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Sin duda alguna, mi madre y mi tío Miguel son los dos personajes a quienes les
debo el que haya querido aprender a leer. Pero esta vez, me centraré en Miguel,
el tío más querido, prácticamente un padre para mí. Recuerdo sus historias, en
especial la del ciego que se valía de su oído majestuoso para escuchar los
diálogos de las palomas cada noche cuando se posaban en el árbol.
A los 6 años, era tanta mi felicidad de niña al escucharlo, con su voz enérgica y
acariciante al mismo tiempo, a tal punto que le pedía que repitiera las historias una
y otra vez; para nada me cansaba tal ejercicio. Así, en medio de esas historias,
quería aprender a leer “textualmente”. En casa se conservaban revistas y
periódicos viejos, los cuales repasaba leyendo (imágenes) durante horas enteras,
para luego empezar a contar a mi familia mis propios relatos.
Años después y mira la casualidad hoy hace dos años tuve que verlo partir tal
como lo hice con muchas de mis cometas. Frente al ataúd con el arte de la
oralidad como él me enseñó. En esta oportunidad mi voz se elevó con un poema
de Giovanni Guessep que titula “Escrito para ti en tu nombre” que habla de un
cuerpo entre las flores. Gracias Miguel por hacerme apasionar por la lectura, por
trasmitirme todo ese amor en cada uno de los pasos compartidos. Y aunque las
lágrimas corren en este momento por mi rostro yo te despido con alegría y vida;
siempre tendré presente que eres mi único padre, cuento y cometa.