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Documento de cátedra:

La Tarea Filosófica y la Problematización como método y ejercicio del pensamiento.

Plantear el tema de la Problematización en el espacio curricular Filosofía de la


educación, resulta fundamental, en tanto este espacio cobra sentido en el
esfuerzo intelectual de reflexionar e interrogar las prácticas educativas desde el
territorio que habilita el campo mismo de la filosofía. En este sentido, se propone,
a partir de la conceptualización del filósofo francés Michel Foucault, abordar la
noción de problematización como práctica y método.
Al respecto, Foucault (1999:22-23) señala que la problematización es «el conjunto
de prácticas discursivas o no discursivas que hace que algo entre en el juego de lo
verdadero y de lo falso, y lo constituye como objeto para el pensamiento (bien sea
en la forma de la reflexión moral, del conocimiento científico, del análisis político,
etc.). Se trata de someter un objeto a la atención e interrogación para que se
manifieste en sus múltiples aspectos, que antes no eran considerados como dignos
de atención o preocupación; así se conforma algo que debe ser descripto,
comprendido, explicado, interpretado y reflexionado para decir algo de él. Con
ello se advierte que una problematización no puede entenderse cabalmente si no se
considera en un acontecer histórico.

Tomando en cuenta lo anteriormente desarrollado, se entiende aquí que la


problematización es un trabajo de crítica y reflexión, que involucrará: el diálogo entre
experiencia y pensamiento; la "ascesis", como el ejercicio de sí, es decir como la
posibilidad de explorar lo que, en el propio pensamiento, puede ser cambiado; lo
que implica el ejercicio de la libertad en relación con lo que se hace y se piensa,
lo cual reclama la toma de distancia, ese separarse, desatarse, deconstruirse,
apartarse, arrancarse y soltarse de ello (lo que nos ha hecho ser eso que somos),
constituirlo como objeto para el pensamiento, reflexionarlo y reflejarlo como
problema.
La cuestión es la de la constitución de la experiencia de sí, del gobierno de sí. Y
dicha cuestión, la de cómo se forma una experiencia en la que están ligadas la
relación consigo y la relación con los otros, comporta todo un trabajo de
problematización; que es todo un trabajo del pensar.

En relación con ello, la problematización como método y práctica implicará dos


consecuencias: por una parte, el verdadero ejercicio crítico del pensamiento que
se opone a la idea de una búsqueda metódica de la solución. En este sentido, la
tarea no consiste, entonces, en resolver –ni siquiera mediante la sustitución de una
solución por otra- sino en problematizar, no en reformar, sino en establecer una
distancia crítica, poner en juego el “desprendimiento”, recuperar los problemas (M.
Foucault, 1999).
En definitiva, de lo que se tratará es de interrogar las relaciones que el
pensamiento mantiene con la verdad, en lo que refiere a la educación y a las
prácticas implicadas en ellas, como también así nos compromete en pensarnos a
nosotros/ as mismos/ as como sujetos de esas prácticas.

La tarea filosófica, de esta manera, no será manifestar el ser, la esencia o la


naturaleza de los diversos niveles u órdenes de la realidad como si constituyera su
respectiva verdad de una vez por todas, para todos y para siempre. Hay una
historia de la verdad, con sus estrategias de relaciones de fuerza que soportan
unos tipos de saber y que son soportadas por ellos, es decir, con su dispositivo.
La cuestión de lo que podría pensarse es la de lo que puede el pensar. De este
modo, se abre la vinculación entre la historia de los conceptos y las diferentes
formas de ser sujeto. Retomar de raíz la manera en que problematizamos nuestro
comportamiento (la actividad sexual, la práctica punitiva, la actitud ante la locura,
etc.) es afrontar de otra manera lo que parece habitual y sólido. Pero para retomar
esa raíz es preciso encontrar el suelo en el que se enraíza la simultaneidad de
diversas respuestas dadas.

Como se puede presentir esta práctica de problematización se nos propone como el


trabajo del pensamiento sobre el sí mismo, que conlleva la necesidad de una mayor
atención y conocimiento de sí, preguntarnos acerca de cómo nos hemos
constituidos como sujetos morales, sociales, políticos, sujetos de la educación, etc.
EI pensar, desde la Filosofía, se ofrece así, como un territorio para “…alentar
nuevas formas de subjetividad mediante el rechazo del tipo de individualidad que
se nos ha impuesto durante siglos” (M. Foucault, 1982: 216).

El asunto es reactivar sin cesar una actitud y disposición, la de un éthos filosófico


que se podría caracterizar como crítica permanente de nuestro ser histórico, de lo
que deseamos, pensamos y hacemos; a través de una ontología histórica de
nosotros mismos. Que es, en efecto una actitud, una vida filosófica, lo interesante
es que en tal tipo de interrogación se problematiza a la vez la relación con el
presente y el modo de ser histórico (se trata de un análisis histórico de los límites
impuestos y una experimentación de su franqueamiento posible), y la constitución
de sí mismo como sujeto autónomo en la crítica de lo que somos.
EI análisis de las relaciones que puede haber entre la constitución del sujeto o
diferentes formas de sujeto y los juegos de verdad, las prácticas de poder, etc., no
es una mera caracterización, busca por dónde es «lo que es, y córno lo que es
podría dejar de ser lo que es»." Se abre así un espacio de libertad concreta, un
espacio de transformación posible.

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