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Introducción
Toda nuestra vida debe ser una preparación para al-
canzar una buena muerte.
Para conseguir este importantísimo fin, nos ayudará
mucho la práctica del Ejercicio de la Buena Muerte, que
consiste en disponer un día de cada mes todos nuestros
negocios espirituales y temporales, como si en aquel día
debiésemos realmente morir.
El modo práctico para hacer tal Ejercicio es el siguien-
te:
Para ello se fija el primer día, o bien el primer domin-
go del mes; desde el día o la noche anterior se hace algu-
na reflexión acerca de la muerte, considerando que quizá
está muy próxima y que puede asaltarnos repentinamente;
pensemos cómo hemos pasado el mes precedente, y sobre
todo, si tenemos algo de que nos remuerda la conciencia
y tenga inquieta nuestra alma, en caso que debiese pre-
sentarse al tribunal de Dios; y al día siguiente confesare-
mos y comulgaremos como si verdaderamente hubiese
llegado el instante de nuestra muerte.
Podría suceder que murieseis de muerte subitánea o
repentina, y que no tuvieseis tiempo de llamar al Sacer-
dote para recibir los Santos Sacramentos; y por eso os
exhorto a que hagáis con frecuencia, durante vuestra vi-
da, aun fuera de Confesión, actos de dolor perfecto de los
pecados y actos de perfecto amor a Dios. Uno solo de
estos actos, unido al deseo de confesarse, puede bastar en
todo tiempo, y especialmente en los últimos momentos de
la vida, para borrar cualquier pecado e introduciros en el
Paraíso.
(San Juan Bosco)
DE LA IMITACIÓN DE CRISTO,
LIBRO I, CAPÍTULO 23