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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria

Universidad Nacional Experimental del Magisterio “Samuel Robinson”

Trayecto I

Creación de una estructura de


acompañamiento político y sostenibilidad
económica para avanzar en la unión de los
pueblos del ALBA

Profesor Investigador Participante

Yanez Nairobys Madriz Estefany


Realizar un informe de reflexión sobre Creación de una estructura de
acompañamiento político y sostenibilidad económica para avanzar en la
unión de los pueblos del ALBA. Y Creación de una estructura de
acompañamiento político y sostenibilidad económica para avanzar en la
unión de los pueblos del ALBA.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de


Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), es una plataforma de integración de los
países de América Latina y el Caribe, que pone énfasis en la solidaridad, la
complementariedad, la justicia y la cooperación. Es una alianza política,
económica y social en defensa de la independencia, la autodeterminación y la
identidad de los pueblos que la integran.

Nace el 14 de diciembre de 2004 por un acuerdo firmado entre Venezuela y Cuba,


como forma de integración y unión de América Latina y el Caribe. Se proponía un
modelo de desarrollo independiente con prioridad en la complementariedad
regional que permita promover el desarrollo de todos y fortalecer la cooperación
mediante el respeto mutuo y la solidaridad.

Para abril del 2006 se enriquece la ALBA con la propuesta del Tratado de
Comercio de los Pueblos (TCP), que es un instrumento de intercambio solidario y
complementario entre los países, destinado a beneficiar a los pueblos en
contraposición a los Tratados de Libre Comercio.

En junio del 2009, los Jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros
decidieron que el ALBA – TCP se denominará “Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos” (ALBA –
TCP) en el entendido que el crecimiento y fortalecimiento político del ALBA – TCP
la constituye en una fuerza real y efectiva.

Actualmente la integran la República Bolivariana de Venezuela, República de


Cuba, Estado Plurinacional de Bolivia, República de Nicaragua, Mancomunidad de
Dominica, República del Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua y
Barbuda, y Santa Lucía.

Entre las resoluciones alcanzadas en la XI Cumbre del ALBA, efectuada en


Caracas, en febrero de 2012, una de las más destacadas es la decisión de
constituir el Espacio Económico del ALBA-TCP o ECOALBA-TCP. No solo por
tratarse de un acuerdo que manifiesta la creciente conciencia de que América
Latina y el Caribe deben profundizar rápidamente su integración económica, sino
también, por ubicar y determinar incluso el camino y el modo de lograr el principal
desafío que actualmente enfrentamos: la conservación y ampliación de las
capacidades productivas de todos y cada uno de nuestros países.
Actualmente nos encontramos asistiendo a la emergencia de un nuevo orden
económico mundial, que conlleva transformaciones sociales y políticas tan o más
profundas que aquéllas que dieron lugar a la “Revolución Industrial”. Pues, de
modo análogo a lo sucedido en el s. XIX, cuando transformaciones institucionales
posibilitaron separar el trabajo de la tierra, desde la década de los años 1970 nos
hallamos en presencia de cambios normativos que permiten liberar el capital del
trabajo, siendo la crisis financiera de 2008 un indicativo que tal proceso ya ha
alcanzado una escala global.

El fenómeno de la independencia del capital frente al trabajo ha instaurado una


nueva lógica en la reproducción y crecimiento de la economía mundial. Las
fuentes de beneficio económico ya no son los objetos materiales, sino las ideas.
La competitividad, eficacia y rentabilidad de las inversiones ya no depende de los
productores, sino de los consumidores. Y los flujos de capitales ya no buscan
compromisos de largo plazo, sino que varían según la presencia o ausencia de
consumidores y según la capacidad o no para generar o demandar ideas, sin que
medie compromiso alguno para su permanencia en un determinado territorio.
(Bauman, 2007:38)

En este nuevo escenario, el grado de autonomía alcanzado por los capitales en


virtud de su libertad de movimiento contrasta enormemente con la sujeción
territorial a la que se encuentran restringidas las estructuras productivas y la
fuerza laboral de las economías nacionales. Así mismo, el poder que adquieren
las empresas transnacionales conduce a que la población experimente o esté
expuesta a un continuo deterioro de sus condiciones de empleo y de sus
posibilidades de obtención de empleo. Consecuentemente, el riesgo de
inestabilidad en la producción, en el empleo o en el comercio internacional se
convierte en factor que ninguna economía nacional o regional puede dejar de
considerar, dada la posibilidad de destrucción intempestiva de capitales que, hoy
por hoy, pueden generar inversionistas y empresas transnacionales.

Enfrentar esta amenaza que vulnera la soberanía de los Estados no es tarea fácil,
sobre todo para gobiernos y autoridades que aún aceptan desde lecturas simples
la idea de que “el comercio internacional es el motor del crecimiento económico”.
Pues, como demuestra Milberg (2004), en un contexto en el que el capital
productivo actúa con un nivel acrecentado de movilidad, la idea de una
especialización comercial basada en ventajas comparativas derivada de las
dotaciones factoriales pierde validez.

Sobre la base de lo expuesto, la entrada en vigencia del «Acuerdo para la


Constitución del Espacio Económico del ALBA-TCP» marca un hito en América
Latina, al convertirse en el primer instrumento de integración latinoamericana que
reconoce el derecho de los Estados a incidir de manera significativa en la
configuración de las estructuras económicas regionales, basada en la cobertura de
sus necesidades básicas, el uso racional de sus recursos naturales, la
complementariedad y solidaridad para lograr el buen vivir y a su vez reducir las
asimetrías entre sus miembros.

El Acuerdo para la Constitución del Espacio Económico del ALBA-TCP confiere al


estado la responsabilidad de direccionar la configuración de las estructuras
económicas nacionales para alcanzar un desarrollo justo, sustentable e inclusivo.
La consecución de este objetivo está subordinado a reemplazar el concepto de
competencia por el de capacidades productivas regionales. Bajo esta visión los
países reivindican el derecho a producir bienes y servicios en función de sus
necesidades, capacidades actuales y futuras. A su vez, los países pueden
beneficiarse de las fortalezas productivas de sus miembros a través de la
complementariedad productiva, comprendida en un concepto de fragmentación de
la producción a nivel territorial que remunere con justicia al factor trabajo y
reconozca la importancia del capital. En este contexto, el comercio y la inversión
no son considerados como fin en sí mismos, sino como herramientas
complementarias a los procesos de desarrollo.

Es imperativo modificar la forma en que miramos el comercio internacional y el


ECOALBA-TCP propone una alternativa como instrumento de transformación
necesario para configurar un nueva estructura económica regional que articule las
economías nacionales orientando sus estructuras productivas a la satisfacción de
un sistema de necesidades regionales, asegure las condiciones técnicas para
realizar inversiones productivas regionales (grannacionales) y configure
ordenamientos productivos verticales que contribuyan a que todas y cada una de
las economías de la Región alcancen estados de equilibrio dinámico estables.
Actualmente se encuentra en discusión la propuesta de una Zona Económica
Complementaria entre los países del ALBA, PETROCARIBE y MERCOSUR. Su
primera fase está siendo coordinada por cinco países: Jamaica, Ecuador,
Venezuela, Dominica y Nicaragua.

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