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EL NIVEL FUNCIONAL DE LA
ACTIVIDAD PERSONAL
Pedro Ortiz C.
Pablo Zumaeta
Hugo Cebreros
Lima, Perú
2000
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PLAN DE ESTUDIO
Introducción
Introducción
En este Cuaderno hacemos una revisión de los aspectos más importantes de la acti-
vidad funcional del sistema nervioso. El estudiante tendrá en cuenta que ya ha adquirido
un conocimiento general acerca de la estructura y la actividad del sistema nervioso hu-
mano (Cuadernos de Psicobiología Social 1). Los alumnos deben ser capaces de dife-
renciar entre: 1) los procesos bioquímicos de las células nerviosas, 2) los procesos meta-
bólicos de los tejidos neurales y 3) los procesos funcionales del conjunto del sistema ner-
vioso de las personas.
Recordemos que la actividad neuronal depende de la información genética del núcleo
de la célula; ella es la que organiza todo el conjunto de los procesos bioquímicos del nú-
cleo, el citoplasma y de la membrana celular.
Por su parte, la actividad metabólica de los tejidos depende de la información meta-
bólica supracelular que organiza la actividad de los tejidos. En el caso del sistema nervio-
so, dicha información organiza la actividad de los tejidos neural, glial, inmunitario, vascu-
lar y meníngeo, así como los procesos metabólicos de regulación endocrina de la activi-
dad nerviosa.
La actividad funcional corresponde, en sentido estricto, aL nivel de los sistemas vivos
individuales que denominamos sistemas orgánicos u organismos. Dicha actividad depen-
de de la información neural. Ésta se codifica en conjuntos estructurados de impulsos ner-
viosos. Estos, a su vez, son los potenciales de acción que se generan en los axones, se
propagan a lo largo de ellos, se transmiten de una neurona a otra o de una neurona a un
efector por medio de sinapsis, y se confrontan, transcriben e integran en las redes neura-
les del sistema nervioso. Dicha información neural se organiza a partir de señales quími-
cas acerca de sus necesidades internas y a base de los rasgos distintivos de los elemen-
tos del medio exterior con los que el individuo suple tales necesidades. La actividad fun-
cional se objetiva en la diversidad de operaciones y gestos motores que realizan los or-
ganismos, los psiquismos animales y las personas a base de la actividad de su sistema
nervioso.
Pero, además, en los psiquismos animales y humanos, la actividad del conjunto del
individuo ya no es sólo celular-bioquímica, tisular-metabólica y orgánica-funcional, sino
que es también actividad neuro-psíquica, porque en este nivel la organización del indivi-
duo depende de información psíquica: sólo de información psíquica inconsciente en los
vertebrados superiores, y de información psíquica inconsciente e información psíquica
consciente en los psiquismos sociales que somos los seres humanos.
En las personas la estructura y la actividad de cada individuo es, por la misma razón,
una actividad personal o social, porque la información psíquica consciente depende, a su
vez, de la información social que organiza la actividad de la sociedad. Por lo tanto, en el
caso de las personas, los procesos orgánico-funcionales, así como los tisulares-
metabólicos y celulares-bioquímicos, han sido subsumidos y reestructurados por la activi-
dad psíquica inconsciente del nivel superior, así como ésta ha sido igualmente subsumida
y reestructurada por la actividad psíquica consciente. Es pues, por medio de esta rees-
tructuración cinética del conjunto del individuo, que todos sus niveles inferiores se con-
vierten en soporte activo del sistema, y que por ello mismo cada psiquismo humano, es
decir, cada individuo humano, llega ser una personalidad. Por esta razón, la personalidad
es el verdadero sujeto –no el objeto– motivo de estudio de toda Psicobiología social.
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El modelo tradicional del sistema nervioso, elaborado en el siglo XIX, es pues un modelo ex-
tendido del sistema nervioso de los primates, y en muchos casos de otros mamíferos inferiores. Al
parecer, la falta de una definición de la psique o de la mente, y el afronte del estudio del sistema
nervioso desde un punto de vista exclusivamente anatómico –derivado, como decíamos, de la ob-
servación de cadáveres (de hombres y de animales)–, determinó que para comprender y explicar la
estructura interna del hombre, se adoptara una concepción puramente anatómica, acorde con los
principios de la ciencia natural en auge después del Renacimiento. Más tarde, a esta concepción
macroscópica se añadió la concepción microscópica derivada del empleo del microscopio, donde
las células y los tejidos aparecen como estructuras tan muertas como la totalidad del cadáver. Una
vez aceptada esta visión fija, objetiva, estática, tanto del cuerpo como de sus partes más elementa-
les, ha sido muy difícil ampliarla e integrarla con algunos de los procesos observados en el ser vi-
vo.
tal como hace el cirujano en una mesa de operaciones: hemos dicho que no es sólo estructura, sino
al mismo tiempo actividad. Por tanto, más importante que su estructura visible –inclusive por me-
dio de imágenes radiológicas o bajo el microscopio– es que se trata de una estructura cambiante en
el tiempo, tampoco ordenada física o químicamente, sino organizada informacionalmente.
Y así como todo el individuo está organizado por la información de todos sus niveles, desde el
superior de ellos, así también lo está su sistema nervioso. Recordemos que por esta razón, la orga-
nización del sistema nervioso de los vertebrados superiores es de naturaleza psíquica, y no pode-
mos obviar que la estructura de todo el conjunto del sistema nervioso de los hombres es personal,
consciente, es decir, social.
En este Cuaderno haremos una revisión de conjunto del nivel funcional del sistema
nervioso del hombre. Veremos cómo está organizado el sistema nervioso humano desde
un punto de vista fisiológico. Recordaremos al respecto, que existe una sistematización
anatómica clásica que se funda en las ideas del funcionalismo del siglo XIX, la cual con-
frontaremos con la sistematización propuesta en estos Cuadernos, que se basa en una
concepción sociobiológica del hombre. Según ésta, el sistema nervioso de los hombres:
a) refleja los cinco niveles de organización de la persona; b) está organizado socialmente
al reflejarse en él la estructura de la sociedad a través de la conciencia, y c) organiza todo
el conjunto de la actividad de una persona.
Esta explicación que va de lo más elemental e inferior a lo más complejo y superior
es necesaria pero no suficiente para explicar la actividad integrada de la persona viva. La
explicación que podríamos llamar ascendente se deduce del estudio del sistema nervioso
de los animales y de los cadáveres de seres humanos, y es sólo una parte de la explica-
ción de la actividad psíquica humana; aunque una parte importante. En otras palabras,
sería imposible explicar la actividad consciente de las personas si no tuviéramos el mode-
lo anatómico y funcional del sistema nervioso.
El error de la neurofisiología clásica, e inclusive de la psicología actual, es haber da-
do por sentado que este tipo de conocimiento era el único y suficiente para entender la
actividad psíquica humana. Por el contrario, para quienes tienen que ver con la atención
de las personas, como es el caso de los profesionales de la salud y de la educación, este
tipo de conocimiento es totalmente insuficiente, limitado y, lo peor de todo, nos encasilla
en el supuesto de que el sistema nervioso de las personas, y por lo tanto la actividad psí-
quica personal, son apenas más complejos, si no iguales al de los primates.
En la primera Sección haremos una sumaria revisión de los procesos funcionales bá-
sicos de las neuronas, las sinapsis y las redes neurales. En la segunda, estudiaremos la
organización de los sistemas funcionales en torno a cada una de las estructuras anatómi-
cas: corteza cerebral, núcleos subcorticales, tronco cerebral, cerebelo y médula espinal, y
finalmente la estructura de los nervios periféricos. En la tercera Sección seguiremos la
tradición de estudiar los procesos de la sensibilidad y la motilidad. En la cuarta haremos
el estudio de los sistemas funcionales sensoriales y motores de cada uno de los compo-
nentes visceral y somático del sistema nervioso en lo que respecta a la actividad funcio-
nal del sistema.
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SECCIÓN 1
CAPÍTULO 1.1
a) Potencial de reposo
La neurona en estado de reposo está polarizada, por el hecho de que existe una dife-
rencia de potencial entre el exterior y el interior de la célula. Se llama potencial de reposo
a la diferencia de voltaje que se registra dentro de la célula respecto de su superficie ex-
terna que se fija en 0 milivoltios (mV). El potencial de la membrana neuronal es de –65
mV (las fibras musculares tienen hasta –80 mV). Por consiguiente, una neurona polariza-
da de esta manera, puede, en un determinado instante, despolarizarse o hiperpolarizarse;
esto es, volverse menos negativa o más negativa. Cuando se despolariza la neurona está
más excitable; cuando se hiperpolariza, está menos excitable o inhibida. Después que
una neurona de despolariza, se vuelve a polarizar de inmediato, es decir, se repolariza.
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b) Potencial de receptor
En los receptores sensoriales, por efecto de un estímulo, esto es, por alguna forma
de energía para la cual tienen receptores de membrana, se puede producir localmente un
cambio de potencial, que es el potencial de receptor (sensorial). En realidad es una des-
polarización parcial de la membrana que ocurre cuando las moléculas de ciertas sustan-
cias, la energía mecánica o electromagnética modifican la forma de los receptores de
membrana, lo que de inmediato determina la apertura de canales iónicos y el ingreso de
iones, Na+, por lo general.
Dicha despolarización es graduada porque la membrana se torna gradualmente me-
nos negativa (por ejemplo, en vez de –65 podría pasar a –55 mV), según sea la cantidad
de iones Na+ que entran a la célula; lo cual a su vez depende de la intensidad del estímu-
lo. Sólo si esta despolarización parcial y local de la membrana alcanza un cierto umbral,
es decir alcanza un cierto límite (que está alrededor de 40 mV) se produce la entrada
instantánea y masiva de Na+ seguida de inmediato por la salida de K+. Se produce así un
potencial de acción. Por eso se dice que el potencial de receptor es también o se convier-
te en un potencial generador, porque genera potenciales de acción. Para esto se requie-
re, además, que el potencial de receptor se extienda o amplíe hasta alcanzar una zona
“gatillo” en el primer segmento del axón de la célula o la neurona sensorial.
Si la estimulación del receptor sensorial continúa, fácilmente se generan potenciales
de acción en serie, con una frecuencia que depende de la intensidad del estímulo y cuyo
límite es de aproximadamente 1000 cps.
c) Potenciales postsinápticos
Se llaman así a los potenciales de membrana que se generan localmente sólo alre-
dedor de la membrana postsináptica. Pueden se de dos tipos: 1) potenciales inhibitorios
postsinápticos (PIPS), en cuyo caso la membrana se torna algo más negativa, es decir,
se produce una hiperpolarización local que la vuelve menos excitable o queda inhibida, y
2) potenciales excitatorios postsinápticos (PEPS), cuando la membrana se vuelve algo
menos negativa y se produce una ligera despolarización local, pero todavía por debajo
del umbral en que se genera el potencial de acción (ver más adelante 1.3.3.1). En uno u
otro caso, la neurona necesita más o menos cantidad de neurotransmisor (más o menos
señales aferentes) para generar un potencial de acción. Si los potenciales postsinápticos
son excitatorios o inhibitorios depende del tipo de transmisor y del tipo de receptor activa-
dos en la sinapsis.
Los potenciales postsinápticos se pueden generar por dos tipos de proceso:
1. Por incremento de conductancia:
a) Potenciales excitatorios postsinápticos (PEPS): dependen de la apertura
de canales de Na+ y K+ por activación de receptores directos. El potencial
es graduado, rápido, dura mseg a seg, y puede tener varios milivoltios de
amplitud.
b) Potenciales inhibitorios postsinápticos (PIPS): dependen de la apertura de
canales de Cl– (que entra) o de K+ (que sale). La inhibición puede ser pre-
sináptica (en una sinapsis axono-axónica presináptica) o postsináptica
2. Por disminución de la conductancia:
Por cierre de canales de K, Na o Cl. Los canales son cerrados por proteí-
nas G o por segundos mensajeros. Producen potenciales graduados, len-
tos, de varios seg. o min. de duración. Su efecto es la modificación de la
amplitud y duración de un potencial de acción.
Otros tipos de potenciales postsinápticos son: los fenómenos de facilitación (la mem-
brana está excitable por algo más de 1 seg), de potenciación (está excitable por decenas
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d) Potencial de acción
Por lo que acabamos de decir, toda despolarización por encima del umbral genera el
potencial de acción. Éste es generado naturalmente por el potencial de receptor y por
efecto indirecto de los potenciales postsinápticos que se producen por efecto de la trans-
misión sináptica, como también de manera artificial por la aplicación de corriente eléctrica
o por acción mecánica directa sobre cualquier punto del tejido nervioso, por ejemplo, un
golpe o la presión sobre un nervio periférico.
El potencial de acción se debe al ingreso instantáneo y masivo de Na+ por activación
de canales de Na+ dependientes de voltaje, seguido de su inmediata inactivación y de la
salida más lenta de K+ que se produce por activación de canales de K+ también depen-
dientes de voltaje. Al término de estos cambios instantáneos, de inmediato se produce
una hiperpolarización que dura 0.5 mseg adicionales, durante la cual la membrana es
más negativa respecto del potencial de reposo (durante esta fase la membrana se en-
cuentra en un período refractario, es decir, es inexcitable). Todo el proceso de generación
del potencial de acción termina con la repolarización de la membrana, cuando alcanza su
potencial de reposo habitual.
Cuando se registra el potencial de acción en un osciloscopio, aparece como una on-
da que tiene una fase de subida que luego sobrepasa el voltaje 0 de la membrana, y una
fase de bajada que también sobrepasa el nivel del potencial de reposo durante el periodo
refractario. La punta que se registra permite medir el voltaje del potencial y la extensión
de su base mide el tiempo que dura. Todo el ciclo mide de +45 a +50 mV y dura unos 2
mseg.
ción a las sinapsis se produce en forma sucesiva o secuencial, de tal modo que los PEPS
o los PIPS se generan y agregan unos después de otros.
nerviosa que varía entre 1 y 20 micrómetros (m). Las clasificaciones propuestas son
algo diferentes según se trate de nervios sensoriales o motores (Cuadro 1.1.1).
CUADRO 1.1.1
CLASIFICACIÓN DE LAS FIBRAS NERVIOSAS
CAPÍTULO 1.2
REDES NEURALES
En este capítulo se dará una visión general acerca del procesamiento de las señales
neurales: sensoriales y motoras. En lo que sigue, no se hará distinción alguna entre los
términos sensorial y sensitivo, aunque preferiremos usar el término sensorial. En la se-
gunda parte, haremos una breve revisión del modelo del arco reflejo, aunque el término
reflejo no lo hemos empleado en los Cuadernos, dado que tiene la connotación de una
categoría filosófica (Véase el Cuaderno 1 para una revisión de este concepto). En su lu-
gar encontraremos los términos de procesamiento neural, y el de reacción o respuesta
motora.
En los Cuadernos, el concepto de paleocórtex incluye no sólo las áreas límbicas clásicamente consideradas
paleocorticales, sino también la corteza heterotípica, granular y agranular.
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SECCIÓN 2
Antes de proceder con el estudio de las redes neurales integradas en los sistemas or-
gánicos del sistema nervioso, es imprescindible una comprensión del sistema nervioso de
corte organicista, es decir, una visión fisiológica de cada uno de sus órganos por separa-
do. Esto significa que aislaremos cada una de sus estructuras anatómicas objetivas (ob-
servables a la usanza de la anatomía clásica), donde la delimitación de tales estructuras
depende de la observación externa del cadáver disecado.
Esta es la manera de concebir el sistema nervioso, formado por órganos aislados en-
tre sí, con la sola visualización de las conexiones –aferentes y eferentes– de cada forma-
ción anatómica. Corresponde a la concepción anatomicista que dio origen a la división
puramente funcional del sistema nervioso en central y periférico, a la separación del en-
céfalo y la médula espinal, y del encéfalo en cerebro, tronco cerebral y cerebelo.
Quizás no se hubiera perdido gran cosa si hubiéramos omitido esta perspectiva de la
neuroanatomía clásica, si no fuera porque que es una buena manera de hacer el estudio
macroscópico de las formaciones nodales del sistema y sus respectivas conexiones in-
terneuronales, todavía sin hacer referencia al nivel de actividad en que intervienen en el
curso de la actividad personal.
Una cuestión que no podemos pasar por alto es la frondosa nomenclatura usada para
designar las formaciones anatómicas del sistema nervioso. Hay que tener en cuenta que
cada estructura anatómica más o menos delimitada tiene un nombre puramente descrip-
tivo, un nombre fisiológico, un nombre embriológico, y en algunos casos tanto en latín
como en el idioma del autor. Por ejemplo, la llamada frontal ascendente de la corteza
cerebral (que se le llama también córtex, pallium), también se le llama corteza agranular,
área motora, área 4. Con cada uno de estos nombres se destacan sus aspectos citológi-
co, histológico, anatómico, fisiológico, implícitamente como estructura o como actividad.
En realidad, no es fácil usar cada designación en su adecuado contexto, haremos lo po-
sible por hacerlo, pero tomando en cuenta únicamente el nivel de organización que se
está tratando. Así, respecto del ejemplo mencionado, llamaremos corteza agranular,
cuando esta zona del cerebro es estudiada dentro del segundo nivel –histológico– de la
actividad personal (es notoria la falta de un nombre respecto de su actividad metabólica);
circunvolución como formación anatómica; área motora primaria, respecto de su actividad
de nivel funcional; área 4, como un intento de referirla a su actividad de nivel psíquico. Se
tendrá en cuenta también que tales nombres varían según cada escuela académica do-
minante, por ejemplo, según se trate de la escuela alemana, francesa o anglosajona.
En éste y los demás capítulos de esta Sección, no seguiremos la acostumbradas
descripciones de la anatomía de las estructuras multineuronales del sistema nervioso, por
ejemplo, respecto de su forma, ubicación, límites, etc. Quién requiera de las descripcio-
nes clásicas las encontrará en los textos de neuroanatomía clásicos (por ejemplo de Burt,
1991; Carpenter y Sutin, 1980) e inclusive en los capítulos respectivos de los textos más
integrados de orientación neurocientífica más modernos.
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CAPÍTULO 2.1
ción de las redes corticales que, sólo en el proceso de hominización de los homínidos,
alcanzó una mayor extensión como para interconectar e integrar señales neurales entre
las áreas límbicas y heterotípicas en un mayor grado de complejidad en comparación con
los demás mamíferos. Éstas son las que en el hombre actual las vemos como áreas sen-
soriales secundarias y terciarias, o mejor como una corteza de transición, de las cuales
destacan especialmente las áreas de transición del planum temporale y la circunvolución
superior de los lóbulos temporales y las áreas posteriores de las circunvoluciones fronta-
les vecinas a la circunvolución frontal precentral.
En tercer lugar, como una extensión aún mayor de estas áreas de transición, la cor-
teza se ha ampliado y diferenciado únicamente en el proceso de humanización de la es-
pecie Homo sapiens, a tal punto que su mayor extensión y complejidad que surge en la
especie Homo sapiens, va a lograr ser la estructura cortical dominante de los hombres
como seres sociales. Esta corteza es el neocórtex cerebral humano, que comprende tres
formaciones anatómicas:
1. El neocórtex paralímbico, o corteza de asociación límbica, que comprende la cor-
teza orbitaria del lóbulo frontal y la corteza temporal anterior
2. El neocórtex parietotemporooccipital, o corteza de asociación posterior, que
comprende las circunvoluciones superior, supramarginal y angular del lóbulo pa-
rietal, la parte posterior de las circunvoluciones laterales del lóbulo temporal y las
partes anterior y medial del lóbulo occipital
3. El neocórtex frontal, o prefrontal dorsolateral, formado por las circunvoluciones
superior, media e inferior del lóbulo frontal.
CAPÍTULO 2.2
Los núcleos subcorticales del cerebro, que se observan como masas grises al cortar
los hemisferios cerebrales, transversal o verticalmente, son las estructuras funcionales
superiores o encéfalo funcional del sistema nervioso de los vertebrados. En los mamífe-
ros y en el hombre, estas formaciones nucleares han quedado supeditadas a la actividad
psíquica cortical.
Una primera aproximación descriptiva respecto de estas formaciones nucleares ha
consistido en estudiarlas como unidades anatómicas, aunque cada una de ellas consta
de varios núcleos interconectados entre sí y con las otras formaciones vecinas, con la
corteza y con los núcleos del tronco encefálico, el cerebelo y la médula espinal. En una
segunda aproximación de la teoría neurofisiológica, se han podido estudiar las relaciones
internucleares para descubrir que estos núcleos forman redes funcionales más o menos
bien delimitadas. Lógicamente que para nosotros es más importante todavía llegar a una
aproximación psiconeurológica de estas redes subcorticales teniendo en cuenta que es
necesario sistematizar sus funciones dentro de la actividad psíquica cortical, esto es, den-
tro de cada estructura psíquica inconsciente –afectiva y cognitiva–, así como de cada
estructura psíquica consciente –afectiva, cognitiva y conativa. Esta es la única manera de
explicar la actividad de estas estructuras subcorticales, y así tiene sentido más consisten-
te la idea mecanicista de que así como algunos de estos núcleos tienen la “función de
control de las emociones”, otros tienen “funciones cognitivas”.
Hay una larga lista de núcleos ubicados en la base del cerebro o cerebro subcortical
(véase el cuadro 2.2.1), cuyas relaciones y funciones son difíciles de sistematizar y expli-
car. Desde el punto de vista anatómico clásico, se pueden visualizar varias formaciones
nucleares, de las cuales el tálamo, los ganglios basales, las amígdalas temporales y el
hipotálamo, son los más conspicuos. Hay otros núcleos distribuidos en la parte anterior
de la base del cerebro (de allí su nombre genérico de núcleos de la base), como el núcleo
accumbens, el núcleo basal o sustancia innominada, y otros distribuidos entre todos ellos,
como son los núcleos septales, los núcleos subtalámicos, el locus Níger, la zona incerta,
entre otros menos definidos. A esta lista habría que añadir el hipocampo y las estructuras
relacionadas a él, en el hombre han dejado de ser una corteza primitiva o arquicórtex,
para convertirse en estructuras subcorticales de tipo funcional (sin actividad psíquica), si
es que no lo han sido siempre, en el mismo nivel de los demás núcleos subcorticales.
Es notorio que la demarcación de estas masas nucleares subcorticales no está defi-
nida por sus funciones sino por sus formas anatómicas delimitadas, a su vez, por el paso
de las fibras nerviosas que las conectan tanto entre sí, como con la corteza y el tronco
cerebral. El caso más destacado es la separación del caudado y el putamen por la cápsu-
la interna.
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CUADRO 2.2.1
COMPONENTES DEL SISTEMA LÍMBICO
Los dos tálamos situados a ambos lados del tercer ventrículo, son masas de forma
ovoidea, divididos por láminas de fibras mielinizadas en grupos de núcleos relacionados
funcionalmente con otras formaciones nucleares extratalámicas. La clasificación clásica
de estos núcleos es puramente anatómica, y funcional sólo en algunos aspectos. Aquí
presentaremos una clasificación clásica de los núcleos talámicos, y dejaremos para la
última Sección una clasificación que se basa en la integración de tales funciones dentro
de la actividad psíquica.
Por lo tanto, desde un punto de vista básicamente anatómico descriptivo, el tálamo,
por su cara lateral, está envuelto por una lámina de sustancia blanca, la lámina medular
externa, y dividido por la lámina medular interna en los dos componentes, lateral y me-
dial, que acabamos de mencionar:
1. El complejo talámico medial, constituido por
a) Los núcleos mediales: de la línea media (paraventricular, paratenial, central,
reuniens) y dorsomedio
b) Los núcleos intralaminares: situados dentro de la lámina medular interna,
son: centromedio, parafascicular, paracentral, cenrolateral y centromedial, y
c) Los núcleos anteriores: anterior medial, anterior, ventral y anterior dorsal
2. El complejo talámico lateral, constituido por
a) Los núcleos reticulares: situados dentro de la lámina medular externa.
b) Los núcleos laterales: lateral dorsal y lateral posterior
c) Los núcleos ventrales: ventral anterior, ventral lateral (o intermedio) y ventral
posterior. Éste último comprende a su vez, el complejo ventrobasal (formado
por los núcleos lateral, medial, superior e inferior) y el complejo posterior
d) Núcleos posteriores: pulvinar, geniculado medial y geniculado lateral.
Las conexiones del tálamo siguen un patrón bastante bien definido: a) todos los nú-
cleos son núcleos de relevo a la corteza cerebral: reciben conexiones de por lo menos
una fuente extratalámica y envían conexiones a la corteza cerebral; en este sentido, to-
das las vías sensoriales aferentes, incluyendo las olfatorias, pasan por las neuronas de
los núcleos talámicos, y b) casi no existen conexiones de las neuronas de los distintos
núcleos talámicos entre sí.
Las conexiones aferentes al tálamo, de subida a la corteza, se dividen en dos com-
ponentes: 1) las vías de la sensibilidad, visceral y somática, y 2) las vías de integración
procedentes de los núcleos de la formación reticular del tronco cerebral. Ambas clases de
aferentes establecen conexiones con todos los núcleos talámicos, aunque las proporcio-
nes varían; así las vías sensoriales terminan predominantemente en núcleos específicos.
Al tálamo de los vertebrados inferiores (peces, anfibios, reptiles y aves, que apenas
cuentan con un arquicórtex, con un mínimo de actividad psíquica), se le ha atribuido la
propiedad de ser el centro de la actividad nerviosa superior con funciones psíquicas, de
tipo cognitivo. Esto implicaría asumir que todos los vertebrados y el hombre tienen activi-
dad psíquica subcortical. Sin embargo, tiene más sentido aceptar que, en ausencia de
una corteza desarrollada, el tálamo de los vertebrados inferiores, junto con el complejo
estriado-pallidum, es una estructura con actividad funcional de integración sensori-motora
del más alto nivel de los organismos (o animales sin actividad psíquica). En el hombre las
funciones de integración del tálamo se reflejan en la actividad cortical, y así éste ha que-
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dado convertido en una especie de filtro superior que modula, selecciona y orienta las
señales de subida hacia dicha corteza.
nente visceral del individuo, a través del complejo amígdala-hipotálamo y las vías neuro-
endocrina y autonómica el tronco cerebral y la médula espinal.
Se han diferenciado varios núcleos dentro del hipotálamo, cuya sistematización se
va logrando lentamente. Haremos primero una relación de los principales núcleos hipota-
lámicos, teniendo en cuenta las regiones anatómicas que se han delimitado desde un
punto de vista anatómico y topográfico:
1. Núcleos de la región quiasmática: área preóptica, núcleo paraventricular, núcleo
supraóptico, núcleo supraquiasmático, núcleo anterior
2. Núcleos de la región tuberal: núcleo dorsomedial, núcleo ventromedial, núcleo
arcuato
3. Núcleos de la región mamilar: núcleo posterior, núcleos mamilares
Las conexiones aferentes del hipotálamo proceden principalmente del hipocampo (a
través del fórnix), la amígdala (directamente y a través de la estría terminal), la corteza
frontal, la corteza basal, el tálamo, el cerebelo, la retina, el mesencéfalo.
Las conexiones eferentes del hipotálamo se dirigen a la corteza frontal, al cerebelo,
el tronco cerebral y la médula (a las neuronas preganglionares del sistema visceral), el
núcleo interpeduncular, el tegmento mesencefálico, el núcleo anterior del tálamo (a través
del haz mamilo-talámico) y la hipófisis. Como puede verse, algunas de estas conexiones
son recíprocas. La vía más destacada, por lo menos anatómicamente, es la que procede
del hipocampo y termina en los cuerpos mamilares, de donde continúa al núcleo anterior
del tálamo, y de éste a la región cingular anterior. Su interés reside en la propuesta de
Papez, según la cual este circuito, que luego se completa con la vía del cíngulo de regre-
so al hipocampo, sería la base de las emociones (una hipótesis que, como se verá, a la
luz de nuevas evidencias ya no parece ser válida).
Del concepto de un núcleo-una función, estamos pasando al concepto de redes fun-
cionales interconectadas y estructuradas epigenéticamente. A esto debe añadirse la rees-
tructuración psicocinética de las redes a base de la actividad del nivel psíquico cortical.
Aunque estas redes no están delimitadas anatómicamente, cabe suponer que para cada
una de las funciones en que interviene el hipotálamo, hay una red más o menos específi-
ca que no sólo comprende las formaciones nucleares del tálamo en diversas configura-
ciones, sino también las conexiones extrahipotalámicas ascendentes, descendentes y
transversales. Las mismas funciones integradas dentro de la actividad psíquica serán de
nuevo estudiadas en el Cuaderno N° 5. Por ahora sólo mencionaremos las formas de
actividad funcional de las redes hipotalámicas dentro de la actividad personal. Las princi-
pales son aquellas que intervienen en:
1. Los procesos para alcanzar y mantener la estatura y el peso del cuerpo, a través
de la regulación de la ingesta de los alimentos y la regulación de los procesos
metabólicos de síntesis de las proteínas y almacenamiento de las fuentes calóri-
cas como las grasas y el glucógeno
2. Los procesos de mantenimiento del volumen del agua de las células y los tejidos,
a través de la regulación de la ingesta y la eliminación del agua
3. Los procesos de mantenimiento de la temperatura corporal alrededor de 37° C,
por medio de procesos funcionales y metabólicos de ahorro de calor y aumento
de la producción de energía calórica, y de procesos opuestos de pérdida de calor
y reducción de la producción del mismo
4. Los procesos de integración de la actividad visceral, funcional y metabólica de la
digestión, circulación y la respiración, tanto entre sí, como con los que intervienen
en la expresión gestual de los estados emotivos
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5. Los procesos por los que se activa y regula la actividad inmunitaria de las células
de los tejidos linfático y sanguíneo que intervienen en la defensa de la integridad
de las células y los tejidos corporales, a través de los sistemas visceral y autonó-
mico
6. Los procesos de regulación de la actividad funcional y metabólica (endocrina) de
la reproducción, dentro de la actividad sexual (personal y de las gónadas) de am-
bos géneros, y el ciclo menstrual, la gestación, el parto y la lactancia en la mujer
7. Los procesos de regulación de las actividades metabólica y autonómica que se
expresan en las distintas fases del ritmo circadiano del sueño y la vigilia.
CAPÍTULO 2.3
que descienden para conectarse con neuronas del asta anterior de la médu-
la, el núcleo rojo y las áreas más o menos delimitadas de la formación reti-
cular, sobre todo áreas con función motora que intervienen en el manteni-
miento de la postura y
2. Las vías sensoriales, ascendentes y descendentes, que se interconectan con la
corteza cerebral, con sus respectivos núcleos de relevo, como son:
a) Las vías de la sensibilidad visceral, aferentes y eferentes, como las vías de
los haces espino-talámicos y del núcleo del tracto solitario
b) Las vías de la sensibilidad somática, aferentes y eferentes, como las de los
núcleos cuneatus y gracilis del bulbo dentro de la vía de las columnas pos-
teriores de la médula y la vía auditiva
3. Las vías que proceden del aparato vestibular y se dirigen al cerebelo, la médula
espinal y el cerebro
4. Las vías que unen el cerebelo con el tálamo y la médula espinal, a través del nú-
cleo rojo
5. Las vías llamadas de activación ascendente, que proceden de varios núcleos
tegmentales, del rafe, del locus ceruleus
Por otro lado, el tronco cerebral contiene un conjunto abigarrado de núcleos y de for-
maciones difusas de neuronas que, en general, también corresponden a los componen-
tes visceral y somático del organismo. Entre los más importantes están:
1. Varias formaciones nucleares (llamados también centros) específicas para la in-
tegración de las redes que intervienen en el control de ciertas formas de activi-
dad visceral –respiratorio, circulatorio, digestivo, urinario–, distribuidos desde el
mesencéfalo hasta el bulbo; el área postrema; la sustancia gris periacueductal
2. Varias formaciones nucleares, con funciones también específicas dentro de las
redes que intervienen en el control de diversos aspectos de la actividad somáti-
ca, como el núcleo rojo, el locus Níger; la masa nuclear conocida como complejo
olivar inferior, situado en el bulbo, que unen el tronco cerebral con el cerebelo
3. Los núcleos de los nervios cefálicos, y otros núcleos intercalados entre ellos. De
estos núcleos proceden los nervios craneales del tronco encefálico, la mayor
parte de los cuales contiene fibras nerviosas viscerales, sensoriales y motoras, y
fibras nerviosas somáticas, sensoriales y motoras, en diferentes combinaciones
y proporciones. En seguida los clasificamos según el componente predominante
en cada nervio:
a) Los nervios sensorimotores viscerales, glosofaríngeo y vago, que inervan la
musculatura visceral, de la faringe, laringe y vísceras torácicas y abdomina-
les (sus núcleos se ubican en el bulbo).
b) El nervio facial de la musculatura facial (situado en la unión pontobulbar) y la
parte motora del nervio trigémino para la musculatura mandibular (situado en
el puente)
c) El nervio trigémino de la sensibilidad facial (que nace del puente); el nervio
de la sensibilidad auditiva, el nervio auditivo, y el nervio vestibular, de la sen-
sibilidad postural (cuyos núcleos están ubicados en el bulbo)
d) Los nervios de la musculatura ocular: el nervio motor ocular común y el ner-
vio del oblicuo superior (cuyos núcleos están en el mesencéfalo), y el nervio
del recto externo (con su núcleo situado en la unión bulbo-póntica), y el ner-
vio hipogloso de la musculatura lingual (que nace del bulbo)
32
CAPÍTULO 2.4
Anatomía del cerebelo. La corteza cerebelosa. Los núcleos del cerebelo. Conexiones del
cerebelo. Principales funciones del cerebelo.
El cerebelo es la masa neuronal que junto al tronco cerebral ocupa la fosa posterior
de la cavidad craneal. Se forma a partir del metencéfalo. Está formado por una zona cen-
tral, el vermis, dos masas laterales, los hemisferios cerebelosos y en su parte ventral, el
lóbulo flóculo-nodular.
Desde un punto de vista evolutivo, el flóculo-nódulo se clasifica como el arquicerebe-
lo; el vermis, como el Paleocerebelo, y los hemisferios cerebelosos, como el neocerebelo.
La estructura del cerebelo comprende: una corteza cerebelosa, una sustancia blanca
subcortical, varios núcleos centrales y los pedúnculos cerebelosos.
A pesar de sus divisiones, la corteza cerebelosa es una capa plegada transversal-
mente, bastante uniforme en cuanto a su estructura histológica; de modo que, al parecer,
sus divisiones funcionales sólo dependen de sus conexiones. Tiene tres láminas:
1) Una capa molecular, superficial
2) Otra capa granular, profunda, y entre ambas
3) Una capa formada por filas de las neuronas de Purkinje.
Los núcleos centrales del cerebelo son: los núcleos fastegii, interconectados con el
flóculo-nódulo; los núcleos emboliforme y globoso, interconectados con la corteza del
vermis, y los núcleos dentados, en relación con la corteza de los hemisferios cerebelosos.
Los tres pares de pedúnculos cerebelosos son: los superiores que unen el núcleo
dentado al tegmento mesencefálico; los medios que son una especie de extensión lateral
del puente y los inferiores que son una extensión dorsal del bulbo.
Las vías aferentes del cerebelo comprenden, principalmente:
1) las que proceden de la corteza cerebral, después de hacer escala en los núcleos
del puente, cruzan al lado opuesto y forman el pedúnculo cerebeloso medio;
2) las que proceden de la médula espinal –las vías espino-cerebelosas– ingresan a
través del pedúnculo cerebeloso superior y del pedúnculo cerebeloso inferior;
3) las que proceden del ganglio y los núcleos vestibulares, de la olivar bulbar y de
las vías sensoriales somáticas, ingresan también formando el pedúnculo cerebeloso infe-
rior.
Las vías eferentes del cerebelo se inician en neuronas de los núcleos cerebelosos y
egresan formando los pedúnculos cerebelosos superiores. Las vías se cruzan y llegan al
34
núcleo rojo: una parte procedente del núcleo dentado continúa hacia los núcleos ventral
lateral del tálamo; otro componente, después de hacer sinapsis con neuronas grandes, se
continúa formando parte de la vía rubro-espinal que se extiende a la médula espinal.
Las funciones del cerebelo son la coordinación, modulación y regulación, de la acti-
vidad motriz en el nivel funcional, por medio de tres grandes sistemas funcionales:
1) el vestíbulo-cerebelo, para la coordinación de la postura y el equilibrio en posi-
ción de pie
2) el espino-cerebelo, para la coordinación de la ejecución de las operaciones mo-
toras periféricas, y
3) el cerebro-cerebelo, para el aprendizaje y panificación de las destrezas motoras
complejas.
35
CAPÍTULO 2.5
el llamado fascículo proprio de la médula. La parte periférica está constituida por las de-
más vías nerviosas siguientes:
1) Las fibras nerviosas procedentes de los ganglios somáticos, prosiguen en las co-
lumnas posteriores del mismo lado, y terminan en los núcleos cuneiforme y grácil
del bulbo
2) Las vías motoras aferentes espino-cerebelosas que proceden de las neuronas
de la base de las astas anteriores y se dirigen al cerebelo (parte de estas vías
son directas y parte son cruzadas)
3) Las vías sensoriales viscerales que vienen de las neuronas de los ganglios vis-
cerales se continúan en las vías procedentes de las neuronas del asta interme-
dio lateral que ascienden al tronco cerebral, y de neuronas del asta posterior que
cruzan al lado opuesto y ascienden formando las vías espino-talámicas, lateral y
ventral
4) Las vías motoras viscerales que descienden del tronco cerebral y terminan en
neuronas de las astas intermediolaterales
5) Las vías córtico-espinales, directas y cruzadas, y las demás vías descendentes
de varios núcleos del tronco cerebral: rubro-espinal, retículo-espinal, tecto-
espinal y vestíbulo-espinal, todas las cuales terminan directa o indirectamente en
neuronas de las astas anteriores.
Cada nervio raquídeo tiene una raíz de entrada dorsal y otra de salida ventral. Cada
raíz contiene fibras nerviosas viscerales y somáticas. Por tanto, a) una raíz dorsal contie-
ne axones de neuronas ganglionares: 1) de los ganglios viscerales (simpáticos) que ha-
cen sinapsis con neuronas de la porción anterior de la columna intermediolateral, y 2) de
los ganglios somáticos (raquídeos) que terminan en el asta posterior inmediata o en los
núcleos de las columnas posteriores. Y b) una raíz ventral que contienen: 1) los axones
de las neuronas llamadas preganglionares del asta intermediolateral anterior, que como
parte del sistema visceral inervan las vísceras, después de hacer escala en neuronas
postganglionares de los ganglios viscerales, paravertebrales y prevertebrales, y 2) los
axones de las neuronas motoras del asta anterior que es la parte periférica del sistema
nervioso somático, que inerva la musculatura somática.
Las neuronas, tanto sensoriales como motoras de las astas de la médula, son mu-
cho más numerosas en los segmentos de la médula que corresponden a los miembros
superior e inferiores. Las raíces de estos segmentos forman los plexos viscerales (para-
vertebrales y prevertebrales) y somáticos, que luego se dividen en troncos nerviosos.
Estos troncos tienen una conformación muy variable en el sistema visceral. En el sistema
somático, los troncos nerviosos tienen un patrón de distribución más definido, y cada
tronco inerva tanto un grupo muscular como una zona de piel y de tejido conectivo.
A su vez, independientemente de la distribución de cada tronco nervioso, cada raíz
somática también se distribuye en áreas corporales, cada una de las cuales se denomina
miótomo, dermátoma y esclerótomo, y corresponde a la distribución de los axones de las
neuronas motoras o sensoriales espinales. La superficie sensorial de la cara está inerva-
da principalmente por el nervio trigémino, y la musculatura facial por el nervio facial y la
porción mandibular del mismo trigémino.
37
SECCIÓN 3
N/C INF.
E R E S
ORGANISMO
MEDIO INTERNO
Fig. 3.1. Los modelos, clásico (der.) e informacional (izq.), sobre la naturaleza de la
relación ser vivo-ambiente
38
De esta manera, todo individuo le veremos organizado en dos componentes: uno vis-
ceral y otro somático; cada uno de ellos con sus respectivas entradas y salidas, es decir,
sus respectivos procesos de sensibilidad y de motilidad.
Aunque somático significa corporal, en la jerga neurocientífica designa lo no-visceral.
A fin de esclarecer estos conceptos, hay que tener en cuenta la diferencia entre la activi-
dad intraindividual y la extraindividual, ya aludidas, así como la diferencia entre afectivi-
dad y cognición en el nivel psíquico inconsciente. Esta organización funcional del sistema
nervioso aparece en forma esquemática en el cuadro 3.1.
Siguiendo este razonamiento, el componente visceral del sistema nervioso, en el ni-
vel funcional, corresponde a la actividad intraindividual de la persona, y al sistema afecti-
vo en su nivel psíquico. Igualmente, el componente somático del sistema nervioso, en el
nivel funcional, corresponde a la actividad extraindividual de la persona, y al sistema cog-
nitivo en su nivel psíquico.
CUADRO 3.1
ORGANIZACIÓN FUNCIONAL DEL SISTEMA NERVIOSO
1. Sistema nervioso visceral
1.1. Sistemas de la sensibilidad visceral
1.1.1. Sistemas interoceptivos (con vías aferentes y eferentes)
1.1.2. Sistemas exteroceptivos (con vías aferentes y eferentes)
1.2. Sistemas de la motilidad visceral
1.2.1. Sistemas de la motilidad gestual (con vías eferentes y aferentes)
1.2.2. Sistemas de la motilidad simpática (con vías eferentes y aferentes)
1.2.3. Sistemas de la motilidad parasimpático (con vías eferentes y aferentes)
Como se puede apreciar, esta organización del sistema nervioso en el nivel funcional,
se corresponde en forma precisa y coherente con las estructuras del paleocórtex, cuyos
componentes límbico y heterotípico son los respectivos sistemas de memoria del nivel
psíquico inconsciente, que a su vez se integran a través de la corteza motora. Es también
evidente la relación de ambos componentes del sistema nervioso con los componentes
del individuo total, hacia abajo, y con los componentes afectivo y cognitivo de la concien-
cia, hacia arriba (aunque no olvidaremos que la integración afectivo-cognitiva se realiza
en el hombre a través de un tercer componente de la conciencia, que es el sistema moti-
vacional).
A pesar de este razonamiento, en ese capítulo haremos un análisis de los procesos
de la sensibilidad y de la motilidad, siguiendo la concepción clásica. La razón es que la
mayor parte del estudio de los procesos de la sensibilidad se refiere a la sensibilidad so-
39
mática, y habrá que aplicarla mutatis mutandis al sistema de la sensibilidad visceral. Los
estudios sobre la motilidad visceral son más exhaustivos, pero, con todo, los conceptos
básicos sobre la motilidad en general se basan en nuestro conocimiento de la motilidad
somática.
40
CAPÍTULO 3. 1
Desde un punto de vista muy general, la sensibilidad es atributo de los sistemas vivos
individuales, cualquiera que fuera su nivel de organización. Habrá que diferenciar, por
tanto, primero entre las formas de sensibilidad visceral y somática, y luego los niveles de
la sensibilidad respecto de los seres vivos celulares, de los tisulares, de los organismos,
de los psiquismos animales y de las personas.
En el nivel funcional de las personas, tenemos, como acabamos de decir, dos siste-
mas funcionales:
1. Los sistemas de la sensibilidad visceral, cuyas señales sensoriales interoceptivas
se procesan en el sistema afectivo-emotivo inconsciente en la forma de información
psíquica afectiva, que son las sensaciones afectivas (diferentes de los sentimien-
tos), y
señales. De este modo las señales sensoriales son atenuadas o bloqueadas, filtradas,
focalizadas o sintonizadas cinéticamente a base de la actividad psíquica en curso.
I = K (E – E0)n
go, es sólo una forma más compleja de discriminación (el grado de complejidad depende
de cuan superior es el animal: un primate tiene mayor capacidad discriminativa y por tan-
to de reconocimiento de ciertos estímulos que un ave o un reptil). Aunque no es posible
asegurar que un animal superior reconoce su estado subjetivo (de hambre o dolor, por
ejemplo), el reconocimiento de los elementos de su ambiente local es de tipo puramente
cognitivo inconsciente. En cambio, lo que llamamos reconocimiento por parte de una per-
sona, ya es de tipo consciente, y por ello mismo de naturaleza diferente (En el Cuaderno
siguiente veremos en qué consiste y cuál es su importancia).
CUADRO 2.1
CAPÍTULO 3.2
CUADRO 3.1
CLASIFICACIÓN DE LOS SISTEMAS DE LA MOTILIDAD
1. Pupilar
2. Lagrimal
3. Cutánea (sudoral, pilosa)
4. Facial (gestual)
5. Bucal (gestual, salival)
6. Esofagogastrointestinal
7. Biliar
8. Bronquial
9. Cardiaca
10. Vascular
11. Ureteral
12. Vesical
13. Genital
I. Gestual
II. Simpática
III. Parasimpática
2. Los sistemas de la motilidad somática (en relación con la actividad psíquica ejecutiva):
1. Ocular
2. Facial
3. Maxilar
4. Laríngea
5. Faríngea
6. Lingual
7. Cervical
8. De miembros superiores
9. Del tronco
10. De los miembros inferiores
SECCIÓN 4
En esa Sección revisaremos los aspectos más específicos de los sistemas sensorial y
somático del componente visceral del sistema nervioso. Esta es la manera más directa de
abordar la relación del componente visceral del cuerpo con el sistema afectivo-emotivo
del nivel paleocortical inconsciente.
En cada capítulo se sistematizará la teoría acerca de las vías sensoriales y de las
vías motoras del sistema nervioso visceral, siguiendo la clasificación de estos sistemas
esbozada en el cuadro 2.1. Se observará que los conceptos de aferencia y eferencia no
son sinónimos de vía sensorial ni de vía motora, puesto que, como ya se ha señalado en
la Introducción (Véase: Cuaderno 1; Sección anterior), cada sistema, sea sensorial o mo-
tor, tiene ambos tipos de fibras nerviosas: aferentes y eferentes.
Por otro lado, se notará que el concepto de sistema nervioso visceral no es equivalen-
te al de sistema autonómico periférico, simpático y parasimpático, sino que cubre la inte-
gridad del sistema en todos sus niveles de organización, hasta el nivel paleocortical.
Insistimos en que esta forma de estudiar este componente del sistema nervioso nos
facilitará la explicación de la actividad psíquica inconsciente de tipo afectivo.
50
CAPÍTULO 4.1
tencia explica mejor la modalidad de dolor visceral, tal como se deduce del esquema si-
guiente.
c) Receptores
Todos los receptores sensoriales de la sensibilidad visceral exteroceptiva son termi-
naciones axonales libres: unos son mecanorreceptores distribuidos entre las células de la
epidermis y alrededor de la raíz de los vellos, y entre las células de las mucosas (sobre
todo de la córnea, los labios y los genitales externos, del glande y la vagina). Otros son
termorreceptores (para el frío, para el calor). Los nociceptores son en su mayoría quimio-
rreceptores (sensibles a sustancias como histamina, bradiquinina, serotonina, prosta-
glandinas, enzimas proteolíticas, iones K y algunos ácidos); otros son mecanorreceptores
y termorreceptores específicos para el dolor.
d) Vías aferentes
Las vías sensoriales que se inician en los receptores siguen los nervios sensitivos jun-
to a los nervios somáticos. Se trata de fibras delgadas A y C que ingresan a la médula
por las raíces posteriores; al entrar se dividen en ramas ascendentes y descendentes
(que forman el fascículo de Lissauer); luego penetran al asta posterior de la médula para
hacer sinapsis con neuronas de las láminas I, II y III de Rexed.
Los axones de estas neuronas forman los haces espinotalámicos que, después de
cruzar la línea media, ascienden en la columna anterolateral, siguen hasta el tronco ence-
fálico para hacer sinapsis con neuronas de los núcleos medial y posterolateral del tálamo
y varios núcleos del hipotálamo. También forman redes locales conforme ascienden en el
tronco encefálico y alcanzan los núcleos subcorticales mencionados; de éstas dependen
las respuestas igualmente locales como el vómito y la tos; las respuestas corporales al
frío y al calor, la erección del pene, el clítoris, los pezones durante la excitación sexual;
respuestas viscerales por las que se modifica la actividad digestiva, cardiaca, respiratoria,
circulatoria (especialmente la presión arterial) ante estímulos de esta forma de sensibili-
dad visceral, las respuestas gestuales –copulatorias, del miedo y la furia– ante los estí-
mulos adecuados.
54
e) Áreas receptivas
Las neuronas del tálamo se proyectan finalmente a la denominada área sensorial II
que ocupa el opérculo parietal que se continúa con el área posterior de la ínsula o área
retroinsular que es una corteza sensorial de tipo visceral, exteroceptiva y gustativa. Es
posible que algunas vías sensoriales en relación con la sensibilidad genital y sensual más
general tengan su área receptiva en la porción anterior de la corteza parahipocámpica y
del área septal, en estrecha relación con la olfación.
e) Vías eferentes
Estas son mejor conocidas dentro del sistema de la sensibilidad dolorosa; pero es
posible que existan en todos los subsistemas de la sensibilidad visceral general. En los
esquemas siguientes, puede observarse la distribución de las posibles vías eferentes del
sistema funcional del dolor, así como la red de filtrado de las señales sensoriales queda
origen a la sensación dolorosa en el asta posterior de la médula espinal. Una red similar
existe para la vía sensorial del nervio trigémino.
comprende el área septal (la región subcallosa y la zona adyacente) y el área paraolfato-
ria, se conecta con los núcleos septales, el hipotálamo, la amígdala y resto del sistema
límbico. Al parecer, esta vía de entrada olfativa se integra dentro del paleocórtex límbico y
así interviene en la generación de respuestas emotivas elementales.
f) Vías eferentes
Aunque las vías sensoriales eferentes de los sistemas de la sensibilidad interoceptiva
no nos son conocidas, el sistema de la olfación tiene una vía eferente que procede de la
corteza cerebral basal y termina en el bulbo olfatorio, haciendo sinapsis directas e indirec-
tas (por medio de interneuronas) con las dendritas de las células mitrales que forman los
glomérulos. Esta vía posiblemente modula, facilita o inhibe el paso de las señales senso-
riales hacia el cerebro.
CAPÍTULO 4.2
ruleus y núcleos del rafe, a los núcleos motores de los nervios III, V, VII, IX y X, y la co-
lumna intermediolateral de la médula.
Se pensó que cada núcleo hipotalámico tendría una función específica. Ahora se
puede decir que tales núcleos son puntos nodales dentro de varias redes neurales que
son parte de los sistemas funcionales que intervienen cíclica o rítmicamente en la organi-
zación y control de las actividades funcional visceral y metabólica de los tejidos corpora-
les. En tal sentido, los distintos núcleos del hipotálamo son parte de diversas redes neu-
rales que intervienen en:
8. Los procesos para alcanzar y mantener la estatura y el peso del cuerpo, a través
de la regulación de la ingesta de los alimentos y la regulación de los procesos
metabólicos de síntesis de las proteínas y almacenamiento de las fuentes calóri-
cas como las grasas y el glucógeno
9. Los procesos de mantenimiento del volumen del agua de las células y los tejidos,
a través de la regulación de la ingesta y la eliminación del agua
10. Los procesos de mantenimiento de la temperatura corporal alrededor de 37° C,
por medio de procesos funcionales y metabólicos de ahorro de calor y aumento
de la producción de energía calórica, y de procesos opuestos de pérdida de calor
y reducción de la producción del mismo
11. Los procesos de integración de la actividad visceral, funcional y metabólica de la
digestión, circulación y la respiración, tanto entre sí, como con los que intervienen
en la expresión gestual de los estados emotivos
12. Los procesos por los que se activa y regula la actividad inmunitaria de las células
de los tejidos linfático y sanguíneo que intervienen en la defensa de la integridad
de las células y los procesos, a través de los sistemas autonómico y endocrino
13. Los procesos de regulación de la actividad funcional y metabólica (endocrina) de
la reproducción, a través del control de la actividad sexual (de las gónadas) en
ambos sexos, y el ciclo menstrual, la gestación, el parto y la lactancia en la mujer
14. Los procesos de regulación de la actividad metabólica que determina el ritmo cir-
cadiano del sueño y la vigilia.
Es pues probable que todas estos procesos centrales de mantenimiento y regulación
de la actividad corporal sean organizados, modificados y modulados en sentido cinético,
sea de modo continuo, por largos o breves periodos de tiempo, según el tipo, intensidad y
configuración de los estados emotivos que se suceden y varían en el tiempo; los cuales,
a su vez, dependen de las configuraciones y variaciones de la actividad psíquica cons-
ciente en general. Esto no niega que las variaciones y configuraciones que los estados
corporales adoptan en el tiempo, en sentido epigenético modifiquen y modulen no sólo
actividad de estas redes subcorticales, sino de toda la actividad consciente de la persona.
Podemos pues afirmar que el hipotálamo transmite patrones preestablecidos de opera-
ciones autonómicas como parte de estados emotivos específicos, que luego se integran
con los procesos metabólicos de los tejidos, a través del sistema endocrino que comienza
en la red hipotálamo-hipofisaria.
del mismo tronco encefálico y de la médula espinal. A través de estos se efectúan los
procesos viscerales respectivos.
SECCIÓN 5
En esa Sección revisaremos los aspectos más específicos de los sistemas sensorial y
somático del componente somático del sistema nervioso. Esta es la manera más directa
de abordar la relación del componente somático del cuerpo con el sistema cognitivo-
ejecutivo del nivel paleocortical inconsciente.
En cada capítulo se sistematizará la teoría acerca de las vías sensoriales y de las
vías motoras del sistema nervioso somático, siguiendo la clasificación de estos sistemas
esbozada en el cuadro 2.1. Se observará que los conceptos de aferencia y eferencia no
son sinónimos de vía sensorial ni de vía motora, puesto que, como ya se ha señalado en
la Introducción (Véase: Cuaderno 1; Sección anterior), cada sistema, sea sensorial o mo-
tor, tiene ambos tipos de fibras nerviosas: aferentes y eferentes.
Por otro lado, se notará que el concepto de sistema nervioso somático no es equiva-
lente al de sistema autonómico periférico, simpático y parasimpático, sino que cubre la
integridad del sistema en todos sus niveles de organización, hasta el nivel psíquico.
Insistimos en que esta forma de estudiar este componente del sistema nervioso nos
facilitará la explicación de la actividad psíquica inconsciente de tipo paleocortical (hetero-
típico).
64
CAPÍTULO 5.1.
No está demás recordar que el término somático, que en sentido estricto quiere decir
cuerpo, aquí lo usamos en un sentido restringido para referirnos a los sistemas de los
órganos de los sentido, la piel, los huesos, las articulaciones, los músculos y el tejido co-
nectivo que llena los espacios entre ellos. Esto tampoco significa que los componentes
visceral y somático se puedan separar completamente. Para citar un solo ejemplo, recor-
demos que los vasos sanguíneos que corresponden al componente visceral, se distribu-
yen en todo el componente somático.
Las señales sensoriales que procesan los sistemas de la sensibilidad somática refle-
jan los sucesos del espacio, intrapersonal y extrapersonal, y luego determinan la informa-
ción psíquica cognitiva que finalmente se refleja en los procesos de la motilidad somática.
Los componentes de la sensibilidad somática son dos: el sistema interoceptivo (llamado
propioceptivo: reservamos este nombre para las vías motoras aferentes de la motilidad
somática) y el sistema exteroceptivo.
b) Modalidades
Comprende dos modalidades se sensación: 1) la cinestesia respecto del desplaza-
miento corporal y segmentario, y 2) la sensibilidad postural respecto de la posición estáti-
ca corporal y segmentaria.
65
c) Receptores
La superficie receptora está segmentada en miótomos (grupos musculares) y escleró-
tomos (regiones ósea, articular y de tejido conectivo) que son inervados por las neuronas
sensoriales de un ganglio raquídeo y que corresponden a un segmento medular.
Los receptores interoceptivos son mecanorreceptores musculares: los husos muscu-
lares (situados dentro de la masa de los músculos estriados) y los órganos tendinosos de
Golgi (situados en el extremo tendinoso de los músculos) y articulares: terminaciones
libres y encapsuladas situadas en la cápsula articular y los ligamentos de cada articula-
ción.
d) Vías aferentes
Las señales sensoriales interoceptivas siguen los nervios sensitivos somáticos. La vía
sensorial central tiene dos escalas de relevo: la primera neurona de los ganglios raquí-
deos envía sus axones por las raíces posteriores respectivas, ingresan a la médula y sin
hacer sinapsis alguna ascienden a lo largo de las columnas posteriores hasta hacer con-
tacto con la segunda neurona de los núcleos cuneatus y gracilis del bulbo raquídeo. Los
axones de estos núcleos se decusan en el bulbo y siguen su ascenso formando el lem-
nisco medio del tronco encefálico hasta tomar contacto con la tercera neurona de los nú-
cleos talámicos ventrales posteriores. Estas neuronas finalmente proyectan sus axones a
las áreas receptivas del lóbulo parietal.
Otra vía aferente se origina en el núcleo mesencefálico del V y el componente senso-
rial de los nervios III, IV, VI, VII, IX. X, XI y XII que inervan los músculos estriados de los
ojos, la cara, la lengua, la faringe y laringe, y el cuello.
e) Áreas receptivas
Las áreas receptivas de la sensibilidad interoceptiva son parte del área sensitiva so-
mática (S-I), específicamente las áreas 3a y 2 de Brodmann, localizadas en la circunvolu-
ción parietal ascendente, que es un paleocórtex heterotípico granular.
f) Vías eferentes
Neuronas de estas áreas parietales y posiblemente de otras relacionadas, envían
axones que descienden para hacer sinapsis con neuronas intercaladas que a su vez iner-
van los núcleos de relevo del tálamo y los núcleos cuneatus y gracilis.
b) Receptores
Los receptores vestibulares son mecanorreceptores de dos clases: 1) células ciliadas
de la cresta ampular de los conductos semicirculares, y 2) células ciliadas de las máculas
del utrículo y el sáculo, sobre las cuales flotan los otolitos o estatoconia. Como los con-
ductos semicirculares contienen líquido endolinfático, los desplazamientos de la cabeza o
66
c) Vía vestibular
Las señales sensoriales generadas siguen el nervio vestibular cuyas células se en-
cuentran en el ganglio vestibular. Los axones prosiguen hasta penetrar al bulbo donde
hacen sinapsis con los núcleos vestibulares. A partir de estos, las vías vestibulares se-
cundarias se dirigen al tálamo, a los núcleos oculomotores, al componente vestibular del
cerebelo y a la médula espinal. Estas redes intervienen en el mantenimiento y corrección
de la postura corporal erecta, y para la coordinación de los movimientos de los ojos y el
cuello. La vía que termina en el núcleo posterolateral del tálamo continúa hasta la corteza
parietal.
d) Área receptiva
El área receptiva vestibular se encuentra en la circunvolución parietal inferior, áreas
3a y 2v del lóbulo parietal.
b) Modalidades:
La sensibilidad somática general comprende varias submodalidades:
1. El tacto cognitivo (epicrítico)
2. La presión o barestesia
3. La vibración o palestesia
67
c) Receptores
La superficie receptora de la piel también está segmentada en dermátomos, es decir,
áreas de piel y tejido subcutáneo inervada por neuronas de un ganglio raquídeo, cuyos
axones forman una raíz dorsal. Estas raíces son en número de 8 cervicales, que inervan
el cuello y los miembros superiores; 12 torácicos para el tórax y el abdomen; 5 lumbares,
5 sacros y 1 coccígeo para los miembros inferiores y el periné. La cara y la parte anterior
del cuero cabelludo son inervadas en su mayor parte por el nervio craneal V o trigémino.
Los receptores táctiles son mecanorreceptores distribuidos en dos planos:
1) Los receptores superficiales de la piel, que son de dos tipos: a) De adaptación rá-
pida: los corpúsculos de Meissner que abundan en la piel de los dedos, los labios y
la mucosa de la lengua, y que codifican el contacto, el movimiento y la vibración. b)
De adaptación lenta: los corpúsculos de Merkel que codifican contacto y presión;
estos receptores sensoriales abundan en la piel de la cara palmar de las manos.
2) Los receptores profundos del tejido subcutáneo, que también son de dos tipos simi-
lares: a) De adaptación rápida: los corpúsculos de Paccini, que codifican presión y
vibración. b) De adaptación lenta: son los corpúsculos de Ruffini, que abundan en
la piel de los pliegues de las articulaciones, y codifican presión y movimiento sobre
la piel.
d) Vías aferentes
La vía aferente de la sensibilidad somática general sigue los nervios periféricos sen-
soriales. Sus fibras son mielinizadas tipo A principalmente.
La primera neurona de la vía procedente de la cara se encuentra en el ganglio senso-
rial del nervio trigémino (V). Su primer relevo tiene lugar en los núcleos sensoriales del
trigémino en el bulbo raquídeo. Los axones de estas neuronas se decusan y se unen al
lemnisco medio que termina en el núcleo talámico ventral posterior.
Las neuronas de la vía procedente de la piel del cuello, tronco y extremidades se en-
cuentran en los ganglios raquídeos. Sus axones ingresan con las raíces posteriores y de
inmediato ascienden en las columnas posteriores hasta hacer sinapsis con neuronas de
los núcleos cuneatus y gracilis del bulbo. Los axones de estas neuronas se decusan y
forman el lemnisco medio que asciende y termina en el núcleo ventral posterior del tála-
mo.
Las neuronas talámicas proyectan finalmente sus axones a la corteza sensorial del
lóbulo parietal.
e) Áreas receptivas
Las áreas corticales receptivas forman el área S-I. Las vías terminan específicamente
en las áreas 3b, 1 y 2, junto a las terminaciones de la vías interoceptiva.
f) Vías eferentes
Desde la corteza parietal descienden vías sensoriales eferentes que por medio de in-
terneuronas inervan a neuronas de los núcleos sensoriales talámicos y de los núcleos
cuneatus y gracilis.
partimiento separado por la membrana de Reissner del resto de la rampa vestibular). És-
ta contiene endolinfa, un líquido que baña las cilias de las células sensoriales y tiene alta
una concentración de K. Esto crea un potencial de +80 mV en relación a la perilinfa, de
modo que las células sensoriales del órgano de Corti tienen una diferencia de potencial
de cerca de 145 Mv respecto de la endolinfa y 65 mV respecto de la perilinfa. Se supone
que de esta diferencia de potencial depende la sensibilidad de las células del órgano de
Corti a la onda sonora.
Las células ciliadas del órgano de Corti forman dos filas que se extienden desde la
base hasta el vértice del caracol: una fila interna de a uno, que suman unas 3,500, y una
fila externa de a tres, que suman cerca de 20,000.
La membrana basilar se extiende desde la base hasta el vértice del caracol, pero se
torna gradualmente más ancha y gruesa conforme se acerca a dicho vértice. La vibración
de la perilinfa y la endolinfa produce la consiguiente vibración sincrónica de las membra-
nas basilar y tectoria, pero la onda sonora que se propaga desde la ventana oval no
avanza a todo lo largo de la membrana basilar justamente por las características físicas
mencionadas. Por lo tanto, la vibración de la membrana basilar va a depender de la fre-
cuencia de la onda sonora: las de alta frecuencia no pasan la parte inicial y las de baja
frecuencia pueden llegar hasta la parte distal de la membrana. Por esta razón, las células
ciliadas de la parte inicial del órgano de Corti transducen las ondas de alta frecuencia y
gradualmente las ondas de menor frecuencia. Por esta razón se dice que en el órgano de
Corti hay una distribución tonotópica del registro de las ondas sonoras.
Los procesos de transducción sensorial en los receptores sensoriales se inicia con el
movimiento de vaivén de las cilias de las células sensoriales que se produce por el paso
de la onda sonora. Este movimiento vibratorio produce la apertura y cierre de canales de
K. El ingreso del K abre canales de calcio que a su vez moviliza vesícula sinápticas que
posiblemente liberan glutamato. A partir de aquí, las terminaciones axonales del nervio
auditivo generan las señales sensoriales que codifican la frecuencia y la amplitud de las
ondas sonoras.
c) La vía auditiva
Las neuronas del nervio auditivo forman el ganglio espiral que se encuentra dentro del
eje óseo del caracol. El nervio auditivo se une al nervio vestibular y así forman el nervio
VIII que alcanza el bulbo raquídeo. Debido a la distribución tonotópica del órgano de Corti
ya mencionada, las señales sensoriales respecto de las distintas frecuencias de energía
sonora se propagan por el nervio auditivo de tal modo que los tonos más altos hasta los
más bajos siguen ordenadamente sus propias fibras nerviosas.
La segunda neurona de la vía auditiva se origina en los núcleos cocleares, dorsal y
ventral. La distribución de las vías auditivas en el tronco encefálico es bilateral, y sólo
algo más de la mitad de las fibras se decusan al lado opuesto. La vía tiene varios núcleos
de relevo, que son: los núcleos del cuerpo trapezoide, los núcleos olivares superiores, el
núcleo del lemnisco lateral, el tubérculo cuadrigémino inferior y el núcleo geniculado late-
ral del tálamo. En estos núcleos se mantiene la distribución tonotópica del órgano de Cor-
ti, pues las neuronas de estos núcleos están organizadas en láminas de isofrecuencia
(una capa de células para una misma frecuencia).
Es una característica de estos núcleos tener conexiones entre sí en el mismo nivel y
con otros núcleos del tronco encefálico para formar redes locales de las que dependen
diversas formas de reacción segmentaria, como las de orientación (desviación de los ojos
y la cabeza a un estímulo auditivo), de parpadeo ante un ruido intenso, de ajuste de los
músculos del tímpano a la intensidad del sonido. En este último caso, fibras nerviosas del
nervio facial inervan los músculos del oído medio que sirven para mantener la tensión del
tímpano y de la cadena de huesecillos en respuesta a un ruido intenso. Además, las neu-
ronas de los núcleos olivares y del cuerpo trapezoide están especializadas para detectar
70
las diferencias de intensidad y de tiempo de arribo de las ondas sonoras a cada oído,
para generar señales que serán usadas en la localización de la fuente del sonido en el
espacio que rodea al oyente.
e) Vías Eferentes
Las vías sensoriales eferentes del sistema auditivo son posiblemente las mejor estu-
diadas y conocidas, pues se las ha podido trazar anatómicamente desde la corteza hasta
el órgano de Corti del oído interno. La vía se inicia en la corteza sensorial auditiva y des-
cienden haciendo escala en varios de los núcleos de la vía auditiva que hemos mencio-
nado. Parte de esta vía eferente hace escala en neuronas intercaladas que inervan las
neuronas sensoriales del tálamo; otras inervan los núcleos olivares superiores y una vía
eferente olivococlear (de la oliva a la cóclea) que forma parte del nervio auditivo se pro-
yecta hasta el órgano de Corti donde inerva las células ciliadas mismas. Esta vía intervie-
ne en el filtrado y modulación de las señales auditivas desde el tálamo hasta el órgano de
Corti, procesos que son de fundamental importancia para la organización de la ansiedad,
la atención y la expectación.
un cuarto creciente de luna: este parte del campo corresponde entonces a la visión mo-
nocular, es decir, a la del ojo cubierto.
El campo visual de cada ojo puede ser dividido en dos mitades por una línea vertical
que pase por el centro: una mitad nasal (junto a la nariz) y una mitad temporal (junto a la
sien o témpora). Una línea horizontal separa cada mitad en cuadrantes, superior e infe-
rior.
Por otro lado, el campo visual tiene una zona central donde la agudeza visual es má-
xima y una zona periférica más amplia. Se llama campo visual central o macular a dicha
zona central (que corresponde a la mácula de la retina), y campo periférico a la zona que
la rodea (que corresponde al resto de la retina). Habrá, entonces, campos nasal y tempo-
ral con sus respectivos cuadrantes en cada una de estas zonas.
Cuando vemos normalmente con ambos ojos, el campo visual binocular y los campos
monoculares de ambos lados forman un campo visual único que tiene dos hemicampos,
derecho e izquierdo.
Es pues en este espacio visible donde nos desplazamos y ubicamos, y donde ubica-
mos los objetos. Llamaremos estímulo visual a todo objeto material que refleja la energía
luminosa. Esta energía reflejada atraviesa los medios transparentes del ojo y se vuelve a
reflejar en la superficie receptora de la retina.
b) Receptores
Los receptores para la energía electromagnética visible se encuentran en la retina,
que es la membrana que cubre la cara interna del globo del ojo.
El ojo es un sistema óptico, conformado por una secuencia de medios transparentes
cuyo objetivo es que la luz reflejada por los objetos lleguen lo más nítidamente posible,
esto es, sin difractarse, a la superficie de los receptores de la retina. Cuando una persona
no tiene dificultad alguna para ver nítidamente los objetos más pequeños posibles, se
dice que tiene ojos emétropes. Pero si una persona tiene ojos más grandes o más pe-
queños, o la córnea no es perfectamente convexa, aparecen los llamados errores de re-
fracción, como son la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo.
La sola conformación anatómica del ojo, sin embargo, no es suficiente para que la luz
reflejada por un objeto incida de modo perfecto en la superficie receptora de la retina.
Para ello el ojo tiene que adaptarse a los variados aspectos el estímulo luminoso. Prime-
ro, los ojos tienen que adoptar la mejor posición para poder detectar el estímulo como
uno solo; por lo que tienen que rotar en una u otra dirección, hacia uno u otro lado, hacia
arriba o hacia abajo, para dirigir la mirada y detectar el estímulo visual. Segundo, la lente
o cristalino, al no poder avanzar o retroceder para que el objeto se refleje sólo en la retina
(como hacen las cámaras fotográficas), tiene que ampliar o reducir su grosor con este fin.
Tercero, la pupila tiene que disminuir o aumentar su diámetro para que penetre una can-
tidad adecuada de energía y se enfoque mejor a los objetos distantes y cercanos. Y cuar-
to, los ojos deben converger al mismo tiempo para enfocar objetos cercanos, y divergir
para enfocar los objetos distantes.
Para lograr estas adaptaciones, disponemos de redes neurales que inervan los
músculos del cristalino, la pupila y de los propios globos oculares. Se tiene así una mus-
culatura intrínseca para las estructuras que dejan paso a los rayos de luz, y otra extrínse-
ca para mover los ojos horizontalmente de uno a otro lado, o verticalmente hacia arriba o
hacia abajo en dirección al estímulo. Además, una red central tiene que organizar la
coordinación entre todas aquellas redes más específicas.
La retina tiene una estructura laminar, en que se suceden, de fuera hacia adentro
(hacia el centro del ojo):
72
1. La capa pigmentaria, formada por células que contienen el pigmento negro mela-
nina, que sirven para absorber la energía luminosa. Estas células, además, alma-
cenan vitamina A que sirve para la síntesis del retinal, que es la molécula necesa-
ria para la transducción de la energía luminosa en señal sensorial visual
2. La capa de conos y bastones está formada por células nerviosas modificadas, con
una dendrita engrosada en la forma de cono o de cilindro. En esta parte de la cé-
lula, la membrana se pliega de tal forma que se aprecia como si fuera una pila de
láminas que contienen los receptores de membrana sensible a la energía lumino-
sa. Los conos se concentran en la mácula y la fovea y tienen receptores para las
tres bandas de energía luminosa que corresponden a los colores azul, verde y ro-
jo. Los bastones predominan en el campo periférico de la retina y tienen recepto-
res para todo el rango de energía y son sensibles a la sola presencia o ausencia
de la misma.
3. La capa de neuronas bipolares, son células interpuestas entre los axones de los
conos y bastones y las neuronas ganglionares. Células horizontales hacen sinap-
sis con los axones de los conos y bastones. Células amacrinas hacen sinapsis
con los axones de las células bipolares.
4. La capa ganglionar contiene las neuronas ganglionares cuyos axones forman el
estrato óptico para luego reunirse cerca del centro de la retina para formar el ner-
vio óptico. Éste atraviesa el cráneo y sigue su curso hacia la base del cerebro.
La fotoquímica de la visión comprende una serie de reacciones físicas y químicas que
se inician con el arribo de la energía luminosa sobre los fotorreceptores de los conos y
bastones. En los bastones los receptores de membrana son moléculas de rodopsina for-
mada por scotopsina y retinal. Esta última molécula tiene la propiedad de cambiar su for-
ma por acción de los fotones de cualquier frecuencia. En los conos los receptores son
fotopsinas cuya forma química se modifica por la energía luminosa de diferente longitud
de onda: de 445, 535, 570 m que se transducen como azul, verde y rojo. De la combi-
nación de las señales respecto de estas frecuencias resulta la visión de los diversos colo-
res que podemos distinguir.
La transducción sensorial que se produce en los conos y bastones es debida al efecto
de la oscuridad. Sucede que estas células sensoriales son hiperpolarizadas por efecto de
la energía luminosa, de tal modo que cualquier reducción de la energía (lo que ocurre
cuando un objeto al ser iluminado absorbe parte de la energía y por tanto refleja sólo par-
te de ella) despolariza la membrana y genera un potencial graduado que se extiende a
las células bipolares. Por eso es que los conos y los bastones están parcialmente despo-
larizados en la oscuridad. En las células bipolares el potencial de despolarización sigue
siendo graduado y sólo la despolarización de las células ganglionares pueden generar los
potenciales de acción que constituyen las señales sensoriales visuales.
del ojo del mismo lado y fibras de la hemirretina nasal del ojo del lado opuesto. Por con-
siguiente, podemos decir que cada mitad del campo visual, derecha e izquierda, se refleja
en la vía visual del lado contralateral. Lo mismo sucede con los campos superiores e infe-
riores: la mitad superior del campo se refleja en la mitad inferior de la vía visual, y la mitad
inferior en la parte superior.
En cada lado, la cinta óptica llega al núcleo geniculado lateral del tálamo. Aquí se
produce un relevo y la última neurona sigue la radiación óptica hasta la corteza. Toda
esta vía, desde la retina hasta la corteza occipital, está constituida por tres componentes
paralelos: la vía magnocelular, la parvocelular y la coniocelular. La primera procede de
los bastones, sus fibras son gruesas y de alta velocidad de conducción; la segunda y la
tercera proceden de los conos y sus fibras son delgadas y de conducción más lenta. Las
tres vías tienen un destino diferente en la corteza cerebral, así como funciones diferen-
ciadas, como veremos más adelante.
En el núcleo geniculado lateral, las neuronas están distribuidas en seis láminas, y en
cada una de ellas los axones de las neuronas ganglionares de la retina hacen sinapsis
del modo siguiente: los que proceden de la retina temporal (del ojo del mismo lado) ter-
minan en las capas II, III, V, y los que proceden de la retina nasal (del ojo del lado opues-
to) lo hacen en las capas I, IV y VI.
Algunas fibras nerviosas del nervio óptico no terminan en el núcleo geniculado lateral,
sino que desvían su curso y se distribuyen en estructuras subcorticales, como son: el
núcleo supraquiasmático del hipotálamo, la formación reticular del tronco, el núcleo cua-
drigémino superior y la corteza del cerebelo. Estas redes subcorticales intervienen en la
activación del estado de alerta, la desviación de los ojos y la cabeza ante un estímulo
visual, y la coordinación de las operaciones motoras, corporales y manuales, más inme-
diatas en relación con el espacio visible.
CAPÍTULO 5.2
Así como hemos hecho respecto de toda la actividad psíquica humana, también te-
nemos que diferenciar entre la actividad productiva que depende de la información cogni-
tiva consciente y las acciones ejecutivas de nivel inconsciente a través de las cuales se
expresa dicha actividad. Luego, en un plano más periférico, diferenciaremos entre aque-
llas acciones ejecutivas y las operaciones que realizan los efectores musculares como
expresión final de la actividad productiva de la persona. Por otro lado, no está demás
recordar que estas operaciones deben diferenciarse de los gestos que son las formas
más elementales de actividad motora que dependen de la actividad afectivo-emotiva y
son parte de la expresión emocional. Al mismo tiempo que no olvidamos que los gestos y
las operaciones se efectúan de modo totalmente integrado dentro de la actuación objeti-
va de la persona.
La actividad productiva consciente de los hombres se realiza entonces a través de la
actividad ejecutiva inconsciente y de los procesos de la motilidad somática. De todos es-
tos procesos depende la actividad somática externa, objetiva, muscular y osteoarticular
del cuerpo que comprende, además de las ya mencionadas más arriba, las operaciones
motoras de la mirada, los expresivos intencionales del rostro, la articulación de los soni-
dos orales, del habla y el canto, las operaciones manuales de arrojar, jalar, manipular
para descomponer y componer objetos, construir casas, caminos, etc. y las acciones más
complejas del atletismo, el baile, la artesanía y el arte en general.
Los sistemas neurales para la ejecución de las operaciones de la motilidad ocular,
bucal, de manipulación, de bipedestación y marcha, comprenden varios sistemas funcio-
nales, específicos para:
1. El mantenimiento y ajuste de la postura contra gravedad, alinear la cabeza, tronco
y miembros para mantener la posición relativa de los segmentos corporales entre
sí, y del individuo en relación con el espacio y las cosas
2. La coordinación del desplazamiento de los segmentos entre sí en el espaciotiem-
po; redes centrales que integran los esquemas posturales antes de iniciarse el
movimiento intencional
3. El inicio y optimización del accionar (que mejora con la práctica) de los segmentos
corporales o del cuerpo como un todo
4. La expresión integrada final o externa de gestos y operaciones motoras que con-
forman la actuación objetiva de la persona.
Todas estas redes neurales de control de la motilidad que se inician en la corteza y
terminan en la médula, comprenden también las vías aferentes –cutáneas, vestibulares,
musculares y visuales– que proveen las señales de ajuste postural preestablecidas, pero
que se modifican y adaptan dependiendo de la experiencia y la situación actual.
La ejecución de las operaciones motoras dentro de la actividad cognitivo-ejecutiva es
principalmente objetual –es decir, en relación con los objetos– y se realiza a través del
sistema integrado de la motilidad somática. Este sistema transcribe la información psíqui-
ca cognitiva en un programa de señales del cual depende la estructura de la actividad
75
motora corporal actual, tal como ocurre en un espaciotiempo. Mantenerse de pie o cami-
nar, separar o juntar las partes de un objeto, son operaciones motoras que tienen una
distribución en el espacio (del cuerpo en su entorno) y se desenvuelven en una secuencia
que se da en el tiempo.
Podemos estar tan inmóviles como se quiera o se requiera, aunque no por mucho
tiempo; de inmediato realizamos alguna acción, como desplazarnos o mover algún seg-
mento del cuerpo. En estos casos el cuerpo adopta una postura o cambia de postura. Se
dice que el cuerpo adopta una postura, en primer lugar, cuando estamos inmóviles, sea
acostados, sentados o de pie, en una posición cómoda o incómoda, espontánea o forza-
da por alguna circunstancia, y en segundo lugar, cuando al mover un segmento, el resto
del cuerpo debe quedar fijo en una posición adecuada. Por ejemplo, cuando se corta una
hoja de papel con las tijeras, el cuerpo está seguramente inmóvil por unos instantes, y al
mismo tiempo que una mano fija su postura para sostener el papel, la otra realiza la ac-
ción de cortar. Igual sucede al caminar: una pierna puede avanzar sólo cuando la otra se
mantiene fija por un instante. Para poder leer, los ojos deben moverse rápidamente de un
lado a otro de la línea escrita; pero mientras tanto el resto del cuerpo y las manos adop-
tan una postura fija para sostener el libro o el papel escrito.
En realidad, las operaciones motoras nunca ocurren aisladas; hasta para mover un
dedo, el resto de la mano debe mantener una postura adecuada. También puede suceder
que mientras un segmento corporal realiza una operación, otro u otros estén realizando
operaciones diferentes, y que las operaciones que se ejecutan formen parte de una ac-
ción de rango más complejo. Por ejemplo, la sola acción de colocar un objeto sobre la
mesa implica un conjunto simultaneo y seriado de operaciones en cada una de las articu-
laciones de los dedos, la muñeca, el codo, el hombro, integradas en una sola acción,
mientras el resto del cuerpo adopta una posición que apenas cambia en los instantes en
que se realiza dicha acción; por lo tanto, es lógico decir que toda postura corporal mo-
mentánea también es parte de la acción o es una acción en sí.
Las acciones motoras a veces se las diferencia en acciones corporales y acciones
segmentarias o locales. Las primeras incluyen acciones coordinadas de todo o casi todo
el cuerpo, como caminar, trepar, saltar. Las segundas son acciones más focales, como
mirar a uno u otro lado, morder, masticar, coger, patear.
La ejecución de estas acciones depende de sistemas separados pero en constante in-
teracción que se han desarrollado sucesivamente en el curso de la evolución y desarrollo
de las especies y del hombre. El más primitivo es el sistema motor axial, cuya acción es
más global que segmentaria. El más reciente es el sistema motor distal, cuya acción es
más selectivo y de mayor precisión, más característico del hombre actual. De este último
depende el desarrollo de las destrezas manuales, aunque ambos pueden modificarse y
ampliarse al aprender nuevas habilidades corporales y manuales que requieren de una
mayor integración, como jugar al fútbol, bailar valet o tocar el piano.
Cuando se trata de explicar las funciones de las redes neurales de cuya actividad de-
penden estas acciones motoras, debemos diferenciar entre la red neural que codifica el
programa y la ejecución del programa a través de redes neurales que dependen de él.
Esta diferencia se aprecia mejor cuando decimos “Pepe ya sabe caminar” y “Pepe está
caminando”. La primera frase quiere decir que esta persona tiene un programa codificado
en un sistema de memoria dado, el cual, o bien permanece fuera de uso por algún tiempo
(cuando Pepe está dormido, por ejemplo), o bien organiza la actividad actual en curso
(cuando Pepe se desplaza de un lugar a otro).
Una cuestión importante al respecto es que las redes neurales de un programa motor
están organizadas por niveles de integración. Esta organización empieza durante la or-
ganogénesis desde los niveles inferiores o periféricos, y termina con la psicogénesis en
los niveles más superiores o centrales, paleocortical inconsciente primero y neocortical
consciente después: por eso existen redes para la misma clase de operaciones motoras
76
Por esta razón, la actuación subjetiva (la información psíquica consciente acerca de lo
que voy a hacer en seguida) determina cinéticamente la actuación objetiva (la actividad
mecánica que realizo en este momento) por medio de programas diseñados en términos
de la información de los niveles superiores. Así, la información psíquica consciente se
puede convertir en un programa de nivel psíquico inconsciente, el cual no es otra cosa
que la configuración que adopta la información psíquica inconsciente a base de la infor-
mación del nivel inmediato superior. Y si este programa se repite de modo coherente,
quedará organizado como tal en la memoria del nivel funcional inmediato inferior, como
hemos visto líneas arriba. Esto significa que al momento de usarse, un programa una vez
activado tiene que mantenerse así todo el tiempo que media entre el estado previo del
sistema hasta el momento en que se inicia su ejecución actual y se la delega, por así
decirlo, a los programas de los niveles inferiores.
Respecto de la actividad motriz somática que estamos estudiando, debemos tener en
cuenta que es costumbre hablar de las funciones motoras sin tomar en consideración,
aunque fuera implícitamente, que la actividad motora de la persona tiene un componente
visceral, y que ésta no sólo es simultánea, sino que está integrada con dicha actividad
somática. Por lo tanto, la actividad motriz, visceral y somática, de la persona ya depende
de la integración emotivo-ejecutiva de nivel paleocortical inconsciente, así como de una
integración emotivo-productivo-volitiva neocortical consciente.
Sin embargo, tendremos presente que en toda esta discusión apenas hemos tomado
en cuenta los procesos de integración emotivo-ejecutiva de nivel inconsciente. La cues-
tión es que, tratándose de personas, es poco útil ir a una explicación de una integración
de un tipo que se produce en los animales y en el niño recién nacido, sin conocer de qué
naturaleza y bajo qué condiciones se efectúa el procesamiento de la información afectiva,
cognitiva y conativa del nivel neocortical de la conciencia. No obstante, por razones di-
dácticas seguiremos de inmediato con el estudio analítico de la actividad motora paleo-
cortical inconsciente, abstrayéndola del contexto de la actividad personal. Dejamos para
el Cuaderno siguiente el estudio de los procesos de organización de la actividad motora
como expresión de la actividad consciente de la persona.
programas motores de las áreas frontales mencionadas sólo reflejan la información cogni-
tiva del área parietotemporooccipital, tanto heterotípica como neocortical.
La extensión del área M1 se mantiene en la misma proporción en los primates supe-
riores y en los hombres, pero el área premotora se amplía en unas seis veces en estos
últimos.
Las conexiones aferentes transcorticales directas al área motora proceden: 1) del
área parietal anterior, que es el componente tactil del sistema cognitivo; de este modo se
establece una conexión directa entre el área receptiva primaria tactil y el área M1; 2) de
las áreas sensoriales secundarias –tactiles parietales, visuales occipitales y auditivas
temporales– con las áreas premotora y motora; 3) de las mismas áreas tactiles, visuales
y auditivas al área frontal de los ojos; 4) por su parte, el área de asociación posterior se
interconecta con el área de asociación anterior, y ésta con el área premotora, y por últi-
mo, 5) las conexiones entre las áreas motoras entre sí, especialmente de las áreas pre-
motora y motora suplementaria con el área motora primaria M1. Las vías eferentes de
este última descienden a los núcleos del tronco cerebral y la médula espinal.
Es probable que las redes neurales del área premotora sean organizadas en progra-
mas que se mantienen activos antes de que se ejecuten desde las áreas M1, cuyas co-
lumnas una vez organizadas por dicho programa en un momento dado generan los tre-
nes estructurados de señales motoras que modifican el curso de las señales actuales e
inician así la acción motora como otro proceso diferenciado de la actividad personal en
marcha.
Dado que el área motora suplementaria recibe señales de los ganglios basales, es
posible que procese programas integrados de tipo emotivo-ejecutivo que luego se distri-
buyen en las áreas 6 y 24 vecinas. Téngase en cuenta que en el hombre esta integración
emotivo-ejecutiva sólo es parte de la actividad inconsciente que la abstraemos teórica-
mente de la actividad consciente que es la que realmente determina la organización de la
actividad personal en su conjunto.
Recordemos que el mapa motor del área M1 es una representación del hemicuerpo
contralateral, donde la extensión de cada subárea no depende de la masa muscular iner-
vada sino que es proporcional a cantidad de información neural necesaria para generar
acciones motoras de mayor complejidad y refinamiento, como son las que se ejecutan
por medio de la lengua, los labios y las manos.
Se dice que el área premotora inerva bilateralmente la parte proximal de las extremi-
dades, y el área motora primaria inerva la parte distal de las extremidades contralatera-
les. Esta suposición no es enteramente correcta, pues no toma en cuenta la organización
o estructura interna de los programas bajo los cuales se ejecutan las operaciones moto-
ras que constituyen las acciones de tipo consciente. Es probable que cuando se estimula
o lesiona el área premotora se afectan o se pierden los programas globales que ponen en
marcha los más operativos del área motora, en tanto que es posible que una lesión o
estimulación de un punto de esta área afecte sólo los componentes más elementales del
programa.
Es imposible explicar la naturaleza de los procesos funcionales de integración de la
actividad motora somática que se efectúa en la corteza cerebral sin tomar en cuenta la
verdadera naturaleza de los procesos de organización de la actividad personal en su con-
junto. En cambio, si se toma en cuenta que los procesos sensorimotores (funcionales)
durante la gestación determinan en sentido epigenético la aparición de la información
psíquica cognitivo-ejecutiva, y que los procesos psíquicos inconscientes determinan en
sentido cinético la estructuración de los programas de ejecución motora, recién se explica
el papel de las interconexiones transcorticales y córtico-subcorticales que existen entre
estas áreas motoras y el resto de la corteza.
79
Como quiera que en los hombres esta clase de relaciones están organizadas no sólo
a base de información psíquica inconsciente, sino de información psíquica consciente, no
podemos seguir pensando que las señales neurales sólo se transmiten de una red corti-
cal a otra, y de éstas a las redes subcorticales. Mucho más importante que esta explica-
ción, es tener presente que primero las señales psíquicas de nivel consciente se expre-
san en programas de nivel psíquico inconsciente en la corteza premotora y motora; que
luego estos programas se expresan en redes neurales que son, a su vez, programas de
tipo ejecutivo de nivel funcional, y que estos últimos se transducen en operaciones moto-
ras finales más objetivas. Sólo así tiene sentido el hecho de que las redes transcorticales
de las áreas motoras estén interconectadas en paralelo entre sí y con el resto del cere-
bro, y que no se trata de conexiones anatómicas per se, sino de redes organizadas psí-
quicamente, o a base de información psíquica, cognitiva en este caso.
alguna evidencia que nos induce a pensar que estas formas de integración de la actividad
motora en el nivel psíquico se efectúa desde las áreas motoras frontales.
Esta corteza motora de anticipación comprende: 1) el área motora suplementaria pa-
ra la integración emotivo-ejecutiva de programas para la expresión emocional y la ejecu-
ción de las acciones, y 2) el área premotora para el control de la ejecución secuencial de
los gestos y operaciones del desempeño motor. Las señales motoras de salida respecto
de los gestos y las operaciones finales, al parecer se generan en las áreas 24 y 4, res-
pectivamente.
Es importante tener cuenta que gran parte de la actividad motora de los hombres se
organiza en dichas áreas corticales motoras principalmente durante los procesos formati-
vos de la personalidad, de modo progresivo se convierten en las aptitudes que se guar-
dan en la memoria neocortical del nivel subconsciente. Gradualmente, la parte ejecutiva
de estas aptitudes pasa a codificarse en los sistemas funcionales de memoria subcortical
(del cuerpo estriado y el cerebelo) en la forma de programas cuya ejecución se torna au-
tomática durante la actividad personal. El aspecto motor de esta actividad adopta enton-
ces la forma de comportamiento, desempeño o conducta.
Una vez organizados estos programas motores en los sistemas subcorticales, en lo
sucesivo ya se ejecutan como parte de la actividad personal a través de las áreas moto-
ras frontales. Esto significa que, si durante el aprendizaje se organizó en un primer plano
una red transcortical de ejecución sensori-premotora, sensori-motora y premotora-motora,
y luego en un segundo plano redes subcorticales córtico-estrío-tálamo-corticales y córti-
co-cerebelo-tálamo-corticales que son los programas motores que expresan las aptitu-
des; después de este proceso, durante la actuación objetual de la persona, estos pro-
gramas se ejecutan desde los sistemas de memoria funcional subcortical y a través de
las redes corticales frontales.
Estudiaremos en seguida cómo los programas motores del sistema cognitivo-
ejecutivo, corticales y subcorticales, se integran entre sí y con los sistemas motores del
tronco encefálico, la médula espinal y los sistemas propioceptivos aferentes, especial-
mente durante la ejecución de las habilidades o destrezas.
1.1. Las que forman parte de las vías sensitivas somáticas ascendentes: somáticas
generales y especiales, que hacen escala en los núcleos laterales posteriores
y los núcleos geniculados medial y lateral, que luego se proyectan a las áreas
corticales heterotípicas somática general, auditiva y visual. Parte de la infor-
mación sensorial (sobre todo visual) se integra en el pulvinar y se proyecta al
neocórtex cognitivo, occipital y temporal, y el área frontal premotora de los
ojos. También el núcleo lateral posterior parece que integra información sen-
sorial y la proyecta al área parietal superior.
1.2. Las que forman parte de la red que une el cuerpo estriado y el cerebelo con la
corteza sensorimotora, que incluye las conexiones con el pallidus, el núcleo
subtalámico y el núcleo rojo. La vía estriada se proyecta a los núcleos talámi-
cos laterales anterior y lateral, los que se proyectan a su vez a la corteza mo-
tora frontal y sensitiva somática general parietal.
1.3. Las que forman parte de las redes sensoriales eferentes. Parten de las áreas
receptivas de la corteza cerebral y se proyectan a los núcleos talámicos reti-
culares, cuyos axones hacen sinapsis inhibitorias con las neuronas sensoria-
les de relevo.
A estas redes es preciso añadir las redes talámicas que forman parte de los sistemas
visceral-afectivo y conativo a fin de completar una visión más amplia de las funciones de
integración subcortical de toda la actividad psíquica.
2. Las redes talámicas de integración de los sistemas de la sensibilidad visceral y
somática, que se efectúa a través de los núcleos talámicos intralaminares y de la
línea media. Comprenden las redes siguientes:
2.1. Las que forman parte de las vías sensitivas viscerales ascendentes: viscera-
les generales y especial del gusto, que terminan en parte del núcleo ventral
posterior, los núcleos intralaminares, cuyas neuronas se proyectan a la amíg-
dala y las áreas receptivas de la ínsula y área sensitiva II.
2.2. Las redes que forman parte de los sistemas de integración de la formación re-
ticular del tronco encefálico, de los núcleos del rafe y del locus ceruleus, que
hacen escala en los núcleos de la línea media, intralaminares y centromedio
que luego se proyectan al hipocampo y la corteza límbica.
2.3. Las redes que forman parte de los sistemas de integración del hipotálamo y la
amígdala que se proyectan a las áreas paleocorticales límbicas a través de los
núcleos talámicos anterior y lateral dorsal, y al neocórtex afectivo (neocórtex
orbitofrontal) a través de la parte magnocelular del núcleo dorsomedio de tá-
lamo.
2.4. Las redes que unen la corteza cerebral, el cuerpo estriado y el cerebelo con
los núcleos intralaminares. De estos, los núcleos centromedio y parafascicular
se proyectan a la corteza premotora y motora, sensitiva parietal y áreas límbi-
cas vecinas.
3. Las redes talámicas de integración conativa. Como en los mamíferos no hay un ni-
vel de organización neocortical consciente, la corteza frontal es solamente un área
de integración emotivo-ejecutiva inconsciente; de allí que la conexión del núcleo
dorsomedio parvocelular del tálamo que une la amígdala con la corteza frontal
dorsolateral, sólo es parte de las redes que integran subcorticalmente información
psíquica afectiva y cognitiva de nivel paleocortical inconsciente. En el hombre, es-
ta red del núcleo dorsomedio parvocelular, ya debe ser considerado parte de la
red de integración afectivo-conativa de nivel consciente.
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del mismo tipo que la anterior; luego, neuronas inhibitorias del putamen se proyectan al
globus pallidus, cuyas neuronas también inhibitorias se dirigen al núcleo subtalámico.
Éste envía axones excitatorios de vuelta al globus pallidus y a la parte reticular del locus
niger. Finalmente las neuronas inhibitorias de estos núcleos se dirigen a los núcleos ta-
lámicos que ya conocemos.
3. Una tercera red es límbica, y su función es posiblemente la modulación de la acti-
vidad motora de la corteza límbica afectiva. El brazo aferente procede de la corteza límbi-
ca y paralímbica, se dirige al estriado ventral y éste al pallidus ventral, el núcleo subtalá-
mico y la parte reticular del locus niger. El brazo aferente a la corteza es la vía tálamo-
cortical.
Por otro lado, además de estas redes que proceden de la corteza cerebral, vías que
proceden del núcleo centromedio del tálamo, del núcleo subtalámico y de la porción com-
pacta del locus niger intervienen en la modulación de la actividad funcional del cuerpo
estriado. La vía que procede del locus niger usa dopamina, y sus efectos son excitatorios
o inhibitorios dependiendo de la clase de receptores a los que se liga en el putamen.
Las lesiones del cuerpo estriado en el hombre producen serios trastornos en la activi-
dad emotivo-ejecutiva. La persona con enfermedad de Parkinson, por ejemplo, demora
para empezar a ejecutar alguna acción, como ponerse de pie, sentarse o coger algún
objeto, y no expresa los gestos característicos de su estado afectivo; el curso mismo de
su accionar es lento, se desempeña como si estuviera pensando qué movimiento viene
en seguida. Otra clase de enfermos, por el contrario, sufren de movimientos que se gene-
ran y suceden sin concierto y sin que puedan ser controlados voluntariamente; a estos
enfermos les sucede como si las operaciones motoras que uno realiza normalmente den-
tro de una acción compleja, ellos las ejecutaran al azar, sin control intencional y unas
independientemente de otras.
Como no se tienen mejores elementos de juicio, las hipótesis acerca de las funciones
del cuerpo estriado se han deducido del análisis de las funciones alteradas en esta clase
de enfermos. En síntesis, dichas funciones parecen ser: 1) el almacenaje de los progra-
mas de acciones motoras, de tipo emotivo-ejecutivo, distribuidos en mapas espaciales
previamente aprendidos; 2) la facilitación de ciertas operaciones motoras mientras se
inhiben otras durante la ejecución automática de un programa; 3) la organización de un
estado de “set” (de estar listo) posiblemente emotivo, previo a la ejecución de un progra-
ma; 4) la confrontación de las señales motoras del programa con las señales propiocepti-
vas acerca de las operaciones en ejecución.
reticular motora). Las lesiones del tronco encefálico al cortar estas vías que descienden a
la médula producen la imposibilidad de cambiar la postura corporal y de ese modo se
mantienen posturas persistentes, como son las llamadas posturas de descerebración.
musculatura distal; las neuronas de la zona anterior inervan los músculos flexores,
mientras que las neuronas posteriores inervan los músculos extensores.
El control neural de la actividad muscular depende de 1) los receptores musculares:
los husos musculares para la respuesta de estiramiento y el órgano tendinoso de Golgi
para la respuesta a la tensión; a partir de estos se forman las vías motoras aferentes (o
propioceptivas) que ascienden al tronco encefálico y el cerebelo; en su trayecto hacen las
conexiones apropiadas para la modulación de las respuestas musculares más
inmediatas); 2) la inervación gamma para el control del tono muscular, y 3) la inervación
alfa de las motoneuronas del asta anterior.
Cuando una persona sufre una lesión de la parte superior del mesencéfalo, todavía
puede tener una actividad motora dependiente del tronco encefálico y la médula espinal
que están indemnes por debajo de la lesión. Observaremos que muestra una serie de
limitaciones, entre las que destaca una parálisis de los músculos de la cabeza y del resto
del cuerpo. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, esta persona recupera algunas
funciones bastante elementales, pero exageradas en comparación con lo que uno hace
normalmente. Por ejemplo, si uno toca el pie de esta persona, todo el miembro se retira
con fuerza inmediatamente; el estiramiento de los músculos provoca una intensa y rápida
contracción de los mismos; la vejiga puede evacuarse espontáneamente sin control.
Estas reacciones nos muestran que la médula espinal está formada por redes neurales
de las que dependen diversas operaciones motoras elementales, lógicamente esenciales
para la actividad personal. Se deduce, entonces, que estas redes estaban estructuradas
y subsumidas por la actividad de los niveles superiores del sistema nervioso.
Estas redes neurales estan predeterminadas epigenéticamente, pues se nace con
ellas, y por eso estaban activas desde varios meses antes del nacimiento. Recordemos
que los movimientos fetales son bastante evidentes desde el tercer mes de la gestación.
Después de unos pocos meses despues del nacimiento, muchas de estas formas de
actividad desaparecen como tales, y vuelven a aparecer reestructuradas cinéticamente
algo más tarde, esta vez como expresión de la actividad de una red más extensa que
forma parte de un sistema funcional más complejo y de nivel superior, en muchos casos
de tipo consciente. Por ejemplo, un recién nacido puede patalear, e inclusive puede dar
unos pequeños pasos sobre el piso cuando se le suspende por las axilas; estos
movimientos desaparecen para volver a aparecer cuando el niño empieza a caminar
como una persona.
Desde un punto de vista fisiológico, estas actividades funcionales elementales de la
médula dependen, como se dijo, de redes neurales que tienen una conectividad
preestablecida, todas ellas fundamentales para la expresión de la actividad motora
integrada de la persona. Así, la médula dispone de redes para la inhibición de las
motoneuronas (inhibición aferente, inhibición recurrente) por la cual señales sensoriales
que proceden de los husos musculares reducen su excitabilidad. Otro tipo de red
interviene en la contracción instantánea del músculo como reacción a su estiramiento,
una respuesta que es esencial para que los músculos extensores se mantengan
contraidos por efecto de la gravedad. La reacción de relajación mediada por el órgano
tendinoso de Golgi evita que el exceso de contracción de las fibras musculares produzca
su lesión. La red para la respuesta de defensa permite la flexión y retirada inmediata de
un segmento corporal ante un estímulo nociceptivo. Redes más complejas son aquellas
que funcionan como generadores centrales de un patrón de actividad predeterminado,
como la red que genera el ritmo de la marcha; ésta es una red de tipo oscilador que
organiza la contracción alternante de los músculos flexores y extensores de las
extremidades al caminar.
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