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En esos términos se refirió la Primera Sala de nuestra SCJ, en su sentencia No. 21-
2017, de fecha 15 de enero del 2017, cuando establece que el auto que homologa
un acuerdo de cuota litis, simplemente aprueba administrativamente la convención
de las partes, y liquida el crédito del abogado frente a su cliente, con base a lo
pactado en el mismo, razón por la cual se trata de un acto administrativo emanado
del juez en atribución voluntaria o graciosa o de administración judicial, puede ser
atacado mediante una acción principal en nulidad, por lo tanto no estará sometido al
procedimiento de la vía recursiva prevista en el artículo 11 de la Ley núm. 302
citada; pero la corte al conocer el recurso de impugnación del que fue apoderada
obvió determinar que el auto impugnado no era susceptible de este recurso, por
tratarse de una decisión puramente administrativa, por lo que la sentencia atacada
debe ser casada por vía de supresión y sin envio, por no quedar nada que juzgar,
mediante el medio suplido de oficio por esta Corte de Casación, por tratarse de una
regla de orden público.
En definitiva, el pacto de cuota litis no deja de ser otro sistema de minutación que
los abogados hemos de considerar para algunas operaciones, pero que, por su
especial naturaleza de disponer de un pago aplazado y condicionado de nuestros
honorarios, debemos regular con la máxima precaución.
Para tramitar con éxito la liquidación de los honorarios profesionales, los abogados
deben detallar cada partida en su escrito de solicitud. En base a cada partida, el
tribunal decidirá atendiendo a los parámetros generales de la Ley No. 302, y a la
realidad monetaria al momento de producirse la liquidación. Y no debe perderse de
vista que por aplicación del artículo 1 de la citada Ley No. 302, los abogados
pueden acodar con sus clientes los montos que estimen de lugar en relación a sus
honorarios, sin superar el consabido 30%.
Las tarifas previstas en el artículo 8 de la referida ley, que son muy bajas al día de
hoy, solamente representan el mínimo que pueden acordar los abogados con sus
clientes. Esas tarifas pírricas únicamente representan el máximo frente a la contra
parte que resulta perdidosa, ya que la posibilidad de acordar montos mayores es en
virtud del principio de la autonomía de la voluntad (Art. 1134 CC), pues entre el
abogado y su cliente se genera un verdadero contrato; no así entre el abogado de la
parte que triunfa y la contraparte: como no hay relación contractual entre ellos,
deben aplicar los montos de ley.