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Tulio Halperin Donghi “Historia Contemporánea De América Latina”

Capitulo Cuarto “Surgimiento del orden neocolonial”

A mediado del siglo XIX para toda la región de Iberoamerica comenzara la fijación de un “nuevo Pacto
colonial” este nuevo pacto va a transformar a Latinoamérica en una productora de materia primas para
centros de la nueva economía industrial, a la vez que de artículos de consumo alimenticio en las áreas
metropolitanas; la hace consumidora de la producción industrial de esas áreas, e insinúa al respecto una
transformación, vinculada en parte con la estructura productiva metropolitana.

Este proceso va a estar facilitado debido a un cambio de coyuntura de la economía mundial, cambio que
comenzó hacia 1850 y que durara hasta aproximadamente hasta 1873. Se produce una unificación creciente
del espacio económico, que anterior mente estaba organizado entorno a un sistema de intercambios con la
metrópolis que era poco voluminoso. Esta unificación es facilitada por la renovación de los transportes,
unificación de la s rutas oceánicas y de las rutas de cabotajes costero por ejemplo las costas de Perú y chile,
mejorías con la maquina a vapor. Se modifica el tono de la diva urbana, que se hace más europeo, con la
introducción de avances técnicos que irrumpen en las ciudades como el gas que va a remplazar al aceite y a
la maloliente grasa vacuna o equina como medio de iluminación por ejemplo en Buenos Aires.

Para mediados del siglo XIX y como parte también del proceso que fija el nuevo pacto colonial, comienza en
casi todas partes el asalto alas tierras indias, proceso que en algunos casos avanza con junto con la expansión
de cultivos para el mercado mundial, mas allá de que en otros de se totalmente separados de ésta.

Pero las innovaciones más importantes y de mayor relevancia van a ser básicamente dos: “La mayor
disponibilidad de capitales” Y “La mayor capacidad por parte de las metrópolis para absorber exportaciones
hispanoamericanas”. La primera se vuelca en inversiones y créditos a gobiernos. Esta innovación es rica en
consecuencias políticas y contribuye a producir la consolidación del estado que es uno de os hechos
dominantes de la etapa. Estos prestamos adoptaron formulas de amortización a largo plazo apoyándose en
una visión de futuro latinoamericano.

Las inversiones aseguran un flujo variable de bienes de capital, productos de la renovada metalurgia, como
también de combustibles (carbón), para el desarrollo de las redes férreas y los productos complementarios
que de ella de desprenden.

Esto no es que se genera de forma espontáneas y por casualidades históricas, si no que va a dar la adopción
de políticas librecambistas. El librecambio ofrece a las áreas metropolitanas un admirable instrumento
ideológico de penetración económica en estas últimas, sino también por que promete cumplir dentro de
aquellas una función de reconciliación social en el marco del orden capitalista. El librecambio va a ser un
proceso de aceleración para Latinoamérica, que se amplia también –el proceso- gracias a los nuevos hábitos
de consumo de los sectores urbanos en expansión, que hace depender de la importación a masas humanas
cada vez mas amplias.

¿Quines van a ser las victimas de este nuevo orden?

Una de las principales victimas van a ser los sectores rurales, el comienzo de de la expropiación de las
comunidades indias en las zonas que estas habían logrado sobrevivir hasta mediados del siglo XIX. Esa
expropiación no lleva consigo la necesaria incorporación de estos sectores a las nuevas clases asalariadas, ya
que para ello seria necesario una incorporación plena de las áreas rurales a la economía de mercado.

La citación del campesinado rural no era mucho mejor, el sistema de endeudamiento, facilitado por que el
hacendado a heredado del antiguo corregidor un derecho no escrito de repartimiento que le permite fijar
precios y cantidades de artículos consumidos por sus peones, se revela mas eficaz para disciplinar a la mano
de obra, un campesino con dinero debe creerse mas libre y por ende abandonar la hacienda. El sistema se
apoya en una acepción forzada de la plebe rural que es la gran derrotada sin haber casi ofrecido lucha. La
modernización le impone a la fuerza de trabajo rural, la capacidad de convertir al trabajador en un híbrido
que reúna las ventajas del proletariado moderno.
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Este cuadro ofrece excepciones y características particulares, en la costa peruana en Panamá o en Cuba los
“Coolíes” chinos parecen ser una respuesta a la clausura definitiva de la fuente Africana. La inmigración
europea tendencia que se acentúa para mediados de siglo, solo se dio en algunas regiones de la costa
atlántica, Argentina, Uruguay, Brasil central y meridional.

Los mas beneficiados de este nuevo orden, van a ser las clases propietarias locales, que aumentaban a su vez
sus rentas (gracias a una gran expansión de la producción facilitada por el nuevo clima económico) y su
capital.

No hay que dejar de lado que las confidencias logradas en este periodo por los grupos dirigentes no se
lograron sin lucha, ejemplo de esto serán la segunda guerra del pacifico, las guerras civiles que se
transforman en interminables - como los ciclos de lucha argentinas y uruguayas que desembocan en la guerra
del paraguay – otras guerras civiles que llevan a intervenciones de potencias ultramarinas – la mexicana de la
reforma, que continua contra la intervención francesa. No es extraño que en esta primera etapa de afirmación
de un orden nuevo abunden las luchas.

La expansión latinoamericana se acompaña, en efecto, de una ampliación del comercio, que se orienta ahora
en parte hacia regiones nuevas. Gran Bretaña va a ser el principal comprador en chile, Perú, Brasil, Uruguay,
Argentina y hasta el café suave de los países caribeños. UK va a tener un predominio no diputado de los
mecanismos bancarios y financieros, para Latinoamérica, se instalan bancos ingleses que proporcionan y son
el principal agente financiero de los gobiernos latinos. Países como Francia también van poco a poco
teniendo un predominio significativo, especialmente en la época del segundo imperio. Solo cuando 1929 las
metrópolis no podrán mantener la relación que en esta etapa se consolido, países como Argentina o Brasil
descubrirán que han tenido que soportar un imperialismo Británico.

Elementos decisivos de la implantación del nuevo orden han sido dos: la disminución de la resistencia que
los avances de ese orden encuentra, la identificación con ese orden de los sectores dominantes económica y
socialmente, reorientada por la ideología dominante del liberalismo al progresismo y de una simpatía por las
soluciones políticas de tipo autoritarias.

Capitulo Cinco - Madurez del Orden Neocolonial

Ya para 1880 el avance en casi toda Hispanoamérica de las economías primarias y exportadoras es una
situación finalmente consumada que implica la sustitución del pacto colonial impuesto por las metrópolis
Ibéricas.

El nacimiento de este nuevo orden neocolonial ya desde sus primeras etapas parece mostrar y nos revela
también los límites que sus logros obtenidos tienen, es decir, se hace visible ya un agotamiento de este orden,
que llegara muy pronto. El nuevo pacto colonial comienza a modificarse a favor de las metrópolis.

Las economías metropolitanas, se desarrollaran en actividades vinculadas con el trasporte y la


comercialización, multiplican la presencia de su economía en toda el área latinoamericana. Ferrocarriles,
silos cerealeros, haciendas azucareras, frigoríficos, que pasan a ser enclaves de las economías
metropolitanas, que se lanzan de forma agresiva a la conquista de las economías dependientes.

América latina va a pasar de ser cada vez, una zona reservada a la influencia británica, a constituirse en
teatro de luchas entre influencias viejas y nuevas, que con estilos propios intentan repetirla conquista
económica con tanto éxito llevada adelante por Inglaterra luego de 1810.

A partir de la etapa de preguerra, fines del XIX, comienzos del XX, EEUU comienza a jugar un papel de
gran importancia en toda la región, esta actividad de intervencionismo norteamericana se va a consumar en el
llamado “corolario Roosevelt” a la doctrina Monroe, a través del cual EEUU sostenía que en caso de que la
escasa voluntad de ordenar sus finanzas hiciese a un estado latino deudor crónico, correspondía a EEUU, y
aclaro solo a ellos, a adoptar las reformas necesarias para regularizar la situación, utilizando la fuerza ya se
para beneficiar a acreedores europeos como EEUU. De este modo EEUU asumía el papel de gendarme el

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servicio de las relaciones financieras establecidas en la etapa de madurez del neocolonialismo; los hechos de
los siguientes treinta años van a demostrar esta situación.

En este marco se va a identificar el esfuerzo por imponer una imagen de la relación entre EEUU y su área de
influencia americana que refleja sin duda sus tradiciones ideológicas, pero a la vez tiene como feliz
consecuencia prácticas que la ruptura del vínculo de dominación se hace impensable.

El movimiento difundido en Estados Unidos en pleno triunfo de la política proteccionista con que se
identifica el partido republicano, tiene como primer inspirador a Blaine, en ese fin de siglo el proyecto de
unificación aduanera de las América y el ferrocarril panamericano tenían un decidido aire de época; eran la
replica, en clima de afirmación de los imperialismos, de proyectos como el Berlín-Bagdad y el Cairo –
Copetonw. La influencia de la economía EEUU se daba solo en zonas restringidas de Latinoamérica en estas
el triunfo de las nuevas y viejas metrópolis económicas europeas era demasiado grande para que fuese fácil
barrerlo en beneficio de un indisputado predominio EEUU, hay que pensar que el ordenamiento de tipo
jurídico internacional se había fijado en la etapa anterior bajo el signo de la hegemonía mercantil británica.

Este proyecto panamericano iba a en contra una resistencia abierta y eficaz capitaneada por argentina cuya
expansión extremadamente rápida se acompañaba de un estrechamiento de la dependencia comercial y sobre
todo financiera de UK. En la conferencia panamericana de Washington, en 1889-1890, un miembro de la
delegación argentina Roque Sáenz Peña, opuso a la formula EEUU de América para los americanos.

Las tendencias en las relaciones de tipo unilaterales entre la potencia del norte y Latinoamérica, se van a
operar recién en la década del veinte y con la crisis mundial, que dejara solo ruinas aisladas del anterior
orden económico centrado Europa y aumentar la dependencia latinoamericana respecto de EEUU. Solo
después de las tensiones de la segunda guerra mundial ese sistema volvería a ser, como cuando Blaine lo
proyecto, uno de los instrumentos esenciales de la política latinoamericana de EEUU.

Si encontramos ya desde mediados del siglo XIX en el área del caribe y América central esta atravesada por
una de las líneas de mayor influencia. Las influencias políticas por ejemplo para cuba comienzan con la
guerra hispanoamericana en que desemboco en 1898 la segunda guerra de independencia en cuba,
comenzada en 1895. Esto le dejo a EEUU un conjunto de posesiones ultramarinas y le permitió adquirir una
experiencia nueva en la administración colonial de tierras antes españolas.

El tratado de Paris dejo a EEUU dueño de Puerto Rico y dominante en la nueva Cuba independiente. El paso
siguiente (la creación de Panamá) sobre el territorio ismico perteneciente a Colombia, causo mas inmediata
alarma. En el Istmo existía, desde mediados del siglo XIX un ferrocarril de propiedad norteamericana, cuya
prosperidad esta vinculada con el oeste de EEUU.

Teodoro Roosevelt hallaba en la sinceridad de la política su mérito principal: siendo el quien bautizo “la
política del Garrote” (BIG Stick) en donde EEUU no debía vacilar en usar el garrote para imponer su
disciplina a las republicas del sur.

Hacia 1914 las influencias EEUU se afirmaban sobre todo sobre el área del caribe y centro América, entre la
guerra y la depresión el avance se esa influencia iba a ser muy rápido, a su vez también los países del
pacifico serian ganados por ella.

A pesar de esto las tradiciones prerrevolucionarias va a despojar a la nueva potencia de la posibilidad de


ganar sobre la vida y la cultura de Hispanoamérica, el influjo cultural no puede ser comparable al alcanzado
por Europa occidental en la segunda mitad del siglo XIX.

Una de las consecuencias mas importante, del oren colonial de la ultima década del siglo XIX es la aparición
de un movimiento obrero urbano en México, Buenos Aires, santiago de chile y de la formación de los
primeros movimientos políticos que recusan la dirección de la elite tradicional, Ej.: el radicalismo Argentino
y el partido demócrata peruano o el partido colorado en Uruguay. Unos y otros se oponen antes que al lazo
colonial de nuevo estilo, que es la base de el orden latinoamericano, a la situación privilegiada dentro de ese
orden que ocupa la oligarquía.
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La ampliación de las bases sociales del estado aparece como una necesidad urgente; mientras la
democratización, que promete satisfacerla en el marco liberal constitucional avanza tanto en Uruguay como
en argentina, como en Perú y chile, done esta ampliación se intenta dentro e un marco autoritario y en el caso
de México en uno revolucionario

Los episodios expansivos de América Latina se relacionan con la división internacional del trabajo que en
cuanto, a la producción de alimentos acelera la expansión de: la ganadería, la agricultura y de ciertos cultivos
tropicales. Avances industriales y técnicos (La minería andina del cobre y el estaño, la expansión del
henequén en Yucatán), la difusión del motor a explosión y el transporte automotor, el boom del caucho, el
desarrollo de la explotación petrolera y el reemplazo del carbón como fuente de energía

Ej. La expansión argentina (santa fe y el sur de Córdoba, la pampa ganadera en la provincia de Bs. As donde
se difunde el frigorífico, el alambrado de los campos, la red de ferrocarriles, la construcciones del puerto
artificial de Bs. As y el de La Plata-Ensenada) y uruguaya apoyadas en la lana, la carne y el cereal que son
tan rápidas como la expansión del brasil cafetero.

Booms agrícolas y mineros se dan también en otras partes, estos implantan islotes económicos mejor
vinculados a la metrópoli que al resto del país imponiendo una dependencia de carácter estricto capas de
afectar a toda la nación. En Cuba, Puerto Rico y Perú se da lugar a una concentración de la propiedad en
mano de las empresas industrializadotas, Ej. Los ferrocarriles privados de las grandes centrales azucareras
que son en su mayoría de EE.UU. permitiendo se así un monopolio de gran relevancia.

Lo importante de esto es la capacidad devastadora de transformación que estas producciones tienen como
por ejemplo en Ecuador las plantaciones de banana que es ampliado por un conjunto de empresas EE.UU.
que se fusionan en la UNITED FRUIT COMPANY. El boom cauchero cuyos lucros se orientan a la
metrópoli que transforma y genera ciudades de tipo fantasmagórica en el medio del amazonas como Manaus
en brasil e Iquitos en Perú también es afectada la amazonía colombiana, ecuatoriana, venezolana y peruana
donde la explotación es aun más primitiva y destructiva. En Perú se a la expansión del cobre en el cerro de
pasco donde La Copper Coorpration (EE.UU.) utiliza la mas alta ingeniería y traza una línea férrea desde el
Callao hasta el cerro. La expansión petrolera y la recuperación de metales preciosos en Bolivia

Esta etapa de madures del neocolonialismo tiene el mayor rasgo común en: la tendencia al monopolio o al
oligopolio. Creación de empresas insólitamente poderosas que pueden moverse con una gran libertad debido
a que tienen un mayor poderío financiero en algunos casos mayor que el de los propios estados en las cuales
estas operan.

Ej. De esto es la guerra del Pacifico (donde compañías salitreras afectadas, en su mayor parte Inglesas se
proclaman chilenas y exigen la intervención del gobierno de santiago. En esta guerra en la primera en donde
los capitales europeos y en mayor o menor medida EEUU, toman abiertamente partido a favor de chile y
contra la alianza peruboliviana. La conquista del norte salitrero significa una ventaja importante para los
sectores dominantes de la vida chilena) que nos muestra la consecuencias que tiene en las áreas marginales la
identificación de los intereses económicos de los países metropolitanos.

Más allá de estas cuestiones, de que las fuerzas dominadoras del orden colonial que producen la creación de
islas económicas mal soldadas con el conjunto de la nación, los estado Latinoamericanos no podían
sobrevivir sin los aportes de impuestos y regalías, que pueden ser por veces insignificantes en comparación
con los lucros privados de las industrias extractivas, hacen la diferencia entre el equilibrio presupuestario y
una indigencia que lo expondría al descontento popular y a la colerazas inmediata de las fuerzas armadas.
Estos ingresos a su vez son los que permiten mantener un nivel de importaciones para el consumo interno.

La evolución Política Y sus rasgos regionales:

La evolución política presenta en hasta etapa de preguerra tres aspectos distintos: La revolucionaria en
México, la democratización pacifica de la vida política, acompañada por el triunfo de partidos populares
(Argentina, Chile Y Uruguay) y situaciones intermedias entre oligarquía y autoritarismo militar.

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México: Elabora en las ultimas décadas del siglo XIX el ejemplo mas maduro de dictadura progresista que se
conocerá en Latinoamérica. Porfirio Días es el restaurador del hombre y el tirano honrado que pone su poder
al servicio de la causa del progreso. A esto le seguirá la opción revolucionaria que toma como excepción en
todo Hispanoamérica la nación mexicana (para profundizar esto leer el texto de womack john la revolución
mexicana)

Uruguay: La democratización de la base política se logra de un modo menos violento. Se da el retorno del
gobierno civil del predominio del sector colorado lo cual permitió que adquiera relevancia la división de
partidos. Uruguay ofrece el ejemplo de democratización, política y moderación social que se dio en esta
etapa en Latinoamérica. Por comparación las experiencias argentina y chilena parecen menos logradas.

Argentina: La etapa de democratización se logra con la incursión de la unión cívica radical que en ruptura
total con el orden conservador proclama la necesidad de una verdad constitucional y electoral. El radicalismo
se apoya en clases medias urbanas, pero que a pesar de su incursión estos movimientos más de tipo populares
se van a revelar ligados a un caudillo que seria el caso de Irigoyen.

En el resto de Latinoamérica seguía dándose, de modo más puro, la alternativa entre el predominio
oligárquico y la hegemonía militar.

Cuba y Puerto Rico van a estar sometidas a la tutela de EE.UU. y el resto del caribe y centro América van a
sufrir también la hegemonía norteamericana. Otro elemento en común para esta zona va a ser las
abundancias de las crisis productivas y la aparición tardía y debilitamiento de los grupos oligárquicos
tradicionales ante la conquista de tierra por parte de los grupos inversores extranjeros.

En el caso de brasil la instauración de la republica había significado un aumento de poder del ejército. En sus
momentos más exitosos la republica brasileña no había conocido la relativa solidez de la argentina. La
democratización era solo una posibilidad que solo se daba a medias y de forma parcial. El federalismo
arraigado en las clases terratenientes y las oligarquías eran la confirmación de falta de democratización y
sufragio.

En Colombia se observa con pureza como la republica oligárquica se arraigo en esta etapa con gran vigor,
donde la conservación de Núnez había dado un jefe y un programa al conservadurismo.

En Paraguay la afirmación de una clase terrateniente poderosa (que si tiene raíces coloniales y
postcoloniales) que se da sobre todo luego de la derrota de 1870; a partir de ella Paraguay se orienta hacia el
mercado externo, destinado a Europa y al mercado Rió platense, tabaco, yerba, cueros.

En Bolivia a partir de la guerra del pacifico, se da un renacimiento minero, que tiene como reflejo político la
instalación de una oligarquía que se proclama conservadora, encabezada por los grandes bolivianos.

Casos como el de Bolivia (republica oligárquica ejemplar) o el de Venezuela (claro manual de dictadura
militar), tanto uno como el otro, pese a todas las oposiciones y diferencias, el eje de un cambio atraviesa a
toda Hispanoamérica en esta etapa: dictaduras y oligarquías son cada vez más las emisarias políticas de las
fuerzas que gobiernan a Latinoamérica, y que cada vez la gobiernan cada vez mas de afuera. Se a señalado
ya como la continuación del crecimiento Latinoamérica tuvo como precio una redistribución del poder entre
los sectores dominantes locales y extranjeros, en beneficio de estos últimos. Pero esa predistribución no era
sino un aspecto de la transformación mas amplia: a medida que Latinoamérica se incorpora como área
dependiente al sistema económico que se estaba haciendo mundial, se hacia mas vulnerable a la mas
devastadora de todas esas crisis; de ella y sus consecuencias el lazo neocolonial no iba a recuperarse nunca;
agotado en sus posibilidades, no por eso ha sido reemplazado por un nuevo modo de inserción de
Latinoamérica en el mundo.

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William Glade: America Latina Y La Economía Internacional 1870 – 1914

Introducción

El medio siglo que siguió a las guerras de independencia en América Latina, es el periodo comprendido entre
el decenio de 1820n y el de 1860/70, había sido, en general, decepcionante en lo que se refiere al crecimiento
económico. En el conjunto de la región, la desigual difusión de la comercialización, durante el periodo
colonia, había dejado un complejo mosaico de relaciones de producción capitalista y no capitalistas, que iban
desde las redes de trabajo reciproco, la esclavitud, otros regímenes de trabajo obligatorio y la remisión de
deudas por medio del trabajo, hasta la aparcería y diversas formas de terrazgo, el trabajo asalariado y la
producción de artículos básicos en pequeña escala por parte de artesanos y pequeños campesinos. La
propiedad comunal de la tierra seguía existiendo al lado de propiedades privadas, tanto grandes como
pequeñas. Poco a poco, sin embargo; a lo largo de varios decenios ganaron terreno relaciones más
compatibles con los modos de interacción capitalista, a medida que iban cayendo en desuso los antiguos
mecanismos coloniales de distribución de recursos y tenia lugar la expansión del sistema capitalista
mundial. Medio de siglo de cambio incremental no había bastado para transformar la organización
económica de América Latina, pero si produjo una alteración suficiente de las condiciones que harían
posibles los avances institucionales y tecnológicos de tipo mas extenso que hubo en el periodo de 1870 –
1914.

La fuerte atracción gravitatoria de las economías en expansión del Atlántico norte reorientaba la vida
económica hacia una participación paulatinamente mayor en un intercambio mundial que ya no se veía
determinado por la política comercial ibérica.

Además de brindar nuevas e importantes oportunidades de crecimiento, esta reorientacion trajo consigo una
dislocación del comercio que entraño costes para varios elementos de la economía de la región: la mengua de
la producción artesanal y la extinción virtual de los talleres manufactureros u obrajes, la decadencia
económica de algunas regiones. La integración de la región en la economía mundial y la correspondiente
facilidad de obtener prestamos del extranjero contribuyeron a sofocar el potencioal para la producción local
de tecnología que pudiera existir aun después de los intentos de modernización que la corona española
hiciera en los últimos decenios de la época colonial, así como obstaculizar el crecimiento de la experiencia
manufacturera en el continente. Debido a la relación coste-beneficio, a corto plazo, era mucho mas fácil y
mas racional adquirir nuevos métodos de producción en Europa que crear la clase de ambiente social, que
hubiera estimulado la generación local de tales métodos.

Por desgracia, los trastornos institucionales posteriores a las guerras de la independencia habían sido un
obstáculo para América Latina durante un periodo en el cual el volumen real del comercio mundial fue en
aumento; después de 1850, creció a un ritmo posiblemente mas rápido e incluso que entre 1870 y 1914. El
crecimiento demográfico en Europa y América del Norte, los efectos aceleradores de las inversiones que
indujo dicho crecimiento, junto con los cambios en la tecnología de la producción y el transporte, obraron
recíprocamente en las economías metropolitanas e incrementaron la capacidad de exportar e importar. Con el
paso del tiempo, esto ofrecería oportunidades comerciales cada más atractivas para América Latina cuando
mejorase su ambiente político. Nuevas rutas marítimas conectaban a América Latina a los medios que hacían
falta para explotar los mercados de capital y dinero europeos y, en menor medida estadounidense.

Al entrar América Latina en el ultimo tercio de siglo XIX, el clima económico, que desde la independencia
se había visto trastornado en su mayor parte por la inestabilidad política, empezó a adquirir un carácter mas
sosegado.

Brasil, Chile, Argentina y México se destacaron de la mayoría de las otras naciones latinoamericanas en la
medida que la estabilización de la vida política nacional permitió que la maquinaria del Estado se dedicara a
afianzar la base normativa de la prosperidad material. En otras partes de América Latina la historia de este
periodo fue desigual. Donde existió cierta apariencia de orden político lo mas frecuente era que ello se
debiese a la tutela de los dictadores, alguno de los cuales duraron mucho (en Venezuela y Guatemala).

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No obstante, incluso en los Estados donde reinaba mayor desorden político, es evidente que las tasas de
rendimiento que se esperaban en, como mínimo algunas empresas comerciales y algunas emisiones de bonos
alcanzaban el nivel necesario para inducir a empresarios e inversionistas, tanto nacionales como extranjeros,
as cargar con la tarea de crear nuevas empresas comerciales y agrícolas, aunque solo fueran empresas
destinadas a satisfacer las necesidades de los consumidores ricos de las capitales y otros centros urbanos
principales.

Dicho de otro modo, en el decenio de 1870, zonas importantes de América latina ofrecían un clima mucho
más hospitalario para la inversión de capitales extranjeros que el que habían ofrecido hasta entonces,
reforzando la afinidad cultural básica que les daba vínculos más estrechos y más amplios con los países
exportadores de capital.

La mayor estabilidad de la estructura institucional de los negocios no solo hizo que América latina resultara
más atractiva a ojos de los inversionistas extranjeros, sino que, además, contribuyo a la acumulación de
capital y a las inversiones privadas en los propios países latinoamericanos.

Conviene no pasar por alto que estas grandes transferencias de recursos también se efectuaban a través del
mecanismo de prestamos del gobierno, con una mejora importante de la infraestructura de la región (y el
crecimiento de su deuda exterior) como resultado.

Aunque las condiciones políticas más estables contribuyeron al crecimiento de las inversiones, la producción
y el comercio, la relación no era solo unidireccional, sino también interactiva por cuanto el crecimiento de
los ingresos de exportación y, por ende, de la capacidad ce importar facilito la recaudación de gastos
corrientes. La subida a largo plazo de los impuestos comerciales, principalmente de los derechos de
importación, dio a los gobiernos una base fiscal mucho más amplia de la que tenían antes, tanto
directamente, bajo la forma de los ingresos propiamente dichos, como indirectamente, bajo la forma de un
mayor volumen de empréstitos que podrían emitirse en el extranjero gracias a la recaudación impositiva que
se preveía.

A la larga, fue la complementariedad de los recursos con el mercado lo que influyo de modo importante en la
repuesta de que las distintas economías latinoamericanas dieron a las oportunidades que ofrecía el
crecimiento del comercio internacional. La totalidad del siglo XIX se caracterizo por la expansión general de
las exportaciones y el comercio mundial de productos básicos creció mas rápidamente que el de
manufacturas hasta el ultimo cuarto de dicho siglo. Los efectos de estas tendencias en la región fueron
grandes, aunque tan diversos, sin embrago, una heterogeneidad creciente ya caracterizaba a la región a
medida que iba acercándose al ultimo cuarto de siglo. Las condiciones institucionales dentro de las
repúblicas también contribuían a configurar sus diferentes resultados económicos. En este sentido, la
estabilidad y la continuidad políticas constituían factores muy influyentes.

En cierto sentido, lo que ocurrió en América latina entre 1870 y 1914 fue irrefutable. El motor principal de
crecimiento en este periodo fue la producción industrial en países del centro económico, con los cambios
sociales y económicos que la acompañaban. La tasa total de crecimiento en estas economías avanzadas la
determinaba en gran parte la tasa de crecimiento de la producción industrial, que a su vez determinaba la tasa
de incremento de la demanda de exportaciones procedente de las economías periféricas, incluyendo las
latinoamericanas. Al mismo tiempo, los aumentos de superávit económico del centro, así como los cambios
en su composición, daban a las regiones industrialmente avanzadas los medios técnicos y económicos que
hacían falta para que las regiones periféricas se introdujeran cada vez mas en el campo de gravedad
económico, el mercado mundial capitalista.

Como parte de ese proceso mundial América latina se vio cada vez mas integrada en la estructura de
articulación subordinante que proporcionaba el sistema de mercado mundial.

La expansión económica de América Latina en este periodo continuo siendo inducida abrumadoramente por
las exportaciones y, por ende, por la atracción de las demandas en las economías industriales avanzadas. Las
economías latinoamericanas reaccionaron de diversas maneras ante estos estímulos, y el resultado fue la
diferenciación estructural entre los países y las regiones del hemisferio.
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Los mercados de exportacion

Al verse América Latina atraída hacia al interior de la economía atlántica, tuvieron lugar cambios
trascendentales en la pauta y, en algunos casos el mercado geográfico de producción en repuesta a la
demanda extranjera de los minerales de la región, así como de sus productos agropecuarios. Por
consiguiente, creció el volumen de artículos de consumo y de materia primas para la industria que se
enviaban la exterior.

En el Río de la Plata la apertura de Argentina y, en menor escala, de Uruguay dio por resultado un torrente de
productos propios de zonas templadas, en especial productos derivados de la ganadería y los cereales. Se dio
un crecimiento abrupto de la exportación de lana a partir de la segunda mitad del siglo XIX en adelante. El
crecimiento iba continuamente en aumento.

En Argentina otras industrias exportadoras también estaban experimentando un crecimiento considerable.


Los cueros que eran un producto tradicional, ganaron alrededor de dos tercios del valor de las exportaciones
de lana durante la mayor parte del periodo, y casi doblaron el valor total desde mediados del decenio de 1870
hasta 1914. El avance que supuso el transporte en los barcos refrigerados en el decenio de 1870 fue lo que
preparo el camino para la rápida subida de los envíos de carne desde Argentina.

Europa era el punto de destino de todos los cargamentos de carne que salían tanto de Uruguay como de
Argentina, así como de diversos productos derivados de la ganadería. Fue durante las postrimerías del
decenio de 1870 cuando la Argentina se convirtió en exportadora neta de cereales, actividad que comenzó en
pequeña escala pero aumento rápidamente. Entre 1872 y 1895 la extensión de terrenos pamperos dedicados a
diversos cultivos, especialmente cereales, aumento 15 veces, y durante el decenio siguiente la extensión
dedicada solo al cultivo de trigo y maíz se multiplico por mas de dos. Entre 1880 – 18884 y 18890 – 1894, el
trigo fue la principal fuente de ganancias y el valor de sus exportaciones aumento 23 veces. En el decenio
siguiente, el valor de las exportaciones de maíz creció mas rápidamente y se sextuplico. El crecimiento
rápido continuo a partir de entonces.

Las exportaciones de maíz ya casi alcanzaban las de trigo y, juntos, los dos productos eran casi tres veces
mas valiosos como las ventas de lana en el extranjero.

Poco antes de la primera guerra mundial, las exportaciones principales de la Argentina, en orden de
importancia de mayor a menor, eran: trigo, maíz, carne de buey congelada, lana, cueros y linazas.

Dentro de país, la distribución geográfica de la actividad económica había cambiado de forma casi total. La
región del N.O -que en los tiempos coloniales era la zona principal para la agricultura, la ganadería y loas
oficios artesanales- había sufrido un gran descenso de su importancia relativa a pesar de una industria
azucarera que atendía las necesidades del creciente mercado nacional y paso a ser el principal sostén
económico de parte de la región. En su lugar, las pampas y regiones situadas al Oeste y al Norte de BS. AS
eran ahora las principales zonas de colonización, a la vez que el cultivo del trigo pasaba de las zonas de
colonización agrícola a las pampas situadas al Sur y al Oeste de BS AS, la producción de lana se trasladaba
de las pampas a la Patagonia.

Mas que cualquier otro país latinoamericano, Argentina estaba entregada de modo casi total a la economía de
exportación, gracias a la cual, los argentinos alcanzaron una media del nivel de vida notablemente superior a
la de los ciudadanos de las demás repúblicas latinoamericanas.

La participación de Chile en la economía internacional también experimentó grandes cambios entre 1870 y
1914. Al empezar el periodo, la plata, el trigo y el cobre encabezaban las listas de exportación del país,
procedentes en su mayor parte de empresas de propiedad nacional. En el caso del cobre Chile fue el mayor
productor del mundo hasta 1880. Desde 1880 en adelante Chile registró un abrupto descenso de la
exportación de cobre. Se habían agotado los yacimientos de mineral de cobre de calidad superior y la
modesta capacidad técnica de las compañías mineras pequeñas y medianas de Chile resultó insuficiente para
remediar la situación. Poco después de empezar el siglo XIX, ingenieros de mina y capital extranjeros habían
llegado a Chile e inaugurado una nueva época de la industria del cobre: la época de las técnicas de extracción
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masiva en gran escala. Bajo los nuevos administradores se abrieron inmensos yacimientos de minerales de
calidad inferior y la moderna industria de cobre chilena se puso en marcha.

Pero los recursos del país brindaron otras opciones. Las exportaciones de trigo no eran insignificantes a
mediados de siglo. Pero fueron los nitratos los que mas contribuyeron a que el sector exportador chileno
mostrara una expansión tan acentuada como la del cobre.

La experiencia brasileña entre 1870 y la Primera Guerra Mundial, se centro principalmente en el auge de la
exportación de café, que había empezado en los decenios de 1820, 1830 y 1840. Existía una superabundancia
de tierra apropiada, junto con un clima igualmente apropiado, en un estado relativamente poco poblado,

Desde el decenio de 1870 hasta 1911, la exportaciones de café supusieron mas de la mitad del valor de todas
las exportaciones brasileñas, alcanzando casi dos tercios del total en le decenio de 1890.

Durante este periodo se exportaron otros productos brasileños cuyo valor y volumen aumentaban y
descendían según los casos. Sin embargo la repercusión que todo ello tenia en brasil era muy limitada si la
comparamos con la posición delantera que el país ocupaba en el mercado mundial del café. El azúcar fue uno
de los productos que perdieron, su importancia fue desplazada por la producción de azúcar caribeña, en
especial la cubana, que habían conquistado una posición ventajosa en los principales mercados mundiales.
Otras producciones importantes fueron: el cacao, el tabaco, el algodón, el caucho, los cueros y ganado
vacuno.

Con los extraordinarios cambios económicos que experimento durante el porfiriato, México nos ofrece el
otro caso notable de participación nacional en los mercados de productos básicos de exportación. Este
crecimiento que es atribuible a los abundantes recursos del país y a su ventajosa ubicación, también debía
mucho a las medidas de apoyo que tomo el porfiriato. Situado en el hemisferio norte, México se encontraba
relativamente cerca de importantes rutas marítimas que llevaban a Europa, mercado de alrededor del 22% de
sus exportaciones. Se hallaba al lado de un mercado en expansión, el Norteamericano, que suponía bajos
costes de transporte, por lo que dicho mercado absorbía las tres cuartas partes de las exportaciones
mexicanas. Sin duda, el tamaño y la tasa de crecimiento de ese mercado y la diversidad de los recursos
mexicanos eran factores que se influían mutuamente y explicaban el rasgo más sobresaliente de la pauta de la
exportación mexicana: a saber, el gran numero de productos que la componían.

Las exportaciones de plata, durante este periodo, subieron hasta llegar a representar un tercio de las
exportaciones mexicanas. La producción de oro alcanzo a representar la sexta parte, la de cobre y la de
henequen la décima parte cada uno. Pero una amplia y variada gama de productos aportaba individualmente
entre el 1% y el 5% del valor total de las exportaciones: caucho, cueros, café, plomo, ganado vacuno,
vainilla, garbanzos, maderas, etc.

En el primer decenio de siglo XX empezó un crecimiento fenomenal de las exportaciones de la industria


petrolera, hasta llegar a ocupar el tercer lugar de las naciones exportadoras de petróleo.

La diversidad misma de las exportaciones mexicanas tendía a proporcionar algo mas de estabilidad para el
sector exterior en su conjunto de la que hubiera dado una pauta de exportación mas concentrada. Desde el
decenio de 1870 hasta 1910 el volumen y el valor totales subieron acentuadamente.

Perú emprendió la expansión de sus exportaciones en el siglo XIX basándose en el guano y, mas adelante en
los nitratos. Interrumpida bruscamente por la ineficacia de la política nacional y por la Guerra del Pacifico, a
esta primera fase siguió un segundo y más largo periodo de expansión que empezó a comienzos del decenio
de 1880 y duro hasta bastante después de la Primera Guerra Mundial. En esta segunda fase exportadora, la
base de productos fue más amplia. Las sierras proporcionaban lana (de oveja y de alpaca) junto con plata,
oro, cobre y otros minerales; el interior, café, coca y caucho; la costa, azúcar y algodón.

En otras partes de América Latina, la economía exportadora de la postrimerías del siglo XIX tendió a crear
una estructura mas sencilla, basándose con frecuencia en una pauta de desarrollo monocultural. En
Colombia, por ejemplo, el café era el sostén principal del sector exterior desde fines del decenio de 1880. A
9
principios de siglo también los plátanos habían hecho su aparición en escena, gracias a la organización de la
empresa extranjera en ese campo ( la United Fruit empezó sus operaciones en Colombia en 1901)

Desde el decenio de 1830, en que sustituyo al cacao, hasta el de 1920 en que fue sustituido por el petróleo, el
café fue también el principal producto de exportación de Venezuela.

Los sectores de exportación de las economías de América Central y el Caribe se hallaban dominados por
diversos productos agrícolas de tipo tropical, entre los que se destacan los plátanos el café, el azúcar y el
tabaco.

Los mercados nacionales

En todos los países estos mercados acusaron la influencia de cambios pronunciados de los hábitos de
consumo (fruto, sin duda de la disponibilidad de nuevos productos) entre la población urbana que se
encontraba en rápida expansión. A ello hay que sumar, en el caso de la América del Sur meridional, las
nuevas preferencias de consumo que llegaron con la inmigración en escala relativamente grande, fenómeno
que introdujo gustos europeos también entre la población rural, lo cual contrastaba con la notable separación
cultural entre lo urbano y lo rural que predominaba en la mayor parte de América Latina.

Los mercados urbanos de manufactura de consumo eran abastecidos en gran medida por exportadores
británicos, aunque con fuerte competencia por parte de Alemania y los EE.UU y con aportaciones de
Francia. Muchos productos o bien aparecieron por primera vez o empezaron a consumirse en volúmenes
notablemente superior al de antes.

Sin embargo no todos estos productos manufacturados procedían del extranjero. En las antiguas colonias las
industrias artesanales no se extinguieron del todo, en especial como fuente de abastecimiento de los
mercados interiores, tanto rurales como provinciales. Desde luego la industrialización local era a la vez
limitada y dispersa. Y la producción no aumentaba de forma continua.

Los cambios sufridos en los métodos de producción eran origen de mas cambios en los mercados de
productos interiores: provoco el aumento de los mercados de bienes de capital. La mayor parte de estos
bienes de producción llegaban del extranjero, principalmente de Inglaterra, Alemania, Francia y EE.UU. La
creciente preeminencia de los bienes de producción en el comercio de importaciones es uno de los rasgos
mas distinguidos del periodo.

Los mercados de factores

La tierra

Los cambios trascendentales hubieran sido impensables de no haberse registrado transmutaciones igualmente
extensas en los mercados de factores.

A pesar de todas las alteraciones de la estructura económica, la tierra, en su sentido mas estrecho agrícola,
siguió siendo el medio de producción básico para la mayor parte de la población en todos los países, y todas
la exportaciones latinoamericanas (productos agrícolas, ganadería y minerales) podrían calificarse como
productos intensivos de la tierra.

El mas notable cambio económico de todo el periodo fue el enorme incremento en la provisión de la tierra
como móvil principal para el desarrollo capitalista. El incremento salió de tres fuentes principales y estuvo
en función de la demanda de productos de la tierra como de una extensión y una mejora igualmente
considerables de las redes de transporte nacionales e internacionales.

Gran parte de la nueva provisión de tierra tenia su origen en apropiaciones particulares del inmenso dominio
publico. En el Norte de México y en la América del Sur meridional, la población indígena había sido
marginada al comenzar el periodo, a veces recurriendo para ello a la fuerza de las armas, con el fin de que

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fuera posible usar tierra de un modo que armonizara mas con la exigencias de las condiciones del mercado.
Entre estos dos extremos de América Latina la frontera de la apropiaciones económica se ensancho de modo
parecido hacia regiones que o bien solo estaban escasamente pobladas o que antes de aquella época estaban
poco o nada integradas en la estructura institucional capitalista.

En cuanto a la superficie de la tierra parte del dominio publico se repartió en forma de concesiones a las
compañías ferroviarias para ayudar a las construcciones de líneas, parte se uso para pagar a las compañías
agrimensoras, parte fue para los proyectos de colonización de la tierra. Otras porciones del dominio publico
se enajenaron por medio de concesiones de tierra o venta de la misma a precios nominales: en forma de
parcelas de tamaño medio o en forma de grandes concesiones a individuos y compañías agrarias. La
concesión de la tierra se hacia con la esperanza de fomentar nuevos cultivos, especialmente productos de
exportación.

La segunda fuente principal de expansión de la tierra era el uso de un modo más eficiente, desde el punto de
vista comercial, de tierras que pertenecían a las tradicionales haciendas o fincas. Lo más frecuente era que
esto se hiciese cuando el tendido de ferrocarril alcanzaba nuevas regiones, a veces cuando mejoraba la
navegación de cabotaje o se abrían nuevos mercados regionales o nacionales.

El proceso tendía a concentrarse en las partes del continente que estaban colonizadas desde hacia mucho
tiempo. Una tercera fuente de tierra agrícola para el mercado de tierras fueron las propiedades corporativas
en las regiones mas tradicionales: tierras que pertenecían a la iglesia o a diversas organizaciones de
beneficencia y tierras pertenecientes a comunidades indígenas. Reformas jurídicas de inspiración liberal
prepararon el terreno para la enajenación de muchas de estas propiedades que pasaron a amanso de
particulares.

La compra en el mercado, las maniobras jurídicas o la simple apropiación fueron métodos que se usaron para
que tierras pertenecientes a instituciones cuya principal razón de ser no era el afán de lucro pasaran a poder
de empresas capitalistas, y allí donde los títulos de propiedad seguían en manos de estas instituciones, el
arrendamiento era generalmente el método que se empleaba para colocarlas bajo gestión comercial. En gral.
Las condiciones daban ventaja a los grandes terratenientes, del mismo modo que las concesiones para
explotar los yacimientos de minerales mayores y geológicamente más complejos, los minerales cuya
extracción exigía de tecnologías mas avanzadas, iban a parar de forma de forma creciente a empresas
extranjeras. Los ricos y los influyentes podían conquistar el poder de los estamentos oficiales cuando los
gobiernos procedían a repartir las mayores concesiones agrarias y minerales. Cuando se vendían grandes
bloques de tierra o cuando tierras caras salían al mercado eran ellos los que podían obtener créditos
hipotecarios o contaban con otro respaldo financiero para adquirirlas. Donde las oportunidades las ofrecía el
mercado de exportación, el recurso a la ganadería moderna o a una agricultura mas avanzada creaba una
demanda de tierra y hacia que subiera el valor de esta, expulsando del mercado a los agricultores más
modestos, los campesinos y los trabajadores sin tierra, empujándolos hacia tierras submarginales situadas en
los márgenes de la economía agraria.

El trabajo

La participación de América Latina en las masiva emigraciones de Europa en el siglo XIX principios del
siglo XX fue considerable y surtió un efecto profundo en la ubicación y el carácter de ciertos mercados de
trabajo de la región. Fue después de 1870 cuando las corrientes verdaderamente fuertes de inmigración
europea empezaron a tener repercusiones importantes en los principales mercados de trabajo
latinoamericanos. Estas repercusiones se distribuyeron por toda la región de forma sumamente desigual.
Argentina fue el país que más se beneficio de este aspecto de la economía internacional. El segundo país
beneficiario fue Brasil. Los lideres públicos veían la inmigración y la colonización como medios de ocupar
regiones clave de sus respectivos territorios nacionales que se encontraban despobladas o escasamente
pobladas y, al parecer, ambos países eran muy conscientes de que los inmigrantes traerían a su nueva patria
habilidades superiores y hábitos y actitudes europeizado. Se consideraba a la mano de obra inmigrante como
un factor clave para la edificación de la economía basada en la producción de productos básicos.

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Las medidas de movilización de mano de obra abarcaban todo un espectro. En algunos lugares, tales como
Guatemala y las tierras altas de Perú y Bolivia, seguía recurriéndose a las prestaciones laborales obligatorias,
principalmente para las obras publicas locales, pero, sobre todo en Guatemala, como medio de reclutar mano
de obra para agricultores particulares durante los primeros tiempos de este periodo. En Perú y Bolivia no era
desconocida la antigua costumbre colonial.

Las medidas de movilización de mano de obra abarcaban todo un espectro. En algunos lugares tales como
Guatemala y las tierras altas de Perú y Bolivia, seguía recurriéndose a las prestaciones laborales obligatorias,
principalmente para las obras publicas locales, pero sobre todo como medio de reclutar mano de obra para
agricultores particulares durante los primeros tiempos de este periodo. En Perú y Bolivia no era desconocida
la antigua costumbre colonial de destinar trabajadores a las minas, mientras que en algunos países donde
había una nutrida población indígena, las leyes relativas al vagabundeo se utilizaban para obligar a trabajar.

Más común era la remisión de deudas por el trabajo que permitía obligar a los indígenas que no tenían dinero
a trabajar de peones hasta que saldaran sus deudas. El control por partes de lo terratenientes de la “tienda de
raya”, el economato de la empresa en haciendas y plantaciones, así como los prestamos usurarios se
empleaban para tratar de garantizar que el nivel de peonaje por deudas concordase con los requisitos de
mano de obra de la mano de obra. El sistema de enganche servia principalmente para reclutar trabajadores
entre los nativos con tierras propias.

En algunas localidades, no era necesario, dada la limitada movilidad interregional de la mano de obra; la
expansión de los latifundios dio a las grandes haciendas el control de la mayor parte de los medios de
producción disponibles, y permitió que los terratenientes excluyeran de la mayoría de las opciones de
empleo más prometedoras a la población de los alrededores. También en regiones más antiguas y más
pobladas existía esta apropiación de los puestos de trabajo opcionales al apoderarse los latifundistas de los
medios de producción, especialmente al absorber las haciendas las tierras de las aldeas.

Aldeas

La evolución de las relaciones de América Latina con la economía mundial fue el rasgo central del periodo
posterior a 1870, en ninguna parte se manifestó mas claramente que en los mercados de capital de le región.
La conexión del centro industrial con América Latina fue la fuerza motriz del proceso de acumulación de
capital en todo el continente, las transferencias de capital internacional alimentaron el proceso pero en modo
alguno constituyeron su totalidad. Quizás fueran aun más significativas como catalizadoras de la formación
de capital local.

Los cuatro o cinco decenios que precedieron a la Primera Guerra Mundial, la era del alto capitalismo, fue
una edad de oro para las inversiones extranjeras en América Latina. Las condiciones para la recepción de
capital extranjero mejoraron mucho en los decenios anteriores y el movimiento de capital que cruzaba las
fronteras nacionales todavía se hallaba casi totalmente libre de restricciones oficiales. Aprovechando las
condiciones que iban manifestándose en los mercados de productos, el capital extranjero penetro en América
Latina en cantidades que no tenían precedentes.

Durante la totalidad del periodo, Gran Bretaña suministró la mayor parte de estas transferencias de capital, a
la vez que otras economías europeas, sobre todo Francia y Alemania también desempeñaron un papel
significativo.

Hasta el decenio de 1890 las inversiones norteamericanas fueron pequeñas y principalmente se realizaron en
ferrocarriles, minas de oro y plata en México, en ingenios de azúcar en Cuba, en unas cuantas líneas
ferroviarias y en plantaciones en América central.

Las inversiones europeas en América Latina, aparte de haber comenzado antes y de haber ascendido hasta
una cantidad total mucho mayor en 1914, se diferenciaban de las estadounidenses en: la dispersión
geográfica era mucho mayor: para la mayoría d los países, durante buena parte de este periodo, Europa fue la
principal proveedora de capital. En segundo lugar una porción mucho mayor correspondía a inversiones de
cartera: especialmente, en instalaciones tipo infraestructura, tales como ferrocarriles, puertos, tranvías,
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compañías de fuerza y de luz y de otros servicios públicos. Además casi un tercio se había invertido en
títulos del Estado, por lo que sumas considerables de capital eran transferidas al sector publico a pesar de la
preeminencia de la empresa privada en la organización macroeconómica de la época.

Fue esta afluencia de capital, desde los mercados relativamente bien organizados del centro capitalista hasta
los casi inexistentes mercados de capital de América Latina, lo que permitió que la región respondiera como
lo hizo a las nuevas oportunidades de vender en los mercados de productos de exportación.

Los efectos tecnológicos beneficiosos de las transferencias de capital internacional fueron muy amplios, toda
vez que se introdujeron nuevos métodos de producción del extranjero en todos los sectores exportadores de
América Latina, y en no pocos casos también se mejoro técnicamente la producción destinada a ,los
mercados interiores.

Rosmery Thorp. America Latina Y La Economía Internacional Desde La Primera Guerra Mundial
Hasta La Depresion Mundial.

El periodo representa los años clave en la sust5itucion de una hegemonía por otra: la decadencia de Gran
Bretaña como importante potencia económica fue acelerada por la Guerra, y los EE.UU. se vieron
empujados a interpretar el papel de principal socio inversionista y comercial de América Latina.

Cambios en la economía mundial

Desde mucho antes de 1913, fuerzas favorables la cambio y que amenazaban esta armonía habían ido
ganando potencia. El cambio tuvo lugar en dos campos principales. Primero fue el desplazamiento que ya se
estaba produciendo en las estructuras del comercio y las inversiones. El papel iniciador de Gran bretaña en el
comercio de manufacturas significaba que su participación descendería forzosamente con el desarrollo de
otros miembros de la comunidad comercial; esto se agravo por el descenso de la competitividad en ciertas
líneas.

Pero aunque Gran Bretaña siguió predominando, el papel de los Estados Unidos en el comercio y las
inversiones aumentaba rápidamente desde comienzos del siglo: en 1913, México, todas las repúblicas de
América Central y el Caribe hispánico, Venezuela, Colombia, Ecuador y, marginalmente, Perú ya importaban
mas de los EE.UU. que del Reino Unido, lo cual representaba un cambio importante en comparación con el
decenio de 1890. Las inversiones estadounidense avanzaban con rapidez en por ejemplo las minas y los
ferrocarriles mexicanos, el cobre peruano, los nitratos chilenos, los plátanos colombianos y el azúcar cubano.
En segundo lugar, ya se estaban produciendo cambios que llevarían a una creciente oferta excesiva de
productos básicos y aumentar la inestabilidad del mercado. Estas tendencias se daban tanto en la vertiente de
la demanda como en la de la oferta. En la vertiente de la demanda el crecimiento demográfico, en los países
desarrollados esta disminuyendo y el alza de la renta llevaba a un crecimiento proporcionalmente mas lento
de la demanda de alimentos. En la vertiente de la oferta, el cambio y la modernización técnicos conducían a
una mayor productividad y también a un incremento de la rigidez a corto plazo de la oferta.

Durante la guerra, el cambio en las estructuras del comercio e inversiones experimentó una intensa
aceleración, toda vez que, por un lado, la posición de gran bretaña en el comercio mundial decayó, y nunca
se recuperaría del todo; por otro lado las oportunidades de exportar de los EE.UU. experimentaron la
correspondiente transformación. Las inversiones privadas de EE.UU, en el extranjero aumentaron. Su
decidido aprovechamiento de las oportunidades de exportar que ofrecía la guerra se reflejaba en el enorme
crecimiento del comercio con América Latina y en la infraestructura que empezó a crecer alrededor de el.

Con el antiguo sistema en desorden y la aparición de nuevas fuerzas favorables al cambio bajo formas tales
como el aumento del cometido del Estado, en 1919 existía la oportunidad de replantear la situación y tratar
de valorar y resolver los problemas subyacentes.

13
En el decenio de 1920, hubo una bonanza de prestamos extranjeros de carácter privado por parte de los
EEE.UU.

Los vendedores conseguían colocar empréstitos a gobiernos incautos, se alentaba decididamente a los
prestatarios a ir mas la de sus posibilidades. El dinero tendía a destinarse con frecuencia o bien a usos
improductivos o a incrementar aun más la oferta de productos agrícolas, de los que ya había un exceso
peligroso.

Los años 20 fueron un periodo de progreso técnico especialmente rápido en la agricultura: por primera vez
en la historia su ritmo dio alcance a la industria, con la mecanización de los últimos y la introducción de
nuevas variedades de plantas y nuevos fertilizantes.

En 1928 las tensiones y las presiones ya empezaban a hacerse sentir en los diferentes mercados de productos
básicos, sobre todo en el del trigo. La depresión mundial fue resultado en parte de desequilibrios profundos
en el sistema internacional; su severidad se vio agravada considerablemente por la mala gestión política que
se siguió dentro de los EE.UU. Cuando el auge, en los EE.UU. subió hasta alturas de vértigo en 1928, se
atrajo capital de todas partes y muchos piases latinoamericanos empezaron a tener problemas con su balanza
de pagos, por que cesó la afluencia de capital e incluso empezó a salir en dirección contraria. En 1929 se
produjo el hundimiento de Wall Street. Los precios de los productos básicos cayeron verticalmente y, como
descendían mas aprisa que el nivel de precios medios, los términos de intercambio se volvieron en contra de
lo productores básicos. Cesaron por completo las entradas de capital. El resultado fue un agarrotamiento del
comercio y la inversión mundiales.

Los efectos en América Latina

El cambio más espectacular durante este periodo se produjo en las inversiones: las inversiones británicas
apenas aumentaron mientras que las norteamericanas subieron vertiginosamente. Los minerales, el petróleo y
las empresas de servicios públicos atrajeron las mayores cantidades.

En los años veinte se registro una expansión extraordinaria de la financiación exterior de los gobiernos
latinoamericanos. Con el alza de la inversiones aumento también el comercio de los EE.UU. con la región.

La mayoría de las economías latinoamericanas experimentaban un nuevo nivel de inestabilidad en lo que se


refiere al producto de las exportaciones, como se vio claramente en el auge y en el hundimiento de 1921-
1922, aunque continuo durante todo el decenio de 1920.

Tres fueron los principales grupos de fuerzas económicas que pusieron fin a la edad de oro del crecimiento
inducido por las exportaciones. El primero y más obvio fue el temprano debilitamiento de la demanda e
incluso su derrumbamiento total. El segundo fue una creciente limitación de los recursos: la notable
expansión que siguió a 1840 fue en gran parte extensiva, incorporando mas tierra, trabajo u otros recursos en
un proceso que requería poco o ningún incremento de la productividad. El tercer factor fue un
desplazamiento de la composición de las exportaciones hacia las que eran de propiedad extranjera y daban a
la economía del país una proporción relativamente pequeña de su valor, lo cual no solo podía frenar la tasa
de crecimiento, sino que, además, introducida tensiones en la distribución.

También se manifiesto una marcada inestabilidad en el comportamiento internacional de los precios y una
tendencia desfavorable a largo plazo en los precios d los productos industriales y manufacturados
importados desde Europa. La primera manifestación de esta tendencia desfavorable fueron los aumentos de
precio de la Primera Guerra Mundial. No había importaciones disponibles lo cual disparo el precio de estas
muy rápidamente.

La Primera Guerra Mundial estimulo el crecimiento del nacionalismo y la aceptación del Estado entre los
países latinoamericanos. La guerra convenció a muchos de que depender excesivamente del capital
extranjero podía ser imprudente. Los militares y otros ciudadanos comenzaron a hacerse cargo y controlar
sectores estratégicos de la economía nacional. Sin embargo la afluencia de capital extranjero desempeñaba
un papel muy positivo, por lo cual los gobiernos mostraron mucho celo en recibir bien y fomentar la entrada
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de capital extranjero, especialmente del nuevo y vivo interés que mostraba el de los EE.UU. El grueso de las
innovaciones institucionales de este periodo fue orientado a crear medidas para poner orden y hacer que la
economías en cuestión fuesen mas apropiadas para las inversiones extranjeras. La entrada y afluencia de
capitales norteamericanos estuvo acompañada de la creación de técnicas y mecanismos de control de las
economías latinoamericanas por parte de los organismos financieros de los EE.UU. En América Central y en
el Caribe se llego al extremo de la ocupación norteamericana. En América del Sur se emplearon técnicas de
control financiero, que eran menos directas pero distaban mucho de ser sutiles. La presencia norteamericana
se estaba haciendo cada vez mas molesta y mostraba cada vez mas empeño en controlar de una manera
descarada.

15
BULMER-THOMAS, Víctor. Capitulo 1. “Las Economías Latinoamericanas 1929-1939”.

Se ha descrito habitualmente la depresión de 1929como el momento decisivo de transición de América


latina de un crecimiento económico hacia fuera, basado en las exportaciones, a un crecimiento económico
hacia adentro, sostenido por la industrialización de sustitución de importaciones (ISI). Sin embargo, aunque
el crecimiento tradicional basado en la exportación resulto muy difícil en los años treinta, , los vestigios de
un compromiso con la producción de bienes primarios y con el desarrollo hacia fuera sobrevivieron en la
región y el comercio exterior aun desempeño un papel importante en la recuperación de la depresión. No fue
sino hacia los años cuarenta y cincuenta que un conjunto de países latinoamericanos rechazo abiertamente el
crecimiento basado en la exportación, pero incluso entonces muchos países pequeños se mantuvieron fieles a
alguna forma de crecimiento hacia fuera.

DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL A LA DEPRESION DE 1929

El crecimiento basado en la exportación había sufrido cambios mucho antes de 1929. A comienzos del siglo
XX, el estimulo que el crecimiento dio a los sectores no exportadores, como el manufacturero, ya había
alcanzado un grado tal que un grupo de países (en particular Argentina, Brasil, Chile y México) podía
satisfacer una porción relativamente grande de la demanda interna con bienes locales, antes que con artículos
importados. Este virtuoso ciclo, en el cual los rendimientos en la productividad del sector exportador se
transferían a economía no exportadora, no opero siempre con facilidad (el ej de Perú) y en algunos casos
apenas existió (por ej en Cuba). Pero era evidente que en algunos países, el crecimiento basado en la
exportación era bastante compatible con el crecimiento de las manufacturas orientadas al mercado interno y
reemplazo de la importación de bienes de consumo.

No obstante, el modelo dependía de un acceso relativamente libre a los mercados mundiales de factores y
bienes, y el comienzo de la Primera Guerra Mundial lo hizo peligrar. Cuando estallo la guerra en Europa no
solo quebranto el orden y equilibrio internacional de poder: el sistema global de comercios y pagos, que
había surgido paulatinamente después de la finalización de las guerras napoleónicas, quedo sumido en la
desorganización. El orden económico internacional viejo había perecido y el nuevo, inaugurado en la década
de 1920, era peligrosamente inestable. Como dicha inestabilidad apenas era perceptible en ese momento, las
regiones periféricas, tales como América Latina, quedaron en una situación muy vulnerable frente al colapso
del comercio internacional y e los flujos de capital a finales de los años veinte.

La principal característica del vejo orden económico internacional había sido la existencia de un comercio
internacional relativamente sin restricciones, las pocas restricciones vigentes asumieron generalmente la
forma de aranceles, que tenían la ventaja de ser evidentes para todas las partes interesadas. Tanto el capital
como el trabajo eran libres de trasladarse a través de las fronteras internacionales. El patrón oro adoptado por
Gran Bretaña, se había propagado en todos los principales países industrializados a finales del siglo XIX, y
proporcionaba un mecanismo bien establecido para el ajuste de la balanza de pagos. El equilibrio interno
( pleno empleo e inflación igual a cero) era considerado menos importante que el equilibrio externo de modo
que el ajuste a las coyunturas adversas se conseguía generalmente por medio de la deflación de lo precios y
el subempleo. En la cima del sistema económico mundial de la preguerra estaba Gran Bretaña. Aunque su
posición dominante en la exportación de bienes manufacturados y su liderazgo en ciencia y tecnología
peligraban a finales del siglo XIX, Inglaterra era aun una potencia financiera mundial, una fuente de capital
para los países latinoamericanos y un gran importador de materias primas.

La primera baja de la gran guerra fue el patrón oro y el movimiento de capital. Las republicas
latinoamericanas sumamente dependientes de las finanzas de la balanza de pagos sufrieron especialmente
cuando lo bancos europeos reclamaron el pago de los prestamos, o que tuvo por efecto una crisis financiera
interna. La guerra también provoco el cese de inversiones directas procedentes del viejo mundo. EE. UU,
neutral en la primera guerra hasta 1917, aumento su inversión directa en América Latina, particularmente en
la extracción de materias primas estratégicas. La penuria de transporte marítimo al comenzó de la guerra,
conjugada con la ausencia de crédito comercial, interrumpió la oferta normal, pero la demanda descendió
aun mas rápido y desencadeno una bajada de precios en muchos mercados. La caída de los ingresos de la
exportación acorto plazo, sumada al descenso de nuevos flujos de capital, redujo la demanda de artículos
importados (la oferta de los cuales había quedado interrumpida ya por la dificulta del transporte
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interoceánico). Esta situación produjo un gran descenso en los ingresos fiscales, los cuales dependían de los
ingresos de los aranceles sobre la importación.

El estallido de las hostilidades en Europa no condujo a la perdida total de los mercados tradicionales. Gran
bretaña permaneció absolutamente dependiente de alimentos importados y se hicieron arduos esfuerzos para
mantener el abastecimiento de las importaciones latinoamericanas.

Con la guerra EE.UU. se convirtió en el mercado mas importante para a mayoría de los países
latinoamericanos. La coincidencia fortuita de la apertura del canal de Panamá a comienzos de la guerra,
cuando el comercio trasatlántico comenzaba a hacerse peligroso y difícil, permitió a las exportaciones de
Estados Unidos penetrar los mercados de América Latina que antes habían sido aprovisionados por Europa.
La rede de sucursales de bancos norteamericanos que siguió a este intercambio, se sumo a un agresivo
esfuerzo diplomático en apoyo a las empresas estadounidenses, lo que aseguraba que el advenimiento de la
paz dejaría a los Estados Unidos en una posición hegemónica en los países latinoamericanos mas cercanos y
en una posición fuerte en los restantes de la región. En 1929 la exportación a EE.UU. representaba el 34%
del total exportado, mientras que las importaciones procedentes de EE.UU. dominaban el 40% del total
importado.

El excedente del que disfrutaba EE.UU. en su intercambio de bienes con América Latina reflejaba su ascenso
como exportador de capital. Nueva York reemplazo a Londres como principal centro financiero internacional
y la republicas latinoamericanas recurrieron cada vez más a EE.UU. para la emisión de bonos, prestamos al
sector público e inversiones extranjeras directas. Se hacia cada vez mas presente e cambiante equilibrio
internacional de poder y la reorientación del mercado internacional de capital.

La aparición de nuevos y dinámicos mercado de capital en el hemisferio occidental era claramente de gran
importancia en vista de la disminución de excedentes de capital disponibles en los mercados europeos
tradicionales, pero los nuevos préstamos se conseguían a un alto costo. Los nuevos préstamos estaban
combinados con los objetivos de la política exterior norteamericana y muchos países se vieron obligados a
ceder el control de las aduanas a los EE.UU. e incluso los ferrocarriles para asegurar el rápido pago de las
deudas.

La depresión económica q se hizo presente durante el periodo que duro la guerra fue breve, pero la
saturación de los mercados duraría mucho mas. Pese a que en los países metropolitanos se estaba frenando el
crecimiento a largo plazo de la demanda de bienes primarios procedentes de la exportación , la tasa de
crecimiento de la oferta estaba aumentando aceleradamente como resultado el progreso tecnológico, las
nuevas inversiones en infraestructura social (incluido el transporte) y a protección de la agricultura en
muchas áreas de Europa.

Estos cambios en la oferta y en la demanda produjeron trastornos en el equilibrio de los precios a largo
plazo. El primer problema fue la inestabilidad a corto plazo de los precios de las mercancías, la cual ocultaba
las tendencias a largo plazo. Por este motivo se expandieron las producciones de muchos bienes primarios de
exportación dando lugar a la saturación de los mercados.

Hasta los años veinte la mayoría de las republicas latinoamericanas solo habían dado un paso muy modesto
hacia la industrialización, de modo que una caída general en el equilibrio de precios a largo plazo, como
ocurrió en 1929, era capaz de inducir la requerida reasignación de recursos.

A finales de la década del veinte e sector industrial se había desarrollado en algunas de la republicas mas
grandes (Argentina, Brasil, México, Chile, Colombia y Perú), y también en las suficientemente prosperas
como para haber formado un vigoroso mercado interno (Uruguay). Incluso antes de la primera guerra
mundial el crecimiento basado en la exportación había generado en la mayoría de estas siete republicas n
mercado anterior lo bastante amplio como para justificar la presencia de establecimientos manufactureros
modernos. Estas fábricas producían principalmente bienes de consumo perecederos que podía competir con
las importaciones. La primera guerra mundial dio mayor mulso a las manufacturas en unos cuantos países
mientras que las importaciones escaseaban, pero el estimulo principal para la industria provino del
crecimiento del consumo interior, el cual estaba todavía estrechamente ligado, incluso en los años veinte, a la
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suerte del sector exportador. En ningún país el sector manufacturero tenía un tamaño suficiente para operar
como el motor del crecimiento.

En el primer decenio que siguió a la primera guerra mundial se produjeron reasignaciones de recursos
dirigidas a un cambio estructural, a la industrialización y a diversificación de a economía no exportadora en
las principales economías latinoamericanas. No obstante, todas las republicas siguieron ligadas a alguna
forma de crecimiento basado en la exportación; a fines de 1920 las exportaciones todavía representaban una
alta proporción del producto interior bruto (PBI).

En el umbral de la depresión de 1929 las economías latinoamericanas continuaban fieles a un modelo de


desarrollo que las hacia muy vulnerables a las condiciones adversas en los mercados mundiales de bienes
primarios.

LA DEPRESION DE 1929

El comienzo de la depresión de 1929 se asocia generalmente con la quiebra de la bolsa de Wall Street de
Nueva York. Sin embargo, algunas señales llegaron antes a América Latina. En muchos casos, los precios de
las mercancías subieron verticalmente antes de 1929, aunque la oferta (restablecida después de la
intervención bélica) tendía a sobrepasar a demanda.

El auge de los mercados de valores antes de la quiebra de Wall Street condujo a un acceso de demanda de
crédito y a una subida de los tipos de interés mundial, lo que elevó el costo de mantenimiento de las
existencias y redujo la demanda de muchos de los bienes primario exportados por América Latina. El alza de
los tipos de interés ejerció una presión adicional sobre América Latina a través del mercado de capitales. La
fuga de capitales, atraídos por tipos de interés mas elevados fuera de la región, aumento mientras el flujo d
capital disminuyo a medida que los inversionistas extranjeros aprovechaban tasas de rendimientos más
atractivas ofrecidas en Londres, Paris y Nueva York.

La consiguiente caída de los precios de las materias primas fue verdaderamente espectacular. También
cayeron los precios de las importaciones. Sin embargo los precios de las importaciones no cayeron, por lo
general, mas de prisa o tan abajo como lo hicieron los de las exportaciones y los términos netos de
intercambio cayeron bruscamente para todos los países latinoamericanos entre 1928 y 1932.

La combinación de precios de exportación decrecientes en todos los países con el descenso de volumen de
exportación en la mayoría e ellos provoco una caída vertical en el poder de compra de las exportaciones
durante las peores años de la depresión. El impacto de la depresión sobre el poder de compra de la
exportación fue durísimo, perjudicando a los productores mineros (en México) a los productores de
alimentos de zonas templadas (por ej. Argentina) y a los exportadores de productos tropicales (por ej. El
Salvador).

Aunque los precios de exportación e importación comenzaron a derrumbarse desde 1929, hubo un “precio”
que se mantuvo: el tipo de interés nominal fijo sobre la deuda externa pública y privada. El precio de la
deuda se duplico. La combinación de pagos estables del servicio de la deuda e ingresos descendentes de la
exportación ejercieron una fuerte restricción sobre las importaciones. La fuente principal del ingreso fiscal,
el impuesto a las importaciones, no podía mantenerse a causa del colapso de las mismas. La combinación de
un ingreso fiscal decreciente con pagos del servicio de la deuda fijos en términos nominales creo una gran
presión sobre el gasto público. La mayoría de republicas latinoamericanas tuvieron cambio de gobierno
durante los peores años de la depresión; la ley del péndulo favoreció a los partidos o individuos que habían
estado fuera del poder durante el colapso de Wall Street.

El flujo de nuevos préstamos a América Latina quedo interrumpido en 1931.

El impacto externo asociado con la depresión de los años treinta creo dos desequilibrios que los dirigentes de
cada nación tuvieron que afrontar urgentemente. Le primero fu el desajuste externo creado por el colapso de
los ingresos de la exportación, y el descenso de los flujos de capital; el segundo fue el desajuste interno

18
creado por la contracción del ingreso fiscal, que dio origen a un déficit presupuestario que no pudo ser
financiado con recursos externos.

LA RECUPERACION DE LA DEPRESION

Las políticas adoptadas para estabilizar cada economía frente a la depresión intentaban restaurar el equilibrio
interno y externo a corto plazo; pero inevitablemente, también tuvieron consecuencias a largo plazo en
aquellos países donde afectaron de una manera permanente a los precios relativos.

El colapso de los precios de exportación después de 1929, el deterioro en los términos netos de intercambio y
la subida de los aranceles nominales favorecieron en términos de precios relativos al sector no exportador
(tanto en los artículos no comercializables a nivel internacional, como en los impotables) más que al sector
exportador. De este modo el precio del sector que competía con la importación, en todos los casso, mejoro
tanto en relación con los bienes exportables como a los no comercializables en el exterior, mientras que el
sector no comercializado aumento sus precios relativos respecto al sector exportador.

Para América Latina en su conjunto los precios de las exportaciones cayeron constantemente hasta 1934; en
ese momento comenzó un nuevo ciclo, que produjo una pronunciada recuperación de los precios en 1936 y
1937 seguida por dos años de precios de exportación descendente. Sin embargo los precios de importación se
mantuvieron muy bajos, de modo que los términos netos de intercambio mejoraron desde 1933 hasta 1937 e
incluso en 1939 estaban aun al 36% por encima del nivel de 1933 y al mismo de 1930. En consecuencia para
la región en su conjunto una mejora permanente del precio relativo del sector que competía con las
importaciones dependía menos de variaciones en los términos netos de intercambio y más de los aumentos
en la tasa de aranceles y de una devaluación real.

El sector competidor con las importaciones comprendía todas las actividades capaces de sustituir los
artículos importados. Se ha identificado convencionalmente con la ISI.

El cambio de los precios relativos fomento la reasignación de recursos y actuó como un mecanismo para la
recuperación de la depresión. La recuperación solo quedaba asegurada si el sector competidor con la
importación se expandía sin un descenso del sector exportador. A partir de 1929 los programas de
estabilización abrían sido muy exitosos en restaurar el equilibrio externo en casi todas las naciones hasta
1932; sin embargo muchos países tuvieron menos éxito en eliminar el déficit interno.

La recuperación de la depresión en términos del PBI real comenzó después de 1931-1932 con solo dos
excepciones menores (honduras y Nicaragua). En los años siguientes de la década todas las republicas de las
que existen datos disponibles lograron un crecimiento positivo, y en todas el PBI real sobrepaso el punto mas
alto anterior a la depresión; sin embargo la velocidad de la recuperación variaba considerablemente y
también sus mecanismos en cada país. En particular casi ningún país se baso exclusivamente en la ISI para
recobrarse y algunos simplemente dependieron del retorno de condiciones mas favorables a los mercados de
exportaciones.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y EL SECTOR EXPORTADOR

La recuperación del sector exportador en términos de volúmenes y precios, contribuyo al aumento de la


capacidad importadora a partir de 1932 y a la restauración de tasas positivas de crecimiento económico pero
esta recuperación de la exportaciones no fue simplemente un retorno al sistema de intercambio mundial
existente antes de 1929. Al contrario e contexto económico internacional en los años treinta sufrió una serie
de cambios que tuvieron un peso importante en la suerte de cada una de las naciones latinoamericanas.

El principal cambio en el sistema mundial de comercio fue el incremento del proteccionismo. Pese a viraje
hacia el proteccionismo el comercio mundial, medido en dólares, creció constantemente desde 1932. Para
América Latina en su conjunto, la evolución de las exportaciones después de 1932 parece a primera vista
poco destacada. En los siete años anteriores a la segunda guerra mundial, las exportaciones en términos de
valor permanecieron prácticamente sin cambios, mientras que el volumen de exportaciones creció en un
limitado 19, 6%. Pero esto induce a equivoco, ya que las cifras están bastante condicionadas por el deficiente
19
resultado de Argentina (desde siempre el mas importante exportador de América Latina con casi el 30% del
total regional). Excluida Argentina, el volumen de las exportaciones creció hasta en un 36% entre 1932 y
1939. Además si se excluye también a México, el volumen de las exportaciones de las restantes republicas
creció en un 53% durante el mismo periodo. Las exportaciones mexicanas, que en efecto crecieron
rápidamente de 1932 a 1937, cayeron en un 58% entre 1937 y 1939. Las exportaciones argentinas han sido
objeto de numerosos análisis. Experimentaron un descenso constante en volumen después de 1932 que no
cambio de signo hasta 1952.

En el resto de América Latina el comportamiento de las exportaciones después de 1932 fue


sorprendentemente sólido. Tres factores son responsables del relativamente sólido comportamiento de las
exportaciones: el primero fue la dedicación de los dirigentes a la preservación del sector exportador
tradicional, el motor del crecimiento en el modelo basado en la exportación, a través de un sistema de
políticas que iban desde la depreciación del tipo de cambio real hasta la moratoria de la deuda. El segundo
fue la alteración de los términos netos de intercambio a partir de 1932. El tercero fue una suerte de lotería de
algunas mercancías que produjo un número de países ganadores.

A inicios de los años treinta, muy pocas naciones, si es que hubo alguna, podía permitirse ignorar el sector
exportador tradicional. Esto era particularmente exacto respecto a las republicas mas pequeñas, donde el
sector seguía siendo la mayor fuente de empleo, y acumulación de capital y de poder político. Incluso en los
países más grandes, el declive del sector exportador amenazaba debilitar el sector no exportador como
resultado de las conexiones directas e indirectas entre ambos.

Argentina fue la excepción, allí el volumen de las exportaciones no logro aumentar. Con mucho era el país
mas rico de América Latina a inicio de los años treinta y tenia la estructura económica mas diversificada y la
base industrial mas fuerte. El sector no exportador era suficientemente sólido para convertirse en el nuevo
motor de crecimiento en la década de 1930, de modo que el PBI real y la exportación real se desplazaron en
direcciones opuestas.

Las medidas para apoyar y promover el sector exportador en América Latina fueron diversas, complejas y
con frecuencias heterodoxas solo seis republicas (Cuba Guatemala, Haití, Honduras, Panamá y la Republica
Dominicana) rehuyeron toda forma de control sobre el tipo de cambio, prefiriendo más bien preservar su
vinculación al dólar norteamericano anterior a 1930. En otros lugares, la devaluación nominal fue frecuente y
los múltiples tipos de cambios, comunes.

El descenso del crédito para el sector exportador procedente de fuentes nacionales y extranjeras a partir de
1929 puso a muchas empresas bajo la amenaza de la ejecución de hipotecas por parte de los bancos. Los
gobiernos intervinieron unánimemente con la moratoria de la deuda para impedir la erosión de la base
exportadora. Los grupos de presión que representaban los intereses exportadores se fortalecieron o se
establecieron por primera vez y a menudo se redujeron los impuestos a la exportación.

La mejora de los TNI después de 1932 represento un nuevo impulso para el sector exportador.

La lotería mercantil produjo una serie de ganadores y perdedores en América Latina. El principal perdedor
fue Argentina, por que sus exportaciones tradicionales fueron perjudicadas debido a su dependencia del
mercado británico. Las exportaciones cubanas de tabaco también perdieron y sufrieron seriamente con las
medidas proteccionistas adoptadas por el mercado norteamericano. Los principales ganadores fueron los
exportadores de oro y plata a medida que los precios subieron notoriamente en la década de los treinta. La
bonanza de la lotería beneficio a Colombia, Nicaragua (oro), México (plata), Chile (cobre) y Bolivia
(estaño).

La recuperación del sector de exportación tradicional fue la principal razón para el crecimiento de los
volúmenes de exportaciones a partir de 1932.

A finales de la década, el sector exportador todavía no había recuperado totalmente su inicial importancia
pero había contribuido, en parte, a la recuperación del PBI real desde 1932.

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La recuperación del volumen de exportación en la mayoría de los países latinoamericanos contribuye a
explicar el brusco crecimiento del volumen de las importaciones a partir de 1932.

Las explicaciones adicionales sobre el movimiento de las importaciones las proporcionan los cambios en los
términos netos de intercambio y las reducciones en los pagos de factores debido al atraso en el pago de la
deuda, al control el tipo de cambio y a la caída en los rendimientos de ganancia.

Tomando en cuenta la opinión común de que los años treinta fueron un periodo de recuperación económica
sostenido por la ISI y la contracción de la importación este resultado es un saludable recordatorio de la
importancia abrumadora del sector externo y del comercio exterior aun después de la recesion de 1929.

La ISI fue en efecto importante, y durante el decenio comprendido entre 1928 y 1938 el índice de
importación real cayo respecto al PBI real. Sin embargo, la contracción de la importación fue mas seria en
los peores años de la depresión (1930-1932) y ejerció una intensa presión sobre las importaciones de bienes
de consumo. A partir de 1932 el crecimiento industrial fue capaz de satisfacer gran parte de la demanda de
bienes de consumo antes satisfechas por la importaciones, pero al mismo tiempo las importaciones reales se
elevaron mas rápido que el PBI real en virtualmente todos los casos cuando la propensión marginal a
importar permaneció muy alta. La composición de las importaciones se
distancio de los bienes de consumo, particularmente de bienes de consumo precederos, pero el
desenvolvimiento económico era aun extremadamente sensible al crecimiento de la importación dependiente
de el.

LA RECUPERACION DE LA ECONOMÍA NO EXPORTADORA

La recuperación del sector exportador contribuyo al crecimiento de las economías latinoamericanas en la


década de 1930. El renacimiento del sector exportador junto con políticas monetarias y fiscales poco estrictas
produjeron una expansión de la demanda interna. Esta correspondió a un incremento en la demanda interna
final que permitió al sector no exportador expandirse rápidamente en algunos casos, pues los incrementos del
precio se mantuvieron en un nivel muy modesto en la mayoría de las republicas. El sector manufacturero fue
el principal beneficiado, aunque la agricultura para consumo interno (ACI) también creció y hubo un
incremento significativo en algunas actividades no comercializables como la contracción y el transporte.

Argentina fue el único país donde la recuperación del PBI real no estuvo asociada con la recuperación del
sector exportador.

La recuperación e l sector exportador, sea en términos de volumen, o sea en términos de precios y en muchos
casos en ambos términos, contribuyo al crecimiento de las economías latinoamericanas en la década de 1930.
El renacimiento del sector exportados, junto con políticas monetarias y fiscales poco estrictas produjeron una
expansión de la demanda interna final que permitió al sector no exportador expandirse rápidamente en
algunos casos, pues los incrementos del precio se mantuvieron en un nivel muy modesto en la mayoría de las
republicas. El sector manufacturero fue el principal beneficiado, aunque la agricultura para consumo interno
(ACI), aunque la agricultura para consumo interno también creció y hubo un incremento significativo en
algunas actividades no comercializadles como la construcción y el transporte.

Argentina fue el único país donde la recuperación del PBI no estuvo asociada con la recuperación del sector
exportador. Por el contrario los valores de las exportaciones continuaron descendiendo en argentina muchos
años después de q el PBI alcanzase su punto mas alto en 1932. Sin embargo argentina tenía una estructura
más amplia y sofisticada que cualquier otra nación a finales de los años veinte y esta madurez industrial
permitió al sector manufacturero sacar de la recensión a la economía argentina respondiendo a la abrupta
alteración de los precios relativos de bienes extranjeros y bienes locales producidos por la depresión. El
cambio de los precios relativos surgió por tres razones. Primero, el difundido uso de aranceles específicos en
América latina significaba que las tazas del arancel comenzaba a subir a medida que los precios de las
importaciones caían; los aranceles específicos produjo una progresiva protección en tiempos de precios
decrecientes, incluso sin una intervención estatal; Sin embargo, la mayoría de las republicas respondieron a
la depresión con la subida de los aranceles. Estos incrementos estuvieron dirigidos a elevar los ingresos
fiscales principalmente, pero actuaron como una barrera proteccionista contra la importación.
21
La segunda razón para la alteración de los precios relativos fue la depreciación de los tipos de cambio. A
inicio de la década de 1930 cuando prácticamente los precios estaban en descenso en todas partes, una
depreciación nominal del tipo de cambio era una garantía razonable de devaluación real. A mediados de los
años 30, dados los pequeños incrementos de los precios en algunos países, la política cambiaria se convirtió
en un instrumento poderoso para reorientar los precios relativos a favor de los bienes producidos
internamente que competían con las importaciones. Aquellas republicas que utilizaban múltiples tipos de
cambio (la mayoría en América del sur) tuvieron una oportunidad adicional para elevar el costo de moneda
nacional de aquellos bienes de consumo importados que las empresas locales estaban en mejores
condiciones de producir. Aquellos países donde el sector manufacturero tenia capacidad disponible antes de
1929 estuvieron mejor preparados incluso, en ellos, la producción podía responder inmediatamente a la
recuperación de la demanda interna y a la alteración de los precios relativos sin necesidad de costosas
inversiones que dependieran de bienes de capital importados. Un grupo de países latinoamericanos se hallaba
en esta situación: Argentina, Brasil, México, Chile, Perú, Colombia y Uruguay. Estas siete republicas eran las
mejor situadas para aprovechar las condiciones excepcionales creadas para el sector manufacturero cuando la
demanda interna se comenzó a restablecer. Aunque la capacidad disponible fue utilizada primero para
satisfacer el incremento de la demanda, esta había comenzado a quedar agotada a mediados de la década. Por
consiguiente, la demanda solo pudo ser satisfecha con nuevas inversiones que aplicadas a la compra de
bienes de capital importados. De ese modo, la industrialización comenzó a modificar la estructura de las
importaciones con una proporción decreciente de bienes de consumo y una proporción creciente de bienes
intermedios y de capital. La industrialización en los años 30 provoco un cambio importante en la
composición de la producción industrial en los principales países latinoamericanos. Aunque los textiles y los
alimentos elaborados continuaron siendo las ramas mas importantes de las manufacturas, varios sectores
nuevos comenzaron a adquirir importancia por primera vez, entre los que se contaban los bienes de consumo
duraderos, productos químicos, metales, y papel. El mercado para los bienes industriales comenzó también a
diversificarse; aunque la mayoría de las empresas continuo vendiendo bienes de consumo a los hogares, las
relaciones ínter industriales se hicieron mas complejas, toda vez que un conjunto de establecimientos proveía
de insumos necesarios a otras industrias, que antes los solían comprar en el extranjero.

Estos cambios fueron significativos, pero no deben ser exagerados. A finales de la década de 1930 la
participación de la industria en el PBI era todavía modesta. Solo en Argentina la participación superaría el
20% e incluso allí la agricultura era todavía mas importante. Hubo otros problemas que el sector industrial
afronto en los años 30. Atraído por el muy protegido mercado interno, este sector no tenía incentivos para
superar sus abundantes ineficiencias y para comenzar a competir en el mercado exportador. A finales de la
década de 1930, el sector era todavía de una escala diminuta. La productividad de la fuerza de trabajo era
también baja, el valor añadido por trabajador incluso en argentina era un cuarto del nivel en EEUU, y en la
mayoría de países mas de la mitad de la fuerza laborar estaba empleada en la producción de alimentos y
textiles. Los problemas de la baja productividad del sector industrial pueden atribuirse en la escasez de
electricidad, la falta de trabajo cualificado, el acceso restringido al crédito, y el uso de maquinaria anticuada.
A finales de los 30, los gobiernos de varios países aceptaron la necesidad de una intervención estatal
indirecta a favor del sector industrial y establecieron varios organismos estatales para promover la formación
de nuevas actividades manufactureras con economías de escala y maquinaria moderna.

El cambio de los precios relativos de los bienes nacionales y extranjeros favoreció a la ASI tanto como al ISI.
EL modelo basado en la exportación antes de 1929 había llevado la especialización hasta el extremo de que
la importación de muchos alimentos y materias primas era necesaria para satisfacer la demanda interna. El
cambio en los precios relativos proporciono una oportunidad única para modificar esto y alentó la
producción de la agricultura para el consumo interno (ACI).

La expansión de la agricultura para el mercado interno fue particularmente impresionante en el área del
caribe. A finales de la década de los 20 la especialización y existencia de numerosos enclaves de propiedad
extranjera habían creado una gran demanda de alimentos importados para alimentar al proletariado rural y la
creciente población de los centros urbanos; con un excedente de tierra y trabajo, sumado a los incentivos
proporcionados por los cambios en los precios relativos, fue comparativamente una cuestión sencilla
expandir la producción interna a costa de las importaciones.

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El cambio en los precios relativos de los bienes nacionales y extranjeros fue un factor importante para la
expansión del ACI y la industria. Sin embrago los bienes y servicios no comercializados en le mercado
internacional también avanzaron, en conformidad con el comercio de la economía real y la recuperación de
la demanda nacional final. La orientación de recursos hacia el sector industrial y el crecimiento concomitante
de la urbanización impulsaron la demanda de energía, y estimularon nuevas inversiones y fuentes de
electricidad, la explotación petrolera y las refinerías petroleras. El desfase entre oferta y demanda fue un
problema constante en la mayor parte de la década del treinta, pero la existencia de un exceso de demanda
fue un estimulo poderoso para el crecimiento, tanto de los servicios públicos como de la industria de la
construcción.

La industria de la construcción se beneficio también de las inversiones en le sistema de transportes. En los


años treinta el auge ferroviario de América Latina había concluido, pero la región apenas había comenzado a
desarrollar el sistema vial necesario para satisfacer la demanda de camiones, autobuses y automóviles.

La recuperación de América Latina en los años treinta fue rápida, la mayoría de los países había recuperado
el nivel anterior de la depresión del PBI real per. cápita a fines de 1930.

Tulio Halperin Donghi “Historia Contemporánea De América Latina”

Capítulo 6

La búsqueda del nuevo equilibrio (1930-1960)

1. Avances en un mundo de tormenta (1930-1945)

La crisis mundial abierta en 1929 alcanzó de inmediato un impacto devastador sobre América Latina, cuyo
signo más clamoroso fue el derrumbe, entre 1930 y 1933, de la mayor parte de las situaciones políticas que
habían alcanzado consolidarse. Solo paulatinamente iban a descubrir los latinoamericanos que el retorno a la
normalidad no era fácil y que les sería preciso avanzar sobre una etapa imprevisible.

La catástrofe se revisa desde esa perspectiva económica latinoamericana a partir de la primera posguerra se
descubre cómo más de uno de los rubros que dieron vigor a la economía exportadora parece haberlo perdido
por entero o haber por lo menos abandonado su claro rumbo ascendente o aún deber su supervivencia a los
subsidios que le prodiga el estado.

Mientras los cimientos del orden económico latinoamericano no tornaban más endebles, él adquiría una
complejidad nueva. En los países mayores la industrialización realiza avances significativos, gracias a la
ampliación de la demanda local sostenida por el previo avance de la economía exportadora y hacía ella se
vuelca una parte de la inversión extranjera que antes se atenía al crédito, al estado, al sector primario y al de
servicios. El contraste entre la debilidad del viejo núcleo de economía y la tendencia de esta a expandirse
mas allá de él se traduce en un desequilibrio que sólo puede ser salvado gracias a créditos e inversiones
provenientes de la nueva capital financiera, New York.

La crisis mundial redefinió radicalmente los términos en que esos problemas que venían ya madurando
debieron ser encarados. Sus consecuencias fueron: el derrumbe del sistema financiero mundial y una
contracción brutal de la producción y el comercio, que se reflejó en los tres años que siguieron a 1929 en una
disminución del valor de los tráficos internacionales a menos de la mitad.

El derrumbe del sistema financiero significaba la desaparición de la fuente de recursos que ha mantenido a
flote más de una economía latinoamericana durante la década anterior. Ahora no es solo Latinoamérica la que
se descubre deudora, morosa y arruinada; en Europa devastada por la I Guerra Mundial y efímeramente
reconstruida por el influjo del crédito norteamericano. La insolvencia se convierte muchas veces en realidad,

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solo que esta vez el problema es contemplado desde los centros con espíritu más compresivo que cuando esta
afectaba solo a América Latina.

La caída de la economía productiva en los países centrales impulsaba a una búsqueda febril de mercados
externos capaces de salvarla del colapso, que obligaba a prescindir de las exclusivas fundadas en los deslices
financieros de las naciones que podían proporcionarlo.

Esta no ha solo provocado una disminución brutal del volumen del comercio mundial; como consecuencia de
ella puede dudarse además de que la noción misma de mercado mundial conserve sentido. Con economías
nacionales en constante riesgo de ser ahogadas por el colapso de sus mercados externos, los EE.UU terminan
por ser la única gran potencia económica que maneja su comercio internacional en ese marco que parece
súbitamente obsoleto. Mientras, las naciones europeas continentales se orientan una tras otra hacia acuerdos
bilaterales que les permitan asegurar mejor la reciprocidad del intercambio comercial.

Ese nuevo orden mercantil hace del estado el agente comercial de cada economía nacional, pero bien pronto
la coyuntura le impone funciones aún más vastas. Tocará al estado racionar esos recursos demasiados
escasos, no solo para evitar la agudización de conflictos entre empresas y sectores económicos, sino para
asegurarse que esos recursos se volcaran de la manera económicamente mas provechosa, objetivo
particularmente urgente en una economía que por otra parte permaneces al borde del colapso.

Así el estado para insensiblemente de administrar arbitrios financieros de urgencia a encarar, utilizando esas
atribuciones nuevas, políticas destinadas a atacar las dimensiones económicas de la crisis. Con ello, no hará
sino reaccionar ante una peculiaridad de la reacción de los precios ante la crisis, que es decisiva para
América Latina: mientras la industrial se contrae salvajemente, la minera sigue a distancia y en la agricultura
no faltan los casos de productores desesperados que intentan contrarrestar las consecuencias que para ellos
tiene el derrumbe de los precios buscando aumentar la producción.

El resultado es un nuevo deterioro en términos de intercambio para países que se han especializado en la
producción de productos primarios; las ventajas comparativas que en el pasado han hecho atractiva esa
especialización están siendo borradas por esa nueva relación de precios, y ellos mismo invita a reorientar a
una actividad industrial antes menos prometedora los abundantes recursos humanos y los muchos más
escasos de capital que encuentran ahora menos hospitalarios al sector primario.

Pero esta alternativa tardará en diseñarse con claridad; el primer resultado de la crisis en un colapso del
mercado interno para los bienes de consumo y mientras ese mercado interno no presente signos de
reactivación la industrialización por sustitución de importaciones, que aparecerá retrospectivamente como la
respuesta a la crisis, no tendrá ocasión de implantarse. Mientras ello no ocurra, queda una tarea más urgente
para el estado: evitar que las reacciones instintivas de los productores primarios ante la catástrofe venga a
agravarla, al agravar la plétora de bienes exportables. Para ello le será preciso intervenir por vía autoritaria,
fijando los precios oficiales y cupos máximos de producción, y organizando la destrucción de lo cosechado
en exceso, no siempre previa indemnización de los productores. La expansión del poder estatal a esas áreas
nuevas fue aceptada con una ecuanimidad que reflejaba muy bien conciencia ya universal de la gravedad de
la emergencia que se estaba viviendo.

Eran la hondura de la catástrofe y la inseguridad profunda acerca del rumbo de la economía mundial las que
hacían que los sectores de intereses no solo estuviesen dispuestos a acoger sin protesta la intervención del
estado en áreas de las que en el pasado habían preferido verlo ausente, sino también a admitir que ese estado
carecía ya de los recursos que en el pasado le habían permitido usar la subvención como recurso de gobierno
preferible al acto de imperio.

Si el impacto negativo de la crisis del ´29 afecto a toda Latinoamérica, la rehabilitación que se hizo evidente
a partir de 1935 marginó, en cambio, a los países pequeños.

La razón para ello se encuentra en que la industrialización, elemento ahora esencial de la reactivación
económica, requiere para ser viable que el mercado nacional haya alcanzado una cierta dimensión, por
debajo de la cuál sería imposible sostenerla. Pero los países grandes (México, Argentina, Brasil) y medios
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(Chile, Perú, Colombia) y aun pequeño pero con nivel de vida excepcionalmente alto (Uruguay) iban a vivir
en la segunda parte de la década de ´30 una rehabilitación que incluía avances significativos en la
diversificación de su estructura económica.

Esas rehabilitaciones alcanzan éxitos variables, pero en casi todos esos países el impacto de la depresión es
más breve y ligero que en los del centro industrial del mundo, y en particular en Brasil y Argentina se
ofrecen hacia 1937 como brillantes excepciones en un cuadro mundial todavía sombrío.

La industrialización comienza en el sector de bienes de consumo. En casi ninguna parte el avance industrial
anterior a la segunda guerra alcanza a sustituir del todo las importaciones aun en esos rubros. La necesidad
de los países periféricos de importar sobre todo bienes de capital y materias primas esta limitada por la
lentitud del crecimiento del parque industrial y contrarrestada por la tenacidad que los países industriales
buscan distribuir las ventajas derivadas del acceso a mercados externos entre todos los rubros de su
economía, con preferencia por los más deprimidos. Esta consideración de torna decisiva porque la política
comercial de los países periféricos reconoce una mas alta prioridad a la rehabilitación de sus exportaciones
que a la expansión de su sector industrial, y el éxito paulatinamente alcanzado en el primer aspecto conspira
contra el ritmo de avance en la sustitución de importaciones industriales.

Esa industrialización todavía parcial tiende a acentuar las desigualdades en el crecimiento económico de las
distintas regiones surgidas durante la expansión de exportaciones. La industrialización avanza allí donde se
encuentran no sólo sus potenciales consumidores, sino su mano de obra disponible y sus futuros dirigentes, y
todo ello lo ha de encontrar en las concentraciones urbanas más ligadas a la expansión del comercio interno e
internacional, y en algunas que tienen además funciones administrativas. Son entonces las áreas que en el
pasado se han constituido en emisarias de las metrópolis ultramarinas las que comienzan a esbozar una nueva
como áreas metropolitanas de esa economía mas cerrada en sí misma que la crisis esta creando.

La segunda guerra mundial va a introducir de nuevo un cambio radical en el contexto externo en que deben
avanzar las economías latinoamericanas, que en poco más de dos años (1939-1941) van quedando aisladas
de la mayor parte de los mercados. Esta situación va a ampliar aún más el papel del estado en la orientación
y control de la economía. A ello obliga entre otras circunstancias el nuevo régimen de comercio
internacional, que se perfecciona luego de la entrada de los EE.UU. en la guerra, y que agrega al
racionamiento administrativo de los fletes aun disponibles para el comercio latinoamericano la introducción
de un monopolio de compras de todos los productos de interés para las Naciones Unidas (UN) en guerra,
cuya administración era confiada a otros organismos similares.

La segunda guerra reaviva la demanda externa, que no se ha recuperado totalmente de las consecuencias de
la crisis, pero ese efecto se hace sentir de modo muy desigual, y afecta más bien a los volúmenes importados
que a los precios. La situación e muy distinta en cuanto a la importación: a las insuficiencias de una
infraestructura que se amplia se suman las fallas técnicas de las industrias mismas, creadas o ampliadas con
medios de fortuna cuando es imposible importar maquinarias o herramientas de los países metropolitanos, y
la ausencia de otras importaciones de estos permite por otra parte ignorar la incidencia de ese primitivismo
tecnológico sobre el costo de producción.

Mientras dura la guerra, las industrias de los países mayores de Am. Lat. Conquistan el mercado internado y
avanzan hacia la exportación. Para hacer esto posible, los países mayores buscan suplir la escasez de fletes
creando flotas nacionales. De nuevo, el transporte así asegurado no hubiera podido competir en volumen,
precio y calidad de servicio con los ofrecidos en tiempos normales por las grandes empresas navieras, pero
estos tiempos no lo eran.

El fin de la guerra encuentra así a una Am Lat. cuya economía mas radicalmente desequilibrada y ese
desequilibrio puede vérselo y tocárselo a través de la experiencia de vivir en ciudades en que el crecimiento
demográfico e industrial ha creado un déficit energético que pronto obligara, cuando la Europa vuelva a
recobrar su equilibrio, a opacarlo a través de racionamientos cada vez mas severos, y donde la concentración
de recursos en la cada vez más lucrativa expansión industrial, en medio de una avance ahora más rápido de la
urbanización, que halla cada vez mas difícil mantener los niveles de vida a los que su ubicación en la

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sociedad le permite aspirar, como consecuencia de la carestía creciente de la vivienda y la escasez de
servicios que considera esenciales.

En 1945, entonces, se ha madurado universalmente una conciencia muy viva de que las economías
latinoamericanas afrontan una encrucijada decisiva, que sus problemas nuevos y viejos se han agravado hasta
un punto que hace impostergable una reestructuración profunda. A la vez, no se deja de advertir que en
medio de todos esos problemas las naciones latinoamericanas se han constituido por primera vez en su
historia en acreedoras netas frente a Europa y EE.UU.

Pero si ese desenlace aparecía prometedor, esta presentación necesariamente lineal del avance económico
que se da en la estela de la crisis y la guerra corre riesgo de hacer olvidar no solo que todo fue vivido en el
subcontinente bajo el signo de la incertidumbre, sino que esa incertidumbre misma vino pronto a sumarse a
la que iba a inspirar la gravitación creciente de las consecuencias de la crisis más allá de la esfera económica.

Entre las razones de incertidumbre que brotan fuera de la esfera económica ninguna es quizá más poderosa
que la inminencia cada vez menos dudosa de una crisis quizá mortal del orden mundial. Ese orden, que había
sufrido ya, con la primera guerra mundial, un golpe del que no se había nunca recuperado del todo, parecía
derivar a una confrontación aun más devastadora, originada en ese mismo núcleo europeo, y ello como
consecuencia de la agudización de los conflictos entre las mayores potencias, en la que era posible reconocer
una consecuencia por lo menos indirecta de la crisis.

Fue el agravamiento progresivo de la crisis política internacional, que pronto la lanzó sobre un plano
inclinado que conducía ineluctablemente a la guerra, el que vino a contrarrestar en buena medida las
consecuencias negativas que la crisis económica, financiera amenazaba alcanzar sobre el ritmo de avance de
los EE. UU. En Latinoamérica. La alarma suscitada por el ingreso de la política internacional en una zona de
tormenta disminuyó las reservas latinoamericanas ante la dimensión política de ese vínculo necesariamente
desigual con la gran potencia del norte. Roosevelt y su política de buena vecindad hemisférica, plantea como
el New Deal, parecía más nueva de lo que en verdad era.

Esta política renunciaba a la intervención directa y unilateral, y buscaba en cambio vigorizar los organismos
panamericanos, que con ampliadas atribuciones debían transformarse en instrumentos principales de la
política hemisférica de los EE. UU. El abandonote la intervención armada no suponía por cierto la renuncia
al ascendiente ya ganado mediante ella en Am. Central y las Antillas. En los países que habían sufrido la
ocupación militar norteamericana, la potencia interventora, había creado fuerzas armadas locales que le
conservaban fidelidad; el influjo de estas iba a asegurar la consolidación de regimenes dictatoriales a la vez
estables y devotos a los intereses norteamericanos. Esto no significaba por cierto que la presión política
directa deje de emplearse.

La introducción de la política de buena vecindad elimina el obstáculo más vistoso a la aceptación del
panamericanismo en Latinoamérica, pero es el derrumbe de esa ultima versión del orden internacional
centrado en el concierto de Europa, que había encontrado tardío marco institucional en la Liga de Naciones
el que influye más activamente para restar eficacia a reticencias que están por cierto lejos de desaparecer del
todo, y logra que la posibilidad de organizar un orden panamericano abrigado contra las tormentas del viejo
mundo por el prestigio y la fuerza de los EE. UU. sea vista por la opinión latinoamericana con animo mas
abierto.

Las dificultades para la consolidación del panamericanismo no vinieron entonces del eco de las nuevas
experiencias políticas en curso en el viejo mundo. Tampoco provinieron de la acción estadounidense seguía
siendo de una potencia hegemónica de mano nada blanda, o de que su política económica se desentendía de
la búsqueda de cualquier reciprocidad de ventajas con los países con los que establecía contacto: todo esto
contaba menos desde que la consolidación del panamericanismo parecía ofrecer ventajas directas a os países
latinoamericanos. Por el contrario, los obstáculos del panamericanismo siguieron proviniendo sobre todo de
los países más ligados a metrópolis europeas.

Se llegaba así a la II Guerra Mundial, desencadenada esta, la conferencia Panamericana de Panamá creaba
una basta zona oceánica en torno a EE. UU. y Latinoamérica, dentro de la cuál reclamaba que los países
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beligerantes, se abstuvieran de actos de guerra. Aunque el valor jurídico de esta declaración era más que
dudoso, y la voluntad de imponerla por la fuerza a los países en guerra faltaba por completo, la conferencia
de Panamá no dejó de tener consecuencias significativas: el movimiento panamericano tomaba por primera
vez posición política unánime frente a una emergencia internacional, y parecía esbozar su transformación en
una liga de neutrales.

Pero esa transformación estaba destinada a no madurar. La neutralidad no era la política definitiva de los EE.
UU. Frente al conflicto mundial.

Los EE. UU. Manejaron su política internacional sin recurrir nuevamente a un mecanismo panamericano;
arrendaron así unilateralmente bases navales en posiciones británicas, y ocuparon juntamente con Brasil la
Guayana holandesa. Solo después de producido el ingreso de los EE. UU. A la guerra, el mecanismo
panamericano volvería a ser puesto en movimiento: 1942 se reunía en Río de Janeiro una conferencia
panamericana que se limito a recomendar la ruptura de las relaciones con las potencias del Eje; Chile iba a
tardar un año y Argentina dos, antes de recoger esa recomendación.

En cambio, la nueva política norteamericana encontraba apoyos entusiastas en otros países latinoamericanos.
México aprovechaba la coyuntura de guerrera para retornar sin humillantes retractaciones a una política
amistosa con su poderoso vecino; Brasil la utilizaba para acrecer su importancia militar y política en Am.
Lat.

La guerra iba a devolver a los EE. UU. A una política de mas abierta intervención sobre Latinoamérica; en
especial contra Argentina, regida desde 1943 por un gobierno militar, iba a ejercer presiones cada vez más
violentas; a comienzos de 1944, agregando a las pruebas de que algunos agentes consulares argentinos eran a
la vez agentes secretos para Alemania, EE. UU. amenaza intervenciones precisas logrando la debilidad de la
presidencia de Ramírez provocando su derrocamiento y continuación suba al poder del gral. Farell. La
conferencia panamericana de México en 1945 adre sin embargo, la puerta para el retorno de Argentina a la
comunidad americana, facilitado cuando el nuevo gobierno militar declara la guerra a Alemania.

Al reintegrar a Argentina a los organismos panamericanos, la conferencia de México aseguraba una


unanimidad por lo menos formal en el apoyo a una profunda transformación de este. La transformación de la
Unión Panamericana en un organismo regional definió según las líneas de la Carta de UN, que entre otras
tareas recibía la de dirigir la resistencia a cualquier agresión externa contra el área americana.

Así, aunque desde la perspectiva de 1945 Latinoamérica parecía haber capeado la crisis sin sufrir daños
sustanciales en su economía y sin haber debido afrontar las pruebas de la II GM impuso a casi todo el resto
del planeta, tanto en su dimensión económica como en la política-internacional, el orden mundial en el que
Latinoamérica había largamente buscado, y finalmente encontrado, su lugar.

El proceso por el cuál la crisis económica vino a desembocar en una crisis global del sistema político, al
agudizar la crisis de las ideologías, y agravar su impacto sobre los conflictos políticos internos de cada país.
En efecto, la crisis económica por una parte vino a dotar de atractivo nuevo a una revolución socialista que
en la década anterior había sido en vano propuesta por un modelo para Europa y el mundo, y por otra parte
popularizó otras soluciones que proponían reformar radicalmente la estructura del estado para permitirle
tomar a su cargo la rehabilitación de la economía productiva en el marco de un capitalismo sin duda
modificado. Como consecuencia de ello, el nuevo conflicto mundial no tendrá por tema exclusivo los
conflictos entre ciertas grandes potencias, sino incluirá, una importante dimensión ideológica-política. He
aquí un signo particularmente clamoroso de que otro segmento esencial del consumo ideológico de los países
más avanzados, en el que Latinoamérica se había acostumbrado a buscar guía e inspiración, había dejado
paso a la más cruel discordia

Esa situación encontrará eco en una ampliación de las alternativas ideológicas frente a las cuales deben optar
los actores del drama político latinoamericano. En más de un país han surgido desde fines del siglo anterior
corrientes anarquistas y por su parte la socialdemocracia de inspiración marxista.

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En la década del ´30 el movimiento comunista intentará organizarse en casi todos los países
hispanoamericanos, y a lo largo de ella alcanzará una presencia significativa en la vida política del Brasil,
Chile y Cuba y aún más reducida pero no por eso desdeñable en otros países que van de Argentina y Uruguay
hasta Colombia y Venezuela. Sus avances se deben sobre todo a la inseguridad sobre el rumbo que tomará un
mundo económicamente en ruinas lo que crea para las propuestas políticas del comunismo una audiencia que
va considerablemente más allá del séquito que es capaz de reclutar entre las clases populares.

El movimiento que tuvo por fundador e ideólogo a Víctor Haya de la Torre, el agitador estudiantil desterrado
por Leguía, propugnaba la instauración en el poder de un régimen revolucionario, apoyado en la clase obrera
y el campesinado, unidos bajo la tutela política e ideológica de las clases medias. La tarea de ese “estado
antiimperialista” sería redefinir el vínculo desigual con los países hegemónicos para asegurar que en Am Lat.
el imperialismo se constituirá en la primera fase de un desarrollo capital vernáculo. La formula política así
inventada por el aprismo estaba destinada a alcanzar un amplio eco latinoamericano luego de la II GM

Ese eclecticismo ideológico latinoamericano que hallamos reflejado en las formulaciones apristas domina
también las tentativas de renovar el bagaje de ideas de la derecha latinoamericana, bajo signo fascista o
católico, que por otra parte se reflejaron sobre todo en la incipiente reorientación de corrientes políticas
preexistentes, y solo lograron inspirar dos movimientos nuevos, el integralismo brasilero y el sinarquismo
mexicano, que se revelaron capaces por un momento de desplegar inesperado vigor.

Lejos de agregar nitidez a los conflictos sociales que pugnan por encontrar expresión política, el impacto de
la crisis hace mas difícil descifrar el impacto que ellos alcanzan sobre una vida política cuyos actores deben
avanzar a tientas en un mundo que no comprenden, guiados por convicciones ideológicas que no saben como
reemplazar, pero en las cuales no pueden depositar la misma fe que en el pasado.

Esos procesos presentan casi todos ellos un rasgo común: la crisis y sus consecuencias directas e indirectas
originan tensiones que la mayor parte de las situaciones políticas hallan difícil afrontar. En aquellos países en
que la ampliación de la base política se había traducido en una democratización del régimen en un marco
liberal-constitucional tanto aquella como este se ven afectados.

En toda Latinoamérica los regimenes en el poder, las oposiciones que los combatían, las fuerzas nacientes
que desde los márgenes acechaban su oportunidad, coincidían en la convicción de que la segunda posguerra
abría una etapa radicalmente nueva, en que serían también nuevas as reglas del juego político y nuevo el
contexto en que las naciones latinoamericanas deberían seguir buscando un lugar para sus economías en un
orden mundial que no era seguro que hubiese dejado atrás la etapa de arrasadoras turbulencias abierta en
1929, pero no podría sino ser decisivamente influido por el retorno de la paz.

2. En busca de un lugar en el mundo de posguerra (1945-1960)

Las naciones latinoamericanas coincidían explicita o implícitamente en creer que el giro favorable que en
líneas generales la guerra había impreso a las economías latinoamericanas iba a mantenerse y consolidarse en
la posguerra; los persuadía de ello el espectáculo de un viejo mundo reabierto al trafico internacional y
necesitado de todo lo que Latinoamérica podía aportar, desde alimentos hasta materiales para la
reconstrucción y materias primas para la industria. El recuerdo de la anterior posguerra los convencía además
de que, por exitosa que fuese esa reconstrucción, ella no seria capaz de imprimir a las economías industriales
el dinamismo suficiente para absorber la mayor parte de su propia producción para el consumo, y por lo tanto
la necesidad de encontrar desemboque para ella en la periferia ayudaría a mantener el ritmo de las
exportaciones de esta una vez cerrada la etapa de reconstrucción.

Dada la compartida confianza en el futuro, las disidencias se daban sobre todo en torno al mejor modo d
utilizar las oportunidades. Aunque las variaciones eran desde luego muchas, las alternativas fundamentales
que venían a oponerse en esos debates era dos>: la primera y más obvia la continuación del proceso
industrializador favorecido por la crisis y todavía mas por la guerra. Se ha visto ya que las naciones
latinoamericanas llegaban a la hora de la paz con un sector industrial a la vez vertiginosamente expandido y
muy frágil. Ahora se daba una oportunidad de corregir esas fallas y seguir avanzando sobre bases más
sólidas; para ello se contaba con los saldos acumulados gracias al superávit comercial de tiempo de guerra, y
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según se esperaba con la prosperidad futura del sector exportador, asegurada por la acrecida demanda de una
Europa en reconstrucción.

Esta solución requería que los fondos creados por el sector primario-exportador fuesen transferidos al
industrial, y era este precisamente el punto en torno al cual iba a estallar la discordia. La industrialización
había sido una solución de emergencia impuesta por las perturbaciones introducidas en el comercio mundial
por la crisis y el aislamiento de guerra; vuelta la normalidad recuperaban toda su fuerza las ventajas
comparativas que en Latinoamérica favorecían al sector primario. Un argumento suplementario alegaba
también que, si las predicciones universalmente compartidas que anticipaban una prosperidad prolongada del
sector se revelaban erradas, podía confiarse plenamente en que los intereses que lo controlaban se orientarían
espontáneamente a la actividad industrial, que les aseguraría en ese caso mejores lucros.

De este modo el sorprendente consenso que durante la crisis había acompañado a innovaciones tan radicales
como el avance dramático del estado en el gobierno de la economía, y la industrialización que se desarrolló
bajo su égida, es reemplazado por un disenso profundo, y este cambio no afecta tan solo el debate técnico o
ideológico en torno al manejo de la economía, sino también al proceso político social en efecto, a la vez que
una distribución de lucros, lo que esta en juego es el perfil de las sociedades latinoamericanas y la
distribución dentro de ellas del poder político.

La presencia de una solución alternativa que goza de apoyos internos y externos nada desdeñables influye no
solo en el contexto político en que siguen avanzando los proyectos industrializadotes, sino también en las
modalidades socioeconómicas de estos. Puesto que lo que le permite prevalecer sobre la solución rival es el
apoyo con que cuenta en franjas de la sociedad que van mucho más allá del grupo empresario industrial, el
proyecto industrializador solo es viable en el marco de un conjunto mas amplio de soluciones político
sociales necesarias para retener ese apoyo mas generalizado. Así la industrialización debe avanzar
manteniendo el entendimiento con la clase obrera industrial, pero también con las clases populares urbanas
en cuanto consumidoras, que hace su vez necesaria la protección de sus ingresos reales y la ampliación de
sus fuentes de trabajo mas allá de lo que el crecimiento industrial puede asegurar por si solo. Estos objetivos
se cubrirán en parte por la iniciativa del estado.

Este nace así con una carga abrumadora de precondiciones necesarias para asegurar su viabilidad política, de
la que desde luego depende su supervivencia. No es sorprendente entonces que la lucha cotidiana por esa
supervivencia haya exigido un esfuerzo demasiado absorbente para que fuese posible conceder atención
prioritaria a la actualización tecnológica que, como todos habían convenido en 1945, era la única que podía
asegurar a largo plazo.

No se trataba tan solo de que para atenuar la ineficiencia del sector industrial, no bastaba modernizar su
tecnología, y se hacían también urgentes vastas inversiones de infraestructura, desde caminos hasta fuentes
de energía, mientras no podían postergarse tampoco indefinidamente las demandas por las insuficiencias
acumuladas en otros sectores, de la vivienda hasta las comunicaciones. Más grave era que ese programa
mucho más amplio y oneroso de lo que se había gustado imaginar, debía ser afrontado por una Latinoamérica
que se descubría en posición menos holgada de lo que había creído en 1945.

Sin duda las necesidades de reconstrucción europea incidían positivamente en la demanda de los países
industriales, pero también afectaban de modo menos positivo a su oferta; mientras la ya clara tendencia al
alza de los precios de los productos industriales invitaba a invertir rápidamente las reservas acumuladas en la
guerra. Buena parte de los bienes de Latinoamérica aspiraba a importar eran canalizados prioritariamente
hacia Europa.

Las naciones latinoamericanas fueron paulatinamente renunciando a encarar prioritariamente la


modernización económica que había sido su primer objetivo para la posguerra, y se fijaron en cambio el sólo
aparentemente más modesto de asegurar la supervivencia de una industria incurablemente primitiva,
mediante transferencias de recursos sobre sectores impuestas a través de la manipulación monetaria.

Al mantener alto el valor de la moneda nacional en divisas extranjeras, a la vez que se disminuían los
ingresos de los exportadores, se aseguraban importaciones baratas. El control del mantenimiento sobre estas
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aseguraba que ellas no vendrían a competir con la industria nacional, sino por el contrario a proporcionarle
los insumos que necesitaba.

Pero la solución, que tiene cosas en común con la practicada en México porque arroja una parte
desproporcionada del costo del proceso de urbanización e industrialización sobre el sector primario, es
menos fácil de implementar porque los terratenientes nacionales, empresas mineras internacionales y
compañías de transporte y comercio a los que golpea no comparten la resignada pasividad de los ejidatarios
mexicanos. Si solo ocasionalmente logran dar expresión políticamente eficaz a su protesta responden son un
estancamiento a aun baja de la producción que, sumados al fin de la posguerra y de su breve resurrección en
la estela de la crisis coreana, ya a mediados de la década de 1950 conducen al agotamiento de esta solución
económica y amenazan la supervivencia de las soluciones políticas que se han identificado con ella.

Este agotamiento se reconoce en dos signos alarmantes. Uno es una inflación quue tiende a acelerarse, en la
medida en que se busca en ella, a la vez que los recursos fiscales que la manipulación del comercio provee
cada vez menos, un modo de posponer o disimular los reajustes que el funcionamiento cada vez más
defectuoso de ese esquema impone. El otro es un desequilibrio creciente en la balanza comercial, debido
sobre todo a la languidez de las exportaciones. Uno y otro síntoma tienden a reforzarse mutuamente, en
cuanto la solución al segundo problema es la devaluación y la inflación viene a corrige las consecuencias
negativas de esta sobre los asalariados y consumidores, pero a la vez corroe las positivas, hasta tal punto que
hace pronto necesaria una nueva devaluación.

Con la segunda oleada de industrialización caracterizada por la inversión de capitales extranjeros en este
sector, se halla el punto de convergencia que hizo posible injertar en las economías que amenazaban
estancarse un nuevo sector que se esperaba dotado de dinamismo suficiente para devolverlas su antiguo
vigor. Esa novedad suponía mucha mas que la ampliación del sector industrial; traía consigo una
diferenciación dentro de este, cuya consecuencia era que el impacto social de la nueva oleada
industrializadota se iba a revelar en muchos aspectos diferente del de la etapa previa.

Ello ocurre así en cuanto a su capacidad de crear empleo, que resultada ahora mucho más limitada. Las
nuevas industrias se insertan en ramas en la que productividad del trabajo es mas alta que en las ya
establecidas. Su presencia ensancha las filas de la clase obrera más calificada y mejor pagada, pero
contribuye mucho menos significativamente a ampliar la demanda total de mano de obra industrial. Si esa
nueva industria hace sentir su peso positivo solo en los niveles más altos del mundo del trabajo, su
producción se vuelva a la vez preferiblemente sobre los sectores más altos de la sociedad en su conjunto. La
industria textil, la química, la farmacéutica, dominantes en la primera oleada industrializadota, habían
comenzado a concentrarse en producto de bajos requerimientos de calidad o cuya producción no demandaba
demasiado costosa tecnología. Su prosperidad dependía del acceso a un público que se aproximaba a
identificarse con una sociedad entera, y se concentraba en sus sectores más populares; aun la primera etapa
de la industria electricazo se alejaba demasiado de esa pauta originaria; y todavía a comienzos de la década
del ´50 el ingreso de Argentina en la era del automóvil fue precedido por la introducción del moto-scooter,
orientado todavía a un mercado masivo, ya que se proponía ofrecer a las grandes masas urbanas una
alternativa a un sistema de transporte publico cercano en ese momento al colapso.

En consecuencia, mientras la industria tradicional tiene razones no solo políticas sino también económicas
para aceptar encuadrarse en un esquema industrializador que mantenía constante atención a los intereses de
los trabajadores y asalariados, esas razones económicas han perdido vigencia para la nueva industria. Pero es
difícil medir la incidencia concreta de esa novedad en el curso del proceso político y social latinoamericano,
sobre todo porque mientras la nueva industria, que se desinteresa de la salud del mercado de consumo
ofrecido por los sectores populares, paga salarios satisfactorios, la tradicional, que depende mas de ese
mercado pero no recupera su pasada prosperidad, descubre que esta cada vez menos en condiciones de
hacerlo.

Pero esa reorientación de las demandas hacia sectores más altos tiene otra consecuencia mucho más
directamente tangible: ella crea mercados mucho más estrechos para industrias cuya tecnología le fija el
volumen mínimo de producción de cual no son ya viables. La consecuencia es que serán menos las naciones
que ingresen a esa nueva etapa; solo Brasil y menos solidamente México serán capaces de afirmarse en ella
30
para avanzar aún más allá en el camino de la madurez económica; en cambio Argentina encontrara difícil
mantenerse en ese nuevo nivel de industrialización e imposible superarlo, y en Chile y Perú la tentativa de
alcanzarlo no será más que un incidente sin consecuencias significativas para la economía en su conjunto.

Más pronto se hicieron sentir en cambio las modalidades de este nuevo estilo de industrialización. La más
significativa de todas es que esta no avanza sustituyendo importaciones, que para los rubros en que se
concentra ha sido interrumpidas ya hace décadas; en consecuencia su implantación no corrige el
desequilibrio externo, sino tiende a acentuarlo. Sin duda, tal como alegan los defensores de la teoría
desarrollista, esta abre el camino para etapas mas avanzadas de diversificación económica en las cuales se
espera que ese desequilibrio sea finalmente corregido, pero ese camino se anuncia largo, y mientras se
termina de recorrerlo el recurso a la inversión y el crédito externo se hace imprescindible para evitar una
nueva caída en el estancamiento.

El acceso al crédito se esta haciendo cada vez menos difícil, a medida que crece la abundancia de capitales
en los países del centro.

Sin duda esta innovación no impide continuar reservando el mercado interno para la industria nacional, ya
que para ello permanece disponible el instrumento tradicional ofrecido por la tarifa de impuestos a la
importación. Pero aunque así ocurra, esa modificación de la solución económica introducida para asegurar el
amenazado predominio del alineamiento político-social consolidado en la inmediata posguerra abre el
caminó para una transformación mas profunda y general, que completara la ya comenzada ruina de la fortuna
política de ese alineamiento.

Ya antes de que ello ocurra se hace evidente que ni aun un éxito mas completo del experimento desarrollista
hubiese bastado para devolver a las soluciones políticas que esperaban rejuvenecerse a través de el la
capacidad de movilizar el apoyo homogéneo de vastas mayorías populares. La incorporación e nuevos
grupos a la vida política, viene a sumarse al impacto político de la inflación, que tiene impacto muy desigual
sobre los diferentes grupos aunados en el sequito de esos movimientos, y tiende a fragmentarlo. Ambos
procesos han llegado quizás demasiado lejos para que el descubrimiento de una formula económica de
reemplazo fuese suficiente para contrarrestar sus consecuencias.

Por detrás de todo esto se adivina la gravitación de otra novedad aun más inquietante: el cambio social
parece estar adquiriendo en Latinoamérica un dinamismo nuevo, alimentado en buena medida por el
crecimiento cada vez más rápido de la población.

Un tema que no se podrá eliminar por mucho tiempo de las agendas políticas es el del estatuto de las tierras.
Mientas crece la tensión social en el campo, las insuficiencias económicas del sector rural reciben atención
nueva también por otros motivo: quienes se identifican con la solución industrializadota están aprendiendo a
presentar a esas insuficiencias por la razón por la cual la economía parece haber quedado encerrada en un
callejón sin salida: las cusas ultimas del estancamiento que se refleja en la perdida de velocidad del proceso
de industrialización residen en el atrás tecnológico y económico de la agricultura, que condena a muy baja
productividad y que extrema la estreches del marcado interno, en la que se descubre un freno poderoso a
cualquier nuevo avance de la industrialización. La reforma agraria aparece así como tema urgente en la
agenda latinoamericana, y mientras ya a comienzos de la década del ´50 tanto la revolución guatemalteca
como la boliviana la ponen en el centro de su programa de cambio, hacia fines de ella ha ganado también un
lugar en los de reforma económica bajo signo no revolucionario.

El crecimiento demográfico sumado a la rigidez del orden rural, se traduce por añaduría en la velocidad
nueva en la que avanza la urbanización. A una década de distancia se hace ya evidente que los rasgos que en
´45 habían parecido consecuencia efímera de las modalidades de cambio económico había adquirido durante
la guerra ofrecían solo un anticipo muy modesto de los que iban a dominar con fuerza creciente la
experiencia urbana a partir de esa fecha.

Desde el comienzo el proyecto de industrialización, para mantener de un apoyo popular del que no podía
prescindir, había debido adaptarse a exigencias de esa base de apoyo que venían a hacer menos fácil su éxito,
ahora iba a encontrar rivales que intentarían disputarle la lealtad de esta proponiéndole desde la derecha y la
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izquierda prioridades alternativas, que respondían quizás mejor a las necesidades inmediatas de una
población demasiado numerosa para encontrar ocupación en la industria, pero capaz de un modo u otro de
insertarse en la economía urbana, y que sentía duramente el peso de las carencia que eran consecuencia de
esa urbanización salvaje.

De este modo una problemática social que no ha permanecido por cierto ignorada hasta entonces, pero cuya
solución se había esperado de la conquista de la plena madurez económica, que haría finalmente posible
niveles de vida comparables a los de los países centrales, pasa decididamente a primer plano y comienza a
redefinir los términos en que se plantea el conflicto político social. Esa redefinición es por otra parte,
favorecida por el contexto mundial en que avanza la experiencia latinoamericana en esta segunda posguerra,
en la cual la efímera concordia entre los vencedores deja muy pronto paso a la guerra fría.

Lo que define sobre todo ese contexto es la transformación de la potencia dominante en el hemisferio en la
primera potencia mundial, que es consecuencia de la enorme concentración en ella de poder económico y
militar. La guerra fría al organizar las relaciones internacionales en un sistema bipolar en el cual la potencia
antagonista de los EE. UU., debilitada en sus recursos económicos y humanos por la guerra, no puede
constituirse en autentica rivalidad de aquellos, viene a consolidar ese dato básico del nuevo orden planetario
que es la hegemonía norteamericana, a la que se allanan no solo los antiguos poderes rivales doblegados por
la derrota, sino aun los participes de una victoria que los ha arruinado hasta el punto de no poder pensar
siquiera en prescindir del auxilio estadounidense.

Por otra parte la guerra fría era algo más que un conflicto entre grandes potencias, en cuanto a la URSS, rival
de los EE. UU. se identifica con un nuevo orden económicos social impuesto allí por vía revolucionaria, y la
expansión de la hegemonía territorial de esa heredera socialista del imperio ruso sobre Europa centro-oriental
se tradujo bien pronto en la implantación de ese modelo a través de procesos políticos en que la ausencia de
un espontáneo impulso revolucionario era suplida por el influjo de la potencia vencedora. La tradicional
vocación expansiva rusa se tornaba más temible desde que aparecía acompañada de la voluntad de imponer
cambios sociopolíticos que sectores no solo muy influyentes, sino claramente mayoritarios en Europa
Occidental contemplaban con horror. De este modo todavía la dimensión ideológica de la guerra fría facilito
la reorganización de los países centrales en un sistema dominado política y militarmente por los EE. UU. que
pronto busco expandirse hasta cubrir todas las áreas del planeta que había escapado a la hegemonía soviética,
a través de un sistema de pactos regionales apoyados todos ellos en el poderío estadounidense.

Argentina, que en década anterior había encontrado modo de frustrar proyectos menos ambiciosos, estaba
demasiado ansiosa por salir de la marginación a que había conducido su actitud durante el conflicto, para
oponerse a ese avance decisivo de un panamericanismo al que seguía viendo sin simpatía. En 1947, en los
albores de la guerra fría, la conferencia de Rió de Janeiro debía crear mecanismos a través de los cuales la
nueva organización podría atender a sus cometidos, y en primer termino el de organizar la repulsa de
cualquier agresión extracontinental a una muy vasta “región americana”, que incluía territorios de estados
que no eran miembros de la organización.

Para 1947 los avances realizados por los partidos comunistas latinoamericanos desde la depresión, y
acelerados desde 1941 en el contexto de la alianza norteamericano-soviética, estaban siendo eficazmente
contrarrestados, y su eliminación parecía solo cuestión de tiempo. Pero si Latinoamérica parecía no dar
motivos de alarma, otros hechos sugerían que, el signo sociopolítico bajo el cual avanzada la hegemonía
norteamericana era una menos segura carta de triunfo que en estos. En 1949 la victoria comunista de la
guerra civil en China y la consiguiente instauración de la Republica Popular vino a sumar sus efectos a los de
la perdida del monopolio atómico de Occidente para cambiar el temple del conflicto mundial contemplado de
Washington. Esos EE. UU. que en pocos años y casi sin advertirlo había conquistado la hegemonía mundial
comenzaban a verse a si mismos como una fortaleza asediada.

En 1959, cuando se abrió la siguiente crisis en el sistema panamericano, mucho de los que parecía en
germen en 1954 había tenido tiempo de fructificar, aun antes de entrar en esa época de prosperidad inaudita
que iba a ser la del ´60

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La URSS hallaba prometedora la culminación final del proceso de descolonización, y no solo allí donde,
como en Vietman, esta era impuesta por una rebelión de los pueblos coloniales bajo el liderazgo comunista.
A su juicio el agotamiento de la hegemonía Europea sobre Asia y África abría también oportunidades menos
dramáticas de expandir la presencia y el influjo soviético. Por su parte EE. UU. estaban admitiendo ya que
para manejarse en ese contexto nuevo les era preciso desarrollar estrategias mas versátiles que las de la
guerra fría.

El desenlace socialista de la revolución cubana vino a restaurar para siempre el campo de fuerzas que
gravitaba sobre las relaciones entre norte y sur del continente, en cuanto hacia real y tangible una alternativa
hasta entonces presente solo en un horizonte casi mítico. Ella abría sido una etapa nueva en este. Y lo hacia
de modo tanto mas conveniente por cuanto también los datos de la realidad económica interna e
internacional que en la entrada en la posguerra parecían destinados a seguir gravitando indefinidamente en el
futuro, y a partir de los cuales se había definido opciones socioeconómicas apoyadas por vastos movimientos
políticos. Los primeros quince años de la segunda posguerra se presentan así en Latinoamérica como una
etapa mas fácilmente acotable que las otras, aunque como siempre los razgos que la constituyen como tal, y
que gravitan por igual sobre la trayectoria de las naciones latinoamericanas, se combinan en cada un de ellas
con otros de alcance menos universal para imprimirles líneas de avance socioeconómico y también político
que están lejos de mantenerse constantemente paralelas.

El punto de partida de esta etapa esta dominado por las expectativas económicas y políticas creadas por el
ingreso en la posguerra. Las primeras afectan sobre todo a los países que han sido tocados por los avances de
la industrialización; las segundas inciden sobre todos por igual, en cuanto a la victoria de las N.U parece
haber privado para siempre de la legitimidad política a esas corrientes de derecha hostiles al régimen de
democracia liberal que por un momento parecieron de gobierno de las dictaduras vernáculas, y la presencia
de la URSS en la coalición victoriosa, que no se espera le de gravitación en el nuevo mundo, no refuerza la
muy desmedrada alternativa revolucionaria a ese régimen, sino la exigencia de verlo integrar entre sus
objetivos los de reforma social a los que en el pasado solo ha concedido atención limitada y episódica.

Argentina y Brasil son los dos ejemplos más puros de lo que luego los estudiosos de la política
latinoamericana llamaran popularismo, los únicos quizás en los cuales ese elusivo movimiento es algo más
que una criatura depuesta a imponer una artificial regularidad de libreas a un proceso excesivamente
heterogéneo y confuso. Las diferencias que corren entre Brasil y Argentina se reflejaran en varios ámbitos de
sus experiencias populistas. En Argentina, país mas urbanizado e industrializado, marcado históricamente
por una crónica escasez de población solo corregida mediante un aluvión inmigratorio proporcionalmente
mucho mas cuantioso que el recibido por Brasil, y que desde temprano en el SXX adquiere un perfil
demográfico de país modernizado, la población viene creciendo con una lentitud que no deja de provocar
alarma. Ya las primeras etapas del proceso industrializador, las fuentes obvias de mano de obra derivadas de
la migración a las ciudades se anuncia menos inagotables que la que proporciona el Brasil rural.

Carlos Vilas. El populismo en América Latina.

Se denomina populista al tipo de régimen o de movimiento político que expresa una coincidencia inestable
de intereses de sectores y elementos subordinados de las clases dominantes y de fracciones emergentes,
sobre todo urbanas, de las clases populares. Enmarca el proceso de incorporación de las clases populares a la
vida política institucional, como resultado de un intenso y masivo proceso de movilización social que se
expresa en una acelerada urbanización, desarrollo económico extensivo, consolidación del Estado nacional y
ampliación de su gravitación política y económica. No todos reúnen todas, y no hay ninguno que no reúna la
mayoría de ellas.

Las especificidades del desarrollo latinoamericano se refieren a cuestiones de carácter estructural como a
factores de índole política; tienen que ver con el modo en que el capitalismo se desarrolló, con la estructura
de clases que engendró y el tipo de régimen social y político que se organizó en los marcos de la sociedad
oligárquica. El desarrollo de una economía agroexportadora determinó que la formación del Estado estuviera
a cargo de una oligarquía comercial exportadora y terrateniente, sin interés en el desarrollo del mercado
33
nacional. Tuvo como contrapartida regímenes de participación políticamente restringidos; relegó a un lugar
secundario y subordinado las iniciativas de industrialización. La ausencia política de la burguesía industrial
no significa que haya comprometido la existencia del Estado.

El proceso de constitución de una fuerza de trabajo libre que pudiera venderse en un mercado, tuvo un
desarrollo relativamente lento y a la zaga de las demandas de mano de obra en los polos económicos de la
economía. La afluencia masiva de migración europea contribuyó a paliar esa situación. Las clases o capas
medias urbanas tuvieron en sus inicios un fuerte componente extranjero, también el incipiente proletariado
urbano. Buena parte de las primeras manifestaciones de la organización y las luchas obreras están ligadas a la
gravitación de los trabajadores europeos y a la importación consiguiente de una cultura política y sindical
que contrastaba con la de los trabajadores nativos.

El atraso de la economía no fue obstáculo para que la urbanización, las movilizaciones de los trabajadores y
la extensión de la ciudadanía a las clases populares. La mayoría de los ciudadanos obtuvo sus derechos
políticos en una etapa de industrialización. La movilización social se llevó a cabo en el marco de un régimen
político autoritario y represivo.

El temprano desarrollo de las industrias fue un proceso sin industrialización, subordinado a la dinámica
primario exportadora. Reforzó la diferenciación de la sociedad apoyó el ascenso social de las clases medias
y de segmentación calificados del proletariado. La apertura del sistema político, está estrechamente ligada a
las presiones de estos grupos y sus nuevas organizaciones políticas y laborales, pero su ámbito fue ante todo
el espacio urbano de población masculino.

La crisis de 1929 desarticuló al sistema exportador y creó las condiciones en algunos países para el ISI.
Apareció asó como continuación de las tendencias de la oligarquía. La crisis explicitó las tensiones entre los
intereses agroexportadores, debilitados, y las iniciativas y reivindicaciones de los industriales, sin capacidad
de acción política autónoma por su origen reciente, falta de representación política y de grupo y la propia
subordinación de su posición económica.

El Estado asumió un papel dinámico en la promoción de una recomposición de los equilibrios y en la ruptura
del impasse generado por grupos tradicionales que ya no podían imponer sus intereses y por grupos
emergentes que aún carecían de fuerza. Integró al merado de trabajo y la ciudadanía a las nuevas camadas de
población recientemente urbanizadas a la vez que consolidó la participación de las ya incorporadas. Las
masas urbanas fueron convertidas en tropas de maniobra del propio Estado, definiéndose un sistema de
compromisos que permitió incorporarlas al sistema político, ampliar su participación al consumo moderno y
ensanchar el espacio para el desarrollo industrial y de los industriales como nuevos grupos dominantes, al
mismo tiempo que garantizaba la reproducción de los intereses de clase de los grupos tradicionales.

El populismo, es un movimiento de masas que aparece en el centro de las rupturas estructurales que
acompañan a la crisis del sistema capitalista mundial y las crisis de las oligarquías latinoamericanas.
Corresponde a una etapa determinada en la evolución de las contradicciones en la sociedad nacional en
creciente diferenciación, y la economía dependiente. Como la respuesta a una crisis de hegemonía en el
marco de una crisis del sistema y de las presiones por impulsar la industrialización por encima de los límites
que le fijaba el sistema exportador. Incluyó la manipulación de las masas y algún grado de satisfacción de sus
intereses económicos y sus aspiraciones sociales y políticas.

Algunas de las tentativas populistas datan de una o dos décadas antes. El yrigoyenismo en Argentina y el
batllismo en Uruguay.

¿Bonapartismo, cesarismo, fascismo… o populismo?

La identificación de una crisis de hegemonía en los orígenes del populismo y un cierto vacío de poder, la
ampliación de las funciones del Estado, la politización de la economía y magnificación de la autonomía
relativa de lo político y el Estado respecto de las clases y grupos, el papel crucial de los dirigentes políticos
articulados en el Estado, han conducido a ver en el populismo un fenómeno bonapartista, cesarista o fascista.

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Elementos de bonapartismo y cesarismo: el ingrediente multitudinario y esa específica combinación de
jerarquía social y movilización de masas, de autoritarismo y democratización. Pero deben encontrarse las
diferencias específicas.

Con el cesarismo, la relación líder-masas, las diferencias se refieren al conjunto de ingredientes políticos
sociales y económicos que se articulan en cuanto a la relación del dirigente con sus seguidores. El populismo
estuvo apoyado en la democracia electoral, contribuyendo decisivamente a consolidarla.

En cuanto al bonapartismo, la forma específica de relación entre el Estado y la sociedad, de la que adquiere
una fuerte autonomía, la diferencia notoria entre la base social de bonapartismo en su versión clásica y el
populismo. La base del bonapartismo es una sociedad fragmentada en una muchedumbre de unidades
campesinas sin más unidad recíproca. La del Estado populista son las masas trabajadoras y campesinas,
organizadas y fuertemente estructuradas. La autonomía del Estado tiene lugar con referencia a una sociedad
organizada y no respecto de una sociedad atomizada y desestructurada.

Tampoco hay en el populismo ese elemento de equilibrio catastrófico. Los dirigentes populistas agitaron el
fantasma del caos y la revolución social violenta como única alternativa a su proyecto, en especial en sus
interpelaciones a los grupos dominantes.

Los ingredientes de autoritarismo y corporativismo, el anticomunismo que tiñó alguna de sus conductas, el
culto al dirigente, la exaltación del nacionalismo, favorecieron la equiparación del populismo con el
fascismo. Los PC de la región lo identificaron producto de la coyuntura internacional y por la competencia
por el control del movimiento obrero en la que perdieron. El nacionalismo y liderazgo personal son
absolutamente insuficientes para caracterizar al fascismo.

El punto radica en que el fascismo es considerado, ante todo, un proyecto del gran capital monopolista en
sociedades de desarrollo capitalista tardío, en alianza con las masas pequeño burguesas urbanas. En el
populismo debe señalarse que, primero, el gran capital nacional y extranjero figuró en el terreno de la
oposición y fue denunciado como el enemigo. Políticas populistas estuvieron destinadas a controlarlo y a
convertir algunos en propiedad pública. Segundo, las masas que aceptaron la propuesta populista fueron
masas trabajadoras, mucho más que pequeño burguesas. Estas incrementaron su gravitación en la sociedad y
en la economía, mientras que con el fascismo ocurrió lo contrario.

El papel del dirigente populista.

Relación dirigente masas, relación directa y afectiva (Perón, Vargas, Gaitán).

Ni esta relación se registra en todas las experiencias populistas ni es exclusivo del populismo.

Primer aspecto, siendo un conductor de masas, no pertenece sociológicamente a las masas. Existen dirigentes
populistas sindicales de extracción obrera y campesina. Pero la conducción estratégica y de conjunto queda a
cargo de elementos que no provienen de las masas.

No significa que provengan del mundo de las élites y de los grupos dominantes. Más bien, salidos de los
grupos intermedios usualmente vinculados a aparatos del Estado que reclutan su membresía de esos sectores
medios. Cárdenas y Perón fueron militares, en una época en que el ejército era una fuente de empleo y un
canal de ascenso social para los hijos de la pequeña burguesía provinciana.

Segundo, se trata de gente con amplia preparación académica, incluso de universidades europeas. Lejos de
ser el bruto o ignorante que presentó la propaganda descalificadora de sus enemigos políticos. La
circunstancia de que el discurso político del dirigente populista esté desprovisto de terminología compleja y
se centre en la presentación de unas pocas ideas-eje, tiene que ver con la habilidad para llegar a los auditorios
de trabajadores poco escolarizados o directamente iletrados, base social de su proyecto. Prueba de sabiduría
política.

35
Tercero, tiene un amplio conocimiento de su país, por viajes que hizo o por la movilidad propia de las
fuerzas armadas, que le permiten alcanzar un conocimiento de primera mano de los problemas sociales y
particularidades regionales desarrollando contactos directos, cosa que antes no se daba. Muchos pasaron su
vida fuera del país, por actividades militares, estudios o exilio, lo que amplió sus perspectivas y valoración.

Finalmente es varón y de la etnia dominante: blanco o a lo sumo mestizo. La ampliación del sistema político
institucional a las mujeres es uno de los resultados de los regímenes populistas o de la lucha de los
movimientos de este tipo; lo mismo la eliminación de algunas barreras a la participación de los grupos
étnicos subordinados. Pero en el marco de la sociedad tradicional, de la que el populismo emerge, la política,
como la educación superior, son ante todo atributos de hombres blancos y mestizos. La jerarquización
líder/masas del populismo reproduce así, aunque la cuestione, la estratificación social, étnica y de género de
la sociedad global.

La concentración del poder y el acceso a la educación y a la información, el propio extrañamiento político y


social de las masas, determinan inevitablemente este protagonismo de los elementos de clases medias y de
pequeña burguesía en las expresiones del descontento y en las propuestas de transformación. Además, la
política y sus instituciones, el Estado y sus aparatos, son vías tradicionales del ascenso social de los
elementos más dinámicos de estos sectores emergentes, frente al carácter excluyente de las instituciones
económicas.

El dirigente populista proviene, en casi todos los casos, de grupos y sectores tradicionalmente designados por
la división social del trabajo para el servicio de las clases dominantes y la operatividad del sistema que lo
ponen en contacto con la problemática social, de la que no se encuentran, por su propio origen, demasiado
alejados. Esta situación social intermedia contribuye a explicar la ambigüedad, oscilando entre desafiar las
raíces del orden establecido a través de un compromiso con los desposeídos, o negociar con los poderosos a
costa de los intereses populares, salvaguardando su estrategia personal de poder. Atrapando por esa
ambigüedad, caerá víctima de ella y perderá el poder sin haber optado por una u otra de las alternativas que
cuestionan la propia racionalidad del populismo.

Recuerda la relación patrono/cliente, esa forma de retribución recíproca que reviste la relación
dirigente/masas, y la fe aparentemente ilimitada que los seguidores depositan en el líder. Brindan
movilización y apoyo político a cambio de empleo, participación, bienestar y un sentimiento de dignidad, en
el marco de una precariedad estructural producto de la pobreza, el desempleo, la inestabilidad general de la
vida. El dirigente es de ellas, jamás las traicionará, y si no escucha o no atiende a sus demandas, es porque se
halla rodeado de elementos que lo engañan.

Lo que en el clientelismo tradicional es relación de uno a uno, en el populismo es relación mediada por
aparatos del Estado y por las organizaciones. Es la relación colectiva de las masas con el líder.

El carisma, en la medida en que se trata de un factor absolutamente subjetivo, es también un factor


absolutamente impredecible.

N la inspiración weberiana, el carisma refiere a las virtudes extracotidianas de los seguidores atribuyen al
conductor que se traduce en obras; algo que la gente reconoce en el líder a través de sus actos, su
comportamiento. El carisma del dirigente populista sería su capacidad para generar resultados objetivos y
concretos, benéficos para las masas, después de décadas de movilizaciones y demandas infructuosas. Lo
extracotidiano del dirigente populista debería ser entendido como el contraste, desde la perspectiva de las
masas, entre la ineficacia de las demandas populares en el sistema tradicional y su eficacia en el régimen
populista.

La economía política del populismo.

El intervencionismo de Estado.

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La ampliación del espacio de maniobra del dirigente y su papel de árbitro respecto de las fuerzas sociales
contendientes provienen de una no menos notoria ampliación del ámbito de intervención del Estado en la
economía y el conjunto de la sociedad.

El populismo no inició la intervención del Estado en la economía y la sociedad. Ésta comenzó en el seno de
la sociedad tradicional, en respuesta a los desajustes de la crisis del ’29; y luego como protección frente a la
segunda guerra mundial. Más que una adhesión keynesiana, fue una acción de defensa ante los
desequilibrios. El populismo, condujo la gestión económica del Estado mucho más allá de esos límites,
tratando de romper los equilibrios e interrelaciones sobre los que se asentaba la especialización primario-
exportadora.

En el nivel macroeconómico desarrolló una activa labor de intervención directa en indirectamente mediante
instrumentos de política nuevos o renovando los tradicionales; medió las relaciones entre capital y trabajo;
intervino en política de precios; asumió por medio de la expansión de la inversión en educación y salud, el
costo de reproducción de la fuerza de trabajo; creó economías externas, invirtió en infraestructura y estatizó
sectores de la producción; modificó las relaciones entre grupos y clases; el manejo del tipo de cambio le
permitió redefinir la articulación externa de la economía y reformular las relaciones internas entre industria y
agroexportación. A nivel micro, asumió directamente la producción y distribución de bienes y servicios
determinados, definiendo economías externas para segmentos estratégicos, desde la perspectiva populista, de
la burguesía local.

Todo esto contribuyo a dar a la vida económica un aspecto de hiperpolitización. La inversión privada
continuó siendo determinante; ingrediente de vulnerabilidad. En la medida en que se sintieron agredidos o
desestimulados, redujeron sus niveles de inversión e incluso exportaron capitales.

La nacionalización de algunas actividades; ferrocarriles, teléfonos, banca, comercio exterior, transportes y


energía; en general ramos y sectores cuyo control extranjero sustentó o consolidó la especialización
primario-exportadora, así como la gravitación económica y política de los exportadores.

Las nacionalizaciones fueron selectivas y obedecieron al objetivo central de llevar a cabo una rearticulación
externa de las economías respectivas, antes que una definición ideológica antiimperialista: al mismo tiempo
buscaron la incorporación de tecnología y capitales extranjeros en los sectores y ramas que el proyecto
populista priorizaba. Se buscaba extender el control estatal a sectores estratégicos para la generación y
captación de excedentes financieros que deberían reorientar hacia otros ámbitos de inversión.

A veces hubo poco de ideología en las nacionalizaciones y mucho de pragmatismo. A los FFCC argentinos se
los nacionalizó como forma de destrabar fondos argentinos que Gran Bretaña había declarado inconvertibles.
La nacionalización permitió cambiar la política de tarifas, para decidir la especialización económica del
interior argentino y promover un desarrollo regional más armónico con la consiguiente ampliación del
mercado interno.

Un desarrollo extensivo.

La política de nacionalizaciones fue parte de una estratega de desarrollo económico extensivo que tendió a
desenvolverse por la vía de la incorporación de nuevos factores al proceso de la producción por la
ampliación física de los mercados, el pleno uso de los factores, y por el énfasis en el mercado interno más
que por el progreso técnico, la intensificación de los procesos productivos y elevación de la productividad y
orientación de la producción hacia el mercado internacional.

Tuvo ante todo un carácter reactivo y defensivo. Respuesta a la crisis externa y a desenganche relativo de las
economías latinoamericanas respecto del mercado internacional. De ahí que haya elementos de continuidad y
no sólo de ruptura con algunas de las políticas de la etapa anterior. La acción del Estado era necesaria para
romper y reformular los equilibrios económicos y políticos preexistentes.

El ISI considerado etapa del desarrollo extensivo y hacia adentro, fue un ingrediente del mismo que comenzó
dentro de los límites del esquema primario-exportador.
37
El carácter dinámico y multiplicador del crecimiento industrial se proyectó rápidamente sobre un conjunto
amplio de actividades, sectores y regiones cuyo potencial productivo era irrelevante desde el esquema
primario-exportador. El proteccionismo industrial, iniciado o continuado permitió el desarrollo de nuevas
ramas y favoreció el crecimiento del empleo laboral. La economía ganó en integración. Sustentó el
surgimiento y consolidación de una matriz social más diferenciada y compleja.

En países con poblaciones campesinas numerosas, la reforma agraria fue concebida en función de fines
políticos tanto como económicos. Políticamente, para el populismo, fue quebrar el poder de los
terratenientes, consolidarse a sí mismo y a la burguesía industrial. Económicamente, elevar la producción de
productos básicos que inciden en el costo de reproducción de la fuerza de trabajo; facilitar la movilidad
espacial de la mano de obra, reducir el costo de reproducción de la fuerza de trabajo urbana e industrial, bajar
los costos salariales de los industriales, mejorar la capacidad de compra de bienes industriales mediante la
ampliación del empleo y la elevación de los salarios reales.

Muchos de estos objetivos no se cumplieron, o generaron efectos no previstos. La reforma cardenista


fortaleció la capacidad de consumo de las masas rurales, destinando a su consumo mayor parte de las
cosechas y a que se redujeran las remesas a las ciudades.

La burguesía urbana no se manifestó muy entusiasmada con la reforma agraria.

La capacidad de maniobra del populismo en este tema se inscribió y desarrolló a partir de un clima de
demandas históricas del campesinado y los trabajadores rurales; respondió a una racionalidad de
modernización capitalista no menos que al empuje de las luchas agrarias.

La extensión del sistema educativo a las clases populares fue un aspecto importante de los regímenes
populistas. No fue poca cosa universalizar la educación primaria; en varias experiencias populistas la
extensión de la educación demandó la introducción de cambios importantes en sus contenidos y métodos,
incluso convirtiéndose en áreas de gran conflicto (México).

La estrategia económica del populismo buscó reajustar el esquema primario exportador antes que sustituirlo
por otro. El esquema de desarrollo extensivo y hacia adentro se apoyó en la capacidad del sector primario
exportador para generar excedentes financieros, pero no pudo o no quiso introducir modificaciones
sustanciales en él. La transformación profunda del sistema político y de las relaciones sociales, no estuvieron
acompañadas, menos fundamentadas, por transformaciones similarmente profundas en la estructura
económica.

A los desestímulos económicos a la exportación se agregó la reacción política opositora de los exportadores,
motivada adicionalmente por la activación sindical, la retórica del discurso populista y la evidencia de que
éste no era el gobierno ni el régimen de ellos. La inversión privada se redujo y hubo fuga de capitales.

Esto contribuyó a dar una imagen de enfrentamiento al sector agropecuario en beneficio de la industria, y a
que la estrategia populista fuera interpretada en función de estos choques intersectoriales. Reforzada por la
circunstancia de que en ciertos países el conflicto rural era bajo contrastado con la intensidad del debate
político urbano.

En realidad, quienes vivieron el impacto fueron los productores agropecuarios pequeños y medianos,
orientados fundamentalmente hacia el consumo interno, y posteriormente los industriales, cuando los
términos del intercambio interno fueron revertidos. Los grandes productores y exportadores, gracias a su
diversificación e integración intersectorial agroindustrial y a la constitución de redes y grupos financieros,
experimentaron las transferencias de excedentes vía política de precios, impuestos, fundamentalmente como
movimientos internos.

El discurso político con énfasis en la conciliación de intereses, fue la expresión simbólica de esta estrategia
de desarrollo objetivamente apoyada en una matriz inestable y tremendamente conflictiva.

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El pragmatismo se manifestó también en el terreno de las políticas económicas, pero se refirió, sobre todo, a
las dimensiones operativas y a la ejecución específica de medidas determinadas.

Crisis de la economía política del populismo.

Las transformaciones del contexto político y económico internacional y el propio diseño de las políticas
económicas y sociales condujeron a situaciones de crisis que forzaron a los regímenes populistas a introducir
modificaciones profundas en las políticas, o a la caída de los gobiernos. Excepto en el caso mexicano, en los
otros países reinaron la inestabilidad y el dislocamiento de la vida política y social. En algunos se
establecieron violentos regímenes represivos.

Varios factores. Primero, la debilidad estructural del modelo de desarrollo extensivo. No involucró una
transformación de base en la estructura productiva agregar a esa un nuevo sector, urbano industrial, que
presionó adicionalmente sobre su capacidad.

La limitación de la estrategia económica se refiere a que no estimuló una transformación productiva por la
vía de la modernización tecnológica, generación de infraestructura y elevación de los rendimientos. El
impulso a la industrialización, al estar orientado casi exclusivamente al mercado interno, contribuyó
adicionalmente a los desequilibrios externos.

El populismo se preocupó mucho más por captar una parte del excedente del sector exportador para
reorientarlo a la diversificación industrial y al consumo, que por crear condiciones para incrementar la
generación de excedentes. Las iniciativas fueron muy débiles. Siguió dependiendo de la capacidad de
financiamiento de un sector exportador que se sentía agredido por las políticas. Representaron factores de
tensión y deformación del esquema de desarrollo tradicional sin transformarlo o sustituirlo.

El ISI no fue acompañado por una sustitución de exportaciones en el sentido de fomentar la diversificación
incorporando la industria al comercio exterior. El proteccionismo favoreció la reproducción de situaciones de
ineficiencia y atraso productivo que demandaron mayor protección. Las barreras resguardaron el mercado
interno de las importaciones pero crearon condiciones de alta rentabilidad para las inversiones extranjeras
merced a sus mayores niveles de productividad y a su modernización, rápidamente controlaron el mercado
interno.

Segundo, las tensiones que enfrentó la economía del populismo destacan algunos efectos no contemplados en
el diseño de la estrategia de desarrollo extensivo, y las reacciones que suscitaron en las empresas: inflación,
desinversión, crisis de la balanza de pagos.

Cuando la redistribución de los ingresos y el crecimiento poblacional crean más demanda de consumo que la
que la capacidad instalada puede satisfacer, y los incentivos no estimulan aumentos de la inversión, aparecen
tensiones inflacionarias.

Los mayores costos salariales y la inseguridad por el activismo sindical, tendieron a desestimular la inversión
privada.

Si el tipo de cambio se mantiene fijo, genera una sobrevaluación, favoreciendo la importación y perjudicando
la exportación.

Tercero, el perfil de la demanda interna cambia a medida que el ingreso se expande y el mercado se amplia.
La sustentación del crecimiento requiere la incorporación de tecnologías o la diversificación de la
producción. La política de desvinculación relativa del mercado interno respecto del internacional cede a una
estrategia de apertura, inicialmente selectiva por la necesidad de modernizar, de dar cuenta de los cambios en
la demanda y adaptarse al mercado internacional. Se agudizan las tensiones entre los grupos que apuestan al
desarrollo extensivo y los que apuestan al crecimiento intensivo y, progresivamente, trasnacionalizado.

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El agotamiento del espacio para una estrategia de desarrollo extensivo depende del la situación particular. El
peronismo se enfrentó relativamente pronto, porque accedió al gobierno cuando ya la economía argentina
había avanzado al gobierno cuando ya la economía argentina había avanzado considerablemente en lo que
suele denominarse sustitución fácil de importaciones, y las pugnas por la apropiación del ingreso asumieron
niveles de fuerte conflictividad.

El agotamiento del espacio estructural, las transformaciones en el sistema internacional y las modalidades de
articulación externa de las economías latinoamericanas no impidieron que surgieran intentos de
recomposición. El debilitamiento de las condiciones objetivas para el populismo conllevó, usualmente, un
mayor énfasis en sus dimensiones subjetivas: estilos de liderazgo, agitación de elementos simbólicos,
propuestas de alianzas y concertaciones. La reaparición obedece a que, en la mayoría de los casos, fue
sucedido por regímenes de represión política y exclusión social; contribuyeron al olvido de las limitaciones
populistas. La insatisfacción de las masas, su memoria y la vigencia de sus derechos, así como la
marginación de algunas fracciones del empresariado, abonaron las aspiraciones de estos populismos
redivivos. El carácter defensivo de la propuesta se hizo evidente y las coincidencias de antaño se hicieron
alianzas. Lo que antes fue práctica sin conciencia, ahora fue conciencia sin práctica.

Los protagonistas son otros, sus bases sociales han cambiado. Grupos empresarios más dinámicos se
encuentran en la nueva etapa de acumulación, con opciones de inversión y de crecimiento al margen de un
proyecto de desarrollo extensivo. La propuesta populista es atractiva para los grupos subordinados a esta
clase, que ven en el subsidio una forma de contrabalancear su progresiva marginación en el mercado. Existe
una nueva generación de obreros y de dirigentes de base que resisten las tentativas de control y dominio del
Estado y la vieja guardia sindical populista, y que plantean demandas para las que el populismo normalmente
carece de respuesta: democratización de la vida sindical, control obrero del proceso de trabajo.

Estado y clases sociales en el populismo latinoamericano.

La ambigüedad de la burguesía.

En la resistencia hubo grupos tradicionales de la burguesía oligárquica y también industriales emergentes.


Ciertas fracciones tradicionales vieron con interés la promoción de un mayor desarrollo industrial. Esta
situación impide hablar de una alianza de clases en la base de estos regímenes, por más que el discurso
populista la buscara y afirmara.

La idea de tal alianza, tuvo lugar cuando las condiciones para la ejecución de políticas como las propuestas
por el populismo, y la articulación al sistema internacional, estaban experimentando transformaciones que
restaban viabilidad objetiva a esa estrategia de desarrollo.

La burguesía industrial emergente se mostró distante y desconfiada; tomó los beneficios pero tendió a apoyar
a la oposición. Veía con preocupación la activación sindical, los costos salariales y de bienestar social, y se
inquietaba ante las nacionalizaciones.

Al mismo tiempo que decía apoyar a los grupos emergentes de la burguesía, el populismo no podía dejar de
negociar con los tradicionales.

En estas condiciones, la elección de aliados depende de la percepción que se tenga de la gravitación


institucional efectiva de los otros actores sociales y tiende a acuerdos de corto plazo, inestables, como
respuesta a la propia inestabilidad del escenario político. Lo que surge es una serie de reacciones adaptativas,
situaciones que el empresario sabe que no puede alterar en lo sustancial.

La burguesía industrial demostró entusiasmo por las políticas populistas cuando ya los gobiernos habían
concluido y sus sucesores aplicaban políticas de estímulo al sector exportador o al capital extranjero, e
intentaban acotar la movilización y las demandas sindicales. Por más que las del populismo no fueran a
reemplazar el principio burgués de autoridad por alguna especie de poder obrero o popular, sus proyectos de
redefinición del sistema tradicional fueron excesivos para la sensibilidad de clase y para los hábitos políticos
de las fracciones emergentes de la burguesía industrial.
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Los industriales a los que se referían el discurso y las políticas del populismo presentaban varios aspectos de
debilidad. Se traducía en una menor eficacia para transformar sus demandas en políticas estatales.

La capacidad para absorber y transferir los crecientes costos laborales inherentes a la propuesta populista, y
de adaptarse a la fuerte y explícita politización de la vida económica, fueran mayores a los segmentos
industriales más antiguos de la oligarquía, que en los nuevos industriales en los que el populismo pensaba.

La ambigüedad de la burguesía emergente era expresión de su debilidad en el mercado y contribuyó a dotar a


la industrialización promovida por el populismo de uno de sus datos más definitorios: fue conducida por el
Estado y sus aparatos, mucho más que por una burguesía industrial hegemónica y por el mercado.

El populismo y el movimiento obrero.

Tuvo un éxito rotundo en la adhesión de las masas trabajadoras. Fue el elemento más numeroso, más
movilizado y más estratégico en la base social. El populismo representó, en muchos países, el ingreso
definitivo de las masas a la política con un papel protagónico desconocido hasta entonces. La movilización,
participación política fue la base para el ascenso de su gestión gubernativa; también fueron obstáculos para el
éxito de las interpelaciones populistas dirigidas a los grupos empresariales y enarbolados como la razón
fundamental para el derrocamiento de los gobiernos respectivos.

El crecimiento de la organización sindical, la ampliación del espacio para sus reivindicaciones, la


legitimación de la protesta y la participación y el mejoramiento innegable de las condiciones de vida,
tuvieron lugar en el marco de una creciente subordinación política e institucional de las organizaciones
populares a los aparatos del Estado que levantaba la bandera de la conciliación de clases, la armonía social y
el desarrollo de un capitalismo nacional.

Es exagerado negar que existieron conflictos entre la clase trabajadora de estas sociedades y los grupos
tradicionales y el capital foráneo.

Frente a una experiencia de lucha obrera de orientación anarquista, socialista, comunista, de confrontación
con la burguesía y el Estado, el populismo habría dado a luz a un movimiento obrero de integración y de
colaboración. En la medida en que tuvieron lugar a través del Estado y sus aparatos, se habría configurado un
corporativismo, que garantizaba la subordinación del movimiento obrero, las demandas y participación
populares al proyecto populista.

En el populismo hubo represión, pero ésta se dirigió ante todo a las dirigencias de las viejas organizaciones,
y la historia de esas organizaciones, o por lo menos de sus directivas. Los trabajadores que el populismo
reclutó eran otros.

Gino Germani: las bases del populismo eran, ante todo, masas; como tales, carentes de experiencia
organizada y, dada su migración reciente, de experiencias urbanas. Mientras que los trabajadores de
experiencias urbanas, sindicales e industriales más prolongadas tuvieron una participación mucho menor.

La adhesión al populismo se explica así, por lo que los migrantes dejan atrás y por los elementos de su
pasado sociológico que los acompañan en su migración a las ciudades. En lugar del clasismo mayor o menor
de las organizaciones socialistas, sindicalistas, son vistas en el marco de la transición de la sociedad
tradicional a la moderna y tomadas como expresión de esa transición.

Fenómeno de profundas proyecciones psicosociales y culturales, pero que no se agota en los factores
subjetivos, sino que tienen que ver con el tipo de capitalismo y de estructura de clases que se desarrollaron
en el mundo rural latinoamericano.

En los sindicatos peronistas y el voto peronista se constató la participación activa de viejos obreros y de
muchos viejos dirigentes de extracción sindicalista, socialista, comunista incluso. El proceso por el cual el
peronismo tomó el control del movimiento sindical argentino fue multifacético y expresó el juego de una

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pluralidad de ingredientes; la imagen de una fuerza estatal que, a través de la coacción, la compra o soborno
de dirigentes, el engaño y la manipulación, terminó haciéndose del movimiento obrero, es más una caricatura
que una reflexión. Después de 1846, el PC disolvió sus sindicatos y aconsejó la incorporación a los
peronistas, adhiriéndose al principio de un sindicato único por rama.

Segundo, las directivas de las organizaciones sindicales populistas quedaron a cargo de dirigentes con
experiencia sindical y organizativa. Tercero, la identidad de clase fue importante para decidir el voto
peronista. Los obreros tendieron firmemente a votar por el peronismo y los no obreros a dividir su voto.

Cuarto, la adhesión obrara y sindical al populismo involucró, junto con rupturas, elementos de continuidad
con la tradición obrera y sindical que sería absurdo desconocer. Un sindicalismo que era independiente del
Estado pero no de la política.

La imagen de un movimiento sindical convertido en aparato del Estado populista tiene sentido cuando el
régimen populista ya ha avanzado en su establecimiento o consolidación. La pérdida de autonomía sindical
tiene lugar cuando ya el régimen populista se encuentra consolidado, cuando ya ha alcanzado algún tipo de
compromiso con el capital doméstico y extranjero y con los terratenientes. La existencia de un movimiento
obrero independiente, no integrado al sistema político es lo que el populismo trata de modificar. Es una
condición inexcusable para la consolidación política del dirigente populista y para su acceso al poder del
Estado. Una vez conseguido esto, la autonomía política del dirigente y del Estado exige como requisito la
pérdida de la autonomía del movimiento obrero.

Dos particularidades del caso argentino: 1) debido al modo en que se configuró el capitalismo en el campo,
el peronismo no tuvo que enfrentar el problema de una generalizada pobreza rural y de una reforma agraria
como en México, y Perú, sin tampoco marginar de las reformas populistas a la población rural como en
Brasil; 2) una notoria preocupación porque los programas de estabilización no deterioraran unilateralmente a
los asalariados; por lo tanto, el intento de una distribución relativamente equitativa de las pérdidas, y no sólo
de las ganancias.

La existencia de esta activación sindical en los años iniciales de los regímenes populistas resulta
desorientadora cuando se acepta el paradigma de la heteronomia del movimiento obrero y su subordinación
al Estado.

El impulso inicial del activismo obrero se acompañó de una democratización amplia de la sociedad y del
sistema político, que reforzaron la hegemonía populista.

Frente a este panorama no debería extrañar que tantos dirigentes sindicales de trayectoria comunista,
socialista o sindicalista, que participaron del movimiento obrero de confrontación, hayan optado por sumarse
a la convocatoria integradora del populismo.

El corporativismo del Estado populista.

El movimiento obrero, muy dinámico y estimulado en sus actividades por el populismo en momentos
iniciales o previos a su acceso al poder, terminó convertido en aparato del Estado populista.

Existe coincidencia en señalar elementos de corporativismo en este tránsito de un sindicalismo populista


relativamente autónomo del Estado a un sindicalismo subordinado a él. La subordinación debe ser enfocada
como una dimensión de la consolidación de la autonomía global del Estado populista respecto de la sociedad
civil.

Erickson afirma que existe corporativismo en el populismo en la medida en que la administración supera a la
política, pues los conflictos son resueltos por mediación y adjudicación estatal más que por confrontación
con el poder político o económico. Las partes involucradas en el conflicto no se relacionan directamente
entre sí, sino que se trata de una relación mediada por aparatos específicos del Estado y subordinada a su

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poder. Las expresiones organizativas de las clases asumen en consecuencia el papel de asistentes del Estado
en su gestión política y económica.

La mediación y el control estatal sobre las organizaciones obreras en una etapa del desarrollo de las
sociedades latinoamericanas en que el movimiento obrero resumía y expresaba la participación popular,
significaron supeditar los alcances y modalidades de dicha participación a decisiones que se tomaban fuera
de la clase obrera y de sus organizaciones.

El populismo promovió la convicción de que las demandas con éxito de los trabajadores no son las que se
procesan por las organizaciones obreras directamente con las organizaciones patronales, sino las que son
mediadas por el Estado y sus aparatos específicos. La vulnerabilidad y reducida eficacia del sindicalismo
socialista, anarquista frente a la sociedad tradicional y a su Estado, fue institucionalizada por el populismo
como subordinación del movimiento obrero y de las masas a un Estado que pretendía asumir una función
homóloga respecto de las clases capitalistas y que administraba las reivindicaciones categoriales y la
distribución de sus frutos. El populismo promovió que la eficacia de las reivindicaciones de las clases es una
función de la eficacia con que el Estado procesa y traduce los intereses de las clases en políticas públicas.

El populismo fue un ingrediente estratégico para la consolidación del capitalismo industrial y de la sociedad
de masas en América Latina.

¿Autoritario o democrático?

Enorme dinamismo de los movimientos y regímenes populistas y su capacidad de modificar sus estilos de
relación con las masas y su propia identidad.

La frontera entre lo democrático y lo autoritario en el populismo no es clara ni rígida. El populismo articula


ingredientes democráticos y autoritarios: ampliación de la ciudadanía, recurso a procedimientos electorales,
pluripartidismo, extensión de la participación, junto con: control vertical de las organizaciones sociales,
reducción del espacio institucional para la oposición, promoción de un sistema político ampliado y al mismo
tiempo excluyente. El populismo fue antiliberal. En la medida en que el derecho liberal circunscribía la
participación electoral a los hombres blancos y mestizos. Fue una fuerza de democratización fundamental.
Para los grupos tradicionales reducidos a la oposición, y para las corrientes que se oponían a la sociedad
tradicional desde opciones distintas a las populistas, resultó inexcusablemente antidemocrático.

Democratización y autoritarismo, los dos polos fundamentales de la política occidental, se conjugan y


subsumen en la configuración de uno de los fenómenos políticos y sociales más importantes de América
Latina. Conviven y se tensionan recíprocamente en cada experiencia populista. Afirmar que el populismo es
autoritario o democrático, depende de los gustos ideológicos y las preferencias políticas del observador y del
peso que su opinión teórico-metodológica y su paradigma de democracia adjudique a los distintos factores en
juego.

¿Neopopulismo en la periferia mundial?

En las sociedades del tercer mundo y los procesos de liberación nacional y transformación socioeconómica,
en décadas recientes, se discute la existencia de rasgos populistas en tales procesos. Se señalan el énfasis a la
independencia nacional y a la construcción del Estado, la adopción de tácticas de desarrollo, satisfacción de
las necesidades básicas de la población, servicios sociales y un relativo desenganche respecto del mercado
internacional. La promoción de una estrategia de participación y movilización popular apoyada en
estructuras organizativas autóctonas y de una estrategia política de unidad nacional, en el enfrentamiento a
los enemigos externos y liderazgos fuertemente personalizados.

Al mismo tiempo se señala como diferenciación, la debilidad de la clase obrera o de grupos empresariales
nativos; precariedad de las capacidades estatales para la intervención en la economía y la sociedad; opción
por vías no capitalistas de desarrollo.

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En la medida en que han contribuido a lo que se denomina democratización fundamental, que desde mi
punto de vista es el rasgo y el efecto fundamental del populismo latinoamericano, tiene sentido ensayar
comparaciones y buscar puntos comunes.

THORP, Rosemary. Capitulo 2: “Las economias Latinoamericanas 1939-1950”

Al comienzo del capitulo la autora indica que el objetivo del artuculo es examinar el comportamiento
económico y las soluciones de política económica que se llevaron a cabo en las economias latinoamericanas
dentro del contexto internacional de la segunda guerra mundial. La autora también se proone indagar a cerca
de la naturaleza de las interacciones de las economias latinoamericanas con el sector externo y con la
economía internacional.

La depresion de la economía mundial que acontecio en 1929 fue un momento desicibo para las economias
latinoamericanas, este contexto externo de generalmente hostil marco la transcicion de america Latina de un
crecimiento económico hacia fuera, basado en la exportación, a un desaarrollo hacia adentro, basado en la
industrializacion de sustitucion de importaciones (ISI) y de la agricultura de sutitucion de importaciones
(ASI). Durante este decenio del treinta surgen en america Latina nuevas fuerzas económicas, sociales y
politicas que darian un perfil muydiferente al modelo latinoamericano de desarrollo económico.

Sin embargo, aunque el crecimiento tradicional basado en la exportación se volvio muy difícil en los años
treinta , los vestigios de un compromiso con la producción de bienes primarios y con el desarrollo hacia fuera
sobrevivieron en toda la region y el comercio exterior aun desempelo un papel importante en la recuperacion
devla depresion. Es por este motivo que los años treinta no pueden presentarse como una radical ruptura con
el pasado. Pero no se puede negar que el crecimiento industrial había producido un cambio en las estructuras
de la economisa de las republicas mas grandes (como Argentina, Colombia, Mexico, Brasil, Chile) a finales
del decenio. El sector industrial se convirtio en un sector dinamico y, en algunos países, crecia mas rapido
que el PBI. Estwe dinamismo fue estimulado por un cambio muy importante, en la decada del treinta, que
consistio en sustituir las politicas económicas autorreguladoras por el uso de instrumentos de política que
tenían que ser activados por las autoridades. Las politicas fiscales y monetarias poco estrictas, que
provocaron un cambio en los precios relativos favorable a la producción interna que competia con las
importaciones, fueron de enorme importancia para sacar a los países de la depresion y proporcionar el
estimulo necesario para el crecimineto del sector manufacturero, en aquellos países dinde la indsutria ya
estaba afirmada desde los años veinte, y del sector no exportador en general, en todo latinoamerica.

Los cambios en la politca económica de los años treinta fueron generalmente racionales, lograron la
extraordinaria hazaña de estimular a la vez las exportaciones primarias y el desarrollo industrial, lo cual fue
un importante logro , ya que las exportaciones primarias eran la principal fuente de divisas para la
importacion de bienes intermedios y de capital. No fue sino hasta la decada del cuarenta y cincuenta que un
conjunto de países latinoamericanos rechazaron abiertamente el crecimiento basado den la exportación y se
aferraron totalmente a la induastrializacion de sustitucion de importaciones (ISI). Es decir, se discriminaba
un sector que era esencial para su funcionamiento.

La segunda guerra mundial

La primera guerra mundial actúo como catalizador al abrir grietas y mostrar las cambiantes estructuras: hacia
la década del veinte el viejo sistema centrado en Londres y el patrón oro se encontraban en descomposición,
y el dominio de EE.UU. en los circuitos comerciales y de capital era evidente. Sin embargo, el sistema no
estaba preparado para cambiar: el pensamiento contemporáneo solo podía buscar restablecer las viejas
formas, volviendo al patrón oro o incluso a una paridad monetaria inadecuada. Se omitía el grado en que el
viejo sistema había dependido para tener éxito no solo de un equilibrio subyacente sino de un único centro,
Londres. Ahora existían mas de un centro financiero y una oferta mucho mas amplia de fondos inconstantes
a corto plazo; el sistema se hizo peligrosamente inestable. EE.UU. no adopto la conducta de un acreedor
cauto que importa bienes para permitir a los deudores pagar y presta prudentemente para proyectos que
fomenten la capacidad de pago. Adopto, en cambio, políticas proteccionistas y buena parte del capital
44
exportado por banqueros privados adopto la forma de prestamos que financiaron proyectos extravagantes y
aventurados. El crac de 1929 puso en evidencia la debilidad fundamental del sistema. Por consiguiente,
durante la década del treinta, la mayoría de los gobiernos siguieron políticas puramente defensivas
dominadas por un creciente proteccionismo y controles de cambio.

Aunque afectado profundamente por la ruptura del sistema internacional durante la primera guerra mundial y
en particular por la depresión de 1929, la década del treinta no significo para América Latina una depresión
generalizada, por lo contrario se logro un crecimiento significativo. La industria de sustitución de
importaciones surgió como el sector de vanguardia en la mayoría de los países mas grandes(en especial en
aquellos países donde el sector manufacturero tenia capacidad disponible antes de 1929) y la agricultura para
consumo interno pero en los países mas pequeños.

Con la industrialización y la expansión de la intervención del Estado los prerrequisitos para un nuevo modelo
de crecimiento diferente al modelo basado en la exportación comenzaron a tomar forma. Estas políticas se
combinaban aun con una promoción activa de exportaciones tradicionales, utilizando la depreciación del tipo
de cambio y otras medidas, con la ayuda de la recuperación de los términos de intercambio. Esta política fue
necesaria dado el peso económico y político de los sectores primarios en las economías latinoamericanas.

Con el estallido de la guerra en 1939, las repúblicas latinoamericanas se enfrentaron a problemas económicos
comunes, ya que sus fuentes de suministro, sus mercados de exportación, servicios de transporte, y recursos
financieros quedaron amenazados.

El principal problema económico para América Latina comenzó a ser la acumulación de grandes excedentes
de exportación cuyos precios descendieron inevitablemente. Los países mas duramente afectados fueron
aquellos con conexiones comerciales mas estrechas con Europa que con EE.UU.

El comercio entre EE.UU. y América Latina comenzó a crecer cada vez mas. En los años cuarenta aumento
considerablemente el porcentaje tanto de las exportaciones dirigidas a EE.UU. como de las importaciones
que llegaban de este país.

Otra tendencia significativa fue el incremento del comercio interlatinoamericano y los esfuerzos por
aumentarlo.

EE.UU. comenzó a comprender muy bien que la defensa hemisférica tenia tanto intereses económicos como
políticos y militares. Se habían propuestos varios medios para enfrentarse con los excedentes de exportación
y con los precios, y para fortalecer a las economías latinoamericanas. Pero, aunque las exportaciones de
América Latina EE.UU. habían crecido, el incremento de las exportaciones de EE.UU. a América Latina
había sido mucho mas grande. A finales de 1940, América Latina tuvo un enorme balance comercial negativo
con EE.UU.

A raíz del ataque contra Pearl Harbor, EE.UU. se involucro mas profundamente en la guerra y entro a
combatir no solo contra Japón, sino con Alemania e Italia en diciembre de 1941, con lo de América Latina
quedo mas gravemente afectada. En primer lugar, EE.UU. exigió un compromiso con la causa aliada. En
segundo lugar, se abrieron posibilidades de mayor ayuda económica a cambio de su solidaridad y apoyo en
respuesta a las crecientes necesidades estratégicas. En la Conferencia de ministros de Asuntos Exteriores en
Río de Janeiro en febrero de 1942 se tomo la decisión de romper las relaciones comerciales y diplomáticas
con las potencias del Eje: solo los países del cono Sur se mantuvieron distantes de esta posición. La postura
de México cambio radicalmente a lo largo de 1941 a favor de una intensa colaboración con EE.UU. y la
mayoría de los países centroamericanos y caribeños declararon la guerra inmediatamente después de Parl
Harbor. En Agosto de 1942 se sumo Brasil, que fue el primer país suramericano en declarar la guerra. Fue
seguido por Bolivia en 1942 y Colombia en 1944. A cambio de estas declaraciones de apoyo la inversión
publica y privada de EE.UU. en América Latina comenzó a crecer, particularmente en las áreas esenciales de
transportes y comunicaciones. Los países exceptuados de este flujo de beneficios estadounidenses fueron los
del Cono Sur dispuestos, en mayor y en menos grado, a no ligar su suerte a los EE.UU. Estados Unidos
declaro que, mientras no se ejerciera un control efectivo sobre las empresas de los países considerados
hostiles a los aliados, seria difícil para EE.UU. proporcionar bienes que podían acabar finalmente en manos
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de intereses enemigos y de individuos cuyas actividades estaban socavando la defensa hemisférica. Gran
Bretaña y EE.UU. intentaban dar preferencia a países que les garantizaban que los suministros no
beneficiarían indirectamente a los intereses del Eje.

Después de la primera guerra mundial y de la depresión de 1929, la segunda guerra mundial significo para la
transición económica de América Latina otro golpe para el modelo basado en la exportación , que esta vez
dejaba patente su vulnerabilidad a la disponibilidad de importaciones y de transportes, a la inestabilidad de
los mercados de productos primarios y a los conflictos políticos mundiales. Lo que resulta particularmente
paradójico de este impacto externo, y que contribuye a explicar la ambigüedad de la evolución de la política
económica latinoamericana, es que la autonomía latinoamericana no aumento sino que, por el contrario, fue
acompañada por un crecimiento abrumador de la influencia de EE.UU. , a medida que este país intentaba
salvaguardar os suministros existentes e impulsar el desarrollo de nuevos recursos esenciales.

De las economías mas grandes, solo Argentina resistió la expansión de la influencia y presencia de los
EE.UU.

Entre las paradojas de los años de la guerra, una de sus consecuencias principales, estuvo la paulatina
intervención económica de los EE.UU. en América Latina junto con el mayor papel de los gobiernos
nacionales, incluido el uso de controles directos. En gran parte de América Latina los intereses del sector
privado comenzaron a estar mas estrechamente ligados a los del gobierno. Estos dos desarrollos serian
fundamentales para el nuevo modelo de crecimiento en el periodo de posguerra.

El efecto económico especifico inmediato y mas sobresaliente de la guerra fue el crecimiento de las
exportaciones en respuesta a la creciente demanda de productos primarios. Había poco en que gastar estos
beneficios disponibles: hubo así una acumulación sustancial de reservas de grado variable.

En la industria operaban fuerzas contradictorias. La escasez de artículos importados alentaba nuevos


proyectos de sustitución, que a su ves estaban limitados por la escasez de bienes de capital esenciales
importados. El resultado de estos fue la continuación del crecimiento industrial ya experimentado en la
década de 1930, pero con una nueva propensión hacia los bienes de capital y los insumos básicos . La
insistencia de las misiones y asesores extranjeros sobre el hierro y acero y otros insumos básicos
contribuyeron a impulsar el patrón de industrialización en una dirección que luego seria desbordada por un
renovado énfasis en los bienes de consumo. Además en el continente la exportación de manufacturas: las
exportaciones textiles brasileñas y mexicanas pasaron de ser prácticamente cero a finales de los años treinta
al 20% de las exportaciones hacia 1945. En el caso de Brasil muchas de estas ventas se dirigieron a otros
países latinoamericanos; México también vendió fuera de la región .

Las consecuencias de la guerra

Mientras en el periodo de entreguerras las señales que indicaban la necesidad de un cambio en el sistema
internacional eran débiles y conflictivas, en los años que siguieron a la segunda guerra se percibió claramente
que el sistema se había resquebrajado y que requería un gran cambio institucional. Un país, EE.UU. era
evidentemente el escenario principal de la economía mundial. Su capacidad productiva se había
incrementado un 50 % durante la guerra y en 1945 producía mas de la mitad del total mundial de los bienes
manufacturados. Todavía mas significativo era el echo de que EE.UU. poseía la mitad de la capacidad de
transporte mundial y suministraba 1/3 de las exportaciones mundiales, mientras que consumía solamente
1/10 parte de las importaciones mundiales. Además, EE.UU. estaba totalmente preparado para actuar
deliberada y afirmativamente para generar un cambio institucional y para proporcionar los fondos que
contribuyeran a la recuperación.

Según el convenio de Bretton Woods de 1944 el objetivo eras volver a un sistema de tipo de cambios
estables y a una oferta constante de capital a largo plazo para propósitos productivos. La creación del Fondo
Monetario Internacional (FMI)y del Banco Mundial se plantearon en Bretton Woods para conseguir ambos
objetivos. Se restauro un patrón “cambio oro” en el que las monedas convertibles (en la practica el dólar)
eran aceptadas como parte de las divisas. En las dos décadas siguientes esta medida estableció el dólar como

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divisa . Tanto el FMI como el Banco Mundial asumieron el compromiso de presionar para la liberación del
comercio y de las cuentas de capital.

EE.UU. lanzo la iniciativa del “Plan Marshall” en 1947, en la forma de un programa de reconstrucción de
cuatro años para Europa, y a cambio se comprometía a elevar la productividad y a rebajar las barreras
aduaneras y la inflación. En 1955, sin embargo, América Latina era un área sin ningún programa de ayuda
por parte de EE.UU.

A diferencia del período posterior a la primera guerra mundial, cuando tales pasos hubieran sido
considerados amenazantes para el interés de sus industrias nacionales, EE.UU. ya no se oponía a que sus
compañías privadas invirtiesen directamente en manufacturas en el extranjero. El crecimiento económico
llego a ser percibido entonces como la mejor protección para la democracia. En esta época las empresas de
EE.UU. estaban interesadas en la industrialización del tercer mundo, ya que tal desarrollo podía proporcionar
mercados para sus productos y oportunidades de inversión. Pero aunque la inversión estadounidense en
América Latina creció finales de los años cuarenta, era relativamente baja en comparación con otros lugares.

Para EE.UU. América Latina no era un punto central de interés, ni en términos económicos ni políticos. Una
vez que el movimiento comunista quedo prohibido en un conjunto de países, se la considero un área
relativamente a salvo de la amenaza comunista. Desde la perspectiva opuesta, y considerando la percepción
latinoamericana de su dependencia respecto a EE.UU, la guerra había puesto de manifiesto muy
definitivamente el nivel de poder e influencia de EE.UU. tanto en términos económicas como políticos. La
nueva hegemonía de EE.UU. se reflejaba tanto en los circuitos del comercio como en los de la inversión.
Aunque, comparada con Europa América Latina no recibió demasiada inversión de EE.UU. después de la
guerra, tampoco la tuvo de Europa.

Tras promover enérgicamente la intervención estatal a causa de la guerra, EE.UU. en 1945 estaba ansioso por
retroceder drásticamente en lo que respecta a esta tendencia política. Sus representantes establecieron el
“Acta Económica de las Américas” en la Conferencia Interamericana sobre los Problemas de la Guerra y la
Paz en Chapultepec, México, D.F. febrero - marzo de 1945. EE.UU. no solo exigió un compromiso global
por parte de América Latina de reducir aranceles y de dar a cogida al capital extranjero, sino que condeno el
nacionalismo económico y propuso que se desalentase la empresa publica.

Los años 1945 a 1948, se caracterizaron por la continua esperanza latinoamericana de que llegaría una
sustancial ayuda de EE.UU, y por la continua renuencia de EE.UU, renuencia que se debía en parte a la
esperanza de que, bajo la amenaza de perder su ayuda, otros países latinoamericanos presionarían
exitosamente a Argentina para que abandonase sus simpatías fascistas y sus política intervencionistas.

La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la ONU, que apareció en 1948, pronto lanzó un
importante desafío al pensamiento ortodoxo de la época. La nueva organización presentó un “punto de vista
latinoamericano” válido: de ello surgió, en 1949, la “ tesis Prebisch”; su argumento básico era que las
mejoras de la productividad del progreso técnico en la industria en el centro no se reflejaban en precios mas
bajos, sino que eran retenidas allí mientras que en la periferia las mejoras de la productividad en el sector
primario eran menos significativas y los salarios se mantenían bajos por el excedente de la mano de obra.

Las economías latinoamericanas, por tanto, requerían una promoción deliberada del gobierno a la
industrialización. Los flujos de capital extranjeros eran útiles para facilitar la superación de las rigideces,
pero la CEPAL de los años 50 consideraban que tales flujos estaban formados en su mayor parte por capital
público. La Industrialización debía generar independencia respecto a las exportaciones primarias inestables y
estancadas. No se veía una contradicción en utilizar el capital extranjero, canalizado a través del gobierno,
para conseguir este objetivo. Sin embargo, se requería algo mas que las racionalizaciones previstas por la
CEPAL: era necesaria una evolución de factores políticos para que el modelo de desarrollo basado en la ISI
se estableciera de una manera estable. Uno de los requisitos se refería a la necesidad de un flujo de
financiación; la versión original de la CEPAL hacía hincapié en el papel del capital extranjero público, y esto
era coherente con el papel de este durante la segunda guerra mundial y con las esperanzas que se abrigaban
sobre nuevos fondos, pues si EE.UU. miraba hacia la reconstrucción de posguerra en Europa, se suponía que
miraría hacia otras partes también. El modelo tal como se desarrolló en realidad no dependió sustancialmente
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de fondos públicos, sino de la inversión extranjera directa. Para conseguirlo fue necesario un nuevo
desarrollo de las delicadas relaciones entre capital estatal, nacional y extranjero: solo cuando esto estuvo
resuelto mas completamente que en 1945 llegaría hacerse evidente un claro compromiso con la
industrialización.

Paulatinamente, país por país, los principales rasgos de la política económica de las décadas de la posguerra
se consolidaron. Esta comprendía típicamente medidas que definían la cuestión del capital extranjero, que
lograban reducción del uso de controles directos, particularmente de los controles a la importación y a la
moneda extranjera, y que intentaban reducir el nivel de sobre valoración del tipo de cambio que
habitualmente se combinaba con la simplificación del anterior sistema de múltiples cambios.

La segunda guerra ocasiono efectos negativos y positivos. Contribuyo al crecimiento de los ingresos
provenientes de la exportación, pero como había poco en que gastarlos el efecto expansivo de la reservas
acumuladas produjo un tipo de cambio sobre valuado y la inflación externa. El creciente papel de EE.UU.
fue paradójico: claramente, aumento su influencia en la región, con asesores y misiones en todas partes. Pero
también estimulo el papel desarrollista del Estado y el desarrollo de las industrias básicas. A medida que el
papel del Estado creció, también aumento la intensidad de la relación con el sector privado, cuya
participación creciente en el proceso de dirección política fue uno de los resultados mas interesantes de la
guerra.

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