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Los procesos de interpretación y aplicación del Derecho no son monopolio de los jueces, puesto que
incumben a todos los operadores jurídicos, pero no es menos cierto que la mayoría de los estudios sobre la
materia han centrado su atención de manera preferente.
La premisa mayor sería la norma aplicable, que prescribe una determinada consecuencia jurídica (C) para
el caso de que se produzca un determinado hecho (H); la premisa menor vendría determinada por la
existencia de los hechos probados; y la conclusión consiste en la efectiva subsunción de los hechos en la
norma jurídica y en la aplicación de las consecuencias fijadas por la propia norma.
Nos encontraríamos ante una racionalidad jurídica puramente interna, pero los procedimientos concretos
de aplicación jurídica no son independientes del contexto histórico y es preciso atender a su concreta
evolución. Dichos procesos han ido evolucionando hasta una percepción de la función de jueces y tribunales
compleja, dinámica y valorativa.
El positivismo legalista hacía una separación entre creación y aplicación jurídica: existía, por un lado, una
absoluta confianza en la capacidad de previsión del legislador, lo que convertía a la lay en fuente casi
exclusiva del Derecho; y, por otro, plena desconfianza frente a la actividad judicial, reducida entonces a la
estricta y simple aplicación de la norma jurídica. La labor del juez se centraba exclusivamente en el
reconocimiento y declaración de un Derecho preexistente. La decisión judicial se configuraba como el
resultado de una actividad meramente cognoscitiva, de un mero procedimiento mecánico y formal de
subsunción que partía de premisas normativas y fácticas perfectamente establecidas.
En el siglo XX y frente al positivismo ilustrado, surgen unas doctrinas procedentes de Kelsen, Hart o Ross
que cuestionan la visión ideal y reduccionista que contemplaba el derecho como un sistema cerrado,
coherente y completo, lo que va a difuminar, en gran medida, la tajante separación entre creación y
aplicación del Derecho. Dichos autores mostrarán las insuficiencias de la ley para determinar completamente
cada uno de los actos de decisión judicial.
La aplicación jurídica implica siempre un transito desde una regla general a una decisión particular, pero
lo fundamental es que esa decisión ya no se contempla como consecuencia de una simple actividad
mecánica, un producto exclusivo de procesos cognoscitivos, sino como el resultado de un procedimiento que
va a exigir también importantes actitudes valorativas de distinta naturaleza, condicionadas en mayor o
menor medida por factores extrajurídicos. En ese tránsito se produce una autentica creación por parte del
juez, que éstos no son meros autómatas y que la decisión judicial se encuentra íntima e indisolublemente
ligada a importantes y sustanciales procesos de interpretación jurídica. El silogismo no agota el
razonamiento judicial, representa únicamente el camino para llegar a la decisión.
4. Tipos de interpretación
La doctrina suele diferenciar entre diversos tipos de interpretación.
Todos los individuos se convierten en destinatarios de las normas jurídicas y por lo tanto se ven obligados,
en mayor o menor medida, a interpretarlas.
Interpretación privada: llevada a cabo por los ciudadanos, tiene carácter provisional y una eficacia
limitada, es decir, resultará válida únicamente en el entorno de esos sujetos y siempre que no sea
objeto de controversia.
Interpretación pública: realizada en el ejercicio de sus funciones por aquellos sujetos u órganos a los
que el ordenamiento jurídico atribuye la capacidad de imponer el resultado de su tarea
interpretativa, fundamentalmente los órganos administrativos y jurisdiccionales.
4.2. Atendiendo al sujeto que lleva a cabo la labor interpretativa.
Se distinguen tres tipos de interpretación:
Interpretación auténtica: realizada por el mismo órgano creado de la norma. No es la más frecuente,
pero tiene gran importancia debido al origen (una autoridad cualificada como el legislador). No
obstante, se trata de una interpretación en sentido derivado (no en sentido propio), en realidad lo
que se produce es la creación de una nueva norma que pretende esclarecer el significado de una
norma anterior.
Interpretación judicial. La más importante, desarrollada por los jueces y magistrados en los procesos
de aplicación del Derecho
Interpretación doctrinal: la llevada a cabo por juristas teóricos o científicos del Derecho en su trabajo
de investigación y sistematización de las diferentes parcelas del ordenamiento jurídico. Su
importancia es secundaria, aunque resulta de gran apoyo para el desarrollo de la labor de los
distintos operadores jurídicos.
Todas estas transformaciones van a afectar sustancialmente a la concepción misma del Derecho y las
instituciones jurídicas, y por tanto también en gran medida a las prácticas jurisprudenciales.