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Ensayo de Filosofía de la

Cultura:
Decolonialidad de Genero.

Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya.

Profesorado En Filosofía.

2da Instancia.

Seminario: Filosofía de la Cultura

Profesor: Cornejo, Jorge Antonio.

Responsables: Martinez, Tamara Belén.

2022
Introducción:

Cuando hablamos de género lo primero que se nos viene a la mente siempre es la


dicotomía: hombre y mujer; tomamos esto como si fuera la única manera de pensar en
el género. Sostenemos y repetimos lo que a nuestros antecedentes les impusieron,
desconociendo así las concepciones de “géneros” que en los pueblos originarios
existían, y así como concepciones desconocidas, también hay opciones ignoradas.
Durante todo este tiempo, esa “verdad” se mantuvo firme cual dogma que no permitía
objeción alguna, o cual norma que no podría ser rota sin castigo.

En este ensayo se buscará exponer este paradigma que tan oculto se mantuvo,
criticándolo como el dogma mudo que en la cultura actual se encuentra presente, que
dista mucho a las concepciones de la histórica antigüedad latina, comprendiendo a la
colonialidad del género como una imposición cultural que hasta el día de hoy nos
afecta, y proponiendo un liberarse de este dogma impuesto que reprime a las masa,
devolviéndole así su libertad interior.

Se comenzará por una explicación de colonialidad, colonialidad de saber y poder


tomado desde Aníbal Quijano, para luego expresar la contraparte, la decolonialidad, de
la misma forma, se explica la decolonialidad del poder y del saber, ahora tomando a
Maria Lugones.

Para entender mejor la diferencia entre “Descolonialidad” y “decolonialidad” tomamos


a Catherine Walsh, continuando de nuevo con la pensadora argentina, pero ahora sí
centrándonos en lo que es la colonialidad del género, su estructura, y desde que puntos
se toman para poder llegar a referirnos sobre una decolonialidad del género.

También se tocara un poco de la cultura boliviana, y la expresión de género que


Lugones nos facilita a partir del testimonio de Filomena Miranda, una nativa de una
comunidad originaria en Bolivia, esto nos permite enriquecer y ampliar nuestro conocer
sobre el género.

Ya llegando a su fin, se expondrá una propuesta para superar a esta tradición colonial
del género, sin caer en errores de negación sobre la verdadera influencia de la
colonialidad en la cultura americana, y aceptándola como parte del proceso de
superación.
Marco teórico:

Podemos notar fácilmente las influencias que perduran en la cultura actual que son
provenientes de la colonialidad europea, cuestiones simples como lo que estudiamos en
clases o al ir al supermercado y ver en las puertas hay mujeres con niños vendiendo
cosas.

La colonialidad europea perdura hasta nuestros días, pero de qué hablamos cuando
nombramos “colonialidad”, Aníbal Quijano diría que la colonialidad cultural expresa
un conflicto de poder entre la organización cultural y una represión que trae consigo una
reabsorción de los productos del poder dominante en la sociedad; esta dominación incita
una subversión de los dominados de ese orden impuesto, siendo así obligados a imitar y
reproducir el modelo europeo.

Esta imposición, también, viene de la mano con la modernidad, donde se halla una
división entre la naturaleza y la sociedad, esto provoca que en América, los
colonizadores tomaran estas culturas distintas como algo inhumano, y que, lo que ellos
notaban como “exóticos” no tenga posibilidades de una posición humana, ya que, en la
modernidad, el sujeto (hombre europeo) era quien transformaba la realidad, quien
aprehende a la naturaleza. En esta postura es entendible que este sujeto europeo dicte y
disponga esa única perspectiva de conocimiento y del arquetipo de hombre, lo que
creaba una clara distinción entre el europeo, lo correcto, lo pulcro, lo civilizado, lo
humano, y el no-europeo, lo salvaje, lo animal, lo que necesitaba ser corregido,
humanizado.

Es así como, también encontramos el término de colonialidad del saber que


efectivamente perdura hasta nuestros días, que es notable en el curriculum eurocéntrico
establecido en nuestro sistema educativo. Quijano afirma que en la modernidad vemos
al conocimiento proveniente de la herencia cartesiana, donde se encuentra un sujeto que
está aislado del objeto, en esta perspectiva se niega la intersubjetividad y la totalidad
social. En el momento en el que el control social y cultural se hizo presente en los
territorios americanos se comienza a ver una apertura imparcial de este tipo de
conocimiento, como venía diciendo antes, se comenzaba a imponer un esquema de
pensamiento, en el que, lo eurocéntrico dominaba, y donde los patrones culturales de los
nativos americanos y negros eran subvertidos.
Con relación a esta imposición, también llego el manejo de la organización en el
trabajo, ya que, esta imposición europea no era solamente centrada en el ámbito del
saber, sino que en toda la cultura y en la organización sociopolítica económica.

En cuanto a esto, podemos comenzar a hablar sobre colonialidad del poder, donde se
toma el concepto “raza” como un fundamento principal en la dicotomía:
dominadores/dominados. Entonces, los pueblos conquistados y dominados comenzaron
a ser inferiores, por consiguiente, sus descubrimientos mentales y culturales también
fueron desestimados, como tal. De este modo, la raza comenzó a ser el criterio principal
para los roles estructurales de poder en las nuevas sociedades, con ello, también, surgió
una nueva forma de controlar el trabajo en estas sociedades: el capitalismo, como una
relación de capital/salario, esta es nueva estructura de control del trabajo, de recursos y
de productos (Quijano), porque se constituía en torno a y en función del capital.

Las nuevas identidades históricas (como indios, negros y mestizos) con base en la idea
de raza, fue asociada a la naturaleza de los roles en esta nueva estructura, entrelazando
ambos conceptos, raza y división del trabajo, a pesar de no depender necesariamente
uno de otro. Entonces, este patrón de poder colonial generó los procesos de
acumulación capitalista enunciados en jerarquías donde la raza superior se encuentra
destinada a los trabajos mejor remunerados, mientras la raza inferior a los trabajos
coercitivos, provenientes de dicotomías del tipo desarrollo/subdesarrollo, o
bárbaros/civilizados.

Como respuesta de un pensamiento latinoamericano se comenzó a tratar, en foros


académicos, los conceptos de “descolonialización” y “decolonialidad”. Como una
distinción entre ambos, Catherine Walsh (2009), explica que el prefijo “des-” hace
referencia a un deshacer o revertir, hasta podríamos hablar de una negación de la
colonialidad, lo cual, no es justamente lo que pretendo, sino que, provocar un
posicionamiento, una postura y actitud continua, un trasgredir, intervenir es justamente
lo que planteo cuando se utiliza este concepto.

Por consiguiente, la postura a tomar en este ensayo es la decolonialidad, planteando así


la búsqueda de una lucha donde podamos identificar, visibilizar y superar a la
colonialidad; no queriendo, en ningún momento, negarla o suprimirla, sino teniéndola
presente como lo que fue, producto de un proceso de destrucción, imposición, y
dominación sociopolítico, económico cultural, centrándonos más que nada en América.
La decolonialidad surge como respuesta del pensamiento americano como una forma de
expresar su querer liberación, también, se encuentran tipos de decolonialidades como
respuestas a la colonialidad del poder y del saber de la que habíamos hablado. Pero,
entre ambos, poder y saber, se encuentra algo muy notable que estuvimos ignorando,
esto es el género. En la misma línea de colonialidad se puede ver que también el género
fue afectado por este proceso de dominación europea, y es en este punto donde la
decolonialidad del género hace su entrada en este ensayo enfocado en esta.

La decolonialidad del género será abordada desde la perspectiva de Maria Lugones, una
filosofa argentina reconocida por sus aportes en el ámbito de la decolonialidad
feminista. Ella afirma, en “Decolonialidad y Genero” (2008) investigar sobre “la
intersección de raza, clase, género y sexualidad para entender la preocupante
indiferencia que los hombres muestran hacia las violencias que sistemáticamente se
infringen sobre las mujeres de color: mujeres no blancas; mujeres víctimas de la
colonialidad del poder”, también considera como importante “para nuestras luchas, me
refiero a la indiferencia de aquellos hombres que continúan siendo víctimas de la
dominación racial”.

Entonces, Lugones pretende desarrollar una decolonialidad del género que trata sobre
las violencias hacía las mujeres de color, no blancas, víctimas de la colonialidad del
poder al igual que lo hombres que también son víctimas de este. Expone que la
indiferencia, que señala, no está provocada solamente por la separación categorial de
raza, género, clase y sexualidad, que no nos deja ver la violencia claramente; sino que
es algo mucho más amplio. Cuando ella expresa “categorial” hace referencia a las
categoría que han sido pensadas como binarismo: Hombre/mujer, blanco/negro,
proletariado/burguesía, por lo que vemos a género, raza, y clase como categorías que
esconde en ella la relación interseccional, esta separación categorial presenta categorías
que son inseparables como la categoría “mujer” (mujer blanca) y “negro” (hombre
negro), en ambas categorías se excluye a la mujer negra.

El concepto de interseccionalidad que demuestra la exclusión histórica y teórico-


práctica de las mujeres no-blancas de las luchas liberatorias llevadas a cabo en el
nombre de la Mujer, se entrelaza con el patrón de poder global capitalista, es decir, la
colonialidad del poder que presenta Quijano (1991), que es central en la colonialidad
del saber, del ser, y decolonialidad, en lo que ella llama como “el sistema moderno-
colonial de género”, ella pretende analizar en términos generales y de forma detallada
al sistema género colonial/moderno, para así poder esclarecer concretamente los limites
de esta imposición, aunque en este ensayo lo que principalmente resaltará es la
colonialidad del género centrada en las expresiones de género que fueron reprimidas,
suprimidas y eliminadas, para luego tomar la concepción colonizadora dicotómica
hombre/ mujer.

Pero para esto, podemos disponer un poco de nuestro tiempo a la explicación que
Quijano nos trae con respecto al género, ya que el habla sobre el entendimiento
capitalista, eurocentrado y global de género presuponiendo una compresión patriarcal y
heterosexual de las disputas por el control del “sexo y sus recursos y productos”, esta
última es un concepto propio de este pensar que pertenece a uno de los “cuatro ámbitos
básicos de la esencia humana”, según Quijano, uno de ellos es el sexo y sus recursos y
productos, que están relacionados con la dominación, explotación, y conflicto entre los
actores sociales, esto es la estructura del poder. Pero esto dispone una problemática más,
y es que el carácter heterosexual y patriarcal de las relaciones sociales puede ser
percibido como opresivo al analizarlo, la organización social en términos de género no
tiene por qué ser heterosexual o patriarcal, reducirnos en esto es continuar con el legado
opresor de la colonialidad del poder y género.

Teniendo en consideración todo esto, cuando hablamos de “colonialidad” expresamos a


un fenómeno abarcador, que no se resume o centra en la raza, sino que también trata
sobre control del acceso sexual, la autoridad colectiva e individual, el trabajo, la
subjetividad/intersubjetividad, y la producción del conocimiento.

Las categorías, que son impuestas por el Estado racista, invisibilizan a las mujeres
dominadas y victimizadas bajo la categoría “mujer” y bajo las categorías “Negro”,
“Hispano”, “Asiático”, “Nativo Americano”, lo mismo ocurre con el término “mujeres
de color” puesto que se sigue rigiendo por este estado racista, aunque, en la modernidad
eurocentrada capitalista a todos/as se les racializa y asigna un género, no a todos/as se
los domina o victimiza por ese proceso, y es que este proceso es binario, dicotómico y
jerárquico, dijo Lugones.

Maria argumenta que las categorizaciones son entendidas como homogéneas y


seleccionadas por el dominante, por lo tanto, “mujer” es la hembra burguesa blanca
heterosexual, “hombre” es el macho burgués blanco heterosexual, “negro” es el macho
heterosexual negro, etc.

Pero vemos un vacio en la interseccionalidad de la categoría “mujer” y la categoría


“negro”, ya que, ninguna de estas categorías incluyen a “mujer negra”, sino que la
aparta, dejándola como una no-mujer, no-negro. Por eso, a partir de esta notoria
ausencia debemos de reorganizarnos, tomar lo que la interseccionalidad nos deja visto
para poder avanzar, mejorar en concreto. Pero también, la lógica categorial es selectiva,
escondiendo la brutalización, el abuso, la deshumanización que la colonialidad del
género implica hacia las mujeres no-burguesas no-blancas no-heterosexuales, diría
nuestra filosofa argentina.

Entonces, estas categorizaciones pretenden encerrar a la realidad en casillas que no


llegan a ser completas del todo, que manipuladas por un estado racista que impone y
reprime, que no deja ser e ignoran a gran una gran parte de las demás personas. Donde
las interseccionalidad son las ventanas que nos permite ver dónde está la brutalización,
la deshumanización, por asi decirlo, el error que esconden estas categorías impuestas y
discriminadoras.

Por otra parte, Quijano entiende al sexo como atributos biológicos de carácter
fenotípico, que llegan a ser elaborados como categorías sociales, es decir, la descripción
adjetiva de los atributos físicos de la persona se incluye en el sexo para él, siendo así,
incuestionablemente biológico.

Quijano también presupone que la organización del control sobre el sexo es una
disputada entre hombres sobre los recursos pensados como femeninos, pero los
encuentros sexuales de hombres no son pensados como recursos; además, las mujeres
tampoco parecen tener disputa alguna por el control de acceso sexual, esto es, porque se
basa en términos de la biología reproductiva.

Lugones en “Hacia un feminismo descolonial” para Binghampton University, expresa


patentemente esta división que se planteo a partir de la dicotomía entre humano y no-
humano, donde dentro hay otras distinciones como el de hombre y mujer, con
concepciones coloniales claras como “el macho la perfección, la hembra la inversión y
deformación del macho”.
Se percibe la distinción entre lo que hoy percibimos como “hombre y mujer”, y es que
es casi innegable que la perspectiva que hoy tenemos de género proviene de aquellos
momentos históricos de colonialización.

En este artículo escrito por Maria Lugones, nos presenta a Filomena Miranda una
boliviana de una comunidad nativa, quien le conto parte de la cultura: “me dijo que uno
no puede tener qamaña sin utjaña. Según ella, aquellos que no tienen utjaña están
waccha y pueden volverse misti.” Más adelante agrega que “La relación entre qamaña y
utjaña indica la importancia de la complementariedad y su inseparabilidad del
florecimiento comunal en la producción constante de equilibrio cósmico.”

Explica que Filomena en su comunidad asumirá el gobierno con su hermana, entonces


Maria nos cuenta “La hermana de Filomena reemplazará a su padre, y por lo tanto
será chacha dos veces, ya que su comunidad es chacha tanto como su padre. Filomena
misma será chacha y warmi, ya que gobernará en lugar de su madre en una comunidad
chacha.” La traducción hacia el español de chachawarmi no es exactamente hombre y
mujer, porque para Lugones, traducirlo así es transgredir violentamente a la relación
comunal expresada mediante utjaña, entonces, al traducirlo al español se opta más por
opuestos complementarios; a su vez, chachawarmi no es separable de utjaña, porque
son una misma pieza. Lugones no propone un ignorar o no leer la imposición de la
dicotomía entre hombre/mujer en la vida cotidiana, sino que nos presenta la
problemática vivida en el día a día dentro del lenguaje como una herida colonial.

Con todo esto, pretendo visibilizar él como otras culturas viven las concepciones de
género sin la colonialidad de fondo, y es que Lugones tiene un punto muy firme con lo
último mencionado, no hay que caer en el error de irrespetar y transgredir a las otras
culturas, tampoco intentar negar la dicotomía hombre/mujer, pero si señalar como en el
lenguaje también se encuentra la colonialidad, y como esta nos deja presente en el día a
día la presencia de esta tradición colonial.

En resumidas cuentas, la decolonialidad del género que se presenta en este ensayo, es un


intentar superar los esquemas coloniales en el ámbito del género, como lo es la
dicotomía de género: hombre/mujer, también la concepción biológica reproductiva
desde el punto de vista del fenotípico; además de la imposición en el sistema
heterosexual patriarcal dicotómico, esto es, la imposición de una estructura de género
presente como reproducción colonial, que solo acepta la heterosexualidad en la que los
hombres toman el control sobre el acceso sexual de las mujeres, y estas permanecen sin
ningún intento de revertirlo. Por lo que, podemos entender que cuando utilizamos los
conceptos “hombre/mujer”, ya conociendo la historia de represión, imposición y
violencia que se encuentra detrás de estos, aceptamos esta dicotomía dimórfica sexual
impuesta por la colonialidad, por lo que, a partir de esta parte se comenzará a tener
cuidado con la utilización de estas misma, y solo se pondrá entre paréntesis para la
mejor comprensión, esto como una herramienta provisoria, donde luego se tomará una
postura final.

Por otro lado, la concepción biológica reproductiva fenotípica hace referencia a la


clasificación macho/hembra desde un punto de vista superficial y reductivo, donde la
biología solo dictamina una dualidad: esperma/ovulo, lo cual circunscribe que el
esperma data sobre lo “masculino” (hombre) y el ovulo sobre solamente lo “femenino”
(mujer), donde no hay una posibilidad de transformación (transexualidad), y que sí esta
transformación se llegase a dar sería un peligro para la concepción de esta única manera
de ver al ovulo y al esperma, además de la fuerte influencia que se puede dar cuenta de
esta percepción represaría en el lenguaje y en la conciencia popular.

Por lo que, Linda Alcoff dirá que las características hormonales son notoriamente
insuficientes para determinar el género. Coincido en esa parte, el género no puede ser
resumido en una concepción biologicista, esto sería reducir a un ser humano individual
y diferente, en un concepto dual, o es una o es lo otro. La posibilidad de elección en esta
postura es casi nula, no hay mucho que elegir, sí es que se puede tomar las riendas sobre
el género que este ser humano en cuestión quiera o no ser.

Por ello, tomo como postura principal la superación de esta estructura colonial, no
quiero caer en el error de negar a la colonialidad, porque, y retomando el comienzo de
este ensayo, los grandes destellos de la colonialidad moderna aun siguen formando una
gran parte de nuestra cultura actual, es algo innegable e irrefutable por lo cercano que
son las pruebas tanto físicas como los ejemplos y demostración inteligibles que
podemos tener fácil acceso al detenernos a contemplar la cultura en la que estamos
inversos.

Del mismo modo, en el que acepto su existencia, pero rechazo que esta siga en vigencia,
que su estructura siga siendo la principal, que todavía sigamos reproduciendo y
manteniendo estos ideales como la forma primera y única de ver al género, de vivirla y
de sentirla propia. La tradición dicotómica colonial del género es opresora,
suprimidora, dominante, patriarcal y esclusera, no solamente gira, a mi parecer, en torno
a las “mujeres” con su acceso sexual y su desarrollo del género, sino que también se
encuentra en los “hombres”.

Superar esta tradición dicotómica colonial del género no significa, de igual modo, un
olvidar los términos hombre/mujer, pero superar, a su vez, también expresa a un no
permitir más la imposición social colonial que se da de manera indirecta sobre el ser
humano que quiere expresarse o elegir con que identificarse. Esto es, por ejemplo,
considerar a las categorías “hombre” o “mujer” como opciones y no como una categoría
obligatoria, necesaria e imposible de rechazar; si no como una oportunidad de que la
expresión y desarrollo integro del ser humano pueda ser explorado en total libertad
interior, como diría Viktor Frankl, lo único que no nos puede despojar los otros seres
humanos, en ultima instancia, cuando ya no nos queda nada es la libertad interior, y de
esto estoy haciendo referencia, pero también entendiendo que esta libertad interior o
espiritual también denota un ser o poder ser en las expresiones mismas (externas) de
esta libertad interior. Las personas debemos poder tomar esa libertad interior y
explotarla, sin tener necesidad de pedir permiso para poder pensar, explorar o buscar
una forma de definirnos a nosotros mismos.

Por tanto, superación es un aceptar esta libertad interior, que es individual de cada uno,
entonces es, también, diferente en cuanto a otros seres; partir desde acá con cuestiones
axiológicas no podría estar mejor posicionado, puesto a que sin valores esta postura
sería completamente imposible de realizar.

Cabe aclarar que todo esto parte de comprender a todos los seres humanos como lo que
son: humanos, y no como animales, ni seres inferiores, donde las clases sociales no
reprimen ni los expresa como de menor dignidad a comparación con otros. En sí, todos
los seres humanos poseen el mismo nivel de integridad, ninguno puede ser concebido
como superior o inferior, en calidad de ser humano, en ningún plano que pueda llegar a
ser pensado. El inferiorizar a un ser humano, degradarlo a un animal u oprimirlo a un
dominado es volver a caer en los mismos errores modernos coloniales.

Retomando el testimonio de Filomena Miranda, quería acotar, volviendo un poco a lo


que venía exponiendo, que tampoco propongo un tomar esta cultura boliviana como la
correcta, sino que también esta se convierta en una opción que dentro de cada una de las
interioridades espirituales puedan tener al alcance. Además de que sí se da el caso de
que ninguna de las opciones dispuestas le parezca apta para el individuo en cuestión, a
este se le sume una opción más, una distinta, que sea el poder crear una nueva categoría
que le deje ser, que no le oprima.

En conclusión, mi intención, reitero, no es negar la colonialidad del género, sino que al


contrario aceptarla como existente, y superarla, proponiendo asi una cultura que impulsa
una libertad interior de cada individuo desde un principio antropológico de integridad e
igualdad individual universal, pero respetando las mismas diferencias en estos
individuos, sin ninguna influencia de tipo opresora que imponga una categoría sobre el
individuo.
Conclusión:

No expreso en este ensayo que las concepciones de género de los pueblos


originarios sea lo “correcto”, ni que debemos quedarnos con las “distinciones” actuales
de género, sino tender a una superación, a mejor, a buscar la libertad a la hora de hablar
de una expresión de género, a no dejarnos llevar por el sexo, a educarnos para poder
diferenciar ambos conceptos.

Tenemos que velar por nuestra tranquilidad de poder desarrollarnos, realizarnos,


expresando nuestro género de la manera en la que más cómodo le siente a cada uno,
respetando una individualidad y subjetividad, dejando de lado el ser sujeto de un
constante estudio de masas, que encierra, reprime y reduce a las personas en simples
objetos de estudio, en palabras de Levinas, las cosifica.

Tampoco caer en el error de creer estar en la misma línea de las concepciones de


expresión de género que los movimientos Queer sostienen en el feminismo actual, lo
que propongo es salirnos de la dicotomía hombre/mujer al referirnos de expresión de
género, y no caer en una supuesta “superación” cuando aún se depende del dualismo
colonial.
Para lograr una decolonialidad del género, que en mi perspectiva es autentica, debemos
conciliar una superación, y superación en cuanto a una transformación, un ser distinto,
mejor, y efectivamente, particular e individual, esto es respetando las diferencias de
cada uno de los seres humanos.

En fin, la expresión de género debe de estar apartada de las distinciones


coloniales del género, debe de encontrarse en cada individuo sí así lo desea, no ser una
imposición sino que una opción, una decisión personal que cada ser humano decide.
Biografía:

- Walter Mignolo; María Lugones, Isabel Jiménez-Lucena, Madina Tlostanova.


(2008) “Género y Descolonialidad”. Ediciones del Signo. Colección
Pensamiento crítico y opción descolonial.
- Alexis Oviedo. “Cultura: de la colonialidad a la descolonización.” Universidad
Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
- María Lugones. (2010) “Hacia un feminismo descolonial”. Binghampton
University
- María Lugones. (2008) “Colonialidad y Género”. Binghamton University, USA.

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