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Este personaje se caracteriza por desconfiar de los conceptos mientras no los haya creado el
mismo, y esto es precisamente lo que hace un contemporáneo, desconfiar de esos conceptos
que ya han sido creados como la “moda”. Esta palabra que se asocia erróneamente a ser
contemporáneo, es lo consecutivamente anterior a sí mismo, por eso siempre está en retardo
(Agamben, 2008). El contemporáneo desconfía de la moda por su desfasaje, es decir, por el
hecho de que su actualidad incluye una parte de su afuera, el que dice estar a la moda en ese
mismo instante deja de estarlo.
El tiempo es una de las variables que están relacionadas con el contemporáneo y el personaje
conceptual. Agamben decía que “lo contemporáneo es lo intempestivo”, esto significa algo
que está fuera del tiempo y entra súbitamente a él. Esa singular relación con el tiempo le
permite adherirse a él y a la vez tomar distancia. Es precisamente esa habilidad la que lo hace
un contemporáneo, la capacidad ver críticamente su época, de percibir la oscuridad que hay
en ella y aferrarse a la inamovible luz.
En este punto es donde los planteamientos de Badiou cobran sentido. Un ser contemporáneo
busca aferrarse a la luz y este personaje menciona que la misión de la filosofía es iluminar.
Hay 3 tareas fundamentales de la filosofía en relación con las situaciones, la primera de
ellas es iluminar las elecciones fundamentales del pensamiento, en segundo lugar, iluminar
la distancia entre estado y verdades y por último iluminar el valor de la excepción. Esa luz
que brinda precisamente la filosofía es a lo que el contemporáneo busca apegarse, ahí
encuentra las herramientas para convertirse en un personaje conceptual. No solo se limita
a salirse de su época para ver la oscuridad, sino que busca la iluminación que brinda la
filosofía para crear un nuevo concepto de lo contemporáneo y es en ese punto donde
empieza su transición a un personaje conceptual.