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Meditaciones metafísicas, 4ª,

5ª y 6ª meditación.
Grupo 2: Xoana García, Pablo López, Francisco José López, Elena
Muñoz, Pedro del Pozo, Paula Vidal.

Asignatura: Teorías del Conocimiento I

Curso 2021/2022. Primer Cuatrimestre.

Profesora Virginia Ballesteros Trapero


1. Temas principales a tratar y su contenido. 3
Paula Vidal Pascua 3

2. Contextualización histórica. 3
Francisco José López 3

3. Contextualización en el pensamiento del autor. 4


Francisco José López 4

4. Conceptos básicos del texto. 7


Pedro del Pozo 7

5. Tesis y argumentos de la cuarta meditación. 7


Pablo López 7

6. Tesis y argumentos de la quinta meditación. 9


Xoana García 9

7. Tesis y argumentos de la sexta meditación. 11


Elena Muñoz 11

8. Presupuestos implícitos. 14
Pedro del Pozo 14

9. Conclusiones. 15
Paula Vidal Pascua 15

11. Bibliografía 16
1. Temas principales a tratar y su contenido.
Paula Vidal Pascua

Comenzaremos con un resumen de las meditaciones anteriores, a las que volveremos en


repetidas ocasiones para el correcto entendimiento del objeto de la exposición.

En la primera meditación, titulada “de las cosas que pueden ponerse en duda”, se habla sobre
cómo surge la necesidad de buscar un cimiento al conocimiento que sea totalmente fiable , lo que
implica destruir todo conocimiento que no se apoye en esta base. Descartes presenta el método de la
duda hiperbólica, mediante la cuál él mismo admite estar dudando casi como ejercicio lógico, y se
dirige contra todo aquello que puede presentar algún atisbo de oscuridad. En primer lugar, ataca la
información de los sentidos, de los sueños y la vigilia, y llega a la conclusión de que todas las ciencias
físicas son obtusas excepto la matemática, cuyos principios son verdades universales. Sin embargo, la
duda se detiene en Dios, del cual indica que no es posible que hayamos sido creados para ser
libremente engañados, pues sería contradictorio con la bondad divina.

En la segunda meditación, “de la naturaleza del espíritu humano y que es más fácil conocer
que el cuerpo”, Descartes presenta el cogito. Esta es la primera verdad a la que llega, si existe la duda,
debe existir necesariamente un ser que la profese; si existe un genio maligno, necesariamente engaña
a alguien. El cogito tan solo afirma la existencia del sujeto cuando éste reflexiona, es decir, se piensa a
sí mismo o sobre las cosas que ocurren en sí. Sin embargo, el espíritu tiende a desviarse y cree
conocer el mundo exterior mejor que el suyo mismo. Descartes propone el ejemplo de la cera, para
explicar que los objetos físicos y la realidad exterior, que inicialmente parecen más fáciles de conocer
mediante los sentidos, sólo es posible de comprender mediante el entendimiento. Los objetos se
conocen en el espíritu, no por sí mismos, lo que implica que la cosa pasa de ser un objeto de la
realidad a ser un objeto del conocimiento. Los objetos se conciben en el pensamiento, se recrean en él,
por lo que es más fácil conocer este que los objetos externos.

Por último, en la tercera meditación, “De Dios; que existe”, Descartes se propone analizar la
idea de Dios. Éste se presenta como la idea de una sustancia que participa más en la perfección que
cualquier otra. Utiliza el argumento que conocemos como argumento ontológico según el cuál algo
ontológicamente más perfecto no puede provenir de algo de menor perfección, por lo que si el mundo
existe, no puede provenir de algo que no. Descartes utiliza en repetidas ocasiones la expresión “nada
sale de nada”1. El autor concluye que no está solo en el mundo, tiene que haber algo que sea causa y
responsable del ens cogitans. De igual forma, para poder afirmar que una idea es cierta, Descartes se
debe retrotraer a Dios como última justificación. Además, si la “cosa pensante” se puede ver a sí
misma como imperfecta, necesita tener la idea de perfección para compararse. El ser humano no
puede existir sin Dios.

2. Contextualización histórica.
Francisco José López

Descartes es el padre de la filosofía moderna. Es por esto por lo que podemos decir que
Descartes abre el camino hacia nuevas formas y temáticas del pensamiento. Ahora bien, esto no
quiere decir que Descartes parta de la nada. El marco de pensamiento que influenció al autor francés
es el de la Escolástica.

a) Escolástica y pensamiento del medievo.

1 Arteta Ripoll. C, 2014, Descartes: ¿Ruptura y radicalidad?, AMAUTA Nº 24 139-150, p.140.


La filosofía que habitualmente se escribía y se enseñaba en las universidades era el
escolasticismo de Tomás, Escoto, Ockham, Juan de Santo Tomás, Fonseca y Suárez 2. Descartes
emplea las categorías de la escolástica para hacer más comprensible su obra. Es más, Descartes dedicó
sus primeros años de estudio en La Flèche a ellos, y más tarde, en 1640 los retomaría 3.

La Escolástica del momento era la Renacentista, la Escolástica Española. Comienza con Francisco de
Vitoria y son partícipes autores como Pedro Fonseca, Francisco Suárez y Juan de Santo Tomás 4. En
este periodo escolástico se tratan temas como el Estado Moderno, la Reforma Protestante, cuestiones
sobre los nativos de América…Como vemos, se tratan de tópicas que comienzan a acercarse a la
nueva época que está por venir.

De estos autores al que más debemos destacar es a Suárez. Suárez es el primero en cuestionarse por el
genio maligno o la posibilidad de que Dios nos haga errar 5. Ahora bien, Descartes sólo lo citará en sus
“Respuestas” a las “Cuartas objeciones” de Arnauld. En las Meditaciones metafísicas, Descartes se
sirve de estas ideas de Suarez, ideas que podemos encontrar concretamente en su Disputación
Metafísica novena.

Sin embargo, no debemos dejar de lado la importancia de los autores clásicos. Aristóteles, Platón,
estoicismo, epicureísmo, etc. son pensamientos influyentes que aún están presentes en esta época, en
tanto que son influyentes en la propia Escolástica. También la sociedad y el marco de conocimiento
de la época se basaba todavía en conocimiento clásico. Podemos apreciar esto por ejemplo en la
concepción del universo ptolemaica.

Por último, también debemos mencionar la influencia que Montaigne trajo con el escepticismo. Fue
un pensamiento rompedor para la época que Descartes no pudo pasar desapercibido.

En definitiva, Descartes, como padre fundador de la filosofía moderna, consigue emanciparse de


temáticas escolásticas, las renueva. Ahora bien, vemos todavía como ciertos aspectos siguen presentes
en él y como resultan incluso fundamentales en las Meditaciones. El papel que juega la imagen de
Dios como eje fundamental de su sistema es prueba de ello, así como el uso propio de sus categorías.

3. Contextualización en el pensamiento del autor.


Francisco José López (1289 palabras)

a) Introducción

Lo primero que podemos decir sobre el pensamiento de Descartes es que abarca múltiples
ramas de la filosofía, así como de otros campos, como la matemática y la óptica. En lo que a nuestro
campo respecta, nos podemos centrar, en primer lugar, en la filosofía de la naturaleza, la cual se
desarrolla en el Tratado del mundo o Tratado de la luz, el cual no publicó debido a los problemas con
la Iglesia que podía acarrear.

Por otro lado, encontramos las llamadas Meditaciones. En esta obra se abordan temas metafísicos y
ontológicos. También en el Discurso del método se abarcan aspectos metafísicos.

b) El método

Descartes tiene como único objetivo encontrar la verdad, la certeza absoluta. Es por ello por lo que
desarrollará un método basado en cuatro reglas básicas: evidencia, análisis, síntesis y enumeración.
2 Baiceiro Ruiz F.T. , 2007, El Genio Maligno de Suárez, Suárez y Descartes, PENSAMIENTO, núm. 236, pp.
303-320, p. 305.
3 Arteta Ripoll. C, 2014, Descartes: ¿Ruptura y radicalidad?, AMAUTA Nº 24 pp. 139-150, pp.140-141
4 Baiceiro Ruiz F.T. , 2007, El Genio Maligno de Suárez, Suárez y Descartes, PENSAMIENTO, núm. 236, pp.
303-320, p. 308
5 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 112.
EVIDENCIA:

“Fue el primero no aceptar como auténtica cosa alguna que no supiese con evidencia que lo es; o sea,
evitar con cuidado la precipitación y la prevención, y no entender en mis opiniones nada más que lo
que se presentara tan nítida y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna oportunidad de
dudarlo”6

ANÁLISIS:

“El segundo, dividir cada uno de los problemas, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en
cuantas requiera su mejor solución.”7

SÍNTESIS:

“El tercero, conducir con orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más sencillos y más
fáciles de conocer, para ir ascendiendo lentamente, progresivamente, hasta el conocimiento de los más
compuestos, e incluso imaginando un orden entre los que no se preceden lógicamente”8

ENUMERACIÓN:

“Y el último,en todo hacer unos recuentos tan completos y unas revisiones tan generales, que llegara a
estar totalmente seguro de no excluir nada”9

Producto de este método sería la duda metódica.

c) La duda

Hemos visto cómo la duda es el primer instrumento que se emplea para la regla de la evidencia. Es en
las primeras meditaciones cuando Descartes decide dudar de todo conocimiento que posee. La duda
metódica no se trata de una suspensión del juicio 10. El escepticismo que emplea es meramente
instrumental o metódico. Cuestiona los sentidos, el sueño y la posibilidad de que Dios nos haga errar.
Esto es algo que se trató en la primera de las meditaciones.

Otro aspecto fundamental de la duda es el hecho de que se refiere a una certeza interior, no al objeto
exterior. La certeza ha de darse en el sujeto, no en aquello que le rodea. Descartes es un autor
internista. En estas tres meditaciones que se tratan, veremos en repetidas ocasiones esta idea: el
conocimiento interno, aquel que se da en nuestro intelecto, es aquel que es certero:

Así, vemos en la 4ª meditación: “Pues, por medio del solo entendimiento, yo no afirmo ni niego cosa
alguna, sino que sólo concibo las ideas de las cosas que puedo afirmar o negar”11

Y en la 5ª: “Pero antes de examinar si tales cosas existen fuera de mí, debo considerar sus ideas, en
cuanto que están en mi pensamiento, y ver cuáles son distintas y cuáles confusas..”12

d) Cogito ergo sum y res cogitans

6 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 54.
7 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 54.
8 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 55.
9 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 56.
10 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 56.
11 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 57.
12 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 57.
“Pienso, luego existo”. Esta será la primera de las certezas absolutas que encontrará Descartes. Al
afirmar esta idea, Descartes da por hecha nuestra existencia. Esta existencia ha de entenderse como
“un algo” que existe y que piensa, por lo tanto, hemos de interpretarnos como cosas pensantes 13.

Una cosa pensante es algo que siente, imagina… pero que también juzga, conoce y percibe. Esto
último es fundamental tanto en la obra de Descartes como en las meditaciones.

En la sexta meditación encontramos una descripción de la res cogitans como unión del alma y del
cuerpo14 siendo la primera indivisible y la segunda divisible, pero ambas unidas. También
encontramos en esta sexta meditación una idea que gira en torno a una de las ideas fundamentales en
descartes: el funcionamiento del hombre máquina15 . Los cuerpos funcionan al igual que un reloj.

e) Res infinita. La existencia de Dios como aspecto fundamental de su obra.

Vimos en la 3ª meditación que Descartes procura encontrar la razón de la existencia de Dios. En el


resto de meditaciones Dios tendrá un papel fundamental, es uno de los ejes centrales de su
pensamiento, en tanto que garante del conocimiento. Ilustramos esta idea con el siguiente ejemplo:

“Pero, sin embargo, pensando en ello con más atención, hallo que la existencia y la esencia de Dios
son tan separables como la esencia de un triángulo rectilíneo y el hecho de que sus tres ángulos valgan
dos rectos, o la idea de montaña y la de valle; de suerte que no repugna menos concebir un Dios (es
decir, un ser supremamente perfecto) al que le falte la existencia (es decir, al que le falte una
perfección), de lo que repugna concebir una montaña a la que le falte el vahe..”16

Es además una certeza extremadamente clara, al nivel del cogito. La creencia en Dios es además el
sello de certeza más claro, gracias al conocimiento de su existencia podemos aceptar la verdad de las
cosas17.

f) Res extensa

El tercero de los elementos es la res extensa, todo aquello material. En el desarrollo de la quinta y
sexta meditación se profundizará sobre este tema, pues es en esta parte de la obra de Descartes donde
se trata dicho aspecto.

4. Conceptos básicos del texto.


Pedro del Pozo

1. Buen sentido o facultad de juzgar: El buen sentido es definido en el Discurso del método como
una facultad innata del hombre que le permite distinguir lo verdadero de lo falso, como un tipo de
sinónimo de razón.

¿Cómo se emplea bien la facultad de juzgar o el buen sentido? Descartes afirma que no hay
una manera firme de hacerlo, y tras un ejercicio de humildad del autor, en el que no pretende que su
método sea el más correcto, procede a relatar la manera en la que él usa el buen sentido, que es lo que
leeremos en las meditaciones.

2. Dios: Dios es el ser de perfectas cualidades, que lo engloba todo y sumamente perfecto. Siguiendo
el argumento ontológico, Dios ha de existir ya que: “Pues yo no soy libre de concebir un Dios sin

13 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 57.
14 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 59.
15 Ídem. P. 62.
16 Ídem. P. 73.
17 Ídem. P. 74.
existencia (es decir, un ser sumamente perfecto sin perfección suma), como sí lo soy de imaginar un
caballo sin alas o con ellas.”18

3. Verdades de razón: Una verdad de razón es aquella que es necesaria, y, por lo tanto, su
contradicción es lógicamente imposible. En Descartes sería aquella verdad que se nos presenta como
evidente y cierta, sobre la que no cabe duda, como podría ser la idea de Dios o el yo pensante.

4. Naturaleza (en sentido amplio): Descartes entiende como naturaleza en un sentido más general
como Dios mismo o el orden puesto por Dios en las cosas.

5. Naturaleza (en sentido estricto): Este concepto lo usa el autor cuando indica que la “naturaleza le
enseña algo”. Podríamos entenderlos como la capacidad dada por Dios al humano para existir en el
mundo. Podría equipararse a una noción idealizada de instinto. Como ejemplo, la naturaleza enseña a
evitar el dolor y buscar el placer.

5. Tesis y argumentos de la cuarta meditación.


Pablo López

En su cuarta meditación, Descartes hace un análisis sobre aquello que podemos considerar
verdadero o falso. En ella, mediante una serie de argumentos, sostiene la tesis de que el error del
juicio procede de la diferencia que existe entre la voluntad y el intelecto, siendo la primera más
amplia que el segundo.

Descartes argumenta cómo es posible errar si nuestra facultad de juzgar proviene de Dios, un
ser perfecto. Éste dirá en el texto lo siguiente sobre la imposibilidad del engaño por Dios:

“[...] en primer lugar, reconozco que es imposible que Dios me engañe nunca, puesto que en
todo fraude y engaño hay una especie de imperfección. Y aunque parezca que tener el poder de
engañar es señal de sutileza o potencia, sin embargo, pretender engañar es indicio cierto de
debilidad o malicia, y, por tanto, es algo que no puede darse en Dios”.19

Para explicar cómo se puede errar primero caracteriza la facultad de juzgar como algo que se
recibe de este. Pero, Dios, al no tener malicia o necedad, no quiere que haya equivocación, por lo que
dio esta facultad de tal forma que uno no se pueda equivocar jamás mientras que dicha facultad se use
correctamente. Sin embargo, a la hora de hacer juicios, muchas veces erramos, estando sujetos a
innumerables errores.

Entonces, el francés considera que el ser pensante, el ego cogitans, está entre el ser perfecto y
el no ser. Al ser creado por Dios, no podría errar debido a nada que estuviera en él mismo. Sin
embargo, también participa del no ser, no siendo ese ente perfecto que es Dios, faltando muchas
cualidades. Descartes diría:

“[...] advierto que soy como un término medio entre Dios y la nada, es decir, colocado de tal
suerte entre el supremo ser y el no ser que, en cuanto el supremo ser me ha creado, nada hallo en mí
que pueda llevarme a error, pero, si me considero como partícipe, en cierto modo, de la nada o el no
ser, me veo expuesto a muchísimos defectos [...]”.20

Una de esas cualidades que me faltan es el intelecto en grado sumo, razón por la que es
posible la falsedad. Según Descartes: “[...] yerro porque el poder que Dios me ha dado para discernir
la verdad no es en mí infinito”.21

18 Idem, p. 45.
19 Idem, p. 46.
20 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 46.
21 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 34.
Sin embargo, es extraño que Dios me haya dado una facultad que no es en su género perfecta.
Dios podría haberme hecho de tal forma que nunca me equivocase. Para resolver esto, Descartes
recurre al argumento de que no podemos los seres finitos saber las verdaderas razones que Dios, un
ser infinito, tiene para hacer lo que hace.

Descartes, además, alega que el error se debe a una diferencia entre el intelecto y la voluntad.
En la facultad del intelecto no existe ningún error propiamente dicho, ya que como dice el filósofo:
“[...] aunque existan quizás innumerables cosas de las que no poseo ninguna idea, no estoy en
propiedad privado de ellas, sino tan solo desprovisto negativamente”.22 Es decir, el intelecto per se es
perfecto, pero nos falta conocimiento sobre las cosas.

Se argumenta que cualquier cosa que pueda pensar en que tengo, siempre puedo considerar
que podría ser más perfecta o mayor:

“Pues, por ejemplo, si considero la facultad de entender, la encuentro de muy poca extensión
y limitada en extremo, y a un tiempo me represento la idea de otra facultad mucho más amplia, y
hasta infinita; y por el solo hecho de poder representarme su idea, sé sin dificultad que pertenece a la
naturaleza de Dios”.23

Así pasaría, por ejemplo, con el intelecto, que puedo imaginar en grado sumo en Dios, ya que
este conoce todo. Sin embargo, formal y estrictamente considerada, la voluntad es la única facultad
que se escapa de esta consideración. Sin duda que esta facultad podría aplicarse a un mayor número
de cosas, pero no puedo imaginar esta facultad de forma más perfecta, ya que simplemente consiste en
poder hacer o no hacer una cosa con respecto a lo que nos propone el intelecto.

Se puede concluir que los errores proceden de que la voluntad es más amplia que el intelecto,
aplicándola incluso a aquello que no concibo o conozco. Muchas veces, decidimos hacer o no hacer
una cosa sin que el intelecto esté lo suficientemente formado sobre aquello, haciendo que erremos.
Por lo cuál este error no procede de Dios, sino de uno mismo, que no ha usado el intelecto de manera
correcta.

Descartes concluirá diciendo que, si no distingo con claridad entre lo verdadero y lo falso, lo
mejor es abstenerse de dar un juicio, tesis principal de la meditación. Es decir, la mayor perfección del
ser humano es no dar un juicio acerca de aquello cuya verdad no sea conocida perfectamente.

6. Tesis y argumentos de la quinta meditación.


Xoana García

La quinta meditación argumenta una salida al solipsismo derivado de la duda metódica para
intentar fundamentar a partir de ahí, la existencia de un mundo corpóreo y externo. Dicha
fundamentación se resolverá, no en esta, sino en la sexta meditación.

Partiendo de la noción de extensión, idea que encontramos dentro del ser humano, (a la que se
le pueden asignar cantidades y movimiento), Descartes comienza esta meditación concluyendo que
podemos diferenciar una serie de ideas en nosotros que constan de una naturaleza verdadera e
inmutable, y que están compuestas por una serie de atributos sin los que nos sería imposible concebir
dichas ideas. Estas ideas se nos presentan con tal claridad y evidencia que las estimamos como
verdaderas.

22 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 48.
23
“ [...]  hallo en mí infinidad de ideas de ciertas cosas, cuyas cosas no pueden ser estimadas como una
pura nada, aunque tal vez no tengan existencia fuera de mi pensamiento, y que no son fingidas por mi.,
aunque yo sea libre de pensarlas o no; sino que tienen naturaleza verdadera e inmutable.” 24

Si seguimos leyendo, Descartes emplea el ejemplo del triángulo para clarificar esta noción de
ideas innatas

“Así, por ejemplo, cuando imagino un triángulo, aun no existiendo acaso una tal figura en ningún
lugar, fuera de mi pensamiento, y aun cuando jamás la haya habido, no deja por ello de haber cierta
naturaleza, o forma, o esencia de esa figura, la cual es inmutable y eterna, no ha sido inventada por mí
y no depende en modo alguno de mi espíritu.”25

Será a partir de la existencia de estas ideas como Descartes introducirá el argumento


ontológico para poder fundamentar la existencia de Dios.

De acuerdo con el análisis de la idea innata de Dios, así como de sus atributos en nuestra
mente, idea que se nos presenta con claridad y evidencia de forma análoga a como presentamos la del
triángulo, podemos concluir la existencia del mismo.

A lo largo de la meditación, Descartes se ampara en el ejemplo de la idea de la montaña y el


valle para facilitar la comprensión del argumento ontológico, procediendo de la siguiente manera: de
la misma forma que entendemos como una montaña es inseparable de un valle, Dios es inseparable de
la ida de perfección. Comprendemos que, en la propia esencia de Dios, encontramos el atributo de la
perfección, atributo sin el cual no podemos concebir a la idea misma de Dios.

Si nos adentramos a definir la noción de perfección, entendemos que implica que no le puede
faltar nada, no le puede faltar ni la existencia, derivando así, que, si entendemos la perfección como la
esencia de Dios, la existencia es totalmente inseparable de su esencia. “De suerte que no repugna
menos concebir un Dios (es decir, un ser supremamente perfecto) al que le falte la existencia (es decir,
al que le falte una perfección), de lo que repugna concebir una montaña a la que le falte el valle.” 26

Descartes realiza aquí un paréntesis donde expone, que el pensamiento no impone necesidad
alguna a las cosas, porque yo tenga la idea de la montaña con un valle, no quiere decir que tenga que
existir necesariamente una montaña con un valle, sino que la idea de montaña y valle son
inseparables. Dicho argumento lo denomina “sofisma oculto.” 27

No obstante, con posterioridad aclara que, de la totalidad de las ideas, Dios es la única de
ellas que a partir de su esencia podemos derivar su existencia, dado que su ser, es inseparable de su
esencia. “Pues yo no soy libre de concebir un Dios sin existencia (es decir, un ser sumamente perfecto
sin perfección suma), como sí lo soy de imaginar un caballo sin alas o con ellas.” 28

Una vez que el argumento ontológico queda formulado, Descartes encuentra una base
asentada, un punto de partida, a partir del cual procederá a restituir los primeros principios básicos
para intentar salir del denominado “círculo cartesiano”.

24 Descartes, R (2017), El discurso del método. Barcelona: PLUTÓN, p. 50


25 Idem, p.50
26 Idem, pp. 50-51
27 Sanz Santacruz V, 2005, Historia de la filosofía moderna, de Descartes a Kant, EUNSA, p.50
28 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara,
p.47
“Pues, en efecto, vengo a conocer de muchas maneras que esta idea no es algo fingido o inventado,
dependiente sólo de mi pensamiento, sino la imagen de una naturaleza verdadera e inmutable. En
primer lugar, porque, aparte Dios, ninguna otra cosa puedo concebir a cuya esencia pertenezca
necesariamente la existencia. En segundo lugar, porque me es imposible concebir dos o más dioses de
la misma naturaleza, y, dado que haya uno que exista ahora, veo con claridad que es necesario que haya
existido antes desde toda la eternidad, y que exista eternamente en el futuro.”29

Descartes expone como “[…] sólo las cosas que concibo clara y distintamente tienen fuerza
bastante para persuadirme por completo.” 30 Pese a ello, podríamos errar en cuanto a que vienen a
nosotros ideas que nos hiciesen cambiar de opinión o nos olvidásemos de la justificación a la que
llegamos para concebir esas nociones como claras y distintas. No obstante, habiendo fundado la base
de un Dios creador, donde todo depende de él, siendo en esencia asimismo perfecto, Dios no me
engaña, pudiendo juzgar todo aquello que se me presentó con claridad y diferencia como verdadero.

“Pero tras conocer que hay un Dios, y a la vez que todo depende de Él, y que no es falaz, y, en
consecuencia, que todo lo que concibo con claridad y distinción no puede por menos de ser verdadero;
entonces, aunque ya no piense en las razones por las que juzgué que esto era verdadero, con tal de que
recuerde haberlo comprendido clara y distintamente, no se me puede presentar en contra ninguna razón
que. Me haga ponerlo en duda, y así tengo de ello una ciencia verdadera y cierta. Y esta misma ciencia
se extiende también a todas las demás cosas que recuerdo haber demostrado antes, como, por ejemplo,
a las verdades de la geometría y otras semejantes”31

Observamos como Descartes al final de esta cita, restituye los primeros principios básicos,
(los principios matemáticos, fundamentales en la filosofía cartesiana), cuya duda había justificado con
la existencia de ese “genio maligno engañador” que consigue dejar atrás, al final de esta meditación.

En definitiva, a partir de la idea innata de Dios en nuestro entendimiento, tras el desarrollo del
argumento ontológico, podemos derivar de su esencia, su existencia. Descartes finaliza la meditación
con una cita donde asienta de forma explícita a Dios como fundamento de todo conocimiento
verdadero “ [...] la certeza y verdad de toda ciencia dependen sólo del conocimiento verdadero de
Dios; de manera que, antes, de conocerlo, yo no podía saber con perfección cosa alguna.” (Descartes,
pág. 59)32

7. Tesis y argumentos de la sexta meditación.


Elena Muñoz

La cuestión principal de esta última meditación es la de la existencia de las cosas materiales,


la cual termina demostrando. Para ello parte ya de la base de dos presupuestos: que las cosas existen
en cuanto a sus cantidades matemáticas, “en tanto que objetos de la pura matemática”; y del hecho de
que Dios puede crear todo lo que podemos percibir.

Comienza considerando la diferencia entre imaginación e intelección o concepción, lo


ejemplifica con formas geométricas: Un triángulo o un pentágono los podemos concebir, y además,
imaginar, es decir, representarnos una imagen suya en el intelecto, “contemplarlos como presentes
con los ojos de mi espíritu.” 33

29Idem, p. 53
30 Sanz Santacruz V, 2005, Historia de la filosofía moderna, de Descartes a Kant, EUNSA, p.53
31 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p.
66
32 Idem, p. 66-67
33 Idem p. 59
Por el contrario, un quiliógono lo podemos concebir como figura, conocer que es una figura
con mil lados, pero nos es prácticamente imposible imaginarlo. Nos representaremos en la mente una
figura con muchos lados pero que nunca se corresponderá exactamente con un quiliógono, ni que
pueda ser diferenciada, por ejemplo, de un miliógono.

Es necesario un mayor esfuerzo de ánimo para imaginar que para concebir: “conozco
claramente que necesito, para imaginar, una peculiar tensión del ánimo, de la que no hago uso para
entender o concebir”34; y que la facultad imaginativa no es requerida por nuestra propia esencia, sino
que debe depender de la otra cosa. Hay cosas que son pensables pero no imaginables. “Aunque yo
careciese de ella, seguiría siendo sin duda el mismo que soy”. 35

“El espíritu, cuando entiende o concibe, se vuelve en cierto modo sobre sí mismo, y considera alguna
de las ideas que en sí tiene, mientras que, cuando imagina, se vuelve hacia el cuerpo y considera en éste
algo que es conforme, o a una idea que el espíritu ha concebido por sí mismo, o a una idea que ha
percibido por los sentidos.”36

De esta concepción de la imaginación solo se puede extraer la conclusión de que


“probablemente haya cuerpos sensibles”, pero no de forma totalmente segura y necesaria. Por ello
pasa entonces a examinar los objetos captados por los sentidos, y a buscar en la percepción sensible la
prueba de la existencia de cuerpos.

Marca las tres fases que seguirá:

1. Recordar las cosas percibidas por los sentidos que tenía antes por verdaderas.

2. Razones por las que las puso en duda.

3. Qué debe creer.

Sostiene que las sensaciones aportadas directamente por los sentidos son mucho más vívidas
y fuertes que las de la imaginación, que parecen ser derivadas de lo percibido por los sentidos: “Me
persuadía con facilidad de que no tenía en el entendimiento idea alguna que antes no hubiera tenido en
el sentido”37. Las sensaciones de los sentidos invaden nuestra percepción, no se pueden invocar si no
se hallan presentes y no se pueden ignorar si lo están pero, recuerda los motivos de duda que esgrimió
al comienzo de las meditaciones en cuanto a la información recibida de los sentidos, estos son: que ha
experimentado en alguna ocasión de primera mano situaciones engañosas provocadas por los sentidos,
lo que abre la posibilidad de que estos siempre nos engañen, la imposibilidad de distinción entre
vigilia y sueño y, que, suponiendo que ignora que Dios es su creador, cabría la posibilidad de que
fuéramos de tal manera por naturaleza que nos engañamos hasta en lo referente a las cosas más
evidentes. “Acaso pueda hallarse en mí cierta facultad (bien que desconocida para mí hasta hoy) que
sea su causa y las produzca ”.38

Por último, ahora que conoce un poco mejor al autor de su origen, puede admitir cierto grado
de credibilidad a los sentidos, pero nunca una credibilidad plena, tan solo admite que le parece
razonable no dudar de todo en general.

34 Idem, p. 55
35 Ídem. Pp. 61, 62.
36 Ídem. P. 62.
37 Ídem. P. 62.
38 Ídem. P. 65.
Las facultades humanas de imaginar y sentir no son necesarias para la definición del ser
humano, nos podemos concebir sin ellas, al contrario, no podemos concebir a esas facultades solas,
ellas sí dependen de nosotros, estas facultades necesitan de la intelección, son accidentes de un cuerpo
que los soporta. Al igual que estas, encuentra también otras facultades como las de cambiar de sitio o
postura, que tampoco pueden concebirse sin alguna otra sustancia. Además, tenemos en nosotros una
facultad pasiva, receptora de percepciones que sería inútil si no hubiera en nosotros mismo o fuera,
otra facultad activa que formara y produjera las ideas.

- “Esta facultad activa no puede estar en mí, en tanto que yo no soy más que una cosa que piensa
(…) debe estar necesariamente en una substancia distinta de mí mismo.” 39

- “Y no siendo Dios falaz, es del todo manifiesto que no me envía esas ideas inmediatamente por sí
mismo, ni tampoco por mediación de alguna criatura, en la cual la realidad de dichas ideas no esté
contenida formalmente, sino sólo eminentemente”. 40

- Concluye que: “por lo tanto, debe reconocerse que existen cosas corpóreas”. 41

Como vemos, concluye la necesidad de la existencia de las cosas corpóreas a partir de las
propias facultades humanas, de las facultades de la res cogitans. Aunque sigue explicitando a cada
paso la posibilidad de algún engaño por parte de los sentidos, debido a su carácter “oscuro y confuso”.
Como un indicador más de la existencia de los cuerpos externos afirma que tampoco es dudoso que
tiene que haber algo de verdad en lo que nos enseña la naturaleza.

Lo que se nos muestra “por naturaleza” (en sentido estricto) debe tener cierta veracidad, en
tanto que es creada por Dios. Ésta nos muestra que tenemos un cuerpo que siente cosas y que está en
relación con otros. Sin embargo, encontramos también ocasiones en que la naturaleza “nos engaña” .
Por ello, es importante “definir con todo cuidado lo que propiamente entiendo cuando digo que la
naturaleza me enseña algo”. 42

La naturaleza humana nos enseña a evitar el dolor y querer el placer, pero no nos dice nada
que podamos inferir del mundo exterior, porque solo es tarea del espíritu conocer la verdad. “En mi
parecer, pertenece al solo espíritu, y no al compuesto de espíritu y cuerpo, conocer la verdad acerca de
esas cosas”43. Finalmente, que “siendo finita la naturaleza del hombre, su conocimiento no puede
dejar de ser limitado”. 44

Por último, analiza las distinciones entre cuerpo y alma. Observamos en estos últimos
párrafos el marcado carácter mecanicista de su concepción del cuerpo, al que se refiere comparándolo
con un reloj. Para defender su tesis de la distinción real entre cuerpo y alma repasa algunas diferencias
entre uno y otra: el cuerpo es divisible por naturaleza, mientras que el alma es indivisible; el alma,
además, no está unida al cuerpo, ya que, cuando nos es mutilada una parte del cuerpo, no se le quita
nada al espíritu, sigue intacto.
“Cierto es que Dios pudo instituir la naturaleza humana de tal suerte que ese mismo movimiento del
cerebro hiciera sentir al espíritu otra cosa enteramente distinta (…) pero nada de eso habría contribuido
tanto a la conservación del cuerpo como lo que efecto ocurre (…). Es del todo evidente, por ello, que,

39 Ídem. P. 66.
40 Ídem. P. 67.
41 Ídem. P. 67.
42 Ídem. P. 69.
43 Ídem. P. 70.
44 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara, p. 56
pese a la suprema bondad de Dios, la naturaleza humana, en cuanto compuesta de espíritu y cuerpo, no
puede dejar de ser falaz a veces”. 45

Descartes acepta los errores a los que puede estar sometida la naturaleza humana, siendo lo
importante saber reconocerlos para así evitarlos. Contando con que lo que los sentidos nos indican es
con más frecuencia lo verdadero que lo falso, en lo referido a lo que es útil o perjudicial para el
cuerpo.

“No debo temer en adelante que sean falsas las cosas que mis sentidos ordinariamente me representan,
y debo rechazar, por hiperbólicas y ridículas, todas las dudas de estos días pasados”. 46

Concluye recordando la fragilidad de la naturaleza humana y la importancia de ser cuidadosos


a la hora de asumir ciertas creencias, pero sin la necesidad de dudar de todo cuanto nos proporcionan
los sentidos hiperbólicamente.

8. Presupuestos implícitos
Pedro del Pozo

- La procedencia y naturaleza de la facultad de juzgar:

Primeramente, Descartes asume que la capacidad de juzgar que tenemos es igual para todos,
como ya se explicó al comienzo de la presentación, sin aportar ningún argumento al respecto más que
el que esta competencia la recibimos de Dios: “Experimento en mi cierta potencia para juzgar, que
sin duda he recibido de Dios”47

Es verdad que la consecuencia lógica está bien trazada, no obstante sería cuestionable si es
posible llevar todo producto de una consecuencia lógica a la realidad, porque aunque tengamos un
argumento como este, carecemos de pruebas físicas o biológicas reales que nos demuestren esta
teoría.

Contra el argumento ontológico además tenemos varias maneras de responder. Primero Kant
duda de que la idea de la existencia de un ser necesario no tiene por que ser real, y de que la idea de la
existencia como superior a la inexistencia es algo escurridiza. También nos argumentó que el decir
que algo existe es una tautología, es decir, al decir “Juan existe”, no añadimos absolutamente nada de
información, del mismo modo que decir Dios existe no ofrece ningún atributo sobre su existencia.

Para Russell por ejemplo, siguiendo la estela de Kant, la existencia no puede ser usada como
un predicado, lo cual convertiría todo argumento ontológico en un error gramatical. Si la existencia
fuese un predicado podríamos realizar una demostración tal que: Los hombres existen – Papa Noel es
un hombre -> por tanto Papa Noel existe.

Por último podemos atender a la idea de la Isla de Gaunilo. Gaunilo nos invita a pensar en la
mayor isla jamás pensada, la mejor de todas. Dicha isla es muy probable que no exista, pero entonces,
y siguiendo el argumento ontológico, no estaríamos imaginando la mayor isla jamás concebida, ya
que esta debería existir por ser perfecta. Sin embargo nos damos cuenta bastante rápido que aunque
lógicamente deba existir, si tomamos un barco y damos incontables vueltas a la tierra, jamás
encontraríamos dicha isla.

- Dios se nos da más claro que nada:

45 Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfagura, p.


46
46 Ídem. P. 64.
47 Ídem. P. 69.
Ante esta afirmación mediante el argumento ontológico, podríamos primero recurrir al mismo
argumento que en el anterior supuesto, si Dios es tan complejo de conocer y no podemos llegar a
saber como es del todo debido a su naturaleza, cómo podemos llegar afirmar que es lo que más claro
se nos da.

Y sí aún así a esta cuestión se respondiera: se nos da de forma muy clara al ser perfecto, y ser
la perfección algo que podemos imaginarnos sin error alguno, parece difícil de comparar la claridad
con la que se aparece la idea de Dios con las demás verdades de razón que indica el autor. Es
imposible de rebatir que antes que nada existe una res cogitans, y mediante los argumentos de la 5ª y
6ª meditación es difícil argumentar sobre la inexistencia del mundo exterior. Sin embargo, Descartes
sigue defendiendo que la res infinita es la de más clara y distinta aparición.

-Dios es necesario para el sistema de Descartes:

Descartes en su afán por encontrar las verdades básicas que le permitan construir verdades,
después de dudar (podríamos decir que ficticiamente) de Dios, acaba llegando como ya sabemos a la
res cogitans. Aquí surge un problema claro, si lo único que tengo claro y evidente al llegar al final de
la duda es que existo yo de forma interna en mi mente, ¿cómo puedo confirmar que todo lo que
percibo de forma externa es real? Si sigo dudando tanto de los estímulos exteriores como de mis
sentidos, la única solución posible es recurrir al argumento ontológico y confiar en que Dios es
perfecto y bueno y por tanto no me engañaría.

Al utilizar esto podemos pensar o bien que Descartes cree de veras que Dios le ayudará en su
búsqueda de la verdad, o bien que es la única salida posible, una especie de treta argumentativa que le
permite afirmar la existencia de algo más allá del sujeto cognoscente.

Por eso, Dios, más que una verdad lógica derivada de su método y que goza de total
coherencia, supone, valga la redundancia, un Deux ex machina cuyo objetivo es salvar el método
asegurando la verdad de la existencia de la res extensa, para poder continuar la argumentación.

Por último, un debate interesante que surgió en la última sesión sobre este autor es si Dios es
de verdad algo necesario para Descartes, una defensa de su realidad y existencia y de de su sistema
filosófico, o simplemente una forma de no ser juzgado en una sociedad donde, aunque comenzaba a
amanecer un nuevo periodo de pensamiento, existía una iglesia fuerte y poderosa con capacidad de
dominar el discurso intelectual y político.

9. Conclusiones.
Paula Vidal

En primer lugar, desde la perspectiva epistemológica, Descartes se sitúa en un plano


internista: todo conocimiento se encuentra predispuesto en la mente del sujeto, es accesible por todo
aquel dispuesto a seguir el método correcto y se alcanza toda evidencia necesaria mediante un
ejercicio de introspección.

El método cartesiano se caracteriza por la existencia de la duda metódica, mediante la cuál el


autor se permite la duda de todo aquello que creía saber e indaga en los principios básicos del
conocimiento, con la idea de obtener de ellos una fundamentación teórica del edificio epistemológico,
que permita la certeza de que existe un conocimiento, puede existir, y cuando se realizan
proposiciones epistemológicas se está hablando de “algo” y no de la nada.

Este método “de mínimos” se encuentra en contraposición con lo que históricamente se había
instruido en la época, la escolástica tardía, caracterizada por intrincadas argumentaciones en torno a la
conjunción de fe y razón, sujeto y mundo, en el contexto del postaristotelismo cristiano. Por tanto, el
método de Descartes se podría considerar una reacción a la manera de hacer filosofía y augurio de un
nuevo pensamiento por venir: la modernidad.

Sin embargo, la duda metódica que podríamos considerar ficticia, deja al autor en una
posición incómoda: tras la segunda meditación, Descartes se encuentra con la difícil tarea de asegurar
el conocimiento y el mundo como un hecho factible y cierto cuando la única y última certeza a la que
llega es la existencia del ens cogitans. Desde esta perspectiva, resulta difícil encontrar un punto de
apoyo que permita afirmar la existencia del mundo externo, que permita saber al autor que no se
encuentra sólo, que el mundo no es un sueño y que realmente existe más allá de sí mismo.

El escalón para poder afirmar el mundo se encuentra en la segunda certeza o verdad de razón,
la res infinita o Dios. Podríamos plantearnos si realmente la inclusión de Dios en el sistema es un
presupuesto sistemático, una necesidad epistemológica o una concesión a una época todavía
extremadamente vinculada al poder de una Iglesia fuerte. Sin embargo, verdaderamente pensamos que
la posición de Dios dentro del sistema es, en primer lugar, una creencia firme del francés, y no una
concesión a la Iglesia; y en segundo lugar, la piedra angular que permite a Descartes sostener su
sistema y el mundo externo. Con este fin atribuye a Dios las cualidades que históricamente se le han
dado: bondad, eternidad, perfección, infinitud. Segundo, parte de la afirmación de que es el creador
del mundo y todo aquello que se haya en él.

De estos rasgos fórmula lo que se conoce como argumento ontológico de la existencia de


Dios. Si Dios es el responsable de la creación, es decir, de la existencia de todo lo conocido, y a esta
creación le ha otorgado unas cualidades que emanan de sí mismo, la existencia, entendida como una
perfección, es algo que ha dado Dios. Ya que por lo menos sabemos que la res cogitans existe, y nada
puede provenir de la nada, Dios, por tanto, debe existir.

Partiendo de este punto, la tarea del autor se simplifica en gran medida. Aceptada la
proposición de la existencia de Dios como fuente de cualidades y facultades del ens cogitans, surge la
justificación de por qué no puede haber un “genio maligno”, por qué la información de los sentidos no
engaña constantemente y por qué las facultades que poseo siempre que sean bien usadas deben arrojar
resultados verdaderos. Dios no permitiría la existencia de un genio maligno en su creación, las
facultades de conocimiento propias del entendimiento son un obsequio de Dios y por tanto no pueden
haber sido dadas de tal forma que sean un engaño, y la justificación de los sentidos, parecida a la de la
razón, radica en que Dios no nos habría otorgado facultades que, aunque yerran algunas veces, no
puedan ser corregidos.

Esto crea un problema secundario, sobre la procedencia del error. Descartes soluciona este
problema de la siguiente manera: el intelecto otorgado no es infinito, por lo que el error del intelecto
proviene de que éste no posee toda la información. En el caso de que la tuviera, sería infalible. El
error de los sentidos proviene de que el intelecto se haya unido a un cuerpo físico, y este, por tanto,
posee una cierta naturaleza que lleva a los sentidos a escapar del total control de la razón y a
excederse mediante la voluntad de sus tareas prefijadas.

10. Bibliografía
Arteta Ripoll, C. (2014). Descartes: ¿Ruptura y radicalidad?. Amanauta, vol. 24 pp. 139-150.

Baiceiro Ruiz, F. T. (2007). El Genio Maligno de Suárez, Suárez y Descartes. Pensamiento, vol. 236,
pp. 303-320.
Descartes, R (2017), El discurso del método. Barcelona: Plutón.

Descartes, R. (1977). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara.

Sanz Santacruz, V. (2005). Historia de la filosofía moderna, de Descartes a Kant. Madrid: Eunsa.

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