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Discusión del resultado de la tabla Nº.

02:
PROBLEMÁTICA
Se observa en los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, la penalización del Homicidio
Piadoso, tipificado en el Art. 112º del Código Penal, la cual se manifiesta en el irrespeto a
la libertad personal y la libre elección de los pacientes con enfermedades graves y
terminales, vulnerando su derecho fundamental a la dignidad humana, dado que se
encuentran en un estado de sufrimiento físico, ello genera como consecuencia una muerte
indigna, que lo somete a dolores físicos innecesarios, más cuando este drama de dolor se
podría evitar a solicitud expresa y consciente del paciente.
EN CONTRA
La regulación de la eutanasia siempre será un tema polémico debido a que entra a tallar la
discusión por el derecho a la vida y la potestad que de esta se deriva como lo es el derecho
a la libertad pues los defensores de la aplicación de la eutanasia indican que el ser humano
al nacer libre en derecho también puede decidir sobre el momento de su muerte señalando,
además, que la disponibilidad del cuerpo se deriva de la libertad inherente con la que nace.
A partir de esta premisa es que los detractores de la práctica eutanásica se oponen a ello
manifestando que la vida no es un derecho disponible por lo que, enfocándolo desde un
punto de vista subjetivo, Dios al ser el omnipotente que nos la dio es el único que nos la
puede quitar, es así que al aceptar la regulación de la eutanasia seria permitir y fomentar el
pensamiento que así como existe un derecho a la vida también coexiste el derecho a la
muerte, lo cual vulneraría los principios fundamentales.
No obstante, al considerar que la aplicación de la eutanasia sería reconocer de manera tácita
la existencia de un derecho a la muerte, lo cual vulneraría el respeto a las potestades
fundamentales, no estaríamos olvidando que uno de los valores más importantes del ser
humano, se podría decir, con similar relevancia que el derecho a la vida, pues sin este no se
podría lograr la plenitud de la existencia, nos referimos a la dignidad, término que en
palabras de Guairacaja (2011) significa “tener en buena condiciones el bien material que es
el cuerpo humano para alcanzar a cubrir todas nuestras necesidades ya que si el bien
material se ve afectado se desgastan todos los demás derechos” (p. 19).
Ante lo manifestado, la dignidad no acentúa su presencia en las personas que padecen una
enfermedad terminal y mucho menos en aquellas que, producto de un hecho fortuito, se
encuentran condenadas a permanecer en estado vegetal, situaciones que también fomentan
en el ser humano un estado de sufrimiento innecesario.
A FAVOR
Continuando debemos precisar el significado de enfermo terminal pues será esta persona a
quien se le podrá ejercer la eutanasia si es que la solicita de manera expresa y consciente
pues experimentaría el sufrimiento, producto del padecimiento que lo 171 aqueja, lo que
mermaría sus ganas de vivir en condiciones indignas. Para delimitar su concepto citamos a
Zamora (2010), quien alcanza la siguiente definición:
Enfermo terminal es aquel que se enfrenta a una muerte inexorable en breve plazo
pues presenta, comúnmente, el proceso evolutivo final de las enfermedades
crónicas progresivas cuando se ha agotado los remedios disponibles. Es así que las
enfermedades más frecuentes que conducen al síndrome terminal son la diabetes,
el cáncer, el sida, las enfermedades degenerativas del sistema nervioso central, la
cirrosis hepática y las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas. (p. 2)
Tengamos en cuenta, entonces, que los seres humanos agobiados por una enfermedad
terminal son propensos a experimentar diversos fenómenos corporales producto del mal
que padecen y con ello solo se logra fomentar en la vida del enfermo un agónico
sufrimiento que hace cada vez más difícil la existencia humana, transgrediendo de esta
manera la dignidad de la persona pues esta también constituye un derecho inherente que
significa vivir la propia vida y no la que se le impone en condiciones paupérrimas, incluso
padeciendo intensos dolores, lo que es un presupuesto esencial del sufrimiento.
Aquí es muy conveniente citar lo normado por el artículo 16 del Reglamento de la ley n.°
29414, Ley que establece los derechos de las personas usuarias de los servicios de salud
que estipula la potestad de toda persona a negarse a recibir o continuar un tratamiento, lo
cual concierta con los determinado por la Organización Médica Colegial de España al
sostener la obligación de evitar los actos médicos sin valor real para los enfermos
desahuciados , además de procurar los medios idóneos con la finalidad de una buena
muerte del enfermo, precepto que guarda gran concordancia con el Reglamento de la
Organización Mundial de la Salud respecto a que uno de los derechos del enfermo es no
sufrir inútilmente.
Vemos como la normatividad nacional y también comparada consienten de manera
implícita la aplicación de la eutanasia pues en ambos reglamentos predomina el bienestar
íntegro del enfermo a no ser sometido a desconsuelo producto de las terapias por alargar la
vida cuando ya se tiene pleno conocimiento del desenlace final, entonces es aquí donde nos
hacemos la siguiente interrogante: ¿Por qué obligar al enfermo a continuar viviendo en
constante sufrimiento?
En este sentido coincidimos con Herranz (citado por Guaricaja, 2011) al indicar que “en la
enfermedad terminal se produce a veces tales sufrimientos y dependencias de otros que
hacen que la vida pierda toda calidad y significado” (p. 44).
Para sustentar lo manifestado tenemos, en primer lugar, en la jerarquía de normas, a la
Constitución Política del Perú, la cual tiene como base y gran fundamento su artículo
primero, el mismo que encumbra a la defensa de la persona humana y el respeto de su
dignidad como el fin supremo de la sociedad y del estado.
A partir de lo mencionado es que podemos apreciar, implícitamente, la gran importancia
que se le da a la integridad y al bienestar del ser humano, lo cual se repite en la norma que
prosigue pues el inciso primero del artículo segundo señala 186 claramente que toda
persona tiene derecho a la vida, a su integridad moral, psíquica y física, así como a su libre
desarrollo y bienestar.
Flores y Padilla (2015) señalan al respecto:
“La persona humana debe gozar del mayor grado de libertad posible en la
construcción y ejecución de su propio proyecto de vida y de la satisfacción de sus
propios intereses, aun cuando estos puedan resultar irracionales para una amplia
mayoría social, pues incluso ello es fundamental para la maduración de las ideas y
de las acciones futuras, cuyo libre flujo es de singular importancia en el ámbito de
una sociedad democrática”. (p. 58)
Se denota una clara connotación del respeto y prioridad que obtiene la dignidad de la
persona en la sociedad pues debemos recordar que el vivir de una manera limitada
físicamente y estar propensa a sufrimiento, de ninguna manera, puede ser visto como parte
del desarrollo normal del ser humano, precepto que se ve reflejado en la constitución como
un derecho inherente de la persona.

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