Está en la página 1de 7

Documento

Título: Bullying: responsabilidad parental y del establecimiento escolar


Autores: Folgar, María Laura - Martin, Patricia F.
Publicado en: RDF 69, 13/05/2015, 125
Cita Online: AR/DOC/4816/2015
Sumario: I. Introducción.— II. La ley 26.892.— III. El daño.— IV. La responsabilidad del establecimiento
escolar.— V. Responsabilidad de los docentes.— VI. La responsabilidad de los padres.— VII. Reflexiones
finales
(*)

(**)

I. Introducción
i. Con la sanción de la "Ley para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictiva social en las
instituciones educativas", ley 26.892, se atiende, a buena hora, una problemática que hace rato estaba en la
agenda de las políticas públicas y, mucho antes, en el escenario social.
Se trata de un fenómeno preocupante en la Argentina, que no es sólo nacional, pero sí es propio y
consecuencia de la sociedad que conformamos: violenta, intolerante, excluyente y discriminatoria, con una
fuerte crisis de valores y de autoridad, tanto en la familia como en las instituciones, "...y no es una visión
pesimista o cínica. Es la triste realidad que vivimos cotidianamente: ni la escuela, ni la familia y ninguna otra
institución puede sustraerse por sí sola al estilo violento que vive nuestra sociedad"(1).
La llamada violencia escolar no es un fenómeno nuevo. La escuela siempre fue una caja de resonancia de
otros conflictos: siempre hubo violencia de adultos hacia chicos, pero legitimada y oculta. Lo nuevo es la
violencia de chicos hacia los adultos y hacia otros chicos (2).
ii. El bullying es un término que remite a un tipo de conflicto social que se desencadena en las instituciones
educativas, en el que, a través de conductas psicológicas o físicas, se hostiga a un alumno en el marco del
establecimiento, quebrantando su intimidad, avasallando su dignidad e inclusive violando sus derechos
personalísimos.
Para la OMS, el maltrato implica "toda forma de maltrato físico y/o emocional, abuso sexual, abandono o
trato negligente, explotación comercial o de otro tipo, del que resulte un daño real o potencial a la salud,
supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño en el contacto de una relación de responsabilidad, confianza o
poder".
La escalada de este fenómeno ha ido en constante crecimiento, siendo que inclusive dicho acoso ya no se
encuentra reducido únicamente a las paredes de las escuelas o colegios, sino que el desarrollo de las nuevas
tecnologías y redes sociales ha derivado inclusive en un nuevo tipo de fenómeno denominado "Cyberbullying",
por lo que el acoso ya puede llegar a volverse permanente para la víctima (fuera y dentro del colegio y más allá
del horario escolar).
En particular el cyber-bullying es la utilización de medios electrónicos para difamar, agredir, intimidar o
ejercer cualquier otra forma de acoso psicológico por parte de una persona o un grupo de personas contra una (3)
.
Se pueden clasificar los métodos de acoso cibernético en insultos electrónicos, hostigamiento —dicen y
escriben cosas que exponen al acosado, denigración, los chicos crean grupos con el objetivo de exponer la
intimidad de alguien, humillarlo—; desvelamiento y sonsacamiento —consiste en "sacarle información" y luego
compartirla con muchos otros—; exclusión y ostracismo —"aislar" al elegido—; ciberpersecución y paliza feliz
—agredir a golpes, filmar la escena y subir a foros o redes sociales— (4).
Basta buscar en las páginas de internet de los diarios para tomar conocimiento de la cantidad de casos y de
su gravedad (burlas, gritos, bromas, amenazas, intimidaciones con o sin armas, insultos, roturas de útiles, robo,
puñaladas, deserción, exclusiones, depresiones, suicidios, lesiones, homicidio y masacres —recordar caso de
Carmen de Patagones—, incluso la agresión de padres contra el o los estudiantes que martirizan a sus hijos y, el
peor de los casos, subir a la red la grabación de estos hechos como si fuera un trofeo).
Ya no se trata de actos que perturban el normal desenvolvimiento de la acción áulica o escolar. Hablamos de
patoterismo, portación de armas de fuego y blancas, amenazas a profesores, incidencias trágicas que se
constituyen en verdaderas acciones que van en contra de la dignidad de la persona humana. Hablamos de
violencia física, verbal, institucional, psicológica y "violencia blanca" (p. ej., comunicación violenta) (5).
Nótese que, en general, estos casos extremos no son hechos imprevisibles, sino que son la consecuencia de

© Thomson Reuters Información Legal 1


Documento

la cronicidad y desarrollo de una situación violenta y visible. Ahora bien, hasta la sanción de la presente ley y de
su decreto reglamentario, muchos establecimientos educativos carecían de los lineamientos generales necesarios
para poder afrontar el conflicto que los aqueja.
El relevamiento cuantitativo sobre violencias en las escuelas desde la mirada de los alumnos del Ministerio
de Educación de la Nación, publicado en 2010, refiere que un 72,8% alumnos reporta haber visto a algún
alumno agredir físicamente a un compañero del ciclo básico (primaria) y un 70,4% en el ciclo superior
(secundario). En general, se los discrimina por aspecto físico, nacionalidad o por su orientación sexual (6).
Los padres de los niños o jóvenes que son víctimas buscan respuestas y/o ayuda en los colegios, los que
muchas veces no responden o no los contienen, o, más allá del reconocimiento del problema, no brindan una
solución que ubique a su hijo en otro lugar distinto que el de vulnerabilidad en que se encuentra.
En cuanto a los "sujetos", la particularidad está dada en que siempre existe, como mínimo, un menor
involucrado. Precisamos "como mínimo un menor" ya que la idea de bullying, entendida como violencia entre
pares —dos menores— ha evolucionado, entendiéndose que se configura también cuando el hostigamiento se
produce de un menor a un adulto —docente— o de este último hacia un menor (7).
Específicamente, el bullying (intimidación), término utilizado por el psicólogo noruego Dan Olweus, refiere
al acoso escolar, y para que exista, debe haber por lo menos "cuatro personajes involucrados, a saber: un sujeto
maltratador o victimario, un sujeto sometido o víctima, un sujeto colaborador o encubridor y un sujeto testigo
no participante"(8).
La víctima es un sujeto vulnerable, entendiéndose por vulnerabilidad: "una imposibilidad de defensa frente a
los hechos traumatizantes o dañinos debida a insuficiencia de recursos psicológicos defensivos personales o/y
merced a la ausencia de apoyo externo, además de una incapacidad o inhabilidad para adaptarse al nuevo
escenario generado por los efectos de la situación riesgosa o peligrosa"(9).
Cabe precisar que no todo acto de burla puede constituir bullying. Éste se origina como una burla a otro que
es diferente, pero se nutre en la incapacidad de aceptar esa diferencia. Consecuentemente, frente a esta realidad
ineludible, los operadores de los sistemas educativos deberían estar atentos y capacitados para detectar
inicialmente estas conductas y trabajar para que el acosador o los acosadores puedan reflexionar acerca de ello y
aceptar al compañero con alguna particularidad que los hace sentir autorizados a la discriminación y al
contemporáneo daño en la sensibilidad del otro.
Esta labor de concientización y de aprendizaje en la tolerancia del otro no sólo debe abrevar en las
instituciones sino, también y fundamentalmente, en los hogares, ya que es allí donde, en el proceso de
formación, se adquieren valores por identificación. Esto es, padres intolerantes, homofóbicos, xenófobos,
racistas, etc. generarán conductas iguales o potenciarán las aprendidas en otros sitios en los que sus hijos
interactúan.
Es necesario resaltar la gravedad de la incidencia de esta conducta en la psiquis de los otros, especialmente
si son niños o adolescentes, a veces carentes de recursos internos para afrontar y enfrentar la intolerancia ajena,
lo que les provoca un impacto emocional de envergadura tal que moviliza cambios de colegio y hasta de barrios
o ciudades. Es que niños que pueden padecer de otros desórdenes tales como déficit de atención, trastornos de
desarrollo o inclusive síndrome de Asperger o timidez excesiva, pueden sufrir serios retrocesos si son víctimas
de bullying y si los padecimientos no son detectados a tiempo y neutralizados rápidamente por los docentes,
psicólogos o psicopedagogos.
Una sola persona con un prejuicio del que alardea, si encuentra eco en otras, se convierten en cómplices de
abusos e injusticia.
Por ello es clara "la necesidad de tomar medidas de urgencia ante la certeza de que se ha instalado una
dinámica de bullying en un grupo escolar. Estas medidas apuntan a proteger al niño hostigado, sancionar a
quien hostiga y replantearse temas de convivencia en el curso y en la institución escolar"(10).
II. La ley 26.892
1. Objetivos de la ley 26.892
El norte de esta ley busca garantizar el derecho a una convivencia pacífica, integrada y libre de violencia
física y psicológica, orientando la educación hacia criterios que eviten la discriminación, fomenten la cultura de
la paz y la ausencia de maltrato físico o psicológico, siendo orientadores los principios establecidos por la
Convención de los Derechos del Niño y de la ley 26.061 de Protección de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes, en conjunto con la ley 26.206 de Educación Nacional.
Asimismo, pretende promover la elaboración o revisión de las normas de las jurisdicciones sobre

© Thomson Reuters Información Legal 2


Documento

convivencia en las instituciones educativas, estableciendo así las bases para que estas últimas elaboren sus
propios acuerdos de convivencia y conformen órganos e instancias de participación de los diferentes actores de
la comunidad educativa; establecer los lineamientos sobre las sanciones a aplicar en casos de transgresión de las
normas; impulsar estrategias y acciones que fortalezcan las instituciones educativas y sus equipos docentes, para
la prevención y abordaje de situaciones de violencia y promover la creación de equipos especializados y
fortalecer los existentes en las jurisdicciones, para la prevención e intervención ante tales circunstancias.
2. Principios rectores de la ley 26.892
Los principios destacados en la ley son el respeto a la dignidad e intimidad de las personas; reconocimiento
de los valores, creencias e identidades culturales de todos; el respeto y la aceptación de las diferencias, el
rechazo a toda forma de discriminación, hostigamiento, violencia y exclusión en las interacciones entre los
integrantes de la comunidad educativa, incluyendo las que se produzcan mediante entornos virtuales y otras
tecnologías de la información y comunicación; el derecho a participar de diferentes ámbitos y asuntos de la vida
de las instituciones educativas.
Fomenta la resolución no violenta de conflictos, la utilización del diálogo como metodología para la
identificación y resolución de los problemas de convivencia, el respeto por las normas y la sanción de sus
transgresiones como parte de la enseñanza socializadora de las instituciones educativas.
Finalmente, impone la contextualización de las transgresiones en las circunstancias en que acontecen, según
las perspectivas de los actores, los antecedentes previos y otros factores que inciden en éstas, manteniendo la
igualdad ante la ley, el derecho del estudiante a ser escuchado y a formular su descargo ante situaciones de
transgresión a las normas establecidas y la valoración primordial del sentido formativo de las eventuales
sanciones o llamados de atención.
III. El daño
El bullying produce consecuencias concretas en las personas que lo padecen; algunas de ellas pueden
desarrollarse tanto durante la escolaridad como con posterioridad. Es que "las vivencias —positivas y/o
negativas— sucedidas en el contexto escolar gravitan particularmente sobre la persona, al punto de afirmar que
funciona a modo de 'condicionante' por el resto de su vida"(11).
En efecto, cualquier daño físico que sea producido dentro del establecimiento escolar o en sus
inmediaciones por otro alumno deberá ser debidamente resarcido, al igual que todo otro tipo de daño que se
produzca a la víctima, ya tanto sea en concepto de daño psicológico como de daño moral. Sin lugar a dudas, el
bullying mancilla la personalidad de los niños o jóvenes que se encuentran en pleno desarrollo psicofísico.
IV. La responsabilidad del establecimiento escolar
La escuela es el espacio, el ámbito físico donde se desarrolla la sociabilización prioritaria de los niños. Sin
perjuicio de los años que han transcurrido y de las diferentes concepciones que se pueden tener hoy en día,
nadie dudaría en indicar que la escuela es, para muchos, un segundo hogar.
Ante ello, cabe señalar que nuestros hijos transcurren en muchos casos casi tantas horas en la escuela como
en sus casas, siendo inevitable la necesidad de una acción conjunta destinada a su educación.
"La escuela es la institución que habilita una puerta de entrada al nuevo mundo exterior, impregnado por
distintas violencias. Pero se descuenta que en ella no habrá peligros ni violencias. Al mismo tiempo, los chicos
inventan estrategias para apropiarse de ese lugar y del tiempo, espacio y tiempo reglamentado por una cara
ajena que impone códigos y límites; la maestra o sea la autoridad que los chicos viven como vigilancia que se
mantiene alerta para que ellos acepten límites. Estos fenómenos nos instituyen una territorialidad con
características propias y con historia"(12).
La educación y la vigilancia de los alumnos durante el período en el que se encuentra en el horario y
establecimiento escolar se hallan bajo el control y la guarda de la autoridad educativa, por lo que la prevención
y detección del bullying es una clara responsabilidad de los operadores que componen dicha institución.
Ante ello, entendemos que no resulta justificación válida por parte de la autoridad escolar el
desconocimiento de un caso de bullying por el simple hecho de que la víctima no los alertó o porque otros
compañeros no se lo hicieron saber. Estos intentos de evadir responsabilidad es lo que pretende evitar la
presente ley.
La responsabilidad del establecimiento escolar se encuentra regida por el actual art. 1117 del Código Civil,
que contempla que "los propietarios de establecimientos educativos privados o estatales serán responsables por
los daños causados o sufridos por sus alumnos menores cuando se hallen bajo el control de la autoridad
educativa, salvo que probaren el caso fortuito. Los establecimientos educativos deberán contratar un seguro de

© Thomson Reuters Información Legal 3


Documento

responsabilidad civil. A tales efectos, las autoridades jurisdiccionales, dispondrán las medidas para el
cumplimiento de la obligación precedente...".
El nuevo Código Civil y Comercial modifica el actual art. 1117 y prevé en su art. 1767 que "el titular de un
establecimiento educativo responde por el daño causado o sufrido por sus alumnos menores de edad cuando se
hallen o deban hallarse bajo el control de la autoridad escolar. La responsabilidad es objetiva y se exime sólo
con la prueba del caso fortuito. El establecimiento educativo debe contratar un seguro de responsabilidad civil,
de acuerdo a los requisitos que fije la autoridad en materia aseguradora. Esta norma no se aplica a los
establecimientos de educación superior o universitaria".
Ello así porque "el deber de seguridad ínsito a todo contrato de enseñanza, encuentra su fundamento en
principios fundamentales del derecho tales como la obligación de no dañar (art. 19, CN) y de ejecutar los
contratos de buena fe, de acuerdo a lo que las partes entendieron al contratar, actuando con el debido cuidado y
previsión"(13).
Debe entenderse que "para que el hostigamiento escolar puede ser imputado civilmente al titular del
establecimiento educativo... a) el daño debe ser causado o sufrido por alumnos menores de 18 años; b) el
hostigamiento debe ocurrir o comenzar cuando los alumnos se hallen o debieran hallarse bajo el control de la
autoridad educativa...; c) la víctima de acoso escolar debe probar en sede judicial que ha sufrido daño como
consecuencia del hostigamiento de sus pares"(14).
Nótese que cuando hablamos de bullying, hablamos de una violencia en general visible no sólo para la
víctima sino para los demás, alumnos y autoridades que están obligados a vigilarlos durante el horario escolar.
El establecimiento educativo no sólo brinda enseñanza, sino debe brindar seguridad física y psicológica y
evitar los excesos o situaciones peligrosas que pongan en riesgo la integridad física y moral de los alumnos (art.
1198, CCiv.).
El art. 2º de la ley 26.892, en su inc. J), impone "...el reconocimiento y reparación del daño u ofensa a
personas o bienes de las instituciones educativas o miembros de la comunidad educativa por parte de la persona
o grupos responsables de esos hechos".
El Ministerio de Educación de la Nación, con el acuerdo del Consejo Federal de Educación, debe promover
la elaboración y revisión de las normas sobre convivencia en las instituciones educativas en cada una de las
jurisdicciones educativas del país para todos los niveles y modalidades de la enseñanza (art. 4º); debe regular las
sanciones a ser aplicadas a los educandos en caso de transgresión, considerando determinadas pautas (art. 6º) y
debe promover, junto con los equipos jurisdiccionales, el desarrollo de estrategias y acciones para fortalecer a
las instituciones educativas y los equipos docentes y de supervisión, brindándoles herramientas y capacitación
para la prevención y el abordaje de situaciones de violencia en las instituciones educativas; debe impulsar la
consolidación de espacios de orientación y reflexión acerca de la conflictividad social y elaborar una guía
orientadora que establezca líneas de acción, criterios normativos y distribución de responsabilidades para los
diferentes actores del sistema y las instituciones educativas, de modo de prevenir y actuar ante situaciones de
violencia producidas en el contexto escolar. En esta guía se hará particular hincapié en la necesidad de desplegar
acciones institucionales tendientes a generar condiciones que inhiban el maltrato, la discriminación, el acoso
escolar o cualquier otra forma de violencia entre pares y/o entre adultos y niños, niñas, adolescentes y jóvenes
(art. 8º).
Destaca también en su art. 9º que el Ministerio de Educación de la Nación tiene a su cargo la
responsabilidad de realizar investigaciones cualitativas y cuantitativas sobre las múltiples facetas que adquiere
la problemática de la conflictividad en las instituciones educativas; identificar y desplegar iniciativas de
diagnóstico de las formas que adquiere la violencia en las instituciones educativas ante los nuevos modos de
interacción en entornos virtuales e identificar, sistematizar y difundir a través de los organismos
correspondientes prácticas que han permitido crear condiciones favorables para la convivencia en las
instituciones educativas.
Se ha sostenido que "...cuando el daño se ha producido en el ámbito del establecimiento escolar, el factor de
atribución se vincula con el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, que comprende
una efectiva vigilancia sobre los alumnos (arts. 512, 1109, 1113, primera parte, 1117, responsabilidad indirecta
con culpa presumida, y concordantes del mismo Código), sin perjuicio de la valoración que corresponde
efectuar respecto del comportamiento de la víctima en tanto puede haber coadyuvado en la producción del
infortunio (art. 1111 del mismo Código)..."(15).
Es que no sólo "...la administración puede ocasionar grandes daños a derechos esenciales sin necesidad de
un comportamiento positivo, de una conducta activa, sino por una omisión, por medio de una conducta

© Thomson Reuters Información Legal 4


Documento

omisiva..."(16).
Ello así, deben responder las autoridades escolares que, habiendo tomado conocimiento del acoso escolar de
que era víctima uno de sus alumnos, es decir que existía en el establecimiento escolar la violación a los derechos
humanos de un alumno, en ese ámbito, no hubieran adoptado medida alguna para cesar con esta situación.
V. Responsabilidad de los docentes
Se comprobó que los climas sociales escolares favorables en los que se propicia el dialogo, se abren canales
de comunicación, se valora el esfuerzo del alumno, se minimizan las prácticas autoritarias y se desarrollan
prácticas pedagógicas que facilitan la integración y participación de alumnos, disminuye considerablemente la
frecuencia de situaciones violentas, tanto en lo que respecta al hostigamiento como las manifestaciones de
violencia propiamente dichas (17).
En lo que respecta a la necesidad de denunciar la existencia de un abuso físico, no hay una norma específica
para estas conductas dentro del aula, por lo que quien coordina el grupo es quien tiene la posibilidad directa de
evitar estos comportamientos, el docente a cargo del curso, el responsable de la dirección del colegio y los
titulares del establecimiento educativo (18).
Con relación a la posición del docente: "en función su rol, tiene el deber de actuar como barrera de
contención, esta posición es un requisito fundamental para imputar a un sujeto por la comisión de un delito de
omisión impropia, y lo que hay que valorar es si existe un quebrantamiento en la administración del rol del
docente"(19).
Desde una perspectiva penal, señalamos que es necesario destacar que la imputación penal del docente
procede sólo si hay un resultado lesivo. Lo que distingue a un obrar doloso de uno culposo residen en el aspecto
subjetivo. Es decir, si el docente omitió intervenir en un caso de acoso escolar porque quería que los
hostigadores lesionaran al alumno (dolo); o si el educador simplemente desconocía, aunque hubiera podido
conocer, las circunstancias que fundamentan el deber de actuar, su posición de garante o su posibilidad de obrar
en el sentido requerido por el mandato de acción (culpa)". Claramente "la conducta del docente también podría
quedar subsumida en la figura de abandono de personas"(20) prevista en el art. 106 del Código Penal.
El docente tiene la obligación de no sólo cumplir con los aspectos programáticos de su curso sino también
supervisar todas aquellas cuestiones relacionadas con la modalidad en que se lleva a cabo la clase.
Debe, desde el lugar que ocupa, ejercer su rol de autoridad, destacar la simetría que existe, el respeto, valor
que enseñar como indispensable para coexistir en esta sociedad.
El desconocimiento de la autoridad por parte de los jóvenes produce tanto en docentes como en padres
cierto desconcierto: no hay seguridad en cuanto a cómo poner límites a los jóvenes, tomando el límite tanto en
su aspecto de limitación (sanción) como en su aspecto posibilitador (orientación). Justamente, ante esta
deslegitimación de la autoridad... también observamos una convivencia de normas y valores dispares y hasta
contradictorios entre los adultos, y entre éstos y los jóvenes en los ámbitos escolares (21).
La intervención del docente en la problemática es fundamental, de hecho se ha demostrado que en el ciclo
básico "...se observa que a más intervención docente, menos reporte de maltrato. Con excepción de la
exclusión... la frecuente intervención del docente reduce a la mitad todas las formas de maltrato... las situaciones
de violencia propiamente dichas se reducen significativamente cuando se evidencia frecuente intervención
docente, tanto en el ciclo básico como en el superior..."(22).
El personal educativo cumple un rol fundamental en la lucha contra ese flagelo, no sólo porque puede
detectarlo tempranamente sino también porque, contando con la debida capacitación, puede brindar el primer
asesoramiento a los padres, que en muchas ocasiones no saben cómo proceder, sea desde lo psicológico/familiar
hasta lo legal, en el sentido de que no saben qué deben denunciar y/o adónde (23).
La autoridad debe impartirse de tal forma que respete la dignidad intrínseca del niño, que permita a éste
disfrutar, participar de la vida escolar. La educación debe también respetar los límites impuestos y promover la
no violencia escolar (24). Es dentro de este contexto donde la institución escuela, como sociabilizador
secundario, deberá enseñar a este grupo vulnerable que existen otros modos alternativos de vinculación no
violentos, ni dañinos (25).
VI. La responsabilidad de los padres
Puede afirmarse que el nuevo Código Civil y Comercial argentino transita un sendero que va desde la patria
potestad (derechos y deberes basados en la autoridad de los progenitores) hacia la responsabilidad parental, que
tiene por finalidad que los progenitores escuchen, orienten y "guíen" a sus hijos en el camino que éstos elijan
según su capacidad progresiva (26).

© Thomson Reuters Información Legal 5


Documento

El Código Civil, en art. 1114, prevé: "el padre y la madre son solidariamente responsables de los daños
causados por sus hijos menores que habiten con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad de los hijos si fueran
mayores de diez años. En caso de que los padres no convivan, será responsable el que ejerza la tenencia del
menor, salvo que al producirse el evento dañoso el hijo estuviere al cuidado del otro progenitor. Lo establecido
sobre los padres rige respecto de los tutores y curadores, por los hechos de las personas que están a su cargo".
La responsabilidad atribuida a los propietarios de establecimientos educativos en los términos del art. 1117
del Código Civil no necesariamente excluye la de los padres del agresor. Si bien dejar al hijo en el colegio
produce una transferencia circunstancial en los términos del art. 115 del Código Civil, ello no implica que
durante ese tiempo cesen los derechos y deberes emergentes de la patria potestad, sólo podrán eximirse de
responsabilidad si demuestran que han ejercido una vigilancia activa (27).
Agreden y lastiman porque posiblemente no constituyeron su "deber ser" con conciencia moral y
sentimiento de culpabilidad" y "quien humilla y lastima a otro, sabe que cuenta de alguna manera, con el
silencio el grupo y de su 'presa'... es consciente de que infunde temor y, por lo tanto, está a salvo de la sanción"
(28).

Respecto de la necesaria educación en la formación de los niños, responsabilidad propia del ejercicio
parental, se ha dicho que "en la conformación de la identidad del niño la función del educador tiene una
importante significación al ser una figura de identificación, de guía emocional y de contención afectiva. Las
capacidades afectivas se aprenden y para tal fin alguien debe enseñarlas"(29).
Por todo ello, no cabe duda de la responsabilidad que cabe a los padres de un niño/a agresor cuando, de
haber la institución educativa requerido su colaboración, en cumplimiento a lo establecido por la citada ley y su
decreto reglamentario, aquéllos no prestan la colaboración esperable tendiente a que su hijo modifique el
accionar agresivo sobre otro niño/a víctima de bullying, serán estos últimos quienes deberán responder por los
daños y perjuicios causados por sus hijos menores de edad.
VII. Reflexiones finales
Coincidimos en que la educación es el pilar de una sociedad "vivible". En consecuencia, celebramos esta ley
que —más allá de las modificaciones que pudieran propiciarse para su efectividad— no naturaliza las
situaciones de violencia en el colegio, se hace eco de un grave conflicto social, lo visibiliza y propone
herramientas tendientes a su erradicación.
Debe destacarse, además, que estas líneas de acción que propone la ley se ven robustecidas por una amplia
normativa nacional e internacional, tendiente a resguardar no sólo los derechos a la educación de los niños, sino
la integridad psicofísica de los niños, niñas y adolescentes. En efecto, la ley 26.892, la Convención de los
Derechos del Niño (arts. 2.2, 3.1, 28 y 29), la ley 26.061 (arts. 2º, 6º, 7º, 8º, 9º, 15 y 22, 28 y 29), la ley de
Educación Nacional 26.206 y los arts. 14, 16 y 75, inc. 19, CN, el art. 26 de la Declaración de Derechos
Humanos, la ley 23.592 contra la discriminación, etc.).
Se propicia también que desde las distintas instituciones se concientice a los padres en el ejercicio
responsable de su rol, que se extiende mucho más allá de proporcionar el sustento a sus hijos y que se
materializa, con tiempo, diálogo y un espacio de reflexión, en formar a sus hijos en la idea de que en este mundo
hay lugar para todos y que no hay diferencia alguna (ni de raza, género, elección sexual, apariencia, etc.) que
autorice la violencia con el prójimo ni la más mínima expresión de intolerancia o rechazo a la diferencia.
Y, si ello no fuera suficiente y no hay sanción moral que los convenza, hacerles saber claramente que las
conductas de sus hijos que dañen a otros generarán reparaciones de índole económica.
En igual sentido, se puede concluir que si el establecimiento escolar no ha tomado medida para prevenir el
bullying, deberá responder por su obrar negligente.
Por el contrario, de haber dado cumplimiento a lo establecido por dicha ley y su decreto reglamentario, sin
que ello modifique el accionar del NNyA agresor y probada la falta de colaboración o el claro incumplimiento
al ejercicio de la responsabilidad parental de sus progenitores, serán estos últimos quienes deberán responder
por los daños y perjuicios causados por sus hijos menores de edad.
(*) Abogada (UBA). Maestría en Magistratura (UBA), tesis en preparación. Secretaria de la Defensoría de
Menores e Incapaces n. 1, Ministerio Público de la Defensa.
(**) Abogada (UBA). Abogada. Secretaria interina del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil n.
8. Especialista en Derecho Procesal Profundizado.
(1) Morales, Nélida B., "Escuela violentada. Escuela de violencia", en Violencia escolar, Pasco, p. 122.
(2) Arias, Elsa, "Violencia institucional", en Violencia escolar, cit., p. 87.
© Thomson Reuters Información Legal 6
Documento

(3) Seda, Juan A. (comp.), Bullying. Responsabilidades y aspectos legales en la convivencia escolar,
Noveduc, Buenos Aires, p. 67.
(4) Zysman, María, Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar, Paidós, Buenos
Aires, ps. 65 y 66.
(5) García Pintos, Claudio, "Entre el escritorio y el Pizarrón. Reflexiones sobre la violencia en el aula", en
Violencia escolar, Pasco, p. 49.
(6) www. lanación.com.ar, 13/9/2013.
(7) Bustos, María José, "Situación legislativa de la violencia escolar", LL del 7/2/2013.
(8) Bullying. Matón o víctima ¿Cuál es tu hijo?, Urano, p. 29.
(9) Giberti, Eva, Vulnerabilidad, desvalidamiento y maltrato infantil, Noveduc, p. 28.
(10) Zysman, María, Bullying. Cómo..., cit., p. 124.
(11) Bustos, María José, "Situación legislativa...", cit.
(12) Giberti, Eva, "Niños y adolescentes incluidos en la violencia escolar", en Violencia escolar, cit., p. 32.
(13) Seda, Juan A. (comp.), Bullying. Responsabilidades..., cit., p. 43.
(14) Seda, Juan A. (comp.), Bullying. Responsabilidades..., cit., p. 33.
(15) C. Nac. Civ., sala G, "Gómez, Clara A. v. M.C.B.A. s/daños y perjuicios", 10/12/1996.
(16) González Pondal, Tomás I., "Violencia de menores. Violencia familiar", en www.laleyonline.com.ar.
(17) Míguez, Daniel, Violencia y conflicto en las escuelas, Paidós, Buenos Aires, p. 102.
(18) Capomasi, Romani, "Mirada jurídica del bullying desde la Convención de los Derechos del Niño y
mediación escolar", DFyP, año VI, nro. 5, mayo de 2014, p. 218.
(19) Seda, Juan A. (comp.), Bullying. Responsabilidades..., cit., ps. 42/43.
(20) Seda, Juan A. (comp.), Bullying. Responsabilidades..., cit., ps. 43/45.
(21) Míguez, Daniel, Violencia..., cit., p. 192.
(22) Relevamiento cuantitativo sobre violencias en las Escuelas desde la mirada de los alumnos del
Ministerio de Educación de la Nación, publicado en 2010.
(23) Bustos, María José, "Situación legislativa...", cit.
(24) Liwski, Norberto I, "Violencia escolar y derechos del niño", en Violencia escolar, cit., p. 32.
(25) Cejas, Verónica A., "Violencia familiar. Detección, abordaje y tratamiento desde el ámbito escolar", en
www.laleyonline.com.ar.
(26) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián, "Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el
Proyecto de Código", LL del 9/10/2013.
(27) Del Mazo, Carlos G., "Daños provocados por un adolescente a otro compañero en un establecimiento
escolar ¿existe responsabilidad de los padres del agresor?", DFyP, año 2, nro. 4, mayo de 2010.
(28) Zysman, María, Bullying. Cómo..., cit., ps. 34 y 35.
(29) Mendelewicz, José, "La violencia escolar. Bullying o analfabetismo emocional", DFyP, año VI, nro. 9,
octubre 2014.

© Thomson Reuters Información Legal 7

También podría gustarte