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REFLEXIONES
Y DEVOCIONARIO
Romer 2
Castillo 1
Notari 5
Elias magd 6
Introducción
Frases del Papa Francisco sobre san José
El Papa Francisco escribió una Carta Apostólica titulada “Patris Corde” (con corazón de
padre) en la que anuncia el año jubilar consagrado a san José, y explica -con la sencillez y
claridad que lo caracteriza- los acontecimientos principales de la vida de san José, las
características de su santidad, y cómo debe ser nuestra devoción a él. Espigamos algunas
frases:
SAN JOSÉ
ESPOSO DE MARÍA y PADRE VIRGINAL DE JESUS
FIESTA: 19 de marzo
San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto
representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba
el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios,
dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por
amor sin exigir nada.
Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate,
toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han
muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre,
y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de
su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea".
Mateo 2:22.
Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que
conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual
peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen lo buscaban por tres
angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo. Dios quiso que este santo varón nos
diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de
carpintería.
Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de
Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Caná ni se habla mas de él. De estar vivo,
San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de
su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
El Padre eterno dio a san José todo poder en el Cielo y en la tierra, cuando lo constituyó
tutor y padre adoptivo de su divino Hijo, y esposo verdadero de la Madre de Dios. Él tiene
cierta autoridad sobre Jesús y María, que le estuvieron subordinados. Como José no les
negó nada en la tierra, ellos no le pueden negar nada en el Cielo. Las súplicas de san José
son como mandatos para el corazón agradecidísimo de María y de Jesús… La gloria de san
José es más grande que la de todos los demás ángeles y santos. Está sentado a la derecha
de su esposa, la Santísima Virgen María, y debemos honrarlo con el culto más alto que se
pueda dar a un santo, después de María.
Virgen y confesor, profeta y patriarca, mártir por sus dolores, embajador de la Iglesia y
de la Sinagoga, san José llevaba en sus manos el Evangelio y la antigua ley, y encargado de
los deberes del universo para con su Dios, ofrecía al Rey inmortal de todos los siglos los
o e a es de adora i de todos os tie os de todos os o res… ¡ ! ¡Q ra
Santo es san José! Superior a los mismos ángeles, ocupó en la tierra el lugar de Dios: el de
Dios Padre por ser padre adoptivo de Jesús; el de Dios Espíritu Santo como esposo de
María, y aún el de Dios Hijo, porque todas las leyes reputan al hijo una misma cosa con su
padre.
¿Quién, entonces, no tendrá confianza ilimitada en el poder de san José?
¿Qué dicen los Evangelios sobre san José? 1
“Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refiere o o ero o
s i ie te ara e te der q ti o de adre ese a isi q e a Pro ide ia e o i
Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt des osado o ar a
(cf. Mt 1,18; Lc 1,27); un «hombre justo» (Mt 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad
de Dios manifestada en su ley (cf. Lc a tra s de os atro s e os q e t o
(cf. Mt es s de ar o d ro ia e de a aret a e io a er a
es as e ese re orq e e otro sitio o a a ar ara e os Lc e testi o
de a adora i de os astores Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que
representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos.
o a a e t a de as ir a ater idad e a de es s a q ie dio e o re q e e re e
e e e o dr s or o re es s orq e sa ar a s e o de s s e ados
(Mt 1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una
cosa significaba adquirir la erte e ia o o i o d e e re ato de esis -
20).
e te o are ta d as des s de a i ie to os to a a adre rese t e
i o a e or es sor re dido a ro e a q e i e ro i so re es s ar a
(cf. Lc - Para rote er a es s de erodes er a e i e i to o o e tra ero
(cf. Mt - e re reso e s tierra i i de a era o ta e e eq e o
des o o ido e o de a aret e a i ea —de do de se de a “ o sa e i ro eta”
“ o ede sa ir ada e o” Jn — e os de e s i dad de ori e de
er sa do de esta a e te o C a do d ra te a ere ri a i a er sa
erdiero a es s q e te a do e a os ar a o s aro a stiados o e o traro
e e te o ie tras dis t a o os do tores de a e Lc 2,41-50)”.
Luego, el Evangelio hace silencio sobre san José, para respetar su humildad y
ocultamiento.
1
Texto tomado de la Patris Corde
San José en la vida y las enseñanzas de
los Papas
En sus vidas…
San José fue proclamado Patrono de la Iglesia hace 150 años por el Papa Pío IX.
León XIII fue el primer Papa de la historia que escribió una Encíclica a San José con el
t t o de “QU QU P U I ”.
Pío X aprobó las letanías de San José e invitó a los fieles a honrarlo el miércoles, día
dedicado a San José.
Pío XII instituyó la fiesta de San José, el Artesano, el 1 de mayo,
El beato Juan XXIII, apenas elegido Papa, ordenó que en la basílica del Vaticano, el altar
de san José fuera especialmente adornado y embellecido. En ese altar se celebra cada día
una misa por la paz del mundo. Durante el concilio Vaticano II lo nombró patrono del
concilio y estableció que en el canon romano de la misa, memorial perpetuo de la
redención, se incluyera su nombre junto al de María, y antes de los apóstoles, de los sumos
Pontífices y de los mártires.
En sus obras…
Beato Pío IX
" a os e i o ios e or Pr i e de s asa…Ya q e t o o o es osa a a
Inmaculada Virgen María, de quien por obra del Espíritu Santo nació Nuestro Señor
Jesucristo, quien, entre los hombres, se dignó ser tenido como hijo de José, y a él estuvo
sometido" (Pio IX, Decr. Patrocinio de San José, 8-XII-1870).
León XIII
José esposo de María y padre se se re a de es risto … i ios o edi a a
Virgen a José como esposo, se lo dió en verdad no ya sólo como compañero de la vida,
testigo de la virginidad y defensor del honor, sino también partícipe de su excelsa
dignidad, en virtud de la misma alianza matrimonial" (León XIII, Enc. Quamquam pluries,
15-VIII-1889).
San Juan XXIII
"Custodio purísimo de María Santísima y padre putativo del Redentor" Juan XXIII, Aloc.
28-11-1962).
San Juan Crisóstomo (+407) afirma con relación a San José: No pienses, oh José, que por
haber sido concebido Cristo por obra del Espíritu Santo, puedes tú ser ajeno a esta divina
economía. Pues, aunque es cierto que no tienes parte alguna en su generación y la madre
permanece Virgen intacta, sin embargo, todo cuanto corresponde al oficio de padre, sin
que atente en modo alguno contra la virginidad, todo te es dado a ti. Tú le pondrás el
nombre al hijo, pues tú harás con él las veces de padre. De ahí que, empezando por la
imposición del nombre, te uno íntimamente con el que va a nacer.
Santa Brígida (+1373), la gran mística, en sus Revelaciones, dice que un día le dijo la
Virgen María: José me sirvió tan fielmente que jamás oí de su boca una sola palabra de
lisonja ni de murmuración ni de ira, pues era muy paciente, cuidadoso en su trabajo y,
cuando era necesario, suave con los que reprendía, obediente en servirme, pronto
defensor de mi virginidad, fidelísimo testigo de las maravillas de Dios. Igualmente, estaba
tan muerto al mundo y a la carne que no deseaba más que las cosas celestiales.
San Francisco de Sales escribía a Santa Juana de Chantal el 19 de marzo de 1614: San
José es el santo de nuestro corazón, el padre de mi vida y de mi amor.
San Juan Bosco según se nos cuenta en sus Memorias biográficas, era muy devoto de
san José. Lo eligió como uno de los patronos del Oratorio, colocó a los alumnos artesanos
bajo su protección y lo proclamó protector de los exámenes de los estudiantes. A él
recurría en sus apuros y exhortaba a los demás a invocarlo. Varias veces al año, hablaba en
la plática de la noche sobre la eficacia de su intercesión, hacía celebrar la fiesta del
patrocinio de san José el tercer domingo después de Pascua y solía preparar a los alumnos
con breves charlas llenas de fervor. Los jóvenes santificaban el mes dedicado a este santo
en la Iglesia, individualmente o por grupos libres, pues no había prescripción
reglamentaria, pero era tan grande la devoción que les había inspirado que casi todos
tomaban parte en aquella piadosa práctica. Don Bosco quiso siempre que hubiese un altar
dedicado a san José en todas las iglesias que él levantó. Tuvo una gran alegría y exteriorizó
su contento, cuando el Papa Pío IX lo proclamó patrono de la Iglesia universal; y estableció
en 1871 que, en todas sus casas, lo mismo los estudiantes que los aprendices, debían
celebrar su fiesta el diecinueve de marzo, guardando completo descanso de todo trabajo,
pues por aquellos años el diecinueve de marzo no era día festivo.
En 1859 daba Don Bosco una prueba de su constante devoción a san José, añadiendo en
e de o io ario “ o e ristia o” a ráctica piadosa, memoria de los siete dolores y
gozos de san José; una oración al mismo santo para obtener la virtud de la pureza y otra
para impetrar una buena muerte con hermosas canciones religiosas en su honor.
Y Don Bosco contaba lo siguiente: Hace pocos años, un pobre muchacho de Turín, que
no había recibido ninguna instrucción religiosa, fue un día a comprar una cajetilla de
tabaco. Al volver donde su compañeros, quiso leer la parte impresa en el envoltorio del
tabaco. Era una oración a san José para obtener la buena muerte... Tanto la estudió que se
la aprendió de memoria y la rezaba cada día, casi materialmente, sin intención alguna de
alcanzar ninguna gracia.
San José no quedó insensible ante aquel homenaje, en cierto modo involuntario; tocó el
corazón del pobre joven, se presentó a Don Bosco y él le proporcionó la inestimable
fortuna de llevarlo a Dios. El joven correspondió a la gracia, tuvo oportunidad de instruirse
en la religión que había descuidado hasta entonces por ignorarla y pudo hacer bien su
primera comunión. Al poco tiempo, cayó enfermo y murió, invocando el nombre de san
José, que le había obtenido la paz y el consuelo de aquellos últimos momentos.
4. San Juan Bosco y San José, el protector de los trabajadores
“ Entre las prácticas de piedad en honor de este gran patriarca, esposo de María,
padre nutricio de Jesucristo, Santa Teresa recomienda mucho, como eficaz medio
para obtenernos su protección, el dedicarle todo el mes de marzo …
Invocándolo también con jaculatorias. Por ejemplo, durante el estudio decid en
vuestro corazón: San José, ruega por mí; ayudadme a ocupar bien el tiempo de
estudio y de clase. Si os viene alguna tentación: San José, ruega por mí. Al
levantaros por la mañana: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Al
acostaros: Jesús José y María, asistidme en mi última agonía.
No olvidéis que es el protector de todos los trabajadores y que lo es también de
los jóvenes que estudian. Porque el estudio es trabajo ”
Santa Teresita del Niño Jesús dice en su Autobiografía: Rogué a san José que fuese mi
custodio. Desde mi infancia había sentido hacia él una devoción que se confundía con mi
amor a la Santísima Virgen. Con esto emprendí sin miedo mi largo viaje. Iba tan bien
protegida que me parecía imposible tener miedo.
Santa Bernardita Soubirous, la vidente de la Virgen en Lourdes, era muy devota de san
José. Cuando murió su padre en 1870, escogió a san José como su padre en la tierra. Un día,
una hermana la sorprendió rezando una novena a la Virgen delante de una imagen de san
José, y le dijo que eso estaba muy mal, porque debía rezar la novena delante de la imagen
de la Virgen. Pero ella le respondió:
- La Santísima Virgen y san José están perfectamente de acuerdo y en el cielo no hay
celos ni envidias.
Un día de 1872, se fue a hacer una visita a la iglesia y les dijo a las hermanas de la
enfermería:
- Voy a hacer una visita a mi padre.
- ¿A vuestro padre?
- Sí, ¿no sabéis que ahora mi padre es san José?
Y decía: Cuando no se puede rezar, es bueno encomendarse a san José.
Cuando la enterraron el 30 de mayo de 1879, lo hicieron en la cripta subterránea de la
capilla de san José, en el jardín del convento y no en el cementerio público. En las Actas del
proceso de beatificación, una de las religiosas declaró que repetía frecuentemente la
invocación: San José, dame la gracia de amar a Jesús y a María como ellos quieren ser
amados. San José, ruega por mí y enséñame a rezar.
El fundador del Opus Dei dice: Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y
encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret.
- Rezad por mí, invocando como intercesores a nuestra Madre santa María y a san José,
nuestro padre y señor, para que yo sea un sacerdote bueno y fiel.
- Si queréis un consejo, que repito incansablemente desde hace muchos años: Id a José
(Gén 41, 55). Él os enseñará caminos concretos y modos humanos y divinos de acercarnos
a Jesús. Tratándole se descubre que el santo patriarca es además maestro de vida interior,
porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con Él, a sabernos parte de la familia de
Dios.
San José da esas lecciones siendo, como fue, un hombre corriente, un padre de familia,
un trabajador, que se ganaba la vida con el esfuerzo de sus manos
Yo le llamo mi padre y Señor y, además, no me da vergüenza decir que lo quiero mucho.
Santa Teresa de Jesús es quizás la santa más conocida como gran devota de San José.
Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente
devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
1. Santa Teresa de Jesús y su devoción a San José
– La curación de Santa Teresa por la intercesión de San José:
Cuando Santa Teresa de Jesús tenía 27 años, se encontraba postrada en la cama, sin
poder andar. A veces se arrastraba por el suelo. Estaba viviendo por aquel entonces en el
monasterio de la Encarnación. Sale de la clausura para ser curada. Se recurre a todos los
medios posibles en aquel momento. Regresa a Ávila sin haber logrado mejora alguna. Se
llega a tal extremo de gravedad que incluso llegan a darle por muerta. Tenía que ser
ayudada por las enfermeras para todo. Tras varios años así, en estas circunstancias,
recurre a San José y su vida va volviendo a la normalidad poco a poco.
Desde este momento la devoción a san José y su familiaridad con él, va a marcar un hito
en su vida. Partiendo de esta realidad escribe Teresa:
« Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él.
Comencé a hacer devociones de Misas y cosas muy aprobadas de oraciones, y tomé
por abogado a san os … y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar
y no estar tullida ” i ro de a ida
– Las frases más destacadas de Santa Teresa sobre San José:
Partiendo de esta experiencia tan decisiva en su vida, va a recomendar la devoción a
San José y su poderosa intercesión. El Esposo de María va a ser un abogado e intercesor en
todos los contratiempos. San José será un personaje familiar y entrañable en el hogar
teresiano.
“ No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de
hacer ”
“ Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de
este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como
de alma ”
“ A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este
glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas ”
“ Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la
experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona
que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más
aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se
encomiendan ”
“ Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por
experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle
devoción ”
San Alberto Magno (1193-1280) dice que la utilidad del matrimonio de María y José
para el mundo es para que todos los cristianos tengan a la Virgen por madre y a san José
por padre de sus almas. Por eso, nosotros podemos llamar a san José nuestro padre, como
lo han llamado muchos santos y nosotros podemos seguir su ejemplo.
San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes"
El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el
carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.
San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios
concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su
esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José
crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los
principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.
Al mismo padre Agustín escribe el Padre Pío, el 20 de marzo de 1921: «Ayer, festividad
de San José, sólo Dios sabe las dulzuras que experimenté, sobre todo después de la misa,
tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un
fuego que me hacía bien» (Epist. I,265).
El padre Honorato Marcucci, uno de los asistentes del Padre Pío en los últimos años de
su existencia terrena, contaba este episodio.
Una tarde del mes anterior al de la muerte del venerado Padre, se encontraba con él en
la terraza contigua a la celda n. 1, esperando para acompañarle a la sacristía para la
función vespertina. Era un miércoles, día consagrado a san José, y el Padre Pío no se
decidía a moverse. De pie ante un cuadro del glorioso Patriarca, apoyado en la pared, el
venerado Padre parecía en éxtasis. Pasado un poco de tiempo, el padre Honorato le dijo:
Padre, ¿debo esperar todavía?; ¿nos hemos de ir?; vamos con retraso». Pero sus preguntas
quedaron sin respuesta. El Padre Pío seguía contemplando al glorioso Patriarca.
Al fin, después de que el padre Honorato le arrastrara del brazo y le repitiera por
enésima vez la pregunta, el Padre Pío exclamó: «Mira, mira, ¡qué bello es San José!».
Se dirigieron a la sacristía.
En la sala «San Francisco» encontraron al padre sacristán, que les preguntó: «¿Cómo
con tanto retraso?».
El padre Honorato respondió: «Hoy el Padre Pío no quería separarse del cuadro de San
José».
El Padre Pío no dejaba pasar una sola oportunidad sin invitar a sus hijos espirituales a
cultivar una sincera y profunda devoción a san José, fuente siempre rica de enseñanzas, de
consuelo y de favores.
Parece escucharse todavía hoy su voz: «Ite ad Joseph! (Gn 41,55). Id a José con
o ia a a so ta orq e ta i o o o sa ta eresa de Á i a “ o re erdo a er
edido osa a a a a os si a er a o te ido de i ediato”
Decía la Madre Teresa de Calcuta: Confiamos en el poder del nombre de Jesús y también
en el poder intercesor de san José. En los comienzos de nuestra Congregación, había
momentos en los que no teníamos nada. Un día, en uno de esos momentos de gran
necesidad, tomamos un cuadro de san José y lo pusimos boca abajo. Esto nos recordaba
que debíamos pedir su intercesión. Cuando recibíamos alguna ayuda, lo volvíamos a poner
en la posición correcta.
Un día, un sacerdote quería imprimir unas imágenes para estimular y acrecentar la
devoción a san José. Vino a verme para pedirme dinero, pero yo tenía solamente una rupia
en toda la casa. Dudé un momento en dársela o no, pero finalmente se la di. Esa misma
noche, volvió y me entregó un sobre lleno de dinero: cien rupias. Alguien lo había parado
en la calle y le había dado ese dinero para la Madre Teresa.
La devoción a san José en el Instituto de
Hermanos Maristas
Los hermanos maristas han profesado siempre devoción especial a san José, el glorioso
esposo de María.
La santísima Virgen, afirmaba el Padre Champagnat, es nuestra Madre, y san José
nuestro primer Patrono. Por eso, ya en los comienzos fue deseo suyo que los hermanos
acudieran diariame te a s a aro se e o sa rara o esta ora i “ orioso sa
os te e i o desde a ora ara sie re or i arti ar atr rote tor” … s
tarde, para las casas de noviciado, mandó que, al terminar el Rosario, se agregaran las
Letanías del santo Patriarca. La Fiesta de san José se ha celebrado siempre en el Instituto
con gran piedad.
Constituciones maristas
-según la voluntad del Padre Fundador, honramos a san José, primer Patrono del
Instituto. Él nos enseña la abnegación en el servicio. Le pedimos que nos haga partícipes
de su amor a Jesús y a María.
A la devoción a María, unan la del glorioso san José, su dignísimo Esposo; ya saben que
es uno de nuestros primeros patronos.
El padre Champagnat eligió a San José como primer patrono del Instituto.
La festividad de San José nos invita a recordar el artículo 76 de las Constituciones
Maristas.
«Según la voluntad del Padre Fundador, honramos a San José, primer patrono del
Instituto. Él nos enseña la abnegación en el servicio. Le pedimos que nos haga partícipes
de su amor a Jesús y a María».
Marcelino Champagant era devoto de San José. Lo podemos ver claramente en dos
testimonios. En la carta 238, para agradecer a sus hermanos las felicitaciones por el año
e o e resa “¿Q i odr des s de ar a e resar e or todo o q e se ti os
q e a os ¡ese ra sa to! ¡ese o re ser i o!” e i a a era e e esta e to
Espiritua e resar “ rese ia de ios a o e a aro de a a t si a ir e de
sa os …” s tarde re o ie da a os er a os “ a de o i a ar a tad a de
glorioso san José, su dignísimo esposo; ya sabéis que es uno de nuestros primeros
patronos…
Además, San José, es modelo de Educador Cristiano. San José educó a Jesús, quizá
algunas de las palabras de Jesús fueran palabras que aprendió de José. Seguro que le
e se o q i era e ios a q e a a a a q e s tarde des ri ir o o s “a a”
Seguro que le enseñó a trabajar, a comportarse en la sinagoga y todo lo relacionado con su
vida. Para Marcelino es modelo de educador cristiano.
La devoción a san José en los dos últimos
siglos
El Pontífice que sucede a Gregorio XVI es Pío IX (1846-1878) quien declarará
oficialmente a san José, como luego veremos, Patrono y Protector de la Iglesia universal.
Escribe en el BreveInclytum Patriarcham, de 7 de julio de 1871...
Notas
1. Dos Papas fueron prisioneros de los gobiernos revolucionarios. Napoleón,
restaurador de la Iglesia en Francia, asumió también la herencia del Galicanismo. La
Restauración pretendió un retorno al Antiguo Régimen. Muchos católicos, impresionados
por la experiencia sufrida, propugnaron una «alianza entre el Trono y el Altar».
2. Cfr José Orlandis, Historia Breve del Cristianismo, Rialp, 5ª ed., Madrid 1997, pp. 155-
159.
3. La Asamblea exigió a los sacerdotes juramento de fidelidad a la Constitución política,
dentro de la cual estaba la mencionada «Constitución civil». El Papa Pío VI prohibió el
juramento y excomulgó a los sacerdotes que lo prestaran (12-III-1791). Un cisma se abrió
entre los sacerdotes «juramentados» y los «no juramentados», que se convirtieron
legalmente en individuos bajo sospecha. La Asamblea Legislativa, que sucedió a la
Constituyente, decretó el 27 de mayo de 1792 la deportación de los sacerdotes «no
juramentados»; en septiembre, la Convención sustituyó a la Asamblea Legislativa y
comenzaron las matanzas de sacerdotes.
4. Los años siguientes registraron alternativas de distensión y renovada persecución
religiosa. Esta se recrudeció bajo el Directorio Jacobino (1797-1799), cuando los franceses
ocuparon Roma y se proclamó la República Romana. El Papa Pío VI, anciano y enfermo, fue
deportado a Siena, Florencia y, finalmente, a Francia.
5. El Concordato tuvo, sin duda, consecuencias favorables para la Iglesia: permitió una
restauración de la vida cristiana en Francia, favorecida por la renovación del sentimiento
religioso, propia del primer Romanticismo, reacción apasionada contra el seco
racionalismo de la Ilustración. El «Genio del Cristianismo» de Chateaubriand (1802),
refleja fielmente un tal estado del espíritu. El Concordato hizo también posible la apertura
de seminarios sostenidos por el Estado y la consiguiente formación de un nuevo clero; el
criterio de Napoleón fue en cambio muy restrictivo con respecto a la Ordenes religiosas.
Hay que advertir, por otra parte, que durante la época napoleónica tomó cuerpo en
Francia un partido o un grupo de opinión claramente opuesto al Cristianismo y a la Iglesia,
integrado por gentes de diversa extracción: propietarios de antiguos bienes eclesiásticos,
funcionarios públicos, militares profesionales, intelectuales del Instituto de Francia y
obreros del incipiente proletariado urbano. Estos sectores de opinión de signo
anticristiano integraron una poderosa fuerza que se enfrentaría con la Iglesia a lo largo de
todo el siglo XIX.
6. Por decisión unilateral y sin consultar a la Santa Sede, Napoleón promulgó, junto al
texto del Concordato, los «Setenta y siete Artículos orgánicos», que recogían el espíritu --y
en ocasiones la letra-- de los viejos «Artículos» galicanos, impuestos por Luis XIV en 1682.
7. Muchos fueron los vejámenes que el Pontífice, en Savona, y después en el castillo de
Fontainebleau, tuvo que sufrir en los tres años de destierro. Baste decir que Napoleón era
quien gobernaba la Iglesia; que llegó a exigir se le entregase el Anillo del Pescador con que
el Papa sellaba sus Breves, y el Papa le rompió antes de entregarle.
8. Muy distinta fue la reacción de sus principales colaboradores, que se mantuvieron
fieles a la Iglesia: Lacordaire fue el restaurador de la Orden dominicana en Francia; otros
como Montalembert y Falloux, profesaron un liberalismo mitigado y defendieron con
ahinco la libertad de enseñanza.
9. Los liberales aplaudieron los reiterados alzamientos de la católica Polonia contra la
opresión de la Rusia de los Zares. La Revolución de 1830 dio pie a una alianza entre
católicos y liberales belgas, que lograron sustraer a Bélgica del dominio calvinista de la
Monarquía holandesa y dotaron al nuevo reino de una Constitución liberal. El pueblo
irlandés obtuvo su emancipación de la Corona británica bajo O'Connel. También en la
Península itálica, enfebrecida por el «Risorgimento», su camino hacia la unidad nacional
pasaba por la desaparición de los Estados Pontificios y la conversión de la Roma papal en
la capital del Reino de los Saboya.
10. Todas estas doctrinas sirvieron de base a una ofensiva generalizada contra el
Cristianismo en el terreno de la ciencia y en particular de las Ciencias Naturales. Pero
también el propio ámbito de las ciencias sagradas se transformó en palestra de lucha
anticristiana. La crítica de la historicidad de la Sagrada Escritura o su vaciamiento de
contenido sobrenatural llevaron a Straus hasta la negación de la existencia de Cristo y
movieron a E. Renan a escribir una célebre «Vida de Jesús», de un Jesús que ya no sería
Dios, aunque fuera el más noble de los hijos de los hombres.
11. Es posible que muchos en nuestros días no terminen de comprender el empeño
puesto por el Papa en la defensa del poder temporal. Pero la historia se falsea cuando no
se acierta a contemplar los hechos desde el punto de vista de sus protagonistas. Pío IX
defendió sus derechos hasta el final porque estos derechos eran para él un precioso legado
que había recibido de sus antecesores en el Pontificado. Y, con mayor razón aún, porque
aquellos Estados, con más de mil años de existencia, se consideraban entonces como
condición indispensable para garantizar la independencia de los Papas en el gobierno de la
Iglesia universal.
12. A todo esto habría que añadir la pérdida de los cantones suizos en favor de los
protestantes en la guerra del «Sonderbund» (1847) y la violencia anticlerical y los ataques
del «Kulturkampf» de Bismark contra los católicos alemanes en los últimos años de Pío IX.
13. El documento no encerraba novedades sustanciales, ya que todos los errores habían
sido denunciados previamente en anteriores textos del Magisterio. Lo novedoso era ahora
la forma y el acento más rotundo que parecían tener aquellas propuestas extraídas de sus
anteriores contextos y puestas una tras otra, a manera de impresionante silabario.
14. La última proposición en la que se rechazaba el pretendido deber del Romano
Pontífice de reconciliarse con el progreso y la «civilización moderna», hizo rasgarse las
vestiduras a los críticos liberales y enardeció el entusiasmo de los católicos tradicionales.
15. Una de estas cartas le había emocionado particularmente, la del Padre Lataste,
dominico, fundador de las dominicas de Betania, que había ofrecido su vida para que san
José fuese proclamado Patrono de la Iglesia y para que su nombre fuese incluido en el
Canon de la Santa Misa.
16. Cuando fue Papa, publicó el 15 de agosto de 1889 la Encíclica Quamquam
pluries sobre el verdadero lugar de san José en la Iglesia y sobre las razones que tenemos
para invocarle.
17. Por parte de Pío IX, éste es un gesto, una señal intrépida, un verdadero gesto
profético. No hay más que pensar en las circunstancias trágicas en que se encontraba,
todos sus Estados acababan de serle arrebatados; algunas semanas antes las tropas
piamontesas se habían apoderado de Roma. El Papa estaba prisionero en su palacio del
Vaticano. Permanecía preso allí voluntariamente con el fin de salvaguardar su libertad y la
de la Iglesia. El nuevo rey de Italia le ofreció su policía y sus tropas para protegerle,
muchas naciones le invitaron como huésped para que se instalara donde mejor quisiera.
Pío IX rechazó todas estas propuestas, con el fin de no depender de ningún gobierno
protector, y sobre todo para mantener en Roma el centro de la Iglesia.
18. Entre este clero secular, el Cura de Ars, san Juan Maria Vianney, es un ejemplo de
santidad heroica en la persona de un humilde párroco de aldea.
19. Recordemos a los benedictinos de Dom Guéranguer, los dominicos impulsados por
Lacordaire y a los jesuitas, restaurados por Pío VII.
20. Entre ellas sobresalieron las «Conferencias de san Vicente», creadas por Federico
Ozanam.
21. Los párrafos que reproducimos corresponden a un retiro para huérfanas obreras
pronunciado en Turín el 19 de marzo de 1857. Cfr Archivio Storico della Congregazione di
S. Giuseppe, Casa generalicia de Roma, vol. XXXIII, p. 1316.
22. Cfr El Mensajero del Sagrado Corazón de Jesús, 1870, pp. 174-180.
23. Santa Teresita del Niño Jesús, Historia de un alma, cap. VI.
24. Cfr F. Canals Vidal, San José, Patriarca del Pueblo de Dios, Balmes, Barcelona 1994,
pp. 292 y ss.
25. F.J. Butiñá, Las Glorias de San José, cap. III.
26. J.M. Villaseca, Muy piadosas preces al Señor San José (México 1887; reeditado en
1966), Lección III.
27. J. Torras i Bages, Obras completas, t. II, Balmes, Barcelona 1954, pp. 9-10.
28. Jaime Boffil, vid nº 234, 24-XII-1953.
29. La revolución industrial había dado lugar a la formación de una nueva clase obrera -
-un «proletariado»--, concentrado en los suburbios fabriles de las grandes urbes. La
situación de esta clase obrera, en una época de absoluto predominio del capitalismo
liberal, fue en sus orígenes deplorable: jornadas laborales agotadoras, jornales escasos,
trabajo infantil, viviendas insalubres fueron algunos de tantos abusos que tuvieron que
sufrir los obreros y algunos de los aspectos más oscuros que presentaba a mediados del
siglo XIX la llamada «cuestión social». Esto suscitó lógicamente reacciones dirigidas a
luchar contra la injusticia. El Anarquismo (M. Bakunin) propugnaba la acción violenta para
terminar con el Estado y una ordenación social injusta. Diversos sistemas «socialistas»,
ideados por doctrinarios como Saint-Simón, Fourier o Proudhon, quedaron pronto
eclipsados por el «socialismo científico» de Carlos Marx --el «Marxismo»--. Desde un punto
cristiano era rechazada esta doctrina por su materialismo histórico y la dialéctica de la
lucha de clases, y porque consideraba a la religión como el «opio del pueblo». El antiteísmo
marxista mostró una particular hostilidad hacia la religión católica y fue un poderoso
agente de descristianización de las clases trabajadoras.
30. Recientemente se ha anunciado la próxima beatificación en setiembre del año 2000,
de dos Papas: Pío IX y Juan XXIII.
31. Benedicto XV, Breve Bonum sane, 25-VII-1920: AAS 12 (1920) 313-317.
32. En fecha muy reciente se ha anunciado también la incoación del proceso de
beatificación de su arquitecto, Gaudí.
33. Pío XI concedía gran importancia al apostolado seglar y se esforzó por encuadrarlo
dentro de una nueva concepción de la Acción Católica. Como movimiento apostólico
multiforme existía ya con anterioridad, había sido impulsado por san Pío X, pero en este
tiempo le dio una organización centralizada y jerárquica, con el fin de ser un instrumento
privilegiado para la cristianización de una sociedad cada vez más secularizada. La
institución de la fiesta de Cristo Rey, en la encíclica Quas primas (1925), fue la expresión
de este reinado social de Jesucristo, núcleo fundamental del magisterio de Pío XI. Y a la luz
de este proyecto recristianizador han de contemplarse las encíclicas Casti connubi (30-XII-
1930) sobre el matrimonio y la familia; y la Quadragesimo Anno (15-V-1931), puesta al
día de la doctrina social de la Iglesia a los 40 años de la Rerum novarum de León XIII.
34. La expansión misionera en Asia y Africa hizo grandes progresos, se multiplicaron
las conversiones, y se dieron pasos decisivos para la consolidación de las nuevas
cristiandades. Importancia en tal sentido tuvo el desarrollo del clero indígena. Una fecha
señalada en la historia de las Misiones fue el 28 de octubre de 1926, en la que Pío XI
consagró solemnemente, en la basílica de san Pedro de Roma, a seis nuevos Obispos de
raza china.
35. Con pocos días de diferencia publica otra encíclica, Mit Brennender Sorge, contra el
nacional-Socialismo alemán y su doctrina racista.
36. Terminada la contienda, existían 32 vacantes en un Colegio cardenalicio de 70. En el
primer nombramiento de su pontificado creó cuatro cardenales italianos y 28 de otras
nacionalidades, poniendo así término a un periodo de predominio absoluto de purpurados
italianos en el Sacro Colegio
37. Particular importancia tuvo, desde el punto de vista doctrinal, la encíclica Humani
Generis del 12-VIII-1950, que enlazaba con las enseñanzas de san Pío X, ante los rebrotes
neomodernistas.
38. El movimiento mariano, que adquiere nuevo impulso con las apariciones de la Rue
du Bac (1830) y de Lourdes (1858), aparte de la definición del dogma de la Inmaculada
Concepción (1854), tiene su correspondencia en un movimiento de amplificación del culto
de san José a partir de 1865. Se pedían tres cosas: el patronato sobre la iglesia universal, el
culto de protodulía y la inserción del nombre de José en las oraciones de la misa. Más que
ningún otro autor, el jesuita Cipriano Macabiau (+1915) expresa este movimiento con sus
significativos volúmenes De cultu s. Joseph amplificando... (1887) y Primauté de saint
Joseph (1897). Las peticiones son acogidas, pero progresivamente o de modo equivalente:
en 1870 Pío IX proclama a san José "patrono de la iglesia"; la protodulia no entra en los
documentos oficiales, sin embargo los pontífices exaltan la dignidad y el poder del santo y
recomiendan su devoción: "José nos conduce directamente a María y, por medio de ella, a
Jesús, fuente de toda santidad" (Bendicto XV, Bonum sane, 25-VII-1920, en AAS 12,313-
317).
39. También las liturgias orientales se hacen eco de las enseñanzas de los Papas: «¡Oh
José! Gloria a quien te ha honrado, gloria al que te ha coronado, gloria al que te ha hecho
patrono de nuestras almas» (Rito melquita). «¡Oh José! lleva a David la buena nueva: Aquí
está el Padre de Dios. Tú has visto a la Virgen encinta, junto con los pastores has cantado el
Gloria, con los Magos te has postrado, con el Ángel has tratado asuntos divinos. Ruega,
pues, a Cristo, nuestro Dios, que salve nuestras almas» (Rito bizantino).
40. LG, 50.
41. Entre las expresiones más típicas de este fenómeno pueden señalarse: la
disminución de la práctica religiosa en tierras de vieja cristiandad, el menosprecio de la ley
divina como norma de moralidad, la crisis de numerosos matrimonios y de la propia
institución familiar, víctimas de la plga del divorcio; los atentados contra el derecho a la
vida de los seres más indefensos, el desbordamiento de la violencia.
42. No hizo el Concilio ninguna definición dogmática, por lo que sus enseñanzas no
tienen la prerrogativa de la infalibilidad; pero constituyen actos del magisterio solemne de
la Iglesia y exigen por tanto de los fieles una adhesión interna y externa. Constituciones
dogmáticas, Decretos, declaraciones y una Constitución pastoral --la Gaudium et spes--
sobre la Iglesia en el mundo actual.
43. El eclipse de la virtud teologal de la fe y la pérdida del sentido trascendente de la
vida del hombre parecen ser las raíces últimas de la crisis, uno de cuyos principales
intentos fue la tergiversación de la naturaleza de la Redención y, en consecuencia, de la
misión de la Iglesia en el mundo. Este es el objetivo de dos importantes documentos de
Pablo VI: «El Credo del Pueblo de Dios» (30-VI-1968) y la encíclica Humanae vitae (25-VII-
1968) sobre los problemas del matrimonio y la familia. Cfr supra p. II-22.
44. H. Holstein, Une dévotion en perte de vitesse?, en "Cahiers Marials", Paris, 20
(1975) 5, n. 100, pp. 289-297.
45. En primer lugar san José es la cabeza de la familia de Nazaret, y ya se sabe que la
familia es la célula elemental de toda sociedad, nación, Estado o Iglesia. En segundo lugar,
al ser su cabeza, trabaja para su sustento y para sostener la familia con el trabajo de sus
manos. El Evangelio en varias ocasiones señala que era artesano, carpintero, y que
pertenecía, con su familia, a la clase de hombres pobres. El personaje y la figura de san José
obrero empapó tanto, en los últimos tiempos, a la misma liturgia, que incluso logró
desdibujar el culto de la paternidad de san José dentro de la familia nazaretana, con la
consecuencia de su calidad de tutor de Jesús y también de padre de la Iglesia.
46. Este magnífico pensamiento litúrgico, tomado de la antigua fiesta que se celebraba
el miércoles de la tercera semana de Pascua de Resurrección (con octava), lleno de
profundidad y a la vez de singular sabor litúrgico, ha sido relegado a segundo plano ante el
papel social de san José.
47. Es una de las homilías recogidas en su obra Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid 1973.
48. ECP, 44.
49. ECP, 44.
50. Cfr. Isidoro de José y José de Jesús María, San José en e1 Sacrificio de la
Misa (Historia de una magna campaña josefina) Centro Español de Investigaciones
Josefinas, Padres Carmelitas Descalzos, Valladolid, 1963.
51. En una tertulia en Pozoalbero, 9-XI-1972.
52. Citado por S. Bernal, o.c., epílogo, pág. 319. Cfr FOR, 272.
53. Cfr ECP, 38.
54. Comentando un cuadro que había encargado pintar, decía: "Amad al Señor: Padre,
Hijo y Espíritu Santo, a la Trinidad Beatísima, Dios único. Y también a ésta como trinidad
de la tierra --no soy el primero que lo dice, pero a mí me da mucha devoción--, a Jesús,
María y José". De una tertulia en Roma, 19-III-1973. Pero ya antes, en una meditación
predicada en Roma en la fiesta de San José, el año 1971, afirmaba: "Entre los bienes que el
Señor ha querido darme está la devoción a la Trinidad Beatísima, la Trinidad del Cielo,
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, único Dios; y la trinidad de la tierra: Jesús María
y José. Comprendo bien la unidad y el cariño de esta Sagrada Familia. Eran tres corazones,
pero un solo amor". Cfr FOR, 551.
55. Cfr RC, nn. 28-31.
56. Cfr Sacr. Rituum Congr., decr. Quemadmodum Deus (8-XII-1870): l.c., 283.
57. Ibidem l.c., 282s.
58. P. Francisco de Paula Solá Carrió (1907-1993), profesor de Teología Dogmática y
Bibliotecario de la Fundación Balmesiana de Barcelona, es internacionalmente conocido
como uno de los más eminentes estudiosos en el campo de la Mariología y de la
Josefología.
59. Se reproduce aquí su editorial en la revista Cristiandad (nº 703-705, X-XII 1989).
60. Cfr León XIII, "Oratio ad Sanctum Ioseph", que aparece inmediatamente después del
texto de la carta enc. Quamquam pluries (15-VIII-1889): Leonis XIII P.M. Acta IX (1890)
183
61. RC, 31 in fine.
Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas
y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy
especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un
mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia
que obtengáis para mí y para mis seres queridos.
1.- Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en
la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre y Dios del hombre.
5.- Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Angel la muerte decretada contra
vuestro Hijo Dios, por vuestra obedentísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros
del camino, por la pobreza del destierro, y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a
Nazaret.
6.- Os lo pido por vuestra aflicción dolorosísima de tres días al perder a vuestro Hijo, y
por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo; y por vuestra felicidad
inefable de los treinta años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra
autoridad y providencia.
7.- Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de
vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra
redención.
8.- Os lo demando por la dolorosa previsión, que os ha-cía todos los días contemplar
aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza
que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo
divino que estrechabais contra vuestro corazón, ensangrentado y extendido sobre los
brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi
alma, por mis pecados.
9.- Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María
y vuestra entrada en el Limbo de los Justos, y al fin en el cielo.
11.- Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis quedar dormida a vuestra
santísima Esposa y ser subida a. los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y
entronizada en un solio junto al vuestro como Madre, Señora y Reina de los ángeles y
hombres.
¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus
Doctores y Teólogos y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza
misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis de Dios
la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu
trono de bondad y poder en el alto Cielo.
Obtenme también para los míos y los que me han pedido que ruegue por ellos todo
cuanto desean y es conveniente.
La práctica de esta devoción ha de ser muy sencilla. Récese la oración treinta días
consecutivos, y será más eficaz rezarla ante la imagen o altar del Santo; pero cuando eso
no sea posible, puede rezarse en la casa particular. Se recomienda mucho la comunión, al
e os os i r o es de esos trei ta d as…
Letanías a San José
SUPLICA CONFIADA
Santísimo Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús, virginal Esposo de María,
Tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, a Vos elijo desde hoy por mi
verdadero Padre y Señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de tu querida hija y
apasionada devota Santa Teresa de Jesús. Enséñame oración, Maestro de tan soberana
virtud, y alcánzame de Jesús y María, que no saben negarte cosa alguna, la gracia de vivir y
morir santamente como Vos, y lo que te pido en este día, si es para mayor gloria de Dios,
honra de la Santísima Virgen y bien de mi alma. Amén.
Oración de la humildad
"Enséñanos José
C o se es “ o rota o ista”
Cómo se avanza sin pisotear.
Cómo se colabora sin imponerse.
Cómo se ama sin reclamar....
i os os o se i e sie do ‘ ero dos’
Cómo se hacen cosas fenomenales
desde un segundo puesto.
Explícanos ...
Cómo se es grande sin exhibirse.
Cómo se lucha sin aplauso.
Cómo se avanza sin publicidad.
Cómo se persevera y se muere uno,
sin esperanza de que le hagan un homenaje...
Glorioso San José, modelo de todos aquellos que se dedican al trabajo, obtenedme la
gracia de trabajar con espíritu de penitencia para la expiación de mis numerosos pecados;
de trabajar en conciencia, poniendo el culto del deber por encima de mis inclinaciones; de
trabajar con reconocimiento y alegría, considerando un honor el emplear y desarrollar por
el trabajo los dones recibidos de Dios; de trabajar con orden, paz, moderación y paciencia,
sin retroceder jamás ante la pereza y las dificultades; de trabajar sobre todo con pureza de
intención y desprendimiento de mí mismo, teniendo sin cesar ante mis ojos la muerte y la
cuenta que deberé rendir del tiempo perdido, de los talentos inutilizados, del bien omitido
y de las vanas complacencias en el éxito, tan funestas para la obra de Dios.
Todo por Jesús, todo por María, todo a imitación vuestra ¡oh Patriarca San José! Tal será
mi divisa en la vida y en la muerte. Así sea.
Amén.
Súplicas.
Oh glorioso patriarca san José, en quien Dios ha concentrado los esplendores de todos
los Santos, concédenos que en este mundo de soberbia nos refugiemos en la virtud de la
humildad. Gloria…
Oh glorioso patriarca san José, fidelísimo cooperador en la tierra del gran designio de la
Encarnación redentora, concédenos que en estos tiempos de idolatría nos refugiemos en la
virtud de la humildad. Gloria…
Oh glorioso patriarca san José, firme consuelo de la Madre de Dios, concédenos que en
este mundo esclavizado al pecado, seamos fieles a la santa Esclavitud Mariana. Gloria…
¡Acuérdate!
¡Acuérdate! Oh castísimo Esposo de la Virgen María, que jamás se ha oído decir que
ninguno de los que han invocado tu protección e implorado tu auxilio, haya quedado sin
consuelo. Animado con esta confianza, vengo a tu presencia, y me recomiendo
fervorosamente a tu bondad. No desatiendas mis súplicas, ¡Oh Padre adoptivo del
Redentor! Antes bien acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.
Acuérdate, oh guardián del Redentor y nuestro amoroso custodio, San José, que nunca
se ha escuchado decir que ninguno que haya invocado tu protección o buscado tu
intercesión, no haya sido consolado. Con esta confianza acudo a ti, mi amoroso protector,
casto esposo de María, padre de los tesoros de Su Sagrado Corazón. No deseches mi
ardiente oración, antes bien recíbela co t idado ater o o t i eti i … q se
menciona la petición)
Oh Padre, que en tu designio de amor elegiste a San José para ser esposo de la
Santísima Virgen y el custodio de los misterios de la Encarnación, concédenos, te
imploramos que a través de su paternal intercesión, recibamos las gracias de disponernos
con generosidad y humildad de corazón a cumplir tus designios de amor para nuestra vida
y para nuestra Familia Espiritual. Amén.
¡San José, llévanos a nuestro hogar, dirige nuestros corazones al Corazón de la Madre y
al Corazón del Niño!
a os C stodio de os isterios de a or de os Cora o es ras asados… r e a or
nosotros.
¡Acuérdate! ¡Oh castísimo esposo de la Virgen María y dulce protector mío, San José,
que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado tu protección e implorado
tu auxilio haya quedado sin consuelo!
Animado con esta confianza, vengo a tu presencia y me encomiendo fervorosamente a
tu bondad. No desatiendas mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien
acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.
Acuérdate, oh ilustre Patriarca San José, y por testimonio de Santa Teresa, tu fiel
devota, que jamás se ha oído decir que aquel que invoque tu protección o solicite tu
intercesión, no haya recibido consuelo. Lleno de confianza en tu poder, vengo ante ti, mi
amadísimo protector, castísimo esposo de María y padre putativo del Salvador de los
hombres. No deseches mis súplicas, más bien acógelas y obtén mi petición. Oh Dios, que
por Tu Providencia inefable elegiste a San José por esposo de Tu Santísima Madre, Te
ruego, que aquel a quien veneramos como nuestro protector en la tierra, pueda ser
nuestro intercesor en el cielo, Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Los siete dolores y gozos de san José
1- Casto esposo de María Santísima, glorioso San José: por el dolor que tuviste ante la
duda de tener que abandonar a tu querida esposa, y por el gozo que te causó la revelación
angélica del misterio de la Encarnación; te suplico me alcances dolor de mis juicios
temerarios e indebidas críticas al prójimo, y el gozo de ejercer la caridad viendo en él a
Cristo.
2- Feliz patriarca, hijo de David, padre virginal del Verbo humanado, glorioso San José:
Por el dolor que te conmovió viendo nacer al Niño Jesús en tanta pobreza y por el gozo que
te inundó al verle cantado por los Angeles y adorado por los pastores; te suplico me
alcances dolor de mis codicias y egoísmos, y el gozo de servirle con pobreza y humildad.
3- Obediente ejecutor de las leyes divinas, glorioso San José: Por el dolor que te produjo
en la circuncisión ver derramar la primera sangre al Mesías, y por el gozo que sentiste al
oír su nombre de Jesús, Salvador; te suplico me alcances dolor de mis vicios y
sensualidades, y el gozo de purificar mi espíritu practicando la mortificación.
4- Fiel santo, partícipe en los misterios de nuestra redención, glorioso San José: Por el
dolor que te traspasó al escuchar en la profecía de Simeón lo que había de sufrir Jesús y
María, y por el gozo que te llenó al saber que sería para la salvación de innumerables
almas; te suplico me alcances dolor de haber crucificado a Cristo con mis culpas, y el gozo
de llevarle los hombres mediante mi ejemplo y mi palabra.
5- Vigilante custodio del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José: Por el dolor que
te angustió al saber que Herodes quería matar al Niño, y por el gozo que te confortó al huir
con Jesús y María a Egipto; te suplico me alcances dolor de mis pecados de escándalo, y el
gozo de apartarme de las ocasiones de ofender a Dios.
6- Ángel de la tierra, que tuviste a tus órdenes al Rey del cielo, glorioso San José: Por el
dolor que te infundió el temor de Arquelao, y por el gozo con que te tranquilizó el Angel,
de volver a Nazareth; te suplico me alcances dolor por mis cobardías y respetos humanos,
y el gozo de confesar a Cristo en toda mi vida pública y privada.
7- Modelo de toda santidad, glorioso San José: Por el dolor que padeciste al perder, sin
culpa, durante tres días al Niño, y por el gozo que experimentaste al encontrarlo en el
templo entre los doctores; te suplico me alcances dolor cada vez que por mi culpa pierda a
Cristo, y el gozo de vivir siempre en gracia y morir felizmente, bajo su patrocinio, en los
brazos de Jesús y María, para cantar eternamente sus misericordias.
-Ruega por nosotros padre nuestro San José
-Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oremos:
Dios Todopoderoso que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres
a la fiel custodia de San José: haz que por su intercesión la Iglesia los conserve fielmente y
los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En tí José tenemos
al protector que vela
por nuestra fe y alegra
al triste corazón
Custodio de Jesús
Escúchanos piadoso,
Danos tu bendición,
Danos reinar dichoso
En la inmortal Sión.
Mi espíritu arrebata
Tu plácida ventura,
Y el alma en ti pensando
Se llena de dulzura.
Te Ioseph Celebrent
¡Oh José! que los coros celestiales celebren tus grandezas, / que los cantos de todos los
cristianos hagan resonar sus alabanzas. / Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una
casta alianza / a la Augusta Virgen. Cuando, dominado por la duda y la ansiedad, / te
asombras del estado en que se halla tu esposa / un Ángel viene a decirte que el Hijo que
Ella ha concebido / es del Espíritu Santo.
El Señor ha nacido, y lo estrechas en tus brazos; / partes con El hacia las lejanas playas
de Egipto; / después de haberlo perdido en Jerusalén, lo encuentras de nuevo; así tus
gozos van mezclados con lágrimas.
Otros son glorificados después de una santa muerte, / y los que han merecido la palma
son recibidos en el seno de la gloria; pero tú, por un admirable destino, semejante a los
Santos, y aún más dichoso, / disfrutas ya en esta vida de la presencia de Dios.
¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces, concédenos el perdón; / que los méritos
de José nos ayuden a subir al cielo, para que nos sea dado cantar para siempre el cántico
de acción de gracias y de felicidad. Amén.
Se trata de un himno escrito originalmente en latín y que suele utilizarse en las vísperas
de las festividades de San José (19 de marzo) y San José obrero (1 de mayo).
Indulgencias concedidas por el Año de
san José
Se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de San José, convocado
por el Papa Francisco para celebrar el 150 aniversario de la proclamación de San José como
Patrono de la Iglesia universal
Se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de San José,
convocado por el Papa Francisco para celebrar el 150 aniversario de la proclamación de
San José como patrono de la Iglesia universal.
Hoy se cumple el 150 aniversario del decreto Quemadmodum Deus, por el cual el Beato
Pío IX, conmovido por las graves y luctuosas circunstancias en las que se encontraba una
Iglesia acosada por la hostilidad de los hombres, declaró a san José Patrono de la Iglesia
Católica.
Para perpetuar la dedicación de toda la Iglesia al poderoso patrocinio del Custodio de
Jesús, el Papa Francisco ha establecido que, desde hoy, el aniversario del decreto de
proclamación así como el día consagrado a la Virgen Inmaculada y esposa del casto José,
hasta el 8 de diciembre de 2021, se celebre un Año especial de San José, en el que cada fiel,
siguiendo su ejemplo, pueda fortalecer diariamente su vida de fe en el pleno cumplimiento
de la voluntad de Dios.
Todos los fieles tendrán así la oportunidad de comprometerse, con oraciones y buenas
obras, para obtener, con la ayuda de San José, cabeza de la celestial Familia de Nazaret,
consuelo y alivio de las graves tribulaciones humanas y sociales que afligen al mundo
contemporáneo.
La devoción al Custodio del Redentor se ha desarrollado ampliamente a lo largo de la
historia de la Iglesia, que no sólo le atribuye uno de los cultoa más altos después del de la
Madre de Dios su esposa, sino que también le ha otorgado muchos patrocinios.
El Magisterio de la Iglesia sigue descubriendo grandezas antiguas y nuevas en este
tesoro que es San José, como el padre de Evangelio de Mateo "que extrae de su tesoro
cosas nuevas y viejas" (Mt 13, 52).
De gran beneficio para la perfecta consecución del fin que se persigue será el don de las
Indulgencias que la Penitenciaría Apostólica, por medio del presente decreto emitido de
acuerdo con la voluntad del Papa Francisco, concede benévolamente durante el Año de
San José.
La indulgencia plenaria se concede en las condiciones habituales (confesión
sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) a los
fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José
en las ocasiones y en el modo indicado por esta Penitenciaría Apostólica.
— a. San José, auténtico hombre de fe, nos invita a redescubrir nuestra relación filial
con el Padre, a renovar nuestra fidelidad a la oración, a escuchar y responder con
profundo discernimiento a la voluntad de Dios. La Indulgencia plenaria se concede a
aquellos que mediten durante al menos 30 minutos en el rezo del Padre Nuestro, o que
participen en un retiro espiritual de al menos un día que incluya una meditación sobre San
José;
— b. El Evangelio atribuye a San José el título de "hombre justo" (cf. Mt 1,19): él,
guardián del "íntimo secreto que se halla en el fondo del corazón y del alma"[1],
depositario del misterio de Dios y, por tanto, patrono ideal del foro interior, nos impulsa a
redescubrir el valor del silencio, de la prudencia y de la lealtad en el cumplimiento de
nuestros deberes. La virtud de la justicia practicada de manera ejemplar por José es la
plena adhesión a la ley divina, que es la ley de la misericordia, «porque es precisamente la
misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia»[2]. Por lo tanto,
aquellos que, siguiendo el ejemplo de San José, realicen una obra de misericordia corporal
o espiritual, también podrán lograr el don de la Indulgencia plenaria;
— c. El aspecto principal de la vocación de José fue ser custodio de la Sagrada Familia
de Nazaret, esposo de la Santísima Virgen María y padre legal de Jesús. Para que todas las
familias cristianas sean estimuladas a recrear el mismo clima de íntima comunión, amor y
oración que se vivía en la Sagrada Familia, se concede la Indulgencia Plenaria por el rezo
del Santo Rosario en las familias y entre los novios.
— d. El 1 de mayo de 1955, el Siervo de Dios Pío XII instituyó la fiesta de San José
obrero, "con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire
la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de
de eres” [3]. Podrá, por lo tanto, conseguir la indulgencia plenaria todo aquel que confíe
diariamente su trabajo a la protección de San José y a todo creyente que invoque con sus
oraciones la intercesión del obrero de Nazaret, para que los que buscan trabajo lo
encuentren y el trabajo de todos sea más digno.
— e. La huida de la Sagrada Familia a Egipto "nos muestra Dios está allí donde el
hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el
re a o e a a do o”[4]. Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que recen la
letanía de San José (para la tradición latina), o el Akathistos a San José, en su totalidad o al
menos una parte de ella (para la tradición bizantina), o alguna otra oración a San José,
propia de las otras tradiciones litúrgicas, en favor de la Iglesia perseguida ad intra y ad
extra y para el alivio de todos los cristianos que sufren toda forma de persecución.
Santa Teresa de Ávila reconoció en San José al protector de todas las circunstancias de
la vida: "A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este
glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas"[5]. Más recientemente, San Juan
Pablo II reiteró que la figura de San José adquiere "una renovada actualidad para la Iglesia
de nuestro tiempo, en relación con el nuevo milenio cristiano"[6].
Con el fin de reafirmar la universalidad del patrocinio de la Iglesia por parte de San
José, además de las ocasiones mencionadas, la Penitenciaría Apostólica concede una
indulgencia plenaria a los fieles que recen cualquier oración o acto de piedad
legítimamente aprobado en honor de San José, por ejemplo "A ti", oh bienaventurado
José", especialmente el 19 de marzo y el 1 de mayo, fiesta de la Sagrada Familia de Jesús,
María y José, el domingo de San José (según la tradición bizantina), el 19 de cada mes y
cada miércoles, día dedicado a la memoria del Santo según la tradición latina.
En el actual contexto de emergencia sanitaria, el don de la indulgencia plenaria se
extiende particularmente a los ancianos, los enfermos, los moribundos y todos aquellos
que por razones legítimas no pueden salir de su casa, los cuales, con el ánimo desprendido
de cualquier pecado y con la intención de cumplir, tan pronto como sea posible, las tres
condiciones habituales, en su propia casa o dondequiera que el impedimento les retenga,
recen un acto de piedad en honor de San José, consuelo de los enfermos y patrono de la
buena muerte, ofreciendo con confianza a Dios los dolores y las dificultades de su vida.
Para que el logro de la gracia divina a través del poder de las Llaves sea facilitado
pastoralmente, esta Penitenciaría ruega encarecidamente que todos los sacerdotes con las
facultades apropiadas se ofrezcan con un ánimo dispuesto y generoso a la celebración del
sacramento de la Penitencia y administren a menudo la Sagrada Comunión a los enfermos.
Este decreto es válido para el Año de San José, no obstante cualquier disposición en
contrario.
Dado en Roma, por la Sede de la Penitenciaría Apostólica, el 8 de diciembre de 2020.