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VALOR
ACTIVIDAD Nº 08
Dado que la Santísima Virgen es nuestra Madre «en el orden de la gracia» «por el don y la
prerrogativa de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus
singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es
tipo de la Iglesia, orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el
misterio de la Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada
Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y
de la madre, pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y
esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una nueva Eva,
practicando una fe, no adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al
mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos
hermanos a saber, los fieles a cuya generación y educación coopera con amor materno»
Para celebrar este misterio de maternidad e imitar las “virtudes” de la Virgen Madre, la
Iglesia compone tres formularios que desarrollan precisamente el tema de María como
Imagen y Madre.
Ante esta ejemplaridad, la Iglesia se encuentra con María e intenta asemejarse a ella: «
Imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo conserva virginalmente la
fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad ». Por consiguiente, María está presente
en el misterio de la Iglesia como modelo. Pero el misterio de la Iglesia consiste también en el
hecho de engendrar a los hombres a una vida nueva e inmortal: es su maternidad en el
Espíritu Santo. Y aquí María no sólo es modelo y figura de la Iglesia, sino mucho más. Pues,
« con materno amor coopera a la generación y educación » de los hijos e hijas de la madre
Esta maternidad suya ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano
en el sagrado Banquete —celebración litúrgica del misterio de la Redención—, en el cual
Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente.( Redemptoris Mater
N°44) Con razón la piedad del pueblo cristiano ha visto siempre un profundo vínculo entre la
devoción a la Santísima Virgen y el culto a la Eucaristía; es un hecho de relieve en la liturgia
tanto occidental como oriental, en la tradición de las Familias religiosas, en la espiritualidad
de los movimientos contemporáneos incluso los juveniles, en la pastoral de los Santuarios
marianos María guía a los fieles a la eucaristía. (Aparecida N° 268)
Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, llamados también “Sinópticos”, nos dan una
visión más exacta y precisa sobre “María”, la madre de Jesús. Cada uno de ellos la sitúa
según su propia fuente.
Mateo presenta el origen de Jesús y hace la comparación de María con las mujeres del
Antiguo Testamento. María es una joven virgen descendiente de la tribu también de David, de
la cual lo es José, ella estaba comprometida con José en matrimonio; pero ocurren los
acontecimientos que se suscitan.
La anunciación a María. Lc 1, 26 – 38
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba
comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la
familia de David. La virgen se llamaba María.
Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas
palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo.
María entonces dijo al ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?». Contestó el ángel:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está
esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto
mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.»
Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal
como has dicho.» Después la dejó el ángel.
El Evangelio de Marcos no habla de María como lo hace Mateo y Lucas; Marcos se concreta
en mencionar en el Cap. 6, 3-6 ¿No es este el hijo del carpintero?
El Evangelio de Lucas, Cap. 1 y 2, sitúa a María, de diferentes maneras, le da el valor que le
corresponde como que es la Madre de Jesús, La Madre de la Iglesia, La Madre de los
creyentes y La Madre Inmaculada Concepción; a continuación unos detalles específicos
sobre los textos marianos según Lucas.
sufren, Dios no quiere que sufran las consecuencias injustas de la pobreza, pero si quieren
que sean solidarios con las luchas del pobre por vencer esa injusticia y vivir plenamente.
Madre de los pobres: María está entregada a los demás para dar vida pero la mejor de las
madres es “la bendita entre las madres” y tiene una manera nueva de ser Madre de Jesús,
Dios y de todos los hombres.
Mujer que vive su fe : María se sintió llamada por Dios a ser Madre de Jesús y luego da su
aceptación que Dios va a ayudar a esta persona para que cumpla una misión que significa,
como Dios va a ayudar a esta persona para que cumpla una misión especialmente importante
y difícil asegurándole así el éxito.
En esta cadena de santas mujeres se prefigura María, que como sus antepasadas, espera con
ilusión la venida del Mesías que redimirá a su pueblo de la postergación a la que por
milenios ha sido sometido.
María sobresale entre los humildes y los pobres del Señor que esperan de él con confianza la
salvación y la acogen. Finalmente con ella, Incelsa hija de Sión, después de la larga espera
de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación.
En el Antiguo Testamento.
Los diversos libros del Antiguo Testamento, han sido escritos, interpretados y enseñados por
varones. Por eso es normal que la imagen de la mujer aparezca un tanto deteriorada.
Citemos algunos aspectos:
En lo religioso:
La mujer no participa del rito. Esto significa que las mujeres no participaban de la bendición
de la alianza y de las promesas por ellas mismas sino a través de sus padres o esposos
quienes las ponían en situación de creyentes de segunda categoría.
Más tarde, ya en el Nuevo Testamento, nos dice San Pablo, que en las ceremonias religiosas
las mujeres “Ni siquiera pueden abrir la boca y si quieren saber algo que se les pregunte a
sus esposos en sus casas”. (1Cor 14, 34-38). Nos preguntamos ¿Será justo este trato a las
mujeres?
En lo humano:
En la mujer lo que interesaba no era su persona (sus cualidades de inteligencia, su
superación, etc.) sino las “tareas” que debería desempeñar en la familia.
En lo Social:
La mujer de la Antigua alianza, estaba restringida en el aspecto social, pues su participación
se supeditaba a lo que le ordene su esposo, pero algunas tuvieron un rol protagónico.
En lo Legal:
Se consideraba a la mujer como una menor de edad, que apenas tenía derechos, pues venía a
ser como un objeto más de entre los bienes del esposo. (Ex 20, 17) o del papá, mientras era
soltera, ella no podía elegir su esposo, lo elegía su padre, si éste no existía, sus hermanos.
En la iglesia:
Se consideraba a la mujer como una menor de edad, que apenas tenía derechos, pues venía a
ser como un objeto más de entre los bienes del esposo. (Ex 20, 17).
En su proyecto de vida con José atendió a los planes de Dios. La concepción de María como
“esposa del Espíritu Santo” se ve cuando desciende sobre ella y obra engendrando el don
supremo de la vida que es Cristo. Y en Pentecostés descendió de nuevo sobre ella para que
fuera también madre de los discípulos y madre de la Iglesia.
Por ello María es fundamentalmente madre con un gran amor desinteresado. La maternidad
constituye por si misma una de las revelaciones más impresionantes del amor de Dios que
ama sin límites a las criaturas aún por encima de las ingratas ofensas de los hijos.
Por eso el amor materno como el de Dios, tiene algo de absoluto e incondicional y se
desborda en los momentos de sufrimiento y fracaso de los hijos; con razón se dice que en la
Tierra, el amor de madre es parecido al gran amor que Dios tiene a la humanidad, aunque
claro, este último rebasa cualquier tipo de amor humano.