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3.- Integración
La integración es un método de interpretación para la aplicación conjunta de
las normas jurídicas, eliminando las lagunas existentes en las normas escritas de
forma tal que se interpreten en forma holística –múltiples interacciones como un
todo- con normas derivadas de otras fuentes -escritas y no escritas- del
ordenamiento jurídico.
Como señala García Maynes “puede presentarse el caso que una cuestión
sometida al conocimiento de un juez no se encuentra prevista en el ordenamiento
positivo. Si existe una laguna, debe el juzgador llenarla. La misma ley le ofrece los
criterios que han de servirle para el logro de tal fin. Pero la actividad del juez no es,
en esta hipótesis, interpretativa, sino constructiva. En efecto: no habiendo norma
aplicable, no puede hablarse de interpretación, ya que ésta debe referirse siempre a
un determinado precepto; el juzgador ha dejado de ser exégeta y se encuentra
colocado en situación comparable a la del legislador; debe establecer la norma para
el caso concreto sometido a su decisión 5”, entonces si ese ideal no es posible,
como negar entonces la posibilidad de que en algún momento, en un instante o un
acto se deba acudir supletoriamente, a una normativa procesal, como la civil.
Por eso, dice Del Vecchio, que no hay interferencia o controversia social
entre los hombres, por complicada que parezca, o por imprevisible que se nos
antoje, que no exija o deba tener solución en el campo del Derecho vigente. Y la
solución debe ser ejecutiva. Las dudas pueden persistir largo tiempo en el campo
de la teoría -la misma filosofía del Derecho puede discutir durante siglos sus
cuestiones-; pero la vida jurídica práctica no admite dilación. Para cualquier
cuestión jurídica debe darse un fallo que teóricamente podrá no ser infalible, pero
que prácticamente tiene que ser definitivo. Así lo exige el sentido radical del
Derecho, que consiste en crear una situación práctica de certeza y de seguridad en
4.- La analogía
La analogía, en términos generales, es una forma de razonamiento que
consiste en la comparación de situaciones específicas en las cuales encontramos
semejanzas y discrepancias, es decir, situaciones que en parte coinciden y en parte
difieren. Se afirma que hay analogía cuando tienen parte y parte 8 -parte de
semejanza, parte de discrepancia-. Asimismo, se dice que hay analogía cuando
existe parecido. De este modo mediante el razonamiento analógico resulta
permisible inferir semejanzas o discrepancias. De acuerdo con lo anterior gracias a
la analogía es posible que en el ámbito de la ley, cuando no haya una disposición
específica para un caso concreto, se apliquen las disposiciones existentes para un
caso similar o parecido. De modo que se aplica analógicamente un precepto
previsto para un caso similar a aquel que nos ocupa.
El razonamiento de analogía se basa en el principio ubi eadem legis ratio, ibi
eadem dispositir, o como dicen otros juristas ubi eadem ratio, idem jus9, que significan
"donde hay la misma razón de la ley debe haber la misma disposición" o "donde
hay la misma razón debe haber el mismo derecho". Hay tres tipos de analogía: a
pari, a minori ad majus y a majori ad minus. La analogía a pari se aplica en virtud de
10 Picado C. t. I, 2014, p. 32
defecto de ley y costumbre pero, además, informan al ordenamiento jurídico. Por
lo tanto, su imperatividad no procede tanto de ellos mismos como el nexo lógico y
necesario que les liga con las normas concretas del derecho positivo. Por ello, no
cabe duda de su carácter jurídico tanto si informa como si tienen carácter
estrictamente normativo.
Es innegable que las aludidas pautas constituyen en nuestro ordenamiento
una regla positiva, cuyo sentido, como bien lo resalta De La Rúa, debe y puede ser
esclarecido por el juzgador a resolver el caso. Se trata –agrega el citado autor- de la
aplicación de la ley; el judicante no está facultado para crear el principio jurídico
sino que debe inferirlo del sistema vigente. “Por eso su deducción y aplicación al
caso concreto no es poder discrecional suyo, sino una tarea de inteligencia jurídica
en que cambia grado e intensidad de la labor interpretativa”11.
Para Barberio y García12 la función de los principios son: a- Explicatoria y
justificatoria, b- Comparativa, c- Interpretativa, d- Integradora, e- Histórica, f-
Axiológica, g- Directiva o programática. Explican los autores:
a- Función explicatoria y justificatoria: Inspiran expresa o implícitamente al
ordenamiento positivo otorgándole una “impronta”, una causa de justificación,
presentándolo como un conjunto no caótico ni estructurado al azar, sino armónico y
dotado de sentido. Al modo de las leyes científicas, los principios tienen una
especial y relevante capacidad explicatoria y didáctica, describiendo y sintetizando
gran cantidad de información de un sector del ordenamiento jurídico.
b- Función comparativa: Facilitan el estudio comparativo, actual e histórico,
de los distintos sistemas procesales, porque su examen permite ubicar o encasillar
a un cuerpo legislativo dentro de un sistema procesal dado, en la medida de sus
ciertas y similares líneas directivas y orientadoras. En alusión a esta función que
cumple los principios procesales, señala Chiovenda que “los procesos de las
diferentes épocas y aun los distintos procesos de una misma época y de un mismo
lugar, distínguense entre sí por la diversidad de los principios que los informa”13.
c- Función interpretativa: Conducen y enriquecen la labor del intérprete,
quien llamado a descifrar el alcance o sentido de una disposición legal u oscura,
obtiene en los principios los criterios valorativos que iluminan la labor y
reconducen los eventuales resultados inarmónicos.
Y es forzoso que la relatividad u oscuridad de los enunciados normativos
que justifican el recurso a los principios no es tan infrecuente como sería deseable.
14 Alexy R. 2008, p. 3.
acertada de una norma procesal si ésta contradice gratuitamente los principios
generales que la informan.
15
S. I C. N° 594-2011, N° 01250-2010 y N° 809-2001.
16
S.I C. N° 809-2001. S. I C. N° 357-2007 y N° 170-2011.