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Por lo tanto, muchos de los primeros científicos en investigar los efectos de las
dosis completas de psicodélicos han comenzado a analizar si una microdosis también
podría ser beneficiosa. Sin embargo, la evidencia es limitada, y las opiniones de
los expertos están divididas en torno a cómo es que las microdosis ayudan a las
personas, o si es que lo hacen.
Gran parte de las investigaciones iniciales sobre la microdosificación ha sido
anecdótica, basada en respuestas entusiastas de encuestas por parte de usuarios que
experimentaron un aumento de atención y cognición, sensaciones de bienestar y
alivio de la ansiedad y la depresión. Los estudios de laboratorio de microdosis de
psilocibina y LSD suelen respaldar estos relatos, pues muestran mejoras en el
estado de ánimo y la atención y la creatividad. No obstante, en general, estos
estudios han sido pequeños, y no compararon una microdosis con un placebo.
“A estas alturas, es probable que las personas participen en un ensayo clínico de
microdosis solo si están convencidas de que eso podría ayudarles”, dijo David
Erritzoe, director clínico del Centro para la Investigación Psicodélica en la
Universidad Imperial de Londres. Y cuando la gente espera recibir un beneficio de
un medicamento, suele obtenerlo.
Los dos ensayos más grandes de microdosis controlados con placebo se publicaron el
año pasado, y ambos sugieren que los beneficios que experimentan las personas
provienen del efecto placebo. En los estudios, los voluntarios usaron sus propias
drogas para participar, y sin saberlo, recibieron dosis activas o un placebo,
presentados en cápsulas idénticas. Al cabo de varias semanas, el estado de ánimo y
bienestar de casi todos los participantes había mejorado, sin importar lo que
hubieran tomado.
“En un principio, me sorprendió, pero también me decepcionaron un poco los
resultados, porque cuando organizamos el estudio éramos muy optimistas de que las
microdosis podían tener un efecto” más allá del placebo, indicó Michiel van Elk,
profesor adjunto de Psicología cognitiva en la Universidad Leiden en los Países
Bajos que dirigió uno de los ensayos.
Erritzoe, que estuvo a cargo del otro estudio, descubrió que la eficacia de la
droga estaba vinculada a las expectativas de los usuarios. Si tomaban un placebo,
pero creían que era una microdosis, se sentían mejor, y si ingerían una dosis
activa, pero suponían de manera errónea que era un placebo, no sentían nada.
Un tercer ensayo controlado con placebo, publicado a principios de este mes por la
Universidad de Chicago, intentó eludir las expectativas de los usuarios dándoles a
los participantes cuatro microdosis de LSD a lo largo de dos semanas, sin decirles
el propósito del estudio o siquiera lo que estaban tomando. Una vez más, no se
detectó ninguna diferencia entre los grupos que tomaron LSD y los del placebo.
Aun así, algunos científicos señalan la evidencia de que las microdosis tienen un
impacto directo en el cerebro para sostener que sus beneficios son reales. Por
medio de tecnología de neuroimágenes, los investigadores han mostrado cambios en la
actividad y la conectividad del cerebro después de recibir pequeñas dosis
individuales de LSD, similares a los observados en cantidades más grandes de la
droga. Y un estudio en Dinamarca halló que una microdosis de psilocibina activaba
casi la mitad del tipo específico de receptores de serotonina sobre los que
actuaban los psicodélicos para producir efectos alucinógenos.
“Yo no diría que todo se debe al efecto placebo. Es evidente que es una droga
activa”, afirmó Harriet de Wit, profesora de Psiquiatría y Psicobiología en la
Universidad de Chicago, quien lideró varios de los estudios. “Vemos cambios en el
cerebro que son un tanto parecidos al efecto de una dosis alta”, lo cual sugiere
que las dosis más pequeñas actúan sobre los mismos sistemas.
Algunos investigadores de la microdosificación, como De Wit y Van Elk, se mantienen
optimistas acerca de que las cantidades diminutas de alucinógenos al final
demostrarán ser beneficiosas para la salud mental y las facultades cognitivas.
Afirman que el diseño de los ensayos controlados con placebo quizá sea el culpable
de que no se tengan hallazgos significativos. Es posible que los estudios no hayan
durado lo suficiente, o que las pruebas y los cuestionarios utilizados durante los
estudios no hayan reflejado la totalidad de los beneficios que algunas personas
perciben de las microdosis.
Por otro lado, Erritzoe declaró que el mero hecho de que una droga tenga un impacto
en el cerebro no significa que tenga un valor terapéutico. “Si no se puede ver en
un ensayo adecuado que alivia los síntomas, en aspectos que la gente de verdad
pueda detectar, sentir y experimentar en su vida, entonces no es tan interesante”,
opinó.
“No pretendo menospreciar la microdosificación”, añadió. “Solo estoy siendo
prudente, y creo que, por ahora, el panorama no se ve muy alentador”.
Uno de los mayores problemas de las investigaciones sobre la microdosificación es
que es difícil bloquear el efecto placebo en los estudios de una sustancia
psicoactiva. En el ensayo de Erritzoe, el 72 por ciento de las personas adivinaron
correctamente lo que habían tomado, lo que significa que el proceso ya no es ciego.
Para los estudios que mostraron los efectos en el cerebro, los mayores cambios se
notaban en el espectro más elevado de las microdosis —de 20 a 26 microgramos de LSD
y 3 miligramos de psilocibina— cantidad con la que la gente suele empezar a
percibir los efectos de la droga.
Fuera del laboratorio, la mayoría de los usuarios toman dosis para llegar a una
sensación similar y sutil de que tomaron algo. A ese nivel, la microdosis es ya de
casi media dosis, o quizá sus expectativas intensifican los beneficios de la droga
porque pueden sentir cierto efecto.
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7 de septiembre de 2019