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I. EL JOVEN
Nació Roque en un hogar noble y cristiano, el de la familia
española de los González de Santa Cruz. Nobles por la hidalguía
de su sangre, y decididamente cristianos por la solidez de sus
convicciones, don Bartolomé González de Villaverde y doña
María de Santa Cruz, que vinieron en la armada de Mendoza,
tuvieron numerosos hijos, varios de los cuales enaltecerían el
linaje por sus obras o por sus vinculaciones. Nombremos entre
ellos a Francisco, que emparentó con quien fuera cuatro veces
Gobernador del Río de la Plata, Hernando Arias de Saavedra,
casándose con una de sus hijas, y llegó a ser Capitán General y
Teniente de Gobernador en Asunción; a Pedro, quien se sintió
llamado al sacerdocio y fue párroco en Buenos Aires hacia
1613, haciéndose más tarde presente en la catedral de Asunción
^ -------- San Roque González. Reconstrucción sobre un óleo que se encuentra en la iglesia de la
Compañía de Jesús, en Córdoba.
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II. EL SACERDOTE
Tantas prendas humanas y cristianas confluirían en una
definida vocación al sacerdocio. La situación de la diócesis de
Asunción era por aquel entonces realmente difícil. Recién en
1603 tomaría posesión de ese obispado fray Martín Ignacio de
Loyola, sobrino del fundador de la Compañía. Hasta entonces la
sede había estado prácticamente vacante. El abandono en que se
encontraban los indios, sobre todo en el terreno espiritual,
330 P. ALFREDO SAENZ, S. J.
III. EL RELIGIOSO
Antes de seguirlo paso a paso por los caminos de su glorioso
apostolado, tratemos de penetrar en la interioridad de su espíritu,
de su alma de santo religioso. Nada mejor para comenzar este
buceo que los reservados informes trienales de los diversos
Provinciales al Padre General de la Orden, donde se nos
enumeran sus virtudes: “Buen juicio, prudencia y experiencia
grandes, buen talento para gobernar, y para tratar con los indios
singular" (año 1620); "Padre Roque González, gran misionero v
conquistador de almas, muy gran religioso humilde, de gran
SAN ROQUE GONZALEZ 333
celo, para con los indios tiene ganada opinión y aun entre
gentiles” (1626). En su laconismo, estos v otros informes nos
dibujan la figura ascética, recia y bien definida del Padre Roque.
Si tuviéramos que optar por una de sus cualidades dominan
tes quizás elegiríamos la formidable intrepidez con que siempre
desafió los peligros v la muerte, cuando se ponía de por medio
la obediencia o la gloria de Dios. No pocas de sus misiones
serían verdaderamente peligrosas y exigían que estuviese dis
puesto a todo, incluso a una muy probable muerte; exploraciones
apostólicas donde iba casi solo, exponiéndose a las iras y
caprichos de los indios; cuando la obediencia era clara, aunque
sus acompañantes trepidaran, él seguía adelante. Es que de
entrada había renunciado a todo, no sólo a sus bienes de familia
por el voto de pobreza, sino al bien supremo en este mundo, su
propia vida. Entonces podía mirar la muerte con serenidad,
porque para él nada era más hermoso que derramar su sangre
por causa de la gloria de Dios. El P. Diego de Torres, su
Provincial, luego de narrar una de esas peligrosas jornadas
apostólicas, añade: "De esa suerte corrió gran parte de esas
riberas e islas, con mucha confianza y seguridad, como quien no
temía la muerte, teniendo va ofrecida liberalmente la vida por
atraer a Dios Nuestro Señor a esta desamparada gente”. Era, en
verdad, un hombre crucificado para el mundo, v para quien el
mundo estaba crucificado. Fray Luis Bolaños dice en su
testimonio jurado: "Y después estando en la dicha religión, con
orden de su prelado, fue al río grande del Paraná, y corrió desde
las Corrientes y San Juan de Vera sesenta leguas el río arriba,
buscando indios, reduciéndolos, doctrinándolos y asentándolos
en poblaciones: en que padeció muchos trabajos, desnudez,
necesidades y hambre”.
Su mortificado ascetismo se expresaba también en su
increíble caridad para con los indios, sus hijos predilectos, en
actos que sobrepujan en mucho los confines de la obligación.
Tres eran los azotes que flagelaban a aquellas nacientes
cristiandades: el hambre, las epidemias y las picaduras mortales
334 P. ALFREDO SAENZ, S. J.
IV. EL APOSTOL
Hemos va adelantado algunas de sus hazañas apostólicas,
pero al referirnos a ellas intentábamos especialmente ahondar en
el corazón de quien las emprendía. Relatemos ahora las obras
concretas que el Padre Roque realizara, sobre todo en el largo
período en que se dedicó de lleno a las Reducciones guaraníticas.
Porque la primera de sus misiones fue a una tribu bárbara y
guerrera, llamada de los guaycurúes, que poblaban el Pilcomayo,
y tenían siempre en sobresalto a los moradores de Asunción.
"Vuestra Reverencia, mi Padre Roque, en su noviciado — le dijo
el Provincial al despedirlo juntamente con su compañero— , y
Vuestra Reverencia, mi Padre Vicente, todavía no de mucha
edad, han alcanzado lo que otros nevados de canas, v veteranos
en la milicia jesuítica, desean con ansias y no pueden conseguir.
Por tanto deben proceder animosos en esta ardua empresa y
atropellar intrépidos los peligros, sin que la villanía del miedo
les arredre a dar cabo a la misión”. Tres días emplearon en
buscar a los indios, a través de ríos, pantanos y bosques, hasta
que lograron encontrarlos, reducirlos y persuadirlos desistiesen
de sus depredaciones. Con ellos nuestro Padre pasó dos años
(1609-1611).
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todo, porque el frío, como no tenía defensa, era tanto, que nos
quitaba el sueño. La comida, unas veces un poco de maíz
cocido, otras harina de mandioca que comen los indios, y porque
solíamos enviar al campo a buscar unas yerbas de que comen
bien los papagayos, los indios por gracia dijeron que lo éramos.
Y como el demonio veía que la cosa iba tan adelante, o por sí
mismo hablándoles, o por medio de sus ministros, temiendo
perder lo que había ganado en tantos años, si la Compañía de
Jesús entraba en estas extendidas provincias, hizo que sembra
ran en todo el Paraná que éramos espías y sacerdotes falsos, v
que en los libros traíamos la muerte... Pero, poco a poco, se van
desengañando y viendo con sus ojos los indios, cómo los
Nuestros les son verdaderos padres, dándoles con amor de tales,
cuanto piden, como lo haya en casa; v siéndoles médicos, no
sólo de sus almas, que es lo principal, sino de sus cuerpos,
ayudándoles en sus enfermedades y trabajos, de noche y de día.
En viendo cómo los indios nos cobraron amor, trabajamos de
hacer una pequeña iglesia, que con ser baja v cubierta de paja,
estos pobrecitos, lo son tanto, que les parecía palacio real, y
mirando hacia el techo hacían milagros; ambos nos embarrábamos
a ratos, para enseñar a los indios, que aun eso no sabían;
acabóse para el día de Nuestro Santo Padre Ignacio del año
pasado de mil seiscientos quince”. El Padre Roque González fue
también quien roturó la primera rojiza gleba misionera y sembró
los primeros granos de trigo v de maíz. Parece que ¿n el año
1621 la reducción de Itapuá, por razones que ignoramos, fue
trasladada al otro lado del río, instalándose donde actualmente
está la ciudad paraguaya de Encarnación. Y cerca de la vieja
Itapuá se levantaría la reducción de Candelaria, capital de todas
las reducciones que sobre ambas orillas del Paraná y del
Uruguay fundarían los sucesores jesuítas del Padre Roque.
Después de fundar Itapuá, el Padre Roque estableció la
reducción de Yaguaporá, cuya probable ubicación es en la
margen derecha del Paraná, en el meridiano de San Ignacio. Fue
la última que el Padre fundaría en el Paraná.
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V. EL MARTIR
El itinerario del Padre Roque parecería constituir una
intrépida peregrinación hacia el lugar de su martirio. La
reducción de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú
respondía al deseo del Padre Provincial de tener una puerta en
el Uruguay para las comunicaciones de los demás pueblos
guaraníes con Buenos Aires. Sin embargo, la noticia de que
existía una nutrida población indígena en la banda oriental,
sobre las riberas del Ibicuití, en el actual territorio del Brasil,
hizo nacer el deseo de establecer otra reducción sobre la
desembocadura de este río, que derrama sus aguas sobre el
Uruguay, frente a Yapeyú. Allí fue el Padre Roque, aun
sabiendo que le esperaban graves tribulaciones. "Pues con haber
hecho todo lo que pude, v haber arriesgado mi vida por dos
veces, por no desamparar aquellas pobres almas, todo cuanto yo
trazaba se deshacía, v se armó todo el infierno contra mí, de tal
suerte que puedo decir con verdad que mis trabajuelos y
peregrinaciones nunca han sido tan apretados como en este del
Ibuicuití v Tapé". A pesar de todo, el Padre se había enamorado
de este nuevo campo de trabajo. En sus cartas describe
magistralmente la región, llamada del Tapé, y las vertientes de
las serranías que la constituyen, señalando las ventajas que
puede ofrecer su ocupación ¿n dirección del Río Grande. Es
siempre el mismo Padre Roque, que va solo, o acompañado de
un puñado de indios medrosos, que a cada recodo lo quieren
abandonar, desafiando la ira de los que intentan matarlo.
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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
José María Blanco, Historia documentada de la vida y gloriosa muerte de los
padres Roque González de Santa Cruz, Alonso Rodríguez y Juan del
Castillo, de la Compañía de Jesús, mártires del Caaró e Yjuhí, Buenos
Aires, 1929.
Guillermo Furlong, Misiones y sus pueblos de guaraníes, Buenos Aires, 1962.
Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, vol. II, Ed. Don Bosco,
Buenos Aires, 1967, pp. 207-252.