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DEPENDIENTE.
Pero más allá de esa discusión, se llega a una misma conclusión que
compartimos: en la raíz del subdesarrollo contemporáneo está la dominación
imperialista, y sólo con la liquidación de ésta dominación será posible
enderezar nuestros países en la vía del desarrollo económico-social para las
grandes masas del pueblo.
El primero de estos periodos marca la lucha entre los partidarios del libre
cambio y los partidarios del nacionalismo proteccionista. En esta lucha, cuyos
resultados se sintieron profundamente en el proceso de formación industrial
latinoamericana, terminó triunfando lo que se llamó el “partido europeo”, es
decir, los hombres que representaban los intereses económicos y políticos de
la metrópoli, y buscaban incrementar los lazos de dependencia. Éste “partido
europeo” era el más ligado a la producción, exportación y comercialización de
materias primas y alimentos. En tanto que el partido “derrotado”, el “partido
americano” era más industrialista, más nacionalista. La política de libre cambio
entonces adoptada terminó por aumentar la dependencia y consolidar las
estructuras económico-sociales del latifundio.
El último tercio del siglo XIX y las primeras dos décadas del siglo XX
constituyen un periodo de una intensa penetración del capital extranjero,
europeo primero y norteamericano después, dado el fracaso de nuestras clases
dominantes para organizar la nación latinoamericana, con la consiguiente
fragmentación de la región en veinte Repúblicas. Ante esta división del
continente latinoamericano, las inversiones monopolistas extranjeras
encontraron terreno abonado para consolidar nuestra posición subalterna y
desventajosa en el marco de la explotación generada por la división
internacional del trabajo.
A.- Las inversiones de infraestructura que son las que primero acudieron a
fines del siglo XIX materializándose en ferrocarriles, telégrafos, servicios
públicos, caminos y puertos. Obviamente estas inversiones tenían por objeto
servir de apoyo a la unilateralidad exportadora de los países donde se
aplicaban. De allí que tales inversiones configuraban países dependientes de
las metrópolis capitalistas extranjeras, por esta razón algunos llamaban al tipo
de economía generado por este patrón de inversiones, como “economías de
puerto”.