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INTERROGANDO EL ROL DEL/A PSICÓLOGO/A SOCIAL Y SUS

MODOS DE CONSTRUCCIÓN Y TRASMISIÓN

Maite RODIGOU NOCETTI

Hablar del rol del/a psicólogo/a social remite a pensar el campo de la psicología
social como un campo de conocimiento y campo de intervención en la realidad. En este
sentido, las preguntas transcurren en relación a cuál es este campo, cómo lo definimos,
cómo se fue definiendo históricamente, y cuál es su conformación actual.

Campo científico que no puede dejar de ser pensado desde el contexto que conforma
al mismo: por una parte, contexto científico donde las fronteras disciplinas se abren
continuamente, se transforman, se traspasan, compiten los saberes, se entrecruzan; por otra
parte, contexto social -en donde incluyo las dimensiones económica y cultural-, que remite
a realidades poblacionales, determinaciones económicas, fronteras nacionales y
configuraciones culturales, que también son dinámicas, y que exceden lo local aunque
también se construyen en este nivel.

La antinomia individuo-sociedad nos remite a la génesis de las configuraciones de


las disciplinas sociales y humanísticas, en su intento de conformar su propio objeto.
Objetos discretos, discontinuos, tanto desde la visión de la empiria (hombre-sociedad)
como de los esfuerzos por construirlos teóricamente. Seguimos la postura de Ana .María
Fernández de mantener en nuestras lecturas de la realidad esta tensión productivizante y no
dilemática entre ambos términos, abrogando por una transversalidad de conocimientos,
transversalidad que no se refiere únicamente a la concurrencia de diversas disciplinas.

Esto implica poner en cuestión “la lógica que atribuye lo subjetivo a lo individual y
lo colectivo a lo social. También obliga a realizar un pasaje del término "individuo" -
categoría más bien del orden biológico: individuo/especie- a la noción de sujeto; es decir
hay un reemplazo de la lógica del desarrollo natural por el orden simbólico”1

Es desde esta perspectiva no dilemática de ambos términos, que se incluye el


interrogante acerca de cómo ingresamos la articulación de la subjetividad y lo social en
nuestra mirada e intervención en la realidad. Ya que, si como plantea Castoriadis, son las
significaciones imaginarias sociales, las que instituyen el pensar / decir / hacer social, el
"ser" de una sociedad, entonces, los ideales y modalidades vinculares sociales, el devenir
histórico, la subjetividad, son estructuradas desde significaciones colectivas, encarnadas en
sujetos y grupos, anudados en instituciones y en formaciones sociohistóricas concretas.

Desde esta concepción, entonces, provisoriamente colocamos una definición de la


psicología social en tanto campo que estudia e interviene en “la trama psicosocial en un
orden sociohistórico en que se configuran representaciones sociales que enlazan sujetos y
1
Baz, M. y Perrés, J. Ponencia para el Encuentro Internacional Hacia el tercer milenio, una sociedad con
modelos diversos, y un único objeto. México, 1997, en www.campogrupal.com
realidad, propuesta a superar la lectura dilemática e ingenua de la relación individuo-
sociedad, por una construcción en desarrollo y transformación en la realidad de la vida
cotidiana”(Correa, 1999).

Es el punto de partida para nuestra reflexión acerca del rol del psicólogo social.
Punto crucial a pensar si planteamos el interrogante acerca de qué hacemos como
psicólogos sociales. Sin embargo, y desde una posición constructivista, esto no significa
que el rol a asumir se deriva deductivamente de la disciplina científica, sino que rol y
campo científico son construidos mutuamente en este interjuego con las demandas
sociohistóricas.

Así, cuando hablamos de rol del/a psicólogo/a social, estamos refiriéndonos


entonces a una acepción que transcurre ya como acervo de nuestra disciplina en común con
otras ciencias sociales y que se origina históricamente en la dramaturgia: el papel que
desempeñamos dentro de una trama argumental ya escrita y previa a la existencia del
propio sujeto. Esta acepción, que fue tomada por la sociología funcionalista y a posteriori
por la psicología social de esta misma corriente epistemológica, ligándola y diferenciándola
a la vez de la noción de status o posición, ha sido criticada por la fijeza del rol y en especial
del argumento que debe hablar, con una desaparición consecuente de un sujeto activo y
transformador. Asimismo, y en las aplicaciones concretas de la teoría de roles en
intervenciones y en investigaciones, aparece una operación de deshistorización de lo social
que encarnan los roles, esencializándose los mismos a pesar de las transformaciones
sociohistóricas que se producen.

En reelaboraciones efectuadas del concepto de rol, desde perspectivas más críticas


acerca de lo social y donde el centro de las preocupaciones científicas gira alrededor de las
transformaciones societales y no de las adaptaciones de los sujetos a las sociedades, la
noción de rol comienza a integrar otros sentidos. Así, aparecen diversos artículos y escritos
en donde se van desarrollando y aplicando ciertas “adjetivaciones” del rol: rol prescripto,
rol asignado, rol asumido, rol posible, rol sentido, rol actuado; rol desempeñado 2, es decir,
esta relación de la norma y la práctica, o esta relación entre lo social y lo subjetivo, o entre
la necesidad y la libertad. Cualquiera de estos ejes, permite pensar la tensión a la que están
aludiendo esta necesidad de estar adjetivando la noción del rol, en tanto aparece
minimizando la realidad o esquematizándola.

En realidad, de lo que se trata, desde mi perspectiva, es de poder reflexionar -y esto


en forma permanente-, acerca del Quehacer, es decir, de la práctica, en donde se pone en
juego estas tensiones anteriormente planteadas, y también, en este juego de palabras muy
caro a los psicólogos, de Qué Hacer, en tanto interrogante sobre esta práctica, interrogante
que hace a la intencionalidad y fundamento de nuestros trabajos, y por tanto a la ética. En
este sentido, insistir en la palabra “rol”, nos obliga a estar haciendo permanente las
salvedades previamente dichas.

Ahora bien, si pensamos a la práctica, a la intervención –sea cual fuere ésta-, no


podemos dejar de pensar en la realidad en la cual intervenimos. Intervención que presenta

2
Beneditto, G., 1975; Fumagali, C., 1979.
un primer paso, y que es la lectura de esa realidad. Esta lectura, qué y cómo leemos, nos
permitirá realizar una u otra intervención. Nuestra intencionalidad, nuestro propio deseo
como profesionales y sujetos sociales, también orientará una u otra intervención, pues
también es instrumento que se pone en juego en estas lecturas. Como nos dice Jasiner: “Es
imprescindible revisar nuestras metáforas referidas a la Psicología Social, pues las
mismas, más que dar cuenta de una realidad, nos delimitan cierto abanico posible de
percepciones, nos abren algunas posibilidades de construir el mundo y nos impiden otras;
impedimento que, habitualmente, no percibimos, ya que damos por supuesto que aquello
que construimos desde nuestro abanico perceptual, es la realidad. Esta construcción se
naturaliza y es vivida como dada”.3-

Así, siguiendo las ideas de Jasiner, podemos pensar en las diferentes psicologías
sociales que se construyen, y en consecuencia, distintos quehaceres, de acuerdo a las
diferentes configuraciones teóricas. Pero además agregaría que cada encuentro con los
otros, cada intervención, cada contacto que establecemos en tanto psicólogos sociales,
implica reconfigurar una praxis nunca idéntica, aunque existan ciertos principios básicos
permanentes en la misma y que se sostienen en mis presupuestos paradigmáticos -
ontológicos, epistemológicos y metodológicos-.

En orden a ello, y en nuestra realidad conflictiva, advierte Ana María Fernández 4


sobre la emergencia de adhesiones a ciertos dispositivos tecnológicos: forma del hacer que
se ritualizan -coordinaciones grupales, lecturas institucionales, modos de entrada a las
comunidades, etc.- aunque haya signos de la realidad que aparecen en contradicción con
nuestras lecturas y experiencias previas, adhesiones que se explicarían desde la misma
naturalización de nuestras prácticas y concepciones, y desde la necesidad de buscar
seguridades profesionales.

En este sentido, y desde lo que significa una postura profesional/científica,


entendemos que el quehacer nos implica definir:
una lectura de la realidad –que implican presupuestos ontológicos y epistemológicos-
intervenciones –que involucra, además de los anteriores, los presupuestos
metodológicos, instrumentos de acción con los que trabajamos-.
Estas definiciones son compartidos más allá de las fronteras disciplinarias, pero a la
vez conllevan marcas diferenciales desde la psicología, lo que denominaría como cierta
especificidad profesional.

Así, desde el paradigma latinoamericano, entendemos a la realidad como construida


y constitutiva, en relación dialéctica con el sujeto; desde una epistemología que apela a la
crítica de lo “dado” y a la comprensión de los sentidos que se configuran en las realidades
con las que entramos en contacto, y desde una metodología que incluye a los otros, con los
cuales, comprender y transformar el mundo, a través de “la acción y el discurso” al decir de
Arendt.

3
Jasiner, Clara: Artículo: “Objeto: ciencia o ilusión de certidumbres” , en www.campogrupal.com
4
Fernández, Ana María: Entrevista “Mi preocupación es cómo transformar la historia sin olvidarnos del
deseo” , en www.campogrupal.com
Por otra parte, si los contextos sociohistóricos son productores de los objetos de
conocimiento -y no algo que los rodea-, las demandas sociales y las articulaciones con otros
saberes/teorías científicas, configuran entonces objetos y quehaceres en la psicología social.
Interesa conocer entonces, así, cuál es la trama psicosocial que se está constituyendo, qué
subjetividad social aparece en estas realidades cotidianas. ¿Qué instituciones se modifican,
cuáles son los nuevos organizadores del transcurrir de lo societal?

Vivencia permanente del presente, con pasado y futuro desvaído; vínculos leves y
frágiles, configuraciones familiares diversas, descrédito en las acciones colectivas y en la
esfera de la política, lo íntimo y lo público se confunden, los mass media como jueces y
árbitros de los conflictos personales y entre actores sociales, crisis de las instituciones
fundamentales de la sociedad moderna como es el trabajo asalariado, la educación y la
familia nuclear, un horizonte donde reina lo efímero y lo transitorio, crisis de valores siendo
la corrupción uno de los emergentes más intenso en todos las instancias societales,
desesperanzas “absolutamente” aprendidas, las relaciones complejas entre lo global y lo
local, crisis religiosa y a la vez, la acentuación del fundamentalismo religioso de ciertos
grupos, la privatización del conflicto social, las nuevas formas de la pobreza, etc.

Es así, que deberíamos pensar el reconocimiento de las diversidades existentes en lo


social, así como su complejidad; posibilitar los espacios de encuentro de los sujetos y el
sentido de la vida pública y política; facilitar la emergencia de las pluralidades enlazadas a
las singularidades, potenciar los aspectos creativos de los grupos y los sujetos así como su
autonomía en la definición de sus necesidades, de sus problemas y de sus proyectos,
trabajar en orden a presentes que hagan lazo con la historia y el futuro...

Ahora bien, desde nuestro quehacer. ¿Cómo nos posicionamos nosotros en estas
lecturas de las subjetividades sociales, de las tramas psicosociales, en nuestros trabajos?
¿Nos posicionamos como expertos, consultores, investigadores, analizadores, interventores,
trabajadores, profesionales de la salud? ¿Qué y ante quién?

Hablamos de demandas sociohistóricas, sin embargo, estas demandas, además de


ser leídas desde nuestras diversas posiciones, son expresadas también en forma diferente
por los grupos sociales y los sujetos de nuestra sociedad y se configuran en relaciones de
poder que cruzan a todo el tejido social. Por esto, el segundo término de la última
interrogación, cobra un sentido fundamental ¿ante quién?, es decir, quiénes son nuestros
interlocutores y cómo nos presentamos ante ellos?

Sin embargo, agrego otra complejidad, más que la pregunta ¿ante quién? Podríamos
preguntarnos ¿con quiénes?, ya que entendemos que lectura e intervención no son ajenas a
las relaciones políticas mencionadas anteriormente, nuestro discurso irá a enlazarse a
discursos coexistentes realizados por otros actores sociales.

Si como dice Nancy Fraser5, nuestros discursos –discursos de expertos6- construyen


junto con otros discursos- subjetividades, en tanto enuncian necesidades de grupos

5
Fraser, Nancy: 1991.
humanos, posibilidades de satisfacción de las mismas, etc, ¿cuáles son nuestras reflexiones
sobre estos impactos? ¿En qué medida tenemos presente que al mismo tiempo que
visibilizan algunos aspectos, están ocluyendo, invisibilizando otros sentidos posibles? ¿En
qué medida analizamos, como psicólogos sociales, el encargo social que aparece en
nuestras prácticas? Nuestros discursos, nuestras intervenciones, son parte importante de
este contexto que produce determinadas subjetividades, que tiene que ver con modos de
subjetivación, con esto de ser “fragmentos ambulantes de nuestra sociedad”, como lo
expresa Castoriadis. Discursos que enunciamos en tareas de docencia, en apariciones en los
medios de comunicación –prensa, TV-, en la formulación de políticas sociales, en cada uno
de nuestros espacios de trabajo, etc. Y en cada una de estas intervenciones, construimos un
rol, y legitimamos también un rol.

Y si, como nos recuerda Arango, citando a Berger y Luckman, la legitimación


consiste en el proceso de justificación y explicar a las nuevas generaciones atribuyendo
validez cognoscitiva a los significados objetivados de qué, cómo, y por qué se hace algo de
determinado manera, una de nuestras preocupaciones, será la formación del/a psicólogo/a
social, que antes deberá ser, psicólogo/a. Esto significa pensar cuál es la formación
disciplinaria base desde la cual partimos, para luego adentrarnos en la psicología social.

Nuestras instituciones del saber, y nuestras organizaciones concretas, en este caso,


la Universidad, ¿cómo plantea la realidad en la que va a actuar el futuro profesional?
¿Cómo plantea al profesional psicólogo su intervención, su práctica, su quehacer? ¿Qué
dice, plantea, actúa, respecto de la especificidad de la psicología social? ¿Cómo se
configuran representaciones y prácticas de estos futuros profesionales? ¿Cuál es la lógica
de entrenamiento a la cual se someten nuestros estudiantes, según Peter Sedwich? ¿Es -
como denuncia este autor-, un entrenamiento a deshistorizar, a despolitizar, a no asumir una
perspectiva del orden social del cual ellos también forman parte?

Como primer dato, encontramos que hay una representación de los estudiantes,
previo a su ingreso a la universidad, y luego no modificada sustancialmente por la curricula
que encuentra, en donde la profesión del psicólogo enfatiza una mirada dirigida hacia la
interpretación de la vida íntima y vista –esta última- en el cerco de las individualidades
(Surjus Pereira, 1999).

Simultáneamente, encontramos en las definiciones que dan los propios estudiantes,


la referencia a las supuestas demandas sociales, desde la respuesta de la “ayuda”7, desde
una visión de “los otros”, los lejanos a mí, como los carentes, los necesitados, los no-
potentes. En forma contradictoria, muchos de aquellos estudiantes que optan por ir

6
Si bien anteriormente, mencionamos distintas formas de mencionar nuestro papel y no necesariamente como
“expertos”, conocemos la importancia de ser profesionales universitarios en nuestras sociedades y el peso de
nuestros discursos desde esas posiciones, por lo que aquí tomamos justamente este nombre de “expertos”
como genérico.
7
Barraza, Cecilia (1999) establece en su indagación la importancia cuantitativa de este tipo de respuestas a la
hora de definir el rol del psicólogo y las motivaciones que dieron lugar al cursado de esta carrera por parte de
los estudiantes de psicología.
orientando su curriculum en relación al área psicosocial, en lugar de problematizar estas
primeras respuestas, insisten en las mismas.

En segunda instancia; ¿Qué posibilidades de apertura al campo de la psicología


social existe en nuestras universidades, y cuáles sus limitantes?

Una de las necesidades prioritarias es la necesidad de modificar la curricula de


modo que haya un conocimiento de “lo social” que no está presente actualmente: materias
como Teorías Sociológicas y Teorías Políticas resultan indispensables para una lectura
psicosocial, la única materia existente actualmente en la curricula de Psicología de la
Universidad Nacional de Córdoba es Antropología. Esto se evidencia claramente en las
dificultades que se manifiestan en las lecturas acerca de los paradigmas de la psicología
social, y en la articulación de los conceptos, dificultando los procesos de pensamiento
acerca de la trama psicosocial o la subjetividad social.

Por otra parte, la incorporación de un trabajo de “desfamiliarización”8 de la vida


cotidiana de los estudiantes respecto de sus propios presupuestos acerca de la realidad
psicosocial, resulta imprescindible y necesario para poder pensar y aprehender el quehacer
del psicólogo social, tarea que no se presenta como sencilla de trabajar desde facultades de
psicología masivas como las que presentan nuestras universidades nacionales públicas
argentinas.

Por último y no menos importante, señalo el punto de la transmisión docente. Pujol


dice “enseñar psicología social supone.... una permanente capitalización de las prácticas
profesionales como disparadores del enriquecimiento de la teoría, un proceso personal de
construcción de conocimiento”. En este sentido, si bien no contamos con la posibilidad
institucional de la realización de prácticas por el momento, es a través de la transmisión de
las mismas reflexionadas desde la teoría, que existe una posibilidad de pensar el quehacer.

Y en esta transmisión, esta mediación que hacemos entre experiencia, práctica y


teoría, no podemos dejar de observar y advertir/nos que en tanto docentes, ofrecemos
modelos, a confrontar o a desarrollar, formas, que organizan estas ideas acerca de qué es ser
psicólogo social. (Barraza, 1999).

BIBLIOGRAFÍA:

ARANGO CÁLAD, C. A (1995): El rol del psicólogo comunitario en la comunidad


valenciana. Tesis Doctoral. Universidad de Valencia, España.
BARRAZA, C. (1999): La vida cotidiana en la Escuela de Psicología: los alumnos y la
representación del psicólogo. En Correa, A. (comp.): Notas para una psicología social
8
M.J. Spink propone este trabajo en lugar de la “deconstrucción”, como lo efectivamente realizado en el
trabajo con los sujetos y colectivos. En este sentido, la propuesta es des-familiarizar aquellas construcciones
que están obstaculizando otras formas de hacer y pensar, y a la vez, posibilitar espacios que permitan nuevas
construcciones ya que las anteriores están impregnando permanentemente la cultura existente, constituyendo
el cúmulo de repertorios interpretativos disponibles con lo cuales damos sentido al mundo.
como crítica a la vida cotidiana (pp. 145-149). Argentina: Fac. de Psicología, Univ. Nac.
de Córdoba.
BAZ, M. y PERRÉS, J.(1997): Ponencia para el Encuentro Internacional Hacia el tercer
milenio, una sociedad con modelos diversos, y un único objeto. México, en
www.campogrupal.com.
BENEDITTO, Gloria: El rol del psicólogo: rol asignado, rol asumido y rol posible (pp.
403-419), en Braunstein y otros: “Psicología, ideología y ciencia”, 1972. México: Siglo
XXI.
CASTORIADIS, Cornelius (1988) Los dominios del hombre : las encrucijadas del
laberinto. Barcelona: Gedisa.
CORREA, A.(1999): Esta psicología social. Hacia la definición del objeto de estudio como
campo de problemáticas. En Correa, A. (comp.): Notas para una psicología social como
crítica a la vida cotidiana (pp.43-49). Argentina: Fac. de Psicología, Univ. Nac. de
Córdoba.
FERNÁNDEZ, Ana María: Entrevista “Mi preocupación es cómo transformar la historia
sin olvidarnos del deseo” , en www.campogrupal.com
FRASER, N. (1991): La lucha por las necesidades. Esbozo de una teoría crítica socialista
feminista de la cultura política del capitalismo tardío. Debate Feminista, 3, 3 – 40.
FUMAGALI, C. “Teoría de los roles”. Clase en 1º Escuela Privada de Psicología social,
1979.
JASINER, Clara: Art. “Objeto: ciencia o ilusión de certidumbres", en
www.campogrupal.com.
PERDOMO, G. (1988): El investigador comunitario: científico, imparcial o gestor del
cambio social? Boletín AVEPSO, XI, 34 – 41.
PUJOL, A. (1999): Derrumbes y construcciones en psicología social. En Correa, A.
(comp.): Notas para una psicología social como crítica a la vida cotidiana (pp. 31-39).
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RODIGOU NOCETTI, M. (2000): Necesidades, acción comunitaria e intervención,
ponencia presentada en el X Congreso Argentino de Psicología, Rosario, Argentina.
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reconstrucción de la psicología social. Barcelona: Edit. Hora.
SPINK, M.J (2000) (Org.): “Práticas discursivas e produção de sentidos no cotidiano.
Aproximações teóricas e metodológicas”. 2da ed. São Paulo: Cortez Editora.
SURJUS PEREIRA, M. C. (1999): O mundo contemporáneo e o compromiso de
psicólogos com a definição de uma nova estética da vida social, en Silveira, A. et al (Org.):
Cidadania e Participação social (pp. 43 –51). Porto Alegre: Abrapso – Regional Sul.

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