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UNIDAD I

CUESTIONES INTRODUCTORIAS
• Pensar en América es pensar, en primer lugar, en un conjunto de generalidades comunes al
continente (pasado colonial común con potencias ibéricas como metrópolis, procesos de
independencia y de formación y organización de los Estados nacionales más o menos
contemporáneos, pactos neocoloniales comunes, procesos de inserción a la economía mundial
capitalista entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, procesos comunes de
industrialización algo tardíos pero importante, inestabilidades políticas con alternancias o ciclos de
experiencias democráticas y regímenes dictatoriales durante gran parte del siglo XX, procesos de
democratización previos a esos ciclos de inestabilidad que sustituyen a los regímenes oligárquicos
nobiliarios que habían predominado desde la organización y construcción de los Estados nacionales,
procesos democratizadores en las dos últimas décadas del siglo XX en sintonía con la reconversión
neoliberal, etc).
• A la vez, tenemos que tener presente, además, un conjunto de especificidades propias de algunos
países o áreas particulares: área caribeña con fuerte presencia de afrodescendientes, área andina con
una importante presencia de pueblos originarios o mestizos con matrices societarias dispares.
• Esta lógica o juego de generalidades y especificidades entonces, es sumamente necesaria para
abordar la dinámica histórica del continente.
• Nuestro continente (y Latinoamérica particularmente) está marcado por los desarrollos de la
historia mundial capitalista que despega a partir de fines del siglo XV y principios del siglos XVI
cuando se va conformando una economía mundial progresivamente capitalista cuando el eje de la
economía mundo se traslada desde el área del mediterráneo al atlántico. Así, América Latina es la
región más marcada, dentro del Tercer Mundo, por los condicionamientos de las estructuras
económicas internacionales, los desarrollados culturales, etc en términos europeos que han influido
en la historia de nuestro continente. Esto no impidió, ni mucho menos, el desarrollo de respuestas
adaptativas locales en relación a esos condicionamientos internacionales. Respuestas adaptativas
que no sólo dependen de voluntades políticas o coyunturas específicas sino fundamentalmente de
estructuras previas (por ejemplo, previas a la dominación colonial). Así tenemos dos dimensiones
de la adaptación: el peso de las estructuras y la acción de los sujetos colectivos. Esta dinámica se
plasma, por ejemplo, en las experiencias revolucionarias.
• Hay que tener en cuenta, así, la interacción pero también la autonomía de estas esferas: el
predominio o el peso de las estructuras económicas (en relación a la implementación de un modelo
primario exportador, dinamizador de las económicas latinoamericanas en un sentido
significativamente histórico), pero en diálogo con las estructuras sociales (el ámbito de las élites, el
ámbito de los grupos subalternos, en una relación dinámica de complementariedad pero muchas
veces también de conflicto o resistencia), a su vez en diálogo con los diferentes regímenes u
ordenamientos políticos que se han ido instaurando en nuestro continente, y en relación además con
dimensiones culturales e intelectuales. Así, podemos pensar en una historia multidimensional (en
relación a las esferas económicas, políticas, sociales, culturales e ideológicas, etc)
• También tenemos que tener en cuenta que América Latina es un continente eminentemente urbano
pero donde también están presentes sujetos protagónicos que tienen que ver con el mundo rural.
DIMENSIÓN ESPACIAL.
• El continente americano se incorpora tardíamente a una historia crecientemente mundial (al
diálogo o interacción con los demás continentes). Historia mundial naciente, al margen de los
contactos milenarios entre Asia, África y Europa, en referencia a la importancia de la integración
del continente americano a la historia mundial.
• Hasta el siglo XV el océano (atlántico) era una barrera para los contactos. Pasó a ser un canal
gracias a las transformaciones económicas y tecnológicas en interacción que implican la expansión
de Europa occidental por el mundo (en un primer momento, las potencias ibéricas).
• Al interior del continente, y en relación a la dimensión espacial interna, nos encontramos con áreas
geográficas de extrema humedad (Amazonia, por ejemplo), áreas geográficas de extrema aridez
(desierto de Atacama, área del actual frontera entre México y Estados Unidos, por ejemplo), áreas
geográficas de extrema frío (extremo sur de la Patagonia, por ejemplo). En ninguna de estas áreas
hubo concentraciones importantes de pobladores originarios, ni marcadas jerarquías sociales, ni la
presencia de ciudades‐estados o experiencias imperiales. Hay otras áreas geográficas que son de
extrema altura (Andes centrales, Mesoamérica, por ejemplo). Aquí sí se desarrollaron, en líneas
generales, sociedades complejas (con división del trabajo, estratificación social, con conformación
de ciudades‐estado o imperios). Áreas que fueron potencialmente favorables a la domesticación de
cultivos, de animales, a la generación de excedentes.
• Este condicionante geográfico marca dos cosas: en el momento de la independencia el área
efectivamente ocupada por las metrópolis ibéricas (España y Portugal) era de dos millones de
kilómetros cuadrados aproximadamente, en relación a un total de veinte millones de kilómetros
cuadrados, que es la extensión total del continente americano. Así, hay amplias áreas donde no hay
un control colonial efectivo (que no significa que no haya presencia o que no hayan sufrido
modificaciones al interior de esas áreas en relación a la dinámica colonial). Las áreas costeras o las
áreas donde se desarrollaron sociedades complejas son las áreas efectivamente ocupadas por el
invasor.
• Además, esos condicionamientos geográficos previos marcan el tipo de colonización que se va a
desarrollar: las áreas donde se desarrollaron sociedades complejas, existía mano de obra
acostumbrada al trabajo sedentario y al pago de tributos, y la presencia de riquezas mineras. En las
otras regiones sin estos condicionamientos, la debacle demográfica fue más marcada o significativa
(por ejemplo, el área caribeña). Así, es importante destacar como ese condicionamiento geográfico
dialoga con estructura sociales y políticas previas a la invasión europea, y como esa dinámica va a
condicionar el tipo de ocupación o colonización europea, y la historia latinoamericana de larga
duración.
ETAPA COLONIAL
• Invasión ibérica al continente americano:
a) Consolidación del atlántico como centro de la economía mundo.
b) Proceso de transición del feudalismo al capitalismo.
• La invasión se explica por estas dos cuestiones, pero a la vez contribuye a la explicación de estos
dos fenómenos: la invasión y ocupación de los que hoy es América Latina como un punto central en
la llamada acumulación originaria, que va a contribuir al desarrollo y consolidación del capitalismo.
• Las potencias ibéricas (España y Portugal) van a ser, en este desarrollo (incorporación del
continente americano a la naciente historia mundial), potencias intermediarias entre los bienes
manufactureros procedentes de Europa occidental y los productos (metales preciosos, y de la
economía de la plantación) proveniente de las colonias americanas.
• Dos variables principales que ayudan a explicar los patrones o polos de ocupación colonial en el
continente americano:
a) Disponibilidad y acceso a metales preciosos (primero a través del saqueo de metales ya
atesorados y luego mediante la explotación minera).
b) Presencia o disponibilidad de mano de obra acostumbrada al trabajo sedentario y al pago de
tributos (es decir, la apropiación del excedente de la producción).
• Estas dos variables en juego nos van a explicar porque Mesoamérica y Perú van a ser los
principales polos de la ocupación española.
• El progresivo desarrollo de una producción o explotación minera (luego de una etapa de saqueo de
bienes o metales ya atesorados) va a ir articulando grandes espacios geográficos en función del
abastecimiento de diferentes bienes o medios necesarios para la producción minera y el trabajo
compulsivo (alimentos, vestimenta, energía, estimulantes, etc). En este sentido, la unidad productiva
predominante (además de la mina) va a ser la hacienda, donde priman diversas formas de trabajo
semi servil (inquilinato, trabajo obligatorio, etc). Otra unidad productiva a la vez que unidad social
va a ser la comunidad originaria, donde todavía persisten los lazos de reciprocidad. La comunidad
originaria va a tener relaciones de complementariedad (sus habitantes trabajan obligatoriamente en
la hacienda) a la vez de conflicto (la hacienda muchas veces intenta avanzar sobre las tierras
comunitarias) con la hacienda. Así, las áreas geográficas de producción minera va a estar
articuladas con las haciendas y las comunidades originarias.
• En otras área geográficas (como en el Caribe, las costas brasileñas, etc) la población originaria va
a sufrir una extinción significativa e inicial, y va a ser sustituida por población esclavizada traída
forzosamente desde el continente africano. Aquí va a predominar la denominada economía de
plantación, que tiende a ser mono productiva (azúcar, tabaco, etc) en relación a que su mercado de
destino son los mercados ultramarinos (y no las áreas mineras como en el caso de las haciendas).
Así, tenemos las áreas de plantación con población fundamentalmente africana o afrodescendiente
esclavizada como principal mano de obra.
• También aparece otra unidad productiva que se da en las áreas de frontera, más despobladas y
donde no hay mano de obra originaria o esclavizada rentable: son las estancias o ranchos, en
sintonía con una producción fundamentalmente ganadera y con una mano de obra escaza y
asalariada (no libre). Aquí, hay que aclarar, no se da el desarrollo de un mercado de trabajo libre.
• Así, estas tres unidades productivas van a predominar en las áreas ocupadas de lo que actualmente
es América Latina durante la etapa colonial, y van a ir contribuyendo a formar sociedades altamente
asimétricas en las relaciones de poder económico y en las distinciones o estatutos jurídicos (a partir
de diferenciaciones adscriptas o clasificaciones de tipo étnicas).
• Aquí es preciso visualizar el lugar y el papel ocupado y cumplido tanto por los grupos dominantes
como por los grupos subordinados en el marco de estas sociedades estamentales, por un lado, y
analizar el tipo de relación que se da entre el conjunto de estos grupos y las metrópolis europeas,
por el otro lado (en tanto las metrópolis conquistadoras y las metrópolis que tejen relaciones
indirectas y, en el caso de las primeras, tanto con las autoridades residentes como con los
funcionarios coloniales).
GRUPOS DOMINANTES
• Tempranamente, al interior del continente americano, se va consolidando un patriciado local con
sede en las ciudades con base en las actividades económicas dominantes (la minería, la producción
agropecuaria y el comercio y finanzas). Esto implica el desarrollo de una clase dominante con
implantación multisectorial (en el sector financiero, sector minero, sector agropecuario, etc).
Además de ser los poseedores de la riqueza (es decir, el fortísimo poder económico que detentan),
la posición de este patriciado (constituido por peninsulares ibéricos y sus descendientes), se refuerza
con el otorgamiento de distintos privilegios particularistas que derivan tanto de esa condición
adscriptas de ser “blancos” como de la capacidad de cabildeo que tienen estos grupos, en tanto que
individuos pero también como cuerpos (como los consulados).
GRUPOS SOBORDINADOS
• En la contracara, podemos encontrar distintos grupos subordinados, teniendo en cuenta la unidad
productiva dominante: peones semi serviles en las haciendas, los esclavizados en las plantaciones,
los trabajadores asalariados no libres en las estancias, los miembros de las comunidades originarias,
los trabajadores mineros y los trabajadores urbanos. Este conjunto de grupos subordinados están en
la base de la pirámide social colonial, no solo por su condición de pobreza o de desposesión, sino
también por su pertenencia a ciertos estratos jurídicos desfavorecidos o inferiores (basados en gran
medida en clasificaciones étnicas). La alta asimetría en las relaciones de poder aquí presentes no se
traducen en ausencia de poder de juego o de desenvolvimiento de los grupos subordinados o
desfavorecidos (se plasma en adaptación, resistencia o incluso la rebelión abierta a la situación de
dominación o explotación).
MATIZACIONES
• Este marco, que puede parecer lineal, se va viendo alterado por distintas razones a lo largo de la
etapa colonial:
• En primer lugar, la dinámica de las relaciones entre el patriciado local y las autoridades
metropolitanas: acá hay un conjunto de acuerdos y un conjunto de tensiones. Los acuerdos remiten
fundamentalmente a la mutua necesidad del mantenimiento de las jerarquías coloniales (porque en
eso se funda la situación de dominación y explotación colonial). Pero también hay discrepancias o
puntos de tensión, que tienen que ver con el grado de control que unos y otros ejercen y con el
grado de apropiación de los excedentes que uno y otro usufructúan. Así, a pesar que la invasión del
continente americano, en un primer momento, fue una empresa de concertación entre la Corona y el
poder privado, tempranamente el poder real va a intentar avanzar sobre las prerrogativas del
patriciado local (por ejemplo, la temprana supresión de la institución de la encomienda) y esto no se
da sin episodios o tensiones latentes importantes. Sin embargo, el poder del patriciado local frente al
avance de la Corona subsiste fundamentalmente en los ayuntamientos y en una significativa
presencia en las Audiencias, situación que a lo largo del siglo XVIII se va a ir modificando (con las
trasformaciones introducidas por los Borbones). En síntesis, esto va ir perturbando el pacto de
dominación colonial entre el patriciado criollo y las autoridades peninsulares, que remite a un
proceso de avance de las autoridades metropolitanas sobre el poder del patriciado local. Esto nos va
a permitir entender la ruptura del pacto colonial en Hispanoamérica e Iberoamérica hacia fines del
siglo XVIII.
• Otro elemento que también se va modificado y perturbando el mantenimiento del vínculo colonial,
es la relación muy temprana entre las metrópolis ibéricas (España y Portugal) y las metrópolis de
Europa occidental. Tempranamente, pero fundamentalmente durante el siglo XVIII, las potencias de
Europa occidental intentan avanzar sobre esa lógica de intermediación ibérica (mediante la piratería,
el contrabando y la obtención de diversas concesiones para comerciar con ciertos puertos
americanos, que beneficia a Inglaterra fundamentalmente). En este proceso, Inglaterra se disputa la
hegemonía mundial con Francia durante el siglo XVIII (pero ya la ha superado en la hegemonía
marítima), y debido que España queda vinculada con la política francesa desde la Guerra de
Secesión Española, esto disturba o va erosionando significativamente el vínculo entre las metrópolis
y las colonias, llegando en algunos momentos a interrumpir dicho vínculo.
• Ansaldi: las jerarquías implícitas en las unidades productivas dominantes (a partir de la etapa
colonial pero con proyección posterior también) se proyectan como jerarquías del conjunto de la
sociedad y se proyectan a la esfera política (la actividad política está condicionada por las
estructuras de esas jerarquías). Esas jerarquías, por otro lado, tienen dos fuentes: primero, la
significativa desigualdad económica y, segundo, las estratificaciones jurídicas en base a
clasificaciones étnicas. Estas diferenciaciones jurídicas, a lo largo del siglo XIX, son suprimidas (la
esclavitud, el tributo exigido a las comunidades originarias, etc). Sin embargo, la marca cultural de
tantos siglos de esas desigualdades jurídicas en base a distinciones étnicas persiste en las sociedades
latinoamericanas. Esto termina siendo un condicionante para el propio desenvolvimiento de la
ciudadanía y para el desarrollo de democracias formales.

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