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Un estudio realizado en los años 80 señala un fenómeno que denominó “la Paradoja
Francesa”, esta investigación encontró que frente al alto consumo de alimentos con grasas
saturadas y colesterol (llamadas grasas dietéticas) tanto en norteamericanos como en
franceses e italianos, se halló que en los franceses la frecuencia de enfermedades
cardiovasculares era mucho menor en comparación a la presentada por ciudadanos
norteamericanos; como hipótesis surgió la idea de que al ser Francia un país masivamente
productor de vino y así mismo al estar este incluido de manera regular en la gran mayoría de
los hábitos alimenticios de sus ciudadanos, los componentes químicos activos del vino podrían
estar desempeñando un factor causal en la baja frecuencia de las cardiopatías (Gutiérrez,
2002, p. 134).
Dosis moderadas de vino, ingerido con las comidas, aporta significativamente antioxidantes al
cuerpo, se considera esto ventajoso en tanto que el incremento de antioxidantes, al no
encontrarse en grandes cantidades en el cuerpo, disminuye la proliferación de radicales libres
un factor responsable en el padecimiento de muchas enfermedades como las cardiopatías, la
arterioesclerosis y el cáncer (Torre, 1999, p. 34). El factor antioxidante del consumo del vino
contrarresta la agresión oxidativa causante de variados procesos biológicos como:
carcinogénesis, inflamación, envejecimiento, trombosis, aterosclerosis, agresión radiactiva, etc
(Torre, 1999, p. 246)
Para el autor Pedro José Almanza (2015) según su investigación dice que el consumo de vino
en Colombia se ha incrementado durante los últimos años, en especial el de los vinos tinto. La
combinación de color, aroma y sabor provoca la denominada textura del vino. El análisis
sensorial de los vinos, a través de catas, da origen a una escala entre los vinos y a una
descripción que genera cierto impacto en el posicionamiento de este licor en el mercado. El
panel conformado por 20 catadores evaluó los vinos de acuerdo con los parámetros
establecidos por el Concurso Internacional de Vinos y Espirituosos. Las pruebas descriptivas o
de perfil sensorial son las más comunes y permiten describir las diferentes sensaciones de los
vinos, calificándolos a través de una escala. La técnica descriptiva con consenso de los
evaluadores es la más utilizada. Se pueden utilizar escalas ordenadas de acuerdo con el orden
lógico de degustación: primero la vista, luego el olfato y, finalmente, el gusto; aunque hay
quienes prefieren no estructurarlas de esta manera Catania y Avagnina describe que el éxito
de este análisis está ligado al entrenamiento de los evaluadores, con referencias base que
permitan desarrollar una terminología dentro del panel.