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Crítica de la moral y de la religión.

Planteamiento.
La filosofía Nietzscheana puede considerarse como una crítica completa a la cultura occidental.
Nietzsche está convencido de que la brillante cultura europea, lejos de ser una cultura elevada que está en
la base de un carácter excepcional, es un conjunto de valores y tradiciones que producen justo lo
contrario: un hombre decadente. Dos de los aspectos más importantes de esta cultura, la religión y la
moral, son blanco de las acusaciones de este filósofo. La filosofía Nietzscheana puede considerarse como
una crítica completa a la cultura occidental. Nietzsche está convencido de que la brillante cultura europea,
lejos de ser una cultura elevada que está en la sabe de un carácter excepcional, es un conjunto de valores y
tradiciones que producen justo lo contrario: un hombre decadente. Buena parte de los ámbitos más
importantes de la cultura europea, la filosofía, la moral, la política, la religión, son la expresión de una
pobreza moral sin parangón, fruto de siglos de declive. Su crítica se orienta a desenmascarar a la religión y
la moral, como dos aspectos culturales empobrecedores.
Para mostrar este hecho Nietzsche utiliza el método genealógico que consiste en acudir al momento
del origen de un problema que quiero comprender, pues es en el origen donde se muestra con claridad el
carácter propio de ese fenómeno. De esta forma, para conocer qué es realmente la moral o la religión
Nietzsche retorna al momento inicial, mostrando cuáles fueron las motivaciones de sus impulsores, sus
valoraciones y sus intenciones. Así muestra que la religión cristiana no es la religión de la caridad y el
amor, sino una religión del rencor y la dominación; y la moral europea no ensalza lo bueno que hay en el
hombre, sino lo más bajo y depravado.
se orienta, por tanto, a desenmascarar la religión y la moral, mostrando cuáles son sus verdaderas
intenciones y propósitos.
Desarrollo.

En esta redacción intentaré explicar lo central de cada una de las críticas de Nietzsche a los pilares de la
cultura occidental: la moral, la religión y la filosofía.

[Crítica de la religión] Uno de los pilares de la cultura occidental es la religión cristiana. Según
Nietzsche todas las religiones nacen de la necesidad de encontrar consuelo, del miedo al dolor de la vida;
por tanto, todas ellas surgen de individuos que tratan de evitar el contacto con la realidad y se esconden en
fábulas inventadas. Pero en el caso del cristianismo, el error se convierte en enfermedad puesto que en el
cristianismo lo débil y enfermo es tratado como lo más valioso y la fuerza y la salud como lo más
“pecaminoso”. De esta forma el cristianismo pretende que hombre renuncie a su verdadera naturaleza, a
su vitalidad, a su poder, a su creatividad y se convierta en un hombre humilde, obediente y manso. La
virtud principal del cristiano es la obediencia y la mansedumbre puesto que reduce la esclavitud a virtud.
La religión cristiana considera pecado todo lo relacionado con una vida vigorosa y elige como ideal
humano la mansedumbre, la obediencia, el ser un buen “borrego”.
Es una religión basada en la “moral de esclavos” de la que ya hemos hablado; la virtud principal del
cristiano es la obediencia y la mansedumbre puesto que reduce la esclavitud a virtud. Frente a esta
moralidad cristiana Nietzsche, muchas veces de forma provocativa, ensalza la moral de señores presente
en otras religiones. Tal es el caso el hinduismo, por ejemplo, bastada en la diferenciación estricta entre los
nobles y los parias.
La religión cristiana, como el platonismo, nos insta a des-prendernos de este mundo prometiéndonos
el mundo del más allá, al que accedemos a cambio de comportarnos en este mundo de forma mansa,
humilde y obediente. Considera pecado todo lo relacionado con una vida vigorosa y elige como ideal
humano la mansedumbre, la obediencia, el ser un buen “borrego”. Esta inversión queda absolutamente
patente desde el mismo momento en que es la religión que venera un dios postrado y ajusticiado como un
criminal. La crucifixión era, en época romana, era el castigo que se reservaba a la peor calaña; y es
precisamente Cristo, Dios encarnado, quién muere de esta forma, dando prueba que el cristianismo venera
todo lo depravado y bajo.
Uno de los aspectos que más critica Nietzsche del cristianismo es el igualitarismo; la religión cristiana
presenta a los hombres como “iguales a los ojos de dios”, borrando todas las diferencias que son signo de
distinción y valor. Nietzsche ve de forma positiva las jerarquías basadas en el mérito y el valor; la
aceptación de estas jerarquías es el reconocimiento de cierto aristocratismo, de que hay hombres que valen
más que otros.
No obstante, aunque Nietzsche critica duramente al cristianismo, rescata la figura de Jesús, que fue
para Nietzsche un espíritu libre que vino a enseñarles a los hombres valores elevados dignos de una moral
aristocrática. Cristo nos muestra como vivir arriesgadamente, a no tener por juez más que a uno mismo, a
pasar por encima de los mercaderes del templo o del emperador de Roma cuando la voluntad lo exige.
Cristo no se arrepiente de su vida ni siquiera cuando, frente a la muerte, puede elegir la debilidad, las
excusas, pedir perdón, retractarse de lo dicho... él sigue adelante aún cuando el premio por su vida
arriesgada es la muerte. Sin embargo, esta enseñanza queda trastocada en la interpretación que Pablo hace
de Jesús. Pablo, heredero de todos los resentidos y heredero de la moral de esclavos cambia su mensaje
convenciendo a los cristianos de que es un mensaje de paz, de mansedumbre, de sumisión. Sin embargo
no hay sumisión en las palabras de Jesús a los mercaderes del templo, ni ante Herodes o Pilatos: hay
valentía heroicidad, arrojo, afirmación de sí mismo. Durante el Renacimiento el cristianismo hizo un
intento de recuperar el verdadero sentido de la enseñanza cristiana, tratando de hacer triunfar los valores
aristocráticos y los nobles instintos. Estamos justamente en una época en que la iglesia se hace creadora,
artista (le época de Cesar Borgia). Sin embargo pronto apareció Lutero quién, en palabras de Nietzsche,
llevaba consigo todos los instintos de sacerdote fracasado e indignado porque en la sede papal no
encontró la humildad cristiana, sino un gusto refinado por el arte y una vida terrenal, es decir, vital. Lutero
entonces volvió a restaurar la iglesia resentida, la peor de todas, la iglesia protestante.
[Crítica de la moral] Respecto de la moral, la filosofía se ha empeñado en convencernos de que las
cosas son buenas o malas en sí mismas. Pero Nietzsche adopta una postura relativista, defendiendo que
“no existen hechos morales sino sólo valoraciones morales de los hechos”. Es decir, las cosas o las acciones no son
malas en sí mismas, sino que somos nosotros los que las valoramos como buenas o malas.
Y si esto es así, ¿de dónde proceden nuestros valores? ¿Por qué valoramos las cosas como lo
hacemos? Para responder esta pregunta Nietzsche hace una genealogía de la moral: retorna a Grecia.
Cuenta que en este momento se consideraban como buenas las virtudes del hombre de acción, el hombre
arriesgado. Aquiles o Ulises eran vistos como los ejemplos de los mejores hombres: fuertes, inteligentes,
atrevidos que no rehúyen el combate y que se muestran orgullosos de sí mismos. Lo bueno correspondía
entonces con lo fuerte y noble. Lo malo se identifica con el cobarde, el charlatán, el débil. Esta moralidad
de la Grecia antigua la denomina Nietzsche moral de señores o moral aristocrática. Es una moral del
privilegio y la clase, dado que establece distinciones de clase en virtud a la valentía y el arrojo. Es también
una moral dionisiaca dado que prefiere la ebriedad y la acción frente a la contemplación, el orden y la
belleza.
Sin embargo esta situación cambia con la aparición de Sócrates. Sócrates es un hombre débil que no
puede competir con los grandes hombres de acción, son más creativos, más fuertes, más nobles, más
valientes y por eso les odia. Desde su odio inventa mentiras destinadas invertir esta moralidad y hacer
pasar lo bueno por lo malo y lo malo por lo bueno. Ensalza la humildad frente al orgullo, haciéndolo pasar
por soberbia; critica la valentía a la que hace pasar por temeridad y a su cobardía la llama “prudencia”.
Degrada los hombres que anteponen la acción al pensamiento calificándolos de “inferiores”, mientras que
al sabio que reflexiona pero es incapaz de acción, lo llama “virtuoso”. Esta moral es una moral que
considera como bueno todo lo que evita la confrontación, la lucha, la competición (la simpatía, la
humildad, la mansedumbre…). Su discurso cala entre los débiles, que son mayoría, y se ven complacidos
con su cobardía, su mediocridad y su debilidad; de esta forma se invierte la moral: lo que era bueno se
convierte en malo y lo que era malo se convierte en bueno. El resultado de esta inversión es la moral
occidental, a la que Nietzsche califica de moral de esclavos, moral gregaria: una moral que ensalza el
conocimiento, la debilidad, la humildad y la inacción.
No debe parecernos que la moral que está defendiendo Nietzsche es una moral del desenfreno, del
dejarnos arrastrar por nuestras pasiones e instintos. Para Nietzsche este modo de comportamiento es
igualmente decadente que la moral de la represión. Lo que pretende, más bien, es una moral del cultivo y
el cuidado. Ni dejarnos llevar por nuestros instintos, ni reprimirlos salva-jemente, sino cultivarlos,
cuidarlos y acrecentarlos en aras al vigor y la fortaleza personal.

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