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Curso

sobre duelo - AEPSIS

11. Duelo por suicidio

El suicidio está marcado por una serie de estigmas. La mayoría de las personas lo consideran algo
vergonzoso o como un pecado, otros lo consideran como una elección de la propia persona o culpan a la
familia de lo sucedido. Muchas veces se sienten inútiles porque no saben cómo ayudar a los
supervivientes de la pérdida y pueden llegar a evitar la situación por ignorancia. No importan cual sea
razón, lo que importa es tener en cuenta que tanto el suicidio como el dolor que hay detrás de él son
procesos complicados.

Cuando un individuo decide suicidarse este hecho afecta de manera directa a los familiares más
cercanos y directos que conviven con la persona, los demás familiares, amigos, conocidos del barrio,
vecinos, compañeros de estudio y / o compañeros de trabajo.

A raíz de conocer a personas que han intentado suicidarse, se sabe que la intención principal de un
suicidio no es acabar con la vida, sino con el sufrimiento.

Las personas que tienen ideas suicidas se encuentran constantemente luchando contra una angustia y
desesperación emocional que provoca que la vida sea inaceptable para ellos/as. La gran mayoría de las
personas que se suicidan padecen una depresión que empeora su capacidad para resolver problemas
que se le puedan presentar.

Los amigos y familiares de las personas que han muerto por suicidio, suelen sentir un gran desconsuelo
y culpabilidad. A menudo es normal que se pregunten: “¿Por qué esto o por qué a mí? ¿Cómo no pude
darme cuenta?” Sienten una importante culpabilidad por lo que deberían haber hecho y no hicieron, o
por lo que hicieron y no deberían haber hecho. Tienen pensamientos repetitivos que les aparecen
prácticamente a diario.

Muchas personas supervivientes también tienen sentimientos de ira y rabia hacia la persona que se ha
suicidado por haberes abandonado, o sentirse decepcionados al creer que no eran suficientemente
importantes como para que la persona no quisiera suicidarse.

Este tipo de suposiciones dañinas y erróneas pueden estar presentes durante mucho tiempo si no se
afrontan de la manera adecuada. Muchas personas están durante años tratando de entender o de
encontrar un significado y respuestas a un suceso que normalmente resulta incomprensible y no tiene
explicación.

Por otro lado, en la sociedad existe un estigma muy dañino hacia el suicidio y esto hace que los
supervivientes se sientan marginados o aislados. Los supervivientes de seres queridos que han fallecido
por cáncer, por accidente, vejez u otro tipo de muerte suelen recibir comprensión y empatía. Nunca se
les culpa por el cáncer o el Alzheimer, pero no ocurre lo mismo en aquellos familiares supervivientes de
un suicidio.

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Cómo ayudar a un superviviente.

1. Pregúntale si le puedes ayudar y cómo puedes hacerlo

Aunque la persona no quiera recibir tu ayuda en ese momento, demuéstrale que estás ahí para lo que
necesite y que puede contar contigo en cualquier momento. No intentes insistirle o atosigarle,
simplemente no te distancies demasiado y hazle ver que estás a su lado.

2. Ten paciencia.

No le obligues ni estimes un tiempo determinado para la tristeza y el dolor de la persona. El duelo


patológico/complicado puede llegar a durar años. Apóyale y anímale a que comparta historias sobre el
ser querido fallecido y que exprese sus sentimientos sin miedo ni vergüenza. La repetición de esto
puede suponer un importante factor para que se recupere.

3. Escucha activa

Realiza una escucha activa. La persona que ha perdido a un ser querido por suicidio necesita ser
escuchado y comprendido. Muéstrale que le entiendes y que estás a su lado, escucha todo lo que le
nazca comentarte y refuérzaselo.

4. Aceptación plena

Ten en cuenta que suele necesitar expresar sus emociones, algunas veces prefieren estar en silencio y
otras veces pueden manifestar ira, rabia, tristeza o enfado. No evites hablar sobre el suicidio, resulta
importante hacerlo. Puedes manifestar tus sentimientos de dolor y tristeza y nombrar a la persona
querida. Las personas que han experimentado la muerte de un ser querido por suicidio, suelen necesitas
expresar sus sentimientos y emociones con otras personas, así que demuéstrales que tienes empatía,
comprensión y compasión

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12. Duelo por la muerte de un hijo/a

La muerte más dolora y traumática es la que se ocurre cuando mueren niños/as o jóvenes. Se supone
que los hijos sobreviven a sus padres. Es una de las pérdidas (por no decir la más) trágica que existe y el
dolor puede estar presente durante años. Es muy devastadora y suele afectar al funcionamiento
familiar, y al efecto que puede llegar a tener en sus hermanos/as. Los hijos que han sobrevivido pueden
llegar a ser, sin darse cuenta los familiares, el centro del consuelo para aliviar el sentimiento de culpa.

Algunas veces ocurre que intentan sustituir a los hijos supervivientes en el lugar del hijo fallecido, por
ejemplo, intentando que éste tenga las mismas cualidades que el hijo fallecido; o dándole el mismo
nombre al hijo que ha nacido. Es muy importante que los padres expresen sus emociones y sentimientos
con sus hijos, ya que, de este modo, se facilita que también los hijos manifiesten qué y cómo se sienten
con respecto a la muerte del hermano/a y si aparecen sentimientos de culpabilidad o miedo a padecer
la misma enfermedad. Es necesario darles una explicación y hacerles partícipes activamente en el
problema, para que de esta manera sean capaces de realizar un duelo sano.

Este hecho favorece que se normalice la situación de la pérdida y esto también implica dejar ver el
cuerpo de la persona fallecida a toda persona que quiera hacerlo, incluidos los niños. O, asistir a los
tanatorios y/o entierros.

Las formas de afrontar los sentimientos que aparecen tras la muerte del hijo son muy variadas.

Existen padres que conservan la habitación del hijo/a durante años, tal cual el/ella la dejó, otros
intentan evitar y no hablar acerca de los hechos que sucedieron en la pérdida, lo que provoca que otros
hijos posteriores no sepan nada de lo que ocurrió con su hermano/a, aunque el “espiritu” del
hermano/a fallecido esté presente habitualmente, y el hijo que está vivo intente llevar cumplir con las
expectativas que tienen sus padres con él/ella. Cuando vivimos una pérdida hay muchos asuntos sin
resolver que se deben cerrar.

Asuntos prácticos y específicos y otros más emocionales. Los temas instrumentales tienen un
determinado momento y acaban pronto. Hacemos referencia a asuntos como preparar el funeral,
negociar con las compañías de seguros, preparar el papeleo pertinente, etc. Dependiendo de las
circunstancias en que ha ocurrido la muerte de la persona, suele pasar que uno ya ha empezado a
interpretar y gestionar sus emociones y seguirá haciéndolo por mucho más tiempo. En algunas
ocasiones los padres están traumatizados por la muerte y no son capaces de proporcionar ayuda a sus
demás hijos/as. En casos como estos es conveniente buscar redes de apoyo importantes donde los
hermanos/as se sientan animados a expresar sus sentimientos y emociones

Si esto no ocurre así, los niños suelen buscar sus propias respuestas en otras fuentes. Si en momentos
como estos padres e hijos/as son capaces de hablar abiertamente sobre sus emociones y sentimientos,
este es el momento oportuno para crear un vínculo emocional y para el buen desarrollo de la
personalidad del niño/a, que, de no ser así, se podría ver afectada. El proceso del duelo puede ser

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distinto para cada padre en función de la relación que les unía a cada uno con su hijo/a y de sus recursos
de afrontamiento.

Existen una gran variedad de culturas y por tanto muchas maneras diferentes de elaborar el duelo, por
esta razón, Terry Martin y Ken Doka, diferencian entre reacciones después de la pérdida de “duelo en
hombres” y “duelo en mujeres”. Mujeres y hombres después la pérdida pueden llegar a sentir culpa o
rabia por no haber sido capaces de “proteger y ayudar” al ser querido.

Otros pacientes tratan de buscar apoyo en los demás para poder compartir sus sentimientos y temores
hace si mismos. Lo fundamental es que cada persona encuentre su forma que le ayude a desarrollar el
duelo. Si esta fase no llega a elaborarse el paciente es susceptible a la aparición de problemas
psicopatológicos graves o no conseguir adaptarse a la nueva, incluso podría ser que la propia vida nueva
tras la pérdida complique el duelo, tal como en casos de padres divorciados.

Hay muchos modelos de pautas sobre lo que puede hacerse para habituarse a la pérdida y muchos
autores han escrito sobre ello. En este caso R. Neimeyer aporta diez pasos prácticos para la adaptación a
la pérdida, que3 se han de tener en cuenta de una forma orientativa pudiendo ser otros caminos
posibles:

1. Tener en cuenta en serio las pequeñas pérdidas.

2. Darse tiempo necesario para sentir.

3. Tratar de liberar el estrés de una forma sana.

4. Encontrar un sentido a la pérdida.

5. Confiar en alguien.

6. Evitar la necesidad de controlar a los demás.

7. Encontrar de algún modo sentido a la pérdida.

8. Dejar que el cambio llegue sin tratar de evitarlo.

9. Atenerse a las consecuencias de la pérdida.

10. Reiterarse en creencias religiosas o propias, en todas las culturas tiene sus propios ritos
o ceremonias para asumir el fallecimiento de sus miembros y así reforzar los vínculos de
los vivos.

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También se valora la contribución de la persona perdida hacia el mundo y sus cercanos y dar un sentido
a la perdida a través de su legado. En muchas culturas, sobre todo la occidental, el rito religioso como
los velatorios o el luto ha perdido peso en la sociedad y por lo tanto una ceremonia pública podría ser
inútil en el proceso del duelo.

Con todo esto podemos decir que la ritualización sirve como mecanismo para superar la pérdida. Bronna
Romanos y Marion Terenzio hablan sobre que los los rituales sirven para comprender y aportar un
sentido a la existencia humana y son herramientas sociales y culturales que ayudan a mantener el orden
social y a comprender aspectos inaccesibles de nuestro ser. Los rituales aportan un patrón de ciclo vital
que tan base y estructura sobre el desconcierto emocional, además de establecer un orden simbólico a
los eventos vitales y aportan la construcción de un imaginario colectivo. Los rituales que se muestran en
forma de ceremonias públicas o privadas ayudan a comenzar a aceptar la pérdida y la realidad de la
muerte. Los afectados empiezan el proceso de despedida de su ser querido.

A través de estas ceremonias se fortalecen los vínculos afectivos, la gente cercana muestra su apoyo y
se ayuda a mostrar los sentimientos de tristeza donde se comparten y se encuentra consuelo. Cuando se
sufre una pérdida obliga a cuestionarse nuestro conjunto de significados, acaba con las ilusiones y
expectativas sobre la vida y deja un vacío existencial, pone en dudas creencias religiosas o formadas y
crea conciencia sobre la falta de mando sobre el destino propio, de que la muerte es inevitable.

A través del funeral se empieza a transformar el vínculo con la persona fallecida, pasado de una relación
física a una simbólica, es decir que el fallecido comienza a formar parte de los recuerdos. Entonces todas
las historias y recuerdos sobre el ser querido forman parte del reconocimiento de que el ser se ha ido.
Para atravesar el duelo hay un ejercicio básico que se debe realizar y consiste en conformar una nueva
identidad que sea acorde a la nueva situación en la que es visto. Es un ejercicio de reinventarse, de
descubrimiento que puede prolongarse durante años.

Además, cada persona que está atravesando el duelo encuentra, además de los rituales y ceremonias
tradicionales, formas propias de rememorar y solemnizar la pérdida de alguien. Lo que permite sanar
emocionalmente, rememorar recuerdos con el fallecido y mejorar la comunicación familiar.

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