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Cultura:
Decolonialidad de Genero.
Profesorado En Filosofía.
2da Instancia.
2022
Introducción:
En este ensayo se buscará exponer este paradigma que tan oculto se mantuvo,
criticándolo como el dogma mudo que en la cultura actual se encuentra presente, que
dista mucho a las concepciones de la histórica antigüedad latina, comprendiendo a la
colonialidad del género como una imposición cultural que hasta el día de hoy nos
afecta, y proponiendo un liberarse de este dogma impuesto que reprime a las masa,
devolviéndole así su libertad interior.
Ya llegando a su fin, se expondrá una propuesta para superar a esta tradición colonial
del género, sin caer en errores de negación sobre la verdadera influencia de la
colonialidad en la cultura americana, y aceptándola como parte del proceso de
superación.
Marco teórico:
Podemos notar fácilmente las influencias que perduran en la cultura actual que son
provenientes de la colonialidad europea, cuestiones simples como lo que estudiamos en
clases o al ir al supermercado y ver en las puertas hay mujeres con niños vendiendo
cosas.
La colonialidad europea perdura hasta nuestros días, pero de qué hablamos cuando
nombramos “colonialidad”, Aníbal Quijano diría que la colonialidad cultural expresa
un conflicto de poder entre la organización cultural y una represión que trae consigo una
reabsorción de los productos del poder dominante en la sociedad; esta dominación incita
una subversión de los dominados de ese orden impuesto, siendo así obligados a imitar y
reproducir el modelo europeo.
Esta imposición, también, viene de la mano con la modernidad, donde se halla una
división entre la naturaleza y la sociedad, esto provoca que en América, los
colonizadores tomaran estas culturas distintas como algo inhumano, y que, lo que ellos
notaban como “exóticos” no tenga posibilidades de una posición humana, ya que, en la
modernidad, el sujeto (hombre europeo) era quien transformaba la realidad, quien
aprehende a la naturaleza. En esta postura es entendible que este sujeto europeo dicte y
disponga esa única perspectiva de conocimiento y del arquetipo de hombre, lo que
creaba una clara distinción entre el europeo, lo correcto, lo pulcro, lo civilizado, lo
humano, y el no-europeo, lo salvaje, lo animal, lo que necesitaba ser corregido,
humanizado.
En cuanto a esto, podemos comenzar a hablar sobre colonialidad del poder, donde se
toma el concepto “raza” como un fundamento principal en la dicotomía:
dominadores/dominados. Entonces, los pueblos conquistados y dominados comenzaron
a ser inferiores, por consiguiente, sus descubrimientos mentales y culturales también
fueron desestimados, como tal. De este modo, la raza comenzó a ser el criterio principal
para los roles estructurales de poder en las nuevas sociedades, con ello, también, surgió
una nueva forma de controlar el trabajo en estas sociedades: el capitalismo, como una
relación de capital/salario, esta es nueva estructura de control del trabajo, de recursos y
de productos (Quijano), porque se constituía en torno a y en función del capital.
Las nuevas identidades históricas (como indios, negros y mestizos) con base en la idea
de raza, fue asociada a la naturaleza de los roles en esta nueva estructura, entrelazando
ambos conceptos, raza y división del trabajo, a pesar de no depender necesariamente
uno de otro. Entonces, este patrón de poder colonial generó los procesos de
acumulación capitalista enunciados en jerarquías donde la raza superior se encuentra
destinada a los trabajos mejor remunerados, mientras la raza inferior a los trabajos
coercitivos, provenientes de dicotomías del tipo desarrollo/subdesarrollo, o
bárbaros/civilizados.
La decolonialidad del género será abordada desde la perspectiva de Maria Lugones, una
filosofa argentina reconocida por sus aportes en el ámbito de la decolonialidad
feminista. Ella afirma, en “Decolonialidad y Genero” (2008) investigar sobre “la
intersección de raza, clase, género y sexualidad para entender la preocupante
indiferencia que los hombres muestran hacia las violencias que sistemáticamente se
infringen sobre las mujeres de color: mujeres no blancas; mujeres víctimas de la
colonialidad del poder”, también considera como importante “para nuestras luchas, me
refiero a la indiferencia de aquellos hombres que continúan siendo víctimas de la
dominación racial”.
Entonces, Lugones pretende desarrollar una decolonialidad del género que trata sobre
las violencias hacía las mujeres de color, no blancas, víctimas de la colonialidad del
poder al igual que lo hombres que también son víctimas de este. Expone que la
indiferencia, que señala, no está provocada solamente por la separación categorial de
raza, género, clase y sexualidad, que no nos deja ver la violencia claramente; sino que
es algo mucho más amplio. Cuando ella expresa “categorial” hace referencia a las
categoría que han sido pensadas como binarismo: Hombre/mujer, blanco/negro,
proletariado/burguesía, por lo que vemos a género, raza, y clase como categorías que
esconde en ella la relación interseccional, esta separación categorial presenta categorías
que son inseparables como la categoría “mujer” (mujer blanca) y “negro” (hombre
negro), en ambas categorías se excluye a la mujer negra.
Pero para esto, podemos disponer un poco de nuestro tiempo a la explicación que
Quijano nos trae con respecto al género, ya que el habla sobre el entendimiento
capitalista, eurocentrado y global de género presuponiendo una compresión patriarcal y
heterosexual de las disputas por el control del “sexo y sus recursos y productos”, esta
última es un concepto propio de este pensar que pertenece a uno de los “cuatro ámbitos
básicos de la esencia humana”, según Quijano, uno de ellos es el sexo y sus recursos y
productos, que están relacionados con la dominación, explotación, y conflicto entre los
actores sociales, esto es la estructura del poder. Pero esto dispone una problemática más,
y es que el carácter heterosexual y patriarcal de las relaciones sociales puede ser
percibido como opresivo al analizarlo, la organización social en términos de género no
tiene por qué ser heterosexual o patriarcal, reducirnos en esto es continuar con el legado
opresor de la colonialidad del poder y género.
Las categorías, que son impuestas por el Estado racista, invisibilizan a las mujeres
dominadas y victimizadas bajo la categoría “mujer” y bajo las categorías “Negro”,
“Hispano”, “Asiático”, “Nativo Americano”, lo mismo ocurre con el término “mujeres
de color” puesto que se sigue rigiendo por este estado racista, aunque, en la modernidad
eurocentrada capitalista a todos/as se les racializa y asigna un género, no a todos/as se
los domina o victimiza por ese proceso, y es que este proceso es binario, dicotómico y
jerárquico, dijo Lugones.
Por otra parte, Quijano entiende al sexo como atributos biológicos de carácter
fenotípico, que llegan a ser elaborados como categorías sociales, es decir, la descripción
adjetiva de los atributos físicos de la persona se incluye en el sexo para él, siendo así,
incuestionablemente biológico.
Quijano también presupone que la organización del control sobre el sexo es una
disputada entre hombres sobre los recursos pensados como femeninos, pero los
encuentros sexuales de hombres no son pensados como recursos; además, las mujeres
tampoco parecen tener disputa alguna por el control de acceso sexual, esto es, porque se
basa en términos de la biología reproductiva.
En este artículo escrito por Maria Lugones, nos presenta a Filomena Miranda una
boliviana de una comunidad nativa, quien le conto parte de la cultura: “me dijo que uno
no puede tener qamaña sin utjaña. Según ella, aquellos que no tienen utjaña están
waccha y pueden volverse misti.” Más adelante agrega que “La relación entre qamaña y
utjaña indica la importancia de la complementariedad y su inseparabilidad del
florecimiento comunal en la producción constante de equilibrio cósmico.”
Con todo esto, pretendo visibilizar él como otras culturas viven las concepciones de
género sin la colonialidad de fondo, y es que Lugones tiene un punto muy firme con lo
último mencionado, no hay que caer en el error de irrespetar y transgredir a las otras
culturas, tampoco intentar negar la dicotomía hombre/mujer, pero si señalar como en el
lenguaje también se encuentra la colonialidad, y como esta nos deja presente en el día a
día la presencia de esta tradición colonial.
Por lo que, Linda Alcoff dirá que las características hormonales son notoriamente
insuficientes para determinar el género. Coincido en esa parte, el género no puede ser
resumido en una concepción biologicista, esto sería reducir a un ser humano individual
y diferente, en un concepto dual, o es una o es lo otro. La posibilidad de elección en esta
postura es casi nula, no hay mucho que elegir, sí es que se puede tomar las riendas sobre
el género que este ser humano en cuestión quiera o no ser.
Por ello, tomo como postura principal la superación de esta estructura colonial, no
quiero caer en el error de negar a la colonialidad, porque, y retomando el comienzo de
este ensayo, los grandes destellos de la colonialidad moderna aun siguen formando una
gran parte de nuestra cultura actual, es algo innegable e irrefutable por lo cercano que
son las pruebas tanto físicas como los ejemplos y demostración inteligibles que
podemos tener fácil acceso al detenernos a contemplar la cultura en la que estamos
inversos.
Del mismo modo, en el que acepto su existencia, pero rechazo que esta siga en vigencia,
que su estructura siga siendo la principal, que todavía sigamos reproduciendo y
manteniendo estos ideales como la forma primera y única de ver al género, de vivirla y
de sentirla propia. La tradición dicotómica colonial del género es opresora,
suprimidora, dominante, patriarcal y esclusera, no solamente gira, a mi parecer, en torno
a las “mujeres” con su acceso sexual y su desarrollo del género, sino que también se
encuentra en los “hombres”.
Superar esta tradición dicotómica colonial del género no significa, de igual modo, un
olvidar los términos hombre/mujer, pero superar, a su vez, también expresa a un no
permitir más la imposición social colonial que se da de manera indirecta sobre el ser
humano que quiere expresarse o elegir con que identificarse. Esto es, por ejemplo,
considerar a las categorías “hombre” o “mujer” como opciones y no como una categoría
obligatoria, necesaria e imposible de rechazar; si no como una oportunidad de que la
expresión y desarrollo integro del ser humano pueda ser explorado en total libertad
interior, como diría Viktor Frankl, lo único que no nos puede despojar los otros seres
humanos, en ultima instancia, cuando ya no nos queda nada es la libertad interior, y de
esto estoy haciendo referencia, pero también entendiendo que esta libertad interior o
espiritual también denota un ser o poder ser en las expresiones mismas (externas) de
esta libertad interior. Las personas debemos poder tomar esa libertad interior y
explotarla, sin tener necesidad de pedir permiso para poder pensar, explorar o buscar
una forma de definirnos a nosotros mismos.
Por tanto, superación es un aceptar esta libertad interior, que es individual de cada uno,
entonces es, también, diferente en cuanto a otros seres; partir desde acá con cuestiones
axiológicas no podría estar mejor posicionado, puesto a que sin valores esta postura
sería completamente imposible de realizar.
Cabe aclarar que todo esto parte de comprender a todos los seres humanos como lo que
son: humanos, y no como animales, ni seres inferiores, donde las clases sociales no
reprimen ni los expresa como de menor dignidad a comparación con otros. En sí, todos
los seres humanos poseen el mismo nivel de integridad, ninguno puede ser concebido
como superior o inferior, en calidad de ser humano, en ningún plano que pueda llegar a
ser pensado. El inferiorizar a un ser humano, degradarlo a un animal u oprimirlo a un
dominado es volver a caer en los mismos errores modernos coloniales.