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Sentencia No.

T-073A/96

SECRETO PROFESIONAL-Deber de reserva

Se trata de algo más que de la simple discreción, pues el secreto implica un


deber de reserva plena y total. Como deber, supone un vínculo jurídico, un
lazo interpersonal en torno a un objeto corporal o incorporal del que se
comparte el conocimiento. La reserva significa ocultar al vulgo y dejar
para sí el objeto conocido, con el fin de no alterar la intimidad de la
persona. Se reserva para la privacidad o exclusividad, con un doble fin:
primero, para no dejar indefensa a    la persona, al despojarla de la
introspección necesaria para vivir dignamente, con su privacidad natural.
Y segundo, por la honra, buen nombre y buena fama del depositante del
secreto, que deben quedar incólumes. Se habla de reserva, lo cual indica
que el conocimiento se guarda para algo específico, que debe ser utilizado
en la confidencialidad y exclusividad propias del oficio. Se viola el secreto
cuando se divulga, no necesariamente cuando se revela ante quienes
también deben, jurídicamente hablando, compartir la reserva.

SECRETO PROFESIONAL-Divulgación e información

En el tema del secreto profesional, el hecho conocido nunca debe


divulgarse. Para entender este juicio, es necesario advertir que divulgar
consiste en el acto de poner en el conocimiento abierto e indeterminado del
público, algo de lo que se tiene noción o percepción. Es decir, se entiende
por divulgación el revelar ante el público una información, sin seleccionar
a los receptores. Así las cosas, divulgar implica difundir un hecho ante
personas que no tienen el deber de reserva. En cambio, no es tal conducta
la comunicación natural entre individuos legítimamente vinculados a un
mismo asunto, reservado para ellos. Luego una cosa es la divulgación y
otra la información dentro de la reserva profesional.

SECRETO PROFESIONAL-Límite/SECRETO PROFESIONAL-


Información de estudio psicológico de suboficiales

La obligación de guardar el secreto profesional no supone forzosamente el


ocultamiento absoluto de la información respecto de terceras personas que
tengan, en razón de su oficio, interés legítimo en ser partícipes de dicha
información. Debe advertirse, eso sí, que estos terceros quedan igualmente
obligados a mantener la reserva sobre el contenido de dicho informe, el
cual sólo debe servir como base para tomar determinaciones. En otras
palabras, en el caso bajo examen el secreto profesional, se extiende a quien
es depositario del informe sicológico que presenta el profesional. Este
informe de todas formas tiene carácter confidencial, es decir no puede ser
público ni divulgable    bajo ninguna circunstancia, y tampoco puede ser
incluido en la hoja de vida de quienes se han sometido al examen
sicológico. Son dos pues los presupuestos que conducen a concluir que la
conducta de los accionados no sea contraria a derecho: El primer es que la
actuación de los demandados está conforme con lo previsto en norma
preexistente, y no hay injusticia en el cumplimiento de un deber superior,
sobre todo cuando el ordenamiento en cuestión no ha sido retirado del
sistema jurídico; luego la vigencia de la norma legitima su desarrollo. El
segundo es la razonabilidad del acto. Por tal se entiende la conveniencia
de una determinada acción en las circunstancias especiales que ameriten
una conducta y no otra. Cuando se tiene presente que la misión de las
fuerzas armadas, dada su particular exigencia, es especial, naturalmente
se deduce que los procedimientos de control y evaluación deben ser
exhaustivos, ya que hay unas obligaciones de resultado para los superiores
que ejercen la función de evaluación.

MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL-Filtración de información


reservada

La información se filtró entre el personal en general, caso en el cual


proceden los mecanismos penales de defensa ante un hecho ya consumado,
que hace inoperante la acción de tutela. De todas formas, si hubo filtración
de la información reservada no aparece probado en el expediente. En el
caso de que llegare a probarse dicha responsabilidad, podría apelarse a
mecanismos judiciales distintos a la acción de tutela por parte de los
peticionarios.

Ref: Expediente T-82742

Peticionarios: Freddy Velilla Ramos y


César Tulio    Lozano Sandoval

Procedencia: Sala de Casación Civil


de la Corte Suprema de Justicia

Temas: Derecho a la intimidad, secreto


profesional.

Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA

Santafé de Bogotá, D.C., veintidós (22) de febrero de mil novecientos


noventa y seis (1996).

La Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, conformada por


los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge
Arango Mejía y Antonio Barrera Carbonell,

EN NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

en el proceso de tutela radicado bajo el número T- 82742, adelantado por


los señores Freddy Velilla Ramos y César Tulio Lozano Sandoval, en
contra del Mayor Alvaro Rico Hernández, segundo comandante del
Batallón de Fusileros de Infantería de Marina No 7 y de la señora Nora
Beatriz Ramírez.

I. ANTECEDENTES

De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política


y 33 del decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la
Corte Constitucional escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela
de la referencia.

De conformidad con el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de


Revisión procede a dictar la sentencia correspondiente.

1. Solicitud

El abogado Cesar Antonio Díaz, quien manifestó que actuaba en condición


de agente oficioso del Cabo Primero de Infantería de Marina Freddy Velilla
Ramos y del Cabo Segundo de Infantería de Marina Cesar Tulio Lozano
Sandoval, interpuso ante la Sala Civil del Tribunal Superior de Santafé de
Bogotá D.C., acción de tutela en contra del señor Mayor Alvaro Rico
Hernández, segundo comandante del Batallón de Fusileros de Infantería de
Marina No 7 y de la señora Nora Beatriz Ramírez, con el fin de que se
ampararan los derechos fundamentales de sus representados a la igualdad,
al reconocimiento de la personería jurídica, a la intimidad, al libre
desarrollo de la personalidad, a la libertad de conciencia y al debido
proceso, consagrados en los artículos 13, 14, 15, 16, 18 y 29 de la
Constitución Política.

Pese a la afirmación inicial del mencionado abogado, obra en el expediente


el poder que le fue debidamente otorgado por los señores Velilla Ramos y
Lozano Sandoval.

2. Hechos

Afirma el apoderado de los peticionarios, que por orden directa del señor
Mayor Alvaro Rico Hernández, segundo comandante del Batallón de
Fusileros de Infantería de Marina No 7, sus representados fueron remitidos
a consulta con la doctora Nora Beatriz Ramírez, psicóloga de dicho
batallón, con el fin de que se les practicara una evaluación. "Ambos
suboficiales entendieron, como debe ser, que ese tratamiento facultativo
traería como consecuencia un alivio a su problemática personal y fue por
ello que aceptaron ir hasta donde la psicóloga Dra. NOHORA BEATRIZ
RAMIREZ y confesarle aspectos íntimos y muy ligados a la privacidad de
cada uno de ellos como personas humanas. Estas confesiones obedecieron,
pues, al concepto que ellos tienen sobre la    inviolabilidad del secreto
profesional, y porque estaban seguros que, de esa manera, obtendrían una
ayuda eficaz    para lograr la superación espiritual y material que todo
individuo anhela y, en el caso especial de ellos, para poder prestarle un
mejor servicio a la patria a través de la Institución a la que pertenecen como
miembros de la Fuerza Pública."

Dice que una vez realizadas las entrevistas, la mencionada psicóloga


elaboró los correspondientes informes y los remitió al señor Mayor Rico
Hernández, quien procedió a anexarlos a las hojas de vida de los
peticionarios. "Obviamente, el folio de vida es público por cuanto a él
accede toda persona que, en la Institución armada, tenga que ver con las
actividades desarrolladas por quienes, como mis representados, se
encuentran en servicio activo. Este último aspecto fue ampliamente
discutido y tras varios reclamos logramos que esos informes fuesen
retirados del folio de vida pero siguen en poder del oficial RICO
HERNANDEZ quien no es precisamente el psicólogo del Batallón y quien,
por lo tanto, no dará a tales informes el uso que debería darle la profesional
de la psicología quien es la que debería tenerlos en la historia clínica de sus
pacientes. El Mayor RICO HERNANDEZ, como comandante de tropas
que es, les esta dando un uso diferente teniéndolos como punto de partida
para aplicar sanciones y correctivos que él no puede ni debe aplicar con
fundamento en ese tipo de información. Es más (...) el señor Mayor RICO
HERNANDEZ no puede tener conocimiento de éstas situaciones que así
deben ser guardadas celosamente por la psicóloga de marras, en aras de la
inviolabilidad del secreto profesional amparada por el canon 74
constitucional en su inciso segundo."

El apoderado afirma que sus representados se encuentran en una situación


de incertidumbre ya que, debido a los calificativos recibidos en el informe
mencionado, temen que se les retire de las Fuerzas Armadas. Además,
sostiene que esta situación ha trascendido entre la tropa y les ha generado
problemas con sus subalternos. Así, afirma que "mis representados han
sido sometidos a tratos degradantes que han constituido para ellos una
especie de tortura moral y psicológica" y añade que "no están gozando de
los mismos derechos, libertades y oportunidades de los demás por cuanto
tengo conocimiento, por información suministrada por ellos mismos, que
otros de sus compañeros se encuentran bajo tratamiento psicológico en las
instalaciones del Hospital Militar Central. A los dos suboficiales a que me
vengo refiriendo, se les ha mancillado su buen nombre al hacerse pública
su conducta personal e intima relacionada con su vida sexual. Se les ha
coartado la libertad que ellos tienen respecto del libre desarrollo de su
personalidad que fue lo que persiguieron cuando decidieron confesarle
aspectos muy íntimos de su vida a la psicóloga oficial del Batallón Militar
al que pertenecen, pues fue la condición de psicóloga de la mentada
funcionaria la que los indujo a confesarle ciertos secretos de su conciencia,
y resulta que tanto ella como el señor Mayor RICO HERNANDEZ,
revelaron e hicieron públicos esos aspectos utilizándolos en contra de mi
representados como fundamento para poder sancionarlos en el momento
que resultare oportuno y con la creencia de que algunos derechos se pueden
alienar a la condición de militar en servicio activo."

Finalmente, afirma que el día nueve (9) de agosto de 1995, acudió a la


oficina del señor Mayor Rico Hernández, con el fin de defender al Cabo
Primero Velilla Ramos, a quien se le iba a sancionar disciplinariamente por
haber tenido un problema en sus relaciones interpersonales con los
soldados del Batallón pero fuí retirado del lugar "sencillamente porque le
solicité se observara el debido proceso en la actuación administrativa que
se estaba surtiendo."

3. Pretensiones

Solicita el apoderado de los peticionarios que se ordene al señor Mayor de


Infantería de Marina Alvaro Rico Hernández "que cese toda actividad
ilegal en contra de mis representados, agotando las actuaciones propias
del debido proceso en todo acto administrativo que profiera con
tendencia a sancionar a sus subalternos por los motivos que fuere, y que
desista, de una vez por todas, de utilizar los informes que sobre el
personal le suministre la psicóloga del plantel militar." Igualmente
solicita que se ordene a la psicóloga Nora Beatriz Ramírez "que en lo
sucesivo, se abstenga de revelar secretos que a ella le son encomendados
por razón de su profesión y que haga regresar a su despacho y con destino
a la Historia Clínica de cada uno de sus pacientes, los informes que sobre
la conducta de los mismos haya hecho llegar a otras dependencias de la
Institución Militar."

II. ACTUACION JUDICIAL

1. Fallo de primera instancia

Mediante providencia del veintiocho (28) de agosto de 1995, la Sala Civil


del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá resolvió
tutelar el derecho al buen nombre y a la intimidad de los señores Freddy
Velilla Ramos y Cesar Tulio Sandoval, y previno a la doctor Nora Beatriz
Ramírez y al señor Mayor de Infantería de Marina Alvaro Rico Hernández
"para que se abstengan de incurrir nuevamente en dichas actuaciones, con
la advertencia de que si procedieren de modo contrario, serán sancionados
de conformidad con el Decreto 2591 de 1991."

A juicio del Tribunal "los accionados como responsables de la información


que poseen, tienen la obligación, el deber, según su campo de acción, de
manejar la información bajo unos parámetros que guarden relación con su
función." En virtud de lo anterior, se afirmó que el informe psicológico
realizado por la doctora Nora Beatriz Ramírez "no ha debido ser enviado en
la forma como se hizo, pues con este proceder se esta violando el derecho a
la intimidad y buen nombre, toda vez que el superior jerárquico que solicitó
la información, solamente tenía derecho a conocer de la misma pero como
informe sobre la situación médico-psicológica de los mismos pacientes
frente al campo y actividad que actualmente se están desempeñando, para
poder así adoptar las medidas que permitan ubicar a sus subalternos en su
labor acorde con su estado de salud, o si es del caso atender las sugerencias
médicas emitidas para procurar la cura del paciente, pero nunca el Informe
Valoración (...)" A juicio del a-quo dicho informe contiene "circunstancias
que por entero son de la intimidad del paciente y desde luego del médico
tratante que no deben ser conocidas por el superior o jefe, información que
junto con la historia clínica de la que forman parte, según el Código de
Etica Médica es reservada y sólo puede ser conocida por el paciente, o por
terceros, con la autorización de éste." (subraya el Tribunal)

En cuanto a la actuación del señor Mayor Rico Hernández, el Tribunal


consideró que pese a que se encontraba legitimado para conocer del estado
de salud de sus subalternos, no podía ni debía anexar el mencionado
Informe a la hoja de vida de cada uno de los peticionarios, ya que con ello
violó el derecho a la intimidad de los mismos.

2. Impugnaciones

A. Impugnación presentada por la doctora Nora Beatriz Ramírez

La doctora Nora Beatriz Ramírez presentó memorial mediante el cual


impugna el fallo proferido por la Sala Civil del Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá, con fundamento en los argumentos que a continuación
se resumen:

En primer lugar manifiesta que dada su condición profesional, cuando se le


requiere un informe de una entrevista, o un proceso de selección o
valoración de personalidad con el fin de tomar decisiones de índole laboral,
es su obligación "entregar los resultados obtenidos en la valoración de
manera escrita, en forma clara y precisa, directa y personalmente, aclarando
verbalmente al interesado el verdadero alcance de los términos técnicos y
gravedad o no de los mismos. Así se hizo a la autoridad requirente,
observando el carácter confidencial que como grado de seguridad tiene esta
clase de documentos." Además afirma que los mencionados informes
fueron entregados directa y personalmente al señor Mayor Rico Hernández
y no fueron entregados en otras dependencias de la unidad militar.

De otra parte afirma que, frente a la preocupación de los accionantes por un


retiro de la institución armada debido al informe psicológico que se realizó,
"cabe notar que para la toma de decisión de si es lo mas conveniente tanto
como para un miembro como para la institución, el que este continúe
siendo parte de ella, se tiene en cuenta múltiples aspectos como pueden ser
su rendimiento y eficiencia contenidos en su folio de vida y no
exclusivamente en el concepto psicológico."
Afirma la demandada que "puesto mi acción se sujetó al cumplimiento de
una orden dada por parte de autoridad competente, y el resultado de esa
orden concretada en un informe solo fue conocido en su oportunidad por
esta misma autoridad; la suscrita psicóloga    del Batallón de Infantería de
Marina no puede asumir las consecuencias derivadas de posteriores
filtraciones de esta confidencial información; por lo tanto no existen
aspectos que comprometan mi responsabilidad sea esta por fuerza de acción
o de la omisión (...)."

Finalmente la impugnante manifiesta que no fue notificada de la existencia


de la presente acción de tutela, lo cual viola su derecho de defensa.

B. Impugnación presentada por el señor Mayor Alvaro Rico


Hernández

El señor Mayor Alvaro Rico Hernández, mediante apoderado judicial,


presentó memorial mediante el cual impugna el fallo proferido por la Sala
Civil del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá D.C., con fundamento en
los argumentos que a continuación se resumen.

Manifiesta el apoderado del impugnante que en ningún momento se han


vulnerado o amenazado los derechos fundamentales de los peticionarios, ya
que las normas que rigen las Fuerzas Armadas no impiden que los oficiales
superiores evalúen a sus subalternos. Así, señala que el artículo segundo del
Decreto 1253 de 1988 prevé lo siguiente:

"EVALUACION. Es un proceso continuo y permanente por medio del


cual se emiten juicios de valor, basados en informaciones procedentes
de diferentes fuentes, con el fin de determinar las aptitudes
profesionales del individuo, su cultura general, carácter, disciplina,
autoridad, mando y demás virtudes públicas y privadas establecidas y
exigidas por la Institución Militar y la calidad de los desempeños
profesionales y personales."

Además, cita el literal b) del mencionado artículo que establece la


importancia de la evaluación en los siguientes términos:

1- PARA EL EVALUADO. Ofrece una información válida acerca de su


situación con respecto de las metas personales y profesionales y otorga
fundamentos para que se tome las decisiones más adecuadas para la
orientación de su vida profesional y personal.

2- PARA EL EVALUADOR. Establece el compromiso con el


perfeccionamiento personal y profesional del subalterno y permite
generar la orientación requerida. Facilita el cumplimiento de las
funciones profesionales de dirigir, administrar e instruir recursos
humanos.
3- PARA LA INSTITUCION. Da información válida para la toma de
decisiones en cuanto a la selección de hombres idóneos para signar
óptimamente las distintas responsabilidades."

En virtud de lo anterior, y citando otros artículos del Decreto 1253 de 1988,


el impugnante llega a la conclusión de que el proceso de evaluación
aplicado a los peticionarios se ajusta a los mandatos previstos para tal
efecto, lo cual legitima el proceder, tanto de la psicóloga del Batallón como
el de su representado.

Afirma además que los resultados de la evaluación psicológica fueron


puestos en conocimiento de los suboficiales Velilla y Sandoval, pero nunca
fueron anexados a sus hojas de vida, razón por la cual no se les violó su
derecho a la intimidad y al buen nombre. Del mismo modo manifiesta que
el señor Mayor Rico Hernández no ha valorado los resultados del informe
psicológico practicado a los peticionarios "más allá de lo concerniente a la
prestación del servicio, ni lo ha utilizado para ridiculizar, poner en tela de
juicio o esparcir los secretos de éste, sino solamente se ha tomado este
informe cumpliendo a cabalidad su función de revisor, pues por tener
conocimientos sobre los informes psicológicos referentes a la prestación
del servicio y rendimiento del mismo con relación a cada uno de los cabos,
puede orientarlos buscando la ayuda profesional que requieren para su buen
desarrollo y perfeccionamiento de las labores encomendadas y mal podría
exigírsele factores de ética y profesionalismo de la psicología, pues no es la
profesión que ejerce."

3. Fallo de segunda instancia

Mediante providencia de fecha veintiuno (21) de septiembre de 1995, la


Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia resolvió revocar la
sentencia impugnada y en su lugar denegó la tutela solicitada por los
señores Freddy Velilla Ramos y Cesar Tulio Lozano Sandoval.

Afirma el ad-quem que "la absoluta ausencia de estudio en torno al tema de


la carrera militar y su regulación especial, condujo al Tribunal a decidir con
base en las escuetas afirmaciones brindadas por los actores en tutela, razón
por la cual encontró configurada la lesión constitucional denunciada, para
descalificar, a su vez, la labor de una profesional y de un comandante, sin
contar con los suficientes elementos de juicio que le habrían permitido
valorar en su justa dimensión la conducta enjuiciada."

A juicio de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, "una


somera visión al reglamento que conforma el régimen militar,
especialmente de los Decretos 85 de 1989 y 1253 de 1988, permite calificar
como idóneo el procedimiento adoptado, pues él hace parte de la valoración
permanente y continua que requiere el personal adscrito a la delicada
misión de preservar el orden nacional." En este orden de ideas, se hace
referencia a varios preceptos de los mencionados decretos que, a juicio del
fallador de segunda instancia, legitiman plenamente el proceso de
evaluación psicológica realizado por la doctora Nora Beatriz Ramírez, y el
conocimiento que del mismo tuvo el Mayor Rico Hernández.

IV. CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. Competencia

De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o.


de la Constitución Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala
Novena de Revisión de la Corte Constitucional, es competente para revisar
el fallo de tutela de la referencia.

2. Materia

2.1 El secreto profesional

Cuando un individuo deposita su confianza en un profesional, ello genera


la obligación inviolable que contrae quien conoce la intimidad de una
persona, de no revelar lo conocido. Es éste el llamado secreto profesional.

Obsérvese que se trata de algo más que de la simple discreción, pues el


secreto implica un deber de reserva plena y total. Como deber, supone un
vínculo jurídico, un lazo interpersonal en torno a un objeto corporal o
incorporal del que se comparte el conocimiento. La reserva significa
ocultar al vulgo y dejar para sí el objeto conocido, con el fin de no alterar la
intimidad de la persona. Se reserva para la privacidad o exclusividad, con
un doble fin: primero, para no dejar indefensa a la persona, al despojarla de
la introspección necesaria para vivir dignamente, con su privacidad natural.
Y segundo, por la honra, buen nombre y buena fama del depositante del
secreto, que deben quedar incólumes. Se habla de reserva, lo cual indica
que el conocimiento se guarda para algo específico, que debe ser utilizado
en la confidencialidad y exclusividad propias del oficio. Se viola el secreto
cuando se divulga, no necesariamente cuando se revela ante quienes
también deben, jurídicamente hablando, compartir la reserva.

En el tema del secreto profesional, el hecho conocido nunca debe


divulgarse. Para entender este juicio, es necesario advertir que divulgar
consiste en el acto de poner en el conocimiento abierto e indeterminado del
público, algo de lo que se tiene noción o percepción. Es decir, se entiende
por divulgación el revelar ante el público una información, sin seleccionar a
los receptores. Así las cosas, divulgar implica difundir un hecho ante
personas que no tienen el deber de reserva. En cambio, no es tal conducta la
comunicación natural entre individuos legítimamente vinculados a un
mismo asunto, reservado para ellos. Luego una cosa es la divulgación y
otra la información dentro de la reserva profesional.

2.2. El caso en concreto


De los hechos que han servido de fundamento a la presente acción de tutela
y del examen del expediente, encuentra la Sala varios elementos que es
preciso tener en consideración para la decisión que ha de tomarse en esta
Sentencia.

Se centra la acción de tutela presentada por el apoderado de los accionantes


en la presunta violación del secreto profesional, por parte de la sicóloga del
Batallón de Fusileros de Infantería de Marina No. 7, Nora Beatriz Ramírez,
y del segundo comandante de dicho batallón, mayor Alvaro Rico
Hernández, con base en el hecho de que dicha profesional puso en
conocimiento de éste, en su calidad de superior jerárquico de los
accionantes, los informes sicológicos practicados a cada uno de ellos.
Sobre este particular debe advertirse que los respectivos exámenes
sicológicos fueron practicados por solicitud del mayor Rico en uso de la
atribución legal contenida en el artículo 2o. del Decreto 1253 de 1988, que
autoriza realizar una evaluación del personal adscrito a la institución
militar, "con el fin de determinar las aptitudes profesionales del individuo,
su cultura general, carácter, disciplina, autoridad, mando y demás virtudes
públicas y privadas establecidas y exigidas por la Institución Militar y la
calidad de los desempeños profesionales y personales".

En el literal b) de dicho artículo se determina la importancia de dicha


evaluación así:

1- PARA EL EVALUADO. Ofrece una información válida acerca de su


situación con respecto de las metas personales y profesionales y otorga
fundamentos para que se tome las decisiones mas adecuadas para la
orientación de su vida profesional    y personal.

2- PARA EL EVALUADOR. Establece el compromiso con el


perfeccionamiento personal y profesional del subalterno y permite
generar la orientación requerida. Facilita el cumplimiento de las
funciones profesionales de dirigir, administrar e instruir recursos
humanos.

3- PARA LA INSTITUCION. Da información válida para la toma de


decisiones en cuanto a la selección de hombres idóneos para signar
óptimamente las distintas responsabilidades."

Se tiene, pues, que el proceso de evaluación se ajusta a preceptos legales


preestablecidos, los cuales tienen por objeto, como es natural en toda
institución y particularmente en las Fuerzas Armadas, el disponer de
elementos de juicio suficientes para tomar decisiones en cuanto a la
disposición del personal, su promoción, la asignación de cargos o funciones
específicas y, en última instancia, la conveniencia de su permanencia o no
en ella.

Como se dice en el acápite anterior referido al secreto profesional, lo que


caracteriza a éste es la reserva que se debe mantener por parte de quienes,
en razón de su profesión, son depositarios de información de carácter
íntimo como es la que versa sobre el estado de salud física o mental del
individuo o sobre aspectos relacionados con su personalidad,
temperamento, condición sicológica, etc. Empero, la obligación de guardar
el secreto profesional no supone forzosamente el ocultamiento absoluto de
la información respecto de terceras personas que tengan, en razón de su
oficio, interés legítimo en ser partícipes de dicha información. Debe
advertirse, eso sí, que estos terceros quedan igualmente obligados a
mantener la reserva sobre el contenido de dicho informe, el cual sólo debe
servir como base para tomar determinaciones, como en este caso, en el
campo administrativo o laboral. En otras palabras, en el caso bajo examen
el secreto profesional, se extiende a quien es depositario del informe
sicológico que presenta el profesional. Este informe de todas formas tiene
carácter confidencial, es decir no puede ser público ni divulgable    bajo
ninguna circunstancia, y tampoco puede ser incluido en la hoja de vida de
quienes se han sometido al examen sicológico.

En virtud de lo anterior, y así se hará saber en la parte resolutiva de esta


Sentencia., el mayor Rico Hernández está en la obligación de mantener en
reserva el contenido de los informes sicológicos de los accionantes, los
cuales, como se ha dicho, no pueden ser divulgados a terceros ni ser
incluidos en las hojas de vida de los peticionarios. Pero, se recalca, el acto
de dar a conocer la información recabada por parte de la sicóloga al
legítimo interesado, en este caso al mayor Rico Hernández, no implica
divulgar la intimidad de los accionantes ni, por tanto, violar el secreto
profesional.

De acuerdo con el ordinal c) del artículo 17 del mencionado decreto, "la


función de evaluar es parte importante de la conducción y administración
del personal, puesto que permite asignar y emplear a los individuos de
acuerdo con las capacidades observadas, siendo por lo tanto una de las
funciones del mando, a la cual los comandantes deben dedicar toda la
atención y el tiempo que sean necesarios para que la evaluación constituya
un proceso exacto y oportuno".

El fin de la evaluación consiste, entonces, en tener el conocimiento exacto


y oportuno para asignar y emplear a los individuos de acuerdo con las
capacidades observadas.

Ahora bien, con base en lo anterior, la evaluación es una función de mando,


es decir, una obligación profesional determinada por el Decreto 1253 de
1988. Se trata, pues, de una función autorizada por mandamiento normativo
superior, que exige la exactitud, y no la apariencia. Y ello porque de
acuerdo con el ordinal d) del artículo 17 del citado decreto, "Las Fuerzas
Militares son una institución formalmente jerarquizada, en la cual existen
numerosos controles expresos o tácitos, naturales o artificiales, que en un
tiempo largo o corto descubren errores o deficiencias voluntarias o
involuntarias, ubicando al individuo en su real y natural labor".
Son dos pues los presupuestos que conducen a concluir que la conducta de
los accionados no sea contraria a derecho: El primer es que la actuación de
los demandados está conforme con lo previsto en norma preexistente, el
decreto 1253 de 1988, y no hay injusticia en el cumplimiento de un deber
superior, sobre todo cuando el ordenamiento en cuestión no ha sido retirado
del sistema jurídico; luego la vigencia de la norma legitima su desarrollo.
El segundo es la razonabilidad del acto. Por tal se entiende la conveniencia
de una determinada acción en las circunstancias especiales que ameriten
una conducta y no otra. Cuando se tiene presente que la misión de las
fuerzas armadas, dada su particular exigencia, es especial, naturalmente se
deduce que los procedimientos de control y evaluación deben ser
exhaustivos, ya que hay unas obligaciones de resultado para los superiores
que ejercen la función de evaluación.

En caso de considerar los actores que hay alguna injusticia en la


evaluación, la Corte Constitucional hace suyas las palabras del ad-quem,
en el sentido de que "el hecho se remedia mediante la aplicación de los
mecanismos conducentes que regulan la fiscalización de las atribuciones
disciplinarias (capítulo IX, art. 110, Decreto 85 de 1989), lo que deja sin
piso, entonces, la posibilidad de que mediante la acción de tutela se
desplace dicho procedimiento, que es para el caso el instrumento idóneo
para evitar excesos o la fijación de criterios meramente subjetivos a los
correctivos que impone el superior". (Folio 14, expediente).

Pero obra otro hecho en el expediente, y es el relativo a que la información


se filtró entre el personal en general, caso en el cual proceden los
mecanismos penales de defensa ante un hecho ya consumado, que hace
inoperante la acción de tutela. De todas formas, si hubo filtración de la
información reservada no aparece probado en el expediente que ella pueda
imputarse ni a la sicóloga ni al mayor Rico. En el caso de que llegare a
probarse dicha responsabilidad, podría apelarse a mecanismos judiciales
distintos a la acción de tutela por parte de los peticionarios.

DECISION

Por lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre


del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE

PRIMERO: CONFIRMAR en todas sus partes la Sentencia de la H.


Corte Suprema de Justicia del 21 de septiembre de 1995 en la que se
deniega la acción interpuesta por FREDDY VELILLA RAMOS y CESAR
TULIO LOZANO SANDOVAL por los motivos expuestos en esta
providencia.

SEGUNDO: ORDENAR a los accionados la sicóloga NORA BEATRIZ


RAMIREZ y al mayor ALVARO RICO HERNANDEZ abstenerse de
divulgar a terceros el contenido de los informes sicológicos practicados a
los accionantes FREDDY VELILLA RAMOS y CESAR TULIO LOZANO
SANDOVAL, mantenerlos en absoluta reserva y no incluirlos en sus
respectivas hojas de vida. En caso de estarlo, se ordena retirarlos de
inmediato para preservar el secreto profesional y el derecho a la intimidad.

Cópiese, notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y


cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado Ponente

JORGE ARANGO MEJIA


Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

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