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4. ¡ROMA! ¡ROMA!
Descansado y consolado, reemprende el camino a través de colinas y llanuras: paisajes ideales para un
artista; pero trayecto pesado para los pies ya martirizados del peregrino.
Camina que camina. Y, por fin, aparece en el horizonte la espléndida cú pula de san Pedro. ¡Es Roma! Preso
de intensa emoció n, cae de rodillas, besa el suelo y llora de gozo. Luego se quita el calzado y recorre así
los ú ltimos kiló metros... Finalmente...
Por que sus fuerzas se hallan casi agotadas. Necesitó varios días de reposo para recuperarlas un tanto y
curar sus llagas.
5. PERMANENCIA EN ROMA
En la hostería de los franceses le brindan albergue durante algunos días.
Apenas recupera la salud, golpea a las puertas del convento de los Padres Teatinos.
Allí se gana en seguida el aprecio de un santo y sabio religioso, muy influyente ante el Papa, el P. José
Tomasi, elevado poco después al cardenalato, beatificado en 1830 y canonizado por Juan Pablo II en
1987.
Siendo este religioso confesor del Papa, no tuvo dificultad en alcanzar para Montfort una audiencia
especial y una benévola acogida de parte del entonces Pontífice Clemente XI.
8. DE REGRESO A FRANCIA
Sin demora alguna, recoge su bastó n y emprende el camino de regreso, sin preocuparse por el ardiente
sol veraniego italiano. Y comienza el martirio.
Tras algunos kiló metros, se le renuevan las llagas de los pies. Se decide entonces a proseguir descalzo el
camino.
El estudiante españ ol que lo había acompañ ado se quedó probablemente en Roma.
Parece que en el viaje de regreso lo acompañ an otros dos jó venes, tan pobres como él y que no dudan
tender la mano y pedir limosna en caso de necesidad.
¡Oh buen Jesú s mío, te amo y deseo, con toda mi alma suspiro por ti!
¡Oh buen Jesú s mío, amor de mi alma: reina siempre en mí!
Así Luis, desde niñ o, practicaba ya todas esas virtudes que se advierten gustosamente en los niñ os: amor
a Dios, obediencia a los padres y maestros, buen ejemplo a los compañ eros.
Como recuerdo del lugar de su bautismo se hará llamar sencillamente Luis María de Montfort.