habiéndose afirmado que según la forma como se manifieste el tema de la
divisibilidad se evidenciará que la misma está referida esencialmente al objeto (es en
razón al objeto que las obligaciones se clasifican en divisibles e indivisibles y no a
otra circunstancia), es decir, al bien debido o a la utilidad buscada, y
secundariamente al contenido; de este modo, el comportamiento del deudor, el
mismo que puede tener como característica el poder seccionarse, está determinado
en mérito a un objeto divisible y no a la inversa, dado que la divisibilidad de esta
entidad material hace que la prestación sea parcial. Sin duda alguna que el resultado
puede ser parcialmente conseguido mediante una conducta fraccionada. Es
inevitable entender que en el cumplimiento de las obligaciones divisibles se verifica
una funcional y dinámica relación entre el objeto y la prestación, asumiendo cada
uno de estos presupuestos las calidades que debido a su naturaleza les corresponde:
uno es el resultado deseado y la otra el medio para alcanzarlo.
De otro lado, no deberá ignorarse que el deber jurídico concreto deberá ser
cumplido en su totalidad, esto quiere decir que no puede considerarse cumplido si
el deudor realiza un pago parcial. Sin embargo, esto no impide que el acreedor
decida recibir el pago de manera fraccionada, dándose cumplimiento parcial al
compromiso del deudor, esto significa que el pago parcial, en este caso, es válido
pese a abarcar sólo parte de lo debido. En esta hipótesis se ha dividido el objeto de
la obligación al haberlo así permitirlo su naturaleza (el bien a entregarse es
materialmente partible). La solución no es absoluta, es eventualmente viable que en
aplicación del principio de la buena fe, el acreedor tenga que verse obligado a
recibir un pago parcial, contra lo expresamente estipulado en el art. 1220, en
aplicación de aquella regla derivada del principio de buena fe sobre cumplimiento
parcial y moderación de los plazos contractuales, en razón a un hecho simple: sería
extremadamente inflexible y hasta intolerante exigirse en todos los casos el
cumplimiento total de la obligación; sin duda que debe primar siempre un criterio
de razonabilidad, para lo cual habrán de ponderarse cada uno de los derechos en
disputa con el cumplimiento parcial a cargo del deudor. Se entiende que este
cumplimiento parcial no puede ser arbitrario; definitivamente y de alguna manera
tiene que justificarse, racionalmente, el cumplimiento parcial del deber de
prestación.
Entendiéndose que la divisibilidad obedece a la posibilidad de que el objeto
pueda ser partido; sin embargo, este criterio no es uniforme. En la doctrina no es
difícil verificar un punto de vista discordante, como aquel de una reconocida
orientación que afirma: “El Código legisla sobre las obligaciones divisibles e
indivisibles en un título correspondiente a los dedicados a la clasificación de las
obligaciones de acuerdo con el objeto (Título XII), cuando en realidad el fenómeno
de la divisibilidad e indivisibilidad se resuelve en uno con relación a las personas”.
Aceptarse este criterio importaría negar la posibilidad (bastante frecuente y hasta
mayoritariamente presente) de que no existan obligaciones divisibles sin pluralidad
de sujetos, lo que sin lugar a dudas constituye un absurdo.
§ 4. DIFERENCIA CON LAS OBLIGACIONES INDIVISIBLES
Las obligaciones divisibles y las indivisibles se diferencian fundamentalmente
porque en las primeras el pago puede fraccionarse sin que se vea alterada la esencia
del objeto materia de la obligación; en cambio, en las indivisibles, el pago no puede
descomponerse porque ello llevaría a la alteración, transformación o destrucción del
bien debido, afectándose con ello la naturaleza del objeto de la relación obligatoria.
La posibilidad e imposibilidad de poder partirse el objeto es lo que, esencialmente,
las diferencia y determina, de modo definitivo, la aplicación de normas
completamente distintas, estableciéndose dos regímenes claramente diferenciados.
Sin embargo, esto no significa que la naturaleza del objeto sea el determinante para
reconocer entre uno y otro tipo de obligación, dado que aun siendo materialmente
partible el bien materia de la vinculación, las partes pueden acordar su
indivisibilidad, estando frente a una obligación indivisible. Seamos más radicales, la
norma (art. 1220) al disponer el pago íntegro de lo que se debe, está disponiendo la
indivisibilidad de la deuda como regla general, aunque el objeto sea naturalmente
partible, esto en las obligaciones subjetivamente simples.
Sobre esto último deberán considerarse los siguientes aspectos: 1) Estando
integrada la obligación con pluralidad de sujetos (activos y/o pasivos), a pesar de ser
el objeto partible, las partes se hallan autorizadas a disponer la indivisibilidad de la
obligación. 2) Asimismo, estando configurada la obligación con un objeto partible,
si en la obligación se hallan vinculados únicamente un acreedor con un deudor, el
cumplimiento del deber de prestación es indivisible, en la medida que el acreedor
injustificadamente no puede ser obligado a recibir un pago parcial.
§ 5. COMPARACIÓN CON LAS OBLIGACIONES MANCOMUNADAS
Hallándose supeditado nuestro análisis al sistema, ha de afirmarse válidamente
que en el derecho objetivo desaparece toda diferencia entre las obligaciones
divisibles y las mancomunadas; sin embargo, aun estableciéndose un mismo
régimen, desde una perspectiva teórica, las diferencias son innegables y bajo
ninguna óptica se justificaría una inapropiada identificación. Las obligaciones
divisibles deben su razón de ser al objeto debido y a la prestación prometida; en
cambio, las obligaciones mancomunadas se deben a la pluralidad de los sujetos
obligados al pago de la deuda. De esta manera podemos hallarnos frente a una
obligación divisible cuando la misma se pacta entre un solo deudor y un solo
acreedor (ejemplo: el deudor se compromete entregarle al acreedor diez
automóviles, con la autorización de realizarse el pago fraccionado), esta obligación,
así ejemplificada, no podría ser calificada de mancomunada porque no hay
pluralidad de deudores y/o acreedores, se trataría de una obligación divisible; en
cambio, las obligaciones mancomunadas, además de que el objeto debe ser
naturalmente fraccionado, requieren de una pluralidad de sujetos activos y/o
pasivos que conformen los extremos de la obligación. La diferencia, pues, es
evidente y, aun cuando se haya establecido un mismo régimen legal para ambas
obligaciones, el contraste es innegable. Este régimen legal es fijado, obviamente,
cuando la obligación divisible se halla integrada con varios sujetos pues, tratándose
de la divisibilidad pactada entre un solo acreedor con un único deudor, no se
asemeja en lo absoluto a la mancomunidad, es claro, de consiguiente, que podemos
hallarnos frente a una típica relación obligatoria divisible cuando en la obligación
simple (desde el punto de vista subjetivo) se pacta el pago dividido de lo que se
debe, situación eventualmente factible y que se presenta cuando el deudor se
compromete a realizar varios pagos parciales y cuenta con la anuencia del acreedor.
§ 6. DIFERENCIA CON LAS OBLIGACIONES CONEXAS
La diferencia entre uno y otro tipo de obligación es evidente y obedece al
siguiente criterio: en las obligaciones divisibles nos hallamos frente a una obligación
con pluralidad de vínculos (todos los deudores se hallan vinculados indistintamente
a todos los acreedores en una sola relación jurídica obligatoria); en cambio, las
obligaciones conexas indican una pluralidad de obligaciones, y obviamente tantos o
más vínculos jurídicos. En las obligaciones conexas, como lo refiere cierta doctrina
italiana, las obligaciones se hallan ligadas en atención a un nexo lógico,
reconociendo, aquella doctrina, como ejemplos de obligaciones conexas a la carga
de deuda ajena y a la de concurso disyuntivo, debido a la cual el deudor puede
escoger, entre varias personas, a quien realizar el pago.
§ 7. RÉGIMEN DE LAS OBLIGACIONES DIVISIBLES
El Código Civil ha establecido un mismo régimen legal para las obligaciones
divisibles y las obligaciones mancomunadas, por esta razón es que dedica a la
mancomunidad un solo artículo (1182) y sólo para remitirnos a la divisibilidad, con
la finalidad de unificar las reglas que tendrán que aplicarse a estos dos tipos de
obligaciones, a pesar que una de ellas debe su naturaleza al objeto (las divisibles) y la
otra a la pluralidad de sujetos (mancomunadas). En la pluralidad de sujetos (activos
o pasivos), el objeto tiene que ser partible, ya que de no poder partirse la obligación
es indivisible, independientemente de cualquier otra circunstancia.
Indudablemente que la importancia se incrementa significativamente en las
obligaciones divisibles cuando el pacto tiene lugar estableciéndose una pluralidad de
sujetos en cualquiera de los extremos de la relación, y es debido a ello que el
artículo 1172 establece determinados efectos en razón de la pluralidad de
acreedores y/o deudores; sin embargo, desde una perspectiva práctica, muchos
casos con singularidad de deudor y/o acreedor son o pueden constituir obligaciones
divisibles, aplicándose las reglas de la divisibilidad, sobre todo cuando los sujetos de
la obligación establecen el pago fraccionado de la misma, según se tiene indicado.
§ 8. BENEFICIO DE DIVISIÓN DE LA DEUDA
Considerando que cada deudor sólo responde de la parte de la deuda que le
corresponde, se presumen que el crédito y la deuda están divididos en tantas partes
iguales como acreedores y deudores hubieran, siendo cada uno de estos créditos y
deudas, independientes o distintos (beneficium divissionis). De esta manera, nada
podría inducirnos a entender que, en las obligaciones divisibles, cada uno de los
acreedores recibe una cuota exactamente igual a la de los otros coacreedores, y que
cada uno de los deudores está obligado a pagar una cuota idéntica a los demás
codeudores. En efecto, si bien se establece de modo general una división
proporcional de la deuda y del crédito, este fraccionamiento en partes iguales se
verifica en mérito a una presunción iuris tantum, de tal modo que si se llegase a
demostrar que las cuotas de las deudas y de los créditos son distintos, el pago que
tendría que efectuar cada deudor a cada acreedor será establecido de acuerdo a su
cuota diferenciada (acordada o dispuesta en el sistema) con respecto a los demás. Si
por alguna razón se reclama a un deudor el pago de una cuota igual a la de los otros
codeudores, presumiéndose esta igualdad, el deudor demandado podría llegar a
pagar una cuota distinta a la solicitada si demuestra que lo que debe es menos de lo
se le exige como pago en la demanda.
Tratándose de una obligación divisible (o mancomunada), sin embargo, el
denominado beneficium divissionis no puede ser alegado en los siguientes casos:
1. Por el heredero del deudor encargado de cumplir la prestación. Acaece la
circunstancia cuando, habiéndose designado a uno de los deudores divisibles para el
cumplimiento del deber de prestación, fallece antes de realizar la entrega del bien
debido. Cuando acontece ello, los herederos del deudor encargado de cumplir el
deber de prestación, asumiendo las deudas del causante no se liberan alegando el
beneficio de la división de la deuda, de tal modo que tendrán que cumplir con el
pago total de lo que se debe. Es evidente que en este caso, antes de acontecer el
fallecimiento de uno de los deudores acordaron a uno el cumplimiento del deber de
prestación, el mismo que no puede materializarse al advenir el óbito del deudor,
razón que determina exigir a sus herederos el pago total de lo adeudado sin la
mínima posibilidad de aceptarse la aplicación del beneficium divissionis. Es evidente
que estando frente a una obligación divisible pasiva, sin que tenga lugar el óbito del
deudor encargado de cumplir el deber de prestación, el mismo deudor tampoco puede
alegar el beneficio de división invocando la existencia de una obligación divisible; no
deberá pensarse, consiguientemente, que la excepción limitante se aplica únicamente
para los herederos, en razón a que el deudor ha pactado con los otros sujetos pasivos a
cumplir con el pago total de lo adeudado. En este último supuesto, sin duda que
resultará inaplicable la norma si es que el acreedor desconoce la existencia del pacto en
el que el deudor se compromete a cumplir íntegramente el deber de prestación.
2. Por quien se encuentra en posesión del bien debido. Acaece ello cuando uno
de los deudores divisibles se halla en posesión de todo lo que se adeuda (lo que
necesariamente es divisible), siendo así, deberá entregar el íntegro de lo que debe y
no solamente la cuota que le corresponda.
3. Por quien adquiere el bien que garantiza la obligación. Nada impide que el
bien dado en garantía (hipoteca, por ejemplo) sea vendido; cuando ello acontece, el
adquirente asume los deberes de prestación de todos los deudores divisibles de
manera total o de acuerdo con el monto que estaría garantizando el bien adquirido.
Dicho de otro modo, si el bien dado en garantía es gravado para garantizar el pago
de toda la deuda, el adquirente asume el pago de todo lo que se debe; pero si el bien
sólo garantiza parte de lo adeudado, el tercero asume la deuda hasta el monto que se
garantiza con la afectación del bien.
Debiendo abordarse otros aspectos en el § 75 (La división de las diversas
obligaciones) se puede afirmar sintéticamente que, con respecto a la versatilidad de
estas obligaciones, es dable que las mismas, siendo divisibles, se acomoden
equilibradamente según nos hallemos ante la presencia de una obligación de dar, de
hacer o de no hacer: 1) En las obligaciones de dar, la divisibilidad se refiere
propiamente al objeto, el mismo que puede ser partido sin que se altere su esencia;
ejemplo, dar un quintal de maíz; no obstante ello, aparece borrosamente el
desarrollo de un comportamiento: la prestación. 2) En las obligaciones de hacer, la
divisibilidad también está referida al objeto, el mismo que, incluso, corresponde a
un resultado parcial; ejemplo, tres pintores se comprometen a pintar un cuadro,
cada uno de ellos en favor de tres acreedores; aquí el objeto es claramente partible,
en la medida que cada deudor debe entregar un cuadro y no los tres, pudiendo
fraccionarse el pago en aplicación al principio de división. Es innegable que la
conducta desarrollada por los pintores también puede ser calificada de parcial, pero
este comportamiento fraccionado está supeditado a un bien o a una utilidad
determinados, en otras palabras: al objeto de la obligación. 3) En las obligaciones
negativas (de no hacer) ocurre lo mismo que en las obligaciones de hacer, dado que
la utilidad, en muchos casos suple al bien y, finalmente, el comportamiento
determina un resultado, ya que cada deudor sólo puede ser obligado a la abstención
prometida y no a todas, con sujeción al principio de división. Nada impide que se
establezca en el título de la obligación el cumplimiento de una pluralidad de objetos
y prestaciones; esto significaría que estaría permitido pactarse divisiblemente varias
abstenciones. Resultaría absurdo pretender se obligue a un deudor al cumplimiento
de todas las abstenciones, cuando los sujetos de la obligación han acordado una
abstención divisible.
A diferencia de nuestro Código Civil el argentino, en el artículo 671 regula la
forma como podría partirse la prestación en la obligación negativa. Es ilustrativa la
nota que VÉLEZ inserta en el anotado dispositivo: “Si os habéis obligado, dice
MARCADÉ, a no cortar sino cincuenta hectáreas del bosque de vuestro campo, para
que yo pueda cazar en las restantes, y cortáis cien hectáreas, vuestra obligación
queda violada en parte. Ella es, pues, divisible aunque consiste in non faciendo”.
Definitivamente que el comportamiento negativo puede ser partido y llegarse al
cumplimiento parcial del hecho prometido y con ello se disipa toda duda sobre la
imposibilidad de partirse el objeto o la prestación en las obligaciones de no hacer o
negativas. Insistiendo en el asunto, corresponde realizar una verificación de la
posibilidad de fraccionamiento el objeto o la prestación en las categorías
obligacionales.
§ 9. LA DIVISIÓN DE LAS DIVERSAS OBLIGACIONES
1. DIVISIBILIDAD DE LAS OBLIGACIONES DE DAR
Traduciéndose la obligación de dar en una entrega, se pone de relieve en estas
vinculaciones al objeto de la misma. Es evidente, de consiguiente, que la
divisibilidad está referida directamente al objeto y no a la prestación como se podría
suponer. Así, si el deudor se compromete a entregarle al acreedor cien fanegas de
maíz, esta obligación de dar será divisible, pero si se compromete a entregarle un
caballo la obligación será indivisible, con absolutamente independencia de que la
obligación sea subjetivamente plural. Si el objeto de la obligación es divisible (lo que
hará que la obligación sea calificada como tal) y el deudor cumple en partes su deber
de prestación, deberá entenderse que ha sido el objeto lo que le ha permitido
realizar una serie de comportamientos parciales. En el mismo sentido, si el objeto
de la obligación no es divisible, el comportamiento del sujeto encargado del pago no
podrá ser realizado sino de modo total. Dicho en otros términos, lo que hace que el
comportamiento del deudor (prestación) sea o no divisible es el objeto de la
obligación y nunca a la inversa. Sin duda no se está negando un hecho real: la
prestación también es divisible, pero esta divisibilidad del comportamiento a cargo
del deudor obedece a la naturaleza del objeto, entidad que hace que relación
obligatoria sea o no divisible.
Vemos en el presente caso que resulta intrascendente, para estos efectos, si la
obligación es subjetivamente plural o no, en mérito a una cuestión esencial: el
objeto de la obligación hace que ésta sea o no divisible. A su turno, la pluralidad de
sujetos hará que esta obligación divisible sea muchísimo más compleja, operando la
aplicación de la regla sobre el beneficio de división de la deuda (beneficium divissionis).
Además, es de observancia general que en la obligación divisible con pluralidad de
sujetos el objeto es comúnmente partido, en cambio, en la obligación divisible
simple, el objeto comúnmente no es partible (en cuanto a su cumplimiento) y no es
partible no porque no se pueda partir, sino porque así se ha acordado en el título de
la obligación; de que se puede partir es innegable y también lo es que no debe
partirse.
2. DIVISIBILIDAD DE LAS OBLIGACIONES DE HACER
A diferencia de las obligaciones de dar, en las obligaciones de hacer es el
comportamiento del deudor el que se exhibe como preponderante; sin embargo, se
ha visto con bastante insistencia que esta labor (prestación) no constituye sino un
medio, pues lo que finalmente busca el sujeto activo de la relación obligatoria es un
resultado, al que hemos denominado “objeto”. En las obligaciones de hacer, como
sería el caso del pintor notable es evidente que la actividad del deudor (pintar el
cuadro) puede ser realizada en partes; sin embargo, esta labor finalmente se traduce
en un cuadro, el mismo que, como culminación del pacto deberá ser entregado al
acreedor y aquí ya estamos frente a un deber de prestación de dar y sin duda
indivisible. No obstante lo dicho, es evidente que no siempre la obligación de hacer
concluye con la entrega de lo realizado, existen prestaciones que satisfacen al
acreedor con un resultado distinto (no es un bien en sentido estricto) y que puede
consistir en una utilidad, la misma que ha de colmar las expectativas del sujeto
activo de la obligación, esta utilidad también puede ser divisible si puede presentarse
de modo fraccionado.
No existe impedimento para que el deudor se comprometa a realizar varias
actividades independientes (pintar varios cuadros), en cuyo caso, deberá realizar una
prestación (tal vez prolongada) en cada una de las prestaciones prometidas, siendo
divisible cada una de las actividades a desarrollar el sujeto pasivo de la obligación.
Dada la naturaleza de la prestación, como lo es pintar un cuadro, no existe
controversia en señalar que esta actividad, la misma que se pone en evidencia en
este tipo de obligaciones, hace que la obligación sea calificada como divisible, con
independencia de que toda la actividad (probablemente desarrollada en partes) se
haya materializado en un objeto. También será divisible la obligación de hacer
cuando con la actividad del deudor se obtengan varios objetos, como cuando el
impresor de un libro imprime un tiraje de mil ejemplares, el objeto es partible
aunque la prestación haya podido ser desarrollada en una unidad de acto, así haya
tenido una prolongada duración en el tiempo.
Hasta aquí se ha visto el caso de las obligaciones divisibles de hacer simples; sin
embargo, la preeminencia es singular en las obligaciones de hacer con pluralidad de
sujetos, en las que, verbigracia, varios pintores notables se comprometen a pintar
cada uno un cuadro a favor del acreedor (de modo divisible). Cuando ello ocurre
cada uno de los pintores se libera del deber de prestación entregando el cuadro que
debe pintar con absoluta prescindencia de si los otros deudores cumplen lo
prometido. El pintor que pinta el cuadro no supedita su labor a la actividad de los
otros deudores, la obligación es divisible y sin duda puede ser cumplida
parcialmente, liberándose el deudor que termina entregando el producto de su
actividad al acreedor.
3. DIVISIBILIDAD DE LAS OBLIGACIONES DE NO HACER
Las obligaciones de no hacer parecen tener un sentido especial, en la medida que
el deudor se compromete a no desarrollar una o más actividades positivas. Cuando
la prestación consiste en una sola abstención, la obligación de no hacer será
indivisible, pues no es posible, verbigracia, que el deudor no revele el secreto
industrial de modo fraccionado; dicho en términos distintos, el deudor se
compromete a una abstención y esta abstención hace que la obligación sea calificada
como indivisible. Sin embargo, si el deudor se compromete a realizar varias
abstenciones, es perfectamente posible que estas omisiones sean realizadas
parcialmente, de tal modo que omita algunos comportamientos y cumpla los demás,
lo que importaría un cumplimiento parcial. Generalmente, en cada uno de los
supuestos anteriores (deberes de prestación negativos), se pretende alcanzar un
objeto, lo que se hace que el objeto, de modo conjunto, sea plural y, en mérito a
ello, naturalmente partible.
Es posible también que el acreedor pueda pactar con varios deudores para que
todos, de modo independiente, realicen una abstención sin que la conducta omisiva
a cargo de cada uno de los deudores dependa de la de los demás. Si se ha generado
una obligación de este tipo, el deber de prestación que corresponde a los deudores
ha de ser cumplido parcialmente y hasta que todos ellos cumplan lo prometido, lo
que a la postre puede causar la obtención de varios resultados (frecuentemente una
utilidad). El objeto de la obligación es claramente partible y como tal pueden las
partes desarrollar un comportamiento fraccionado. Se advierte nítidamente, como
en todos los demás casos, que la relevancia se presenta, en esta tipo de vinculación,
cuando en la relación obligatoria se conectan varios deudores y/o varios acreedores
a la vez.
4. DIVISIBILIDAD DE LAS OBLIGACIONES ALTERNATIVAS
Aunque la legislación incida sobre la pluralidad de prestaciones en las
obligaciones alternativas, en realidad el asunto deberá ser abordado poniéndose
atención al tipo de obligación alternativa materializada, de este modo, si la
obligación alternativa es una de dar, la prestación casi pasa desapercibida,
haciéndose notorio el bien; en cambio, si la obligación es de hacer, el
comportamiento del deudor se hace patente a tal punto que el objeto parece
inexistente. Esta premisa es fundamental para resolver el problema de la
divisibilidad en las obligaciones alternativas, púes estas últimas pueden referirse a
una obligación de dar o de hacer y por qué no a una obligación de no hacer.
Cuando la obligación alternativa es de dar, la obligación será divisible
atendiéndose, esencialmente, al objeto de la obligación; es decir, teniéndose a la
vista los diversos bienes que se han considerado alternativamente en el título de la
obligación. Es importante advertir que si bien en las obligaciones alternativas de dar
existe una pluralidad de bienes que forman parte del objeto de la obligación; sin
embargo, la calidad de divisible de la obligación radica en la posibilidad de que cada
uno de los bienes, alternativamente considerados, puede ser partido sin alterarse su
esencia. Dos ejemplos pueden graficar lo aseverado: 1) si el deudor se compromete
a entregarle alternativamente al acreedor una fanega de maíz o una fanega de arroz,
la obligación alternativa es divisible, pues cada uno de los objetos alternativamente
considerados puede ser fraccionado, independientemente de que la obligación se
configure con pluralidad de sujetos; y, 2) si el deudor se compromete a entregarle
alternativamente al acreedor una silla o una carpeta, la obligación alternativa es
indivisible, dado que cada uno de los objetos alternativamente considerados no
puede ser fraccionado sin alterarse su esencia, todo ello con independencia de la
concurrencia de varios deudores o acreedores.
Nada impide, sin embargo, que en una obligación facultativa se incluyan dos
objetos alternativos de naturaleza distinta, es decir, uno que sea divisible y el otro
indivisible, según lo hemos advertido ya al resolver los problemas presentes en las
obligaciones alternativas en el capítulo IX del presente volumen.
No existe razón para impedir el nacimiento de una obligación alternativa con
pluralidad de sujetos, aun cuando en la práctica no parece tener mucha utilidad.
5. DIVISIBILIDAD DE LAS OBLIGACIONES FACULTATIVAS
En las obligaciones facultativas, acaece exactamente lo mismo que se advierte en
las obligaciones alternativas, con la evidente diferencia que si bien también el objeto
es plural en estas obligaciones, uno de los objetos es principal y el otro accesorio, de
tal manera que se debe sólo el primero. Siendo así, la obligación facultativa será
divisible si los objetos consignados en el título de la obligación son partibles, pues si
no pueden ser fraccionados la obligación facultativa será indivisible. Como en el
caso de la obligaciones alternativas, puede el objeto principal ser indivisible y el
accesorio divisible, o tener una configuración contraria.
Aunque no parece tener una utilidad práctica, no hay impedimento para que una
obligación facultativa sea estructurada con pluralidad de sujetos, en cualquiera de
los extremos de la misma o en ambos a la vez.
§ 10. EFECTOS PRESENTES EN LA DIVISIBILIDAD DEL OBJETO
Sin duda que en las obligaciones divisibles, a diferencia de lo que pudiera
ocurrir, de modo total o parcial en las obligaciones solidarias e indivisibles, tiene
lugar los siguientes efectos que se generan como consecuencia de la divisibilidad de
la deuda y del crédito. Son cuatro los supuestos a ser considerados en esta parte: la
insolvencia de un deudor divisible, la moda de uno de los deudores divisibles, la
interrupción de la prescripción a uno de los deudores divisibles y el reconocimiento
de la deuda efectuado por uno de los deudores divisibles.
He de advertir que el código, a diferencia del Código Civil Colombiano (arts.
1412, 1583, 1608 y 2540) no se pronuncia sino respecto a la solidaridad e
indivisibilidad, guardando silencia en relación a las obligaciones divisibles y
mancomunadas; sin embargo, del sistema se pueden obtener las conclusiones a las
que se arriban en cada uno de los puntos que a continuación se exponen:
1. LA INSOLVENCIA DE UNO DE LOS DEUDORES DIVISIBLES
La cuota del deudor insolvente no grava la cuota de los otros codeudores, pues
cada uno de ellos únicamente responde en la medida exacta de su cuota, lo que no
acontece en las obligaciones indivisibles o solidarias, en las que la insolvencia de uno
de los deudores, la soportan a prorrata los demás. En suma, el estado de insolvencia
del uno de los deudores divisibles no se extiende hacia los demás, de tal modo que
quien soporta los efectos de aquella insolvencia será el acreedor o los acreedores
divisiblemente vinculados.
2. LA MORA DE UNO DE LOS DEUDORES DIVISIBLES
Si el acreedor o los acreedores constituyen en mora a uno de los deudores
divisibles, los efectos de la anotada interpelación, no se extiende en perjuicio de los
demás deudores; de este modo, si queremos involucrar con la mora a todos los
deudores, la intimación tendrá que hacerse en contra de todos. Conminado al pago
un deudor divisible sólo éste incurrirá en mora.
La pregunta obligada adviene casi automáticamente: ¿la constitución en mora a
uno de los deudores divisibles favorece a los demás acreedores? Entiendo, salvo
mejor parecer, que no, en la medida que al igual que cada deudor sólo responde de
su cuota, cada acreedor tiene solo tiene una cuota de crédito y por lo tanto sólo
puede cobrarle a un deudor, lo que no impide que intimide a todos los deudores a
ver si uno de ellos cancela la deuda que pese sobre él, en cuyo caso, todos padecen
los efectos de la constitución en mora.
3. LA INTERRUPCIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN A UN DEUDOR DIVISIBLE
Si el acreedor o los acreedores (en la divisibilidad activa) demandan a un deudor
divisible y lo emplazan con la misma, este hecho provocará la interrupción de la
prescripción en perjuicio del deudor demandado, pero no se extenderá en
detrimento de los otros codeudores. Para que la interrupción opere en contra el
conjunto total de deudores, deberán ser emplazados todos con la demanda.
En este caso, resulta pertinente preguntarse también si la interrupción de la
prescripción obtenida en contra de un deudor o deudores divisibles favorece a los
demás coacreedores, la respuesta, al igual que el caso anterior, es negativa y por las
mismas razones, estando fraccionado el pago, las vinculaciones son independientes,
la interrupción de la prescripción no favorece a los coacreedores ni perjudica a los
codeudores.
4. EL RECONOCIMIENTO DE LA DEUDA POR UN DEUDOR DIVISIBLE
Si uno de los deudores divisibles reconoce adeudarle al acreedor o a los
acreedores, los efectos de este reconocimiento no se extienden en contra de los
otros codeudores, pues para que en contra de éstos se constituya un medio de
prueba que acredite la existencia de la obligación es necesario que también la
reconozcan.
Me pregunto si el reconocimiento de la deuda hecha por un deudor divisible
favorecerá a los demás coacreedores, la respuesta es positiva. La razón de esta
conclusión obedece al hecho que al haberse admitido adeudar a varios acreedores, el
reconocimiento se erige como prueba para que cualquiera de ellos pueda reclamar
al deudor el pago de su cuota.

También podría gustarte