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RCP BASICO Y ABANZADO EN PEDIATRIA

INTRODUCCIÓN

La parada cardiorrespiratoria es debida al cese de la actividad mecánica cardíaca y se diagnostica por la falta de
conciencia, pulso y respiración. El conjunto de medidas aplicables para revertirlo se denominan reanimación
cardiopulmonar. Se distinguen dos niveles de reanimación: soporte vital básico y soporte vital avanzado.
En el soporte vital básico se emplean métodos que no requieren tecnología específica: apertura de vías aéreas,
ventilación boca a boca, masaje cardíaco y el desfibrilador.
El soporte vital cardíaco avanzado se realizará si es preciso a continuación del soporte vital básico. Para aplicarlo,
se emplean: desfibrilador, canulación venosa, intubación orotraqueal, ventilación mecánica y fármacos.

Antes de iniciar las maniobras de resucitación cardiopulmonar conviene asegurarse de que se trata realmente de un
paro cardiorrespiratorio, que la víctima no tiene un pronóstico inmediato fatal y que no existe negativa previa por
parte de la víctima o sus familiares a que se practiquen dichas maniobras.
Ante la duda se debe practicar siempre. Es importante conocer cuanto antes el diagnóstico y pronóstico de la causa
del paro cardiorrespiratorio para tratarla y decidir si se deben continuar las maniobras. Es esencial mantener la
homeostasis y valorar el daño neurológico post resucitación cardiopulmonar.
Cuando se produce un paro cardiorrespiratorio, el flujo sanguíneo cerebral queda reducido prácticamente a cero, y
esto puede originar episodios convulsivos que no debemos confundir con aquellos propios de la epilepsia. En estos
casos, se deberá evaluar cuidadosamente si la víctima respira

PARADA CARDIORESPIRATORIA

La parada cardiorrespiratoria (PCR) es la interrupción brusca, generalmente inesperada y potencialmente reversible de la


circulación sanguínea y la respiración espontánea.
En pacientes pediátricos, la parada cardiaca (PC) suele ser consecuencia del deterioro de las funciones respiratorias o
circulatorias secundarias a una enfermedad o accidente. Tiene una alta mortalidad y su pronóstico es multifactorial
(duración, causa, lugar, edad).

La PC más común en Pediatría es la de origen respiratorio, habitualmente cursará con un deterioro previo y progresivo
de las funciones respiratorias y circulatorias, con hipoxemia mantenida, hipoperfusión de órganos en grado variable,
acidosis y finalmente PCR. Las PC súbitas o de origen cardiaco y con ritmos desfibrilables son menos frecuentes (3,8%
en lactantes a 19% en adolescentes).

Con el objetivo de disminuir la morbimortalidad de la PC en Pediatría aplicamos la cadena de la supervivencia, aplicando


medidas de anticipación y prevención, dando soporte vital básico (SVB) y técnicas de RCP de calidad, activando a
equipos de emergencias e instaurando soporte vital avanzado, que deberá incluir control de la vía aérea, oxigenación,
desfibrilación precoz, fármacos (adrenalina, amiodarona) y fluidos, lo antes posible. Tras conseguir la recuperación de la
circulación espontánea (RCE) y considerando la causa de la PC, aplicando medidas de oxigenación, circulación y
neuroprotección adecuadas.

CAUSAS DE PC PEDIÁTRICO

•Fallo respiratorio: obstrucción aguda de la vía aérea por cuerpo extraño (OVACE), laringitis, crup, traqueobronquitis,
asma, bronquiolitis, neumonías, ahogamientos, traumatismos, hemoneumotórax, lesiones o afecciones de pared
torácica.
•Fallo circulatorio: hipovolemia (hemorragias, deshidrataciones, quemaduras) o problema distributivo (sepsis o
anafilaxia).
•Fallo cardiaco primario: infrecuente. Consecuencia de canalopatías, arritmias cardiacas, descompensación de
cardiopatías congénitas y postoperatorias de cirugía cardiovascular.
•Depresión grave del SNC/coma: convulsiones prolongadas, aumento de presión intracraneal (PIC), intoxicaciones,
trauma craneoencefálico (TCE), etc.
•Miscelánea: politraumatismos, lesiones en medio acuático (barotraumas), trastornos metabólicos (hipoglucemia,
acidosis orgánica), inhalación de humo, hemorragias cerebrales y malformaciones en periodo neonatal y síndrome de la
muerte súbita del lactante.

En general, la PCR en el niño suele ser de causa respiratoria y se presenta con más frecuencia en los lactantes, siendo
las causas fundamentales en ellos: el síndrome de muerte súbita (SMSL), las malformaciones congénitas, las
complicaciones de la prematuridad y la enfermedad respiratoria aguda. En el niño mayor de 1 año, la causa más
frecuente de PCR es el traumatismo grave, generalmente, secundario a un accidente con vehículo a motor, seguido por
las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. La PCR de origen cardíaco se observa casi exclusivamente en niños con
cardiopatías congénitas, especialmente en el postoperatorio de la cirugía cardiaca

IDENTIFICACIÓN DE LA PCR

El niño en situación de PCR, se identifica por la presencia de los siguientes tres signos clínicos fundamentales:
1. Inconsciencia, no respuesta a estimulo verbal o dolor
2. Apnea o respiración agónica.
3. Ausencia de signos de circulación (tos, movimientos, respiración efectiva, palidez extrema o cianosis), pulso menor
de 60 lpm en lactantes y niños hasta la pubertad, o ausente en adultos.

La identificación de los signos clínicos propios de la insuficiencia respiratoria y/o cardiovascular permite, por un lado,
detectar precozmente los pacientes con riesgo de presentar
PCR y, por otro, instaurar medidas terapéuticas específicas que prevengan su presentación.

Conviene recordar que, cuando una enfermedad precipita una situación de insuficiencia respiratoria o cardiovascular,
suele existir una respuesta fisiológica inicial de compensación, con la que el organismo pone en marcha una serie de
mecanismos que pretenden preservar la distribución de oxígeno y nutrientes, especialmente a los órganos vitales. Es
en esta fase de compensación, cuando más conviene detectar al niño en riesgo.
INCIDENCIA DE LA PCR EN LA EDAD PEDIÁTRICA

Afortunadamente, la PCR en el niño es un evento raro. La incidencia estimada de PCR extrahospitalaria en la edad
pediátrica, es de 8 a 20 casos/100.000 niños/ por año, y la de PCR hospitalaria, aproximadamente, cien veces
mayor (2-6% de los niños ingresados en unidades de cuidados intensivos) A diferencia con el adulto, generalmente,
no se presenta de manera inesperada, sino que se suele poder predecir. Esto es así, porque la causa que con más
frecuencia conduce a la PCR en el niño, es la insuficiencia respiratoria, que suele instaurarse de manera gradual.

Por el contrario, en el adulto, la PCR es, con más frecuencia, consecuencia de una insuficiencia cardiovascular, que
suele precipitarse de manera brusca y, por tanto, es menos predecible.

PRONÓSTICO DE LA PCR

Estudios recientes demuestran que, aunque del 43% al 64% de los pacientes pediátricos que presentan una PCR
recuperan la circulación espontánea con la aplicación de maniobras de RCP, la supervivencia global a la PCR sigue
siendo baja, superior al 25% en los casos de PCR intrahospitalaria y cercana al 10% en las ocurridas fuera del
hospital.
La supervivencia en los niños con PCR hospitalaria es del actualmente se han identificado algunos factores que
influyen significativamente en la supervivencia y la calidad de vida tras una PCR: el estado clínico previo del
paciente, la causa de la PCR (las de causa respiratoria tienen mejor pronóstico que las de causa cardiaca), la
aplicación precoz de la RCP, la calidad de las maniobras de RCP administradas y la calidad de los cuidados post-
resucitación.

PREVENCIÓN DE LA PARADA CARDIORRESPIRATORIA (PCR)

La cadena de la supervivencia es la secuencia de actuaciones a realizar ante una PCR o su sospecha para reducir
su morbimortalidad. Sus eslabones incluyen la detección precoz, la alerta a los equipos de emergencias (112, sis-
temas de emergencias médicas [SEM], equipo intrahospitalario), la instauración rápida de reanimación
cardiopulmonar [RCP] de calidad, la desfibrilación precoz y medidas avanzadas de soporte vital y postresucitación.
Esta cadena “universal” es aplicable en cualquier parada cardiaca (PC) por cualquier testigo.

El primer eslabón de esta cadena indica la importancia de reconocer a las personas en riesgo de parada cardiaca y
llamar pidiendo ayuda con la esperanza de que el tratamiento precoz pueda prevenir la parada. Los eslabones
centrales representan la integración de la RCP y la desfibrilación como los componentes fundamentales de la
resucitación temprana en un intento de restaurar la vida. La RCP inmediata puede doblar o triplicar la supervivencia
de la PCEH (parada cardíaca extra hospitalaria) por FV. Realizar RCP sólo con compresiones torácicas es mejor
que no realizar RCP.

Tras una PCEH por FV, la resucitación cardiopulmonar con desfibrilación en los 3-5 minutos tras el paro pueden
conseguir unas tasas de supervivencia tan altas como 49%-75%. Cada minuto de retraso en la desfibrilación reduce
la probabilidad de supervivencia en un 10%-12%.

El eslabón final de la cadena de supervivencia, cuidados post resucitación eficaces, tiene como objetivo preservar la
función cardíaca y evitar daño neurológico.
Las diferencias en el tratamiento post parada cardiaca pueden explicar parte de la variabilidad interhospitalaria en el
pronóstico de estos pacientes.

REANIMACIÓN CARDIOPULMONAR

Son un conjunto de medidas y actuaciones que, por un lado, permiten identificar la situación de PCR y, por otro,
pretenden sustituir, primero, y tratar de recuperar, después, la respiración y la circulación espontáneas,
constituyendo el tratamiento esencial de la PCR. Su objetivo fundamental es procurar una distribución suficiente de
oxígeno al cerebro y a otros órganos vitales.

REANIMACIÓN CARDIOPULMONAR BÁSICA

En la RCP básica, las maniobras de reanimación se realizan sin contar con ningún equipamiento específico,
pudiendo ser realizadas por cualquier persona. En la RCP básica instrumentalizada, se contempla la incorporación
de cierto material, con objeto de mejorar la ventilación (bolsas auto inflables, mascarillas faciales y cánulas
orofaríngeas), el tratamiento de los ritmos desfibrilables (desfibrilador semiautomático) y la seguridad del reanimador
(material de protección y bioseguridad).

Secuencia de actuación SVB

1. Garantizar la seguridad del niño y del reanimador:

Antes de iniciar la RCP, se asegurará la integridad del niño y la del reanimador, movilizando, si es preciso, a la
víctima a un lugar seguro.

El reanimador se protegerá con todas las medidas que tenga disponibles (guantes, métodos

2. Comprobar la respuesta a la estimulación:

Comprobaremos el estado de consciencia del paciente hablando en voz alta cerca de los oídos o estimulándolo
suavemente. Estimular al niño: primero verbalmente preguntando en voz alta “¿cómo estás?” o llamándole por su
nombre, si se conoce. Si no hay respuesta, aplicar estimulación táctil intensa o dolorosa (p. ej., pellizcos), evitando
sacudidas vigorosas. Se considerará que el niño responde si habla, llora, grita o se mueve.

• Si responde se dejará en posición de seguridad o como se encuentre siempre que no corra peligro, activando
equipos de emergencias e informando del suceso. Reevaluaremos periódicamente.

•Si no responde, gritaremos “ayuda” alertando al entorno sin dejar de hacer las maniobras de RCP

3. Optimizar la posición del niño

Colocar al niño sobre una superficie dura y plana (fundamental para optimizar la calidad de las compresiones
torácicas), en decúbito supino y con la cabeza, cuello, tronco y extremidades bien alineados.
Si se sospecha la presencia de lesión espinal (accidentes de tráfico, caídas desde cierta altura, etc.), se movilizará
al niño en bloque, al menos por 2 reanimadores, procurando proteger la columna cervical.

4. Pedir ayuda

 Pedir ayuda
 Si el niño está en un lugar donde se dificulte realizar maniobras de reanimación hay que movilizarlo.
 Lo colocaremos en decúbito supino, alineado en una superficie plana, lisa y dura, con cabeza, cuello y
tronco alineados si existe sospecha de lesión a nivel cervical la inmovilización se debe hacer protegiendo la
columna cervical y si es posible por al menos 2 reanimadores

5. Abrir la vía aérea: (A)

Ya que, en el niño inconsciente es frecuente la obstrucción parcial o completa de la vía aérea por la lengua o por
secreciones/cuerpos extraños, es esencial aplicar correctamente las maniobras de apertura de la vía aérea, para
permitir una correcta ventilación posteriormente.

• Maniobra frente mentón: es la maniobra de elección. Una mano del reanimador en la frente y la otra elevando el
mentón extendiendo la cabeza hasta una posición neutra en el lactante, y algo más, hasta la posición de “olfateo”,
en el niño. Es importante, no hacer presión sobre los tejidos blandos bajo la mandíbula, ya que esto puede obstruir
la vía aérea.
• Maniobra de tracción mandibular: similar a la anterior pero, en este caso, no se produce extensión cervical con
la mano de la frente, y con la otra mano se tracciona de la mandíbula hacia arriba y hacia adelante, colocando el
pulgar tras los incisivos y el índice y el corazón bajo el mentón. Esta técnica se debe emplear cuando se sospeche
lesión cervical.
Tras abrir la vía aérea, inspeccionar la cavidad oral en busca de cuerpos extraños, procurando retirarlos mediante
barrido lateral con el dedo, solo si están claramente accesibles.

 Comprobar si existe respiración espontánea:

Comprobar la presencia de respiración espontánea acercando la mejilla a la boca del niño, para “ver” si
hay excursiones torácicas, “oír” si hay ruidos respiratorios y “sentir” en su mejilla el movimiento del aire.
En este proceso no se debe invertir más de 10 segundos.
Si el niño está inconsciente y no respira o presenta movimientos respiratorios ineficaces, en forma de
bocanadas ocasionales, se deben administrar 5 ventilaciones de rescate, para demostrar la
permeabilidad de la vía aérea.

6. Administrar 5 insuflaciones de rescate: Ventilar (V)

Con las ventilaciones de rescate se pretende fundamentalmente demostrar la permeabilidad de la vía


aérea. Dar 5 insuflaciones, manteniendo la apertura de la vía aérea, con técnica de “boca a boca-nariz”
en el lactante o “boca a boca” en el niño, o con mascarilla facial y bolsa autoinflable (RCP básica
instrumentalizada)

Posición de seguridad.
a. Colocar el brazo del niño más próximo al reanimador en ángulo recto al cuerpo con el codo girado hacia la
cabeza y la palma de la mano mirando hacia arriba.
b. Colocar el otro brazo del niño del niño cruzando el tórax del niño hasta que la palma de la mano toque la mejilla
opuesta.
c. Sujetar y doblar la pierna más lejana del niño por debajo de la rodilla con la otra mano y girarla hacia el
reanimador unos 90º
d. Girar al niño hasta dejarlo en una posición casi lateral. La postura debe ser estable y para ello debe necesitarse
colocar una almohada en la espalda y asegurar q la cadera y rodillas dobladas queden en anulo recto.

Si no se consigue movimiento torácico con las primeras insuflaciones de rescate: optimizar la posición de apertura de la vía
aérea y asegurar el correcto sellado de la boca y la nariz del niño.
• Si aun así no se consigue expandir el tórax: considerar que existe una obstrucción completa de la vía aérea, e
iniciar en ese momento las compresiones torácicas, sin necesidad de comprobar la circulación.
• Si se consigue expandir el tórax, al menos con 2 de las 5 insuflaciones: se descarta la obstrucción completa de la
vía aérea, y se debe continuar con la evaluación de la situación circulatoria

Tras las 5 ventilaciones de rescate, evaluaremos los signos de circulación (<10 s):
• Comprobar el estado circulatorio mediante la búsqueda de “signos de vida” (movimientos, tos o
respiraciones normales), sin emplear para ello más de 10 segundos. Habitualmente, esto se puede hacer
mientras se administran las 5 insuflaciones de rescate.

Si se detectan signos de vida o si se palpa con seguridad un pulso central a una frecuencia mayor de 60 por minuto:
continuar manteniendo la apertura de la vía aérea, administrando entre 12 y 20 ventilaciones por minuto, según la
edad del niño. Reevaluar continuamente, la situación respiratoria y circulatoria hasta que llegue personal del SEM o
más cualificado, o hasta que se recupere la respiración espontánea, debiéndose colocar al niño en posición de
seguridad en ese momento.
• Si no hay signos de vida: administrar compresiones torácicas.

7. Administrar compresiones torácicas: (C)

Las compresiones torácicas son la piedra angular de la RCP básica; por lo que, la administración precoz y con
calidad de las mismas es un objetivo prioritario. Para conseguir compresiones de calidad, se deben cumplir las
siguientes recomendaciones:
Comprimir “rápido y con fuerza” administrar “al menos” 100 compresiones/ minuto, deprimiendo “al menos” un tercio
del diámetro torácico anteroposterior (unos 4 cm en lactantes y 5 cm en niños). Permitir una expansión torácica
completa tras cada compresión, buscando favorecer el máximo llenado del corazón.
Con respecto a la técnica de las compresiones

Técnica del masaje cardíaco:

La presión ejercida debe deprimir el esternón al menos un tercio del diámetro anteroposterior del tórax (4 cm en
lactantes, 5 cm en niños y hasta 6 cm en adultos), el ritmo será 100-120 lpm, usando el mismo tiempo de presión que
de descompresión.

 Recién nacidos y lactantes: la compresión torácica se puede realizar:

Abarcando el tórax con las dos manos: se colocarán los pulgares sobre el tercio inferior del esternón mientras se
abarca el tórax con el resto de los dedos y se comprimirá el esternón con los dos pulgares deprimiendo
aproximadamente un tercio de la profundidad del tórax. Esta técnica es más efectiva y está indicada cuando hay dos
reanimadores y el reanimador puede abarcar el tórax entre sus manos.

Con dos dedos: se colocarán los dedos medio y anular en el tercio inferior del esternón. Con la punta de los dedos se
deprimirá el esternón aproximadamente un tercio de la profundidad del tórax. Esta técnica es preferible cuando hay
un solo reanimador.

 niños (desde el año hasta la pubertad): el masaje cardíaco se puede realizar con el talón de una mano (fig. 13) o, si el
niño es muy grande o el reanimador no tiene suficiente fuerza física, con las dos manos.

Se debe colocar el/los brazo/s, en posición vertical sobre el tórax del niño para presionar con más facilidad y deprimir
aproximadamente un tercio de la profundidad del tórax. Levantar la punta de los dedos para asegurar que la presión
no se aplica sobre las costillas. La compresión debe ser rítmica y debe durar el 50 % del ciclo, dejando que el tórax
vuelva a su posición normal sin retirar la mano del lugar de compresión.

Comprobación de la eficacia de las maniobras de RCP:


Cada 2 minutos desde el inicio de la RCP, se detendrá brevemente la secuencia de compresiones-ventilaciones para
reevaluar la presencia de respiración y circulación espontáneas, debiéndose emplear para ello el menor tiempo posible (no
más de 10 segundos).
OBSTRUCCIÓN DE LA VÍA AÉREA POR CUERPO EXTRAÑO

PACIENTES CONCIENTES

TOS EFECTIVA: Si el niño respira eficazmente (habla o llora y tose con fuerza):
Animar a que el niño siga tosiendo o a que el lactante llore, vigilando su condición respiratoria y si se produce o no la
expulsión del CE.

TOS INEFECTIVA: Si el niño no respira eficazmente (habla o llora con debilidad, tos ineficaz):
Realizar golpes interescapulares y compresiones torácicas o abdominales (tandas de 5) para intentar aumentar la
presión intratorácica y expulsar el cuerpo extraño
En lactante alternaremos 5 golpes interescapulares con 5 compresiones torácicas, manteniendo la cavidad bucal por
debajo del tórax.
En el niño alternaremos 5 golpes interescapulares con 5 compresiones abdominales.

• Revisar la cavidad oral y, solo si se identifica un CE accesible, intentar extraerlo realizando una maniobra de gancho
con el dedo, haciendo un barrido de un lado a otro de la boca.
• Si no se identifica un cuerpo extraño o éste no es accesible, se aplican las siguientes maniobras de desobstrucción

.
Maniobras de desobstrucción en el lactante

 El lactante debido a su menor tamaño y manejabilidad, puede colocarse en un plano inclinado (cabeza más baja) lo
que favorece la expulsión del cuerpo extraño.

 Dar 5 golpes en la espalda. Se sujetará al lactante "boca abajo" (decúbito prono) colocándolo sobre el antebrazo, que
a su vez se puede apoyar sobre el muslo con la cabeza más baja que el tronco. La maniobra puede hacerse sentado
con lo que se consigue realizar las maniobras con mayor seguridad. Una vez colocado se golpeará cinco veces con el
talón de la otra mano en la zona interescapular, debiendo ser estos golpes rápidos y moderadamente fuertes.

 Dar 5 compresiones en el tórax (fig. 18). Sujetando la cabeza se colocará al lactante "boca arriba" (decúbito supino)
apoyándolo sobre el otro antebrazo. Después se darán 5 compresiones torácicas con dos dedos (índice y medio) y en
dirección a la cabeza, en el mismo punto indicado para las compresiones cardíacas (tercio inferior del esternón), pero
más fuertes y más lentas que en la RCP. En el lactante están desaconsejadas las compresiones en la región
abdominal ya que el riesgo de rotura de vísceras abdominales (hígado, bazo) es elevado.
 Después de cada ciclo de 5 compresiones interescapulares y torácicas, se debe reevaluar el estado del lactante, ver
si está consciente, si respira o tose y si el objeto está accesible (no dedicar a ello más de 5-10 s). Si no se consigue
desobstruir la vía aérea y el lactante continuo consciente pero con tos inefectiva se repetirán las maniobras.

Maniobras de desobstrucción en el niño

La principal diferencia con el lactante es la sustitución de las compresiones torácicas por las compresiones
abdominales conocidas como maniobra de Heimlich, cuya finalidad es aumentar la presión intraabdominal y de forma
indirecta la presión intratorácica. Esta maniobra se realizará con el niño en bipedestación.

 Golpes interescapulares. Con el niño en bipedestación y ligeramente inclinado hacia delante se le darán 5 golpes en
la región interescapular.

 Compresiones abdominales. Posteriormente se realizarán 5 compresiones abdominales. Para ello, el reanimador se


situará de pie detrás de la víctima y lo sujetará; por detrás, pasando los brazos por debajo de las axilas. Se colocará
la mano derecha en forma de puño con el pulgar flexionado hacia dentro, apoyándola en la línea media del epigastrio,
entre el esternón y el ombligo. Con la otra mano se agarrará el puño y realizará un movimiento de presión dirigido al
mismo tiempo hacia atrás y arriba. Este movimiento debe realizarse con fuerza y brusquedad, con el fin de aumentar
bruscamente la presión y movilizar el cuerpo extraño.

 Después de cada ciclo de 5 compresiones interescapulares y abdominales, se debe reevaluar el estado del niño, ver
si está consciente, respira o tose y si el objeto está accesible (no dedicar a ello más de 5-10 s). Si no se consigue
desobstruir la vía aérea y el niño continúa consciente pero con tos inefectiva, se repetirán los ciclos de 5 golpes en la
espalda y 5 compresiones abdominales, hasta que empiece a toser o respirar o, por el contrario, pierda la
consciencia.

Ante la pérdida de la conciencia iniciar RCP

Si el lactante o el niño pierden la consciencia se actuará como si estuvieran en PCR, utilizando el mismo algoritmo en
el lactante y el niño.

1. º Se pedirá ayuda.

2. º Se abrirá la vía aérea, se observará si existe cuerpo extraño y se intentará eliminar si está accesible.

3. º Se comprobará si respira.

4. º Si no respira se realizarán 5 insuflaciones de rescate comprobando si expande el tórax:

5. º Al minuto, se activará el sistema de emergencias.

6. º Cada 2 min se examinará la boca para ver si existe cuerpo extraño y se comprobará la respiración y la presencia
de signos vitales

RCP INMEDIATO Y AVANZADO


La RCP avanzada comprende el conjunto de medidas que deben aplicarse para el tratamiento definitivo de la RCP
hasta el restablecimiento de las funciones cardiaca y respiratoria. Para ello se optimiza al máximo el transporte de
oxígeno, mientras se efectúa el diagnóstico y tratamiento específico de la causa de la PCR.

Durante esta fase se completan los pasos A, B, C de la RCP básica con ayuda de equipo auxiliar, continuando con
los pasos D (vías venosas, drogas, fluidos), E (monitorización estable y diagnóstico ECG) y F (tratamiento de las
arritmias cardiacas). Precisa de equipamiento y debe ser efectuada por personal con formación específica en estas
técnicas

1. OPTIMIZACIÓN DE LA APERTURA DE LA VÍA AÉREA (A)

La mejor técnica para la apertura de la vía aérea es su aislamiento mediante intubación endotraqueal, que debe practicarse
tan pronto como sea posible. Sin embargo, la intubación precisa un tiempo para preparar el equipo, durante el cual debe
mantenerse la apertura de la vía aérea iniciada en la RCP básica usando dispositivos que permitan abandonar la tracción
del mentón, tales como cánulas orofaríngeas o nasofaríngeas.

Cánulas orofaríngeas:

Mantienen la vía aérea permeable, deprimiendo la parte posterior de la lengua. La técnica de colocación es igual que en el
adulto, introduciendose con la concavidad hacia arriba hasta que la punta llegue al paladar blando, en cuyo momento se
rota 180º y se desliza detrás de la lengua. En los lactantes pequeños se introduce con la convexidad hacia arriba,
ayudándose de un depresor y laringoscopio para desplazar la lengua.

Debe utilizarse la del tamaño adecuado según la edad, siendo éste igual a la longitud desde los incisivos superiores al
ángulo mandibular. Los tamaños oscilan entre 4 y 10 cm de longitud. Si se emplea una cánula demasiado grande o se
coloca incorrectamente puede desplazar la lengua hacia atrás y obstruir la vía aérea, y si es demasiado corta no se
conseguirá el fin que se persigue.

No debe utilizarse en pacientes conscientes, ya que puede inducir el vómito con riesgo de aspiración, o laringoespasmo. Es
conveniente su empleo en la ventilación con mascarilla.

Cánulas nasofaríngeas:

Pueden ser empleadas en el niño consciente, ya que son mejor toleradas. La longitud apropiada equivale a la distancia
entre la punta de la nariz y el trago, existiendo tamaños entre 12 y 36F. Al colocarse pueden producir lesiones en adenoides
o mucosa nasal, dando lugar a hemorragia y empeoramiento de la obstrucción de la vía aérea.

Aspiración de secreciones:

Es preciso realizar aspiración de boca, faringe y tráquea, utilizando sondas del tamaño adecuado a la edad del niño. La
presión del sistema de aspiración no debe sobrepasar un máximo de 80-120 mmHg. Se emplea técnica estéril, precedida y
seguida de ventilación con oxígeno al 100%, monitorizando la frecuencia cardiaca, ya que puede producirse bradicardia por
estímulo vagal.

2. OPTIMIZACIÓN DE LA VENTILACIÓN (B)

Antes de intubar al niño se le debe ventilar con bolsa y mascarilla y oxígeno a la concentración más elevada posible.
 Bolsa de reanimación

La bolsa de reanimación o resucitador consta, de forma simplificada, de una bolsa autoinflable y de una válvula que
impide la reinspiración del aire espirado. Existen 3 tamaños diferentes: modelo neonatal con una capacidad de 250
ml; modelo infantil con una capacidad de más de 450 ml; y modelo de adulto con una capacidad de 1.600-2.000 ml.
En RCP pediátrica se utilizarán únicamente los modelos infantil y adulto, empleándose uno u otro según la edad del
paciente (tabla 1). Los resucitadores empleados en RCP no deben tener válvula de sobrepresión, o si la tienen debe
existir la posibilidad de que sea anulada, ya que la presión requerida durante la RCP puede exceder la presión
limitada por la válvula y proporcionar volúmenes insuficientes, especialmente durante la ventilación con mascarilla.
Los resucitadores manuales deben disponer de una bolsa o tubo reservorio en la parte posterior para que al
conectarse a un caudalímetro con un flujo de oxígeno de 15 l/min puedan aportar una concentración de oxígeno
superior al 90 %.

Mascarilla facial

Las mascarillas faciales varían de tamaño y forma según la edad. La mascarilla correcta es aquella que proporciona
un sellado hermético en la cara, desde el puente de la nariz hasta la hendidura de la barbilla, cubriendo la nariz y la
boca sin comprimir los ojos. Debe disponer de un borde de silicona o de un manguito con cámara de aire para
conseguir un contacto más estrecho con la cara y evitar que se produzcan fugas durante la ventilación. En menores
de 6-12 meses pueden utilizarse indistintamente mascarillas redondas o triangulares, mientras que en los mayores de
esa edad deben ser triangulares. Las mascarillas deben ser transparentes, con el fin de poder observar el color de los
labios y si se produce regurgitación de contenido gástrico.

Técnica de ventilación con bolsa y mascarilla.

 Colocar la cabeza en la posición de "olfateo". El grado de hiperextensión será variable, mayor grado de
hiperextensión cuanto mayor sea el niño. En los lactantes se mantendrá una posición neutra, evitando la
hiperextensión.

 Colocar una cánula orofaríngea.

 Elegir una mascarilla del tamaño apropiado y colocarla sobre la cara bien ajustada.

 Colocar el dedo pulgar sobre la zona nasal de la mascarilla, el dedo índice sobre la zona mentoniana y el resto de los
dedos debajo del mentón manteniendo la elevación de la mandíbula (fig. 7). En los niños pequeños colocar los dedos
4.º y 5.º detrás del ángulo de la mandíbula y el 3.º debajo del mentón, desplazando hacia arriba y adelante el maxilar
inferior. Con la otra mano manejar la bolsa de reanimación.

 La distensión gástrica puede ser minimizada mediante la aplicación de presión en el anillo cricoides para comprimir el
esófago (maniobra de Sellick). Hay que tener en cuenta que en los lactantes, una excesiva presión sobre el cricoides
puede colapsar la vía aérea. Si dos reanimadores pueden ocuparse de la vía aérea, uno se encargará de asegurar un
sellado correcto de la mascarilla con ambas manos, mientras el otro maneja la bolsa de reanimación y efectúa la
maniobra de Sellick (fig. 8).

 Insuflar el volumen mínimo suficiente para movilizar el tórax.

 La frecuencia respiratoria será de 12 a 20 resp./min en el lactante y niño; debe evitarse la hiperventilación, ya que
además de disminuir el flujo cerebral aumenta la presión intratorácica.

Si el reanimador tiene poca experiencia en intubar o el paciente tiene especial riesgo durante la maniobra de
intubación (niño politraumatizado) y no es posible utilizar otra alternativa como la mascarilla laríngea, se puede
mantener al niño con ventilación con bolsa y mascarilla. En algunos casos, la ventilación con bolsa de reanimación y
mascarilla puede ser casi tan efectiva como la ventilación a través del tubo endotraqueal y con menos
complicaciones, siempre que se mantenga durante períodos cortos de tiempo (transporte rápido)

Intubación endotraqueal

La intubación endotraqueal constituye el método definitivo para asegurar la permeabilidad y el aislamiento de la vía
aérea 1-4. Además, garantiza una ventilación y un aporte de oxígeno adecuados, previene la distensión gástrica y la
aspiración pulmonar, facilita la aspiración de secreciones de la vía aérea, permite administrar algunos de los fármacos
empleados en la RCP mientras se consigue un acceso vascular y elimina la necesidad de sincronización entre la
ventilación y el masaje cardíaco, no siendo necesario interrumpir este último durante la ventilación. Finalmente,
permite aplicar presión positiva al final de la espiración (PEEP) en los casos de hipoxemia refractaria.

La intubación durante la RCP se efectuará por vía orotraqueal ya que es más rápida y presenta menos
complicaciones que la vía nasotraqueal. Existen varias diferencias anatómicas en la vía aérea del niño con respecto
al adulto que hay que tener presentes al realizar la intubación: la lengua es proporcionalmente mayor; la laringe es
más estrecha y más corta, y está situada más alta y anterior, su ángulo con respecto a la lengua es más agudo, y la
epiglotis es proporcionalmente más larga y en forma de omega. Por estas razones, se recomienda la utilización de un
laringoscopio con pala recta en recién nacidos y en lactantes pequeños. El calibre de la tráquea de los niños es más
pequeño, presentando los menores de 8 años el mayor estrechamiento a nivel del cartílago cricoides, que
proporciona un anclaje anatómico para el tubo endotraqueal. Por esta razón, en los lactantes y niños menores de 8
años se aconsejaba utilizar tubos sin balón para minimizar la lesión de la mucosa traqueal. Sin embargo, se ha
demostrado que los tubos con balón son seguros tanto en niños como en lactantes, y son más eficaces en
situaciones de aumento de las resistencias en las vías aéreas, disminución de la distensibilidad pulmonar o fuga
importante a nivel de la glotis, situaciones que son más frecuentes en la PCR hospitalaria 5. El balón se inflará con el
mínimo volumen necesario para que no haya fuga aérea, evitando siempre que la presión de inflado sobrepase los 20
cmH2O.

Secuencia de intubación endotraqueal

 Ventilar con bolsa y mascarilla y oxígeno al 100 % (ver más adelante en ventilación).

 Monitorizar con electrocardiograma (ECG) y pulsioximetría, aunque ésta es poco valorable en situaciones de PCR y
shock profundo.

 Elegir el calibre del tubo endotraqueal y comprobar el material de intubación, especialmente el aspirador, la luz del
laringoscopio cuya pala debe ser del tamaño adecuado a la edad del paciente, y el balón del tubo endotraqueal
seleccionado. El calibre interno del tubo endotraqueal recomendado es:

¬ En los recién nacidos a término y lactantes menores de 6 meses: 3,5 mm.

¬ En los niños entre 6 meses y 1 año: 4 mm.

¬ En los niños mayores de 1 año se puede utilizar la siguiente fórmula:

Calibre del tubo endotraqueal (diámetro interno) = 4 + (edad años/4).

Siempre se deben tener preparados un tubo de calibre superior y otro inferior por si fueran necesarios.

 Intubación (técnica):

– Alinear al paciente con la cabeza en extensión moderada, menor cuanto más pequeño sea el niño. En los niños
menores de 2 años bastará con colocar la cabeza en posición de "olfateo" (fig. 2), no siendo necesaria la extensión
del cuello para la intubación oral, ya que la laringe se sitúa en una posición más anterior que en el adulto, y la
extensión del cuello desplazaría la laringe más hacia delante, haciendo más difícil la intubación. Si existe sospecha
de traumatismo, mantener la cabeza en posición neutra con inmovilización cervical simultánea durante la intubación.

– Coger el laringoscopio con la mano izquierda. Abrir la boca con los dedos pulgar e índice de la mano derecha e
introducir la pala del laringoscopio por el lado derecho de la boca, desplazando la lengua hacia la izquierda.

– Avanzar la hoja del laringoscopio hasta la base de la lengua (vallécula) en caso de usar la pala curva, o hasta
deprimir ("calzar") la epiglotis si se utiliza una pala recta (figs. 2 y 3).

– Una vez visualizada la epiglotis, traccionar verticalmente del mango del laringoscopio hasta visualizar la glotis. En
algunos casos puede ser útil deprimir la tráquea desde fuera.

– Introducir el tubo endotraqueal con la mano derecha por la comisura labial derecha hasta la desaparición del balón a
través de las cuerdas vocales o de la marca negra en los tubos sin balón. La longitud a introducir el tubo endotraqueal
desde la comisura bucal puede calcularse mediante la fórmula siguiente:

Longitud a introducir (cm) = n.º de tubo x 3, o en niños mayores de 2 años = 12 + (edad/2)

La intubación debe intentarse únicamente si se visualiza la glotis completamente, en caso contrario es muy probable
que el tubo se introduzca en el esófago provocando una situación de hipoxia. En caso de intubación orotraqueal difícil
un estilete semirrígido introducido en la luz del tubo facilitará el paso de éste a través de las cuerdas vocales. El
estilete debe lubricarse previamente y la punta no debe sobrepasar el extremo distal del tubo para evitar lesionar la
laringe o la tráquea.

– Una vez que el paciente está intubado, inflar el manguito si se trata de un tubo con balón y comprobar que su
posición es correcta evaluando los siguientes signos:

 Ambos hemitórax se expanden simétricamente durante la ventilación con presión positiva.


 El tubo se empaña durante la espiración.
 Ausencia de distensión gástrica.
 Auscultación anterior y axilar con presencia de murmullo vesicular en ambos pulmones.
 Ausencia de ruido de entrada de aire en la auscultación del hemiabdomen superior (estómago).
 Mejora de la saturación arterial de oxígeno (SaO2) en la pulsioximetría y de la frecuencia cardíaca si el paciente no
está en PCR.

a)Si hay dudas, es imprescindible comprobar la posición del tubo mediante laringoscopia directa.

b)Si se sospecha intubación en el bronquio principal derecho (asimetría de movimientos torácicos y de la auscultación
pulmonar), extraer progresivamente el tubo de 0,5 en 0,5 cm, hasta que se ausculte el hemitórax izquierdo igual que
el derecho.

– Una vez confirmada la posición correcta del tubo es importante marcarle a nivel de los incisivos centrales y fijarlo en
la comisura labial para evitar su desplazamiento.

En el paciente en PCR, el masaje cardíaco no debe interrumpirse durante más de 30 s para intubar. Si la intubación
no se consigue en ese tiempo, se debe suspender la maniobra, colocar de nuevo la cánula orofaríngea y ventilar con
bolsa y mascarilla facial para oxigenar adecuadamente al paciente antes de realizar un nuevo intento de intubación.
En el paciente que no esté en asistolia, si durante la intubación presenta bradicardia menor de 60 lat./min o
disminución rápida, e importante de la saturación, se debe interrumpir la intubación y ventilar con oxígeno al 100 %
antes de intentarlo de nuevo (ver protocolo de bradicardia).

Secuencia de intubación rápida. Se realizará en los pacientes que no están en PCR, ni en coma profundo y que
requieren intubación urgente 6. Su objetivo es limitar el tiempo de hipoxia cerebral y prevenir la broncoaspiración. Los
pasos son los siguientes:

 Preoxigenar durante 3 a 5 min con oxígeno al 100 % mediante una mascarilla con bolsa reservorio para conseguir
una SaO2 por pulsioximetría superior al 90 %. Si se precisa ventilar con bolsa y mascarilla, utilizar flujos de oxígeno
máximos y presión cricoidea (maniobra de Sellick).

 Administrar atropina 0,02 mg/kg i.v., para evitar el reflejo vagal).

 Administrar un fármaco hipnótico (midazolam 0,2- 0,3 mg/kg i.v., etomidato 0,3 mg/kg, propofol 1-2 mg/kg o tiopental
3-5 mg/kg) en bolo rápido, e inmediatamente después un relajante muscular (succinilcolina 1 mg/kg i.v. o rocuronio
0,6 mg/kg i.v. si la succinilcolina está contraindicada).

 Ventilar con bolsa mascarilla durante 1 min.

 Intubar rápidamente

 Si una vez intubado el paciente, la oxigenación empeora súbitamente es necesario descartar las siguientes causas:

– Extubación.
– Intubación en bronquio derecho.
– Obstrucción del tubo endotraqueal.
– Neumotórax.
– Fallo del equipo de ventilación: tubo pequeño, balón desinflado, fuga a través de alguna de las conexiones, fallo de la
válvula de la bolsa de reanimación, etc.
– Distensión gástrica excesiva. Es necesario colocar una sonda nasogástrica a todo paciente ventilado
mecánicamente.

Alternativas a la intubación endotraqueal

Es muy importante tener elaborado un plan alternativo para el manejo de la vía aérea en el caso de imposibilidad de
intubar la tráquea .

Mascarilla laríngea. La mascarilla laríngea puede ser una alternativa aceptable en los casos de intubación difícil
como consecuencia de traumatismos cervicales o faciales, quemaduras en cara o anomalías anatómicas, o cuando el
reanimador no tiene experiencia en la intubación endotraqueal 7. Sus ventajas fundamentales son la facilidad y la
rapidez de colocación. Sus desventajas son que la ventilación puede ser deficiente cuando se requieren presiones
elevadas en la vía aérea y que no proporciona un aislamiento completo de la vía aérea, con riesgo de aspiración
pulmonar si se produce un vómito. Un modelo reciente (Proseal) permite un mejor aislamiento de la vía aérea e
introducir una sonda nasogástrica para descompresión gástrica. Además, su uso en manos inexpertas se ha asociado
con un mayor número de complicaciones en niños pequeños con respecto a los adultos 8.

Técnica de inserción:

1. Preparar la mascarilla: elegir el tamaño adecuado (tabla 2), comprobar el manguito (hinchar y deshinchar), lubricar
sólo la parte posterior del manguito y deshinchar parcialmente la mascarilla apoyando su cara anterior sobre una
superficie plana, para evitar que se formen pliegues.

2. Colocar al niño en posición de olfateo igual que para la intubación y abrirle bien la boca.

3. Introducir la mascarilla laríngea con la apertura orientada hacia delante, deslizando la punta y la parte posterior por
el paladar, usando el dedo índice para guiar el tubo hacia la parte posterior de la faringe.
4. Avanzar a ciegas hasta notar una resistencia que indica que el tubo ha alcanzado el esfínter esofágico superior.

5. Hinchar el manguito del balón para sellar la hipofaringe, de manera que la apertura del tubo encare la glotis.
Comprobar que la línea negra que tiene el tubo en su cara posterior coincide con la mitad del paladar para
asegurarse de que la mascarilla está centrada.

6. Ventilar a su través con la bolsa de reanimación.

También pueden utilizarse otros instrumentos similares como el Combitube o el tubo laríngeo, aunque no han
demostrado ventajas sobre la mascarilla laríngea en niños.

Cricotiroidotomía. La cricotiroidotomía se empleará únicamente en los casos en que sea imposible intubar y ventilar
adecuadamente al paciente (edema o cuerpos extraños en la glotis, traumatismo con edema facial grave, etc.). Se
puede realizar con un equipo de cricotiroidotomía (técnica de Seldinger o punción directa con aguja sobre la que va
montada una cánula). Si no se dispone del equipo o se trata de un lactante, usar un angiocatéter del número 14 al
que se le adaptará una conexión de un tubo endotraqueal del número 3,5.

Técnica.

1. Colocar al niño con el cuello en hiperextensión.

2. Localizar la membrana cricotiroidea y puncionar en su parte central desde la cabecera del paciente con una
inclinación de 45° y en dirección caudal, con la aguja conectada a una jeringa con suero.

3. Ir entrando y aspirando simultáneamente y cuando se aspire aire, introducir la cánula y retirar la aguja.

4. Conectar la bolsa, ventilar y comprobar la entrada de aire.

La cricotiroidotomía sólo debe realizarse como último recurso, ya que si el operador no tiene experiencia, aumenta el
riesgo de complicaciones entre las que se encuentran por orden de frecuencia la hemorragia, la colocación incorrecta
y la perforación traqueal.

La punción cricoidea permite oxigenar al paciente durante un corto período de tiempo que en el mejor de los casos
puede llegar a los 30 min además la ventilación será deficiente, por lo que se debería conseguir rápidamente otro
acceso a la vía aérea.

3. OPTIMIZACIÓN DE LA CIRCULACIÓN (C)

El masaje cardiaco externo debe realizarse igual que en la RCP básica, con una frecuencia de 80-100 compresiones por
minuto, y coordinando una ventilación cada 5 compresiones. Es preferible hacerlo de forma sincronizada aún con el
paciente intubado, pues no se han demostrado mejores resultados con la técnica de masaje y ventilación simultáneos. El
masaje cardiaco interno debe reservarse para pacientes sometidos a cirugía cardiaca o en traumatismos abiertos de tórax.

La utilización del cardiocompresor mecánico no está indicada en la RCP en niños, ya que es difícil la localización del punto
de compresión y el mantenimiento del lugar correcto, siendo frecuentes los desplazamientos. Además, con frecuencia
retrasa las maniobras de RCP durante su colocación

Masaje cardíaco
El masaje cardíaco es esencial para mantener una perfusión coronaria que aporte a la célula miocárdica los sustratos
metabólicos suficientes para poder reanudar su actividad, por lo que las interrupciones deben ser mínimas y durante
el menor tiempo posible.

Se deben realizar 100 compresiones por minuto con una relación masaje cardíaco/ventilación 15:2. Si el paciente
está intubado no es necesaria la sincronización entre el masaje y la ventilación.

Para garantizar la eficacia del masaje es imprescindible que el niño descanse sobre un plano duro. Cuando la parada
cardíaca se presenta en un niño que se encuentra en una cama es necesario utilizar un tablero dorsal que abarque
desde los hombros hasta la cintura del paciente y ocupe todo el ancho de la cama.

En niños no está indicada la utilización del cardiocompresor mecánico o de la compresión y descompresión activa
(ACD), ya que no existen tamaños adecuados y pueden producir graves complicaciones. El masaje cardíaco interno
(tórax abierto) sólo se utilizará en casos excepcionales como cirugía cardíaca y en áreas específicas, como el
quirófano y la unidad de cuidados intensivos pediátricos (UCIP). La utilización de otras técnicas asociadas al masaje
cardíaco externo como la compresión abdominal continua, la contrapulsación abdominal o el pantalón antishock no
han sido suficientemente contrastadas en el campo pediátrico. Por tanto, su uso en niños no está recomendado en el
momento actual.

El control de la eficacia de las maniobras se hará como en la RCPB y con la utilización de otros medios técnicos
como:

1. Presión arterial por oscilometría o intravascular si el paciente tiene canalizada una arteria.

2. Pulsioximetría aunque su valor puede estar muy limitado en las situaciones de hipoperfusión tisular grave.

3. Capnografía.

4. FÁRMACOS

Adrenalina

Es una catecolamina endógena con efecto alfa y beta adrenérgico. La estimulación de receptores alfa produce
vasoconstricción especialmente de piel, mucosas y lecho esplácnico, dando lugar a un aumento de las resistencias
vasculares periféricas y una elevación de la presión arterial sistólica y diastólica. La acción beta adrenérgica produce un
aumento de la contractilidad miocárdica y de la frecuencia cardiaca, además de relajación del músculo liso y del lecho
vascular y bronquial.

Los efectos farmacológicos de la adrenalina son dosis-dependientes, aunque las dosis elevadas utilizadas durante la RCP
producen preferentemente efecto alfa adrenérgico en el lecho vascular y beta adrenérgico en el corazón. La
vasoconstricción eleva la presión arterial y la presión de perfusión coronaria, aumentando el transporte de oxígeno.
Clínicamente, esto se traduce en una elevación de la presión de perfusión generada durante la compresión cardiaca, una
mejoría del estado contráctil estimulando la contracción espontánea, y un incremento del potencial de fibrilación.

En los pacientes pediátricos las alteraciones del ritmo más frecuentes son la asistolia y las bradiarritmias, y muy
ocasionalmente la disociación electromecánica. En todos estos casos la adrenalina puede generar actividad mecánica y
eléctrica en el corazón. En la fibrilación ventricular, rara en niños, la adrenalina es utilizada para producir un ritmo cardiaco
más susceptible de desfibrilación eléctrica.
La dosis inicial recomendada de adrenalina es de 0.01 a 0.02 mg/kg. Si esta dosis no es eficaz, pueden administrarse dosis
diez veces superiores (0.1-0.2mg/kg) con un intervalo de 2-3 minutos. 

La adrenalina no debe administrarse en infusiones que lleven bicarbonato, ya que se inactiva en las soluciones alcalinas.
Su mayor inconveniente es el riesgo de necrosis tisular en casos de extravasación, la disminución del flujo mesénterico y
renal si se emplea a altas dosis y la posibilidad de hipertensión y taquiarritmias postresucitación, por lo que debe
monitarizarse al paciente cuidadosamente. 

Bicarbonato

Durante la PCR se produce un fallo de la ventilación que da lugar a retención de CO2 y acidosis respiratoria. Asimismo, la
hipoxia induce metabolismo anaerobio y acidosis láctica. Los ácidos derivados del metabolismo de las grasas,
carbohidratos y aminoácidos son normalmente excretados por el riñon, pero durante la parada cardiaca o en situaciones de
bajo gasto la perfusión renal es inadecuada, por lo que hay una excrección insuficiente. Además, el ácido láctico producido
por el metabolismo anaerobio no puede ser metabolizado mientras no haya un adecuado aporte de oxígeno a los tejidos.
Como consecuencia, la acidosis que acompaña a la PCR tiene un origen mixto, metabólico y respiratorio.

El fallo respiratorio es la principal causa de la PCR en los pacientes pediátricos, por lo que una adecuada ventilación es
esencial para la correción de la acidosis. El tratamiento con alcalinizantes se ha basado en que la acidosis metabólica
disminuye la contractilidad miocárdica, favorece la fibrilación ventricular y disminuye el efecto de las catecolaminas. Sin
embargo, el bicarbonato no ha demostrado en estudios clínicos y experimentales mejorar los resultados de la RCP. El
aumento de CO2 que se produce tras la administración de bicarbonato da lugar a un empeoramiento transitorio de la
acidosis, con disminución de la contractilidad miocárdica

Actualmente la administración de bicarbonato está indicada, una vez que se ha iniciado una adecuada ventilación pulmonar
y restaurado la circulación mediante masaje cardiaco y adrenalina, en casos de PCR prolongada (más de 10 minutos) o
cuando se objetiva una acidosis metabólica importante, con pH menor de 7.10.

La dosis inicial de bicarbonato es de 1 mEq/kg, pudiendo repetirse dosis posteriores de 0.5 mg/kg tras confirmación de
acidosis metabólica en sangre venosa mixta, o si no es posible, mientras se mantenga la situación de PCR con un intervalo
de 10 minutos.

Calcio

Actualmente no está recomendado en la asistolia, y su empleo en la disociación electromecánica es controvertido.  Está


indicado únicamente en la PCR asociada a hipocalcemia, hiperpotasemia, hipermagnesemia o sobredosis de bloqueantes
del calcio.

La dosis que se ha de administrar es de 0.2 ml/kg de cloruro cálcico al 10%, que equivale a 5.4 mg/kg de calcio elemental.
No debe emplearse el gluconato cálcico, ya que éste debe ser previamente metabolizado en el hígado para convertirse en
calcio iónico.

Glucosa

Sólo debe administrarse en caso de hipoglucemia, a dosis de 0.5 a 1 g/kg, en forma de glucosa al 50% diluida al medio. En
el resto de los casos no están indicadas soluciones glucosadas por el riesgo de hiperglucemia y empeoramiento de la
acidosis metabólica, pudiendo ocasionar un aumento del daño neurológico
Atropina

Es un fármaco parasimpaticolítico que estimula los marcapasos sinusal y atriales, así como la conducción aurículo-
ventricular. Está indicada en el tratamiento de la bradicardia sintomática, cuando se acompaña de mala perfusión periférica
o hipotensión arterial. Sin embargo, hay que considerar que la causa más frecuente de bradicardia en el niño es la
hipoxemia, por lo que es preciso una correcta oxigenación y ventilación antes de la administración de atropina.

Asimismo está indicada en el tratamiento de la bradicardia sintomática en el contexto de un bloqueo aurículo-ventricular. La


dosis recomendada es de 0.02 mg/kg, con una dosis mínima de 0.1 mg. Puede repetirse a intervalos de 5 minutos, hasta
una dosis máxima de 1 mg en niños y 2 mg en adolescentes. 

Fluidos

Normalmente en la RCP sólo se perfundirán los fluidos necesarios para mantener la vía intravenosa y administrar fármacos.
Sin embargo, en algunas situaciones puede ser preciso efectuar expansión de volemia, tales como la disociación
electromecánica o en situaciones de hipovolemia aguda. Pueden utilizarse cristaloides como el suero salino fisiológico o el
ringer lactato o coloides, dependiendo de la disponibilidad y la causa de la hipovolemia. No deben administrarse soluciones
glucosadas, excepto en el periodo neonatal o si existe hipoglucemia.

Manejo de las arritmias

Los ritmos de la PC por orden de frecuencia son:

 Bradicardia grave.
 Asistolia.
 Actividad eléctrica sin pulso o disociación electromecánica.
 Taquicardia ventricular (sin pulso).
 Fibrilación ventricular.
 Bloqueo auriculoventricular completo.
Ante una PCR, iniciaremos secuencia de RCP básica (15/2), oxígeno/ventilación, bolsa-mascarilla, colocaremos
monitor desfibrilador o DEA para decidir si son ritmos desfibrilables (TVsp, FV) o no desfibrilables (bradicardia,
asistolia, AESP, bloqueo). Tendremos en consideración las causas precipitantes para actuar en consecuencia,
obstrucciones de la vía aérea (crup, epiglotitis, trasqueostomizados), insuficiencia respiratoria (bronquiolitis, asma,
ahogamiento), shock (hipovolémico, séptico, cardiogénico), anafilaxia y traumatismos.

Reevaluaremos cada 2 min valorando intubación, otros fármacos y causas reversibles 4H(hipoxia, hipovolemia, hipo-
e hiperkaliemia, hipotermia), 4t (trombosis /coronaria/pulmonar, neumotórax a Tensión, taponamiento cardiaco,
Tóxicos). En niños con PC producida por causa potencialmente reversible refractaria a la RCP convencional,
valoraremos la utilización de ECMO si está disponible .

Ritmos no desfibrilables

Realizando RCP con compresiones torácicas de calidad, ventilando adecuadamente al paciente con bolsa y
mascarilla, y oxígeno al 100% (15/2) y con acceso vascular de urgencia (IV/ IO) administraremos adrenalina diluida
1:10 000 a dosis 10 μg/kg. En situaciones de AESP la administración de bolo de SF puede ser muY beneficiosa.
Repetiremos adrenalina cada 3-5 min. Reevaluaremos signos de vida cada 2 min, minimizando las interrupciones.

Ritmos desfibrilables
Realizaremos la desfibrilación tan pronto como tengamos desfibrilador manual o DEA. Se deberán iniciar las
ventilaciones correctamente y con oxígeno suplementario con compresiones torácicas de calidad (15/2).
Obtendremos acceso vascular, pero sin demorar la desfibrilación.

Tras la desfibrilación y sin más comprobaciones reiniciaremos de inmediato las compresiones torácicas y ventilaciones
durante 2 min, procediendo igual si se mantiene ritmo. Tras la tercera descarga y una vez iniciada la RCP administraremos
adrenalina diluida 10 μg/kg y amiodarona 5 mg/kg. Repetiremos adrenalina cada 3-5 minutos y una segunda y última dosis
de amiodarona tras la 5.ª desfibrilación. Cada 2 min reevaluaremos ECG y signos de vida, minimizando las interrupciones
REANIMACIÓN CARDIOPULMONAR NEONATAL

La asfixia perinatal es la causa principal que condiciona la necesidad de reanimación cardiopulmonar del recién nacido
(RN) en el momento del parto. Aproximadamente un 6% de los recién nacidos, porcentaje que se eleva hasta alcanzar el
80% en los niños prematuros, precisan reanimación en los minutos inmediatos al nacimiento.

La asfixia es una situación de hipoxia que si se mantiene en el tiempo puede producir la muerte del feto o del recién nacido.
La asfixia es una situación de hipoxia que si se mantiene en el tiempo puede producir la muerte del feto o del recién nacido.
En este caso la estimulación puede desencadenar la respiración. Si la asfixia se prolonga en el tiempo, tras un periodo de
movimientos respiratorios irregulares (respiración en boqueadas o “gasping”) se inicia la apnea secundaria, con descenso
de la frecuencia cardiaca y la presión arterial. En esta situación el feto está más comprometido y puede requerir maniobras
de reanimación más complejas. En el momento del nacimiento no es posible distinguir si un recién nacido está en apnea
primaria o secundaria.

Cuanto más tiempo transcurra entre el inicio de la apnea secundaria y el comienzo de las maniobras de reanimación, más
tardarán en reiniciarse las respiraciones espontáneas. Por eso, cuando un niño nace en apnea, el reanimador debe asumir
que se encuentra en apnea secundaria y no demorar las medidas de reanimación.

EVALUACIÓN INICIAL

Está basada en la respuesta a 4 preguntas, ¿El líquido amniótico es claro? ¿La gestación es a término? ¿El recién nacido
respira o llora? ¿Tiene buen tono? Si todas las respuestas son afirmativas: el recién nacido puede ser colocado piel con piel
con su madre y si es necesario se puede secar con toalla y limpiar la boca con una gasa. Los cuidados de rutina pueden
esperar y no hay necesidad de interferir el primer contacto con su madre. Si alguna repuesta no es afirmativa se procederá
a la estabilización inicial.

ESTABILIZACIÓN INICIAL

Si la valoración inicial no es afirmativa, actuar en el orden que sigue (salvo en caso de líquido amniótico meconial):

a) Evitar pérdida de calor: tras ligar y cortar el cordón umbilical, colocar al niño bajo una fuente de calor radiante.

b) Optimizar la vía aérea: colocar al niño en decúbito supino con la cabeza en posición neutra o ligera extensión. Si precisa,
aspirar secreciones con una sonda de 8-10 F, primero boca y después nariz. La presión negativa no debe ser superior a
100 mmHg o 20 cmH2O. La succión debe ser en periodos breves y de forma superficial, evitando introducir la sonda
profundamente, ya que se puede producir un espasmo laríngeo y bradicardia vagal.

c) Secar la piel con toallas precalentadas, retirando las toallas húmedas y cubriéndole con una seca. Se debe evitar tanto la
hipertermia como la hipotermia.

d) Estimulación táctil: si tras la maniobras anteriores el recién nacido no inicia la respiración estimularle con palmadas
suaves en la planta de los pies o frotando la espalda.
e) Reposicionar. Estas maniobras se realizan en los primeros 30 segundos.

VALORACIÓN
Respiración: el llanto del niño es la confirmación del inicio de una ventilación adecuada. Si no existe llanto se debe valorar
la frecuencia y profundidad de los movimientos torácicos, así como la existencia de patrones respiratorios anómalos
(respiración en boqueadas o “gasping”, excesivo trabajo respiratorio con tiraje a diferentes niveles).

Frecuencia cardiaca: auscultar el latido cardíaco o tomar el pulso en la base del cordón umbilical.

Color: observar si el niño tiene color sonrosado, está cianótico o pálido. La cianosis periférica es habitual y no significa en
sí misma hipoxemia. La evaluación de estos 3 parámetros se debe realizar cada 30 segundos durante el tiempo que dure la
reanimación. Si la respiración es regular, la frecuencia cardiaca es superior a 100 lpm y el color es sonrosado, pueden
aplicarse los cuidados de rutina y pasar el niño a la madre.

OXIGENACIÓN

Si el recién nacido está cianótico a pesar de una respiración y frecuencia cardiaca adecuadas puede considerarse la
administración de oxígeno libre. El oxígeno puede administrarse mediante bolsa de anestesia, mediante una mascarilla
facial conectada a un mezclador aire/oxígeno, o colocando un tubo dede mezcla aire/oxígeno entre dos dedos de la mano
haciendo una mascarilla.

VENTILACIÓN

Ventilación no invasiva y manual (mascarilla- bolsa autoinflable, mascarilla-tubo en T, mascarilla laríngea)

Indicaciones:
– Apnea o movimientos respiratorios inadecuados.
– Frecuencia cardiaca inferior a 100 lpm a pesar de que el niño haya iniciado la respiración.
Técnica:
Posición en decúbito supino, con la cabeza en posición neutra o ligeramente extendida.
Abrir la vía aérea (aspirar secreciones si precisa) y colocar la mascarilla. Esta debe ser de tamaño adecuado, no debe
apoyarse en los ojos y no debe sobrepasar el mentón, permitiendo el sellado total de la boca y la nariz. Debe ser
transparente y con rodete almohadillado que permita un buen sellado y evite lesiones en la cara.

Para comenzar a ventilar, el reanimador se debe colocar a la cabecera o a un lado del niño, abrir ligeramente la boca del
recién nacido y aplicar la mascarilla. Conectar la bolsa o el tubo en T y comenzar con las insuflaciones a un ritmo de 30-60
rpm. (Frecuencias más altas en niños prematuros).

Intubación endotraqueal

Debe estar disponible el material adecuado al tamaño del niño que vamos a reanimar.
Indicaciones:
– Ventilación con bolsa y mascarilla ineficaz.
– Si se prevé un tiempo prolongado de ventilación.
– Cuando se requiera aspiración traqueal (líquido amniótico meconial).
– Situaciones especiales: hernia diafragmática y prematuridad extrema.
Técnica: posición en decúbito supino con la cabeza en ligera extensión. Introducir el laringoscopio por la derecha con
la mano izquierda, desplazando la lengua hacia la izquierda.
Avanzar la hoja del laringoscopio (pala recta del 0 en los prematuros y del 1 en niños a término), hasta situar la punta
en la vallécula o sobre la epiglotis. Al traccionar en la dirección del mango del laringoscopio se ven las cuerdas
vocales (una ligera presión externa sobre la laringe puede facilitar su visualización). Con la mano derecha, introducir
el tubo endotraqueal de tamaño adecuado para la edad gestacional y peso

MASAJE CARDIACO

Indicaciones
– En cualquier momento si hay ausencia de latido cardíaco.
– Frecuencia cardiaca inferior a 60 lpm tras 30 segundos de ventilación con presión positiva.
Técnica: colocar los pulgares (uno al lado del otro en caso de recién nacido a término o uno encima del otro si es
pretérmino) sobre el tercio inferior del esternón, por debajo de la línea intermamilar, y el resto de los dedos abrazando
el tórax. Otra forma consiste en comprimir en el mismo punto con dos dedos colocados perpendicularmente al
esternón. Esta técnica puede ser más útil en caso de un solo reanimador. La profundidad de la compresión debe ser
1/3 del diámetro antero-posterior del tórax. El ritmo de compresión/ventilación debe ser 3/1: Tres compresiones
seguidas de una ventilación.

FÁRMACOS Y FLUIDOS

Se requieren en pocas ocasiones en la reanimación neonatal.


Vías de administración
– La vena umbilical es la vía de elección para la administración de líquidos y fármacos. Tras seccionar el cordón
umbilical introducir un catéter de 3.5 – 5 Fr (dependiendo de la edad de gestación) en la vena (el vaso de mayor
calibre), hasta que refluya sangre (aproximadamente a los 3 cm). Una vez administrada la medicación se debe lavar
la vía con 2 ml de suero fisiológico.
– La vía endotraqueal se reserva para los casos en que el niño está ya intubado y se precisa administrar de forma
rápida alguna medicación mientras se intenta la vía venosa. Mediante una jeringa se administra la medicación
directamente en el tubo ET o a través de una sonda, y posteriormente dar 2-3 emboladas para favorecer la difusión
del fármaco.
El uso de tubos de doble luz evita la desconexión del sistema de ventilación
– La vía intraósea así como las venas periféricas son de uso excepcional en la reanimación en paritorio.

Adrenalina
Indicación: FC < 60 lpm a pesar de ventilación adecuada con presión positiva y masaje cardíaco durante más de 30
segundos.
Dosis: 0,01 a 0,03 mg/kg (0,1 – 0,3 ml/kg de la dilución 1:10.000, 1ml de adrenalina al 1:1.000 más 9 ml de s.
fisiológico). Si se administra por vía ET la dosis es de 0.03 hasta 0.1 mg/kg (0.3 a 1 mL/kg de peso de la diluida)

Vía de administración: endotraqueal o endovenosa. Si tras la primera dosis de adrena lina no se produce mejoría
administrar nuevas dosis cada 3-5 minutos.

Expansores de volumen
Indicación: sospecha de hipovolemia (antecedente de hemorragia materna, transfusión feto-materna o feto-fetal,
rotura del cordón umbilical y mala respuesta a la reanimación) y datos clínicos sugerentes (palidez, pulsos débiles,
mala perfusión, mala respuesta a la reanimación o acidosis metabólica).

Tipos:

– Cristaloides: suero fisiológico, el más utilizado, o Ringer lactato.


– Sangre: O Rh negativo si ha habido una pérdida de sangre importante.
Dosis: 10 ml/kg, a pasar en 5-10 minutos, a repetir según respuesta clínica.
Vias: intravenosa de elección, o intraósea.

Naloxona

Indicaciones:

– Depresión respiratoria en recién nacido con antecedente de administración de narcóticos a la madre en las 4 horas
previas al parto.

– No debe administrarse a hijos de madres adictas a opiáceos ya que puede precipitar un cuadro de abstinencia
grave. En estos casos el tratamiento será sintomático, manteniendo el soporte respiratorio hasta que se inicie la
respiración espontánea. Dosis: 0,1 mg/kg de una solución con 0,4 mg/ml. Puede repetirse la dosis cada 2-3 minutos
hasta lograr la revertir la depresión respiratoria.
Vías: intravenosa, intramuscular o intraósea.

Bicarbonato sódico

Indicaciones: su uso rutinario en reanimación neonatal está desaconsejado, y en ningún caso se debe administrar sin
asegurar una adecuada ventilación y perfusión. Algunos autores lo recomiendan si fallan todas las medidas de
reanimación y otros sólo si existe y existe acidosis metabólica intensacon pH < 7,120.
Dosis: 1 - 2 mEq/kg de una solución que contenga 0,5 mEq/ml (bicarbonato 1 M diluido al medio).
Vía de administración: intravenosa o intraósea.
La administración debe ser lenta.
Efectos secundarios: Hipercapnia e hiperosmolaridad.

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