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Curso

sobre duelo - AEPSIS

7. Factores de riesgo del duelo patológico

Existen diversos factores que tienes que tener en cuenta, ya que, pueden generar que un duelo normal
se convierta en un duelo patológico.

1. Por las circunstancias psicosociales


- Valorar si la persona tiene poco apoyo social
- El sentimiento de soledad prolongado y continuado
- Qué tipo de estructura familiar tiene o si hay disfunción familiar
2. Por las características de la pérdida
- Cuando la pérdida era imprevisible debido a que se trata de una persona joven o un
niño, o ha muerto a causa de un accidente
- Muerte confusa o incierta, como cuando no se consigue recuperar el cuerpo de la
persona fallecida
- Proceso terminal largo de la persona fallecida
3. Por las características del vínculo
- Cuando el vínculo es muy intenso (parejas o hijos)
- Si el vínculo es inseguro
- Si existe una dependencia importante de la persona fallecida
- Cuando quedaron temas pendientes sin resolver con la persona fallecida
4. Por características del sujeto en duelo
- Presencia o existencia de psicopatología anterior
- Pocos recursos personales para saber afrontar pérdidas
- Duelos anteriores mal resueltos
- Rasgos de personalidad narcisista histriónica, obsesiva…
- Baja tolerancia a la frustración y al estrés

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8. Tipos de duelo

Además del duelo normal y el duelo patológico, existen otros tipos de duelos que también
puede aparecer en las personas antes o tras la muerte de un ser querido que es importante que
conozcas. Este tipo de duelos son los siguientes:


Duelo anticipado

Cómo sabes, el duelo anticipado es aquel que aparece antes de que la muerte haya ocurrido. Es
un duelo común cuando se diagnostica una enfermedad terminal en algún ser querido cercano.
El proceso de duelo por el que atraviesa esta persona es el habitual, pero este proceso le
prepara psicológica y emocionalmente para la pérdida irremediable de la persona.

El duelo anticipado, es un proceso de duelo bastante largo, en función del pronostico que le
den a la persona con la enfermedad terminal. Puede tratarse de un duelo anticipado de meses
o, incluso, años. No se trata de un duelo tan agudo como los otros tipos de duelo, dado que
cuando se acerca el momento de la muerte, la persona en duelo siente una especie de calma y
alivio por todo lo que ya ha tenido que experimentar.

Duelo sin resolver

Este tipo de duelo se refiere a que la fase del duelo sigue presente. Sin embardo, también se
denomina así al duelo que sigue presente hasta pasado un cierto tiempo (18-24 meses) y
todavía no se ha superado.

Duelo crónico/ complicado/ patológico

En este caso, se trata de otra clase de duelo sin resolver, que no suele remitir con el paso del
tiempo y que puede durar años. También se le puede denominar duelo patológico o duele
complicado.

Este tipo de duelo se suele dar cuando la persona no es capaz de dejar de recordar y revivir con
todo detalle los acontecimientos relacionados con la muerte del ser querido y todo lo que le
sucede, le recuerda a esa experiencia tan dura.

Duelo ausente

En este tipo de duelo, la persona niega que los hechos hayan ocurrido.

Por lo tanto, se trata de que la persona se encuentra en la etapa de negación que ya te he


comentado anteriormente, en la que la persona sigue evitando y negando la realidad de la
pérdida, aunque haya pasado mucho tiempo. Es decir, la persona se ha quedado atascada en
esta fase porque no quiere admitir la situación.

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Duelo retardado/ Congelado

Es muy parecido al duelo normal, con la diferencia de que su comienzo es al cabo de un tiempo.
Suele formar parte del duelo ausente y también puede llamarse duelo congelado. Aparece
normalmente en personas que controlan excesivamente sus emociones y se muestran en
apariencia, fuertes. Por ejemplo, un hombre o una mujer con hijos que debe mostrarse fuerte y
entero/a.

El duelo retardado suele aparecer cuando la persona que lo sufre debe hacerse cargo de cosas
importantes de forma inmediata que requieren su atención, como, por ejemplo, el cuidado de
una familia y de unos hijos, como ya te he comentado.

Duelo inhibido

Este tipo de duelo aparece cuando hay un problema en la expresión de los sentimientos, por lo
que la persona suele evitar el dolor que supone la pérdida. Suele ir asociado a quejas somáticas.
Las limites que tiene la persona en su personalidad, le impiden llorar o afrontar el duelo, a
diferencia del duelo ausente, en este caso, no es un mecanismo de defensa.

Duelo desautorizado

Este tipo de duelo aparece cuando las personas que rodean al deudo no aceptan el duelo de
ésta. Por ejemplo, cuando ha transcurrido bastante tiempo y la familia le reprocha a la persona
que siga en el duelo. Por lo tanto, la persona puede reprimir los sentimientos hacia su familia,
pero por dentro no lo ha superado todavía.

Este tipo de duelo suele darse cuando la persona que ha fallecido llevaba asociado un estigma y
se encontraba excluída, al menos para las personas de alrededor de la persona que lo está
sufriendo (por ejemplo, su familia).

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Duelo distorsionado

Se manifiesta como una reacción bastante desproporcionada a la situación. Suele aparecer


cuando la persona ha experimentado un duelo anterior y se encuentra ante otra nueva
situación de duelo.

Por ejemplo, puede que haya experimentado la muerte de una madre, y al morirse
posteriormente su tío, revive también la muerta de su madre, por lo que todos estos
sentimientos le llevan a una situación mucho más intensa y dolorosa.

Caso práctico

Lucia es una chica de 27 años que hace 3 años perdió a su madre por muerte súbita
mientras dormía por la noche en su cama.

Actualmente, Lucia se encuentra todavía en un proceso de duelo con síntomas
característicos de un duelo patológico/complicado, pero con una intensidad algo
inferior a la que tenia el primer año tras la pérdida.

Lucia es abogada, trabaja en un gabinete con otros compañeros y compañeras, vive
con su pareja y tiene un hermano 5 años mayor y a su padre.
Ella acude a consulta porque “quiere dejar de estar tan triste” y “recuperar la
motivación que tenia por las cosas antes de la muerte de su madre”.

Comenta que todos los días piensa en ella bastante a menudo y que ir a comer o
cenar a restaurantes que iban juntas o, pasear por sitios que iban juntas, le hace
sentirse muy mal y llegar a tener síntomas intensos como palpitaciones o apatía a la
hora de realizar actividades placenteras.

Lucia vivía a solas con su madre cuando esta falleció y le tocó hacerse cargo a ella de
la casa y de todos los asuntos que conllevan llevar un hogar con 24 años.
Tiene muchos amigos y amigas, es muy sociable y siempre intenta hacer planes con la
gente para no estar mucho tiempo sola y evitar pensar en la muerte de su madre.

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9. Frases de consuelo en duelo

Existen algunas frases que solemos decir a una persona que se encuentra en un proceso de
duelo.

Estas frases tienen la finalidad de consolar al doliente, pero es cierto que muchas de ellas lejos
de ayudar y animar, pueden hacer sentir peor.

Algunas de estas frases que deberemos evitar decir son:

• “Tienes que resignarte”


• “Hay que ser fuertes”
• “Tienes más hijos”
• “Eres joven, puede tener otro hijo/a”
• “Podía haber sido peor”
• “Dios aprieta, pero no ahoga”
• “La vida sigue”
• “El tiempo lo cura todo”
• “Es el destino, tenia que suceder, estaba escrito”

Muchas veces cuando se pronuncian este tipo de frases podemos provocar que la persona en
duelo se sienta peor, ya que, en ese estado tan sensible y vulnerable, puede empezar a darle
vueltas a lo que le has dicho y sentirse aun más triste y desanimada.

Algunas de las frases que podrías decir para ayudar a la persona en duelo serían:

• “Estoy aquí para lo que necesites”


• “Cuenta conmigo para todo”
• “Todos estamos contigo, te queremos”
• “Si quieres me quedo a tu lado sentado/a”
• “Si necesitas algo, solo tienes que llamarme”
• “No estás solo/a”

En este tipo de frases, no estamos intentando que la persona haga cosas por sentirse mejor, ni
estamos presionándola a que debe ser fuerte o resignándola a que la vida es así. En este caso,
estamos diciéndole sin presiones, que estamos aquí para cuando lo necesite y para lo que
necesite y eso ayuda más al doliente, ya que, no se siente solo/a.

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10. El sentimiento de culpa

Cuando vivimos una pérdida cercana de un ser querido, habitualmente, suelen aflorar en las personas
supervivientes, un sentimiento intenso de culpa por no haber podido hacer nada por la persona
fallecida.

Este sentimiento de culpa suele acrecentarse en los casos en que la muerte ha sido inesperada, violenta
o se trata de un suicidio.

La persona considera que podría haber hecho más de lo que hizo por salvar la vida de su ser querido y
este sentimiento puede acompañarle durante muchos años de su vida, e incluso, puede ser un
sentimiento de por vida.

Por ello, resulta de vital importancia que cuando una persona tiene esa fuerte sensación de culpabilidad,
sea capaz de reconocerla y pedir ayudar profesional para que le ayude a reducirla e incluso, a eliminarla
por completo de su vida.

Esta culpabilidad puede llevar a la persona que la padece a sufrir una fuerte depresión porque este
pensamiento le persigue de forma constante. Revive millones de veces lo que ocurrió aquel día y se
imagina los pasos y las actuaciones que podría haber hecho para evitar que la persona falleciera o, al
menos, lo hiciera en otras circunstancias más agradables o años más tarde.

En el proceso de duelo, la culpa está relacionada con algo que ha sucedido y que el doliente considera
irreversible. Esta sensación va acompañada de irritabilidad, tristeza y angustia. La imagen que la persona
en duelo tiene de sí misma se ve resentida y el pensamiento está centrado especialmente en los hechos
específicos por los que el doliente se culpa.

En algunos momentos, la culpa que surge en el proceso de duelo se mantiene por las ideas
irracionales que tiene la persona y que son muy extendidas, como por ejemplo: “A ella no le gustaría
que sufrieras” o “Si no superas la muerte, no dejas descansar en paz al fallecido”. Este tipo de
afirmaciones pueden provocar que la persona en duelo se sienta culpable por no superar rápido su
duelo, o por sentirse triste, o por llorar con frecuencia.

A medida que se va desarrollando la asimilación y aceptación de la pérdida de la persona, va


desapareciendo el sentimiento de culpa, o los autorreproches que el doliente se increpa a sí mismo por
disfrutar de las cosas, o por volver a hacer cosas que había dejado de hacer después de la muerte del ser
querido, incluyendo la sensación de culpa por seguir vivo/a. Esto suele ocurrir cuando se va asimilando
la realidad de la muerte.

En las terapias es frecuente observar esa sensación de culpa, por ejemplo, en los padres que sobreviven
a sus hijos, como si no tuvieran derecho a vivir. Durante la elaboración de su duelo y conforme aceptan
lo que ha ocurrido, vuelven a darse permisos y se dan cuenta de que el dolor no es el único camino para
echar de menos a quien han perdido.

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Bien es cierto, que como terapeuta debes tener claro que la culpa no sirve para nada, que solo hace que
machacar a la persona que la padece e incluso, hacerla sentir indigna de afecto y de otras muchas cosas
que resultan vitales para el ser humano.

Como profesionales, debemos trabajar ese sentimiento tan intenso en consulta y conseguir que la
persona se deshaga de esa carga que le acompaña desde hace meses o incluso, años.

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