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Las personas que han sufrido experiencias de pérdida y trauma necesitan sentir que
van a ser sostenidas en su expresión emocional, sea cual fuere; que el terapeuta
ofrezca una plataforma de seguridad donde puedan expresar y permitirse sentir sus
miedos. Ofrecer una figura de protección y guía que responda a la necesidad de
descontrolar de las personas en duelo, abrumadas por sus sentimientos de
tristeza, aflicción, miedo, enfado o necesidad de regresión, es atender su
necesidad de permiso y de protección.
3. Ser validadas en la forma de afrontar el duelo: Paralelamente a la
facilitación de la expresión emocional, el terapeuta acompaña validando estos
sentimientos como algo natural y necesario en el proceso. Al permitir su libre
expresión, confirma la experiencia subjetiva del paciente, normalizando su vivencia.
La mirada incondicional del terapeuta es lo que va a facilitar que el doliente se
permita expresar toda su vulnerabilidad física y afectiva.
4. Estar en una relación de apoyo desde la reciprocidad: no implica que
el terapeuta tenga que haber pasado exactamente por la misma experiencia
de duelo que el paciente, pero sí que el paciente sienta que es acompañado por
alguien que no solo entiende mentalmente su dolor por la pérdida del ser querido,
sino que además sabe algo, por su propia experiencia, de cómo es ese dolor. La
reciprocidad en la relación terapéutica se satisface cuando el paciente, al expresar
lo que siente, percibe que está ante alguien que “sabe” de lo que le habla y que es
capaz de mostrar su subjetividad en la relación interpersonal.
No necesitás estar en duelo, pero como terapeuta conocés el territorio de las
propias pérdidas; explorar el dolor es un camino familiar para ti, así que puedes
comprender desde tu corazón lo que te están contando.
5. Definirse en la forma individual y única de vivir el duelo: la necesidad
de autodefinirse en una relación es la necesidad de experimentar y expresar
que somos seres humanos únicos y diferentes de los otros y que esta
diferencia se respetada por los demás dentro de una relación (Erskine y
otros, 1999). En el duelo, la autoafirmación es una necesidad importantísima,
porque muy a menudo la manera única en que la persona vive su dolor es negada,
minimizada o desautorizada por el entorno.
El terapeuta debe validar todas y cada una de las múltiples maneras especiales que
el doliente tiene de vivir su proceso de pérdida.
Apoyar al doliente en sus decisiones respecto a cómo debe vivir su duelo,
escuchar y dar voz a todo aquello que le fue negado o que él mismo se negó
en aras de la aprobación cultural o social es una manera de responder a esa
necesidad de afirmación.
Brindamos servicio no para arreglar o cambiar al otro sino para ver cómo se vincula
con lo que está viviendo, para saber qué necesita, estando ausentes desde nuestra
voluntad (de que sea lo que queremos que sea).
Si bien no podemos garantizar cómo va a ser el duelo, sí podemos haber cultivado la
capacidad de contener a la persona, brindándole un espacio seguro, íntimo y de
confianza.