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TEMA 8.

- LA INTERPRETACIÓN Y LA APLICACIÓN DEL DERECHO

Los procesos de interpretación y aplicación del Derecho no son monopolio de los jueces, puesto que
incumben a todos los operadores jurídicos, pero no es menos cierto que la mayoría de los estudios sobre la
materia han centrado su atención de manera preferente.

I. CONCEPTO Y TIPOS DE APLICACIÓN DEL DERECHO


1. Los procesos de aplicación jurídica
La aplicación jurídica pretende conectar dos realidades que son las normas jurídicas y el conjunto de hechos
de la vida social. Sabiendo que una de las definiciones de aplicar, es referir lo que se ha dicho en general a un
caso particular; al trasladarlo al ámbito jurídico, se supone que las normas (enunciados abstractos por
naturaleza) son las que dicen lo que se debe hacer en general, mientras que los hechos (situaciones o
conductas que se producen en la vida social) constituyen los casos particulares a los que se refieren las
propias normas.
Podemos definir el proceso de aplicación jurídica como la actividad mediante la cual el Derecho entra en
contacto con los hechos de la vida social, que constituyen así el objeto sobre el que recae la aplicación.
Consiste en el tránsito de una norma general a una decisión particular en el que se procede a encajar los
concretos elementos fácticos (situaciones o conductas) dentro del marco normativo de los preceptos
jurídicos generales (normas), con el objetivo de establecer la consecuencia jurídica prevista por el legislador.
El procedimiento utilizado en ese tránsito es un método de subsunción, guiado por reglas de lógica
deductiva, que se conoce como silogismo judicial:

Premisa mayor (Premisa normativa – norma aplicable) Si H debe ser C


Premisa menor (Premisa fáctica – hecho) Se produce H
Conclusión Entonces debe ser C

La premisa mayor sería la norma aplicable, que prescribe una determinada consecuencia jurídica (C) para
el caso de que se produzca un determinado hecho (H); la premisa menor vendría determinada por la
existencia de los hechos probados; y la conclusión consiste en la efectiva subsunción de los hechos en la
norma jurídica y en la aplicación de las consecuencias fijadas por la propia norma.
Nos encontraríamos ante una racionalidad jurídica puramente interna, pero los procedimientos concretos
de aplicación jurídica no son independientes del contexto histórico y es preciso atender a su concreta
evolución. Dichos procesos han ido evolucionando hasta una percepción de la función de jueces y tribunales
compleja, dinámica y valorativa.
El positivismo legalista hacía una separación entre creación y aplicación jurídica: existía, por un lado, una
absoluta confianza en la capacidad de previsión del legislador, lo que convertía a la lay en fuente casi
exclusiva del Derecho; y, por otro, plena desconfianza frente a la actividad judicial, reducida entonces a la
estricta y simple aplicación de la norma jurídica. La labor del juez se centraba exclusivamente en el
reconocimiento y declaración de un Derecho preexistente. La decisión judicial se configuraba como el
resultado de una actividad meramente cognoscitiva, de un mero procedimiento mecánico y formal de
subsunción que partía de premisas normativas y fácticas perfectamente establecidas.
En el siglo XX y frente al positivismo ilustrado, surgen unas doctrinas procedentes de Kelsen, Hart o Ross
que cuestionan la visión ideal y reduccionista que contemplaba el derecho como un sistema cerrado,
coherente y completo, lo que va a difuminar, en gran medida, la tajante separación entre creación y
aplicación del Derecho. Dichos autores mostrarán las insuficiencias de la ley para determinar completamente
cada uno de los actos de decisión judicial.
La aplicación jurídica implica siempre un transito desde una regla general a una decisión particular, pero
lo fundamental es que esa decisión ya no se contempla como consecuencia de una simple actividad
mecánica, un producto exclusivo de procesos cognoscitivos, sino como el resultado de un procedimiento que
va a exigir también importantes actitudes valorativas de distinta naturaleza, condicionadas en mayor o
menor medida por factores extrajurídicos. En ese tránsito se produce una autentica creación por parte del
juez, que éstos no son meros autómatas y que la decisión judicial se encuentra íntima e indisolublemente
ligada a importantes y sustanciales procesos de interpretación jurídica. El silogismo no agota el
razonamiento judicial, representa únicamente el camino para llegar a la decisión.

2. Tipos de aplicación jurídica


Las normas jurídicas nacen con la finalidad de ser aplicadas a la vida social. Son disposiciones que establecen
una serie de conductas que deben ser seguidas por sus destinatarios, sean éstos autoridades publicas o
ciudadanos en general. Cuando el comportamiento de dichos destinatarios se acomoda de forma
espontánea a lo dispuesto en las normas nos encontramos con la aplicación voluntaria (primera modalidad
de aplicación de la normatividad jurídica). Los individuos ajustan sus conductas a lo prescrito en las normas
sin necesidad de intervención de la fuerza coactiva, siendo para el Derecho indiferentes los motivos que
llevan a su efectivo cumplimiento.
Otra cosa es la aplicación coactiva, que se producirá en ausencia del incumplimiento espontáneo y que,
mediando el uso legítimo de la fuerza estatal, tiene como resultado la exigencia de la conducta prescrita, y/o
la imposición de las correspondientes consecuencias jurídicas (sanciones). Dentro de esta última modalidad
podemos diferenciar:
 La aplicación administrativa: la que llevan a cabo las autoridades y organismo de la administración
pública mediante las resoluciones administrativas recaídas en el ámbito de la potestad
sancionadora.
 La aplicación judicial: la realizada en el ejercicio de sus funciones por las distintas autoridades y
órganos jurisdiccionales que forman parte del Poder judicial.

II. LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA


1. Concepto de interpretación jurídica
La interpretación jurídica es una actividad específica dentro del modelo genérico dentro del modelo genérico
de interpretación que es denominada como tal porque se proyecta sobre el lenguaje jurídico. Pero es en el
ámbito de la decisión judicial donde el objeto de la interpretación presenta peculiaridades evidentes. La
aplicación del Derecho implica la existencia previa de dos realidades:
1. De aquello que debe ser aplicado, que supone la preexistencia de las normas jurídicas
2. De los hechos concretos de la realidad social sobre los que se aplican dichas normas.
De esta manera, la actividad del juez se va a proyectar sobre el lenguaje normativo y sobre los hechos del
caso que se pretende resolver o, dicho de otro modo, sobre los diferentes discursos construidos en relación
con os hechos (declaraciones de las partes del litigio, de los acusados, víctimas etc.). Enfrentados a estos
datos fácticos y normativos, los jueces tienen que realizar una labor interpretativa, previa e inseparable de la
aplicación, con la finalidad de captar lo expresado, de fijar el sentido y alcance de aquellos. La cuestión
fundamental es si tal actividad interpretativa ha de limitarse a resolver los problemas derivados de la
imprecisión y ambigüedad propios del lenguaje jurídico, o se trata más bien de una labor con una
significación y alcance mucho mayor.
Tener la visión reduccionista de que la labor del juez se puede resumir en una actividad mecánica no da
cuenta de los numerosos problemas que plantea el análisis de los componentes centrales del proceso
judicial. La actividad interpretativa del juez se considera hoy en día imprescindible, no sólo con el fin de
esclarecer el sentido de cualquier enunciado normativo, sino también para la determinación y calificación
jurídica de los hechos probados. No se limita a las normas oscuras o a los hechos confusos, la clave de toda
aplicación radica, precisamente, en el carácter esencialmente problemático del procedimiento de formación
de las mismas premisas. Po último, aunque es evidente que existen diferencias cualitativas entre los
procesos de determinación de premisas normativas (formulación de la norma jurídica vigente) y fácticas
(actos de constatación de hechos reales), lo cierto es que durante mucho tiempo tanto la Cotrina como la
práctica jurídica procedieron a su separación, otorgando un mayor protagonismo a las primeras. En la
actualidad nadie cuestiona su condicionamiento recíproco, lo que va a obligar a abandonar la visión
tradicional de la tajante separación entre hechos y normas.

2. El objeto de la interpretación: las normas y los hechos


Todo proceso de interpretación jurídica conlleva una toma en consideración simultánea de hechos y normas,
difícilmente separables en la actividad práctica del juez. El núcleo de la decisión judicial radica en la
interconexión de cuestiones fácticas con cuestiones normativas, ya que la propia interpretación de los
hechos remite en última instancia a la interpretación de las normas. Podríamos afirmar que la interpretación
judicial es un proceso circular en el que el conocimiento y valoración de los primeros siempre es
consecuencia, o implica de alguna manera, una interpretación normativa previa; y viceversa, interpretar
normas es también interpretar hechos.
Toda interpretación jurídica supone una combinación de actos de conocimiento y de voluntad. El
decisionismo judicial se fundamenta en procesos cognitivos (conocimiento fiel tanto de los hechos como del
contenido de las normas), aunque sin dejar de ser por ello una decisión, un acto de voluntad. Por supuesto,
no abre el camino para una libertad arbitraria de los aplicadores del Derecho. En términos prudentes no se
puede obviar que el juez debe tomar decisiones vinculadas a toda una serie de condiciones restrictivas,
como son la sujeción a la constitución y a la ley, las limitaciones judiciales y el influjo de la dogmática
jurídica. No es posible depreciar el papel fundamental de los diferentes criterios o métodos de
interpretación existentes en el ámbito jurídico. Estos métodos son los que delimitan el área de las decisiones
jurídicamente justificables.
3. Diferentes métodos de interpretación
Son procedimientos que pueden ser utilizados por le intérprete para conocer y concretar el sentido
atribuible al contenido de las normas jurídicas No son excluyentes ni existe un orden de prelación entre los
mismos, por lo que su concreta utilización dependerá del contexto jurídico, cultural e histórico.
Se suelen distinguir cinco criterios o métodos:
a. Método gramatical: los enunciados han de ser interpretados, delimitando el sentido mismo de la
interpretación. De esta manera, se sirve de las reglas gramaticales para atribuir el significado y
alcance más preciso y apropiado a cada uno de los ´términos contenidos en las normas jurídicas.
b. Método lógico: aplicación de las reglas de la lógica al ámbito del Derecho. Se pretende averiguar la
ratio legis de la norma, los factores determinantes de su existencia, mediante un proceso de
abstracción que analizará sus elementos constitutivos en relación con diversos conceptos jurídicos.
Tradicionalmente se ceñía al uso de la lógica clásica pasando a una lógica jurídica con métodos y
funciones específicos.
c. Método sistemático: las normas no son elementos aislados, se debe tener en cuenta el lugar que
ocupan en el ordenamiento jurídico y las vinculaciones y conexiones que es posible descubrir entre
las mismas, todo ello con la finalidad de facilitar su comprensión.
d. Método histórico: permite esclarecer su sentido a partir de las circunstancias políticas, jurídicas y
sociales existentes en el momento de su promulgación. Se analizan los precedentes normativos, las
deliberaciones previas, las exposiciones de motivos que rodearon su proceso de elaboración.
e. Método teleológico o finalista: el intérprete debe atribuir a las normas jurídicas un sentido y alcance
conforme con sus objetivos propios, sin perder nunca de vista los fines generales del sistema jurídico
en su conjunto.
No hay que olvidar la interpretación constitucional. No a la necesaria interpretación de las normas
contenidas en la carta Magna, sino a lo que podríamos llamar la interpretación desde la Constitución. El
ordenamiento jurídico en su conjunto debe ser interpretado de conformidad con el texto constitucional, que
se convierte así en el criterio hermenéutico básico de las restante normas, cuyo alcance y significado vendrá
principalmente determinado por su adecuación a los valores y principios constitucionales.

4. Tipos de interpretación
La doctrina suele diferenciar entre diversos tipos de interpretación.

4.1. En relación con la eficacia de la interpretación

Todos los individuos se convierten en destinatarios de las normas jurídicas y por lo tanto se ven obligados,
en mayor o menor medida, a interpretarlas.
 Interpretación privada: llevada a cabo por los ciudadanos, tiene carácter provisional y una eficacia
limitada, es decir, resultará válida únicamente en el entorno de esos sujetos y siempre que no sea
objeto de controversia.
 Interpretación pública: realizada en el ejercicio de sus funciones por aquellos sujetos u órganos a los
que el ordenamiento jurídico atribuye la capacidad de imponer el resultado de su tarea
interpretativa, fundamentalmente los órganos administrativos y jurisdiccionales.
4.2. Atendiendo al sujeto que lleva a cabo la labor interpretativa.
Se distinguen tres tipos de interpretación:
 Interpretación auténtica: realizada por el mismo órgano creado de la norma. No es la más frecuente,
pero tiene gran importancia debido al origen (una autoridad cualificada como el legislador). No
obstante, se trata de una interpretación en sentido derivado (no en sentido propio), en realidad lo
que se produce es la creación de una nueva norma que pretende esclarecer el significado de una
norma anterior.
 Interpretación judicial. La más importante, desarrollada por los jueces y magistrados en los procesos
de aplicación del Derecho
 Interpretación doctrinal: la llevada a cabo por juristas teóricos o científicos del Derecho en su trabajo
de investigación y sistematización de las diferentes parcelas del ordenamiento jurídico. Su
importancia es secundaria, aunque resulta de gran apoyo para el desarrollo de la labor de los
distintos operadores jurídicos.

4.3. Atendiendo al resultado de la interpretación

 Interpretación estricta: el intérprete limita el significado y alcance de los enunciados normativos a su


sentido nuclear
o Término “hijos” para hijos biológicos y adoptivos
 Interpretación extensiva: tiende a dotar a las normas del sentido más amplio posible, extendiendo su
significado hasta el límite de su sentido gramatical.
o Término “hijos” que englobaría también a hijastros y menores tutelados
 Interpretación restrictiva: caracterizada por limitar al máximo el sentido gramatical de las normas, lo
que puede plantar problemas en el caso de que comporte alguna limitación en la esfera de los
derechos ciudadanos.

III. LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA


Las teorías de la argumentación jurídica tienen sus raíces enmarcadas en la crisis del positivismo. Después de
la segunda posguerra mundial se ha venido implantando un nuevo paradigma denominado pospositivista o
constitucional; cuya concepción del fenómeno jurídico se caracteriza por:
 Consideración del Derecho como una práctica social compleja y no como un simple conjunto de
reglas
 Centralidad de los valores y principios jurídicos
 Creciente importancia de la labor judicial
 Reivindicación del carácter práctico de la ciencia jurídica
 Inescindible conexión de las diferentes esferas de la razón práctica (Derecho, moral y política)
Como consecuencia está la necesidad de apartarse definitivamente de la visión dogmático-positivista acerca
de los procesos propios del razonamiento judicial, ya que dicha visión respondería a un enfoque jurídico que
en vías de superación.

1. Del paradigma positivista al paradigma constitucional


Los dos paradigmas jurídicos son el positivista y el constitucionalista
1.1. Paradigma positivista (estado legislativo de Derecho)

a. Modelo del imperio de la ley


Las disposiciones emanadas del poder legislativo, como expresión – más o menos presunta – de la voluntad
popular, constituyen la fuente suprema y casi exclusiva del Derecho.
b. Modelo de las reglas
La visión positivista tradicional reducía la estructura del Derecho a un conjunto de reglas o normas generales
(leyes) que correlacionaban la descripción cerrada de un caso con una única solución normativa – la prevista
por el legislador –, con la consecuencia de que su concreta aplicación excluía, en términos generales,
cualquier valoración o proceso de deliberación práctica.
c. Modelo de la subsunción
El arquetipo de razonamiento jurídico es el simple razonamiento subsuntivo-silogístico.
d. Modelo de la validez formal de las normas
La identificación de las normas válidas es una cuestión meramente formal, ya que es el origen de estas, y no
su contenido el que determina su juridicidad
e. Modelo de la tajante separación entre creación y aplicación del Derecho.
Sólo la actividad legislativa, provista de los valores de certeza y predictibilidad, puede crear auténtico
Derecho
f. Modelo de la separación entre Derecho y Moral
El desenvolvimiento del Derecho encuentra su desarrollo y sus respuestas en su misma lógica interna, sin
necesidad de acudir a campos extraños al mismo.

1.2. Paradigma constitucionalista (Estado constitucionalista del Derecho)

a. Modelo de la omnipresencia de la Constitución


La constitución se convierte en la fuente suprema del ordenamiento jurídico. Las normas constitucionales
poseen fuerza normativa vinculante, directamente obligatorias para todos los poderes públicos. Es lo que se
conoce como paso del imperio de la ley al imperio de la Constitución.
b. Modelo de normas y principios
A la hora de describir la estructura de los sistemas jurídicos cobran una especial importancia los principios,
singularmente los contenidos en la Constitución. A diferencia de las normas, su esencia es valorativa antes
que lingüística, pues son mandatos que protegen valores entre los que en cada momento hay que encontrar
el debido equilibrio.
Dichos principios se convierten en condicionantes sustanciales de los procesos de creación y aplicación
del Derecho, y por tanto en fuente de sentido de las propias normas, que de esta manera se van a consagrar
como instrumentos para la protección y promoción de ciertos valores fundamentales.
c. Modelo de la ponderación
Junto al razonamiento subsuntivo, el tránsito de las reglas abstractas a los casos particulares va a requerir en
muchas ocasiones la ponderación, es decir, la comparación entre los diferentes principios o derechos con la
finalidad de escoger el más adecuado, el de mayor peso a la hora de fundamentar la mejor decisión para el
caso en cuestión. Todo ello va a exigir el concurso de la deliberación práctica, y va a revestir al Derecho de
una dimensión valorativa y justificativa (argumentativa) fundamental.
d. Modelo del a validez material de las normas
Se conoce como rematerialización del Derecho. La validez de las normas jurídicas no descansa solo en
aspectos formales sino también en criterios sustantivos o materiales que deben orientar la actividad
legislativa y judicial, y que vendrán dados fundamentalmente por su adecuación a los principios y valores
constitucionales, que se convierten así en condicionantes materiales de la misma validez de las leyes.
e. Modelo de la relación entre creación y aplicación del Derecho
El poder judicial va a desprenderse del tradicional papel de completa subordinación al poder legislativo. Su
labor ya no se va a reducir a la abstracta aplicación de las leyes, sino que en múltiples ocasiones debe tomar
decisiones basadas en la elección de los principios y valores adecuados que es preciso fundamentar
mediante argumentos jurídicos
f. Modelo de la inevitable relación entre Derecho y Moral
El razonamiento jurídico no puede ser completamente independiente del razonamiento moral, como
pretendía la visión positivista. Los principios constituyen la gruía de interpretación del Derecho, informa y
prestan justificación a las normas jurídicas con el objetivo de promover ciertos valores, lo que va a exigir
juicios de valor de carácter moral y político.

Todas estas transformaciones van a afectar sustancialmente a la concepción misma del Derecho y las
instituciones jurídicas, y por tanto también en gran medida a las prácticas jurisprudenciales.

2. Concepto de argumentación jurídica


Las teorías de la argumentación jurídica van a tener en común una finalidad principal: ofrecer criterios en
relación con la justificación y el control de las decisiones jurídicas. Pero en el contexto de los modernos
Estados democráticos la argumentación va a cobrar su máxima importancia, pues es en este marco donde
los procesos de deliberación aspiran a convertirse en un mecanismo general clave para el control
democrático.
Argumentar significa aportar razones que justifique una determinada opinión o decisión. En el ámbito del
Derecho la argumentación jurídica alude al proceso racional por medio del cual el operador jurídico que no
busca ya una única solución posible, sino que escoge entre diferentes respuestas que le ofrece el
ordenamiento jurídico, siendo lo principal la utilización de argumentos racionales para la fundamentación o
motivación de la opción elegida. Las decisiones judiciales no pueden ya ser reducidas a meras deducciones
lógicas ni percibidas como imposiciones de una voluntad autoritaria. Entre la racionalidad formal y la
irracionalidad o arbitrariedad hay un terreno intermedio, el de la razonabilidad práctica, que es
precisamente el ámbito en el que debe moverse la actividad judicial. Dicha razonabilidad va a obligar a
aportar buenas razones para convencer de que la decisión adoptada es la más correcta, y no sólo en el
sentido de conformidad al Derecho, sino también, en el sentido de su aceptabilidad social.
La argumentación se presenta como un tipo de actividad lingüística que, a diferencia de la interpretación
clásica, va a privilegiar dos de las dimensiones propias del discurso jurídico:
1. Dimensión material o valorativa (frente a la dimensión puramente formal o autoritativa). Se pone de
manifiesto la necesidad de justificar los diferentes criterios de corrección materiales que van a
fundamentar la elección entre diversos tipos de razones que pueden concurrir en el derecho.
En este sentido, los principios y valores se convierten en elementos centrales de la actividad
judicial en el seno de los Estados democráticos.
2. Dimensión pragmática (frente a la dimensión sintáctica o semántica). La argumentación es una
actividad social que se produce en un contexto de interacción y que resultará decisiva la efectividad
de los argumentos, los efectos de las decisiones traducibles en la aceptación o persuasión de un
auditorio general.
En las sociedades democráticas la argumentación se erige en ingrediente imprescindible de la experiencia
jurídica. Los jueces deben expresar las razones que justifican sus decisiones que se convierten así en el
legítimo resultado de un proceso racional con pretensión de verdad y, en un sentido amplio, moralmente
defendibles. La seguridad jurídica ya no se va a derivar de la obligación de ajustarse a un proceso lógico-
mecánico predeterminado por la ley, sino de la necesidad de justificar racionalmente las premisas de la
decisión judicial conforme a criterios de racionalidad argumentativa. Y en esa labor, las diversas teorías de la
argumentación jurídica van a contribuir sustancialmente para mejorar las prácticas jurídicas, aunque sin
pretender ser radicalmente novedosas.

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